Merced de umbral • Wilfredo Carrizales
LI

Merced de umbral

Sobre la hoja de la espada la lagartija designaba un romance metálico a su conveniencia. Abajo en el cieno pegajoso, la aguardaba una piedra lisa, una piedra pizarrosa. Todos los charcos y los lodos y las aguas contenidas en vasijas esperaban el desenlace que, de cualquier modo, ocurriría.

Una primera lágrima vertida por la lagartija fue el indicio del inminente desastre. De ahí pasó a un llanto incontenible y al derrumbe encima de la laja. La espada se volteó y la golpeó de plano.

La huella del cuerpo del reptil se solidificó en el légamo y pasaron los días y muchos caminantes y la lagartija se hizo monumento.