~~~~~~~~~~~~~~~ Año XII Cagua, Venezuela Nº 173 ~~~~~~~~~~~ ======================================= ~~~~~~~~~~~ LETRALIA, Tierra de Letras ~~~~~~~~~~~ http://www.letralia.com ~~~~~~~~~~~ ======================================= ~~~~~~~~~~~ 1 de octubre de 2007 ~~~~~~~~~~~ ~~~~~~~~~~~ LETRALIA, Tierra de Letras, es ~~~~~~~~~~~ la revista de los escritores ~~~~~~~~~~~ hispanoamericanos en Internet. ~~~~~~~~~~~ Usted puede enviarnos sus ~~~~~~~~~~~ comentarios, críticas o material ~~~~~~~~~~~ literario a info@letralia.com ~~~~~~~~~~~ ~ * ~~~~~~~~~~~ ~~~ JORGE GOMEZ JIMENEZ - Editor ~~~~~~~~~~~ ~~~~ Depósito Legal: pp199602AR26 ~~~~~~~~~~~ ~~~~~ ISSN: 1856-7983 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ === Sumario =============================================================== | “Pie de Página”, Jorge Gómez Jiménez. | Editorial | Borges por Sorrentino. / Ramírez Soto impresentable. / | Breves Los peces de Carabaño. / El periodismo en la pantalla. / | Taller en oriente. / Poesía y música. / Guevara por | Anderson. / Mujeres en Brasil. / Aprender a redactar. / | Laboratorio de lo imposible. / Seis visionarios seis. / | Musgo en el sol. / El Sur en el Norte. / Novísimas. | | Ponen en venta la casa del poeta peruano José María | Noticias Eguren. / Anunciado veredicto de los premios Alfons el | Magnànim. / Interliteral: “Internet no es una amenaza”. | / Premio La Otra Orilla para el argentino Ariel Magnus. | / Pepe Monteserín gana el premio Lengua de Trapo. / | Centro de documentación e investigación propondrá | Fundación Machado. / Otorgan premio San Juan de la Cruz | a Miguel Ángel Curiel. / Muere a los 84 años el mimo | francés Marcel Marceau. / Fallece en Nueva York el | escritor español Odón Betanzos. / Antonio Jesús Ramos | Revillas gana premio “Salvador Gallardo Dávalos”. / | Exposición en homenaje a Joan Brossa inauguraron en | Toledo. / Premio Comillas para el español Antonio Rivero | Taravillo. / Artistas de ocho países debaten sobre | vigencia de la poesía oral. / Película venezolana | Postales de Leningrado gana en Biarritz. / Poetas | internacionales se dan cita en El Salvador. / Ensayistas | y narradores venezolanos se reúnen en Maracay. / | Festival Internacional de Poesía de Rosario arranca esta | semana. / Imprenta Regional de Aragua presenta sus dos | primeros títulos. / Cuentos del buen humor tendrán | festival en Madrid. / Crearán premio de literatura en | honor a Elena Poniatowska. / Realizarán congreso sobre | el escritor español Victoriano Crémer. / Semana Poética | realizarán en Carlisle. / El fotógrafo mexicano Héctor | García será homenajeado en Guadalajara. / Literatura | fantástica y de ciencia ficción hará congreso en Madrid. | | “Kristian Bala: nexos entre la literatura y el | Artículos y asesinato”, Musa Ammar Majad. / “Historia de una | reportajes locura”, Julio Pino Miyar. / “‘Cotidianos’, de María | Gabriela Abeal”, Ana Berta López. / “En torno al | Paraíso”, Efi Cubero. / “El asistemático sistema de don | Yo”, Fernando Sorrentino. / “Testimonios, espejismos y | desconciertos, de Rafael Fauquié”, Almanzor Duarte. / | “Miguel Hernández en Francisco Umbral”, Ramón Fernández | Palmeral. / “El frente inmóvil, de Benhur Sánchez | Suárez”, Gustavo Barragán Perdomo. | | “De frente con Camilo Calderón: plasmando en el lienzo | Entrevistas su existencia”, Lidia Corcione Crescini. / “Alejandro | Ramírez, entre lo místico y lo pagano: ‘La libertad es | un mito’ ”, Rafael Ortega. | | “Los símbolos y el mito en Novela como nube de Gilberto | Sala de ensayo Owen y Return ticket de Salvador Novo”, Margarita | Hernández Martínez. / “Autores incómodos. ¿Cómo se | cuestiona a Occidente desde la literatura | latinoamericana?”, Claudia Cavallín Calanche. | | “Con olor a sexo”, Anitzel Díaz. / Haikús de Tarcisio | Letras Agramonte Ordóñez. / “Gea de Armore”, Róger Vilar. / | “Bitácora del viento” (extractos), Norma Segades-Manias. | / “La abuela (desalmada y muerta, pero no tan triste la | historia)”, Marianela Cabrera Pineda. / “Box day” | (fragmento), Marcos Arcaya Pizarro. / “Bienvenido Mr. | Crusoe”, Jorge Serra. / Poemas de Wilson Campanella. / | “Última parada”, Érika Fernández. / “Lastimadura” | (extractos), Marijosé Pérez-Lezama. / “Soledad”, Sandra | Becerril. / “El canto-gemido del pájaro aurora”, Juan | Pablo Mejía. / “La cena de los niños”, Juan Planas. / | “Líquidas alas” (extractos), Xesca Almécija. / “El | papalote y la bruja”, Odilón Moreno Rangel. / Poemas de | Marta Roldán. | | “Los versos de Adán que Eva guardó”, Bettsimar Díaz. | El regreso | del caracol | José Bergamín. | Post Scriptum | =========================================================================== Premio Unicornio 1997 como Evento Cultural del Año http://www.geocities.com/SoHo/8753 =========================================================================== Premio "La Página del Mes" de Internet de México el 3 de mayo de 1998 http://www.internet.com.mx =========================================================================== Premio "Web Destacada del Mes" de MegaSitio en diciembre de 1998 http://www.megasitio.com =========================================================================== Premio Katiuska de El Mundo Diferente de Katiuska, en enero de 1999 http://www.redchilena.cl =========================================================================== Premio Key Site Award, de Fortress Design, en mayo de 1999 http://www.fortressdesign.com =========================================================================== Premio a la Excelencia, de Exodus Ltd., en mayo de 1999 http://www.exodusltd.com =========================================================================== Premio Mejor Página de Poesía, de La Blinda Rosada, en julio de 1999 http://blindarosada.org.ar =========================================================================== Segundo lugar en los premios Lo Mejor de Punto Com, diciembre de 2004 http://www.lomejorde.com =========================================================================== Finalista en los premios Lo Mejor de Punto Com, octubre de 2005 http://www.lomejorde.com =========================================================================== Finalista en los premios Stockholm Challenge 2006, Estocolmo, Suecia http://www.stockholmchallenge.se =========================================================================== Para suscribirse a Letralia, envíe un mensaje vacío a: letralia-subscribe@gruposyahoo.com Para desuscribirse, envíe un mensaje vacío a: letralia-unsubscribe@gruposyahoo.com También puede formalizar su suscripción o su desuscripción en un formulario visible en nuestro sitio en el Web: http://www.letralia.com/herramientas/listas.htm Ediciones anteriores: http://www.letralia.com/tierradeletras/archivo.htm ||||||||||||||||||||||||||||| EDITORIAL ||||||||||||||||||||||||||| === Pie de Página Jorge Gómez Jiménez ================================ Los encuentros literarios, aparte de ser el escenario en que, como suelen rezar los comunicados formales, se debaten y analizan los temas relacionados con la realidad cultural contemporánea, son una oportunidad para tender puentes de amistad entre colegas geográficamente lejanos que por lo general terminan humanamente muy cercanos. Este será el caso, estamos seguros, del encuentro de narradores y ensayistas que se desarrollará en la ciudad venezolana de Maracay, capital del estado Aragua —desde donde sale la Tierra de Letras—, entre el miércoles 3 y el viernes 5 de octubre, y que organizado por la Asociación Literaria Pie de Página tendrá como sede las instalaciones de la Biblioteca Pública Agustín Codazzi, hospitalaria institución que hoy por hoy alberga algunas de las más importantes actividades culturales de la región y que en esta ocasión recibirá a firmas de la talla de Natividad Barroso, José Gregorio Parada, Alberto Hernández, Víctor Hugo Bolívar, Ana Teresa Torres, Carlos Yusti, Carlos Noguera, Cósimo Mandrillo y Héctor Torres, además del equipo de la organización anfitriona. Durante la instalación del evento se bautizará la revista cultural Pie de Página, en cuyo primer número pueden leerse textos del puertorriqueño Pedro López Adorno, los colombianos Santiago Mutis y Gabriel Jaime Franco y los venezolanos Franz Ortiz Castañeda, Tito Núñez Silva y Víctor Hugo Bolívar, todos invitados a los recitales que, como parte del Encuentro de Poesía de la Universidad de Carabobo, ha organizado Pie de Página en 2005 y 2006. Igualmente se encuentra reflejado en el primer número de la promisoria publicación el trabajo de los miembros de Pie de Página. Marcos Veroes presenta una serie de estampas fotográficas con imágenes autóctonas venezolanas; Carmen Campos analiza La última tierra, del venezolano Teófilo Tortolero, y Julia Elena Rial explora el tema del tiempo en el cuento “La lluvia” de Arturo Úslar Pietri. Además se presentan poemas de Isabel Rivas, Carmen Alida Méndez, Astrid Salazar, Julia Liendo y Andrea Álvarez, así como relatos de Marina Sandoval, Gloria Dolande, Manuel Cabesa y quien esto escribe. Se espera que el encuentro tenga periodicidad anual, mientras que la revista aparecerá cada seis meses y ya se anuncia un segundo número que contendrá las ponencias del encuentro. Ambas novedades forman parte del trabajo que viene realizando, desde hace alrededor de una década, un grupo de escritores y artistas preocupados por el desarrollo de la cultura en el estado Aragua, y que ya está marcando profunda huella. Jorge Gómez Jiménez, editor http://www.letralia.com/jgomez ||||||||||||||||||||||||||||||| BREVES |||||||||||||||||||||||||||||| Borges por Sorrentino. Publicado por primera vez en 1974, Siete conversaciones con Jorge Luis Borges, del escritor argentino Fernando Sorrentino, acaba de ver una nueva edición bajo el sello de Losada. “En aquel momento yo tenía veintisiete años y un entusiasmo literario ilimitado”, ha dicho recientemente Sorrentino en relación con este libro. “Me dio la sensación de estar frente a un hombre superior, un hombre con una inteligencia sideral. Con una asombrosa capacidad de reacción, de improvisación: a veces yo lo contradecía a propósito, para ver qué me decía, para estimularlo. Y él siempre me daba vuelta con respuestas ingeniosas, respuestas que, si mis preguntas hubieran sido indulgentes, no habrían resultado tan atractivas. A sus setenta años, Borges estaba en la plenitud como poeta, como ensayista y como narrador”. libreria@editoriallosada.com Ramírez Soto impresentable. Desde mediados de septiembre el escritor colombiano Rodolfo Ramírez Soto conduce, en las páginas digitales del diario colombiano El Tiempo, el blog “Los impresentables”, en el que escribe sobre lo que se ha dado en llamar literatura emergente, y que define como esos “textos y autores de textos de los que nadie habla o de los que se habla más bien poco. De esa literatura que condescendientemente, o esperanzadamente, llamamos emergente pero que en la práctica no emerge, no surge, no nace. Ojo, y que esto quede claro, no ando pregonando que esta sea nueva literatura, ni la que más me gusta, ni contestataria, ni transgresora, ni contracultural y, para ser francos, a veces ni siquiera es buena literatura”. Ramírez Soto es colaborador del Boletín Cultural y Bibliográfico del Banco de la República, corresponsal en Colombia para la revista chilena Poetas del Cinco y autor del poemario Tintasangre (2003). http://www.eltiempo.com/participacion/rodolforamirezsoto Los peces de Carabaño. En las próximas semanas estará disponible al público Mis peces vivos, el más reciente poemario del escritor español Iván Carabaño Aguado (Madrid, 1975), que aparecerá bajo el sello Slovento. La presentación del libro define sus textos como recorridos por “aletazos de vida”, según el comunicado de la editorial. “De una forma fluida, directa y brillante el autor nos acerca a la esencia de nuestra existencia, muchas veces olvidada. Como quien se sienta a disfrutar de la paz que transmiten las imágenes que pasan ante nosotros en un acuario, Mis peces vivos nos invita a deleitarnos con las secuencias y símbolos que nos brindan nuestras propias vivencias, haciendo de lo cotidiano una reflexión totalmente profunda”. El libro tiene cien páginas y cuesta sólo diez euros. Puede solicitarse por correo electrónico escribiendo a info@slovento.com. http://www.slovento.com El periodismo en la pantalla. Durante todos los miércoles de octubre a las 6 de la tarde se realizará en el Auditorio de Petroperú (Paseo de la República 3361, San Isidro, Lima) el ciclo “Cine y periodismo”, con cinco filmes de entre 1976 y 2003 seleccionados a propósito del Día del Periodista, que ahondan en las relaciones de poder y la función que cumple la prensa en diferentes contextos sociales y políticos. Antes de cada proyección habrá una exposición a cargo de José María “Chema” Salcedo. Asimismo, este comunicador se encargará de moderar un panel que variará con cada proyección, y que en cada caso estará compuesto por dos hombres de prensa de reconocido prestigio. El miércoles 3 de octubre se proyectará El informante, de Michael Mann; el 10, Tinta roja, de Francisco Lombardi; el 17, Todos los hombres del presidente, de Alan Pakula; el 24, Welcome to Sarajevo, de Michael Winterbottom y, finalmente, el 31, Good night and good luck, de George Clooney. La entrada es gratuita. http://www.petroperu.com.pe Taller en oriente. Está abierto el proceso de inscripción para el Taller de Poesía que durante octubre y noviembre se dictará en el Complejo Cultural de Maturín (Monagas), sede del Instituto de Cultura de Maturín (Icum), al oriente de Venezuela. El taller será dictado a partir del 5 de octubre, y hasta finales de noviembre, por el poeta venezolano Jaime Ramos y sus asistentes las técnicas y elementos básicos para la escritura de poesía. En primer lugar se realizará una reunión de trabajo para definir el horario en el que se dictarán las ocho sesiones, de tres horas cada una. El taller es gratuito y el cupo es limitado, pues sólo podrán participar 15 personas, y para formalizar la inscripción los interesados deberán dirigirse al tercer piso del Complejo Cultural, donde se les brindará mayor información. La iniciativa es de la Coordinación de Literatura del Icum y forma parte de su Programa de Formación y Capacitación. Poesía y música. Todos los domingos de este mes a las 11 de la mañana se realizará en la Sala Mozart del Colegio Emil Friedman (Urb. Los Campitos; Caracas, Venezuela) el ciclo “Poesía y música en Caracas”, auspiciado por el Círculo de Escritores de Venezuela. La primera jornada, “Eros”, será este domingo 7 y tendrá como poetas invitados a José Pulido, Carmen Cristina Wolf, Ligia Colmenares y Enrique Vitoria, con acompañamiento musical del guitarrista Enrique Bravo y bajo la presentación de Eva Feld. “Ciudad” será la segunda jornada, el 14, que será presentada por José Tomás Angola y que contará con la participación de los poetas Leonardo Padrón, Magaly Salazar, Alexis Romero y Frank Ziccarelli, con el pianista y poeta Édgar Vidaurre. La tercera jornada, “Vida y muerte”, el 21, será presentada por Álvaro Pérez Capiello y participarán los poetas Alberto Hernández, Cecilia Dulcey, Lidia Salas y Édgar Vidaurre, con la flautista Ada Rosentul en el acompañamiento musical. La cuarta y última jornada, “Memorias”, será el 28, y será presentada por Luis Beltrán Mago, con la participación de Edda Armas, Ruth Vidaurre, Ximena Hurtado Yarza, Helena Sassone y Marta Mosquera, con Édgar Vidaurre en el piano. http://www.emilfriedman.com Guevara por Anderson. El próximo martes 9 de octubre el periodista estadounidense Jon Lee Anderson (California, 1957) presentará en Caracas (Venezuela) su libro Che Guevara, una vida revolucionaria (Anagrama) invitado por Editorial Alfa y la revista Contrabando y coincidiendo con los cuarenta años de la muerte de Ernesto Guevara. A las 11 de la mañana dará una rueda de prensa con los medios de comunicación venezolanos en la Sala B del Ateneo de Caracas. En la noche, Boris Muñoz presentará el libro en la Librería Alejandría III del Centro Comercial Chacaíto. El miércoles 10, a las 7 de la noche, en la Sala de Conciertos del Ateneo, hablará sobre su experiencia como reportero de guerra, el ejercicio del periodismo global, las posibilidades editoriales de la crónica y los perfiles periodísticos, presentado por Carmen Ramia y con la moderación de los periodistas Alonso Moleiro y Edmundo Bracho. Reportero de guerra, Anderson es uno de los periodistas más reconocidos de la actualidad. Es profesor de la Fundación para un Nuevo Periodismo Iberoamericano, autor de La caída de Bagdad y testigo de primera fila de varios de los sucesos más estremecedores de la contemporaneidad. http://www.editorial-alfa.com Mujeres en Brasil. Entre el 9 y el 11 de octubre se realizará, en la Universidad Estadual de Santa Cruz (http://www.uesc.br), en Ilhéus (Bahía, Brasil), el III Seminario Internacional Mujer y Literatura, actividad organizada por el Grupo de Trabajo Mujer y Literatura de la Asociación Nacional de Post Grado e Investigación en Letras y Lingüística (Anpoll), y que se celebra en homenaje a las escritoras brasileñas Zélia Gattai, Elvira Foeppel y Valdelice Pinheiro. El seminario tendrá como tema la relación entre género, identidad e hibridismo cultural, y la conferencia de apertura corresponderá a la escritora e investigadora peruana Sara Beatriz Guardia, del Centro de Estudios La Mujer en la Historia de América Latina (Cemhal) quien disertará sobre literatura y escritura femenina en América Latina y presentará el libro Mujeres que escriben en América Latina (Lima, Cemhal, 2007), una compilación de actas del Tercer Simposio Internacional Escritura Femenina e Historia en América Latina, realizado en Lima del 9 al 11 de agosto de 2006. http://webserver.rcp.net.pe/cemhal Aprender a redactar. A partir del 10 de octubre y durante ocho miércoles de 7 a 9 de la noche, Agustín Prado dictará en el Centro de Estudios Literarios Antonio Cornejo Polar su Taller de Redacción I, que tiene como objetivo principal ayudar a los asistentes a corregir los errores más frecuentes en la escritura cotidiana. Se revisará los aspectos más importantes de la ortografía, empezando por el empleo correcto de las letras y los signos de puntuación, las normas para la tildación y las estrategias para la planificación y elaboración de textos de mayor extensión y complejidad. Los participantes realizarán ejercicios y leerán textos literarios para comprenderlos y usarlos como posibles modelos de redacción. Hay cupo para 20 personas y el costo es de 120 nuevos soles para estudiantes y jubilados y de 150 para el público en general. celacp@wayna.rcp.net.pe http://celacp.perucultural.org.pe Laboratorio de lo imposible. Iliana Gómez Berbesí dictará entre el 13 de octubre y el 1 de diciembre su taller “Laboratorio de ciencia-ficción: un viaje a través de lo imposible”, cuyos participantes asistirán a “prácticas” para rastrear y conocer los más ingeniosos componentes del género, abarcando desde precursores como Julio Verne, H. G. Wells, Mary Shelley, Paul Wagener, Karel Capek y Fritz Lang hasta representantes de la ciencia ficción contemporánea como Ray Bradbury y William Gibson. Se proyectará escenas de películas como Alien, el octavo pasajero, Blade Runner, Terminador, X-Men y Matrix, y se hará un esbozo de un proyecto de investigación o creación sobre un tema o personaje a elegir. El laboratorio tendrá una duración de 24 horas y se realizará los sábados de 9:30 de la mañana a 12 del día, con un costo de 175.000 bolívares mensuales, en la sede del Banco del Libro (Av. Luis Roche, Altamira Sur; Caracas, Venezuela). Telfs.: (0212) 2655017 • 2653990 • 2653136 blibro@bancodellibro.org.ve http://www.bancodellibro.org.ve Seis visionarios seis. Durante los días 16 y 17 de octubre el Centro Cultural Corp Group, en La Castellana (Caracas, Venezuela), abrirá sus puertas a la quinta edición del Seminario Intensivo “Seis Visionarios de la Comunicación, 6VC”, cuya preinscripción estará abierta hasta el 5 de octubre. Seis profesionales venezolanos expondrán sus conocimientos sobre producción, creatividad, fotografía, medios alternativos, el arte de comunicar, las posibilidades de la comunicación visual y la imagen como estrategia, entre otros. El seminario reunirá a la diseñadora gráfica y artista plástica Alexandra Kuhn, el creativo Diego Macellaro, la diseñadora gráfica y artista visual Anita Reyna, el escritor y director creativo Fedosy Santaella, el fotógrafo Gabriel Osorio y el escritor y libretista Roberto Echeto. Adicionalmente habrá una exposición de las empresas patrocinantes y la Fundación Kyoto ofrecerá una presentación de la labor que realiza en Venezuela a favor del medio ambiente. Participantes de ediciones anteriores, registrados en la base de datos de 6VC, disfrutarán de tarifas preferenciales. http://www.6vc.com.ve Musgo en el sol. Tal es el título del libro de poesía en prosa, escrito por la argentina Susana Cattaneo, que se presentará el martes 20 de noviembre a las 8 de la noche en la Peña del Colorado, Güemes 3657 (Buenos Aires). Se trata del 19º libro de la autora y ha sido publicado por Vinciguerra, cuya editora Lidia Vinciguerra pronunciará unas palabras en el acto. La presentación del libro estará a cargo de los escritores Yadi Henao y Osvaldo Rossi, y posteriormente la autora leerá algunos de los textos. El evento será amenizado por una cantante de tango. Cattaneo, quien antes de Musgo en el sol ha publicado otros 18 libros, es psicóloga de profesión y como escritora ha tenido destacada participación en diversos concursos dentro y fuera de su país. Recibió la Faja Nacional de Honor de la Asociación de Escritores Argentinos (AEA, 2000) con La mirada en otro cielo y obtuvo el tercer premio del certamen anual de poesía de la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires con Palomas de la soledad (2005). Obras suyas han sido traducidas al inglés, francés y portugués. Coordina ciclos literarios y talleres. http://www.letralia.com/firmas/cattaneosusana.htm El Sur en el Norte. Bajo este lema será realizado el 23 y 24 de noviembre de este año, en Ottawa (Canadá), el IV Encuentro Boreal, que en esta oportunidad será en homenaje al poeta chileno Gonzalo Millán, a un año de su muerte, y que tendrán como escenario la sede de la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam) en Gatineau, Québec. Boreal se lleva a cabo todos los años en Ottawa bajo la organización del Taller Cultural El Dorado, organismo cultural sin fines de lucro para la promoción, preservación y desarrollo en Canadá de la cultura latinoamericana, principalmente literaria, y de sus vínculos con las otras culturas que componen el así llamado mosaico multicultural canadiense. Ponencias, testimonios y textos creativos en inglés, francés y español serán presentados por sus participantes. El costo de inscripción para ponentes, así como para autores que cuenten con financiamiento institucional procedentes de Canadá y Estados Unidos, será de 50 dólares canadienses. Para quienes asistan contando con sus propios medios, el costo será de 30 dólares canadienses. Se aceptarán resúmenes de propuestas de lecturas y presentaciones hasta el 30 de octubre de 2007. La nómina de los trabajos aceptados se dará a conocer a partir del 7 de noviembre. Las presentaciones y obras leídas en Boreal IV serán publicadas como número especial de la revista Alter Vox, conjuntamente publicada por las editoriales locales Split/Quotation y Verbum Veritas. borealiv@gmail.com Novísimas. El 26 y 27 de noviembre a las 7 de la noche se realizará, en el Auditorio José Luis Martínez de Expo Guadalajara y en el marco de la 21ª Feria Internacional del Libro de Guadalajara (México), el quinto Foro de Novísimos Narradores, que en esta edición estará dedicado sólo a voces femeninas. En esta edición del encuentro participarán Imma Turbau (Girona, España, 1974), Lina Meruane (Santiago de Chile, 1970), Mariana Henríquez (Buenos Aires, 1973) y las mexicanas Eunice Shade (Guadalajara, 1980), Liliana Blum (Durango, 1974), Mayra Luna (Tijuana, 1974), Magali Velasco Vargas (Xalapa, 1975) y Vivian Abenshushan (Ciudad de México, 1972). Según el crítico y escritor peruano Julio Ortega, coordinador del foro, “en cada una de estas ocho escritoras el cuento despliega la inteligencia de una seducción: suplantaciones, ironías, memorias, desapariciones, ceremonias, conversaciones, parábolas y visitaciones se suceden en escenarios de alta resolución, donde la calidad de lo visto y entrevisto se apodera de nuestra lectura”. http://www.fil.com.mx ¿Quiere publicar una nota en este espacio? Envíenosla por correo electrónico a breves@letralia.com. === ¿Le interesa estar informado sobre concursos? ========================= Reciba por correo electrónico los anuncios vigentes de concursos literarios y artísticos en general suscribiéndose a nuestra lista de distribución. Todo lo que tiene que hacer es enviar un mensaje vacío a letralia-concursos-subscribe@gruposyahoo.com, o visitar nuestra cartelera de concursos en http://www.letralia.com/herramientas/concursos.htm. Si desea enviarnos las bases de un concurso, escríbanos a info@letralia.com |||||||||||||||||||||||||||||| NOTICIAS ||||||||||||||||||||||||||||| *** Ponen en venta la casa del poeta peruano José María Eguren El distrito de Barranco ha sido cuna de grandes figuras de las letras peruanas. Entre sus vecinos más destacados figuran Martín Adán, Manuel Beingolea y José María Eguren. Justamente, la construcción que sirvió de vivienda a este último ha sido puesta en venta, según se anunció el pasado 19 de septiembre. El hogar donde vivió el autor de los poemas “Los reyes rojos” y “La niña de la lámpara azul” está siendo ofrecido desde hace poco por su actual dueña, la diseñadora Helga Alarco. Ella indica que posee esta histórica casa desde la década de 1980 y que desde esos años ha alquilado la vivienda a familias y empresas. Sin embargo, desea desprenderse de este inmueble para emprender otros negocios fuera de Lima. La casa de Eguren (1874-1942) se encuentra ubicada en la esquina de la calle Colón y la plaza San Francisco, en un típico barrio barranquino. La propietaria manifiesta que ha mantenido en óptimas condiciones la vivienda a pesar de tener de construida más de cien años de antigüedad y estar hecha en adobe. El inmueble es una muestra de arquitectura republicana y es considerado monumento histórico. Asimismo, indicó que el lugar sería ideal para la instalación de un centro cultural o galería de arte. Cuenta con cinco dormitorios, dos patios y una sala amplia, además de contar con la tradicional teatina y otros elementos típicos de las construcciones de principios del siglo XX. El precio de la casa, cuyo alquiler estaba en 1.500 dólares mensuales, es en función de su valor histórico de 200 mil dólares. El solar comprende un área de 350 metros cuadrados. Fuente: Andina *** Anunciado veredicto de los premios Alfons el Magnànim El escritor de novela policiaca Andreu Martín (Barcelona, 1949) obtuvo este 20 de septiembre, con su novela De tot cor —que se enfoca sobre las miserias del mundo de la prensa rosa—, el premio Alfons el Magnànim de narrativa, convocado por la Diputación de Valencia (http://www.dival.es, España). El galardón reconoce así a una novela de acción cuyo desencadenante es el asesinato de un famoso periodista del corazón que se encuentra en horas bajas. El suceso genera un circo y un juicio mediáticos de gran repercusión, paralelos a la investigación policial en la que los sospechosos se van acumulando, según señala la editorial Bromera en un comunicado. Mientras la famosa Aurorita Linares centra las miradas por ser la última persona que le vio con vida, la investigación irá descubriendo cómo la falta de escrúpulos y el pasado del supuesto periodista están ligados a su asesinato. El jurado ha reconocido “una personalidad y un estilo propios, además de una estructura ambiciosa que alterna diversas voces narrativas y un lenguaje con diálogos mordaces que hacen avanzar la acción con agilidad”. El barcelonés Andreu Martín ha obtenido numerosos premios de novela negra y también de literatura juvenil (es creador del detective Flanagan) y erótica. El jurado de narrativa estaba compuesto por los miembros de la Acadèmia Valenciana de la Llengua, Artur Ahuir y Àngel Calpe, Joan Carles Girbés (Bromera), y los escritores Francesc Bodí y Vicent Borràs. Además, el escritor, poeta y presentador de radio y televisión Jordi Llavina (Gelida, 1968) ha ganado en la categoría de poesía en valenciano con Diari d’un leprós. Y la autora alicantina residente en Madrid, Francisca Aguirre, se ha llevado el galardón de la modalidad de poesía en castellano por su poemario Nanas para dormir desperdicios. Del poemario de Llavina el jurado ha resaltado el tratamiento de “temas clásicos como el amor o el paso del tiempo que se combinan con temas de gran modernidad literaria como la cotidianidad como principio de sentimiento poético”. El jurado, integrado por Josep Ballester, Carles Duarte, Josep A. Fluixà, Santiago Fortuño y Josep Palomero, incide también en el lenguaje coloquial y sencillo de la obra. De Nanas para dormir desperdicios, el jurado (Antonio Hernández, Jesús Munárriz, Gonzalo Santonja, Luis Alberto de Cuenca y Ricardo Bellveser) concluye que Francisco Aguirre “mantiene la línea narrativomeditativa inaugurada e impuesta por Luis Rosales”. Los dos primeros premios serán publicados por la editorial Bromera (http://www.bromera.com), de Alzira, y el tercero, en castellano, por la editorial madrileña especializada en poesía Hiperión (http://www.hiperion.com). El premio de narrativa estaba dotado con 30.000 euros y los de poesía con 15.000 cada uno. Fuente: El País *** Interliteral: “Internet no es una amenaza” El 20 y 21 de septiembre se celebró en Jaén (España) el I Encuentro de Literatura Digital “Interliteral” (http://www.interliteral.com), evento que bajo la organización de la Consejería de Cultura de la Junta de Andalucía (http://www.juntadeandalucia.es/cultura/web/publico/index.jsp), el Instituto Andaluz de la Juventud (http://www.juntadeandalucia.es/institutodelajuventud) e Íttakus, sociedad para la información (http://www.ittakus.com), se perfiló como una oportunidad para ampliar los espacios de debate y generación de ideas en torno al tema de la difusión de literatura por Internet. Ochenta expertos del sector entre escritores, editores, investigadores, creadores y periodistas se dieron cita en “Interliteral”, encuentro que tuvo como objetivos el debate, análisis e intercambio de todos los agentes que intervienen en la creación, producción, edición y difusión de la literatura digital, sentar las bases para la concreción del término literatura digital que sirva como referente general, e inaugurar de forma efectiva una nueva era en la que esta manifestación literaria se incorpore, sin exclusiones, al término universal de literatura. Tras dos días de debate en los que han intervenido escritores, editores, creadores, investigadores, profesores, bibliotecarios y periodistas, fueron presentadas en un comunicado las conclusiones del encuentro. La primera es que Internet ha modificado la forma de la escritura, haciendo que el escritor y el lector se adapten al medio: inmediatez, agilidad, visión subjetiva y comunicación con el lector, elemento este último que se evidencia en que un texto no acaba hasta que el lector finaliza sus comentarios. “Existe una diferencia entre literatura digital y digitalizada: la literatura digital es la que nace a partir de medios digitales y sólo puede ser conocida —de modo pleno— en este contexto. La digitalizada es la que, concebida para un soporte tradicional, se presenta en un soporte digital. Hay que fomentar la creatividad específica de la literatura digital”, agrega el