=========================================================================== Editorial Letralia * http://www.letralia.com/ed_let =========================================================================== COMO PASAN LOS RÍOS Javier López Parada, parada@jet.es España =========================================================================== 1 I Algo hay que nos roe y nos cierra la vértebra del miedo. Hay que saber saltar sobre los llanos, llamar por su nombre a las cosas. Nadie está libre de vacíos ni se siente más nadie que ninguno. II Sí. Es tan pequeño el nombre del secreto que la pereza impide todo cambio. Al alba llamará tanta calandria y sentirá por fin que no está entera. Es su tristeza el germen del poema, este poema en danza sobre un sable, sobre el hilo de ariadna o flor de harina, donde ser sin sentir es todo un lujo. III Pálido es el corazón de las tinieblas, la coraza del día, el dolor del sencillo asentimiento. Sobre todo la imagen descarnada de los huesos sin sangre originaria. Sobre todo el agua semejante. Sobre todo el imán. Sobre todo la nada en tanto aire. Sí, lo pequeño es tan dado a lo terrible, a esta inmensidad de vicio chico, al infinito aroma del silencio. IV Para vivir no nos basta el recuerdo, ni el futuro nos hace más precisos. Sólo la duda llena el silencio de frío y de cenizas. V Quizás, tal vez, no sé, hay algo que se hace sentir en cada línea, que me habla de ti, de esos días sin álgebras de lino cuando el alma existía sin ayuda. VI También yo he sido niño. Me dormía llorando y cada noche creía que al final no era el adulto. VII Y si al fin ha de ser la voz de un mago la que nos salve de esta certidumbre, del pánico a la noche y al día que nos halle diminutos. Nadie está entonces libre del pecado de esperar demasiado del ayer ni de sentirse a salvo de secretos. VIII Hace historias que hablo y nadie escuchará hasta hace siglos. Es tan triste escribir sabiendo que no hay nadie frente al mundo. Era niño y temía del silencio las sílabas y el llanto de los ángeles líquidos. Surge desde el principio esta palabra, esta palabra inútil, esta palabra alzada del vacío, esta palabra intensamente tuya, enteramente tuyo entre tus dedos. IX Cómo explicar al fin lo inexplicable, cómo contarle al caos qué es el orden. Quizás, tal vez, no sé, o nada sirve si es que la multitud nos atenaza. X Debemos conservar las esperanzas de alcanzar lo imperfecto. La trampa es aguardar a que algo llegue, pues no llega la muerte para amarse. Sí. Nadie ha de ser más nadie que ninguno más que aquél que se vive desde lejos. XI Y si el aliento falta, es tan tonto pensar en las sirenas como abrir el pulmón hasta los dientes. Es ese algo ausente lo que hiere, lo que hace sentirse despoblado. Es la tristeza misma la que duele. =========================================================================== 2 I ¿Qué ha sido de aquel tiempo en que nacían rosas de la escarcha? Parecemos tal escanciados néctares que perdieran su fuerza en el lecho del cáliz. ¿Qué ha sido del delirio? ¿Dónde posó sus labios este profeta ausente? Y los senos, ¿qué son ya sin su boca? Este barro, este barro de acero desgastado, ha dejado en mi boca su lenguaje de siglos, ha dejado en mi boca el dolor del aliento, ha dejado en mi boca el saber de los griegos. Nada se pierde, amor, en el futuro. Nada se pierde y, sin embargo, mira altivo desde un ojo sin mensaje. II Este es el hombre, el árbol al que duelen lejanas las raíces, cuyas cuencas son pozos que ni el silencio llena, luna verbal que ya no reconoce sus recuerdos de antaño, vacío de pasado su destino. III Estos tristes objetos cotidianos -¿qué nada significan?