~~~~~~~~~~~~~~~ Año XI Cagua, Venezuela Nº 159 ~~~~~~~~~~~ ======================================= ~~~~~~~~~~~ LETRALIA, Tierra de Letras ~~~~~~~~~~~ http://www.letralia.com ~~~~~~~~~~~ ======================================= ~~~~~~~~~~~ 5 de marzo de 2007 ~~~~~~~~~~~ ~~~~~~~~~~~ LETRALIA, Tierra de Letras, es ~~~~~~~~~~~ la revista de los escritores ~~~~~~~~~~~ hispanoamericanos en Internet. ~~~~~~~~~~~ Usted puede enviarnos sus ~~~~~~~~~~~ comentarios, críticas o material ~~~~~~~~~~~ literario a info@letralia.com ~~~~~~~~~~~ ~ * ~~~~~~~~~~~ ~~~ JORGE GOMEZ JIMENEZ - Editor ~~~~~~~~~~~ ~~~~~ Depósito Legal: pp199602AR26 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ === Sumario =============================================================== | “La biblioteca de Tlön”, Jorge Gómez Jiménez. | Editorial | Sesam. / Divino Dante. / Necronomicón 14. / Argentina en | Breves la Biblioteca Cervantes. / Corrigiendo poesía. / | Enfrentarse a la hoja en blanco. / Ciudad corpórea. / | Quemando libros. / Warhol en el Caribe. / Diáspora y | Parra en dos ediciones. | | Carlos Peramo obtiene el II Premio Bruguera de Novela. / | Noticias Manlio Argueta presenta toda su poesía en un libro. / | Lucía Etxebarria condenada a pagar tres mil euros por | plagio. / Polémica por manuscritos de Rubén Darío | obsequiados a Hugo Chávez. / Publicados cuentos | completos de Carmen Laforet. / Sustituido un miembro del | jurado del premio Rómulo Gallegos. / Fabio Morábito gana | el premio Antonin Artaud 2006. / Tres trabajos de Pablo | Picasso fueron robados en París. / Cinemateca de Cuba se | enfrenta al deterioro de filmes. / Jon Juaristi obtiene | con su primera novela el XXXI Premio Azorín. / Paz y | Esquivel en un seminario en Suiza. / Academias | publicarán nueva edición de Cien años de soledad. / | Libreros españoles se reunirán en Alcalá de Henares. / | Realizan en Argentina seminario sobre literatura para | niños. / Realizarán en Venezuela el I Festival | Internacional del Fuego. / IV Festival Mundial de Poesía | será en homenaje a Ana Enriqueta Terán. / Una antología | revisará la obra de escritoras venezolanas. / Realizarán | en Toledo curso sobre medios y literatura. / Abrirán en | San Telmo el primer museo dedicado a Jorge Luis Borges. | | “Vargas Llosa y el erotismo: medicina e ideología”, René | Artículos y Flores Agreda. / “La palabra sin oficio”, Leonardo | reportajes Maicán. / “Roma, laberinto de espejos”, Carlos | Montuenga. / “Nocturno y otros desamparos, de Moisés | Agosto Rosario”, Yolanda Arroyo Pizarro. / “Conjuro del | demonio meridiano (notas sobre Agamben y Foucault para | una fantasmofísica)”, Rafael Toriz. / “Intención, | responsabilidad y libertad”, Oswaldo Roses. / “Una voz | en la oscuridad”, Miguel A. Schmucke P. / “Apostilla | tras apostilla”, Lobsang Castañeda. | | “Guillermo Cadrazco, un artista integral: ‘La poesía | Entrevistas paga de muchas maneras’ ”, Rafael Ortega. | | “Un solo soñador: el ensayo en Latinoamérica”, Karina | Sala de ensayo Falcón. / “Libertad, igualdad y fraternidad, pero no | para los indios”, Carlos Bastidas Padilla. | | “Adorables enemigos”, María Angélica Franco Frías. / | Letras “Poemas inertes”, Manuel Cabesa. / “Los hombres de la | ley”, Patricia Romana Bárcena. / Poemas de Martha | Espejo. / “Amor de frutas”, Sergio Llorens. / Tres | textos de “Mooning over Water”, C. A. Campos. / “El | libro sabio”, Yvette Schryer. / Cuatro poemas de Nohemí | Hinojosa Rivera. / “Ahora que el amor se me instala”, | Nuria Ruiz de Viñaspre. / “Historias de otro mundo”, | Héctor Javier Peña. / Poemas de Luciana Andrea Mellado. | / “El loco”, Pablo Mendieta Paz. / Poemas de Fred More. | / “El encuentro”, Mercedes Álvarez Gutiérrez. / Tres | poemas de “Oscuro nacimiento”, Gonzalo Márquez Cristo. | | “La Honda y el Pájaro”, Cooperativa Cultural Al Margen | El regreso del Jardín. | del caracol | Hermann Hesse. | Post Scriptum | =========================================================================== Premio Unicornio 1997 como Evento Cultural del Año http://www.geocities.com/SoHo/8753 =========================================================================== Premio "La Página del Mes" de Internet de México el 3 de mayo de 1998 http://www.internet.com.mx =========================================================================== Premio "Web Destacada del Mes" de MegaSitio en diciembre de 1998 http://www.megasitio.com =========================================================================== Premio Katiuska de El Mundo Diferente de Katiuska, en enero de 1999 http://www.redchilena.cl =========================================================================== Premio Key Site Award, de Fortress Design, en mayo de 1999 http://www.fortressdesign.com =========================================================================== Premio a la Excelencia, de Exodus Ltd., en mayo de 1999 http://www.exodusltd.com =========================================================================== Premio Mejor Página de Poesía, de La Blinda Rosada, en julio de 1999 http://blindarosada.org.ar =========================================================================== Segundo lugar en los premios Lo Mejor de Punto Com, diciembre de 2004 http://www.lomejorde.com =========================================================================== Finalista en los premios Lo Mejor de Punto Com, octubre de 2005 http://www.lomejorde.com =========================================================================== Finalista en los premios Stockholm Challenge 2006, Estocolmo, Suecia http://www.stockholmchallenge.se =========================================================================== Para suscribirse a Letralia, envíe un mensaje vacío a: letralia-subscribe@gruposyahoo.com Para desuscribirse, envíe un mensaje vacío a: letralia-unsubscribe@gruposyahoo.com También puede formalizar su suscripción o su desuscripción en un formulario visible en nuestro sitio en el Web: http://www.letralia.com/herramientas/listas.htm Ediciones anteriores: http://www.letralia.com/tierradeletras/archivo.htm ||||||||||||||||||||||||||||| PUBLICIDAD |||||||||||||||||||||||||| Si te gusta escribir... anímate a terminar ese poemario, novela o colección de relatos con el apoyo de profesionales. 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No es de extrañar que en Internet, como en la delirante biblioteca descrita por Jorge Luis Borges, abunden contenidos de naturaleza informe y caótica. “Ya se sabe: por una línea razonable o una recta noticia hay leguas de insensatas cacofonías, de fárragos verbales y de incoherencias”. La frase de Borges no constituye una descripción de los contenidos que pueblan la red, sino de los libros que pueblan la Biblioteca de Babel. Para el caso es lo mismo: poco a poco intuimos la constatación terrible de que Borges no podía imaginar, sino sólo describir. Otra ficción del escritor argentino alude a una raza que produce objetos materiales al sublimar a la calidad de ideal un modelo real. Se trata, claro, de “Tlön, Uqbar, Orbis Tertius”, y de la intrincada —como concisa— mitología que Borges construye alrededor de Tlön, un lugar cuyos habitantes tienen la certeza de que “todo sustantivo (hombre, moneda, jueves, miércoles, lluvia) sólo tiene un valor metafórico”. En Tlön es inconcebible que alguien encuentre un objeto que, previamente, ha sido extraviado por alguien más. El supuesto se considera absurdo pues implicaría el concepto de identidad: la realidad del sustantivo como un contenido semántico que se refiere a una persona o a un objeto. Las monedas que un hombre encuentra no son las que otro ha perdido; sólo tienen la capacidad de ser iguales, en forma y cantidad, a las que perdió el primer hombre, pero no pueden ser las mismas porque igualdad no es identidad. Tal estructura de pensamiento derivaría en la concepción de los hrönir como explicación para el acto imposible de encontrar. Un hombre no puede encontrar algo, la búsqueda es un sistema evidente de creación. El objeto no ha sido hallado, ha sido creado y ha tomado como base un objeto ideal. Los hrönir, por lo tanto, no pueden tener un parecido perfecto con el objeto que los inspiró: tales objetos secundarios “son, aunque de forma desairada, un poco más largos”, y Borges los consideró “hijos casuales de la distracción y el olvido”. Hay un punto en el que ambas imaginaciones coinciden (y no nos referimos a la repetición, en ambas, del vocablo imposible “axaxaxas mlö”). Los libros de la Biblioteca de Babel recorren “leguas de insensatas cacofonías” porque el número infinito de los anaqueles en que se hospedan deriva en un número igualmente infinito de combinaciones de palabras y caracteres. Un pensador de Tlön podría argüir, por supuesto, que tales combinaciones son infinitas en realidad porque derivan ad aeternum de un número desconocido de objetos ideales. En esta biblioteca de Tlön en la que estamos inmersos, son inevitables las leguas de cacofonías por cada recta noticia. La producción de información en la actualidad se desenvuelve a un ritmo frenético que crece en forma exponencial. “Cada ejemplar es único, irreemplazable”, continúa Borges describiendo su mítica biblioteca, “pero (como la Biblioteca es total) hay siempre varios centenares de miles de facsímiles imperfectos: de obras que no difieren sino por una letra o por una coma”. Sólo la existencia de artilugios como los motores de búsqueda y los feeds nos previenen del torrente de datos inútiles (asumiendo, claro, que la utilidad de los datos es un asunto completamente subjetivo). Profusión de información por lo general conlleva a degradación de información. No es descabellado, en este sentido, el futuro que plantea el documental Epic 2014 (http://www.youtube.com/watch?v=He22EGXJOqI), de Robin Sloan y Matt Thompson (http://www.robinsloan.com/epic): los medios de comunicación han desaparecido, y el público se vuelca sobre contenidos de interés eminentemente local. La gente participa en forma masiva en la producción de información, pero los contenidos son fragmentarios: una colosal corporación —“Googlezon”— los distribuye entre los usuarios de la red basándose en sus características personales. “En su mejor versión”, dice el narrador del documental, el servicio ha sido “diseñado a medida para los lectores más inteligentes: la muestra de la visión del mundo más amplia, profunda y detallada en la historia. Pero en su peor versión, no es sino una muestra de trivialidades culturales, muchas de ellas falsas, superficiales y sensacionalistas”. Información y consumo es la mezcla que prevalecerá, sin duda, en ese futuro que ya empieza a ser presente. Datos que se repiten, por lo general sólo diferenciados en la disposición de la plataforma que los muestra o, llevando el razonamiento al paroxismo, por una letra, por un dígito. Jorge Gómez Jiménez, editor http://www.letralia.com/jgomez ||||||||||||||||||||||||||||||| BREVES |||||||||||||||||||||||||||||| Sesam. Acaba de aparecer el número 74 de la revista Sesam, que publica desde Argentina la Sociedad de Escritores de San Martín y se distribuye por correo electrónico en formato Word. La publicación incluye textos literarios, biografías de autores, análisis de errores gramaticales y ortográficos, noticias y otros temas de interés para el amante de las letras. Para suscribirse basta con solicitar el envío de las ediciones a la dirección electrónica sesam_literatura@hotmail.com. Divino Dante. El pasado 20 de febrero se dio a conocer el veredicto del Primer Concurso de Cuento Corto Dante Alighieri, certamen organizado en Colombia por (Sic) Editorial. El primer premio correspondió al relato “Ofrenda”, del peruano Pedro Félix Novoa Castillo, quien se presentó al concurso bajo el seudónimo “Vacuo Dei”, mientras que el relato “El lanchero”, de Susana Moyano, recibió una mención especial. Los jueces de esta primera edición del certamen fueron Luis Lloreda Parra, Pablus Gallinazo y María José Montoya. La editorial publicará el Libro Total de la Divina Comedia, un proyecto que pretende vincular las diferentes versiones, ilustraciones, comentarios, obras musicales, notas históricas relacionadas con la obra cumbre de Dante Alighieri. http://www.sicenelmedio.com Necronomicón 14. A finales del mes de febrero apareció la edición Nº 14 de la revista de ciencia ficción y terror Necronomicón, que se adelanta apenas unos días al septuagésimo aniversario de la muerte del genio de Providence, Howard Phillips Lovecraft, creador del grimorio del que esta publicación venezolana ha tomado el nombre. “Juan en penumbra” y “Piano man”, de Iván Olmedo; “De la lucha de clases en el más allá”, de Manuel Torcuato, y “El saludo” y “Un punto de distracción”, de J. Javier Arnau, son las historias cortas de ambos géneros que, con ilustraciones, como es usual, de Juan Raffo, pueblan esta edición. http://necronomicon.avcff.org/necronomicon/necro14/necro14.htm Argentina en la Biblioteca Cervantes. La Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes inauguró este 1 de marzo su Portal Nacional de Argentina, un nuevo espacio electrónico creado con la colaboración de la Biblioteca Nacional de la República Argentina y la Academia Argentina de Letras. La iniciativa nace con el objetivo de construir un gran espacio de intercambio cultural, un gran fondo bibliográfico y documental que presenta a los internautas lo más representativo de la tradición cultural argentina. En la página se encuentran títulos imprescindibles del patrimonio cultural de aquel país, como la Vida de Juan Facundo Quiroga, del que fuera presidente entre 1868 y 1874, Domingo Faustino Sarmiento; la Amalia de José Mármol, los Cuentos de muerte y de sangre de Ricardo Güiraldes, El matadero de Esteban Echeverría o el Martín Fierro de José Hernández, así como obras de otros autores destacables, como Evaristo Carriego o Bartolomé Mitre. Además, es posible escuchar a Oliverio Girondo, consultar los manuscritos de Don Segundo Sombra (de Güiraldes) o de algunos poemas de Alfonsina Storni y contemplar las imágenes que componen los álbumes de la propia Storni o de Roberto Arlt, iniciador de la novela argentina contemporánea. http://www.cervantesvirtual.com/portal/argentina Corrigiendo poesía. René Villar dictará en Mar del Plata, un Curso de Corrección de Poesía en Verso Libre auspiciado por la Fundación de Poetas. La actividad se desarrollará en la Biblioteca Popular Juventud Moderna todos los sábados de marzo, abril y mayo entre las 10 de la mañana y las 12 del día. La inscripción, que tiene cupo limitado, cuesta $25. Se contempla en un futuro la posibilidad de impartir el curso por Internet. fundaciondepoetas@yahoo.com.ar Enfrentarse a la hoja en blanco. Este 6 de marzo se iniciará “¿Cómo enfrentar la hoja en blanco?”, taller de redacción I que dictará Irene Cabrejos de Kossuth en el Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar en ocho sesiones, los martes de 7 a 9 de la noche, en Lima (Perú). El taller cubrirá aspectos como estrategias de redacción, estilo formal e informal, organización de ideas, puntuación y acentuación, estructura del párrafo y otros temas. La inscripción tiene un costo de 120 soles para los estudiantes y 150 para el público en general. http://celacp.perucultural.org.pe Ciudad corpórea. Seis conferencias, tres conversatorios y dos talleres conforman el seminario “Arte, cuerpo y ciudadanía” que, del miércoles 7 al domingo 11 de marzo, se realizará en el Museo de Bellas Artes de Caracas para gestionar proyectos artísticos de investigación y capacitar a los artistas y estudiantes de danza. La participación en el seminario, dirigido al público en general, es gratuita, y contará con la participación de sociólogos, arquitectos, antropólogos, artistas plásticos, videoartistas y creadores de la danza. La actividad busca impulsar un proceso de revitalización del espacio público y comunitario a través de la acción e investigación, por lo que desde febrero se han inscrito estudiantes y artistas que buscan fortalecer los diferentes usos de los espacios públicos. El objetivo del seminario es fomentar proyectos artísticos en lugares urbanos con miras a promover el espacio público como lugar de encuentro y comunicación, así como establecer un vínculo con las comunidades y con su herencia cultural y memoria colectiva mediante la creación artística. Quemando libros. A partir del jueves 8 de marzo, a las 9:30 de la noche, se presentará todos los jueves la obra de teatro Biblioclastas, de los argentinos Jorge Gómez y María Victoria Ramos, en el Teatro de la Fábula, Agüero 444, Capital Federal (Buenos Aires, Argentina). La obra, que fuera estrenada en marzo del año pasado, aborda la destrucción de libros y el plan sistemático de censura cultural implementado por la última dictadura militar en el país sureño. Fue corregida por Griselda Gambaro y Hermenegildo Sábat ilustró la gráfica de su difusión. Biblioclastas participó en las muestras del Centro Cultural Recoleta y de la Universidad Nacional de Quilmes por las actividades a treinta años del golpe, en el Pasaje Dardo Rocha de la Ciudad de la Plata, en el Programa Bibliotecas para Armar de la Secretaría de Cultura de la Ciudad. Además, desarrolló una gira por el interior del país y cerró en la Biblioteca Nacional el Concurso Latinoamericano “Fernando Báez” sobre Bibliotecología, Documentación, Archivística y Museología organizado por el Caicyt del Conicet, la Conabip y la Biblioteca Nacional. El mismo Báez la calificó como “un milagro en la historia teatral de Argentina”. La entrada tiene un precio de $12 para el público en general y de $8 para jubilados y estudiantes. jorgegomez71@yahoo.com.ar Warhol en el Caribe. Hasta el 20 de abril es posible asistir a la exposición “Andy Warhol: Graphic Works”, que se presenta desde finales del mes pasado en el Museo de Arte Moderno de la República Dominicana. La muestra estará compuesta por más de sesenta obras impresas en serigrafía y litografía, y se presentó por primera vez el año pasado en The City University of New York (Cuny) y llega al país caribeño desde Japón, donde fue exhibida en el Museum of Art Seoul National University. Warhol, padre de la cultura pop-art y una de las figuras artísticas más influyentes de la segunda mitad de siglo XX, nació en 1928 en Pittsburg, Pennsylvania, y estuvo dedicado a la pintura hasta el momento de su muerte en 1987. La exposición es una colaboración de Cuny, el Museo de Arte Moderno de la República Dominicana y coleccionistas de Estados Unidos y España. Diáspora y Parra en dos ediciones. La revista Ixquic, que publica semestralmente el Departamento de Idiomas y Culturas de la Universidad de Otago (Nueva Zelanda), prepara sus números 8 y 9, por lo que está invitando a participar a intelectuales y estudiosos especializados en los estudios hispánicos. El número 8, que saldrá en diciembre de este año, versará sobre “la diáspora latinoamericana” y aceptará trabajos que, de manera original, problematicen y vayan más allá de las definiciones y enfoques tradicionales de área, abriendo los estudios de la diáspora hacia áreas paralelas o transversales cuya incorporación o intersección ayude a una expansión y mejor comprensión de los fenómenos estudiados. El número 9, programado para julio de 2008, estará dedicado a la poeta, música, arpillerista, pintora, ceramista y folklorista Violeta Parra, y aceptará hasta el 30 de septiembre de 2007 colaboraciones y estudios sobre los múltiples aspectos envueltos en las diferentes facetas de la artista. En ambos casos los trabajos propuestos deben enviarse antes del 30 de septiembre de 2007. Los interesados deberán solicitar mayor información, así como el texto completo de las convocatorias, al escritor chileno Sergio Holas, editor de ambos números. sergioh@uq.edu.au http://www.ixquic-journal.ac.nz ¿Quiere publicar una nota en este espacio? Envíenosla por correo electrónico a breves@letralia.com. === ¿Le interesa estar informado sobre concursos? ========================= Reciba por correo electrónico los anuncios vigentes de concursos literarios y artísticos en general suscribiéndose a nuestra lista de distribución. Todo lo que tiene que hacer es enviar un mensaje vacío a letralia-concursos-subscribe@gruposyahoo.com, o visitar nuestra cartelera de concursos en http://www.letralia.com/herramientas/concursos.htm. Si desea enviarnos las bases de un concurso, escríbanos a info@letralia.com |||||||||||||||||||||||||||||| NOTICIAS ||||||||||||||||||||||||||||| *** Carlos Peramo obtiene el II Premio Bruguera de Novela A mediados de febrero fue anunciado el veredicto del II Premio Bruguera de Novela, que recayó sobre el escritor español Carlos Peramo por su obra Me refiero a los Játac, tal como informó el jurado único del certamen, la escritora Ana María Matute. “Éste es mi mundo literario”, declaró Matute, quien además confesó que hace unos años hubiera podido escribir la obra ganadora, por la que Peramo recibirá 12.000 euros. Al ser preguntada por la novela ganadora, que tiene por protagonistas a un grupo de adolescentes de barrio, Matute ha reflexionado sobre la misma y ha dicho: “Hay crueldad y violencia, pero no hay maldad porque no hay premeditación, ni alevosía ni beneficio”. La crueldad de los jóvenes protagonistas, afirmó, “es una crueldad inocente, como la de las criaturas; los fuertes devoran a los más frágiles. Es una crueldad de la naturaleza”. El niño, según ella, “es el ángel que pasa por el infierno sin conciencia del mal”. A esta segunda edición del Premio Bruguera de Novela se han presentado 363 novelas. De todas ellas, han resultado finalistas: Aldaba, de Sin (seudónimo); El muertito, de Gabriel Durán; Contradicciones en el Mío Cid, de El Crispao (seudónimo); Dile que no estoy, anónimo; La importancia de las cosas, de Sara Weller, y César Vallejo se aburrió de estar muerto, de El Mono Ilustrado (seudónimo). Bruguera, sello de Ediciones B (http://www.edicionesb.com) dedicado a la narrativa, quiere distinguirse desde su renacimiento el pasado año 2006 con una seña de identidad propia: contribuir a la difusión de autores noveles con evidente vocación literaria. En un mercado editorial en el que resulta muy difícil publicar y dar a conocer a esos autores, Bruguera quiere comprometerse con la calidad literaria también si proviene de autores desconocidos. Para ello decidió alumbrar el año pasado este novedoso premio literario cuya principal peculiaridad es su jurado unipersonal: cada año, Bruguera invita a un autor de reconocido prestigio que actúa como jurado único y soberano del mismo. La obra ganadora será publicada el próximo 4 de abril. Fuente: Europa Press *** Manlio Argueta presenta toda su poesía en un libro El novelista más traducido de El Salvador, Manlio Argueta (San Miguel, 1935), dio a conocer el pasado miércoles 21 de febrero la antología Poesía completa, que incluye su casi desconocido trabajo poético de los últimos cincuenta años, entre 1956 (cuando Argueta ganó sus primeros juegos florales en poesía) y 2003. La antología fue compilada por Astvaldur Astvaldsson, doctor en literatura latinoamericana de la Universidad de Liverpool (http://www.liv.ac.uk) y actualmente parte del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Maryland (http://www.lasc.umd.edu) quien, además, incluyó un estudio introductorio de unas cien páginas, y sostiene que es el mayor acercamiento hecho hasta el momento a la poesía de Argueta. “El estudio es sobre mi poesía y el poeta migueleño, mis secretos familiares y cómo me inicié en la poesía”, explicó Argueta durante la presentación. “De modo que no sólo fue de investigar y buscar mis poemas perdidos que no están en libros, sino en publicaciones periódicas la mayoría”. El autor consideraba que el principal foco de atención de su obra era la narrativa, sobre todo su novela Un día en la vida, traducida a doce idiomas y escrita en 1980 con base en testimonios de salvadoreños refugiados en Costa Rica durante la guerra civil (1980-1992). Astvaldsson, por su parte, considera que la poética de Argueta también está presente en su narrativa. Poesía completa incluye además obra inédita escrita en 2003. Al año siguiente, Argueta quiso volver al género, pero no lo logró: “Traté de escribir poesía para experimentar en 2004, pero siento difícil manejar el lenguaje de tanta concisión y emotividad expresada en imágenes; me hace ver lo difícil del género poético si no se concentra con exclusividad, mis novelas no me dejan”, dice. Argueta escribió el año pasado sus novelas El sexto muro, sobre la migración, y Las arañas de la memoria, sobre el poeta y la poesía. Actualmente escribe su novena novela, aún sin titular, que nació de El sexto muro, una larga obra que decidió partir. No tiene aún editorial para estas novelas. Fuente: La Prensa Gráfica *** Lucía Etxebarria condenada a pagar tres mil euros por plagio La escritora Lucía Etxebarria reconoció que utilizó los trabajos del psicólogo valenciano Jorge Castelló en su último libro, Ya no sufro por amor. Etxebarria, demandada en julio de 2006 por “apropiación indebida” y “vulneración del derecho de propiedad intelectual”, ha llegado a un acuerdo con el demandante por el que “reconoce que se documentó para su libro” en los trabajos del psicólogo valenciano. Según dicho acuerdo, recogido en el acta de audiencia previa al juicio que se celebró el pasado 14 de febrero, “no se realizó, por un error material, nota a pie de página al transcribir ciertos párrafos” de un artículo que Castelló publicó en 2004 y difundió posteriormente a través de su página web. También se especifica que “no ha existido una intencionalidad maliciosa” por parte de la escritora, “siendo evidente que, no siendo psicóloga, debía documentarse en estudios o análisis efectuados por profesionales en la materia, sin que se haya pretendido usurpar el trabajo del demandante”. Dicho “error material” se produjo a pesar de que Castelló contactó con la editorial Martínez Roca (http://www.edicionesmartinezroca.com) en marzo de 2006, cuando ya había salido a la venta la quinta edición del libro. Tras este contacto, la editorial realizó un “intento de rectificación no satisfactorio” —así lo consideró entonces el psicólogo valenciano— en la siguiente edición de la obra de Etxebarria, que incluyó el siguiente párrafo: “Vista la confusión de unos términos y otros, voy a comentar un artículo sobre la dependencia emocional escrito por el doctor Jorge Castelló Blasco. Las definiciones son suyas, los ejemplos caseros, míos”. El psicólogo valenciano demandó a la escritora a mediados de julio de 2006 por “apropiación indebida” de su artículo “Dependencia emocional y violencia doméstica”. La demanda de Castelló, que consideraba que dicho artículo aparecía “reproducido en muchos casos literalmente” en el primer capítulo de Ya no sufro por amor, fue admitida a trámite por el juzgado de lo mercantil número 2 de Valencia el pasado mes de septiembre. Ambas partes llegaron a un acuerdo el pasado 14 de febrero para no llegar a juicio. “Estoy satisfecho porque ella reconoce ahora que los textos son míos y que no me había citado”, dice el psicólogo. “Mi única intención con esta demanda era ese reconocimiento. Ella usó mi artículo. El motivo por el que no me citó no lo sé, aunque tengo que aceptar su explicación de que ha sido fruto de un error material, pero los hechos me han dado la razón”. El artículo de Jorge Castelló aparecía reproducido casi literalmente en las páginas 44-45 y 67 a 86 del libro, sin cita a pie de página. Se incluía su nombre en la bibliografía, pero citando un trabajo distinto, no el artículo en cuestión. “El acuerdo que hemos alcanzado ratifica que todo lo que he dicho hasta el momento sobre la utilización indebida de mi trabajo era totalmente cierto”, declara el psicólogo, experto en dependencia emocional. También considera la parte demandada que este acuerdo le da la razón. “Lucía ya reconoció en su día que como ella no es psicóloga se documentó en artículos de otros profesionales, sin que haya habido plagio”, ha declarado Raquel Franco, abogada de la escritora. “Los hechos nos están dando la razón”. Etxebarria deberá pagar 3.000 euros de indemnización “por los gastos ocasionados”, según se refleja en el acta de audiencia previa al juicio. “El único objetivo que yo perseguía era que se reconociera públicamente que ella tenía que haberme citado, y no lo hizo”, explica Castelló. “Yo he tenido siempre buena voluntad y en ningún momento he perseguido un beneficio económico. De hecho, el dinero de la indemnización es para afrontar el coste de las acciones legales. No gano un solo euro”. “Los autores estamos de enhorabuena (...). Afortunadamente, ha imperado la cordura y ha quedado claro que la utilización de textos ajenos exige la cita expresa y detallada”, explica Castelló en un comunicado hecho público el pasado jueves 22 de febrero. No es la primera vez que la escritora se ve envuelta en un escándalo de esta naturaleza. En 2001, el semanario Interviú publicó que Lucía Etxebarria había plagiado al poeta leonés Antonio Colinas en Estación de Infierno, y que también había frases enteras literales de Nación Prozac, de la periodista y escritora estadounidense Elizabeth Wurtzel, en Amor, curiosidad, Prozac y dudas. Etxebarria demandó a la revista por intromisión en su honor, pero la publicación fue absuelta por considerar que la información que dio era “veraz”. Fuente: El Mundo *** Polémica por manuscritos de Rubén Darío obsequiados a Hugo Chávez Durante su visita a Caracas, el presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, obsequió a su colega y anfitrión Hugo Chávez, el viernes 23 de febrero, dos poemas originales del poeta Rubén Darío (1867-1916), lo que ha levantado reacciones adversas en la nación centroamericana. Intelectuales nicaragüenses tacharon como inapropiado que Ortega obsequiara a su homólogo venezolano los manuscritos originales de “Ensalmos bolivarianos” y “Bolívar”, por ser parte de la obra dariana y patrimonio cultural nicaragüense que está protegido por ley. Ambas obras, según la ley, son Patrimonio Cultural de Nicaragua, por lo cual deberán ser preservadas y conservadas por y para los nicaragüenses. La Ley para la Protección y Promoción de la Obra, Bienes e Imagen del poeta Rubén Darío y Declaratoria del Patrimonio Cultural, Artístico e Histórico de la nación de su obra y bienes, establece de manera textual en su artículo seis, capítulo dos, que “se declara Patrimonio Cultural y Artístico de la Nación la obra literaria publicada o inédita del insigne poeta Rubén Darío”. Y el artículo dos del capítulo uno de esa misma ley establece que será el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes (http://www.mecd.gob.ni), mediante el Instituto Nicaragüense de Cultura, el encargado de garantizar la integridad de la obra de Rubén Darío. El escritor Sergio Ramírez cuestionó la acción de Ortega indicando que el patrimonio cultural de Nicaragua es inviolable y que quienes detentan el poder deben ser los primeros en respetarlo. “El presidente Chávez debería tomar en cuenta que (esa obra de Darío) es un patrimonio del país y en algún momento Venezuela tendrá que devolverlos”, declaró Ramírez a un diario nicaragüense. Ramírez consideró que Chávez fue “más sensato” cuando el pasado 10 de enero, en la ceremonia de toma de posesión de Ortega, le obsequió al presidente nicaragüense una réplica de la espada de Bolívar, pero nunca se le ocurrió dar la espada original. El director del Museo Archivo Rubén Darío, Edgardo Buitrago, censuró la acción de Ortega en caso de que los manuscritos de Darío sean originales. “Yo diría que sería criticable que estemos dando los versos al extranjero, existiendo un museo”. La poeta Silvia Elena Regalado, que ha participado en simposios internacionales dedicados a Darío, opina: “Eso es patrimonio nacional de Nicaragua. Se pueden dar fotocopias, pero no originales. Venezuela es un país avanzado en la recuperación de la memoria, y me imagino que los van a proteger en un museo, pero duele que regalen poemas así”. La presidenta de la Fundación Poetas de El Salvador, Paulina de Hernández, añade: “No veo por qué un presidente debe disponer de manuscritos que pertenecen al pueblo”. Por su parte, el diario La Prensa (http://www-ni.laprensa.com.ni) mantiene en su versión en línea una encuesta sobre el tema, en la que 95% de sus lectores piensa que Ortega actuó mal al obsequiar los manuscritos a su homólogo venezolano. La primera dama nicaragüense y coordinadora del Consejo de Comunicación y Ciudadanía, la poeta Rosario Murillo, explicó en tanto que se buscó compartir lo escrito por Darío. “Llevamos esos poemas para compartirlos, leerlos (...). Son poemas de mucha carga emotiva y, sobre todo, marcan la unidad entre Nicaragua y Venezuela. Una unidad que se está haciendo realidad todos los días”, declaró Murillo. Según Francisco de Asís Fernández, presidente de la Junta Directiva del Festival Internacional de Poesía de Granada, “se está politizando muchísimo el tema”. El poeta y escritor opina que “lo que habría que hacer es establecer las políticas necesarias para la valoración, el rescate y preservación cultural y natural de este país”. “Yo he visto regalar manuscritos de Darío a cualquier cantidad de gente y nadie hace escándalo”, continúa Fernández. “El problema es la politización del asunto, se debería ponderar realmente lo que significó un gesto presidencial con algo valioso para alguien que está haciendo donaciones valiosas a Nicaragua, pero yo creo que el punto central es que se está politizando demasiado”. Chávez leyó los poemas en su programa diario radiotelevisado Aló Presidente y “los disfrutó mucho”, dijo Murillo, quien también obsequió al presidente venezolano un ejemplar del libro Guerrillero de nuestra América, del escritor Jorge Eduardo Arellano, referido a César Augusto Sandino. Los poemas, se supo el pasado martes 27 de febrero, pasarán a ser patrimonio cultural de Venezuela, como lo informó el tercer secretario de la Embajada de Venezuela en El Salvador, Oldrim Porras. El funcionario detalló que Chávez no puede tomarlos como propios y que “se estila” regalar elementos representativos de la historia o cultura de cada país entre presidentes. El embajador de Venezuela en Managua, Miguel Gómez, dijo este viernes 2 de marzo desconocer si el presidente Chávez regresará los manuscritos, pero aseguró que “no están en malas manos” e indicó que una decisión de tal naturaleza le corresponde al Ejecutivo venezolano, aunque “quizá lo haga, porque el presidente, en eso, es muy desprendido”. “No sé si este tipo de documentos que, en principio, por supuesto, son Patrimonio Histórico de Nicaragua, por el valor sentimental, intelectual y patriotismo que representa Rubén Darío para Nicaragua y para todos nosotros, ¿realmente se puede interpretar como un acto de disposición inadecuado por parte del presidente Ortega? Yo no lo creo”, agregó Gómez. Según él, ambos documentos fueron “rescatados” en El Salvador, “donde ni siquiera la gente se preocupó de que estaban ahí”. Alegó además que un nieto del poeta nicaragüense, Rubén Benito Darío Salgado, ha apuntado, según el embajador, que “está perfectamente bien que se le haya hecho ese obsequio a Chávez, no a Chávez, a la República Bolivariana de Venezuela”, y que él, “es voz autorizada”. Agregó que Venezuela también tiene un Patrimonio Histórico, que “incluso en parte lo distribuye y lo comparte con toda Latinoamérica y el Caribe, porque el Patrimonio Histórico no es solamente un papel o una pintura, hay expresiones de solidaridad que son un Patrimonio Histórico también y se comparten”, declaró el embajador. Asimismo, el diplomático dijo que no tiene comparación la réplica de la espada de Bolívar que Chávez regaló a Ortega, durante su toma de posesión en Managua, con los dos manuscritos originales de Darío. “Esa es una cosa que no tiene comparación: la espada de Bolívar es una sola, única; Darío tiene centenares de escritos, de documentos, originales de él, algunos de los cuales ni siquiera, quienes hoy hablan, saben dónde están”, anotó. Según Oldrim Porras, hay que esperar a que se publique en la Gaceta Oficial, el periódico oficial venezolano, el destino de los manuscritos. Sin embargo, “deben considerarse ya como patrimonio venezolano”, indicó, dado el regalo estatal. Su destino podría ser el archivo del Museo de Historia del Palacio de Miraflores o la Biblioteca Nacional de Venezuela (http://www.bnv.bib.ve). Este año, durante el aniversario de muerte de Darío, Ortega visitó el mausoleo del poeta, en la Catedral de la Asunción, León, le colocó la banda presidencial y declaró: “Rubén es el presidente eterno realmente de Nicaragua”, y lo mencionó en su discurso de toma de posesión. Fuentes: La Prensa • La Prensa Gráfica *** Publicados cuentos completos de Carmen Laforet Los cuentos completos de Carmen Laforet (1921-2004), distribuidos desde el pasado 26 de febrero por el sello español Menoscuarto Ediciones (http://www.menoscuarto.net), de Palencia, incluyen cinco relatos inéditos que, según Agustín Cerezales, uno de los hijos de Laforet, “arrojan luz sobre su evolución como escritora”. Carta a don Juan es el título genérico del libro, que agrupa veinticinco piezas, y constituye a la vez uno de los textos inéditos junto a “Fuga I”, “Fuga II”, “Fuga III” y “Libertad”, informaron fuentes de la editorial. El volumen incluye desde cuentos primerizos, “deliciosos, juveniles y muy poéticos”, hasta “otros más tardíos, escritos con otro tono”, pero todos ellos con la común característica “de una prosa sencilla y clara donde se puede apreciar un poco el jugo” de lo que luego sería la obra narrativa de Laforet, apuntó Cerezales, quien también es un autor de la plantilla de Menoscuarto, donde ha publicado el libro de cuentos Perros verdes. La libertad, la naturaleza y la situación social de la mujer constituyen algunos de los temas centrales de toda su obra y también de buena parte de esas narraciones breves redactadas hasta 1955, antes y después de la novela Nada, con la que Laforet ganó en 1944 la primera edición del Premio Nadal de Literatura. Esa temática, basada en “asuntos esenciales, sin adherencias”, ha propiciado, a juicio de Cerezales, que la narrativa de Laforet “haya atravesado el tiempo con gran frescura, tanto sus cuentos como sus novelas”, y que en la actualidad haya atrapado “a muchos lectores jóvenes fuera de España”, como lo prueban los dieciocho idiomas en que se han traducido sus libros, algunos por segunda y tercera vez. “En su momento, mi madre fue un ‘rara avis’ y una ‘rupturista’, pero no desde presupuestos teóricos, sino por su condición libre y espontánea”, precisó Cerezales (Madrid, 1957), licenciado en filología francesa, ensayista, traductor y autor de varios libros, entre ellos una biografía novelada de Lucrecia Borgia (Máscara de sombras). La primera parte de Carta a don Juan consta de siete textos juveniles, escritos entre 1938 y 1942 por esa escritora nacida en Barcelona en 1921, ciudad a la que regresó en 1939 después de pasar su infancia y adolescencia en Las Palmas de Gran Canaria. En la segunda aparecen ocho cuentos redactados entre 1945 y 1951, durante la época inmediatamente anterior a la publicación de su segunda novela —La isla y los demonios (1952)—, e incluye otros dos relatos algo posteriores. La última parte recupera ocho narraciones olvidadas, escritas entre 1952 y 1955, la época en que vio la luz La mujer nueva (1955). Fuente: EFE *** Sustituido un miembro del jurado del premio Rómulo Gallegos El escritor venezolano Luis Navarrete Orta sustituirá a la salvadoreña Ana Patricia Rodríguez en el jurado del XV Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, cuyo plazo de recepción de las obras postulantes finalizó este miércoles 28 de febrero. La Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg, http://www.celarg.org.ve), convocante del prestigioso galardón, informó que Rodríguez alegó razones personales para retirarse del jurado. Navarrete Orta es profesor de literatura egresado del Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile (http://www.uchile.cl) en 1963 y sus investigaciones han contribuido a difundir la obra del poeta Pablo Neruda. Ha concentrado su actividad profesional en la docencia, la escritura y la investigación. Es profesor jubilado de la Universidad Central de Venezuela (UCV, http://www.ucv.ve), donde dictó cátedra en las escuelas de Comunicación Social y Letras y fue director de ésta última. Fue jurado del Premio de Poesía Fernando Paz Castillo en el año 2000. Recibió recientemente del gobierno chileno la Medalla de Honor Presidencial “Pablo Neruda”, por su contribución al estudio y la divulgación de la obra del poeta. Ha publicado Homenaje, Pablo Neruda, 100 años, Pasión por Venezuela, Obra selecta de Vicente Huidobro (prologuista) y Literatura e ideas en la historia hispanoamericana, entre otros. En el jurado del Rómulo Gallegos se encuentran también el venezolano Luis Britto García, la hondureña Helen Umaña y los españoles Isaac Rosa y Juan Madrid. El premio está dotado con 100.000 dólares, la publicación de la obra, una medalla de oro y un diploma, y participan obras publicadas entre el 1 de enero de 2005 y el 31 de diciembre de 2006. El ganador será anunciado en junio y la ceremonia de entrega será celebrada en Caracas el 2 de agosto, fecha del natalicio del autor de Doña Bárbara. Fuentes: Celarg • DPA *** Fabio Morábito gana el premio Antonin Artaud 2006 Por su libro de cuentos Grieta de fatiga, el escritor Fabio Morábito recibió este miércoles 28 de febrero, de manos de Alain Le Gourrierec, embajador de Francia en México, el Premio de Narrativa Antonin Artaud en México 2006. El también ensayista y poeta nacido en Egipto, de padres italianos, en 1955, destacó que el Antonin Artaud es un premio particular porque no depende de un presupuesto gubernamental sino que surgió a iniciativa de amantes de la literatura. Además, indicó que es un honor recibirlo porque el jurado estuvo integrado por reconocidas personalidades, como Alberto Ruy Sánchez, Margo