comunicado. Entre otras conclusiones se destaca la brecha digital en el ámbito tecnológico y del conocimiento; el protagonismo del lector, que en Internet puede llegar a convertirse en coautor, dando lugar al wreader, término acuñado en el encuentro para definir un ente híbrido que es a la vez autor y lector, y la necesidad de que las bibliotecas virtuales refuercen su misión de acuerdo con las nuevas técnicas participativas y colaborativas que brinda la red. El comunicado también exhorta a que no se presente en términos de confrontación la relación entre herramientas, medios y soportes, sino en términos de colaboración, complementariedad, convivencia y retroalimentación. “Internet no es una amenaza sino una oportunidad para ampliar los espacios de debate y generación de ideas”, concluye. Fuente: Íttakus *** Premio La Otra Orilla para el argentino Ariel Magnus Con la novela Un chino en bicicleta, el escritor argentino Ariel Magnus resultó ganador este 20 de septiembre del premio de novela La Otra Orilla 2007, que entregan el grupo editorial Norma y Proartes, y que está dotado con 30.000 dólares además de la publicación de la obra en América Latina y en España. El escritor recibió la noticia en Cali, Colombia, donde se realizó el anuncio de premiación durante el XIII Festival Internacional de Arte. “Supongo que todas las lecturas nutren mi escritura, aunque más no sea como muestras de lo que no quiero hacer. En cuanto a los autores que más me conmovieron, son demasiados como para hacer una lista, que siempre va a presentar olvidos injustos. Resumiéndonos a los chinos, digamos que me gusta Confucio, no tanto Lao Tse”, sostuvo Magnus luego de conocida la noticia. Un chino en bicicleta es una novela disparatada en la que se suceden predicciones apocalípticas, fuegos artificiales y una gran mayoría de chinos que no andan en bicicleta. Cuenta la historia de Ramiro Valestra, un joven porteño que es secuestrado por un tal Li, presunto pirómano, después de declarar como testigo en el juicio que lo condenó por haber incendiado once locales de la ciudad. A partir de ahí, se inicia un forzado exilio hacia el interior del barrio chino. Desde Colombia, el ganador recordaba la llamada telefónica con que le avisaron del premio. “La señora que me lo comunicó lo hizo con una bonita frase: ‘Este es el llamado que más me gusta hacer en el año’. En mi caso fue uno de los que más gustaron (y me sorprendieron) en la vida”. La novela, recuerda Magnus, se le apareció en el mismo lugar en que comienza la acción: en un baño. “Luego de escuchar cómo sentenciaban a Fosforito, me pregunté qué pasaría si de pronto él me secuestrara y me llevara al barrio chino para encontrar al verdadero culpable de los incendios de los locales”. “Fosforito” fue el nombre con el que se conoció al ciudadano chino Li Ginz Jong, de 26 años, que fuera condenado por piromaníaco este año, tras acusársele de incendiar varias mueblerías de Buenos Aires. El autor opina que China es el país más importante del mundo, por lo que la elección de un chino como protagonista no debería resultar extraña al lector. “Más que un chino o la China, el protagonista es nuestra (mi) visión de los chinos y la China. Desde ahí está narrada la novela, que además ocurre en el barrio chino de Buenos Aires, que me atrevería a decir que es el menos importante del mundo”. Nacido en Buenos Aires en 1975, Magnus residió en Alemania. Estudió literatura española y filosofía en la Universidad de Heidelberg (http://www.uni-heidelberg.de/index_e.html), una de las más antiguas de Europa, y trabajó para la cátedra de literatura hispánica en la Universidad Humboldt (http://www.humboldt.edu), de Berlín. Ha publicado las novelas Sandra, en 2005, y La abuela, en 2006. Un chino en bicicleta era una de las 230 novelas provenientes de 15 países que fueron presentadas a concurso, y fue elegida en forma unánime por un jurado integrado por el colombiano Santiago Gamboa, la española Nuria Amat y el argentino César Aira. Éste último definió la novela como “una historia de amor en la cual proliferan las aventuras, los chinos y las mil caras de la más feliz de las pasiones argentinas, la amistad”. El premio La Otra Orilla es un reconocimiento a la escritura para hombres y mujeres de Hispanoamérica y pretende promocionar a los escritores de habla hispana por medio de una novela inédita. Fuentes: Clarín • La Nación *** Pepe Monteserín gana el premio Lengua de Trapo El escritor asturiano Pepe Monteserín Corrales (Pravia, 1952) fue galardonado este 20 de septiembre con el XIII Premio Lengua de Trapo por su novela, La lavandera, un recorrido por las razones que llevaron al suicidio al poeta mexicano Manuel Acuña a través de la imaginación de una lavandera enamorada de él. Monteserín, colaborador del diario La Nueva España (http://www.lne.es), donde escribe a diario la sección “La mar de Oviedo”, dedicó el premio “al periódico, por el apoyo que siempre me presta, y a los lectores a los que les gustan las historias de amor y los personajes que son más grandes que la vida”. El pasado 5 de septiembre, un jurado compuesto por el escritor Rafael Reig, Eloy Tizón, Luis García Montero, Ramón Pernas y el editor José Huerta decidió fallar a favor del novelista praviano-ovetense. Monteserín —a pesar de que asegura que siempre que se presenta a algo, confía en su trabajo— no esperaba ganar, “porque soy autor de la casa y eso jugaba en mi contra”, refiriéndose a las cinco novelas que ha publicado con el sello Lengua de Trapo (http://www.lenguadetrapo.com). Sin embargo, el escritor praviano pudo con otros 609 manuscritos llegados de España, Argentina, México, Chile, Cuba, Colombia, Venezuela, Perú y Estados Unidos, y según el editor Huerta, creador del sello y el premio Lengua de Trapo, ganó “por goleada”. Dotado con 4.500 euros, el premio es uno de los más importantes en la carrera de Monteserín. “Lo mejor es, sin duda, la distribución que tendrá la novela, que puede que sea presentada en México”. La lavandera es una historia de amor no correspondido. “La historia me atrajo desde el primer momento porque yo buscaba a alguien joven, con talento y del que apenas se conociese algo de las razones de su suicidio”, aclaró el autor, quien dio con ese personaje gracias a su mujer. “Ella me recordó el poema ‘Nocturno a Rosario’, de obligado estudio en las escuelas mexicanas, y a partir de ahí comenzó mi investigación”, reconoció Monteserín. En la corta vida de Acuña hubo muchas zonas oscuras que Monteserín ha reconstruido dando voz a Soledad, “una lavandera criolla e ilustrada, quince años mayor que el poeta, y con la que tendría un hijo”. A sus noventa años, Soledad narra el amor que sintió por el joven Acuña. “Un poeta que la desdeñó pero al que conoció tanto por las manchas de su ropa tanto como por los borradores de unos poemas que la lavandera rescataba de la papelera”. Manuel Acuña es presentado como un provinciano recién llegado a la capital, donde comenzará una carrera dedicada a la filosofía que le llevará a conocer a muchos de los escritores y artistas de una ciudad en plena ebullición intelectual. Soledad conocerá toda su vida y también la de numerosas figuras de la literatura y la política del país a través de la ropa que lava. La leyenda siempre ha narrado que la razón que llevó a Acuña al suicidio fue el amor no correspondido de Rosario de la Peña, a quien dedicó su poema más célebre. Sin embargo, Monteserín rechazó esa teoría para señalar “su fascinación por todo lo que encontró en esa ciudad, demasiado exuberante para él”. El jurado destacó “el empleo de una lengua adulta, que supone una nueva etapa en la editorial”, según Pernas, y también “la invención de un uso del lenguaje particular Monteserín”. La novela estará en manos del lector este mes de octubre. Fuentes: Colpisa • La Nueva España *** Centro de documentación e investigación propondrá Fundación Machado El presidente de la Fundación Antonio Machado (http://www.fundacionmachado.org), Manuel Núñez Encabo, anunció en Soria este 22 de septiembre que van a proponer un centro de “alta documentación e investigación” sobre Antonio Machado para reivindicar la lectura y traducción de su obra. En el marco de la clausura del Congreso Internacional “Antonio Machado Soñando Caminos” que comenzó el miércoles 19, Encabo explicó que este centro podría ubicarse en el edificio del Banco de España (http://www.bde.es) de Soria, ya que el ministro de Cultura, César Antonio Molina, apoyó en la inauguración del congreso “los usos culturales que se podrían llevar a cabo en este centro”. A esta iniciativa se quiso unir también la presidenta de la Comisión Nacional de Celebración del Centenario de la llegada a Soria de Machado, Amalia Iglesias, quien destacó que seguirán trabajando para homenajear a Machado y espera que congresos como este se repitan sin necesidad de estar trabajando en el marco del centenario. Anunció que las ponencias de los 35 expertos participantes se recopilarán en un libro que presentarán antes de que acabe la conmemoración del centenario en mayo de 2008. “Así, cualquiera podrá descubrir a Machado desde una perspectiva nueva”, destacó Iglesias, quien también comentó que este era uno de los objetivos del congreso. En este sentido, subrayó que “interpretar la obra de Antonio Machado es la mejor manera de acercarlo hasta nuestros días, y en Soria se ha hecho con ponencias muy diferentes, algunas desde la emoción y otras desde la profundidad de la teoría”. También destacó que “se han descubierto nuevas maneras de leer a Machado, ya que sus versos se resisten al paso del tiempo porque son intemporales”. “Se ha presentado al Machado total, como pensador y como persona y todos los matices del poeta inagotable además de constatar su universalidad”, añadió el presidente de la fundación que lleva el nombre del escritor. A este homenaje a Machado también se sumó el presidente de la Fundación Pablo Iglesias (http://www.fpabloiglesias.es), Alfonso Guerra, que se refirió a cómo fue la llegada de un poeta “joven y melancólico” a la cuidad que “le arranca de la soledad a través del paisaje”. Por este motivo Guerra destacó que hay dos momentos de alta influencia en la obra de Machado, “su vivencia en Soria y su relación con gente sencilla y sus recuerdos de su Sevilla natal”. Después de estas palabras todos los asistentes, entre los que se encontraba Leonor Machado, sobrina del poeta, se acercaron hasta el “Olmo de Machado”, un árbol frente a la Iglesia del Espino de la capital, al que Machado en sus poemas comparaba con la enfermedad de su esposa Leonor, para realizar una ofrenda floral. Soria todavía acogerá más homenajes al poeta, los más próximos son dos mesas redondas y dos recitales; un seminario sobre la esposa de Machado, Leonor Izquierdo; la performance Ouka Lele; la entrega de los Premios Machado de la Fundación de los Ferrocarriles Españoles (http://www.ffe.es) y el primer Festival Flamenco Antonio Machado, durante este mes de octubre. Fuente: EFE *** Otorgan premio San Juan de la Cruz a Miguel Ángel Curiel Miguel Ángel Curiel (Korbach, Alemania, 1966) ha resultado ganador este 23 de septiembre del XVIII Premio Internacional de Poesía San Juan de la Cruz con el poemario Por efecto de las aguas, calificado por el jurado como “el más original de los últimos años”. El talaverano, “poeta valiente y joven”, según los miembros del jurado, obtendrá los 5.000 euros y la publicación de su obra en la colección Adonais de Ediciones Rialp (http://www.rialp.com). De obra “de gran vitalidad y saber poético” fue calificado el poemario ganador, según explicó la presidenta del jurado, Clara Janés, quien destacó que el premio ha ido a parar a esta obra por unanimidad de los miembros del jurado. El poemario, según el jurado, “muestra una gran frescura en la que se respiran diversas formas, desde prosas poéticas a poemas breves y que contiene una profunda cultura vivida”. Aunque extenso, Por efecto de las aguas es un poemario que “mantiene la tensión hasta el final”, gracias a que “el autor se siente cómodo con lo que va escribiendo y muestra una gran naturalidad y frescura”, resaltó Antonio Colinas, miembro del jurado. Además, el jurado destacó de la obra ganadora el que enganche al lector, además de que “se sale de lo que hasta ahora se recogía en los premios de poesía”. Por otro lado, se destacó la calidad de la mayoría de las 213 obras presentadas al certamen y, sobre todo, el incremento de trabajos presentados, una veintena más que el año pasado. Carmelo Guillén, otro de los miembros del jurado, reconoció que lo que más ha aumentado ha sido el número de obras extranjeras, que en esta ocasión ha llegado a 21, ocho más que en las pasadas ediciones. En concreto, destacó que los poetas argentinos son los que más han participado aunque también se han recibido trabajos de Estados Unidos, Cuba, Japón, Alemania, Canadá y Marruecos. El premio será entregado en Fontiveros, lugar que acogió hasta hace algunos años el fallo del certamen, previsiblemente en noviembre, según explicó Guillén quien aseguró que “para esta fecha se espera que el libro esté ya en la calle”. Este galardón internacional de poesía, organizado por la Obra Social de Caja de Ávila (http://www.obrasocialcajadeavila.org) y la Colonia Fontivereña Abulense, con la colaboración del Ayuntamiento de Fontiveros y Ediciones Rialp, es “un ejemplo de colaboración entre diferentes administraciones”, reconoció José Manuel Espinosa, director de Caja de Ávila, quien aseguró que “el premio es un homenaje al patrón de los poetas, una figura unida a nuestras raíces históricas y literarias, además de su significación espiritual e internacional”. Fuentes: Ávila Digital • Diario Siglo XXI *** Muere a los 84 años el mimo francés Marcel Marceau Marcel Marceau, la figura más internacional del mimo, murió a los 84 años el pasado 23 de septiembre, tras seis décadas traspasando fronteras con sus gestos melancólicos y las historias sin palabras de su célebre personaje Bip. Fue sepultado en el cementerio de Père Lachaise. El genio del mimo, que había revitalizado este arte del gesto desde finales de los años 40, se había inspirado para ello en los grandes actores del cine mudo, como Buster Keaton, Harry Langdon y sobre todo Charles Chaplin, por el que desde niño había mostrado admiración y al que le gustaba imitar. Nacido en Estrasburgo el 22 de marzo de 1923 y en 1944 entró, junto con su hermano mayor, en la resistencia contra la ocupación de Francia por los nazis durante la Segunda Guerra Mundial, después de que su padre, de origen judío, fuera detenido y deportado al campo de exterminio de Auschwitz, donde murió. Fue precisamente durante esa contienda, y para escapar a la persecución antisemita, cuando cambió su apellido original Mangel por Marceau. Una vez desmovilizado, aunque primero empezó una formación en artes decorativas en Limoges, pronto se orientó al teatro al inscribirse en la Escuela de Arte Dramático Charles Dullin, donde estableció una relación fuerte con uno de sus profesores, Etienne Decroux, que fue una pieza clave en su giro hacia el mimo. Fue en la película Les Enfants du Paradis (1947) de Marcel Carne, donde Marceu, que interpretaba a Arlequín, se dio a conocer como mimo. En 1948 formó su propia compañía, y pronto empezaron las giras por otros países europeos, presentando dramas en mimo con su recién creado personaje de Bip, que le acompañó el resto de su vida identificado por su perfil filiforme, su cara pintada de blanco, los pantalones anchos de payaso, la camisa marinera y una expresividad corporal en apariencia frágil pero llena de vivacidad. Marceau hizo de Bip un ser marcado por la sensibilidad, la melancolía y la poesía de la pantomima que le permitió explorar la sociedad moderna centrada en su dimensión trágica. Sus espectáculos, a medio camino entre el teatro y la danza, alcanzaron una dimensión internacional a partir de mediados de los años 50 y constituyeron una revisión moderna de la tradición de la dramaturgia de la “Commedia dell’Arte” italiana. Llevó algunas de sus pantomimas al celuloide y tuvo papeles destacados en Barbarella, de Roger Vadim (1968), y La Dernière folie, de Mel Brooks (1976). Pronto se hizo tanto o más famoso que en Francia en países como Japón o en Estados Unidos, donde su “marcha contra el viento” constituyó una de las bases técnicas del baile de Michael Jackson. En 1978, cuando estaba en la cumbre de su carrera, creó en París una Escuela Internacional del Mimodrama para asegurar el relevo en su arte del gesto, al que añadía también enseñanzas de danza y acrobacia de bastón o teatro con la vista puesta en lo que él mismo calificó de la “creación total”. Sin embargo su centro desapareció en 2005 por falta de financiamiento. Gracias a su energía y a su constitución siguió subiendo al escenario casi hasta el final de sus días, y así en 2000 organizó una gira bajo el título “Les Premiers Adieux de Bip” (la primera despedida de Bip), a la que siguió en 2002 “Le retour du mime Marceau” (la vuelta del mimo Marceau), e incluso una nueva gira en 2005 por Latinoamérica con “Le meilleur de Marceau” (lo mejor de Marceau). La gran figura del mimo, que según cuentan quienes le trataron era un gran conversador, afirmaba pese a todo que “la palabra no es necesaria para expresar lo que se tiene en el corazón”. Había recibido las máximas distinciones oficiales en Francia, como la Legión de Honor o las condecoraciones de la Orden Nacional del Mérito y de las Artes y las Letras, entre otras. En 1993 fue declarado “miembro inmortal” de la Académie des Meaux-Arts en París. Japón, a su vez, lo declaró “tesoro nacional viviente” y en 2001 se convirtió en embajador para la tercera edad de la Organización de las Naciones Unidas (ONU, http://www.un.org/spanish). Fuente: EFE *** Fallece en Nueva York el escritor español Odón Betanzos El escritor español Odón Betanzos director de la Academia Norteamericana de la Lengua Española (Anle, http://www9.georgetown.edu/faculty/irizarry/academia), falleció el pasado lunes 24 de septiembre en Nueva York a consecuencia de una enfermedad cardíaca, y después de haber permanecido hasta el martes 4 en Mazagón (Huelva), localidad española en la que veraneaba cada año. Desde allí partió Betanzos hacia su residencia de Nueva York pese a la insistencia de sus colegas de que se quedara en Huelva hasta que estuviese recuperado. A pesar de su estado de salud, el escritor planeaba asistir a un encuentro académico en Cartagena de Indias y en Venezuela. El cuerpo de Betanzos llegará este lunes 1 de octubre a Rociana del Condado, localidad de Huelva en la que naciera en 1925. Allí, atendiendo a su última voluntad, será sepultado este martes 2, según informó el presidente de la Fundación Odón Betanzos (http://www.fundacionodonbetanzos.es), Antonio Ramírez, quien agregó que la salud del escritor se deterioró severamente hace dos años, cuando fuera sometido a una operación de corazón y le fueran posteriormente implantados cinco by-passes. Pese a esto, explicó, “se iba recuperando y no dejaba sus funciones al frente de la academia ni sus compromisos profesionales”, si bien el verano pasado hubo de someterse a otra intervención tras una hemorragia gástrica y este año, cuando visitó Rociana, su localidad natal, “pesaba como unos 30 kilos menos y su estado empeoró”. Ramírez destacó del escritor su “enorme fortaleza pese a sus dos grandes tragedias vitales, como fue la muerte de su padre fusilado en 1936 en plena Guerra Civil, y la de su único hijo hace ahora 13 años”. Según él estos hechos “marcaron a Odón Betanzos personal y literariamente porque ver su obra es ver un reflejo de su vida”, pero insistió su “dedicación al trabajo y su defensa del español en los Estados Unidos”. De la misma forma, destacó su “calidad humana y su vinculación permanente con Huelva, porque él siempre decía que su territorio nunca había pasado del Condado, de Mazagón y de Huelva”. De hecho, a pesar de que vive en Estados Unidos desde sus 28 años, “jamás le escuché hablar en inglés”. El presidente de la región de Andalucía, Manuel Chaves, lamentó el fallecimiento del escritor y académico, que consideró “una gran pérdida para Andalucía, y para todos los que amamos la buena literatura”. Indicó a través de un comunicado que “como ocurre con tantos otros literatos, la obra de Betanzos es el mejor reflejo de su vida, de la que destaca especialmente la lealtad a su tierra y su firme defensa de la lengua castellana en todo el continente americano”. Por otra parte, el Ayuntamiento de Rociana del Condado (http://www.aytorocianadelcondado.es), ciudad natal de Odón Betanzos, ha decretado dos días de luto oficial, según dijo el alcalde, Amaro Huelva, quien lamentó la pérdida “importante” de un vecino que “logró que el nombre de Rociana fuera conocido internacionalmente”, del que sus paisanos se sentían “orgullosos” y que siempre demostró su vinculación con su ciudad natal visitándola varias ocasiones al año. Betanzos hizo la carrera de Marina Mercante para “sacar adelante a su familia” y en uno de sus viajes, se quedó en Estados Unidos con el grupo de exiliados españoles que se encontraba allí, donde empezó su carrera literaria. Era licenciado en Letras por la Fordham University (http://www.fordham.edu) y recibió el Doctorado en Filosofía y Letras en la City University of New York (Cuny, http://www.cuny.edu). Publicó sesenta y seis libros de poemas, en su mayoría recogidos en tres antologías: Santidad y guerrería (1952-1967), Hombre de luz (1967-1972) y La mano universal (1972-1976). Otras obras suyas, además, son Poemas del hombre y las desolaciones (1986), De ese Dios de las totalidades (1988), Antología poética (1995), con estudio, selección y notas del profesor José María Padilla, Las desolaciones (1999) y Sonetos de la muerte (2000), con estudio-prólogo de la doctora Estelle Irizarry. Fue autor también de la novela en dos volúmenes, sobre la Guerra Civil Española, Diosdado de lo Alto, publicadas en 1980 y 1990. Su extensa obra ha sido traducida al inglés, portugués, francés, italiano, ruso, chino, árabe, neerlandés, japonés, hebreo y macedonio. En 2004, apareció, bajo el sello del CEPI, el libro-homenaje Odón Betanzos Palacios o la integridad del árbol herido, editado por Gerardo Piña-Rosales. Además de dirigir la Academia Norteamericana de la Lengua Española casi desde su fundación en 1973, Betanzos era miembro correspondiente de la Real Academia Española (RAE, http://www.rae.es), de la Guatemalteca, Filipina, Chilena, Colombiana y Nicaragüense de la Lengua, así como de la Hispanic Society of America (http://www.hispanicsociety.org). También presidía la Fundación Cultural Hispánica de Estados Unidos. El escritor recibió en vida innumerables galardones y premios, entre los que se destacan la Encomienda de la Orden de Isabel la Católica (1979) y la Encomienda del Mérito Civil, en su grado de número (1997), ambas otorgadas por el Rey de España; la Medalla de la Libertad de la Ciudad de Nueva York (1986), la Medalla de Andalucía (1989) y el Premio Vasconcelos, de México (1990), por la totalidad de su obra. Fuentes: Diario de América • El Universal • Europa Press *** Antonio Jesús Ramos Revillas gana premio “Salvador Gallardo Dávalos” El escritor mexicano Antonio Jesús Ramos Revillas se hizo acreedor del Premio Nacional de Literatura Joven “Salvador Gallardo Dávalos” 2007 por su libro Sola no puedo, según informó el pasado 24 de septiembre el Instituto Cultural de Aguascalientes (http://www.aguascalientes.gob.mx/cultura), a través del Centro de Investigación y Estudios Literarios de Aguascalientes, Ciela “Fraguas” (http://cielafraguas.blogspot.com). El jurado calificador estuvo integrado por los escritores Guillermo Samperio, Felipe Garrido y Salvador Gallardo Cabrera, quienes tomaron su decisión por unanimidad en razón de que los relatos del libro de Ramos Revillas “están muy bien construidos, con diversas estructuras; consiguen atmósferas convincentes y atractivas; crean personajes con múltiples dimensiones, nada típicos, a través de un lenguaje que combina la prosa realista con la poética”. Ramos Revillas (Monterrey, Nuevo León, 1977) es egresado de la carrera de Letras Españolas de la Universidad Autónoma de Nuevo León (UANL, http://www.uanl.mx). Ha sido becario del Centro Mexicano de Escritores (2002); del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca, http://fonca.conaculta.gob.mx) en el periodo 2004-2005 y de la Fundación para las Letras Mexicanas (http://www.fundacionletrasmexicanas.org) de 2005 a 2007. El escritor ha publicado los libros Todos los días atrás (Premio Nuevo León de Literatura 2003), Necrologías y Dejaré esta calle, con el que obtuvo el Premio Nacional de Cuento Joven Julio Torri en 2005. Mantiene una página personal en http://ramos.intertextualidad.com. En el acta, los miembros del Jurado señalaron que debido a la elevada calidad de las obras participantes, se decidió otorgar una especial mención honorífica al libro de cuentos El centro de un círculo imaginario, de Javier Atahualpa Espinoza Magaña (Zamora, Michoacán). En la edición de este año, dedicada a reconocer el género de narrativa, el jurado realizó un reconocimiento, poco usual, a todos los participantes, destacando la calidad de los trabajos remitidos de veintiún estados mexicanos. El premio distingue a escritores no mayores de 30 años con la publicación de la obra, diploma y un estímulo económico de 60 mil pesos. El miércoles 26 de septiembre se realizó, en el marco de la celebración de este aniversario del premio dentro la 39ª Feria del Libro, una mesa de lectura con ganadores de ediciones anteriores, en la que participaron Elena Dreser, Ricardo Esquer, Rubén Chávez Ruiz Esparza, Eduardo López, Ricardo Bernal, Óscar Santos, Edilberto Aldán y Luis Armando Cortés. El mismo día, Salvador Gallardo Cabrera, Víctor Sandoval, Salvador Gallardo Topete y Jesús Eduardo Martín Jáuregui participaron en la mesa redonda “Salvador Gallardo Dávalos: un pentagrama eléctrico. Su obra y pensamiento en el movimiento estridentista”. Las actividades con motivo del 25º aniversario de este reconocimiento finalizaron el viernes 28 con la entrega del premio a Ramos Revillas, evento que se realizó en el Auditorio Anita Brenner del Museo Descubre (http://www.descubre.org.mx). Fuente: Organización del evento *** Exposición en homenaje a Joan Brossa inauguraron en Toledo La Consejería de Cultura de Castilla-La Mancha (http://www.jccm.es/cultura/index2.htm) inauguró el pasado 25 de septiembre, en el Museo de Santa Cruz de Toledo, la exposición “Joan Brossa, en las alturas y sin red”, que estará abierta al público hasta el próximo 4 de noviembre. La muestra, que resume la obra de este artista y poeta catalán del movimiento vanguardista del siglo pasado y que responde al objetivo del ente oficial de promover una oferta cultural de calidad, viajará posteriormente a otras ciudades de la región. La inauguración contó con la presencia de la comisaria de la exposición, Gloria Bordons, y de la directora general de Promoción Cultural, Concha Vázquez, así como el director general de Patrimonio y Museos, Enrique Lorente. Vázquez habló de la “satisfacción, alegría y privilegio”, que supone para la Consejería de Cultura el hecho de poder abrir las salas del Museo de Santa Cruz a la obra de Brossa. Asimismo, la titular de Promoción Cultural destacó lo “importante y fundamental” que es para Castilla-La Mancha el hecho de contar con esta exposición en sus museos. Por su parte, la comisaria de la exposición transmitió su agradecimiento a la Junta de Comunidades por su “gentileza” al organizar esta muestra retrospectiva, ya que tal y como ha explicado, “se han realizado muy pocas exposiciones antológicas acerca de Joan Brossa fuera de Cataluña”. Refiriéndose a este artista, Bordons lo ha definido como alguien cuya búsqueda esencial iba “más allá de las etiquetas que le demos a las cosas. Las etiquetas son las palabras y a Brossa le interesaba el objeto en sí”. La inauguración tuvo como colofón una lectura de poemas de Brossa a cargo de Eduard Escoffet, y un concierto del prestigioso violinista libanés Ara Malikian, acompañado por el guitarrista catalán José Luis Montón y la vocalista María Berasarte. Acerca del joven Escoffet, la titular de Promoción Cultural le calificó como “un poeta innovador y uno de los ejemplos de creatividad del siglo XX”. Un centenar de piezas componen la muestra de este artista catalán fallecido en 1998 (http://www.letralia.com/62/notic062.htm#noti06), quien combinó durante su extensa carrera diversos géneros artísticos, entre ellos la poesía, la pintura, la música y el cine, todos ellos reflejados en la exposición. Organizada por la Consejería de Cultura, a través de la Fundación Cultura y Deporte, la exposición recoge piezas procedentes del Ayuntamiento de Barcelona (http://www.bcn.es), la Fundación Brossa (http://www.fundacio-joan-brossa.org), la Galería Joan Prats (http://www.galeriajoanprats.com) y el Musée d’Art Moderne de Céret (http://www.musee-ceret.com), en Francia. Fuente: Mi Ciudad Real *** Premio Comillas para el español Antonio Rivero Taravillo La biografía sobre Luis Cernuda, uno de los poetas esenciales de la literatura española, escrita por Antonio Rivero Taravillo (Melilla, 1963), fue la ganadora este martes 25 de septiembre del XX Premio Comillas de Historia, Biografía y Memorias, convocado en Barcelona (España) por Tusquets Editores (http://www.tusquets-editores.es). El jurado estuvo presidido por el escritor español Jorge Semprún, a quien acompañaron Miguel Ángel Aguilar, Josep Fradera, José Martí Gómez, Josep Ramoneda y Antonio López Lamadrid. Fuego con nieve. La vida de Luis Cernuda. Años españoles (1902-1938) representa el rastreo documental y la ordenación rigurosa de varios acontecimientos de la vida del poeta, así como la ambición de ofrecer el primer tomo de la que será su biografía definitiva. La obra fue la ganadora entre un total de 77 trabajos presentados, recibiendo la estatuilla de bronce diseñada por Joaquín Camps y un anticipo sobre derechos de autor de 20 mil euros. En el libro, Rivero Taravillo fija con exactitud la figura del poeta de la generación del 27 en sus años decisivos, antes de marcharse al exilio para no volver a España. Narra la historia familiar y ofrece documentación exhaustiva de los primeros años del poeta, hechos desconocidos como el destino que su padre, militar de profesión, tuvo durante dos años en las islas Baleares lejos de la familia. También detalla el entorno escolar, amistades, inquietudes y los espacios que frecuentó en Sevilla, pasajes inexplorados hasta ahora y que suponen primicias de la vida de una de las principales figuras de la literatura española del siglo XX. Rivero Taravillo ha podido recuperar el mundo de la infancia y la juventud de Cernuda, apoyándose en un conocimiento experto de Sevilla, su literatura y la época que evoca. Desfilan por sus páginas personajes que fueron decisivos en el rumbo de Cernuda como escritor, tales fueron los casos de Rafael Cansinos Assens o el librero León Sánchez Cuesta, así como otros ilustres desconocidos como Adriano del Valle y Fernando Villalón. Asimismo, el trabajo realizado por Rivero Taravillo busca reparar el hueco existente en la historia de la literatura española y la oportunidad de recuperar los días antes del exilio de un poeta que no regresó a su tierra. El autor inició en los años 80 estudios de derecho y posteriormente de filología inglesa en la Universidad de Sevilla (http://www.us.es), ampliándolos en la de Edimburgo (http://www.ed.ac.uk), donde asistió becado a cursos de literatura inglesa y escocesa. Posteriormente abandonaría la carrera sin licenciarse para dedicarse de lleno a la literatura. Ha publicado Los siglos de la luz: héroes, mitos y leyendas en la épica y la lírica medieval, Las