- que me miran y piensan que todo ser humano es pasajero del tiempo, son el sentido oculto de los días de paja, el inicio de un viaje hacia el origen de los cetros en flor y las encinas. Sus ojos son nivel, medida del sentir de las mareas. Sólo la sal salvaje se recrea en las cejas de esta talla de nadie o del abismo. Mírate. Dime si el sol saldrá por la ventana del salón de encerrarse a dar la vida. Era niño de amplias alamedas en los sueños del cíclope al que el alba teñía del color de la lágrima el iris enclaustrado en su frente sin centro. IV Así, la lengua de los dioses ha surgido del polvo y del polvo son estos sonidos desgajados. Así siempre seis letras nos llevan a lo mismo, a esta sala de espejos donde todo es igual, donde todo es tan siempre que se cansa en la vista, como el tiempo se cansa en el cuerpo del sabio. V Este es el hombre árbol, que cuenta los minutos hacia atrás, que disfruta del fin del calendario liberado de un peso más duro que la muerte, que vive la nostalgia de un futuro imposible pues sabe que la vida se disfruta o se evade. Este es el hombre árbol, al que el pasado ahoga, al que la historia oprime como ramas frutales o el niño que fue crimen de cine de domingo. Así, nada se pierde, todo sigue su curso como el mar la mirada, como se hacen las manos de la espuma del aire. VI Si pudieras ser grito de milano, enteramente amor al cuerpo que penetras, ¿qué silencio tendría fuerza contra tus labios, esos labios que nadie parece haber leído? Mírate, tensa tu tronco blanco como voz de violeta en un canto salvaje que me erice la sangre. Desgárrame la piel, que tu pico se torne señor de mis entrañas. VII Y muy dentro, tan dentro que la luz parezca desmigarse en amor a la muerte de la noche, llegarás a entender el valor del vacío, comprenderás, sabrás que la amapola tiene sólo a sus hojas, que el tiempo que nos vive carece de importancia cuando el hombre prescinde de contar los segundos. VIII Y muy dentro, tan dentro que entrar más fuere como salir, has de verte purísima, igual que yo te veo, igual que yo te guardo en el centro visceral de mi alma, igual que serás siempre, hasta el fin de los tiempos, de los tiempos sin fin que nos viven la vida, que nos vuelven el ojo cicatriz en la frente. IX A sí, a sí mismo, a sí enteramente mismo, al riesgo tropical de las piraguas, a la atracción fatal del agua que se siembra, así el hombre árbol se recoge las hojas, y se viste de azahar para lamer el viento, y se abraza las ramas a su tronco vacío. Pero lleno de ti, de ti lleno hasta el borde de la tierra, se le encienden los labios de madera carnosa. X Y soy el hombre árbol, el ingenuo que quiso conocer los planetas y conversar con ellos como amigo de siempre, este siempre que ahora me vacía los frutos, que me alza las alas al nivel del hastío. Y soy el hombre árbol, mi cuerpo ha olvidado el sabor de la sangre, el placer de sentirse desgajado y completo tan lejos de una tierra que nos hace nosotros, que nos hace animales de mirada caliente. Y soy el hombre árbol, el verso vegetal donde anidan los verbos, donde crecen las vidas de los ojos impares. Sólo yo sé qué ha sido de los siglos imberbes, del vello de los dioses, de la gacela albina de los bosques de plata. He vivido la historia del volcán y la ameba, del hueso que fue flauta en mis manos de santo, de las ninfas peludas, ninfas de neanderthal de atrofiadas gargantas. He visto cómo el mundo se forjó del silencio, como el silencio ha vuelto a adueñarse del mundo. Y se ha hecho corteza mi coraza de concha, colmado de certezas el corazón del hombre, endurecido el tímpano del misterio ancestral, acallado mi voz que se torna marea en el desierto iluso de los hielos eternos. XI Mírate. Se hace noche mi boca, se hace blando tocón antepasado, se hace carbón de encina para encender el sol que nos busca la lengua, combustible y ajena. Mírate, las palabras te cuelgan de los ojos, la promesa marchita en el collar de espejos. Hazte sentir el frío, la lluvia, la esperanza que la intemperie arroja a los pies del descalzo. Nada sabes, no has aprendido nada en tu viaje al Olimpo, discursos de ceniza han tomado tu aliento. XII Este es el hombre árbol que habla desde el yugo de su savia impaciente, desde historias perdidas en su voz ancestral, en el viento sombrío, en la tormenta alzada contra la enredadera del silencio de avispa. Tensa las telarañas en sus dedos caducos y se parece al ángel guardián de los