Glantz, Fabricio Mejía Madrid y Annie Morvan, entre otros, lo cual garantiza la mayor transparencia al elegir al ganador, subrayó. “Me parece muy bien, porque todos tienen que cubrir toda la producción narrativa del año, y es un poco el sentido de este premio, premiar al mejor libro de narrativa”, comentó Morábito, radicado en México, donde escribe desde los quince años de edad. Comentó que Grieta de fatiga es un libro de narrativa, aunque también se mueve en el mundo de la poesía, y si bien en ambos géneros se siente incómodo, también los necesita. “Cuando escribo cuento, normalmente dejo a un lado la poesía, porque no se puede juntar estos dos géneros, lo hago por temporadas largas, es decir, me dedico sólo a uno y luego me paso al otro, pero los necesito de la misma forma”, señaló. Mencionó que ese volumen no llegó en un momento particular o especial, simplemente lo escribió, pues nunca trata de ubicarse en un trayecto vital, ni se interesa saber si está en una etapa de madurez o de preparación. “No me interesa tanto, porque luego la escritura forma lo suficiente para que todas las dificultades propias de la redacción hagan enviar a otras cosas que quizá sean secundarias”, dijo Morábito. Asimismo, aseguró que los premios siempre son como regalos y se reciben con mucha alegría, aunque hay escritores que no han recibido ningún reconocimiento pero no por eso dejan de escribir. “Sería uno de ellos, hay que escribir, pues lo más importante no puede venir de premios y reconocimientos, sino de la escritura misma, así como del reconocimiento de algunos amigos y lectores”, apuntó el autor. Por su parte, el embajador de Francia en México, Alain Le Gourrierec, comentó que de Morábito, quien ya tiene una gran trayectoria, se premia en esta ocasión a una serie de historias cortas muy imaginativas y con un gran estilo. Dijo que el premio que hace homenaje a Artaud, dramaturgo y poeta francés que vivió un tiempo en México, “se está consolidando muy bien, porque se cuenta con un gran jurado”, y recordó que parte del reconocimiento es que “le facilitamos al ganador ir a Francia para encontrar editores y le financiamos también la traducción de su libro”. Anotó que varios de los anteriores ganadores han publicado sus obras en Francia, lo que sería una segunda parte del galardón. El ganador del premio Antonin Artaud 2006, proclamado el 21 de noviembre pasado, se hizo acreedor de cinco mil euros, una pluma de colección y una obra de arte de los artistas Marisa Lara y Arturo Guerrero. La edición 2003 la obtuvo el escritor mexicano Álvaro Uribe por su novela El taller del tiempo, en 2004 el ganador fue Fabricio Mejía por Hombre al agua y en 2005 David Toscana por El último lector. Fuente: Notimex *** Tres trabajos de Pablo Picasso fueron robados en París Dos cuadros y un dibujo de Pablo Picasso, cuyo valor se estima en 50 millones de euros (unos 66 millones de dólares) han sido robados en el domicilio parisiense de Diana Widmaier-Picasso, nieta del pintor español, según informaron fuentes policiales el pasado 28 de febrero. Las obras, que se encontraban fijas en las paredes del departamento, estaban garantizadas contra todos los riesgos posibles. Se trata de dos retratos, uno de Maya (la hija de Picasso) y otro de Jacqueline, la segunda y última esposa del pintor, precisaron las fuentes. El retrato de Maya, que lleva por título Maya à la poupée, fue pintado en 1938 y tiene unas dimensiones de 60 centímetros de ancho por 40 de alto. En la tela, Maya, con un vestido azul con motivos florales y unas coletas rubias que le enmarcan el rostro, aparece cuando tenía tres años sentada con una muñeca en su regazo. Del retrato de Jacqueline sólo ha trascendido que tiene unas dimensiones de 1,70 metros de ancho por 1,5 de alto. Además fue robado el dibujo “Marie-Thérèse a los 21 años”. La Brigada de Represión de la Criminalidad de la Policía Judicial de París se ha hecho cargo de la investigación. Tanto la policía como los profesionales del mercado del arte hicieron pública su presunción de que los cuadros son demasiado conocidos y se ha informado demasiado sobre su robo para que puedan ser negociados. “Seguramente van a reaparecer”, afirmó Patrick Bongers, presidente de la Asociación Francesa de Galerías de Arte. Sin embargo, la investigación será “larga y difícil”, dijeron el día 1 de marzo fuentes cercanas al caso. Los cuadros fueron sustraídos, en la noche del lunes 26 al martes 27, del apartamento que la nieta de Picasso tiene en la calle Grenelle, en el exclusivo distrito VII de la capital francesa. El robo ha sido confirmado por la directora del Museo Picasso de París (http://www.musee-picasso.fr), Anne Baldassari, quien apuntó además la posible sustracción de otros cuadros y dibujos en la casa de Widmaier-Picasso, algo que las fuentes policiales no han confirmado. Mientras los investigadores manejan diversas hipótesis sobre el robo, aumentan los enigmas alrededor del expediente, por la forma silenciosa en que entraron los ladrones a la residencia de Diana Widmaier Picasso, una de las nietas del desaparecido pintor malagueño. La investigación, a cargo de la brigada y de las aseguradoras, se concentra en las formas de acceso de los intrusos al domicilio de Diana, aparentemente conocido por ellos. Sabían las claves de acceso al inmueble, lograron una copia de las llaves durante trabajos de mantenimiento efectuados en el sitio hace alrededor de un mes o poseen cómplices, se aventuró a decir la policía. “Pudieran estar dentro del marco familiar o cercano, el robo por la pasión de amasar fortuna, asunto de las mafias de países del este europeo, o procedente de una nación petrolera”, añadió la fuente. Las obras fueron repertoriadas inmediatamente en la página electrónica de Interpol (http://www.interpol.int/Public/News/2007/WOAPicasso20070301.asp), que todo el mundo puede consultar, y sus fotografías fueron publicadas en la prensa de todo el mundo. Al no haber señales de forcejeo e incursión en el lugar, los investigadores de la policía antibandidaje están obligados ahora a explorar todos los ángulos desde un simple robo hasta un trabajo organizado de un aficionado al arte. También deben determinar si el sistema de alarma del departamento estaba en operación. “Hay 2.000 millones de personas en el mundo que están al tanto del robo”, señala Daniel Malingue, galerista especializado en arte moderno. Esos cuadros “son tan célebres que no veo cómo podrían ser negociados fácilmente en el mercado”, considera, por su parte, Bongers, quien, como todos sus colegas, “desconfiaría si me trajeran un Picasso de esa importancia”. Es a través del juego de reventas sucesivas que un cuadro, comprado algún día por una persona de buena fe, reaparece, puesto que casi obligatoriamente termina llegando a manos de un experto, que se da cuenta de que es robado, explica. Cuando se compra un cuadro, “se trata de saber de dónde viene, quién es su anterior propietario, si fue presentado en exposiciones. Y un galerista busca siempre en su fichero si el cuadro es robado”, agrega Bongers. Es “impensable que pueda subastarse un cuadro en esas condiciones, sobre todo si se trata de un cuadro importante”, indica, por su parte, Christophe Durand-Ruel, encargado del departamento de arte contemporáneo de la casa Christie’s (http://www.christies.com). En su opinión “nadie en el mundo va a invertir millones de dólares sin estar ciento por ciento seguro de que la pieza es auténtica y pertenece efectivamente al vendedor”. “Esta situación es comparable a la del robo de nueve Monet del Museo Marmottan” de París en 1985, indicó Michel Maket, experto en arte de los siglos XIX y XX. Aquellos cuadros, entre los cuales el célebre Impression soleil levant, tenían tal notoriedad que no pudieron ser revendidos. Según Bernard Darties, subjefe del servicio de la policía francesa encargado de lucha contra el tráfico de bienes culturales (OCBC), en 80% de los casos que conciernen a obras de primera importancia, nos encontramos ante ladrones que “sueñan a raíz de los precios enormes, roban las obras, y después se dan cuenta que no pueden venderlas”. El robo puede ser el resultado de un encargo, declara Bongers, aunque él “cree poco” en esa posibilidad, al igual que la policía. Puede tratarse también de un chantaje a la compañía de seguros, pues según Christie’s “hay precedentes de este tipo”. Las obras de Pablo Picasso, el artista más caro del mundo en las subastas de arte, han sido a menudo objeto de robos. En 1976, durante uno de los robos famosos en Francia, fueron robados un total de 118 obras de Picasso de un museo en Avignon, en el sur del país. Otros 12 lienzos fueron robados del domicilio de otra nieta del pintor, Marina Picasso, en 1989 en la Cóte d Azur, también rescatados. Y en 2005, del mismo Centro Cultural Georges Pompidou (http://www.cnac-gp.fr), fue robado el cuadro Nature morte a la charlotte, que fue recuperado ese mismo año. Pablo Diego José Francisco de Paula Juan Nepomuceno María de los Remedios Crispín Crispiniano de la Santísima Trinidad Ruiz y Picasso, su nombre completo, nació en Málaga, España, el 25 de octubre de 1881, y murió en Mougins, Francia, el 8 de abril de 1973. Fuentes: AFP • EFE • Prensa Latina • Xinhua *** Cinemateca de Cuba se enfrenta al deterioro de filmes Desde hace 17 años los trabajadores de la Cinemateca de Cuba luchan casi sin recursos por preservar el tesoro que guardan en sus bóvedas: más de diez mil obras de arte de la cinematografía de la isla y de Latinoamérica. Los profesionales de la institución trabajan con moviolas antiquísimas, no tienen climatización en las bóvedas y carecen de sistema de digitalización por lo que cada día que pasa se pierden películas que son parte del patrimonio cultural de la región. “La llegada del período especial fue el desastre para nosotros en la medida que todo el sistema de climatización dejó de existir porque con ocho horas de apagón la película no puede conservarse”, explica Dolores Calvino, directora de la Cinemateca. Calvino calcula que durante este período de crisis económica se puede haber perdido más del 40% de las obras, muchas de ellas de autores latinoamericanos que las guardaron en la capital cubana en la época de las dictaduras. En la actualidad la situación no ha cambiado sustancialmente; continúa el proceso de deterioro dado que las bóvedas de almacenamiento siguen sin climatización y las películas se guardan en latas inadecuadas. Sólo el esfuerzo de los trabajadores parece retrasar este proceso. “Los sacan de sus bóvedas y los ponen en espacios aireados y los mueven en moviolas eléctricas o manuales cada día, rollo a rollo”, explicó Calvino. “Nuestra moviola ya no tiene audio, es de antes de yo nacer, no tenemos ni siquiera los lápices para marcar”, explicó Zaime Aguiar, uno de los profesionales de la Cinemateca. Agregó que “de todas formas tratamos de conservarlas dándole un ciclaje rollo a rollo y restaurando las copias de tal forma que podamos mantener por lo menos una de ellas con buena calidad”. La Junta de Andalucía (http://www.juntadeandalucia.es) donó un millón de euros para el trabajo de los próximos tres años de la cinemateca cubana, tanto para conservación como para equipamiento. Según Calvino, ese dinero “servirá para restaurar las bóvedas, para poner nuevos equipos de climatización y comenzar entonces el trabajo de restauración de estas diez mil obras”. Sin embargo será sólo un primer impulso, ya que según sus cálculos mantener la Cinemateca de Cuba costaría alrededor de un millón de dólares anuales, cifra difícil de alcanzar para países del tercer mundo. El camino parece ser, según Calvino, mantener un alto nivel de colaboración entre las cinematecas latinoamericanas y contar además con la solidaridad internacional de los países más desarrollados. Fuente: BBC *** Jon Juaristi obtiene con su primera novela el XXXI Premio Azorín El ensayista y poeta vasco Jon Juaristi ha ganado el XXXI Premio Azorín de Novela, dotado con 68.000 euros y convocado por la Diputación de Alicante (http://www.ladipu.com) y la editorial Planeta (http://www.editorial.planeta.es), con su primera novela, La caza salvaje, según el fallo del jurado dado a conocer el pasado 2 de marzo. Un total de 179 novelas procedentes de España, Europa y del continente americano han concurrido a la presente edición de un certamen que en los últimos años han ganado Francisco Javier Pérez, Ángela Becerra, Manuel Mira, Javier García Sánchez, Eugenia Rico y Dulce Chacón. En la novela, Juaristi (Bilbao, 1951) parte del mito de los cazadores infernales del bosque para relatar la vida de un cura vasco “pícaro, oportunista, sin convicciones y sin escrúpulos”, que decide que para sobrevivir en el periodo comprendido entre la Guerra Civil Española y el nacimiento de ETA “tiene que mentir y traicionar”. Juaristi ha explicado en rueda de prensa que se trata de una novela de ficción en la que el protagonista, Martín Abadía, “tiene un referente real” que ha existido y cuya influencia ha pesado en el nacionalismo vasco entre la entreguerra y los años de aparición de la banda terrorista. Ha rechazado desvelar la identidad que inspira a su personaje, pero ha confesado que éste “puede rastrearse a través de la memoria del siglo XX” y puede ser que quien lea la novela en el País Vasco, sobre todo de su generación y de la anterior, “lo reconozcan al instante”. Juaristi ha opinado que su novela no tiene por qué ser polémica aunque adelantó que “no faltará quien diga que es reaccionaria” o, incluso, “antinacionalista”. Pese a que ha asegurado que “no es un ajuste de cuentas con los nacionalistas vascos”, ha admitido que “muestra el camino sin salida de los pequeños nacionalismos (europeos) que intentaron poner a su favor a los totalitarismos importantes de la Europa de entreguerras”, en referencia implícita al nazismo y al comunismo. En su opinión, estos nacionalismos “irredentos”, que no llegaron a lograr la independencia de un territorio en los siglos XIX y XX, trataron de “congraciarse” con el nazismo, primero, “hasta que vieron que a Hitler no les interesaba nada” y con el stalinismo, después. A lo largo de las cerca de 450 páginas de La caza salvaje, el protagonista instrumentaliza su carácter “disoluto y sin escrúpulos” para sobrevivir a distintas situaciones en la Alemania nazi, la Yugoslavia comunista y la España de la posguerra, entre otros escenarios europeos. En el ámbito literario, Juaristi ha explicado que la ha escrito porque no quería “morir sin escribir una novela”, y subrayó que se ha divertido y que ha seguido una concepción clásica para elaborar una obra “como un espejo a lo largo del camino de una vida”, y que para reforzar la ficción ha introducido alteraciones “visibles” tanto de cronología como de geografía. En su condición de ganadora del Azorín, Planeta sacará a la venta el próximo 3 de abril esta primera novela de Juaristi, después de salir la elegida en la votación final con el respaldo de cinco de los siete miembros del jurado. El mismo fue presidido por el diputado de Cultura de la corporación provincial, Miguel Valor, y estuvo formado por el director editorial de Planeta, Carlos Revés, los escritores Juan Esava (que votó por videoconferencia por enfermedad), Fernando Sánchez Dragó, Pedro Montalbán, Javier Pérez, el director de la Casa-Museo Azorín (http://www.azorin.org), José Payá, y la secretaria general de la Diputación, Amparo Koninchkx. Entre los galardones que en el pasado ha recibido Juaristi, ex director de la Biblioteca Nacional (http://www.bne.es) entre 2001 y 2004 y del Instituto Cervantes (http://www.cervantes.es), destacan el Premio Nacional de Periodismo Francisco Cerecedo y el Premio Nacional de Literatura por El Bucle Melancólico, ambos en 1998. Como portavoz del jurado, el escritor Fernando Sánchez Dragó ha afirmado que, pese a ser la primera novela, se trata de una obra de “considerable envergadura” que tiene la “sincronía” de nacer en un momento de sucesos con el trasfondo de la actualidad política. Fuente: El País *** Paz y Esquivel en un seminario en Suiza A desarrollarse durante los cuatro martes de este mes, mañana 6 de marzo se dará inicio al Seminario de Literatura Latinoamericana (http://www.casalatinoamericana.ch/marzo07.html) que la Casa Latinoamericana en Suiza ha convocado para discutir, en alemán y español, sobre parte de la obra del Premio Nobel de Literatura Octavio Paz (México, 1914-1998) y la escritora Laura Esquivel (México, 1950). Las 4 sesiones estarán coordinadas por el escritor Manuel Girón y no es necesario haber leído con antelación las obras de los autores. Por razones de espacio es necesario inscribirse para participar. La inscripción, que puede hacerse por correo electrónico a info@casalatinoamericana.ch o comunicándose al teléfono 071 223 29 40 hasta hoy lunes 5, tiene un costo de 40 francos. La actividad se realizará en la sede de la Casa Latinoamericana en Eisengasse 5, 9000 St. Gallen, Suiza. Casa Latinoamericana es un proyecto intercultural que tiene como meta ser un espacio para diversas manifestaciones culturales en lengua española y lengua alemana. Es un proyecto no lucrativo administrado desde su fundación en 2003 por un equipo de Suiza y Latinoamérica. No recibe apoyo económico del Estado y se financia exclusivamente con la membresía solidaria de sus socios, que con su aporte permiten que las actividades relacionadas con América Latina, España y Suiza puedan ser abiertas y gratuitas durante 10 meses al año. Fuente: Casa Latinoamericana *** Academias publicarán nueva edición de Cien años de soledad Este martes 6 de marzo, el escritor colombiano Gabriel García Márquez arribará a sus ochenta años de edad. Igualmente, en junio su novela Cien años de soledad está de cumpleaños, al celebrarse cuatro décadas de su publicación, y en noviembre se cumplirá 25 años desde que le fuera otorgado a su autor el premio Nobel de Literatura. Por todo ello, las academias de la lengua han decidido sumarse al homenaje que recibirá García Márquez en el IV Congreso Internacional de la Lengua Española (http://www.congresodelalengua.gov.co), publicando una edición popular de la historia de la familia Buendía y el pueblo de Macondo. La edición ha sido revisada por el propio autor y cuenta con introducciones y estudios de autores como Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa, Álvaro Mutis y Claudio Guillén, según informó la Real Academia Española (RAE, http://www.rae.es) en una nota emitida el pasado 27 de febrero. La presentación de esta edición, que costará 9,75 euros (12,67 dólares) en España y entre seis y siete euros (entre 7,8 y 9 dólares) en los diferentes países de Hispanoamérica, será uno de los actos más importantes en el congreso, que se celebrará del 26 al 29 de marzo en la ciudad colombiana de Cartagena de Indias. La idea de publicar esta edición partió de la Academia Colombiana de la Lengua y tiene un claro precedente en la que la RAE y la Asociación de Academias de la Lengua (http://www.asale.org) hicieron del Quijote con motivo del cuarto centenario de su publicación, que se celebró en 2005. La “extraordinaria acogida” que ha tenido la edición del Quijote en los dos años en que ha estado en circulación (se han vendido 2,6 millones de ejemplares, y de ellos, 2,1 millones en América), ha llevado a las Academias a “proyectar una serie de ediciones conmemorativas ocasionales, y de circulación limitada, de los grandes clásicos hispánicos de todos los tiempos”. En el caso de Cien años de soledad, el interés prioritario del trabajo preparatorio se ha centrado en el texto de la novela, para lo cual se han examinado “todos los fragmentos publicados con anterioridad a la primera edición”. Así, se puede comprobar con claridad “el trabajo primoroso que García Márquez realiza hasta el último momento para dar con el término preciso, el mimo con que cuida la gramática, y su esfuerzo por lograr la expresión más rica en sugerencias”, se indica en la nota. A pesar del esmero con que el propio escritor corrigió las pruebas de la primera edición (Sudamericana, 1967), se deslizaron en ella erratas y expresiones dudosas que editores sucesivos han tratado de resolver con mejor o peor fortuna. Para la nueva edición, que publicará el sello Alfaguara (http://www.alfaguara.santillana.es) tanto en España como en América, las academias presentaron una propuesta razonada al propio autor, que quiso “revisar las pruebas de imprenta completas, enriqueciendo así esta edición con su trabajo de depuración y fijación del texto”. La edición popular de Cien años de soledad, de 756 páginas, se abre con una breve semblanza de García Márquez escrita por Álvaro Mutis y una introducción de Carlos Fuentes que aporta “testimonios personales esclarecedores sobre el nacimiento de la novela y el deslumbramiento inmediato que suscitó”, afirma la academia. También contará con la parte central del “magistral análisis” que Mario Vargas Llosa hizo de la narrativa de García Márquez en Historia de un deicidio, que “sigue siendo la más alta referencia”, así como con un estudio de Víctor García de la Concha, director de la RAE, y otro de Claudio Guillén, a quien la muerte sorprendió cuando le ponía punto final. Tras esos estudios, cuatro académicos hispanoamericanos —Pedro Luis Barcia (Argentina), Juan Gustavo Cobo Borda (Colombia), Gonzalo Celorio (México) y Sergio Ramírez (Nicaragua)— glosan distintos aspectos de la personalidad literaria de García Márquez y de lo que Cien años de soledad significó en la trayectoria de la novela hispánica. Como parte de los homenajes que se le harán a García Márquez este año, se encuentra una lectura pública de Cien años de soledad que se celebrará hoy lunes 5 de marzo en la Casa de América (http://www.casamerica.es), en Madrid (España), en la que participarán representantes de la política y del mundo de la cultura. La lectura comenzará a las nueve de la mañana en la escalinata del Palacio de Linares, sede de la Casa de América, y será la vicepresidenta del gobierno español, María Teresa Fernández de la Vega, quien lea los primeros párrafos de la novela más representativa del realismo mágico. Cada uno de los ochenta lectores dispondrá de quince minutos, equivalente a siete páginas, para completar las dieciséis horas que los organizadores han calculado. Entre quienes participarán en la lectura se encuentran la secretaria de Estado para la Cooperación Internacional, Leire Pajín, o la secretaria de Estado para Iberoamérica, Trinidad Jiménez, así como representantes del mundo del arte, del cine, de la literatura y de la prensa, como Marisa Paredes, Mariano Barroso, Sergio Cabrera, Mercedes Sampietro, Angeles González Sinde, Emma Suárez, Jorge Franco, Jorge Eduardo Benavides, Fernando Ampuero, Montxo Armendáriz, Iñaki Gabilondo y Lola Álvarez. Fuente: EFE *** Libreros españoles se reunirán en Alcalá de Henares Entre el 7 y el 10 de marzo se realizará en la Universidad de Alcalá de Henares (UAH, http://www.uah.es) el XX Congreso Nacional de Libreros (http://www.cegal2007.fgua.es/info/info.cfm), una cita ineludible para todo el sector del libro cuyos participantes se reunirán para debatir, compartir y aprender con el objetivo de afrontar con garantías los retos que se presentan para las librerías en los próximos años. En el evento participarán como ponentes la escritora Almudena Grandes, los libreros Juan Miguel Salvador, Javier Peral, Juan Manuel Cruz, Inés Miret, Françoise Dubruille, Mauricio Santos, Xavier Cubeles, Pere Duch y Julián Martín Abad, así como el abogado de la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros (Cegal, http://www.cegal.es), Javier Almagro. El acto de inauguración del congreso tendrá lugar en el Teatro Salón Cervantes, ubicado en la calle Cervantes, mientras que las sesiones se realizarán en el Salón de Actos de la Universidad de Alcalá (Plaza de San Diego). Los talleres se celebrarán en la Sala 3M y en la Sala de Conferencias Internacionales (Plaza de San Diego). El congreso ha sido organizado con la colaboración de la Dirección General del Libro, Archivos y Bibliotecas del Ministerio de Cultura de España (http://www.mcu.es), la Comunidad de Madrid (http://www.madrid.org), el Ayuntamiento de Alcalá de Henares (http://www.ayto-alcaladehenares.es) y el Centro Español de Derechos Reprográficos (Cedro, http://www.cedro.org). Creada en 1979, Cegal reúne a 1.300 librerías en toda España. Entre sus fines preferentes se encuentra, desde entonces, la defensa de los intereses de los libreros y la ordenación del comercio del libro. En la actualidad la institución es presidida por Fernando Valverde. Fuente: Cegal *** Realizan en Argentina seminario sobre literatura para niños Dentro del marco de la Maestría en Literatura para Niños que se dicta en la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad Nacional de Rosario (UNR, http://www.unr.edu.ar), se desarrollará del 8 al 10 de marzo el seminario “Historia crítica de la literatura para niños”, a cargo de la profesora magíster María Luisa Miretti. Miretti es profesora y licenciada en letras (Universidad Nacional del Litoral, UNL; http://www.unl.edu.ar), con especialidad en literatura para niños, magíster en enseñanza de la lengua y la literatura (UNR) y actualmente cursa el doctorado en letras (UNR). Durante el seminario abordará, entre otros temas, el concepto de literatura para niños, la escuela como polo de atracción, la investigación y la crítica, clásicos fundadores de la literatura para niños, la literatura para niños como objeto estético y sus precursores, la narrativa argentina actual, el mercado, la recreación de los clásicos, el tratamiento de los temas tabúes y la erradicación de estereotipos. Además se revisará parte de la obra de José Sebastián Tallon, Javier Villafañe, María Elena Walsh y Elsa Bornemann. La Maestría en Literatura para Niños está dirigida por el doctor Ovide Menin, con la coordinación de la magíster Miretti. El Comité Académico está integrado además por la profesora María Luisa Cresta de Leguizamón, Alma Maritano, Fernando Avendaño y el doctor Félix Temporetti. Los destinatarios de la Maestría son graduados con títulos universitarios de Letras o afines y con título terciario no universitario de cuatro años de duración como mínimo, interesados en la temática. El seminario se realizará el jueves 8 de 3 de la tarde a 7 de la noche, y el viernes 9 y sábado 10 de 9 de la mañana a 1 de la tarde y de 2 a 6 de la tarde. Para informes e inscripción, dirigirse a la Escuela de Postgrado de la Facultad de Humanidades y Artes (UNR), en Entre Ríos 758 (2000), Rosario, Provincia de Santa Fe (Argentina), o comunicarse de lunes a viernes entre 9 de la mañana y 1 de la tarde al teléfono (54) 341 4802670 (int. 129). También se puede escribir a ep_maestrias@fhumyar.unr.edu.ar o yamilaher@hotmail.com. Fuente: UNR *** Realizarán en Venezuela el I Festival Internacional del Fuego El estado Yaracuy, en Venezuela, se prepara para ser sede del I Festival Internacional del Fuego, que se celebrará en varias localidades de esa entidad entre el 1 y el 30 de abril, y en el que participarán representantes de Cuba, Colombia, Argentina y Brasil, tal como informó en rueda de prensa el pasado viernes 2 de marzo la coordinadora de eventos del Instituto de Artes de la Imagen y el Espacio (Iaime), Samantha Vargas. Acompañada por la coordinadora de esta plataforma en Yaracuy, Betty González, y el presidente del Instituto Autónomo de Cultura y Servicios Educacionales de Yaracuy (Iacey), Manuel Alzuru, Vargas informó que las jornadas se realizarán en los catorce municipios del estado y que incluirán talleres, conferencias, concurso de fotografía digital, poesías, cuentos y demás manifestaciones artísticas en las que se relacione el uso del fuego. También se incluirá gastronomía, para lo cual se hacen las gestiones con la Universidad Nacional Experimental del Yaracuy (Uney, http://www.uney.edu.ve) que dicta esa especialidad dentro de la carrera de Ciencias de la Alimentación. Vargas comentó que Yaracuy está ligado al fuego porque varias de sus expresiones culturales tienen su esencia en él: Baile de la Candela, la Quema de Judas y los productos de Camunare (municipio Arístides Bastidas) relacionados con la confección de vasijas de arcilla, entre otras. Durante el mes se presentarán diversas actividades que van desde charlas formativas hasta la difusión de espectáculos de calle. Vargas adelantó que el ministerio presentará dentro de su programación de eventos internacionales 2007 un total de 11 actividades. Para el mes de mayo está pautada la Feria del Arte; en junio la Feria del Coleccionismo y Antigüedades y el Festival del Agua; en julio la Feria de las Artes Aplicadas y en agosto el Festival del Aire. En septiembre se celebrará el III Encuentro Mundial de Arte Corporal y el Festival de Fotografía; en octubre se tiene previsto Artextil; en noviembre el Festival de la Tierra y, finalmente, la Feria de Artesanía en el mes de diciembre. Fuente: ABN *** IV Festival Mundial de Poesía será en homenaje a Ana Enriqueta Terán Entre el 20 y el 27 de mayo se celebrará en Caracas y otras ciudades de Venezuela el IV Festival Mundial de Poesía, que este año rendirá homenaje a Ana Enriqueta Terán (Valera, Trujillo, 1918), una de las poetas más reconocidas del país. En esta oportunidad participarán 31 poetas extranjeros procedentes de Alemania, Argentina, Bolivia, Brasil, Camerún, Colombia, Congo, Cuba, Ecuador, España, Estados Unidos, Francia, Haití, Inglaterra, Italia, Líbano, México, Nicaragua, Nueva Zelanda, Palestina, República Dominicana, Rusia, Siria, Sudáfrica y Uruguay, además de 269 poetas venezolanos. Jornadas de talleres, mesas redondas, conferencias, un recital de decimistas y un evento de hip-hop, además de los recitales en el Teatro Teresa Carreño, son algunas de las actividades que se realizarán en el marco del festival. Patrocinada por el Ministerio del Poder Popular para la Cultura (http://www.ministeriodelacultura.gob.ve) a través de la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello y con la cooperación de las distintas instituciones que conforman la Plataforma Editorial del sector cultura, esta edición del festival promete involucrar más a los sectores populares del país y lograr que la lírica sea un bien cultural de consumo masivo. Ana Enriqueta Terán, la poeta homenajeada en el evento, ha publicado Al norte de la sangre (1946); Presencia terrena (1947); Verdor secreto (1949); Testimonio (1954); De bosque a bosque (1970); El libro de los oficios (1975); Casa de hablas (1975-1980); Libro de Jajó (1980-1987); Casa de Paso (1981-1989), y Albatros (1992), entre otros. La escritora trabajó en el exterior en varias oportunidades, siendo delegada ante la Asamblea de la Comisión Interamericana de Mujeres en Buenos Aires en 1949. En 1952 se retiró de la carrera diplomática para dedicarse a la poesía. Obtuvo el Premio Nacional de Literatura en 1989 y se le concedió el doctorado honoris causa de la Universidad de Carabobo (http://www.uc.edu.ve) ese mismo año. Fuente: Unionradio *** Una antología revisará la obra de escritoras venezolanas La Asociación de Escritores del Estado Mérida, en Venezuela, prepara actualmente su IV Antología 2007, que bajo el título Crítica y reflexión sobre la obra de escritoras venezolanas se prevé publicar en el segundo semestre de este año, como parte de las actividades que rodearán al VIII Encuentro Internacional de Escritoras, a celebrarse el año próximo en la ciudad andina. El mencionado evento fue iniciado en Arequipa (Perú), y se ha desarrollado luego en Arica (Chile), Río Gallegos, Patagonia (Argentina), Montevideo (Uruguay), San Juan (Puerto Rico), Guadalajara (México) y Vigo (España). Quienes deseen participar en esta antologías, deberán enviar a info_escritoresmerida@yahoo.es sus trabajos, con extensión no mayor de doce páginas tamaño carta, a doble espacio, en Times New Roman, con un tamaño de fuente de 12 puntos. Junto con el trabajo, el autor deberá incluir una autorización de publicación dirigida a la Asociación de Escritores de Mérida, Venezuela, y desde el cuerpo del correo electrónico los siguientes datos: nombre completo, número de cédula, carta de identidad o pasaporte, dirección postal, teléfonos y correos electrónicos. También se deberá agregar una síntesis curricular actualizada, informando en este orden el nombre completo, lugar y año de nacimiento, profesión u oficio y premios recibidos (nombre del premio, institución otorgante, lugar y fecha). En el caso de que la obra ya haya sido publicada deberá informarse el nombre de la obra, género, ciudad y país, editorial y año de publicación. En el caso de que la obra permanezca inédita, deberá informarse sólo el nombre de la obra y el género. Podrán participar escritores venezolanos y extranjeros especialistas en la materia, con una sola investigación sobre una escritora venezolana viva o difunta. Los trabajos serán recibidos hasta el 30 de junio de 2007. Fuente: AEM *** Realizarán en Toledo curso sobre medios y literatura Entre el 4 y el 6 de julio se realizará el Curso de Verano de la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM, http://www.uclm.es), que versará sobre los medios de comunicación y la literatura del siglo XXI bajo la dirección de la profesora Marina Villalba Álvarez, y que tendrá lugar en la Facultad de Humanidades de Toledo (España). El curso será inaugurado el miércoles 4 a las 10 de la mañana con la conferencia “La mala de la película”, a cargo de Laura Freixas, quien hablará de la representación de las lectoras, escritoras y espectadoras en los medios de comunicación. Le seguirán Paloma Pedrero, a las 12:30 pm, con la conferencia “Una dramaturga que teje columnas”; a las 4:30 pm la mesa redonda “Periodismo y literatura”, con Laura Freixas, Paloma Pedrero y Epicteto Díaz Navarro, y a las 6:30 pm la conferencia “Pantalla total: los medios y la narrativa joven del siglo XXI”, a cargo de Epicteto Díaz Navarro. El jueves 5, a las 10:30 de la mañana, Pilar Pedraza dictará su charla “Eutanasia multimedia”, siendo seguida a las 12:30 pm por José Romera Castillo con su conferencia “Sobre teatro, prensa y nuevas tecnologías”. A las 4:30 de la tarde, Pilar Pedraza, José Romera Castillo y Pilar Aguilar disertarán sobre Internet y otros medios de comunicación en la literatura actual, cerrando las actividades del día Pilar Aguilar, a las 6:30 de la tarde, con su conferencia “Poderes del relato literario y poderes del relato audiovisual: dos magias diferentes”. El viernes 6 a las 10:30 de la mañana se inician las actividades con la intervención de Silvia Ugidos. A las 12:30 de la tarde, Julia Barella dictará su charla “Nuevas pantallas de lectura y algunas novelas llevadas a la pantalla. A las 2:30 de la tarde se celebrará el acto de clausura del curso. Para participar en el curso, es preciso solicitar información a la profesora Villalba Álvarez, a través del correo electrónico marina.villalba@uclm.es. La inscripción tendrá un costo de 60 euros, que incluye certificado para los asistentes, y podrá hacerse efectiva mediante transferencia bancaria. El próximo mes de mayo se publicará más información en la web que la UCLM destinará a tal efecto (http://www.uclm.es/curve/2007). Fuente: UCLM *** Abrirán en San Telmo el primer museo dedicado a Jorge Luis Borges El primer museo dedicado a Jorge Luis Borges podría ser inaugurado el próximo 24 de agosto en coincidencia con el 108º aniversario de su nacimiento, si prosperan las gestiones para aprovechar el espacio ocupado por el actual Museo de la Penitenciaría, a metros de Plaza Dorrego en el corazón del barrio San Telmo. El Museo Borges alojaría 20.000 piezas de la vida y obra del autor de Fervor de Buenos Aires. Si la Secretaría de Cultura de Argentina aprueba las propuestas presentadas por Alejandro Vaccaro, presidente de la Asociación Borgesiana de Buenos Aires, el centro podría abrir sus puertas el próximo 24 de agosto. “El museo forma parte de una iniciativa inédita para difundir la obra de Borges: hace más de veinte años que murió y todavía no hay un lugar que permita conocer los detalles que rodearon su producción”, destacó Vaccaro. “Es un lugar excepcional porque está en un barrio muy visitado y se convertirá en un nuevo centro de atracción para los turistas, dado que Borges es un escritor universal, a pesar de que no es masivamente leído”. Allí funcionará además un centro de estudios, pues todos los materiales con que cuenta la asociación —muchos de ellos ya digitalizados— son de gran valor para los investigadores de la obra del escritor. Vaccaro obtuvo hace unos días la promesa del secretario de Cultura de la Nación, José Nun, de que aceleraría las gestiones para que el Organismo Nacional de Administración de Bienes del Estado (Onabe, http://www.onabe.gov.ar) ceda el predio, construido por los jesuitas en 1735, al proyecto. Además, se determinó que el Museo de la Penitenciaría, donde también funciona la Academia de Estudios Penitenciarios, se reubicará en otro edificio. Por lo tanto, allí donde se guardaban las fotos de temibles asesinos, como el “Petiso orejudo”, habrá manuscritos, cartas y poemas. Y ahí donde se encontraba la silla eléctrica se colocarán libros inhallables, obras traducidas en varios idiomas y unos cuarenta retratos de Borges realizados por conocidos artistas. La idea es presentar un lote de exhibición para el 24 de agosto y completar el resto de los espacios y tesoros de la colección con el correr de los meses, a medida que vayan surgiendo nuevas vías de financiamiento. “El tema de los fondos es hoy secundario”, señaló Vaccaro. “Creemos que con un mínimo subsidio para una primera etapa alcanza como para que después el museo tenga vida propia y se autoabastezca”. Entre los objetos que se exhibirán, habrá manuscritos centrales para acceder a la trastienda de la obra de Borges: “En estos escritos se puede observar la cocina del escritor, qué es lo que tachaba o qué anotaciones hacía”, adelantó. “También hay libros que Borges no quiso reeditar y que son prácticamente inhallables, como Inquisiciones, El tamaño de mi esperanza y El idioma de los argentinos, y hasta varios cuadros pintados por su hermana, Norah Borges”. Parte de esa colección fue exhibida a mediados del año pasado en la Biblioteca de Alejandría, en Egipto, como parte de una muestra en conmemoración de los veinte años de la muerte de Borges. En uno de los espacios del museo se montará una reproducción de la habitación de la casa en la que Borges vivió muchos años, ubicada en Marcelo T. Alvear y Maipú, en Barrio Norte. “Era un lugar muy pequeño, su cuarto era de tres por tres, la idea es mostrar el carácter austero de un hombre brillante”, explicó Vaccaro. En el museo están previstos también ciclos de conferencias, encuentros de escritores y muestras de artes plásticas. “La idea es acercar un autor como Borges a la gente, aunque sabemos que no es para todo el mundo, porque se trata de un escritor que exige un lector activo”, apuntó. Fuente: Télam ||||||||||||||||||||||| ARTÍCULOS Y REPORTAJES |||||||||||||||||||||| === Vargas Llosa y el erotismo: medicina e ideología ====================== === René Flores Agreda ==================================================== El escritor peruano Mario Vargas Losa (MVLl) ha devenido, al parecer por su cultura y cosmopolitismo, en un ideal del hombre moderno al que aspiraría una clase media latinoamericana emergente. Por eso mismo lo que piense y diga respecto al sexo goza del crédito que da la fama, con la consiguiente repercusión en la mente de muchos de sus lectores. Por otro lado, sabemos que la responsabilidad del intelectual es muy grande frente a la sociedad, siendo su obligación saber realmente aquello que afirma, lo que no se cumple en el caso de Vargas Llosa por sus falencias en lo que atañe a la sexualidad. Este artículo tiene el propósito de contrastar algunos conocimientos básicos vigentes a la fecha en relación con el erotismo, con las ideas sobre la materia del escritor peruano. Primero tratamos cómo la sexología médica distingue el placer sexual y luego haremos referencia a las ideas del escritor sobre el tema, para lo que nos basamos en entrevistas, artículos y ensayos del literato. ¿Qué dice la medicina sexual? Realmente la medicina sexual nos dice poco, acerca del erotismo, el placer, el amor y su substrato biológico, como veremos a continuación. Erotismo. El Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia (Drae) da una definición bastante escueta del término erotismo: “amor sensual”; “carácter de lo que excita el amor sensual”, y trae una referencia a la creación artística, “exaltación física en el arte”. Y por erótico: “...se entiende todo aquello que pertenece o hace referencia al amor sensual, pero también aquello que excita el apetito sexual”. Por extensión, siguiendo al Drae, se utiliza este término para referirse “a la literatura amorosa y al poeta que la cultiva”. Por su lado, la literatura médica es elusiva respecto a la definición de erotismo, como ocurre con la de “orientación sexual”, y se limita a señalar, cuando lo hace, que el placer sexual incluye la satisfacción física y erótica. No llama la atención por eso que el texto de psiquiatría más completo y leído en el mundo, el Comprehensive textbook of psychiatry, 2000, editado por Sadock y Sadock, no se ocupe de la materia. La psicóloga feminista contestataria, Leonore Tiefer, puso el dedo en la llaga cuando recordó la idea de Masters y Johnson de que, por ser el sexo una función natural, su ejercicio de un modo apropiado daría lugar, naturalmente, a la experiencia del placer. Señala asimismo que no hay nada acerca de la disfunción del placer en la clasificación oficial de los trastornos sexuales; tampoco se encuentra en los textos médicos sexológicos alusión a las bases fisiológicas del placer, las diferencias culturales o su desarrollo psicológico. Dice además que hay muy poca investigación teórica o empírica sobre el mismo y alude a cuatro razones que explicarían este vacío, de las que trata bajo el título de “complejidades”, a saber: conceptual, fisiológica, política y lo que llama el mito del modelo médico acerca de la “naturalidad” del sexo. El placer. Mac Lean, según Panksepp, 2003, propuso que la región subcortical del cerebro de los mamíferos estaba integrada por una variedad de sistemas afectivos que gobernaban la conducta, y para denominarla acuñó el término “epistémico”. Ahora se acepta que habrían categorías naturales propias de los procesos afectivos. Algunas ligadas a los placeres y peligros provenientes del mundo; otras relacionadas a la anticipación de los dinamismos positivos y negativos; otras más vinculadas a las acciones y, finalmente, unas últimas en relación con las situaciones placenteras denominadas postconsumatorias. Por su parte, Gard, 2005, nos recuerda que mucha investigación psicológica acerca de la experiencia del placer se ha centrado en lo vivido en el momento justo en que ocurren los estímulos específicos placenteros, es decir lo que se llama el placer “consumatorio”. Sin embargo no se ha comprendido bien las experiencias placenteras “anticipatorias”, que ahora sabemos están supeditadas a un proceso diferente al de las primeras. Estas últimas estarían más relacionadas con la motivación y la conducta orientada a una meta y, las primeras, consumatorias, con la saciedad del deseo. Otro autor que ha iluminado la experiencia del placer es Zurbriggen, quien piensa que aparte del deseo erótico y de la búsqueda del placer, existen otras motivaciones para comprometerse en la conducta sexual. Aunque el deseo por las sensaciones físicas placenteras sigue siendo un motivo importante, que se comprueba cuando se estudian las fantasías sexuales en ambos sexos. El amor. Ubillos y colaboradores, en Amor, cultura y sexo, 2001, sintetizan las que serían las funciones del amor de acuerdo a la concepción evolucionista y en base a autores tales como Lampert, 1997, y otros. Así, la teoría de la evolución tratando de explicar la necesidad biológica de la conducta amorosa, señala que ésta vendría a ser consustancial con la condición de ser humano y su mayor importancia radicaría en facilitar la supervivencia de la especie. Tanto el deseo sexual como la unión de la pareja estuvieron desde antes relacionados con la reproducción y tuvieron un refuerzo positivo en los primates superiores que los orientó al placer no sólo en las relaciones sexuales sino en la pertenencia a la pareja y la parentalidad. De allí que los seres humanos estaríamos ancestralmente constituidos para las relaciones sexuales, el enamoramiento y el cuidado de los hijos. Esta interpretación da pie para entender las diferencias en la conducta sexual y el amor entre el hombre y la mujer. Concurrirían dos procesos fundamentales que explican la selección sexual y la inversión parental diferenciada de uno y otro sexo. Se postula que la selección sexual depende de dos procesos diferentes, por un lado la selección intrasexual y por el otro la epigámica. Por la primera se trata de la presión que ejercen los miembros de un sexo sobre el otro a través de la competencia, los machos se enfrentan por las hembras y gana el mejor dotado. Por la segunda, la inversión parental, se cree que si un sexo selecciona al otro de acuerdo con ciertas capacidades, estos talentos tendrán que ser propios naturalmente de uno y no del otro. La inversión parental es el gasto de tiempo, energía y riesgo que pone en juego el padre para garantizar la supervivencia del hijo, siendo evidente que la inversión de las hembras es mucho mayor que la de los machos. En la especie humana, las mujeres serán mejores objetos sexuales de acuerdo a su apariencia juvenil y maternal, es decir en función de la fertilidad. Por su lado las mujeres deberían ser más selectivas en la elección de pareja dado que su inversión parental es mayor. La hipótesis evolucionista apoya la idea de que, para favorecer la reproducción de la especie, el amor llamado “lúdico” sería propio de los hombres y el “pragmático” de las mujeres. Bases biológicas. Partamos reconociendo que la comprensión de las bases neurobiológicas del placer, y mucho más del erotismo, está en su comienzo. El aporte de Burgdorf y Panksepp sobre el estudio de las “emociones positivas”, ha concitado últimamente gran interés científico. Por ellos sabemos que los aspectos cognitivos de las emociones, como reconocer una cara feliz o triste, son procesados a nivel neocortical, pero la experiencia de felicidad o tristeza está fuertemente vinculada a circuitos límbicos subneocorticales que compartimos con otros mamíferos. La investigación neurobiológica también se ha dirigido a estudiar la infraestructura de la vivencia amorosa y ha lanzado la hipótesis de que en el cerebro humano, en el transcurso de unos cinco millones de años de evolución como homínidos, se han desarrollado estructuras cerebrales que serían su soporte físico. Consisten en sistemas nerviosos, asociados a motivaciones específicas que se corresponden con vivencias, conductas y una química cerebral especial. Se propone la presencia de tres sistemas neurales: apareamiento, reproducción y parental. El circuito del apareamiento es el soporte del impulso sexual, la vivencia del deseo y las relaciones sexuales, íntimamente asociado con las hormonas sexuales, estrógenos y andrógenos. El circuito reproductivo vinculado con la motivación al amor romántico, vivencias del tipo de felicidad y obsesividad propias del enamorado, la conducta que traduce la unión emocional de la pareja y sustancias tales como la dopamina, norepinefrina y serotonina. Finalmente el sistema parental asociado al “amor amistoso”, la identidad emocional de la pareja y las relaciones estables, con la concurrencia de la oxitocina y la vasopresina. Estudios modernos de imagenología están permitiendo identificar con más precisión las regiones cerebrales en las que se asentarían los circuitos nerviosos mencionados. El erotismo vargasllosiano En esta segunda parte, revisamos la visión del escritor peruano sobre el erotismo, principalmente sus ideas acerca de su naturaleza; identidad con el impulso y el acto sexual; el erotismo como ceremonia y creación literaria; su relación con la pornografía y condicionamiento por la civilización. Naturaleza, impulso y acto sexual. La reflexión sobre el erotismo se confunde con la del amor; basta revisar el discurso de Platón, Stendhal, Rougemont, Paz y Ortega y Gasset, como lo ha hecho Luna Escudero-Alie, 2003. En todo caso, Vargas Llosa asume la tesis sobre el erotismo de Georges Bataille como una experiencia de violación, tal puede leerse en su artículo “El sexo frío”, Caretas, 1998: “Para que esta sublimación [del sexo al erotismo] ocurra, es imprescindible, como lo explicó George Bataille, que se preserve ciertos tabúes y reglas que encaucen y frenen el sexo, de modo que el amor físico pueda ser vivido —gozado— como una trasgresión”. Es decir, propone un erotismo restringido principalmente a quienes han experimentado con las complejidades del mundo desarrollado. MVLl confunde impulso sexual con erotismo. Afirma, en “Sin erotismo no hay gran literatura”, El País, 2001, que éste es una “exaltación muy desembozada de la pulsión sexual, de la fantasía erótica, de los fantasmas, del derecho al placer”. Digamos que la pulsión sexual exaltada y desembozada no puede confundirse con el erotismo, pues sigue siendo nada más que pulsión sexual, aunque de mayor intensidad. La “fantasía” y los “fantasmas” que según el autor conformarían el erotismo no son esenciales para acreditar una experiencia erótica. Más sorprendente es la mención al novísimo “derecho al placer”. Aunque MVLl no explica por supuesto de qué trata ese derecho, lo que parece seguro es que en este punto coincide con los despropósitos de la “Asociación Mundial de Sexología” (WAS) y su lista de derechos sexuales. El escritor cree que puede distinguirse entre impulso sexual y erotismo, aunque sea desde luego difícil concebirlos separadamente. Así es como, al comentar una novela de Moravia, en La verdad de las mentiras, 2002, leemos: “Entre los escritores modernos pocos están tan embebidos de sexo y de erotismo (ambas cosas pueden ser la misma o pueden ser muy diferentes) como el autor de La romana” (p. 230). En descargo del escritor agreguemos que en los últimos años, lejos de concluir, sigue abierto un gran debate a propósito de la sexualidad de la mujer, acerca de los fenómenos del impulso, la excitación y el deseo sexuales, su momento, secuencia e identidad. Podría decirse que el mismo error aparece en La orgía perpetua, 1978, cuando asume que Emma, la protagonista de la novela de Flaubert, no habría experimentado el placer. Ceremonia. Vargas Losa insiste en “Sin erotismo no hay...”, que para que la relación sexual califique como erótica, ésta “se convierte en un juego, en un teatro, en una ceremonia, en unos ritos... El amor se practica entonces como un espectáculo rodeado de formas”. Esta idea podría ser cierta si se refiere al sexo como es tratado en la literatura, pero en el caso del ejercicio más extendido de la sexualidad, ¿qué quiere decir con teatralidad y espectáculo rodeado de formas? Realmente los modos de vivir el erotismo pueden ir desde la mayor simplicidad a la máxima complejidad sin abandonar por eso su naturaleza. El novelista pareciera entender el erotismo como aquél que se ofrece usualmente en la pantalla del cine, primando la coreografía, el “espectáculo”, en el que desaparece la intimidad y por eso el placer se presenta usualmente pre o extra matrimonial. Para decirlo de una vez, el erotismo no está sujeto a la apariencia, es una adición que marca la humanidad del deseo, una experiencia subjetiva, pero en tanto reciprocidad en la entrega, comunicación y valoración mutua de los seres, mientras se aproxima al florecimiento del amor. Piensa MVLl, detenido en las fantasías y los fantasmas, que el sexo (suponemos se refiere al impulso sexual) y el erotismo pueden darse separados. Sin embargo basta con que un componente extra a la fisiología sexual esté presente, no hay duda que el sexo califica como un acto propio del ser humano. Erotismo y literatura. Sobre esta cuestión existen comentarios más que interesantes por Gruss, 2002; Cadena, 2005; Montoya, 2005, y varios más. En La verdad de las mentiras, el escritor afirma que la literatura creó el erotismo: “Éste [el lenguaje], a medida que, gracias a la literatura, evolucionó hasta niveles elevados de refinamiento y matización, elevó las posibilidades del goce humano, y, en lo relativo al amor, sublimó los deseos y dio categoría de creación artística al acto sexual. Sin la literatura, no existiría el erotismo”, y afirma luego, “En un mundo aliterario, el amor y el goce serían indiferenciables de los que sacian a los animales, no irían más allá de la cruda satisfacción de los instintos elementales: copular y tragar” (p. 390). Si nos quedara alguna duda ratifica sus ideas en “La literatura y la vida”, del libro Mario Vargas Llosa; escritor, ensayista, ciudadano y político, 2001. Resulta llamativa la afirmación del origen de una experiencia tan implícita en la condición humana. De verdad no se sabe si piensa que el erotismo es producto de la literatura o si lo que está diciendo es que ésta sondea en sus sutilezas más allá del dato meramente científico. En otra afirmación se confirma que MVLl no distingue lo nuclear del erotismo: si éste no es el alambicado que prefiere, sencillamente no es. En la crítica a Un mundo feliz, de Aldous Huxley, en La verdad de las mentiras, se encuentra que, “En el planeta Ford el sexo está demasiado higienizado, exento de todo riesgo, misterio y violencia como para que la gimnasia copulatoria que practican sus habitantes coincida con lo que entendemos por erotismo, es decir, el amor físico enriquecido y sutilizado por la fantasía humana” (p. 125). Pero, en una entrevista concedida a Concha García Campoy, 1997, sobre su novela Los cuadernos de don Rigoberto, atempera su repetida tesis sobre el erotismo y señala el papel central de la “imaginación”: “MVLl: Exactamente. El erotismo es perfectamente definible, es un enriquecimiento del amor físico con ayuda de la imaginación, ésa podría ser una de las definiciones del erotismo”. Pornografía y civilización. La diferencia que establece entre erotismo y pornografía cuando se trata de la creación literaria sí es convincente, al afirmar que para ser calificado de literatura el sexo en la ficción debería alcanzar un “determinado coeficiente estético”. Aunque debemos advertir que este concepto no nos dice qué es el erotismo sino cómo tiene que aparecer para calificar en la obra literaria. Vargas Llosa recuerda, en la entrevista con García Campoy, que en el mundo actual hay una “permisividad tal que todo es aceptable y aceptado”, y declara que el sexo se ha banalizado y estereotipado, el “erotismo se ha vuelto previsible, convencional, mecánico, es decir, que se haya degradado en pornografía”. Pero un observador tan fino de la sociedad como es el escritor peruano, no dedica media palabra a las consecuencias del fenómeno que reseña, nos referimos a la confusión creada entre normalidad y desviación, salud y morbilidad, con los serios efectos sanitarios para la población que todos conocemos. La epidemia del VIH/SIDA no ha cambiado el discurso hedonista que viene de los 60s, el cual a lo sumo ha quedado estancado en el pregón del sexo seguro, como lo observa Connell y Hunt, 2006.Tampoco se le ocurre que la banalización del sexo no sólo se refleja sin duda en el erotismo, sino en algo más importante: las relaciones interpersonales mediadas por la sexualidad. El erotismo adquiere nuevo perfil con la riqueza que aporta la pareja a la unión física en tanto que seres humanos, y cuya condición inexplicablemente el novelista deja de lado. Más curiosa su idea, formulada a Jimena Villegas, revista Qué Pasa, 1997, con ocasión del lanzamiento de Los cuadernos de don Rigoberto, por la que niega la existencia del erotismo en los que llama “pueblos primitivos”. A la pregunta: “De la lectura de su novela se desprende que, para usted, el erotismo es un elemento fundamental en la vida”, responde: “El erotismo es una manifestación de civilización; no existe en pueblos primitivos. Cuando una sociedad se va distanciando de su origen primitivo —en que la relación amorosa se diferencia muy poco de la cópula animal— y se va refinando y con ello rodeando de ritos, es que puede desarrollarse el erotismo”. El placer sexual, el erotismo, seguro que tiene matices, complejidades e intensidades diferentes, pero la persona en tanto ser humano, por antropología elemental, no puede estar ajena a una experiencia común para la especie. Es evidente que, como miembros de una especie, los seres humanos, no importando el grado de “civilización” que hayamos alcanzado, tenemos la implícita capacidad para vivir el erotismo. Como bien se reconoce, el hombre, a diferencia de otras especies, durante la respuesta sexual pone en marcha un conjunto de procesos mentales del más alto nivel, como imágenes y fantasías sexuales. Concepto que no podría sino ser confirmado, en este caso por uno de los más reconocidos antropólogos del mundo, Herdt, 2006, quien declara que reducir el erotismo a la civilización sería igual a decir que el arte estaría limitado sólo a occidente o a la civilización occidental, siendo negado para el pueblo salvaje o iletrado. Este trabajo forma parte del libro Vargas Llosa y la sexualidad menoscabada, en preparación. Bibliografía • BURGDORF, J. and PANKSEPP, J. 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El sol se detuvo a mitad de la tarde, en un instante mágico e inmaculado, soñado quizás por un demiurgo embriagado de olores. El instante sólo duró unos miles de años, rápido y fugaz como el rayo cósmico que se perdía tras la línea del horizonte virgen. El hombre (que ya no era bestia) despertó contento, gozoso. Atrás había dejado, como lo hace una serpiente, el cascarón de piel cuya forma arcaica era arrastrada por la acción de un viento propulsado por Cronos. Despertó contentísimo; se reconoció en el espejo de las aguas que bebía con las manos. Su corazón danzaba alrededor del fuego prometeico, atiborrado de gozo. No era para menos: había aprendido a reproducir el cantoreo de los pájaros. Había aprendido a reproducir el sonido de la lluvia. Ahora podía descifrar los enigmas de la noche. Podía ahora oír las confusas voces de su espíritu, y dibujarlas a su antojo en la memoria de sus congéneres. En otras palabras: había creado (o había sido creado en él) el lenguaje, no ya la facultad humana a la que el término hace referencia, sino el lenguaje en tanto que lengua, en tanto que producto social. Así como el Sol es el núcleo a partir del cual se estructura nuestro complejo sistema planetario, la lengua lo es con respecto al hombre; sol lingüístico alrededor del cual gira toda actividad humana. Y más: la lengua es el mismo hombre, pues éste (como tampoco Dios) no tendría razón de ser sin la existencia de ese sol lingüístico que le confiere conciencia e identidad. Al referirnos a la lengua como producto social no hacemos más que acentuar su carácter cultural (más allá de lo meramente lingüístico), pues si cultura es todo utensilio material o inmaterial producido por el hombre, tenemos entonces que la lengua es la semilla de donde parte el ingente árbol de la cultura. “Esto es una redundancia”, pudiera pensarse. Sigamos pues transitando por el desgastado carril de lo obvio. Sin la lengua, quizá no existirían la filosofía ni la religión. Seguiríamos siendo bestias (aun lo somos, en muchos aspectos). En torno al lenguaje se ha creado una gran variedad de mitos y sentencias: “El que calla, otorga”, decía mi abuela; “El pez muere por la boca”; “Uno es dueño de lo que calla y esclavo de lo que dice”; “La lengua es el castigo del cuerpo”; “Todo preguntón es chismoso” (otro refrán favorito de mi abuela). Explicar el significado de cada una de estas sentencias está de más: saltan a la vista conceptos como sabiduría, prudencia, castigo... Y es que ante la lengua el ser humano no deja de asombrarse, porque él mismo es palabra: en ella y por ella se reconoce, filosofa, ama, odia, vive, muere. A la Palabra le teme como al propio Dios, porque es Dios: “En el Principio fue el Verbo” (Génesis); “Llegó aquí entonces la Palabra” (Popol Vuh)... El hombre se aferra como un navegante al timón de la sincronía; trata de enrumbar la formidable nave lingüística, pero la tormenta diacrónica azota las velas, el mar es un pandemónium. Mar de interrogantes poblado de prehistóricos especímenes, uno de ellos, sin duda el más temido: la Academia. Este espécimen, como cualquier animal doméstico o salvaje, guarda entre su pelaje una gran variedad de parásitos, hecho que obliga al noble animal a rascarse el alma (¿el Alma Máter?) con las mismísimas pezuñas de Tomás de Torquemada. En nombre de tan noble animal se cometen y se han cometido crímenes de lesa humanidad contra el idioma de Cervantes. ¿Qué pasó con letras como la Ch y la Ll? Allí las vemos, acurrucadas y sumisas, viviendo “arrimadas” en las majestuosas casas de C y L, respectivamente. En contraposición, la bárbara W tiene casa propia, en una zona poco concurrida del barrio Cementerio (alegre voz cortaziana que significa diccionario). Hemos caído en el pantanoso terreno de la discriminación lingüística. Era inevitable. Somos (¡parias pensantes!) campeones intergalácticos en ese extraño deporte de complicarnos la vida. Hay discriminación étnica, social, ideológica... Y por supuesto, lingüística. (Quizá debiera llamarla discriminación fonética, pues casi siempre la persona que padece de “racismo lingüístico” sólo atina a decir que “la palabra en cuestión suena feo”, así, en masculino.) Pero para el caso que nos ocupa da igual. Una de esas palabras poco agraciadas es sobaco. Muchas personas prefieren utilizar un sinónimo que tiene igualmente tres sílabas, pero que, según ellos, suena más elegante, “más bonito”: Axila (la bella miss Axila). Perdónalos, Góngora, estos prejuiciosos no saben lo que dicen. Que no se recurra al ardid de lo estético, que es otro cantar. Valga la hipérbole: Sobaco es el poema más corto y hermoso que se conoce en castellano, y cada quien lleva dos buenos ejemplares de dicho poema bajo los brazos: so-bá-ko (para escribirlo y digerirlo en todo su esplendor fonético). Quien quiera ser acusado de hereje y vulgar, sólo tiene que recitar este lindo poema en presencia de estos inquisidores de la lengua. Otro vocablo víctima de estos inquisidores es el inofensivo pelo (sobre todo cuando se emplea como sinónimo de cabello). ¿Qué sería del mundo sin el preciado pelo? Sería un mundo pelado, un auténtico desierto. Por lo demás, sería un mundo aburrido y tristón (recordemos el dicho: Donde hay pelo hay alegría). Los tristes seres que niegan la sinonimia entre pelo y cabello, seguramente nunca se han cortado el pelo con un PELUquero, sino con un “cabelluquero”. Cabelluquero que a lo mejor trabaja en una cabelluquería, no en una PELUquería. Y si el inquisidor es calvo debe ponerse una cabelluca en vez de una PELUca. A buen entendedor pocas palabras. El sustantivo común, concreto y masculino conocido como hueco, no se queda atrás. En un ameno diálogo con una señora, cierta colega mencionó la palabra “hueco”. A la señora le dio un soponcio, y muy seria le dijo que dicha palabra era horrible, que era preferible decir “agujero”, porque es más fino. Fin de mundo. En una oportunidad, el autor de estas líneas acompañó a un vecino a la casa de un señor de origen guyanés. Era diciembre, y el buen señor le preguntó al amigo qué regalo le iba a pedir al Niño Jesús. El vecino le respondió (con el perdón de las féminas) que le pediría de regalo una mujer. El guyanés lo corrigió enseguida: “Mujer ser chabacano, decirse una joven”. Obviemos el punto de los tiempos de conjugación verbal, sabemos que el castellano no es la lengua madre de los guyaneses. Nos referimos al punto de los prejuicios lingüísticos, fonéticos, semánticos. A estos inquisidores provoca gritarles en espléndido pemón: “Poto-rutu da a bendigamamó” (Que Dios te bendiga). Ahora que hemos leído algo en pemón, nos es propicia la ocasión para señalar que los mal llamados “dialectos” indígenas no son (tales) dialectos, como erróneamente creen muchas personas (incluso profesores y periodistas). No, señor. Los idiomas indígenas son idiomas, ni más ni menos. Lenguas poseedoras de un sentido fonológico, semántico, morfosintáctico y pragmático muy propios. Idiomas que nada tienen que envidiarle a las “cultas” lenguas indoeuropeas. Incluso, no sorprendería que algunos de estos “dialectos” pudiera sobrepasar en antigüedad al inglés o al castellano (por poner el caso de los idiomas más importantes de las ramas germánica y latina, respectivamente). Veamos lo que nos dice el “cementerio” acerca de dialecto: “Modo o modalidad que adopta una lengua dentro de un territorio determinado”. ¿Son acaso las lenguas indígenas variantes o modalidades de, por ejemplo, el español? De ningún modo. Por el contrario, el castellano se ha nutrido una barbaridad con voces provenientes de diferentes lenguas indoamericanas (vivas y muertas, o sea, asesinadas). Así, pues, catalogar de dialectos a estas ricas lenguas (cuyos usuarios poseen una cosmovisión tan particular como profunda), es, a todas luces, discriminatorio. ¿Que muchas de estas lenguas indígenas son habladas por grupos relativamente pequeños? Es cierto. Pero si tomamos al pie de la letra tal afirmación, veríamos entonces que la lengua vasca, uno de los idiomas vivos más antiguos de Europa, vendría a ser un dialecto con respecto al español y el francés, y todos sabemos que el idioma vasco es una “isla” en medio de las dominantes ramas lingüísticas indoeuropeas. O para ponerlo de un modo más radical: es como si se tachara de dialecto al español hablado en las Filipinas, demasiado disminuido hoy día en el Archipiélago (un oso panda lingüístico), por el solo hecho de encontrarse numéricamente muy por debajo del tagalo y el inglés, las lenguas fuertes de esta nación asiática. ¡Qué aberración!, diría Martinet, quien dedicó buena parte de su vida al estudio de los dialectos. Por otro lado, y esto tiene que ver con la escritura, está el caso del uso de las (letras) minúsculas o mayúsculas luego de los dos puntos. El empleo culto acepta tanto la mayúscula como la minúscula, indistintamente. Por supuesto, luego de dos puntos no se va a escribir en minúscula una palabra que designe un nombre propio de persona, animal o cosa. Por ejemplo: ella tiene dos hermanas: Helena y Manuela. Estaría fuera de lugar escribir: helena y Manuela. De igual modo, se comienza con mayúscula cuando lo que sigue de los dos puntos es una cita textual. Hay otros aspectos, que no vamos a considerar aquí. Lo que quiero reflejar es lo siguiente: últimamente he visto con cierto asombro, sobre todo en algunos diarios impresos (por fortuna, no todos), un uso exclusivo de las mayúsculas (después de los dos puntos), en detrimento de las minúsculas. ¿Estaremos ante otro tipo de prejuicio, quizá de tipo gráfico? En la variedad está la riqueza. En todo caso, cada lengua es a sí misma su propio barco. Luego de la caída de la Torre de Babel, muchos barcos han naufragado; unos por tormentas, otros por encontronazos con naves más poderosas (como le pasó a muchas lenguas en América durante la Conquista). Las naves (lenguas) nacen, evolucionan, mueren; se pueden casar entre sí, comercian sus prendas (voces), etc. Pero todas sin excepción han de navegar en ese infinito mare nostrum como lo es el lenguaje, facultad del ser humano. Como pasa con toda estrella, ¿llegará el día en que el sol lingüístico deje de brillarnos? ¿Volveremos a vagar por el bosque, felices, libres como los prehomínidos, sin esperanza alguna de reencontrar el fuego prometeico? Torre de Babel, jueves 22 de febrero de 2007 ** Leonardo Maicán lmaican@letralia.zzn.com Escritor venezolano (Maracay, Aragua, 1967). Profesor de lengua y literatura, egresado con mención Magna Cum Laude de la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Upel, http: / / www.upel.edu.ve), en Maracay. Tiene un libro de relatos, Duelo de ases, publicado por la editorial La Liebre Libre (1995). Obtuvo una mención especial en el Concurso Semana de la Juventud (La Victoria, 1995). Mención honorífica en la I Bienal Interuniversitaria de Literatura "Simón Rodríguez" (Valencia, 2001). Cuentos suyos han aparecido en antologías, diarios y revistas del estado Aragua. Tiene un libro de cuentos inédito, titulado El sueño del Titanic. === Roma, laberinto de espejos Carlos Montuenga ====================== —Bueno, no me digáis que no os gusta el hotel, un antiguo palacio renacentista situado a dos pasos de la Piazza Venezia. Sí, de acuerdo, las habitaciones son pequeñas y las camas tienen somieres metálicos de esos que ya no se llevan por el mundo, pero ¿habéis subido ya a la terraza que hay sobre el último piso? El panorama que se contempla desde allí es extraordinario: al frente, tras dos pequeñas cúpulas barrocas, casi adosadas al viejo caserón del hotel, surge majestuoso el monumento en mármol blanco de Víctor Manuel II, coronado por dos cuadrigas que conducen ángeles; a la izquierda, se extiende el perfil boscoso del Palatino, con el Coliseo asomando entre los pinos. Y al volver la vista en sentido opuesto, aparece a los lejos la cúpula de San Pedro, dominando un mar de tejados rojos, torrecillas y campanarios de innumerables iglesias. ¡Esto es de locos! son sólo las siete de la mañana, y ya estamos en la recepción del hotel esperando a que llegue el taxi, tras desayunar a toda prisa. La luz gris de un día lluvioso envuelve calles desiertas, mientras cruzamos la ciudad en dirección al Vaticano. El taxi se detiene en la Vía Leone IV, y el conductor señala con gesto significativo al otro lado de la calle, donde una cola larguísima, formada por quienes han tenido la osadía de madrugar más que nosotros, se estira bajo las severas murallas que rodean los Museos Vaticanos. Pues nada, es cuestión aguantar aquí, con estoicismo, las casi dos horas de espera que tenemos por delante, hasta poder alcanzar la entrada; ¡lo que faltaba! empieza a llover con fuerza, ahora me veré obligado a compartir el paraguas con este señor tan pesado, que se ha pegado a nosotros y va mal preparado para la lluvia. Un verdadero ejército de visitantes, vigilado por algunos agentes de la policía romana, avanza sin cesar en sentido opuesto por la calzada; buscan el final de la cola, que dobla ya la calle a nuestras espaldas y se pierde en dirección a la plaza de San Pedro. En fin, ya estamos dentro; allá vamos, perdidos entre la gente, atravesando salas bellísimas, en donde no se sabe si admirar más las esculturas, los tapices, la gracia de los suelos de mármol veteado con formas geométricas, o la filigrana de los techos dorados. Y aquí está la famosa galería de los mapas, con sus grandes frescos de colores brillantes que muestran, como en una visión área, distintas comarcas italianas, bordeadas por el azul intenso del Adriático y el Tirreno. Por los ventanales que flanquean la sala se ven los patios interiores de este entramado de edificios que fueron residencia de los papas, y, sobre ellos, surge majestuosa la cúpula de San Pedro, donde descubro con asombro a la gente asomada en su cúspide, seres minúsculos rodeando la cima de una montaña artificial. La visión me produce vértigo, como cuando me veo en sueños subiendo por un edificio de dimensiones imposibles, que se eleva sobre el mundo hasta desaparecer entre las nubes. Pero la cúpula que tengo ahí enfrente no llega a tanto, las nubes tendrían que ir muy pegadas a la tierra para ocultarla, y sin embargo es fascinante, tiene algo de sobrehumano. Me pregunto qué tipo de sensaciones despertaría en los habitantes de Roma, cuando hace más de cuatro siglos empezó a erguirse sobre los tejados de la ciudad: una estructura gigantesca emergiendo de la polvareda oscura producida por obreros y artesanos, en incesante hormigueo entre el andamiaje levantado en torno suyo. Vamos a ver lo que dice mi guía de Roma: “La construcción de la basílica fue uno de los proyectos más audaces del Renacimiento italiano. La iniciativa partió, a comienzos del siglo XVI, del papa Julio II, quien se propuso devolver la independencia al papado y conseguir que los estados pontificios recuperaran todo su esplendor y poder”. ¡Pues vaya si lo consiguió el tal Julio II! Este singular personaje, un verdadero peso pesado entre los sucesores de San Pedro, fue capaz de poner de rodillas a los señores feudales que desafiaban su autoridad. Llegó incluso a tomar la espada para someter a la ciudad de Bolonia y no dudo en aliarse con el rey de Francia, para que Venecia se viera obligada a devolver varias ciudades a los estados pontificios. Pero luego, temeroso del creciente poderío francés, el pontífice concertó por separado la paz con Venecia y atacó a sus antiguos aliados galos. Se celebraron varios concilios, hubo excomuniones, y al final los franceses salieron de Italia con la cabeza gacha. Por supuesto, el papado recuperó sus antiguos territorios. Bueno, todo eso es historia, pero en Julio II vemos sobre todo al impulsor de las artes, al mecenas, bajo cuya protección los grandes artistas del Cinquecento dejaron el sello de su genio en la Capilla Sixtina o en la basílica de San Pedro. Por encargo del papa, Bramante inició la construcción de la basílica en 1506, y a su muerte le sucedió Rafael como arquitecto responsable de las obras. Pero el cimborio, la enorme estructura cilíndrica que sostiene la cúpula, no se remató hasta bastante tiempo después bajo la dirección de Miguel Ángel, que por entonces sobrepasaba ya los ochenta años. Me imagino al anciano, yendo y viniendo con paso renqueante por la basílica, para comprobar el progreso de las obras; ahí está, con su aspecto desaliñado, sus ropillas negras cubiertas de polvo, hablando con artistas y maestros canteros, que le escuchan con atención y se esfuerzan en satisfacerle; a pesar de su edad, parece capaz de dirigir con un solo gesto a todo ese ejército que se mueve entre grandes bloques y poleas; ahora se ha quedado silencioso, abismado en sus pensamientos, consultando una y otra vez los planos extendidos sobre un tablero que ha ordenado colocar en el centro del edificio, bajo la intersección de la nave central y los dos brazos del crucero; en lo alto se abre un enorme hueco circular, lleno de polvo oscuro, por el que se filtra la luz fría de la mañana. Cientos de obreros se afanan allá arriba, en los andamios colgados del colosal cimborio destinado a soportar el peso de la cúpula. Miguel Ángel aparta con gesto nervioso los planos y su rostro arrugado se contrae en un gesto de inquietud. A veces se siente desfallecer, como si le oprimiera cada vez más la responsabilidad de llevar a término tan formidable empresa. Los años van mermando sus fuerzas. Acaso no viva lo suficiente para llegar a ver la basílica coronada por esa gigantesca cúpula, que por ahora sólo existe en sus sueños... —Papá, ¿se puede saber qué miras por ahí?, si te paras a cada momento, vamos a estar aquí todo el día y aún nos queda por ver la Capilla Sixtina. —Perdona, pensaba en cosas mías; ahora mismo vamos para allá. La lluvia ha cesado y Roma se despereza bajo el sol tibio de mayo. Dejando atrás la escalinata flanqueada por flores de la Piazza di Spagna, las viejas casas alineadas en la Via Condotti despliegan ante nosotros un calidoscopio de escaparates, donde los turistas se detienen para admirar las creaciones que exhiben las primeras marcas de moda italiana. Más adelante, nos adentramos en un laberinto de callejuelas, entre viejos edificios con paredes desconchadas; fachadas decadentes, desfiguradas por el paso del tiempo, rincones y pasadizos sombríos, que tras confundirnos con sus pretensiones de modestia, desembocan bruscamente en espacios diametralmente distintos, plazas luminosas dominadas por templos o columnas descomunales, donde está presente el nervio de la Roma imperial. ¿Y si nos damos una vueltecita por la Piazza Navona? Está muy cerca y es tal vez el lugar más emblemático de la Roma barroca. Su forma alargada obedece a que en ese mismo lugar se alzó el estadio de Domiciano en el siglo I d.C., para celebrar competiciones deportivas. Siglos después fue escenario de grandes fiestas, durante las cuales era inundada para representar espectáculos en los que se simulaban batallas navales ¡vaya ocurrencia! Pues aquí estamos ya. Pocos lugares hay en la ciudad más animados que este amplio espacio reservado a los peatones. Seguimos por inercia el movimiento de la multitud, hacia una esquina donde se ha formado un corrillo para ver a dos jovencitas minifalderas, que bailan claqué frente a una terraza. Las notas estridentes de un reproductor de cintas situado en el suelo, se mezcla con las risotadas de unos borrachos, que jalean el taconeo de las chicas. La actuación ha finalizado, se serena el ambiente y retrocedemos hacia el centro de la plaza para hacernos unas fotos junto a la famosa Fontana dei Fiumi —de los Ríos para entendernos— debida a Bernini. Cuatro gigantes atléticos, en torno a un obelisco, representan a algunos de los mayores ríos del mundo: Danubio, Ganges, Nilo, Río de la Plata... es curioso que el artista no pensara en el Amazonas como símbolo del continente americano. El grupo escultórico es magnífico, produce una sensación de gran dinamismo; parece como si los cuerpos creados por Bernini obedecieran a una fuerza que aligera su peso. Ayer, mientras veíamos los frescos de la Capilla Sixtina, pensé algo parecido frente a la escena del Juicio Final, la gran obra creada por Miguel Ángel, que ocupa la pared situada tras el altar. El espectador queda allí situado ante un torbellino de cuerpos titánicos, que despiertan de la muerte cuando los ángeles anuncian el final de los tiempos. Dominando la escena, el gesto implacable de Cristo parece impulsar el movimiento vertiginoso del conjunto, que oscila entre el Paraíso y el espanto de los abismos. —Este rissoto alla romana está buenísimo, cuando volvamos a casa tenemos que ir un día a Ginos, a ver si lo hacen igual que aquí . Es hora de reponer fuerzas y da gusto contemplar el panorama desde esta terraza situada en la Via Della Pilotta, muy cerca de la Piazza Venezia. Por todas partes se ve gente que disfruta del día primaveral. No es un restaurante caro, pero ofrece una buena carta y el personal derrocha amabilidad. Los camareros están siempre de broma, hace un momento los hemos visto fotografiándose con dos chicas americanas que no dejaban de reírse con sus ocurrencias. Veo que en la acera de enfrente, al lado de un edificio con aspecto de palacio renacentista, se está congregando mucha gente; hay quien prepara su cámara fotográfica, como si esperara la aparición de algún famoso. Pregunto al camarero, que pasa junto a nosotros moviéndose con su bandeja entre las mesas —Loro vogliono vedere il presidente —me responde, sin volver apenas la cabeza. De repente, la gente congregada rompe a aplaudir y, en la puerta del edificio, aparece un grupo de hombres de pelo engominado, con trajes oscuros, que avanzan presurosos hacia un enorme automóvil. —Es Romano Prodi —dice alguien en una mesa próxima. De otro grupo que se mantiene algo apartado, surge un ¡viva Berlusconi! que es acogido con abucheos por los fieles del nuevo presidente. —Bueno, terminaos los capuchinos y voy a pedir la cuenta. Yo creo que ahora podíamos acercarnos a ver el Foro, me parece que el Coliseo se puede visitar a partir de las cinco. La tarde va transcurriendo con placidez en la Via dei Fori Imperiali, una gran avenida que Mussolini tuvo la ocurrencia de construir en mitad de la Roma antigua. Me produce una sensación extraña este revoltijo de ruinas. El arco de Septimio Severo, el templo dedicado a Saturno, los muros del Palatino... parece la osamenta gastada de un gigantesco fósil. Sin embargo, aquí estuvo una vez el centro del mundo, la capital de un imperio que se extendía desde Finisterre hasta Jerusalén. Al acercarse el día a su fin, las sombras se alargan y el lugar se puebla de siluetas borrosas, como si las ruinas quisieran desaparecer por completo y confundirse con el polvo. Pero los últimos rayos del sol, casi oculto ya tras el Capitolio, han envuelto las viejas piedras en un resplandor fugaz que ahuyenta su letargo. Por unos instantes, los muros descarnados del Coliseo, las columnas mutiladas, el oscuro estanque flanqueado por estancias donde moraban las vestales, recuperan su pasada gloria y son como un laberinto de espejos, por donde se deslizan destellos de un mundo lejano, bello y cruel a la vez. Ahora, sería posible sentir la animación en los mercados, el entusiasmo de la multitud durante los combates entre gladiadores, la cadencia solemne de ceremonias en honor a los dioses. En la Vía Sacra, un clamor vibrante de trompetas se eleva sobre el griterío, al paso de una legión que vuelve victoriosa de Germania y desfila hacia el Capitolio. En cabeza del cortejo, varios hombres, cubiertos con pieles de lobo, elevan con orgullo sus enseñas. Les sigue el carro triunfal del general victorioso tirado por caballos blancos, y tras él, los prisioneros caminan abatidos hacia el cautiverio o la muerte. Se escuchan otra vez las trompetas y entonces... pero, un momento, ¿no están sonando de verdad..? —¡Papá mira! —¿Eh? ¿qué? —¡Mira, un Ferrari Enzo! —¿Un qué? A pocos metros, pasa veloz un coche impresionante lanzando al aire una sinfonía de bocinazos, que resuenan como clarines. Se oyen silbidos y exclamaciones de admiración entre los paseantes. Alguno, hasta apunta su móvil hacia el bólido para intentar inmortalizarlo en una foto. —¡Fíjate qué ruedas, cómo se pega al suelo! —Sí, sí, ya lo veo, pero ¿adonde irá ese loco, circulando así por una vía peatonal? El Ferrari se aleja en dirección al monumento de Víctor Manuel II y gira a la derecha, desapareciendo entre los árboles de la plaza. Durante unos segundos, seguimos oyendo el ronquido de sus seiscientos setenta caballos, hasta que acaba por perderse en la distancia. La noche ya ha caído sobre Roma y el guiño de mil luces invita a descubrir otras caras de la ciudad, nuevas sensaciones que sólo despiertan cuando el día se apaga. Los cafés vuelven a llenarse de animación; las calles son un bullir de gentes que deambulan sin rumbo fijo, sorteando el intenso tráfico en la Vía del Corso y deteniéndose frente a restaurantes o tiendas de recuerdos, donde lo mismo puede encontrarse cristal veneciano que recortables del Coliseo. Desde el Palacio del Quirinal, una callejuela mal iluminada desciende en silencio por la colina, como si buscara a tientas el esplendor sereno que irradia la cercana fontana de Trevi. ** Carlos Montuenga cmrbarreira@hotmail.com Escritor español (Madrid, 1947). Doctor en ciencias. Colabora con artículos y relatos en publicaciones de comunicación social, tales como ETC Magazine (Buenos Aires) en espacios literarios como Vorem, Margen Cero, Ariadna (Asociación de Revistas Electrónicas de España), Revista Amalgama, Revista Voces y en portales de la red dedicados a la difusión de la filosofía y el humanismo como La Caverna de Platón y Liceus. === Nocturno y otros desamparos, de Moisés Agosto Rosario ================= === Yolanda Arroyo Pizarro ================================================ Hay golpes en la vida tan fuertes, yo no sé. Golpes como las letras de Moisés Agosto Rosario. Letras que te hacen conmover, aun aferrándote a la valentía que te da la experiencia de saberte vivo. Aun si te convences de que eres fuerte, y de que tu paso por este mundo angosto no ha sido en vano, y que la piel de reptil que has formado te ha vuelto un ser humano duro, con un escudo que protege las emociones. Justo cuando piensas que todo eso te ayudará a sobreponerte a la pena, llega este libro, Nocturno y otros desamparos y es como si la mano de Dios te abofeteara. Moisés Agosto Rosario (Puerto Rico, 1965) es un escritor