Dentro de un esquife el medidor de versos escanciaba. Guardaba cosas delicadas para las horas del ensueño. Su arrojo era como un fuste de columna. Estaba a resguardo de la escarcha y armaba su escapatoria con escalas en flor.
Él escandía acomodado en el hueco de la ventana y la forma se correspondía con la de un armario que se aprisiona.
Para salir del estorbo de la noche se orientaba sobre los cangrejos y los hacía sangrar. Quitaba las escamas a los peces bajo el influjo de las ondinas. Jugaba a ser timón inútil.
El medidor de versos tallaba el escabel con poco ruido y solaz.