ciudades del hombre, Viaje sentimental por Inglaterra, Farewell to Poesy y El árbol de la vida, entre otros. Rivero Taravilla es además un reconocido traductor que ha vertido al castellano novelas de Flann O’Brien y Jamie O’Neill, lo mismo que poemarios de Ezra Pound, Alfred Tennyson, William Shakespeare, Robert Graves, Christopher Marlowe y John Kyats. Por su labor como traductor ha recibido diferentes reconocimientos y ayudas de diversos organismos, entre los que se cuentan la Irish Translators’ and Interpreters’ Association (Itia, http://www.translatorsassociation.ie) y el Irish Literature Exchange (http://www.irelandliterature.com). Su versión de los Sonetos de Shakespeare fue candidata al Premio Nacional de Traducción de España en 2005, año en que obtuvo el Premio Andaluz a la Traducción Literaria por sus versiones de Keats. También ha sido autor de antologías, director de revistas y de la Casa del Libro de Sevilla (http://www.casadellibro.com), desde su inauguración en 2006, donde desarrolló una intensa actividad cultural. En la actualidad es miembro del Consejo Editorial de la revista Trama y Texturas, así como colaborador de las revistas literarias Clarín, Renacimiento, Sibilia y Turia. El Premio Comillas de Historia, Geografía y Memorias ha sido obtenido en el pasado por Carlos Barral (1988), Jorge Edwards (1990), Javier Tusell (1992), Enrique Krauze (1993), Manuel Azcárate (1994), María Esther Vázquez (1995), Carlos Castilla del Pino (1996), Alberto Oliart (1997), Adolfo Marsillach (1998), Juan Luis Panero (1999), Jaime de Armiñán (2000), Huber Matos (2001), Isabel García Lorca (2002), Jaime Salinas (2003), José Ramón Recalde (2004), José Andrés Rojo (2005), Esteve Riambau (2006) y Antonio Rivero Taravillo (2006). En 1989 y 1991 quedaron desiertos. Fuente: Notimex *** Artistas de ocho países debaten sobre vigencia de la poesía oral Quince artistas de ocho países, entre ellos el argentino Juan Gelman y el uruguayo Luis Bravo, debaten en Ciudad de México, desde el pasado jueves 27 de septiembre, sobre la legitimidad y vigencia de la oralidad de la poesía, en un festival dedicado a ese género literario que se desarrollará hasta el próximo sábado 13 de octubre. Según el poeta mexicano Pedro Serrano, uno de los organizadores de ese foro, en la actualidad existe un “desprecio por la poesía oral”. Por ello consideró que es importante que poetas de la trayectoria de Gelman y su compatriota César Strocio, artistas que son “actores de sus propias emociones”, apoyen esa reunión. José Luis Paredes, director de la Casa del Lago del Bosque de Chapultepec, el lugar de la capital mexicana en que se realiza el festival, informó que en el encuentro también participan el belga Gwenaëlle Stubbee, el brasileño Arnaldo Antunes y el estadounidense Logan Phillips. El país anfitrión es representado por Moisés Regla y Carlos Tachisave. Uno de los objetivos de la reunión es que los exponentes de distintas tradiciones literarias entren en diálogo, de tal manera que se puedan escuchar en un mismo espacio poesía clásica, indígena y afroamericana, tango, hip hop, rap y otros géneros modernos. En el foro, que lleva el eslogan “poesía escénica/poesía con ritmo”, también se da cabida a la poesía en lenguas indígenas y expresiones de gran tradición como el son jarocho, del estado mexicano de Veracruz. Paredes agregó que la cita retoma el espíritu del Festival de Poesía en Voz Alta, que se realizaba en ese mismo espacio en los años 60, en el que participaban figuras como el premio Nobel 1990, Octavio Paz. Además de las lecturas en voz alta se realizan conferencias magistrales. Hay también una sesión especial de “slam poetry”, una competición poética en la que los participantes tienen tres minutos para improvisar, según el joven poeta estadounidense Logan Phillips. Sostuvo que este tipo de encuentro se ha popularizado en Estados Unidos, Europa y Asia y permite dar nuevos soportes a la poesía. Fuente: EFE *** Película venezolana Postales de Leningrado gana en Biarritz La película venezolana Postales de Leningrado (http://www.postalesdeleningrado.com), de Mariana Rondón, ganó este sábado 29 de septiembre el premio El Abrazo, máximo galardón del Festival de Biarritz de Cines y Culturas de América Latina (http://www.festivaldebiarritz.com), celebrado en Biarritz (Francia) del 24 al 30 de septiembre. El guión del filme es de Rondón y los actores principales son Laureano Olivares, Greisy Mena y William Cifuentes. La directora venezolana fue galardonada por una obra que rememora de manera conmovedora y poética la guerrilla de los años 60 a través de los recuerdos de una niña cuyos padres son guerrilleros. Con gran contenido autobiográfico, el filme, que está prenominado a los premios Oscar, reconstituye la memoria fragmentada de una infancia angustiosa con una opción formal mestiza: imágenes de archivo y escenas de animación salpican la narración de una trama desarticulada como los recuerdos que van y vienen. “Estoy feliz con este reconocimiento”, declaró Rondón a la prensa venezolana. “Es un logro de todos los venezolanos que creen en el cine. Sigo reinventando la vida a través del cine. Seguimos en el camino que hemos escogido que no es otro que atrevernos a contar historias”. La narradora principal de la película es una niña que presenta a cada uno de los personajes: Teo, su primo, un niño que la ayuda a reconstruir las historias de la familia; una abuela que lucha entre la locura y la tristeza; un papá que se transforma en hombre rana; una madre que debe cambiarle el nombre a su hija; un gringo que filma una película y finalmente el Hombre Invisible, en el que todos necesitan convertirse para escapar de la realidad. El Abrazo también fue otorgado a cintas de Cuba, Argentina, Uruguay y Costa Rica. El Premio Especial del Jurado recayó en la película cubana La noche de los inocentes, de Arturo Sotto. Además se conoció que el premio del público, otorgado por los espectadores que votan al terminar cada proyección, fue para Matar a todos, del uruguayo Esteban Schroeder. Diez películas de Argentina, Brasil, Colombia, Cuba, México, Uruguay y Venezuela competían en la selección oficial del Festival de Biarritz, que desde el 24 de marzo ofreció un verdadero maratón de cine latinoamericano con más de 80 películas (largometrajes, cortometrajes y documentales) en sus diferentes secciones. Fuentes: ABN • Panorama *** Poetas internacionales se dan cita en El Salvador Este lunes 1 de octubre a las 5 de la tarde será inaugurado el VI Festival Internacional de Poesía de El Salvador, evento que tendrá lugar en el Teatro Presidente de la capital, con voces de Brasil, España, Estados Unidos, Guatemala, México, Perú, Taiwán, Venezuela y el país anfitrión. La fiesta de los poetas es organizada por la Fundación Poetas de El Salvador y se desarrollará hasta el próximo viernes 5 en colegios, universidades, parques y teatros de San Salvador, Sonsonate y Santa Ana. Entre las actividades se encuentra una presentación teatral de Isabel Dada y el coro del Centro Nacional de Artes de El Salvador (Cenar). La presidenta de la fundación, Paulina de Hernández, indicó que habrá además declamación de poemas y lecturas de artistas con consolidación nacional e internacional. “El objetivo de este año es llevar la poesía a todos los rincones de El Salvador, por eso se han implementado los Buses de la Poesía para que todos tengan oportunidad de asistir a los eventos”, afirmó De Hernández. Todas las actividades, durante los cinco días del certamen, son públicas y completamente gratis. El país centroamericano recibirá a la mexicana Myriam Moscona, el guatemalteco Rodrigo Carrillo, el hondureño Rigoberto Paredes, el costarricense Juan Antillón Montealegre y los nicaragüenses Douglas Téllez y Misael Duarte Somoza, así como a la venezolana Edda Armas, el chileno Floridor Pérez, el argentino Luis Ambroggio, el dominicano Plinio Chahín y el peruano Marco Martos. Igualmente participarán el español José Carlos Cataño, el estadounidense Doug Anderson, el brasileño Salgado Maranhao, la francesa María Plumier y el taiwanés Xiang Yang. El Salvador estará representado por Américo Ochoa y por los jóvenes Krisma Mancía, Eleazar Rivera y Jorge Galán, quienes tendrán una participación especial en la inauguración. Fuentes: ElSalvador.com • La Prensa Gráfica *** Ensayistas y narradores venezolanos se reúnen en Maracay Entre el 3 y el 5 de octubre se realizará en Maracay, Aragua (Venezuela) el primer Encuentro Nacional de Ensayo y Narrativa, un evento organizado por la Asociación Literaria Pie de Página y que tendrá como sede las instalaciones de la Biblioteca Agustín Codazzi, en el Complejo Cultural Santos Michelena (Casa de la Cultura de Maracay; avenida 19 de Abril). Entre los objetivos de la actividad están el análisis y el debate sobre la realidad cultural contemporánea, así como las múltiples perspectivas desde las cuales los creadores venezolanos afrontan el hecho literario en los géneros que abarca el encuentro. Los escritores participantes ofrecerán sus ponencias al público y luego conversarán sobre los temas expuestos. La inauguración del encuentro será el miércoles 3 a las 6 de la tarde, cuando la presidenta de Pie de Página, la escritora Julia Elena Rial, dará la bienvenida a los participantes y al público, y acompañada por miembros de la asociación presentará el primer número de la revista cultural Pie de Página. En el acto intervendrá la soprano venezolana Norma Herrera con varios temas de su repertorio. La presentación de las ponencias se realizará el jueves 4 y viernes 5 de octubre entre las 9 de la mañana y las 12 del mediodía. El programa del jueves se iniciará con la escritora Natividad Barroso, quien pronunciará su ponencia “Ajuste de cuentas más allá del tiempo y del espacio; Eros y la cibernética para enderezar entuertos”. Le seguirán José Gregorio Parada con “La literatura al servicio del misterio y del esoterismo: caso Julio verne y su Clovis Dardentor ligado al tesoro de Rennes-Lechateau” y Alberto Hernández con la presentación del libro Todos han muerto, homenaje al poeta José Barroeta. A continuación, Julia Elena Rial hablará sobre la obra del escritor chileno Roberto Bolaño, con su ponencia “Los no lugares y el desarraigo en Los detectives salvajes”. Carmen Campos pronunciará su ponencia “Poética de la muerte en La muerte del poeta” y Víctor Hugo Bolívar cerrará las actividades del día con “Juan de la Cruz en la narrativa de Paraguaná”. El viernes 5 se iniciará la jornada con la participación de la novelista Ana Teresa Torres, quien hablará de los nuevos cánones de la narrativa venezolana en su ponencia “Emergentes, consecuentes y consagrados”. Le seguirá Carlos Yusti con “El ensayo sobre la orilla maldita” y a continuación Carlos Noguera, presidente de Monte Ávila Editores (http://monteavila.gob.ve/web), hablará sobre las tendencias en la literatura venezolana contemporánea. Luego la escritora Gloria Dolande pronunciará su ponencia “La ceguera religiosa”, seguida de Cósimo Mandrillo con “Un pueblo y sus visiones, de J. M. Villarroel: París en el contexto de la poesía venezolana de tema petrolero”. Cerrarán las actividades del día los escritores Jorge Gómez Jiménez y Héctor Torres, editores de los portales literarios Letralia.com y Ficcionbreve.org, respectivamente, con una charla sobre difusión de literatura en Internet. El mismo viernes a las 6 de la tarde se realizará la clausura con una presentación musical. Fuente: Pie de Página *** Festival Internacional de Poesía de Rosario arranca esta semana Del 3 al 6 de octubre se desarrollará la 15ª edición del Festival Internacional de Poesía de Rosario (http://www.festpoesiarosario.com.ar), organizado por la Secretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe y la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario y declarado de Interés Nacional, Provincial y Legislativo. Serán cuatro jornadas en las que Rosario fungirá de anfitriona de destacados poetas del mundo, con invitados de Uruguay, Chile, Brasil, Colombia, México, Cuba, Venezuela, Bolivia, Guatemala, Perú, Ecuador, España, Rumania, Rusia, Serbia, China, Camerún, Nación Cherokee (Estados Unidos), y de distintas provincias argentinas. Entre las actividades del festival está prevista la realización de mesas de lectura, paneles de discusión, charlas y conferencias y una muestra del artista plástico local Miguel Ballesteros. Los encuentros se realizarán en la sede del festival, el Centro Cultural Bernardino Rivadavia (San Martín 1080, http://www.ccbr.gov.ar), así como en otros espacios culturales de Rosario y diversas instituciones educativas, con el fin de extender a un porcentaje más alto de la población la llegada de los poetas invitados. Los poetas internacionales que acudirán a la ciudad argentina son Juan Carlos Mestre y Carlos Ortega, Javier Jover (España), María Antonieta Flores (Venezuela), Eduardo Casar (México), Rómulo Bustos Aguirre (Colombia), Carlos Eduardo Jaramillo (Ecuador), Nancy Morejón (Cuba), Allison Hedge Coke (Nación Cherokee, EUA), Silvia Monros (Serbia), Jorge Arbeleche (Uruguay), Humberto Ak’abal (Guatemala), Marcia Mogro (Bolivia), Guy Nana Merlin Tadoun (Camerún), Hai An (República China), Theodore Damian (Rumania), Viacheslav Kupriyanov (Rusia), Ángela Melim (Brasil), Javier Bello (Chile) y Tulio Mora (Perú). Argentina estará representada por Alicia Genovese, Nilda Barba, Eduardo Mileo, Teresa Arijón (Buenos Aires), Martín Raninqueo (La Plata), Silvia Mellado (Neuquén), Claudia Masín (Chaco), Noemí Bernardello (Tierra del Fuego), José Campus (San Juan), Javier Foguet (Tucumán), Mora Torres, Fabián Herrero, Roberto Malatesta (Santa Fe), Graciela Cross (Río Negro), Liliana Ancalao (Chubut), Beatriz Vignoli, Concepción Bertone, Fabricio Simeoni, Fernando Marquínez, Silvio González y Paula Aramburu (Rosario). Los interesados en recabar mayor información podrán dirigirse a la Secretaría de Cultura de la Provincia de Santa Fe (Alem 3084, 5º Piso 5), llamar al teléfono (0341) 4728632 / 8664 o escribir a coordcult-ctrosur@sede.unr.edu.ar. También pueden dirigirse a la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario, en el Centro Cultural Bernardino Rivadavia (San Martín 1080, Plaza Montenegro), llamar al teléfono (0341) 4802401, interno 223, o escribir a los correos grafica@ccbr.gov.ar o adgccbr@hotmail.com. Fuente: Página del festival *** Imprenta Regional de Aragua presenta sus dos primeros títulos Este jueves 4 de octubre a las 4 de la tarde, en el marco de la III Feria Internacional del Libro de Venezuela capítulo Aragua (Filven), serán presentados El hondo país de los ausentes y Cuarto Festival Mundial de Poesía Aragua 2007, los dos primeros títulos de la Imprenta Regional de Aragua, iniciativa que tiene como objetivo difundir la literatura del estado, según informó la escritora Carmen Virginia Rodríguez, coordinadora en Aragua de la Plataforma del Libro y la Lectura (http://coordaragualibroylalectura.blogspot.com). El hondo país de los ausentes es una antología que reúne textos de nueve poetas del estado fallecidos en los últimos veinte años, presentados por autores contemporáneos. Por su parte, el libro conmemorativo del IV Festival Mundial de Poesía incluye a los diez escritores que representaron al estado en la reciente cita literaria. La Imprenta Regional de Aragua es una entidad dependiente de la Fundación Editorial El Perro y la Rana y forma parte del Sistema Nacional de Imprentas Regionales del Ministerio de la Cultura de Venezuela (http://www.ministeriodelacultura.gob.ve). Cuenta con un consejo editorial multidisciplinario que recibe libros de escritores aragüeños y decide sobre su publicación basándose en criterios definidos. La presentación de los libros se realizará en la Pérgola de la Casa de la Cultura de Maracay como parte de las actividades de la Filven, evento que se desarrollará entre el 3 y el 6 de octubre y que tendrá como escenarios cinco de los dieciocho municipios del estado. La sede central estará en Girardot, municipio cuya capital, Maracay, lo es a la vez del estado, y además habrá actividades en Cagua (municipio Sucre), San Mateo (municipio Bolívar), La Victoria (municipio Ribas) y Colonia Tovar (municipio Tovar). En estos cuatro municipios también serán presentados los libros de la Imprenta Regional. Filven incluirá actividades de formación y promoción editorial y tendrá como tema central “Estados Unidos, una revolución posible”. El país invitado es Argentina y se rendirá homenaje a la escritora Laura Antillano, así como a José Martí y Simón Rodríguez. En las actividades participarán asimismo el poeta y dibujante argentino Emiliano Bustos (Buenos Aires, 1972), quien presentará una antología de su padre, Miguel Ángel Bustos; el narrador cubano Rafael Águila (La Habana, 1962), y el venezolano Vladimir Acosta. Fuente: Plataforma del Libro y la Lectura - Aragua *** Cuentos del buen humor tendrán festival en Madrid Entre el 12 y el 14 de octubre se realizará en Madrid (España) el XI Festival del Cuento de Buen Humor, en el que participarán veinte humoristas de Cuba, España, México y Venezuela. El evento se desarrollará en la sala II del Centro Cultural de la Villa (http://www.esmadrid.com/ccvilla/jsp/index.jsp) a través de cuatro espectáculos para adultos y jóvenes desde los 16 años. Fundado por el escritor y humorista cubano-español Francisco Garzón Céspedes y dirigido ejecutivamente por el mexicano José Víctor Martínez Gil, el evento se inaugurará el viernes 12 a las 10 de la noche con la función “Carcajada total”, en la que además de Garzón intervendrán José Víctor Martínez Gil (México), Elena Villarroya, Vivian Watson (Venezuela), Eduardo Ares y Elena Arribas. El sábado 13 a las 7:30 de la noche será la segunda función, titulada “Sólo hombres para que se rían de ellos”, en la que intervendrán José María de la Morena, Rubén Ontoria, César Fernández, Jorge Zapata, José Luis Rovira y José Víctor Martínez Gil (México). A las 10 de la noche le toca el turno a “Mujeres desesper ja das”, con María Teresa Martínez, María Ángeles López, Mónica Rodríguez, Yolanda Portugal, Isabel Cuéllar, Elena Villarroya y Vivian Watson (Venezuela). La clausura, el domingo 14 a las 7:30 de la noche, contará con Fátima Martínez, María Luisa Aranda y Antonio Fernández, así como el espectáculo “Caperucita Feroz y otros cuentos para adultos”, de Eduardo Ares. Los narradores participantes se han presentado con gran éxito en escenarios como la Sala Ponce del Palacio de Bellas Artes de México, la Sala Artaud del Gran Teatro de La Habana, el Paraninfo de la Complutense de Madrid y el Teatro “Calderón de la Barca” de Valladolid, entre otros muchos espacios. Fuente: Organizadores del evento *** Crearán premio de literatura en honor a Elena Poniatowska El gobierno de la capital mexicana creará el Premio de Literatura de la Ciudad de México Elena Poniatowska, estímulo de carácter literario que a decir de Elena Cepeda León, titular de la Secretaría de Cultura del Gobierno del Distrito Federal (http://www.cultura.df.gob.mx/culturama), será “el más importante del país”, incluso en el monto. De ser así, el galardón creado en homenaje a la autora de La noche de Tlatelolco y reciente ganadora del Premio Rómulo Gallegos tendría que rebasar los 100 mil dólares de que está dotado el Premio FIL Guadalajara, que otorga la Feria Internacional del Libro (FIL, http://www.fil.com.mx) de esa ciudad. No obstante, los detalles del premio serán revelados el próximo viernes 12 de octubre, día en que será inaugurada la séptima Feria del Libro en el Zócalo de la Ciudad de México, que se desarrollará hasta el domingo 21. El premio es una más de las novedades que presenta en su séptima edición la Feria del Zócalo, que aumentó a 400 el número de eventos programados para esta edición, entre presentaciones de libros y revistas, conferencias, talleres, mesas redondas y artes escénicas. Otras actividades a realizarse en el marco de la feria son el Encuentro Nacional de Literatura en Lenguas Indígenas, que tendrá como sede la Casa de la Primera Imprenta, y el Curso sobre Derechos de Autor organizado por el Centro Mexicano de Protección y Fomento de los Derechos de Autor (Cempro, http://www.cempro.com.mx). La feria se desarrollará en diversos espacios instalados para ese propósito como el Foro General, el Café Literario, la Carpa infantil, el Cine, el Gran escenario principal, la Galería, el Taller de impresión Zócalo y el Foro joven. El evento “tiene el objetivo de apoyar y fomentar a la edición, distribución y venta de libros, así como a la lectura como medio fundamental para mejorar la calidad de vida y de comprensión del mundo”, señaló Cepeda León. La actividad ya no estará dedicada a ciudades invitadas sino que se consagrará a un tema, que este año será “Voces de mujeres”, y como parte de esta celebración, en la que estará involucrado más de un centenar de escritoras, se conmemorará el 17 de octubre el aniversario del decreto que reconoció a las mexicanas el derecho a votar y ser votadas. Entre las actividades del encuentro destacan las mesas redondas que se realizarán en el escenario principal con la participación de célebres figuras como Guadalupe Loaeza, Silvia Molina, Eduardo del Río Rius, Rafael Barajas El Fisgón, Helguera y Trino, así como las periodistas Lydia Cacho, Carmen Aristegui, Sanjuana Martínez y Denise Dresser, además de la propia Elena Poniatowska. Organizada por el Gobierno del Distrito Federal (http://www.df.gob.mx) y la Cámara Nacional de la Industria Editorial Mexicana (Caniem, http://www.caniem.com), la feria costará 5 millones de pesos al GDF. Más de 150 editoriales instalarán sus stands en 23 mil metros cuadrados, exhibiendo más de 50 mil títulos. Sin proporcionar cifras, Juan Luis Arzoz, presidente de la Caniem, señaló que la Feria del Zócalo es la que más libros vende en el país. El carácter gratuito del encuentro les permite a los organizadores calcular en un millón de personas el número de visitantes en este año. Cepeda adelantó que uno de los proyectos es nombrar a octubre como el mes de las ferias del libro en el Distrito Federal, por lo que ya se encuentra en pláticas con los organizadores de la Feria Internacional del Libro Infantil y Juvenil y con los directivos de la FIL Minería. Agregó que el GDF firmará en breve un convenio con la Unesco (http://www.unesco.org) para dotar de indicadores culturales a la ciudad. Fuentes: El Universal • Telesur *** Realizarán congreso sobre el escritor español Victoriano Crémer La Obra Social de Caja España (http://www.cajaespana.es/obs) será el escenario de la celebración del Congreso Internacional Victoriano Crémer, que bajo el lema “Cien años de periodismo y literatura” se realizará entre el 17 y el 19 de octubre, organizado por el Instituto Castellano y Leonés de la Lengua (http://www.ilcyl.com). El director del evento, el catedrático José Enrique Martínez, explica que el programa intenta dar relieve al hombre y al escritor, con lo que se tocará la figura y la obra de Crémer en su conjunto y se discutirá sobre su labor como poeta, ensayista, novelista y hombre de prensa. Durante esos tres días se abordarán todos y cada uno de los campos en los que el columnista de Diario de León (http://www.diariodeleon.es) desplegó su actividad. Así, incluso habrá una ponencia dedicada a Crémer como autor teatral, que será impartida por la profesora María José Conde, de la Universidad de León (http://www.unileon.es). Abrirá las jornadas el periodista Pacho Reyero, que disertará acerca de la faceta periodística del autor de Las horas perdidas. A continuación, comenzarán las charlas que instalarán al escritor en el espacio de la poesía española. Martínez precisa que ésta es la mejor manera de mostrar hasta qué punto Crémer fue un poeta de relieve durante la postguerra. Profesores como José María Balcells, el propio Martínez, Fernando Presa o Antonio Chicharro realizarán un estudio comparado de la lírica española y la engendrada por el leonés. También se hablará del perfil narrativo del autor de El fulgor y la memoria, tarea reservada al profesor Carlos Javier García, de la Universidad de Arizona (http://www.arizona.edu), así como a su trabajo como ensayista, que abordará Ernesto Escapa. Tras las conferencias habrá tiempo para la discusión intelectual, que se articulará a través de tres mesas redondas. En ellas se acometerán temas como los epistolarios, la literatura temprana de un Crémer juvenil o la semblanza del columnista. Además, se celebrará una mesa homenaje en la que participarán amigos poetas, como Antonio Gamoneda o Juan Carlos Mestre. Martínez destaca que con este congreso se ha querido abrir la figura de Victoriano Crémer a toda la ciudad. De ahí que se haya buscado dar una visión lo más completa posible de su figura y obra. “Por eso iniciamos las jornadas con una charla acerca de su perfil periodístico, porque creemos que se trata de su faceta más importante como hombre público”, manifiesta. Las jornadas también serán, según Martínez, una manera de reivindicar la dimensión de Crémer como poeta. “No podemos olvidar que fue uno de los nueve poetas que aparecieron en la Antología consultada que se publicó en 1952”, recuerda. Sin embargo, su estrella decayó en gran medida a causa del desvanecimiento que sufrió la poesía social en el interés del público. “El problema principal de los poetas sociales fue que no hubo un cambio visible hacia un tipo de poesía más cuidadosa del lenguaje y con interés por temas más propios de la lírica. Además, llegaron generaciones con otros intereses, como los novísimos, con una estética del ornato que de alguna manera dio la espalda al poema social”, explica Martínez. El congreso también presentará la etapa más desengañada y melancólica de Crémer, la que surge con el fallecimiento de su mujer, un momento en el que sus versos se vuelven más amargos y la muerte está más presente que nunca. Fuente: Diario de León *** Semana Poética realizarán en Carlisle Entre el 22 y el 25 de octubre se celebrará en Dickinson College, en Carlisle (Pensilvania, EUA) la VI Semana Poética, evento organizado por el Departamento de Español y Portugués de esa casa de estudios, en el que se presentarán lecturas bilingües de poetas de habla hispana, portuguesa e inglesa. Durante el encuentro los poetas participantes realizarán lecturas en las aulas de Dickinson y conversarán con los estudiantes sobre poesía y traducción literaria. Textos de estos autores traducidos por los estudiantes formarán parte de una edición de la revista Sirena: Poetry, Art and Criticism. La inauguración de la Semana Poética será el lunes 22 a las 7 de la noche en el Gran Salón del Centro Stern, con lecturas del brasileño Gilberto Mendonça Teles y el argentino Esteban Moore. El martes 23, también a las 7 de la noche y en el mismo escenario, recitarán la puertorriqueña Diana Rivera y el español Juan Carlos Mestre. El miércoles 24 a las 12 del mediodía, la poeta estadounidense Anne Boyer leerá muestras de su obra en la Biblioteca Waidner-Spahr, en el Área Blumberg, donde a las 7 se presentarán el español José Antonio Mesa Toré y el estadounidense Brandon Downing. La sesión de clausura, el jueves 25 a las 7 de la noche, será en los Estudios Goodyear, y el recital contendrá obras de todos los poetas participantes. Fuente: Organizadores del evento *** El fotógrafo mexicano Héctor García será homenajeado en Guadalajara El Homenaje Nacional al Periodismo Cultural Fernando Benítez, que se realiza en el marco de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL, http://www.fil.com.mx), se enfocará este año en la figura del periodista y fotógrafo mexicano Héctor García (Ciudad de México, 1923), como informaron los organizadores del evento en un comunicado el pasado martes 25 de septiembre. El homenaje a Héctor García se realizará el domingo 2 de diciembre, a las 6 de la tarde, en el Auditorio Juan Rulfo de Expo Guadalajara. En este mismo acto se realizará la entrega del Premio Nacional de Periodismo Cultural Fernando Benítez. La fotografía de Héctor García, quien ha reconocido a su amigo, Fernando Benítez, como su formador en el periodismo cultural, es reconocida por su visión comprometida con la sociedad. Más allá de su labor como reportero gráfico, su obra ha sobresalido como testimonio de la marginación y el progreso en México. García formó en 1945 su propia agencia, Fotopress, y desde 1960 ha tenido más de 65 exposiciones individuales en México y el extranjero. Una parte de su trabajo está registrada en el libro Los indios de México (Ediciones Era, México, 1970). García estudió en el Instituto de Artes y Ciencias Cinematográficas, donde fue discípulo de Manuel Álvarez Bravo y Gabriel Figueroa. Desde 1945 trabajó como periodista gráfico para diversas publicaciones de México y de otros países. Recibió el Premio Nacional de Periodismo de su país en tres ocasiones: en 1958, 1968 y 1979. Ha ilustrado numerosos libros como Mexique, (Editions du Senil, París, 1964) y Nueva grandeza mexicana, de Salvador Novo (Ediciones Era, México, 1967). Su obra se encuentra en importantes colecciones públicas y privadas, entre las que destacan en México la del Museo Nacional de Antropología e Historia (http://www.mna.inah.gob.mx) y la del Museo de la Fotografía; en el extranjero también hay colecciones, como la de la Bibliothèque Nationale de Francia (http://www.bnf.fr), la Biblioteca del Congreso de EUA (http://www.loc.gov) en Washington DC y el Museo del Vaticano (http://mv.vatican.va/StartNew_EN.html). Los periodistas que han recibido este homenaje son Fernando Benítez (1992), Carlos Monsiváis (1993), Elena Poniatowska (1994), José Emilio Pacheco (1995), Jaime García Terrés (1996), Vicente Leñero (1997), Raquel Tibol (1998), Emilio García Riera (1999), Cristina Pacheco (2000), Huberto Batis (2001), Armando Ponce (2002), Braulio Peralta (2003), Paco Ignacio Taibo I (2004), José de la Colina (2005) y Emmanuel Carballo (2006). Fuente: FIL *** Literatura fantástica y de ciencia ficción hará congreso en Madrid Hasta el 15 de febrero del año próximo hay plazo para gestionar la participación en el I Congreso Internacional de Literatura Fantástica y de Ciencia Ficción, evento que se realizará entre el 6 y el 9 de mayo de 2008 en la Universidad Carlos III de Madrid (http://www.uc3m.es), que convoca el evento junto con la Asociación Cultural Xatafi (http://www.xatafi.com). El objetivo del congreso es profundizar en torno a la difusión de la literatura fantástica y reflexionar sobre lo fantástico en diversas áreas, géneros y disciplinas para generar un punto de encuentro entre especialistas del tema y un espacio académico desde el que trabajar conjuntamente sobre la literatura fantástica, de ciencia ficción y terror, según indica un comunicado emitido por los organizadores el pasado 20 de septiembre. “La literatura fantástica funciona con una serie de mecanismos propios y exclusivos dignos de estudio”, continúa el comunicado. “Por ello, se fomenta aquí un encuentro entre profesores, investigadores y escritores sobre literatura fantástica. Proponemos una línea interdisciplinar, a partir de la cual tener en cuenta los aspectos sociales, políticos y culturales que influyen en el género de lo fantástico”. La historia de la literatura, la teoría de la literatura y la literatura comparada serán el marco de este encuentro, que se espera presente una panorámica completa, rigurosa y multidisciplinar de un género que, pese a su evidente interés actual, ha recibido escasa atención por parte del mundo universitario. Los participantes podrán abordar áreas temáticas como la ciencia ficción y lo fantástico en el ámbito de la literatura latinoamericana y española, la ideología político-social en las literaturas fantástica y de ciencia ficción, el feminismo y las literaturas de ciencia ficción y fantástica, los