~~~~~~~~~~~~~~~ Año XI Cagua, Venezuela Nº 155 ~~~~~~~~~~~ ======================================= ~~~~~~~~~~~ LETRALIA, Tierra de Letras ~~~~~~~~~~~ http://www.letralia.com ~~~~~~~~~~~ ======================================= ~~~~~~~~~~~ 18 de diciembre de 2006 ~~~~~~~~~~~ ~~~~~~~~~~~ LETRALIA, Tierra de Letras, es ~~~~~~~~~~~ la revista de los escritores ~~~~~~~~~~~ hispanoamericanos en Internet. ~~~~~~~~~~~ Usted puede enviarnos sus ~~~~~~~~~~~ comentarios, críticas o material ~~~~~~~~~~~ literario a info@letralia.com ~~~~~~~~~~~ ~ * ~~~~~~~~~~~ ~~~ JORGE GOMEZ JIMENEZ - Editor ~~~~~~~~~~~ ~~~~~ Depósito Legal: pp199602AR26 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ === Sumario =============================================================== | “Sobre las tiranías”, Jorge Gómez Jiménez. | Editorial | Ragas. / Zambrano en Roma. / Fotohistorias rockeras. / | Breves Talleres para la conciencia ambiental. / Los ojos de | Rayma. / Icuza visto por Vázquez. / Otoño ganador. / El | bardo Ceballos. / Amestoy sobre el teatro. / Las | postales de Santaella. | | Editorial Letralia despide 2006 con Retratos, de Víctor | Material Montoya. / Erratas. | especial | Premio Serantes de Santurtzi para el venezolano Domingo | Noticias Palma. / CCG Ediciones salta al papel con Taller libre | de literatura. / Falleció el investigador | argentino-paraguayo Raúl Amaral. / Café Nueva York | fomentará cultura hispanohablante en la Gran Manzana. / | Pamuk rinde tributo a su padre en discurso del Nobel. / | El Ateneo Puertorriqueño entregó sus premios artísticos. | / Declaran desierto el premio de novela Unam-Alfaguara. | / Rendón: EUA fomenta guerra fratricida en Colombia. / | Un CD repasa la poesía gallega de veinte autoras | actuales. / Anunciados ganadores del Premio Municipal de | Literatura de Caracas. / Se da a conocer veredicto de | los premios Juan Rulfo. / Entregados premios a liceístas | escritores en Venezuela. / Portal para las letras | gallegas creará la Biblioteca Cervantes. / Universidad | de Arizona confiere honoris causa a Carlos Monsiváis. / | Junta de Andalucía podría estar interesada en la casa de | Aleixandre. / Discutirán en Cuba relación de la | literatura y el resto de las artes. / Celebrarán en | Chile 7º Festival de Cine Caverna Benavides. / Poetas de | todo el mundo volverán a Granada. | | “Nuestra época nos ha dejado hablando solos”, Osiris | Artículos y Vallejo. / “En torno a ‘La enfermedad’ de Barrera | reportajes Tyszka”, Rafael Rattia. / “Alejandro Jodorowsky: ‘La | vida es un milagro continuo’ ”, Benedicto González | Vargas. / “Enrique Amorim, oteando la realidad”, Aldo | Roque Difilippo. / “Las falsas actitudes del agua, de | Andrea Cabel”, Miguel Ildefonso. / “Los infiernos | sutiles de Eduardo Cobos”, Roberto Martínez Bachrich. | | “Todos los estilos son buenos, menos el aburrido”. | Entrevistas Entrevista con el periodista Alberto Salcedo Ramos, por | John Jairo Junieles. | | “Muerte, explotación y dolor”, Giovanni González Arango. | Sala de ensayo | Dos poemas de Idalia Sautto. / “Nochebuena”, Mercedes | Letras Álvarez Gutiérrez. / “Un hombre y una mujer se | desnudan”, Enio Escauriza. / “Es mi amigo”, Marcos | Wever. / Tres poemas de Liliana Carmen Vinelli. / | “Domingo en las rocas”, Alejandro Badillo. / Tres poemas | de “La palabra liberada”, Gonzalo Márquez Cristo. / | “Estudio sobre las margaritas”, Augusto Gayubas. / | “Poenimios del descenso”, Ileana Garma. / “La antigua | escuela (Guerra Civil sobre fondo de familia)”, Carmen | Garrido Ortiz. / Poemas de Gonzalo Luis Torres | Hernández. / “El día siguiente”, Luis Seguel Vorpahl. / | Tres poemas de Luis Alposta. / “La voz”, María Elvira | González. / Poemas de Emma Fernández López. / “La guerra | de las morcillas”, Paula Winkler. / “Los confines del | mundo”, Carlos Montuenga. / Poemas de Salomón Valderrama | Cruz. | | Juan Gelman. | Post Scriptum | =========================================================================== Premio Unicornio 1997 como Evento Cultural del Año http://www.geocities.com/SoHo/8753 =========================================================================== Premio "La Página del Mes" de Internet de México el 3 de mayo de 1998 http://www.internet.com.mx =========================================================================== Premio "Web Destacada del Mes" de MegaSitio en diciembre de 1998 http://www.megasitio.com =========================================================================== Premio Katiuska de El Mundo Diferente de Katiuska, en enero de 1999 http://www.redchilena.cl =========================================================================== Premio Key Site Award, de Fortress Design, en mayo de 1999 http://www.fortressdesign.com =========================================================================== Premio a la Excelencia, de Exodus Ltd., en mayo de 1999 http://www.exodusltd.com =========================================================================== Premio Mejor Página de Poesía, de La Blinda Rosada, en julio de 1999 http://blindarosada.org.ar =========================================================================== Segundo lugar en los premios Lo Mejor de Punto Com, diciembre de 2004 http://www.lomejorde.com =========================================================================== Finalista en los premios Lo Mejor de Punto Com, octubre de 2005 http://www.lomejorde.com =========================================================================== Finalista en los premios Stockholm Challenge 2006, Estocolmo, Suecia http://www.stockholmchallenge.se =========================================================================== Para suscribirse a Letralia, envíe un mensaje vacío a: letralia-subscribe@gruposyahoo.com Para desuscribirse, envíe un mensaje vacío a: letralia-unsubscribe@gruposyahoo.com También puede formalizar su suscripción o su desuscripción en un formulario visible en nuestro sitio en el Web: http://www.letralia.com/herramientas/listas.htm Ediciones anteriores: http://www.letralia.com/tierradeletras/archivo.htm === Editorial Sobre las tiranías ===================================== El deceso del general Augusto Pinochet se produjo el pasado 10 de diciembre y, como era natural esperar, desencadenó reacciones exacerbadas de parte tanto de quienes adversaron como de quienes respaldaron al dictador chileno. Protestas de calle, improperios de lado a lado y hasta evidencias de un humor negrísimo fueron el corolario del fallecimiento de quien en 1973 derrocara al presidente Salvador Allende, inaugurando una época oscura que ha mantenido dividida a la nación sureña incluso hasta nuestros días. Dado el carácter inexorable de la muerte, toda reacción en este sentido no tiene otro destino posible que el de fungir como válvula para la liberación del estrés social. Perseguido mas nunca alcanzado por quienes quisieron cobrarle su actuación en el poder, Pinochet ha muerto precisamente en la fecha que la ONU designó en 1950, hace ya más de medio siglo, para que los Estados miembros la observaran como Día de los Derechos Humanos, en conmemoración de la Declaración Universal suscrita por la misma organización en 1948. Hay quienes ven este hecho como una tenebrosa coincidencia; nosotros preferimos agregarlo a la larga lista de recordatorios de cuán necesaria es una toma de conciencia en todo el mundo respecto a los abusos que una parte de la humanidad inflige al resto. Una potente llamada de atención en este sentido es la que el pasado 8 de diciembre emitió en Estocolmo, durante la entrega del Right Livelihood Award —los llamados premios Nobel Alternativos—, el poeta colombiano Fernando Rendón, al recibir el galardón en nombre del Festival Internacional de Poesía de Medellín: Colombia, recuerda el poeta, es un país que no conoce la paz, y la sumisión de sus gobernantes a las políticas militaristas de Estados Unidos hace difícil la consecución de tal objetivo. Rendón es un hombre que sabe de esto. Desde el centro mismo de una conflagración interna —Medellín es una ciudad estigmatizada por la violencia, y lo peor es que con razón—, él y el equipo que año a año lleva adelante esta fiesta poética han aprendido a convivir con las balas y han hecho brotar, por encima de ellas y durante dieciséis años, una de las más inauditas y colectivas expresiones de la poesía de que se tenga noticia en la historia de nuestro atribulado continente. Allá, en la sede del Parlamento de una nación que quizás nunca conocerá de primera mano estas realidades, Rendón alzó su voz en reclamo de la solidaridad internacional para propiciar un escenario de diálogo, y no de combate, entre el gobierno y los factores que perturban la paz en su país. Y denunció, como ya lo han hecho antes muchos otros colombianos, el funesto papel que Estados Unidos ha tenido en el fomento de la guerra fratricida que desde hace tiempo inunda de muerte y tristeza el suelo colombiano. El caso de Chile, es sabido, ha inspirado por años la reflexión en torno a la paradoja que implica el equilibrio económico fundamentado en la represión social. Sin embargo, es preciso advertir que en la actualidad las formas de la tiranía son mucho más complejas que las que pueden atribuirse a la figura de un dictador que mantiene a un pueblo bajo su yugo, y que las fronteras entre tiranía y legalidad son tan borrosas como pueda permitirlo el grupo humano afectado. Son todas estas cosas en las que debemos enfocar nuestra reflexión, en especial en estos días cuando el paso de un año a otro nos invita a hacer nuestros mejores esfuerzos por construir un futuro provechoso y digno, para nosotros y para quienes nos sucederán. Jorge Gómez Jiménez, editor http://www.letralia.com/jgomez ||||||||||||||||||||||||||||||| BREVES |||||||||||||||||||||||||||||| Ragas. Tal es el título del más reciente poemario del escritor argentino Juan Meneguín, que ya puede conseguirse en las librerías Gandhi, Liber/Arte y Hernández, entre otras de Buenos Aires, y en algunas de las librerías más importantes de Paraná y Concordia, en Argentina. El libro de 112 páginas forma parte de la prestigiosa colección de poesía argentina “Último Reino” y reúne la reedición de Ragas en la niebla (Río de los Pájaros, 1991) con nuevas composiciones basadas en el estilo de la música clásica de la India del Norte, lo que presta su título al libro, una estructura melódica y temática sobre la cual se van introduciendo variaciones líricas y épicas. Ragas, que en unos meses estará en Internet, tiene la particularidad de ser el primer libro que se edita en Argentina con derechos de reproducción o copia públicos, es decir Copyleft, lo cual prevé que cualquiera pueda reproducir la obra por cualquier medio, siempre y cuando se mantenga fiel al original y no se lucre con ella. Meneguín ha publicado antes Religión de misterios (Premio Fray Mocho 1997). juan_meneguin@yahoo.com.ar Zambrano en Roma. El Centro Virtual Cervantes ha publicado el monográfico “María Zambrano: los años de Roma (1953-1964)”, en el que se recogen las actas del Congreso Internacional, celebrado en Roma en diciembre de 2004, en conmemoración del centenario del nacimiento de la filósofa. En el evento, reconocidos escritores, críticos, filósofos y catedráticos españoles e italianos analizaron el llamado “período romano” de la pensadora, que transcurrió entre 1953 y 1964, cuando vivió exiliada en Roma, ciudad con la que estableció una profunda relación afectiva y creadora. Sus vínculos con la ciudad, sus encuentros con intelectuales y exiliados españoles, los libros clave que en ella vieron la luz —Persona y democracia y El hombre y lo divino, entre otros—, y los esquemas de obras que publicaría con posterioridad, como El sueño creador, La tumba de Antígona, Claros del bosque y, póstumamente, Los sueños y el tiempo. Las actas han sido publicadas gracias a la colaboración del Instituto Cervantes de Roma. http://cvc.cervantes.es/obref/zambrano_roma Fotohistorias rockeras. Carol y Carolcat son dos artistas argentinas que se unieron para crear Fotohistorias, una colección de fotografías de Carol Sánchez (Carol) y crónicas del blog de Carolina González (Carolcat) en torno al ambiente de los recitales de rock en Buenos Aires. Una mezcla de historias urbanas y rock, desde el punto de vista de las dos chicas, Fotohistorias se vale de iconografías y principios estéticos ligados al rock de la década del cincuenta y el punk de mediados de los setenta, con elementos como el leopardo, el metal, las motos y los tatuajes. Los textos cobran vida en la noche de la ciudad, con la compañía de ciertos habitantes con formas de vida al límite que rodean a una chica y sus experiencias vertiginosas, en una especie de fábula rockera en donde las imágenes dialogan con la narración. Carol es fotógrafa profesional y ha realizado varias muestras individuales y colectivas en Argentina, México y China. Carolcat es guionista de televisión y trabajó en el equipo de las series La niñera y Casados con hijos, además de escribir documentales para HBO, A&E Mundo, Infinito y Telefé. Actualmente es autora de Amo de casa. El libro puede conseguirse en varios establecimientos de Buenos Aires. carolfoto@fibertel.com.ar carolcat56@gmail.com http://www.carolcatrocks.blogspot.com Talleres para la conciencia ambiental. Palabraimagen Taller es una propuesta ambiental estética de los docentes colombianos Jaime Restrepo y Silvia M. Duque que invita a participar en actividades, proyectos y tareas concernientes a la literatura y artes visuales en contextos cosmológicos (mito-leyenda-historia), para recrear la imaginación, las manos y el entendimiento, e incentivar actitudes consecuentes entre los integrantes de cada grupo, como apoyo a programas institucionales que trabajan por el desarrollo humano (infancia y familia) con profesores, recreadores u otros líderes o gestores culturales. Se compone de talleres con sesiones de una a tres horas que pueden desarrollarse por días, semanas o meses, y tiene como objetivo incentivar la conciencia ambiental en niños y jóvenes. palabraimagen@yahoo.es Los ojos de Rayma. Editorial Alfa presentó este 12 de diciembre el libro Ojos que no ven, de la caricaturista venezolana Rayma Suprani (Caracas, 1969). Definido como “una propuesta de humor subversivo”, este libro tiene “la deliciosa tarea de hacer trizas cualquier romántica idea que tengamos sobre las relaciones de pareja”, según el comunicado del sello. Comunicadora social egresada de la Universidad Central de Venezuela (UCV), Rayma ha trabajado en Economía Hoy y El Diario de Caracas. Actualmente es muy conocida en Venezuela por su trabajo como caricaturista del diario El Universal. La presentación del libro se realizó en la Librería Alejandría II y contó con palabras del humorista Pedro León Zapata. http://www.editorial-alfa.com Icuza visto por Vázquez. Acaba de aparecer Icuza, la sexta novela del escritor y editor español Alber Vázquez, una suerte de fantasía histórica en torno a la figura del corsario Vicente Antonio de Icuza y Arbaiza (1737-1785), cuya carrera en alta mar empezó a los 20 años cuando se embarcó en un navío guardacostas de la Real Compañía Guipuzcoana de Caracas. Comandante de Corsarios en 1772, fue capitán de los barcos “Nuestra Señora de Aranzazu”, “Nuestra Señora de Coro” y “La Prusiana”, entre otros. En la novela de Vázquez, Icuza viaja en una nave que se va a pique y, a punto de desmayarse, el corsario recibe el beso de un ser translúcido y se convierte en algo diametralmente opuesto a todo lo que hasta ese momento había sido. Icuza es parte de la colección Perspectivas, de la editorial bilbaína Verbigracia, donde puede adquirirse o leer un extracto en línea. http://www.verbigracia.com/editorial/tienda.html http://www.verbigracia.com/editorial/extractos/icuza_frag.pdf Otoño ganador. El periodista y escritor español César Martínez Sotodosos, de 33 años, resultó ganador, con su relato “Tarde de otoño”, del II Certamen de Relatos Breves El País Literario, según el veredicto emitido el pasado 15 de diciembre en el café Libertad 8, de Madrid, donde se aprovechó la ocasión para presentar públicamente la gestora cultural El País Literario. El jurado del certamen había escogido 15 cuentos como finalistas de entre los más de 650 presentados. Los jueces fueron la escritora Pilar Galán Rodríguez en calidad de presidenta, y los escritores José María Cumbreño, Estrella Cardona Gamio y Mercedes González, así como el escritor y director de El País Literario, Francisco de Borja Gutiérrez, como secretario. El premio está dotado con 500 euros además de la publicación del relato ganador junto al resto de los finalistas. “Tarde de otoño” es, según el comunicado de El País Literario, “un cuento en el sentido estricto del término, muy bien escrito y desarrollado, en donde la nostalgia y la familia están presentes dentro de un halo de monotonía sin esperanza, siendo un texto muy lírico y costumbrista”. http://www.elpaisliterario.com El bardo Ceballos. Petronio Rafael Cevallos se presentará hoy, lunes 18, a las 6 de la tarde, en la Biblioteca Pública de Corona, en Queens (Nueva York, EUA), donde leerá textos de Bárdica, una selección de alrededor de 40 poemas escritos y cuidadosamente trabajados a lo largo de un cuarto de siglo, conformando una exquisita colección de, en palabras del poeta y crítico Guillermo Montoya, “altísima poesía”. La presentación crítica estará a cargo de Xavier Nieto, profesor de Staten Island College y directivo de la Casa de la Cultura Ecuatoriana de Nueva York. Tras la lectura habrá un conversatorio sobre el poemario. Cevallos es además autor de De otros héroes (novela, 1992), Santa Lorena de Bucay (comedia, 1994), Contracuentos: El diccionario satánico (aforismos, ensayos y parábolas, 1996), La belladona (drama, 1997), En un país nombre: Retorno a Mitad del Mundo (ensayo, 2000), Eyaculaciones (poesía, 2003), Serenata (novela, 2004) y Un lugar bajo el Sol (ensayo, 2005). La entrada a la lectura es gratuita. http://www.ecuayork.homestead.com Amestoy sobre el teatro. El Centro de Formación de Profesores del Instituto Cervantes presentará el próximo jueves 21 de diciembre, a las 7:30 de la noche, la conferencia “El teatro español en la encrucijada”, que impartirá Ignacio Amestoy, director de la Real Escuela Superior de Arte Dramático (http://www.resad.es). La actividad se realizará en el Salón de Actos de la sede central del Instituto Cervantes (calle Alcalá, Nº 49, Madrid (entrada por calle Barquillo, Nº 4). Profesor y dramaturgo, Amestoy (Bilbao, 1947) es licenciado en Ciencias de la Información y realizó también estudios de arte dramático en el Teatro Estudio de Madrid con Maruja López, Miguel Narros y William Layton. Antes de dirigir la Real Escuela Superior de Arte Dramático de Madrid se desempeñó como profesor de literatura dramática, historia del teatro y semiótica. Ha recibido premios de la talla del Lope de Vega en 1982 por Ederra y en 2001 por Chocolate para desayunar; el Premio del Festival de Sitges en 1986 por Doña Elvira, imagínate Euskadi; y el Nacional de Literatura Dramática en 2002 por Cierra bien la puerta. http://cfp.cervantes.es Las postales de Santaella. Este miércoles 20 de diciembre será presentado el libro de cuentos Postales sub sole, con el que el escritor venezolano Fedosy Santaella obtuvo el premio único de narrativa de la Bienal Latinoamericana de Literatura José Rafael Pocaterra correspondiente a los años 2004-2006. El libro ha sido publicado por el sello De la A a la Z Ediciones. Santaella obtuvo el mencionado galardón por decisión unánime del jurado, compuesto por Alexis Márquez Rodríguez, Israel Centeno y José Napoleón Oropeza. Centeno estará en la presentación, junto con el también escritor Roberto Echeto. La actividad se realizará a las 7 de la noche en la Librería Alejandría I, en el Centro Comercial CADA (Avenida Principal de Las Mercedes, frente al CVA), en Caracas. ¿Quiere publicar una nota en este espacio? Envíenosla por correo electrónico a breves@letralia.com. === ¿Le interesa estar informado sobre concursos? ========================= Reciba por correo electrónico los anuncios vigentes de concursos literarios y artísticos en general suscribiéndose a nuestra lista de distribución. Todo lo qu tiene que hacer es enviar un mensaje vacío a letralia-concursos-subscribe@gruposyahoo.com, o visitar nuestra cartelera de concursos en http://www.letralia.com/herramientas/concursos.htm. Si desea enviarnos las bases de un concurso, escríbanos a info@letralia.com |||||||||||||||||||||||||| MATERIAL ESPECIAL |||||||||||||||||||||||| === Editorial Letralia despide 2006 con Retratos, de Víctor Montoya ======= Retratos, un libro de crónicas del escritor boliviano Víctor Montoya, está desde esta semana en los anaqueles virtuales de Editorial Letralia, el espacio de Letralia, Tierra de Letras, dedicado a la publicación de libros digitales de autores de habla hispana. Primer título de nuestra recién creada colección Crónica, Retratos es un compendio de veinticinco piezas de este género inspiradas en igual número de imágenes, algunas de las cuales forman parte del bagaje universal, mientras que otras pertenecen a ámbitos más restringidos y, para muchos de quienes se convertirán desde ahora en lectores del libro, desconocidos. En estas crónicas, Montoya se pasea por las peculiaridades de personajes físicamente extraños y, por tanto, estigmatizados y marginados; héroes de la literatura, la religión, el deporte, el arte, la política y la lucha revolucionaria vistos desde la perspectiva de sus dimensiones humanas, e hitos de la cultura y la tradición boliviana, entre otros. Nacido en La Paz en 1958, Montoya ha sufrido, por sus convicciones, los rigores de la persecución, la tortura y, finalmente, el exilio en Suecia, país al que llegó a finales de los años 70. Durante su época en prisión escribió el libro testimonial Huelga y represión, al que le han seguido Días y noches de angustia (1982), El eco de la conciencia (1994), El niño en el cuento boliviano (1999), Fugas y socavones (2002) y Cuentos en el exilio (2006), entre otros. Retratos es el 37º título publicado por Editorial Letralia, espacio creado en 1997 para la difusión de obras de autores de habla hispana en versiones digitales. Además de su edición gráfica que puede ser leída en el Web (http://www.letralia.com/ed_let/retratos), está disponible una versión en formato Adobe PDF (http://www.letralia.com/ed_let/pdf/retratos.pdf, 1,8 Mb). El acceso a ambas versiones del libro es completamente gratuito. === Erratas =============================================================== En nuestra edición 153 publicamos una nota sobre las actividades que se desarrollarían en Maracay (Aragua, Venezuela) del 20 al 24 de noviembre, en el marco de la Feria Internacional del Libro de Venezuela. En la nota (http://www.letralia.com/153/1120filvenaragua.htm) atribuimos erróneamente la autoría del libro Una mirada al mundo religioso de Julio Verne a la ensayista Julia Elena Rial, cuando el mismo —que obtuvo en 2005 el premio Augusto Padrón de Ensayo— es en realidad del investigador José Gregorio Parada. Nacido en Bailadores (Mérida) en 1968, Parada es licenciado en Letras, mención Lengua y Literatura Hispanoamericana y Venezolana, egresado de la Universidad de Los Andes (ULA, http://www.ula.ve) en 1996. Tiene una “Maîtrise d’Espagnol” en la Universidad François Rabelais de Tours (http://www.univ-tours.fr, 1997) y un Diplôme d’Études Approfondies en Lenguas y Literaturas Nacionales y Comparadas Francesas en la misma universidad. Actualmente es profesor asistente de francés en la ULA. Por otro lado, en nuestra edición 154 publicamos los relatos “Bodas de plomo” y “Sucedió en la esquina de casa” (http://www.letralia.com/154/letras03.htm), de la escritora argentina Lina Blum, pero los mismos aparecieron durante algunos días, como consecuencia de un error nuestro, firmados por Liliana V. Blum, escritora mexicana quien, por cierto, también había publicado previamente en Letralia. Y aunque ya las correcciones del caso han sido hechas, lo hacemos notar por esta vía a fin de que se disipe cualquier duda posible respecto a la autoría de los mencionados relatos. |||||||||||||||||||||||||||||| NOTICIAS ||||||||||||||||||||||||||||| *** Premio Serantes de Santurtzi para el venezolano Domingo Palma La obra Antropofagia, del escritor venezolano Domingo Palma, ganó en noviembre pasado la 7ª edición del Premio de Teatro Serantes de Santurtzi, España, organizado por el Ayuntamiento de Santurtzi y el Teatro Municipal Serantes Kultur Aretoa, en Vizcaya. El galardón se otorga como parte de las actividades del Festival Internacional de Teatro de Santurtzi, que se realiza anualmente y al cual el pasado mes de noviembre asistieron más de 7.400 espectadores. Como parte de su dotación se encuentra la publicación del texto ganador y la consideración de coproducción del espectáculo por parte del Teatro Serantes Kultur Aretoa. La presentación de la obra se llevará a cabo en 2007 durante el XXVIII Festival Internacional de Teatro de Santurtzi. El estilo urbano característico de las obras de Domingo Palma lo ha hecho merecedor durante los últimos 3 años de 4 diferentes premios teatrales, dos en España y dos en su país natal, Venezuela. Con su primera obra, Margarita para los cerdos, recibió el tercer premio en el VI Certamen de Textos Teatrales de Torreperogil (Jaén, España, 2003) y el Premio Nueva Dramaturgia 2004, otorgado por Monte Ávila Editores Latinoamericana. La obra fue estrenada ese mismo año en el Teatro San Martín de Caracas y le valió a Palma el Premio Águila como mejor autor. En 2005 su obra Saco de gatas tiene su premier mundial durante la temporada 2005 del Teatro San Martín y es presentada luego por la misma compañía en el marco de las celebraciones del Festival Internacional de Teatro de Oriente, en Venezuela. A finales del año 2005 el autor puso sus obras al alcance del público a través de su pagina de Internet (http://www.domingopalma.com.ar). “Un texto teatral no está completo hasta que llega a las tablas y sólo Internet puede ofrecerles una oportunidad tan grande”, dice Palma. Fuente: Web del autor *** CCG Ediciones salta al papel con Taller libre de literatura Con la publicación y distribución del libro Taller libre de literatura —respuestas a preguntas de escritores noveles—, el sello virtual CCG Ediciones ha dado inicio, desde principios de este mes, a las actividades de su versión impresa, C. Cardona Gamio Ediciones. Tanto CCG Ediciones como C. Cardona Gamio Ediciones son emprendimientos de las hermanas Concha y Estrella Cardona Gamio, la última de las cuales es además una de las firmas exclusivas de nuestro espacio Ciudad Letralia, donde mantiene su avenida Atalaya. El libro con el que han inaugurado su versión en papel, Taller libre de literatura, es un manual que compendia varias respuestas de Estrella Cardona Gamio a noveles autores que le han remitido consultas por correo electrónico sobre temas puntuales del oficio literario. Avalada por muchos años de experiencia como novelista, la autora indicó que precisamente este manual nació a petición del público de CCG, que durante los últimos años ha disfrutado de su obra, parte de la cual se encuentra en línea. En sus 81 páginas, el libro abarca varios de los temas de interés para el escritor que se está iniciando, como los autores y temas recomendados, calidad de la propia obra, ejercitación de la imaginación, vicios literarios y otros. Esta completa obra de consulta puede adquirirse en la librería virtual de Limaco Edizions (http://www.limacoedizions.com/public/libreria.php) o escribiéndole a C. Cardona Gamio Ediciones (ccgediciones@ccgediciones.com). Concha Cardona Gamio se ha encargado del trabajo de edición y de la parte técnica, desarrollando la compaginación y maquetación del libro, al que le seguirá una novela de su hermana que se espera esté en las librerías a principios del año próximo. El sitio en Internet del sello virtual, que recientemente arribó a sus siete años en línea, ha publicado novelas, relatos, literatura infantil, un serial, entrevistas y noticias, además de mantener un taller de literatura y una “Sala de Estar” en la que se publican artículos, curiosidades, anécdotas, entrevistas, efemérides, biografías de escritores famosos y libros recomendados, entre otros materiales. Fuente: CCG *** Falleció el investigador argentino-paraguayo Raúl Amaral Este domingo 3 de diciembre murió en su residencia el investigador Raúl Amaral, paraguayo por adopción y argentino de nacimiento, a la edad de 88 años, cumplidos el martes 28 de noviembre. Su deceso fue ocasionado por una complicación pulmonar. Amaral estaba enfermo desde hace ya unos años. El investigador se caracterizó por su trabajo sobre escritores del “novecientos” y otros aspectos de la literatura paraguaya. Con sus escritos enriqueció la bibliografía del país que lo acogió, y aún de anciano y delicado de salud continuó trabajando con devoción. En homenaje a su dedicación la Corte Suprema de Justicia le otorgó en 1993 la ciudadanía paraguaya y recientemente fue nombrado hijo dilecto de Asunción. Fue publicando diferentes escritos sobre algunos de los intelectuales escritores del “novecientos” como Cecilio Báez, Arsenio López Decoud, Blas Garay, Manuel Gondra, Fulgencio R. Moreno, Manuel Domínguez, Eligio Ayala, Ignacio A. Pane, Eloy Fariña Núñez, Viriato Díaz Pérez, Rafael Barret, entre otros. Los textos fueron compilados en el libro El Novecentismo Paraguayo; hombre e ideas de una generación fundamental del Paraguay, publicado por Servilibro este año. Otros escritos suyos son El modernismo poético en el Paraguay, La sien sobre Areguá, Escritos paraguayo, volúmenes 1 y 2, El romanticismo paraguayo, Breviario aregüeño de Gabriel Casaccia y otros. Raúl Amaral nació en Veinticinco de Mayo, provincia de Buenos Aires, en 1918, y llegó a Paraguay en los años cincuenta, exiliado por el peronismo. Se integró rápidamente a la sociedad paraguaya. Fue jefe de Museos, Bibliotecas, Archivos de la Nación y agregado cultural de la Embajada de Argentina en Asunción. Fue profesor, ensayista, crítico literario, poeta y periodista. Fuente: PPN *** Café Nueva York fomentará cultura hispanohablante en la Gran Manzana Los escritores Carmen Boullosa, José Manuel Prieto, Naief Yehya, Sylvia Molloy, Eduardo Lago y Eduardo Mitre se han unido en la iniciativa Café Nueva York, que se ha propuesto realizar diversas actividades para fomentar la lectura y escritura en español en la Gran Manzana, según informaron en el reciente “Manifiesto Neoyorkino” que dieron a conocer mediante un comunicado el pasado martes 5 de diciembre. El manifiesto denuncia la manera cómo, salvo las honrosas excepciones de García Lorca y Martí, entre otros, la literatura de habla hispana producida en la ciudad estadounidense “ha quedado enterrado en la memoria cultural neoyorkina, en parte por la avalancha de obras literarias de calidad creadas en esta ciudad, y en parte por el ombliguismo anglófono, a un tiempo provinciano e imperial”. Los autores involucrados en el proyecto creen que, dado que la tercera parte de la población neoyorkina es hispanohablante, tal “amnesia” es “onerosa”, ya que “despoja tanto a los inmigrantes como a los ya establecidos de una porción de su legado cultural”. Es por ello que, según el manifiesto, Café Nueva York convocará a los autores de habla hispana para, mediante actividades en diversos lugares de la ciudad y a través de un sitio en Internet, propiciar la interacción entre ellos para “establecer un ambiente crítico y amistoso, como era y es habitual en los cafés tradicionales de nuestros países”, con la finalidad de “reposicionar nuestra tradición en el mapa cultural de la ciudad”. Cofundadora con Salman Rushdie, de la Casa Citlaltépetl, que acoge en México a escritores perseguidos, Carmen Boullosa (Ciudad de México, 1954) es novelista, dramaturga y poeta. Recibió el Premio Xavier Villaurrutia en 1990, el Anna Seghers que otorga la Academia de las Artes de Berlín (http://www.adk.de) por el conjunto de su obra y el Liberatur de la Ciudad de Frankfurt por la versión alemana de su novela La milagrosa. Fue becaria de la Fundación Guggenheim (http://www.gf.org) y del Centro para Académicos y Escritores de la NYPL (hoy Cullman Center, http://www.nypl.org/research/chss/scholars), así como escritora residente en Berlín (DAAD, Kunstlerprogramm). Sus novelas han sido publicadas en alemán, francés, italiano, holandés, chino, portugués e inglés. Ha publicado La otra mano de Lepanto y La novela perfecta, entre otras. Actualmente es Distinguished Lecturer en el City College de Nueva York (CCNY, http://www.ccny.cuny.edu) y entrevista escritores y artistas para el programa Nueva York de CUNY-TV (http://www.cuny.tv). El novelista y ensayista José Manuel Prieto (La Habana, Cuba, 1962) fue becario de la Fundación Guggenheim y del Centro para Académicos y Escritores de la NYPL (hoy Cullman Center). Es autor, entre otros libros, de Livadia (traducida a más de siete lenguas), Enciclopedia de una vida en Rusia, El Tartamudo y la rusa y Treinta días en Moscú. Actualmente es director del Joseph A. Unanue Latino Institute (http://academic.shu.edu/latinoinstitute) en Seton Hall University (http://www.shu.edu) y es profesor de esta misma universidad. Está por aparecer publicada su novela Rex, simultáneamente en español, alemán y francés, que será editada por Grove Press. Eduardo Lago (Madrid, España, 1954) sorprendió al mundo literario español cuando ganó con su primera novela, Llámame Brooklyn, el prestigioso Premio Nadal 2006. Es autor también de Cuentos dispersos, Cuaderno de México, memoria de un viaje a Chiapas, y ha escrito una cantidad incontable de ensayos y críticas, así como ha traducido a Charles Brockden-Brown, Hamlin Garland, William Dean Howells, Henry James, Sylvia Plath, Christopher Isherwood, Junot Díaz y John Barth. Es profesor de Sarah Lawrence College (http://www.slc.edu), actualmente en receso pues ocupa el cargo de director del Instituto Cervantes en Nueva York (http://nuevayork.cervantes.es). El narrador, crítico cultural y pornografógrafo Naief Yehya (Ciudad de México, 1963) es ingeniero industrial de formación. Ha publicado las novelas Obras sanitarias, Camino a lacasa y La verdad de la vida en Marte. Es autor del libro de cuentos Historia de mujeres malas. Ha publicado los libros de ensayos El cuerpo transformado, Cyborgs y nuestradescendencia tecnológica en la realidad y en la ciencia ficción, Guerra y propaganda, medios masivos y el mito bélico en los Estados Unidos y Pornografía, sexo mediatizado y pánico moral. Durante más de una década ha escrito acerca del fenómeno pornográfico en ensayos y en relatos de ficción. En el diario La Jornada (http://www.jornada.unam.mx) creó el primer espacio semanal de reflexión y análisis de la cibercultura. La novelista y ensayista argentina Sylvia Molloy (Buenos Aires, 1938) es considerada una de las voces literarias y críticas más importantes de América Latina. Fue becaria de la Fundación Guggenheim y del Centro Civitella Ranieri (http://www.civitella.org), obtuvo el Senior Faculty Fellowship de Yale University (http://www.yale.edu) y una beca de la National Endowment for the Humanities (http://www.neh.gov). Recibió el Premio Nacional de Traducción en su país. Fue presidenta de la Modern Languages Asociation (MLA, http://www.mla.org) y ha sido profesora en Princeton (http://www.princeton.edu) y Yale. Actualmente es Albert Schweitzer Professor of the Humanities en New York University (NYU, http://www.nyu.edu). Es autora de las novelas En breve cárcel y El común olvido y de un libro de relatos, Varia imaginación. Entre sus libros de ensayos se cuentan Las letras de Borges y Acto de presencia. Recibió el premio de la Fundación Konex (http://www.fundacionkonex.com.ar) en Argentina. El poeta boliviano Eduardo Mitre (Oruro, 1943) ha publicado en las casas editoriales de mayor renombre (Visor, Pretextos, Vuelta), Morada, Mirabilia, Desde tu cuerpo, Razón ardiente, Ferviente humo, Elegía a una muchacha y Línea de otoño. También es autor de varios volúmenes importantes sobre la poesía latinoamericana, entre éstos Huidobro, hambre de espacio y sed de cielo. Su libro más reciente de poesía es El paraguas de Manhattan. Ha sido profesor en Columbia University (http://www.columbia.edu), Dartmouth College (http://www.dartmouth.edu) y la Universidad Católica Boliviana (http://www.ucb.edu.bo). Actualmente forma parte del cuerpo académico de St John’s University (http://www.stjohns.edu). “Las fronteras han adquirido permeabilidad cultural”, indican los propulsores de la iniciativa, “pues son fácilmente traspasables por Internet, video, música, etc. Así, éste no debe ser un ejercicio parroquial. De hecho, la variedad misma de los autores que hoy escriben en Nueva York en nuestra lengua constituye una oportunidad para reforzar las ligas a lo largo y lo ancho del mundo hispanohablante. Es igualmente cierto que las fronteras se han vuelto muros y fortalezas, y que éstas conexiones son más necesarias que nunca”. El texto completo del manifiesto puede leerse en http://www.letralia.com/155/especial02.htm. Fuente: Café Nueva York *** Pamuk rinde tributo a su padre en discurso del Nobel El escritor turco Orhan Pamuk realizó este jueves 7 de diciembre, en la Real Academia Sueca, una encendida defensa del valor y del papel de la escritura, en el tradicional discurso de aceptación del premio Nobel de Literatura. El discurso de Pamuk, con numerosas referencias a su padre, por el que ha confesado sentir auténtica devoción, ha estado muy alejado del duro alegato político que Harold Pinter firmó el año pasado. El autor de Nieve ha construido una reflexión sobre aspectos como la condición de escritor, sus miedos, su tarea y el proceso creativo, a partir de un objeto: la maleta llena con sus propios manuscritos que su padre le dio dos años antes de morirse. Ese objeto ha dado nombre al discurso, La maleta de mi padre, o Babamin bavulu, en turco, idioma en el que ha leído el texto el autor. En torno a sus propias dudas sobre si abrir o no la maleta y sus miedos ante lo que podía encontrarse, Pamuk ha ido desgranando ideas, y descifrando preguntas, así como analizando la relación con su progenitor —un escritor frustrado con una amplia cultura— y con su país, aunque sin entrar en cuestiones políticas. Para Pamuk, la literatura