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Tere Marichal:
“La narración oral de cuentos nos ayuda a definir nuestra identidad”

domingo 21 de mayo de 2023
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Tere Marichal
Tere Marichal: “Siempre que cuento un cuento primero hago una investigación para poder contarlo o recontarlo desde mi punto de vista”.

María “Tere” Marichal Lugo (Puerto Rico, 1956) es educadora, dramaturga, libretista, contadora de cuentos, titiritera, escritora e ilustradora de literatura infantil. Obtuvo su Bachillerato en Educación en la Universidad Interamericana de Puerto Rico. Por veinticinco años, desde 1987, mantuvo un programa televisivo de educación infantil intitulado La casa de María Chuzema. Su hoja de vida dentro del teatro popular se inicia en 1978 con Cortaron a Elena y Yo, una prisionera de guerra. En ese mismo año, Tere Marichal logra que en el Teatro Experimental de la Universidad de Puerto Rico se represente su obra teatral Pista de circo, bajo la dirección teatral de Ruth Goa. También, en 1978, en Teatro del Instituto de Cultura Puertorriqueña sube a escena su obra Amor de medianoche, bajo la dirección teatral de Rafael Fuentes. Desde entonces (por no decir que desde antes), Tere Marichal no ha cesado de hacer bien lo que bien ha sabido hacer. Marichal Lugo ha contestado todas nuestras preguntas. Todas sus respuestas son para ser compartidas con todos vosotros.

 


 

Hace algún tiempo publicó usted Chanda Candela te cuenta: Compay Araña y las habichuelas (2015). ¿De qué trata este libro infantil basado en un cuento o relato que ha formado parte de nuestra historia oral afropuertorriqueña y cómo recorres entre la literatura y la realidad o no ficción? ¿Cómo surgió la oportunidad de trabajarlo?

Chanda Candela te cuenta: Compay Araña y las habichuelas es un cuento de una niña afrodescendiente que vive y trabaja en una hacienda de caña. Cuando venden a su madre, otra mujer le entrega un machete y la ayuda a escapar, se vuelve cimarrona. En el camino, Chanda recuerda los cuentos de araña que le hacía su madre de la cultura ashanti. De ahí en adelante entran el juego y la imaginación y ella siente que Compay Araña y Anansi la acompañan. En la versión que saldrá publicada en verano la acompañan el Griot, la Jicotea, Compay Araña y el conejo.

El cuento lo contamos durante muchos años y era bien recibido por todo el mundo. Luego separé los cuentos y publiqué Compay Araña y las habichuelas en un libro y Chanda Candela en otro.

Leí el cuento de Araña en uno de los valiosos libros de la doctora Julia Cristina Ortiz Lugo.

Para hacer el cuento utilicé un cuento afropuertorriqueño de nuestro folclor y un personaje que creé, Chanda Candela. El libro se presentó gracias a la profesora Julia Cristina Ortiz Lugo en el Museo de las Américas y a la presentación asistieron compañeras afrodescendientes, entre éstas María Reinat del colectivo Ilé. De paso, en una de las ceremonias de Ilé, Sergio Marichal y yo contamos cuentos afrodescendientes, creo que fue en 2014 y no hubo problema alguno; de hecho, éramos los únicos narradores.

Leí el cuento de Araña en uno de los valiosos libros de la doctora Julia Cristina Ortiz Lugo, investigadora, folclorista, escritora, la persona que más sabe sobre nuestros cuentos afropuertorriqueños. Trabajé el cuento desde la perspectiva de la narradora oral y lo reconté añadiendo mi perspectiva y punto de vista. Añadí oraciones como: “¿Por qué el amo sí puede comer carne todos los días y nosotros no?”. Antes de publicar este libro, pinté una manta y contaba el cuento con la misma. Luego hice el libro. Estudié las ilustraciones de diferentes artistas y países y dibujé la araña con una cara simpática (casi siempre tiene cara simpática y ojos saltones) y a los niños les encanta el cuento que he contado desde 2014. Hay cientos de ilustraciones de Anansi, algunas africanas se parecen a la mía. La hice muy sencilla porque vi cómo los niños dibujaban las arañas y eso fue lo que dibujé. Yo no dibujé a los negros como arañas, como escribieron en una página, y menos mal que guardo el retrato de lo que escribieron. Soy una persona seria. Eso lo haría una persona que utiliza la burla para manipular a la gente o los burlones que necesitan la burla porque carecen de otras herramientas. Usted sabe cómo es el país. Aquí se burlan de todo. Yo dibujé al Compay Araña, pero los que me acusaron jamás leyeron el cuento, que cuando se lee uno se da cuenta de que es uno de protesta contra la situación de los africanos esclavizados en las haciendas. ¿Por qué no puedo pintar una araña negra con los ojos saltones? A raíz de esto hasta escribieron un artículo en la revista española Afroféminas diciendo que yo era una supremacista blanca.