discursos de lo fantástico y de la ciencia ficción desde las teorías literarias contemporáneas, la semiótica de lo fantástico y la ciencia ficción, la relación entre ésta y el teatro, el cine y la cibercultura, así como análisis de textos y de autores del género, estudios temáticos y de literatura comparada. Los interesados en participar deberán enviar a congresoliteraturafantastica@xatafi.com un resumen de su ponencia de entre 200 y 300 palabras, junto al cual se debe adjuntar el título, nombre del autor, institución a la que pertenece y datos personales. El comité organizador acusará recibo de las propuestas y antes del 15 de marzo de 2008 se notificará la aceptación de las mismas por parte del comité científico. La lectura de las comunicaciones no deberá exceder los veinte minutos y éstas podrán presentarse en francés, inglés, italiano, portugués o español. Se publicarán unas actas con las comunicaciones aceptadas, cuyas normas de publicación y plazos se remitirán a los interesados por correo electrónico tras la celebración del congreso. La cuota de inscripción es de 50 euros para comunicantes y de 20 euros para asistentes sin comunicación. El ingreso se realizará tras la aceptación de la comunicación y antes de la asistencia al congreso a una cuenta bancaria dispuesta para ello. Para mayor información, diríjase al Departamento de Humanidades de la Facultad de Humanidades, Comunicación y Documentación, en la Universidad Carlos III de Madrid (despacho 14.02.01), o llame al teléfono 91-6249215. También puede escribir por correo electrónico a congresoliteraturafantastica@xatafi.com, tlopez@hum.uc3m.es, helicefer@gmail.com, fidel@cyberdark.net, gstomas@hum.uc3m.es o iestella@hum.uc3m.es. Fuente: Asociación Cultural Xatafi ||||||||||||||||||||||| ARTÍCULOS Y REPORTAJES |||||||||||||||||||||| === Kristian Bala: nexos entre la literatura y el asesinato =============== === Musa Ammar Majad ====================================================== Krystian Bala, nombre literario, si los hay, es un nombre perjudicial para un sospechoso de asesinato. Es un nombre que denuncia, que juzga y condena, independientemente de que el condenado sea o no inocente. Hablemos del juicio por el que, una “ingenua” novela, Amok, hizo transitar a su creador. Y es que a Bala, autor del libro, lo juzgaron, en fecha muy reciente, por asesinato. Pensar en la película Nido de cuervos es inevitable al momento de hablar de Bala, un escritor de bestsellers, acusado en su natal Polonia por un asesinato ocurrido hace siete años, no esclarecido por la policía y que él, no obstante, describe a la perfección en uno de sus libros. En Amok, Bala trata de un empresario que es torturado y luego asesinado. El autor asegura que se inspiró en el asesinato de Dariusz Janiszewski, dueño de una agencia de publicidad, cuyo cadáver mutilado apareció, sumergido en el río Oder, en diciembre de 2000 en la ciudad de Wroclaw (cerca de la frontera con Alemania), crimen que la policía polaca no pudo resolver. Se sabe que una llamada anónima realizada a la policía en el año 2005 sugiere a ésta que dirija su atención a la novela Amok, publicada tres años después del crimen. La policía encontró tantas similitudes entre el texto y el crimen que terminaron por arrestar al escritor. Y es que en Amok se traza un escenario que sólo la policía o el asesino podían conocer. Por ejemplo, el cuerpo de Dariusz Janiszewski fue atado de tal manera que incluso el más mínimo movimiento hacía que se apretase la cuerda que tenía alrededor del cuello, asfixiándolo cada vez más. Amok, título del libro, es la palabra clave. En las lenguas centroeuropeas se usa la palabra amok para referirse a una furia homicida ciega. Escrito con letras irregulares en la portada del libro, el título acompaña a la imagen de un macho cabrío, que evoca ciertas reminiscencias satánicas probablemente efectivas en su cualidad referencial en la católica Polonia. Las pruebas, más que circunstanciales, señalan que Bala había estado en Corea e Indonesia en la misma época en que se enviaron, desde esas mismas geografías, ciertos correos electrónicos, a la redacción de una televisión polaca, que hablaban del crimen catalogándolo como “perfecto”; que cuatro días después de la desaparición de Dariusz Janiszewski, el teléfono que portaba éste apareció en una subasta de Internet y lo puso a la venta un tal Chris B., nombre que se corresponde con el del escritor y que, según sus propias palabras, primero, lo encontró en una cafetería y, después y luego de retractarse de lo anterior, lo compró en una tienda de objetos usados; que la víctima era amigo, quizá amante, de su ex mujer; que el día en que murió, Janiszewski recibió una llamada desde el mismo teléfono utilizado para llamar a la madre de Bala; que la ex esposa de Bala declaró en el juicio que, tras el divorcio, éste se mostró agresivo ante sus amigos y conocidos, entre ellos Dariusz Janiszewski; que el corresponsal en Varsovia de un diario alemán cita, de fuentes policiales, que Bala aceptó la prueba del polígrafo y que la máquina dice que mentía. A lo anterior se unen los detalles de su personalidad. El asesino de Amok es un intelectual aburrido y Bala, que se ganaba la vida escribiendo sobre sus viajes y fotografiando fondos marinos, se presentaba a sí mismo como filósofo. La grafomanía y la petulancia comprobadas del escritor pusieron nuevas pistas en su contra. Bala se jactaba de controlar sus emociones hasta neutralizarlas, hecho por lo cual, al parecer, aceptó someterse a la prueba del polígrafo. El fiscal Robert Kowalczyk descubrió que al autor le molestaba ser menospreciado pero le gustaba despreciar a otros, por lo que ese complejo de superioridad, según los investigadores, lo indujo a describir el asesinato. Bala argumenta que toda la información de aquel suceso la sacó de las páginas de los periódicos. Imposible no recordar a Edgar Allan Poe y su desarrollo literario de un crimen real, a cuyos datos accedió, según él mismo explica, a través de las notas periodísticas. También, en julio de 1841, apareció en el río Hudson, en Nueva Jersey, el cadáver de una joven morena. Se trataba de Mary Rogers, quien acababa de cumplir los veintiún años. El cadáver tenía las manos atadas a la espalda. Se sabe que la joven, luego de ser violada, había sido estrangulada con un trozo de encaje, al parecer rasgado de su propio vestido. La policía de Nueva York y Nueva Jersey trabajaron seria y prolongadamente sin resultados positivos y, finalmente, cerraron el caso. Más tarde, a los dieciocho meses de la muerte de Mary Rogers, el ya casi olvidado suceso cobró de nuevo vida. Y es que estaba llamado a pasar a la inmortalidad literaria (el tiempo dirá si con la novela de Bala sucede lo mismo) con la publicación de la famosa novela policíaca El misterio de Mary Rogers, que apareció por vez primera en forma de episodios en la revista Snowden’s Ladies Companion. El autor, Edgar Allan Poe, seguía minuciosamente los hechos del caso, aunque había trasladado la acción a París y cambiado únicamente los nombres y direcciones de las personas implicadas. Como con Bala, hay quienes aseguran que el asesino real de Mary Rogers fue el mismo Poe, quien, según dicen, el 3 de octubre de 1838, se dirigió a la tabaquería de Anderson y anduvo rondando a la joven. La fecha es importante, afirman: coincide aproximadamente con los días de la primera desaparición de Mary Rogers. No obstante, a Kristian Bala lo condenaron a veinticinco años de prisión. El móvil, según el juez, fueron los celos. La escritura y los asesinatos han estado indisolublemente ligados. Pensemos en Conan Doyle, quien, según el escritor y psicólogo Rodger Garrick-Steele, fue amante de la esposa de Bertram Fletcher Robinson, abogado, periodista y su amigo personal. Y es que a Fletcher Robinson, Garrick-Steele lo cree víctima de Conan Doyle, al asegurar que éste, convertido en el amante de su esposa, no tuvo reparo a la hora de inducir a esta dama al envenenamiento de su marido, el verdadero autor (y en este punto al delito de asesinato se suma el de plagio), siempre según Garrick-Steele, de El perro de los Baskerville. Pensemos en Trotsky, asesinado el 20 de agosto de 1940 por el estalinista español Ramón Mercader, el cual, según el criminólogo mexicano Alfonso Quiroz Cuarón, tenía nexos profundos con el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, quien también, meses antes, había atentado contra la vida de Trotsky. Pensemos en William S. Burroughs, quien estaba viviendo a comienzos de los años cincuenta en Ciudad de México. Un día, bastante ebrio, tuvo la ocurrencia de jugar a “Guillermo Tell” con su mujer, Joan Vollmer. No se sabe si le colocó una manzana en la cabeza, pero sí que allí apuntó y disparó, causándole la muerte. El autor de Yonqui siempre la consideró una muerte “accidental” y algunos investigadores forenses también aceptaron esa versión. Pensemos en Louis Althusser, quien también mató a su mujer, Helene, estrangulándola en 1980, y también salió más o menos impune: los expertos psiquiatras dictaminaron que había cometido el crimen en un “estado de locura” y eludió el proceso penal y, en consecuencia, la cárcel. Pensemos en Thomas de Quincey, quien trató en su obra más célebre al asesinato como una de las bellas artes. ** Musa Ammar Majad musamajad@hotmail.com Investigador venezolano (Táriba, Táchira; 1977). Licenciado en letras por la Universidad de Los Andes (ULA, http://www.ula.ve). Dirige la Coordinación de Eventos Educativos del Museo de Artes Visuales y del Espacio (San Cristóbal, Táchira), donde ha llevado adelante el Centro de Investigaciones Históricas, Artísticas y Culturales y el proyecto de registro y catalogación de la colección permanente, entre otras actividades. En 2004 recibió la orden Luis María Rivas Dávila, de la ULA, por su alto desempeño académico. === Historia de una locura Julio Pino Miyar ========================== Memorias del sanatorio Héctor R. Vallés Novela Editorial AuthorHouse Bloomington (EUA), 2005 ISBN-10: 1420812602 ISBN-13: 978-1420812602 328 páginas La novela se puede adquirir en Amazon: http://tinyurl.com/2c6292. “(...) alucinaba a Santa Eulalia la de los pies lascivos; no se bañaba hacía meses, e iba adquiriendo una peste apropiada de esquizofrénico tipo místico y se imaginaba a sí mismo en una peregrinación hacia Santiago de Compostela”. Memorias del sanatorio, Héctor R. Vallés. Vallés, autor puertorriqueño de la novela Memorias del sanatorio, me comentó, a partir de algunas indagaciones mías en las razones de su obra, que Sartre, el filósofo existencialista francés, había escrito que el músico austriaco de la segunda mitad del siglo XVIII, Amadeus Mozart, era el último gran talento que fue feliz. Con la psiquiatría contemporánea el problema de la infelicidad humana se ha reducido a un concepto médico, que supone la búsqueda de una etiología del mal y de una profilaxis del bien que debe aliviar al enfermo, aligerar la pesada carga de sus días. Para paliar las circunstancias humanas de la alienación han aparecido alienígenas, provistos de un determinado saber e instrumentando una tecnología, los cuales tratan un problema capital que las filosofías y las religiones vienen tratando e identificando desde milenios. Es el llamado mal de la melancolía. “El mal del siglo”. Así se le llamó en el siglo XIX, donde estuvo de moda ser triste, como sentirse un completo escéptico ante las propuestas que nos hace a diario la vida. El problema era entonces abordado especulativamente por los literatos, los filósofos, por el pensamiento humanista; devenía, el concepto de infelicidad, en un rasgo sustancial del carácter de ciertos hombres y mujeres sensibles; predestinados a no ser comprendidos por su tiempo; marginados, en su altruismo, por esa “magia burguesa”, funcionalista y eficiente (creadora de una nueva escala de valores) que comenzó, poco a poco, a imperar en todas partes. El espacio literalmente concebido para la marginación social, donde se han visto alojados por el vértigo de la nueva época el hombre y la mujer melancólicos, el pensamiento y el comportamiento inusual, fue sufriendo las modificaciones que el desarrollo de la ciencia le propició. El pensamiento burgués de nuestro tiempo, debido a su connotación utilitarista y pragmática, comenzó rápidamente a subvertir el otrora fundamento existencial de la infelicidad humana y la justificación ética del fracaso romántico ante la vida, para parcelarlo, como máxima contribución científica, en las celdillas de los nuevos hallazgos de la farmacopea y las más recientes definiciones médicas. El concepto mismo de enfermedad ha perdido con esto su dimensión simbólica, alegórica, metafórica que fuera la manera en que el profesor de Viena, creador del psicoanálisis, Sigmund Freud, concibiera los males de la mente como complejos culturales expresados filogenéticamente en las relaciones internas (sociales y psicológicas) de la familia humana. Los nuevos paradigmas científicos y psiquiátricos ya no son los complejos psicológicos, fundamentados culturalmente por el teatro trágico griego de los clásicos Esquilo y Sófocles (el complejo de Edipo, el complejo de Electra etcétera) sino los nuevos descubrimientos del comportamiento bioquímico del cerebro y la química terapéutica. O sea, para decirlo filosóficamente, las enfermedades, incluyendo las psiquiátricas, tienen, en la nueva concepción, un basamento esencialmente empírico. Se llega con esto a la creación de un paradigma biológico, en consenso, para la comprensión y el tratamiento de todas las enfermedades humanas, incluyendo la infelicidad; el comportamiento anómalo y lo que se conoce contemporáneamente como locura, la esquizofrenia. La novela Memorias del sanatorio narra la historia de personajes “sedados” por los neurolépticos. Es como un largo discurso exteriorizado que nos lleva de la mano por escenarios cosmopolitas, los cuales se ubican, indistintamente, en Miami Beach, Nueva York, Madrid y Puerto Rico. La entiendo como un texto pautado por frecuentes ironías, humor blanco y negro, curiosos rejuegos intelectuales y dolorosos sarcasmos, que han logrado hacer del lenguaje con el que fue escrita el personaje principal de la pieza literaria. Creo que me encuentro ante una obra concebida desde el placer y para el placer; un texto construido por la fiebre hedonista de quien manejó, desde el principio hasta el final, la enorme pulsión de su escritura. Un singular autor que buscó siempre conjurar los demonios que asaltaban su precaria paz, según parece, a alto precio conseguida. Memorias... es una literatura compuesta de la manera en que el Marques de Sade quería que se escribieran todos los textos: desde la compulsión del Deseo. La novela es así la secreción que comienza en la primera línea, al modo de una agotadora, y prolongada en el tiempo, masturbación genesíaca. Concebida, luego del clímax definitivo, para el nacimiento originario de una literatura; una acabada expresión que deja, sobre el papel en blanco, la huella seminal de noches infernales, pero, también, de la esperanza intuida a la luz de una escritura al fin verificada. A partir de lo antes dicho podríamos llegar a plantear un fundamento biológico, vitalista de la literatura y el arte. Mas, lo que sucede es que tanto el arte como el pensamiento son también entidades sociohistóricas, sometidas, por tanto, a los procesos temporales del cambio, las mutaciones y las necesidades materiales. Y del mismo modo que las enfermedades del cuerpo y de la mente no deben ser aisladas para su interpretación del contexto histórico y social (psicológico y familiar) en que se producen, el testimonio de nuestras anomalías espirituales, de nuestras más obscuras pulsiones y símbolos, poseen un contexto objetivo sobre el cual se verifican y sobre el cual se expresan literariamente. El libro del filósofo francés Michel Foucault, Historia de la locura en la época clásica, narra la historicidad de la relación médico-paciente y las implicaciones socioculturales que esta relación tiene dentro de la teoría del conocimiento. Una relación, pudiéramos añadir, que se vuelve histórica porque es esencialmente hija de un complejo proceso material y humano. Que, por tanto, evita el conocimiento médico como formulación absoluta, al modo de una mediación, de raíz teológica, en la que la ciencia descendería al individuo por medio del chamán moderno, el médico, y su brujería, el domino técnico. Pienso que Puerto Rico, refiriéndome al caso literario de Vallés, es un contexto cultural sumamente ubicuo por su doble carácter de semi nación isleña y nación desarraigada en los predios del Norte. Por eso es que opino que toda experiencia médica debería valorar el factor sociocultural (existencial) del paciente y entender al conocimiento científico como un devenir, jamás como una teoría desligada de un proceso real en constante formación. El conocimiento es una producción donde se implica todo, hubiera dicho Carlos Marx. Por ello el paciente no es sólo el objeto de un conocimiento (el psiquiátrico), es también coautor, sujeto actuante, dialécticamente hablando, de ese conocimiento. Tal vez sea mejor sentirse de un modo en el que no se entienda nada humano que no sea producto de la historia. Lo más importante de la historia es su relativismo, su valor práctico y vivencial. La historia está viva y el conocimiento científico incurre a veces en el error de convertirse en el suelo de una demarcación muerta, obscura, reticente, ajena al individuo, quien, en cierto sentido, lo es todo. Recientemente Vallés me decía textualmente: “La novela Memorias... es, como vista y bien vista por ti, y el discurso, del cual yo y mi historia somos la fuente, como un personaje de los montes de Lares o Naranjito (Puerto Rico) que trata de escribir, quizás como Pierre Menard, el Quijote”. Todos los que han leído con atención el Quijote pudieron percibir que la obra sucede en un espacio geográfico muy bien definido, connotado por una diáfana ubicación localista: el pueblo del Toboso, la región de La Mancha, etcétera. Lares y Naranjito son, a su vez, localidades puertorriqueñas bien localizadas, las cuales, en su persistente latencia cultural, pueden auspiciar una expresión artística y literaria de distinto rango. Lo mismo puede decirse del Nueva York boricua o del Miami esencialmente latino, comprendidos como proyectos sociales donde opera el fenómeno histórico de la transculturación; las lentas simbiosis de culturas y hábitos. “Pierre Menard”, citado más arriba por Vallés, debo aclarar, fue un personaje literario del siglo XX creado por el escritor argentino Jorge Luís Borges que, según él, copió, página por página, palabra por palabra, el Quijote de Cervantes en el idioma francés y lo firmó con su nombre. Don Quijote es el clásico moderno que sacude hasta el tuétano nuestra sensibilidad de escritor. “Pierre Menard” es el gran loco que se propone la gran obra: estudiar con tal profundidad la época cervantina que el hallazgo, en sus archivos, de una copia tautológica, sometida a ligeras variaciones (su reescritura en francés del siglo XX), se convierte en la prueba más audaz de su originalidad de espíritu. El personaje del escritor psicópata, interpretado por Jack Nicholson en el filme de 1980 The Shining, del director Stanley Kubrick, narra un caso parecido de rememoración tautológica: construye un libro de cientos de páginas que se compone de una sola oración, miles de veces repetida. El arte conceptual ha sido pródigo en alardes como éste: el pintor Marcel Duchamp lo llevó a cabo con la reposición pictórica de la “Gioconda” de Leonardo da Vinci. Pero, esta vez, sometida a pequeñas variaciones, un mostacho, una perilla y esta notable inscripción: “Ella tiene el culito caliente”. Creo con énfasis que desde el Marques de Sade y Joyce en literatura, Duchamp, en la historia de la pintura, todas nuestras adorables majas deben tener el “culito” en semejantes condiciones. Incluyendo en esto a los personajes femeninos de Héctor Vallés: Santa Eulalia, la de “los seductores pies lascivos”; que más que un personaje literario cobra en Vallés la fuerza irruptora de una invocación, colmada de simpáticos apuntes y excelentes paralelismos religiosos. La persistencia humana en modelos de conducta absurdamente repetitivos puede poner en evidencia un pensamiento anómalo. Pero cuando es la época que se vuelve tautológica, cuando sobre el tapete de las teorías literarias se realiza la propuesta de reinscribir una antigua obra clásica (el Quijote, La Divina Comedia, La Ilíada) en las sociedades de los siglos XX, XXI, lo que estamos haciendo es reabriendo una problemática histórica, la cual, en su momento, pudo quedar inconclusa. Es también como si viviéramos una situación de agotamiento psicológico generalizado, donde los antiguos textos, nuevamente reescritos, sometidos a modernas variaciones de significado, vendrían a reavivar nuestra lánguida memoria cultural. No quiero quitarle al lector el placer de leer un breve párrafo de Memorias del sanatorio: Crucé ríos y llegué a islas. Alertagado, en aquella duermevela, sufrí el terror de mis días. Vi a los monos amolando los cuchillos aquella noche. Yo enjaulado, esperando la decapitación que ahora se me avecina, treinta años después entre los abrojos. Los jueyes reptando detrás del sanatorio encayado. Mary se lo tomaba de lo más bien. Alegaba que como Juana de Arco se encontraría con Cristo de un momento a otro. Más allá de la luna sangrienta. Luego el propio Vallés me vuelve a comentar: He leído partes del libro que mencionas de Foucault. Al inglés creo que fue traducido como Madness and Civilization. Sin embargo, lo que trato de hacer a mi manera portorra es La montaña mágica, es decir, la de la esquizofrenia. Una curiosa tuberculosis. ¿No te parece? Una de las cosas que se han vuelto privilegio de la locura, en una época esencialmente prosaica, es la autenticidad del espíritu romántico. La montaña mágica, de Thomas Mann, es la gran novela romántica del siglo XX. Sus personajes se mueven dentro del gran conflicto existencial desatado en Europa por la Primera Guerra Mundial. Dos de sus protagonistas reflejan los polos de una fuerte contradicción cultural: Nafta, el miembro de la organización religiosa de los jesuitas, prosélito de una cosmovisión cultural partidaria del totalitarismo de Estado y la dogmática espiritual; Septembrini, el ideólogo de los derechos del hombre y de una sociedad económica liberal. Si nos fijamos con detenimiento, veremos que esta contradicción permaneció, con sus epicentros ideológicos, a todo lo largo del siglo XX: liberalismo, fascismo, comunismo, social democracia y neoliberalismo. En La montaña mágica veremos a hombres, colocados bajo un foco de luz, disertando sobre su tiempo; especulando sobre el sentido de la época en tinieblas y a la enfermedad de la tuberculosis devenida en símbolo cultural en la cima de una montaña. En Memorias del sanatorio veremos agonizar todos los discursos y una descentralización extemporánea de la personalidad humana, colocada bajo la supervisión de una totalidad médica y financiera, legitimada por los más avanzados descubrimientos neuroquímicos. Mann, en su espanto, podía tener aun la pretensión de explicar a su tiempo; Memorias..., en su desconcierto, se vuelve incapaz de aportar una explicación válida. La tuberculosis amenaza al cuerpo y templa al espíritu. La locura, por su lado, amenaza a la mente y disocia al espíritu. Ambos, y es lo que tienen en común, son, a su manera, males epidémicos que nos corroen desde abajo, poniendo a prueba la naturaleza de nuestro ser. Sin embargo, Foucault escribió que el Quijote, como el loco, era el hombre de las semejanzas perdidas que se propone un nuevo orden cultural; un nuevo sistema de relaciones interhumanas fundada en la pasión por las analogías. Un nuevo mundo inscrito sobre la tierra como una reactivación moral del trabajo y su sentido social, y, una religión, de raíz ecológica, pueden indicar al paraíso perdido, hasta ahora sólo entregado en simbólico usufructo al genio romántico, que, como el loco, lo conserva como su más preciado tesoro. Por ese camino es que se podría explicar especulativamente las razones de Memorias... La razón de la sinrazón, que con razón le afecta; la sensibilidad asediada, puesta en la picota por la razón estereotipada de la ciencia. Cuando Freud habló del “malestar de la cultura” implicó directamente cosas como estas. Hay algo en nuestra civilización que estamos haciendo muy mal. Hay algo en la locura que nos apunta hacia una claridad de sentido. Pero, por el momento, a los locos sólo los salva la poesía. La novela de Vallés pudo ser también una forma de poetizar sobre el significado de la vida. No lo es exactamente. Hay demasiada desolación en esas páginas. Una poética, no obstante, construida a la manera en que la pintura de los románticos del siglo XVIII, William Turner y John Constable, reflejaba los paisajes de la vieja Inglaterra. Hay mucho de óleo con colores y manchas difumadas, de siluetas humanas emborronadas por el corrimiento del pincel, en los tranquilos atardeceres de todos los sanatorios del mundo. Muy bien lo sabe el autor de estas memorias. En las avenidas de los álamos donde suele batir la brisa, que el alienado percibe, y en la que refresca su agobiada existencia, puesta siempre en duda por otros; acorralada por tantos. Los verdaderos locos son los que se salvan de sí mismos gracias a la belleza del mundo y por el bien interior que suele habitar en la belleza. La inopia de los días sólo los hace pensar en madrugar. Una de las mejores cosas de la novela es la centralización de la voz narrativa como coautora del libro y del mundo que examina, como si en ello quisiera implicarlo todo. Es decir, como un meta discurso que busca operar sobre lo humano y lo divino. La agonía del loco se vuelve entonces la agonía por el tiempo que se le escapa para emprender con éxito la gran tarea. ¿Qué hacer con el tiempo? Cómo poder escapar a la ansiedad depositada en la garganta, si no es con un uso verdaderamente humano del tiempo. Intentar una respuesta existencial, en la que esté en juego cuanto se cree, cuanto se espera, es la metáfora del hombre que, lleno de penas, se mueve sobre el hilo delgado de la vida y a quien un poeta árabe infaliblemente le recuerda: “Caminar el camino de tu salvación personal te será tan difícil como caminar por el filo de una navaja”. Creo que es exactamente así. Las páginas del libro de Héctor R. Vallés me lo confirman. ** Julio Pino Miyar isla_59_1999@yahoo.com Poeta, ensayista y narrador cubano (Santa Clara, 1959). Radica en Estados Unidos desde 1987. Colabora en calidad de ensayista con prensa escrita de Cuba, Estados Unidos y América Latina. Ha sido prologuista de varios libros de literatura. Escribió las palabras del catálogo del Primer Premio Internacional de Pintura de la Bienal de La Habana de 2001. En 2003 realizó en Tel Aviv una exposición conjunta de fotos bajo el rótulo “El libro de los árboles desnudas”. En 1995 fundó en Miami la revista cultural Los Conjurados. Tiene en La Habana tres libros en proceso editorial. === “Cotidianos”, de María Gabriela Abeal Ana Berta López ============ Recién saliendo de la imprenta está el primer libro de poemas de la poeta argentina María Gabriela Abeal; su nombre, Cotidianos, llevado a la realidad de papel en agosto de 2007 por Ediciones de la Revista ICAM, en el estado Barinas de la República Bolivariana de Venezuela, bajo la tutela del poeta Alberto José Pérez. Esta joven autora, nacida en Mar del Plata en 1969, escribe desde la temprana edad de dieciséis años, pero sólo compartiéndolo con algunos familiares y amigos debido a lo tímido de su naturaleza. En 2005 se decide a mostrar su trabajo al público y es cuando comienza a participar en revistas literarias de su ciudad natal. Es incluida en la antología Los 4 elementos en Misiones y El Dorado. En marzo de este año recibe mención de honor en el Certamen Internacional de Cuento Breve y Poesía “Homenaje a la Poetisa Rosalía de Castro”. En Cotidianos nos encontramos con una poesía sencilla. Sin arabescos complicados para dar sensación de profundidad o intelectualidad. Son palabras simples que hablan de valiosos sentimientos, de sucesos cotidianos que forman la vida diaria de seres comunes pero no por ello exentos de sentimientos profundos y verdaderos. Y, valga la comparación, me recuerda esa manera sencilla de los poemas de Mario Benedetti, que tan profundamente simples son. Así tenemos el poema “Capricho”, que dice: Hoy cuando di vuelta el colchón te busqué bajo la cama. Corrí la cortina de la ducha como en una película de suspenso, porque imaginé que estabas ahí. Me cambié, revisé los placares, hasta me acerqué al lavadero. Cuando fui a la heladera por un vaso de leche, pensé encontrarte entre el yogur y el queso untable. Subí al taxi para ir al trabajo y observé la casa como si fuera por última vez. Buscarte es la enfermedad de mis ojos. Este poemario conjuga la contundencia, la concreción de sus frases con una suavidad y sutileza hasta espeluznantes. En una hermosa armonía de colores, imágenes, metáforas y sentimientos, María Gabriela Abeal nos muestra la posibilidad de una poesía hermosa, sabia, intensa, tierna, libre y profundamente sentida como el alma de los seres humanos. Obviamente no es un libro para cualquiera, es una lectura para los que no necesitan andar demostrando sabiduría, intelectualidad o cultura, sino que simplemente lo son. Es un libro para almas sencillas y delicadas que aprecian lo real, lo auténtico. Para almas sinceras capaces de amar y entregarse con todo su ser a un poema, una melodía o un amor. ** Ana Berta López ablaconsta@yahoo.es Fotógrafa y actriz venezolana (Caracas, 1963). Cursó estudios en el Taller de Actuación Luz Columba, de Nelson Ortega, en 1986, y en 1990 cursó el Ciclo Básico de Arte Dramático en el IFAd y el Taller de Elaboración de Libretos para TV con Mariela Romero. Al llegar a San Cristóbal, Táchira, donde reside actualmente, tomó el Taller de Actuación para Cine y TV con Miguel Ponce, en 1998. En teatro hizo la obra Avenida Lecuna, con el grupo Arriba El Telón, en 1989, mientras en televisión se desempeñó en Radio Caracas Televisión como actriz destajista en varios programas tales como Selva María, Señora, Abigaíl, Mi Amada Beatriz y otros. Desde 1997 ha trabajado como docente independiente de actuación en la Dirección de Cultura y Bellas Artes del Táchira, la Unidad Educativa Bolivariana Páramo de La Laja y el Colegio Don Bosco, entre otros entes. Como fotógrafa cursó los talleres “Fotografía y cultura popular”, dictado por Mariano Díaz, y “Revelado y copiado blanco y negro”, con Gustavo Carmona, ambos en la Fototeca del Táchira. Ha presentado sus trabajos en la exposición colectiva “Creadores del hecho fotográfico”, en la Fototeca del Táchira (2004), y en las individuales “Capturando egos”, en la Casa Steinvorth (1999); “Ojos de miles miradas”, en la Fototeca del Táchira (2004), “Aunque sean tonterías, ¡escríbeme!”, en el Consulado de Venezuela en Cúcuta y en el Ateneo del Táchira (agosto y noviembre de 2005) y “¡A escena!”, en la Casa Sindical San Cristóbal (2006). === En torno al Paraíso Efi Cubero =================================== (Nota del editor: recientemente fue presentado, en el Consulado de Colombia en Barcelona (España), el poemario Desplazados del Paraíso, del escritor colombiano Antonio María Flórez. El artículo que publicamos a continuación contiene las palabras con que la escritora española Efi Cubero presentó al libro y al autor, explorando la poesía del uno y la personalidad del otro). Trazar el perfil de un personaje como Antonio María Flórez, aunque como en este caso aparezca revestido de transparente sencillez, no es tarea fácil. Nunca lo es cuando de un Poeta —y aquí aplicamos la