se puede definir como “lo que una persona crea cuando se encierra en una habitación, se sienta junto a una mesa y se retira en una esquina para expresar sus sentimientos”. El escritor es alguien que dedica su vida a descubrir al otro ser que habita en su interior y trata de traducirlo en palabras para crear otro nuevo mundo y otro nuevo ser, “del mismo modo que alguien construye un puente piedra a piedra”. Pamuk lo ha definido como conocer las heridas que llevamos dentro y explorarlas pacientemente, “poseerlas y hacerlas una parte consciente de nuestros espíritus y escritura”. El precursor de esta forma de entender la escritura es para él el escritor y pensador renacentista francés Michel de Montaigne, a cuya obra le introdujo su padre. Más que en la inspiración, “que nunca se sabe de dónde viene”, el secreto del autor descansa en su “obstinación, su paciencia”. No obstante, ha reconocido que es necesario algo de esperanza y de confianza, y que es la inspiración la que las proporciona. Pamuk ha dicho escribir por “necesidad innata”, por no conocer otra forma de ganarse la vida, por enfado contra el mundo, por pasión, por hábito, por la gloria y para ser feliz, entre otras razones. Sus reflexiones sobre la literatura se han ido entrelazando con otras sobre la vida del padre, por quien Pamuk reconoce su devoción y deuda, y éstas han ido generando a su vez nuevas consideraciones. Aunque la esencia es el escritor indagando en su interior, no estamos solos, sino “en compañía de las palabras de aquellos que vinieron antes, de las historias de otras gentes, de los libros de otras gentes”; en definitiva, la tradición. De ahí que Pamuk considere la literatura como la más valiosa creación de la humanidad “en su intento por entenderse a sí misma”. Otra de las reglas “eternas” de la literatura es, en palabras suyas, “contar las historias propias como si fueran las de otros, y contar las historias de otros como si fueran propias”. Su concepción de la literatura está plagada de optimismo: cuando el escritor se encierra en su interior está poniendo, consciente o inconscientemente, una gran fe en la Humanidad, porque él cree que todos los seres humanos se parecen y, por tanto, deben llevar dentro de sí heridas similares y se comprenden. Además, Pamuk ha confesado su conflictiva relación con su país, las dificultades para ser artista, el provincianismo, cómo de joven se sentía lejos del “centro” del mundo, de Occidente, y cómo ahora experimenta todo lo contrario. Estambul, su ciudad natal, es ahora el centro del mundo, porque los últimos 33 años ha narrado sus calles, gentes, días y noches, de modo que “este mundo que he hecho con mis manos, que sólo existe en mi cabeza, es más real que la ciudad en la que vivo”. Pamuk cerró su discurso con un emotivo recuerdo: el apoyo de su padre cuando le dio a leer su primer libro, Cevded y sus hijos, cómo confió en él y le dijo que algún día ganaría el Nobel. Ahora que lo ha logrado, el autor turco ha expresado su deseo de que su padre, fallecido en 2002, hubiera podido estar entre los asistentes. La entrega del premio se celebró el pasado domingo 10 de diciembre en el Konserthuset de Estocolmo, ceremonia en la que se reunieron 1.500 personas que tuvieron como principal foco de atención a Pamuk, quien se llevó los más sonoros aplausos. Los siete distinguidos en las seis categorías recibieron de manos del rey Carlos XVI Gustavo de Suecia los diplomas y medallas que les acreditan como ganadores del preciado galardón, en el día del aniversario de la muerte del magnate Alfred Nobel, su creador. En una ceremonia celebrada horas antes en el Ayuntamiento de Oslo (Noruega), el bangladeshí Muhammad Yunus, fundador en 1976 del banco de microcréditos Grameen Bank, recibió el Nobel de la Paz por su esfuerzo por un desarrollo social y económico desde abajo”. Al acto asistió la reina Sofía de España, quien en los años recientes ha tenido un papel activo en cumbres y foros impulsados por Yunus, Premio Príncipe de Asturias de la Concordia en 1998. Después de las ausencias los dos pasados años de los ganadores en Literatura, la austriaca Elfriede Jelinek y el británico Harold Pinter, la primera por decisión propia y el segundo por enfermedad, la presencia de Pamuk centró el protagonismo de la ceremonia. En su discurso previo a la entrega del premio a Pamuk, el secretario de la Academia Sueca, Horace Engdahl, resaltó que el escritor turco ha sabido unir la forma de narrar propia de Occidente con la tradición oriental. Engdahl, que dijo unas palabras en turco, destacó que el autor de Nieve ha hecho de Estambul “territorio literario indispensable”, un lugar que, como en el San Petersburgo de Dostoievski, el Dublín de Joyce y el París de Proust, lectores de todo el mundo “pueden vivir otra vida tan creíble como la suya propia”. Seis de los siete premiados son originarios de Estados Unidos, mientras que Pamuk, aunque de nacionalidad turca, también está vinculado a una universidad de este país. Todos ellos se llevaron los 1,1 millones de euros con que se premia cada galardón, a repartir si hay más de un distinguido en la misma categoría. El Konserthuset estuvo adornado como es tradición por 13 mil flores de la ciudad de San Remo, donde Nobel murió en 1896. El acompañamiento musical corrió a cargo de la Real Orquesta Filarmónica de Estocolmo, dirigida por Petter Sundkvist y con el chelista Andreas Brantelid como solista, que interpretó piezas de Mozart, Faure y Shostakovich. Fuente: EFE *** El Ateneo Puertorriqueño entregó sus premios artísticos El licenciado Eduardo Morales Coll, presidente del Ateneo Puertorriqueño, entregó el pasado viernes 8 de diciembre los premios de los certámenes artísticos y literarios convocados por la institución para el año en curso, en una ceremonia realizada a partir de las 7:30 de la noche en la sede de la institución. En el certamen de Poesía, el jurado concedió el premio al poemario Paseo con mamá, de Carmen Vega. El jurado otorgó también cinco menciones honoríficas: Los lamentos de Eurídice, de Miguel Ángel Náter; Un mundo dentro de un mundo dentro de un mundo, de Walter Morciglio; De las circunstancias de la poesía, de Ángel Maldonado Acevedo; Desde el balcón de Asturias, de Francisco García Moreno, y El cuerpo de la incertidumbre, de Claudio Cruz Núñez. En el certamen de Cuento el jurado le dio el primer premio a Un monstruo no debe tener hermanos, de Edgardo Nieves Mieles, y menciones honoríficas a El amante digital, de Francisco Font Acevedo; El soñador literario, de Daniel Martes Pedraza; La última carta de Piotr Ilych, de Alfredo Villanueva; El dinosaurio y el unicornio, de Miguel Arzola Barris; Entre sombras y palabras, de Ana María Fuster, y Si Aristóteles hubiera menstruado: quimera filosófica en una descarga, de Dinorah Cortés. En el certamen de Música, el jurado le otorgó el primer premio a la composición Rostros de Javier de la Torre; el tercer premio se le otorgó a Cuarteto de cuerdas Nº 1, de Saviel Cartagena. El segundo premio ha sido declarado desierto. En el certamen de Artes Plásticas, bajo la categoría de pintura, el jurado concedió el primer premio a Los frágiles retornos, de Aby Ruiz, y mención honorífica a Bar de la Calle 6. En la categoría de Grabado, el jurado otorgó el primer premio a Blanca Nieves y los enanos verdes, de Elsa M. Meléndez, y mención honorífica a Juego de convivencia – Parte final, de Christopher Rivera. En la categoría de Escultura el jurado otorgó el primer premio a Otra ave en el espacio, de Alfi Rolón García, y mención honorífica a Nova, de César Bermúdez. En la categoría de Dibujo el jurado otorgó el primer premio a México, estamos contigo, de Héctor Grajales. En el certamen de Cine y Video el jurado otorgó el primer premio en la categoría de video experimental a The Grim Tale of Mistah Green, de Paul Medina; en la categoría de documental, el jurado otorgó el primer premio a Tres actos, de Lara Rodríguez Delgado; en la categoría de entretenimiento el jurado otorgó el primer premio a No te vayas, de Javier Cuevas Rosado. En el certamen de Ensayo Histórico el jurado otorgó dos menciones honoríficas: Perspectiva histórica e impacto de la demanda de clase de Morales Feliciano sobre el sistema carcelario en Puerto Rico, de Josué Montijo, y Los estudios superiores en la periferia de la Nueva España: La formación académica de los eclesiásticos en la zona del Caribe durante la primera mitad del siglo XVII, de Josué Camaño Dones. En el certamen de Teatro el jurado otorgó una mención honorífica a A merced del destino, de Stephanie Izquierdo. Los certámenes de Novela, Ensayo Histórico, Ensayo Literario y Teatro fueron declarados desiertos. Fuente: El Nuevo Día *** Declaran desierto el premio de novela Unam-Alfaguara La falta de calidad literaria entre las 42 obras inscritas, todas de escritores residentes en la República Mexicana, llevó al jurado este viernes 8 de diciembre a declarar desierto el quinto Premio Primera Novela Unam-Alfaguara 2006. Por unanimidad, el jurado presidido por Daniel Sada e integrado por Anamari Gomís, David Martín del Campo y Álvaro Enrigue, declaró desierto el galardón que desde 2002 otorga la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam, http://www.unam.mx) y editorial Alfaguara (http://www.alfaguara.com.mx) porque, según el fallo emitido el pasado 5 de diciembre, las novelas que se presentaron “no reúnen la calidad literaria necesaria para recibirlo”. El premio, que en el pasado obtuvieron el argentino Maximilano Matayoshi con su novela Gaijin, el venezolano Octavio Vinces por Las fugas paralelas y el mexicano Jorge Galván con El hierro y la pólvora, fue creado con el propósito de ofrecer a los escritores noveles una oportunidad y una plataforma para dar a conocer su obra. El Premio de Primera Novela Unam-Alfaguara lleva cinco ediciones consecutivas —y, con ésta, dos emisiones declarado desierto—, consiste en la publicación de la obra en coedición por las dos instituciones convocantes y un monto de 100.000 pesos. Los jurados del certamen, que tradicionalmente se entrega el día de la inauguración de la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería, organizada por la Facultad de Ingeniería de la Unam y la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana, han estado integrados en todas sus ediciones por escritores, editores, críticos y estudiosos de la literatura de reconocida trayectoria. Fuente: El Universal *** Rendón: EUA fomenta guerra fratricida en Colombia Fernando Rendón, director del Festival Internacional de Poesía de Medellín (http://www.festivaldepoesiademedellin.org), instó este 8 de diciembre al gobierno colombiano, en la ceremonia de entrega de los denominados premios Nobel Alternativos, a apostar por una solución negociada al conflicto de su país. En su discurso en el Parlamento sueco, Rendón culpó a Estados Unidos de fomentar una “guerra fratricida” en Colombia, y pidió la solidaridad de la comunidad internacional para impulsar, ante el Gobierno y la guerrilla, el inicio del intercambio de presos por secuestrados, para dar paso así a un proceso de diálogo. “Queremos que el Gobierno no sea arrogante y abandone su pretensión de seguir la guerra, que envíe un gesto al pueblo colombiano”, afirmó Rendón, quien cree que este premio confirma que el camino emprendido por el festival creado en 1991 es el correcto. Rendón dijo en su discurso que Colombia es un país “desangrado” que no conoce la paz, un país “militarizado y paramilitarizado” donde existe una “impunidad total” y criticó al gobierno por triplicar la partida dedicada a gastos militares e incrementar los impuestos sobre bienes culturales como los libros. El Premio al Correcto Modo de Vida (Right Livelihood Award), como realmente se llama el galardón, reconoce que el Festival de Medellín ha ayudado a construir la paz en una de las ciudades más violentas del mundo, mostrando cómo la creatividad y la belleza “pueden florecer y superar incluso al miedo y la violencia”. Durante sus 16 ediciones, 747 poetas de 132 países han leído sus poemas en más de 60 idiomas y dialectos durante 906 lecturas públicas en 34 ciudades colombianas, recordó Rendón, que estuvo acompañado en la ceremonia por los también poetas Gloria Chavatal y Gabriel Jaime Franco. Dos docenas de manifestantes pertenecientes a grupos colombianos residentes en Suecia se concentraron frente al Parlamento antes del inicio de la ceremonia para reclamar al gobierno sueco que no apoye las negociaciones del gabinete del presidente Álvaro Uribe con los grupos paramilitares porque las consideran una farsa. Junto al festival colombiano, fueron también distinguidos con este premio, considerado la antesala del Nobel de la Paz, el activista estadounidense Daniel Ellsberg, por su lucha a favor de la paz en la guerra de Vietnam, y la india Ruth Manorama, defensora de los derechos de las mujeres “dalit”, casta “intocable” en su país. El brasileño Chico Whitaker Ferreira obtuvo el premio honorífico, que no tiene retribución económica, por su trabajo “a favor de la justicia social, que ha fortalecido la democracia en Brasil”, y por ser uno de los impulsores del Foro Social Mundial, “mostrando que otro mundo es posible”. En su alocución, Whitaker defendió la vía abierta por el Foro Social y contrapuso la lógica de la cooperación frente a la de la dominación. Ellsberg homenajeó al activista Mordechai Vanunu, retenido por Israel por revelar secretos atómicos, pese a que hace años que cumplió la pena a la que fue condenado, e instó a Occidente a protestar frente a esta “injusticia”. El Nobel Alternativo está dotado con dos millones de coronas suecas (275.000 dólares), a excepción del premio honorífico. Instituido en 1980 por el escritor y ex eurodiputado sueco-alemán Jakob von Uexkull, el galardón ha distinguido a más de un centenar de personas de unos 50 países en estos años. En su discurso previo, Von Uexkull hizo una dura crítica del liberalismo y la globalización y recordó que la protección del medio ambiente es la base de la existencia de la Humanidad. Fuente: EFE *** Un CD repasa la poesía gallega de veinte autoras actuales La Facultad de Filología, Geografía e Historia del Campus de Álava de la Universidad del País Vasco (http://www.vc.ehu.es) presentó este lunes 11 de diciembre un CD en el que se repasa la poesía gallega actual a través de las composiciones de veinte autoras. Desde los años ochenta, las mujeres dominan la lírica en lengua gallega, y este trabajo permite conocer los estilos de las más veteranas Pura Vázquez, Xohana Torres, Luz Pozo, Pilar Pallares, Luísa Villalta, Xela Arias o Ana Romaní, hasta las más jóvenes Yolanda Castaño, María do Cebreiro, Emma Cruceiro y Estíbaliz Espinosa. El CD añade a los poemas de estas escritoras las declamaciones de las rapsodas Ángela Serna y Pilar Corcuera y la música del grupo Sokaire, con trabajos compuestos exclusivamente para ambientar los poemas. El proyecto, denominado Pensando nelas, supone una iniciativa sin precedentes en la lírica gallega. Aunque existen poemas musicados de Rosalía de Castro, Manuel Curros Enríquez, Celso Emilio Ferreiro o Manuel María, entre otros, esta es la primera oportunidad en que se juntan para un mismo álbum obras tan diversas —temas y estilos— que ofrecen una visión del género en el último medio siglo. La edición cuenta con el apoyo económico de la Xunta (Política Lingüística) y se dirige a la sociedad en general, aunque sobre todo a instituciones culturales y centros educativos. Los objetivos son, por tanto, académicos y también la difusión cultural de la literatura gallega. Fuente: El Correo Digital *** Anunciados ganadores del Premio Municipal de Literatura de Caracas Este lunes 11 de diciembre fueron anunciados los ganadores del Premio Municipal de Literatura de Caracas, distinción que concede anualmente el Concejo del Municipio Bolivariano Libertador (Caracas, Venezuela). En Poesía, el jurado integrado por Luis Alberto Crespo, Antonio Trujillo y Vicente Lecuna, distinguió de manera unánime al poemario La flor diversa, de Ángel Eduardo Acevedo, “por hallar en él un idioma de embrujante expresividad, donde se une la evocación de lo vivido con sus secretas revelaciones, su entonación emotiva y lúcida, la cual evidencia un acendrado fervor por la armonía del mundo y los grandes espacios de la intimidad y la vastedad”. En la mención Cuento, Roberto Malaver, Lionel Muñoz e Igor Delgado Senior, miembros del jurado, reconocieron a Autorretrato con minotauro, de Eloi Yagüe Jarque, “por su hábil planteamiento narrativo en el cual se unen la limpidez de estilo y una cosmovisión resumidora e inquietante del ser humano en su diversidad épocal”. Asimismo, se acordó conceder una mención honorífica al libro Una larga fila de hombres, de Rodrigo Blanco Calderón, “por su captación aguda de la intimidad urbana, especie de caos creador donde los personajes redimen pasiones y desarraigos". En Investigación Literaria, resultó favorecido el ensayo Por los signos de los signos, de Luis Britto García, según el veredicto emitido por María del Pilar Puig, Ronny Velásquez y María Alcira Matute. Todos los libros fueron publicados por el sello Monte Ávila Editores. La flor diversa es un volumen conformado por ocho libros inéditos de Acevedo. Esta antología evidencia el rigor y la orquestación de los registros temáticos, así como los distintos tiempos de escritura donde el poeta clava su palabra, esa que lleva la voz en tono mayor, centrada y decantada, para rescatar la memoria de un viaje cumplido, poseído de las claves que logra evocarlo y sentenciar con la humildad de los sabios: “Que esta ficción desplace la certeza”. Ángel Eduardo Acevedo (Valle de la Pascua, 1937) es poeta, licenciado en Letras de la Universidad Central de Venezuela (UCV, http://www.ucv.ve) y profesor de la Universidad de Los Andes (ULA, http://www.ula.ve). Ha publicado ensayos en diversos diarios y revistas del país. Entre sus libros destacan Mont Everest (Monte Ávila Editores, 1967), Antología poética y Papelera. Se ha dedicado a investigar las obras de Alberto Arvelo Torrealba y Rafael Cadenas. La flor escrita pertenece a la Colección Altazor. Autorretrato con minotauro, de Yagüe Jarque, incluye varios cuentos y una novela breve, Mujer de arena, unidos por un mismo énfasis idiomático, algunos personajes comunes y una recurrente fantasía evocadora. Forma parte de la Colección Continentes. Eloi Yagüe Jarque (España, 1957) reside en Venezuela desde niño. Ha recibido, entre otros, el Premio Juan Rulfo de Radio Francia Internacional (1998) y el de la Bienal José Rafael Pocaterra (Valencia, Venezuela, 1991). Su libro de relatos El nexo vertical (1990) fue publicado por Monte Ávila Editores. Por su parte, Una larga fila de hombres, de Blanco Calderón, es un texto integrado por cinco relatos que narran con sencillez la supervivencia del individuo en medio de una ciudad alienante y hostil. Una fila de hombres que se disputan por manifestar las más elementales pasiones humanas. Con esta obra, el escritor se hizo merecedor del premio Monte Ávila de Narrativa para Autores Inéditos 2005, que promueve esta casa editorial. Pertenece a la Colección Las Formas del Fuego. Rodrigo Blanco Calderón (Caracas, 1981) es licenciado en Letras de la UCV, donde actualmente se desempeña como docente y cursa la Maestría en Estudios Literarios. Por los signos de los signos, el libro de Britto García erigido en ars poética, panorama de la literatura venezolana, análisis de estrategias narrativas, estudio de autores clásicos, historia de las culturas, es una obra fundamental que se sustenta en la reflexión. Rara por lo inusitado de sus planteamientos. Ensayo capital destinado a ocupar un lugar relevante en el ámbito de la literatura hispanoamericana. Signos y símbolos que trazan de manera magistral nuestro lugar en el mundo. Pertenece a la Colección Estudios. Luis Britto García (Caracas, 1940) es narrador, dramaturgo, ensayista, polígrafo. Su obra narrativa ha sido reconocida con el Premio Casa de Las Américas en dos oportunidades, por Rajatabla (1970) y Abrapalabra (1979). En 2002 se le otorgó el Premio Nacional de Literatura. Entre su vasta obra ensayística sobre el discurso político y las contraculturas, destaca Venezuela: investigación de unos medios por encima de toda sospecha, también reconocido por Casa de Las Américas con el premio honorífico Ezequiel Martínez Estrada (2005). Fuente: RNV *** Se da a conocer veredicto de los premios Juan Rulfo El escritor español José Antonio López Hidalgo, con la obra El punto se desborda, fue galardonado este lunes 11 de diciembre con el premio Juan Rulfo de novela corta, mientras que el cubano Miguel Barnet, con “Fátima o el Parque de la Fraternidad”, se alzó con el de cuento. López Hidalgo, que se embolsará 9.000 euros, fue seleccionado entre las 586 novelas cortas que recibió el jurado procedentes de América Latina, España, Francia y Estados Unidos, entre otros países. El jurado destacó “la visión de una vida sofocante de corrupción y subdesarrollo en un medio donde la miseria coexiste con los privilegios, las complicidades de una multinacional en plena dictadura del ecuatoguineano Teodoro Obiang Nguema descrita con precisión y sin duda refleja una dolida y patética experiencia del autor”. El premio de cuento, dotado con 5.000 euros, recayó en Barnet por “Fátima o el Parque de la Fraternidad”, de la que el jurado destacó “el humor ácido, la mirada compasiva e implacable y la riqueza de detalles desbordan la experiencia del narrador para evocar un mundo dominado por el desencanto, la fantasía y otras estrategias de adaptación a la dureza de la realidad”. El Instituto Cervantes de París (http://paris.cervantes.es), el Instituto de México (http://www.mexiqueculture.org), Radio France Internationale (http://www.rfi.fr), la Casa de América Latina, la asociación Unión Latina (http://www.unilat.org), el Colegio de España (http://www.colesp.net) en la capital francesa y el mensual Le Monde Diplomatique (http://www.monde-diplomatique.fr), organizan este galardón, que en la pasada edición recayó ex aequo en Órbitas. Tertulias, del peruano Mirko Lauer, y Las violetas son flores del deseo, de la mexicana Ana Clavel. Por otro lado, la Unión Latina anunció que su premio de fotografía, dotado con 2.000 euros, recayó en el venezolano Julio Armando Estrada Nebreda, de cuyo trabajo el jurado valoró “la extrema precisión de sus vistas panorámicas y la fuerza de sus imágenes en la verdad de sus formas” que le permite captar “en blanco y negro una atmósfera que restituye escenas de la vida cotidiana en Turquía”. El fotógrafo tendrá derecho, además, a exponer sus obras en la galería Renoir del cine La Latina y en la Casa de América Latina de París. El jurado hizo una mención especial a la serie de fotos Depósito de mundos, de la peruana Ana María Castañeda Cano, y Ventanas del pasado, del mexicano Jorge Alberto Sánchez Rodríguez. El premio LiberPress RFI fue para la fundación France Libertés (http://www.france-libertes.fr), que preside la viuda del ex presidente francés Francois Mitterrand. El jurado destacó “su contribución a la defensa de las libertades individuales y colectivas y de los derechos humanos, así como su lucha por la preservación y defensa de la diversidad medioambiental, especialmente para un bien colectivo de primera necesidad como es el agua”. En la categoría de cine el galardón recayó en José María Berzosa por “el conjunto de su carrera y obra cinematográfica basada en la defensa de los derechos humanos y las libertades democráticas”. Fuente: EFE *** Entregados premios a liceístas escritores en Venezuela Con el poemario titulado El pájaro Pez, la joven caraqueña Mariana Eloísa Martínez, de tan sólo 13 años, se llevó el primer lugar del Concurso Nacional de Poesía para Liceístas 2006 que otorga la Casa de las Letras Andrés Bello, según se anunció el pasado miércoles 13 de diciembre. El galardón tiene como objetivo brindar un reconocimiento a la poesía joven de Venezuela e impulsar el desarrollo de este género literario en el país. “Calidad en el lenguaje, originalidad en las metáforas y enlace entre la expresión y el sentimiento fueron los elementos que predominaron en los poemas ganadores”, expresó la coordinadora de Poesía de la Casa Nacional de la Letras, Maritza Jiménez. La joven ganadora, quien tiene un blog en el que publica sus poemas (http://elhadapoeta.blogia.com), deslumbró a los jueces Luis Alberto Crespo, Laura Antillano, Antonio Trujillo, Maritza Jiménez y Santos López, quienes quedaron atrapados en sus versos. El Centro Educativo Profesores de la Universidad Central de Venezuela falló a favor de Martínez, quien se hizo acreedora de un diploma y la suma de 1.800.000 bolívares. Asimismo, Maritza Jiménez, integrante del jurado, dijo: “La emoción es la medida para saber si un poeta es bueno o no”. Con esta premisa, otorgaron el segundo lugar a Vicseli Martínez, del Liceo Bolivariano Egidio Montesinos, del estado Lara, con su poemario Sol de palabras. El tercer puesto correspondió a Guillermo Leal con su escrito Por qué lo haré, que con sus otros dos compañeros sobresalió en este concurso donde participaron más de 350 liceístas de las instituciones educativas de todo el país. Según la coordinadora de Poesía, además de los premios entregados, que incluyeron bolsas de trabajo a otros 15 concursantes, se publicará una antología que registrará a algunos poemas participantes. Muchos de los participantes han integrado talleres literarios, que a juicio de Luis Alberto Crespo, quien preside la Casa de Bello, son herramientas que se han convertido en una institución en Venezuela. Fuente: RNV *** Portal para las letras gallegas creará la Biblioteca Cervantes La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (http://www.cervantesvirtual.com) creará durante 2007 un portal dedicado a las letras gallegas, un proyecto que se centrará en la literatura escrita en gallego y que se iniciará con la incorporación de la obra de Henrique Neira Pereira, informó la institución en una nota emitida este jueves 14 de diciembre. Además, la biblioteca trabajará durante el próximo año para completar su catálogo de “autores imprescindibles” de la literatura española y celebrará el VIII Centenario de la redacción del Cantar de Mío Cid, de Per Abbat, con la puesta en marcha de un Aula Virtual sobre la obra, que pondrá a disposición de los usuarios materiales didácticos y de investigación. Esta institución, cuyo patronato se ha reunido para hacer balance de las actividades desarrolladas durante 2006 y programar las de 2007, desarrollará también un nuevo portal temático denominado Biblioteca Virtual Escolar, una iniciativa con la que se contribuirá “a fomentar la lectura y a facilitar el acceso a recursos para el aprendizaje a través de la literatura”. En cuanto a los fondos literarios, la Biblioteca Virtual inaugurará nuevas secciones, como una Biblioteca de Traducciones Españolas —sobre ediciones en España de textos escritos en otras lenguas de autores de los siglos XVIII y XIX— o un portal dedicado a la literatura de mujeres en España. Además, autores como Manuel Alvar y Sebastián Mariner tendrán una página propia dentro de la biblioteca, que continuará su ampliación del catálogo de autores que forman el portal de poesía contemporánea. Según informa la biblioteca, también se reforzará la dimensión iberoamericana, para lo que ampliará su colaboración con diferentes instituciones y creará nuevos proyectos, como el portal nacional de Argentina, el “Diccionario de autores literarios de Venezuela”, o un portal temático dedicado al “Cuento Latinoamericano Contemporáneo”. También se creará una “Biblioteca de Viajes y Viajeros Españoles”, que abarcará la obra de autores desde la Edad Media hasta nuestros días, y que se enriquecerá con los fondos del Instituto de Historia del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC, http://www.csic.es), institución que inició en 2006 una colaboración con la biblioteca. La biblioteca incorporará también los fondos más relevantes de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (http://rabasf.insde.es), como colecciones de dibujos, libros de actas de sus sesiones celebradas entre 1752 y 1900 o de la Comisión Central de Monumentos Históricos y Artísticos y de las Comisiones de La Coruña, Lugo, Madrid, Murcia, Orense y Pontevedra. También ampliará los contenidos de su Biblioteca de Signos, especialmente concebida para personas con discapacidad auditiva, con la incorporación de nuevos materiales didácticos que faciliten el aprendizaje de la Lengua de Signos Española (LSE), y la inclusión de videos signados con varios cuentos infantiles —como Juan Sin Miedo y Blancanieves— y de obras de Gustavo Adolfo Bécquer, entre otros autores. La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes, nacida el 27 de julio de 1999 por iniciativa de la Universidad de Alicante (http://www.ua.es), el Grupo Santander (http://www.gruposantander.es) y la Fundación Marcelino Botin (http://www.fundacionmbotin.org), está presidida por el escritor Mario Vargas Llosa y, desde su nacimiento, ha servido más de 350 millones de páginas, lo cual implica una media diaria de más de 350.000 visitantes. Fuente: EFE *** Universidad de Arizona confiere honoris causa a Carlos Monsiváis La estadounidense Universidad de Arizona (UA, http://www.arizona.edu) otorgó al escritor mexicano Carlos Monsiváis, este sábado 16 de diciembre, un doctorado honoris causa por su distinguida trayectoria de 40 años en la narrativa cultural e histórica. La ceremonia se celebró en el marco del fin del ciclo escolar de la casa de estudios ubicada en la ciudad de Tucson, Arizona, a unos 200 kilómetros al sureste de Phoenix. Un comunicado de la mencionada casa de estudios califica al escritor como “el principal historiador cultural, académico independiente e intelectual mexicano” y pone en relieve “sus crónicas de la vida en México y su inmensa capital”. Según la UA, “durante los pasados 40 años Monsiváis ha documentado los cambios educativos, culturales y políticos de México y ha publicado más de 25 libros y cientos de artículos”. El ganador del 16º Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo aprovechó su visita a la universidad para ofrecer una conferencia el jueves 14 sobre “El acceso literario y cultural en los tiempos globalizados del mercado”. Monsiváis ha sido colaborador en diversos diarios y revistas de su país, de América Latina y Estados Unidos, y sus obras abarcan temas desde políticos hasta religión, defensa de derechos indígenas, multiculturalismo, globalización, música, cultura y lenguaje popular, además de abordar temas de fotografía, cinematografía, pintura, folklore, así como el respeto a la preferencia sexual y cuentos cortos. La UA destacó que el galardonado ha recibido varios títulos académicos honorarios de diversas instituciones y prestigiosos premios de literatura y cultura. Su primera obra, una colección de ensayos, traducida en inglés fue publicada en 1997 por la editorial Verso bajo el título de Mexican Postcards (Postales mexicanas). La premiación de Monsiváis en la UA fue organizada por las facultades de Humanidades y Lenguas. Fuente: Notimex *** Junta de Andalucía podría estar interesada en la casa de Aleixandre El portavoz de la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre, Alejandro Sanz, se reunirá la próxima semana con representantes de la Junta de Andalucía, quienes podrían estar interesados en adquirir el inmueble del poeta sevillano, según se informó este domingo 17 de diciembre. En septiembre pasado, esta asociación convocó una concentración para denunciar la “pasividad y desidia” de las instituciones para completar las gestiones de compra de la casa del Premio Nobel, en la madrileña calle de Velintonia, para convertirla en sede de la futura fundación del poeta y Casa de la Poesía. Asimismo, el diputado del Grupo Parlamentario Mixto (BNG), Francisco Rodríguez Sánchez, ha presentado una pregunta a la mesa del Congreso sobre la posible disposición que tiene el gobierno para que la casa del poeta Premio Nobel Vicente Aleixandre forme parte del patrimonio público y se destine a centro de documentación y estudio de la poesía del siglo XX. Hace unos meses se creó una comisión técnica integrada por el Ministerio de Cultura, la Comunidad de Andalucía y el Ayuntamiento de Madrid para buscar un posible finalidad a esta casa, tras la insistencia de poetas, artistas, y asociaciones. Desde ese momento, los herederos de Aleixandre esperan que las tres administraciones les presenten una oferta acorde con los precios del mercado porque si no venderían el inmueble a un particular. Amaya, la sobrina de Vicente Aleixandre, aseguró que no podía esperar “mucho tiempo sin buscar otros compradores” y advirtió que ya han tenido ofertas de varios particulares. El chalet ya está tasado a “un precio razonable acorde con el mercado”, comentó. La casa está situada cerca de la Ciudad Universitaria y cuenta tres plantas de 200 metros cuadrados cada una, más un jardín. “No hay mucho interés por parte de las instituciones”, advirtió. Por su parte, la Asociación de Amigos de Vicente Aleixandre también ha remitido un escrito al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, y a la Fundación Nobel, “para explicar cómo se trata la memoria histórica y el legado de un Premio Nobel en nuestro país”, explicó Sanz. “Todo han sido promesas y palabras vacías”, declaró el portavoz de la asociación, quien asegura que los familiares no van a “regalar la casa” porque este inmueble, podría tener un alto precio en el mercado inmobiliario. “Hay una falta de voluntad política total”, advirtió. “Nos fuerza, a quienes sabemos lo que representa Velintonia 3 en la historia de la literatura y de la poesía, a seguir luchando con todo nuestro empeño y nuestro amor por Vicente y por lo que representa”, destacó. “Vamos a seguir dando la nota, subiendo el tono, porque esta situación es inaguantable, una tomadura de pelo”, aseveró. La asociación de amigos de Vicente Aleixandre inició en marzo de 1995 una campaña de protesta —encabezada por José Luis Cano— para denunciar “el incomprensible y lamentable abandono institucional” que padecía el histórico inmueble de Velintonia 3 desde la muerte del poeta. En dicha campaña se recogieron las firmas de prestigiosos intelectuales, poetas y amigos del Nobel, entre los que se encontraban Carlos Bousoño, Leopoldo de Luis, José Hierro, Claudio Rodríguez, Antonio Colinas, Fernando Lázaro Carreter, Francisco Brines, Francisco Nieva, Javier Marías y muchos otros. También se unieron a esta iniciativa diversas y prestigiosas instituciones culturales y fundaciones como el Centro Cultural Generación del 27, la Fundación Federico García Lorca, la Fundación Gerardo Diego, el Ateneo de Madrid, la Real Academia Española, la Asociación de Hispanistas Italianos, la Fundación Cultural Miguel Hernández o el Instituto Cervantes. Fuente: Europa Press *** Discutirán en Cuba relación de la literatura y el resto de las artes La múltiple relación establecida por la literatura con diversas manifestaciones, como las artes plásticas, el arte audiovisual, la música y la danza, será abordada en el I Coloquio Internacional de Estudios de Diálogos Interartísticos, que bajo el lema “La literatura iberoamericana y su relación con las artes” se realizará desde mañana 19 hasta el 22 de diciembre en el Centro Hispanoamericano de Cultura, en La Habana. Convocado por esa institución patrimonial de la Oficina del Historiador de la Ciudad (OHCH, http://www.ohch.cu) y la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La Habana (http://www.uh.cu), el evento será motivo de reunión de escritores, ensayistas, críticos, profesores e investigadores, quienes disertarán en torno a los siguientes temas: literatura y artes visuales, literatura y arte audiovisual, literatura y música, literatura y danza, entre otros. Una de las zonas de mayor interés en los estudios interdisciplinarios y culturales actuales es la encargada de los fenómenos de transtextualidades interartísticas, intermedialidades y todo tipo de contactos entre las diferentes artes; de manera particular, la teoría literaria y la literatura comparada han investigado los vínculos entre esta especialidad y las demás manifestaciones artísticas. En su devenir histórico las letras hispanoamericanas cuentan con numerosos y renombrados autores, quienes han enriquecido su trabajo creativo con préstamos de procedimientos, técnicas y todo tipo de asociaciones, procedentes de otras artes. Enfoques actualizados sobre la génesis, el desarrollo y la madurez de las literaturas iberoamericanas serán debatidos por los asistentes al I Coloquio Internacional de Estudios de Diálogos Interartísticos, que en breve se desarrollará en la capital cubana. Fuente: OHCH *** Celebrarán en Chile 7º Festival de Cine Caverna Benavides Hasta el próximo miércoles 27 es posible inscribirse en el 7º Festival de Cine Latinoamericano Caverna Benavides, que se celebra anualmente en el interior de una caverna natural a orillas del mar en la comuna de Lebu, Región del Bío Bío (Chile), y cuya actividad culminante es la realización de un cortometraje en el que participan los invitados y que se proyecta durante la noche de clausura. El festival se realizará entre el 25 y el 28 de enero de 2007, cuando más de 2.000 personas asistirán a funciones con lo último y lo mejor del cine chileno y latinoamericano. Además el festival comprende actividades como talleres, charlas, seminarios y un espacio especial para los niños. Con el objeto de ofrecer a los realizadores audiovisuales chilenos y latinoamericanos un espacio de difusión y competencia, el festival promueve la producción audiovisual de calidad técnica y artística, facilitando y creando redes de apoyo y contactos, todo bajo la organización de la Agrupación Cultural Festival de Cine Caverna Benavides, a cargo de la comunicadora audiovisual Claudia Pino Saravia. En años anteriores el festival ha producido los cortometrajes El mensaje (2006) y La caverna (2005). Han participado actores de la talla de Liliana Ross, Gabriela Aguilera, Cristián Arriagada, Juan Pablo Miranda, Mauricio Diocares, y otras personalidades como el cineasta Silvio Caiozzi, la montajista Carmen Brito, el gerente de cine Hoyts Francisco Schlotterbeck, el periodista Daniel Olave, entre otros. Los participantes