de usted y tenga. Obtuvo el grado de bachiller en artes de la Universidad de Puerto Rico en 1988. Es miembro de la Generación de Poetas de los Ochenta en PR. Ha publicado poemas y cuentos en diferentes revistas literarias, entre éstas Contornos, Revista Cupey, Revista Hostosiana y en la sección En Rojo del periódico Claridad, entre otras publicaciones. Su poesía aparece en las antologías Mal(h)ab(l)ar y PoeSIDA, también en la página de Internet Poetas del Mundo. Ha ganado premios y distinciones que van cónsonos con su quehacer literario y que nos recuerdan que escribe sus letras con sangre. Entre cada latido que te da el cuerpo mientras lees a Agosto Rosario, aguantas la respiración porque a veces no quieres saber el desenlace, pero a veces sí quieres, entonces es una dicotomía que no te permite apartarte de su narrativa. Actualmente se encuentra en el proceso de terminar de escribir su primera novela. Los seres que crea para su audiencia Agosto Rosario navegan por el mundo de la ficción tan parecida a la vida de carne y hueso, sin que el autor agote el discurso moralizante. Niños varones a los que se les utiliza como a las hembras de la casa, así, sin que medie un consentimiento o voto de aceptación de parte de ellos, menores que juegan con otros menores a hacerles lo mismo que los grandes hacen con ellos cuando bien podrían estar disfrutando de su pubertad, del juego en el campo, de los muñequitos en la tele o la simple observancia de las vacas en el corral. Chiquillos que comparan el olor de la sangre de vacas moribundas con el olor de la sangre que se les desliza del ano recién estrenado. Jovencitos moribundos, acaso tan moribundos como ese mismo grupo vacuno que se mira deambular a la muerte. Espejismo de ganados, de una sociedad que va en manada hacia su propio degüello-exterminio. No hay quien detenga este mundo que gira como un trompo agitado por la cabuya de alguna deidad de turno. No hay quien se conmueva por un muchacho que baila solo en una discoteca y que lanza pétalos rojos, blancos, amarillos, color melón al suelo. No hay quien se acerque y lo toque con un roce de humanidad, no hay quien lo descifre y lo haga desistir de la idea de partir a solas y en compañía de unas venas abiertas en su bañera. No hay quien. Hay golpes tan fuertes. Moisés Agosto Rosario trae consigo la minusvalía de los pequeños y débiles, un tema tan controversial y tan descrito a veces que insensibiliza conciencias. En este despacho de historias, sin embargo, el asunto es tratado con total apoderamiento de la elocuencia y el acierto. Los mortales homo sapiens, homo eróticos, homo erectos que componen el balance de sus fábulas, son personajes carnales, contundentes, pecadores y angelicales. Lo mismo piensan en la infidelidad sin tregua ni redención, o lo mismo hacen una pausa vespertina para tomarse los medicamentos que los mantendrán alejados de infecciones oportunistas. Lo mismo fumarán marihuana de una pipa, derretirán piedritas para intoxicarse, abrazarán una tableta de éxtasis entre sus lenguas y sembrarán el navío extraviado de la eutanasia privativa con los seres de la noche. La colectiva desesperanza de este terreno planetario, se mutila observando las bolas de cristales colgadas de los techos en clubes oscuros y Agosto Rosario lo sabe muy bien. Por eso lo escribe, para perpetuar las madejas de existencia paria. Mi historia favorita pertenece al segmento final del libro, cuya división magistralmente labrada separa a los “nocturnos” de los “otros desamparos”. Este desamparo es el último cuento, “Matilde”, y pertenece a una mujer que no es mujer, con pasado de hombre que nunca fue hombre, con pesadillas de un abuso familiar conjuntivo, no consentido y poco forzado. La ninfa andrógina protagoniza una historia de amor con otro ser, que no es de su género, pero que se vuelve genérico, que se disfraza de genitalia anhelada, o acaso su genitalia se disfraza del ser. Comparten un romance famélico, verosímil y memorable; despampanante al mejor estilo de las dragas de Almodóvar, de las divas que lo fueron, o que aún lo son de a poco, o que han dejado de serlo y continúan soñándolo. Es una historia redactada con una genialidad multifacética y multiemblemática. Los borbotones de provocación que preluden la tentación casi mitológica del romance, son esenciales para la comprensión existencial, folklórica y cultural de estas vidas. Es un “must” leer el libro de Agosto Rosario si quiere uno bajarse del viaje de la hipocresía del tiempo, y montarse en el caballo de la desnudez y veracidad de espíritu. Daniel Torres, escritor y crítico literario, menciona sobre el autor lo siguiente: “Moisés Agosto Rosario ha creado en estos nocturnos todo un universo narrativo de la supervivencia en la era que le sigue a la pandemia del VIH/Sida. Son estos los relatos del desamparo de narradores sobrevivientes, que nos cuentan de su vida erótica, desde sus inicios pueriles hasta las grandes relaciones que han marcado sus vidas. Se hace inevitable la disyuntiva del exilio que se vive en Estados Unidos, y esa mirada oblicua, desde fuera, de la realidad isleña”. También ha dicho el catedrático Ruben Ríos Ávila sobre el autor de Nocturno y otros desamparos: “Moisés recuerda la mejor tradición de la prosa urbana gay en inglés (...) de John Rechy, o la prosa escueta y fulminante de Edmund White y Andrew Holleran”. La prosa de Agosto Rosario se lee de espaldas al espejo de la crudeza, o de frente a las facetas de los vitrales del subconsciente. ** Yolanda Arroyo Pizarro yarroyo@vernetwork.com Escritora y docente puertorriqueña (Guaynabo, 1970). Es instructora educativa de tecnología en la Universidad del Turabo. Ha escrito ensayos para la página de literatura Ciudad Seva (http://www.ciudadseva.com) y columnas para los periódicos El Vocero y La Expresión. Es autora de un libro de cuentos, Origami de letras, y una novela, Los documentados. === Conjuro del demonio meridiano ========================================= === (Notas sobre Agamben y Foucault para una fantasmofísica) ============== === Rafael Toriz ========================================================== Hoy es preciso pensar toda esa abundancia de lo impalpable: enunciar una filosofía del fantasma. M. Foucault. La vida se desgasta y con ella la esperanza. La vida acontece y en su fuga irrevocable sólo va dejando el légamo, escueto sedimento amasado con tristezas: cobijados por Saturno, expuestos a los rayos despiadados de un sol oscuro, la melancolía se ofrece como la única morada para contemplar, espectadores de nosotros mismos, el pesado y categórico paso del tiempo: el horrendo dictamen de que todo es el del gusano. Nada queda entonces sino dialogar con fantasmas, fantasías de dolores y alegrías —no siempre nocturnas— que en silencio escoltan el presente envenenado de memoria, promesa postergada de un futuro fracturado. Es la portentosa vitalidad de la muerte, entre otras causas, la razón por la cual nos aferramos a fotografías, tardes, cartas, besos y relámpagos que alumbran soledades. Nada duran las centellas. Los recuerdos son siempre incendios diminutos. En este ensayo intentaré empatar y debatir el capítulo primero de las Estancias de Giorgio Agamben analizando la configuración y presencia del demonio meridiano —la acedia/tristitia— en la contemporaneidad así como sugerir, siguiendo al Foucault del Theatrum Philosophicum, una filosofía del fantasma fundada en la materialidad de lo incorpóreo, en la ausencia como topos y la voz como lugar de aparición y representación de los espectros. Este ejercicio será una tentativa por asimilar la melancolía como una filosofía de duelo capaz de ofrecer, en su teatro sobre el viento armado, un lugar para (con)vivir con lo(s) que ha(n) sido. Del pecado imperdonable Yo soy el tenebroso, el viudo, el sin consuelo. Nerval. En Estancias, libro de imprecisa belleza, Agamben recuerda una presencia, sutil en su incorporeidad, que logró inmiscuirse en las fortalezas del espíritu. El entonces llamado demonio meridiano, aguda sensibilidad que respondía (como responde) al nombre de acedia, tedium vitae o desidia, es el mismo personaje, abrasador y demandante, presentado bajo las máscaras del ennui, el spleen, la depresión y la tristeza; santo patrono del Óblomov de Goncharov, del infinito Des Esseintes de Huysmans, facilitador del sentimiento trágico unamuniano, del sindicato de escritores aglutinados en Pessoa, de los Dipsálmata kierkegaardianos o de la visible oscuridad de Styron. Es la presencia de este demonio con su llama oscura la que derrama su poder sobre los temperamentos metafísicos, inyectando la bilis negra que atormenta al corazón mundano. Conviene transcribir, por la similitud con el lector contemporáneo, la sintomatología de este vicio imperdonable que conformaba, según los antiguos, el octavo pecado capital: La mirada del acidioso se posa obsesivamente sobre la ventana, y con la fantasía, se finge la imagen de alguien que viene a visitarlo; ante un crujido de la puerta, salta sobre sus pies; oye una voz, y corre a asomarse a la ventana (...); y sin embargo no baja a la calle, sino que vuelve a sentarse donde estaba, embotado y como amedrentado. Si lee, se interrumpe inquieto, y un minuto después, se desliza en el sueño: se frota la cara con las manos, distiende los dedos y, quitando los ojos del libro, avanza algunos renglones, farfullando el final de cada palabra que lee; y mientras tanto se llena la cabeza con cálculos ociosos, cuenta el número de las páginas y los folios de los cuadernos (...), finalmente vuelve a cerrar el libro y lo utiliza como cojín para su cabeza, cayendo en un sueño breve y no profundo, del cual lo despierta un sentido de privación y de hambre que debe saciar (1). Todo estudiante de literatura, toda naturaleza melancólica, padecerá la condena del hastío y el desasosiego. Al menos al interior de los textos. ¿Qué hacer entonces para combatir el desconsuelo?, ¿cómo sublimar, por decirlo con Víctor Hugo, “la alegría de estar triste”? En La suspensión política de la ética Slavoj Zizek ha sugerido una respuesta. El esloveno ha dimensionado políticamente la potencia de la desolación al sostener que lo mejor que se puede hacer es abandonarse a la apatía y el desgano, viendo en la abulia una forma de resistencia cultural, tomando la pasividad como posibilidad auténtica de inconformismo. Bajo esta perspectiva todo esteticismo/existencialismo —deturpado por la experiencia del capitalismo tardío— dejaría de ser la ideología de una burguesía en decadencia para ofrecerse como posibilidad crítica del hombre, la modernidad y la angustia que lo devora. (Piénsese en W. Benjamin sobre Baudelaire y en París como capital del s. XIX) (2). Y aunque Pierre Bourdieu lo vería como un fundamento de la mitosociología literaria, es un hecho que la creación, como la filosofía misma, no sólo intenta nombrar los dolores sino también habitarlos y arder con ellos. El desencanto de Soundgarden en “Black hole Sun” como la depresión psicoanalítica de Kristeva en Soleil noir son formas de vestir la ausencia, nocturnas luminiscencias expositoras de dolores compartidos, testimonios meridianos de la entidad que nos ocupa, que habita en la profundidad de la piel y la espesura de la mirada. Escribe la búlgara: “La tristeza es el humor fundamental de la depresión... La creación literaria es esta aventura del cuerpo y de los signos que da testimonio del afecto: de la tristeza como señal de la separación y como esbozo de la dimensión del símbolo” (3). Después de un tiempo uno aprende a gozar con sus demonios, a ensanchar y cantar las tristezas con encendida certidumbre. Algo así hace Concha Urquiza en su “Job”, altísimo soneto: “Él fue quien vino en soledad callada, y moviendo sus huestes al acecho puso lazo a mis pies, fuego a mi techo y cercó mi ciudad amurallada. Como lluvia en el monte desatada sus saetas bajaron a mi pecho; Él mató los amores en mi lecho y cubrió de tinieblas mi morada. Trocó la blanda risa en triste duelo, convirtió los deleites en despojos, ensordeció mi voz, ligó mi vuelo, hirió la tierra, la ciñó de abrojos, y no dejó encendida bajo el cielo más que la obscura lumbre de sus ojos” (4). Una vez que se ha contemplado al daimon éste deja una impronta imborrable. Entre las variadas señales de su visita ninguna tan categórica y representativa como poner la cabeza sobre la mano en clara y volátil reflexión. Lichtenberg heredó, para el ocio contemplativo, sus notas sobre las 62 formas posibles de evocar la tristeza del ángel de Durero, un nítido inventario meditabundo y cabizbajo de la expresión melancólica. Notas para una fantasmofísica En un ensayo que no admite acotaciones, demasiada es su luz y riqueza, Giorgio Manganelli —barroquista descarado— escribe y describe una rutinaria preocupación del ser humano en general y de los escritores en particular. Con su “Discurso sobre la dificultad de comunicar con los muertos” nos recuerda que toda filosofía de la muerte es una meditación sobre la vida, evidencia que por esa misma razón se nos escapa y consigue sumirnos en un olvido esencial: la certeza de que hacer literatura o filosofía es conjurar a los demonios, invocar a los fantasmas y sus imágenes (imagines en latín, phantasmata en griego): leer literatura, pensar filosofía, es habitar el lugar donde acontecen los espectros, registrar por escrito sus apariciones. En su glosa a Lógica del sentido y Diferencia y repetición, Michel Foucault bosqueja y delata los cimientos para una fantasmofísica, es decir, una filosofía capaz de rescatar al fantasma de la consigna signada por Hamlet, “es preciso, pues, liberarlos del dilema verdadero-falso, (del) ser-no ser y dejarlos que realicen sus danzas, que hagan sus mimos, como “extra-seres”... Es inútil ir a buscar detrás del fantasma una verdad más cierta que él mismo y que sería el signo confuso... Los fantasmas no prolongan los organismos en lo imaginario; topologizan la materialidad del cuerpo” (5). Su proposición enarbola un discurso metafísico, un decir sobre la materialidad de lo impalpable. Evidentemente no es fortuito que el lugar de esta filosofía, de toda fantasmofísica por venir, sea el escenario: la filosofía no como pensamiento sino como teatro; la filosofía entonces como representación homologada entre lo real y el simulacro, ritualidad que se ejecuta en su intangible circunstancia. En el breve desarrollo de este texto se ha equiparado, sin mayor distinción que un señalamiento nominal, al demonio con el fantasma, entidades “metafísicas” perfectamente diferenciadas por inconfundibles rasgos cualitativos. Los he igualado por los lineamientos que seguiría un director de escena. En un teatro, si bien los personajes son distintos, acontecen y devienen en un mismo espacio y en sí mismos. El lugar de las apariciones, el territorio de su actuación —ya sea transfigurado o sostenido— es un topoi konoi: la tristeza, la depresión y la melancolía, distritos contiguos en los que operan, con distintas máscaras, los mismos actores. Centinelas no de lo que el hombre es sino de la materia que lo consume. Asumir la necesidad de una fantasmofísica, además de trazar la cartografía sensible en el proceder filosófico, será una manera de conjurar al demonio meridiano, tanto para invocarlo como para retraerlo. La posibilidad de una fantasmofísica, más que extinguir la tristeza o poner en manos del hombre el control sobre sus embates, será una vía para hacer de la desesperación y la congoja una afirmación de la voluntad a través de sus debilidades. Después de todo, y regreso a Walter Benjamín, no nos ha sido dada la esperanza sino por los desesperados. A Mariana Treviño Notas 1. Sancti Nili, De octo spiritibus malitiae, cap. XIV, citado por Agamben. 2. Y para honrar a López Velarde séame permitido, en abono de la intertextualidad, el siguiente verso: “En abono de mi sinceridad séame / permitido un alegro. / Entonces era yo seminarista, sin / Baudelaire, sin rima y sin olfato”. 3. En Sol negro. Depresión y melancolía, Monte Ávila, Caracas, 1991. 4. En El corazón preso, Conaculta, México, 1990. 5. Theatrum Philosophicum, Anagrama, Barcelona, 2005. ** Rafael Toriz gandel@terra.com.mx Ensayista mexicano (Xalapa, 1983). Estudió música y literatura en la Universidad Veracruzana (http://www.uv.mx). Ha sido distinguido con mención honorífica en el Concurso Internacional de Ensayo convocado por la Organización de las Naciones Unidas (ONU, http://www.un.org/spanish) y la República Islámica de Irán (2001). Ha participado como ponente en congresos nacionales e internacionales de poesía, filosofía, ciencia y literatura. Cursó los talleres de composición dramática de Emilio Carballido. Fue becario en el área de ensayo de la primera generación de la Fundación para las Letras Mexicanas (2003-2004; http://www.fundacionletrasmexicanas.org). Es ganador del Premio Nacional de Ensayo “Carlos Fuentes” (2004). Textos y traducciones suyas han sido publicados en libros antológicos y revistas especializadas en ciencia, literatura, arte y teatro de Argentina, España, Estados Unidos, México, Venezuela e Italia. Ha participado como ponente, conferencista y profesor invitado en la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam, http://www.unam.mx), en la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (Buap, http://www.buap.mx), en la Universidad de Guanajuato (http://www.ugto.mx), en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo (UMSNH, http://www.ccu.umich.mx), en la Universidad Veracruzana, en la Universidad de Costa Rica (http://www.ucr.ac.cr), en la Universidad Católica Cecilio Acosta (Unica, http://www.unica.edu.ve), de Maracaibo, Venezuela, y en la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires (http://www.unicen.edu.ar). Coordinador del seminario “Identidades nómadas: acercamientos tangenciales a la circunstancia latinoamericana” en la Universidad Veracruzana Intercultural (http://www.uv.mx/uvi). Actualmente es becario del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (http://fonca.conaculta.gob.mx) en el área de literatura. === Intención, responsabilidad y libertad Oswaldo Roses ============== Todo transcurre —todo es consecuente al transcurrir— respondiendo a su contexto y siendo asimismo resultado de las circunstancias de ese contexto en concreto (los leucocitos con respecto a un organismo, con respecto a uno): es un algoritmo de él. Sin embargo, en lo humano se ha concertado o se ha ideado —mejor— lo social, algo que sin lugar a dudas ha favorecido el lenguaje de signos o, en fin, una mayor capacidad para conocer y también para exhibir las emociones porque trasciendan en un proyecto existencial. Conque en disertación el ser humano progresa con voluntad, intensifica siempre aun más las intenciones. Veamos, nunca una esperanza basta, le es suficiente; nunca una comodidad basta, le es suficiente; nunca una libertad con respecto a cualquier vinculación social basta, le es suficiente. Así, la intención le conduce —mientras progresa— a que no sea autosuficiente o determinante la mera respuesta a su contexto, a que no sea suficiente lo natural, los elementos reales presentes en su entorno, la naturaleza; quiero decir, responde a lo que desea aun más, en idealización, por lo que contraviene en realidad a cualquier clase de algoritmo y, además, compite con los otros para que aun más aumente esa contraposición. Sí, de manera que intesta una intención en otra, una esperanza en otra que sobredimensionará y, desde ahí, a la libertad que se dirige emocionalmente —por ejemplo— no es a la libertad connatural que precedió a la complejidad social, sino a una continua idealización de ella o... contraposición. O sea, para el ser humano, la felicidad siempre será una osada y mórbida “corrección idealizante” de la naturaleza. Pero por otro lado está lo posible, lo coherente con respecto a la realidad, lo más práctico, lo que sí puede conseguirse como justo o “equilibrado”. Me refiero a que los niveles de consecución idealizante de la libertad o de la felicidad sean lo más comunes y lo menos discriminatorios, sean a fin de cuentas reales. Ningún ser humano puede pretender para la sociedad que la libertad sea en la praxis para unos demasiado —por diferentes modos de explotación y de marginalidad— y para otros desprecio o casi nada. Desde luego, la libertad —o la felicidad— es digna si tú como ciudadano admites que practicas la más común dentro de una sociedad, proporcional a cualquier otro ciudadano; si no, si estás en ventaja o en desventaja, en coherencia conlleva eso una responsabilidad: renunciándola o por el contrario exigiéndola. Puesto que el ser humano individualmente satisface sus prejuicios y, como resultado, daña. Más claro, el resultado a las intenciones de cada cual por satisfacer sus prejuicios o su “idealización desequilibrada” es daño e incluso la complacencia de tal daño. El que unos, por ejemplo, ejerzan la libertad de contaminar mucho siempre resultará un daño injustificable u opresivo o “desequilibrado” para los que no practican esa libertad. Por ello, digamos, el disfrute de una libertad irresponsable destruye siempre, involuciona, interviene porque crezcan de una manera totalmente objetiva los sufrimientos del otro. Sí, en un mundo globalizado, interactivo, las acciones responsables deberán satisfacer a una globalidad, a una generalidad, a un orden no discriminatorio o de derroches; esto significa que una guerra la pagan todos aunque unos iluminados la empiecen, ésa crea las carencias —de recursos energéticos, institucionales o humanos— que los demás luego habrán de reponer (es decir, si uno de los principales exportadores de petróleo —como es Irak— es parcialmente destruido, los consumidores pagarán el petróleo encarecidamente y después le echarán las culpas a Dios o embobadamente al supuesto de que hay más consumidores). Los recursos humanos o son preservados para lo estrictamente humano para que exista más libertad —o felicidad— o el asunto social seguirá en decadencia por manos de los que manipulan, y ahí los intelectuales representan un papel primordial censurando a toda carrera a quienes aclaran algo —ya que demuestran una y otra vez un juego sucio— y no les interesan. Hablan, hablan de la verdad pero quitando o negándole al otro los mecanismos —o las mismas reglas— para decirla: dogmatismo puro y duro, en auge en España. Un truco para justificarlo todo es buscarle su parte de enriquecimiento o de enajenación o de exaltación —de locura—; por ejemplo, el fútbol es un negocio-espectáculo-violencia que utiliza lo que de deporte tenga —cuando hay cientos de deportes discriminados frente a él y mejor atendiendo centralmente a la salud física— para manejar él solo más dinero y más fanatismo —en vez de cultura— que los otros cientos de deportes. Y es que toda crueldad hasta tiene su parte positiva para que se la encuentren retorcidamente y la vendan los manipuladores. He mantenido, claro, que ahora impera más dogmatismo que en la Edad Media porque antes lo amparaban o lo comprendían menos instituciones de las que actualmente se desencadenan en la ya evidente diversidad económico-política. También, a ver, si las jerarquías religiosas tanto se implican ahora en detalles políticos, ¿qué dicen, en cambio, sobre la desigualdad —la que ellos mismos consienten—?, ¿qué piensan que es Dios?, ¿acaso un negocio de doble moral que tienen metido en la cabeza? La esclavitud ha existido siempre, pero lo que no se puede venerar aún socialmente es que siga uno esclavo —voluntariamente— de prejuicios que corrompen y que se conciba la esclavitud como una manifestación fortuita al margen de toda responsabilidad e inevitable por manos del destino —el que le limpia el culo con reverencia a los poderosos. ** Oswaldo Roses oswaldo_roses@hotmail.com Pensador, poeta, narrador y ensayista español (Cuevas de San Marcos, Málaga, 1965). Ha publicado los libros Cantos de sangre (Ediciones Rondas, Barcelona, 1984), La muerte más difícil (Ediciones Torre Tavira, Cádiz, 1994) y Amada, dulce amada (sumario sideral). Ha ganado los premios Ángel Martínez Baigorri, de Navarra, y Encina de la Cañada, de Madrid. Es asesor literario de la colección Torre Tavira de Cádiz, donde ha publicado los plegables La muerte más difícil, Carne de cañón (1996), Soñada luz (1999) y La caja de cristal (2000). Textos suyos han aparecido en diversas revistas de todo el mundo, como Casa de las Américas (Cuba), Repertorio Americano (Costa Rica), Signo (Bolivia), Trizas de Papel (Venezuela) y Los Papeles de Río Seco (España), entre otras. Mantiene una bitácora personal en http://maspolvoenamorado.blogspot.com. === Una voz en la oscuridad Miguel A. Schmucke P. ==================== “Soy amigo de Platón pero soy más amigo de la verdad”. Aristóteles Cierta vez me encontraba muy orgulloso en el seno de la Universidad Centro Occidental “Lisandro Alvarado” (UCLA), rodeado de una pléyade de personalidades, con motivo de participar en un curso de filosofía, dictado con motivo de la presencia de un destacado profesor, proveniente de mi siempre recordada ciudad natal Caracas. Una de esas noches y esperando que terminara de llover, me dispuse a realizar un intercambio intelectual, directo, “face to face” con algunos de los profesores que todavía se encontraban en la oficina del coordinador, esperando también a que escampara, entonces se me ocurrió hacer una pregunta, y justo cuando esperaba la respuesta, ¡zas! Se fue la luz. Fue un largo apagón y una respuesta muy corta, la pregunta fue “¿Acaso no se ocupa la filosofía de investigar la existencia de Dios?”. Y la respuesta fue un rotundo, seco y castrante “No”. Es en este tipo de oportunidades en las que me encuentro con personas que supuestamente son intelectualmente superiores, cuando viene a mi memoria la razón por la cual al filósofo y matemático Renato Descartes se le ocurrió desarrollar su propio método para encontrar la verdad. Resulta que, a pesar de ser lo que se consideraba un docto para su época, él mismo consideraba que todo el saber de las universidades en las que había estudiado no le servía de nada, que estaban plagados de errores, y por lo tanto él dudaba de todo lo que le habían enseñado sus profesores, y se dispuso entonces a comenzar de nuevo a construir un sistema de conocimientos válidos y verdaderos a partir de una primera intuición indubitable, y ésta era que él existía debido a que estaba pensando. Siguiendo el ejemplo de mi admirado mentor, me armé de valor y me dispuse a contradecir al oponente intelectual que se encontraba sentado ante mí, en esa húmeda y oscura habitación, ubicada en el supuesto recinto del conocimiento universal. —Acaso —le dije— ¿no han salido ya todas las ciencias del seno de la filosofía? ¿No es acaso una de las que aún quedan, la ontología, el estudio del ser? ¿De qué trata la filosofía entonces? ¿Qué significa “El ser es y el no-ser no es”, de Parménides? ¿Y la metafísica, no es acaso el estudio de lo que está más allá de lo físico, es decir el “Mundo espiritual”? —Ahora... —me interrumpió una voz en la oscuridad— no estudiamos a Dios. Realmente me pareció totalmente insatisfactorio que los responsables de propagar el conocimiento, nieguen olímpicamente la posibilidad de la existencia de Dios, a pesar de haber establecido Parménides las cualidades de ese ser superior: inmutable, inmóvil, inmortal, infinito, a partir de la deducción de su famosa frase, fundamento todavía hoy del principio de “No contradicción” que se expresa, por medio del sentido común, al decirse: “Las cosas son lo que son” y no otra cosa, por lo tanto el Ser es... o, dicho de otra manera, “Dios existe” debido a que la idea de la no-existencia es imposible. Al salir de esa habitación, no dejé buenos amigos, incluso algunos demostraron disgusto, al escuchar cómo el que había asistido para aprender terminaba dando una lección pero, al igual que el viejo Aristóteles, cuando era joven, me dije: ¡soy más amigo de la verdad! ** Miguel A. Schmucke P. maspar@cantv.net Docente y comunicador social venezolano (Caracas, 1954). Ha publicado artículos de opinión en los diarios El Impulso y El Informador, sobre temas de filosofía, didáctica, historia, psicología, polìtica y ciencias en general. === Apostilla tras apostilla Lobsang Castañeda ======================= Todas las cosas a las que me entrego se enriquecen y me disipan. R. M. Rilke Nuestras ideas condensan una gran cantidad de referentes que no siempre necesitamos mostrar o comunicar. La mente divaga, elige hilos de forma arbitraria, responde a los estímulos del exterior completando lo que ve y tejiendo de manera mediata sus propios discursos. No decimos todo lo que pensamos sino que elegimos una perspectiva, interpretamos una variación del tema en cuestión, trabajamos sobre lo dado corrigiendo, modificando patrones que recibimos del entorno, improvisando sobre una partitura ya escrita. Pensar sistemáticamente es algo que requiere tiempo y dedicación; algo que nos exige, ante todo, tener un espíritu “investigador”. Si pretendiéramos hallar una analogía literaria que se adecuara al trabajo de la mente no elegiríamos el tratado filosófico sino el ensayo corto, forma de escritura que Julio Torri definió de la siguiente manera: “El ensayo corto ahuyenta de nosotros la tentación de agotar el tema, de decirlo desatentadamente todo de una vez. Nada más lejos de las formas puras de arte que el anhelo inmoderado de perfección lógica [...]. Es el ensayo corto la expresión cabal, aunque ligera, de una idea. Su carácter propio procede del don de evocación que comparte con las cosas esbozadas y sin desarrollo. Mientras menos acentuada sea la pauta que se impone a la corriente loca de nuestros pensamientos, más rica y de más vivos colores será la visión que urdan nuestras facultades imaginativas”. No cabe duda, nuestro pensamiento se manifiesta en frases breves, en ráfagas de viento que sucumben tan sólo para regenerarse con mayor plenitud y frescura. Los objetos que utilizamos a diario son fieles testigos de estos modos fragmentarios de pensar; de estas pasiones y experiencias que florecen a ratos; de estas prendas e imperfecciones que se revelan como una de las caras laterales de un icosaedro. Concentrando en sí mismos una gran cantidad de alusiones, los instrumentos cotidianos hablan sin proferir, dicen sin hacer ruido, reafirmando que son espejos que proyectan instantes de nuestra existencia o señales incandescentes que van revelando las vivencias que nos constituyen. A un escritor, por ejemplo, se le puede reconocer por los dedos manchados de tinta, por los libros y papeles que resguarda celosamente bajo el brazo o por la leve callosidad que va dejando en la eminencia hipotenaria de la mano el roce con el papel. Los utensilios, pues, graban su huella en quien los usa y reciben de igual forma una impresión externa —real e ideal— de quien los emplea. La historia de un objeto es la historia de la humanidad entera, de sus evoluciones y retrocesos, de las abstracciones conceptuales y relatos particulares que la configuran. Obras como El libro del reloj de arena de Ernst Jünger o algunos cuentos de Manuel Gutiérrez Nájera en donde lo anecdótico depende de los avatares de un objeto cotidiano son ejemplos claros de ello. Todo se va encaminando de lo particular a lo universal, y viceversa. En su Historia del lápiz Peter Handke ha retratado fielmente la mente del escritor que se muestra a pedazos, que deja ver parcialmente sus ideas e invenciones a fuerza de elegir un objeto que las represente. El lápiz —en tanto instrumento de trabajo— se transforma en un útil elocuente que trae al presente oficios inconclusos, pensamientos preliminares o esbozos de obras que jamás cristalizaron. En el lápiz se entrecruza la realidad con la ficción, el furor con el tedio creativo, la crudeza de la vida con las posibilidades de la vocación. En esta bitácora de Handke —que recopila los apuntes del escritor austriaco de 1976 a 1980— confluyen dos caminos: el del instrumento que decora las hojas mientras se consume a sí mismo y el del propio autor que al ejercitarse va perfeccionando su estilo. Ambos celebran la lucidez momentánea, la claridad que surge en cualquier lugar y en cualquier tiempo; ambos ofrecen lo que han percibido del ambiente sin condición y sin destinatario fijo: en el aire las palabras flotan y cualquiera que esté atento puede atraparlas. Hablar de la historia de los objetos no significa, empero, abordar una serie de datos inconmovibles o hacer un registro minucioso de las modificaciones técnicas del utensilio elegido. No se trata de indagar en la Historia —entendida ésta como una sucesión de acontecimientos archivables—, sino de enfrentar la historicidad de la historia, es decir, lo que se mantiene en perpetuo cambio o transformación. El lápiz de Handke simboliza el devenir, el nomadismo intrínseco del pensamiento que desdeña toda fijación. Si el objeto escogido es un lápiz (no una cámara fotográfica o una máquina de escribir) es porque se intenta ponderar lo borrable, lo ambiguo, lo transitorio, en suma, lo que testimonia aquella vorágine en donde todo puede desvanecerse. El lápiz —al contrario de la pluma o el pincel— caduca, se desgasta con el uso, se acerca a su muerte conforme va disminuyendo de tamaño. Los trazos grisáceos que va grabando en la hoja palidecen con el tiempo: el viento y la humedad agotan su legibilidad. El lápiz es orgánico, dócil al contacto con el ambiente. Su escritura tiene aroma de madera, de árbol, de savia; brilla con la abundancia de su follaje y disipa su cúspide con la llegada del otoño, pues como bien cantaba Hölderlin todo vuelve a la tierra: Los frutos ya están maduros, hundidos en la llama y cosidos, probados por la tierra. Y es ley que todo vuelva allí, también las proféticas serpientes que sueñan en las colinas del cielo. Y hay mucho que conservar, como sobre los hombros un haz de leña. A Handke le interesa mostrar que cuando el instrumento habla nuestra forma tradicional de relacionarnos con las cosas se desvanece: el lápiz deja de ser una herramienta de trabajo y se convierte en un objeto parlante capaz de contar su propia historia. De igual forma, la labor del escritor se bifurca al imprimirle a dicho objeto una fuerza inédita, una autonomía lozana y vital que lo convierte en parte integral de su vocación. El lápiz de Handke es su confidente; un compañero de juegos que evapora las imposturas tradicionales de la llamada “intelectualidad”; una especie de confesor en donde el escritor puede permitirse ser honesto. Mediante una dinámica festiva, el lápiz viaja a los parajes últimos de la creación y a los fundamentos imaginarios que les dan sentido: “Allí donde, en el fantasear, se forma finalmente la estructura, se inicia mi pensamiento personal”, escribe Handke. No existe una división tajante entre reflexión e invención: se crea al pensar y se comprende al crear. Las fantasías van descubriendo estructuras cognoscitivas que dilatan nuestros horizontes significativos, haciendo de la imaginación el motor de la razón. Para Handke es categórico el hecho de que la escritura nos ayuda a pensar, a darle a cada cosa, rostro y presencia una expresión. Reflexión y creación van siempre de la mano, una al lado de otra, complementándose y auxiliándose, recorriendo juntas los derroteros de la existencia. En tanto objeto parlante el lápiz trasciende los lugares comunes: su misión es buscar al otro hasta dar con él. El sentido se despliega rompiendo los límites del solipsismo, hallando los vasos comunicantes que, paulatinamente, nos aproximan a la alteridad. Este acercarse al otro no es, empero, una intrusión malhadada sino una suerte de empatía que pretende describir el mundo mediante un lenguaje plástico, material. Sólo así se logrará una verdadera comunión entre escritor y lector: “Yo tengo que materializar las visiones en el lenguaje: hacer que puedan reconocerse como experiencias compartidas”, dice Handke. Las palabras sirven para construir una Weltanschauung, una visión del mundo arraigada en lo cotidiano. Si algo deja ver el instrumento es que su contemplación no es suficiente para conocer los procesos creativos del escritor; que hay que usarlo, actuar, agregarle significado, dejar grabado cada secreto como si fuera verdadero: “Vosotros nunca habéis hecho más que interpretar y cambiar el mundo: pero lo importante es describirlo”. Historia del lápiz es un libro que pretende iluminar una pequeña parte de la realidad: aquella en donde el que escribe se acerca al que lee para mostrarle el andamiaje de su trabajo. Como un artesano, el escritor ventila su labor ante el otro recuperándolo en cada objeto y en cada línea. La brevedad con que están escritas las ideas, la economía de palabras ágil y despreocupada es una virtud propia del que tiene mucho que decir. Y aunque, después de tanto improvisar, surja el deseo de redactar un libro de talla descomunal, se hará pensando en que la gran literatura no es más que una mezcla compuesta de vivencias humanas y esfuerzos inhumanos, pues escribir —como bien queda ilustrado con la figura del lápiz— implica una sucesión de aciertos y correcciones, de coherencia y divertimento, de orden y esfuerzo. Porque escribir significa también tenerle miedo a la derrota. Cada mañana uno se pregunta con extraña insistencia si lo que logró redactar la noche anterior vale la pena o si por lo menos resulta legible. El atisbo de la caída está siempre presente, el tropiezo apremia y la derrota acecha en cada rincón. Jamás se extinguen aquellas fuerzas oscuras que nos incitan a revisar de nuevo un texto que no hace mucho creíamos terminado. Nada de lo que imprimamos está acabado, tal y como la realidad misma no deja de transformarse nunca. Aunque la literatura logre convertirse en el espejo de lo real, en una calca del mundo, la imagen proyectada será una imagen fugaz, instantánea, un timbre perdido en medio de la música ambiental: “¡Nada de escritos definitivos! Sólo apostilla tras apostilla”, escribe Handke. Es probable que al leer esta bitácora uno recuerde la forma con que están escritos los cuadernos de notas de Elias Canetti o, si pudiéramos rastrear tal estilo en “nuestras letras”, las páginas perfectas del ya mencionado Julio Torri, de Carlos Díaz Dufoo o Juan José Arreola. En el caso de Torri es notable cómo la escritura se revela también como una manera de asir la fugacidad del pensamiento, como una férrea voluntad contra el silencio, el olvido y la renuncia. Al igual que Handke, Torri precisó siempre de la dulce compañía del lápiz, compañía que le hizo sugerir: “Escribe luego lo que pienses. Mañana ya será tarde. Tu emoción, tu pensamiento se habrán marchitado. El escritor ha de tener a su servicio una firme voluntad; siempre ha de estar dispuesto a escribir (esa sombra de la acción) [...] Escribir es hoy fijar evanescentes estados del alma, las impresiones más rápidas, los más sutiles pensamientos”. Así, en la literatura no hay ciclos que se cierren por completo sino textos que, por lo pronto, quedan suspendidos en la inmensidad del mundo. Cuando un lápiz cae al suelo, produciendo un sonido tenue y diminuto, miles de historias se desprenden de su superficie y se esparcen por doquier, esperando que, al recoger su instrumento de trabajo, el escritor pueda integrarlas de nuevo a la suave madera que resguarda el grafito. ** Lobsang Castañeda lobsang_cs@yahoo.com.mx Ensayista mexicano (Estado de México, 1980). Licenciado en Filosofía por la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam, http://www.unam.mx). Ha publicado en diversas revistas y suplementos literarios así como en El hacha puesta en la raíz; ensayistas mexicanos para el siglo XXI (México, Fondo Editorial Tierra Adentro, 2006). Ha sido becario en ensayo de la Fundación para las Letras Mexicanas (2004-2006) y lo es actualmente del programa Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca, http://fonca.conaculta.gob.mx). |||||||||||||||||||||||||||| ENTREVISTAS |||||||||||||||||||||||||||| === Guillermo Cadrazco, un artista integral =============================== === “La poesía paga de muchas maneras” Rafael Ortega ================= Es cuentista, poeta, actor de teatro, compositor de música llanera y, sobre todas las cosas, un hombre del pueblo que observa y describe con fiel precisión cada detalle que tal vez por prisa o desgano se nos escapa de nuestros ojos en el diario trajinar. Cuando las raíces de un hombre están arraigadas en la tierra que le vio nacer, es inevitable percibir ese color local que le caracteriza. Por eso, al conversar con el poeta Guillermo Cadrazco se escucha en sus palabras ese sonido del pueblo que viene arrastrado por la brisa marina de las costas colombianas que fueron testigo de su llegada a este mundo, que él se empeña en cambiar a través de la poesía, allá en la Villa de San Benito Abad, en Sincelejo. Es cuentista, poeta, actor de teatro, compositor de música llanera y, sobre todas las cosas, un hombre del pueblo que observa y describe con fiel precisión cada detalle que tal vez por prisa o desgano se nos escapa de nuestros ojos en el diario trajinar. Tras una breve estadía en Colombia, Cadrazco se inició en el mundo artístico venezolano en los años ochenta, a la edad de dieciocho años, de la mano de Josefina Cabrices, en el grupo de Danzas 1º de Mayo, en Santa Rita. De aquellos tiempos, recuerda: “Siempre me gustó el trabajo folclórico, el trabajo cultural en las escuelas y nunca había tenido la oportunidad de participar porque a mis padres no les gustaba eso, pues significaba un gasto para ellos”. Pero una sola presentación en el barrio del grupo dancístico fue suficiente para encender la mecha artística de nuestro entrevistado, a quien el hecho de que los muchachos llevaran tres meses de ensayos no mermó sus ánimos, a pesar de que —como él mismo confiesa— “no sabía mover un pie”. Para aquel entonces, las letras empezaron a llamar su atención. “Andaba buscando esa forma y esa idea...”