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Tras las huellas de Cavafy

sábado 30 de junio de 2018
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Tras las huellas de Cavafy, por William Guaregua

Recientemente tuve la oportunidad de viajar a Alejandría, Egipto, por un par de días completos. Entre otros lugares que había planificado visitar estaban la moderna Biblioteca de Alejandría, construida sobre los cimientos, las cenizas y el polvo de la antigua, y el apartamento donde vivió la última etapa de su vida el poeta C. P. Cavafy, convertido hoy en el museo que lleva su nombre. Como el viaje coincidió con el fin del Ramadán en el mundo árabe, ambos lugares estuvieron cerrados, precisamente esos dos días. En la puerta del museo un tachuelado papelito, escrito en árabe, griego e inglés, me lo hizo resonar en los ojos tres veces. Salí del viejo edificio con el vago recuerdo del poema “La ciudad”, con la nebulosa remembranza de los personajes de El cuarteto de Durrell, y dediqué el tiempo que tenía previsto para ambos lugares a compilar en la memoria digital imágenes que pudieron permanecer congeladas en los ojos del poeta helénico, calles por donde bajaba hacia los cafés frente al Mediterráneo, paisajes urbanos que aún permanecen intemporales e inmutables. Otros fantasmales e intangibles como el faro que baña con luz oscura desde el pasado a las aguas del mar, como el entierro al que seguí sin percatarme, pensando que era otro tipo de ceremonia islámica de hombres que caminaban hacia algún templo, y al llegar a la puerta de la Makbara pude ver en el pequeño carro fúnebre el cadáver amortajado. Hay momentos que son sólo para ser fotografiados por los ojos y luego contados. También busqué alguna versión en español del poema y las encontradas tenían elementos que me parecía no cotejaban. Así que me hice mi propia versión a partir la traducción del original griego al inglés por parte del primer traductor del manuscrito: George Valassopoulo.

 

La ciudad
C. P. Cavafy

Dijiste: “Debería ir a otro país, ir a otra costa,
encontrar una ciudad mejor que esta.
Todo lo que intento está condenado al fracaso
y mi corazón yace enterrado como algo ya muerto.
¿Cuánto tiempo puedo dejar mi mente podrirse en este lugar?
Doquiera que vuelvo mi rostro, doquiera que miro
veo allí las ruinas carbonizadas de mi vida, aquí,
donde tantos años he vivido, he deshecho y he arruinado totalmente”.

Ningún nuevo país encontrarás, ninguna otra costa.
Esta ciudad te seguirá por siempre. En las mismas calles andarás,
en el mismo barrio envejecerás
y en las mismas casas encanecerás.
Siempre arribarás a esta ciudad.
No esperes cosas de algún otro lugar:
ningún barco para ti, ninguna carretera.
Así como has deshecho aquí tu vida, en este minúsculo nicho,
igual la has destruido en cualquier otro lugar del mundo.


William Guaregua
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