pueden presentar sus videos en formatos DVD, MINI DV y DV CAM bajo la norma NTSC. El festival comprende las categorías Video Ficción Latinoamericano, para obras de ficción de hasta 30 minutos; Video Documental Latinoamericano, para documentales de hasta 40 minutos; Video Ficción Regional Premio Bicentenario Canal 13 Cortometraje Ficción, para obras de ficción realizadas en regiones y en las que se destaque paisajes, personajes o temas de interés regional, con una duración de hasta 30 minutos, y Video Documental Regional, para documentales sobre temas regionales de hasta 40 minutos. Además se otorgará un Premio del Público, mediante votaciones, al mejor largometraje chileno o extranjero. En todos los casos el video debe haber sido terminado de agosto de 2005 en adelante. Para mayor información es preciso llamar a los teléfonos (56-2) 2254039, (09) 8880863 y (09) 4004834, o escribir a los correos cinecavernabenavides@yahoo.es o cinecavernabenavides@gmail.com. También se puede revisar la página (http://www.festicinecavernabenavides.cl) o el fotolog (http://www.fotolog.com/festivalcaverna) del festival, donde es posible obtener las bases completas del evento. Fuente: Web del festival *** Poetas de todo el mundo volverán a Granada La tercera edición del Festival Internacional de Poesía de Granada reunirá a 113 poetas de 45 países en esa ciudad nicaragüense entre el 6 y el 10 de febrero del año próximo, anunciaron fuentes del comité organizador. El poeta Francisco de Asís Fernández, quien preside el evento que se realiza desde 2005, dijo el pasado martes 5 de diciembre en rueda de prensa que el festival de 2007 estará dedicado a los poetas nicaragüenses ya fallecidos Pablo Antonio Cuadra y Manolo Cuadra. La primera edición del festival estuvo dedicado a Joaquín Pasos, mientras que el año pasado se rindió homenaje a José Coronel Urtecho. El festival tiene como objetivo posicionar a Granada, urbe colonial ubicada a casi 50 kilómetros al sur de Managua, como un destino turístico cultural en América, además de “contribuir a que la ciudad sea declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco, y situar a Nicaragua en la agenda cultural del mundo contemporáneo”, agregó Fernández. Entre el centenar de poetas que ya han confirmado su asistencia se encuentran los españoles Luis Antonio de Villena y Luis García y los cubanos Waldo Leyva y José Luis Moreno. Fernández dijo que se cursó una invitación al cantautor cubano Silvio Rodríguez, pero que hasta el momento no se había podido establecer comunicación con el trovador y poeta de la isla caribeña. El país anfitrión estará representado por la poeta Gioconda Belli, a quien se sumarán Blanca Castellón, el propio Fernández y otros reconocidos artistas de la nación centroamericana. Fuente: Prensa Latina ||||||||||||||||||||||| ARTÍCULOS Y REPORTAJES |||||||||||||||||||||| === Nuestra época nos ha dejado hablando solos Osiris Vallejo ======== José Emilio Pacheco, ese agudísimo poeta mexicano, tiene toda la razón cuando, al reflexionar sobre el papel de la poesía, el poeta y la relación de ambos con el tiempo actual, sentencia que “quizá no es tiempo ahora. Nuestra época nos dejó hablando solos”. No hay duda de que quien escribe poesía en estos tiempos desde una perspectiva un tanto intelectualista, es decir, el poeta que ve en Octavio Paz a un maestro y en José Ángel Buesa a un decimero culto, se va convirtiendo en una especie de dinosaurio. Ya casi nadie lee poesía. Casi todos los poetas están reducidos a un ámbito en que sólo los leen otras bestias de su especie. Algunos otros corren la suerte, mala o buena, quién lo sabe, de habitar tan sólo los predios de la academia. Es decir, que son una especie de ratas de laboratorio. Su poesía es algo que los estudiantes son obligados a sujetar con pinzas, a hervir en tubos de ensayo. Ahora bien, sépase que no digo esto en son de queja; no, al contrario. Aunque suene mal, tengo la percepción de que, como diría el genio de Nietzsche, lo bueno es cosa de pocos. No nos llevemos a engaño. Escribir poesía es un oficio profundamente elitista, lo queramos o no. Claro, aquí aparecerá aquel poeta o intelectual que se ponga de pie e, indignado, levante el dedo índice para aclarar (¿?) que él no es ni ha pretendido jamás ser miembro de élite alguna. Sin embargo, es casi seguro que quien así se exprese esté siendo víctima de alguna atadura ideológica que le impida transitar por el sendero de la honestidad. Ser artista es ya, en esencia, formar parte de una élite. El hecho evidente de que la poesía actual huye desesperadamente hacia sí misma, que implosiona, es virtualmente irrebatible. Ya no es cosa de neófitos. Yo suelo ocuparme de un ejercicio muy eficaz para comprobar cuanto he dicho. Tengo por costumbre (costumbre que no deja de tener cierta dosis de crueldad) escoger poemas de Borges, Lezama Lima, Vallejo (no hablo de Osiris, sino de César), y leérselos a amigos o conocidos que no son muy dados a la lectura. Pocos tienen la menor idea de lo que se escribe en tiempos; ante los versos febriles de un adolescente y el trazo genial de un verso de Borges, se quedan con la febrilidad del adolescente. Si realizo ese ejercicio frente a una joven de nulas lecturas y le muestro un poema de Borges, las reacciones no dejan lugar a dudas: qué asco; eso no es poesía; qué cosa tan rara; por qué tiene él que ser tan complicado. Si lo que le he mostrado es un poema en prosa, me enrostra: pero eso no rima; me quedo con Buesa. Luego se sienta en un cómodo sillón a esperar que llegue la hora en que la televisión le muestre lo último de Corín Tellado. Sin embargo, si el ejercicio al que me he referido se limitase tan sólo a medir los niveles de sensibilidad artística de individuos sin formación en ese ámbito, no estaría yo confirmando más que lo que ya se sabe desde tiempos inmemoriales: que las masas existen. Lo que tal vez sí es un elemento relativamente nuevo es que incluso quienes supuestamente poseen o deberían poseer un grado de cultura o sofisticación académica medianamente respetable: profesores de escuela, estudiantes universitarios, periodistas, etc., han dejado de leer poesía. He aquí la prueba más contundente de nuestro viaje irremediable hacia el soliloquio al que se refiere José Emilio Pacheco. No hay duda, “nuestra época nos ha dejado hablando solos”. ** Osiris Vallejo ovallejo@chcany.org Escritor dominicano (1971), residente en Estados Unidos desde 1990. Ha publicado los libros Saint Domingue, 2044, poemario con el que obtuvo el premio Letras de Ultramar, que otorga la Secretaría de Estado de Cultura (2005), y Cicatriz, una colección de cuentos fantásticos. Ha recibido varios premios literarios por trabajos de ficción, entre ellos el segundo lugar en el concurso internacional de cuentos Casa de Teatro, 2003. Tiene una licenciatura en Ciencias Sociales de City College of New York (http://www.ccny.cuny.edu). Artículos y textos literarios suyos suelen aparecer en periódicos dominicanos y extranjeros. === En torno a La enfermedad de Barrera Tyszka Rafael Rattia ========= Tal como apunta el magnífico crítico literario Luis Barrera Linares, la narrativa venezolana vive actualmente uno de sus momentos de mayor esplendor; la obtención por parte de Alberto Barrera Tyszka del XXIV Premio Internacional Herralde de Novela el pasado mes de noviembre en España no sólo patentiza el certero acierto de nuestros más acuciosos, inteligentes y respetados estudiosos de nuestras letras patrias sino que la merecidísima concesión de tan importante galardón literario de renombre mundial le confiere un plus de reconocimiento a la paciente labor creadora de una de las sensibilidades literarias más sólidas que ocupan el proscenio de nuestro panorama narrativo nacional de las dos últimas décadas. La columna vertebral de esta magistral ars narrativa se sostiene en la impecable invención de dos personajes capitales: Ernesto Durán y Javier Miranda; el primero es un caso clínicamente perfecto como objeto de estudio de la psiquiatría analítica, mientras que el segundo es la típica realidad trágica de uno entre tantos casos de enfermos de cáncer que caracterizan a nuestras sociedades occidentales. Decenas de microhistorias y de larvarias anécdotas transversales conforman redes paralelas que crean un complejo tejido narrativo literalmente imposible de dejar a un lado una vez que el lector se siente cautivo en sus irresistibles historias. Barrera Tyszka hace gala de un sui generis registro lexicográfico y, sabiéndose dueño absoluto de un manejo cabal del complejo mundo de la medicalización, nos lleva a sus lectores de la mano hacia ingrávidos universos ficcionales donde señales verbales distantes de nuestra cotidiana condición de individuos sanos, rozagantes y plenos de vida y salud impregnan nuestro capital sensitivo en tanto lectores. Ambientes conformados por departamentos de radiología y quimioterapia, mascarillas quirúrgicas, placas de tórax, transparencias duras, batas verdes, luces blancas de quirófano y toda una retahíla de expresiones específicamente médicas nos siembran en nuestra psique de lectores aprehensibilidades y climas mentales de singulares índoles. La novela de Barrera Tyszka como ambicioso programa narrativo, como decimos en Venezuela, en lenguaje coloquial, “pone el dedo en la llaga” de ese gran mito de la infalibilidad de la existencia y de la invulnerabilidad de la vida. Inclusive, el autor va más allá y nos espeta en pleno rostro: “¿por qué nos cuesta tanto aceptar que la vida es una casualidad?”. La enfermedad posee muchísimas virtudes como gesta narrativa. Un lenguaje pulcro e irrefutablemente decantado; exento de ripios léxicos. Frases exactas y cortantes dueñas de una profunda sencillez expresiva que jamás hacen concesiones a la odiosa presunción de expresividad vacua. Para decirlo pronto y con pocas palabras: he aquí la novela que conjuga con singular maestría literaria la emoción y la razón en una dupla insuperable. La ternura, el audaz divertimento narrativo y la perturbadora y lancinante tragedia de la familia Miranda personificado en ese universo filial y afectivo (padre e hijo) aherrojado por la desdicha de quien se sabe inexorablemente condenado a morir sin poder evitar lo irremediable. Confieso enternecerme hasta las lágrimas por la inclaudicable persistencia que muestra el personaje Ernesto Durán al intentar una relación epistolar con el doctor Andrés Miranda que, más que una equívoca vía de consecución de la sanación de su hipocondría, lo subsume en las terribles mieles de un padecimiento ontológico mayor: una ansiedad psíquica irresoluble. Particularmente le atribuyo extraordinarios poderes salutíferos a esta excelente novela de Barrera Tyszka: nos recuerda —junto con Robert Burton— que “la enfermedad es la madre de la modestia”. No deja de recordarnos que los seres humanos no somos más que cadáveres ambulantes ataviados de rutilantes y míseras fachendas prontamente corruptibles. En este sentido, La enfermedad puede leerse como un tratado de urgencia de lo peor. Basta que estemos sanos para enfermar y degradarnos hasta la indecencia; basta que estemos vivos para morir en menos tiempo de lo que imaginan nuestros semejantes. ** Rafael Rattia rrattia@gmail.com Escritor venezolano (Delta del Orinoco, 1961). Historiador egresado de la Universidad de Los Andes (ULA, http://www.ula.ve). Fue director-fundador del Archivo Histórico del Delta, director de la Biblioteca Pública Central Andrés Eloy Blanco y coordinador de Actividades Literarias del Ateneo Internacional de Fronteras Casa de las Aguas. Ha publicado el poemario La pasión del suicida y dirige Laberintos de Agua, la página literaria semanal del diario Notidiario (Puerto Ordaz). Textos suyos han aparecido en el suplemento literario Verbigracia, el suplemento cultural de Últimas Noticias, El Impulso, Frontera y la revista Ateneo de Los Teques, así como en las revistas electrónicas El Invencionero (http://web.jet.es/enseres), Casi Nada (http://usuarios.iponet.es/casinada) y Sólo Texto (http://solotxt.freeservers.com). Mantiene una bitácora personal en http://rattia.blog.com. === Alejandro Jodorowsky: “La vida es un milagro continuo” ================ === Benedicto González Vargas ============================================= Es un chileno reconocido internacionalmente, pero muchos compatriotas suyos no lo conocen, evidentemente tiene ya su buena cuota de edad, pero según una reciente edición de la revista Uno Mismo, “no es viejo”. En esa misma revista se afirma que él se declara ni de izquierda, ni de derecha, sino “de extremo centro”. Lo que pasa es que nada es predecible o fácil de poner en moldes comunes cuando hablamos de Alejandro Jodorowsky, poeta, narrador, cineasta, filósofo, dibujante, guionista, actor mimo, relator de cursos de creatividad, tarotista y últimamente psicomago. Gurú desde siempre. Su palabra fácil, su gesto amable, su humor irrenunciable y sus profundas ideas espirituales producto de la fusión de búsquedas y encuentros múltiples con otros espíritus tan abiertos como el suyo, hacen de él un personaje admirado profundamente por quienes lo leen o lo escuchan. Sin lugar a dudas élites intelectuales o espirituales, si se quiere, pero no la gran masa que lo ignora, aunque de seguro caería rendida a sus pies si se lo encontraran en una esquina de la plaza leyendo gratis el tarot a decenas de personas, como suele hacerlo en París. Respecto de sus búsquedas y encuentros, consultado por Marcelo Padilla responde con un perfecto kohan zen: “Unos vienen, otros van, yo soy una piedra en el camino” y se explaya en ideas relativas a la eterna permanencia del ser, encarnado o desencarnado y a lo que él llama “Permanente Impermanencia”. Un tema que cruza todas sus múltiples inquietudes es la omnipresente intención de encontrar fórmulas para transmitir mensajes plenos de optimismo, es su forma de mantenerse atento, con los ojos bien abiertos, con la lámpara de la conciencia brillando más que nunca, como si él mismo encarnara el noveno arcano del Tarot, pero se apresura a aclarar que antes quería ser maestro, pero ahora se conforma “con seguir siendo alumno”. Pero eso no es verdad, es un Maestro y lo ha sido en cada una de las actividades que ha emprendido, actualmente busca por todos los medios a su alcance demostrar la permanente presencia de los milagros en la vida y nos aclara taxativo que lo importante no es “aprender a hacer milagros, sino que aprender a verlos”. Lo que no constituye la declaración pasiva de un sujeto sobre quien obran las tendencias fatales del destino, sino la activa búsqueda del asombro y del reconocimiento de la vida que, para él, es un milagro continuo. Hace algún tiempo atrás, Marcela Fernández, del suplemento cultural argentino Ñ del diario El Clarín, lo entrevistó en una de sus visitas a Buenos Aires y le consultó respecto de sus inquietudes sociales y de la posibilidad de volcarlas en la arena política. Genio y figura, Jodorowski responde con palabras de antología: “Yo no creo en la revolución política, yo creo en la re-evolución poética. La poesía salvará al mundo, es decir, la belleza, porque todos los problemas son por fealdad. Ya no hay problemas nacionales. Es un todo interconectado. La política es fea, la economía es fea, la arquitectura es fea. Hemos perdido la meta que es la belleza. El hombre no puede alcanzar la verdad, pero puede alcanzar su resplandor que es la belleza. Es feo hacer sufrir a alguien, es feo que la gente se muera de hambre, es feo que alguien tenga el poder en esa forma, es feo que los hombres estén separados de las mujeres y las aplasten, es feo que haya guerras, es feo que las religiones se peleen entre ellas. Es feo que haya un papa soltero, viejo, pudriéndose sin una mujer, o que el Dalai Lama cobre para venir a dar sus conferencias. ¿Por qué pagarle a un tibetano que dice lugares comunes? Estoy escandalizado. Es feo que la gente se ande uniformando, los soldados son feísimos. Es feo que haya animales encerrados en un zoológico, es feo que estén matando a las especies, es feo que estén envenenando el planeta, el petróleo es feo”. A esta lista potente y apabullante, Jodorowsky agrega que “la belleza no es una definición conceptual, sino algo que se siente. Llamar bello a todo lo que es útil para la sobrevivencia equilibrada de la vida, del mundo. Si este edificio me enferma, es feo; si me da salud, es bello. Si un árbol que tú piensas que es bello tiene un fruto que envenena, en realidad es feo. Un árbol torcido que tiene frutos que te alimentan bien, es bello”. Toda su literatura y su obra artística trasunta esta forma limpia, aunque no simple, de ver la vida, de un optimismo desbordante, pero que no pierde la capacidad de vincularse con lo práctico de la vida, un breve poema suyo dice: “No es lo que será / no es lo que fue / no es lo que quiero / es lo que es”. Alejandro Jodorowsy Prullansky, chileno, nacido en 1929, es sin lugar a dudas uno de los artistas más lúcidos y universales que ha producido la literatura y el arte chileno en general. Va por el mundo con su cabellera platinada y su aura de maestro, con su positivismo contagiante, pero, sobre todo, con una humildad tan honesta como sabia. ** Benedicto González Vargas rector@univirne.cl Profesor y escritor chileno (Padre Hurtado, 1965). Ha publicado El ermitaño (Editorial Café Con Leche, 2000) e Índigo, los niños de la Nueva Era (Ediciones de la Univirne, 2002). También participó en el libro 2000, el futuro presente (Editorial Letralia, 1999), con un ensayo sobre ciencia ficción. Actualmente cursa un Magister en Educación en la Universidad Diego Portales e imparte clases de literatura en los colegios Alexander Fleming y San Marcos, de Santiago de Chile. Desde 2001 es miembro de la Sociedad de Escritores de Chile. Mantiene un blog sobre literatura en http://www.atinachile.cl/blog/10092. === Enrique Amorim, oteando la realidad Aldo Roque Difilippo ========= Es uno de los grandes escritores uruguayos, pero aún hoy es un autor que pese a la excelencia de su obra sigue sumido en un cono de olvido, siendo casi nulas las reediciones de sus textos. Enrique Amorim nace en Salto el 25 de julio de 1900, hijo de un estanciero uruguayo de origen portugués y de una uruguaya de origen vasco, y en cuarenta años de actividad creadora (1920-1960) desarrolló una vastísima producción, destacándose sus novelas, donde puede apreciarse toda la intensidad del creador. En una demoledora producción literaria: 11 libros de poemas, 14 libros de cuentos, 14 novelas, y 5 obras de teatro. Falleciendo el 28 de julio de 1960. Pasear el espejo Amorim se definía como “un escritor realista” y “al servicio de la realidad”. Ya que “si la realidad no se deja atravesar por el prisma del artista no es válido el texto, no es literatura. (...) Tener la fortuna de haberse cruzado con algunos bichos raros no es obra de escritor, es más bien trabajo de filatelista, de botánico o de lepidóptero. Pienso que una rata que atraviesa la viga de una isba en una narración de don Fedor Dostoievski es una rata de don Fedor, y nada más y nada menos que suya. Copiar la vida no me da ningún placer. Pasear el espejo por el paisaje, sí, siempre que el espejo tenga marco, sea capaz de deformaciones y al pasaje lo seleccione yo”. Otear la realidad “De los novelistas cuyo tema es el campo, ninguno tan verídico y tan intenso como Enrique Amorim”, afirmó Jorge Luis Borges, y al momento de referirse a La carreta, una de sus más recordadas creaciones, expresó que la novela nos envuelve en el hálito áspero de esa tierra “de gauchos contrabandistas, de callejones donde el viento se cansa, de altas carretas que traen un cansancio de leguas. Tierra de estancias que están solas como un barco en el mar y donde la incesante soledad aprieta a los hombres”. Emir Rodríguez Monegal expresa que “si Amorim sólo hubiera mostrado y denunciado, si Amorim sólo hubiera levantado velos, descorrido cortinas sobre nuestra realidad del campo y la ciudad, su obra (aunque valiosa como documento) sólo sería obra de testigo. Serviría a los fines de la historia, no a los de la literatura. Pero Amorim ha sabido trasmutar en las mejores de estas diez novelas (aunque no en todas) esa materia documental en arte”. Serafín J. García resalta las cualidades de Amorim como novelista por sobre sus otras facetas, afirmando en forma categórica que “sólo hemos tenido antes de él dos grandes autores de su alcurnia”, Eduardo Acevedo Díaz y Carlos Reyles. Arturo Sergio Visca puntualiza que Amorim “otea la realidad. Busca raíces. Se empapa de esencias. Y se complace de reelaborar todo eso con poético realismo, sin que la conceptualización estorbe esa reelaboración”. Algo que más allá de algunas discrepancias de estilo le llevó a afirmar a Mario Benedetti que en Amorim “habría que reconocer que esa peculiar correspondencia de su obra con sus intuiciones, de su oficio con su olfato de artista, le han permitido integrar la escasa nómina de los novelistas uruguayos que verdaderamente importan”. Seguramente porque como el mismo Enrique Amorim afirmaba: “Estoy inscripto en la tradición nacional, y los movimientos estéticos extranjeros no son nada más que eso... ‘movimientos’: cambios, modas, paparruchadas al fin”. Sus libros Poemas: Veinte años (1920), Un sobre con versos (1925), Visita al cielo (1929), Cinco poemas uruguayos (1935), Cuadernos salteños (1942), Quiero (1954), Sonetos de amor en octubre (1955), Sonetos de amor en verano (1957), Mi Patria (1960), Digo Fidel (1960), Poemas para todos los días (1960). Cuentos: Amorim (1923), Tangarupá (1925), Horizontes y bocacalles (1926), Trafico (1927), La trampa del pajonal (1928), La Plaza de las Carretas (1937), Presentación de Buenos Aires (1937), Historias de amor (1938), Del 1 al 6 (1932), Después del temporal (1953), Los pájaros y los hombres (1960), Temas de amor (1960), Miel para la luna (póstumo, 1969), El ladero (póstumo, 1970). Novelas: La carreta (1932), El paisano Aguilar (1934), Presentación de Buenos Aires (1936), La edad despareja (1938), El caballo y su sombra (1941), La luna se hizo con agua (1944), El asesino desvelado (1945), Nueve lunas sobre Neuquén (1946), Corral abierto (1956), Los montaraces (1957), La desembocadura (1958), Feria de farsantes (1952), Todo puede suceder (relato, 1955), Eva Burgos (1960). Teatro: La segunda sangre (1952), Pausa en la selva (1952), Yo voy más lejos (1952), La alameda perdida (1953), Don Juan 38 (1959). ** Aldo Roque Difilippo aldodifilippo@adinet.com.uy Periodista y escritor uruguayo (Mercedes, 1966). Ha publicado el libro de cuentos Verdades a medias (dos tomos, coautor con Wilson Armas) y una serie de investigaciones literarias e históricas en el suplemento Lecturas de los Domingos del diario La República, y en la revista Posdata (Montevideo). Desde 1991 trabaja como corresponsal en Soriano para el diario La República de Montevideo. === Las falsas actitudes del agua, de Andrea Cabel ======================== === Miguel Ildefonso ====================================================== Las falsas actitudes del agua Andrea Cabel Esquina de Papel. Lima, 2006 La falsedad en la poesía no es una falta a la verdad tanto como la revelación de la esencia misma de las cosas; se relaciona, en todo caso, no al ocultamiento sino a un tipo de mutación de la verdad. La actitud para tal tarea es una postura variable, depende del ánimo del poeta así como de la relación que hay entre el poeta y el lenguaje. El agua, símbolo tan antiguo como la poesía misma, según Gastón Bachelard en El agua y los sueños, “es realmente el elemento transitorio (...). El ser consagrado al agua es un ser en el vértigo. Muere a cada minuto, sin cesar algo de su sustancia se derrumba. La muerte cotidiana (...) es la muerte del agua. El agua corre siempre, el agua cae siempre, siempre concluye en su muerte horizontal (...): la pena del agua es infinita”. O en palabras de Cabel: “los encontré verdes y sin fondo. / estaban ahí, / con el vértigo imposible. Con las ganas maltrechas / yo los miré, / adorando la ventana, queriendo irme con ella”. Podría señalarse que Las falsas actitudes del agua de Andrea Cabel apunta a un develamiento, al desenmascaramiento de las falsas actitudes de la muerte ante el amor, y viceversa, en un devenir cotidiano y mítico a la vez. Siguiendo a Bachelard: “El agua se ofrece, pues, como un símbolo natural de la pureza; da sentidos precisos a una psicología prolija de la purificación”. La búsqueda de dicha purificación, que encontramos además en el nombre del personaje principal de la segunda sección del poemario (Fruta partida, el pecado), Salvador —búsqueda muy presente en la poesía peruana desde los 90s, léase Montserrat Álvarez, José Carlos Irigoyen o Cecilia Podestá— es también la búsqueda de un nuevo lenguaje. El ritual de purificación (“esa tarde, el mundo se partió en dos. / en un lado salvador y en el otro ella. / el mundo renacía / y yo era capaz de renacer en él”) va íntimamente ligado a la purificación de las palabras. La apuesta de Cabel está en la metáfora, en la imagen poética y el verso libre y experimental, cuyos referentes pueden ser Eielson, Belli o Hinostroza, pero que ella, precozmente, ha sabido penetrar en el fondo: hurgar en la raíz del lenguaje para que brote una voz personal. La poeta se hace lenguaje y sufre los procesos de su propia creación: “yo queriéndote, / tú volando como astro de fuego. / créeme que me derrumbo / ante tu voz que me nombra, / que no hay bastión, ni primavera / ni tabla en mar violento / que no concibo mañanas sin rezarte a mi lado”. Si por un lado hay esta expiación personal dentro del flujo del agua, en un ámbito cerrado, por otro lado hay un mundo exterior que está atravesando la ventana. La imagen de la ventana es importante para traer lo mítico a lo histórico: “no / no hay más miedo que este / que el de la ventana”. Allá afuera hay una realidad diferente en donde ella quisiera buscar: “salí presurosa para ver si existías sobre las cúpulas que alumbraban la ciudad / me arrodillo reptil y roja”. Él también examina lo exterior: “la estrella se fija en el cielo / se contempla enana y azul / salvador la mira por la ventana, / pensando que micaela se le parece”. La imposibilidad de conjugar la poesía con la verdad crea belleza, pero no un reflejo irreal o falso: “tú volviste, dejando a la ventana / volar lejos, / como en un cuento de hadas y vestigios eternos. / el amor, / es como un rayo que galopa / que abre valles / que me devuelve al río, / es un rastro infinito / imposible”. La imposibilidad de seguir aquel rastro hasta el final es la utopía que persigue la poeta en esa inacabable fuente (el lenguaje) y en ese sonoro cauce del agua (el amor). Agua que es vida y poesía, pero que es tránsito. Agua que no transcurre no es renovable, agua detenida no es amor, el amor fluye y tiene que fluir, no es detenimiento ni estancia perpetua: “aún queda la tierra que dejó y el cielo para sembrar...” o “música que no rota / que no se enamora nunca”. El agua no refleja la máscara, el agua nos desenmascara: “Todas las mujeres han sido tú”, nos dice la poeta y es la verdad con la que no siempre se ha creado el amor. El amor que (se) enmascara no es amor, es sólo el amor que se pinta falsamente de apariencias, es amor que busca su detenimiento, por lo tanto va camino a perecer como la falsa belleza: “Una edad de blanco estática, que se destroza en cada norte de incestuoso silencio. Todas las mujeres son lo mismo. La máscara del cielo como estrellas pintándose la boca”. La poesía de Andrea Cabel fluye con la actitud transparente de un nuevo discurso dentro de la poesía peruana, con armónicas sonoridades y coherentes imágenes en donde podemos reconocernos, y saber, sin lugar a equivocarnos, que estamos ante una buena poeta. ** Miguel Ildefonso ildehuan@yahoo.com Escritor peruano (Lima, 1970). Estudió Literatura en la Pontificia Universidad Católica del Perú (http: / / www.pucp.edu.pe) e hizo una Maestría en Creative Writing en la Universidad de El Paso, Texas (EUA; http: / / www.utep.edu). Ha publicado los libros de poesía Vestigios, Canciones de un bar en la frontera y Las ciudades fantasmas. Su poesía ha sido publicada en antologías como La generación del noventa y Poesía peruana siglo XX. Codirige la revista literaria Pelícano. Ha sido finalista en diversos concursos como: Segundo Premio Poesía Juegos Florales Universidad Católica (1991), finalista Premio Poesía Peruano-Japonés (1995), finalista Premio Poesía Copé (1995), Cuarto puesto en el Premio Nacional de Poesía del diario El Comercio (http: / / www.elcomercioperu.com.pe) “Centenario César Vallejo” (1996), Concurso de Poesía Revista Ajiaco, Arkansas Tech University (http: / / www.atu.edu, 2002), Segundo Puesto Poesía Erótica Centro Cultural Español (2003), Mención honrosa en el Concurso de Cuento Las Dos Mil Palabras de la revista Caretas (http: / / www.caretas.com.pe, 2004). Ha ganado los premios: Primer Premio Poesía Juegos Florales Universidad Católica (1995), Primer Premio Copé de Oro Poesía (2002) y Concurso de Cuento “Alfredo Bryce Echenique” (2003). === Los infiernos sutiles de Eduardo Cobos ================================ === Roberto Martínez Bachrich ============================================= Cobos, Eduardo. Pequeños infectos. Caracas: Fundarte: 2005. A quienes hemos leído, dispersos en revistas y periódicos, los relatos, entrevistas, traducciones o reseñas de Eduardo Cobos (Santiago de Chile, 1963), nos extrañaba desde hace rato que ninguna editorial en Venezuela, donde vive hace más de 15 años, o en su tierra natal, le publicara un libro propio. Suponemos que hoy día los buenos editores son una especie en extinción y que en la balanza de la calidad con frecuencia pesa más el brazo equivocado. Suponemos, también, que al mismo Cobos todo esto lo tiene sin cuidado. Quien escribe de verdad no está pendiente de publicar, sino de escribir: todo lo demás es accesorio e irrelevante. Celebramos, de cualquier forma, la publicación de Pequeños infectos, premio Fundarte de Narrativa 2005; y esperamos para él numerosos lectores. Mucho hay de oralidad en estos cuentos: el discurso narrativo y los giros del lenguaje se organizan exactamente como sucedería si cualquiera de estos personajes se levantara de la página impresa, decidido a contar a viva voz su propia historia. Son las voces, entonces, de desplazados por la historia o la sociedad; de marginados por la vida y sus tragedias —públicas o privadas—; las voces, y no los personajes, las protagonistas de muchos de estos relatos. Otras veces el protagonismo se le cede a la atmósfera que se respira en algunos espacios: lugares que han comenzado a latir a la sombra de los sucesos pasados y de las muchas historias de sus habitantes. Algunos personajes saltan sin pudor de un relato a otros y ayudan subrepticiamente a tejer, así, una unidad bien lograda que Pequeños infectos ya tiene, temática y estilísticamente hablando. En otros casos, lo que el autor pone en juego es el simple gusto de contar una historia, que a veces se convierte en muchas sin que una tenga más peso que las demás. En “Beruti”, por ejemplo, a la vida de un grupo de exiliados chilenos y uruguayos en una casa de Buenos Aires, se suman pedazos de la historia latinoamericana y personajes de todo tipo: un renco y una ex puta, vagos y paseantes de toda índole, Perón, Maradona y Mussolini, el fútbol y la guerra de las Malvinas, un alcalde fascista en la Palermo de los 40, mucho vino y algo de marihuana. Lo mismo sucede con un asesinato sin culpas o reconcomios en los días del referéndum chileno que arrancó, al menos superficialmente, a los militares del poder. Exiliados que van y vienen, gente que regresa ante el supuesto cambio de panorama: las historias de múltiples “retornados” que se van entrelazando bajo un común denominador: la espera, el deseo de tener una certeza y a partir de ella recomenzar la vida (“El griego y el Tabo”). En “Hacia la medianoche”, en cambio, una chiquilla descolocada, hija de un inmigrante danés ya muerto, con una madrastra y unas hermanastras que parecen máscaras de un grotesco carnaval infernal, sale a la caída del sol en busca de nuevas experiencias que no está segura de querer, pero que por azares varios del imperio del tedio se convierten en propósitos de acción impostergables. Termina por perder su virginidad con un tipo cualquiera, casi sin enterarse o entender del todo la magnitud del hecho, si tuviese alguna. Personaje memorable, la Ceni Blixen, protagonista de este cuento. “Itaí”, por su parte, es la historia de un pueblo con mucho de absurdo y fantasmal, y la visita de un hombre que busca recuerdos ajenos y sólo encuentra el peso y la densidad de una atmósfera oscura: larvario de extrañamiento y confusión. Al final, sin embargo, ya de salida (en el pueblo no quieren paseantes: atentan contra la salud de su tiempo estancado y su calma de muerte, siempre a la espera de que vengan la arena o el mar y lo hagan desaparecer), parece comprender que ha sido informante y marioneta de quien lo ha invitado allí en su ausencia misteriosa. Luego hay también historias planas y directas: la reconstrucción de una amistad (la amistad viril, un tema rara vez bien tratado, salvo en ciertas viejas películas del Oeste, Howard Hawks mediante) a raíz del suicidio de un famoso actor porno venido a menos por esos infiernos sutiles de la vida cotidiana que nos hunden muchas veces en abismos sin retorno (“Los últimos días de John Mc Cormick”); o la vida de otro exiliado chileno que sale una noche, como tantas, a satisfacer sus urgencias sexuales, pero una vez llegado al bar en el que solucionará su hambre, las cosas se disparan de una manera imprevista a su bolsillo y soledad (“En el Urupagua”, uno de los mejores relatos del libro). Completan el otro polo de variedad esencial en el conjunto, cuentos brevísimos donde una ráfaga de imágenes e ideas abren al lector el hueco en el que él mismo armará la historia (“El refrigerador”, “El mercader”) o relatos, también mínimos, que, a diferencia de los anteriores, no exigen una participación tan activa del lector. Las historias son vulgares, el lenguaje es obvio: pero allí la fuerza, la de un arco narrativo que dispara su flecha y sigue con una mirada no interventora su trayectoria limpia y directa hasta el blanco (cerrado, en el caso de “El banquete”; abierto, pero suficientemente dirigido, en el de “La ruleta”). Cierran el libro un par de textos diferentes al resto: “Una década después” es una deliciosa parodia metaficcional que se vale de autores, obras e instituciones reales para contar, maquillándolos o enmascarándolos, un cierto número de hechos (de la vida y el pensamiento) que se encadenan en el tiempo gracias a ciertas imágenes recurrentes, vicios y manías de los protagonistas (¿y del autor?). No sé si estrictamente hablando sea un relato bien logrado, pero se trata de un texto profundamente divertido y su fuerza, cierta, segura, no abandona la del hecho literario en sí, pues justamente allí la literatura es causa y efecto, centro y suburbio, raíz y fruto de la historia. El último relato es “Ad portas”, y su mérito más grande reside, una vez más, fuera de la historia misma (que no está en el relato sino después de él, en esa delgada frontera que separa al texto literario de la mente —o la panza o el alma o los genitales¬— del lector). Su fuerza, entonces, está en la estructura y en el uso del lenguaje. El autor monta su relato sobre la base exclusiva del diálogo, empresa dificilísima que no muchos han usado con fortuna (unos pocos minimalistas, un par de autores del boom). Por otro lado, para dar naturalidad, veracidad y, simultáneamente, personalidad literaria a esos diálogos, Cobos inventa (o reproduce, que es también una manera de inventar) un particular idiolecto asaz armónico y raro, distinto, con un ritmo cardíaco peculiar. Pequeños infectos nos sitúa, entonces, frente a un cuentista maduro que ya en su primer libro daría mucho de qué hablar, si hacer literatura en Venezuela no fuera como vivir la historia de uno de sus personajes: dejando pasar las calles y los días, con la expresión desesperanzada de quien está demasiado ocupado en sobrevivir para darse cuenta de cualquier otra cosa, buena o mala, ajena a su tarea primordial: la vida, pequeña e infecta, entre sus semejantes. ** Roberto Martínez Bachrich robmarbach@gmail.com Periodista y escritor venezolano (Valencia, Carabobo, 1977). Ha recibido el Premio de Cuento Face de la Universidad de Carabobo (UC, http://www.uc.edu.ve, 1996), el premio Bienal de Narrativa “Rafael Briceño Ortega” (1998), el Premio de Poesía “Vox Novula” de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab, http://www.ucab.edu.ve, 1999) y el Premio de Cuento Breve de la Universidad Central de Venezuela (UCV, http://www.ucv.ve, 1999). Ha realizado talleres de narrativa con Laura Antillano y Carlos Noguera, y de poesía con Carlos Osorio y María Antonieta Flores. Textos suyos han aparecido en los diarios El Universal (http://www.eluniversal.com) y Notitarde (http://www.notitarde.com), así como en la revista La Tuna de Oro y otras publicaciones. Ha publicado los libros de cuentos Desencuentros (1999) y Vulgar (2000). |||||||||||||||||||||||||||| ENTREVISTAS |||||||||||||||||||||||||||| === Todos los estilos son buenos, menos el aburrido ======================= === Entrevista con el periodista Alberto Salcedo Ramos ==================== === John Jairo Junieles =================================================== Hay una escasa estirpe de creadores, que a la hora de escribir tienen presente una verdad fundamental: la vida, para muchos seres, no es sino un largo y monótono suceso. Estos creadores saben que hay gente que busca sus anteojos por todos los rincones de la casa, y no los encuentran, y requieren de alguien que les recuerde que esos anteojos están justo sobre su nariz; el periodista colombiano Alberto Salcedo Ramos, es uno de esos informantes. “La mente es como los paracaídas, funciona mejor cuando está abierta”, parece decirnos Salcedo. En sus crónicas y reportajes se registra la ambigüedad vital del ser humano, se expone la contradicción natural en la que tantas veces incurren los seres, se redescubren joyas a la vista de todos, opacadas por la rutina. En ese sentido, si ser escritor significa una forma personal de intuir las verdades del mundo, el periodismo de Salcedo es el