—El número uno se deja escribir fácil; pero al número dos no le gusta que lo escriban —le decía Laura a su mamá.
—Deja la pereza, niña —sentenciaba su mamá con fuerza—. Tú eres quien no quiere escribirlo.
Laura estaba muy afligida. Ella sí quería escribir al número dos; pero él no se dejaba. Se movía de un lado para otro. Saltaba como loco. Se escondía detrás del número uno. Se ponía a bailar tango con pasos de rap. No había manera de que posara quieto.