murciélagos. =========================================================================== 3 I Abandonado el bosque después de la batalla, carece de importancia la tristeza del sauce para el ser que comienza su paso por la tierra. Hijo es del helecho y la retama, mas del barro ha arrancado sus garras, de la entraña del barro sus escamas leñosas, del corazón del barro su caminar de fósil, del aliento del barro. Y se ha impuesto por límite el horizonte igual, horizonte cerrado en su frente sin centro. II Ayer fue de carmín. Ha descubierto los dolores del vientre, de la vida. Se le impone el instinto, lo que resta del árbol, esas manos que nadie imaginó como posibles. Se impone devorar aquello que se ama y rendir el tributo de la especie. Es la esencia del bosque en movimiento, la verdad de lo verde, la temprana encarnación del álgebra y la suma. Nadie lo imaginó, por eso existe, por eso no lo borran las tormentas, por eso busca el elemento con que inventar el hambre y el deseo. III Tiempo es del caimán. Tiempo es del lagarto. Es su tiempo que se incrusta en el cuerpo, que le hace crecer y repetirse. Hijo es de la escama y la madera, hijo es de los bosques y, a su vez, bosque es desprovisto de amuletos. IV Ayer fue de carmín, cáliz y lengua, calizo despertar del solitario fósil. En sí mismo se crea, y se vierte en sí mismo, ensimismado espejo o muerte compartida. Desde el ojo hasta el ojo todo sigue su rumbo, todo iguala los límites del planeta cerrado. Y así son uno solo los gigantes dispersos, fragmentada materia de la sangre primera, diminutas porciones de esperma vegetal, que han de unirse a la tierra, que han de unirse en la tierra, que la tierra ha de unir con el barro profundo. V Y si el paso que hace palpitar en el cuerpo corazones de escamas se detiene en el margen, si se ha hecho colmillo lo que fuera raíz, recuperar las formas es derecho del fango, del que fuera principio de los verbos dormidos. VI Que del barro a la piedra tan escasa distancia nos separa, que cuando el lodo cae sólo nos resta el hueso y, por tanto, no es extraño que sea museo de antracitas, pasado de clavícula y de diente, donde falla la sangre, cuando falla la sangre, como la sangre falla al calor del reptil. VII Simetría del tiempo, espiral sobre esfera, planeta de David es el mundo caliente. Los insectos transforman al caído gigante y le roen las ramas los nacientes cachorros. ¿Cómo falla la sangre? Sólo sabe el helecho, conoce de sus hijos el camino y la meta, el origen y el fin del instinto tardío. VIII Sólo el helecho resta del tiempo de la escama vegetal y vencida, narrador imposible de caricias y umbrales, de umbrías paradojas del corazón umbrío, del amor que devora sus objetos y frutos. Y los tiempos se mudan, los hijos de los tiempos van poblando el desierto con gemidos y estrellas. =========================================================================== 4 I El gemido del aire en los huecos del árbol ha cubierto de plumas el cuerpo que no cesa de agitar la balanza de su peso en el viento. El cañón se ha poblado de sombras ateridas, de ingravidez inquieta de predador alado, y no son ya las nubes solitarios testigos de la putrefacción que el pantano domina. II ¿Qué fue primero, el buitre o el gorrión, la necesidad o los lujos? Esta vida que el aire tiene como sustento ha nacido con fuerza de huracán desplomado sobre la carroña, contra la carroña, desde la misma carroña que delimita el mundo. Del cielo a la coraza en la que hundir el pico. Del cielo a la vegetación surgida de la escama. III (Siempre la claridad viene del cielo. Claudio Rodríguez) Del cielo, como lluvia de Al Andalus, de la vida y la muerte de este cielo pleistoceno y vacío, siempre la claridad que oscurece el poema. Con su sola mención, ceguera necesaria, se nos llenan los ojos de plumas de gaviota. De la tierra corrupta, el despoblado ras de cieno o de carroña. IV Mas del pantano ha nacido la hierba y la raiz se ha colmado de pelo. El gemido del cieno se transforma en aliento de alimaña. Y la armonía impone su fuerza en el planeta. V Armonía