El poder, triste ropaje de la criatura • Octavio Santana Suárez
XXVI
Bestia o demonio
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Bestia o demonio

—Naciste de un coito brutal, ¿no afirmas que una comunidad homogénea excluiría la generosidad? Inspiras hipocresía: muchos explican el pecado original y tú callas el problema capital de la vieja opresión.

—Ya de hombre excepcional me elevé a más altura que unas visiones geniales, ¿extraña que en cuanto perdí pie recurriera a las fullerías?, con padrenuestros nadie substituye las ganas de revancha de los tuyos.

—Incapaz de auténtica penitencia, tu actitud enerva y sofoca.

—De niño me apodaron adulto precoz y de mayor frívolo y pueril.

—No reconozco el señorío de las águilas en tus banderas, sólo rapiñosos halcones y gavilanes.

—Patrocino a camadas de vasallos, no protejo a honrados

—Llamas seguidores a un colegio de jayanes, a una asamblea de granujas que rivaliza en desvergüenzas, celo y sátiras, atiza enemistades y se nutre de rapacerías.

—Trato con súcubos e íncubos, con diablos de aquelarre.

—Edificas para tu soldadesca madrigueras de practicones y buscapleitos.

—Mi mentalidad regresiva, crispada por la violencia, propicia el culto a las bravuras rudas. —Tu inestabilidad nerviosa delata un endeble nivel intelectual, tus lealtades personales muestran la estrechez de tus vicios. ¿Descubriré algo más que hitos aislados en esta fracasada curva de una historia tan próxima?

—No permito que me arrastren los asuntos menudos: agoto a los míos con el penoso cometido de colocar trampas y conservo intacta mi energía.

—Apacible, tramas, pero no intervienes directamente, pones en uso métodos que impondrás con la impasibilidad de los imperativos sutiles; cuando te toque la hora de tomar decisiones ¿cómo no vas a disponer de la lucidez necesaria para determinar tus porquerías?

—Debido a que las relaciones de respeto cambiaron a las de fuerza, trabajo de maestro de gladiadores en mi circo, me alimento del sudor y la sangre de un espíritu competitivo que siembra la división en mi comitiva.

—Y los pocos que profesaron cordura ¿no apelaron a la disciplina, no lucharon contra la evidencia del engaño?

—Los que confían sólo en sus facultades pecan de presunción. Me basta con transformar la ocurrencia de un suave limpia-culo en el más hermoso progreso de la razón.

—Frío de corazón, caliente de cerebro, ¿no soportas la compañía de iguales?

—Acribillo a los mejores con flechas muy gastadas —recuerdo que tensaron el primer arco.

—¿Pretendes apagar la antorcha del valor para convertir a cada cual en instrumento dócil de tus proyectos?

—Envilezco a diestro y siniestro en aras de facilitar los movimientos infernales.

—¿Cabe que giren grandes mecanismos con piezas pequeñas?

—Apenas el engranaje rompa dientes no echaré en falta la servidumbre del arrastre.

—¿Prefieres gobernar un rebaño miserable que a unos individuos dichosos?

—En los alrededores de la masa de animales salvajes que conduzco con el látigo, me percato de un puñado de carácter bondadoso.

—¡Dios mío!, ¿golpeas con el hierro aún al rojo?

—Mientras exista gente de mi talante procura no quitarte de encima el miedo a tus semejantes.

—¿Por qué enjaulas a los portadores de preceptos distintos?

—Para que midan adecuadamente la diferencia que media entre un voluntario chapucero y un veterano entrenado.

—Si Boehme estigmatiza a las ramas que acaparan los fluidos del árbol y desamparan a sus hermanas por voluptuosidad y vanidad, ¿a qué viene prescribir eternidades de sequedad y silencio?

—Por educar en la no resistencia.

—¿Qué aconsejas a los disidentes?

—La cicuta, nunca el eléboro.

—¿Tu virtud?

—La del viento.

—¿Y la de los otros?

—La de la hierba que se dobla a mis soplos.

—¿Tu filosofía?

—Estricto juego de manos en el aire.

—¿Ministro de la locuacidad?

—Constantemente, mi mente en blanco u ocupada en una mentira.

—¿Tu doctrina?

—Concedo más importancia a la astucia y menos peso a la moral.

—¿Tus máximas?

—Gozar con robar y robar, presentar sentimientos de piedra frente a los más débiles y dejar en barbecho toda licitud ética

—Bandido, ¿no percibes que desprenden un pésimo olor?

—Quizá por mi autoría o por no admitir la prueba de la publicidad.

—¿Suponen la misma cosa?

—Cierro entendederas a los criterios objetivos; ironía a ironía sumo sarcasmos: cultivo el escándalo provocador.

—Con la apología del asno, te burlas hasta el escarnio de los mansos -a quienes les prometieron la bienaventuranza. ¿Por qué no insistes en que su quijada sirvió de arma a Sansón, que veló a un bebé en el pesebre y que cargó con el mesías por Jerusalén?

—Hablar conmigo implica saltar sobre mí con la daga desnuda en el pantano donde me ahogo para ahogarnos juntos.

—¿Tu principal defecto de sofista?

—Me niego a cruzar el umbral de las apariencias, por lo que permanezco prisionero de ellas.

—¿Crees que así llegarás más allá del ámbito de la opinión?

—Jamás logré una investigación que trascendiera.

—Desprecio tu discurso de charlatán, tu loca afición al dinero rápido, ¿no leíste que el único discípulo con bolsa llevó por nombre Judas?

—También juzgarás insufribles mi venalidad y trapacería, mis abusos.

—¿Qué melodía preconizas?, ¿la del mugido en su papel de bajo?

—Difiero las respuestas y modulo la manera de responder.

—Te figuras saber e ignoras tu ignorancia, ¿no te la ocultas tras los oropeles de unas expresiones hechas de frases vacías?

—Ensayo la erística: el condenado arte de vencer en las discusiones refutando los asertos del adversario sin considerar su verdad o falsedad. Blando la palabra como espada de batalla verbal o como simple ejercicio de polémica —habilidades que adquirí accidentalmente por experiencia.

—¿Guardián de almas marchitas?

—De escoger entre muertos y vivos, opto pronto por el monumento funerario.

—¿Tu sociocracia?

—Disimula mal una tanatocracia de paso al cementerio.

—¿Matas para salvar?, ¿a que no revientas tus arterias por idéntico propósito?

—Eso sí significaría obrar en favor del mundo.