El poder, triste ropaje de la criatura • Octavio Santana Suárez
XXI
Responso en vivo sobre un cadáver
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Responso en vivo sobre un cadáver

¡Cabeza de intenciones torcidas!, identificas la lógica con un cántaro de doble asa que puedes agarrar por la diestra o por la siniestra; según convenga apuestas por calores en Reyes y frío el día de la Virgen del Carmen.

¡Ratero de mala muerte!, ¿a qué contar las flores de jardines ajenos que trasplantas a tus descampados?, vale más observar el espinazo vencido por las gavillas; atiendes más al número que al peso, ¿y luego te quejas?

¡Pésimo filósofo!, ¿Platón no situó la razón en el cerebro, la ira en el corazón y la codicia en el hígado?, por misericordia te nombraría filodoxo: chico obstinado.

¡Tramposo!, juegas a colar cólera por coraje. No tengas pena, volveré a traer a Lucrecio junto a tu oreja, “Lo que ha sido temido en exceso es tanto más pisoteado”; sucederá pronto un mañana en que ni siquiera un pordiosero levante la vista de su porquería a tu paso.

¡Alma sucia!, disculpa, no pretendo informar de tus remates, sino de cómo encajo el sinfín de desatinos con que tratas de entorpecer destinos de gente si no instruida, sí instruible, ¿la entereza de un montón no avergüenza tu crueldad?

¡Roedor de huesos huecos y descarnados!, partir una cadena cuesta menos que desgastar un eslabón, ¿y te atreves con uno al que le mueve su persistente candor?

¡Parlanchín y pedorreta!, con poca lástima te digo: tengo en idéntica consideración a la voz con que rompes por arriba que a la otra que expulsas por debajo.

¡Espantajo de cañamar!, me pregunto, ¿cuánto te costaría no obrar peor? Seguro que Protágoras no pensaría en ti mientras tomó a la persona como medida de todo... no das la talla.

¡Hábil maestro del tres al cuarto!, marchas de espaldas al sol para que no delate tus mohínes de farsante y para que fama y sombra adelanten a mérito y cuerpo: la prédica de fachada y detrás el predicador.

¡Cómico infernal!, ¿qué piensas ganar con tu máscara?, ¿siempre que describen a un grande imaginas que te toca a ti?, tus disfraces no engañan más que a los necios.

¡Jodida calamidad puesta a engordar!, descubre y reflexiona con Quintiliano... “La Providencia ha regalado a los hombres esto: que las cosas más honestas son también las más provechosas”.

¡Calla, por favor!, ¿no sabes que exclusivamente cabe perdonar la perfidia cuando lo prescribe el celo por reprimir la perfidia?, conviertes algo virtuoso en obsceno apenas lo alabas en alto; te insto a que uses el estilo confidencial por no perjudicar.

¡Envidioso!, a tu lado, el escalón más bajo coincide con el más firme; representas una ambición vecina de la presunción; no permites que nadie conserve la facultad de dudar y tampoco el derecho de elegir... te dejarían solo.

¡Condenado ignorante, consulta a Terencio!, “Mucho se equivoca quien cree que es más sólida y duradera la autoridad que se debe a la fuerza que la que se apoya en la amistad”.

¡Aficionado a lo falso de boca y oído!, ¿lo tuyo constituye vicio o simplemente un modo de conversar original?, en ti la mentira ocupa un lugar de honor; para los rectos supones un desvío obligado para llegar a la verdad. De nacer indio americano te pincharían lengua y oreja: con esa mezcla de sangre los sacerdotes expiarían el pecado escuchado y proferido.

¡Hechicero!, enfermas la salud y así cuidas de que la juventud escape a tus uñas.

¡Loco y perverso!, en vez de sonar a un niño prefieres arrancarle su nariz, ¿no cortarás los labios de la inteligencia que quiera hablar?, te caerán encima mocos y babas.

¡Déspota muy vulgar!, asistir a tus entrañas cobardes despierta la conmoción por el equilibrio propio, ¿qué mejor atajo rendiría a aquellos que osan atacar?; la primera crueldad ocurre gratuitamente, pero el miedo a la revancha provoca una serie de atropellos que prueban a ahogar a sus anteriores.

¡Estreñido!, padeces por esperar un castigo y esperas porque te juzgas acreedor; quizá te compense imitar a las cigüeñas, ¿no aprendieron a practicar sus curas con lavativas de agua marina?

¡Impudicia humana sin brida ni meta!, riegan tu espíritu desierto unos sentidos en extremo ondulantes; con los aperos de cocina en la mano quedarías hambriento por fantasear con su utilidad erótica.

¡Bilioso crónico!, tu estómago funciona con dificultad y palideces; te vendría bien proceder igual que la tortuga con su indigestión, ¿por qué no te purgas con orégano?

¡Rezagado!, a cada individuo le corresponde una única puerta de entrada a la vida y múltiples escotillas de salida, ¡vete ya!, tus provisiones no bastan a la largura del camino por recorrer.