. Sentía que por sus venas fluía la música tradicional latinoamericana. “Somos latinoamericanos y, como buenos latinos, el sabor folclórico no deja de estar dentro de nosotros”. El canto de la música llanera, los poemas, sobre todo cuando escuchaba los primeros temas de Reynaldo Armas, así como de otros autores, tales como Montoya, Juan Vicente Torrealba, marcaron una huella indeleble en su inclinación musical. “Todo lo que hay dentro de ese universo del paisaje que describen esas letras hace que descubramos nuestra interioridad”. También la música vallenata fue una influencia para Cadrazco: “Toda esa música que yo traía de Colombia, escuchando las canciones de Alejo Durán, Calixto Ochoa, Los Corraleros de Majagual, Aníbal Velásquez, Lisandro Meza, me mostró que allí estaba el paisaje y allí estaba la interioridad del autor, la musicalidad, el poema estaba allí. En nosotros mismos. Y fui descubriendo eso que estaba en mi sangre. Y comencé a investigar, a escudriñar...”. Fue así como nacieron sus primeras composiciones para música llanera, junto a su compañero de estudios de bachillerato, Eduardo Cabrera, quien tocaba el cuatro. “Empecé a componer en el liceo. Allí tuve un profesor que se llamaba Carmelo, quien daba sus clases muy inspirado y nos hizo leer a Vicente Gerbasi, Pérez Bonalde, Aquiles Nazoa, y sus obras me incitaron a escribir mis primeros poemas, de los cuales yo pensaba que eran grandes. Y aún lo sigo creyendo, pues cuando creemos en lo que hacemos, empezamos a crear conciencia de nosotros mismos y eso es algo importante en cada uno de nosotros”. Escribir, para Cadrazco, se convirtió en un hábito que casi rayaba en el vicio: “Aquellos poemas eran rimados. Si venía el Día de la Madre, le escribía un poema a la madre; si era el Día del Padre, le escribía un poema al padre; si era el Día de la Secretaria, escribía un poema alegórico a las secretarias y estos trabajos los llevaba al poeta Adalberto Pérez Ramírez, quien los publicaba en el diario El Aragüeño”. Igualmente, “cuando se acercaba la fecha del Natalicio del Libertador, le escribía un poema al Libertador y me introduje en esa parte histórica. Siempre me gustó la historia”. Desde entonces, no ha parado de escribir y cuenta en su haber, hasta el momento, con dieciocho trabajos inéditos. Sobre su participación en los talleres literarios y la formación recibida en ellos, Cadrazco nos dice: “Cuando ingresé a uno de ellos, ya había ganado un concurso de cuentos. Tuve como compañeros a Efrén Barazarte, José Correa, José García, Esso Álvarez, quien hoy en día es un excelente fotógrafo, y Omar Gutiérrez, que en paz descanse... muy buena persona, mejor amigo, compañero... fue un muchacho, así como sus poemas, con bastante humildad”. En cuanto a las herramientas adquiridas en los talleres, tras haber repasado las obras de Cortázar, Borges, Octavio Paz, Vallejo, Neruda, T. S. Elliot, Roberto Juarroz, Whitman, Rubén Darío, declara que esto le ayudó a desarrollar más cosas, aunque “todo está hecho, lo demás es cuestión de composición. Componer con la espiritualidad. Desde allí, desde ese punto de vista interior, desde ese paisaje interior que nos mueve hasta lo que nos circunda, todo lo que nos rodea, las personas con quienes hablamos. Entonces, hacia eso vamos dando un vuelco. Vamos viendo que el lenguaje se torna interesante y vamos descubriendo todas las emociones que hay alrededor de nosotros y ese mundo inefable que siempre llevamos en nuestra visión. Lo que podría ser insignificante para algunos, para el poeta tiene un gran significado”. Algunas de las obras de Guillermo Cadrazco han sido reconocidas, tal es el caso del cuento “Tan sólo un sueño, presencié todo aquello”, que en el año 1984 recibió el premio del suplemento Orígenes del diario El Aragüeño, conjuntamente con el poeta Alí Rafael García Arriechi, de Barquisimeto. “Ese premio me ayudó con mi evolución. Me dio ánimos de seguir escribiendo, seguir ahondando, seguir buscando, porque todos los días buscamos”. Después, en el año 1986, obtuvo el primer premio en el concurso literario Lina Cabrera Sosa, en San Sebastián de los Reyes. Desde hace varios años coordina el taller literario Tiempo de Palabras en diferentes instituciones educativas del estado Aragua, donde participan no sólo alumnos, sino maestras, profesores y miembros de la comunidad. “Comencé el taller en una escuela ubicada en la avenida Constitución de Maracay, después me fui al módulo 12 de Octubre de Santa Rita y luego en Marionetas de Aragua, gracias a la colaboración de Juvenal y Xiomara. Proseguí en la Escuela Nacional Coropo, en la Parmanacay, la Arminda Morillo, la Reina de Vásquez y la Escuela Básica Nacional Ivonne González Marcano, entre otras”. Es preciso destacar su desinteresada entrega al trabajo creativo y su fortaleza ante los obstáculos que pueden presentarse en el oficio del escritor: “Cuando uno es poeta el lenguaje está dentro de uno. A través del conocimiento vamos creando conciencia. Muchos dicen que la poesía no paga, pero la poesía paga de muchas maneras, desde el punto de vista romántico, humanístico, espiritual, y hasta material, ¿por qué no? Desde cualquier punto de vista, la poesía paga”. Por tal razón, cuando se le pregunta si se considera un artista integral responde que sí lo es “porque nada se separa de nada, todo va unido entre sí y es una mezcla porque tenemos un punto donde desarrollamos cada trama (...) los actores tenemos que interpretar”. Incluso, entre sus planes futuros vislumbra la posibilidad de incursionar en la pintura: “De repente, un día me siento por ahí a pintar porque también tengo esa visión. Yo hago máscaras en arcilla porque allí están la poesía y el teatro presentes. Igual pasa con la música y todas las artes”. Autorretrato de un poeta Vilma Flores, una compañera de trabajo, un día me preguntó: “¿Por qué tu madre te parió poeta?”. Y yo le respondí: “Mis palabras revelarán el porqué” e inmediatamente subí a la azotea y escribí: Nos entendemos por lo que hablamos Por la infinita posibilidad poética Decir que soy poeta constituye y significa un alto grado de la vida Pernoctado en el alma Dibujado en lo que fui En lo que soy En lo que he sido Un heroico viajero en el tiempo Vivificado en la presencia de tu memoria Atado al río al atardecer a las flores que me adornan a este caudal divino del habla guiado por notas musicales y soy poeta porque Dios me adornó con su palabra enseñándome triunfos y derrotas para que habite eternamente en el sendero del Quijote allí en El llano en llamas dentro de Cien años de soledad donde definitivamente convivo con Dios ** Rafael Ortega rafaelortega@letralia.zzn.com Escritor venezolano (Maracay, Aragua, 1969). Es técnico superior universitario en publicidad. Ha sido jurado en concursos literarios del estado Aragua. Textos suyos han sido publicados en revistas y periódicos venezolanos, así como en las antologías Narrativa aragüeña en Tierra de Letras (Senderos Literarios, 1997), Narrativa de Aragua (Secretaría de Cultura del Estado Aragua, 1997) y Muestra de minificción aragüeña (Secretaría de Cultura del Estado Aragua, 2001). En 2002 publicó su libro de cuentos La última sutileza del diablo. ||||||||||||||||||||||||||| SALA DE ENSAYO |||||||||||||||||||||||||| === Un solo soñador: el ensayo en Latinoamérica Karina Falcón ======== “Hay un solo soñador; ese soñador sueña todo el proceso cósmico, sueña toda la historia universal anterior, sueña incluso su niñez, su mocedad... En ese momento empieza a existir, empieza a soñar y es cada uno de nosotros, no nosotros, es cada uno”. Jorge Luis Borges, La Pesadilla 1980 He de ver a toda Latinoamérica, experimentada, traducida y expuesta al Universo a través de las ideas de su soñador, que apelando al solipsismo es cada uno de nosotros y no nosotros en conjunto. Este soñador que respira gracias al aliento que de su patria extrae; que de sus imágenes como un gran manto se arropa de la indiferencia fría; que existe por la palabra que corta en racimos de los viñedos míticos de su Latinoamérica: única y en constante Génesis. Latinoamérica que es mujer, con su delgada cintura húmeda y las carnosidades peruvianas que la coronan, los declives que la suavizan, el desierto a sus pies postrado —al pecho sosegando— y los destellos afluentes que le abrillantan de norte a sur su glorioso cuerpo. Ella que es mujer, posee la fertilidad serena que aguarda por los huertos de ideas y los gritos de pertenencia que sus hijos, sus soñadores hacen brotar a través de la palabra. Latinoamérica es palabra. Jorge Luis Borges decía que el sueño es el género y la pesadilla la especie, válido es decir que Latinoamérica es el sueño y el género es el ensayo; la pesadilla, la especie sería entonces el silencio en estas tierras semi-vírgenes que aún buscan ser dichas y nombradas, que aún tienen mucho que ofrecer para sondeo de sus soñadores y los que aún duermen sin soñar pero prontos están a hacerlo. Carpentier hablaba de la musa nombrada América con la magia que un niño recién abierto al mundo lo haría y a través del Orinoco la reconoció como un Génesis constante y una forma de lo sagrado en cada visión consecuente. Si bien para la segunda mitad del siglo XX ya había muchos ensayos acerca de la América, Carpentier atina en descender a los parajes poco explorados de la musa y hablar del folklore que escondía, de su musicalidad lista para ser pronunciada. ¿A qué suena América? A polifonías. Cánones. Contrapuntos. Voces húmedas y de tierra... ¿Al Orinoco? ¿Al río Bravo? ¿A los Andes? ¿A la mujer dormida? A él le sonaba a nueva en cada próxima visión que de ella obtenía. De él se desprende el observar y analizar la responsabilidad que posee el hombre (y aun más el hombre escritor) con respecto a la historia de su identidad, de su tierra. En Alejo Carpentier es fácil reconocer este puente tan corto que establece entre el hombre y su historia; y la trascendencia de ambos a través de la palabra. Y el reconocimiento continuo de desanudar leyendas aprisionadas en la no-exploración mediante las letras, mediante el ensayo. El soñador, este hombre sensible que explora con ojos de niño, ha buscado a lo largo de más de un siglo hablar de su identidad, de su independencia y de los procesos históricos que le han acompañado en su diurna siesta. Los ensayistas de Latinoamérica han establecido puentes seguros entre hombres de distintos tiempos y sus diferentes formas de ver a la musa. Manuel González Prada erigía con fuego este puente entre tiempos. Hablaba entonces en la primera mitad del siglo XX, de la América exacerbada en pro de una homogeneidad heterogénea revelada en la Lima precolombina, que tomaría su rumbo entre luces tenues y otras turbadas por la madre España hacia un criollismo fructuoso cimentado en la conmiseración del indio. Tema que sería retomado años después por el venezolano Arturo Úslar Pietri en su ensayo El mestizaje creador. En González Prada encontramos la lucha de clases, la lucha de gigantes en una misma selva, la celebración de la humanidad y el trabajo sólo a través de la pasión, pasión que hoy en día duerme y lo hace sin soñar; encontramos, como en todo ensayista latinoamericano, la voz que habla por la nación y un pueblo, desde una perspectiva personal y subjetiva. Y el corazón apesadumbrado de una vida intelectual endeble que se refugia en el obrero para levantar su voz. José Enrique Rodó compartía el sentir de pesadumbre que caía en los hombros de la juventud y posteriores generaciones de América Latina que ejercieran la “profesión de fe”, de dar arte por el arte mismo y encontrar en ella la pasión latina común, compartida por cada soñador y creador. Rodó hablaba de la identidad latina ya antes dicha, pero esta vez dando personalidad a los pueblos en diversidad constituyentes. Buscó raíces más profundas ligadas a la identidad nacionalista y encontró características renovables, pasajeras pero perdurables que ligaban no sólo a la gente de una nación, sino a las naciones pertenecientes a un continente fijo en un sello original y preciso que habla de su propia definición del hombre. Y aquí el comienzo del hombre que inicia la época: el hombre rebelde. Existe una modernización y reajuste de la definición de hombre de acuerdo al tiempo, cada tiempo lleva consigo los símbolos que decodifican el carácter del soñador, del hombre en cuestión. Es asunto crucial saber manejar estos símbolos para reconocer al hombre y traducirlo en imágenes a través de un diálogo único, que sólo puede ser cultivado en agros del ensayo. Pues a través de este diálogo es posible encontrar el conocimiento. Continuando con el sentido de pertenencia implícito e insistente en los ensayistas de Latinoamérica, no se puede dejar de lado la subversión inmutable y la curiosidad que cargan sus textos. Fernando Ortiz, ensayista cubano, ya conversaba de “transculturación” para referirse al tránsito de la cultura latinoamericana teniendo como referente la cultura africana. Con Rodó uno puede contestar la pregunta ¿A qué sabe América? Millones de sabores se acercarían a la respuesta. Sabe a Azúcar. A yerbas. A tabaco. A maíz. ¿A frutas tropicales? ¿Qué sabor tiene la musa? Tiene sabor a letras, a escritura. Tal como lo refería Rosario Ferré, al hablar de la cocina de la escritura y la importancia de la narradora en esta empresa. Ella hablaba de su creación como un escaparate necesario para sus decepciones y heridas, donde el folklore era la pluma que sedimentaba su sentir y el ensayo la forma más adecuada para darlo a conocer. Se refugió en las letras para dialogar acerca de su identidad, no sólo como latinoamericana, sino como mujer. Abordó el tema de la imaginación y las diferencias posibles en hombres y mujeres con respecto a la creación literaria. Con un halo sedicioso pero un tanto dolorido escribió desde el lado femenino de la musa. Desde otra parte de esta enorme identidad, el lado de la literatura escrita por mujeres tan retomado en las universidades europeas y acunado por Rosario Ferré como un hambre primordial. Es muy interesante encontrar en las ensayistas la búsqueda de su identidad como latinoamericanas y el enorme impulso de platicar su encuentro desde sus ojos femeninos. Dar a conocer el aroma de la musa a través de ropajes de indias, escritoras y artistas; del talle hermoso de otro segmento en ella nunca antes explorado. Con Gabriela Mistral acertamos en un Chile femenino, marino, perfecto y leonino: tal como ella. Con un folklore y visión que se tornan populares y graciosos, llena de ritmo su narrativa, habla de las letras, sociedades, educación y guerras, de esas que se hallan en los escenarios diarios de la vida. Las que libran las madres, maestras, alumnas y demás mujeres que se estaban abriendo a una nueva Latinoamérica llena de posibilidades. Sin embargo, no sólo estas visiones nos dejan ver las ensayistas. Beatriz Sarlo, ensayista argentina de la segunda mitad de siglo XX narraba sobre la historia, la postmodernidad, la guerra, la cultura y la transición de las palabras hechas literatura al paso del tiempo. En su ensayo ¿Descripción celebratoria o descripción crítica? Sarlo presenta la cuestión del vivir el pasado como el presente y la crisis de la transición hacia la globalización. Que sin duda ostenta una Latinoamérica más explorada, retomada desde la sociedad y ya no desde su orografía y características solo físicas. Tras la confesión de la pertenencia latinoamericana a través de una narrativa en búsqueda, llegó la penitencia de expresarla en emociones. La musa hablaba a través de sentires y la enunciación de lo mágico mediante un estilo que pudiera mostrar lo común y lo cotidiano en términos de lo irreal e insólito. Ya con Miguel Ángel Asturias encontramos en su ensayo una sociedad denunciada y en perspectiva ligada a otros países. Invocó a la mitología de una manera más clara y notoria con palabras de un toque más poético y una estilística del sentir, más que del pensar y razonar. Evocó imágenes y símbolos para descubrir una nueva identidad propia, una nueva identidad del soñador que explicitaba su sueño y lo hacia volar como aves exóticas sobre una Latinoamérica selvática y multicolor. Exploró el carácter físico de su tierra y su vegetación surrealista hasta integrarlos en el nuevo diálogo: del realismo mágico. Y de la mano de autores como Gabriel García Márquez o Alejo Carpentier el género se creció. El colombiano Germán Arciniegas poseyó ese mismo diálogo en muchos de sus ensayos. Mostraba una Colombia en el cambio, donde la identidad era tejida por los nuevos elementos que se integraban como modernidad. En su ensayo El automóvil mostraba los nuevos proyectos que embellecían a Colombia de los años 30’s, los retratos y fenómenos que la erigían; la estampa que observaba lejos de su Latinoamérica. Desde Europa, donde se tenía una mejor posición para revelar la belleza de las tierras americanas. La tecnología y la literatura tomaban de la mano a los ensayistas y les llevaban a proliferar sus escritos. Ya conquistada la soberanía en el género faltaba discernir corrientes y encontrarse en ellas para hablar desde ahí, en deíctico. Con Enrique Anderson Imbert podemos vislumbrar una Argentina de tecnología; una Argentina como metáfora del siglo venidero. Así lo decía Octavio Paz: “Cada civilización una metáfora del tiempo”. Y Argentina era una metáfora de ciencias aplicadas, de máquinas, de industrias, del capitalismo y el conflicto que se estaba produciendo a partir de la conjunción de estos términos. Por el lado de la literatura, Anderson Imbert se pronunciaba a favor del ensayo y las bondades del “nosotros” en vez del “yo” a través de éste género. Discutió la importancia del género y la seriedad que le abanderaba, donde el ensayo no era un texto producido por la pluma mozuela y neófita de indecisos y aprendices. Todo lo contrario, era producto de la revolución de espíritus que en su ingeniosidad y conocimiento podían producir un diálogo de temas diversos. Del realismo mágico escribió una breve biografía, nombró a los autores más representativos y los cimientos de lo “real maravilloso”. Entonces encontramos una nueva línea para el ensayo en nuestra tierras. De los platillos voladores de García Márquez a los paraísos artificiales de José Miguel Oviedo hay un gran paso, y un camino donde el género del ensayo madura y crece. Con Oviedo y Gabriel Zaid encontramos una América en subdesarrollo, una musa con defectos y corrupciones. Una musa ya no de pertenencia y sus hijos soñadores sin sueño y en mediocre conocimiento. Para Oviedo el nombre América Latina ya no poseía una identidad segura dentro de sus territorios. Su América era la que los anglosajones estudiaban y conocían mejor, aun mejor que sus propios hijos latinos. La lucha contra el imperialismo y la necesidad soberbia de deslindar las clases dominantes para un mayor reconocimiento de identidad eran su preocupación. Para Gabriel Zaid la economía fungía como preocupación central en muchos de sus ensayos. Los intelectuales y la poesía venían a constituir un rubro importante y responsable de tránsitos productivos dentro de la sociedad, poseedores de la verdad y la sanidad de la memoria. Pues muy cierto es que la salud de una nación la constituye la memoria. En este caso Latinoamérica se encontraba enferma y ha enfermado mucho más. Ya Monsiváis, Héctor Libertella y Enrique Krauze reconocían la generación a la cual pertenecían y los problemas a contrarrestar, la economía y democracia como centro en sus ideas nos dejaban ver de forma clara la tiranía en la cual muchos de los países en América Latina se encontraban sumergidos. Y que aún se encuentran. Tomándoles como referencia nos encontramos con la América Latina actual, tierra varia de autócratas y democracias en batalla. De tendencias y transiciones cuya palabra más fiel y que invita al diálogo, al encuentro identidad-inserción mundial, sigue siendo ésta: Ensayo. Éste que habla por su patria y por su tierra, por las tierras hermanas que le rodean y las bondades que ofrece. La orografía, la hidrografía, la sociografía y las emociones de estos declives encierran un continente que constantemente se traduce en Génesis, que cuando parece cerrarse al tiempo y a la exploración se vuelve a abrir para dar más que celebrar. El ensayo es una provocación y una incitación honesta al diálogo. Conocer del ensayo en Latinoamérica es una invitación a la identidad, la expresión y negación de su origen, de forma subjetiva y, como diría Quevedo, “Dan a leer sus ojos” al mundo. Transitan con el tiempo y se quedan en la intemporalidad de la palabra, única e intransigente que reconoce lo humanizado en los rincones del tercer mundo, en la democracia perdida y la autonomía y soberanía reconquistadas gracias al verbo. La responsabilidad por las raíces que se llevan al escribir es develada desde el más profundo sentir de los ensayistas. Que hablan desde un mundo objetivo, bajo el cielo relativo que todo permite, pero que todo medita y escudriña hasta hacer una poética, un ritmo, un canto, una polifonía. Una realidad extradiscursiva que representa una realidad, un sueño y un género. ** Karina Falcón karinafalcone@hotmail.com Escritora y docente mexicana (Ciudad de México, 1984). Es autora de Diez cartas al abismo (2003) y Devoción: poesía de la carne (2006). Fue incluida en la Antología internacional de poesía amorosa (2006) junto a Enriqueta Ochoa (México), Charlotte Grasnick (Alemania), Jorge del Castro Pinto (Colombia), Elmys Garcia Rodríguez (Cuba) y otros poetas. Ha publicado en distintas revistas literarias de México. Ha investigado sobre la mitología griega, iconografía de lo femenino y de la participación de la mujer en lo sagrado, religioso y espiritual. Ha impartido cursos y ofrecido conferencias sobre mitología, conocimiento ancestral, el rol de la mujer en lo sagrado en lugares como la Universidad de Londres (http://www.lon.ac.uk, 2004-2005) y World Trade Center en la Ciudad de México (2005). Es fundadora del colectivo literario y escénico “Templo de la luna: Novena Luna” con el cual se ha presentado en distintos lugares como parte de las “Noches de Poesía en Voz Alta” que busca dar difusión a autoras hispanoamericanas de cuento y poesía. Es profesora del idioma inglés desde 2002, especializada en gramática y literatura. Ha sido entrevistada en radio y medios impresos como los diarios Reforma (http://www.reforma.com) y El Universal (http://www.eluniversal.com.mx) acerca de su visión como poeta y creadora. === Libertad, igualdad y fraternidad, pero no para los indios ============= === Carlos Bastidas Padilla =============================================== Emancipada nuestra América del hispano coloniaje, signados por los princi¬pios tutelares de la soberanía nacional y el liberalismo burgués, nuestros países vinieron a dar en repúblicas regidas por constituciones que, en la letra, garantizaban la soberanía popular, la división tripartita del poder, la igualdad ante la ley, la tutela de las libertades democráticas, los deberes impostergables e irrenunciables de los gobernantes en relación con los derechos de los ciudadanos por quienes y para quienes, sin distingos de raza, credo o posición económica, se levantaron los estados de derecho: soberanos, democráticos, unitarios, encargados de promover y sostener la fraternidad, las libertades, la igualdad, el bien común y la medida de la justicia distributiva que decide lo que es igual y lo que no es igual. Que el problema de la independencia no era el cambio de forma, sino el cambio de espíritu, dijo José Martí. Pese a la proclamación republicana de la igualdad jurídica de todos los ciudadanos, en los países latinoamericanos se conjugaron varios factores para mantener el sistema de gobierno y de producción colonial que se pretendió derribar con la independencia de los países de la Nueva España; los criollos no hicieron otra cosa que sustituir a los peninsulares en el manejo de la estructura del poder; se mantuvo inmodificado el rígido sistema de castas; el modo de producción siguió sustentado bajo el régimen servil del indio que de encomendado semi-siervo pasó a ser siervo y peón en las grandes propiedades rurales. Siguió en pie, por obra y gracia del caudillismo militar y de los caciques de nuevo cuño, la esclavizante y sistemática incomunicación entre los pueblos. La jerarquía clerical continuó erguida dominando la sociedad y estorbando todo anhelo de cambio que mortificara a Dios, a sus mitrados representantes en la tierra, o que amenazara con tocar sus privilegios que, entre otras gracias, había dado lugar a la detentación de inmensas propiedades territoriales amortizadas en sus manos. “La República no aportó nada nuevo a la América Latina, desde el punto de vista de la constitución social: la aristocracia terrateniente conservó su estatus de privilegio y la condición de centro de gravedad en el nuevo sistema de poder” (1); es decir, lo que quedó pendiente tras el triunfo de las armas republicanas en América Latina fue la emancipación social. La Corona española en varias ocasiones había legislado en favor de los indios; empezando porque las Leyes de Burgos, promulgadas en 1512, cargaron, frente a los indios, de responsabilidades a los encomenderos para que en las Indias no establecieran señoríos; se mandó que a los indios, junto con la instrucción religiosa, se les enseñara a leer y a escribir, y a los hijos de los caciques que se les enseñase también gramática latina; se prohibió el trabajo de las indias embarazadas; ordenóse el pago de un salario al indio “por el día que trabajase”; que se tratara a los nativos como a personas libres, y que si ellos daban muestras de poder gobernarse por sí mismos se los dejara hacerlo; que no se los hiciese traba¬jar lejos de su casa, para que después de sus jornadas laborales pudieran descansar junto a sus familias y dedicarse a su comercio; en fin, que debían ser tratados “como personas libres, como lo son, y no como siervos...”. “Que no consientan ni permitan hacer guerra a los indios, si no fuere en los casos expresados en el título de la guerra, ni otro cualquier mal, ni daño, ni que se les tome cosa ninguna de sus bienes, haciendas, ganados ni frutos, sin que primero se les pague, y dé satisfacción equivalente, procurando que las compras y rescates sea a su voluntad, y entera libertad, y castiguen a los que les hicieren mal tratamiento o daño” (2). Pero los reyes mandaban sobre las Indias sin gobernar en ellas más que los encomenderos que ejercían la encomienda, como decía Fray Domingo de Las Casas, contra el bien de la “república indiana; Ítem contra la razón y la prudencia humana; Ítem en contra del bien y el servicio del rey, nuestro señor, y contra todo derecho civil y canónico; Ítem, es contra todas las reglas de la filosofía moral y teológica; Ítem, contra Dios y contra su intención y contra su iglesia” (3). En el caso de los indios norteamericanos, también la corona los acogió bajo su regia tutela. Pasada la Colonia, la Ordenanza del Noreste, de 1787, declaraba en su artículo III: “La mejor buena fe será siempre observada para con los indios; sus tierras y propiedades no serán jamás tomadas sin su consentimiento (...); deberán ser promulgadas de tiempo en tiempo, leyes fundadas en la justicia y la humanidad, a fin de evitar que les sean cometi¬das injusticias y a fin de preservar la paz y la amistad con ellos” (4). Como se dijo, desde un comienzo la Corona Británica reconoció en cabeza de los indios la propiedad de la tierra; pero pasada la euforia igualitaria de los revolucionarios norteamericanos, y no obstante el espíritu benefactor de la citada Ordenanza del Noreste, a los indios no se les reconoció derecho de propiedad alguno sobre sus tierras, sino el right of ocupanccy (derecho de ocupante); en consecuencia, sólo había que desalojarlos de la tierra que ocupaban para tomar posesión de ella. En los territorios descubiertos y conquista¬dos por los ibéricos, la tierra americana se enajenó por el derecho de descubrimiento y conquista, y “se dio, concedió y asigno” “a perpetuidad” por el Papa a España y Portugal mediante la bula ínter Caetera en 1493 y por el Tratado de Tordesillas del año siguiente. Así que, por concesión papal, los reinos de España y Portugal accedieron al justo título sobre el dominio del Nuevo Mundo; concesión hecha a perpetuidad, “por siempre jamás”, para la predica de la doctrina cristiana y la conversión de los indios. Por otra parte, mientras en Norteamérica los anglosajones excluyeron al indio como fuerza de trabajo, en el Nuevo Mundo español los indios, primeramente fueron repartidos por los capitanes de la conquista entre los colonos que sin ningún reparo humanitario se beneficiaron de su trabajo servil; después, por mandato real, según la cédula de Medina del Campo de 1503, encomendados a los españoles como privilegio real, de acuerdo con los servicios prestados a la Corona, aunque se responsabilizó a los encomenderos del cuidado de los indios; es más, para evitar que la raza indígena se extinguiera en servidumbre, hacia finales del siglo XVI la Corona creó la institución de los resguardos; es que la Corona se vio precisada a equilibrar una política que con la Mita y la Encomienda favoreciera al conquistador, y con el Resguardo preservara de su aniquilamiento al indio; que al fin de cuentas, había que proteger de algún modo la fuerza de trabajo, como durante el industrialismo el capitalista ordenaba bajo la amenaza y cumplimiento de severas penas el cuidado de la máquina por parte de sus miserables operarios. Con todo, las Leyes de Indias —firmes en su propósito de evitar que en Nuevo Mundo los españoles formaran señoríos— reconocieron a los jefes de las tribus como señores naturales y dueños de sus tierras; así vinieron los territorios indígenas a tomar el nombre del cacique que señoreaba en ellos y que tenía como vasallos suyos a los indios que vivían en su jurisdicción; así, en condición de vasallaje directo o indirecto los quería la feudal España; no como esclavos sobre los que podían disponer los conquistadores a su amaño; de ahí la pregunta de la reina Isabel al saber que Colón había repartido los indios de La Española entre sus hombres: “¿Con qué autoridad dispone el almirante de mis vasallos?” (5). La misma reina en su testamento ordenó al Rey, a su hija y al esposo de ella que “pongan mucha diligencia, e no consientan ni den lugar que los indios e moradores de dichas yndias e tierra firme, ganadas e por ganar, reciban agravio alguno en sus personas ni bienes; mas manden que sean bien e justamente tratados; e si algún agravio han recibido, lo remedien y provean” (6). Como vasallos del rey fueron tenidos los indios del Nuevo Mundo, no como esclavos —a menos que fueran levantiscos o caníbales—; pero, a pesar de los cuidados de la Corona, sometidos al régimen de la Encomienda, los indios cayeron de hecho en servidumbre —España quedaba lejos, y aquí las órdenes reales se acataban pero no se cumplían. Los españoles se lanzaron a la aventura americana para señorear, para hacer fortuna y regresar después a España a reclamar mayorazgos o condados; así es que contra la voluntad real, en las Indias hubo trasplante de señoríos, y a pesar de la cautela con que se procedió a adjudicar tierras, los encomenderos terminaron por convertirse en terratenientes y señores, pues la tierra que se les asignó, de acuerdo con las disposiciones reales, la agrandaron con el despojo de las tierras de los resguardos indígenas; con las de los pequeños propietarios que las perdían por no poder hacerlas producir, debido al escaso número de indios que se les había repartido para tal efecto; con la apropiación de las llamadas “tierras realengas” y las ejidales. Se desalojó a los indios de los resguardos, porque teniendo éstos allí sus tierras de labranza no se mostraban interesados en dejarse explotar en tierras del encomendero; de ahí que con este pretexto se las quitaron y se les dejó conservar las menos aptas para el cultivo; así se tuvo al indio en disposición de ir a trabajar como siervo o como peón en las tierras de los laicos o en los latifundios de la Iglesia que se ensanchaban también porque los clérigos, como prestatarios agiotistas, se apoderaban de las tierras de los propietarios insolventes, y porque en las disposiciones testamentarias conseguían que, a cambio del santo viático para el viaje al cielo, se les legasen tierras, con lo que la Iglesia pasó a ser propietaria de tales latifundios que fincó en ellos su ilimitado dominio en América. En México, por ejemplo, llegó a ser dueña de más de la mitad del territorio; en Córdoba del Río de La Plata, más de la mitad de los esclavos, al tiempo de la expulsión de la Compañía, eran de propiedad de los jesuitas; en la Nueva Granada el monopolio de la tierra corría por cuenta de la Iglesia, y con tal perjuicio para el Nuevo Reino, que en su Relación de Mando de 1727 el Presidente Antonio Manso Maldonado decía que una de las causas de la postración económica del Nuevo Reino era el excesivo afán de lucro de los ministros de la Iglesia que “poco a poco se han hecho eclesiásticos todos los bienes raíces de calidad, que apenas se encontrará casa o hacienda que no sea tributaria de eclesiástico” . En Ecuador, la mayor parte de las mejores tierras del país era de los jesuitas. “Ciegos de codicia”, dice el obispo González Suárez, “muchos sacerdotes alcanzaron a enriquecerse, buscando para sí los bienes miserables de los indios (...). Los abrumaban con trabajos penosos, sin darles jornal alguno, y en las fiestas religiosas ponían mayor empeño en exigir sus emolumentos temporales antes que en instruir a sus feligreses” (7). * Trescientos años después del descubrimiento, los encomenderos o los descendientes de ellos se libraron de las formaletas reales y se quedaron con las tierras del indio y con el indio sin que mediasen intromisiones regias. La mayor parte de los indios vino a la República de mala gana, oponiéndose a la independencia de España; así pasó en Guatemala, Cuba, Panamá, Perú, Uruguay, en las provincias de Santa Marta y Pasto y en las regiones indígenas de Oaxaca y Chiapas, de México, y no fue raro encontrar indios llorando porque “Ya no había mas rey”. ¿Cómo explicarlo? ¿Y por qué los indios iban a alegrarse de que con la independencia quedaran los criollos como dueños absolutos del poder? ¿Acaso no eran los mismos que durante siglos habían usufructuado su fuerza de trabajo? ¿Sus enemigos jurados? ¿Los que contrariando las órdenes reales los habían convertido en esclavos y hecho víctimas de sus desprecios? No hay que olvidar, de paso, la decisiva influencia ideológica de la Iglesia sobre el realismo de los indios, cuyo aislamiento, hábitos adquiridos, falta de ilustración, no les permitió entender el momento histórico en que vivían. “Temed a Dios y honrad al Rey” era la consigna religiosa; con todo, los indios de Pasto y Santa Marta, por ejemplo, preferían a los realistas que defendían a un rey que, aunque lejano, era su protector, y que no era malo con ellos: los malos eran sus subalternos, sus delegados, el gobierno que se ejercía en su nombre; por eso gritaban los diez mil indios, junto con los demás comuneros de la revuelta de 1781: ¡Viva el rey; muera el mal gobierno!; igual grito resonó antes entre los indios que en 1765 se rebelaron en Quito y que tras su triunfo contre los alcabaleros, de rodillas ante el retrato del Carlos III expuesto en la plaza mayor, pie derecho en tierra, le rindieron pleitesía y vasallaje. El mismo inca Tupac-Amarú, después de coronarse rey, en un edicto que envió a la ciudad de Cuzco, el 20 de noviembre de 1780, decía que su único ánimo era “cortar el mal gobierno de tanto ladrón zángano que nos roba nuestros panales” (8). Y América dejó de tener reyes y se quedó con el “mal gobierno”, jamás regido, como lo querían las utopías liberales, por la razón y la naturaleza. Más malos que los que venían no fueron para los indios sus reyes; que al menos ellos les permitieron el usufructo de los resguardos, porque los republicanos lo primero que hicieron fue reparar en que la tierra en manos de los indios era un bien de manos muertas, en una época en que, signados nuestros pueblos por el mercantilismo inglés, el capital comercial de los dueños de los medios de producción se volcó sobre la agricultura como base fundamental del mercado interno y de exportación. Por mandato del Congreso de Cúcuta, en 1821, quedaron abolidos los resguardos (aunque la disposición no se cumplió sino en 1832). Es que los resguardos, decía José María Samper ...estancando, inmovilizando la propiedad del indio y haciéndola indivisible, condenaron a los indios a dos cosas deplorables: 1º la incapacidad de ser jamás artesanos, obreros o cualquier otra cosa distinta del oficio de agricultor —lo cual equivalía a mantener al indio enteramente extraño al contagio de la civilización y al movimiento de la vida social—; 2º a ser pésimos agricultores, puesto que careciendo de propiedad fija personal, determinada y transmisible, no podían tener interés ninguno en mejorar cierto terreno, ciertos caminos, puentes, regadíos, etc., exactamente, como los bienes de manos muertas y los de particulares proindivisos... (9). Las leyes no decían que lo que se buscaba para las nuevas formas de producción republicana eran las fuerzas de trabajo libres de ataduras patrimoniales que pudieran inmovilizarlas, y libres de esclavitud o servidumbres: los resguardos sustraían la mano de obra que necesitaban los latifundistas e impedían que la tierra fuera objeto de la especulación mercantil; y así la tierra, convertida en mercancía, vino a concentrarse en pocas manos, y de los extinguidos resguardos salieron contingentes de obreros que con los esclavos manumitidos pasaron a engrosar la fuerza de trabajo miserable que abarrotaba las haciendas de los republicanos que, desligados de obligaciones con sus esclavos y los indios, los cargaron de deudas para que durante toda la vida trabajaran para ellos y heredasen a sus hijos el servilismo irredimible al servicio de la trilogía llamada “infame”: el hacendado, el militar y el cura. Con la independencia, ahora todos somos peruanos, dijo en el Perú San Martín. Ya no hay indios, sino peruanos; pero con prohibir las palabras “indio”, “indígenas” o “naturales” no cambió la real situación de “los hijos y ciudadanos del Perú”, que el 4 de julio de 1825 quedaron sin resguardos, por disposición del Libertador Simón Bolívar, quien decretó desde el Cuzco la repartición de las tierras de comunidad, incluyendo las de los caciques y recaudadores que las habían obtenido prevalidos de sus oficios. El mismo día extinguió el título y autoridad de los caciques en el Perú; esto porque “la Constitución de la República no conoce desigualdad entre los ciudadanos”; aunque también, para acabar con el trabajo servil del indio por parte de los jefes civiles, curas, caciques y hacendados, decretó que no habría en adelante trabajo del indio que no esté sustentado en un contrato libre que fije el precio de su trabajo que deberá ser en dinero contante y no en especie; entre otros considerandos, para este decreto se tuvo en cuenta el gravoso pago “de los derechos excesivos y arbitrarios que comúnmente suele cobrárseles por la administración de los sacramentos”. A mediados del siglo XIX, en casi todos los países latinoamericanos se agudizaron los conflictos de tierras con los indios amparados en los resguardos y que no podían exhibir los justos títulos según los requerimientos del Código Civil. Por las tierras de manos muertas se enfrentan también los gobiernos republicanos con la Iglesia, sobre todo en México (1850) y Colombia (1861). Y con todo, la situación del indio continuaba empeorando y seguía la tierra concentrada en pocas manos; y lo que del México de 1857 decía el constituyente Ponciano Arriaga, en palabras de Jesús Silva Herzog, se podía decir, palabras más, palabras menos, de los demás países latinoamericanos: ...en su aspecto material la sociedad mexicana no había adelantado, puesto que la tierra continuaba en pocas manos, los capitales acumulados y la circulación estancada. Decía también que en su concepto los miserables sirvientes del campo, especialmente los indios, se hallaban enajenados de por vida, porque el amo les regulaba el salario, les daba el alimento y el vestido que quería y al precio que dese¬aba, so pena de encarcelarlos, atormentarlos e infamarlos si no se sometían a su voluntad... (10). Es que se discutía en la Constituyente de ese año los principios básicos de la Carta Fundamental de la República de México; en las mismas sesiones, decía Vallarta que la Constitución democrática que se estaba discutiendo sería una mentira y un sarcasmo si no se garantizaban los derechos de los pobres y si no se les aseguraba la protección contra los señores feudales improvisados y anacrónicos (11). ¿Y en la República ya no es libre el indio? Si se lo ha subido a la categoría de ciudadano, debe serlo. Tal vez por eso los liberales se preocuparon primero por hacerlo propietario; así se hizo en Perú, en Colombia, en México, en Ecuador...; la propiedad comunal no iba con la república liberal que entre nosotros sirvió para erigir al individualismo como suprema enseña del ciudadano; a pesar de sus duras y victoriosas batallas contra el despotismo, contra los privilegios de la Iglesia y la tuición de cultos, contra el colonialismo, contra la esclavitud... Ahora el liberalismo quiere ciudadanos iguales, libres y unidos por la fraternidad. El ciudadano americano es libre ya para darse su propia forma de gobierno a través de elecciones democráticas; pero para ser elector se necesita ser propietario, tener un sueldo y saber leer y escribir; entonces, mas allá de la utopía liberal de la igualdad jurídica, el indio estaba lejos de llegar a ser ciudadano; no cabía el indio dentro de los postulados filosóficos del liberalismo económico y político. * Al capitalismo vinimos a dar los latinoamericanos en calidad de proveedores de materia prima, y nuestro accionar económico fluctuó entre el librecambio y el proteccionismo. Por el librecambio caímos en los barcos mercantes de los ingleses proteccionistas