Merced de umbral • Wilfredo Carrizales
LII

Mísero mirar el del miope. Al considerar su onanismo hay que pensar en cuánto lo apena. Un hijo no viene por redundancia.

Apenas olvidado por su ombligo, el miope se indigesta con los frutos del olivo y las raíces del olmo. Busca pendencias a cabalidad y a cabalidad recibe azotes y amonestaciones. (Por la prefectura atraviesan las querellas a lomo de tortuga.)

No sé para qué se queja tanto de la miopía. ¿Acaso piensa encontrar un querubín en cada esquina o en cada bar?

Su destino procede de una ranura y si lo persigue el sabañón, ¡para que se rasque y vea mejor será!