El supremacismo blanco es la creencia de superioridad natural de los humanos con piel más clara o “blancas” sobre otros grupos raciales. Actualmente el término supremacista blanco se ha utilizado para describir algunos grupos que apoyan ultranacionalistas, doctrinas racistas o fascistas. Los grupos de supremacistas blancos a menudo se han basado en la violencia para lograr sus objetivos.

Es increíble cómo nos hemos dividido en este país donde sabemos que el gobierno apoya los movimientos de derecha que fomentan el discrimen, el atropello constante de los derechos humanos, el protagonismo narcisista que se sigue fomentando a través de las redes sociales. O sea, yo puedo decir mañana que usted es de la CIA, me busco dos amigos que digan lo mismo y pasado mañana escribo un artículo explicando por qué usted es la de CIA, lo publico en las redes y ya está.

Para escribir Chanda Candela investigué sobre la cultura ashanti, sobre el trabajo que los niños realizaban en las haciendas, sobre el abuso físico y sexual al que se exponían. Siempre que cuento un cuento primero hago una investigación para poder contarlo o recontarlo desde mi punto de vista. Esto es algo que hacen todos o casi todos los narradores orales, a viva voz.

Los narradores orales estudian a cabalidad los cuentos y les imprimen su sello. Yo trabajo cuentos folclóricos y a partir de éstos creo mi interpretación. Con esto me refiero a que aporto respetando siempre el contexto, símbolos, significados y origen.

Comencé a escribir en 1976. Casi todo mi trabajo tiene que ver con la protesta: ambiental, feminista, política, histórica, de género, aun muchos cuentos para niños que voy a presentar próximamente. He escrito obras de teatro y narrativa.

No es la primera vez que escribo sobre este tema. En el programa La casa de María Chuzema contamos muchos cuentos de temas relacionados con nuestras raíces africanas o niños que eran afrodescendientes. En veinticinco años hicimos cuatro mil cuentos.

Chanda forma parte de una serie de textos que hablan de nuestra historia. Victoria Espinosa montó Isla Antillana, una obra que escribí en 1991 y que se presentó en el Pabellón de Sevilla en 1992 y luego en diferentes ciudades de Estados Unidos y Puerto Rico. Fue una de las obras de teatro donde aparece Juana Agripina, personaje que mi madre investigó en los 80 y que a mí me impactó. Sobre Juana Agripina he escrito mucho.

En 2005 escribí La ablación y se publicó en Chile en la revista Escáner Cultural, y luego en El Nuevo Día en Puerto Rico.

Vestido es una obra de teatro sobre una torturadora blanca y un miembro de la tribu nuba, que son perseguidos y vendidos como esclavos en el norte de África en nuestros días.

Voy a tener que hacer una lista de todo lo que he escrito que guarda relación con Chanda. Todo mi trabajo guarda relación porque el artista ve las cosas y las describe de formas diferentes.

Recuerde que no es sólo mi trabajo como escritora e ilustradora, sino como narradora oral.

 

Si compara su crecimiento y madurez como persona y escritora, ilustradora, dramaturga, contadora de cuentos y titiritera, ¿qué diferencias observa en su trabajo creativo o no inicial con el de hoy?

Sobre mi trabajo teatral se ha escrito bastante. Creo que las personas que han escrito sobre el mismo han analizado mejor mi trabajo que yo.

Marta Jazmín García Nieves, José Félix Gómez, Laurietz Seda, Elba Andrade e Hilde Cramsie en Dramaturgas latinoamericanas contemporáneas: antología crítica, Brigidina Gentile en las antologías de Penélope, entre otros.

Desde muy jovencita supe que seguiría el camino del teatro.