en su economía interna y librecambistas a cañonazos frente a los puertos de países con veleidades proteccionistas, como el de Buenos Aires durante la dictadura de Rosas. En la Nueva Granada, Florentino González y Murillo Toro propugnaban por el librecambio “para corresponder cumplidamente”, como decía Murillo Toro, “a esa invocación de fraternidad industrial que nos llega desde Europa...”; y respecto al librecambismo que defiende Florentino González en 1848, para que dentro de la división internacional del trabajo haya países industrializados y proveedores de materias primas. Luis Eduardo Nieto Arteta, en su libro Economía y cultura en la historia de Colombia, se llena de coraje contra González: “Es Florentino González el primer desgraciado defensor de tan equivocada posición ante el desarrollo de la economía neogranadina” (12). El librecambio, durante la década de los años cincuenta del siglo XIX, trajo consigo en Latinoamérica la acumulación primaria del capital que precisó de la consolidación de los latifundios para satisfacer la demanda externa de los productos agrícolas. Comerciantes y terratenientes conformaron una nueva aristocracia señorial sustentada en el mercado de trabajo y en la acumulación de tierras en las cuales el indio pasó a ser asalariado. Las haciendas algodoneras, cafetaleras, tabacaleras o ganaderas lo convirtieron en jornalero del campo; así los encontramos en México durante el porfiriato; allí, de 340 terratenientes con haciendas hasta de 1.000.000 de hectáreas (como la de Canutillo), según John Reed en su México insurgente, dependían 12.000.000 de jornaleros campesinos, el 80%, del total de una población mexicana de 15.000.000 de almas. En las mismas haciendas se levantaban los cepos para el indio y las tiendas de raya en donde, vendiéndole al indio a precios más altos que en el mercado, lo endeudaban de por vida con la compra de productos alimenticios, vestidos, herramientas, aguardiente y pulque con lo que lo enviciaban y lo sometían como a los brutos. En cuanto a su miserable jornal, “apenas le alcanzaba para que él y su familia comiera lo indispensable para no perecer. Sus hijos, desnutridos, víctimas de la injuria, de la ignorancia y de enfermedades infecciosas, morían con frecuencia antes de cumplir dos años. En cuanto a aquellos que a pesar de todo triunfaban en un medio tan hostil, su destino era ser para siempre peones de la finca como sus padres, sus abuelos y sus an¬tepasados” (13). Con razón, se lanzaron en medio del turbión revolucionario de 1910 tras la justicia prometida, la libertad y la reforma agraria. Enternecen las palabras que John Reed escuchó de un viejo indio gastado, escuálido y hambriento, que en el México revolucionario de 1910 le ponía a sus órdenes lo poco que tenía, y miraba con esperanzas el resultado de la revolución: “...me dicen que hay muchas tierras, al norte, al sur y al oriente. Pero esta es mi tierra y la quiero. En los años de vida que tengo, durante los que vivieron mi padre y mi abuelo, los ricos se han quedado con el maíz y lo han retenido con los puños cerrados ante nuestras bocas. Y solamente la sangre les hará abrir las manos para sus semejantes” (14). Por cierto, que sometidos por su voluntad nunca fueron los indios mexicanos; pues, desde 1869 hasta 1926, los indios se levantaron en armas cerca de 40 veces, y lucharon para formar para ellos y por su cuenta una república de indios, para exterminar a los blancos, recuperar la tierra que “es de todos” y abolir los gravosos tributos. Los yakis pelearon por la libertad y la tierra desde 1875 hasta 1926, cuando Obregón, empleando contra ellos todo el poder del Estado mexicano, los venció definitivamente. Después de una feroz carnicería, les expropió las tierras y los entregó a los colonizadores. Más duros con los indios que con los norteamericanos fueron los gobernantes de México. ¿Y acaso el indio no era mexicano?; lo es —responde Antonio Caso—, “porque paga impuestos sobre las ventas... es mexicano cuando se contrata para trabajar en las plantacio¬nes de café o de piña donde recibe como anticipo sobre su salario una buena dosis de alcohol; es mexicano cuando cae en manos de los agentes municipales que lo encarcelan para hacerle pagar multas...” (15). Historia común de América. En Ecuador, García Moreno concibió la idea de repoblar esa república de indios por alemanes, en este sentido se dirigió al Congreso en 1875 solicitándole la autorización debida: “No está lejos”, decía, “el día en que tengamos que perseguirla (a la raza jíbara) en masa, a mano armada para ahuyentarla de nuestro suelo y diseminarla en nuestras costas, dejando libre a la colonización aquellas fértiles e incultas comarcas. Para estas y otras partes despobladas de nuestro territorio, obtendremos en breve una inmigración de alemanes católicos, si dais al gobierno la autorización y los fondos suficientes” (16). * La implantación del modernismo en América Latina, desde principios de siglo, por la fuerza expansionista, neocolonial y voraz de los Estados Unidos, trajo consigo la sobreexplotación de las fuerzas de trabajo de las neocolonias al sur del Río Bravo. Las vacas gordas de la burguesía latinoamericana abrieron las puertas del paraíso salvaje de los recursos naturales de sus países a las compañías transnacionales que cayeron sobre el azúcar, el banano, el caucho, el petróleo, la madera, el cacao, el estaño, el níquel, el oro y el cobre, y la mano de obra servil y esclava de los trabajadores latinoamericanos. Y no hubo país nuestro que fuese altivo, nacionalista y fuerte frente al garrote vil del interés estadouni¬dense, bajo cuyos dictados se confeccionaron leyes petroleras y contratos bananeros (a la manera de Juan Vicente Gómez en Venezuela, y Ubico en Guate¬mala), y se nombraron presidentes que, como dijo Jorge Eliécer Gaitán, te¬nían el fusil presto contra sus conciudadanos y la rodilla temblorosa ante el oro yanqui... Una transnacional inglesa, en sociedad con los hermanos Arana del Perú, extendió sus tentáculos sangrientos desde Salisbury House hasta Manaos; se asentó como una esfinge devoradora, sanguinaria e inmensa, en las oscuras selvas de la cuenca del Amazonas, y entre 1900 y 1910 asesinó a 30.000 americanos; se cebó especialmente en los indios huitotos, andoques, mirañas, nonuños, boras, cuyotes, menias, socaimas y sandoques, que habitaban esas regiones. Era que la Perubian Amazon Company había venido por nuestro caucho, por medio de una concesión del gobierno peruano. Y como ha sido nuestra historia, ahora el banquete de los explotadores ingleses se cocinó con la tragedia de los indios que eran cazados por cuadrillas de capataces, lista en mano, para forzarlos a cumplir con obligaciones que ellos no pactaron: debían entregar de 50 a 60 kilos de caucho cada doce días, so pena de ser mutilados, azotados o fusilados. El libro Las crueldades de los peruanos en el Putumayo y en el Caquetá de Vicente Olarte Camacho es un testimonio vivo de la tragedia que para las tribus indígenas de la cuenca del Amazonas representó la explotación neocolonial del otro oro negro que para Perú, Inglaterra y los Estados Unidos salía chorreando sangre. Decía José Eustasio Rivera que cuando él denunció la tragedia de la explotación del caucho en su novela, los magnates decían que “eran cosas de La vorágine”; cuando las mismas crueldades fueron denunciadas ante las autoridades peruanas en 1900, las negaron, y así salían “en defensa del buen nombre del Perú”; decían que sólo se trataba de “problemas fronterizos”. En cuanto al Brasil, dejaban hacer y dejaban pasar porque, al fin de cuentas, el caucho les representaba en 1910 el 25% de sus exportaciones. Y fue en el extranjero, en Londres —no en Colombia, Perú, Brasil, Bolivia, Venezuela...—, en donde se clamara por la tutela de los indígenas; allá funcionaba la Sociedad Antiesclavista y Protectora de aborígenes, para que los gobiernos de Inglaterra y de los Estados Unidos pusieran fin a esa gran vergüenza del siglo XX en que se había convertido la explotación del caucho en América del Sur. Pero en vano; Charles Goodyear necesitaba el caucho para proveer de neumáticos a los dos millones de coches anuales que producía su amigo Henry Ford, en 1921, en sus factorías levantadas en los cinco continentes. No es gratuito que en el Manifiesto del Partido Comunista se diga que: por donde quiera que se lo exprima, el capitalismo chorrea sangre. Cuando en septiembre de 1907 el vapor llamado “El Liberal”, de la Casa Arana, llegó a Iquitos, el periódico local La Sanción lo recibió con cajas destempladas: El Liberal, vaporcito de la Casa Arana, ha traído del Putumayo 93.000 kilos de goma elástica. ¡¡¡Cuántos latigazos, mutilaciones, torturas, lágrimas, sangre, asesinatos y desolaciones representará tal goma!!! ¡¡¡Y los miserables que disfrutan de ese dinero maldito, así como sus asquerosos defensores, aquellos que roen el hueso descarnado que les arroja la casa criminal, cuán tranquilos están y de cuánta impunidad gozan..!!! (17). “La ola de explotación destructiva”, dice Tulio Enrique Donghi en su libro Historia contemporánea de América Latina, “avanza así sobre la Amazonía peruana destruyendo las plantaciones naturales y también todo el modo de vida de poblaciones neolíticas, arrojadas a participar en la economía del siglo XX mediante el doble estímulo del alcohol y el terror” (18). En nombre del catolicismo, primero; en nombre de la civilización, después; en nombre del modernismo, al fin, el indígena durante más de quinientos años no ha hecho sino representar en América la pasión del inca Tupac-Amarú: descuartizado por los cuatro caballos de la muerte a la española que tiraron de él y arrastraron sus brazos y sus piernas por las cuatro esquinas de su América. * Los gobiernos latinoamericanos, para desembarazarse de sus obligaciones educativas frente a los indígenas habitantes de las selvas, optaron por entregar la educación de ellos a los misioneros católicos y a los del Instituto Lingüístico de Verano. A finales de siglo (1897) el misionero franciscano fray Gabriel Sala, citado por Emilio Serrano Calderón de Ayala en su libro Los olvidados (Premio Casa de las Américas 1992), propone que a los indios campa de la selva central peruana, para que apren¬dan a comportarse, “hay que hacer lo que se hace en todo el mundo, echarles bala” y “aplicarles el terror y el cas¬tigo moderado” para que se vean “obligados a recurrir a la piedad del pa¬dre misionero”, y así pueda éste ejercer, como Dios manda, su “divino minis¬terio”; pero no sólo a los selvícolas, a los serranos también hay que “inclinarles la voluntad aunque sea a garrotazos a fin de que tarde o temprano se les ilustre y abra el entendimiento” (19). Prevalidos del régimen concordatario de la Ley 89 de 1890 que entregó el co-gobierno de los territorios nacionales a las misiones católicas, del Convenio de Misiones de 1902, y nutridos con los $16.000.000.000 que anualmente les entrega el gobierno colombiano del presupuesto de la nación (no toda católica), los misioneros católicos se han convertido en verdaderos amos de indios en los territorios nacionales, en donde, como dicen los indígenas bolivianos, señorean como resultado de la “colonización cerebral cristiana”. El espíritu señorial de los misioneros no les permite comprender que el catolicismo no es el único telescopio para mirar al cielo. La civilización exige el respeto por las diferencias, por el “otro” que no cree, no piensa, no sueña, no construye sus mundos exteriores e interiores con la misma visión de los demás; pero esto no lo admite el afán proselitista e ideológico de la Iglesia. No lo admite el catolicismo que a rajatabla quiere entrar a posesionarse del universo indígena, de su cosmovisión y de su alma, combatiendo sus creencias y sus prácticas rituales y mágicas en donde no ven sino manifestaciones de sus “explícitos pactos con el diablo”. Pasando como enviados de Dios, los ministros católicos y protestantes no hacen sino representar en este siglo el papel de nuevos encomenderos: se les ha entregado, por concordatos con la Santa Sede y por los convenios con las misiones católicas y protestantes, las tres cuartas partes y hasta la mitad de los países latinoamericanos para que cristianicen a “sus” indíge¬nas, los “eduquen” y los “reduzcan” a la civilización. Pero educar, civilizar y reducir a los indígenas, sin respetarles su cultura, sus derechos humanos, su cosmovisión, su derecho a la tierra, su acceso libre a la técnica y a los modos de vida contemporáneos, es ejercer otra violencia contra ellos y condenar al fracaso la supervivencia de una parte de la humanidad que, como ninguna otra, no desea sino vivir en perfecta alianza con la Tierra y con el Cielo que no es otra cosa que el sueño de todos los hombres de ser felices en algotra parte. Así es que los postulados liberales de igualdad, libertad y fraternidad, prometidos por las repúblicas democráticas a todos los ciudadanos, es una triple mentira predicada al indígena, una afrenta a todos los hombres humildes sin pan, sin techo, sin salud, sin educación, sin trabajo, sin voz, sin voto. La misma manera como las llamadas democracias latinoamericanas —democracias cuyos cadáveres, decía Fidel Castro, ha visto desfilar muchas veces— han venido educando al indio, no ha sido sino la preparación para su dependencia, para su aniquilamiento como etnia, para una final aculturación que lo obligue al fin a dejar su ser “indio” y parecerse —que no igualarse— al blanco que, como es presentado, es la suma de la generosidad, de la inteligencia, de la religiosidad, de la belleza y del valor. En últimas, educar, civilizar y reducir al indio; decirle, de dientes para afuera, que es igual a todos, no es otra cosa, como dijo Jean Monod, que “meterlo en cintura”. Cierto, educar al indio desde afuera de su universo es meterlo en cintura para que entregue la tierra o no la reclame, para que no eche a andar su pensamiento libre, para que no se organice por su cuenta en la búsqueda de su propio futuro y de los medios para rescatar y revalorar los logros inmensos de su cultura espiritual, poderosa, rica, y que no riñe sino con la intolerancia, la incomprensión, el fanatismo, la perversidad, la ambición y la violencia de los intrusos llamados conquistadores, encomenderos, libertadores, misioneros institutos lingüísticos, narco-terratenientes, narco-guerrilleros, “paras”, soldados y policías; todos aunados por un objetivo común: reducir al indio, ¿en nombre de qué? Conmovido Juan Montalvo por la triste condición del indio de su país, decía que si su pluma tuviera el don de lágrimas y escribiera un libro titulado El indio, haría llorar al mundo... Notas 1. GARCÍA, Antonio. “La estructura de atraso en América Latina”, citado por TORRES ACOSTA, Hugo. Elementos críticos para una nueva interpretación de la historia colombiana, Bogotá: Tupac-Amarú, 1974, p. 109. 2. JARAMILLO ARANGO, Pablo. Al margen de la legislación española. Bogotá: Águila, 1937, p. 70. 3. HANKE, Lewis. La lucha española por la justicia en la conquista de América. Madrid: Aguilar, s. f.; p. 154. 4. KEITH, Shirley. “Los indios de América del Norte: un pueblo en vías de desaparición”, p. 19-36. En: El etnocidio a través de las Américas. México: Siglo Veintiuno Editores, 1976; 365 p. 5. HANKE, Op. cit., p. 44. 6. JARAMILLO ARANGO, Op. cit., pp. 61-62. 7. Citado por VILLAMARÍN, Homero, En: Geografía e historia del Ecuador. Quito: Don Bosco, 1970; p. 216. 8. ASPURUA, Ramón y BLANCO, José Félix. Documentos para la historia de la vida pública del Libertador. Caracas: Ediciones de la Presiden¬cia de la República, 1978; p. 147. 9. SAMPER, José María. Ensayo sobre las revoluciones políticas. Bogotá: Universidad Nacional, 1969; p. 62. 10. SILVA HERZOG, Jesús. Breve historia de la Revolución Mexicana. México: Fondo de Cultura Económica, 1986; p. 14. 11. Ibid. p. 14. 12. NIETO ARTETA, Luis Eduardo. Economía y cultura en la historia de Colombia. Medellín: Oveja Negra, 1975; pp. 153-154. 13. SILVA HERZOG. Op. cit., p. 44-45. 14. REED, John. México insurgente. Madrid: Sarpe. 1985; p. 157. 15. MEYER, Jean. “El problema indio en México”, pp. 55-83. En: El etnocidio a través de las Américas. Op. cit. 16. SERRANO CALDERÓN DE AYALA, Op. cit., p. 29. 17. OLARTE CAMACHO, Vicente. Las crueldades de los peruanos en el Putumayo y el Caquetá. Bogotá: Imprenta Nacional, 1932; p. 167. 18. DONGHI, Halperin. Historia contemporánea de América Latina. Bogotá: Círculo de Lectores, 1981; p. 247. 19. SERRANO CALDERÓN DE AYALA, Op. cit., p. 30. ** Carlos Bastidas Padilla tantalia@latinmail.com Docente colombiano. Es profesor en la Universidad del Cauca (http://www.unicauca.edu.co/ucauca). En 1975 obtuvo el Premio Casa de las Américas con el libro de cuentos Las raíces de la ira. Entre otros libros, ha publicado El intrépido Simón, novela histórica juvenil sobre Simón Bolívar; La canción del haragán, novela juvenil; Érase una vez el libro. La historia del libro contada a los niños como un cuento; La casa de Tántalo, mitología griega, y Permítame que la muerda, señorita, cuentos humorísticos. ||||||||||||||||||||||||||||||| LETRAS |||||||||||||||||||||||||||||| *** Adorables enemigos María Angélica Franco Frías *** Poemas inertes Manuel Cabesa *** Los hombres de la ley Patricia Romana Bárcena *** Poemas Martha Espejo *** Amor de frutas Sergio Llorens *** Tres textos de Mooning over Water C. A. Campos *** El libro sabio Yvette Schryer *** Cuatro poemas Nohemí Hinojosa Rivera *** Ahora que el amor se me instala Nuria Ruiz de Viñaspre *** Historias de otro mundo Héctor Javier Peña *** Poemas Luciana Andrea Mellado *** El loco Pablo Mendieta Paz *** Poemas Fred More *** El encuentro Mercedes Álvarez Gutiérrez *** Tres poemas de Oscuro nacimiento Gonzalo Márquez Cristo === Adorables enemigos María Angélica Franco Frías =================== A mis queridísimos amigos Luisfer Benedetti y Fernando “Nomi” Navarro Hace tiempo tuve una amiga, a la que quería de verdad, una princesa que andaba a dos pasos, de sus zapatos de cristal. “Tú por mí”, Cristina y Los Subterráneos Al comenzar esta historia, todos teníamos diez años largos. Al último curso de la primaria, entró una niña que habría de convertirse en una de mis mejores amigas, curiosamente, aportaría más que su amistad a mi vida infantil; éramos primas, y a su vez, era prima del que habría de ser el primer amor de mi infancia, el cual, viéndolo bien, no puede ser considerado literalmente como tal, más bien fue una mera ilusión, alguien con quien podía identificarme a tan temprana edad. Mi compañera de curso resultó ser una excelente compañera de juegos, era divertida, creativa, chistosísima, dueña de un repertorio de picardías y maldades propias de quien se cría entre un montón de primos y primas contemporáneos. Físicamente, no podíamos ser más distintas: ella es rubia, de cejas y pestañas clarísimas, ojos verdes, muy delgada. Al ser su antítesis, parecía inverosímil que nos uniera un parentesco no tan remoto; pero eso no importaba, al llegar las vacaciones, me invitaba a jugar por las tardes de enero a su casa, de la que era reina indiscutible, y yo acudía puntual al compromiso, divirtiéndome más en cada visita. En un barrio en el que ahora predominan los edificios, teníamos no sólo el enorme patio para correr a nuestro antojo, sino todo un callejón en el que los vecinos la adoraban y más primos vivían a la vuelta. Coincidíamos en primeras comuniones y fiestecitas de cumpleaños, por lo cual el vínculo entre nosotras y otras niñas conocidas se afianzó. Sin hermanos ni hermanas, nunca antes había tenido tantas amigas de mi edad con quienes compartir. Me sentía dichosa. Una mañana, de regreso al colegio, esperando el bus en el mismo paradero de otra compañera de curso, estaba sentado él. Muy bien peinado, seguramente acicalado por su mamá, con el uniforme limpio y un aire de resignación en la cara... —¡Otro largo día en Turbaco! —parecía transmitir en su contrita mirada gris. Mi corazón dio un vuelco. Era el muchachito más lindo que había visto en mi vida (lo que me faltaba por ver...) y era gordito. Como yo. Pronto supe más cosas de aquel que me arrancaba suspiros, sorprendiéndome del paralelismo de nuestras existencias: ambos éramos hijos únicos, mimados de nuestros respectivos abuelos, a los que acompañábamos a hacer mercado y propietarios de sendas mascotas de negro pelaje, su perrito era un cocker spaniel, el mío era un furibundo pekinés enrazado quién sabe con qué otra estirpe canina. Confesé a mi amiga mis sentimientos y ella correspondió el abrirle mi corazón de casi once, con inesperada solidaridad. No sólo era su prima, sería su cuñada, pues los habían criado para quererse fraternalmente. Eso nos unió aun más. Me regaló una foto de ellos dos y su hermano mayor, tomada durante una visita a Orlando, escogida entre instantáneas que los mostraban trepados en el lomo de un elefante y con las caras pintadas de payaso. Con dedicatoria al respaldo, la atesoré como el más preciado bien. En esos felices días, mi amiga y yo inventamos un pequeño periódico ilustrado, en el que cada uno de nuestros amiguitos era representado con su propio personaje de caricaturas; también aprendimos a tejer con dos agujas, labor que practico hasta la fecha. Nos disfrazamos de griegas para un montaje de la Odisea para el día del Idioma y la llamaba Nausica, igual que la ninfa de la epopeya. Cómo pasar por alto los regaños que nos ganábamos por las interminables llamadas telefónicas que sosteníamos, para comentar los libros que nos estábamos leyendo. En Navidad, el Niño Dios me trajo a Jim Botón y Lucas el maquinista, de Michael Ende, autor de La historia sin fin, la cual me había visto en cine. A su vez, ella leía con deleite Charlie y la fábrica de chocolate. Algo bonito puedo rescatar de esa experiencia literaria: fue ella quien me prestó el relato que tanto disfrutaron mis ahijados, Adriana, Juan Luis y Orlando Mario, veinte años después. Adry tiene los dos tomos de la historia, La fábrica de chocolate y Charlie y el gran ascensor de cristal, escritos por el galés Roald Dahl. Pero fue Alan y Noemí el libro que marcó nuestras mentes que entraban a la adolescencia, despertando en un mundo lleno de conflictos de toda índole, marcado por las secuelas de la violencia de dos guerras mundiales. Claro está que la cita del texto que repetía constantemente mi compinche era: “Oye, Condello encanto, ¡no te mees en la cama esta noche!”. Al entrar al bachillerato, perdimos algo más que las tirantas del uniforme. De repente, un clima de malestar nos rondaba. Empezaron los cotilleos, a los que trataba de hacer caso omiso: “Ella habla mal de ti...”. No obstante, hubo algo que no pude ignorar. Cierto día me contó que si bien éramos parientes, la rama a la cual pertenezco había sido borrada del árbol genealógico familiar. El motivo lo supe a punto de llegar a la mayoría de edad, de labios de mi abuela, fallecida unos cuantos años después. Alguien, no sé quién, le sapeó a él que me gustaba. Allí empezó mi camino de espinas. Me detestaba. Creo que si un genio de la lámpara le hubiese planteado como deseo, el poder desaparecer de la faz de la tierra a la persona que quisiera, sin pensarlo dos veces, hace rato no estuviera por aquí. Un poco apabullada al principio, dolorida, pero sin demostrarlo del todo, decidí contraatacar. Si se cambiaba de banca en la iglesia, al advertir que ocupaba el puesto detrás del suyo, o si no me contestaba cuando le preguntaba algo trivial; que se atuviera a mi ofensiva, contaba con seguidoras que acolitaron la guerra sin cuartel en la que me vi enzarzada. En una ocasión estuve a punto de dimitir, al verlo sentado absorto, con la mano bajo la barbilla, en el muro de la entrada de la casa de su primo, atrapada en un monumental trancón, viniendo del trabajo de mi mamá. El más mínimo movimiento podía delatar mi presencia, y no me convenía que ni él ni ella se dieran cuenta de mi nerviosismo. No hacía mucho, me había pegado tremendo sermón por escaparme de la clase de ballet, para ir a verlo jugando en los jardines de las casas de la segunda avenida; advirtiéndome que no tenía que estar prestando atención a un “culicagado”. La pièce de résistance fue el día del cumpleaños de mi amiga. Viéndolos en la cocina, se me ocurrió acercarme a pedirles un vaso con agua, para refrescarme, luego de correr de arriba a abajo por toda la casa, driblando un balón de basket y bailando con las otras invitadas, “El jardinero”. Tanto él como el hermano de la cumplimentada, no daban crédito a semejante osadía. Refunfuñando, no sólo me dieron el mentado vaso, sino que él le añadió unos cubos de hielo. —¿Contenta? —me espetó enfurruñado. Contenta no, feliz. Me había salido con la mía. Para devolver tantas y generosas atenciones, se me ocurrió invitar a varias de las asistentes a la fiesta y a su anfitriona a jugar a mi casa el último viernes antes de finalizar las vacaciones de mitad de año. Dispuse todo para la reunión y me vi, al caer la tarde, plantada. El cumpleaños de una primita de mis invitadas hizo que olvidaran el compromiso, yo también olvidé la fecha, pues estudiaba con nosotras en el mismo salón. Retomando nuestra rutina académica, continuábamos yendo juntas a visitar la casa de la única de nuestras condiscípulas que tenía piscina y asombradas, observábamos impotentes cómo la zapatilla de Dayana se hundía en el agua azul, sin atrevernos a rescatarla. La dejé varias veces más en su casa, regresando de fiestas a las que empezaban a asistir niños. Una noche, su abuelo la estaba esperando para alzarla en brazos y decirle: —¡Llegó la linda! —su abuelo, primo del mío, que murió meses antes de mi nacimiento. De repente, ella empezó a cargar con las angustias de los adultos de su entorno, y se reflejó no sólo en su humor, sino en su rendimiento. Una mañana mi papá apartó la vista del periódico y me dijo que al papá de mi amiga, las cosas no habían salido como lo habían previsto y que eso tendría consecuencias. Ella hablaba que era probable que el año siguiente no estudiáramos juntas y la idea me llenaba de tristeza. Hacía unas trenzas maravillosas con esas manos de porcelana, además de lo dura que era la perspectiva de perder a una amiga tan especial. Nos llevaron a visitar la Exposición Científica en la sección masculina del plantel. La advertencia de la maestra antes de entrar fue: “Compórtense como niñas calmadas”. A lo que Silvana replicó por lo bajo: —Ni que nos fuéramos a poner arrechas —con razón estoy a favor de brindar a mis futuros hijos una educación mixta. Pasé mucho trabajo estudiando sólo con mujeres. El único puesto de la feria de la ciencia que visité fue el dedicado a Guglielmo Marconi. Escuché la explicación una y mil veces, hasta grabar cada una de las palabras que pronunciaba impersonalmente el esquivísimo objeto de mi afecto, el que para mi sorpresa, no dio señales de suspender su presentación, pese a que me tenía sembrada al frente suyo. Repitió las palabras que había memorizado como un loro, mientras convidaba más y más compañeras a que lo vieran disertando. Fue una de las muestras más concurridas, se merecía una medalla al valor civil, más que el primer premio de la exposición, porque el aparatito que hacía las veces de telégrafo no parecía funcionar muy bien. Como seguíamos hostigándolo por turnos por las tardes, suplicó clemencia con un: —Dejen de estar jodiendo... —fue un ruego desesperado, al que hicimos caso a medias. La sesión solemne de fin de año que tendría la escuela de baile a la que asistía mi amiga, se acercaba. Bailaría cha cha chá y no sé que otros ritmos. Me pidió que fuera a verla ensayar. Llegué temprano, estuvimos hablando en la puerta. Quedamos de vernos esa noche en la presentación de las comparsas de las pasadas fiestas de noviembre, cuyas boletas estarían destinadas a recoger fondos para obras sociales. Estaba ilusionada por la llegada de un nuevo hermanito o hermanita que esperaba su mamá, a la que siempre saludaba efusivamente cuando me contestaba el teléfono. Esa tarde su mamá me increpó, alegando estar harta de mis “embusterías”. Sólo recuerdo esa palabra y el llanto. Nunca supe qué pasó, ni por qué ella me gritaba como una posesa, al mejor estilo Linda Blair en El exorcista... ¿Serían las hormonas enloquecidas por el embarazo, o que su hija dijo que iba para clase donde Betty Taylor y se voló para otro lado, sin permiso? El chofer llegó a buscarla y no la encontró... ¿Dónde se habría metido? Todavía desconozco cómo llegué a ser parte de tan disparatado enigma. Asistí a la presentación como desde la tercera dimensión, con los ojos ardiéndome por las lágrimas derramadas y contenidas, concentrándome más en mirar el enorme brillante que lucía la esposa del radiólogo que tomó las placas con las que el especialista dictaminó prescribirme calzado ortopédico. Nunca más he ido a un evento auspiciado por las Inspectoras Cívicas. Los arranqué de mi corazón. “Out of sight, out of mind” (Fuera de la vista, fuera de la mente). A ella no la vería más pues era oficial que dejaba el colegio para irse a estudiar con las monjas. A él me tocaría enfrentarlo unas cuantas veces más. Mi universo pueril se vería poblado por nuevos habitantes, del sexo opuesto. Partes de éste eran mis dos amigos del alma de la adolescencia, quienes brindaron consuelo a mis penas y me ofrecieron una nueva identidad: Zoad (primogénita, en árabe). El sobrenombre no era de mi agrado, por lo que se arraigó más, hasta perder mi personalidad. Sólo algunos compañeros de colegio todavía me llaman así y ya no me disgusta. Al Zoad le fue agregado “Girl —always getting problems” (niña que siempre está metiéndose en problemas), como recordatorio de los recientes infortunios que acababa de vivir. Me consta que me defendían, sobre todo la vez que tuvieron que retarlo, por mi irónico comentario afirmando haber sido “noviecitos” de manito sudada. Lo dije de pura mala, porque hasta allí llegaban mis más descabelladas fantasías de lo que podía ser un par de novios de trece años. Por supuesto, él lo negó con la mano en la Biblia y retorciéndose del asco. Esa era la idea. En mi peculiar opinión, sostener un romance a esa edad, se reducía a que me dejaran participar de los divertidos juegos de varones, de los que estábamos completamente excluidas. A mi pretérita amiga pude confrontarla cuando, aniñada, con traje de lazo en la espalda y medias con encajitos a juego, me la tropecé en la fiesta del reinado de la alegría en el Hilton. La conminé a que me dijera qué había pasado, a lo que respondió que nuestra profesora había ido hasta su casa a decirle a su mamá que no nos dejara ser amigas. La dejé en paz, di media vuelta y hasta el día de hoy nunca más hemos vuelto a cruzar palabra. Nunca me molesté en corroborar sus aseveraciones, ni siquiera cuando una de sus primas intervino conciliadora, aduciendo que eran peleas entre niñas y que había que dejarnos resolverlas solas. Me invitó a su fiesta de cumpleaños. Fui con miedo y con guardaespaldas. Mi mejor amigo, se comía las aceitunas que me pasaban en una bandeja, las que no me atrevía a probar por temor a intoxicarme. Ninguno de los dos primos asistió a la celebración, en la que las parejitas bailaban los merengues de Cuco Valoy y Holliday, cantado por Madonna. Lo último que supe de él fue el remate de un ciclo trágico: sus papás se separaron. Y me colocó el más horrible, humillante y repugnante apelativo que no me es posible repetir. Cada vez que alguna de esas “compañeras” quería hacerme daño, lo sacaba a colación. Conteniendo bruscamente las putrefactas palabras, con el correr del tiempo, ya nadie más volvió a tocar el tema. Fue condenado a olvido forzado. Una gran oportunidad me llegó a los dieciséis años. El Grupo de Teatro buscaba miembros para montar una obra musical, basada en una historia de la autoría del rector del Gimnasio Cartagena. Recuerdo estar sentada en el patio del preescolar Alborada, esperando mi turno para audicionar. El también esperaba y la suma de todos mis temores se materializó. Imaginaba que, de ser seleccionada, me haría la vida imposible, que volverían las risitas crueles y los cuchicheos a mis mal disimuladas espaldas. Presa de un ataque de pánico en la audición, no pude cantar ni una estrofa. Por su parte, recibió un ejemplarizante regaño de parte del director musical, por cantar el rap “Mi abuela”. Tachándolo como un ritmo “átono”, el también tío de mi ex amiga lo amonestó inicialmente, pero le dio el papel del Cura de la obra. Fui la tía solterona Guillermina, cantaba mi propia parte al final, nos presentamos en el Teatro Amira de la Rosa en Barranquilla y el montaje transcurrió en santa paz, pues he de decir con toda honestidad que nunca tuvimos ni un sí ni un no. Estaba casi para graduarme de bachiller y él se quedó rezagado unos cuantos cursos. Lo escuché cantar vallenatos, a dúo con su primo que hacía el papel del loco del pueblo. No tenía mala voz. La observé rabiosa, al verme parada en la puerta de la casa de su abuelo buscando a mi amiga María Paula, quien entró un instante a la tradicional celebración que todos los años llevan a cabo por las fiestas de la Candelaria. No le presté ni cinco de atención, su ceño fruncido me tenía sin cuidado. La noche de la última presentación de la obra, tuvo que ser sustituido por una fractura en la pierna. En muletas, fue a vernos. Al final, ya despojada del maquillaje y el talco que convertía mi largo cabello negro de teenager en la canosa cabeza de una incauta anciana pueblerina, me encontré frente a frente con él. Le pregunté cómo se sentía y respondió cortés que estaba mejorando. Se despidió con una educada inclinación de cabeza. Respiré aliviada. Hace diez años tuve la mala pata de dejar entrar en mi vida a alguien a quien mejor me habría valido no haber conocido, no porque tenga algo en contra suya, sino porque no era ni el lugar ni el momento para tratarnos. Esta persona trajo a la palestra a mi antiguo adversario, aquel entrañable y desaliñado Némesis, comentándome que su compañero de universidad (los tres tenemos la misma profesión) había sacado a relucir un presunto vínculo en la pubertad, que para estupor de mi dolor de cabeza (en casa no sabían que nos frecuentábamos), me atrevía a negar. No daba crédito a sus palabras: —¡Pero si él me detestaba! —mi infructuosa defensa sólo logró desatar aun más su hilaridad. No me quedaba más remedio que entornar la mirada por física vergüenza, cuando él saludaba a mis amigas. Alguien más sabía mi secreto. Hoy lo recuerdo y me muero de la risa. Paulatinamente, a ella dejé de verla. Se casó y su foto salió en el periódico. Ni idea qué fue de su vida. Trabajando en un evento nacional, coincidí con él. Tuve que escuchar a mi amigo y testigo de tantos avatares decir: “Cómo da vueltas el mundo”, al agotar todos los recursos que me impedían cambiar un billete de alta denominación e intercambiar unas palabras que salían a trompicones de mis labios y a él le fluían con naturalidad. Ahora, era flaca, y él seguía viéndose como a los once años. La tía de ambos, bajo cuya gentil mirada corríamos alrededor del árbol de caucho de la casa de mi compañera de andanzas, me cuenta que tuvo una niña, que cuando su sobrina viniera a visitar la ciudad, no dejara de irla a conocer. Sonreí con tristeza y nostalgia. Me alegré por ella. Lo vi saliendo de una bomba de gasolina y me asombró verlo incómodo consigo mismo, como si el verdadero él luchara por salir de su interior. No sé si era el clima, pero se veía fatigado, a punto de tirar la toalla. Con asombrosa complacencia lo vi ya convertido en otra persona, pero en el fondo, sigue siendo el mismo muchachito de ojos grises que me robó el corazón hace veintiún años. Me pregunto, sin cuestionar para nada su apostura: ¿será que siempre lo percibí así como se ve ahora? De algo estoy segura, yo, ex gorda confesa y flaca impune desde hace aproximadamente ocho calendarios: más que amor de cachorritos o traga maluca, lo que veía en él siendo niños, era alguien con quien identificarme, pues pese a no cumplir parámetros estéticos establecidos, se podía ser lindo por lo que se es como ser humano. Creí ciegamente en eso porque, a esa tierna edad, a él le interesaba cualquier cosa menos prestar atención a las carantoñas de una carajita voluntariosa. Demasiados árboles de caimito y mango en que trepar, buscapiés por estallar con guante de seguridad y cabalgatas a las que asistir, nos separaban. Los sábados lo veo saliendo de su especialización, en el salón contiguo al taller de escritura creativa del que soy miembro. La cara de puchero que pone al hablar con sus colegas es la misma que ponía al esperar el transporte escolar casi rayando el alba. Finalizada la última sesión, salgo del campus con rumbo al supermercado. Va un poco más adelante, sólo que esta vez no lo sigo, simplemente tomamos el mismo camino. El otro día pasó en su camioneta por la puerta de mi casa. ** María Angélica Franco Frías mfrancofrias@yahoo.es Abogada colombiana (Cartagena, Bolívar, 1974). Egresada de la Universidad de Cartagena (http://www.unicartagena.edu.co). Ha publicado relatos y artículos en Semana (http://www.semana.com), Letralia (http://www.letralia.com), Destiempos (http://www.destiempos.com), Revista Literaria Remolinos (http://es.geocities.com/revista_remolinos) y Cañasanta (http://www.canasanta.com). Mantiene una bitácora personal en http://mariafrancofrias.blogspot.com. === Poemas inertes Manuel Cabesa ===================================== Los poemas inacabados, los poemas que se abandonan como derrota, dejan sus imágenes en algún rincón desconocido donde poco a poco se va formando solitario otro poema... Roberto Juarroz. *** Poética Cuál será la palabra que me sea fiel Cómo hablar de mí sin mentir sin mentirme Desconozco el arte de escribir mi historia sin que al hacerlo no me convierta en otro fantasma herido en la imaginación *** Pájaros que una gran afinidad mantienen en los confines del hombre Mientras vuelan los pájaros van trazando su secreta escritura. El hombre incapaz de descifrar su mensaje prosigue su camino sin alzar la mirada. Ignora que su destino está escrito sobre el pergamino del cielo. *** Por afuera estás dormida y por adentro sueñas La que allí duerme sueña que va descalza cruzando un bosque de espuma. Desde mi vigilia la miro dormir entregarse desarticulada al placer de juntar estrellas. La que allí duerme ha olvidado su cuerpo dormido ahora viaja entre fulgores y tormentas. Trazo líneas de grave escritura con la esperanza de asir las visiones de su sueño. La que allí duerme se encuentra lejos de su cuerpo que horizontal yace a mi lado, como una casa habitada por sueños. *** Memorial de intemperie Cuántas palabras sin refugio cuántos gestos cuántas miradas hallarán su eco entre la niebla del olvido *** Luna de enero Como un viejo surrealista te nombro más allá del sueño. Carnero celestial. Arcángel de la sangre. *** Nocturno Ebrias voces melancólicas recuerdan una triste historia de naufragios. Me pregunto cuántas soledades habrán cubierto los cuerpos de nostalgia A esta hora la risa íntima de un ángel ha descubierto para mí la lejana sensación de un amor tardío. Mientras afuera la noche duerme solamente. *** Cruce de caminos Del mismo barro que somos están formados nuestros caminos. Largas veredas como años interminables. Algunas veces estas sendas se cruzan uniendo dos soledades. Luego cada cual prosigue su marcha llevando consigo un recuerdo como único equipaje. Ninguno se permite entonces mirar hacia atrás. ** Manuel Cabesa hjsherman@hotmail.com Narrador, poeta y ensayista venezolano (Caracas, 1960). Perteneció al Taller de Poesía del Celarg y ha colaborado con las principales páginas literarias de la región y del país. Ha publicado el poemario Vida en común (1985), la antología El acto y el lugar de la poesía. Una antología de arte poética venezolana (Maracay, 2002) y el libro de cuentos Falsificciones (Villa de Cura, 2004). Reside en Maracay, Aragua. === Los hombres de la ley Patricia Romana Bárcena ==================== Ayer agarraron al Bulmaro los hombres de la ley. Dicen en el pueblo que lo demos por muerto. Pero su mujer está tranquila porque Bulmaro sí entiende de leyes y va a salir vivo. Yo no lo creo. Los hombres de la ley siempre nos trajieron desgracias. Mi agüelo nos contaba que antes no había problemas en el pueblo, que la pobreza se soportaba porque el sol y la lluvia hacían crecer el máiz y con eso teníamos pa comer, nanque nos faltaran trapos pa taparnos del frío. Ese Bulmaro es valiente, se les puso cara a cara y le echaron el ojo. Los hombres de la ley tienen malos piensos de nosotros, creen que somos malos, pero qué va, acá la gente es de fiar, nadien abusa del otro a la hora de repartir la cosecha. Lo malo fue cuando nos cambiaron el grano por dinero y cuando trajieron esos papeles que disque dicen que esta tierra no es nuestra. Ya ni la friegan, pos de quién va a ser si aquí nacimos, y antes acá vivían nuestros agüelos y los agüelos de ellos. Yo no creo que haigan vendido la tierra sabiendo que sus hijos y sus nietos no tenían pa onde irse. Somos de acá. La tierra que sembramos es nuestra. El sol y la lluvia sí son pa todos y a todos nos alcanzan, ¿qué no? Lo que pasa es que a los hombres de la ley no les da por trabajar, nomás quieren la ganancia. Yo la meritita verdad no entiendo nada de la ley, que disque es muy importante. El Bulmaro sí la sabe porque jue a aprender muchas cosas al pueblo grande, por eso vino tan cambiado. Nos decía cosas re bonitas de nuestros derechos y de nuestra lucha. Ya ni me acuerdo qué tanto decía, pero los más mayores sí le entendían y le dieron su apoyo pa organizar la protesta. Yo siento rete bonito cuando marchamos todos juntos por la democracia, nanque no entiendo bien qué es eso. Jui porque me hartaron los hombres de la ley con sus mentiras, disque nos iban a dar pa medicinas y pa que estudien los niños, pero lo que hicieron fue arrebatarnos la tierra y dejarnos sin escuela. Bien trajiaditos se presentaron en la plaza pa pedirnos que votáramos