del caos, perfección de contrarios, tu fuerza es el combate, la confusión, la astucia. Este mundo complejo de escamas, plumas, élitros para la vida exige la corrupción y el éxtasis. Y así el barro contempla el banquete y el sexo que precede al amor. Contra el huevo, el esperma y este vientre que mana leche y miel levantan la muralla marsupial de la carne. VI Tiempo es del instinto, de la pasión, del barro. Tiempo es de la injuria, de la sangre del semen. Los hijos de los tiempos han poblado el desierto de dolor y placeres para seguir la historia, para dar curso al mar, para dar tiempo al agua de subir a los cielos y caer como el ángel en las siete colinas de la ciudad dorada. =========================================================================== 5 I El despertar del sol en la ciudad dorada sobre la piedra extiende su caricia viscosa. Los hijos de los tiempos se desprenden del barro de sus últimos sueños. La lividez del aire en su mirada ausente penetra en sus gargantas, y sus lenguas inquietas se revuelven para dar vida al día que transitan. Desayunan los verbos insípidos del alba y reponen sus fuerzas delante del espejo. En la pared el tiempo palpita igual que siempre. II Se está quedando calvo. Tres caries le carcomen el azogue que fue blanco algún día. En su pecho un reloj regula las mareas del deseo. Como cada mañana le sorprende la mirada marchita de su imagen, y se pregunta al fin si es más feliz la vida al otro lado, si el espejo separa realidades contiguas o dispares. III Tantos años de muerte cotidiana, con el alma vendida por un plato a la mesa y un lugar en el lecho, han gastado su fe y solamente ante el espejo puede sentirse renacido. Pero Sísifo sabe que la vida es eterna repetición de muertes semejantes, que sólo son posibles las verdades ajenas, como el agua, siempre igual, es distinta y sin embargo es siempre el mismo miedo. IV Las dos hojas cubiertas por la espuma a su cara despojan de una sombra incipiente, mientras piensa en lo absurdo de este rito sangriento que la naturaleza destruye cada día. La fuerza de los actos cotidianos impone su camino a la mano. Desinfecta su rostro. El papel leve bebe la venganza del cuerpo. V Sobre su desnudez, culebras infinitas que devoran los restos de otro día vacío resbalan y retoman su camino hacia el fango y vuelven a ser una, y vuelven a ser río, y manan, se evaporan y caen sobre la piedra de otra ciudad ajena donde todo es igual, donde todos se viven sin saberse simétricos, sin sentir como el alma se les va día a día por un ávido ojo, desagüe de la ducha. VI Si con humo tejiera sus vestidos no serían tan leves como lo es su mano cuando lenta abotona la camisa, cuando la cremallera cierra sobre su centro de gravedad doliente y abatida y anuda la corbata alrededor del tedio. VII Estos hombres venecia, hasta el sueño sumidos en la rutina hiriente de los seres perfectos, en la voz inaudible del narrador palpitan. Desgajado del barro, perdidas las raíces, este bosque errabundo, saturnal, multiforme, vaga por las estancias de la ciudad rumiante. Estos hombres venecia, estos tristes objetos cotidianos, estos tristes objetos de la historia, que se creen engendrados por un dios impasible, y se sienten por ello irrepetibles, únicos, estos hombres desiertos, estos hombres función, estos seres de paja, estos seres iguales, monótonos, fungibles, caminan por las calles igual que las tormentas, y pasan por el mundo como pasan los ríos. =========================================================================== La edición electrónica de este libro se terminó en marzo de 1998 y está disponible en http://www.letralia.com/ed_let/rios =========================================================================== (C) 1998, Javier López Parada. Editado por la Editorial Letralia. Internet, marzo de 1998. La Editorial Letralia es un espacio en Internet patrocinado por la revista Letralia, Tierra de Letras y difundido a todo el mundo desde la ciudad de Cagua, estado Aragua, Venezuela. 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