mayúscula al vocablo— se trata. Los perfiles trazados por el conocimiento, más o menos profundo del autor, no son siempre fiables en su totalidad, siempre se nos escapa lo más interesante: los espacios de sombra lúcidos y secretos que el ser humano reserva para sí. La parte sustantiva de una vida la recoge la obra. Por eso, para acceder mejor a este conocimiento del creador y del hombre, yo recomendaría leer despacio sus libros. En los poemas, mucho más que en las conversaciones, se hallan siempre las claves ilativas del silencio, del sueño o la memoria. Hace poco que conozco personalmente a Antonio María Flórez, aunque hace bastantes años que mantenemos, desde una lejana cercanía o al revés, una sólida y sincera amistad sin fisuras. Durante mucho tiempo, desde aquel primer envío del desplegable El bar de las cuatro rosas y de la antología Antes del regreso más tarde, que un amigo común me enviara, siempre me ha acompañado la interna e intensa multiplicidad de sus poemas, articulados por un solo latido. La impecable exactitud de sus artículos o el ágil y profundo universo imaginario de sus narraciones. Después supe también de su infatigable tarea en torno a la cultura, de su solidaria coherencia como ser humano, de su labor como médico. De su entrega. Así que al conocerle físicamente, no me sorprendió en absoluto el que Antonio Flórez contagiara tanta vida y apurara hasta el fondo cada instante. Pienso que sólo quien ha observado tan de cerca la muerte teme desperdiciar el importante don que poseemos. Por eso mismo Antonio María hace fecundo y hondo su paso por la vida, porque sabe, y es consciente de ello, que en este tiempo nuestro tan confuso sea tan fácil perderla. Mucho, como antes apuntábamos, podríamos contar de este marquetaliano dombenitense o de este dombenitense marquetaliano, que para el caso es lo mismo. Mucho de este largo y completo recorrido a ambos lados del Océano, en estas dos orillas donde siempre habrá un puente de acercamiento, de cultura, de una lengua común y de esperanza; y que él tan magistralmente simboliza. Mucho sabemos también de sus innovadoras propuestas, de sus largos viajes por las interminables geografías de nuestro vasto mundo y de sus largas estancias, entre ellas en su Brasil querido, de donde absorbería parte de los elementos más audaces de su vanguardista obra. O de su Manizales al que continuamente se refiere, de la calidad de sus enseñanzas impartidas por diferentes universidades y mucho, en fin, de los merecidos reconocimientos y galardones obtenidos —este libro lo prueba. Desplazados del Paraíso obtendría el Premio de Poesía Ciudad de Bogotá, uno de los más prestigiosos de la culta Colombia, que acaba de ser nuevamente editado por la Editora Regional de Extremadura en un sobrio y elegante formato. Anteriormente lo sería en Bogotá. Podríamos hablar largo y tendido de una tan extensa biografía y bibliografía; pero las biografías y las bibliografías, ya se sabe, vienen siempre con los puntos puestos y las comas en su sitio sobre los anaqueles virtuales o físicos de nuestras bibliotecas. Siempre habrá un analista-desmembrador del verbo; un notario del tiempo; un sesudo erudito escudriñador de cada circunstancia del autor y su mundo. Aquí y ahora buscaremos sólo ese silencio del lector más solo, que focaliza el alma del poema y se pone en la piel del que lo escribe ajeno a fechas y a solemnidades. Desde esa complicidad contemporánea, sólo el temblor del recorrido absorto por la página, la que un día sobre su inmaculada desnudez recibió del creador la verdad del secreto. Un lector apasionado y lúcido siempre completa el texto, hace avanzar el tiempo detenido y puede por lo tanto, iluminar espacios de sombra en lo creado. Desnudamente, completando mediante la atención de la lectura, la verdad del poeta. Confieso que de toda su obra conocida lo que más me ha impactado ha sido el itinerario de este libro. Me refiero al impacto profundo, ese que atraviesa las fibras del propio ser; que obliga a retenerlo en los silencios, que está, de alguna forma, destinado a perdurar en los estancos de tus preferencias. Porque este libro no hace concesiones. Ni siquiera cuando se abre al sueño puro de la infancia frente a ese idealizado Paraíso: el pórtico que anuda la percepción primera. El niño que lo habita, sabe pronto que aguarda la ponzoña. Lo que puede fraguar la serpiente del odio. La muerte sienta bases de infinito dolor en la inocente Arcadia y ni la lluvia, metáfora del llanto o de la redención en versos magistrales, mucho tiempo después, no lavará jamás las cenizas de tantos corazones calcinados, ni la sangre que impregna el dintel de la casa; el umbral de los sueños. El hondo corazón de la memoria. No hay tópicos aquí. El justo dramatismo subraya una poética de límites vividos, los opuestos valores de la vida y la muerte confrontados. Alternativamente se ensombrece la imagen para que se ilumine la metáfora, y al contrario. Y, aunque la calidad del verso se halle cercada por la transparencia, los pasos de la huida articulan un ritmo progresivo y complejo. Nos inquietan las huellas de ese rastro envolvente que saben atraparnos sobre el miedo, como los pies de la fotografía que ilustra la portada en la edición primera, donde se arraiga el tiempo de la vida y se concentra el limo del olvido. La eternidad del Mito o la vigencia eterna de Eros y de Tánatos transita por las vías de este desplazamiento. Una voz poderosa y contenida los convoca atravesada por las emociones y por la inteligencia, por la fuerza moral que nos conmueve. Cierta vez dejó escrito Eliphas Lévi, afirmando: “Formado de palabras visibles / este mundo es el sueño de Dios”. Y Antonio María Flórez, frente a la incertidumbre del hombre de nuestro tiempo, desde la actualidad de su poética, y en el principio de sus Desplazados..., dudando, escribe: “Un día de estos / cuando el tiempo no pase sobre el tiempo. / Un año de estos / cuando el tiempo no sea tiempo. / Un siglo de estos / cuando la nieve no sea invierno / ni el amor la primavera / entonces podré decir que el Paraíso / fue una hermosa ilusión / en la mente de Dios”. Esta existencial duda centra la pauta en la modernidad de esta poesía. De compromiso ético y estético, de cívica denuncia, de dolor que jamás paraliza la íntima rebeldía, el testimonio de seguir luchando por un mundo más humano y habitable: “Alguien tendrá que detener esto. / Alguien, no sé quién, / debería abrir alguna puerta de su morada, / —su corazón incluso— / y generoso decir, a pesar de sus heridas: / —Entra, esta es mi casa, / bebe de mi agua / y reposa para siempre de la huida”. La historia, a la que vertebran los cinco temas referenciales: el ya referido “Paraíso” que lo abre, el segundo, “La huida”; el tercero, “La Muerte”; “Tocando a las puertas”, cuarto y, por último, remarcando la aniquilación de los sueños pero con un poso de esperanza flotando en el vacío, llega la quinta y última parte bajo el epígrafe de “Perdido amor”, junto a los cuarenta y cinco poemas que componen el libro es, en apariencia, sencilla. Sólo en apariencia. El corpus narrativo lo conforma una pareja de jóvenes que huye de la barbarie y la destrucción de su edénico escenario (El Campo-Paraíso), para alcanzar la Ciudad, lo que presuponen, llegará a ser para ellos un Edén sin serpiente. Para este recorrido Antonio María Flórez tensa el arma del verso, digo el arma pero también el alma, intenso y dramático pero sin estridencias, manteniendo, desde el principio hasta el final, esa expresiva naturalidad marcada por el tono elegíaco e intemporal de la tragedia griega. Contemporáneamente. Así, podemos percibir el aliento del miedo en esos jóvenes que sienten a la muerte tan cercana, que intuyen el acoso, el acecho, y se impregnan de tierra y de esperanza igual que las raíces, en una suerte de antropomorfismo: “No sé cuánto tarda un joven en hacerse roca / y una doncella en derramarse en lluvia; / seguramente más de lo que tarda un río en volverse silencio / y una mariposa en murmullo...”. O, más adelante, en otro poema subrayando el emboscamiento: “No es posible seguir el camino de esta manera / y el hombre y la mujer deben incrustarse en un árbol / y hacerse follaje y naturaleza muerta”. Acabo de incidir sobre el mito grecolatino (tan presente por cierto a lo largo de milenios, en la cultura extremeña o en sus mediterráneas raíces). Existe aquí un guiño del autor al referente clásico, concretamente a Ítaca como lugar buscado y a Ulises, el astuto sorteador de peligros. Puede ser la Ítaca de Homero, la de Cavafis o los Ulises de José Antonio G. y Galán y Antonio Osòrio a los que Antonio María Flórez cita... O puede ser Colombia. En realidad supone la nostalgia de la meta soñada, reposo del guerrero; el hogar deseado una vez expulsados los que lo profanaron. El Paraíso en suma, con montañas azules, con el mar como fondo, Penélope la fiel y la constante, el amado Telémaco, la ternura de Argos —el perro que lo ha reconocido— y, frente a la barbarie, la nobleza y la vida. Bajo la modernidad de los enfoques se repite ese Fatum a través de los siglos y la historia. No se alcanza la paz. De hecho, en la parte más intensa y dramática del poemario, el capítulo dedicado a la muerte, Antonio María Flórez remarca ese principio. Lo mismo que un moderno corifeo articula la voz en torno al coro griego. La Muerte se alza en una continua y constante repetición infinita. Una negra salmodia. Como un espeso velo que lo cubriera todo, que interrumpiera el ciclo vital de los deseos, y de las ilusiones, que no dejara al tiempo respirar ni a la vida expandirse, que borrara por siempre la alegría... No olvidemos que Antonio María, para conseguir los tonos pretendidos a lo largo del mismo, emplea una serie de recursos efectivos difíciles en su compleja sencillez. Frente a ese juego estilístico se necesita una gran maestría y un profundo conocimiento; los cambios de esos ritmos internos y alternos, la sinécdoque, las aliteraciones, la metonimia, los encabalgamientos, saben aproximarnos a lo que el autor, en todo momento, desea expresar. Antonio María Flórez dice algo que a mí me parece de una profundidad insoslayable. “La poesía se nutre de tiempo desde la eternidad del instante”, ese “Lo fugitivo permanece y dura”, del clásico, llevado hacia una nueva y honda dimensión. Y ya, por último, cierto día le formulé esta pregunta: —Antonio, el centro de tus libros apunta siempre hacia la huida, a la fuga, ¿cuál es para ti la clave del desplazado? Y él me respondió: “El desplazamiento es el sino fatal del ser humano a lo largo de la historia. A pesar del dolor el desplazado siempre se nutre de sueños y esperanza”. Podríamos seguir y seguir hablando de una palabra que no agota nunca su sentido, pero dejaremos paso a la poesía en la voz más autorizada: la del Poeta. Es realmente una suerte la compartida por Colombia y España. Al cincuenta por ciento. De alguna forma la poética de Antonio María que no sabe de fronteras, siempre nos pertenecerá. Y también sabemos como él que, como en el Mito de Pandora, al fondo de la caja nos queda la Esperanza. ** Efi Cubero Escritora española (Granja de Torrehermosa, Badajoz, 1949). Estudió historia del arte, lengua y literatura en Barcelona, donde reside. Ha publicado los poemarios Fragmentos de exilio (1992), Altano (1995), Borrando márgenes (2004) y La mirada en el limo (2005). Poemas y relatos suyos han formado parte de las antologías Kylix (1992), Estrechando círculos. Antología de escritores extremeños y colombianos (1999), La narración corta en Extremadura. Siglos XIX y XX, T. III (2000), Ficciones ERE (2001), Antología de poetas extremeñas (Mérida, 2002), Compilación de relatos y Cuentos ilustrados (2004), entre otras. Es corresponsal de la revista Frontera en Barcelona y colaboradora habitual de Revistart (Revista de las Artes) y Ventana Abierta, entre otras publicaciones. Ha publicado también numerosos artículos, prólogos y extensas entrevistas (Javier Cercas, J. A. Goytisolo, Joan Brossa, Arnau Puig, José María Valverde, Rafael Moneo, Rufino Mesa y otros). Parte de su obra ha sido traducida al francés —Peut ce vent, por Alain R. Vadillo—, al braille y al inglés —sobre la obra de Doménech, Chiaroscuro y Meditations, editado por Washington Green Fine Art Publishers (Birmingham; http://www.washingtongreen.co.uk). También ha participado en varias exposiciones de arte contemporáneo con la revista objeto Lalata, con poemas visuales: Efigrafías, Strangers in the night, Pinzamientos, Ónfalos, presentes en Estampa, Arco, Euskal Erico Poesía Esperimentalaren i. Jardunaldiak, Sin.Con.Texto (Espacio Contemporáneo Arte Toledo), o ArtistaAlbacete en el Palazzo Magnani (Reggio Emilia, Italia), en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid (UCM, http://www.ucm.es), entre otras. === El asistemático sistema de don Yo Fernando Sorrentino ============ Es sabido que, de la enorme y poligráfica producción de Domingo Faustino Sarmiento (1811-1888), su obra fundamental es Facundo, o Civilización y barbarie en las pampas argentinas (1845). Libro apasionado y apasionante, que se lee y se relee con una atención que jamás decae. ¡Oh, prosa de Sarmiento, a veces gramaticalmente incorrecta, siempre ultrapersonal y vigorosa! Leer el Facundo equivale a estar oyendo todo el tiempo a un escritor que —hiperbólico, arbitrario y ególatra (lo llamaban don Yo)— es dueño de una inteligencia descomunal. A pesar del profundo respeto que me inspira ese hombre superior, quiero señalar, con la prudencia del caso, una peculiaridad en que Sarmiento incurre cuando cita textos ajenos. El libro consta de una “Advertencia del autor”, de una “Introducción” y de quince capítulos titulados. En cada una de estas diecisiete unidades figura —tributo a la moda romántica— un epígrafe. Algunos de los firmantes —que posiblemente hayan tenido relevancia en su época— resultan ahora casi ignotos. He aquí el listado completo: • “Advertencia del autor”: epígrafe, en francés, de Fortoul. • “Introducción”: epígrafe, en francés, de Villemain. • Capítulo I: epígrafe, en francés, de Head. • Capítulo II: epígrafe, en francés, de Humboldt. • Capítulo III: epígrafe, en francés, de Head. • Capítulo IV: epígrafe, en español, de Victor Hugo. • Capítulo V: epígrafe, en francés, de Alix. • Capítulo VI: epígrafe, en inglés, de Roussel. • Capítulo VII: epígrafe, en francés, de Chateaubriand. • Capítulo VIII: epígrafe, en español, de Shakespeare. • Capítulo IX: epígrafe, en francés, de Lerminier. • Capítulo X: epígrafe, en francés, de Shakespeare. • Capítulo XI: epígrafe, en francés, de Shakespeare. • Capítulo XII: epígrafe, en francés, de Malte-Brun. • Capítulo XIII: epígrafe, en español, de Colden’s. • Capítulo XIV: epígrafe, en español, de Lamartine. • Capítulo XV: epígrafe, en francés, de Cousin. De las catorce personas que firman los epígrafes, sólo reconozco sin dudar a ocho de ellas: 1. Abel-François Villemain (1790-1870). 2. Head es Francis Bond Head, que fue uno de los tantos viajeros ingleses que recorrieron las llanuras argentinas. 3. Humboldt. No ha de ser Wilhelm, filólogo, lingüista y crítico literario, sino su hermano menor, Alexander (1769-1859), naturalista y viajero. 4. Victor Hugo (1802-1885). 5. François René de Chateaubriand (1768-1848). 6. William Shakespeare (1564-1616). 7. Alphonse de Lamartine (1790-1869). 8. Victor Cousin (1792-1867). En cambio, confieso mi ignorancia respecto de las identidades de los seis restantes: Fortoul, Alix, Roussel, Lerminier, Malte-Brun y Colden’s (?). Tengo en casa no menos de diez ediciones del Facundo, entre ellas la muy prestigiosa que preparó Raúl Moglia (“Fijación del texto, prólogo y apéndices”) y que, en 1955, publicó Ediciones Peuser en Buenos Aires. Pues bien, ninguno de los anotadores —acaso seducidos por el discreto encanto de la molicie— creyó necesario suministrar la menor información sobre aquellos autores, de los que ni siquiera se consignan los nombres de pila. Entonces, dejando sin examinar, por imprecisos, los últimos seis nombres, vemos que Sarmiento ha realizado sus citas de una manera más bien extraña: 1. Con coherencia: a. Cita en francés a los franceses Villemain, Chateaubriand y Cousin. 2. Con incoherencia: a. Cita en francés a los ingleses Head y Shakespeare, y al alemán Humboldt. b. Cita en español a los franceses Hugo y Lamartine, y al inglés Shakespeare. Del examen se desprende que, si en los epígrafes de don Yo hubo un sistema, éste fue el de la carencia de sistema. ** Fernando Sorrentino fs_literatura@yahoo.com.ar Escritor; profesor en letras (Buenos Aires, 1942). Ha publicado, entre otros, los libros de cuentos Imperios y servidumbres (Seix Barral, 1972; reedición, Torres Agüero Editor, 1992), El mejor de los mundos posibles (Plus Ultra, 1976; 2º Premio Municipal de Literatura) y El rigor de las desdichas (Ediciones del Dock, 1994; 2º Premio Municipal de Literatura); la novela Sanitarios centenarios (Plus Ultra, 1979; reedición, Editorial Sudamericana, 2000); la nouvelle Crónica costumbrista (Pluma Alta, 1992; reeditada como Costumbres de los muertos, Colihue, 1996); los libros de relatos para niños o adolescentes Cuentos del Mentiroso (Plus Ultra, 1978; Faja de Honor de la Sade; reedición, Norma, 2002), Historias de María Sapa y Fortunato (Sudamericana, 1995; Premio Fantasía Infantil 1996; reedición, Santillana, 2001), El que se enoja, pierde (El Ateneo, 1999) y El Viejo que Todo lo Sabe (Santillana, 2001); los libros de entrevistas Siete conversaciones con Jorge Luis Borges (Casa Pardo, 1974; reediciones, El Ateneo, 1996, 2001) y Siete conversaciones con Adolfo Bioy Casares (Sudamericana, 1992; reedición, El Ateneo, 2001). Libros suyos han sido traducidos al inglés, al portugués, al italiano, al alemán, al polaco, al chino, al vietnamita y al tamil. === Testimonios, espejismos y desconciertos, de Rafael Fauquié ============ === Almanzor Duarte ======================================================= Testimonios, espejismos y desconciertos Rafael Fauquié Caracas Comala ediciones 2007 98 pp. (Nota del editor: Por estos días ha salido a la venta, bajo el sello Comala, Testimonios, espejismos y desconciertos, del escritor venezolano, y además letraliano, Rafael Fauquié. Hoy el crítico y poeta Almanzor Duarte nos hace un sucinto esbozo de lo que en sus páginas espera al lector). Entonaciones autobiográficas y carácter fragmentario de las voces escritas: dos de los signos en los que Rafael Fauquié identifica algunas peculiaridades de importantes espacios literarios en nuestro presente. Alguna vez comentó Borges que toda época poseía sus propias supersticiones literarias, y que, en nuestros días, la de la novela sería una de las más significativas. Pero, acaso, esa “superstición” se relacione, sobre todo, con la recepción del género novelesco: el más leído, el más popular, el más extendido, y, desde luego, el más comercial. Superstición de la novela, entonces, más que todo por la recepción de un público que, en ella, fue acostumbrándose a cierta manera de “consumir” lo literario. Este nuevo libro de Fauquié es un reconocimiento y una apuesta suya a otras supersticiones, relacionadas mucho más con el acto de escribir y quienes escriben que con el de leer y quienes leen. Superstición, por ejemplo, de cierta pulsión de los seres de palabras por verbalizarse al interior de su escritura, por mostrarse ante lectores que son, sobre todo, interlocutores. Y, desde luego, superstición del creciente desvanecimiento en los límites que tradicionalmente separaban a la prosa de la poesía; protagonismo de una prosa poética que es progresión y ramificación de imágenes e impresiones, de vivencias y recuerdos, de fantasías y convicciones, expresados en voces rápidas y discontinuas que reflejan lo rápido y abrupto de las revelaciones. Pero, acaso, por sobre todo, Testimonios, espejismos y desconciertos sea un testimonio; o mejor: una suma de muchos testimonios relacionados con tres grandes temas: la existencia humana, la escritura y la opción de la felicidad. En relación a esto último se reitera una y otra vez en el libro de Fauquié cierta interrogante nietzscheana: “¿Qué sucedería si un demonio te dijese: esta vida, tal como tú la vives actualmente, tal como la has vivido, tendrás que revivirla... una serie infinita de veces; nada nuevo habrá en ella; al contrario, es preciso que cada dolor y cada alegría, cada pensamiento y cada suspiro... vuelvas a pasarlo con la misma secuencia y orden... Si este pensamiento tomase fuerza en ti... ¡Cuánto tendrías que amar la vida y amarte a ti mismo para no desear otra cosa sino esta suprema y eterna confirmación!”. Amar la vida y amarnos a nosotros mismos en ella; tratar de entenderla aceptándonos dentro de nuestros caminos construidos... Actitudes necesarias para todo ser humano que, desde luego, no podrían dejar de reflejarse en el esfuerzo de seres de palabras empeñados en hacer de su escritura un sustento de pasos y un impulso con el que apoyar el apasionante esfuerzo de vivir. Como muy bien dice el propio Fauquié: “Estas páginas (tratan) de la necesaria relación entre la felicidad y la vida y entre la vida y la escritura; y, en medio, de las respuestas a las muchas curiosidades sobre las que, personalmente, he ido apoyando mi propio esfuerzo de caminante ante el muy difícil aprendizaje —¿o debería llamarlo arte?— de vivir, de saber vivir”. ** Almanzor Duarte Crítico y poeta venezolano (Caracas, 1950). Estudia letras en la Universidad Central de Venezuela (UCV, http://www.ucv.ve). Realiza estudios de postgrado en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, París, en la especialidad “Fonctions imaginaires et sociales des arts et des littératures (Efisal)”. Ha publicado los poemarios Alrededor de mi mirada y Encuentro de horas y los libros de ensayo Tiempos y espacios en tres novelas venezolanas y Reflejos y articulaciones. === Miguel Hernández en Francisco Umbral Ramón Fernández Palmeral ==== Francisco Umbral (1935-2007) debe mucho a Alicante de cuando era una joven promesa, ganó el Premio de Cuentos Gabriel Miró de 1964, creo que su primer premio importante en el mundo de las letras. Tenía 29 años, se presentó con Tamouré, y con seudónimo, pero el jurado supo intuir y valorar el enfoque sociológico de la obra, unos chicos pobres en un barrio elegante, “una estampa de auténtico lirismo”. A este premio Gabriel Miró siguieron otros premios, desde el Mariano de Cavia en 1990, Príncipe de Asturias de las Letras en 1996 y el Cervantes en 2001, pero no entró en la Real Academia de la Lengua. El primero de los premios, el ganado en Alicante, fue la palanca genésica, el empuje inicial donde se descubrió su talento. Es a partir de 1964 cuando en realidad empieza su labor periodística, ensayística, novelista y memoralista. Tampoco se olvidó Umbral de nuestro universal pastor-poeta Miguel Hernández, ya que en febrero de 1969 (en el franquismo) publicó un artículo titulado “Miguel Hernández, agricultura viva” en Cuadernos Hispanoamericanos (Nº 230, Madrid). Con este mismo artículo participó en el libro colectivo Miguel Hernández; el escritor y la crítica, coordinado por María de Gracia Ifach (seudónimo de Josefina Esclano), publicado por Taurus Ediciones en 1975. Con este mismo título, “Miguel Hernández, agricultura viva”, pero con diferente contenido, lo publicó en el libro Palabras de la tribu: de Rubén Darío a Cela (Barcelona, Planeta, 1994). “Miguel Hernández, agricultura viva”, era el único título que Umbral encontró válido para designar al poeta en una especie de síntesis de poeta pueblerino. En realidad con este título existen tres versiones, en cuatro publicaciones distintas (dos de ellos repetidos), a saber: • Por primera vez aparece, como ya he comentado, en 1969, en Cuadernos Hispanoamericanos Nº 230; empieza el texto: “Miguel Hernández ha pasado a la historia de la poesía española como el poeta de la rehumanización de la lírica. Esto supone, y efectivamente se ha supuesto así, que la poesía anterior estaba deshumanizada, cosa que todos los poetas ‘deshumanizados’, los de la llamada generación del 27, han ido negando sucesivamente, uno por otro y cargados de razón...”. • Por segunda vez se recopila este mismo artículo de 1969 en el libro colectivo Miguel Hernández; el escritor y la crítica, edición coordinada por María de Gracia Ifach, 1975. • Por tercera vez aparece el artículo en Palabras de la tribu: de Rubén Darío a Cela, 1994. Empieza el texto: “El hijo natural del 27 es Miguel Hernández, que viene a Madrid, de su Orihuela natal, y triunfa con su primer y mejor libro, Perito en lunas, quizá el mayor homenaje al gongorismo de aquella generación...”. • El cuarto vez apareció publicado en El Cultural de El Mundo del 12 de marzo de 2000. Empieza el texto: “Si Cesar Vallejo fue el huérfano de todas las generaciones, Miguel Hernández es el huérfano del 27, adonde llega tarde, aunque es muy querido por todos ellos y por los posteriores: Leopoldo Panero le encuentra ‘cara de patata’. Salía de paseo por la universidad, con Aleixandre y los demás, y de pronto se subía a un árbol y se quedaba allí toda la noche, mordiendo luna y recitando a Lope...” (Comenta que su esposa se llamaba Josefina Vilaseca). Francisco Umbral nombró al poeta Miguel Hernández en varios de sus libros, también hizo comentarios sobre el oriolano, como por ejemplo: • Los olivos están en los versos de Miguel Hernández y en la prosa de Ignacio Aldecoa. • Y es hermosísimo lo que todos los grandes poetas, los poetas contemporáneos, han escrito sobre España y sobre todo las cosas que han dicho sobre España, Miguel Hernández por ejemplo, durante la guerra civil. Umbral publicó un libro que tituló Un carnívoro cuchillo (Barcelona, Planeta, 1988), y dijo: “Gracias a eso se vendió bien” (“Los Alucinados. Miguel Hernández, agricultura viva”, El Cultural, 2000). Recordemos que corresponde al primer verso del poema “Un carnívoro cuchillo”, de El rayo que no cesa (Héroes, Madrid, 1936). Un carnívoro cuchillo de ala dulce y homicida sostiene un vuelo y un brillo alrededor de mi vida Hay que reconocer que no es Umbral un hernandiano riguroso, que comenta lo que a su genio le viene a la cabeza, como decir que triunfó Miguel en Madrid con el primer libro Perito en lunas, lo cual no es cierto pues fue un fracaso; lo de “cara de patata” lo dijo Pablo Neruda en sus memorias, o que su esposa se llamaba Josefina Vilaseca, cuando es Josefina Manresa. En fin, sin embargo, hay que agradecer que un escritor de su talla y, al menos, con los flecos de su bufanda roja, escribiera sobre nuestro poeta. Francisco Umbral es el seudónimo de Francisco Pérez Martínez, nacido el 11 de mayo de 1935 en Madrid y fallecido en Boadilla del Monte el 28 de agosto de 2007. Tenía un seudónimo como los grandes actores, de esta forma uno se desdobla en dos personalidades y deja que la pública diga y haga lo que no es capaz de hacer la personalidad privada. Paco ha sido un escritor valiente, y no le importó la opinión de los demás. Era considerado, según los académicos de la lengua, “uno de los primeros prosistas de la lengua española del siglo XX”. “Umbral es uno de los primeros prosistas españoles contemporáneos”. Miguel García-Posada, crítico de literatura del diario El País, considera que Umbral “es uno de los primeros prosistas de este siglo”. Para el novelista Miguel Delibes, “Umbral es el escritor más renovador y original de la prosa hispánica actual”. El diario ABC editorializó: “Su lenguaje, ‘canalla’ y sublime, pertenece a las grandes cimas de la literatura española de todos los tiempos”. Camilo José Cela lo ha llamado “mi relevo”. Publicó más de 80 libros. ** Ramón Fernández Palmeral ramon.fernandez@ono.com Artista plástico y escritor español (Piedrabuena, Ciudad Real, 1947). Reside en Alicante, donde tiene su estudio. Es coordinador de la revista Perito (Literario-Artístico) y de varios portales como Las Lunas de Perito y Como el Rayo. Es autor, entre otros títulos, de La cara atroz del Guernica de Picasso, que además se puede consultar en formato .pdf en la red, así como de numerosos artículos sobre arte y ensayos de temas literarios. Seis de sus libros se encuentran publicados en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (http://www.cervantesvirtual.com). Imparte charlas y conferencias sobre arte, colabora con la Fundación Miguel Hernández (http://www.miguelhernandezvirtual.com), de Orihuela, y con la Casa Museo Azorín (http://www.azorin.org), de Monóvar. Textos suyos pueden leerse en su página personal, http://ramonfernandez.revistaperito.com/ramon.htm. === El frente inmóvil, de Benhur Sánchez Suárez =========================== === Gustavo Barragán Perdomo ============================================== El frente inmóvil, de Benhur Sánchez Suárez Editorial La Serpiente Emplumada Colección Vestido Rojo Bogotá, 2007 197 págs. Regresó Benhur Sánchez Suárez con otra novela histórica, apoyado, como de costumbre, en una muy exigente investigación documental, por lo demás, poco conocida. Se remite al pasado, en este caso, a la guerra limítrofe entre Colombia y Perú, pero permitiéndose la libertad de hacer una crítica sutil a la historia del presente, entrelazando de manera estrecha los más destacados hechos históricos de esta confrontación con la vida cotidiana de un puñado de personajes de la saga familiar del propio autor. Con esta nueva incursión en el género, entra Sánchez Suárez a ocupar un puesto en la novela histórica colombiana: primero con Así es la vida amor mío, sobre el líder liberal Reynaldo Matiz, y ahora, con la obra que lleva el irónico título de El frente inmóvil. Para alcanzar tal propósito organiza sus procedimientos narrativos, su lenguaje y la estructura para reafirmarse en que tal procedimiento es una manera diferente de acceder al conocimiento histórico y blindarse del concepto positivista de la historia, tan ligado a la inasible idea de objetividad. Así que irrumpe en la novela con la convicción de que el pasado sólo es cognoscible a través del discurso. De tal forma que constituye una puesta en escena del lenguaje como estructurador de la realidad. Así, nos encontramos frente a varias voces narrativas, que se expresan en distintos lenguajes, cada uno de las cuales transmite su propia cosmovisión, donde conviven los recursos propios de la novela con los de la historiografía. El de la novela, porque es el género literario a cuyas convenciones está sometida, y el de la historiografía, porque con ella comparte tema y objetivo: la escritura de la historia. En su preocupación porque el tío (el personaje principal) mire la narración como una distorsión histórica, el sobrino-escritor se pregunta: “No sé si lo llegarán a descontrolar mis exageraciones pues, en últimas, había decidido que todo aquello fuera una novela, una ficción, y no sabía si él estaba preparado para escuchar algunos fragmentos de ella o aceptar, por lo menos, que una novela es algo muy distinto a una biografía o a un libro de historia. Puede tener rasgos parecidos pero es un invento” (pág. 180). Codifica la realidad del pasado desde diferentes discursos (el de los indígenas, el de los compañeros de aventura, ex combatientes, el de los historiadores) que encarnan maneras alternativas —y a veces contrarias— de entender dicha realidad, creando por lo tanto versiones propias de la historia de dicho pasado. A su vez, la orquestación de todas las voces en la novela es una propuesta de escribir la historia con todos los lenguajes que han participado y participan de la aprehensión y estructuración de la realidad. Así que el autor desecha el concepto de la historia como un saber científico y la novela como un saber narrativo, puesto que demuestra que la historiografía, en tanto que narración, se vale de los mismos mecanismos que la novela para construir un relato del pasado que únicamente se constituye en