por las selecciones. Pero también bien tontos que son porque acá ni tarjetas de votar tenemos. Nos dieron láminas pa taparnos de los aguaceros, frijoles en bolsas y máiz molido. Como la gente les tiene desconfianza, pos no dijo nada, agarraron las cosas y pensaron que con eso íbamos a estar tranquilos. Qué tarugos. Los trajiados se aprovecharon pa venir a robarnos todo. Qué cabrones viejos. Nos empezaron a joder y se burlaron de nosostros. Yo por más que pregunto nadien me sabe decir qué chingaos es la ley. Pa mí que es un permiso de los padrecitos de la iglesia pa que los hombres de la ley vengan a hacer y a deshacer a su antojo. Y pa colmo, muchos hombres del pueblo se jueron a trair dinero a Estados Unidos. Unos bien que llegaron pero otros jueron balaciados por los polecías de la frontera. Dicen que muchos de los que se jueron se murieron solitos porque los rayos del sol les secaron las tripas. Vaya usté a saber. Lo que sí es que hay que ser bien bragao pa irse tan lejos a buscar pan pa los hijos, porque los que llegan pos ta bueno, pero los que se quedan tirados por allá dejan a sus hijos pa siempre. El Bulmaro nos contaba todo eso. A los hombres les dijo que ya no se jueran, que mejor se enrolaran en la lucha por la democracia pa tener aquí mismo trabajo, a las mujeres nos dijo que juéramos adelante pa que los hombres de la ley nos vieran. Bulmaro se pensó que nosotras íbamos a detener la balacera, pero los hombres de la ley no se tientan el corazón por nadien, se nos vinieron encima nanque hubiera niños y mujeres. Ya son retihartos los muertos que vamos a llorar. Al güerito que vino a tomar fotos, que disque pa dar testimonio, le tiraron en medio del pecho. Nos lo mataron el mismo día que Bulmaro decía que íbamos ganando. Ya ni llorando vamos a recuperar al güero; ese sí que entendía de la ley, pero no le duró la vida pa contar de dónde a dónde iban las balas. Nosotros sí lo sabemos, pero la ley la tienen ellos, los de mero arriba, y nanque no entiendo la ley ya voy pensando que es algo muy poderoso, como que la ley es un permiso pa robar y pa matar sin pagar por eso. Sabrá Dios, pero yo le tengo mucha tirria a la ley, como que no es pareja. Allá los trajiados en sus grandes casas se encierran con la ley, y nosotros seguimos bien jodidos sin conocerla siquiera. Los polecías los cuidan mucho y a nosotros nos avientan agua y gases, también nos sueltan disparos los canallas. No sé lo que va a pasar. La gente está enmuinada. Ya no vamos a estar nunca en paz, y menos si matan al Bulmaro. Todo es cosa del dinero. Nosotros no tenemos ni pal pasaje pa ir a buscarlo, y los hombres de la ley tienen bien harto, pa pagar polecías que nos sigan asustando. Nos van a matar a todos cuando maten al Bulmaro. Genara dice que no, que sígamos en la lucha. Anoche que oí balazos sentí que me entraban en las entrañas. Nomás de puro coraje voy a seguir luchando. Nimodo de hacerme a un lado como si juera cobarde. Los que tienen harto miedo son los hombres de la ley, esos sí no salen sin polecías. Nosotros a puro pelo sin nada pa defendernos tomamos la plaza y ahí nos pasamos hartas noches pa cuidar a los maestros, que han sido los más golpiados, y hora se los andan llevando como si jueran ladrones. Esos hombres de la ley no entienden que no les tenemos miedo, que nomás nos encanijan. Ni piensen que vamos a quedarnos quietos después de tantas cosas que le hacen a nuestra gente, y de tanta mentira que dicen de nosotros; que si ensuciamos las calles, que si quemamos los carros y los edificios; clarito vimos que eran del gobierno los que regaron el fuego. A poco somos tarugos pa no darnos cuenta. Piedras sí les echamos, y hartas, pa darles a los policías en sus cabezas, pero primero les llevamos flores pa que se dieran cuenta que no queríamos la guerra; las tiraron al suelo y se nos vinieron encima, nos bañaron con sus mangueras gordas y nos dijieron hartas majaderías, por eso no los queremos ver en la plaza ni en las calles, que se vayan pa su cuartel. Acá nomás ha de haber gente de bien, que trabaje en sus costuras, en sus trastes de barro, en sus camisas bordadas que venden a los que vienen de juera; gente que le guste trabajar la tierra, y gente que no traicione al pueblo. Antes los adinerados nos veían bien, hasta nos daban trabajo, y nanque nos pagaran poco llevábamos la fiesta en paz, total cada uno en su lugar, pero hora se pusieron de parte del gobierno y nos miran con desprecio. Eso duele harto. Si no juimos a la escuela no jue nuestra culpa. Sabemos otras cosas y no somos majaderos como ellos. Ni a los maestros los quieren que son los que enseñan las letras, pos entons qué es lo que quieren, que nos muéramos pa ya no vernos. Hora ya es como un pecado ser pobre y andar caminando por el pueblo. Vamos a seguir marchando hasta que nos den al Bulmaro, y a los compañeros que se llevaron lejos. Si los regresan muertos, hora sí nosotros mismos vamos a incendiar toditito el pueblo, pa que nos quémemos parejos; indios, ancianos, maestros, mujeres, estudiantes, padrecitos y dotores, pero, primeramente quemamos a los hombres de la ley que empezaron este pleito. ** Patricia Romana Bárcena patriciabarcena@hotmail.com Docente mexicana (México, 1952). Maestra especialista en audición y lenguaje. Es subdirectora de la revista literaria Al Margen (http://www.almargen.net) y miembro activo del club "La Pluma del Ganso". Colabora en las revistas Navegaciones Zur y Actualidades Educativas. Es directora de Cultura de la Asociación de Residentes de Las Arboledas. Ha publicado los libros Traición al diablo; De suerte, amor, honor y muerte; La noche del nuca; Los cuentos de la Romana y Largas historias en textos breves. === Poemas Martha Espejo ============================================= *** Ajena Me siento como la punta de un lápiz sin punta soy barro poblado por las hormigas moldeado por las manos de un mago que saca y saca conejos, abejas y mangos de un zurrón para alimentar a otros, me oigo cacofónica no tengo nombre de día sólo duermo el sueño de los vagos soy noctívaga alma errante que baila en la luna nueva de la vida en la que no existo, estoy, no estoy, sólo deseo ser. *** Ausencia Amo desde mis sueños ocultos, lo recóndito que nos une es lo que no está, lo desierto de tus palabras lo inexpresivo de tus manos, el nombre ya olvidado. Hoy te escribo, con la ansiedad de tu mirada que no me mira con el recuerdo de lo que no hemos vivido con este amanecer que se persigue. Hoy te escribo para recordarme a mi misma lo mucho que extraño tus pasos que no he oído, tus ojos que no me han visto, tu impaciencia que no he consumido, tu deseo que no me aprieta, tu voz que no me llama. *** Morada Morada silencioso estiércol lujurioso furia que emerge del amante enardecido cuerpo imperioso rabia de los sentidos nobleza de los sentimientos sueños siempre inconclusos donde se guardan las necesidades, saco sin fondo lana que nunca termina de calentar verano sin sol sol que no calienta lo suficiente agua sin sed, agua que no quita la sed onírica realidad de los humanos todos caemos en la tentación que nos subyuga a un mundo que siempre estamos buscando la casa que buscamos hasta nunca conseguir. *** Tus ojos Tus ojos ya no ven ya no me quieren decir nada se clavan como astillas inertes que vacían todo, taladrando huecos. Esos ojos que me veían son hoy un par de plegarias mudas resumen tu ausencia no avistan mi clamor. Tus ojos que me cansé de besarlos ya no me besan en tus sueños. Despertaste y yo sigo dormida desvalida desnuda triste sin protección ni escondite tremendamente vulnerable. Tus ojos que me desvelan, parpadean ahora tranquilos y no me ven se mueven en todas direcciones y nerviosos me dicen nada. Tal vez mis ojos se han convertido para ti en un par de rayos sin luz, ¿qué hago con mis ojos que aún te ven, y te respiran y te sienten y te besan? *** Vieja memoria Tu imagen cansina llega a mis ojos como las nubes de tu extenso cigarrillo como el color gris de tu piel, objeto que vuelas inanimado flotas vagando en tu morada sin epitafio. Emerges de entre los sueños aferrándote al piolín de la vida eterna envuelves mi infancia en el más absoluto velo del onirismo, recreas tu propia historia en mi memoria ubicuo a ratos me parece que vives. Mil años tienes ya y yo de tanto pensarte ya estoy llegando a tu madurez, duermes el inmortal sueño malva mientras te observo y no puedo más que mirar tu cara con indulgencia. Resistes en la distancia te perpetúas frente al tiempo tu explosividad se vuelve una película muda en cámara lenta que atajo y rebota. Pareces estar cansado, viejo de tanta energía lerda, ahora se acumulan los años pero quién sabe cuántos años le corresponderán a un muerto. ** Martha Espejo maespejo@yahoo.com Politóloga venezolana (Altagracia de Orituco, Guárico, 1971). Reside en Bogotá (Colombia). Egresada de la Universidad Central de Venezuela (1994, http://www.ucv.edu.ve), desde entonces ha trabajado en el diseño e implementación de políticas públicas, así como al desarrollo de proyectos sociales orientados a mejorar las condiciones de vida de las personas, desde diversos organismos públicos en Caracas. Vivió cuatro años en Puerto Ayacucho (Amazonas), donde trabajó con la población indígena local y formó parte de la Red de Escritores del estado Amazonas. === Amor de frutas Sergio Llorens ==================================== Siempre que pasaba por su puesto del mercado la miraba. Ella se llamaba Verónica y, probablemente, olería a limones y cerezas. Su cara era dulcísima y brillaba como la piel de una manzana recién lavada. Me enamoré de ella en cuanto la vi. Desde que vivía en el centro, cada jueves iba al mercado. Me gustaba aquel sitio. Con esa mezcla de olores: almendras tostadas, salazones y frutas de verano. Todo a la vez. Y todo en aquella placita. Era una delicia darse una vuelta por allí. Siempre dejaba para el final la frutería. El puesto de Verónica era el último del mercado. La mayoría de las veces, compraba a los comerciantes de alrededor. Así podía mirarla con la última luz de la tarde, cuando el sol no era más que una media naranja olvidada sobre la raya del mar. La brisa del atardecer mecía el toldo a rayas verdes y blancas, donde en letras negras decía: Amor de frutas. Y justo al lado, estaba escrito su nombre: Verónica. Desde lejos la veía atender entre limas, duraznos, moras, fresas y manzanas. Cuando le pedían alguna fruta, ella atendía con calma. Cogía las frambuesas con delicadeza, las mandarinas con ternura, y los damascos y granadas con pasión. Luego lo ponía todo en el platillo de la balanza. Lentamente. Con cuidado de no dañar la fruta. Después se la daba a los clientes con una sonrisa. Me metí la mano en el bolsillo y saqué la cartera, estaba vacía. Vaya, hoy que me había decidido a comprarle algo, no llevaba dinero. Me acerqué igualmente. Mientras mostraba interés por la fruta, o eso es lo que yo pretendía, la miré de reojo. Estaba sentada, comía cerezas y leía un cuento de Mario Benedetti. Su pelo era oscuro, lo tenía mojado, hacia atrás. Unas cuantas gotas de agua se movían por su pecho, por su escote, empapaban su delantal verde aceituna. El lazo de un bikini fucsia asomaba alrededor de su cuello. Sus ojos no se despegaban del libro. Y mientras sus pupilas vibraban como burbujitas en un acuario, las cerezas enrojecían sus labios. Sin darme cuenta, palpé la piel de un limón. Ella se levantó, dejó el libro con una señal y me dijo: —¿Qué te pongo? —Perdona, sólo estaba mirando. —¿Te gusta mirar? —me dijo con una sonrisa. —Más que mirar, mirarte. —Ah, ¿sí? —Sí —le devolví la sonrisa. En aquel momento pensé que lo mejor era dejarlo aquí. Ya había ido demasiado lejos por hoy. Nada de precipitarse. Verónica me gustaba mucho. Así que le dije que se me hacía tarde. Y que ya nos veríamos el jueves que viene. Cuando ya estaba a unos cuantos metros de ella, me llamó. —Perdona, eres escritor, ¿no? —¿Por qué lo dices? —Por cómo me has mirado, bueno, y por cómo me miras todos los jueves. La sangré me coloreó la cara, como cuando un niño decide comerse solo una raja de sandia. —¿Me traerás algún cuento el jueves? —un par de cerezas rozaban sus labios, no las mordía, las besaba. —Claro —le dije todo convencido. Poco a poco recuperaba mi color normal. Sacó la punta de su lengua rosada y lamió las cerezas, nos miramos durante muchos segundos, todavía hoy no sabría decir cuántos, y después, dos puntitos rojos trazaron un círculo en el aire, levanté la palma izquierda y sentí todo el deseo de aquella fruta en las líneas de mis manos. —Son para ti. —Gracias. De camino a casa me puse las cerezas varias veces junto a la boca. Sentí su piel suave, brillante, húmeda. No pude resistir la tentación por más tiempo, me las comí. Y recordé a Verónica, sentada bajo su toldo a rayas, leyendo un cuento de Benedetti. Vi otra vez las dos cerezas, volando hacia mí, barnizadas con gotitas de su saliva. Y luego su sonrisa y sus palabras “¿Me traerás un cuento el jueves?”. ¿Por qué lo hice? ¿Por qué le mentí? Yo no era escritor. ¿De dónde sacó aquella idea? “Por cómo me has mirado”, eso fue lo que me dijo. ¿Acaso los escritores miraban de alguna manera en particular? En fin, cosas suyas. A mí Verónica me gustaba mucho y si ella pensaba que yo era escritor y quería un cuento mío, pues lo tendría. Pero había un pequeño problema. Jamás había escrito ningún cuento. Ni tan siquiera una carta. Y para escribir no sólo bastaba con la voluntad o el ímpetu del enamorado. Había que saber hacerlo, y yo no había cogido un lápiz desde hacía años. Tampoco leía. Poco a poco lo tenía más claro, no era suficiente el estar enamorado para escribir un cuento. Un cielo rosado y un viento caliente envolvían una luna exigua, flaca, que aparecía junto a Venus. Iba por las callejuelas del centro hacia mi casa. Con el tallo de las cerezas todavía entre los dedos y abatido por el ansia desmedida del deseo, llegué a una conclusión. Necesitaba ayuda. ¿Pero a quién se la pediría? No conocía a nadie que le gustara escribir. Pensé en comprarme un manual de escritura. Lo descarté. Me pasaría leyéndolo toda la semana y no tendría tiempo de escribir. También pensé en copiar algún cuento de amor, pero ella leía a Benedetti. No se podía engañar a una lectora de ese gran escritor. En una de las farolas de mi calle vi un anuncio pegado. Parecía llevar tiempo, pero nunca me había fijado en él. Decía lo siguiente: Resuelvo problemas de amor. Leí el anuncio varias veces. Nunca hubiera imaginado que alguien se ganara la vida así. ¡Bah!, será un fraude, pensé. Pero antes de entrar en casa, pensé en Verónica, en el sabor de sus cerezas, en el cuento para el jueves, y me decidí a llamar. Me contestó un viejo, era argentino, parecía agradable. Le conté mi problema, el tiempo que disponía y la poca idea que yo tenía de escribir cuentos. El viejo no daba nada por perdido y quedamos para la tarde siguiente en un café. Resolvería mi problema. No me imaginaba cómo sería un tipo que resolvía problemas de amor. Por alguna extraña razón, uno se imagina a alguien especial. Pero aquel tipo era un viejo de lo más corriente. Se llamaba Marcelo. Tenía la piel ajada por el viento hiriente de la Patagonia. Su pelo gris le tapaba la frente y le llegaba a los ojos, que eran azules, tristes, ahogados, como dos planetas de agua. Ahí lo tenía, delante de mí. Al viejo que iba a resolver mi problema. O al menos eso me dijo por teléfono. El viejo me explicó, en voz baja y bastante quebrada, que yo era su primer caso. Estuve a punto de levantarme. Pensé que me tomaba el pelo. ¿Cómo podía ofrecerse alguien como un solucionador de problemas si todavía no había resuelto ninguno? Con voz calma me pidió una oportunidad. Él estaba seguro de encontrar una solución a mi problema. Le pregunté si al menos había escrito algo alguna vez. Me dijo que no. Volví a levantarme de la silla y el viejo volvió a pedirme calma. Le expliqué que no podía perder más tiempo. El jueves tenía que darle el cuento a Verónica. El viejo insistió en que me tranquilizara. Y yo cada vez me desbordaba más. Pierdo el tiempo, me repetía una y otra vez. —A ver, dime qué tenemos —me dijo el viejo—. Pero no me digas cómo es ella. Ni cómo huele. Sé de sobra que es una belleza y que huele a limones y cerezas. Dime algo más. Algo que recuerdes. —Eso. Cerezas. Le gustan las cerezas. El viejo cerró los ojos. Al poco los abrió. Me miró fijamente. Marcelo tenía la mirada más triste del mundo. El agua azul de sus ojos era un pozo de insatisfacción. No quise preguntarle sobre su vida. Sé que no me hubiera respondido. No era yo el que solucionaba problemas. —Ya tengo el título. El sentimiento de las cerezas —me dijo mientras se pasaba la mano por el pelo. A mí me pareció cursi. Rebuscado. Pero Marcelo insistió en que era perfecto. Se me ocurrió preguntarle cómo se le había ocurrido. Luego entendí que no debía haberlo hecho. El título no era suyo. Lo había tomado prestado. Por tercera vez estuve a punto de irme. Aquel viejo me desquiciaba. ¿Pero dónde iba yo con un título robado? Qué locura. Este viejo me llevaba directo a la ruina. Marcelo no hacía más que pedirme calma. Que no me preocupara. Está bien, está bien, dije en voz alta, y después del título qué. Me dijo que ante todo debía seguir su consejo. Si a mí me gustaba ella, que era así, tenía que hacer lo que él dijera para conquistarla. Porque Marcelo estaba aquí para eso, para solucionar mi problema. Volví a preguntarle por el cuento, por cómo iba a ser. Me respondió lo que ya me temía. —Todavía no lo sé. Marcelo tenía que madurarlo. Pensar en su estructura. Necesitaba tiempo. Quedaríamos en vernos el jueves, el mismo día que yo había quedado en darle el cuento. No supe qué decirle. Era demasiado precipitado. ¿Y si el cuento no me gustaba? Dejaba todo en manos de un extraño. —¿Tienes alguna otra opción? —me dijo el viejo. —Me temo que no. Marcelo me dio su palabra. Según él, todo saldría bien. El cuento estaría para el jueves. No pierdas la confianza, me dijo el viejo a modo de despedida, todo se reduce a esa palabra: confianza. —Está bien. Pero no me falle. Necesito ese cuento, por favor. —Recuerda esa palabra. Confianza. Y nos vemos el jueves aquí a las siete de la tarde. Con tu cuento hecho. El café estaba vacío. Sólo el camarero deambulaba por la barra con un trapo blanco metido en un bolsillo del pantalón. Faltaban cinco minutos para que apareciera el viejo con el cuento. Dieron las siete y el camarero se me acercó con un sobre. Era para mí, de parte de Marcelo. El viejo había cumplido. Respiré aliviado. No quise abrirlo, se me hacía tarde. Salí dándole las gracias al camarero y me dirigí al mercado. Antes de entrar en la plaza, abrí el sobre. Dentro había un folio. En blanco. Lo encabezaba un título, El sentimiento de las cerezas. No había más que eso. La desesperación me llevó a girarlo varias veces. Busqué palabras, frases, comas. Y sólo encontré un inmenso vacío. Maldije al viejo Marcelo. Maldije los 100 euros que le pagué. El sol se consumía, lejano, como la llamita de una vieja estufa. Y yo estaba en la entrada del mercado, como un jueves más. Pero este era distinto. Tenía que llevarle un cuento a Verónica. Ella lo esperaba, y yo sólo tenía un papel con un título. Y una frase que me retumbaba cuando caminaba hacia el puesto de frutas: Recuerda esta palabra, confianza. Verónica estaba sentada bajo su toldo a rayas. El viento mecía las letras de Amor de frutas. Ella leía un libro, seguramente, de Benedetti. Y yo sólo tenía un folio en blanco. En fin, ya no había vuelta atrás. Algo se me ocurriría. Me vio de lejos, me sonrió. Su pelo largo y rizado le bañaba los hombros. Sus dedos acariciaban un par de cerezas. La saludé con una sonrisa, ella vio el folio y se puso muy contenta. —¿Me lo has traído? —Sí —contesté. —¡Qué bien! ¿Puedo leerlo? —me dijo antes de meterse una cereza en la boca. Dudé. Y volví a dudar. De pronto, recordé la palabra del viejo Marcelo, confianza. Miré de reojo el título del cuento y decidí regalárselo, pero antes le pedí una cereza. Me dijo que primero el cuento. La palabra confianza retumbó en mi cabeza. Entonces fue cuando me acerqué a Verónica y la besé. Sabía a pulpa de cereza, a crepúsculo de verano. Mientras nos abrazábamos sentí el olor de su piel. Era cierto. Olía a limones y a más cerezas. Y también olía a moras y a duraznos y a flores de damasco y a todas las frutas del verano. Después del beso me pidió el cuento. Le enseñé el folio. —El sentimiento de las cerezas —leyó en voz alta—. ¿Pero dónde está el cuento? —En tu boca. ** Sergio Llorens depende99@hotmail.com Escritor español (Valencia, 1972). Licenciado en filología hispánica. Ha publicado De lo canalla, del amor y de lo absurdo (Brosquil Ediciones). === Tres textos de Mooning over Water C. A. Campos =================== *** Soneto Cómo lo explico si es como recibir carta de Dios: el tiempo, la música, convertido en aire, viento, espacio. Como recibir boleto para un baile de brasas o ascuas siderales que sin falta ahuyenta de la noche, de tu puesto, la pena de la luna, de tu alma. Si es como esquivar los desaires, como si la alegría fuera asunto de socaires, de lo onírico, el azúcar, del vino o la yerba. Cómo explicarlo si tengo que disminuirme, exagerar, si debo recurrir al hermético historial del silencio: mi ignorancia y elocuencia. Cómo. Si no sé hablar, menos escribir, si apenas puedo con la lectura, con este vivir que hasta recrimina lo que preservamos de inocencia. *** Coda Él no desapareció, simplemente lo cambiaron de morada. Entre las líneas de un poema que acaba de nacer, que carece de nombre, de bautismo y señas personales, él ahora vive, él ahora continúa gastando el resto de la cera, continúa tapando con las manos las goteras de los ojos mientras nervioso espera el dictado de los dioses —esa prueba en la que se quema y se quema por ser hombre, estudiante. Él no le abandonó, simplemente lo cambiaron de recuerdo. Así que no se enoje, no le guarde rencor. A pesar de que su libertad carece de espontaneidad y continuidad, fue él quien de buena gana se la concedió. Recuerde que de usted él no espera ni las gracias, que él sería capaz de bajar la mirada si usted decide alabarle o difamarle. Él no le olvidó, pese a lo que diga la gente, él le echa de menos cuando piensa en lo poco que hizo por usted, por usted que es producto de un sueño y un recuerdo, de un salto hacia el cielo. *** Confesión a pie de página Empuñar tierra, no la mar ni los cielos. Reempuñarla es lo que ambiciono. A nuestra América, nuestro pentagrama. ** C. A. Campos l_tmartin@hotmail.com Escritor dominicano nacido en Santiago. Desde 1984 reside en Nueva York, EUA. Escribe tanto en inglés como en castellano. === El libro sabio Yvette Schryer ==================================== Cuando Abelardo conoció a Déborah Reina, naturalmente no lo sabía. Habría de enterarse más tarde, en el velorio del padre de la joven. Abelardo tenía sólo un amigo. Fernando trabajaba en su oficina y si fuera necesario demostrar que los extremos se atraen, la amistad entre los jóvenes era el mejor ejemplo. Fernando era tan trabajador, entusiasta y movedizo, cuanto Abelardo era indolente y pasivo. Su familia había emigrado a Sudamérica y para él, proyectar nuevos derroteros, abandonar sus costumbres y afrontar lo desconocido, representó un obstáculo tan grande, que prefirió quedarse solo en una casa que se venía abajo por la falta de cuidado. Dejado y perezoso era el muchacho. Cierta vez, Fernando le pidió que los acompañara al cine a él y a su novia porque iba también una chica amiga. Abelardo no se pudo negar (le debía al diligente Fernando muchos favores) aunque aceptar significaba alterar sus costumbres dominicales de pasar el día tirado en la cama, releyendo de tanto en tanto su único libro, que era uno que le habían regalado en la infancia y que seguía releyendo, saltando capítulos según el humor. De él se podía decir que era un hombre de un sólo libro. Los jóvenes se gustaron a primera vista y comenzaron un noviazgo dulcemente tranquilo. La joven trabajaba en la pastelería de su familia, junto con su madre, las cinco hermanas y dos tías. Déborah Reina era la hija mayor. Poseía una mente organizativa y llevaba con brío incansable las riendas del “Café y Repostería Dulcinea”. La muchacha era graciosa, cuando pasaba entre mesa y mesa, sirviendo a los clientes, moños del delantal al viento, se podría pensar que volaba de un lado a otro. Tenía los cabellos color miel, ojos negros y risueños y una boca pequeñita que fruncía a menudo en un gesto que la convertía en el piquito de un colibrí. El nombre pasaba de generación en generación, a la mayor de las hijas. Una particularidad de la familia consistía en que la descendencia fuera casi exclusivamente femenina y los pocos varones que nacían fuesen enfermizos y muy pocos alcanzaran la madurez. Cuando murió el padre de Déborah Reina, Abelardo se enteró de que los antepasados del difunto también habían sufrido paros cardíacos antes de cumplir los cincuenta años. Parecía ser un destino común a los esposos de esa colmena de mujeres. Abelardo escuchó sin darle gran importancia al hecho, ya que las especulaciones no eran la característica más fuerte de su carácter. La repostería Dulcinea existía desde hacía más de cien años. El nombre no se originaba en ninguna referencia cervantina, sino en el sabor de las mercancías. La especialidad de la casa eran las tortas de miel y las bombitas de almíbar; infierno de diabéticos y paraíso de golosos. Todas las tortas las preparaban las tías, la madre y tres de las hermanas. En la cocina, aparte el ruido de las batidoras, se escuchaba el incesante zumbido de las voces de las mujeres. Déborah Reina atendía a los clientes junto con dos hermanas y también se ocupaba de la contabilidad y de empaquetar primorosas cajitas octogonales con pequeños compartimientos, para que las masitas no se tocaran entre sí. El papel era de color celeste brillante, con dibujos de abejas y flores, igual al de las servilletitas de papel. Abelardo y Déborah Reina tuvieron un lento y acaramelado noviazgo que culminaría en boda después de dos años. Como ella estaba tan atareada con la pastelería, no se inquietaba por la índole apática de su enamorado y los domingos, que era el día de mayor afluencia, trabajaba sin cesar, mientras él se dedicaba a su deporte favorito; holgazanear en pijama hasta la noche y releer su único libro, por el cual sentía un renovado entusiasmo... si de entusiasmo se pudiera hablar en algo concerniente al indiferente Abelardo. El día de la boda se aproximaba y el novio, en vez de mostrarse contento se había tornado taciturno. Sin que él mismo se diera cuenta, lo escuchado en el entierro había echado raíces en su interior. A veces interrumpía la lectura del libro, que de tanto manosear había perdido mitad de la tapa y del título se distinguían claramente sólo las dos primeras palabras: “LA VIDA D...” y nada más. Apartaba los ojos de la lectura y escrutaba el vacío, aparentemente pensativo y marcaba, de tanto en tanto, algo en las páginas. Su instinto de conservación le indicó qué debía hacer, aunque eso significaba un gran esfuerzo para él. Preparó poco a poco y en secreto todo lo necesario; tan en secreto, que ni Fernando sospechó lo que proyectaba. La novia esperaba impaciente en la sacristía de la iglesia, rodeada por el nervioso agitar de los tules de un enjambre de hermanas y primas. El novio estaba atrasado. De pronto apareció Fernando, pálido y jadeante para dar la noticia: Abelardo se había volatizado. Aparentemente olvidado sobre la cama, estaba el libro, abierto en el capítulo sobre los zánganos de la colmena... marcado de rojo. ** Yvette Schryer ivets@netvision.net.il Escritora argentina (1932). Reside en Israel desde 1970. Estudió filosofía y letras en Buenos Aires. Publicó en 2003 el libro de cuentos Un ramo de prosas en la editorial Índigo, de París. Madre de 2 y abuela de 6. Habla italiano, francés y hebreo. Imparte en Israel lecciones de castellano y dirige un taller de escritura creativa en castellano. === Cuatro poemas Nohemí Hinojosa Rivera ============================= *** Encuentro El universo entero derramó confeti sobre mi lacio transcurrir cuando en el inmenso muro de mi nada irrumpieron encantadores los verdes vitrales de tu alma. *** Yo Yo, tan egoísta, le abrí paso a tu presencia. Yo, tan fascinante, ebria de admiración te di la bienvenida. Yo, tan disipada, contigo le puse orden a muchas cosas. Yo, tan fría, no pude permanecer ajena a tu calidez. Yo, neurótica, encontré paz en tu ritmo de violetas. Yo, frenética, me diversifiqué con tu paciencia. Yo, aprensiva, desaté la generosidad tras la sombra de tu sonrisa. Yo, noctámbula, cambié mis ciclos circadianos para vivir en tus días. Yo, reticente, me volví en quien más ansía. Yo, que decidí ser tuya, cuando ya ibas de salida. *** Aura No te agobies. Prometí no volver a tocar el tema y bien sabes que lo he cumplido. Dentro de lo poco que te ofrecí, tuve siempre la honestidad por principio. Es cierto, escribo pensando en ti pero esta vez mis letras no llevan la intención de unir nuestros destinos. De suyo lapidarias, hoy solamente las utilizo para decirle adiós a todas aquellas cosas que pude haber vivido contigo si hubieras querido. *** Delineando una acuarela Tiempo etéreo. Nostálgica atmósfera fresca vigilante de un espacio vacío que sólo se habita con tu presencia. Luz tras una ventana abierta. Contraste de tu silueta en movimiento. Pupilas que se contraen y se dilatan: escaparate de tus pensamientos. Blanco papel, siempre dispuesto para ser la voz de tus anhelos. Transparencia dinámica del agua, transición de los colores, antes quietos. Suave pincel que se mueve sutilmente impulsado por tus dedos emergiendo de la nada estática trazos recién inventados, nuevos. La calma rodea tu espíritu. Algo sucede en secreto. Tu ser en libertad tangible expresando sus misterios. Tú y tu soledad creadora magia y misticismo del momento. Gritando tus sentimientos todo en completo silencio. ** Nohemí Hinojosa Rivera arqnhinojosa@gmail.com Arquitecta y narradora mexicana (Monterrey, Nuevo León, 1973). Su primer cuento data de 1989; también escribe ensayos de arquitectura. Ha publicado artículos en las revistas Ámbito Arquitectónico; artículos de opinión en la revista Violeta del Instituto Estatal de las Mujeres en Nuevo León, y poemas en la revista Contexto Gráfico. Participó como lectora en la Feria del Libro de 2006 dentro de la mesa “Días Feriados, Escritores de Nuevo León”. Posee un libro de cuentos inédito que distribuye en edición artesanal y actualmente trabaja en su primera novela. Coordina el taller de escritura “Bocetos de Escritores” que se reúne semanalmente en La Gargantúa. Ha sido tallerista de Patricia Laurent, Mario Anteo, Eduardo Antonio Parra y David Toscana. Mantiene una bitácora personal en http://bocetodeescritora.blogspot.com. === Ahora que el amor se me instala Nuria Ruiz de Viñaspre =========== (Nota del editor: los poemas de la escritora española Nuria Ruiz de Viñaspre, que leerá el lector a continuación, constituyen el poemario Ahora que el amor se me instala, publicado en 2004 por Editorial Celya [http://www.editorialcelya.com] con prólogo de Eduardo Mendicutti). *** I AHORA que el amor se me instala Puedo dormir en paz y mirarte a los ojos Aunque me diluya y tiemble mi cuerpo bajo tu mano Como un perro aterido y hambriento Ahora que el amor se me instala Quiero articular palabras Aunque me derrita si estoy en tus bocas Deshaciéndome en miles de pieles Ahora que el amor se me instala Me disperso como el polvo en el viento Se disipan mis neuronas Ahora que el amor se me instala No quiero volver a hilar Ni un solo pensamiento cuerdo Me pregunto quién te ha dado esa fuerza de pájaro Ahora que el amor se me instala *** II ESCLAVOS del mundo Con nuestras mortales muñecas Atadas a aquello que amamos Que lenta muerte no caer Y desasir las desgastadas De terrenales ligaduras Los pájaros viajan con viento bajo sus alas Sólo viento Viento atrapado *** III ¿SABÉIS lo que es la pena? Es un bicho asqueroso que trepa por tu cuerpo Nace en los pies y sube sin tregua ni descanso Hasta la parte más alta de tu garganta Allí, anida por más tiempo impidiendo respirar Sólo cuando se desliza en un despiste a tus ojos Y la tapa de tus sesos está abierta La pena sale y muere en atmósferas nuevas *** IV DENTRO En los jardines arañados por la lluvia —Mujer que tiritas la edad de tu ternura— Me lanzaré al abismo de tu escote Para estrellar allí mi garganta encendida Que la lluvia ha llegado Ya nos lo dijeron las flores secas Ahora es tiempo de ternuras *** V Es un perro muerto incrustado en tu pecho Un animal mojado por aguas negras Que va lamiendo lentamente tus despistados huesos Mientras deja su saliva en las ramas de tus tendones A veces escucho en la noche voces en mis huesos Y en sus huesos caninos Aullidos *** VI DUERMES En algún lugar del mundo, duermes Y te alejas en tu sueño a legendarias tierras Navegando en paisajes azules perfectos Duermes Y dormida Extiendes los brazos hacia mi real cuerpo En busca de algo más de vida *** VII VAMOS a embarcar las dos En aquella nube blanca La barca está esperando Iremos a ese otro mar más azul Aun más azul que todo el azul del Mundo Allí donde nuestras palabras Suban más libres aun que las olas Allí donde los leves cuerpos nuestros Nunca anden sin el alma Allí Donde nunca se grita Tierra *** VIII EN la longitud del cuello de mi útero Se esconde el verso más sucio El verso de la sin razón y el vicio El vicio de atragantarme Con tu semen de adolescente ** Nuria Ruiz de Viñaspre nruiz@e-factory.es Escritora, redactora y correctora profesional (La Rioja, 1969). Ganadora del XX Premio Ciudad de Tudela de Poesía y finalista del Premio de Poesía Academia Castellano Leonesa de Poesía, el IX Premio Internacional de Poesía Gabriel Celaya, el Premio Internacional Sial de Poesía y el Premio de Poesía María del Villar. Ha publicado El mar de los suicidas y otros poemas (Huerga y Fierro, 1999, Madrid); Desvaríos subterráneos (Ediciones Devenir, 2001, Madrid; Ediciones Globo, 2001, Gran Canaria); Ahora que el amor se me instala (Editorial Celya, 2003, Salamanca), con prólogo de Eduardo Mendicutti, y El campo de tus sueños rojos (Editorial AC Mañana es Arte, 2004, Madrid), con prólogo de Rosa Regàs, versión bilingüe portugués. Además textos suyos fueron incluidos en la antología La otra voz. Poesía femenina 1982-2005 (Ediciones 4 de agosto, 2005, La Rioja). Ha organizado presentaciones de libros, lecturas y otras actividades literarias. Ha sido miembro de jurado en diversos certámenes literarios nacionales e internacionales y ha coordinado diversos talleres literarios. Intervino con producción poética propia en las V Jornadas de Poesía Última de la Fundación Rafael Alberti (Cádiz, 2003; http://www.rafaelalberti.es/asp/fundacion.asp) y en el III Festival Internacional de Poesía del Moncayo (Ediciones Olifante, Litago, 2004). Poemas suyos han sido publicados en las revistas Texturas (http://www.geocities.com/revista_texturas), Calidoscopio, El Otro Mensual-EOM (http://www.eldigoras.com/eom), y Agulha-Jornal de Poesía (http://www.revista.agulha.nom.br). Perteneció al consejo editorial de Editorial Celya (Salamanca; http://www.editorialcelya.com) y actualmente trabaja en el Grupo Anaya (http://www.anaya.es), en Madrid. === Historias de otro mundo Héctor Javier Peña ======================= Ella andaba de aquí para allá, de unos diecisiete, dieciocho años. Dando pasos cortos de ida y de vuelta, sobre adoquines sucios en la plaza, con sus sandalias mostrando sus empeines desnudos, pálidos. A sus espaldas el lago, con su agua verdosa, sucia, donde hubo un ahogado hace mucho tiempo. Se quedó quieta por un momento y un pato emergió de su hombro, se poso en él y abatió, inútil, sus alas intentando volar. Miraba de vez en cuando hacia la escuela, como si estuviera esperando a alguien. Desde la escuela, esperando el timbre de salida, espera la horda de changos, uniformados de azul y blanco. Una hilera de clones, rubios o morenos, hablando al mismo tiempo, creando el barullo, unísono y torpe, de la masa. Seguro que hablan de ella. Seguían su figura. Cuando sacaba su lengua y la paseaba sobre los labios, deseaban que hiciera lo mismo con ellos. Esa extensión rosada, como de cachorro, como de monstruo, como de cualquier cosa. La mayoría sentía el bulto erecto, maltrecho contra los calzones. Otros sólo la veían, su piel blanca, como de gringa, el cuerpo estético como estatua, morían por tocarla. Unos muy pocos, descubrían su realidad, al no sentir nada y mejor veían a sus compañeros mirar a aquella mujer tan distinta a sus compañeras. Yo, vengo cruzando el patio, agachado, derrotado en ese linchamiento que es la secundaria. Intento sacudir el pantalón, pero el lodo se está empezando a secar. Fui a tomar agua, hice fila como los demás, y al momento en que bajé la guardia me empujaron. Me tambaleé, estaba parado sobre unas piedras y tuve que dejarme caer poco a poco, con dignidad, como si no importara, y al levantarme reír, reírme de mí mismo, para que no rieran tan fuerte. Fue Carlos, me vio indefenso, y a huevo tuvo que mamar. —Fue una broma —se disculpó entre risas. Veo a la chava, que ahora se sienta sobre la barda desde donde se ven los patos, muestra sus muslos a los transeúntes. Ella también debe estar viéndome, a pesar de la distancia voy caminando hacia ella, debo ser irreconocible, uno más en el montón, al unirme al grupo de la reja ya no me distinguirá. Sin embargo me ha reconocido, me sigue con la mirada, incluso parece interesada. —Eh, Raúl. Chin, debí haber corrido, no quería que me alcanzara y siguiera molestando, incluso me encabrona su voz, con ese tono de allá de por su casa. Es con la que siempre me molesta y se burla de mí. Me volteo a verlo, temeroso, siempre tengo miedo, de que me observen, de lo que piensen, de que se rían. —Me vas a prestar el dinero —pregunta acercándose, imponiéndose. —No sé —contesto, pero esa no es mi voz, es con la que me oculto. —¿Por qué? —pregunta hastiado, sabiendo que deberá insistir, que tendrá que convencerme, como otras tantas veces. —No sé —e intento distraerme con las palabras de los otros en la reja. La muchacha estaba sentada, esperando, muchos aseguraban que al sentarse la falda había subido un poco y se le podían ver los calzones. La veo. Ahora sé que me está mirando. —¿Por qué no puedes? —Mi mama no está, salió de viaje —le digo fingiendo distraerme con la mujer de enfrente, igual y así me deja en paz. —Eh, no mames —la ha visto, casi la está apuntando con el dedo—, está bien pinche chula, güerita, chaparrita y tetona. —Mateo, esa con quien viene —le pregunta a otro que también la veía. —Sabe —contesta, sigue mirando, y tiene la boca abierta como idiota. Miro hacia al patio, ese que acabo de cruzar, el cemento brilla, está casi blanco por el sol. Me arderían los ojos si lo viera tan directo, tan enorme, inmenso, con ganas de perderme ahí. Me gusta ser amigo de las inmensidades, como el bosque, andar entre tantos árboles, o como el mar, aunque no lo conozca. Mamá ha prometido llevarme en el verano. Y ahora me estoy acordando, de eso otro, enorme, inmenso, que me aplasta de inmediato al quedarme solo. La puta de mamá, debo decirlo, una y otra vez, de tanto decirlo serán tan sólo palabras, o quizás me acostumbro. Por eso me gusta lo infinito, perderme entre sus componentes, entre los árboles, ser uno de ellos, incluso que sean más que yo y así no ser nada. De un tiempo para acá me sorprende como veo las cosas, pero no es que sepa más o menos, soy un simple testigo. Veo desde afuera, percibiendo, sin poder actuar. Mi mamá es puta, no como las de la escuela, esas que dejan que Carlos les vea los calzones, que les toque las piernas, y que yo pueda ver mientras lo hacen y me sonríen, como si me tuvieran lástima. A mamá le pagan. Ha de ser mucho. De sirvienta a no hacer nada. Llego a la casa y ahí está, dice que ahora su trabajo es menos pesado y sale más temprano. Y lo peor de que ahora parece más contenta, como debió serlo con papá, antes de que muriera. Sale de noche, por lo menos una vez de lunes a jueves, siempre los viernes y los sábados, para regresar con regalos. Hace poco salió temprano, por la tarde, y regresó acompañada. Era un señor un poco más grande, elegante, formal. Al principio me cayó bien, pero la cagó cuando empezó a preguntarle sobre él, como si se interesara. Me hubiera gustado decirle, qué chingados le importa, por qué no se va mucho a la chingada, escupirle las palabras en su cara. Así lo hubiera hecho Carlos, pero sería un pendejo más. Me levanté y me fui al cuarto, mientras podía escuchar a mamá mortificada, a dónde vas, qué tienes, tenemos que hablar, y él trataba de apaciguarla. De seguro cuando entre al cuarto la abrazo, para consolarla porque estaba llorando. Y luego fue peor cuando me avisó que nos cambiaríamos de casa, y me metería a otra escuela, y de ahora en adelante habrá muchos cambios, así es la vida, me dijo muy solemne, muy pinche profética. —Tons, se va a hacer lo de la lana? —Que no —me está hartando, y ella me sigue mirando. —No sé qué le ven, si es bien golfa —golfa, esa palabra la aprendí recién entré a la escuela. Carlos me ha escuchado y se burla. —No mames —lo dice sorprendido—. ¬Si bien que te gusta —y su sarcasmo se extiende en su boca—. ¬¿O que eres puto? —esa será su nueva broma, su nuevo chantaje con lo que me minimizará. Es golfa como mamá. La he visto venir antes, otros días. Incluso ha intentado hablar conmigo, pero no pasa de dos tres frases. —No soy maricón —se lo digo serio, casi retándolo, como si pudiera pelear con él y ganar. Aunque es un poco más alto, y eso es mucha ventaja. —Sí, güey —me ignora—. ¿Cuánto a que no vas y hablas con ella? —la voltea a ver y ella lo ve, fija sus ojos en él, o eso cree. Con madre sería darle la sorpresa, demostrar que me ve a mí. Se ha intentado acercar, pero la evado, para eso sí la hago. —¿Y qué le digo? —respondo después de unos