El poder, triste ropaje de la criatura • Octavio Santana Suárez
XXIX
¿Saber equivale a poder?
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¿Saber equivale a poder?

—¿Quién consideraría un triángulo sin sus tres lados?

—Descartes confirmó que “el buen sentido es la cosa que se halla mejor distribuida en el mundo”, aunque jamás admitió que cualquiera la usara por igual, ¿los múltiples objetos no reflejan con enorme diversidad la misma luz solar que los ilumina?

—Por el descaro de los frutos que cuelgan de las ramas, ¿no apreciaríamos el tronco y las raíces del árbol?

—Llevados por un inmediatismo miope, no pocos ponen la sal del estudio en obtener resultados, ¿lo que no logramos sujetar a la concreción?, ¿sólo torpes enredos? En lo que concierne a la fase de aulas y laboratorios, basta con el dividendo de desvelar secretos, ¿y respecto al resto de etapas?, emprendamos juntos una búsqueda que arroje comprensión en el deambular humano.

—¿Hablan de valles y no cuentan montañas?

—¡Uf!, dar con lo irrefutable requiere encontrar una evidencia que permita exponer juicios; en cambio, compadrear con las sospechas esconde que desandar los errores responde a un ejercicio de la voluntad y compete a una superación del espíritu.

—¿Qué garantiza que la constatación relampagueante ostente más convicción que el capítulo deductivo?

—La recíproca transparencia de causa y contenido en el episodio intuitivo —las exigencias diarias conectan con los comportamientos más aceptados... mera cuestión de probabilidad.

—Porque los años urgen y no esperan, ¿no encajaríamos más con tal dinamismo al frecuentar el hábito de la resolución?

—Aprovechar la acción con el fin de perfeccionar la razón y blandir la razón en pro de perfeccionar la acción implica trasladar los destilados momentáneos de la vida al pensamiento y dirigir las conclusiones provisionales del pensamiento a la vida.

—¿Suspender “la sensatez” de su función de timonel?, ¡qué fácil!, el próximo atentado a la sana convivencia consistiría en atar una piedra al tobillo de los que levantan concepciones prudentes y en lanzar por la borda sus cuerdos sueños vestidos de carne.

—Juro que tercia mayor distancia entre estos fatales modales y aquellos más gratificantes de practicar que entre el escueto abecedario y la retórica de los griegos.

—¿Por qué conducta optaríamos?

—Por afinidad con las hormigas, los ajetreados empíricos no paran de acumular y consumir sus reservas, ¿a semejanza de las incansables arañas, los racionalistas no fabrican su propia tela?; me parece que convendría imitar a las abejas; tras ganar el néctar, ¿no entra en danza su maravillosa capacidad de digerir la materia prima?

—Ya que no controlamos más que el criterio privado, ¿merece la pena escabullir el bulto y abandonar al azar la incontenible evolución de alrededor?, ¿no abusaríamos de una introspección?

—Vale un potosí cultivar la masa gris, descubrir los porqués del precepto íntimo y acometer la enmienda personal; ¡pues claro que molesta discurrir de acuerdo con lo auténtico, y más permanecer leal a sus argumentos!, ¿y no perderíamos con peor tristeza la cabeza que el cuello?

—¡Ummm!... El bien y el mal, ¿las dos agujas del reloj no marcan ritmos distintos?

—Cuando fijamos los ojos en la corta manecilla horaria apenas percibimos que el largo minutero fuerza su avance, y cuando seguimos con la vista el lento movimiento circular de los minutos no solemos reparar en la hora.

—¿Y a las puertas del tiempo futuro, qué proponer?

—Conciliemos cuanto antes los intereses mutuos y coloquemos a pleno rendimiento una sangre joven con la nuestra de más edad; trabajemos por ampliar el estricto dictamen de los esquemas de la carrera y empleemos análogo tesón en anchar los refajos de la conciencia.

—¿Saber equivale a poder?

—¿Y qué?, de venir la liberación, vendrá del brazo de un conocimiento con cimientos en los ideales de caridad y fraternidad. No importa demasiado el producto, ¿lo útil no supone lo verdadero y el ámbito de lo verdadero no mide siempre más que lo útil?

—¿El intelecto de Francis Bacon, un espejo tornadizo?

—¿Acaso no empieza mezclando su estructura con los motivos que observa y acaba por desfigurar la realidad?, estima cierto lo que prefiere y rechaza lo que deprime sus expectativas, ¡cómo padecemos el efecto de los afectos!

—¿Representan las conjeturas y los escrúpulos entes esenciales?, ¿no atañe a la experiencia someter sus escollos a prueba en aras del progreso?

—Adelantamos primero por la vía negativa, agotamos el proceso de exclusión y pasamos a la afirmación. Por simple aplicación del suceder moderno sobre uno viejo, no surgirán más que originalidades sueltas en la comunicación de lo aprendido... de querer afrontar una completa instauración, necesitamos encabritar los fundamentos.

—¿Y la lógica?

—Explica temas que el auditorio domina, pero no ayuda a quien plantea extraer a Atenea de un bloque de mármol. Que ninguno aspire a quedar encerrado en su obra, sino a trascender los límites... estar con los pies en el suelo, sí, ¿y si giramos la perspectiva y apostamos a que el Universo entero quepa en cada alma?

—¿Ciegos en ausencia de la fosforescencia marina de los fuegos de San Telmo?

—Por proyectar su orden interno, la mente urde más relaciones externas de las que existen, ¿Heráclito no anota que cavilamos en el pequeño cosmos particular y no en el grande y común a todos?, quizá lleguemos a entender las expresiones del lenguaje de la naturaleza con el alfabeto que captamos.

—En caso de que la casa del hombre cayera, ¿con qué apuntalaríamos la fe en él?

—¡Cuidado!, descenderíamos a formas más refinadas de un escepticismo disgregador, crecería la zozobra acerca del camino a tomar y no tropezaríamos con nadie dispuesto a edificar de nuevo.

Digo con Cicerón que “sería difícil imaginar algo tan extraño y tan increíble como para que no haya sido dicho por algún filósofo”... perdonen la escritura enfebrecida, ¿no corro al estilo de un explorador muy excitado que salta obstáculos peligrosos por referir lugares de ilusión?; ojalá que la sincopada redacción favorezca al menos a uno. De lo mucho inservible que encomiendo a la custodia del papel, confío en que me agradezcan la posibilidad que dejo abierta —cumplimos con el deber mientras jugamos según las reglas más saludables.