Comencé a estudiar teatro con Victoria Espinosa a los quince y pedí permiso en el Departamento de Drama de la Universidad de Puerto Rico para ir de oyente los veranos. Mi primera intervención teatral profesional fue con Gloria Arjona, yo tenía como diez años de edad y acompañaba a mi madre a los ensayos de las obras donde participaba. Desde muy jovencita supe que seguiría el camino del teatro. No sabía que seguiría la dramaturgia, pero en 1976 me di cuenta de que ese era mi camino. Estudié escenografía en el Instituto de Teatro de Barcelona, España. Me gustaba el diseño, pero no me daba pasión. La escritura sí. Desde mi primer texto sobre el prejuicio contra los mestizos hasta lo último, la teatralización del cuento “Catilanguá Lantemué”, todo tiene mi sello político y social. Mi padre, un emigrante español que salió de su patria como consecuencia de la dictadura franquista, y mi madre independentista, nos educaron muy bien con relación a los derechos humanos y la solidaridad.

En Barcelona aprendí a confeccionar marionetas y títeres. Trabajé con desechos sólidos desde 1974. Cuando regreso a Puerto Rico sigo desarrollándome con el teatro de títeres, dramaturgia, integrar la narración oral y los títeres, ilustrar, trabajo mucho en comunidades, doy talleres de reutilización de desechos sólidos, doy talleres para niños, monto obras con títeres, escribo para adultos, comienzo a escribir cuentos.

Además de experimentar, investigo y estudio.

En esos primeros diez años se montaron como veinticinco de mis obras de teatro.

La Universidad de Nueva York publicó Evening Walk, una obra contra el patriarcado que se ha presentado en México, España, Argentina, Colombia, Venezuela, Puerto Rico y Estados Unidos.

 

¿Cómo comienza su proceso como narradora oral? ¿De qué forma usted aporta a nuestra cultura como narradora oral? ¿Cómo ve el panorama? ¿Cómo se podría fomentar la narración oral? ¿Recontar un cuento es reescribirlo?

Voy a leer algunos datos sobre la narración oral porque me parece que estos confrontamientos que se han dado responden al desconocimiento de nuestros cuentos afropuertorriqueños y del rol del narrador oral en la historia de la humanidad. En Puerto Rico, la narración se minimiza, tanto así que confunden lectura en voz alta con narración oral. La única relación que tienen es el uso de la voz y de los gestos. También se ha infantilizado porque se piensa que sólo se cuenta a niños, y no es que no tenga importancia, lo que sucede es que la narración oral fue y es una actividad colectiva. La comunidad se educaba con la narración de cuentos, también planificaban revueltas, y era una forma de resistencia.

Devolver la voz, porque la voz es resistencia. Me parece que este pensamiento define mi trabajo como narradora oral.

Guardamos en la memoria una serie de relatos que llegaron a nosotros luego de una búsqueda y los entregamos para que el que escucha lo reciba y lo pueda contar y el cuento siga con vida en constante movimiento.

La narración oral de cuentos nos ayuda a definir nuestra identidad y la del grupo que nos acompaña en esta “entrega”, y utilizo esta palabra porque eso es lo que hacemos. Guardamos en la memoria una serie de relatos que llegaron a nosotros luego de una búsqueda y los entregamos para que el que escucha lo reciba y lo pueda contar y el cuento siga con vida en constante movimiento, fluyendo con los demás y creciendo y transformándose a medida que pasa el tiempo. Esto es narración oral. A viva voz, y a veces con la ayuda de artefactos —porque muchas culturas los han desarrollado para contar—, entregamos de forma voluntaria y libre un cuento, mito, leyenda, anécdota, que de una u otra forma nos une a una comunidad y representa un vínculo que nos dará unión y con el cual podremos comprender aspectos de nuestra persona y de los demás, logrando que el cuento sea una herramienta para comunicar y unir a los pueblos del mundo. Así ha sido desde hace miles de años y así seguirá siendo y nada ni nadie debe entorpecer ese camino.

Debemos aclarar que en el maravilloso festival afroantillano que organizó la conocida gestora cultural y productora Joanne Gil, yo no era la única artista blanca.

Desde el comienzo, ella pidió el cuento “Catilanguá Lantemué”, cuento que he estudiado desde hace más de diez años y del cual estoy escribiendo un libro.

Nunca hubo pensamiento alguno de retar, desplazar o atentar, porque Joanne y yo nos conocemos de hace una vida y dialogamos de las cosas como dos amigas que se quieren y respetan.

Joanne explicó desde el principio que había más artistas blancos, que yo no era la única y que más nadie en Puerto Rico contaba Catilanguá, cosa que es cierto.