historia en y por su escritura; pues lo narrado está ligado irremediablemente al narrador y a los intereses e intenciones del mismo, corriendo los riesgos que conlleva la novela: “Era de esperar que aspirara de su sobrino un libro sobre él o algo parecido. Anhelaba una semblanza. Una crónica, tal vez. O una biografía” (pág. 180). En El frente inmóvil, y como de costumbre, la historia oficial, deseosa por canonizar y establecer una genealogía de próceres inmaculados, presenta versiones reductoras y maniqueas del pasado, más preocupada por consagrar que por conocer: el héroe Cándido Leguízamo no es tal. Las heridas que sufrió se las causaron sus propios compañeros, en eso que ahora llaman “fuego amigo”. Por supuesto que su metaficción va unida a un interés por la intertextualidad. La novela dialoga con muchos otros textos (de López Michelsen, de Juan Lozano y Lozano, Alfredo Vásquez Cobo, Enrique Olaya Herrera...) para hacer una reconstrucción histórica sólidamente documentada, pero sin que quede la menor duda de que el principal interés de la trama radica en la recreación. De ello el autor es consciente. Por eso el tío Julio César, veterano del conflicto contra el Perú, y quien narra de primera mano los hechos, queda decepcionado cuando su sobrino le cuenta que el resultado de sus charlas ha sido una novela: “—¿Una novela me dijiste, sobrino? Pensé que era algo más serio. Creo que he perdido el tiempo contándote las experiencias de mis años mozos por el Putumayo” (pág. 187). El autor aprovecha este marco común para alternar las trayectorias de la “guerra” y de su saga familiar para localizar en el pasado las causas de lo que sucedió y delinear el proceso por el que estas causas se encaminaron lentamente hacia la producción de sus efectos. Hay un equilibrio en la estructura de la novela donde mezcla en su justa medida la historia con la ficción, que hace que las relaciones entre los personajes no oscurezcan en modo alguno los elementos históricos de la obra. A la vez que se cuida de que tampoco termine convertida en un ensayo de historia. La novela fluye, así, referido a dos bloques temporales que se alternan regularmente, se tocan, demoran en su contacto, se entretejen, (¿con las meditaciones del propio autor?) y los inevitables anecdotarios y la narración romántica de la selva del Caquetá, el Putumayo y el Amazonas (a lo La vorágine) que se cruzan, desplegando jirones de diferentes fuentes en el mismo espacio, siempre en la trayectoria de su antepasado en un lapso aproximado de sesenta años, sin caer jamás en el proselitismo, y en cambio, fortalecido con referencias y anécdotas históricas. En esta novela hay, básicamente, dos narradores —uno enmarcado en la narración del otro; uno que le sigue la pista al protagonista y el propio narrador que le sigue la pista a su alter ego. A primera vista —dotado de cierta autoridad emanada de su apoyo en la documentación— parece el sujeto exclusivo de la investigación y su relato, pero muy pronto nos damos cuenta de que su supuesta solvencia está interferida por otras dimensiones de la subjetividad del protagonista, de la cual aparece, a veces, como un inseguro y vacilante súper ego (su sobrino, y escritor en ciernes). Es una novela ágil, entretenida y bien escrita. Sería interesante que la volvieran lectura “obligatoria” en los colegios de Puerto Leguízamo y en Neiva, en donde uno de los barrios más grandes lleva precisamente el nombre de Cándido Leguízamo. ** Gustavo Barragán Perdomo (sin email) Crítico colombiano (Neiva, Huila). Licenciado en ciencias de la educación, con especialidad en lingüística y literatura, magister en educación, comunicador social-periodista. Ha ejercido la crítica literaria en diversos periódicos y revistas de dentro y fuera de su país. Ha sido profesor de lingüística, semántica, lexicología y literatura en prestigiosas universidades de Colombia. Es autor de numerosos artículos sobre arte, literatura y pedagogía. Ha sido conferencista invitado por el Ministerio de Cultura de Colombia (http://www.mincultura.gov.co) y ha dictado conferencias en muchos países de América Latina. Fue director por doce años de la revista bilingüe de arte y literatura Tiempo de papel. Es autor del libro Al corazón del poema: el comentario poético en el contexto del Bachillerato Internacional. Actualmente es examinador de literatura mundial de la Oficina de Bachillerato Internacional con sede en Ginebra, Suiza. |||||||||||||||||||||||||||| ENTREVISTAS |||||||||||||||||||||||||||| === De frente con Camilo Calderón ========================================= === Plasmando en el lienzo su existencia ================================== === Lidia Corcione Crescini =============================================== El artista colombiano Camilo Calderón nació en Santafé de Bogotá en 1941 y estudió pintura en la Universidad de los Andes. Su primera exposición individual fue en 1965, en su ciudad natal. Ha redibido, entre otros, el premio Salón Estudiantes de Los Andes (1964) y el Salón Casa Universitarios (1966). Luego de varias décadas de trabajo como artista plástico, tras introducirnos en las profundidades del mar, el juego de los vientos y la realidad inexplorada de nuestros territorios, Calderón nos habla hoy de la pintura con una tranquilidad casi meditativa, ese quehacer mitificado por el común de las personas que él define y simplifica en una frase: “la pintura, es un oficio que comunica”, una frase que nos abre la puerta a dos mundos: por un lado el de sus obras que hoy se nos enfrentan con ganas de brincar la pared para llevarnos a su mundo y del otro su espíritu didáctico que lo lleva a la disertación explicativa por la que muchos lo conocen en Cartagena de Indias. Lo que sé de mí Qué poco sé de mí / qué nada sé del mundo / qué infame sortilegio me atrapa / me avasalla. / Qué fuerza del destino me guía / que tormento me apabulla / que el grito de mi corazón / no escucho. / Nacimos para vivir / y la muerte nos detiene / qué caverna nos contiene / que a tientas apenas aleteamos. / Cuándo creemos ver la luz / ya no existe. / ¿Entonces / cómo vemos lo visto? / Si ahora son más claras mis imágenes / y más vivos los colores. / Más verá la incertidumbre / la idea de la lumbre nos ilumina / tan solo soñar es viable / “Qué más da si la vida es sueño”. (C.C.) —Ciento uno es el perfil de su última obra, la que expondrá en el mes de noviembre de este año en el Centro de Cooperación Española en la ciudad de Cartagena, Colombia. ¿Por qué ciento uno? —Ciento uno es un ciclo que se cierra en principio y fin. Los materiales utilizados para mi obra son soporte y lona; como material de pigmento el óleo y aceite, incorporo agujas cerbatanas hechas en Macana en el Amazonas por un chamán, también incorporo huesos, que he ido encontrando, hojilla de oro porque considero que nuestros ancestros tenían esa afinidad con el oro, era parte de sus rituales, incorporo un hilo natural de una planta, es con la que coso. Utilizaré para la exposición una malla de soporte de la instalación hecha por los indios de Puerto Carreño, malla de pesca de 7 x 30 metros que va a contener todos los tambores. El tambor 101 va a girar, éste tiene cara y espalda, no son dos, es uno que gira. Por otra parte, existen unos que son más densos en materia y hay otros que son un poco más ligeros porque permite como una sinfonía ir ordenando las notas bajas, las notas más altas, las medias, todo eso es parte de una composición musical. —Hábleme de eso, de la partitura en su obra. —Yo creo que una instalación como esta tiene que ver como organizar lo que uno sentiría, como una partitura musical, es decir, cómo en un momento determinado uno puede escribir una partitura a través de estos elementos, elementos circulares hechos sobre tambores de bordado en donde se ha tensado la tela y al tener esta forma puesta en el espacio en esa estructura de cruces, porque una malla realmente es un cruce y en cada cruce hay una esquina y esa esquina se puede volver, medianos, paralelos, elementos compositivos. —¿De dónde viene su trabajo? —Parte de mi trabajo viene en un caos de la materia que va tomando una corporeidad en el espacio y luego al atravesarlo e integrar las agujas cerbatanas organizo una composición y lo llevo al orden. Mis manos / imprimen la materia / funden sus marcas / el cromo lo tolera / la divinaciencia en devaneo / aviva el caos / una para eludir el orden / la osadía / y el desempeño en su circulación. / Fin. / Es como un grito de silencio entre un volcán / es como el fragor de la lucha entre opuestos / es ese inquietante instante de equilibrio / de espaldas de la noche / es un contra de la muerte / a la desesperación / exterminio / es un devenir predecible e imposible. —¿Es pictórica su obra? —Sí, la obra es pictórica porque yo soy un pintor, pero soy pintor porque tengo el oficio y con ese oficio puedo comunicar; es como un vocabulario amplio con el que puedo comunicar las ideas, sin embargo, yo no podría comunicar lo que quiero comunicar sino a raíz de la pintura que tiene ese carácter absolutamente sugerente. Si entramos en la parte descriptiva tendríamos que entrar en el período de la Ilustración y la Ilustración está cercano a lo literario..., entraríamos a la literatura, cosa que yo no manejo, me quiero quedar sólo en la pintura que es la que me permite sugerir. —¿Necesita de alguien más para ver realizada su obra? —Necesito siempre de un cocreador, el público, es quien completa mi trabajo. —¿En su obra está implícita la vida y la muerte como una constante? —Siempre. Está en los opuestos: el Eros, el Thanatos, el masculino, el femenino, el Ying, el Yang, el más el menos, el positivo, el negativo, contrapuestos que me permiten crear unas circunstancias. Entre devaneos y murmullos / atrapo la imagen / tan esquiva / esa sombra de la sombra / siempre vista / siempre ahí / Con estratagemas de ágil guerrero / de cazador de Guinea / de flechero del Vaupés / de corsario de los infiernos / de hacedor de vientos / de atrapa vientos / de asceta u orador. / Con pegajoso lodo de montaña / y nauseabundo aroma de arrecife / espero impertérrita la muerte / siempre la muerte. —¿En cada trabajo hay una propuesta de mundos que se separan, se alejan..? —O se funden. Es el ir y venir. —¿De todas formas en su obra hay un lenguaje de símbolos? —Sí, pero el hecho de no tener un horizonte, de romper con el límite del horizonte en un trabajo hace que el espacio sea amplio y creo que eso se da por la forma como trabajo. Es como si uno mirara la Tierra desde el firmamento, (¡ojo con esto!), es un símil mirar la Tierra desde el firmamento. —¿Desde dónde le gustaría mirar la Tierra? —Desde mí mismo, desde dentro de mí. No hay otra manera de verla. Anhelo el regreso a la fuente / a lo primigenio / a lo intangible / a lo impensable / a lo inasible. / Lo capturamos a arañazo limpio e impío / esa extraña luz de penumbra / en el que las sombras son como la cueva de Platón / nos da vigor para ensoñar / para poetizar / para amar / para soñar / para danzar / para decir / para gritar / para llorar / para gemir / cuando la voz no alcanza / deviene / Delirio. —¿Cómo es que puede trabajar ciento uno en este caso y amarrarse al tiempo en cada uno de ellos, con secuencia, sin secuencia? ¿Lo atan en sí? —Creo que son espacios encadenados, no es más. Es decir, sí hay una percepción tiempo-espacio desde luego, pero en estos, el espacio, porque el espacio es ese que crece, decrece, se ensancha. Si yo hablo de una gestualidad, se da en tiempo consolidado pero lo que genera básicamente un espacio es el plano. —¿Es una magia lo que lo atrapa cuando se enfrenta a un plano? —Lo que hay que tener en cuenta es esa sensación de gran libertad para que ocurra, para que se dé. —¿Plasma allí el sentimiento o existe algo de pensamiento? Aunque dice que no es literario pero sin embargo cada obra puede representar tantas cosas, en este caso los opuestos, el lenguaje encierra muchas cosas... —Bueno, entonces podríamos decir que lo que queda de todas esas elucubraciones, de todo este pensar, discernir, de la meditación profunda de la vida, del lugar, de las cosas, lo que queda es esa esencia y queda en cada trabajo. Sí, lo que tú me preguntas es que si hay un resultado... Yo no puedo escaparme a lo que conozco, sería absurdo, yo no puedo pintar sino lo que conozco. Lo que sí puedo permitir es que el trabajo se resuelva en unos estadios un poco más allá de lo racional. No me preguntes cómo es eso porque tampoco lo sé. Yo simplemente creo que hay una memoria universal, uno vibra dentro de unas determinadas vibraciones, por eso uno captura algunas cosas, de pronto hay en este momento un artista en Nueva Zelanda pintando algo similar sin saberlo; a mí me ha pasado en algunas épocas de mi vida en que estuve haciendo un trabajo y de golpe después de algunos años encuentro que había un artista importante en Alemania y descubro que habíamos hecho las cosas similares en la misma época. —¿Qué es eso de la memoria colectiva? —Siempre, ese ayer, hoy y mañana. Sólo existe un falso presente. Para mí futuro y pasado son una misma cosa, ahí uno pilla lo que está pasando en el momento y lo va consignando, no sé si es como una antena que va... Creo que a los poetas les pasa lo mismo. —¿No cree que la memoria a veces nos juega una mala pasada? —Claro. La mayoría de las veces la memoria nos juega todas las malas pasadas. Hay muchos momentos en que no sabemos si es parte de una memoria controlada, prestada o ancestral. Creo que a uno se le cuelan una serie de cosas de la niñez, elementos ancestrales y también creo en la memoria del futuro; no tiene límite, de lo contrario no tendría sentido. —Su obra encierra un mundo fusionado. ¿Usted pinta lo que huele, respira, ve, toca y siente? —Uno pinta lo que ama. Hay una parte interesante que es la de Platón en la Alegoría de la Caverna, cuando él de espaldas tiene una serie de presencias de sombras que vienen siendo el mundo ideal y real. Para mí, tuvo una claridad diáfana en mi pensar. Así trabajo yo, de espaldas a una realidad y la percibo y la transmito, porque no estoy trasmitiendo una naturaleza de manera clásica, ajustada, estoy dando unos elementos de un mundo para soñar y un mundo que se hace y se deshace. La mayoría de mis trabajos se va dando de una manera espontánea y libre. Alejandro Obregón me hablaba de la buena cocina y la buena pintura es como saber cocinar. Simplemente es tener mayor claridad y la claridad es intelectual, producto de una permanente reflexión. Para qué doblar la esquina / si el devenir sigue siendo el mismo / si esa luz en tu mirada me condena. / Adiós la bajamar / que playones de ensueño tapará / adiós mi corazón / que en constante palpitar / confunde su tan tan con el ruido del tambor. / Ellos dos / nos presagian el lento andar / encuentro con los recuerdos / con las saudades / con los anhelos / con ese tono dorado de arrebol / al final del túnel. Ya no se trata de pensar en lo puntual, sino una manera de vivir como una lógica vivencial. —¿Sus propuestas son siempre diferentes? —Creo que la problemática es siempre la misma, el hombre, el mundo deteriorado. En mi trabajo siempre hay una denuncia implícita, permanentemente estoy cuestionando al hombre y cuando estoy cuestionando al hombre me estoy cuestionando a mí mismo. Nosotros, humanidad, ¿qué estamos haciendo con el planeta Tierra? ¿Qué hacemos para darle comida a la gente? ¿Qué hacemos para existir, para permanecer? Ese trabajo que ves allí (en esa esquina) —me señala con su índice— es un réquiem por los desaparecidos, sin entrar a panfletario, son elementos muy simples. Hay un luto en el color, en la atmósfera, ese elemento que flota en el espacio, entonces amarra ese luto, porque estamos en un gran cementerio, estamos viviendo en un lugar donde las muertes, las fosas comunes, los desaparecidos, abundan. Ese cuadro salió, cuando lo vi dije: este es un réquiem, pero lo tomo como tal y continúo. En algún momento pienso: es tan fácil morir pero tan dificultoso vivir, permanecer y hacer... “Dar vida es muy complicado”, continuar vivo es muy difícil, engorroso. Morir es facilísimo y más en un territorio como Colombia en donde somos inmensamente violentos y existe una violencia como si estuviéramos comiendo lava de volcán. —¿Cree que nos hemos acostumbrado a eso? ¿Nos estamos deshumanizando en ese aspecto? —Creo que nos hemos acostumbrado y pienso precisamente que no nos estamos deshumanizando, justamente nos hemos humanizado hasta el punto de que somos capaces de vivir con la muerte; somos capaces de recrear en las últimas instancias de la muerte, podemos sobrevivir. Cada trabajo que hago es una cosmogonía representada por color, forma, espacio, en donde llevo el color hasta la última instancia, hasta el límite. —¿Usted es un artista? ¿Qué hace un artista? —El artista es una persona que tiene una inmensa necesidad de comunicar, comunica con un lenguaje apropiado, con una técnica impecable, con recursos viables, con un conocimiento que haya acumulado en su vida, no sólo conocimiento leído sino en vivencias. Es esa persona que hace una gran reflexión y produce un texto. ¿Que si soy un artista? Es lo que no he podido saber. Creo que yo no existo, es una mentira ese cuento de “existir”. Uno es un accidente en el tiempo. —¿Se considera un hombre con genialidades? —No. Un hombre común y corriente. —¿Un ser humano ante todo? —Sí, lo demás sería una mentira grande. —¿Cómo le llamó a esta obra? —Son ciento un espacios y se ha ido volviendo: “Espacios de la memoria”, “Sobrevuelos”, “Dolor de piel” (tenía que ver con las situaciones que se iban describiendo en el transcurso de la obra), “Portal de la memoria”, “Vuelos rasantes” y, en mi bitácora digo: “Diálogos en espejo frente a la bahía de las ánimas”, “Cómplice de elucubraciones y devaneos”. Un dulce dolor de piel es lo que me queda / es lo que me ataja en el abismo / lo que jalona mi espíritu. / Dejo mis pieles a la deriva / para que un susurro lisonjero detenga mi partida / siempre partida... / En la noche tórrida / el mago me toma de la mano / me frentea al mar / desvanezco y me devengo / otrora / pintor. ** Lidia Corcione Crescini licorcione@gmail.com Narradora y poeta colombiana (Cartagena). Abogada egresada de la Universidad de Cartagena (http://www.unicartagena.edu.co). Columnista del periódico El Universal (http://www.eluniversal.com.co), de su ciudad. Textos suyos han sido publicados en las revistas Unicarta de la Universidad de Cartagena; Oxigen (http://www.revistaoxigen.com), de Madrid; Revista Literaria Remolinos (http://es.geocities.com/revista_remolinos) y Aula Caribe. === Alejandro Ramírez, entre lo místico y lo pagano ======================= === “La libertad es un mito” ============================================== === Rafael Ortega ========================================================= “Ser un escritor venezolano tiene un gran mérito porque es como nadar contra la corriente, es dedicarse a un oficio sin beneficio alguno, simplemente por una pasión”. A finales de los años ochenta, Alejandro Ramírez (1959) viajó a Caracas a participar en un taller de narrativa en el Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg) y fue en ese momento cuando se encontró con la realidad de que “el escritor nace y lo importante es la manera de asumir nuestro rol ante el mundo, dándole la cara al mundo con nuestra forma de vida. Yo era escritor antes de entrar al taller. Los talleres no forman escritores”. Confiesa que cuando era estudiante de ingeniería química, en Valencia, comenzó a leer a Cortázar y ahora atribuye al mestizaje cultural la razón por la cual la mayoría de los escritores venezolanos empieza a leer “de afuera hacia adentro. Empezamos a leer a Kafka y a Borges para luego descubrir que existen Ramos Sucre, Guillermo Meneses y Julio Garmendia”. —¿Cuáles fueron tus lecturas iniciales? —La primera novela que recuerdo haber leído, a los diez años, fue El último de los mohicanos y una de Julio Verne, De la Tierra a la Luna, que fueron para mí fascinantes en ese momento. Las leí y me quedó la imagen, pero no seguí en el asunto. Mi abuela era lectora de Agatha Christie, y ahora estoy retomando esas lecturas porque me parece que ella mantenía muy bien la estructura del género policial, la figura del suspenso, que nos puede enseñar algunos trucos. Entonces, escribí unos cuentos que tenían muchas dificultades, en cuanto a la gramática, la sintaxis, pero eran como un desborde de la imaginación. —¿Cómo nacen tus relatos? —Básicamente, cuando escribo un relato es para comunicarme con la gente. Pude haber elegido entre ser pintor, escultor o fotógrafo, pero siento que no hay nada más cercano, nada más sencillo, que la palabra. Es como la habilidad o el don con que nacemos y aprovechamos eso para dar nuestras ideas, nuestra manera de ver el mundo. —Aparte de la lectura, ¿de qué otras fuentes te nutres para escribir? —He tomado, como escritor, de todas las fuentes posibles. He consultado libros antiguos, modernos y postmodernos. Me influencia mucho la música de Pink Floyd, Led Zeppelin, entre otras bandas que escucho porque son parte de ese mestizaje cultural. Soy un ciudadano de todas partes y la música es universal. Me considero más auditivo que visual. La música para mí es algo que me transmite energía. Aunque hay algunas películas que me ponen creativo, como por ejemplo El Señor de los Anillos, también me gustan los filmes de Alan Parker y Terry Gillian, el que hizo Brazil y 12 monos. Es un cine fantástico. Me parece interesante porque habla de una sociedad, de una juventud que se va esclavizando por la tecnología y el arte es la salvación del hombre ante la barbarie y el barbarismo de la tecnocracia y la burocracia. —En algunos de tus relatos también se advierte cierta influencia mística... —Los personajes de mis cuentos están ambientados dentro de la ciudad, pero me llama mucho la atención el tema referente a que antes de la era cristiana, algunas religiones paganas consideraban la sexualidad como una manera de trascender y tener contacto con Dios, donde se despertaban ciertas facultades dormidas, latentes. El cristianismo borró todo eso como una herejía, pero se ha mantenido oculto. —Tengo entendido que eres aficionado a las matemáticas, ¿qué relación tienen las ciencias exactas con la literatura? —La ciencia y la literatura son dos modos de interpretar el mundo, la realidad, son dos cosas aparentemente opuestas que buscan definir el mundo y de repente la literatura puede ser un juego matemático también, en el que las cantidades son palabras. Ciencia y arte se complementan, son dos maneras de ver el mundo, interpretarlo, reconocerlo. —¿De qué manera influyó el boom de la literatura latinoamericana en los escritores venezolanos? —Todavía hay escritores que no han superado ese boom, por lo menos no completamente. Muchos han sido influenciados por la obra de Julio Cortázar, Mario Vargas Llosa y Carlos Fuentes. Creo que fue un momento político e histórico. En ese momento estaba la revolución cubana en su apogeo, se miraba con interés en Europa, y la mayoría de los escritores del boom tuvieron tendencias izquierdistas, que algunos cambiaron con el tiempo, pero ayudó mucho el aspecto político que se dio en el instante, aparte de que la mayoría tenía agentes literarios que promocionaban sus obras, por lo que creo que la figura del agente literario es muy necesaria en Venezuela. —A tu criterio, ¿cuáles escritores venezolanos son fundamentales? —Vicente Gerbasi, Juan Sánchez Peláez, José Antonio Ramos Sucre, la figura más universal de la poesía venezolana, quien obvió los localismos, aunque Tolstoi decía que para ser universal hay que reflejar la aldea; Ednodio Quintero, Luis Alberto Crespo, Eugenio Montejo, Julio Garmendia, Salvador Garmendia, Guillermo Meneses, son —para mí— fundamentales. —Es difícil ser un escritor en un país de pocos lectores. ¿Cómo asumes ese reto? —El escritor venezolano debe superarse a sí mismo para trascender las fronteras y buscar otros mercados. En cuanto a que Venezuela es un país de pocos lectores, una de las cosas que afectan al lector es el precio de los libros, son exageradamente caros. En Colombia, por ejemplo, los valores culturales son importantísimos, son valores para exportar. Ser un escritor venezolano tiene un gran mérito porque es como nadar contra la corriente, es dedicarse a un oficio sin beneficio alguno, simplemente por una pasión. Siempre, en todas partes, habrá gente que reniegue de los escritores. Recuerda que Lope de Vega era el escritor encumbrado de su época, que decidía quién era bueno y quién era malo, y Cervantes nunca le cayó bien y por eso lo execró, pero el tiempo es el que reivindica las cosas y Cervantes es Cervantes. —¿Para qué sirve un escritor? —Vivimos en un mundo de tecnologías, informática, cibernética, vivimos inmersos en burocracias y en tecnocracias, el escritor es la persona que obliga a la gente a detenerse y a mirarse a sí misma, a preguntarse cosas como quién soy y a dónde voy. Y el escritor hace que el hombre reflexione, se detenga y contemple el infinito. El escritor hoy en día es como el vocero de la tribu, la voz de los que no tienen voz propia y también es un guardián del lenguaje. Cumple muchas funciones, pero casi nunca para producir dinero. —¿Un escritor es un desestabilizador? —Creo que sí, muchas vidas han cambiado por una lectura, muchas revoluciones han surgido a partir de una lectura. Muchas de las revoluciones en América fueron producto de una serie de lecturas, inclusive hubo países donde se publicaban novelas que eran consideradas subversivas. Los ideales de los libertadores de América fueron inspirados por el Romanticismo. —¿Cuáles libros de la literatura universal recomendarías? —En narrativa: 1984, de George Orwell; Ficciones, de Jorge Luis Borges; la mayoría de los cuentos de Cortázar, es una larga lista... Octavio Paz, El arco y la lira; Carta al joven poeta, de Rilke... —¿Cómo ves el panorama literario actual en Aragua? —En la región hay gente que escribe, pero creo que al escritor aragüeño le hace falta armonizar más con la ciudad. Todavía no hay un poeta que le cante a la ciudad, como ocurre en otras ciudades, por ejemplo Mérida, Valencia o Caracas. Habrá que buscar las razones de por qué esto pasa. Yo creo que todavía no existe la armonía ciudad-escritor. A Maracay le hace falta una Escuela de Letras, una Escuela de Cine... gente nueva, que genere ideas. Aquí se están repitiendo muchos vicios anteriores... existen tribus y clanes que se crean para apoyarse unos con otros... todavía hay mucha exclusión. —¿Existe distanciamiento entre los artistas locales? ¿A qué lo atribuyes? —Como dicen por allí: “Pueblo chiquito, infierno grande”... Cada uno mira hacia otra parte, pero no mira lo que está haciendo su contemporáneo... miramos qué se hace en Europa, qué se hace en Estados Unidos... buscamos leer a los autores extranjeros antes que los nacionales. También puede ser por cuestiones de vanidad, pues cuando uno se sienta a escribir piensa que lo que se hace es tan bueno que vale la pena mostrarlo a la gente, entonces se piensa en la trascendencia, en permanecer en el tiempo, toda esa serie de cosas que forman parte de la vanidad propia de todo escritor, de todo autor y de todo artista en general, es la vanidad de trascender. —¿Cumplen su función las instituciones del Estado para facilitar el trabajo de investigación de un escritor? —Las instituciones encargadas de ayudar al investigador no cumplen su función como deberían hacerlo. Estoy trabajando en la idea de retomar el proyecto de una nueva antología de narradores regionales, pues la anterior, publicada en 1997, Narrativa de Aragua (1970-1996), aparece en el catálogo de la biblioteca del Instituto Cervantes de Nueva York. Ahora debo realizar una investigación, pero, lamentablemente, he palpado que en algunas casas de cultura, bibliotecas virtuales y hasta en bibliotecas públicas centrales, algunos funcionarios mantienen una actitud hostil hacia los usuarios, cuando la atención al público, precisamente, es su razón de ser. Estos funcionarios ya tienen una “raya” histórica. Aparte de eso, me enteré del caso de un amigo escritor que fue expulsado de una universidad por usar el pelo largo y barba poblada. Me sorprende que en el siglo XXI aún se juzgue a una persona por su apariencia, por su forma de vestir y por no considerarla “normal” termina siendo excluida. —¿Qué opinas de las nuevas tecnologías? —La Internet es la punta de lanza de la globalización. Se busca un mundo unificado, las mismas ideas, la misma forma de actuar. Es como un mundo uniforme. Ese es el lado negativo. Pero el lado positivo es que un escritor puede proyectarse mucho más rápido que años anteriores. —¿Crees que algún día los e-books suplantarán a los libros tradicionales? —Precisamente, sobre ese tema leí en una revista de avances tecnológicos, donde había un artículo que decía que, por lo menos en cien años, el libro no va a ser superado por nada. Tener un libro entre las manos es un placer que la Internet no puede suplantar. —¿Te sientes un escritor comprometido o escribes con libertad? —La libertad es un mito, es un engaño... ¿quién es realmente libre? Habrá que hacer como hizo Diógenes, que iba por las calles buscando a un hombre honesto, en este caso buscaríamos a un hombre libre. Nadie es totalmente libre, somos esclavos del tiempo, de los horarios, de los convencionalismos. Yo comparo el mundo que describe Orwell en 1984 con el mundo actual y me doy cuenta de toda esa manipulación por parte de Big Brother hacia la gente con su ministerio de amor, que era más bien el ministerio del odio. Allí entendí cómo hemos sido manipulados, a través de falsos valores. Es como cuando le pones la zanahoria al burro para que camine. El manipulador te dice cómo pensar, cómo vestirte... La vida es un combate Recuerdo los tiempos de Marvin Hagler, Tommy Hearns, Sugar “Ray” Leonard, para mí esa fue la época dorada del boxeo y la recuerdo con bastante nostalgia. Creo que el tema del boxeador es interesante porque es la lucha de hombre contra el hombre. En El viejo y el mar, de Hemingway, hay una especie de boxeo entre el hombre contra la naturaleza, contra la soledad, siempre la vida es una lucha, un combate, que es lo que le da la sal a la existencia. La trama del suspenso es cómo tú combates, cómo enfrentas la vida, cómo asumes tu rol... Esta entrevista fue publicada originalmente en el suplemento cultural Contenido, del diario El Periodiquito (http://www.elperiodiquito.com), de Maracay, Aragua, Venezuela. ** Rafael Ortega rafaelortega@letralia.zzn.com Escritor venezolano (Maracay, Aragua, 1969). Es técnico superior universitario en publicidad. Ha sido jurado en concursos literarios del estado Aragua. Textos suyos han sido publicados en revistas y periódicos venezolanos, así como en las antologías Narrativa aragüeña en Tierra de Letras (Senderos Literarios, 1997), Narrativa de Aragua (Secretaría de Cultura del Estado Aragua, 1997) y Muestra de minificción aragüeña (Secretaría de Cultura del Estado Aragua, 2001). En 2002 publicó su libro de cuentos La última sutileza del diablo. ||||||||||||||||||||||||||| SALA DE ENSAYO |||||||||||||||||||||||||| === Los símbolos y el mito ================================================ === en Novela como nube de Gilberto Owen y Return ticket de Salvador Novo = === Margarita Hernández Martínez ========================================== Cultos hasta lo incomprensible, titubeantes entre la prosa y el verso, ambiguos y, sin embargo, bellos, los experimentos narrativos de los Contemporáneos se ofrecen como ruptura frente a la tradición romántica decimonónica y los furores de la búsqueda por la identidad latinoamericana y la gesta de la Revolución. Influidos por las corrientes francesas de principios del siglo XX, inauguran una nueva etapa en