segundos de duda. —No sé, pero si no eres maricón, y le voy a decir a los demás que eres bien culo. Por dentro, es decir, entre la sangre y mis tripas, siento esa impresión abstracta, firme. Ese odio, ese sobresalto, ese susto de saber lo de mamá. Esa impresión de cuando vi al viejo, ojete, sentarse en la casa como si fuera suya. Idéntico a ese nervio al llegar a la escuela y camino entre risas, que supongo siempre, son para mí. Eso siento, lo percibo en la debilidad de mis pasos mientras me dirijo a ella. Atrás, la bulla de los demás. Ese pequeño trayecto es mi refugio, no puedo regresar, tampoco llegar hasta ella. Ya estoy afuera, ya me brinqué la barda de la escuela, salí antes del timbre, ni modo. —Qué onda —la saludo muy informal, con desdén. —Hola —dice con una sonrisa tímida y se levanta para acercarse—. ¿Cómo has estado? —pregunta muy solemne la pendeja. —Pues aquí —y ya se me ha terminado la imaginación. Volteo a la escuela y Carlos está distraído platicando y los demás no se ven tan interesados. —¿Y qué, vas para tu casa, o sólo vienes de paso? —pregunto con aire aburrido. —Pues para la casa, o ¿a dónde te gustaría ir? —propone con simpleza. —A ningún lado, aquí estoy bien —le rezongo con hostilidad. —No te enojes, yo sólo quiero que seamos amigos —y se acerca a poner su mano sobre mi hombro. No quiero que me toque, así lo hace mamá, y ya no la tengo conmigo, ya estoy solo. Pero me acuerdo de Carlos al escuchar el timbre, viene en camino para lucirse con ella a mis expensas. —Bueno, vámonos —le digo más tranquilo. —¿A dónde? —pregunta. —Pues a la casa —le digo y sonríe con esperanza. Pienso que ahí vienen, que están distraídos y sin embargo lo hago. Le cedo el paso para que dirija el paso hacia el carro que debe estar esperándonos muy cerca. Luego le doy una sonora nalgada que la deja quieta, adolorida. Esa que le he querido dar desde que la conocí. Que retumba a lo largo de la calle y se escurre hasta la escuela. Detonan las risas y el griterío a las espaldas, ve mi rostro, y comprende de inmediato. —No dijiste que nos debíamos llevar bien —la veo pasar saliva por su cuello esbelto, ha de ser rabia, o coraje, o quién sabe. —Sí, pero no seas así —y se quiebra su voz de vergüenza. —Fue una broma, perdón. No lo vuelvo a hacer —sé que eso la va a convencer. Me ve, va a decir algo, sacará los celos que me tiene, pero en el fondo quiere olvidar la nalgada. Sigue caminando. Me acerco a ella como si fuera a tomarla de la mano. Estamos alejándonos de la escuela, me detengo y, con la mano en alto, me despido de Carlos. Mueve la cabeza, pero no me mira, aún no sabe cómo me lo chingué. Ni lo sabrá, no vuelvo, otro escape, y a donde llegue será igual, otro nuevo escape. Alcanzo a Carolina. La cara le ha cambiado, ya no está roja de vergüenza o coraje, o quién sabe de qué. Vamos caminando despacio, platicando entre risas, como una pareja. Es bonita, pero no debo usar esa palabra, como con mamá. No la voy a llamar más, trataré de no pensar. Recuerdo entonces que tengo catorce años pero extraño a mamá. —Carolina —la llamo. Está a punto de subir al carro y se detiene. —¿Qué? —¿Mi mamá cuándo regresa? —sonríe comprensiva y se acomoda dentro. —¿Ya la extrañas? —el carro empieza a avanzar. —No, sólo quiero saber. —El domingo. Seguimos avanzando hacia mi nueva casa. Quiero preguntar cómo debo llamarla, hermana o hermanastra, pero todavía no me acostumbro a verla así. ** Héctor Javier Peña fossil_matrix@hotmail.com Escritor mexicano (Saltillo, Coahuila, 1983). Es estudiante de derecho. === Poemas Luciana Andrea Mellado ==================================== *** Sangre La niña sangra y en hembra la transforman y el juego se suspende sin pausa y sin aviso. Despiertan sed sus nuevas humedades y la arena es barro en sus manos aún torpes. Los perros domésticos hociquean su sexo intolerantes al disimulo de una sangre que cambiará de color en cada parto. Los ojos de la niña se espesaron ya no ve ramos de transparencias en el aire. (de Las niñas del espejo, 2006) *** El cuerpo y la nostalgia Vagidos secos anuncian la aurora sin que nada inaugure el sueño o ¿debo decir que soy yo quien te mira las manos telaraña de belleza, ternura desgarrada? Esto ocurre en un lugar intraducible donde la muerte bebe la inocencia de niñas muertas que nadie busca / que nadie reclama. Una procesión atraviesa el sendero de tus ojos cerrados camino breve que dilata el sueño, jardín de malezas y de lluvias animal que huele el precipicio y arremete. (de Las niñas del espejo, 2006) *** Imposibilidad de los cuadros Experiencia inenarrable que se deshace en silencios, cesuras, eufemismos No es el mío ese lienzo consagrado, ese libro ilustrado por los célebres hermanos que siembran cosecha ajena tampoco la voz que los evoca, rubia, masculina, extraña. El mío es ese contrapunto que no repite ningún tapiz, ninguna publicidad, navajas que se hieren en celo e iluminan un segundo la imagen que me reencarna: ventana rota, descuajeringada, detrás de la que baila una mujer abandonada a su propia alegría. Nada es sucesivo en este cuadro que la noche del lenguaje oscurece que la vigilia ordena, limpia y pule. La belleza de las cosas se desplaza fuera de la metáfora ese juego revulsivo que une lo que nunca fue separado. (de Las niñas del espejo, 2006) *** Y ya entrada la noche Y ya entrada la noche cuida el lenguaje como se cuida a los hijos enfermos o a la madre débil. Aprende a ver en la oscuridad verdosa de sus noches silencio que aplaca la costumbre reverberante del espejo que le devuelve su imagen y el sonido de la ropa que hoy nadie quita ni espera. —Ningún perro puede morder su propia cola —piensa y entonces se equivoca y sale al mundo porque cree que está sola porque cree que conoce la naturaleza de su deseo, mundano afecto inenarrable hacia los otros. Si soñar la liberara un poco soñaría que muere en un cadalso que se eleva con los brazos abiertos como quien va a volar y vuela. Pero soñar ocurre con voceos entrecortados, presentimientos de una aurora que se resiste, batalladora. Nadie muere en la víspera le dicen en su sueño. pero ella advierte al despertarse el repique de unas llaves, su golpeteo incesante en los rosados dedos de un verdugo impiadoso. (de Las niñas del espejo, 2006) *** Tus ojos I Nada es inocente en este mundo salvo tus ojos. Tu cuerpo quemado / incendiado por los años dibuja dos grandes soles anillos sabios que te acercan a lo divino. No exagero, es cierto, todo sobra en mi casa todo es olvidable menos los puentes acuosos de tus ojos. Como aquello que ignoro conociendo o mejor aun lo insondable de vos. Te oigo desde lejos. (de Las niñas del espejo, 2006) *** Hoy se es triste, se está triste, dos veces Hoy se es triste, se está triste, dos veces. Las cuencas de tus manos no dan de beber, decorado de ríos que van y vienen del mismo modo al mismo lugar, idénticos a la desgracia sin sangre, sin combate. Tu movimiento ahora es pura insistencia, necedad que supervive con el mínimo esfuerzo, con el tórax inmóvil hasta la expiración. Hoy recuerdo el mejor lugar en la sombra de la infancia. Las hojas de esos árboles son las mejores albergan toros luminosos que la tormenta no ensombrece. Son los mejores los árboles de la infancia. La felicidad trepa por sus troncos y no están los mandatos de tu voz, el artificio de tu silencio. Nunca más habitarás la sombra de quien supe ser cuando era feliz. Nervadura de una flor astuta que anhela la humedad subterránea mientras dispone su cuerpo hacia la altura. (Inédito) ** Luciana Andrea Mellado lucianamellado@infovia.com.ar Escritora y docente universitaria argentina (1975). Reside en la Patagonia argentina. Recibió el Premio Academia Argentina de Letras (2000) y becas de la Agencia Española de Cooperación Internacional (Aeci, http://www.aeci.es) y del Fondo Nacional de las Artes (http://www.fnartes.gov.ar, 2000 y 2006). Ha coordinado distintos talleres de escritura y publicado artículos en revistas de cultura argentinas e internacionales. Ha publicado el poemario Las niñas del espejo (2006). === El loco Pablo Mendieta Paz ======================================= Ayer y hoy he estado contigo y me froto las manos al saber que nada ni nadie podrán impedir que permanezca en tu presencia. Me dices cosas susurrantes al oído que me llegan como truenos, y cosas como truenos que me suenan a susurro. ¡He ahí tu genio, amigo! Nadie lo podría hacer, o tal vez sí, pero no con tu inspiración. El otro día, al amanecer, junto al río, cuando agitaba mis pies en el agua cálida de la aurora, vi cómo el sendero de arbustos nacientes había atrapado en sus flores todavía no del todo abiertas, al sol que despuntaba... Yo sabía que era el momento en que vendrías, pues siempre apareces acompañado de la virtud más excelsa de la naturaleza. De pronto asomaron tus pasos que se aproximaban a mis espaldas haciendo sonar los tacones de tus zapatos; aquellos con los cuales pisas todo lo inservible de este mundo, y me dijiste: —¡No te des vuelta! ¡No quiero que hoy me mires... No quiero que mi traza de hombre vesánico te perturbe! ¡Quédate así como estás, sentado, fijando tu vista en lontananza, pero no trates de atravesar los umbrales del horizonte (eres muy propenso a eso), sino que escucha, sólo escucha atentamente! —Soy un poeta loco; si tú lo quieres, sin Dios, o con un Dios a medio hacer. Tu dirás: —¿Podrás ser un nuevo ser? ¿Alguien que nunca haya pisado lo que todos lo hemos hecho, como la tierra? O que haya atrapado entre sus manos lo que nunca nadie lo ha conseguido, como el viento? ¿O que haya cortado las alas de sus pensamientos como un cuervo herido de muerte? ¿O un hombre cegado por la luz de un alba nunca antes revelada? Y yo te contestaría: —Podría ser todo eso, y también nada... Pero ya que tienes oídos para oír, oye. Presta atención y todo resultará más fácil; es una aventura que si quieres, vívela, pero no pierdas de vista lo que te he dicho: de ti depende entenderla, corre por tu cuenta. Y luego de vivirla me admirarás o me odiarás, ya que conmigo no hay medias tintas, es decir, no te hablaré de juicios vagos y nada resueltos, dictados por extremada cautela y receloso espíritu. Te diré lo que es, y nada más. Y aunque sientas como la sacudida eléctrica de un rayo que recorre tu pequeño mundo de creencias tan íntimas, pero tan comunes, de ese mundillo opaco y cómodo en que acostumbras a refugiarte para huir de tu penoso desamparo, me confesaré de plano a ti, ingenuo y sarcástico, para que salga a luz tu desabrigo falsamente cubierto y enseñarte a aprobar y querer la vida como hombre juicioso. Pues este viejo a quien escuchas, retraído como el anacoreta de las montañas, pretenderá a veces, muchas veces, expulsar tu convicción en Dios y tu creencia en una vida que deslumbra, alucinante, luego de la fatídica muerte. ¡Ja, qué necedad!... Vida después de la muerte. No, no, mil veces no, tienes que hacerte duro, ¡tan duro como una roca gigante a la que no se puede mover ni empleando a toda la existencia! ¡Sí... haz frente a todos los estímulos complacientes y maleables y sé duro en tus relaciones con los demás; álzate en un ansia intensa de yugo! ¡Al diablo con la benevolencia! No sirve. Con ella nos han engañado siempre los filibusteros que gozan de “la gracia de Dios”. Pero ten presente una cosa más: todo esto también quiere decir que la dureza tienes que emplearla necesariamente contigo mismo, pues ella adorna al individuo de la misma manera que adornan los sonidos, sublimes, con los cuales el músico crea una obra de arte superior. ¡Ah! ¡Y jamás te rindas, pues, además de que la gente se reiría de ti con esa risa parecida al crujir de la zarza en el fuego, te transformarías en una bazofia, en una sustancia en descomposición, en un ente bueno para nada que habita con los gusanos en los basurales! Esa es la fragilidad de los mediocres, de aquellos que pululan por doquier. Hay tantos que se chocan contigo a su paso. No hay que olvidar que la compasión —ya lo dijo alguien— es la tristeza nacida del daño del otro: es debilidad. —Toma conciencia de que Dios ha muerto, y recupera la fidelidad que le diste en tiempos pretéritos al significado de la tierra. Lánzate como una catapulta humana al desafío de vivir esa vida que se quiere vivir otra vez, perdida como una joya que ha zozobrado en el mar. —Puede que creas, amigo mío, que el alegato que expongo es indigno. No. Al final de cuentas, aunque parezca sibilino y ciclópeo, debo confesarme ante ti que sufro de miedos y gozos, y también de fatiga por la dureza de mi destino. ¡Vaya paradoja! Tal vez esto sea porque muchos años he comunicado mi sabiduría sólo a mi soledad, allí, en las montañas del sur. —¿Me comprendes? Y si me comprendes, ¿rechazas mi mensaje? No quiero que me abandones, amigo, ni quiero abandonarte yo; pero siento una necesidad irrefrenable de retirarme otra vez a esas montañas, a mi cueva, a entenderme tal cual soy, pues puede ser que me halle navegando —como un pensador sabiamente expuso— en la hermosa razón del azar, o, quizás, no esté haciendo otra cosa que una suerte de exaltación de mis fracasos, de un mensaje destinado a nadie más que a mí mismo; pero eso sí, que converja en tiempos futuros, no muy remotos, a una aurora de mil colores que al fin llegará. Así que quiero que comprendas que el hombre tiene que ir al hombre, a la tierra, a la vida, y no como hacen aquellos que deshonran la suya propia alimentando sus fuerzas en la búsqueda de una existencia ultraterrena. ¡Patrañas! Y para ir al encuentro de eso se empequeñecen como el caracol. La humildad no sirve; tampoco la docilidad, y menos el gemido de los blandos y la serenidad sumisa que sacan ronchas. ¡En este mundo de misterios, pero de verdades, sólo deben imperar la soberbia y la sutileza! Pero aunque parezca contradictorio, amigo, jamás hablaré de apoyar al nihilismo, pues como te dije hace sólo un momento el crepúsculo matinal llegará con millones de arco iris que arroparán al hombre en su nuevo destino, y ya no será éste un inútil incapaz de poner en movimiento su fuerza creativa; que ya no desee nada; que se contente con vivir una vida meramente inane; que su principal preocupación sea no tener malestares en su salud; y que se resigne a efímeros deleites ordinarios. Será un nuevo hombre que podrá elevarse sobre los resignados a su suerte, aquellos que con la cabeza hundida como el avestruz dejan transcurrir el tiempo, preconizando la profunda eternidad a la que un día llegarán... —Hay algo —además de tantas otras cosas— que desprecio de los mediocres: el resentimiento. ¿Sabes qué es el resentimiento? Es el rencor llevado a su máxima expresión que apunta a vindicarse, como las tarántulas, y cantar victoria, con lo cual los débiles triunfan como tales e imponen sus propios valores nacidos de su desprecio; y esto conduce a un talante siempre reprensible; a una ineptitud para arrobarse, enaltecer y amar; a un deseo enfermizo de ser amado, sustentado y halagado. Comprende, por tanto, que el resentido siempre, pero siempre, te apuntará con su dedo acusador. Su alma está tan corroída que se encuentra al acecho de un fundamento moral para algo que es un hecho absolutamente natural. Y es más. Atribuye su atormentada impotencia a otros so pretexto íntimo de no confesarse como un ser endeble. Alguien dijo en cierta ocasión —¡y cuánta razón tenía!— que quienes predican la igualdad no son más que unos seres enanos, gregarios, que jamás podrán llegar a ser como los fuertes, los poderosos. Por eso la predican. Mentecatos... En tanto que éstos, mientras más vigorosos sean, esparcirán la diferencia de los hombres bajo la imposición de un renovado sistema de valores... Mientras se quedó por un instante meditando, vi en aquel río la vida tan honda como el mar, tan clara como los cielos donde retozan el amanecer y el crepúsculo, la penumbra y el fulgor. El murmullo del río me seducía, como la música de las aves y el susurro de los árboles, a veces silenciado por el chirrido de las cigarras: no era otra cosa que el idioma de la naturaleza. Por momentos, en mi fantasía, se me antojaba aquel río como una pleamar en noche de luna llena. La brisa cálida de primavera me rozaba la cara. Me sentía bien... —Y aunque sea difícil decirlo, es cierto: Dios ha muerto. No es que no existe, sino que ha muerto, pues tú, hombre ya adulto, dueño absoluto de tus pensamientos y de tus pasiones, puedes superarte por ti mismo sin tener que recurrir a lo que recurren quienes quieren cobijarse en las barbas de Dios. De esta manera, te reconcilias con tu propio cuerpo y lo admites henchido de felicidad, aunque sea degradante y deforme. Así, el cuerpo vive, brota como una amapola refulgente, autotrasciende, ya no hay idealidad y no se arredra ante la posibilidad de fecundar su propia libertad creadora; y desde ahí comienza la ansiada diversidad que desvanece las sombras de la inicua noción de alma, recuperando el hombre su inocencia extraviada. La tierra nuevamente es el edén pleno de huertos embriagantes, que ya no tiene a Dios como a su capataz. En ella, tendrá buena posada el hombre y un rayo de luna chispeante será lo que antes la medianoche de su vida. Por eso éste debe saltar como con una garrocha sobre los valores de la moral corriente, absurda, abyecta, que tiende a la igualdad intransmutable, aquella de los débiles, que tienden al gregarismo, y no, claro, de los fuertes que van a la búsqueda de la soledad, y luego del poder, del poder del artista, del bohemio, del que reniega de la ambición y el cálculo, del conquistador, del que no se disminuye. —Debes estar lo plenamente consciente de que todo lo que existe se mueve, y por lógica, existe el tiempo, y por añadidura, el tiempo es finito, como una sucesión de instantes idénticos, tan circular como una pelota que flota en el vasto océano, o como un anillo que cabe en otros anillos. Es el tiempo que llega a su clímax y vuelve redondo, otra vez, a su misión. Y aunque parezca fatal y agobiante, la presunta tragedia orbicular se transforma en una representación festiva: la repetición perpetua hasta de los más insignificantes momentos: como un solaz... —¡No hay pecado! ¡No hay culpa! El hombre está libre pues el cenit espanta los fantasmas que crean su fragilidad, y solo, va configurando su propio destino, un destino desbordante de bienestar que se esparce como una luz cegadora en todo su ser. Es la paz con la tierra y con la existencia... Como siempre, permanecí junto al río agitando mis pies en el agua cálida del mediodía viendo cómo el sendero de arbustos había atrapado en sus flores al sol que todo lo inundaba... Yo sabía que era el momento en que se iría, pues siempre desaparece acompañado de la virtud más excelsa de la naturaleza. De pronto resonaron sus pasos que se alejaron de mis espaldas golpeando los tacones de sus zapatos, aquellos con los cuales pisa todo lo inservible de este mundo, y me dijo: —¡No te des vuelta! ¡No quiero que hoy me mires! ** Pablo Mendieta Paz mendipaz@hotmail.com Músico y abogado boliviano (1955). Reside en La Paz. Tiene estudios en el Conservatorio Nacional de Música y especialización en Dirección de Coros con el maestro parisino Alain Charron, y estudió derecho en la Universidad Mayor de San Andrés de La Paz. Ha publicado artículos de derecho financiero y derecho constitucional y el libro Actualidad jurídico-financiera en Bolivia (1996). === Poemas Fred More ================================================= *** No era amor, era cortesía Tan amable ella, con todos tan dulce y afectuosa, su mirada y su sonrisa contagiosa la hacían más atractiva, más bella. A todos saludaba sin distinción con un tierno besito o con un inocente abracito y todos la adoraban con veneración. Vestida de elegancia y sencillez sólo despertaba respeto y admiración, tal vez ocultando fantasías atrevidas de que ella fuera la mujer de sus vidas. Yo un día de ilusión prendido le pregunté si me quería. Ella me contestó asombrada que yo la había malentendido. Así perdí el amor que soñaba y su simpatía. *** La felicidad viene sólo de visita La felicidad viene sólo de visita a la humana morada de mi existencia, a veces brevemente, a veces con frecuencia. La felicidad viene sólo de visita a veces con sorpresa, sin previa cita. Nunca se queda indefinidamente, se va con la promesa de volver oportunamente. Estará siempre servida la mesa y abierta la puerta de mi alma y de mi vida para su bienvenida. La felicidad viene sólo de visita, así es la vida, si triste es su partida dulce será su próxima venida para volver a ser feliz, volver a amar a soñar, a cantar, a trabajar, a descansar, volver a la patria, al hogar, a la salud, a la normalidad, de nuevo la habitual actividad, de nuevo la felicidad. Qué bueno sería a su presencia acostumbrarse pero ella no viene para quedarse. *** Aquellos tiempos difíciles Primeras horas de una mañana cualquiera. El acostumbrado café antes de las faenas del día. En la barra de la cafetería en las mesas desnudas las gentes de siempre taciturnas, casi mudas. Una patrulla tempranera, al trote por la acera. En la emisora las palabras del líder a toda hora. Recelosas miradas hacia el recién llegado: misterioso, callado, desconocida su identidad: tal vez un agente de la Seguridad, un vecino, un forastero. Un delator, un extranjero, un transeúnte, un taxista un funcionario, un turista. Una voz hesitante, con temor: “¿gusta un café, señor?” La expresión de anuencia del desconocido. Sensación de un tiempo vencido. Aroma de café humeante en tazas de peltre brillante. Son amigos en un instante. Un apretón de manos calurosas, agradecidas, amistosas. Mañana en esta cafetería sabrá mejor el café de cada día. ** Fred More romanfre@cantv.net Escritor y docente italiano (Verona, 1938). Es profesor de idiomas modernos. Ha publicado Figura y pensamiento del monseñor Rafael Arias Blanco (Italgráfica). === El encuentro Mercedes Álvarez Gutiérrez ========================== (Sucedió cuando teníamos dieciséis años e íbamos al colegio. Una de esas mañanas con Cartier). Cartier cierra la puerta de la casa y se cuelga la mochila al hombro. (Uno de esos días nublados de invierno). Llega tarde al colegio, pero no va apurado: esa mañana tiene clase de física. Cartier no soporta a la profesora. Los días que tiene física, se toma antes un vaso de vodka. Se lo sirve en el baño y brinda frente al espejo. Después esconde la petaca en el botiquín, detrás del papel higiénico. Su madre rara vez mira ahí: su madre rara vez mira nada. (Porque no había nada que mirar; porque todo era pobre, chato y vacío, porque los días se estiraban como una sustancia pegajosa y adentro de mí sólo había ese silencio hueco). Cartier sube al colectivo. Se encuentra con su amigo Dupré, que está sentado en la última fila. —Hola. —Hola. Dupré es el mejor amigo de Cartier. Durante un rato ninguno de los dos habla. Cartier mira por la ventana con los ojos entornados porque hoy no tomó un vaso, sino dos: el sueño que tuvo durante la noche le trajo a la mente los peores recuerdos. —El alcohol me relaja —dice Cartier después de un rato. Dupré lo mira. —Estás loco —se ríe con la voz ronca. Dupré es el mayor admirador de Cartier. Cartier, el mayor admirador de Dupré. En la puerta del colegio, Dupré toca el hombro de Cartier que se acaba de quedar dormido. Cartier abre los ojos. —Vamos —dice el otro. Bajan del colectivo frotándose las manos. Afuera hace un frío seco y cortante. Los amigos avanzan encorvados. Van hacia la entrada. Hacen todo el camino hasta el aula. Como siempre, se sientan uno detrás del otro. Saludan con un gesto a los compañeros que van entrando. (Y yo pensando en el sueño, con mi padre en la escalera; la cara demudada del día que se fue. Mi padre en la escalera con el gesto duro:) Cinco minutos más tarde entra la profesora de física. Es una mujer arrugada y enérgica, con un pelo chato y escaso de un extraño color amarillo verdoso por el efecto de las tinturas. Se pone los anteojos y mira a Cartier, que le sonríe estúpidamente desde el banco. (Siempre esa cara de idiota, los ojos perdidos. El peor alumno de la clase, la desgracia de todos los profesores). Se odian. Sólo que Cartier está demasiado borracho como para decir nada en ese momento. Como de costumbre, pasa la primera hora de clase dormido y la segunda mareado. A las diez de la mañana la profesora se saca los anteojos, recoge las carpetas y le dirige a Cartier una última mirada recelosa. Hace tiempo que Cartier asiste a las clases como ausente, pero ella permanece a la defensiva. (Porque nunca se sabía cómo podían llegar a reaccionar todos esos chicos que eran como animales, como bestias en una jaula de cuatro paredes). Intuye que Cartier toma algo desde hace tiempo, pero en el fondo lo agradece. Todavía recuerda los primeros meses del año (las discusiones absurdas e imposibles, Cartier vaya a hablar con el rector, Cartier se lo digo por última vez; si no me hubiera jubilado al año siguiente me hubiera muerto). Después del timbre del recreo, en el aula sólo quedan Cartier y Dupré. A Cartier se le acaba de pasar el efecto del alcohol. —Vámonos —dice. —Adónde —pregunta Dupré. —Adonde sea. En dos minutos los amigos recogen las cosas y salen del edificio. La ciudad es una aglomeración de casas y cemento. La zona que rodea al colegio sólo tiene edificios altos y espaciados, ennegrecidos por la contaminación. Cartier y Dupré atraviesan el jardín donde sólo hay tilos de ramas peladas. Siguen caminando y pasan sin dificultades por la reja abierta. —Qué insoportable es esta mina —dice Cartier. —Yo creo que le gustás a la vieja. Cartier se ríe. —Te la podrías coger. —Qué asco. —¿Te la imaginás cogiendo? —pregunta Dupré. Se ríen. Cruzan la calle corriendo, con el semáforo en verde. Cartier escucha las bocinas como de lejos. Empieza a estar nervioso. La razón principal por la que Cartier toma es la necesidad de tranquilizarse. (Era esa euforia, esa necesidad constante de hacer algo, de tener que ir siempre a otro lado. No estar bien nunca en ningún lugar: eso era). Cartier y Dupré caminan hasta un banco en una plaza en medio de los edificios. Dos nenes de unos cuatro o cinco años juegan en los toboganes, bajo la mirada atenta de las madres. Sacan una caja de cigarrillos. Encienden uno cada uno. Durante un rato no tienen nada que decirse. Cartier tose. Vuelve a fumar. Vuelve a toser. Finalmente apaga el cigarrillo contra el cemento del banco. Mira el suelo de piedras diminutas. —Tengo una idea —dice. —Qué. —Vámonos de viaje. Lejos. Desaparezcamos. Dupré se ríe. —De verdad que estás loco. —Lo digo en serio. Cartier levanta la vista hacia los edificios. Ve el cielo nublado y las antenas de televisión en las terrazas. Se frota una mano contra la otra. —De dónde sacamos la guita. —Yo sé de dónde —responde Cartier. (Y se me ocurrió aquella idea ridícula de ir a ver a mi padre). (Y se le ocurrió aquella idea espantosa de ir a ver a su padre). Se para. Dupré lo sigue. Los dos empiezan a caminar con rumbo incierto. Unos metros más adelante se detienen en la parada del colectivo. —Mirá el que nos lleve a Villa Nueva —dice Cartier. —Para qué. —Vos mirá. (Villa Nueva adonde mi padre se fue a vivir después del divorcio). (Yo iba y me sentaba horas en la puerta para verlo entrar, para verla entrar a ella e insultarla. Miraba si estaba su auto. No era capaz de entender cómo había podido arruinar veinte años en un solo gesto, dejarme sola en esa cama gigante donde nunca encontraba la posición). —Podemos ir a la costa, tomar un barco. —De dónde vamos a sacar la guita —insiste Dupré. —Se la vamos a pedir a mi viejo. (Yo con esa necesidad, esa euforia de salir corriendo detrás de los pájaros, o avenida abajo, o ver la sangre de las liebres como cuando íbamos a cazar con él, con mi padre, cuando yo tenía diez años). Dupré no pregunta. Llega el colectivo y se suben. A través del vidrio miran la extensión de la avenida. No hablan. Dupré está nervioso. Avanzan a lo largo de la avenida. Pasan las fábricas y las villas miseria. Mendigos y chicos semidesnudos están parados en las veredas de tierra. Dupré cree ver piedras y palos en sus manos. Cartier está mirando al otro lado y sólo ve terrenos baldíos. Unos metros más allá empieza el barrio residencial. —Nos bajamos acá —dice Cartier. Dupré se levanta. Tocan el timbre y salen. Una vez abajo, Dupré se anima a preguntar. —Pensaba que no lo veías a tu viejo —dice. —No —responde Cartier. Avanzan por la calle delante de casas iguales, de arbustos de hojas iguales recortados de la misma forma prolija, de ventanas con macetas idénticas sembradas de flores amarillas. Dupré quiere irse, volver atrás. Tiene un presentimiento horrible, pero no se anima a decirle nada a Cartier. (Era como si fuera a pasar algo malo. Hasta pareció que el cielo se ponía más negro). Cartier se detiene frente a una de las puertas idénticas y toca el timbre. Espera. Nadie abre. Vuelve a tocar. Entonces aparece un hombre alto. Una gran panza le asoma por entre los pliegues de la bata a cuadros. —Félix —dice. Padre e hijo se miran como dos desconocidos. Cartier está a punto de extender la mano para saludarlo, (como a un gerente, como a un director de un banco) pero no lo hace. (Me miraba con los ojos duros; mi hijo que no me había perdonado). Dupré le toca el hombro. —Te espero afuera. Cartier lo arrastra hacia adentro: —No. Se sientan en el sillón. —¿Un café? —pregunta el hombre. Se toca el pelo escaso tratando de ponerlo en orden. Hace esfuerzos por taparse las piernas flacas con la bata a cuadros. (Y ese era mi padre. Un hombre triste, con cara de anciano y unas piernas como de palo, con la boca fina y estirada y el rictus hacia abajo). —¿Estás solo? —pregunta Cartier. —Está Pablo —dice el hombre. (Porque Mabel ya no estaba nunca, porque todo en mi vida había salido errado). Cartier lo mira confuso. Le cuesta unos segundos recordar que tiene un hermano. Entonces, por un momento, se siente indefenso, herido. La sola existencia del chico que duerme en alguna de las habitaciones de la casa le resulta ofensiva. —¿Qué estás haciendo? —pregunta el hombre. Cartier levanta la cabeza. —¿Qué? —Digo que qué estás haciendo —repite el hombre—. ¿No estás estudiando? —Sí. Como siempre. El hombre sabe que su hijo debería estar en el colegio en ese momento, pero no dice nada. Cartier va recuperando el dominio de la situación. Los ojos se le ponen rígidos, duros como dos bolas negras incrustadas en la piel clara. Entonces, por fin, habla: —Necesito plata. El hombre lo mira. —¿No alcanza lo que le doy a tu madre? —pregunta tímidamente. —A mí nunca me das nada —dice Cartier. Dupré se sorprende de la enorme frialdad de su amigo. Le gustaría correr. Irse. El hombre sigue sentado. Se defiende. Cartier sabe que sólo tiene que quedarse ahí quieto para que ceda. Sabe que no tiene que hacer nada más. Se recuesta en el sillón y espera. Dupré pide saber dónde está el baño. El hombre se lo dice. El hombre y el chico se quedan solos. En el living, en el silencio, se escucha el tic-tac de un reloj. Cartier espera. Tiene los ojos turbios, pero lo ve todo con una claridad asombrosa. (Vi que mi padre me tenía miedo. Vi que estaba solo; intuí que no era feliz. Por un momento lo vi todo como ahora lo veo en la distancia. Me fue dado el don supremo de la comprensión. Entonces él se levantó). Entonces el hombre se levanta. Desaparece detrás de una puerta. Dupré vuelve del baño. Ninguno de los dos habla. Cartier mira alrededor como si no viera. No quiere tocar ni uno solo de los objetos de la casa. No quiere recordar después. (Pero recordé. Recordé la lámpara y la mesa de tres patas, la alfombra árabe, así como recordé esas piernas como de palo y el rictus de la boca hacia abajo). El hombre vuelve. Trae unos billetes en la mano. Se los da a Cartier, que los guarda sin mirarlos. Se queda expectante. Cartier entiende que tiene miedo de que el hijo se despierte, que al darle los billetes supone que se irá rápido. No quiere entender nada más. Cuando Cartier acepta el dinero de las manos del padre, sabe que ya no volverá a verlo nunca. (Porque lo hubiera respetado sólo si me hubiera negado hasta el último centavo; porque nunca le perdoné que aceptara el chantaje). Ahora toca el hombro de Dupré y salen sin decir palabra, sin haberse dirigido ni siquiera una última mirada. Caminan en silencio, tristes, vencidos. (Porque la victoria que obtuve fue únicamente una forma de la derrota). Van pateando latas y piedras hasta la parada del colectivo. Se sientan. —No sabía que tenías un hermano —dice Dupré. Cartier no le responde. Está contando el dinero, los quinientos dólares que el padre le acaba de dar. Después separa la mitad y se la ofrece a Dupré. —¿Por qué? —pregunta Dupré. —Es justo —dice Cartier. Llega el colectivo. Ambos se suben y vuelven sin hablar. Pasan la villa miseria; entran de nuevo en el barrio de edificios grises. Sólo cuando están a punto de llegar a la puerta del colegio, Dupré pregunta: —¿Adónde vamos? —A cualquier lado —dice Cartier. De pronto ya no tiene ganas de viajar. Solamente quiere llorar tirado en la cama. Tocan el timbre del colectivo. Cartier se baja primero y Dupré lo sigue. El cambio de espacio y la caminata les hace olvidarse un poco del barrio residencial, del hombre, de las villas miseria y de los terrenos baldíos. Pero no consigue borrar la sensación de malestar. Ninguno de los dos quiere volver a su casa. Se está haciendo de noche y van caminando con rumbo a ningún lugar. Cartier parece ciego mientras avanza por las calles donde empiezan a encenderse las luces. En el aire flota una humedad que lo deja todo brillante, vidrioso. —¿Adónde vamos? —pregunta Dupré. —No sé —dice Cartier. (Todo parecía equivocado. Las calles tenían un aspecto vacío y deprimente). Dupré saca los cigarrillos y fuma uno. Se lo pasa a Cartier. —Ya es de noche —dice él. —Hace frío —dice Dupré. Caminan hasta un parque cercano y se sientan en uno de los bancos de piedra. Encienden los cigarrillos. Fuman. Cartier piensa en el dinero que tiene metido en el bolsillo. Hay un atardecer sin colores, que es sólo un oscurecimiento paulatino y sin matices. Cartier piensa en su casa. Le gustaría colarse silenciosamente por la ventana. Alcanzar la cama. Masturbarse. Llorar. Dupré no piensa en nada. Está callado. Tiene los ojos brillantes y las articulaciones entumecidas por el frío y la humedad. Una mujer renga pasa a su lado y les pide un cigarrillo. Cartier se lo da. Se lo enciende. La mujer lleva una manta agujereada bajo el brazo y tiene puesto un tapado viejo, gastado en los codos y en los puños. Se aleja caminando lento, con el cigarrillo entre los labios. Cartier y Dupré se miran. Ninguno de los dos hace un gesto para moverse. Por entre las construcciones, en el cielo negro, aparece el perfil blanco de la luna. ** Mercedes Álvarez Gutiérrez almercedes3@hotmail.com Escritora argentina (Tandil, Buenos Aires, 1979). Un relato suyo aparece en la antología del Premio Nacional de Cuentos Haroldo Conti (1998). === Tres poemas de Oscuro nacimiento Gonzalo Márquez Cristo ========== *** Descenso a la luz La noche es mi regreso. Transito el museo de la ausencia. Todo sufrimiento es inútil para quien no persigue la poesía, para quien no [alimenta con sus ojos a las águilas. Ejercito la sed. Amo tan sólo a quienes no pude salvar. Ya no existe una oscuridad que guíe nuestros sueños ni los fantasmas del [deseo inconcluso; sólo el abyecto intercambio que ha remplazado al [rito. Ya no busco, pierdo... Y ni siquiera encuentro lugar en el asombro. No puedo olvidar más. Ni pretendo saber las tres respuestas ocultas por la [muerte. Aquí nadie carece del odio necesario para recobrar el paraíso, ni confiesa [su ruda caída en el día. Debo ser sombra o grito. Retorno o nacimiento. Cada origen decretará la abolición del yo. Es entonces cuando la respiración será verde. Y aunque todo se lo deba al dolor... Avanzo: caigo. Elijo los caminos que [no tienen final. Las voces que incendian las tinieblas. El poema. Tú lo sabes, cuerpo estremecido: No es en el tiempo donde he puesto mis palabras. *** Cita de la tierra Lo tenía todo hasta que llegó la palabra. Durante la vigilia conocí el grito azul. Probé todas las máscaras incluidas [las del tú. Esperé que mi pobreza me hiciera libre y delaté a [aquellos que decidieron heredar los desiertos. Los señalé con mano de sal y deserté de la luz. La sublevación del deseo nos dejó a la intemperie. Imitamos la palidez de la luna y curamos la herida del insomnio con la [ventana trémula de un cuerpo desnudo. Las lágrimas, el miedo, las visiones, y todo lo que será recuerdo, me forzó [a la fuga de mi rostro. La tierra citó a sus testigos y los árboles fueron leídos por el viento. El [fuego nuevamente interrogó nuestros sueños. La sangre del amanecer cayó en mi pecho y padecí el cruel reinado de las [horas. No sé cuánto más debo perder para que me sea develado el poema. No sé cuál [es la sed que debo atizar para continuar en la respiración. Eludí [las rutas propuestas por el sol. Bauticé todo lo perdido. Habité la [Edad del grito. Emprendí el camino hacia mi voz. Y ahora, cuando cierro los ojos, alguien regresa a la vida. *** Génesis Para sobrevivir nos arriesgamos a la memoria, nos entregamos al vacío. Ya conocimos el ave de rapiña del viento y la serpiente del agua. El [silencio jamás volverá a separarnos. Regresamos al sílex, escuchamos la oración del fuego. Emprendemos el numinoso sobresalto. Vivimos la voracidad de los hallazgos y [el juego espectral del deseo. El único fruto del árbol al que no podemos renunciar es a su sombra. [Sufrimos la persecución de la primavera —y fue allí donde la palabra [se hizo verde. Lo que más dura es el instante, lo que más oculta es la luz. Cuando se interrumpe el tiempo alguien decide nacer. ** Gonzalo Márquez Cristo comunpresencia@yahoo.com Escritor colombiano (Bogotá, 1963). Ha publicado el poemario Apocalipsis de la rosa (Quimera del Oro, 1988; Hojas Sueltas, 1990), la novela Ritual de títeres (ganadora de Beca Colcultura en 1990; Tiempos Modernos Editores, 1992), El tempestario y otros relatos (Común Presencia Editores, 1998), La palabra liberada (primera edición Colección Los Conjurados, 2001; segunda edición, 2005), la antología Liberación del origen (Universidad Nacional de Colombia, http://www.unal.edu.co, 2003) y Oscuro nacimiento (Primera Mención en el Concurso Nacional José Manuel Arango; Colección Los Conjurados, Bogotá, 2005; segunda edición, 2006). En 1989 participó en la fundación de la revista cultural Común Presencia (reconocida con Beca Colcultura a mejor publicación cultural del país, 1992), de la cual es director. Es creador y coordinador de la colección internacional de literatura Los Conjurados, actualmente distribuida en cinco países. Varios de sus poemas y relatos han sido traducidos al inglés, francés, italiano, portugués y braille. En los años 2005 y 2006 fue finalista en el concurso nacional de literatura Libros & Letras elegido por votación de los lectores. Actualmente prepara un libro de reportajes a grandes escritores y artistas contemporáneos. Mantiene un blog en http://gonzalomarquezcristo.blogspot.com. ||||||||||||||||||||||| EL REGRESO DEL CARACOL |||||||||||||||||||||| === La Honda y el Pájaro ================================================== === Cooperativa Cultural Al Margen del Jardín ============================= Revista literaria Ediciones de la Cooperativa Cultural Al Margen del Jardín Maracay, Aragua (Venezuela), diciembre de 2006 ISBN: 1315-0618 12 páginas El poeta venezolano Erasmo Fernández dirige en Maracay la revista La Honda y el Pájaro, publicación de accidentado recorrido vital que se inició en 1992 y que, en esta su más reciente aparición, alcanza su cuarto número amparada en la invocación —hecha por el mismo Fernández en el editorial— de los poetas “caídos”, fallecidos entre los años 70 y el presente, Zoraida García y Rafael Fernández, así como el escultor Daniel Herrera. El cuarto número de La Honda y el Pájaro fue presentado el 21 de diciembre con una jornada de exposiciones, conciertos y recitales en las áreas libres del Complejo Cultural Santos Michelena —mejor conocido como la Casa de la Cultura de Maracay—, junto con el número cero del periódico La Mano del Surco, ambos de la Cooperativa Al Margen del Jardín con los aportes del Conac y el Ministerio de la Cultura. La revista ha sido diseñada por César Colmenares, quien ofrece en esta ocasión una propuesta que emparenta la publicación con las plaquettes, a no ser por el tamaño: 60 centímetros de ancho por 30 de alto en su pliego mayor. Las ilustraciones han ido por cuenta de Edito López, Abdul Vásquez, Carmen Quiero, Carlos Trejo, Dobber y Federico Zarkovich. Engalanada desde su portada con uno de los trabajos de la serie “Fósiles”, del artista Orlando Guerra, la revista incluye poemas de Wilson Camero, Mohamed Abid Hassan, Eduardo Pérez, Pablo Acosta Ríos, Astrid Salazar, Ezequiel Piñero, Marcos Veroes, Jaime Betancourt, Román Funes, Eleazar Marín, Miguel Henríquez y Manuel Lupi, así como relatos de Zoraida García, Erasmo Fernández, Rafael Ortega, Gloria Dolande, Isabel Rivas, Roberto Santana, César Colmenares, Manuel González y Leonardo Maicán. La Cooperativa Cultural Al Margen del Jardín es presidida por Fernández, quien con más de treinta años en el quehacer cultural se ha hecho acompañar en la mencionada agrupación por un grupo de escritores, escultores y pintores, quienes buscan exaltar la labor creativa de los artistas de la entidad. ||||||||||||||||||||||||||| POST SCRIPTUM ||||||||||||||||||||||||||| “Mi tarea no consiste en indicar a los demás la perfección objetiva, sino mi propia manera de buscarla (y aunque sólo sea una pena, un lamento) con la mayor claridad y honestidad posibles”. Hermann Hesse (1931). === Cómo publicar en Letralia, Tierra de Letras =========================== Antes de enviarnos algún texto para publicar en Letralia, le agradecemos leer nuestras condiciones de publicación. Usted puede verlas en el Web en http://www.letralia.com/tierradeletras/publicar.htm. 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