de un estilista, a la manera de Gay Talese, Tom Wolfe o Gabriel García Márquez. En su primer libro Los golpes de la esperanza (Cartagena, 1994) es palpable su preocupación por ciertos asuntos: el mundo popular como poderoso surtidor de recursos, en cuanto hallazgos y soluciones. La necesidad de compasión para poder entender —integralmente— los comportamientos humanos. Es decir, los sentidos al servicio de la realidad y del arte, no de la comprobación de un prejuicio, o el descubrimiento de una verdad inmóvil. Todo eso subyace en esos reportajes iniciales a boxeadores caribes, para quienes la gloria resulta tan esquiva, y en los que tantos lectores se reconocen. Diez juglares en su patio (Bogotá,1994), significa la afirmación de un compromiso. Salcedo, en coautoría con Jorge García Usta, logró con este libro de reportajes a músicos populares del Caribe colombiano, la comprobación de lo sabido, que en términos generales el mejor periodismo que se hace en Latinoamérica se practica en las provincias. En la prensa regional las tendencias globales informativas no imponen la uniformidad temática que hay en la prensa nacional, y que deviene en reiteración y monotonía. Por el contrario, en el periodismo regional se ahonda en temas que constituyen formas de vida. Diez juglares en su patio demostró a los periodistas el alcance estético que puede lograrse en la crónica y el reportaje. Además, con su modelo, Salcedo y García Usta entusiasmaron a otros periodistas-literarios para asumir sus propios proyectos. Luego vendrían dos libros, que sólo podrían haber sido amasados con el fervor de un periodista de calle, como Salcedo: De un hombre obligado a levantarse con el pie derecho (crónicas, 1999); y El oro y la oscuridad: la vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé (reportaje, Random House Mondadori, 2006). Del primero, Daniel Samper Pizano nos dice: “(Salcedo) tiene un rango de interés muy variado: lo mismo puede escribir sobre la vida de un mendigo que sobre Pambelé o sobre un juglar vallenato”. Esa curiosidad responde al convencimiento de que el mundo es una gran red, cruzada por hilos de origen impredecible. La certeza de que toda vida, pública o anónima, tiene su cuota de gloria y tristeza, de dignidad y vergüenza, todos esos espejos encontrados en donde se refleja la condición humana. Por su parte, El oro y la oscuridad: la vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé es un valiente reportaje donde se aparta el trigo de la paja. Descubrimos cuánto dolor hay en la vida picaresca de nuestros héroes populares. Su vida parece decirnos que, de todas las derrotas que pueden vivirse, alguna victoria pasajera, alguna alegría prestada nos queda. Recuerdos que, como amuletos, la memoria guarda para sacar del bolsillo en los días peores. Salcedo ha sido incluido en diferentes antologías, como Citizens of Fear (Universidad de Rütgers), Años de fuego (Planeta) y en las antologías de grandes crónicas y de grandes reportajes de Daniel Samper Pizano (Aguilar). Ha ganado 16 premios nacionales e internacionales de periodismo, como el Rey de España y el Simón Bolívar (tres veces), entre otros. —Da la impresión de que el denominado periodismo literario cada día gana más atención entre los lectores. ¿Cuál es su perspectiva de este fenómeno? —Me parece que eso se debe a que hay mucha gente necesitada de que le cuenten bien las historias. Hace unos años se discutía en términos bizantinos sobre la presunta extinción de los narradores en el periodismo colombiano. Los medios decían que no publicaban crónicas porque no había cronistas, y los cronistas decían que no hacían crónicas porque los medios no les daban espacio. Aquello era como el famoso círculo vicioso del huevo y la gallina, es decir, quienes planteaban esa polémica no se ponían de acuerdo en qué fue primero y qué vino después. Durante muchos años, los contadores de historias de largo aliento tuvieron que exiliarse en los libros, porque en los periódicos no cabían. Un día apareció una revista que se atrevió a apostarle al periodismo narrativo, me refiero a El Malpensante, y entonces se desplomó la farsa de que no había cronistas, ni gente interesada en los relatos largos, ni tiempo para leerlos. Después han venido muchas otras revistas, como SoHo y Gatopardo, que se la han jugado por esta modalidad. Supongo que el éxito de este tipo de periodismo se debe, entre otras razones, a que interpreta y cuenta de una manera más humana los hechos que el público consume atropelladamente en la televisión. Es un periodismo que le añade una preocupación estética a su responsabilidad de informar. —En sus crónicas y reportajes para las revistas colombianas Soho y El Malpensante hay un esfuerzo por dar altura estética a los textos. —Una vez, tomando tinto con Germán Santamaría en su casa, él me dijo algo que me quedó sonando: los periodistas narrativos respetamos a los reporteros que andan por ahí con ansias de descubrir un fraude, pero preferimos ser más recordados por escribir una bella metáfora que por tumbar a un alcalde. Quizá exageraba Germán, pero entiendo el sentido profundo de su frase: no nos basta con informar, no nos sentimos conformes si sólo hacemos encarcelar a un ministro: necesitamos, además, que nuestros textos generen placer. Yo pertenezco a esta legión, definitivamente. —De igual manera el humor es un invitado habitual. ¿Cómo ha sido su experiencia en el manejo del humor como recurso narrativo? —Bueno, el humor es algo que se me da de manera muy espontánea, aunque suene inmodesto. Es parte de mi manera de ser, o sea, es algo anterior a mi formación como cronista. Yo creo que, en el fondo, quienes usamos el humor estamos motivados por el temor a no ser escuchados. El humor genera un encanto especial, es como una especie de Flauta de Hamelín que atrae a la gente. Woody Allen dijo una vez que todos los estilos son buenos, menos el aburrido. A mí me parece que escribir con humor es una forma de expresar consideración por el lector. El humor es útil para humanizar los temas, porque nos permite ver el lado ridículo de la gente. Cuando uno tiene humor no se toma a sí mismo tan en serio y, por el contrario, es capaz de reírse de sus propias debilidades. Eso es saludable en la escritura. Ahora bien, yo creo que el humor debe ser algo natural: cuando te pones a buscarlo deliberadamente, puedes terminar haciendo algo efectista o convertido en un simple contador de chistes. Uno de los descubrimientos más felices que he hecho en mi carrera de periodista es que la vida, por muy áspera que a veces parezca, está llena de situaciones cómicas. Por ejemplo, Carlos Sánchez Ocampo, un amigo cronista de Medellín, me contó que una vez fue abordado en una cafetería por un atracador que le quitó el reloj. El tipo se fue corriendo como una gacela por una calle congestionada, y Carlos siguió tomando tinto en la cafetería. Lo insólito es que el delincuente volvió como a la media hora, indignado porque el reloj no servía. Cuando Carlos me contó el episodio, a mí me pareció que el reclamo del atracador era justo: si uno sabe que en cualquier momento lo van a asaltar, debe andar con objetos que estén en buen estado, y no con chatarra. Es posible que mi apunte haya sido macabro, pero es que a veces lo único que nos queda es el chiste. Ya que nadie impide que nos asalten, por lo menos déjennos reírnos de las calamidades. Creo que eso es el humor. —Como periodista, su materia prima es la realidad. ¿Qué limites se impone frente a la tentación de hacer ficción con los hechos? —Yo he dicho que el reto del cronista no es inventar la realidad sino descubrir lo maravilloso que esa realidad tiene por dentro. Conozco la historia de un hombre que atropelló a una mujer, y le ocasionó lesiones graves que la mantuvieron varios meses en cuidados intensivos. El tipo se sentía terriblemente culpable y por eso iba todos los días al hospital, a visitarla. Le llevaba flores, chocolates, revistas. Se quedaba conversando con ella largas horas. El accidente de tránsito, que pudo haber sido fatal, terminó convertido en un hermoso pretexto para que dos personas solitarias se conocieran y se acercaran. A los pocos días de ella haber salido del hospital, se casó con él. Cuando uno descubre esta historia en la vida real, es un cronista. Cuando uno se la imagina, es un escritor. Lo que no puede es revolver las dos cosas de manera tramposa y meterle gato por liebre a la gente. Yo procuro estar mucho tiempo tras la realidad que voy a contar, para descubrir lo sorprendente que tiene por dentro. Si algún día me decido por la ficción, me tocará escribir una novela, no un reportaje. —Las vivencias personales (la autobiografía) son un surtidor abundante para el escritor, y para el periodista, quienes se sensibilizan más frente algunos temas porque los conocen. ¿En qué medida sus experiencias personales han permeado su trabajo? —Resulta que a mí me han sucedido cosas que son universales, porque también han podido sucederles a otras personas. Desde ese punto de vista, me parece que lo autobiográfico funciona. En la universidad tuve profesores que casi proponían la horca para quienes se mencionaran en las historias que contaban. Durante mucho tiempo, influido por esa formación que recibí, tuve ciertos pudores que me impedían usar lo autobiográfico. Escribía a la manera impersonal de los notarios públicos, que simplemente dan fe de que algo existe y punto. Por fortuna me quité ese lastre de encima. Yo puedo perfectamente incluir mis emociones en el relato, porque soy humano y cuando escribo, lo hago con el pellejo puesto. La clave, me parece a mí, es usar ese recurso en función de la historia, y no como un simple pretexto para hablar de uno mismo en forma narcisista. Yo creo que para quien escribe de manera honesta, es inevitable caer de vez en cuando en lo autobiográfico. Al fin y al cabo, como dijo Miguel de Unamuno, “soy el hombre que tengo más a la mano”. Ahora bien: me parece penoso que un escritor sólo hable de sí mismo, olvidándose del resto del mundo. —¿Por qué unos temas le han atraído más que otros? ¿Qué impulsos lo han llevado a seguirles la pista por varios meses a ciertas personas anónimas? —Yo he escrito sobre temas elegidos por mí y sobre temas asignados por los medios que publican mis trabajos. Durante muchos años busqué las historias de manera espontánea, guiado furiosamente por el subconsciente. Pero de pronto empezaron a hacerme notar que tenía ciertas preferencias —por ejemplo, por los perdedores— y desde entonces me he vuelto menos inocente en este asunto. Yo creo que uno debe tener química con su tema. De lo contrario, la historia no levanta vuelo. Mi atracción por los seres anónimos también fue algo que se presentó sin que me diera cuenta. Creo que me gustan porque me permiten un acercamiento más profundo y más humano. Hay muchos famosos que ya no tienen una vida sino una imagen, y la cuidan de las miradas intrusas como la mía. Los anónimos son más desprevenidos en este sentido. —Su relación con el boxeo es de vieja data. ¿Cómo se explica que esta disciplina deportiva haya sido objeto de tanta curiosidad? —Lo que pasa es que yo tengo algo bárbaro: disfruto viendo a dos tipos moliéndose a puñetazos. Qué le vamos a hacer, unos van a las plazas de toros, otros ponen a pelear a gallos y perros, otros cazan venados con un rifle. Mi acercamiento inicial al boxeo fue por puro gusto. Ya después, cuando crecí, descubrí que además es una mina de grandes historias, porque se ocupa de lo más primario del hombre. Los jugadores de béisbol están vestidos, los boxeadores están desnudos. Eso me interesa. En el fútbol hay once jugadores para compartir la derrota. En el boxeo, pierdes tú solo. Y además, pierdes delante de miles de personas que están esperando, precisamente, que te partan las costillas. El boxeo es una metáfora del hombre que para ganarse las cosas debe luchar contra el enemigo, contra el entorno, contra todo el mundo, porque nació solo y no tiene quien le regale nada. —Como cronista, ¿qué otras seres, situaciones o fenómenos llaman su atención? —Me interesan las historias relacionadas con la cultura popular: juglares, bogas, fiestas, tradiciones. Me gusta la crónica como posibilidad de construir memoria. Creo que un cronista debe asumir el compromiso de narrar de la mejor manera posible su entorno y su época. Por eso creo que la agenda del cronista debe ir más allá de las noticias de la gran prensa: hay que buscar la vida que no nos quieren contar los medios, la de la gente excluida por no tener poder o por no ser víctima de las tragedias. —Usted es coautor, junto a Jorge García Usta, de Diez juglares en su patio. Para muchos, un libro de culto en la historia del periodismo colombiano. Y su más reciente trabajo es El oro y la oscuridad (la vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé). ¿Qué une y qué diferencia estas dos experiencias de escritura? —En las dos experiencias está mi nombre. Pero el estilo que yo tenía cuando participé en Diez juglares en su patio, apenas se estaba formando. Ahora siento que he encontrado mi propia voz. ** John J. Junieles johnjairojunieles@yahoo.com Escritor colombiano (Sincé, Sucre, 1970). Es periodista, guionista e investigador de temas literarios. Estudió Derecho y Ciencias Políticas en la Universidad de Cartagena, y cursos de Periodismo en la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano. Ha publicado Hombres solos en la fila del cine (novela); El temblor del kamikaze (cuentos), Canciones de un barrio en la frontera (poesía), Temeré por mí al final de estas líneas (prosa poética) y Papeles para iniciar el fuego (poesía). Nominado al Premio Rolex Mentor de Suiza (2003), Premio Nacional de Literatura Ciudad de Bogotá (2002) y ganador de la Beca Nacional de Novela del Ministerio de Cultura (2002). Textos y reflexiones suyos pueden leerse en su weblog (http://johnjairojunieles.blogspot.com) o en su página web (http://espanol.geocities.com/johnjairojunieles/John_Junieles.htm). ||||||||||||||||||||||||||| SALA DE ENSAYO |||||||||||||||||||||||||| === Muerte, explotación y dolor Giovanni González Arango ============= I. La desesperanza “Una Colombia destrozada”, parece ser el eterno retrato de nuestra nación. Un territorio que generación tras generación, vio cómo decenas de enfrentamientos llenaron de muerte, terror, miseria y desesperanza, los cándidos y vigorizantes paisajes de su geografía, en contraste con el extraordinario brío que se vislumbraba en su génesis. La hostilidad, permanente y progresiva, ha cubierto el límite entre la ontogenia del conflicto y su pretérita realidad, haciendo verosímil la idea de una inmanencia entre el fenómeno de la violencia y la propia cultura de nuestras sociedades. La Colombia triunfante y gloriosa no es más que una quimera a la que acuden nuestros demagogos dirigentes, en su poluto afán de revestir una verdad vergonzosa que pueda poner al descubierto la indigna putrefacción que reinó siempre en sus proyectos políticos, creando una historia ilusoria que nuestra impasible sociedad es incapaz de develar. No es ya una simple “patria boba” sino una execrable por un lado, y ciega y sorda por el otro. II. Una historia vergonzosa Desde la época precolombina, la lucha por el control político engendró terribles desavenencias que transitaron los sombríos caminos de la animadversión y el odio; los nativos de esta parte del continente, contrario a lo que los documentos históricos retrotraen en una mezquina apología, mancharon con su propia sangre la belleza de una naturaleza que parecía bendita; el temple y fiereza de su temperamento los llevó a una cierta virtuosidad para la batalla (aunque no fuesen reconocidos como tribu guerrera), empero, vanamente agotada contra su propia raza. Esa lucha desalmada y sin sentido, obstaculizó el desarrollo de una auténtica cohesión social, que los hizo fácil presa del abominable sometimiento colonialista. La admirable capacidad productiva y artística de nuestros aborígenes fue rápidamente inmolada por la cruel rigidez de una autarquía déspota, que tardó algunos siglos en revertirse. La enervación se agita al saber que nuestra propia raza fecundó su trágico destino, condenándose al sometimiento español, durante más de tres siglos. La Colonia no sólo traía consigo un canto a la crueldad y el autoritarismo, sino que llevaría a nuestro pueblo a una vertiginosa carrera transformacionista. Desde la religión hasta la avaricia “estatal”, instauraban las directrices de una sociedad, que por cuanto método fuera necesario, debía adaptarse a un régimen que ya no pretendía el dominio represivo; más que eso, la corona se esforzaría en producir una conversión cultural que le serviría en la generación cohesiva de su discurso político, para que cerrara las puertas, de manera definitiva, ante una eventual rebelión. Aunque la masa, sumida en una ignorancia preestablecidamente dirigida por España, caía en el nauseabundo juego teleológico, una clase que había sido tratada con privilegios, por su origen ibérico, rechazaría la estrategia de ritualización e iniciaría un proceso de concientización en aras de la revolución. Los criollos, entre quienes se destacaban intelectuales, hacendados y estrategas militares, consolidarían un plan rebelde que entregó un nuevo papel a las clases populares, abriendo con ello la sólida brecha de la emancipación. La fugaz armonización en la dinámica sociocultural de los habitantes trajo una conveniente convergencia en sus intereses, que vino a escenificarse a través de un levantamiento popular, en el que los realistas fueron apeados y destituidos del poder; un grito enjundioso que asía la epopeya libertaria. Pero lo que parecía el alcance de la más alta cumbre de júbilo, no tardó en convertirse en una absurda divergencia; los intereses populares nunca se impusieron sobre la disidencia radical en la que centralistas y federalistas sacrificarían su propio proyecto político para concentrarse en guerras civiles que no sólo dividieron el territorio sino que impidieron el establecimiento de un gobierno sólidamente constituido. La independencia era un estadio para el cual los patriotas no estaban preparados, y esa tenue conformación estatal dio vía libre a la penetrabilidad. Una vez más la lucha interna promovió el suicidio de una legítima soberanía y las tropas españolas retornaron a sembrar su “régimen del terror”, cubriendo de dolor y desazón los jóvenes espíritus patrióticos. “La Patria Boba” engendraría un fenómeno que se inmortalizaría a lo largo de nuestra cruenta historia: la guerra intestina. Tal vez sea la excepción que confirma la regla o uno de esos períodos en los que la historia reclama un respiro y luego retorna a su indeleble accionar; lo cierto es que nuestra sociedad, por primera y única vez, sustituyó los vicios de la disidencia para unir sus fuerzas en torno a un mismo objetivo: la libertad. Qué gloriosa y heroica fue la actuación de nuestro ejército patriota que más que valentía, demostró que la libertad era su única forma de vida y, no obstante las dificultades, entregó cuanto le fue posible al sueño de una nación que desgraciadamente nunca pudo nacer. Bolívar, Santander y la épica actuación de sus guerreros ofrecieron a esta tierra su única esperanza. Atacaron al monstruo, cortaron sus vértebras y retiraron sus restos; y el corazón de la patria vino a formarse como muestra de su existencia aún inconclusa, pues cuando la enjundia brillaba como signo de la entrega en la formación de la nación, el negro espíritu de la animadversión regresó para apoderarse de la conciencia de aquellos que todo sacrificaron en pro de la justicia. Y como esos edificios que nunca terminan de construirse, por carencia de fondos, la construcción de un país detuvo su marcha, como prueba de que la historia había salido de su letargo. Desde entonces una guerra sin tregua ha sumido a nuestra Colombia en una penosa penumbra. La muerte y el resentimiento prepararon a cientos de generaciones para la crueldad, el cinismo y para toda inmoralidad, pero nunca para la prosperidad. El desequilibrio social y la hostilidad han sido la nota predominante durante casi 200 años. Si era ya doloroso nuestro pasado, no creeríamos haber vivido una crisis más destructiva, como la que se escenificó cuando saludábamos el siglo XX. Mil días de guerra mostraron la sevicia y la tenacidad de un espíritu misántropo, enriquecido con el cáncer del bipartidismo, que llegaría para contribuir en ese ímpetu de destrucción, históricamente presente en la vida política colombiana. Mientras los “heroicos” defensores de los intereses populares asesinaban a diestra y siniestra, nuestro pueblo se desahuciaba, abatido por la violencia y el hambre, ante la despreocupación de un Estado que legitimaba la guerra; el presupuesto de la nación iría a parar en las arcas de la fuerza pública, bajo un gobierno conservador que no cesaría en su empeño por destruir a las guerrillas liberales; la muerte se desplazó con suma fluidez, dejando a su paso las rencillas de la humillación y desesperación que toda confrontación armada provoca. Se fraguaban nuevos vestigios de resentimiento, alentados por la infinita miseria y el argumento de una política suicida, vendría a concretarse con la pérdida de Panamá. La evolución política parecía diseminarse en el fenómeno de la violencia hasta fundirse en una misma estructura. Ya no mediante una guerra declarada, sino bajo el inmenso velo de la tensa calma, nuestros campos siguieron siendo testigos de las masacres, el hostigamiento y el terror. Por fuerza o persuasión, liberales y conservadores lograron que toda la población se dividiera bajo su bandera y la violencia clásica vivida en las montañas llevaba su brío a las ciudades, donde un enfrentamiento aparentemente democrático lindaba el panorama político. Las masas populares, alienadas por la fuerza de la demagogia oligárquica, retransmitían sus vanos discursos, mientras paralelamente el desamparo estatal producía un progresivo desequilibrio social. Las condiciones insalubres y la extrema ignorancia en las que vivía la inmensa mayoría de la población, contrastaban con la plétora de riqueza de que gozaba la clase burguesa, coincidencialmente, estrechamente ligada con la dirigencia bipartidista. La economía nacional, lejos de desarrollarse se quebrantaba, debiendo someterse al capital extranjero proveniente del imperialismo, que creaba una nueva dependencia y debilitaba aun más las bases de una auténtica democracia. La tensión política y el subdesarrollo económico y social del país acrecentaban la crisis. La primera mitad del siglo XX, marcada por la violencia política y la inmensa pobreza, se cerraría con otro vergonzoso capítulo en el que se conjugarían las fuerzas del imperialismo y la oligarquía bipartidista, cuando el único y auténtico caudillo del siglo, Jorge Eliécer Gaitán, fuera asesinado. El descontento general de la población se desató en un apoteósico levantamiento popular que dejó en llamas la capital de la república, produjo graves desórdenes en varios rincones del país y recrudeció una guerra que si bien no había cesado, por lo menos se había disminuido. Gaitán, aunque hubiese tomado la bandera liberal, representaba una amenaza no sólo para el partido sino para toda la clase política tradicional y para el sistema mismo, sigilosamente vigilado por el imperialismo norteamericano. Las ideas reformistas del líder político enardecieron el espíritu libertario de los sectores más explotados de la población, pues en ellas se resaltaba el interés por disminuir el abismo entre las clases sociales y el abierto rechazo a la política caciquil desarrollada por los partidos tradicionales. Este era un líder popular que realmente simbolizaba a las mayorías y no a los más poderosos, como lo hacían los ortodoxos liberales y conservadores, quienes finalmente restituirían su credibilidad entre los electores. Una vez más la inclemencia de la guerra golpearía a nuestra débil democracia y los partidos encontrarían un pretexto para maquinar otra de sus acostumbradas podredumbres estratégicas. Con el fin aparente de liberar la tensión política, liberales y conservadores acordaron el no menos enervante “frente nacional”, con el que pretenderían llamar a los chusmeríos —como en esa época se conocía a los combatientes— al cese definitivo de las hostilidades, cuando su real preocupación la había originado el fenómeno gaitanista, que ponía en declive la solidez del sistema bipartidista y, por tanto, requería de una coalición que garantizase su permanencia en el poder; luego sus intereses no se centraban más que en la protección del régimen, ante el riesgo de una eventual creación de movimientos izquierdistas. Pero la crueldad del enfrentamiento generó un gran resentimiento entre sus víctimas que, finalmente, se tradujo en la formación de otro cáncer para el país: las guerrillas de izquierda, que sin poseer una conciencia ideológica que satisficiera el argumento de su posición política, entraron en escena; nacieron grupos como las FARC y el ELN, que inverosímilmente cubiertos con la gracia del marxismo-leninismo, combaten el tradicionalismo de la clase dirigente y, según ellos mismos, las diferencias sociales. Así, se pone al descubierto la ausencia de una verdadera conciencia política tanto en los actores tradicionales como en los que surgieron en respuesta a esa bipolaridad. La segunda mitad del siglo XX fue aun más dolorosa y destructiva que las restantes, pues el conflicto político fue acrecentándose, y poco a poco se adhirieron a él nuevos actores que generaron otros traumatismos, prolongando la agonía de un país que nunca ha logrado despegar. Después de la indignante coalición de la oligarquía y la innegable miseria que seguía extendiéndose entre las clases menos favorecidas, el espléndido renacer del proletariado latinoamericano —alentado por el triunfo de la revolución cubana— vigorizaba el espíritu de lucha en el ala izquierda colombiana, que guiada por el fiel acatamiento de la doctrina marxista, empezaba a ocupar un lugar en la vida política de la nación. Parecía encontrarse una luz en el denso túnel de la miseria y terror que síquicamente había desmoronado el protagonismo de las masas. Pero ese maravilloso despertar de conciencia no pasó de ser una efímera exclamación de justicia, pues era evidente que una sociedad igualitaria atacaría los intereses de las clases dominantes, quienes ayudadas por la sombra fascista del imperialismo castigarían vehementemente la osadía de los comunistas; su filantropía sería rápidamente cegada por la represión, que mientras en Colombia fuera ejercida clandestinamente, en otros territorios latinoamericanos sería constituida por cruentas dictaduras militares. El naciente narcotráfico se aliaría con la causa capitalista y esto, sumado a la persecución estatal, obligó a los seguidores marxistas-leninistas a unirse a la lucha armada. La violencia recibiría en su seno a nuevos protagonistas que, como el narcotráfico, escribirían una nueva página en el legado de muerte suscrito a la historia colombiana. Grupos como el M-19 despertaban la admiración y el apoyo popular, que sin embargo era corregido con la represión de grupos ultraderechistas que se sumaban a la confrontación armada. El Estado debía enfrentarse ya no únicamente al riesgo en la pérdida de credibilidad política, pues su autoridad se veía amenazada, de un lado, por la propia derecha, de otro por las guerrillas izquierdistas y finalmente y con mayor premura, del narcotráfico. La estabilidad política, o al menos la del régimen, se vio seriamente afectada con la presión ejercida por estos tres actores, que no sólo opacaban el poder de dominio estatal, sino que ponían al descubierto la incapacidad operativa de la fuerza pública, quien no lograba ejercer el control en las zonas estratégicas (zonas selváticas y montañosas del país) que narcotraficantes y paramilitares, conjuntamente, se disputaban con los grupos guerrilleros. Esta situación manchaba nuevamente la imagen internacional de Colombia, pues a la continua violación de los derechos humanos se sumaba el evolutivo tráfico de drogas por parte de grupos organizados colombianos, principalmente hacia los Estados Unidos. El gobierno colombiano, a más de la crisis interna, debía soportar las quejas de los norteamericanos que reclamaban a nuestro Estado una pronta solución. No obstante los hostigamientos de la subversión, y vistas las exigencias de los norteamericanos, el Estado debía olvidarse por un momento de la lucha en contra de las guerrillas para concentrarse en la definitiva destrucción de los carteles de la droga. Personajes como Rodrigo Lara Bonilla (ex ministro de Justicia) y Luis Carlos Galán (ex ministro de Educación y ex precandidato a la Presidencia), le declararon una abierta guerra a estos grupos, que poco tardaron en introducirse en la vida política. Los jefes de los carteles advirtieron la importancia de su inclusión en la actividad pública al abrirse el debate sobre la viabilidad de una ley de extradición; el poderío económico que les dejaba la ilegalidad facilitó su influencia en las instituciones gubernamentales y los dineros provenientes de la mafia se diseminaron en todos los estamentos burocráticos. La omnipotencia del narcotráfico provocó la degeneración total del sistema político, haciendo que los márgenes de corrupción llegaran a un nivel inaguantable, que hacía crecer la desconfianza por parte del electorado. Por su parte, Lara —quien fue el primero de los sacrificados— y Galán —que liderara ampliamente las encuestas de la contienda electoral para el periodo presidencial que se iniciaría en 1990— apoyaban firmemente la iniciativa de la extradición; ellos representaban la piedra en el zapato de los narcotraficantes, que no repararían en perpetrar varios atentados, que al final segaron sus vidas. La situación se salía de las manos del Estado, que si bien obtuvo un cierto respiro al lograr la desmovilización del M-19 y la Unión Patriótica, no conseguía resultados concretos en lucha contra la mafia, mientras la presión norteamericana no cesaba. Luego del asesinato de Galán, el gobierno reforzó la lucha contra los narcotraficantes, quienes no sólo habían fracasado en su empeño por impedir la aprobación de la ley de extradición, sino que ahora se veían sumidos en un duro enfrentamiento, cuando los dos grandes grupos del crimen organizado, los carteles de Cali y Medellín, se disputaban el control en el tráfico de estupefacientes. A lo expuesto se adhería el hostigamiento de los grupos de ultraderecha en contra de los ex combatientes izquierdistas, recientemente reinsertados a la vida civil. Nuevamente el terror, el pánico y la impunidad se apoderaron de la nación a fuerza de la intimidación, provocada por un sinnúmero de atentados dirigidos desde todos los flancos y hacia todas las fuerzas antagónicas, que dejaron aterradores saldos de víctimas mortales, entre quienes se cuentan a varios personajes de la vida pública y a millares de inocentes ciudadanos. A pesar de los declarados esfuerzos del Estado por castigar a los culpables de este espantoso derramamiento de sangre, la corrupción de sus organismos impidió el esclarecimiento de los hechos y prolongó la miseria de los afectados. La situación era incorregible y los victimarios (guerrilla, paramilitares, gobierno y narcotráfico) impedían que la población saliera de su estado de indefensión e infinita pobreza. Más adelante, los organismos del Estado darían un golpe aparentemente letal a los narcotraficantes con el desmantelamiento del cartel de Medellín, que se culminara luego del abatimiento de su jefe máximo, Pablo Escobar Gaviria. La imagen del gobierno de turno ganaba prestigio, pues no sólo había logrado acabar con quien fue considerado el criminal más buscado del mundo; también se le atribuyó un importante papel en la conformación de la Asamblea Nacional Constituyente y, como si fuera poco, había dado un gran auge a la economía nacional, haciéndola dependiente ya no únicamente del capital norteamericano y venezolano, sino de muchas otras naciones del mundo; “Colombia, por primera vez, entraba a competir en el mercado mundial y sus relaciones diplomáticas habían mejorado, gracias a los resultados generados en la lucha contra el narcotráfico” —se decía. Apologéticos discursos se cernían en torno a la labor del en ese entonces mandatario, César Gaviria Trujillo, que en realidad lo único que había logrado era la quiebra de varios sectores de la industria nacional, el monopolio en el tráfico de drogas por parte del cartel de Cali y la inclusión de los grupos guerrilleros en su cultivo y procesamiento. La economía nacional acrecentaba su dependencia de capitales extranjeros y la miseria seguía siendo el rasgo distintivo en la mayor parte de la población. Si se cree que por lo enunciado, la indignación no puede elevar su grado, el más grande escándalo de corrupción en la historia de la política colombiana revertirá la idea. Todo se hizo audible cuando se descubrió que la campaña presidencial de Ernesto Samper Pizano fue financiada por dineros provenientes de la mafia. Injurias, detenciones, asesinatos y otra serie de maquiavélicas acciones hicieron parte de un proceso en el que se intentó develar la culpabilidad de un mandatario, que contó con el garante respaldo de todos los organismos del Estado; pues mientras la fuerza pública se encargó de destruir rápidamente al cartel de Cali —con el afán de estrangular todas las dudas que pudiesen surgir en torno a la honradez del jefe del gobierno—, la Fiscalía General de la Nación se las arregló para demostrar su inocencia y finalmente, fue absuelto por la Corte Suprema de Justicia. Esta, que ha sido considerada la más grave crisis política que ha enfrentado el país —como gran novedad—, produjo la arremetida de los alzados en armas, que, fortalecidos por el absoluto control en el tráfico de drogas, intensificaron los hostigamientos. Desde entonces el fenómeno del desplazamiento ha crecido en proporciones alarmantes y las grandes ciudades han sido testigos de cómo la fuerza del terror destruye la dignidad de miles y miles de familias campesinas, que se ven avocadas a mendigar en medio de la indiferencia y de su propio dolor. Fallidos procesos de paz, sospechosas desmovilizaciones de grupos al margen de la ley y acuerdos económicos que van en detrimento de los intereses de la población, siguen rompiendo los lazos cohesivos de una sociedad que está al borde del colapso. Mientras la clase tradicional se perpetúa en el poder y legitima la impávida acción de un sector del narcoterrorismo, la masa popular se mantiene desprotegida por el Estado e intimidada por actores armados que prostituyen la impoluta doctrina marxista. La miseria se extiende por todos los rincones de la patria, la delincuencia común reina en los sectores marginales de las grandes ciudades y la economía nacional se subyuga cada vez más al monstruoso imperialismo norteamericano. La coyuntura crece a medida que se acerca la contienda electoral en la que seguramente, la demagogia vencerá la conciencia de los votantes y el autoritarismo disfrazado de redención, tomará por otro período las directrices del gobierno. Es un negro panorama en el que se vislumbra el recrudecimiento de todos los cánceres de los que padece nuestra querida Colombia. III. El desahucio Un enfermo terminal es el que nos ha acogido, desde el momento mismo de su nacimiento. Esa Colombia que vivió y soñó con la prosperidad, la armonía y la confraternidad, nunca se ha presentado ante nuestros ojos y, peor aun, parece negarse a llegar a ese paraje. El camino de la esperanza se complejiza cuando logramos advertir que su historia pretérita no fue tan maravillosa, y quienes se propusieron darle el estatus de república no lo hicieron en razón a una mera conciencia libertaria, por el contrario, la satisfacción de sus propios intereses fue la que en últimas los impulsó a fundar un país que se condenó a sí mismo a vivir en el desahucio. Esta eterna penumbra a la que estamos sometidos, es también la consecuencia de una política envenenada que se desdibujó por su propia estructura malsana y causó incurables heridas en una población que se acostumbró a la muerte y la venganza, creada por un resentimiento que sirve de plataforma a nuevas manifestaciones violentas. Colombia es el resultado de la misantropía, de la putrefacta mezcla entre el terror y la impavidez. Se nos dificulta una clasificación periódica exacta de la historia colombiana, cuando el camino de la autodestrucción se autoproclamó como el único punto de referencia. Los discursos políticos nunca se tradujeron en un proyecto de ejecución; abandonaron sus lineamientos ideológicos para difuminarse en el juego de la guerra y sus representantes se limitaron a desvirtuar la posición de la contraparte, derogando la construcción de un auténtico proceso político. Mientras tanto, la estructura social nunca abandonó las barreras entre opresores y oprimidos, y la economía nacional jamás logró su independencia. Por estas razones, aunque los historiadores hayan delimitado rigurosamente las diferentes épocas, yo no podría encontrar transformaciones que me indicasen giros procedentes y no logro más que reseñar que cada momento de la historia ha sido el espejo de su predecesor. Lo que resta por decir es que, mientras las masas populares no posean una conciencia rebelde, mientras no sientan el brío que los impulse a volcarse como legítimos protagonistas de la acción política, su derrota y la de la misma patria seguirá siendo inminente. Es necesario que los intelectuales se unan a la causa de una auténtica revolución que engendre una radical conversión cultural, en la que no tengan cabida la muerte y el terror; pues la derrota de los grupos de izquierda no sólo radica en su falta de cohesión, también en su acepción hacia la lucha armada como único camino de la victoria. La idea que debemos asumir es la de convocar a todas las capas marginales, con las que logremos concretar un proyecto serio, capaz de vencer las redes del capitalismo y el proteccionismo estatal, dirigido por las clases tradicionales. Sólo un Estado igualitario en el que imperen la confraternidad y la cohesión social, será capaz de responder a las exigencias de todos sus ciudadanos; aunque cabe anotar que su ideal funcionamiento dependerá de la adhesión de otras naciones