¿Qué habría de envidiarle yo a Dulcinea?
Acaso mis lágrimas sean falsas, mas, ¿qué sabes
tú del amor? ¿por qué no cierras el libro y me miras a los ojos? Tanta
fidelidad no puede ser buena. Yo sé que temes el espacio vacío de tu cama, que
sueñas con mis piernas, unas piernas de niña de catorce y tres meses. Si son
inadecuadas para tus caricias piensa que soy perla preciosa y sin pulir.