Cervantes, después de una trayectoria memorable que culmina en
la derrota de los turcos, no recibe recompensa alguna por su entrega de
combatiente entusiasmado, ni siquiera cumplen con sus demandas de un cargo en
América. En Sevilla vela entre rejas por unas presuntas irregularidades en la
recaudación con que abastecer a los barcos patrios —más tarde España
perderá su armada cerca de las costas de Inglaterra—, y de nuevo ve quebrar
sus ansias de marchar al continente recién abierto a Occidente; salta la banca
que custodia los fondos oficiales y regresa a la inoportuna prisión; en sus
largas horas vacías, ¿preservará del olvido su lustro de cautiverio en
Argel?, sabemos que de su africano encierro no guardó rencor, ¿qué situación
más propicia convendría a un héroe de guerra desairado en la paz para
concebir y empezar una exposición de la condición humana de la talla de su
ilustre manchego?; en Toledo repite cárcel por una violencia misteriosa frente
a su domicilio. ¿No escoltan sus dichas y desdichas la indiscutible victoria en
Lepanto y el terrible fracaso de la Invencible, el optimismo místico del
Renacimiento y el complejo pesimismo del Barroco, la salud palpitante de El
Cortesano y el deprimente infarto de Gracián?, ¿la plenitud del arte en
medio de una etapa de extremada decadencia y crisis?, no cabría explicar la
inexplicable coincidencia más que por la vía de la paradoja.
Rompí con el orden temporal y, apenas en las
afueras del tiempo, pretendí un diálogo imaginario con el célebre
protagonista que revolucionó la fabulación literaria de arriba abajo.
―¿Por qué te expresas en lenguaje arcaizante
e hiperbólico?
―La pluma que me dio vida decidió
caricaturizar los decires de sus fuentes librescas y terminó por caer en brazos
de sus alambicados modales.
―¿No te quedó por probar el traje de los
poetas?
―Mi manco autor anduvo más versado en
desgracias que en versos.
―¿Aderezado con qué motivos acometió una
obra así?
―Tiró de una sutil ironía por el puro placer
de la diversión, no por parodiar el género.
―¿De dónde procede tu óptica de sobras
excéntrica?
―Las muchas lecturas y el escaso dormir
secaron mis sesos.
―¿Te extraña entonces que purgues de
infortunio en infortunio?
―En la búsqueda de aventuras por geografías
rurales confundo ventas con castillos, molinos con gigantes.
―Con percepciones tan disparatadas y
comportamientos tan grotescos, ¿rastreas a rastras la pobre verdad de los
mortales?
―Quizá llegue a las cotas más altas que
logremos soñar despiertos.
―¿No prefieres emprender tus hazañas a solas
a la grupa de tu Rocinante?
―Trato con un paisano de aspecto zafio a lomos
de asno.
―¿A qué ocurrencia satisface la sorprendente
relación por demás dispareja?
―Sirve de sátira social, de reflexión sobre
diferencias de anhelos, sobre distantes visiones políticas.
―¿De qué te vale achacar tus múltiples
desastres a encantamientos?
―Excusan mis pertinaces fiascos: en cada
correría, torno corrido.
―¿Aun en el suelo consigues salvar la cara?
―Encargo al escudero la pelea con la canalla y
me reservo la defensa contra los caballeros.
―¿Qué intentas por tu señora Dulcinea en
Sierra Morena?
―Un retiro de penitencia, porque sin amores me
tendría por un árbol sin hojas, sin fruto, por un cuerpo sin alma.
―¿Te mueves en el terreno de la verosimilitud
o en el de la inverosimilitud?
―No importa en caso de que tomes por cierto lo
que atesoran las tiernas páginas donde habito, ¿acaso, por hablar, no habla
hasta el impresor?
―¿No te llamó la atención que La Galatea
de don Miguel no volara también de los estantes al corral?
―El barbero apuntó que no debería arder en
la hoguera por proponer y no concluir.
―Si con semejantes argumentos cortan la
periodicidad semanal de unos trabajados ensayos, ¿no opinas que retrocedemos
peligrosamente pasados cuatrocientos años de tu aparición en público?
―Octavio, ¡lástima que en lugar de arreglar
cabello y barba, los sectarios canarios de ahora decapiten una más que merecida
cultura!
―En cuanto encaminas andanzas más sosegadas,
en más armonía con la ciudadanía, ¿no te sientes más urbano y te inclinas a
visitar a los Duques de Barcelona?
―Tampoco procuro ocasiones difíciles, vienen
a mi encuentro los leones.
―¿No te sentaría mejor una existencia de
regalo y mayor reposo?
― Apaleado o emperador: un hidalgo elige
inquietud y lanza.
―¿Qué te impulsa a la justicia?
―El idealismo de la reparación noble se
acompaña del realismo de ganar una confianza que pueda llevar bien.
―¿Qué otros nortes te orientan?
―Me anima una voluntad de sacrificio, el
auxilio de los menesterosos y la lucha por el triunfo de las virtudes.
―Tras tu comprometida intervención, ¿piensas
que el acuerdo alcanzado en tu presencia permanecerá en tu ausencia?
―Con frecuencia el abusador no mantendrá la
palabra empeñada: a dignidades desiguales corresponden conductas desiguales.
―¿Cómo quisieras que te reconocieran los
siglos?
―Como la encarnación de una aspiración.
―¿Te crees un moralista?
―Por sazonar su mollera, converso más a
menudo con quien suspira por el gobierno de una ínsula.
―¿Aprecias mutua la influencia?
―Observa el proceso de quijotización de
Sancho y de sanchificación de don Quijote: imita mi grandilocuencia y ensarto
refranes a su manera.
―¿Qué acaban por sacar a la luz un
loco-genial y un tonto-listo?
―A dúo creamos un canto a la libertad en pro
de aquel que cantó a la libertad creadora.
―Aunque tus cuidadores no gocen de tu limpio
mirar, ¿cuándo sanará del todo tu supuesta insania de cabeza?
―Cuando vuelva por última vez al pueblo y
expire en mi papel de Alonso Quijano.