que logren tal estado de equilibrio. Utópico o no, es la única salida digna, en la que no se vislumbran desavenencias. ** Giovanni González Arango giovannipapa2004@yahoo.com Escritor colombiano (Bogotá, 1985). Estudia comunicación social en la Universidad Central de Bogotá. Ha publicado textos en la revista digital Atramentum (http://www.atramentum.com). ||||||||||||||||||||||||||||||| LETRAS |||||||||||||||||||||||||||||| *** Dos poemas Idalia Sautto *** Nochebuena Mercedes Álvarez Gutiérrez *** Un hombre y una mujer se desnudan Enio Escauriza *** Es mi amigo Marcos Wever *** Tres poemas Liliana Carmen Vinelli *** Domingo en las rocas Alejandro Badillo *** Tres poemas de La palabra liberada Gonzalo Márquez Cristo *** Estudio sobre las margaritas Augusto Gayubas *** Poenimios del descenso Ileana Garma *** La antigua escuela (Guerra Civil sobre fondo de familia) Carmen Garrido Ortiz *** Poemas Gonzalo Luis Torres Hernández *** El día siguiente Luis Seguel Vorpahl *** Tres poemas Luis Alposta *** La voz María Elvira González *** Poemas Emma Fernández López *** La guerra de las morcillas Paula Winkler *** Los confines del mundo Carlos Montuenga *** Poemas Salomón Valderrama Cruz === Dos poemas Idalia Sautto ========================================= Que las horas me acerquen al alivio del sueño Girondo Que el ronroneo de las palabras Que su tintineo de abecedarios se duerma en mi soledad de atardeceres y domingos (de infamia y tedio que me inunda sin apagar ninguna sed, es pronunciar tu aliento) Que el alivio sólo llegue con palabras y no con sueños Que los sueños sólo jueguen su mirada en la pasión (de mi deseo y mis sentidos y este amor sediento, es una angustia constante) Que el deletreo de un nombre —tu nombre— no me deje las manos en los ojos que las palabras no tranquilizan, no curan no adormecen, no matan , no me reciben en su alivio y aunque no tenga alivio Que se detengan un poco en ese suspiro Que las palabras no me obliguen a esconderme bajo la cama adentro del closet atrás de una cortina que me ovilla gato en el seno de esas frases tachadas Que las palabras sin lluvia —pero si sólo busco su alivio— me reciban sin sombrero y sin acentos y sin mayúsculas Que no se deleiten en domingo Que se quiten la mugre de las uñas Que el alivio engañe a las horas y a las canas y a las miradas y a todas esas cosas completas Que no me cubren y sólo me calientan los pies más o menos, no mucho pero ahí dice abajo Que hay alivio Ah, qué linda sorpresa: hay alivio es la sábana tibia que me cubre los pies (uno de mis pies tiene raíces de una planta, es un pasado imborrable) Afuera de los paréntesis tampoco recuerdo nada ahora me doy cuenta Mis dedos apachurran las letras como si fueran un saquito de té Que el té Que el tú Que el no tenerte Que tu ausencia es demasiado para —no me mires así cuando te hable de tu ausencia— creo, demasiado para una palabra que tiene los pies fríos Que las palabras apenas sirven y las tomo a cucharaditas para dormir para defenderme de una sola letra y no sentir y no ver y no leer la gran G que traes en la frente Que las horas me acerquen al alivio del sueño Que el alivio sólo llegue con palabras y no con sueños Que los sueños sólo jueguen su mirada en la pasión. === Pensando en tu boca una boca cubierta de barba blanca de barba azul en la pasión y de pestañas en algunos besos y en algunos textos, —que son más deseos que textos, que son como pestañas arrojadas— o cartas o que tantas cosas y palabras y caricias y el amor es color morcillo en la ternura de tus delgados labios y en algunos sueños En algunos sueños creo reconocerla ¿sabes? Creo reconocerla más por tu mirada o por tu nariz o por tu aliento o por tu ser de mil amantes y de siete suelas más que por ser barba blanca Que por ser barba blanca termino creyendo que beso pestañas, perdón, que beso deseos al besar tu boca. Pensando en tu boca tengo la seguridad que si no fuera de barba blanca no podría siquiera pensarla. ** Idalia Sautto cortazariana@gmail.com Escritora mexicana (México, D.F., 1984). Estudiante de historia en la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam, http://www.unam.mx). Egresada de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem, http://www.sogem.org.mx). Un cuento suyo aparece publicado en la antología Paso al frente. Ha participado en talleres literarios coordinados por los poetas Maricruz Patiño y Agustín Jiménez. Actualmente es asistente y ayudante en clase del filósofo Alberto Constante en un seminario sobre Heidegger. === Nochebuena Mercedes Álvarez Gutiérrez ============================ El padre llamó a la puerta de la casa de sus hijos. Era un día de verano y había hojas verdes en los árboles y un sol enceguecedor, que obligó al hijo menor a ponerse una mano sobre la frente para poder ver al padre cuando abrió la puerta. El padre tenía una bolsa con regalos colgando de una mano, porque ese día era la Nochebuena. El padre —los hijos lo sabían— la iba a pasar con su nueva mujer, porque había cometido el pecado que rara vez deja lugar a segundas oportunidades, y ahora era un adúltero y se había ido de casa. El padre le tendió la bolsa al hijo con una mano vacilante. —Feliz Navidad —dijo. Se sintió mal: era la primera vez que lo decía del lado de afuera. El hijo menor se quedó desconcertado con la bolsa entre los brazos, y abrió los ojos miopes detrás de un armazón negro de anteojos con los vidrios sucios. Después se volvió hacia atrás y gritó llamando a sus hermanos. Tenía tres, pero sólo dos aparecieron en la puerta unos minutos más tarde: eran la hermana y el hermano mayor. El hermano menor fue sacando los regalos. En cada uno leyó el nombre escrito en el papel rojo con moños verdes dibujados. —Feliz Navidad —repitió el padre. Y el malestar se acentuó dentro de él. La hermana abrió su paquete y desenvolvió un libro a rayas que tenía un árbol dibujado en la tapa. Lo hojeó. Abrió la primera página: no había dedicatoria. El padre advirtió el desencanto en la cara de la hija y quiso huir, esconderse detrás de los árboles o correr al bosque que estaba muy lejos, allá detrás de la sierra que no se veía desde la ciudad. En cambio se quedó parado en la puerta, sabiendo que no podían invitarlo a entrar, gordo y alto; él, el padre. —Podemos ir a tomar un café —sugirió. Los hijos se miraron entre ellos. La hermana con el libro en la mano, los otros dos con los paquetes sin abrir. El padre tenía los ojos dolientes; los hijos los ojos decepcionados y tristes y brillantes bajo el sol, bajo el tibio crepitar de las hojas verdes de los árboles movidas por el viento. —Podemos ir a tomar un café —repitió el padre—. ¿Vamos? Fue la hermana la que habló. —No, mejor no —dijo. Porque la madre estaba adentro, y también otro hermano, mayor que todos, que no había querido salir porque estaba peleado con el padre. —¿Por qué no? Llaman a su hermano y nos vamos los cinco. —No —dijo la hija. El padre bajó la cabeza. La alzó otra vez, casi al instante. —¿Podrías llamar a tu hermano, entonces? —preguntó. La hija titubeó en la puerta. El pelo largo y ondulado le brillaba con el sol y la hacía parecer hermosa aunque de verdad no lo fuera. Después entró en la casa. El padre la vio alejarse por el pasillo fresco y estrecho, doblar hacia adentro, y pensó en lo que seguía, que era la casa, el cuarto con las cortinas de mimbre en el que había dormido durante tantos años. Miró a sus dos hijos que permanecían con los regalos sin abrir entre las manos. —¿No los abren? —les preguntó. Los hijos miraron los paquetes como si hubieran perdido la memoria. Casi a la vez rasgaron el papel; lo fueron rompiendo de a partes, y el hijo mayor desenvolvió un libro de barcos, y el menor uno de aviones. Y era que el padre no sabía regalar otra cosa aparte de los libros. Ambos sonrieron apenas, y dijeron gracias, y ambos tenían los mismos ojos claros y tristes cuando miraron al padre. El padre —pero los hijos no se dieron cuenta— tenía también los ojos claros y tristes. La hija volvió caminando por el pasillo. Estaba descalza. El vestido azul sin mangas ondeaba desteñido alrededor de sus caderas. Se detuvo en la puerta en medio de sus hermanos y cruzó un brazo encima del otro. —No quiere salir —dijo. El padre la miró incrédulo. Le costaba entender que el rencor pudiera durar tanto. —¿No quiere? —preguntó. Porque en otro tiempo, cuando el padre vivía en la casa —pero el hermano mayor de todos no lo sabía— ese había sido su hijo predilecto. —No —dijo la hija. Y el padre bajó la cabeza entristecido; y los hijos bajaron la cabeza resignados. —Entonces, ¿no vamos a tomar nada? —insistió una vez más. Los hijos negaron. El padre dijo: —Ah, me olvidaba. Se acercó al auto y sacó una botella de champán del asiento trasero. Volvió a la puerta y se la dio a la hija. —Para ustedes, para esta noche. Y la hija dijo gracias, y el hijo menor dijo gracias, y el hermano mayor no dijo nada sino que permaneció apoyado contra el marco de la puerta y extendió la mano para saludar a un vecino. Después los cuatro se quedaron callados. Ninguno tenía nada más que decir. Tampoco el padre, que había pensado toda la semana en tantas preguntas, en tanto de lo que hablar, y ahora de pronto parecía vacío y estúpido, alto y gordo como el árbol de enfrente de la casa. Pero el padre no quería irse, porque por mucho que se esforzara no podía imaginarse subiendo al auto y despidiéndose, ya sin los regalos que le habían proporcionado una alegría fugaz, por mínima que fuera, mientras los compraba, y que le habían hecho latir el corazón de expectativa después, mientras iba camino de la casa de los hijos. —¿Cómo está tu madre? —preguntó. —Está bien —contestó la hermana. El hermano mayor asintió. —Mejor que antes —confirmó. —¿Qué hace? —preguntó el padre. —Vive —dijo el hermano mayor. —Trabaja —dijo el hermano menor. El padre sonrió. Una sonrisa tristísima, honda como la noche bajo el cielo tan claro del día. Luego miró el auto estacionado en la puerta. —Bueno —dijo. Se encogió de hombros. Su tristeza era también porque los hijos no se hubieran acordado de él. Había esperado al menos un regalo. Había tenido uno de su nueva mujer esa mañana, pero esperaba uno de sus hijos. Sin embargo ellos no se habían ocupado de comprárselo. Ni siquiera lo habían considerado. Y ahora permanecían ahí, con los brazos como muertos a los costados del cuerpo. —¿Podrían llamar a su hermano? —el padre insistió por última vez. Ahora fue el hermano menor el que dijo: —Está bien. Y se alejó por el pasillo fresco, caminando con el paso de niño que había sido el suyo desde siempre: un poco desgarbado, un poco encorvado. El padre se quedó frente a sus hijos otra vez. La hija tenía la botella apoyada contra la cadera. Estaba fría, y el vidrio salpicado de gotitas le iba dejando una mancha de agua en el costado derecho del vestido. El padre miró la calle sin saber qué hacer, qué decir: uno de sus antiguos vecinos caminaba por la vereda de enfrente paseando a su perro. Todo estaba quieto: iba a ser una Nochebuena tranquila. El hijo menor volvió entonces caminando hacia la luz por el pasillo en sombras. —No quiere salir —dijo. El padre bajó la cabeza. Estuvo un rato que le pareció eterno mirando las baldosas de la vereda. Luego levantó la vista. —Denle su regalo —dijo señalando la bolsa que había quedado apoyada contra la pared en la entrada. —Sí —dijo la hija. —Que lo pasen bien —dijo el padre. Miró a los hijos por última vez. Después sacó de su bolsillo la llave del auto y caminó hasta él. Los hijos lo miraron subir desde la puerta, alto y gordo, y cuando los saludó ellos le respondieron con las manos estiradas. Luego entraron en la casa. De modo que no lo vieron alejarse, en su auto verde metalizado que brillaba al sol en la tarde calurosa, esquivando a otros autos y a las personas, pretendiendo inútilmente, desesperadamente, que nada tenía demasiada importancia. ** Mercedes Álvarez Gutiérrez almercedes3@hotmail.com Escritora argentina (Tandil, Buenos Aires, 1979). Un relato suyo aparece en la antología del Premio Nacional de Cuentos Haroldo Conti (1998). === Un hombre y una mujer se desnudan Enio Escauriza ================= El pantalón encima de la blusa La cartera encima del bolso Una cédula aplasta a otra cédula El aire acondicionado no es suficiente gas para dormir dos sudores Vienen de largas peleas con la ciudad Levantarse más temprano que el sol Arrugarse los ojos de tanto leer Y sin embargo, leen los surcos que deja el nombre de un hotel arrugado Con la espalda, con los codos, con la boca Son viajes que siempre quisieron hacer y no hicieron Sólo les alcanzó para una rápida pomarrosa Porque aún no padecen una luna de miel Hay cosas fugaces que son más dulces Como la toalla tirada en el baño El reloj apresurado secándose desvestido como ellos Cuando recuerden aquel recital de habitación 17 Saldrán corriendo a contar brevemente lo fantástico. II Ella enredada hasta en el cabello De unos diez metros pelirrojamorena al mismo tiempo Depilada hasta la vergüenza. Él de guinda entre los bolsillos Edificio recién construido, tiene fantasmas como todos, Mayores como casi siempre Ambos sufren de vergüenza. Almuerzan en este momento Estando aquí y sin estar, Se desnudan pero no lo dicen, Esperan carne fresca pero le temen al espejo. Están y no están con nosotros Como pasa con la gente feliz Siempre viajando, siempre viajando. Podemos verlos y no verlos Así se hacen los poemas Una mujer y hombre se desnudan y de repente Adán y Eva sin nombres propios Para tomárnoslo con calma: hierbabuena y ron, Mojitos todos, convertidos a la naturaleza, Somos eternos bienvenidos al aburrido striptease meridiano Donde nuestras ideas están de piernas abiertas Y el falo del tiempo se pasea entre nuestro silencio. III Poema para una metropolitana por un estudiante metropolitano Vamos a estudiarnos Rayo tu cuaderno Tú rayas el mío Nos decimos en diagramas de flujo Que tú me gustas más Que cafetín y bulla Que las horas sin clases Que los días de vacaciones, Y tú me dices vamos a estudiarnos, Escoge un semestre e inventemos la materia Podría ser encima del pupitre o debajo de los escritorios Escribir con mayúsculas nuestros secretos magentas Calificarnos excelentes “A” “veinte puntos” Pasarnos todos los días nuestra matemática aplicada al beso Y entre tus notas y mis apuntes hacer tesis de la metrópolis de un desnudo. Y si de repente no hay poema Pero hay un hombre obeso diciendo Cepillado, ropa, calor, playa, Evidentemente es un vendedor de autopista De tranca de la trocha O de “esto no enriquece ni empobrece pero sirve” Si el hombre dice: Hilo dental de muchacha, fiesta y cante flamenco ¿Entonces el poema fue antes del hombre? O antes de un pobre señor loco que no sabe enroscar recuerdos O de este medio día que nos pegó en el coco Y tiene formas raras de decir “soy mentiroso pero lo grito duro y eso me hace más poeta que las hormigas Que todos pisamos en la infancia” Esa que fue hace diez segundos, Esa de ojos abiertos: “sexo que se acaba con el sueño” “Cuando la respuesta es el silencio el desnudo es voluntario”. IV Se desnudan las cataratas También los coliflores Se desnudan las piñatas Las paraparas y las aceitunas Las calabazas y san Nicolás También se desnudan las letras minúsculas Y los meses, dependiendo del año se desnudan, En realidad el mundo es nudista Excepto nosotros claro Que no somos mundo Que estamos aparte Creyéndonos los más vestidos del planeta Los más cultos y los más letrados Porque sabemos qué talla usar para un pantalón Porque sabemos hasta dónde debe llegar la falda Somos unos vestidos, gracias a dios, Unos vestidos, unos recién vestidos, Porque lo que llevamos en este planeta son unos tres mil años Mientras todas las cosas desnudas Tenían más historia que esta manía de taparnos. V Era cuestión de energía De un ácido sulfúrico en la cama La vida mal administrada y nuestros horarios nones En aquella economía de guerra donde aquel otro idioma buscaba traducir “te [quiero” No entendía que éramos universitarios y no temíamos a las sirenas Creíamos en desnudarnos como suma total del infinito Lo cotidiano nos hizo temer a las ambulancias De nada nos valió volvernos profesores si ya nada aprendíamos Desnudarse iba más allá de la ropa, De lo que significa un ombligo revelado y las miles de miradas que lo [persiguen Era cuestión de energía de un ácido sulfúrico en la cama. VI ¿Un hombre y una mujer se desnudan porque la bolsa sube, Por la cola de esta mañana, Por el pan duro, Por el hambre del mundo? No, se desnudan porque en ese instante dios hace sus poemas Él también sufre de ocio y escribe Sólo que sus letras son grandes orgasmos entre la a y la z Y al final de todo, es decir al principio, eso somos: El abecedario con que lo desconocido se divierte Palabras que llevan a otras palabras Un hipertexto divino que no se soluciona en una pregunta Digamos, formas innovadoras de mezclar el chigüire con el carnaval Una mujer que tiene entre 18 y 25 sentada frente a un hombre que tiene [entre 18 y 25 Y hablan de la marca y de la moda mientras El mundo se está cayendo porque ellos no escriben poesía Y dios está triste y castiga a quienes por mala conducta No terminan de desnudarse no inventan un mundo nuevo. VII Teoría cíclica de cómo un golfeado gigante se nos metió en el cerebro Primero empezaron por mentirnos Estar desnudos es rico y sabe a patilla También sabe a patilla el sexo Dependiendo de la cosecha, claro está, Pero lo que si no sabe a fruta es tener miedo Porque eso sabe como a pega para ratones Y el problema es que sabe raro cuando a uno se le pega la lengua Por eso hay que tratar de hacer ejercicios para la lengua Y el mejor es darse versos, besos e insistir Pero siempre que si la hemofilia y el nunca acabar de los miedosos Pero la verdad es que duramos poco en esta nave Y nos la pasamos forrándonos de cosas Que algunas no sirven pero otras sí Porque aunque es fastidioso el plástico es un gran invento ¿Y puedo decir condón imagino si el caso fuera? Yo pregunto, Porque como vivimos todo el tiempo asustados, Que si cuidado y el gordito se desnuda Que si luego vienen y nos cierran los ojos con cuentos chinos, Pero eso sí, los chinos sí que te tienen muchos cuentos y empezaron por [mentirnos con su mezcla de arroz con música de relajación Porque estar desnudo también sabe a níspero Y sabe a guayaba, dependiendo pues de la mata, De la tierra en donde se siembre la piel, Pero al final, toda piel sabe sabroso, como el oso, Que no tiene mucho que ver con este poema pero rima y tiene cara de tierno [y anda desnudo y es un tipo simpático que no tiene miedo Que se roba panales sólo para desnudar a las abejas Porque nada como un panal, una cueva, un escondite para meter la lengua Cuando uno no sabe cómo terminar un poema Si lleva encima la teoría cíclica de que un golfeado gigante se nos metió [en el cerebro Enrollados como somos y repletos de queso No hacemos otra cosa que votar papelón por las palabras Que son el vehiculo para mentir pero no la mentira Que son el vehiculo para el poema pero no la poesía Que son el vehiculo para la risa pero no la risa. VIII Buenas tardes Te tenemos en nuestra base de datos Y quisiéramos saber si es posible que mañana asistas en la tarde a una [entrevista de trabajo Pero, una pregunta, ¿Tú trabajas actualmente? Nuestro cargo es de chofer mensajero —Mensajería interna— Si, bueno, debes entregar poemas de amor a la gente triste o a la aburrida No se necesita buena presencia pero más que eso sí se requiere que no te [reconozcan ¿Puedes trabajar con una máscara? Eso de repartir poemas no es fácil Digamos que no tienes horario pero trabajas más de lo común Te esperamos, perfecto, Trata de no ser puntual, desconfiaríamos de ti si llegaras a la hora Tú sabes, el amor debe ser así: inesperado. ** Enio Escauriza enioescauriza@yahoo.com Músico y escritor venezolano (La Guaira, 1974). Tesista en la licencia de sociología. Autor de De julio a septiembre (Editorial La Espada Rota), ganador del premio Alfredo Chacón de la Escuela de Sociología de la Universidad Central de Venezuela. === Es mi amigo Marcos Wever ========================================= (Nota del editor: el siguiente es uno de los cuatro relatos de Sol y luna de papel sobre el barrio, conjunto narrativo con el cual el escritor panameño Marcos Wever obtuvo, semanas atrás, el primer premio en la categoría de cuentos del XXVI Certamen Nacional Artístico Cultural Obrero 2006, un certamen organizado cada año por el Instituto Panameño de Estudios Laborales del Ministerio de Trabajo y Desarrollo Social para todos los trabajadores de la nación del Istmo. El concurso, que se inició en 1977 bajo el nombre de Primer Certamen Literario Obrero Nacional, premia actualmente las categorías Poesía, Décima, Pintura, Escultura y Artesanía). Digan lo que digan, Miguelito es mi amigo. Y es que desde pequeños andábamos para arriba y para abajo. De tanto vernos pegaditos, hasta creían que éramos hermanos. Sé, y lo juro por mi madre, que si le preguntan a Miguelito sobre quién le enseñó muchas de las cosas que ahora sabe, seguro que va a decir “fue campeón”. Déjenme decirles que si es muy chispa, antes de entrenarlo para que los mocos no se le metieran en la boca, era un alelado de primera fila. Ver ahora a Miguelito rodeado de tantas personas es negarse a creer que antes no fue así. Cuando señalo que él era un chiquillo mojigato, la gente que no nos conoce se ríe y me tilda de ser mentiroso. A decir verdad, antes que se me arrimara era un pendejo, con P mayúscula. Qué les digo, al principio no sabía ni cómo agarrar un palo para golpear la pelota cuando jugábamos al beis. Viéndolo fallar a cuanto le tiraban y saber que lo cogían de burla por lo que hiciera me dio lástima. Me dio lástima y quedé como su maestro para quitarle la pendejada de encima. Es posible que por llevarle un par de años por delante, me respetara y me hiciera caso en todo. Y rápido que aprendía y rápido que se colocaba entre los mejores. No se puede negar, cuando Miguelito le cogía el paso a las cosas, nadie lo paraba. Era tanto su interés por estar adelante que cuando me metí de boxeador, allí se puso de necio a que le enseñara a utilizar los puños. —¿Para qué quieres tirar las manos? —le preguntaba. —Para qué más —contestaba enojado—. Para romperle la boca a los que me tienen de tonto. Y le enseñé a boxear. A golpear en los costados y derecho a la quijada. Y comenzaron a darle duro, pero también a respetarlo. Ah, ese flaquito con qué gusto me decía, “campeón, hoy me despaché a dos que me traían de cabeza”. Campeón me llamaba a toda hora, pues, para él, yo era su ídolo sin corona. “Hey campeón, estás que le caes de la patada a mi hermana. No te quiere ver ni en pintura”. Tanto era la confianza de Miguelito para conmigo, que no le importaba hablar mal de su hermana. La tipa era flaca, de caderas anchas y carita de ratón blanco. Pálida como un papel pero bonita como una diosa. A diferencia del hermano, era de esas chiquitas que se ofenden con ser pobres. En particular, con ser hija de padre jardinero y madre sirvienta en casa de familia rica. Era linda la condenada y más cuando la madre la vestía con los trajes que las niñas de plata encontraban pasados de moda. “La Morisqueta” le decíamos pues era un mar de muecas de desprecio cuando la silbábamos. “La Morisqueta” era la que le metía a Miguelito que había que salir huyendo de nuestro ambiente. Que soñara con ser importante para tener dinero y no quedarse de mediocre. De mediocre calificaba a los del barrio, sin temor a ofender también a sus padres. Y Miguelito se reía de las ocurrencias de su hermana, hasta que comenzó a crecer y a expresar otras ideas. —Tenemos que hacer algo por nuestra gente, campeón —me dijo un día cual si contemplara a un ángel—. Tenemos que ver cómo le solucionamos el problema a muchos despojados. Qué grande lo vi y qué orgulloso me sentí por su modo de medir nuestras necesidades. Después, Miguelito se convirtió en un líder comunal. En un dirigente que con facilidad nos reunía y se tiraba unos discursos de cambio, de perspectivas y de un montón de cosas sobre el futuro que él sólo entendía. Si era claro o no, era algo secundario pues sin gran esfuerzo conseguía admiración y aplausos. Un día me sorprendió cuando me dijo: —Me tienes que ayudar, campeón. Me tienes que apoyar porque tú conoces a mucha gente. Me voy a meter a la política y doy por seguro que si me lanzo a diputado, salgo elegido. De esa manera, de la noche a la mañana, quedé reclutando gente, pegando papeletas y asistiendo a reuniones, para animar a que eligieran a Miguelito como diputado. Y de que el muchacho ganó, ganó. Esa celebración fue en grande y con la cooperación de casi todos los del barrio. Era la primera vez que la desarrapada comunidad en la cual vivíamos lograba tan importante gloria. Miguelito se emborrachó y caminaba aquí y allá, abrazando y dejándose abrazar por todo el mundo. A todos les decía gracias, muchas gracias. Mi triunfo es de ustedes. A mí, que casi me vomita de lo bebido que estaba, me repetía al cansancio: “Eres lo máximo, campeón”. Después de eso la gente se ha puesto a hablar de Miguelito. Que si se le subió el zumo a la cabeza, que si está mareado con el cargo. Que si ya no voltea a mirar a los amigos, que si ya no baja al barrio... Nadie quiere comprender que al muchacho le han caído muchas responsabilidades. Eso de tratar de ayudar a los pobres no es cosa fácil. Por años los diputados lo han intentado y al final, no pueden cumplir. Conociendo a Miguelito, sé que hay que tenerle paciencia. Yo no me quejo pues imagino que está súper ocupado y hasta distraído. Figúrense que la primera vez que lo fui a buscar para ver si me conseguía un empleo, no se percató de que era yo. Para acabar de fregarla el montón de elegantes personas que lo rodeaban no me dio chance ni para tocarle el hombro. Él es mi amigo. Con propiedad se lo puedo gritar a los que tratan de desconocer sus méritos. Es más, tengo que razonar que su trabajo es algo muy serio. Que a veces, aunque quiera hablarnos, no puede evitar que se le dificulte atendernos y que no hay que impacientarse. Hace algunos días, claro, el incorrecto fui yo que para llamar su atención en medio de una reunión de políticos le grité: “Hey, campeón”. “Hey, Miguelitón”, y allí me quedé haciéndole señas. Al rato y cuando creía que no me iba a escuchar me llamó “Rafa, Rafa”. Rafa y era la primera vez en mucho tiempo que me llamaba por mi nombre. Grande me sentí, ya que con eso le demostraba a los que buscaban su interés, que me conocía y era mi amigo. —Rafa —me volvió a decir en bajo tono cuando me le acerqué—, ya no debes gritarme en público y menos con apodos que son solamente entre nosotros. Tú sabes cómo es esta gente. Tienes que comprender que eres mi amigo y no quiero que vayan a pensar mal de ti. Tú entiendes, aquí se manejan con eso de la etiqueta, del estilo, de la regla... tú sabes. —Okay, campeón —le dije contento de estar frente a él como en los viejos tiempos—. Es que necesito saber cuándo puedo conversar contigo. —A propósito —me dijo—. ¿Cómo andan las cosas por tu casa? Le iba a contestar para volver a insistir sobre mi cita, cuando llegó un baboso bañado en perfume, diciendo que necesitaba que le resolviera un problema. Y me corrió a Miguelito. Sostengo que me lo corrió, porque de inmediato nos dijo —Me dan un permiso —y se fue a departir con otros diputados. Esa escapada fue culpa del importuno por no medir que mi amigo hablaba conmigo. Me imagino que a tal punto lo abrumó que por escapársele, me dejó con la palabra en la boca. Hace poco, me dijeron que Miguelito acostumbraba comer en un restaurante de lujo. Como supuse que con tanto trabajo y gente que lo asedia, ya no llega al barrio ni para ver a sus viejos, allá me fui. Allá a cierta distancia me instalé para esperarlo y hablarle de mi cita. Tanta fue mi mala suerte que llegó con “La Morisqueta” y con unos individuos que parecían adinerados. Agité la mano para que me viera y él apenas si levantó la suya, haciendo suponer que le contestaba a un desconocido. Entró al local con tal apuro que no tuvo tiempo ni para volver la cara. Creo que estaba oscureciendo y que no distinguió que era yo, tal vez por llevar lentes oscuros, o porque la altanera de su hermana lo empujó para que no me saludara. Otro en mi lugar se pondría a comentar que a Miguelito se le olvidaron sus promesas. Que se le subió el zumo a la cabeza, que está mareado con el cargo. Que ya no voltea a mirar a los amigos o que ahora es un engreído. Yo no. Me atrevo a comprometerme con el Diablo para seguir creyendo que hay que tenerle paciencia. Que es y será mi amigo y que tarde o temprano me conseguirá un trabajo como aseador. No por gusto y por mucho tiempo he sido su ídolo. Sí señor... ** Marcos Wever mawaperiodista@yahoo.com Periodista, pintor, poeta y escritor panameño (Ciudad de Panamá, 1946). Ha ganado más de treinticinco premios nacionales en cuento, poesía y pintura. Tiene una mención en poesía infantil en Uruguay y un segundo premio en cuento en Argentina. Es egresado de la Escuela de Periodismo de la Facultad de Comunicación Social de la Universidad de Panamá, de la University of Lousville de Kentucky (EUA) como magíster en educación y de la Galería Vivaldi bajo la dirección de los plásticos Amalia de Jeaninne y Desiderio Sánchez. Ha publicado los poemarios Paraíso de madera y Cara a Cara, y sus obras aparecen en diversas publicaciones y trabajos de grado. Actualmente es catedrático de periodismo en la Universidad de la Paz de la República de Panamá. Ha dedicado gran parte de su vida al ejercicio de las relaciones públicas. === Tres poemas Liliana Carmen Vinelli =============================== *** Ciudad-mendigo Esta noche me descubrí durmiendo con gorriones en la frente y carteles luminosos en el cielo. Acomodé el brazo debajo del pecho de adoquines, y sentí los subtes corriendo por mis venas. Con la mano izquierda sacudí las moscas del espanto, mientras los ojos circularon en sus órbitas nocturnas. Mastiqué la bronca cotidiana y tragué saliva, y ojos de niños mendigando —sin mirada. Por un momento, en mi sueño reducido, subieron ángeles para ver la madrugada. Y otra vez la gente con sus rostros, con sus gestos desgastados, espiando desde el fondo de la nada. No te quiebres —me dijo la conciencia—, no te quiebres aunque te cueste el alba. Acomodé una vez más la nuca en el misterio de plazas amanecidas, y sentí rodar por las mejillas los sueños de mi gente, cayendo como lágrimas. *** Jeroglífico Escribo. Escribes. De la primera inspiración a la última expiración. En hojas de rutina; con lápiz de placer, de dolor. Un dibujo, tal vez un jeroglífico indescifrable. Por momentos, presumes la luz en la sombra. Inventas colores. Sin embargo tu trazo se pierde en infinitos trazos de otros enigmas: parecidos, diferentes. Acaso faltos de sentido desde la punta de nuestras narices. *** El monociclo Con su monociclo a cuestas, subió la cuesta. Pescó estrellas. Dejó huellas. Pulverizó verdades. Guardó pelusas. Sonrojó piedras con sus obscenidades inconclusas. Monoteísta por naturaleza. Por no ser malabarista, perdió su vista en la maleza. ¡Oh, sorpresa!: Cayó de bruces por la cuesta. Con su monociclo averiado, siguió su viaje, ahora infortunado. Tomó coraje, una taza de café. Y se fue. ** Liliana Carmen Vinelli lilianavinelli@yahoo.com.ar Pianista y poeta argentina (Buenos Aires, 1958). Egresada del Conservatorio Nacional de Música “Carlos López Buchardo” (http://webs.enterate.com.ar/Web/Arte/consnac). Dirigió coros de escuelas secundarias y otros pertenecientes a la Universidad de Buenos Aires (UBA, http://www.uba.ar). Desde 1987 es socia activa de la Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música (Sadaic, http://www.sadaic.org.ar) como autora y compositora. En la actualidad prepara la edición de un CD de tango, conjuntamente con la poeta Nélida Puig, que preside la Asociación de Letristas de Tango (Letrango). === Domingo en las rocas Alejandro Badillo =========================== Para Abigail “Tantas cosas que empiezan y acaso acaban como un juego...”. Julio Cortázar, Graffiti. López alzó la vista para evaluar a través de las ventanas la decoración del bar, los asientos pequeños, de colores tristes, abandonados a la promesa de algún cliente. Una cerveza en la barra acompañaba la soledad de un cenicero libre de colillas. Comprobó una vez más el ligero temblor de la puerta, el letrero rojo de “Open” que se movía como péndulo, indicando la reciente salida de una persona. Haciendo sombra con la mano, aguzó la vista para tratar de distinguir a alguien y, al encontrar asientos vacíos, penumbras al fondo, removidas apenas por la silueta del barman, sintió malestar, como si el bar hubiera estado abarrotado minutos antes y los clientes, prevenidos de su llegada, acabaran tragos con rapidez, pagaran cuentas entre manoteos para salir al mediodía y evaporarse con displicencia en las calles. Pensó en las formas vagas de ese domingo, en la noche que le había regalado un insomnio presentido en los destellos del televisor sobre su rostro, justo al final de la película para desvelados. Asomado en la ventana, había acompañado en silencio los últimos restos de la noche como fantasma, testigo de la claridad que avanzaba sobre el horizonte de techos y antenas, que luego iba a fundirse en la humedad de la madrugada. Resignado, se metió en la regadera con la cabeza pesada y los ojos vueltos rendijas. Se vistió, preparó un café mientras a su alrededor los ruidos provenientes de los otros departamentos echaban a andar el sutil mecanismo de los domingos. Bajó las escaleras. En la esquina compró el periódico. Leyendo el pie de foto de un edificio coronado en llamas, recordó que ese día el Café Bagdad cerraba sus puertas. Se había enterado el viernes por la tarde, cuando en una visita a la farmacia de al lado, vio un cartel en la puerta: “Cerramos el domingo por remodelación”. Las palabras en el periódico perdieron sentido. Inmóvil, en medio de la banqueta, enfrentó la tarea de decidir el rumbo de la mañana. Le pareció absurdo regresar al departamento, no podía hacerlo porque volver ahí significaría ir a la cama en busca del sueño perdido y, al no encontrarlo, completaría sin querer el círculo de la derrota. Compró un sándwich para burlar el hambre y vagó por el centro de la ciudad. Rodeado de edificios antiguos, abandonó la idea de una ruta precisa y caminó confiado a la sorpresa de una esquina inesperada, echar la suerte a callejones deshabitados, jugar a seguir los pasos de alguna persona. Así, encontró varias tortugas amontonadas en una tienda de mascotas, dejó que un ave amaestrada le revelara el futuro y finalmente —más por inercia del recorrido que por un interés genuino— fue a unirse al escaso público de un mago ambulante. Más tarde, sentado en el parque a donde su madre lo llevaba cuando era niño, se sintió extraño ante la gente que lo veía columpiar los pies, como si de esa forma buscara una alternativa a su vida en el departamento. Observó las puntas polvosas de sus zapatos: había agotado las sorpresas del día y era hora de regresar al departamento. Fue en el camino de vuelta, cuando esperaba junto a una línea de gente el rojo del semáforo, que reparó en ese bar pequeño, con apariencia de haber sido metido a fuerza entre la enorme zapatería y la tienda de electrodomésticos. Pasaba por esa calle todos los días y le sorprendió darse cuenta de que el bar había estado siempre ahí, de que víctima de su propia cotidianeidad se había estado disolviendo en su mirada hasta volverse invisible. Estuvo indeciso frente al “Bar 10”. El letrero de “open” —ya inmóvil— esperaba cualquier empujón para volver a su vaivén. —¿Vas a entrar? Respingó al sentirse descubierto. Miró a la mujer de ojos oscuros que lo observaba con atención. Debía tener unos treinta años; le pareció linda con su vestido de flores, las pecas desperdigadas en los hombros y una expresión que mezclaba arrepentimiento y orgullo por abordarlo de esa forma. —Claro. La mujer lo invitó a entrar con una seña y López se preguntó de dónde había salido. Algunos adornos navideños se balanceaban en el techo. La sombra uniforme de varias botellas se precipitaba en el declive del mediodía. Con un principio de vértigo contempló la escenografía de una navidad adelantada y se sentó en la barra. Un dije en forma de luna brillaba en el cuello de la mujer. Le pareció que había estado antes en ese bar y trató en vano de encontrar objetos reconocibles. Ella, después de saludar al barman, le dijo: —Es negocio de mi cuñado. Por la temporada vengo a ayudarlo —se puso un mandil y fue tras la barra. Las persianas creaban un leve crepúsculo que hacía destacar sus ojos, la línea larga, sinuosa de los labios. López se sentó frente a ella; a su lado, una rosa añejaba sus colores en un vaso con agua. Imaginó el lugar atestado unas horas más tarde, a la mujer moviéndose con agilidad entre el humo y las risas: una canción de amor flotando en las mesas. —Es la primera vez que vengo... —dijo quedándose con el resto de la frase en la boca. Ella dejó un trapo húmedo y sacó del mandil una cajetilla azul de Marlboro. Prendió uno. El humo se enroscó y ascendió por la nariz hasta dispersarse en las inmediaciones de la frente. López sintió la obligación de seguir hablando. —Me parece que había estado antes aquí, pero no se cuándo. El humo de la boca se concentró en dos pequeñas nubes que buscaban con afán el techo. La mujer las miró con intensidad, como si el disolverlas fuera producto de un deseo. Ignorando la frase, le preguntó: —¿A qué te dedicas? López, inquieto, movió los pies. Las alas de una mosca se desdibujaron en la superficie de un vaso. —Nada interesante, vendo autos —recordó que sólo había vendido dos en el mes, en poco tiempo tendría que pagar la renta. Prefirió olvidar el trabajo y concentrar la atención en ella, en los jirones de humo en su boca. —Tenemos que aprovechar la temporada. Con las reuniones navideñas esperamos pagar deudas pendientes. Siguió con interés el sonido de su voz y sin querer pensó en muñecos de nieve, luces navideñas en balcones, en los postes de una ciudad desconocida. El barman, flacucho y entrecano, ordenaba unas cajas con cervezas. La mujer fue a una pequeña bodega. López regresó al punto de inicio, el punto en que volvía a sentirse solo, víctima, una vez más, de los domingos inmóviles, calurosos, que ganaban