El poder, triste ropaje de la criatura • Octavio Santana Suárez
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Prólogo

Conocí a Octavio Santana Suárez en 1988. Iniciaba entonces sus Viajes hacia afuera y por adentro. No le bastaba el amplio conocimiento que en el transcurso de su vida había acumulado sobre la física, la informática y los sistemas. Quería comprender su yo interior a través del conocimiento del yo cósmico del ser humano, de lo que él denomina la criatura, más allá de las diferencias por razas, género, religión, cultura o concepción política. Confesaba haber sufrido lo indescriptible, “en los saltos acrobáticos” de los pensamientos acorralados y de los postulados caprichosos, “por no abandonar al resto de colegas en la desventura” del circo de los mandamases. El caminante daba sus primeros pasos.

Hoy, Octavio Santana ha caminado. Comprende con descarnado realismo el alma de la criatura. Su paz interior le permite adentrarse en las sutilezas del poder. Pinta con dureza los rasgos físicos y de personalidad del Mandamás:

Aquel bribón plañidero que “invade, somete y desmembra con la mira puesta en la fortuna, el crédito, el prestigio y la gloria”.

Aquel “líder que guía la jauría”, que “monopoliza la inteligencia y esteriliza su efecto”, que promueve el “amiguismo, arribismo y corrupción”, que encarna al sabio y se comporta como un loco, que come vanidad y defeca desaires, que nunca dirige, siempre empuja.

Aquel “cabeza de intenciones torcidas”, que halaga, promueve y corrompe, que imparte “lecciones de astucia y de ferocidad”, que padece la pasión de adquirir y aborrece la obligación de restituir.

Aquel granuja, fabricante de obediencias a partir del débil y del sinvergüenza, que al igual que el gusano intestinal vive rodeado de excrementos, que “convierte a trabajadores ejemplares en cómplices vulgares”, no los abandona, tampoco anexa sus infortunios, les induce a creer que los protege.

Aquel practicante de la “virtud tuerta de la palabra incumplida”, que “neutraliza a los reformadores, cerca con peligros a los vehementes, reprime con dureza a los moderados y en el endemoniado baile de la corrupción desorganiza la inquietud”.

Aquel “aguijón venenoso de conciencias”, de reducida cavidad craneana, por cuyo cerebro depravado circula “bilis en lugar de sangre”, que se alimenta de su egolatría y que, como maestro de la farsa y experto en las ansias, utiliza a su conveniencia la falsa persuasión y la coacción.

Aquella criatura que eligió “insertarse en el circuito del culo, donde cada cual sigue con el olfato a su padrino”, de altura enana, que ve reducida su estatura por el peso de sus rencores y que “no logra, ni por asomo, sacar sus pies del estiércol”.

En su largo deambular, Octavio Santana parece haber descifrado la inexistente verdad. Sentencia con dureza que “la violencia precisa que se la disfrace con el nombre hipócrita de civilización”, que “en nuestro mundo abundan los truhanes”, que “triunfa el espabilado en lugar del letrado”, y que “prevalecen absolutamente la intriga y la corrupción: nadie se fía de nadie, y básicamente cada cual confía su seguridad a la astucia que logra desplegar”. Sintetiza el servilismo, de manera irónica, cuando escribe: “los perros antes que pactar con la jauría recurren al pastor”.

Es crítico de la carencia de valores de nuestra sociedad contemporánea: “hoy se vive con el culo de cara a los ideales y la frente guiada por los intereses”. Cuestiona nuestros mitos: “¿Sabías, Mahatma, que los mercaderes indios encubrían con tu leve figura y formidable fama sus pesados intereses?, apoyaron tus ímpetus de independencia porque no querían la competencia de los comerciantes ingleses —seguro que no te pasó inadvertido”. Rechaza lo indulgente de nuestra civilización: “a menudo, los eternos majaderos recurren a la sofistería perversa con apariencia exculpatoria de ¡nadie es perfecto!; entonces les replico —serio por fuera y lleno de risa amarga por dentro—: hombre, sí... unos más que otros”.

Este libro titulado El poder, triste ropaje de la criatura, refleja el espíritu buscador, universal y extremadamente humano de su autor: “La sabiduría resulta ser la definición que encierra la maduración de la bondad”, “El mundo es un auténtico océano humano del que singularmente emerge un puñado de sabios, pero... ¿dónde cojones se esconden intimidados?”, “¿Y qué?, de venir la liberación, vendrá del brazo de un conocimiento con cimientos en los ideales de caridad y fraternidad. No importa demasiado el producto, ¿lo útil no supone lo verdadero y el ámbito de lo verdadero no mide siempre más que lo útil?”, “Tu biografía entera —me parece eterna— no confiere la oportunidad de entenderla, ¿cabría acaso que yo, que la conozco muy de cerca, alcanzara a imaginarla?; en realidad, opto por olvidar antes de tu ocaso el recorrido penoso que engendraste”. La frase final resume la obra:

“¿Verdaderamente creaste al hombre? Debió de ser en tus comienzos —apenas un dios menor— y por esa circunstancia atenuante, no me rebelo contra ti, sencillamente denuncio el fracaso de la obra inacabada”.

Quito, 13 de septiembre de 1999

Vinicio Baquero Ordóñez
Rector de la Escuela Politécnica Nacional del Ecuador