la literatura mexicana, en la cual la construcción ficcional y la originalidad de la imagen se hermanan con el artificio y la hipérbole, arrojando como resultado una especie de prosa poética en cuyo interior se entrelazan emociones e impresiones de movimiento. Estos rasgos destacan su origen libresco; Juan Coronado, incluso, en su prólogo a La novela lírica de los Contemporáneos, destaca A la sombra de las muchachas en flor, de Marcel Proust, como la fuente original de la que manaron estas composiciones. Esta aseveración deriva en dos peculiaridades esenciales: el retorno al mito y, por extensión, al símbolo y la poesía; en consecuencia, el inicio de un tipo de relato en que, paradójicamente, la acción desaparece a favor de un comportamiento errático, oscilante entre la molicie y el sueño. Con estos antecedentes, analizaremos Novela como nube, de Gilberto Owen, y Return ticket, de Salvador Novo, dos textos representativos del apogeo y la disolución de este periodo artístico. Aunque parecen distantes —los procedimientos narrativos, la conformación de los personajes, la trama y el argumento difieren en gran medida—, se acercan debido a la presencia de los mitos y la poesía como hilos conductores del acontecimiento y entidades renovadoras de su sentido. Novela como nube: la vanidad y lo inasible Publicada en 1926, esta breve novela florece bajo la égida del cubismo pictórico y la tendencia a la trivialización de la realidad representada, gestada mediante el cruce entre el realismo y el naturalismo y popularizada con las vanguardias europeas. Su estructura, en apariencia caótica, responde, no obstante, a las aspiraciones del escritor: Owen, en una de sus múltiples irrupciones en el plano ficcional, declara que él ha querido prefigurar una historia “vestida de arlequín, hecha toda de pedacitos de prosa de color y clase diferente”. Su relato, en efecto, se constituye por cuadros plásticos en los que late la posibilidad del rompecabezas y su presencia, a semejanza de los personajes, parece flotar sobre la atmósfera del texto. Análogamente, el lenguaje —centrado en el incesante monólogo interior sostenido por una voz narrativa que subraya la dimensión onírica del relato— se tensa entre metáforas: huella de un sueño, nubla la percepción de las realidades y las palabras para denominarlas. Empero, bajo esta máscara de ensoñación, el mito se revela, reencarna, revive y, en último término, se actualiza. De acuerdo con las precisiones del autor, el punto de partida de Novela como nube radica en la evocación de Narciso frente a su reflejo; sin embargo, se tiñe, también, de otras referencias: la figura de Ixión, aludida en los subtítulos del texto, permite descubrir las orientaciones del mito y justificar la presencia de aquél. Para comprobarlo, resulta necesario recordar que, tras el enloquecedor asesinato de su suegro, Ixión, olvidado por los hombres y los dioses, obtiene el perdón de Zeus, quien lo libera de su demencia y le permite ingresar en el Olimpo. Ahí se enamora de Hera, así que intenta conquistarla. Zeus, al darse cuenta, da a una nube la forma de su consorte; Ixión la atrapa, se une a ella y de este abrazo nace un monstruo. Para castigarlo, Zeus lo ata a una rueda alada y llameante. Después de haber volado por los aires, desciende a los infiernos, entre aquellos que han ultrajado a las divinidades. A grandes rasgos y sin intervenciones divinas, la historia de Ixión se reproduce en la de Ernesto, quien se enamora de un ideal inalcanzable: Eva. Su nombre remite a una mujer primigenia, poseedora del pecado, pero también dueña de la salvación, en quien Ernesto cifra la esperanza de dotar a su vida de un sentido trascendente: inmerso en el ocio, busca una emoción fértil, que lo absuelva de la trivialidad. Este prototipo encarna en Elena, fémina que, desde su aspecto físico, se muestra como típico icono petrarquista —de raigambre, además, platónica—: pálida, bella, etérea y limpia de toda tentación; sus armas seductoras residen sólo en su pureza. Sin embargo, su repentino matrimonio con Enrique la coloca en la esfera de lo inaccesible; así, se transforma en nube intocable e intocada, puesto que, como consigna Ernesto, el noviazgo epistolar entre su tío y su amada ha sido “pura literatura”, y, al parecer, ella permanece virgen. De este modo, basta observar los nombres y los vínculos entre los personajes para localizar el influjo del mito en el tramado textual. Mientras Ernesto y Enrique conservan apelativos tan irrelevantes como sus personalidades, Elena —pese a la mudanza ortográfica— recuerda a Helena de Troya, famosa por su codiciada hermosura. Al mismo tiempo, se transplanta a la Hera de Ixión: nebulosa, significa la naturaleza indeterminada del origen del cosmos; tradicional, protege a la fecundidad y al matrimonio, aunque, irónicamente, preserva su virginidad, pues concibe sin la intervención de su marido. Por ello, simboliza el orgullo y, desde la óptica de Ixión, el logro de su posesión sexual inclina a la vanidad; no obstante, en su caso, desata una eternidad de tormento. De idéntica manera, Ernesto se sabe torturado, pues, aunque insiste en volcar su amor sobre Elena, sólo consigue llamar la atención de su hermana, Rosa Amalia, quien, dentro del canon de belleza instaurado en el texto, aparece como una muchacha hombruna: amante de los quehaceres intelectuales, despliega un temperamento reflexivo y ostenta un atractivo más sensual que espiritual. Así, Ernesto supone que la joven, a pesar de su nombre romántico, tiene “el diablo metido en el cuerpo”: ocupada en pensar y leer, se niega a cumplir con el convencional destino que guarda su apelativo. Frente a estas circunstancias, la secuencia en la cual Ernesto cede a sus atenciones ocurre de modo similar a la transgresión ejecutada por Ixión: envuelto en la nebulosa presencia de Elena, concierta una cita nocturna con una sombra semejante a ella. Rosa Amalia aparece en su lugar y Ernesto se entrega a ella en un abrazo ciego que, si bien no desemboca en la unión carnal, sí termina por unirlos en el matrimonio que constituirá su monstruoso castigo. De este modo, queda condenado a perseguir a Elena —es decir, a rastrear los rasgos femeninos ideales— en el cuerpo de su hermana. Mediante estas observaciones, la conexión entre Ernesto y Narciso resulta comprensible. Si bien la configuración del personaje excluye cualquier razón para sentirse orgulloso de sí, la explicación mítica de la novela manifiesta la persistencia de su vanidad en la convicción con que abriga su amor sublimado. De ahí que su fracaso resulte doloroso y asumido con resignación: sin el amor ideal, él no es nada. Su caída narcisista en las aguas de la contemplación provoca, entonces, un brusco estrépito que destruye el tono adormilado de la narración y, en consecuencia, la suspende: Ernesto —como Ixión, quien baja al Hades tras volar por lo más alto— despierta de manera violenta y, por ende, inaugura una existencia prosaica. En este tenor, resulta imperativo destacar que el sueño, primariamente, conduce a la formulación de símbolos; por ello, Freud ve en él la vía para acceder al conocimiento del alma. Por otro lado, el sueño permite al individuo escapar de su voluntad, perder la consciencia de la realidad y percibir la disolución de su identidad. Ernesto, al casarse con Rosa Amalia —y diluir, por lo tanto, la densidad de sus sueños—, debe renunciar a su condición de enamorado; o sea, apagar la presencia simbólica de Elena como encarnación de Eva, oscurecer sus deseos y asumir la responsabilidad de su equívoco. De esta manera, su voluntad, supeditada a los dictados del deber ser, se anula: corre idéntica suerte que Ixión, quien pasará la eternidad atado a la rueda volante a causa de su falta de discernimiento. Análogamente, el espejo, amén de las evocaciones narcisistas ya referidas, desempeña, en Novela como nube, un papel adicional: mediante su reflejo, Ernesto distingue la presencia de un otro que, con sus mismas facciones, se inclina hacia vivencias desconocidas. El espejo, entonces, simboliza la revelación de la verdad, con sus diferentes grados de pureza, así como la reflexión de la inteligencia y la creación; empero, ello no lo limita a mimetizar la realidad: de esta forma, Ernesto no acierta a precisar la imagen de sí mismo; circunstancia que refuerza las inevitables identidades míticas establecidas a lo largo de este trabajo. Finalmente, una vez expuesto el mito detrás de las correspondencias, queda por clarificar las razones para duplicarlo, sin más innovación que el traslado de los nombres y las situaciones a un ámbito concurrente a la época en que vivió el autor. La novedad, desde mi punto de vista, consiste en el tratamiento propuesto por Owen, en el cual el monólogo interior y sus peculiaridades insertan nuevos sentidos en el mito: condensar la voz narrativa en la representación de Ixión permite apreciar una perspectiva distinta a la impersonalidad y distancia con que se refiere el mito desde la antigüedad, puesto que supone el ingreso de la ilusión en un universo paralizado de erudiciones. Por otro lado, la variación final critica la debilidad de temperamento fomentada en el hombre de principios del siglo XX; asimismo, enfatiza su carácter cobarde y antiheroico, que torna imposible su interrelación con ese otro que Ernesto no consigue reconocer en el espejo. Return ticket: el viaje boquiabierto Publicado en 1928, este relato de aspecto autobiográfico —el narrador y el autor ostentan el mismo nombre y la misma edad— resume, en un lenguaje sencillo, de movimientos vivaces y veloces, las anécdotas de viaje de un joven profesor de literatura en su trayecto de México a Hawaii, donde se desarrolla un congreso en torno a la educación en el mundo. Para revisar las implicaciones del mito en este texto es necesario, en primer término, dilucidar los diversos aspectos de la voz narrativa, la cual, en un monólogo interior semejante al aparecido en Novela como nube, inicia reflexionando sobre su vida y finaliza consignando sus aventuras turísticas. De este modo, se plantea como un individuo hastiado de habitar una ciudad monótona, ocupado en dar clases sobre una materia que ni él mismo valora, pues vislumbra en la poesía un artificio destinado a llenar cabezas ociosamente soñadoras. En consecuencia, se asume un joven-viejo: un hombre cuyo espíritu ha vivido lo suficiente y al que, a pesar de su edad, ya no le sorprende el mundo. Su única pasión, la incansable labor editorial, se funda en su idea de embellecer, desde el exterior, la mudable esencia de la literatura. No obstante, este fastidio no concuerda, como parece, con una pose snob, sino que fija su origen en una infancia difícil: la soledad, los recuerdos difusos de la violencia de la Revolución y un febril primer encuentro con las letras determinan su carácter introvertido y melancólico. Sin embargo, el personaje no culpa a nadie ni indaga en las causas, simplemente las muestra con el deleite y la repugnancia propios del ser incómodo consigo mismo. En tanto, se niega a sublimar la melancolía mediante el deseo —a semejanza de Novela como nube—, pues considera cualquier manifestación de afecto como un acto “siempre grotesco”. De esta manera, aunque prefiere a la imaginación frente a la realidad, se mantiene al margen de la ilusión y se refugia en su erudición desdeñosa. Sin embargo, durante sus paseos por la cubierta del barco, se identifica con el mar, fuente simbólica de vida e infinitud: así, se configura como gran inmortal, dotado de miles de ojos capaces de atestiguar todas las tristezas y todos los triunfos; empero, el narrador no se siente atraído por este significado, sino que se identifica con su longevidad, y, desde ese momento, emprende una especie de viaje mítico, iniciático, en cuyo curso recupera su capacidad de fascinación. El viaje, entonces, encarna la búsqueda de la verdad; por otra parte, se entiende como una exploración encaminada al hallazgo de riquezas materiales y espirituales. Paralelamente, en un sentido más moderno y cercano a la tradición romántica, implica, para el viajero, la huida de sí mismo, además de la inquietud por remediar el tedio provocado por la rutina. En este punto, se torna una travesía interior que desemboca en una vivencia emblemática, con frecuencia post mortem, traducida en la progresión del alma por diversos estados que aspiran a una meta suprahumana. Por último, en el sentido iniciático ya apuntado, consiste en una serie de pruebas encaminadas a la inducción en algún campo de la experiencia espiritual. El viaje del narrador de Return ticket se circunscribe a estos últimos tres aspectos: el fastidio lo empuja hacia la muerte y lo metamorfosea en una especie de fantasma asido a la Tierra mediante el solo desempeño de sus funciones orgánicas. Este desprendimiento lo fuerza a mirar dentro de sí y reconocer que el mundo se extiende más allá de lo que sus limitaciones personales le permiten apreciar. Esta apertura se explicita aun más con el arribo del personaje a Hawaii que, al mismo tiempo, marca un cambio violento en el tono de la narración. Las reflexiones, que ralentizan la marcha del discurso, se interrumpen entre el tumulto del desembarco y la explosión sensorial del destino. Así, el narrador inicia una escéptica exploración de su entorno, que se revela más profunda y confiada conforme progresa la trama, hasta llegar a un equilibrio relativo entre lo que se encuentra dentro y fuera de sí. Sin ninguna expectativa prefigurada, el narrador recoge, poco a poco, impresiones que lo conducen a mirar el universo de un modo diferente. De esta manera, tal como señala el rito del viaje iniciático, se convierte en el dueño de los dos mundos y comienza a establecer relaciones, desde las tradiciones hasta la historia, entre su tierra natal y Hawaii, de tal modo que supera el hastío. Esto no significa que el narrador se deje seducir por la exuberancia del ambiente y la calidez de los festejos, sino que aprende a mirar debajo de ellos y establecer lazos entre esas observaciones y su interior. Finalmente, el viaje lo rejuvenece e impulsa hacia una vida diferente: tras despojarse de los lastres de su pasado, se reconoce humano; en consecuencia, cumple el propósito de búsqueda del viaje. El personaje retorna al mar y, en esta ocasión, se identifica con su vitalidad. De esta manera, su conclusión resulta mucho más afortunada que la de Novela como nube, puesto que el personaje se asume como héroe y supera sus limitaciones a favor de una aspiración trascendente. Por tanto, el título del relato se entrevera con su contenido: el viaje representa un boleto de regreso a la sorpresa, a la belleza, a la vida tras la prolongada muerte supuesta por la ausencia semántica del mito; corresponde, así, al entero recomienzo del mundo. Fuentes de consulta • CHEVALIER, Jean y Alain GHEERBRANT. Diccionario de los símbolos, Herder, Barcelona, 2003. • CORONADO, Juan (antol.). La novela lírica de los Contemporáneos, Universidad Nacional Autónoma de México, México, 1998. • MARTÍNEZ, Jean-Luc. Les dieux grecs: petit dictionnaire illustré, Reunión de Museos Nacionales, París, 2001. ** Margarita Hernández Martínez magy_h@yahoo.com Escritora, periodista y crítica mexicana (Toluca, México, 1985). Estudia letras latinoamericanas en la Universidad Autónoma del Estado de México (Uaem, http://www.uaemex.mx). Ha participado como ponente y organizadora en diversos coloquios, talleres y festivales literarios. Ha colaborado en Molino de Letras, Cuiria, Contribuciones desde Coatepec, Futuro y Milenio (http://www.milenio.com), entre otras publicaciones. Fundó la revista independiente El Crítico. Ha laborado como correctora de estilo en el Programa Editorial de la Uaem. Actualmente se desempeña como periodista para el Instituto Mexiquense de Cultura y es responsable de la página cultural del semanario El Espectador. Ha sido ganadora de la mención honorífica del Cuarto Concurso Nacional de Cuento Preuniversitario “Juan Rulfo”, organizado por la Universidad Iberoamericana (UIA, http://www.uia.mx; 2003) y del primer lugar en el Cuarto Concurso Universitario de Poesía, concedido por la Uaem (2007). === Autores incómodos ===================================================== === ¿Cómo se cuestiona a Occidente desde la literatura latinoamericana? === === Claudia Cavallín Calanche ============================================= Una de las funciones del autor contemporáneo se refiere a la propiedad que tiene como intelectual de asumirse como estandarte de un discurso que enfrenta y cuestiona las características de su entorno, con mayor fuerza y agudeza que otros críticos provenientes de diferentes campos. De esta particularidad del autor nos interesa estudiar la posición de ciertos autores latinoamericanos como Armando Ramírez o Luisa Valenzuela, José Revueltas y Fernando Vallejo, frente a lo que podríamos denominar la “comodidad occidental”: todos aquellos aspectos que, cultivados por Occidente, se manifiestan en un modo de vida complaciente inherente a la “modernidad”. I ¿Qué es un autor? ¿para qué sirve un autor? y ¿qué importa quien habla?, son las preguntas que desencadenan una amplia discusión sobre la figura del autor contemporáneo, sobre todo a raíz de que ser autor en este momento implica adoptar una posición maleable, fácilmente intercambiable con la de otros intelectuales del campo, que supera la mera noción de escritor y deviene en la existencia de un sujeto productor que ocupa espacios destinados a la literatura, pero también a la política, la filosofía, la crítica, entre otros. Adicional a la percepción de Michael Foucault de la función/autor como una variante de la función/sujeto que permite visualizar al escritor como un ente del discurso, tenemos a un autor que cumple una multiplicidad de funciones, no siempre de la mano de la ficción y muchas veces ancladas en posiciones metadiscursivas que amplían considerablemente su radio de acción. Una de estas funciones se refiere a la propiedad que tiene el autor como intelectual de asumirse como estandarte de un discurso que enfrenta y cuestiona las características de su entorno, con mayor fuerza y agudeza que otros críticos provenientes de diferentes campos. Esta característica se desprende de la particular relación que posee el autor con su realidad inmediata ya que, al escudarse en la literatura, un autor puede sortear muchas de las condiciones limitantes que proscriben la emergencia de una voz disidente. De esta particularidad del autor nos interesa estudiar la posición de ciertos autores latinoamericanos frente a lo que podríamos denominar la “comodidad occidental”: todos aquellos aspectos que, cultivados por Occidente, se manifiestan en un modo de vida complaciente inherente a la “modernidad”. Como señalan Buruma y Margalit (2005), “lo moderno” es algo escurridizo. Indudablemente, esta categoría se asocia con Occidente, pero también Occidente es una representación heterogénea. Algunos, vinculan ambos conceptos con los modelos de desarrollo que colocan en primer lugar a la ciencia y a la tecnología; con el capitalismo, con las libertades individuales y hasta con el ocio. Para otros, Occidente es sinónimo de una civilización materialista que todo lo envenena, desarraigada, superficial y colonialista. Los críticos del occidentalismo, también diversos, cuestionan desde la globalización, pasando por la separación de la Iglesia del Estado, hasta la naturaleza puramente mecánica de las grandes industrias. ¿Por qué criticar a Occidente? Las razones parecieran no seguir una tendencia única. Para el otro lado del mundo Occidente representa, desde luego, una amenaza al pensamiento oriental y a la lógica de Estado que proponen las naciones que lo profesan. Pero no todas las críticas provienen de Oriente, ni todas devienen en ataques terroristas o son producto de arrebatos de intolerancia. Occidente también cuestiona a Occidente y una de sus voces disidentes, con amplísima resonancia en la actualidad, es la del autor. “Intelectuales como Gissing, Wells y Wyhdham (1) vieron con malos ojos la aparición de las modernas sociedades de masas, lamentando cosas como el ‘hombre común’, los suburbios o el gusto burgués”, señala Edward Said, y añade, “para el intelectual el problema no radica tanto, como parece suponer Carey, en la sociedad de masas en su conjunto, sino más bien en los privilegiados, los expertos, los corrillos y los profesionales que, siguiendo las modalidades definidas al comienzo de este siglo por el erudito Walter Lippmann, moldean la opinión pública, la hacen conformista, estimulan a depositar toda la confianza en un pequeño grupo de personas que lo sabe todo y que tiene el poder” (Cf. Said: 2007:15). Es esta la sociedad de masas que se asocia con una “idiotez elevada” de tendencia conformista. El confort, señala Buruma y Margalit, “es una experiencia mayormente pasiva. Hay algo tedioso en el confort. El placer tiende a ser más activo, más emocionante y, posiblemente, más espiritual” (61). Por lo tanto, la felicidad en Occidente y según sus detractores, se relaciona más con el Konfortismus que con el placer, hecho cuestionable y cuestionado por los escritores que analizaremos en este trabajo. Los autores que revisaremos de una u otra forma atacan a Occidente, desde su posición de autor. Interpelan el triunfo del relativismo moral y la exaltación del utilitarismo consumista, la ligereza intelectual y otros aspectos generalmente asociados a la modernidad Occidental. Rivalizan con el lujo y el individualismo. Apuestan por la barbarie en el apogeo de la modernidad. Algunos manifiestan su crítica hacia Occidente a través de una especie de hostilidad hacia los símbolos de dicha civilización: rechazo a la ciudad y a su representación cosmopolita del mundo, desprecio por las ideologías occidentales, crítica a la burguesía “cuya antítesis es la del héroe que se inmola en el sacrificio” (2), aversión por la ciencia y la tecnología, y condena al individualismo exacerbado. Otros se enfrentan enarbolando cuestionamientos igualmente válidos que si bien defienden de alguna manera ciertos valores del paradigma occidental, lo destruyen desde adentro, ridiculizándolo, parodiándolo o minimizándolo ante los ojos del lector. Al primer grupo, pertenecen autores como Armando Ramírez o Luisa Valenzuela, al segundo, José Revueltas y Fernando Vallejo. II La primera vez que ella se mira el espejo ve “una espalda azotada,” “una cicatriz espesa”, pero su memoria está bloqueada. El trato que Roque da a Laura es siniestro y un caso de horror. En la escena titulada “Los espejos”, Laura está acostada boca arriba sobre la cama nupcial, donde Roque ha colocado espejos para prolongar su placer al infinito. Con su cuerpo estremecido, Laura acepta el ritual de ser moldeada por él. En esta escena de ultraje y violencia, ella reacciona ambiguamente, en parte con deleite físico y en parte con un rechazo total de ese repugnante del acto de amor, descrito por Valenzuela como “todo un estremecimiento deleitoso, tan al borde del dolor”. Mientras él la insulta: “¡Abrí los ojos, puta!”, ella grita un “No”. Esta imagen corresponde al cuento “Cambio de armas” de la escritora argentina Luisa Valenzuela. Lo interesante del discurso de la autora no está en el hecho de describir, de manera cruel y descarnada, un acto de violencia que refleja aquellos ocurridos en su país natal entre 1976 y 1983. El valor del texto estriba en que, para el momento de su publicación (1982), eran pocos, o casi nulos, los documentos que registraban con tal exactitud los abusos de poder perpetrados por la dictadura militar durante uno de los procesos más sangrientos que registra la historia Argentina, donde muchas mujeres estudiantes, sindicalistas e intelectuales fueron secuestradas, asesinadas y “desaparecidas”. El autor, en este caso, como señala María Julia Daroqui, funciona como un “alertador de incendios”, es decir, como productor de un discurso que da cuenta de una situación poco o nada registrada desde otras discursividades presentes en el campo donde se descubre. Paradójicamente, una de las diferenciaciones más contundentes entre el sistema occidental y el oriental consiste en los principios que determinan la posición de las mujeres en ambas sociedades. Ruth Woodsmall (3) refería, a comienzos del siglo XX, que las mujeres en la India eran completamente invisibles ante el espacio público ya que tanto el purdah (velo) como las palizas propinadas por sus maridos y otros hombres de la familia, las hacían “desaparecer”. Tal parece que, en el caso de escritores como Luisa Valenzuela, existe una alerta, una denuncia que apunta directamente hacia ciertos aspectos de la comodidad occidental. En el caso de Armando Ramírez, su novela Violación en Polanco aborda sin rodeos el tema de la violencia en el barrio de Tepito, Distrito Federal (México), lugar pionero en el arte de grabaciones “piratas” de CDs en las que los cantautores locales invitan, explícitamente, a desconocer la ley, el orden y, específicamente, la autoridad de los jefes de gobierno. El texto se enfoca en los espantosos eventos que ocurren en un solo día y que acompañan a la violación de una mujer en Polanco. Los fragmentos de la novela (puesto que no tiene capítulos ni divisiones), se alternan en dos escenarios: el interior de un teatro y una furgoneta que viaja a través de la ciudad de México. Mezclando elementos heterogéneos como efectos de sonido, poesía, figuras históricas como Sahún o Moctezuma, baladas de la radio, jergas y juegos sexuales; la novela refleja la pérdida general de los lazos sociales y discursivos que se fortalecieron en la consolidación de las ciudadanías, pero que ahora se deslustran hasta culminar con un brutal asesinato. Ramírez es otro de los autores con presencia crítica en su escritura. Escritor prodigio del barrio, cronista de los gritos en el mercado y de las fiestas de quinceañeras, utiliza un leguaje calificado de ultracostumbrista que denuncia, a partir de las formas expresivas de la cultura popular mexicana, toda una suerte de violencia underground que parece legitimar los mecanismos de la barbarie entronizada en la modernidad. En palabras del mismo autor, Violación en Polanco “fue como una premonición de la violencia que se comenzaba a gestar en la ciudad y que hoy vivimos de la forma en que está descrita ahí” (Ramírez, 2006, entrevista con Carlos Rojas). Según Buruma y Magalit, se relaciona casi por completo a Occidente con la ciudad como símbolo perverso de la codicia, la falta de fe en Dios y el cosmopolitismo desarraigado. Esta condición aplica, en mayor medida, a las metrópolis o grandes ciudades capitales del mundo, en el mejor estilo de Ciudad de México. “Siempre que los hombres han construido grandes ciudades, les ha obsesionado el miedo a la venganza, ya fuera de Dios, de King Kong o de Godzilla, o bien de los bárbaros que se agolpan ante las murallas de la propia ciudad. Desde la antigüedad, los seres humanos han vivido aterrados ante la posibilidad del castigo por su afrenta en el desafío a los dioses, ya sea por haberles robado el fuego, o por haber adquirido demasiado conocimiento, o por haber generado una riqueza excesiva, o por haber construido torres que alcanzan el cielo” (pág. 25). El problema no radica en la ciudad per se, sino en las ciudades que merecen ser “castigadas”. Violación en Polanco es la venganza de los bárbaros ante la modernidad. Ciudad de México merecía ser castigada, por sus excesos, por su abundancia, por su confort ilimitado. Encarnada en la mujer, la ciudad es violada repetidamente. Esta asociación no es casual pues la ciudad ha sido vista, desde la perspectiva moderna, como reflejo de la sexualidad femenina, tan temida y aborrecida por quienes se oponen a Occidente (como, por ejemplo, los extremistas islámicos) (4). La ciudad exuda una sexualidad ilimitada que raya en la promiscuidad. “En la ciudad, concebida como gigantesca plaza de mercado, todas las cosas y todas las personas están a la venta. Los hoteles, los burdeles y los grandes almacenes ponen a la venta la fantasía de la vida muelle. El dinero permite a las personas comportarse de toda clase de maneras para las cuales no han nacido (...). La figura más simbólica de las relaciones humanas mercantilizadas, relaciones basadas en la adulación, la ilusión, la inmoralidad y el dinero, es la prostituta (...). La prostituta, en su dimensión profesional, es desalmada, por lo cual no es realmente humana (...). Esa condición desalmada se entiende como consecuencia de la hybris metropolitana” (Buruma y Magalit: 2005, 28-29). Es importante señalar, además, otros casos de autores que se enfrentan a Occidente desde los principios y antivalores instaurados por la misma cultura occidental, como la secularización, la violencia o la individualización. Aquí ubicaríamos a José Revueltas, con su obra El Apando, publicada desde la cárcel en 1969. Esta historia contiene claves importantes para ilustrar el problema de la violencia como reacción incómoda a los órdenes de la modernidad. Desde esta perspectiva, podríamos leer esta obra como una “alertadora de incendios” que vislumbra la crisis de los valores modernos que la inspiran (como la tensión entre el orden y el caos, la emancipación de las minorías y, a grandes trazos, la idea de una “revolución” en contra de las instituciones de poder). Sabemos que la crisis de la modernidad, y su característica exacerbación del individualismo (5), encara hoy algunos problemas sociales de difícil solución, entre ellos la posibilidad de que sea en los márgenes del caos, y no en los confines de “La Ley”, donde se consolide la posible existencia. El Apando denuncia, desde principios de los sesenta, lo que hoy en día es el núcleo de la violencia en las sociedades occidentales. Constituye una crítica descarnada que despliega algunos de los inconvenientes más dramáticos de la incomodidad del “otro” con respecto a una de las ventajas de los procesos de modernización de América Latina: el mantenimiento del orden a través de la imposición de la ley y el confinamiento de las cárceles. La modernidad, para los sujetos situados al margen del poder, puede presentarse como algo innecesario puesto que sus estrategias —como la industrialización, la sociedad de consumo, el progreso, la tecnificación— son posibilidades negadas para la mayoría de ellos. Como señala Vattimo (6), son condiciones huecas, que no se traducen en una acción que pueda modificar la condición de vida de los sujetos marginales”. Dadas estas condiciones, El Apando representaría, desde el inicio, una afrenta a las institucionalidad y un quiebre total entre este espacio y la centralidad del poder establecido por la Ley. Este tipo de orden, impuesto por la Ley, responde a aquella mentalidad occidental que, ante los ojos de los críticos, “sirve para hallar la mejor manera de alcanzar una meta determinada, pero que resulta absolutamente inservible para hallar la manera justa. Su aspiración a la racionalidad es una verdad a medias y es la mitad que menos cuenta. Si mediante racionalidad nos referimos a la razón instrumental, al adaptar los medios a los fines, Occidente dispone de muchos medios, pero de muy pocos fines. Según esta óptica, el hombre occidental es un metomentodo hiperactivo, que en todo momento halla el medio adecuado para la finalidad errónea” (Buruma y Margalit: 2005,82). Más dramáticos y violentos son los textos de Fernando Vallejo, La Virgen de los Sicarios (1994) y La puta de Babilonia (2007), donde claramente se cuestionan dos tinturas indelebles con las que suele colorearse la cultura Occidental: la religión y la violencia. En La Virgen de los Sicarios un gramático regresa, después de años de exilio, a una Medellín azotada por el narcotráfico, e inicia una relación amorosa con un sicario. En las primeras partes del relato, el gramático se esmera