peso para moverse muy lentamente por el cielo. Enterró la mirada en la carta porque el leve balanceo de las persianas lo ponía nervioso. Deseó que volviera cuanto antes y la mujer regresó lenta, al mismo tiempo que un vago sabor se esparcía en su lengua. —¿Qué vas a tomar? López revisó la carta. No acostumbraba beber a esa hora, pero decidió hacer una excepción. —Un whisky en las rocas. El barman arqueó las cejas, indicándole en silencio que eligiera la marca. López carraspeó. El cigarro, encorvado en un cenicero, desmoronaba su punta en suaves hilos de humo. —Etiqueta roja. Buscó los ojos de ella mientras el barman depositaba tres hielos en un vaso, y con el sonido de los cubos en el fondo ocurrieron eventos simultáneos: el líquido ámbar en el vaso delineó un movimiento que utilizó para llenar la boca de la mujer con flores y peces rojos; el agitador en el viaje circular de los hielos acompañó un largo pestañeo, suficiente para sentir el pulsar de los labios en el alcohol. Y mientras alzaba el vaso y la boca se inundaba de ámbar, los labios de ella se movían: “Whisky en las rocas”, oyó con la lentitud de un conjuro, la fórmula dicha con una sonrisa que podría ser una antigua nostalgia, la invitación a contemplar la luna en un parque. López depositó el vaso en la barra y pensó en la frase: “whisky en las rocas”, muy de novela de detectives, aunque haciendo memoria recordó que nunca había leído “en las rocas” sino “con soda”. “Cosas de la traducción”, pensó mientras la espiral del whisky bajaba por su garganta adormeciéndola unos instantes. La mujer ocupó el silencio tatareando una melodía. En los cables de luz dos pájaros espulgaban sus alas. El estacionamiento del centro comercial estaba repleto. La mujer le extendió un pequeño calendario. —Cortesía de la casa —dijo divertida y solemne. Se sorprendió cómo en los momentos en que perdía contacto con sus ojos, ocurría la revelación de vivir lentamente: una larga cadena de tardes que él acompañaba tumbado en el sillón, concentrado en la intermitencia de un colibrí en la ventana, en el persistente llamado del teléfono en algún departamento que era una forma nueva de lentitud, algo que impidiera descubrir el tamaño de la soledad y del hastío. Volvió a los ojos de la mujer para percibir la reminiscencia de una flor dejada hace mucho tiempo. El whisky en la copa le recordó un sueño donde bajaba a las vías del metro y caminaba despreocupado hasta el fondo del túnel. Por un momento pensó que ella había estado ahí, que fue su rostro entre la gente —animándolo a abandonar la vía y subir al andén— el que lo despertó aquella mañana. —Te ves triste —dijo fijando la mirada en un punto arbitrario, ubicado entre sus ojos. Ella se sirvió un whisky, sacó un nuevo cigarro, volvió a fumar en silencio como si de esa manera pudiera prolongar, dar vida artificial a un pensamiento. El humo enturbió la visión, hizo de sus rostros fantasmas. —Hay días que no son fáciles —dijo. El jirón de voz quedó flotando en el aire, perduró unos instantes como el estertor de un sueño, la fotografía vuelta a encontrar en las páginas de un libro. La tristeza fue una imagen borrosa y López la alejó con un breve manoteo, como si se tratara de una mosca imaginaria y obsesiva. La luz en la barra reflejaba con cautela los ceniceros, detenía el cuerpo del humo sobre la rosa, volvía inevitable rechazar los límites que se imponen los desconocidos. López vio en los dedos de la mujer un anillo, quiso tocar sus manos, pero se contuvo. —Doy clases de ballet. Nunca pude ser bailarina profesional. Mis rodillas y mi espalda me lo impidieron. El tiempo en el bar se estancó, al otro lado de las ventanas rectangulares ya no estaba el estacionamiento sino las calles de una ciudad extranjera. El cielo era un campo de nieve apagándose lentamente. La voz de ella fue familiar, como el mechón sobre las cejas, el lunar apenas visible, perdido en la mejilla izquierda. —Yo nunca pude ser pintor —dijo López, recordando los cuadros de su infancia; austeros bodegones que su madre vigilaba en la soledad de sus tardes, cuando la vejez la obligaba a buscar la felicidad de la monotonía, el sutil acto de regar unas violetas. —¿Por qué? dijo ella adelantando el rostro a una franja de luz invadida por el polvo, vuelta sin querer un bosquejo de niebla. —No tengo talento. Ella le dedicó una expresión de incredulidad. El cigarro se consumía en el tiempo y el humo era un momento indeciso en su boca, la paciente elaboración de una nueva confidencia. La familiaridad de quien extiende una mano en busca de otra se renovó y los acercó un poco más, hizo que la superficie del whisky fuera un espejo. Pensó en desandar los pasos del sueño, en la gente amontonada en el andén, personas cuya única finalidad era servir de escenografía, dar peso a la mujer que aprovechaba los intervalos de silencio para apuntalar la lengua entre los labios. —A veces bailo sola frente al espejo. Imagino que soy la última mujer del mundo. —Pero tú y yo estamos aquí... ¿no? Bebiendo. —Por supuesto —dijo ella. Chocaron los vasos en medio de la luz: un brindis solitario, en ese bar que por momentos se convertía en el lugar más alejado en el mundo. Mientras bebían pensaron en el olor de la lluvia; alguien viendo llover tras la ventana, pensando a su vez en ellos, en chocolates cautivos en papel dorado. Dejaron de beber al mismo tiempo. El último asomo de casualidad desapareció en la tarde y en la calle un hombre arrojó un cerillo al corazón de un charco. El alcohol había soltado amarras en el cuerpo y López sentía cómo la timidez se desvanecía, cómo buscaba que coincidieran las miradas. Ella sacó un nuevo cigarro, lo balanceó entre los dedos, como si el prenderlo fuera un juego demasiado previsible y sólo el demorar el contacto con la llama le diera al acto la improvisación, el azar que ya no encontraba placentero porque esbozaba un gesto de fastidio y devolvía el cigarro a la cajetilla. Alzó los ojos de la mesa, le contó de la dificultad de encontrar público para el ballet, de la tetralogía de Wagner, de las variaciones de Bach que había bajado de internet. Él seguía las palabras aunque por momentos perdía el sentido de las frases porque prefería concentrarse en el movimiento de la boca, en los ojos oscuros y grandes. No supo si fue el whisky, si la idea había incubado desde hacía mucho tiempo, pero se le ocurrió una frase que le pareció luminosa: “Domingo en las rocas”. Mientras ella seguía hablando de Wagner, de las alumnas de la clase del jueves, él relacionaba cada frase, cada palabra, con una playa, con rocas planas y brillantes, encimadas como reptiles tomando el sol. El calor del whisky había llegado a su estómago y un leve entumecimiento se desplazó entre los dedos. Antes de llegar a las puntas un oleaje iba y venia; el ronroneo de una boca marina llenó su cabeza. Sintió que el domingo abarcaba el bar, que la playa era el largo movimiento de ballet que ella formaba con los brazos, porque en ese momento le hacía una demostración y los brazos extendidos hacia un objeto invisible y bajando con rapidez con un poco de vergüenza, porque López sólo podía imaginarlos como dos franjas de arena internándose en el mar. López sintió las manos ligeras, contempló las uñas de sus dedos y, al alzar la vista, pudo ver la tarde condensada en una hilera de vasos vacíos. Desde el principio de la conversación la mujer había inclinado gradualmente el cuerpo, ofreciendo la parte descubierta de la espalda al sol, a las anchas zonas de luz que volvían el cuello incandescente. Las flores del vestido brillaban y cuando López las creyó moverse, supo que estaba enamorado. Una mezcla de vergüenza y alegría llegó: la playa se volvió más nítida y ella calló de pronto, porque las palabras la habían hecho pasar de un mundo a otro y ahora se daba cuenta de la pausa en proceso, del amor imprevisto que habían provocado y que volvía a la playa más real. López, por hacer algo, le dio un trago largo al whisky que bajó de nuevo con su espiral adormecedora. La mujer —antes de hablar— elaboró una respiración anhelosa, que hacía temblar el lunar en la mejilla: —Domingo en las rosas —dijo en un ejercicio de adivinación que terminó con una risa que le pareció el aleteo natural de un deseo, tan natural como si el domingo recuperara su sentido original y volviera a ser risa y labios húmedos y el polvo que mordía la luz de las ventanas y por qué no decirle que le gustaba su forma de reír y acercar las manos poco a poco, porque un movimiento brusco la alejaría y saldría por la puerta, el vaivén de “close” cerrando el ciclo y cuando volvieran a encontrarse en esas sillas serían viejos y quizá más tímidos, incapaces de reconocerse por segunda vez. La oscilación de las persianas hizo parpadear la luz en las sillas. La mujer, antes de hablar, estiró el cuello: —Voy al baño. López alcanzó a ver la espalda pecosa en la penumbra, oculta en el taconeo cada vez más lejano; el barman, a su lado, lo miraba como quien contempla a un compañero de naufragio, se mordía los labios como si retuviera un secreto y atrás las siluetas de los dos, unidas en la sombra, indecisas en el horizonte de botellas y vasos. Mientras esperaba su regreso se recriminó abandonarse entero a la imaginación, pero justo acababa un pensamiento, la mente perdía verticalidad, los ojos buceaban en el whisky y la playa volvía y hubo cosas como una toalla abandonada en la arena, la cristalina noche invernal, suspendida en el caminar de un cangrejo obstinado. La mujer regresó con el mechón desordenado en la frente, miró la cajetilla como a una promesa abandonada y se sentó frente a él. López intentó hablarle pero las palabras salían sin control de la boca, como si se desdoblaran a propósito para acumular sonidos que eran manchas de color. La voz quedaba flotando a escasos centímetros de su boca y López creía percibir la silueta de un pájaro suspendido en el vuelo. La ciudad tras las persianas se condensó lenta. López tuvo la certeza de otro mundo, uno donde el amor no era un evento extraordinario y se pudiera topar con él todos los días: en la plaza alfombrada de hojas, en la mirada anónima en un autobús. La miró paciente y en silencio, se preguntó si podría quererla siempre de la misma forma, si el instante fuera la luz que en ese momento recorría su espalda volviéndola un secreto. Las palabras seguían ahí, alrededor de su cabeza, como un globo atrapado, y ella parecía no darse cuenta, o tal vez sí, y por eso volvía al ballet y a Wagner, como si de esa forma pudiera disuadirlo de amarla aunque su mirada dijera otra cosa. La respiración ganó peso al mismo tiempo igual que en sus cuerpos. Cerró los ojos al calor en su cuerpo, a la humedad de los labios, a las manos buscando a ciegas, como atrapadas en una trampa de arena. En medio de la desazón dejó salir un nuevo torrente de palabras, que ella se apresuró a responder con un malabar incomprensible, algo como un día soleado o el viento en el temblor de un árbol. López creyó ver en la réplica el recuerdo de un beso perdido y acercaron las caras en un intento por recuperarlo. Los ojos se inmovilizaron como dos nubes bajas; el barman no pudo resistir más, dejó caer un vaso, sacó una tarjeta en blanco y se la extendió: “Váyanse ahora... tal vez haya tiempo”. Y no tuvo que preguntarle porque ella ya se había levantado y lo esperaba impaciente junto a la puerta. El cielo alargó la sombra de una nube y al otro lado de la calle una anciana se internó en una sucesión de viejas fotografías. Salieron del bar sin saber a dónde dirigirse o de qué huían. Caminaron entre los autos que hacían fila para entrar al estacionamiento, entre gente que dejaba entrever en la mirada rastros de asombro ante su fuga. Antes de cruzar la calle ella se detuvo, de puntas murmuró en su oído una vocal demasiado larga, que era el inicio de su nombre, un nombre suspendido en un color blanco, que hablaba del deseo acumulado en la cresta de una ola, al que López correspondió con un aleteo marino que en un instante se convertía en un fragmento de espuma envolviendo una roca afilada. La playa y la arena en un momento estancado; López y la mujer entreabriendo los labios al mismo tiempo, con la mirada puesta en una dirección desconocida. No pudieron hablar más y los edificios fueron bosquejos gigantes de palmeras. Sintió calor en los pies y el impulso de una ola que fue el nombre de ella y que se perdía cuando la marea regresaba a su origen. La descripción minuciosa de sus ojos se hizo vaga, el mechón en la frente borroso; la frágil línea de la espalda, ambigua. La plenitud del oleaje se volvió más plena y por fin la pudo tomar de la mano, al principio ella mantuvo los dedos tiesos, pero se ablandaron cuando la marea creció y la fuerza de la espuma comenzó a borrar el epílogo del primer recuerdo, las astillas del vaso goteando en la barra. El oleaje entre sus pies y los ojos que buscaban el cielo para verlo rayado por una gaviota. Siguieron tomados de la mano, el camino parecía alargarse al igual que la costa, y al fondo tal vez una isla que era como un cofre para guardar los últimos recuerdos. La marea regresaba el mecanismo del mundo, a López en la ventana del departamento, insomne para variar, los destellos del televisor al terminar la película para desvelados. ¿La había visto antes? ¿Por qué sentía que el mundo era un reloj de arena que alguien, en cualquier momento, estaba a punto de voltear? Tuvo la esperanza de encontrarla otro día, decirle que se habían enamorado en un bar, y así reconocerse y quebrar las reglas del sueño. Pero el amor los sobrepasaba, hizo que los pasos fueran sin ruido. Llegaron a una esquina y ya la playa le llenaba la mente, el domingo erosionaba los dedos que se separaron un instante, quisieron volver a enlazarse pero era demasiado tarde y se separaron. López tuvo tiempo de dedicarle un último pensamiento. Ante la imposibilidad de prolongar el momento, le dio las gracias por los besos no dados, por la sucesión interminable de domingos. Una mirada final, el reconocimiento que duró poco, el suficiente para que los ojos perdieran color y ella sintiera la extrañeza de andar tomada de la mano con un desconocido. El centro comercial aparecía de nuevo mientras la mujer ya caminaba frente a él. ¿Qué le había dicho? ¿Por qué el malestar de ver a esa mujer alejándose? ¿por qué no ir a buscarla, decirle que en alguna parte se habían conocido? El sol se asomaba encima de los edificios mientras las manos desprendidas aún tenían los dedos tiesos. La sintió vagamente conocida, como una compañera de escuela vuelta a encontrar. Se perdonaron por olvidarse una vez más, por repetir las mismas palabras domingo a domingo. Ella se alejaba tímida y extraña, consciente del naufragio, del día estancado en una playa infinita, de arenas muy blancas. Aunque pensándolo bien, ahora que caminaba delante de él, girando el cuello en búsqueda de un último contacto, tuvo la certeza de que nunca la había conocido. La mujer entró en el centro comercial y sintió alivio de no verla más. Las preguntas desaparecieron frente al anuncio neón de “Café Bagdad”, el letrero de “Close” inmóvil en la puerta y la cartulina con el aviso. ¿Cómo había llegado a ese lugar sabiendo que ese día cerraban? Pensó en los efectos del insomnio, en la rutina del domingo que le jugaba una broma. Incapaz de recordar nada contempló con tristeza los autos, pero lo absoluto del sentimiento duró poco porque enseguida vino una agradable somnolencia, como el epílogo de un buen sueño. Al dar media vuelta tuvo en la boca la víspera de un beso; en la mente, un abrazo interminable, convertido en una gaviota que se perdía entre los edificios. ** Alejandro Badillo jalejandro_badillo@yahoo.com.mx Escritor mexicano (Ciudad de México, 1977). Reside en Puebla desde 1986. Participante desde 1999 de diversos talleres de narrativa en la Sociedad General de Escritores de México. Ha publicado cuento en antologías, en los diarios Síntesis, Cambio e Intolerancia, y en la revista Crítica, de Puebla. === Tres poemas de La palabra liberada Gonzalo Márquez Cristo ======== (Nota del editor: el año pasado apareció la segunda edición de La palabra liberada, el poemario del colombiano Gonzalo Márquez Cristo que ya en 2001 había visto la luz por vez primera como parte de la colección Los Conjurados. En el prólogo, el poeta venezolano Eugenio Montejo ha dicho: “Mediante un versículo abierto, desceñido, que confiesa despreciar el cuerpo vertical de los poemas, su voz se abona al combate de la sombra, desde un tono recorrido por cierto rasgo críptico. Tal vez más que la belleza lírica como principal desvelo, la escritura de estos textos se propone algo mucho más urgente, algo que por instantes se encarna en esta invocación: ‘¡Que el lenguaje alcance para no morir!’ ”). *** Las palabras perdidas Alguien descifra la escritura de la lluvia y sin embargo no puede escapar. Un alud de imágenes nos extravía la palabra; acudimos al grito y al llanto, [a veces a la indiferencia, pero sabemos que necesitamos de la guerra [para ser inocentes. Todo lo ha ofrendado la ceniza. Desde que desterramos a la noche desaparecieron las más profundas alianzas [y nuestros perseguidores pueden encontrarnos. Una herida siempre recuerda la vida, todo nacimiento procede de su túnel. [Un árbol arde en nuestros ojos de agua. La verdad —es decir lo prohibido—, impone su reino de terror... y hemos [decidido habitarlo con las manos entrelazadas. Creímos que la poesía nos enseñaría a morir... Persistimos... Con frecuencia hacemos la extraña sonrisa del miedo. Si [huimos, la soledad convertirá a alguien en víctima. Por eso la [palabra se pasa de mano en mano para construir una morada invisible. A veces para sobrevivir renunciamos al conocimiento. Y cuando todos duermen escribimos... Pero un poema es el fósil de un sueño, [el cadáver de un dios... ¿Aún podremos salvarnos? *** En nombre del grito Crees tanto en la sed: en la vida... En lo invisible. Duermes de cara al [oriente. Te purificas en el peligro. En los libros delatas al tiempo [como a un pájaro disecado. En el bosque una encina te sigue. La luz te nombra. Cuando eliges el rumbo [del dolor alguien te da un sorbo de agua. Deseas: esperas siempre equivocarte. Asumes la tiranía del ojo llamada [viaje y a veces con un rostro logras curar tu frío. Sabes de un paraíso que nunca será memoria. Asistes a la mascarada de la sobrevivencia aunque un ecuador lejano y voraz [atraiga tu vuelo. Así logras persistir. Tus palabras caen como puñados de tierra sobre un cuerpo desnudo. Aquí comienza el instante. ¿Quién clama? ¿Quién responde entre la sangre? [¿Quién descubre su sombra incandescente? ¡Que el grito siempre pueda detener la herida..! ¡Que el lenguaje alcance para no morir! *** Oficio de olvido Una mujer se besa en el espejo, se oculta con su alma, el agua es su [soledad. Un niño escondido en un armario intenta morir. Las lágrimas de un hombre caen en su taza de café. Una adolescente con el índice detiene la manecilla del reloj y se [estremece. En el viento hay un mensaje que no comprenderemos. Tu sombra se rebela. Nos preparamos para huir de todo lo que amamos. Quien no parta será olvidado. El viento dialoga con el fuego. Espero mi voz. Viajar también es lo contrario a la muerte. Mientras la semilla engañe al pájaro no estaremos perdidos. Nos amaremos en otros rostros. Nadie se oculta en la memoria. ¿Vendrá alguien a enterrar nuestros nombres? ** Gonzalo Márquez Cristo comunpresencia@yahoo.com Escritor colombiano (Bogotá, 1963). Ha publicado el poemario Apocalipsis de la rosa (Quimera del Oro, 1988; Hojas Sueltas, 1990), la novela Ritual de títeres (ganadora de Beca Colcultura en 1990; Tiempos Modernos Editores, 1992), El tempestario y otros relatos (Común Presencia Editores, 1998), La palabra liberada (primera edición Colección Los Conjurados, 2001; segunda edición, 2005), la antología Liberación del origen (Universidad Nacional de Colombia, http://www.unal.edu.co, 2003) y Oscuro nacimiento (Primera Mención en el Concurso Nacional José Manuel Arango; Colección Los Conjurados, Bogotá, 2005; segunda edición, 2006). En 1989 participó en la fundación de la revista cultural Común Presencia (reconocida con Beca Colcultura a mejor publicación cultural del país, 1992), de la cual es director. Es creador y coordinador de la colección internacional de literatura Los Conjurados, actualmente distribuida en cinco países. Varios de sus poemas y relatos han sido traducidos al inglés, francés, italiano, portugués y braille. En los años 2005 y 2006 fue finalista en el concurso nacional de literatura Libros & Letras elegido por votación de los lectores. Actualmente prepara un libro de reportajes a grandes escritores y artistas contemporáneos. Mantiene un blog en http://gonzalomarquezcristo.blogspot.com. === Estudio sobre las margaritas Augusto Gayubas ===================== Bien sabemos —quien no lo sepa aún, es tiempo de que lo haga— que la Naturaleza nos ha regalado —entre tantas otras penalidades que nos restringen a la felicidad y al infortunio durante períodos efímeros y eternos— la capacidad de conocer el estado afectivo que tienen otras personas respecto de nosotros. Así, cada uno puede saber quién lo quiere y quién no, con el solo uso del instinto, la reflexión, el sentido común. Los hechos concretos y las palabras —¿son éstas también hechos concretos?— son un apoyo constante —no siempre— y útil —hasta necesario— para el advertimiento de afecto, odio, indiferencia. También para distinguir grados de afecto y odio (1). Pero, lejos —quizás no tanto— de este modelo de comprensión, existe lo que se ha dado en llamar “el arte predictivo de las margaritas”. Mediante su empleo, se puede conocer el estado o grado afectivo que mantiene determinada persona respecto de uno, y esto sin requerir de la presencia inmediata de la persona en cuestión en el momento y el lugar del experimento. ¿Cómo es esto? Antes de contestar a la pregunta —o haciéndolo de un modo indirecto—, referiré la historia de este arte, o cómo se descubrió que las margaritas son herramientas brindadas por la Naturaleza al hombre con una función explicativa o —más bien— reveladora. En alguna región de habla hispana, a mediados del siglo XVI —según algunos historiadores; a mí no me consta—, un joven caballero tímido y enamorado de una muchacha llamada Margarita, afondado en su carácter vergonzoso, se halló perdido ante la imposibilidad de reprimir el sentimiento y ante su obvia incapacidad de presentarse ante la muchacha para declararle su amor. Tenía temor; temor de perder su chance, pero también temor de ser rechazado. ¡Si tan sólo supiera que ella lo quería...; o que no lo quería! Caminando por un floreado sendero, pensando, como siempre —inevitablemente—, en la bella Margarita, el joven observó un grupo de margaritas que descansaba al borde del camino. Muchas veces había imaginado metáforas y poemas —poemas con metáforas— que relacionaban a la dulce joven con aquellas flores de pétalos blancos y corazón amarillo. Encontrando en las metáforas apoyo emocional, el muchacho tomó una margarita como si fuera su Margarita y le preguntó: “¿Me quieres, o no me quieres? Dime. Si te confieso mi amor, ¿abrirás tus brazos y me recibirás con besos, o darás la vuelta y me rechazarás fríamente, con el frío de la espada que mata por accidente y pierde su brillo con la opacidad de la sangre sin dejar de relucir ante los ojos de los vivos que ignoran o conocen impersonalmente el infortunio?”. Arrancó un pétalo, y repitió “¿Me quieres?”. Arrancó otro y preguntó “¿No me quieres?”. Luego otro pétalo y “¿Me quieres?”; y otro y “¿No me quieres?”. El siguiente pétalo fue acompañado de una afirmación en vez de una interrogación: “Me quieres”. Luego “No me quieres”. El proceso continuó con el mismo orden reiterativo, y cuando el muchacho arrancó el último pétalo que le quedaba a la margarita, diciendo “No me quieres”, comprendió con amargura que Margarita no lo amaba. Su pena fue grande. Su tristeza y consecuente sufrimiento lo llevaron al extremo de la depresión. Decidió que ya no quería vivir y bebió la cicuta de la muerte. La noticia de su suicidio produjo fuerte dolor entre sus familiares, y hay quienes dicen que, particularmente, fue una muchacha la que lo sufrió más: Margarita, la joven enamorada del fallecido caballero. Este remate, créanme, es tan ridículo como aquel que afirma que, luego de quedarse sin pétalos la margarita, perdió su cabellera la propia Margarita. Estos argumentos no son más que viles estrategias de los Ministros del Amor Espontáneo, que procuran refutar el papel revelador de las margaritas. Estos estudiosos, que rechazan cualquier tipo de intervención indirecta en el desarrollo del sentimiento, instan a creer que las margaritas no inciden ni son implicadas por la realidad afectiva entre las personas. Se atreven a acusar de “mera casualidad” a la relación existente entre las margaritas y el sentimiento de las personas; así es que agregan a la historia del siglo XVI la condición “falsa” del resultado de la quita de pétalos a la margarita, destacando que este resultado corresponde a un “no me quiere” cuando finalmente se descubre que Margarita sí amaba al muchacho. Esto desvincula totalmente a una cosa de la otra. Pero es sabido que la historia original concluye con la indiferencia de Margarita frente al suicidio del joven; ella no lo amaba, como había revelado ya la flor. Y este hecho es el que permitió descubrir el poder de las margaritas y su función oracular. Los jóvenes enamorados comenzaron a recurrir a ellas, y de sus respuestas dependían sus ulteriores acciones: sus aventuranzas, sus resignaciones. Se tiene constancia de que los oráculos nunca fallaron. Su verdad es irrefutable, indudable, irrebatible. Los Ministros del Amor Espontáneo seguirán inventando razones para desmentir la función de las margaritas, pero jamás podrán contradecir la realidad. Ya que conocemos la historia, podemos dedicarnos al análisis de las margaritas. Existe un interesante ensayo sobre el tema que, dicho sea de paso, motivó la realización del presente trabajo. Me refiero a “Margaritas”, de Alejandro Dolina, compilado en El libro del fantasma. Si bien es una lectura que recomiendo, considero necesario discutir algunos puntos. Por empezar, y casi en completo acuerdo, citaré las palabras con las que Dolina describe el proceso de consulta a las margaritas: “El enamorado curioso debe apoderarse de una margarita cualquiera. Acto seguido, pensará en aquella persona cuya disposición deseare conocer. Luego, arrancará los pétalos de la flor uno a uno. A cada pétalo corresponderá un dictamen recitado en voz alta. ”Me quiere mucho, para el primero; poquito, para el segundo; nada en el tercero. ”Allí termina la exigua serie de resultados posibles, que deberá reiniciarse una y otra vez hasta llegar al último pétalo: la elocución que a ésta correspondiere, será la respuesta oracular de la flor”. Aquí es donde entra la primera observación. No son pocos los que, como Dolina, atribuyen tres posibles resultados al proceso: me quiere mucho, poquito, nada. No obstante, y de acuerdo con la historia de este arte, los resultados posibles no son más que dos: me quiere, no me quiere. Esto influye y cambia notoriamente el sentido de los oráculos. Según esta segunda concepción —que yo amparo—, una flor con número par de pétalos significa no me quiere; con número impar, me quiere. Mientras que, en la concepción doliniana, nada (o no me quiere) es la respuesta cuando el número de pétalos es múltiplo de tres (esto puede ser par —caso en el cual coincidiría con el no me quiere de la concepción que trato de defender (2)—, y puede también ser impar —entrando en crisis con la noción birresultadista—); asimismo, los otros dos conceptos (poquito, cuando al número de pétalos le falta uno para ser múltiplo de tres (3); mucho, cuando le sobra un pétalo) comparten la misma suerte. Así, si un joven enamorado toma una margarita cualquiera —supongamos, una que tiene veintiséis pétalos—, llegará a distintas conclusiones según el método que emplee: no me quiere (birresultadista), me quiere poquito (trirresultadista), me quiere mucho (tetrarresultadista). Sirva aclarar que el método tetrarresultadista consta de los siguientes estadios: me quiere, mucho, poquito, nada. Esta noción es algo confusa, y no me cabe la menor duda de que su único objetivo es —como ya aventuró Alejandro Dolina— reducir el porcentaje de probabilidad de una respuesta nada, del treinta y tres por ciento del método trirresultadista al veinticinco por ciento. Es útil recordar, pues, que el porcentaje de probabilidad en el método que amparo se divide en cincuenta y cincuenta, para el me quiere y el no me quiere. Lo cual no influye, de todos modos, en la realidad (4). Quienes pensaron que reduciendo el margen de probabilidad de la respuesta nada obtendrían respuestas favorables, o que, más aun, afectarían la situación real en beneficio personal, se habrán visto, seguramente, decepcionados. Primero, si acaso el método tetrarresultadista fuese fiable, la respuesta no dependerá del grado de probabilidad; la respuesta es una, y la margarita cumplirá siempre su función natural de informar fielmente lo que uno desea saber, sin importar la respuesta que uno prefiera escuchar —y recitar, por cierto. En segundo lugar, el método tetrarresultadista no es fiable, así como tampoco lo es el trirresultadista, por lo cual no tiene sentido seguir hablando de ellos (5). Hay quienes piensan, sin embargo, que cualquiera de los tres métodos es útil; que cada uno de ellos se adecua a su manera a su función. Pero no debe dársele demasiada importancia a este absurdo. Antes de proseguir, quisiera hacer una crítica al nombre que han dado los primeros estudiosos al proceso que estamos analizando: arte predictivo de las margaritas. Una definición común de predicción es: “Acción y efecto de predecir” (predecir: “Anunciar por revelación, ciencia o conjetura algo que ha de suceder”). Podríamos citar mejor: “Acción y efecto de predecir lo futuro” (predecir: “Anunciar lo futuro”). La palabra futuro resume aquello a lo que quiero llegar (6). Cuando hablamos del arte de las margaritas no nos referimos a un arte predictivo —las margaritas no hacen referencia al futuro— (7), sino más bien a un arte informativo, descriptivo, revelador de lo presente. Por eso lo llamaremos de ahora en adelante arte descriptivo de las margaritas. El biólogo funcionalista Carl Kömper utiliza la denominación función explicativa de las margaritas para designar a la utilidad especial de estas flores. El término explicación, no obstante (en nuestro caso), puede remitirse solamente al qué, al cómo, incluso al cuánto y, desde el principio, al quién y al a quién, pero deja afuera el por qué, a causa de qué, con qué consecuencias, con qué efectos. Sin estas preguntas contestadas, la explicación no es tal. En cuanto al nombre de arte, lo dejaremos con la justificación de que es un arte de la Naturaleza, extendido a los seres humanos (8). Ahora sí, continuamos con nuestro trabajo.* Alejandro Dolina, en su ensayo, enumera cuatro posibles explicaciones para la naturaleza y forma del arte descriptivo de las margaritas: i) la elección que hace el enamorado curioso determina el sentimiento que acogerá a la persona evocada, cumpliendo la margarita —de acuerdo a su cantidad de pétalos— una acción directa —o por medio de la Naturaleza— sobre la persona pensada; ii) el sentimiento ya existente de la persona evocada determina la cantidad de pétalos de la flor; iii) el Destino es el único protagonista y hace que la elección del enamorado corresponda a una flor que cumpla con los requisitos para que la respuesta refleje la realidad; iv) no hay correspondencia entre las margaritas y los sentimientos, no hay conexión, es una burda mentira. Mi teoría, como habrán presumido, se refleja en la explicación ii, aunque con un posible agregado: el sentimiento ya existente de la persona evocada determina la cantidad de pétalos de la flor o bien la elección que hace el enamorado. A veces suele pasar que uno recoge una margarita y, al hacerlo, un pétalo cae accidentalmente, sin que uno haya actuado con brusquedad —aunque piense eso y no le dé importancia. Eso no es, pues, un accidente, sino un acto sabio de la Naturaleza. La Naturaleza sabe de antemano en quién va a pensar uno a la hora de deshojar la margarita, pues de hecho uno ya está pensando en esa persona antes de recoger la flor. Por eso actúa como actúa, sabiamente, refutando una vez más al Azar. Es así que la flor se adecua, en el momento de ser recogida, al real sentimiento que el enamorado desea conocer (9). Pero, como ya expuse, el sentimiento puede directamente actuar sobre la elección de la margarita que posea los atributos que la hacen fiel reflejo de la realidad. Esto no parece muy congruente dentro de nuestra concepción birresultadista, pues la elección de una flor con número impar de pétalos en una situación en que la persona amada y evocada no nos quiere, se resuelve fácilmente con la caída natural de un pétalo en el acto de ser recogida la flor. ¿Resulta necesario, acaso, recurrir a la acción directa sobre el enamorado en el momento de la elección de la flor? No. De hecho, es mucho más simple el asunto del pétalo, suficiente como para optar solamente por la adaptación de la flor al sentimiento. Pero no podemos negar —como tampoco afirmar— que cuando hacemos una elección y no cae ningún pétalo de la margarita, la Naturaleza fue la que se encargó de motivar nuestra decisión. Al respecto, algunos psicólogos —entre ellos, el licenciado Raúl Carrizo— sugieren que no es la Naturaleza quien motiva nuestra elección, sino nosotros mismos; un poder subyacente, inconsciente, que nos permite intuir lo que otros sienten hacia nosotros; y a partir de este conocimiento seleccionamos la flor correcta, sin ser conscientes de ello. Debo decir que es ésta una teoría interesante, pero confío más en la Naturaleza que en el inconsciente humano. Avanzando en nuestro análisis, quiero citar dos preceptos formulados por los espíritus leguleyos: i) las consultas pierden su validez si se agregan o quitan pétalos intencionalmente —exceptuando la pura acción de la Naturaleza, que puede o no considerarse intencional— y si se altera el orden de las respuestas; ii) se prohíbe determinantemente la consulta sucesiva y vana de diversas margaritas en vista de una misma persona amada. El examen de Dolina a este respecto es vago y ambiguo, por lo cual es menester considerar los dos preceptos tal como los he presentado, sin prestar mayor atención al planteo del conocido escritor. Para finalizar este ensayo, creyendo haber desarrollado con claridad el arte descriptivo de las margaritas, compartiré con Alejandro Dolina la noción de que este arte se halla en proceso de extinción. Pocos son los que recurren a él, y pocos son los que saben, siquiera, de él. Se ha extendido la voz de que el arte descriptivo de las margaritas es puro cuento, una fantasía absurda y ridícula. Y, lo que es peor, se está haciendo costumbre que ni siquiera se hable de él. Las generaciones que vienen nunca aprenderán sobre este arte, y pronto, un importante contacto entre la Naturaleza y el Hombre se desvanecerá. No hay que menospreciar el enorme tesoro que significa una pista de la Naturaleza, un guiño del Cosmos. Pues nuestra imaginación, por sí sola —hablen lo que hablen los científicos—, no conducirá jamás al entendimiento universal. Es claro lo que concluye Haldane: “El universo no es sólo más extraño de lo que imaginamos, sino más extraño de lo que podemos imaginar”. Notas 1. Según algunos sentimentólogos, la indiferencia también consta de diversos estadios (resumidos en mayor y menor indiferencia). Yo no comparto esta aseveración, pero creo que, en todo caso, el problema surge de distinguir sólo entre afecto, odio e indiferencia; alguien puede apenas conocer a una persona, no serle indiferente —en el momento en que acaba de conocerla— y tampoco sentir hacia ella ni odio ni afecto. Acá podrían entrar, como sugieren los teóricos de la Escuela de Viedma, la simpatía —estadio intermedio entre la indiferencia y el afecto— y la antipatía —estadio ubicado entre la indiferencia y el odio. Claro que esta definición recibió las duras críticas de Johann Mendel, quien en su Anatomía del sentimiento (1983-84) propone una larga lista de sentimientos entre personas argumentando que ningún análisis relacionado con este tema puede prescindir de ninguno de ellos: “Un estudio serio acerca del complejo asunto del Sentimiento entre las personas, debe incluir indefectiblemente todos y cada uno de los sentimientos y emociones que conforman la esencia del ser humano, pues los sentimientos no nadan aislados sino que conviven en diversas relaciones que, desmenuzadas —como han procurado hacer los obtusos de la Escuela de Viedma, que suprimieron emociones fundamentales—, cambian enormemente su sentido, su realidad”. Debido al carácter del ensayo que nos ocupa, dejaremos de lado estas discusiones (N. del A.). 2. ¡Más decisión, amigo! “La concepción que defiendo” (N. del otro yo del A.). 3. Por qué poquito y no poco, no lo sé (N. del A.). 4. De hecho, comprendo hoy, es evidencia del carácter verídico del oráculo, que no se determina por probabilidades, pues ¿qué clase de probabilidad implica un cincuenta y cincuenta? (N. del A. a casi dos años del manuscrito original). 5. Como destacó A. Dolina en su libro, los Refutadores de Leyendas descreen del arte predictivo de las margaritas, argumentando que en muchos casos la respuesta de la flor no se corresponde con el sentimiento de la persona evocada hacia la persona que deshoja. En defensa, pues, de este arte, basta señalar —como no supo Dolina— que los casos en que no se corresponden la respuesta y la realidad, no respetan el método birresultadista. He ahí su error; he aquí la refutación a la refutación de los Refutadores de Leyendas (N. del A.). 6. Algún artista me ha preguntado: “¿Querés llegar al futuro?”. No, claro está; el futuro es inalcanzable. Me refiero al punto al que quiero llegar en este momento del análisis (N. del A.). 7. Si tal fuera el caso, diríamos: me amará, no me amará... (N. del A.). 8. En definitiva, siguiendo a A. Hitchcock, el arte nace siempre de la profunda emoción, y esta emoción (humana) infiere en la obra natural (N. del A.). * En el texto original: “Ahorí, continuamos con nuestro trabajo”. El autor se reserva de utilizar vocabulario propio antes de publicar el Diccionario Podrido. 