He sido muy respetuosa con este estudio y los que me conocen saben las muchas horas que he metido a su concienzudo estudio. Lydia Cabrera estudió los cuentos negros en Cuba y era una mujer blanca y nos dejó un legado increíble.

Desde un principio escribí en las redes, porque ese fue el medio que un grupo de personas decidió utilizar, que se comunicaran con Joanne Gil, la productora, para resolver su preocupación. Jamás se comunicaron. A mi entender decidieron seguir con la crítica en vez de buscar otra forma de resolver la situación.

Las explicaciones sobre mi color de piel y por qué un blanco no puede contar cuentos afro las comenté a amistades negras en Cuba y me dijeron que allá todo el mundo, blancos y negros, los cuentan. Algo que me parece lo más normal del mundo.

Al día de hoy, quisiera que todo el mundo en Puerto Rico contáramos nuestros cuentos folclóricos y les diéramos la perspectiva y el punto de vista de nuestro momento histórico; para hacer esto hay que leer y estudiar. Para hablar de algo hay que conocerlo. Eso es lo que hago en las escuelas cuando hablo de nuestros cuentos. Entrego para que otros puedan conocer y contar. Es lo que hago y lo seguiré haciendo.

 

Sé que es usted de Puerto Rico. ¿Se considera una autora puertorriqueña o no? O, más bien, una autora de literatura, sea ésta puertorriqueña o no. ¿Por qué? José Luis González se sentía ser un universitario mexicano. ¿Cómo se siente usted?

Tengo conciencia total de que escribo como puertorriqueña que ha dedicado bastante tiempo a prepararse para aportar su experiencia y su conocimiento a las nuevas generaciones y aportar a la transformación social, política y cultural de mi patria.

 

¿Cómo se integra su trabajo creativo a su experiencia de vida? ¿Cómo integra esas experiencias de vida en su propio quehacer de escritora hoy?

El trabajo de un artista va ligado a su vida. No veo cómo se pueden dividir. Todo lo que sucede en la vida repercute de una u otra forma a la propia vida. Cuando leí Ecce Homo de Nietzsche me impresionó tanto que escribí Pista de circo (1976), yo tenía veinte años y luego en 1978 Ruth Goa la montó en el teatro experimental de drama. He escrito de temas relacionados a las mujeres, la cacería de brujas, entre éstas. No creo que el artista construya de un punto cero. Su vida y su trabajo, al menos en una colonia donde constantemente intentan hacerte borrar tu cultura, me parece que el impacto social, político, económico, religioso, representan un banco de experiencias que definitivamente marcan nuestra vida y forma de pensar.

 

Estoy terminando de revisar la antología de cuentos de brujas puertorriqueñas y las investigaciones de “Catilanguá Lantemué” y la Cucarachita Martina.

¿Qué otros proyectos creativos tiene usted recientes y pendientes?

Estoy promoviendo el proyecto “Contamos y creamos: cuentos afropuertorriqueños y su importancia en la historia cultural de Puerto Rico”.

Es un proyecto auspiciado por la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades y Ecléctico Internacional de Orlando González.

Participan la profesora Julia Cristina Ortiz Lugo, la contadora Lusiann Iturbe, contando tres cuentos afropuertorriqueños. Este material es gratis, incluye tres guías curriculares y cinco vídeos para que todo el mundo aprenda sobre nuestros cuentos.

Estoy terminando de revisar la antología de cuentos de brujas puertorriqueñas y las investigaciones de “Catilanguá Lantemué” y la Cucarachita Martina.

El libro de Catilanguá ya está en imprenta y lo pienso presentar en junio.

Tengo un grupo de contadores de cuentos kamishibai en una cárcel. De paso, gracias a Agitarte, Inc., que me dieron el dinero para los materiales de este taller.

Estoy aprendiendo lenguaje de señas para desarrollar un grupo de narradores kamishibai.

Durante estos días escribí la obra de teatro Catilanguá Lantemué.

He estado en el Centro Cultural de Aibonito.

Estuve en Cabo Rojo en el Festival del Tinglar.

Y presenté recientemente en cuatro escuelas las conferencias de cuentos auspiciada por la Fundación Puertorriqueña de las Humanidades.

Sigo mi Maestría de Educación Especial en la Universidad Interamericana de Puerto Rico y el Diplomado en Lectoescritura de la Organización Chilena Entrelíneas.

Yo sigo y seguiré aportando a mi patria y cuidando de mi familia.

Wilkins Román Samot

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