9. Hay que recordar que, en la concepción doliniana, el asunto es algo más complejo. Para cambiar su significado, una flor debe elegir entre dejar caer uno o dos pétalos (recordemos que es un método trirresultadista). Y en el caso tetrarresultadista, la complicación es aun mayor. En cualquiera de estos dos casos, sería más aceptable la idea de que el sentimiento de la persona evocada influye sobre la elección que hace el enamorado de la margarita que recogerá (N. del A.). ** Augusto Gayubas augustogayubas@yahoo.com.ar Escritor argentino (Buenos Aires, 1980). Cursa estudios en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, donde es investigador de un proyecto Ubacyt. Ha publicado y traducido artículos de carácter historiográfico para una revista de divulgación y para la Cátedra de Historia Antigua de Oriente de la Facultad de Filosofía y Letras. Es autor de dos radiocuentos ("Sabotaje" y "Crazy Story", ambos de 1997) emitidos en una de las, por entonces, más escuchadas radios de Buenos Aires, hasta que uno de ellos fue censurado por las autoridades de la emisora tras una serie de disputas ajenas al autor. === Poenimios del descenso Ileana Garma ============================== *** Tiempo de lámpara y sin ti Hemos encallado en la soledad de la palabra Me pregunto si verás cuando la piel se desplome sobre los ojos Siempre la misma lámpara y nunca tu luz Mi vejez me miró a los ojos y ya no pude sonreír qué unidas se quedaron las cejas tienes que ver esto tengo miedo de la lejanía *** Poenimio para un hombre alado La piel me ha quedado gris de tanto esconder tu nombre Ya no más ceniza sólo terquedad Quiero encontrar el reflejo de la lepra en tus gestos ese romper el hueso a cada instante Quiero encontrar el rostro en ese aullido abierto por la noche *** Autoestío La tarde se ha quedado inmóvil con la lluvia A veces creo que avanzo pero no dejo de caer solo queda el rojo las ramas y alguna piedra Si perdí algo fue la noche Si perdí algo tuvo que ser el rostro Cada vez que encontré alguna niña detrás del miedo la hice mía ** Ileana Garma segundo_eva@yahoo.com.mx Escritora mexicana (Mérida, Yucatán, 1985). Colaboró en la revista estudiantil El Callejón de La Pazcuala. Condujo el programa Umbral hacia la expresión en la estación 102.3 FM Radio Ecológica. Participó en el taller de creación literaria del Instituto de la Juventud de Yucatán y desde 2004 asistió al taller mensual que impartía Rafael Ramírez Heredia. Asistió al VI Encuentro Internacional de Escritores del Caribe 2004 y al II Encuentro de Poetas en Chiapas 2005. Asistió al Módulo 1 y 2 de salas de lectura dirigido por el Instituto de Cultura de Yucatán (http://www.culturayucatan.com). Cursó el diplomado de Cultura, Protocolo y Periodismo, organizado por el Centro Cultural Santillana, en conjunto con el gobierno del Estado de Yucatán, a través del Instituto de Cultura de Yucatán. Forma parte de la Catarsis Literaria El Drenaje S.O y del Centro Yucateco de Escritores. Ha colaborado en la revista Navegaciones Zur, en el suplemento Arena del diario Excelsior (http://www.nuevoexcelsior.com.mx) y en diversas revistas y suplementos de su país. Fue becaria del Fondo Estatal para la Cultura y las Artes, en creación literaria. Ganadora de la mención de honor en el Premio Estatal de Poesía “Jorge Lara” y el Primer Lugar en el mismo premio, 2004 y 2005, respectivamente. Ganadora del primer lugar en el Premio Estatal de Poesía “José Díaz Bolio”. Realizó las portadillas interiores y portada del libro Xenanko del escritor Adán Echeverría. En enero de 2006 se publicó su libro inaugural Itinerario del agonizante. Actualmente colabora en el Departamento de Programas Educativos en las Oficinas Centrales D.F. del Consejo Nacional de Fomento Educativo (Conafe, http://www.conafe.edu.mx) y es becaria de la Sociedad General de Escritores de México (Sogem, http://www.sogem.org.mx) para cursar el Diplomado en Creación Literaria. === La antigua escuela (Guerra Civil sobre fondo de familia) ============== === Carmen Garrido Ortiz ================================================== 1. La escuela de los hijos A mi tío Cristóbal. In memoriam. Setenta años habían pasado y, sin embargo, el lugar, misteriosamente, permanecía sin habitar. Se construían casas blancas y cines de verano sobre la antigua escuela, pero los muertos desencadenaban no sé qué venganzas y los hombres recogían a las mujeres y a los hijos y se marchaban de los lugares de sangre. No había cruces que señalaran osamentas, pero las miradas sí conocían los lugares de reposo. Cada nieto había aprendido los nombres de los desaparecidos de la familia, gentes que deberían andar contando batallas y no crisantemos. Las fotos de los asesinados rendían cuentas desde los altos de las estanterías y las charlas de invierno recordaban lo hermosos que fueron sus rostros. Todos aquellos hombres habían nacido con los ojos almendrados, la mirada y el cabello negros. Guardaban un porte de galanes antiguos. Eran elegantes, viriles, cabales. La mayoría había amado la tierra y las mujeres honestas, el hogar y el trabajo sin horas. Los nacidos en los años diez tenían —nadie sabe por qué— las manos suaves y la piel muy recia, asoleada, con las venas restallando de pasión. Muchos habían sido hijos esperados tras una larga sucesión de hermanas; otros eran los primogénitos; algunos vivían ya solos. Por eso, la ternura pendía sobre sus cabezas cuando las agachaban para masticar los garbanzos. Los padres los miraban orgullosos y las madres cruzaban las manos sobre el regazo, satisfechas. Habían reído mucho aquellos niños queridos antes de desparramarse en tibias y fémures por la campiña. Se llevaban bien con los animales, los gatos, los braseros de picón y los hombres del otro partido. Desde la adolescencia ya habían marcado, sin saberlo, los lugares donde iban a morir y los habían santificado bebiendo fino entre compadres. Luego los casinos, las escuelas y los cerros labrados, regaditos de amontillado, guardaron en las paredes el silencio de las descargas primeras y los remates de odio finales. Ante el paredón, el fusilado, quieto, calmo, miraba sin comprender las manos de su asesino, manchadas del mismo vino y los mismos naipes de tantas partidas. Sólo que el reo se sabía con las cartas marcadas. Las madres recordaban después la templanza de aquellos hombres que no habían conocido más que el ruido suave de la mies al ser movida o la placidez de las siestas de olivos. Habían sudado juntos zagales con gañanes y compartido lebrillo y miradas al cielo seco. Esperaban las ferias y los bailes y los trajes de los domingos y las rejas de las novias y poder ver, de ancianos, algún duro de plata. Las cabezas con moños recorrían con el dedo índice los antiguos retratos y atisbaban en aquellos ojitos de los jóvenes el espanto de la muerte, ya antes de ver el fusil. Ellas tampoco sabían cómo se puede pasar de otear los horizontes claros de principios de julio a las noches de miedo entre las vides esperando la lotería de la bala. La noche de la matanza, todos los hombres del pueblo se habían tapado los oídos, mientras decenas de hijos mostraban las vísceras a la madrugada de agosto, derramadas sobre los pupitres y el encerado. Las mujeres, vestidas de luto desde principios de verano, abrieron entonces las ventanas y sacaron las manos al viento para que el olor de madre llegara a los agonizantes. Luego, llenaron la antigua escuela de pétalos de claveles y olfatearon el rastro de los muertos por las cunetas, hasta dar con ellos. Allí, maldijeron la tierra y se les abrió el útero en carne viva. Cuando regresaron al pueblo, ni una de ellas lloró. Como todas sabían que el frío era peor que la muerte, para abrigar a los hijos en las tumbas, siempre vistieron ya negro traje de paño. Cuarenta años después, aquellos hombres templados y muertos no acaban de comprender la soledad de sus propios huesos. Vuelven, cada verano, a la antigua escuela y allí miran de nuevo los ojos de sus vecinos, intentando comprender por qué se han vuelto viejos de pronto. Los grandes ojos almendrados se posan sobre las tapias reconstruidas y enloquecen ante la posibilidad de volver a morir la misma muerte. Así, el lugar sigue guardando su misterio y los hombres que llegan a vivir en él recogen poco después a sus familias y se trasladan, por temor a la ira de los asesinados. Estos siguen dibujando interrogaciones sobre las paredes hasta que alguien les cuente por qué les robaron su templanza. 2. La escuela de los padres A mi abuelo Alfonso. In memoriam Cada uno de ellos se miraba la mano derecha y la mortificaban a preguntas. Los zurdos, los menos, escrutaban las líneas de la vida a solas en el dormitorio para que nadie supiera que aquella noche de agosto anduvieron empuñando armas con su siniestra. Ningún hombre del pueblo habló jamás de la escuela, aunque en el campo se miraran la desnudez de los hombros. En medio de la espesura del vello moreno, algunos, los señalados, guardaban una pequeña cicatriz delatora por tan blanca, casi obscena. Aquellos torsos jóvenes de la guerra sabían demasiado de las llagas del hambre, poco de las quemaduras perennes de la trasera de un fusil. Así, la piel revelaba lo ocurrido en la noche amarga y los culpables eran señalados en las reuniones familiares, alrededor del café de cebada. Los padres improvisaron una nueva vida y resolvieron dejar los recuerdos para las horas nocturnas. La culpa se volvía insoportable a eso de las tres de la mañana y los quinqués iluminaban las ventanas. Decenas de lucecitas moteaban la hora del descanso, cuando los niños y las mujeres pertenecían a otra casta. Todos se concitaban en torno a la luz: los culpables paseando como perros rabiosos; los que perdieron a un hijo sentados sin saber llorar, mirando la llama viva. Las palabras no pertenecían al mundo de estos hombres, que resolvían sus diferencias con las miradas y se explicaban a través de las arrugas de las sienes. A unos, el cuerpo se les volvía agua y parecía que el cuello se les tensaba, como si volviesen a vestir el uniforme del ejército. A los otros, se les reblandecía el alma y cerraban los brazos, acunando el aire, besando la cabeza rizada del viento. A la amanecida, recogían los restos del alma y se embozaban tras la franela de la sábana, medio borrachos, medio muertos. Cuando hubo que dejar la tierra porque la espalda ya no aguantaba pesos y los cuerpos habían perdido las formas, toda aquella generación de hombres partidos volvió definitivamente al hogar. La labranza de las fincas quedaba ya lejos. Entonces, sentados en los sillones de los patriarcas, recordaron lo que nunca pudieron olvidar. Al lado, las mujeres renegridas con sus pómulos exasperantes, gritaban en sus silencios, mientras los pies volaban entonando su canto de difuntos sobre la Singer. Había otros hijos, pero sus rostros parecían recortados por la niñez en comparación con la grandeza de los hermanos muertos. Los hombres inauguraban las mañanas caminando a paso lento hacia la calle principal, llamada de La Feria porque allí se celebraba la festividad de la Virgen de Agosto. Eran sus zapatos lo primero que oíamos al despertar. Sonido de suela comprada en la capital, planta de callos doloridos, pierna herrada. El pantalón gris, de perfecta raya en medio; la camisa de manga corta con chalequillo de cuello v en invierno. Los cuerpos, redondos, achacosos, avinagrados, subían hasta el comienzo de la calle y se apostaban bajo un triunfo erigido en honor de la patrona. En círculos, los amigos hablaban del tiempo, de la siembra y la cosecha, de los entierros y las bodas. Enumeraban los apodos de los que pasaban; imaginaban lascivias en las piernas al aire de las mujeres jóvenes; fumaban diez negros; se quejaban de los pocos forasteros que habían llegado al pueblo y lanzaban discursos furibundos contra el gobierno del país. Los hombres caracoleaban unos alrededor de otros. Pero todos se olfateaban. El aire formaba murallas entre los corrillos y el roce provocaba toses incómodas. No en vano, sabían y callaban por qué guardaban las dos paredes de aquella esquina. Enfrente, los muertos los miraban desde el solar de la escuela. Cuando caía la tarde, tras la siesta, todos volvían a la misma calle, donde se alzaban dos casinos de labradores. Las derechas y las izquierdas seguían dividiendo las casas a comienzos de un nuevo siglo que era desdeñado como funesto síntoma de olvido. Los que habían ganado la guerra se sentaban en la puerta del casino más antiguo. Tras un trozo de empedrado que correspondía a la pensión del pueblo, comenzaba el territorio de los que la habían perdido. En ambos lugares, se bebía el vino de siempre, se leían los periódicos, se consultaba el Zaragozano, se contaban las novedades de los hijos, se criticaba al médico del ambulatorio y se intercambiaban síntomas de enfermedades. A eso de las nueve, las conversaciones iban decayendo y el silencio corría libre entre las sillas y las copas vacías. Los hombres levantaban la cabeza para sentir el viento que venía del norte y que soplaba fuerte sobre las calvas y los pensamientos. Ese viento era el culpable de que las sillas en los dos casinos estuvieran siempre dispuestas en la misma dirección y los huérfanos de hijos tuvieran que estar siempre mirando las nucas de los asesinos. El resto de las gentes del pueblo llamaba a estos hombres “los girasoles” porque siempre pasaban las noches mirando hacia el mismo sitio. Unos y otros, los malos, los menos malos, rumiaban pensamientos, recorriéndose las manos, sufriendo el azote de un viento, para ellos, liberador. Los antiguos soldados, como sentados en un tren hacia ninguna parte, respiraban sus rencores, sus venganzas, sus remordimientos, sus locuras y sus hieles y el pecho se les hinchaba de dolor, de rabia y de vergüenza. Los sin hijos bebían los humores y las bilis de los otros y así esperaban la llegada de la medianoche, centinelas de las vidas ajenas. Cuando el estruendo de las campanas de la parroquia daba las doce, poco a poco, comenzaba el desfile de cuerpos, que desaparecían por las callejas. Con miedo, volvíamos a oír desde las camas el soniquete de los padres penitentes que se anunciaban con la carraca de las toses y los ayes. Hacía tiempo que los faroles se habían apagado y las sombras hacían su penitencia en medio del limbo de la soledad, abandonados por los durmientes. Los hombres arrastraban los pensamientos que cabeceaban sobre sus arrugadas espaldas y buscaban las luces de los zaguanes. A esa hora, el pueblo era ya un compás de puertas atrancadas y almas doloridas. Entonces, comenzaba la larga noche de los quinqués. 3. La escuela de las madres A mi abuela Ana. In memoriam. Después de las cabañuelas y las luces de agosto, las madres compraron pañuelos blancos y se los anudaron al rostro. Imaginaban las caras desencajadas de los hijos, con los ojos anegados de tierra y larvas y las bocas con una mueca de sorpresa eterna. Sin almohadas, un muerto está más muerto, sin nadie que les cierre los ojos, ni les ponga las manos sobre el pecho crucificado, ni les vista con traje de paño para presentarse decentes a la Gloria. Los demás pensaban en las ausencias. Ellas, en su derecho de velar al difunto, de tener sus dos días de luto, recibir el pésame de las vecinas y oír de otros labios alabar las bondades del muchacho. El negro se hubiera hecho así más gris, toda madre sabía del sufrimiento de las otras. Los hijos yacían enterrados en un lugar de nadie y la sepultura del panteón se fue llenando de cadáveres de viejos, bendecidos por su cura, olorosos con sus flores, benditos con las plegarias. Ellas encaminaban los pasos hasta el arroyo Abentogil, el límite del pueblo, y contemplaban los campos buscando señales de otro mundo. Durante muchos años después, las madres sentían ardores en las entrañas y la carne sajada y purulenta. Sus úteros revivían por las noches y sus vaginas se abrían para dar abortos de aire. Los médicos decían que aquello era hidropesía, mala alimentación del estraperlo. Ellas, sin embargo, sentían que los hijos volvían a las casas en las madrugadas, entrando por las puertas de sus vísceras, sintiéndose arrullados por el latido del corazón grande. Pobres hijos que sólo supieron de la vida a través de las faldas de aquellas mujeres, demasiado jóvenes para contar historias propias. Los padres temían que los difuntos se aparecieran en las noches de noviembre y se tapaban los pies con dos mantas, temerosos de los reproches de los primogénitos. Las mujeres, en cambio, seguían, noche tras noche, acunando aquellas almas fetales que cerraban los puños alrededor de sus hígados y aullaban perdidas. Con el tiempo, las madres de luto crearon su gran teatro y se prometieron cumplir con los hijos la condena de las almas en pena. Por las mañanas, los tacones recios, seguidos de los saltarines carritos de la compra, levantaban de sus camas a los niños. Caminos adoquinados, con olores a pescado de un mar que las mujeres nunca quisieron ver. Calles de pueblo alegre, tomillo para tisanas; perejiles para la sopa de picadillo; laureles para el cocido; romero para la buena suerte, cerquita de san Pancracio. Los carros volvían rebosantes de vida y las mujeres la repartían a gusto en la mesa: más vida para el padre, el muslo para la hija, codillos para el pequeño. Para los muertos, la pechuguita tierna del pollo, la mejor parte. Ellas masticaban lentamente las patatas dulces y las judías cocidas, mientras los pensamientos se perdían en el crochet del tapete de la radio. Se decían que tenían el estómago cerrado y hace tiempo que habían perdido el sabor de las gachas de invierno, las orejitas de haba, los pestiños o la sidra de las doblaítas. La dulzura era un rictus que no podían permitirse. Durante el día, las madres llenaban los cubos de agua para limpiar las casas; cubos y cubos que anegaban los patios, los corrales, los cuartos, los desvanes, las camarillas. El ruido del agua silenciaba sus llantos, las lágrimas que les corrían pechos abajo. Nunca salían de adentro de la garganta, sino que dibujaban meandros por todo el cuerpo mientras ellas frotaban las galerías, rodilla en tierra. A veces, mientras lavaban la ropa blanca en la pila, el jabón Lagarto traía los olores de los hijos y entonces los grifos se abrían de par en par, mientras ellas gritaban sus nombres y se arañaban las piernas, golpeándose el sexo que los fecundó. Los brazos se elevaban al viento como queriendo espantarlos, las uñas de los pies se clavaban en las zapatillas y se punzaban las sienes con las horquillas del moño, para no sentir más dolor ni más traspasos. Cuando volvían en sí y los pulsos se templaban, los ojos enloquecidos miraban en derredor por si los hijos, temerosos de su furia, se habían marchado. Pero el olor a limpio, a brillantina, a semen, a almidón las volvía a abrazar y ellas sabían que los muertos retornaban a sus brazos, sin los que eran sólo polvo. Por las tardes, las madres acudían a la iglesia y se refugiaban en sus capillas. Unas eran del Niño de la Espina; otras de san Antonio; san José; el Cristo del Perdón o el Nazareno. A real la vela, y el olor a cera mareando los rezos. Más vida tenían aquellos santos que los hijos, más compaña: con sus oros, sus coronas, sus túnicas y grabados. Vírgenes con brocados, vestidos de hebrea, algunos rubíes y exvotos en las paredes. Y en los reclinatorios, las mujeres y sus lutos rezando, rezando. El murmullo se elevaba con la Salve... ad te clamamos exsules filii Evae, ad te suspiramus... hasta que la iglesia entera se convertía en un mar de velos que guardaban las voces roncas, los alaridos de las más jóvenes, los golpes de pecho a cambio de un sitio en el paraíso. Luego, se confesaban de los odios a las otras, a las que parieron los monstruos que mataron en la escuela a los hijos. Mea culpa también por no ser buena esposa, padre, hasta que la muerte nos separe, dicen, pero es que la muerte ya nos separó. Mi hombre vaga por la casa y en las noches me toma con furia. Y a mí eso me asquea, padre, que sólo el ayuntamiento debe ser por amor y el amor quedó en el hijo. Soy sarmiento, padre, no conozco a los demás hijos, que me siguen pidiendo leche de mis pechos y no quiero dársela, no quiero que vivan más que lo que el mayor vivió. Y temo la justicia de Dios por estos pensamientos, temo el infierno y temo el cielo y ni siquiera ando en este mundo. Ego te absolvo a peccatis tuis in nomine Patris... Y luego, a la luz del Sagrario, la penitencia. No hay clemencia divina ni para los úteros cerrados y los regazos llagados de tanto desear ni para las mujeres mutiladas sin nadie a quien abrazar. En las noches de verano, las madres se sentaban a las puertas de las casas con la espalda doblada de sostener a los muertos y las agujas en alto para bordar ajuares venideros a punto de garbanzo. Desde lejos se escuchaba la música de la feria, que se celebraba en el llano, y el aire traía olor a cuerpos muy juntos y a besos por las esquinas. Los jóvenes, año tras año, paseaban su felicidad delante de las mujeres y a ellas se les emponzoñaban las manos y rastros de sangre quedaban sobre las colchas. Los pecados ajenos formaban un mercadillo, expuestos a los pies de las mecedoras, mientras las hembras se cebaban con los instintos de las otras hembras, las que eran libres y se vestían de colores, abandonando el alivio de luto. La envidia rezumaba de sus bocas al ver pasar aquellas pantorrillas lustrosas de Nivea metidas en medias con costura atrás. Los colmillos se les hinchaban al ver las cinturas jóvenes riendo en los cinturones anchos, mientras los vestidos cubrían los torsos rectos, que no arrastraban dolores. Las bocas callaban y las manos se aplicaban a la costura, el hilo violando la tela con rabia una y otra vez. El silencio se acababa al apagarse el último farol. Entonces, cada madre volvía a su cama y esperaba. Solas, con el camisón largo y las piernas desnudas, recorrían el frescor de las sábanas y se recreaban en los dolores de las carnes, cada vez más numerosos, más ajenos. El viento de la campiña se colaba por las grietas de las cómodas y removía la ropa interior que, a la mañana siguiente, olía a espliego. Las mujeres suspiraban y por su garganta corrían nanas y risas y balbuceos. Los muertos llegaban pronto y anidaban dentro de ellas, curioseando sus cuerpos, siempre carentes de cualquier memoria. Se arrobaban ellas y se enternecían y la mano descansaba sobre el vientre, abultado y tirante. Alguna risa incoherente les nacía de las profundidades y ellas acariciaban a los hijos enredados en no se sabe qué umbilicales cordones. Mientras los padres llegaban, ellas se ponían el rosario al cuello y rezaban la letanía de las vírgenes. Arrullados por las frases conocidas, los asesinados dormían felices, en su placenta, mientras el murmullo de las madres recorría la calle de lado a lado: Ora pro nobis, Sancta Dei Genitrix... ** Carmen Garrido Ortiz guzmendo_1923@hotmail.com Escritora y periodista española (Córdoba, 1978). Ha trabajado en ABC Córdoba (http://cordoba.abc.es) y en Diario de Córdoba (http://www.diariocordoba.com). Colabora en El Parche Digital (http://www.elparchedigital.com) y, en la actualidad, prepara su tesis doctoral sobre el surrealismo en España. === Poemas Gonzalo Luis Torres Hernández ============================= *** Anda con Dios Tú no me debes nada. Yo te debo, el milagro de haberte conocido, cada caricia que enredé en tu pelo y cada beso al que le diste un nido. Te debo, amar con todos los sentidos, mis mil maneras de decir te quiero, y la infinita lluvia de luceros que parecía recorrer el cielo cuando veía amanecer contigo. Te debo, el compartir en los ocasos la dulce intimidad de tu regazo para que hiciera realidad mis sueños, y la infantil urgencia de ser bueno que me embargaba al reposar la frente en el tibio remanso de tu seno. Tú no me debes nada. Yo te debo, la piel entrelazada, los rostros que se juntan, las promesas de amor en la penumbra, y los besos que queman como brasas pero no quieren terminarse nunca. Por eso, en el umbral de tu partida, no digas, por favor, que algo me debes, tú me lo has dado todo siendo mía y así como te amé cuando me amabas, ahora que te vas y que te pierdo, voy a seguir amando tu recuerdo. Anda con Dios. Tú no me debes nada. *** Impronta Cuando todos los días amanecía en vano y vivir no tenía ni motivo ni rumbo, allí estaba el recuerdo de tu mano en mis manos y allí estaban los sueños que soñábamos juntos. Cuando a las ilusiones se las llevaba el viento y el final del camino siempre estaba más lejos, más allá del silencio, la distancia y el tiempo, allí estaban tus risas y allí estaban tus besos. Cuando más me agostaba, tú más reverdecías cuanto más lejos iba, más cerca te encontrabas. Tú has sido lo más bello que me ocurrió en la vida, y, tal vez, el castigo al que me has condenado es llevar tu recuerdo sangrando en el costado y amarte como a nadie hasta el fin de mis días. *** Elecciones El indio es viejo y cetrino, el doctor de piel rosada, el indio no calza nada, el doctor borceguí fino. Uno va por el camino del político venal, el otro, raza fatal, destrozada a desengaños tiene cuatrocientos años de engaños. Y siempre igual. ...Campesino, si yo influyo con mi voz en el Congreso, el país tendrá progreso y este suelo será tuyo. Recuperarás tu orgullo, los ricos te escucharán y conmigo llegarán la justicia y el derecho, Te lo juro, tendrás techo, tendrás tierra, tendrás pan. Rumia el indio su amargura, su dolor, su desaliento, y, en la puna, al par que el viento estremece su figura. ...Mi partido te asegura mejorar tu situación. Tendrás ropa, educación, el mundo estará en tus manos, viviremos como hermanos. ¡Como hermanos! Sí, patrón... El indio es viejo y huraño, el doctor culto y pudiente, el indio baja la frente, el doctor sueña un escaño. Y mientras sigue el rebaño de políticos su viaje, igual que en el coloniaje, miserable y explotado, vuelve el indio con su atado a enterrarse en el paisaje. *** Desesperanza La casa está vacía, ni tú ni yo ni nadie que riegue las anturias al pie de la escalera, sólo huellas de cosas que ya no nos esperan y un balcón por el que entran las cinco de la tarde. Adivino el perfume de tu cuerpo en el aire, te veo en la penumbra sin fin de mis retinas y mientras el silencio magnifica tu ausencia, la tristeza en tu nombre me corona de espinas. yo no sé en qué momento de qué desesperanza el delirio del beso se convirtió en heridas y nos fuimos partiendo como el pan en la mesa, y aunque no lo sepamos, por desidia y encono nos iremos muriendo en el mismo abandono de las casas vacías donde nadie regresa. ** Gonzalo Luis Torres Hernández tmclima@chavin.rcp.net.pe Abogado y docente peruano (Paita, 1934). Estudios en el Colegio Leoncio Prado, las universidades Católica del Perú (http://www.pucp.edu.pe) y Nacional Mayor de San Marcos (http://www.unmsm.edu.pe), así como en universidades de Estados Unidos y Europa. Entre los premios más recientes que ha recibido se encuentran reconocimientos del Instituto de Cultura Peruana y del Ayuntamiento de Palma de Mallorca (España). === El día siguiente Luis Seguel Vorpahl ============================= Me quedé pegado en la idea de que sus pies estaban medio enterrados o medio desenterrados en la arena. Había vivido tantas emociones las horas anteriores que mi cabeza apenas podía coordinar alguna idea. Y por sobre todo las imágenes previas a esa tarde llenaban mi mente; la lluvia, los pastos cortados, el silencio aterrador detrás del monótono traqueteo del agua sobre los techos rojos, eso había sido antes, ahora era el sol, el mar y los pies de ella en la arena caliente. Sus rodillas no me dicen mucho, anoche me hablaban, me distraían, me invitaban a tocarlas y a besarlas con adoración, ahora las encuentro algo feas, un poco más oscuras que el resto de la pierna, no me parecen las de anoche antes del amor, antes de la locura del encuentro desesperado de dos solitarios. Me había sentido enamorado por momentos; mientras la veía desvestirse la amé, mientras sus pechos jugaban con la gravedad la amé y la hubiera llevado al cielo si me lo hubiera pedido y creo que entre suspiros y besos se lo dije al oído, pero ella no estaba para escuchar, su jadeo y sus manos inquisitivas lo invadían todo pidiéndome que no la dejara jamás. Ahora, sentado a su lado, el sol nos calienta la piel y siento que las formas del mundo están más claras y más limpias. Quiero estirarme pero alguna vez aprendí que es mala educación hacerlo delante de alguien que es casi un desconocido así que, con disimulo, extiendo una pierna y después la otra. Ella mueve los pies, sintiendo el calor que emana de la arena, ella puede estirarse y lo hace, como una gata satisfecha y feliz. Hace media hora comimos y ella comentó que hacia días que no lo hacía; dos huevos fritos con trocitos de un jamón añejo. En la mitad de la comida me puso su boca en el oído derecho y me dijo te amo, riendo, sentí vergüenza porque había otras personas en la cafetería y algunas nos miraban, nada fijo, pero no somos invisibles y es evidente que no somos padre e hija. Su ropa no era para una mañana de sol, por lo que le prometí que al caer la tarde le compraría un vestido de verano. Estaba arrepentido de haberlo hecho, no porque no quisiera comprárselo sino que eso la mantendría todo el día a mi lado y ya quería que se fuera. Miro sus manos, largas, blancas, casi transparentes; bellas, no se puede negar eso, las mueve de manera que me hace recordar cómo las movió anoche, esas manos lo descubrieron todo, de una forma suave y ágil, lenta y angustiante. Pronto querremos almorzar y no quiero estar con ella el resto de la jornada, pero debo retribuir tanto esmero por darme placer y proponerle que comamos juntos, aunque ya es la tarde, debe tener hambre pero no me dice nada, sólo juega con la arena y yo intento pensar en otra cosa que no sea la noche anterior, pero no es fácil; aún tengo en la piel el olor tan singular del centro del mundo, dulce, ácido, único, y su espalda arqueada y mojada, y esa boca abierta buscando aire para poder seguir viva, realmente la amé anoche, y se lo dije. Más allá veo los botes de artesanales que entran y salen de la bahía, algunos pelícanos que los siguen esperando que les arrojen cabezas de pescado, y ella me mira; de pronto siento su mirada como una aguja que me recorre todo el cuerpo, le sonrío intentando ser amable y decir algo que haga pasar rápido las horas, ella vuelve a mirar la arena y yo le indico el horizonte lleno de pequeñas embarcaciones descoloridas, pienso en lo bello que es el mar Pacífico por las tardes, pienso en que cerca del mar no hay tiempo; nada tiene tiempo aquí, ¡cuánta verdad, cuánta verdad!, en que a esta hora mis hijos vendrían del colegio si fuese día hábil y que mi esposa, mi ex esposa, los esperaría como siempre en la puerta y con un vaso de leche en la mano, más tarde llegaría el que ocupa el lugar que tuve por dieciocho años, pero ahora es la tarde y estoy en pantalón corto en una playa llena de gente que nunca he visto acompañado de una jovencita que lleva un traje de baño comprado por mí hace una hora en una feria de baratas a una cuadra de aquí, está usado y un poco descolorido, pero ella lo lleva con mucha gracia acompañado de esas manos que tanto me han gustado y esos pies que anoche eran bellos y esas rodillas que se ponen coloradas por el sol que las quema implacable. Anoche estuve enamorado por algunas horas y ella también, y ambos lo dijimos, Dios mío, ¡cómo se puede cambiar tanto en tan poco! Era bella anoche, hoy lo es también, es fresca y linda, pero anoche lo era más, era mía y me amaba, y yo la amaba como un animal desesperado y solitario, la busqué entre muchas y ella mostró tanta ternura que por un momento olvidé que era una desconocida, pero lo era, y ahora veo las gaviotas que pelean la comida entre ellas y a un perro que les ladra jugando feliz y miro sus manos que se pasean por su pelo, y que recorren su piel quitándose la arena y veo que sonríe, que se pone de pie y me llama al agua. Una invitación sorprendente porque a estas alturas una mujer ya se habría aburrido de mí; casi no he hablado, pero le di desayuno y querrá darme las gracias; ya me las dio anoche, y yo la amaba como se ama la vida, anoche entre mis brazos fue mi amor, el amor de siempre, el soñado. Por momentos siento rabia conmigo, debí decirle después que se marchara, después del amor, pero seguí abrazado a ella, por temor a quedarme más solo que unas horas antes, y así dormí hasta la mañana. Domingo, día de descanso, mucho calor, en un pueblo desconocido y lejano al mío, la invité a esta playa a estar unas horas. La veo entrar al mar, veo su cuerpo, es bella y ágil, todas sus curvas están exageradas en la medida perfecta, después de todo sus rodillas me vuelven a parecer bellas, con el agua, con el sol, con la arena, con el resto de su piel. Creo que la invitaré a comer algo, y después, si ella quiere, la llevaré al cuarto de hotel conmigo a pasar la noche del domingo y quizás la del lunes, quién sabe, ahora la seguiré al mar para tenerla cerca y si tengo suerte sentiré que la amo de nuevo. ** Luis Seguel Vorpahl seguelvorpahl@entelchile.net Escritor chileno (Pucón, 1955). Reside en Arica, en la frontera con Perú. Ha publicado la novela La casa de Marialba. === Tres poemas Luis Alposta ========================================= *** El mago Desecha tristezas y alegrías. Desde la certidumbre del poema socava y se hunde en él como en su cárcel y se opaca descartando lo descifrable, lo emocional, los signos manifiestos. Su palabra tensa la realidad, la deforma, la hiere de muerte, por impura, por vieja, como si por última vez se bebiese el tiempo. Y se ocultan los grises, negros indiferentes, blancos de vida, púrpuras de pecado, rojos hostiles, hasta que una llama en la más completa oscuridad, se instala en el centro del poema y lo deshace. *** Y ya no fue Abelardo La incertidumbre de sus actos provenía de un fatídico eco. Su espíritu indeterminado avanzaba o retrocedía como una negra ficha sobre un irreflexivo damero. Y ya no fue dueño de sí. En su vejez por dentro vio crecer la fealdad de su Eloísa. Mientras otros se amaban y engendraban él volcó sus sentidos sin sentido sobre texturas frías y viscosas. Y el éxtasis, su éxtasis, era sólo un abuso, el gemido de un pájaro en la doliente hiedra. Y ya no se detuvo a pedirse cuentas. Y ya no fue Abelardo. Sí su espectro. *** El demonio del basural Qué viejos nos alejamos de aquí, de los pequeños basurales, donde hemos visto por última vez al hijo del mendigo cargando su mortaja y hablando con el verdugo. Allí, donde las viudas y los huérfanos llevaron sus grises harapos, en tiempos de paz, donde nunca han brindado los testigos del alba sobre un mantel de vida. Qué viejos nos alejamos de aquí, de los pequeños basurales, donde también dejamos partes nuestras. Qué viejos nos alejamos de aquí, ¡oh demonio del basural! y cómo nos resignamos al estigma, cómo nos entregamos brutalmente a lo efímero, hasta que nos acurruquemos una noche cualquiera y nos soñemos limpios. ** Luis Alposta luisalposta@fibertel.com.ar Médico y escritor argentino (Buenos Aires, 1937). Miembro de número de la Academia Porteña del Lunfardo y académico titular de la Academia Nacional del Tango. Ha publicado Los bailes del internado (1977, traducido al japonés), Trece historias a muerte (1982), Antología del soneto lunfardo (1978), Geografía íntima de Villa Urquiza (1981), Acerca del dinero (1984), Todo Rivero (1985), Con un cacho de nada (1986), El lunfardo y el tango en la medicina (1986, con prólogo del doctor Luis F. Leloir), Definitiva Buenos Aires (1986, coautor), El tango en Japón (1987), Villa Urquiza; sus orígenes (1989), Entelequias (1994), La balanza de hielo (1981, traducido al persa), Lorca en lunfardo (1986), La culpa en Martín Fierro (1988) y Otro él (2000). Sus poemas (algunos traducidos al francés, inglés e italiano) figuran en numerosas antologías, habiendo sido, muchos de ellos, musicalizados y grabados por Edmundo Rivero, Rosita Quiroga, Osvaldo Pugliese, Daniel Melingo y Juan Carlos Tata Cedrón, entre otros. === La voz María Elvira González ===================================== Cuando atravesé el jardín y llegué a la redoma oí una voz resonante y clara, como de río, que venía de un aula frente al corredor. Inexplicablemente, esa voz entró en mi cuerpo y se alojó en no sé qué entretela de mi ser. Llegué al salón y por el ángulo estrechísimo de la puerta entreabierta, se veía una parte del público muy atento, casi hechizado. En el viejo edificio había un silencio enorme. No había actividades regulares ese día. Los corredores estaban limpios, los techos de madera oscura bien conservados, pero seguía siendo un edificio mal querido y pobremente utilizado. Volví a la plazoleta y me senté en un banco a leer. Los bancos eran incómodos, el sitio mismo, entre todos esos corredores vacíos, no era apropiado. Me sentía expuesta y extraña, algo me decía que no debía estar allí, pero no obedecí a ese “algo” y permanecí incómodamente sentada tratando en vano de leer a Octavio Paz y oír la voz al mismo tiempo. ¿Cómo justificar ante mí misma o ante cualquier otro mi presencia allí? Estaba, como muchas veces en mi vida, fuera de contexto, desenfocada. Yo no imaginaba rostro ni figura. No me planteaba eso. Algo me emparentaba con la sustancia de esa voz, y hubo un temblor, un miedo pequeño, como si resbalase entre las piedras de ese río andino de voz clara y definida. Lo vi salir —alto y encorvado— cargado de papeles, caminando deprisa, no pude o no quise verle el rostro; ya casi oscurecía, debía irme o seguirlo. Sus pasos resonaban en el corredor y me guiaron hasta su oficina. Pasé por la puerta y seguí por el pasillo sin atreverme a entrar. Otras voces estaban allí junto a la suya. Voces más reales y cotidianas: una oscura y profunda, otra granulada y ligeramente nasal. Ninguna de tantos y tan claros matices como la suya. Alguien gritó un nombre y apellido como cuando pasan asistencia en el ejército, y él respondió: —¿Sí? —Lo llaman por teléfono. En la oficina del Decanato. Y él, como un niño: —Gracias, enseguida voy. Reconocí su nombre, lo había leído en las páginas de cultura de algún diario. Comencé a temblar como con frío. Con las quijadas casi atornilladas y la expresión más profesional que pude, entré a la oficina y pregunté por él. Caballeros atentos se pusieron de pie y me cedieron un asiento en el pequeño despacho. Sentí ¿o creí sentir? ciertas miradas cruzarse con malicia caribe de machos conocedores de la presa. Intenté acomodarme en el asiento, pero simplemente no podía moverme. Escuché sus pasos y miré cobardemente a otro lado. Mi alma se desbordaba por algún lado en el río de su voz. Su mano enorme, como de campesino, más que saludarme, me sostuvo. Poco a poco fui recobrando la serenidad hasta que me sentí cómoda conversando. Seguramente hablamos de lecturas y poetas, no sé qué otras cosas dijimos o acordamos, recuerdo vagamente que me presentó a las otras voces y nos despedimos. Quince minutos después —como en un acuerdo mudo— nos vimos en la entrada del edificio. Subí a su automóvil como si entrara a una nave espacial, con temor y ansiedad por el magnífico infinito desconocido, la misma sensación sagrada de soledad y pequeñez. Inmediatamente nuestras almas se escondieron, se acurrucaron en algún lugar lejano. Su mirada se hizo más intensa y menos brillante, su voz más tenue, menos clara: —¿Vamos a tomar algo? —Es un poco tarde para mí, pero podemos ir un rato a un lugar cercano. —Gracias —me dijo— y su mano de panadero arropó la mía. Yo sentí deseos de bajarme de la nave espacial y correr a mi casa, pero no, me empeñé en descifrar los reflejos de sus ojos y los tonos de su voz cuando aparecían trazas de auténtica alegría. ¿Qué refugio buscaba su alma atada al intelecto y la academia? ¿Qué playa habría podido amansar a ese río revuelto de ideas y compromisos? Esa tarde —desde mi posición de lectora común, distante de la academia y de los círculos concéntricos de intelectuales— creí atisbar el contorno secreto de su ser íntegro y verdadero, de su talento creador. La voz entonces se hizo más transparente, sus ojos la apoyaron totalmente hasta volverse agua, las manos interrogantes intentaron atrapar algo que yo desconocía. Entonces, como si pusiera punto y coma, se instaló en posición de latin lover con reflejos dorados de intelectual condescendiente. Y otra vez el alma se escondió detrás de pilas de erudición y testosterona. El combate cuerpo a cuerpo fue intenso. Nuestras almas se buscaron inútilmente entre sus pecas, en el contorno de mis caderas, en el fondo de sus ojos. El río de su voz seguía bañando mis arenas y yo continuaba hurgando entre recuentos, por las veredas de Saint John Perse, en paisajes andinos, a orilla de mar y con guitarra. Ni el fuego de tambores de Barlovento, ni la ortiga de recuerdos dolorosos lograban que su alma de creador, excluido de sí mismo, regresara del rigor abismal del pensamiento crítico, ni se bajara de aquella loma seductora. Mi alma se extraviaba en su voz de raro talento y sensibilidad. No sé si lo amaba, más bien creo que lo sufría con ansiedad por descubrir lo que intuía en su voz. De pronto comenzó a enronquecerse; cada día era menos clara y vibrante, hasta que un día, en una mueca de tristeza, me disfracé y aparecí sin previo aviso en un encuentro de intelectuales, con atuendo de secretaria sexy. Dejó de llamarme y yo, desesperada por oírle, hice patéticos esfuerzos que lo alejaron definitivamente. Nunca más lo vi, pero sé que su batalla se hizo cruenta, el rigor contó estructuras como piedras, el análisis sospechó de la ternura. En la disección no hay espíritu que valga. Se apagó. El fantasma de su voz me arropa hoy mientras escribo. Sus ojos escudriñan incrédulos el texto. Sus manos de campesino empujan suavemente mi voluntad hasta este punto. ** María Elvira González mariaelviragonzalez@cantv.net Escritora venezolana (Caracas). Reside en El Limón, Maracay (Aragua). Fue docente en Maracay y en el Instituto de Lenguas Extranjeras de Beijing (China). Ha sido traductora en la Universidad Central de Venezuela (UCV, http://www.ucv.ve) y en forma independiente para diversas publicaciones. Fundó y dirigió durante varios años la revista Libros de Venezuela, que circuló en el país y en bibliotecas del extranjero. La mayoría de sus trabajos están inéditos, aunque dos cuentos breves se publicaron en el diario El Periodiquito (http://www.elperiodiquito.com), de Maracay, y su cuento “Ojos verdes” fue publicado en la página web Escuela de Escritores (http://www.escueladeescritores.com) como finalista del concurso Relatos Breves con Banda Sonora. === Poemas Emma Fernández López ====================================== *** Mis ojos Sigue lloviendo tras los cristales. Hemos sido muy felices, sin olvidar a los mosquitos. La Pasión pasea desnuda por el bosque. Preciosa imagen de una ilusión. Arrebujar la piel, en un manto de placer, una tarde con él. Una cortina de agua tamborilea sobre el cristal. Esquivar el llanto innecesario. No cubrir los ojos de sal. Sigue lloviendo. Claridad para mis ojos. Azul y blanco, dos colores para marcar a las mujeres. Vender el humo de la pasión, por dos o sobradas monedas. Zigzaguea el relámpago y se oye al trueno. Descarga la tormenta. El nítido brillo de las plantas regala a mis ojos un verde lúcido. Una blanca hoja de papel aquí. La gota líquida afuera. Una tarde contigo libreta, gracias a la lluvia. Un monte de agua blanca se alza y golpea sobre el acantilado. Mis ojos ven ahora, en este preciso instante. La luz parpadea un segundo y el trueno retumba, el cielo oscurece. En el jardín de Teodora llueve. El sueño de los sentidos vive. El Sol rojo, naranja, rosa, amarillo, sueña con ella. La Noche acaricia arroyos claros y altas espigas doradas. Llevo sangre de dunas y palmeras... Sabor a dátiles dulces y carnosos. Agua de coco calma mi sed. Un corzo corretea por el monte de Toraño. Contemplo jazmines, rosas, lirios... Primavera. *** Alfileres Sombras ondean sobre mi cuerpo, tendido al Sol. Espectros de doble faz se deslizan por candente arena oscura. La razón se fragmenta, salta la chispa de una duda. Agua amarga. Solitarios se alejan los susurros. Sueños rasgados, calle abajo va la pena. Tierra agotada, un delirio de tiempo y de papel me abrasa. Silencio. Anhelo fresca y blanca almohada, en la que derramar lágrimas antiguas. Suspendida la tarde por alfileres finos, prenden las cintas grises de la melancolía. *** Amar Todo acaba. ¿Mal? No puede ser de otra manera. Violenta muerte aniquila lo carnal. ¿Amor? Amor. Sí. Amar, amar. Amar sin tregua ni descanso, aun en la distancia, en el silencio, en la ausencia y en lo más íntimo, cultivar la matriz de tan mortal palabra. Amor. *** Pan y lágrimas Soy una mujer trabajadora, que escribe algún poema. Pan y lágrimas. Es tan amargo el pan que como, que no encuentro sabor que lo disfrace. Pan y lágrimas. Lágrimas antiguas de mujer. Sin tiempo para llorar. *** Renglones Leo los renglones de tu carta y por el mirador de mis ojos, las lágrimas se asoman. ** Emma Fernández López emmafer@eventsbcn.e.telefonica.net Experta en organización de eventos (Valladolid, España, 1943). Entre 1955 y 1960 vivió en Caracas y Maracaibo (Venezuela). Reside en Barcelona. === La guerra de las morcillas Paula Winkler ========================= Me había invitado después de cortejarme un rato en palacio. ¿Cómo negármele a Rabelais, yo, una sencilla cortesana? Aparecí, silenciosa, y en cuanto me vio, vestida de terciopelo y con mucha enagua, hizo su ademán y se hincó: qué preciosa estáis, mi señora. Me besó en la mano, en el cuello y en la boca. Pese al antifaz, mi rostro se encendió, y Rabelais se dio cuenta enseguida. Nunca un hombre me había atraído tanto; por lo demás, estaría en su libro, eso dijo. ¿Y cómo yo, una mujer de candorosa sonrisa y cuerpo caliente, iba a negarme a semejante hazaña?, si además podríamos los dos (tal vez) disfrutar de mis artes amatorias. En el salón, había muchas pinturas y el rojo flamenco de las cortinas duplicaba su espesor a través de los espejos enfrentados que empezaban a jugar con nosotros y nuestros dobles, como si fuéramos cajas chinas. Nunca había visto tanta uva a ser libada y me sorprendieron las liebres y la enorme cantidad de pavos. Rabelais depositó sus manos en mis caderas y tiró de un mantel de sitio: por entre las puntillas, se abrían paso algunos jamones, lenguas de buey ahumadas y bermejas langostas. Rabelais deslizó sus dedos por mis dientes y me lamió las orejas y el cuello. Yo me quité el antifaz y aflojé mi blusa, pero él me hizo sentar a la mesa para el primer goce; luego vendría el segundo. Unos jóvenes tocaban mandolín y la cítara. Trincad los brebajes, señora, trincad, que hay tiempo para el goce. Me pareció que cederían todas las costuras de mi vestido, porque mi cuerpo estaba hinchándose de tanto banquete, pero Rabelais, que se había limitado a observarme y me bañaba en vino, acercó un plato con algunos paquetes de tripa oscura y olor fuerte. Comed, señora, me dijo, comed, que se os ve deliciosa, y deslizaba sus manos poderosas por entre mis pechos. Yo ya había comido bastante, incluso hasta todas las uvas que él presionó antes contra mi torso. Rabelais insistía y, para prepararme para la tripa oscura, me acercó el último trozo de jamón. Sentí un vaho ligero y, aunque iba a vomitar, me excité por la presencia del poeta. También, por los jóvenes, que continuaban concentrados en la música. Rabelais y yo nos estábamos disputando los goces. Él, enteramente entusiasmado con el de la comida, y yo, con el del arte amatorio, aunque ensanchada como un ganso listo para el cuchillo, más que para otra cosa. Las tripas del plato que Rabelais me ofreció debían ser engullidas para disfrutar luego a discreción el goce del sexo, eso me dijo. Pese a que yo no había perdido la ilusión de visitar los aposentos de Rabelais, no pude con el ofrecimiento. Todo lo contrario, ya estaba al borde de la turbación y del desvanecimiento, así que fue Rabelais quien se ocupó de llenarme la boca con la mezcla sanguinolenta de la tripa, que devolví en forma de vómito de inmediato. Después del vómito se hizo un insoportable silencio, y los jóvenes del mandolín y la cítara se retiraron. No pude ejercitar mis artes amatorias con el anhelado Rabelais aquella noche ni ninguna otra. Sin embargo, recuerdo bien que, al despedirse, él apenas me miró y dijo: Mejor es de risa, que de llanto escribir, señora. Tal vez, ahora que lo pienso, yo inspiré sólo su risa en el banquete, pero algo seguro me fue develado: nunca más habría de intentar el amor de un clásico. A los clásicos, a pesar de que la historia los consagre, sólo les importa anticipársele. ** Paula Winkler paula_winkler@fibertel.com.ar Escritora argentina (Buenos Aires). Doctora en derecho y ciencias sociales y magíster en ciencias de la comunicación. Ensayista y cuentista, ha publicado el libro de cuentos Los muros, la nouvelle Cartas escritas en silencio para el viento y el libro-objeto Cuentos perversos y Poemas desesperados, además del ensayo El discurso argentino de la mentira, del cual es coautora. Ha recibido el premio Jorge Luis Borges de la Fundación Givré (1989), el premio publicación categoría cuento de Ediciones Nuevo Espacio (2003), y el mismo premio en la categoría cuento breve (2005). Textos suyos han aparecido en revistas como Híbrido Literario, El Escribidor, Letras (Buenos Aires), Everba (Universidad de Berkeley), Turia (Aragón, España), Hontanar-Cervantes, (Meulbourne, Australia), Brújula Compass (Instituto de Escritores Latinoamericanos de Nueva York), y en la revista del Lake Forest College, (Departamento de Literatura y Lenguas Extranjeras de Chicago). Su cuento "Esperando instrucciones" ha sido traducido al alemán por la escritora y traductora Lilith Tetzner. === Los confines del mundo Carlos Montuenga ========================== Esta noche he vuelto a soñar que estaba en tierras de Valladolid. Paseaba por un pinar próximo a Olmedo con mi padre, quien se lamentaba por la mala situación de sus negocios. Era un día radiante, colmado de promesas primaverales, pero sin saber cómo, se desataba un viento helado, el sol se oscurecía y sobre la negrura del firmamento comenzaban a brillar las estrellas. Quedaba yo mudo ante aquel prodigio, pero mi padre continuaba hablando y hablando de sus asuntos, sin prestar ninguna atención a la extraña mudanza que sufría el mundo. Luego, su voz perdía poco a poco el timbre humano para ir convirtiéndose en una especie de lamento monótono, cada vez más agudo, mientras la tierra se llenaba de resplandores que proyectaban sombras fantásticas entre el ramaje de los pinos. En este punto me desperté con sobresalto y caí en la cuenta de estar oyendo el canto lastimero de una de esas aves con penacho rojo y plumas multicolores que anidan en los enormes árboles de la isla. Mis ocho compañeros y yo hemos perdido la cuenta del tiempo que llevamos aquí ¿dos años? ¿tal vez más? pero recuerdo, como si fuera ayer, aquella mañana en que nos hicimos a la mar: los estandartes ondeando al viento, el trajinar de los hombres por la cubierta atestada de aparejos, la voz firme del piloto ordenando tender las velas, el griterío de familiares y curiosos agolpados en el puerto de La Coruña, para ver la flota partir rumbo al Nuevo Mundo. Nuestro señor, el emperador Carlos, había encomendado a García Jofre de Loaisa, capitán general de la Armada, organizar una segunda expedición a las Molucas, aquellas islas ricas en especias situadas al otro lado del mundo, que había descubierto unos años antes Fernando de Magallanes, en el curso de un asombroso viaje en el que perdió la vida. En su nave viajaba un vasco de Guetaria, un tal Juan Sebastián de Elcano, que al ser capaz de regresar a Sevilla desde las islas viajando siempre hacia el oeste, disipó cualquier posible duda que pudiera albergarse aún sobre la redondez de la Tierra y, al tiempo, encontró el camino hacia la fama. Pero volvamos a la expedición de Loaisa; se fletaron siete buques y se nombró al propio Juan Sebastián piloto mayor de la flota. El monarca confiaba en que esta empresa cumpliera varios fines: por un lado, estaba la organización del comercio de especiería entre los nuevos territorios de su inmenso imperio, por otro se trataba de llegar a un acuerdo con el rey de Portugal, quien alegaba no sin razón, que la línea de demarcación establecida en el tratado de Tordesillas había quedado desvirtuada, pues si el orbe era esférico, tal línea, válida solo para un mundo plano, habría de convertirse en un círculo máximo que lo dividiera en dos hemisferios, uno portugués y el otro castellano. Cuando se organizó la expedición de Loaisa contaba yo con veintinueve años. A los dieciocho había salido de Olmedo contrariando a mi padre, quien estaba impaciente por que me pusiera, cuanto antes, al frente de un próspero negocio de manufacturas de lana, que había ido pasando de una generación a otra desde mucho tiempo atrás. Ya durante mi niñez, la familia gozaba de una situación desahogada, y cuando alcancé los once años de edad, habíase encomendado mi educación a un canónigo de Valladolid, una persona docta y bien intencionada, de quien aprendí fundamentos de lógica, gramática, matemáticas, geometría e incluso astronomía. Recuerdo con cariño a aquel hombre bondadoso, que a veces no podía contener la risa ante mis ocurrencias acerca del tamaño de la Tierra o del movimiento de los astros. A medida que fui dejando atrás la infancia, sentía una creciente necesidad de formarme una imagen del mundo, y las noticias que llegaban sobre los viajes a las Indias no hacían más que alimentar aquel afán; pues si se había conseguido navegar más allá de los abismos del mar tenebroso, desafiando los horrores sin cuento relatados en las leyendas, ¿no era ello prueba segura de que la industria de los hombres se mostraba capaz de resolver los más grandes misterios? Llegué a la adolescencia dominado por estas y parecidas fantasías. Para enojo de mi buen padre, se me iban las horas enfrascado en la lectura de cualquier libro que cayera en mis manos o deambulando por los campos de la vecindad, más atento al salto de las liebres entre las jaras y al vuelo inquieto de los vencejos en los álamos del río, que a pensar en hacerme cargo de las obligaciones propias de mi edad y condición. A veces, me quedaba tendido sobre la hierba, húmeda aún con el rocío de la mañana, y perdía la noción del tiempo viendo pasar las nubes contra el cielo luminoso de Valladolid. El espectáculo del mundo en perpetuo cambio ofrecía al menos un refugio seguro frente al sinfín de sucesos carentes de interés, que día a día tejían la trama de la existencia en el hogar familiar. Cuando mi padre perdía la paciencia, solía decir que lo mío era vivir como un ermitaño; tal vez no errara en demasía, acaso la vida contemplativa fuera lo único capaz de ofrecer respuestas a tantas preguntas que bullían dentro de mi alocada cabeza. Ansiaba yo, cada vez más, huir de la cárcel en que Olmedo se había convertido y al fin, gracias a la intercesión del canónigo, conocedor de mis buenas dotes para el estudio, conseguí la licencia paterna para cursar leyes en Salamanca. El autor de mis días debió pensar que, tal vez, el contacto con aquel templo del saber obrara el milagro de convertir a un haragán soñador como yo, en un hombre con seso, que pudiera atender al fin los asuntos de nuestra hacienda. Salamanca me deslumbró. Su universidad era como un inmenso caldero en ebullición, donde se mezclaban, de forma incomprensible para mí, los elementos más dispares: a un lado, la solemnidad de las aulas, el rigor de los maestros, el placer de poder profundizar en cualquier disciplina; a otro, las burlas al esfuerzo intelectual, las borracheras, las aventuras galantes, el alma inquieta de la población estudiantil, más inclinada a buscar las verdades del Cielo y de la Tierra bajo el corpiño de mozas complacientes, que en el estudio perseverante de las obras de Aristóteles o San Agustín. Pasé unos meses sin poder centrarme en nada, dedicando la mayor parte del tiempo a deambular de un lado para otro con los compañeros de estudio, como una hoja arrastrada por aquel vendaval de nuevas sensaciones, y solía responder a las frecuentes misivas de mi padre con un rosario de excusas y falsos propósitos. Algún tiempo después conocí a Pedro Mejía, hombre de ciencia venido de Sevilla, que habría de jugar un papel decisivo en mi vida. Este joven maestro llevaba algunos años en Salamanca y, a pesar de no alcanzar aún la treintena, poseía profundos conocimientos de cultura clásica, matemáticas e historia, pero sobresalía sobre todo por su inclinación al estudio de los astros, lo que, entre la población estudiantil, le había valido el apodo un tanto desdeñoso de “el astrólogo”, y no era raro verlo en compañía de marinos afamados y de cartógrafos, quienes acudían a él atraídos por su creciente fama de sabio. Era persona de costumbres austeras y apenas dedicaba cuatro o cinco horas de la noche al sueño. Durante el día impartía clases de matemáticas y atendía un sin fin de obligaciones derivadas del renombre que había adquirido en las aulas. Algunos aseguraban que mantenía correspondencia con Erasmo de Rotterdam, aunque él se declaraba siempre ardiente defensor de la Iglesia romana. Empecé a asistir a sus clases, y quedé impresionado por la rara habilidad con que era capaz de convertir los cálculos más intrincados en un simple juego de propuestas lógicas. Pero lo que más influyó en mi ánimo para decidirme a indagar en las enseñanzas del maestro, fue su profunda convicción de que el Sumo Hacedor había concedido al hombre un poder de raciocinio capaz de elevarle a la comprensión definitiva del cosmos. En su opinión, la ciencia matemática brindaba el único camino seguro para desentrañar las leyes inmutables con las que Dios había decidido regir la Naturaleza. Aquellas ideas audaces encontraron terreno abonado en mi espíritu inquieto. ¿Era pues posible llegar a entender qué es en realidad el mundo? Desde la antigüedad, los más grandes filósofos se habían enfrentado a tan arduo enigma; los estoicos concebían el universo como un organismo vivo dotado de un alma, el logos, que regía todas las relaciones entre sus partes. Aristóteles explicó el movimiento de los planetas por medio de un complicado mecanismo de esferas transparentes que giraban unas dentro de otras, y Aristarco de Samos propuso, por vez primera, un sistema heliocéntrico, en el cual el Sol y la esfera de las estrellas fijas se encuentran en reposo, mientras que los planetas y la Tierra giran alrededor del astro rey. Tiempo después, Tolomeo volvió a situar la Tierra en el centro del universo, al desarrollar un modelo matemático más preciso que se ceñía mejor a las observaciones astronómicas. Decidí arrinconar los libros de leyes y, durante los años siguientes, me dediqué con ahínco al estudio de esas cuestiones, convirtiéndome a la postre en el discípulo más destacado del “astrólogo”, lo que a más de abrirme numerosas puertas en el mundillo universitario, me permitió intervenir en la preparación de varios estudios sobre nuevas técnicas de cartografía, que suponían avances importantes sobre las existentes y fueron recibidos con gran interés por los cosmógrafos del emperador. Una o dos veces al año volvía a Olmedo a visitar a mi padre, quien resignado desde tiempo atrás a no contar con mi ayuda para la administración de sus negocios, mostrábase cada vez más sorprendido ante el creciente prestigio que su extraño hijo iba adquiriendo entre los doctores de Salamanca. Realicé estudios importantes por encargo de varias universidades alemanas. Viajé a Italia en algunas ocasiones, y estando en la Universidad de Bolonia, recibí una escueta misiva de mi maestro, rogándome que volviera cuanto antes a España para reunirme con él. Así lo hice, no sin sorprenderme de que omitiera en su mensaje cualquier detalle acerca de tan apresurada demanda, y cuando nos encontramos en Valladolid, me puso al corriente de una importante nueva: se estaba organizando una segunda expedición a las Islas Molucas y Juan Sebastián de Elcano, designado piloto mayor, había requerido sus servicios para auxiliarle en una misión que le había encomendado el emperador en persona; tratábase de establecer con exactitud la posición de las islas, para demostrar que era posible alcanzarlas navegando hacia poniente, sin atravesar los territorios portugueses. Pero el maestro Mejía, aquejado desde hacía meses de unas fiebres que habían mermado sus fuerzas, no se encontraba en condiciones de sumarse a la expedición y había pensado en recomendarme a mí, su más distinguido ayudante, para reemplazarle. Todavía ignoro por qué motivo me alisté. A nadie se le ocultaban los riesgos inmensos que entrañaba una empresa tal; además mi vida parecía haber encontrado un rumbo seguro, y todavía en plena juventud, mis trabajos gozaban ya de cierto reconocimiento. ¿Me movió la ambición? ¿el afán de aventuras? Aún hoy no encuentro respuesta a tan graves cuestiones. Zarpamos de La Coruña en el verano de 1525 con rumbo a las Islas Canarias. En Tenerife se hizo provisión de agua y víveres, al tiempo que se reforzaba el timón de la nao capitana Santa María de la Victoria. En el término de diez días, aprovechando una fuerte brisa del noreste, el almirante Loaisa dio orden de tender todas las velas y la flota avanzó con rapidez hacia la inmensidad del océano. Se sucedieron las semanas con monotonía y sólo recuerdo que pasaba buena parte del tiempo en una pequeña recámara, rodeado de mapas y cartas marinas. Al anochecer, si el cielo estaba despejado, me reunía en cubierta con el oficial de navegación para fijar nuestro rumbo con la ayuda de las estrellas. Transcurridos más de dos meses, tras alcanzar los veintidós grados de la línea equinoccial, avistamos las costas del Nuevo Mundo. Navegamos hacia el sur sin perder de vista la lejana franja de tierra, hasta que la escasez de las reservas de agua comenzó a sembrar el malestar entre los hombres y el almirante decidió recalar en una amplia bahía al abrigo de los vientos. Allí permanecimos durante el tiempo necesario para revisar el casco de los navíos y hacer acopio de las escasas provisiones que aquella región fría y desolada podía brindarnos. Durante esos días hablé en varias ocasiones con el Cano; era un hombre recio, magro de carnes y parco de palabras. Su mirada penetrante transmitía una determinación capaz de superar cualquier adversidad. Supe por él de la insistencia del emperador en que, una vez alcanzadas las Islas Molucas, no se escatimara ningún esfuerzo para encontrar una ruta de vuelta hacia las costas de Nueva España, pues sólo así sería posible organizar el transporte de especias entre sus dilatados reinos, sin necesidad de cruzar las posesiones de Portugal. Hicímonos de nuevo a la mar hasta alcanzar el paso al océano de las Indias, descubierto cuatro años antes por Fernando de Magallanes, que Dios tenga en su gloria. Bien quisiera poder olvidar las desgracias que se abatieron sobre todos nosotros a partir de ese momento. El tiempo cambió bruscamente y fuertes ráfagas de un viento helado barrieron la cubierta, mientras enormes olas coronadas de espuma sacudían la nave como si fuera una cáscara de nuez. El pavoroso silbido del viento en las jarcias y los violentos golpes de mar impedían escuchar las órdenes del piloto, salvo durante pausas momentáneas. Tras algunos días de temporal, la nao Santiago, que navegaba a estribor con la arboladura muy dañada, desapareció de nuestra vista, como tragada por la niebla; nunca supimos de la suerte que habrían corrido la tripulación y su capitán, Santiago de Guevara. A breves períodos de calma siguieron nuevas tempestades, a cual más espantosa, que hicieron zozobrar a tres de las naves restantes. Pero Dios había dispuesto que nuestras calamidades no acabaran ahí; el almirante ordenó fijar derrota noroeste, y al cabo de varios meses más de navegación sin divisar ninguna isla, fue necesario racionar el agua y los alimentos. Los hombres, desmoralizados y con escasas fuerzas, enfermaban de un extraño mal; hinchábanse las encías y los dientes se separaban de su natural asiento con sólo tocarlos. El hambre llegó a torturarnos de tal modo, que algunos empezaron a comer ratas que conseguían atrapar en las bodegas. Las bajas se contaban por decenas y la muerte no respetó ni siquiera al almirante de la flota, quien falleció cuando había transcurrido alrededor de un año de nuestra salida de España. Pocas semanas después, fue Juan Sebastián el que nos dejó para siempre. Todavía me parece estar viendo a los que quedábamos con vida en nuestro navío, contemplando desde la cubierta cómo el cuerpo amortajado de aquel navegante ejemplar era entregado a la mar desde la Santa María de la Victoria. De lo que sucedió en los meses siguientes, sólo guardo recuerdos confusos. La poca agua que aún restaba en la bodega estaba corrompida y sólo gracias a la lluvia que podíamos recoger en algunas velas extendidas sobre cubierta conseguíamos mitigar la sed. La fuerza del sol nos abrasaba, me sentía aturdido por la fiebre y albergaba el convencimiento de que era llegada mi última hora. Hacía ya varias semanas que habíamos perdido de vista a la nao capitana y navegábamos sin rumbo fijo. Una noche, mientras yacía extenuado en la toldilla de popa, me sobresaltaron los gritos de la marinería; la fuerte brisa, pronto se convirtió en un viento huracanado y a cada embestida de las olas, la mesana y el palo mayor crujían de un modo espantoso, como si fueran a saltar en mil pedazos en cualquier momento. En medio de la confusión reinante, sólo alcancé a comprender que nos hallábamos a merced de la tormenta. Al poco, retumbó bajo nosotros un rumor sordo, como el de un trueno, mientras la nave viraba de costado y se oía el estrépito de las cuadernas al saltar hechas astillas. Luego, intenté ponerme en pie y alguien tiró de mí con fuerza; después, debí golpearme la cabeza y ya sólo hubo silencio y oscuridad... Aquella isla perdida en el reino de las mareas se convirtió en una nueva patria y, si Dios así lo ha ordenado, será nuestra última morada. Gracias a los restos del naufragio, los escasos supervivientes conseguimos construir una rústica vivienda, en un lugar protegido del sol y los vientos, frente a esta inmensa playa de arena blanca que se extiende entre los arrecifes poblados de peces y las selvas del interior. Nuestros afanes, desde entonces, se resumen en uno solo: sobrevivir. Y lo cierto es que hemos tenido la fortuna de dar con nuestros huesos en un lugar donde la prodigalidad de la naturaleza nos asegura el diario sustento. No creo tener cumplidos más de treinta y tres años, pero me siento como si hubiera visto ya transcurrir toda mi vida. Se desvanecieron las ilusiones que encandilaban los tiempos felices de Salamanca y, sin embargo, cuando en las noches serenas levanto la vista hacia las estrellas, resplandecientes entre el ramaje de la selva, me invade un sosiego que no alcanzo a explicarme. Me pregunto a veces si nuestra ciencia puede bastar para dar respuesta al misterio de la Creación. Hasta he llegado a pensar que, tal vez, sea vano el afán de buscar la verdad en el discurso sutil de los sabios. Puede que la verdad viva en nosotros ya antes de empeñarnos en encontrarla. Nosotros y el anhelo que sentimos de entender el mundo, acaso sea esa la única verdad. Notas del autor • El protagonista del relato es un personaje de ficción. No así Pedro Mejía (1497-1551), destacado matemático y cosmógrafo sevillano, conocido también por su producción literaria, así como por ser cronista del emperador Carlos V. • En realidad, sólo la Santa María de la Victoria, nao capitana de la expedición de Loaisa, consiguió internarse en el Océano Pacífico y llegar a las Islas Molucas (octubre de 1526). El resto de las naves que componían su flota, o bien se hundieron al intentar cruzar el estrecho de Magallanes, o se extraviaron a causa de las tormentas. Los supervivientes de la nao capitana construyeron un fuerte en Tidore (Islas Molucas) y resistieron los ataques de los portugueses hasta noviembre de 1530, cuando les llegó la noticia de que Carlos V había firmado el Tratado de Zaragoza, cediendo dichas islas a Portugal por 300.000 ducados. • Los últimos españoles abandonaron las islas especieras entre 1534 y 1535: entre ellos figuraba Andrés de Urdaneta, a quien le estaba reservado el descubrimiento de la ruta para volver de Oceanía a América. ** Carlos Montuenga cmrbarreira@hotmail.com Escritor español (Madrid, 1947). Doctor en ciencias. Colabora con artículos y relatos en publicaciones de comunicación social, tales como ETC Magazine (Buenos Aires) en espacios literarios como Vorem, Margen Cero, Ariadna (Asociación de Revistas Electrónicas de España), Revista Amalgama, Revista Voces y en portales de la red dedicados a la difusión de la filosofía y el humanismo como La Caverna de Platón y Liceus. === Poemas Salomón Valderrama Cruz =================================== *** Las flores negras [Rosa de rosa, idéntica y sensible; a tu ejemplo, profano y mudadero, el poeta hace la rosa que es terrible. Martín Adán] La flor amarga que es figura esbelta Está pariendo a su hijo el esperpento Aquél que erigirá en el propio llanto La flor que será la materia muerta En el viaje infinito que es la vida De ave negra hacia su agujero blanco Que está suspendido al viajero manco El creador de flores y de vida Protector de los valles siderales El juez de las estaciones. Naciente Invierno que eres padre de las flores Las muertas en el pecho crepitante Del juntador de naves y de piedras Aquél que será madre de las hidras *** El juguete que es la palabra [Me miran los ojos el cielo Despertar sin vértebras sin estructura La piel está en su eternidad Se suaviza hasta perderse en la memoria Existía no existía Emilio Adolfo Westphalen] La palabra juega Para sí misma Como juegan En sus juegos Las bestias sin palabras En la ruta del pájaro Que siempre es él Como pájaro ajeno a la palabra Entonces la palabra Se revuelca de memoria Como se revuelcan los que acaban Olvidando las palabras En el poema del viejo cantor El eternamente joven —Que ya parece despistado— En la imprecación Se transforma Un llamado sencillo Que no perdona el olvido Que no ahoga las lágrimas En una despedida sorda y ciega Ya para entonces Muda Como la misma palabra La que se aleja De la bestia De su juego Del miedo de ser Olvidada Ella misma se inventa en la guerra Ella misma es el invento que juega Tan vieja Como la misma palabra —palabra— Como la misma guerra —guerra— Como el mismo hombre —hombre— Como la misma bestia —bestia— Y los niños también juegan —Los niños juegan a la guerra— Con sus juguetes Petálicos, fálicos... De hombres Hacen la guerra Donde juegan Con sus juguetes Metálicos, matálicos... Y donde la guerra fue juego Ahora ya es el juguete Del niño viejo Aquél que quiere inventar la última palabra Fin. *** Ya son como 20 de veinte guernicas [Dejo mi sombra, una afilada aguja que hiere la calle y con tristes ojos examina los muros. Sebastián Salazar Bondy] Arrebatos de mí están componiendo los comparados filósofos La diáfana vena del ser impotente En números 20 veinte a 20 en veinte y 20 de veinte de otra ya Incontable economía del cielo Al arrebato en concretados ángeles marrones Los ciervos del feudo Esperando a la concertación del dios Todo-potente de sangre comida papel y agua Mucha de excesos de agua En principia La navegación de la lágrima Sin rumbos Trazando escarpadas costumbres disímiles El juego de sangre —Tú me arrojas por la borda y yo hago que me caigo— Para volver y tirar al yo otra vez Delante de ti en mi secreto regreso A-debajo en la ráfaga de cólera Extrañando el oprobio de cuantos futuristas claman La época culterana en mi adagio La peyorativa del sexo en concreto En las manos izquierdas las banderas abyectas Del otro país vecino En mi hermano mentado —lo dejo para diez años más— Estar esperando a Ecuador en Chile y a Brasil en Bolivia Para entenderlo y no matarnos Escondiendo las 20.000 dagas guernicas. *** A dos flores [Amada, moriremos los dos juntos, muy juntos; se irá secando a pausas nuestra excelsa amargura; y habrán tocado a sombra nuestros labios difuntos. César Vallejo] El hombre de las flores está triste Cimentado en las nueve nubes negras Que son sus viajes a unas tierras rojas Porque el sable ha soñado con su muerte Ahora que su imagen está lejana Y débil el reflejo de sus ojos Ahogados en los meteoritos ciegos Otrora quién sabe Luceros de Ana Cuando la rosa era amada en las manos Bañada a ardiente sol de medio día Como veleros blancos por los ríos Navegando en el viaje sin retorno Hacia el destino ciego todavía Donde el soneto es viejo y el amor tierno. *** Te veo poesía [de citas y visitas a las que asisto puntualmente pero es tarde hace frío y estoy sola. María Emilia Cornejo] Te veo bañada En estas mis hojas Color de la vida Te veo resuelta En estos tus pasos Delicados poemas Color de las flores Perdidas En el viejo sendero Caminando Contemplando absorto el río Como viajera pura Apegada A esta bañada de flores ladera Color de la vida Te veo perdida En estas laderas Bañadas por la lluvia negativa Aquella que en vez de caer Sube parriba Como suben tus pasos luchando A favor de la vida Te veo dolida En estos mis versos Color de la vida Color De esa herida Que yace Pegada A tu muslo Como una sonrisa Que sangra Cuando no es amada. *** De Lampa para El Porvenir [Ignoro otra mirada que no sea como un vuelo reposado y profundo, ignoro otro paso lejano, ola que fuese más clara que la vida en mi pecho. Javier Sologuren] Yo siempre he estado en el mundo Ahora que me puedo acordar de mi futuro de mi presente Y sin pronunciarlo en lo que me antecedió En mi volquete sellados están Mis siete años felices Con juguetes bañados de un cariñoso océano verde Donde salta la vida Y se bañan las aves brillantes En ventanales de eternos crepúsculos Viajeros Mis ojos cambiantes en mí Ave de verano pintado en invierno Como recogido en el otoño perdido de setiembres Que a veces muy pocas me han hecho llorar Solitario en mi cuna de barro El abismo que me incita también a volar Un cernícalo de refracción sedosa Rodeado al ataque en las cimas Del cojo ratón estaré Maltratado con una copa de puro alcohol Al olvidar mi tristeza Al recordar mi futuro los colores violeta De mis (s)alas de estar Siempre tan solo Como siempre parece que estaré aquí En mis cuadros de colores Donde el trazo de loco rememora En mi muerte el siglo XIX Cuando no me llamaba Vincent van Gogh Sino ahora cuando estoy solitario en el Perú Dejo a mis amigos querer y amar lo que ya no se puede Así como un único Víctor Humareda En mi camioncito vestido Del color que yo quiero Ahora que se me permite poder —Lo que quiero es volar— ¡Pero de Lampa para El Porvenir! *** La fuenteflor [Y mi cuerpo será gozado Trescientas veces más de lo que tú puedes Imaginar He ahí mi venganza, pequeño He ahí mi goce. Patricia Alba] El pintor de las altas cumbres sueña Olvidar la geometría plana Para poder hacer en la manzana A la mañana descubierta niña Como fuente del bebedor del cielo Y del raptor de largas flores solas Las desdichadas hijas de las rosas Por las ventanas los besos del hielo El sometido a la joven historia Aquella que es escasa de los triunfos Casi desconocida en la memoria Vieja como es la madre del artista Inventado por los hechizos brujos El pintor de la fuenteflor más alta. ** Salomón Valderrama Cruz eljuguetequees@latinmail.com Escritor peruano (La Libertad, Chilia, 1979). Ha publicado Adrina, Sinfonía de flores cruzadas, De Lampa para El Porvenir, Las flores negras, La revolución de las cosas, Los hijos de mi casa hermosa, Sonidos de algunos instrumentos tuertos y En el agujero del poncho. ||||||||||||||||||||||||||| POST SCRIPTUM ||||||||||||||||||||||||||| “La poesía es resistencia frente a un mundo que se vuelve cada vez más cruel, cada vez más terrible, deshumanizante, porque todo lo que pasa no está fuera de lo humano, y creo que la palabra es una forma de resistencia muy clara frente a todo esto”. Juan Gelman, entrevista con Claudia Posadas para Radio Nederland (25 de septiembre de 2000). === Cómo publicar en Letralia, Tierra de Letras =========================== Antes de enviarnos algún texto para publicar en Letralia, le agradecemos leer nuestras condiciones de publicación. Usted puede verlas en el Web en http://www.letralia.com/tierradeletras/publicar.htm. 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