por explicar el lenguaje de los sicarios, por marcar una diferencia. Poco a poco, va adoptando el reducido vocabulario de su amante y su instrumento de expresión: la ametralladora. A la mano, el gramático y el sicario recorren la ciudad eliminando los enemigos del más viejo: taxistas que escuchan vallenatos y señoras embarazadas que siguen reproduciendo una raza degenerada. Por supuesto, no es el gramático quien empuña el arma, pues él se encarga únicamente de legitimar con argumentos de exclusión la elección de sus víctimas. El sicario las mata sin importarle quiénes sean o por qué han de morir. A este clima de violencia se unen, como partes integrales, consecuencias o causas lógicas de la situación, la devoción a la Virgen de los Sicarios y las fuertes lealtades familiares de la cultura antioqueña. La puta de Babilonia es, más bien, una extensa confesión del autor a la par que un documento histórico que calcula, suma y multiplica las innumerables faltas de la Iglesia Católica (la puta), a las que suma algunos otros pecadillos cometidos por las demás religiones y cultos, para culminar en un manifiesto descreído y desacralizado, que se burla de la fe y ridiculiza a todos sus representantes, a quienes sólo les concede méritos, por gracia y afinidad con los pensamientos del autor, en la seducción de jóvenes masculinos y en la abundancia del placer. En primer lugar, la figura del sicario es una afrenta a Occidente porque cuestiona su actitud ante la muerte. La cultura del confort es una cultura longeva, destinada a fomentar la plenitud de la vida y, más allá, el retiro, la comodidad de la vejez. El sicario apenas vive dieciséis años, cuando llega. La muerte no es vista con buenos ojos por un pensamiento occidental que rinde culto al cuerpo, al presente y a la vida; amo de los más sofisticados recursos tecnológicos y científicos destinados a preservar la salud y combatir el paso de los años. Aunque el cristianismo —la religión emblemática de Occidente— apuesta por una vida más allá de la muerte, desprecia el suicidio, penaliza el aborto y condena el asesinato. Así, dentro de la lógica occidental, el irreverente culto del sicario a la muerte no tiene cabida. Vallejo se burla de esta circunstancia y hace énfasis en todos los detalles sangrientos que puede acumular en un relato tan pequeño, por un lado, para ilustrar vívidamente la actitud de estos niños de la muerte en Medellín, por otro, para dejar claro la magnitud de la afrenta: existe en Colombia un grupo de niños dispuestos a prostituirse, a matar y a morir por las causas menos nobles y sí, son modernos y occidentales. Esta cachetada a nuestra racionalidad no puede menos que paralizar al lector. Ivan Morris señala, en su texto, la siguiente reflexión de un piloto kamikaze, momentos antes de lanzarse como torpedo humano: “Pensé en mi edad, diecinueve, y en ese dicho: ‘Morir cuando haya todavía gente que llore tu muerte, morir mientras uno todavía es puro’ (...). Mi ánimo rebosaba de lo que dijo el teniente Fujimira Sadao, lo que tantas veces me dijo: ‘No te encojas, afronta la muerte. Si tienes la duda de vivir o morir, siempre es mejor morir’ ” (1975:320). ¿No esta la lógica del sicario? Con igual sarcasmo, y quizás con mayor fuerza, el autor critica a la Iglesia Católica desde la experiencia de un hombre criado en el catolicismo en el seno de la oligarquía colombiana. Recordemos que Vallejo es hijo de un ex senador y ex ministro colombiano, el abogado conservador Aníbal Vallejo Álvarez. En Occidente, la fuerte identidad entre modernidad y una actitud anticatólica puede ser la que genere si no una resistencia, por lo menos una indiferencia ante las ideas liberales y modernizadoras. Vallejo aprovecha este resquicio para colar su lengua mordaz y desacralizar cualquier símbolo del cristianismo (desde el “engendro” llamado Cristo hasta el Papa Benedicto XVI), reforzando, quizá, la visión radical de aquellos occidentalistas que alegan que Occidente adora la materia, mas carece de alma; pero desde un ángulo que proclama una liberación de los abusos de la fe, del fanatismo religioso y de la intolerancia que se genera debido a la adoración a Dios. III Desde que Michel Foucault postulara su famosa interrogante ¿Qué es un autor? (1970) (7), pareciera que toda respuesta que privilegie al autor en primer plano, debe pasar por definir al autor con base en su función (8). Es decir, cabría preguntarse ¿para qué sirve un autor? La respuesta podríamos encontrarla, ya no en los estudios sobre el autor meramente creador o fundador de un canon, sino en la noción de un autor como sujeto de la acción (que divulga o denuncia un pensamiento) al punto que puede, desde su escritura, anticiparse a las crisis de los modelos hegemónicos. Se trata del estudio de un autor que se presenta como un sujeto que está “sujetado” al devenir histórico, que discute con una tradición y cuestiona su campo cultural, enfrentando, desde la escritura, diversos pensamientos para transitar, finalmente, por la visión de un autor crítico de la modernidad y de algunos de sus artefactos, como las leyes, las instituciones, las teorías, que se atreve a disentir desde su discurso y que da cuenta de la incomodad de “el otro”. Para un estudio del autor contemporáneo, consideramos relevante la posición de autor (es decir, cómo se relaciona ante los diferentes tipos de discursos) (9), pues no se forma fortuitamente la atribución de un discurso a un individuo; se trata, como señala Bourdieu, de un proceso de intercambio de capitales simbólicos en donde la posición del autor (y ya no hablaríamos de espacio, sino de lugar), dentro de la jerarquía del campo cultural, enfrenta a otras, y se mueve de acuerdo a ciertas reglas del juego. En el campo literario un autor con estas dimensiones, como los autores ya mencionados, tendría como función proponer nuevos discursos que no necesariamente lo convierten en un sujeto meramente discursivo, pues según Bourdieu sería más bien actor comprometido con el campo al cual ingresa, que se atreve a proponer un espacio para la disidencia y que sobrevive en su campo gracias a su capacidad de lucha y enfrentamiento con ciertas prácticas, pero no debido exclusivamente a condiciones concernientes a la originalidad, la maestría o a una autoridad legitimada por la academia. Valenzuela, Revueltas, Ramírez y Vallejo conforman un cuarteto de escritores responsables de una moralización narrativa, a través de textos que critican algunos de los paradigmas de Occidente en una suerte de occidentalismo que devela, por ejemplo, el reverso de la individualización, cuando el derecho a las diferencias se distiende hasta los confines de la barbarie o, dicho en otras palabras, los autores presentan los resultados de la individualización descarnada, potenciada y barbarizada. Igualmente, estos autores proponen un discurso disidente al asumir la barbarie como estrategia y considerar la violencia como el único dispositivo que garantiza un mínimo de convivencia. De esta forma cuestionan abiertamente algunos de los principales postulados de la modernidad; modernidad que en nuestros países latinoamericanos nunca fue asumida de manera cabal, puesto que amén de haber ingresado de manera tardía, reprodujo sistemas que en ocasiones fueron implementados fuera de contexto, sin tomar en cuenta las diferencias particulares que las sociedades latinoamericanas poseían con respecto a los países del primer mundo. Esta actitud legitima una de las funciones más importantes del autor contemporáneo, desde el espacio legítimo de quien publica y vende libros, el convertirse en canalizador de esas otras voces que constituyen identidades abstractas que se rebelan ante el proyecto de la modernidad occidental, que en principio, garantizaría el desarrollo histórico, pero que fracasa ante la posibilidad de existencia de situaciones en las que se apuesta por la barbarie. Los valores de moralidad, sabiduría y productividad, implícitos en la cultura moderna y herederos de una tradición encaminada hacia el progreso, son satirizados al confrontar las narrativas de estos autores con los discursos que los sustentan. Como la crisis de los valores de Occidente, es también la crisis de los artefactos culturales que la acompañan, entre ellos, las teorías, este discurso del autor no sólo se enfrentaría a otros textos literarios sino, además, a múltiples discursos. Así, estos autores superan la noción clásica del authoritas y se convierten en sujetos de un discurso, más allá que escritores de textos, como señala Foucault: “...resulta fácil ver que, en el orden del discurso, se puede ser autor de otras cosas además de un libro —de una teoría, de una tradición, de una disciplina, en el interior de la cual otros libros y otros autores podrán ocupar a su vez un lugar. En una palabra diría que estos autores se encuentran en una posición transdiscursiva” (Foucault, 1999:344). Son autores que, desde una mirada benjaminiana, “cepillan la historia a contrapelo”, es decir, tienen la capacidad de leer su presente para anticiparse al futuro, de tal forma que lo que sería la interpretación lineal de los acontecimientos se invierte para privilegiar una lectura inversa del tiempo que permite prever lo impredecible. Dice Benjamín: “Y éste deberá ser el aspecto del ángel de la historia. Ha vuelto el rostro hacia el pasado. Donde a nosotros se nos manifiesta una cadena de datos, él ve una catástrofe única que amontona incansablemente ruina sobre ruina, arrojándolas sobre sus pies. Bien quisiera él detenerse y despertar a los muertos y recomponer lo despedazado. Pero desde el paraíso sopla un huracán que se ha enredado en sus alas y que siendo tan fuerte el ángel no puede cerrarlas. Este huracán lo empuja irresistiblemente hacia el futuro, al cual da la espalda, mientras que los montones de ruinas crecen ante él hasta el cielo” (Benjamín, 1999:54). Nuestros alertadores de incendios latinoamericanos, críticos de Occidente desde Occidente, anuncian la decadencia del sentido moderno como verdaderos ángeles de la historia. Al leer el presente, intuyen la crisis que se avecina en la civilización, en donde todo ordenamiento parece inútil ante la emergencia del caos pero, además, recrean nuestra incapacidad de pensar en términos de diferencia y en posicionarnos en el lugar del “otro” y, en conclusión, deslustran en su totalidad el proyecto de modernidad a través de una función particular que merece ser estudiada. Bibliografía consultada • BARTHES, Roland (1968): “La muerte del autor”, en El susurro del lenguaje, Barcelona: Paidós (1987). • BENJAMIN, Walter (1934): “The Author as Producer”, en Reflections. Essays, Aphorisms, Autobiographical Writings, Schocken Books, New York (1978). • BERMAN, Marshall (1999): Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. México: Siglo XXI Editores. • BLANCHOT, Maurice (1955). El espacio literario. Barcelona: Paidós (1992). • BURILA, Ian, y Avishai MARGALIT (2005): Occidentalismo. Barcelona: Ediciones Península. • CAMPS, Victoria (1999): Paradojas del individualismo. Editorial Crítica. Barcelona. • CARRERA DAMAS, Germán (1993): De la dificultad de ser criollo. Grijalbo. Caracas. • CHARTIER, Roger (1995): Conferencia pronunciada en el marco del Programa de Maestría en Historia de la Facultad de Humanidades de la Universidad Nacional de Mar del Plata, Argentina, septiembre. — (1999): Cultura escrita, literatura e historia. Coacciones trasgredidas y libertades restringidas. Conversaciones con Roger Chartier. México: FCE. • DAROQUI, María Julia (2002): “Desaparecido. Cuerpo forastero de la memoria cultural argentina”. En: Estudios. Revista de Investigaciones Literarias y Culturales. Nº 20/21. Caracas, agosto de 2002-junio de 2003. pp.33-35. • DERRIDA, Jacques (1989): Cómo no hablar (y otros textos). Barcelona: Proyecto A. Ediciones (1997). • FERNÁNDEZ, Hugo (1999): Acerca de Foucault y las prácticas sociales. Revista Sincronía. Primavera/Spring. ISSN: 1562-384X. Jalisco: México. Universidad de Guadalajara. http://www.fuentes.csh.udg.mx. Fecha de consulta: marzo de 2004. • FOUCAULT, Michel (1999): Los Anormales. Curso en el Collége de France (1974-1975). Fondo de Cultura Económica. México. — (1969): La arqueología del saber. México. Siglo XXI (1998). — (1970): “¿Qué es un autor?”, en: Literatura y conocimiento. Mérida: Ediciones de la Universidad de Los Andes (1999). — (1996): De lenguaje y literatura. Barcelona: Paidós. — (1966): Las palabras y las cosas. México: Siglo XXI (1968). — (1973): El orden del discurso. Barcelona: Tusquets (1999). • MORRIS, Ivan (1975): La nobleza del fracaso. Londres: Secker and Warbug. • PÉREZ MELGAREJO, Ramón (2002): “La crisis de la autoría: desde la muerte del autor de Barthes al renacimiento de la anonimia en Internet”, en Revista Espéculo. Nº 26. Universidad Complutense de Madrid (2004). • RAMÍREZ, Armando (1996): Violación en Polanco. México (DF): Grijalbo. • REVUELTAS, José (1999). La palabra sagrada. Prólogo y selección de José Agustín. México. Ediciones Era. • SAID, Edward (2007): Representaciones del intelectual. Bogotá: Debate. Notas 1. George Gissing (1857-1903): “Workers in the Dawn”, “The unclassed”; Herbert George Wells (1866-1946): “The invisible man”; Jhon Wyndham (1903-1969): “The Crysalids”. 2. Cf. Buruma y Margalit. 3. Ruth Woodsmall (1936). Las mujeres musulmanas entran en el mundo nuevo. Citada por Buruma y Margalit. 4. Cuando Mohamed Atta, joven egipcio que estrelló el Boeing contra la torre norte del World Trade Center el 11 de septiembre, dejó claro en su último testimonio lo siguiente: “Quien haya de lavar mi cuerpo deberá ponerse guantes, de modo que no toque mis partes pudendas. No deseo que una mujer embarazada o una persona que no esté limpia se acerque a decirme adiós, porque no lo veo con buenos ojos”. 5. Entre los elementos que definen la relación del hombre con respecto a la sociedad, el individualismo puede definirse como la primacía moral de la persona, frente a cualquier colectivo social. 6. Vattimo: 1994:15. 7. En 1970 Foucault pronunció por segunda vez esta conferencia, en la Universidad de Búfalo (Nueva York) anexándole un párrafo y estableciendo algunas modificaciones. Esta versión, más completa, es tomada a menudo como referencia en las investigaciones más recientes. 8. La “función/autor”, como la define Foucault, sería una variante de la función/sujeto que permite visualizar al autor como un ente del discurso. Confróntese la conferencia pronunciada por Michel Foucault: “¿Qué es un autor?” (1970). 9. Foucault: 1999, 104-111. ** Claudia Cavallín Calanche ccavallin@gmail.com Docente, periodista e investigadora venezolana. Profesora de lengua y literatura en la Universidad Simón Bolívar (USB, http://www.usb.ve) de Caracas. Es licenciada en comunicación social, mención desarrollo humanístico (1996), egresada de la Universidad de Los Andes (ULA, http://www.ula.ve), donde fue profesora en la Escuela de Comunicación Social, dictando cátedras como Periodismo Cultural y Teoría de la Comunicación, entre otras. Es Magíster Scientiae en Literatura Latinoamericana y del Caribe (2000). Actualmente es candidata a doctora en letras en la USB. ||||||||||||||||||||||||||||||| LETRAS |||||||||||||||||||||||||||||| *** Con olor a sexo Anitzel Díaz *** Haikús Tarcisio Agramonte Ordóñez *** Gea de Armore Róger Vilar *** Bitácora del viento (extractos) Norma Segades-Manias *** La abuela (desalmada y muerta, pero no tan triste la historia) Marianela Cabrera Pineda *** Box day (fragmento) Marcos Arcaya Pizarro *** Bienvenido Mr. Crusoe Jorge Serra *** Poemas Wilson Campanella *** Última parada Érika Fernández *** Lastimadura (extractos) Marijosé Pérez-Lezama *** Soledad Sandra Becerril *** El canto-gemido del pájaro aurora Juan Pablo Mejía *** La cena de los niños Juan Planas *** Líquidas alas (extractos) Xesca Almécija *** El papalote y la bruja Odilón Moreno Rangel *** Poemas Marta Roldán === Con olor a sexo Anitzel Díaz ===================================== Recuerdo el colchón en el suelo, nada es mas dulce que una habitación para dos, el pollo cocinándose, las flores en la mesa y tu mirada. La hamaca en la sala, esa toalla de Coca puesta en un sillón para tapar los hoyos, las paredes despintadas, carcomidas. Un departamento viejo de la Narvarte, arriba de un mercado, con todos los olores, ruidos y sabores de éste. Toco el timbre y me recibes desde la ventana del baño con una sonrisa que ilumina tu cara. Te estás afeitando. Me estas haciendo saber que estás recién bañadito. “Sube”, me gritas y me lanzas las llaves. Te veo y lo disfruto, ese hombre es mío. Subo, vengo de un largo día de trabajo en una tediosa oficina, con la peste a responsabilidad todavía pegada en mi vestido. Enumero todos mis pendientes en la subida. Mañana tengo que tener los presupuestos, llamar al diseñador, revelar las fotos, contratar a las edecanes, hacer el súper, pasar a la tintorería, hablarle a mi abuela, “pero qué alto vive este hombre, y sin elevador”, pienso. Llevo puesto ese vestido de cuadritos que sé que te gusta tanto, me lo puse fantaseando que te vería ese día y debajo aquello que me diste un día con una nota que decía “para cuando te haga falta, mi negra”. No estaba muy segura de verte ese día, tenía tanto qué hacer, pero qué cojones ¿por qué no?, me merecía el descanso. Subí por las escaleras, un olor dulzón envolvía el ambiente. Pollo a la manzana, pensé... probablemente unos tostones y el siempre presente arroz congris. Los Van Van de fondo. Eres tan diferente a mí, ¿qué hago aquí? ¿qué significa esto? Traes el olor y el sabor de la isla dentro. Eso fue lo que más me gustó de ti. Ese gusto a sal y libertad que tienes. Esa falta total de prejuicios, ese calorcito que tienes cuando bailas. Ese fuego que desprende la música, la comida, el arte cubano. Tú traes todo eso impreso en ti. En tus ojos está el candor, la desesperación, el ansia de algo más y la paz de saberlo todo. En tus manos está la creación, la pintura, el arte. Eres tan diferente a mí y me has enseñado tanto. Y ese no te demoro más cuando hablamos por teléfono. Entro y sale corriendo ese español desarrapado y apestoso que es tu compañero de departamento. “¡Chao, guapa!”. “Y arriba”, me dice. Sonrío, desaparece. Entro y te veo con la toalla puesta, “ya termino”, me dices, “ponte cómoda, sírvete un vinito; hay algo en la cocina, y de paso podrías mover un poco el pollito no sea que se pase”. Desde que entré al departamento lo supe. Todo olía a sexo y yo lo sabía, iba dispuesta. Habíamos estado jugando demasiado tiempo al gato y al ratón, y a mí la virginidad me pesaba. Aunque me hacía la difícil moría por ti. Saliste del baño y me besaste, dejándome un sabor dulzón el la boca, ¿albaricoques?, nos miramos, sonreímos. Platicamos de cosas sin sentido. Comimos, bebimos, alargamos la espera. Bailamos un poco, respiro dentro de ti, siento tu dureza, me marean tus ojos, me derriten tus manos. Buscas debajo del vestido, encuentras humedad y deseo. No puedo parar, no quiero parar, no voy a parar, no esta vez. Siento tus dedos reconocer mi cuerpo, tu boca, tus labios encuentran la miel, lames, sorbes. Tiemblas de deseo, te detienes en mis tetas, las gemelas las llamas, “las quiero para mí, quiero que sean mías para siempre”, me dices perdido en ellas. Yo estoy perdida y muerta de miedo, ¿qué sigue? ¿qué sigue? Me tomas primero con toda la ternura de la que es capaz un hombre que ama, con ansias después. Lágrimas de saber algo perdido, después risa desenfrenada. Lamentos ninguno. Rumores, sonidos, tremenda felicidad. Cansancio sin sentido. Al final estallo puta, puta, deliciosamente mujer. Al otro día me puse unas bragas limpias y fui por más y me encontré un cuadro de una mujer árbol, mis ojos, mi pelo, mi boca, mi cuerpo. ** Anitzel Díaz anitzeld@yahoo.com Escritora mexicana (1974). Textos suyos han sido publicados en las revistas etcétera y Letras Libres (http://www.letraslibres.com). === Haikús Tarcisio Agramonte Ordóñez ================================ Piedras en calma Del río. De qué, entonces, Huye el agua? Silencio y quietud. Imperturbable como el mar, La luna clara. Abismo Del páramo. Una Cometa. Quieta en lo alto. Entre montañas, La luna. Ostia del mar. Y silencio. En la proa De la barca, se mecen Farol y llama. Cesó la tormenta. Límpido el cielo del mar. La luna, clara. Cascada. Sonoros Yunques de piedra, débil martillo De agua. Medio día De verano. Un trueno. Solo. Seco. Ojos de la rana. En el nenúfar, esmeralda. Punteada de ámbar. Niño y niña, Desnudos. La barca, al arbitrio Del agua. Luna en la tarde. Y florece, en libélulas, El viento. El río. Se despide hacia el mar, Y llora el agua. Caracolillos Del río. Tan lejos del mar, ...y lentos. Negra su falda, La noche. La luna pasea. Fru-frú del bosque. Cortejo. En la campiña, campanadas Dobles. Lentas. Brillante, La superficie del mar. Lejos, un barco. Firme, musgosa, La piedra. Corre, cantarina, El agua. Lloviznas Al medio día. Y se coronan, de páramos, Los lirios. Laderas Del cerro. Auriga del trueno, El viento. Una cascada. Gemidos. Llora, en la noche, El agua. Colibrí. Grácil Zumbido de luz, en burbuja Del mar, que vuela. Furruginosa La escarpa. Al fondo, quebradas. Dulzura del agua. Solitario Estanque. Corona de luces Trémulas, la tarde. Arrogante Palmera. Transparencias del agua. Fina arena. Campanadas Graves. Sisean a la luna La flor, el sauce. Encadenado, Galeote de la ola, se curva Y gime, el mar. Risa. En la tarde, Como bandadas de pájaros Marinos. Acezante Hálito del mar. Pescado fresco. Todo silencio. Escarcha, en la noche Helada. Luna clara. El fantasma del viento Mueve las jarcias. Al arroyuelo Las flores. Pastor de aguas Y pétalos, el río. Oyes, hermano Silencio, de pájaros, sonoros, Los murmullos? Afiladas espinas. La brisa inclina las zarzas. Flores blancas. Ay, marinero Cantar... Silbar del viento En las jarcias. Frailejón. Oración De la niebla, sobre el viento Del páramo, murmura. La danza del pez, Admira, quieta, la garza. Luego, picotea. Montaña de nubes, La noche. La luna asciende. Trabajosamente. Vorágine. Fiesta del abismo. Ensimismado Círculo de agua. Azul el cielo. Melancólica tarde. Leve, el viento. Llanura sola. En el árbol seco, Quietud del viento. Velas sueltas. Quebradas alas del pájaro Del mar. Tormenta. Sonora flauta. Melodías sobre el viento. Pinar en calma. Cielo rojo. En mi cabaña, leve crepúsculo Del mar. Distante El nido de plumas. La garza, Dentro del agua. Amorosa dama, La lluvia, derrama sobre el mar Su cántaro de agua. Ah, viejos tiempos Del mar... La barca, destrozada En la playa. Hacia el Gran Abismo, llevas, estrella fugaz, Mi sueño. Albufera. Entre dulce y salada, Duda el agua. Patos flotando. Inviolada y tersa, Quietud del agua. Sur. De la Rosa De los Vientos, desprendido Pétalo. Sol. En el crepúsculo, ecuménica Lámpara del mar. Playa desierta. La ola rueda, tubular y Lenta. Húmeda noche Del mar. Estrellas, sobre La playa tersa. Azul del cielo Y del mar. Descansa el viento En las jarcias. (De Haikus de la aldea sonora; Editorial Skla, Bogotá, 2005). ** Tarcisio Agramonte Ordóñez navarglad@hotmail.com Escritor, sociólogo, periodista y analista político internacional colombiano. Ganador de dos premios iberoamericanos de Literatura. Diplomado en derecho internacional humanitario. Botón de Honor de la Comisión Colombiana del Océano (http://www.cco.gov.co). Miembro de la Asociación de Escritores del Caribe y de la Academia Colombiana de Letras y Filosofía. === Gea de Armore Róger Vilar ======================================== ¿Alguien se atreverá a amar al Rey de las Manos Pálidas? I Sólo la belleza de Gea de Armore me impulsa a exhumar esta historia ahora que nadie la recuerda ni cree en sus poderes. Su cadáver yace en tierra de lobos, pero cuando sus padres la vendieron a Pierre Menjouin tenía la edad de una flor espiritual. Menjouin era un viudo de sesenta años que compraba sedas, porcelanas y tapices a los sátrapas del Oriente. Solía pasar largos meses con sus amigos de Bizancio, en las cortes de Palestina; y en otras mucho más lejanas, donde se vive en el boato, en la desvergüenza y en los pecados carnales. Aunque esto se rumoraba desde hacía largo tiempo, la Iglesia y su Santo Tribunal de la Inquisición nunca llamaron a cuentas a Menjouin, pues en este siglo impío se puede comprar la santidad por menos de las 30 monedas que recibió Judas Iscariote. En el rostro del viejo las arrugas repugnantes eran el signo de las noches de lujuria, rodeado de huríes, complaciéndose con aquel agujero de la mujer del que no puede salir el fruto de una nueva vida. Menjouin brindaba su viejo instrumento a aquellas desvergonzadas para que le propiciaran placeres que no debo mencionar, y, quizás, peor aun, después que el vino había hartado su barriga de asno, se introducía entre los eunucos cometiendo el pecado de varón con varón. Sin embargo, cuando el espíritu es pobre no ve los tesoros de la inocencia ni los guarda bajo siete llaves. Siendo hombre de baja estofa, vil por naturaleza, Sidanius de Armore y su mujer Acrilia prefirieron el oro de este mundo y entregaron a la dulce Gea a aquel pecador de Menjouin. Bajo las grandes cúpulas de la Iglesia, aplastada por las notas lúgubres de órgano, escondidos sus ojos tras el velo blanco, Gea escuchó con terror la orden del sacerdote. “Ahora usted puede quitar el velo y ver el rostro de su esposa”. Aquellos dedos, rugosos y fétidos, semejantes a las viejas ramas que nadan en los pantanos, levantaron el velo de la doncella. Ella continuaba mirando el suelo. Menjouin estiró el labio inferior, dejó rodar baba por él, y apretó la barbilla de Gea hasta poner su rostro frente a frente. Él tenía varias papadas que se repartían desde las orejas hasta ocultarse en las vestiduras. Seguía escurriendo baba. Quería echarla en los labios rojos, en las mejillas rosadas y tersas. El sacerdote y toda la congregación contemplaban la fuerza que ejercía sobre la faz que se negaba a complacerlo. Resbalaron los dedos de Menjouin, bajo ellos la piel de Gea había quedado desgarrada, en algunos sitios, de las excoriaciones, salían pequeñas gotas de sangre. Pensó el novio que se vengaría al llevársela a su casa. “Prosiga, padre”, pidió Menjouin. El sacerdote presentó ante los novios la hostia y el vino, la carne y la sangre de Jesucristo. La Presencia Viva de Dios en este mundo. Gea de Armore miró el pan circular y blanco y se estremeció ante ese dios que tenía enfrente y que se disponía a adelantarle el infierno en la tierra. “Come, hija”, le dijo el sacerdote con esa dulzura de los que brindan una fruta envenenada. Sólo las brujas rechazaban los sacramentos, no beber la Sangre del Cordero ni comer su Carne la conducía a la hoguera de inmediato. Empezó a tragársela mientras el viejo Menjouin la imaginaba tragando otras cosas que él se encargaría de obligarle a comer. Fluidos de su cuerpo corrompido que caerían sobre la blancura y la pureza de Gea. No tenía mayor placer el comerciante que pensar en esto. Solía orinar sobre espejos de plata, sobre plantas recién nacidas, defecaba sobre las flores, y echaba cuerpos agusanados en los nidos de los halcones y las águilas. Siempre tenía una buena provisión de mariposas de alas blancas para matarlas con sus escupitajos llenos de flemas. En los salones cubiertos de alfombras persas fue la fiesta. Gea de Armore vestida con otras ropas, ya sin velo, no se atrevía a hablar, no lograba levantar la cabeza. Estaba sentada al lado del viejo Menjouin que bebía como una caverna tragándose a un pantano, soltaba malos olores de su trasero, tiraba los platos de comida al piso, y gritaba junto con sus amigos, comerciantes también, barbaridades en todos los pedazos de idiomas que conocía. Otras mujeres, sudorosas, se acercaban y la felicitaban por todo el dinero del que iba a disponer. Sin duda, su padre, el curtidor, le había buscado un buen marido. Ellas eran viudas ricas que también fueron vendidas en la doncellez a ancianos. Ahora, con muchos dientes de menos pero con la fortuna de los maridos, pagaban mancebos para que las regalaran cada noche. Borrachas, describían los “jugosos troncos de aquel bosque”, y sus savias, que recogían en copas para beber y brindar. Gea temblaba cuando veía que algún invitado se iba. Cuando la casa quedara vacía el viejo Menjouin reclamaría sus derechos de marido, y ella no tenía ningún argumento ni fuerzas para negarle su blancura. La Iglesia le daba todos los derechos a Pierre. Era algo malvado. Sin embargo, le habían dicho que nada superaba en crueldad a Lucifer. ¿Cuánta sería la sevicia de aquel ángel caído para superar a la del Sumo Pontífice que avalaba matrimonios como el de ella? Quedó la casa sola. Menjouin vio a Gea inclinada sobre la mesa, como si la entrada imprevista de nuevos invitados pudiera salvarla. La entendía y su miedo le provocaba latidos de placer. Sabía que cuando la desnudara vería una niña con un poco de senos y algo de vello en el pubis. Pero quería demorar ese momento, extender el terror de Gea. Se sentó frente a ella y gritó. “¡Las esposas tienen deberes sagrados para con sus maridos!”. Gea tomó un hueso de pollo y empezó a mordisquearlo. “¡Dame eso, imbécil! ¡No tienes derecho a comer si yo no te lo ordeno! ¡Una mujer no tiene voluntad propia!”. Y de un manotazo tiró el hueso al piso. Gea extendió su mano temblorosa hacia una bandeja de pan. Quería tener algo, infinitamente algo que hacer para nunca enterarse de cuáles eran aquellos “deberes sagrados”. Menjouin tiró los panes al suelo. “Recógelos con la boca, perra”. Algo que hacer, algo que hacer que no fueran “los deberes sagrados”; algo que hacer, cualquier cosa; y Gea se lanzó al suelo aliviada. Apoyada en las rodillas y en las palmas de las manos tomaba con los dientes los panes y los volvía a depositar en la bandeja. Pero ahora tuvo más miedo. Menjouin abandonó su silla, se puso detrás de ella, se agachó. Ella iba a darse vuelta, pero se lo impidió el gritó. “¡Termina de recoger el pan, perra!”. Se inclinó hacia un mendrugo, era tan pequeño que no lo podía asir con los dientes. Menjouin había tomado los bordes de su falda. “¡Perra, con la lengua!”. Y Gea estaba pasando la lengua por el piso, en un vano intento de que el fragmento de pan se le pegara a las papilas gustativas, cuando Menjouin, de un tirón, le arrancó la falda y esta vez murmuró. “Oh, maravilla... Oh, maravilla... Qué dulces han de ser tus orines”. Gea, desnuda de la cintura para abajo, huyó a gatas. No se atrevía a ponerse en pie. Cuando chocaba con alguna pared, cambiaba de rumbo en busca de la puerta. Durante un minuto, quizás, no escuchó a Menjouin. Veía ante sí las patas de la mesa y se disponía a esconderse cuando un latigazo en sus partes más tiernas la acalambró y cayó de bruces. Menjouin le puso un collar de perro. Tiraba de la correa. La llevó hasta una escalera. Sintió otra vez el látigo en sus glúteos, y a Menjouin ordenándole que subiera las escaleras para cumplir “el sagrado deber”, o es que “...acaso su puta madre no le había dicho las cosas que le hace un hombre a una mujer”, las cuales son pura basura entre los seres del universo, y cuyo único uso es el que disponga de ellas el marido. Siguió blandiendo el látigo y Gea fue a dar a un lecho donde Menjouin entró y cerró las gasas. Desde adentro salían sus gritos. “Ese, ese soy yo, ese soy yo, esa cara blanca, esas teticas de puerca recién nacida, esa soy yo, me estoy viendo como soy. ¡¡Dí que tú eres el espejo donde me reflejo, puerca!!”. “Yo soy el espejo”. “Maldito espejo, me robaste mi verdadera imagen. Yo era esa doncella tierna, maldito espejo, maldito espejo, yo era esa doncella tierna, maldito espejo, yo era esa doncella tierna, maldito espejo...”. Salieron volando los pantalones de Menjouin, y se escuchó un gran chorro de orine, pestilente, como si el hombre tuviera la vejiga podrida. Menjouin saltó fuera de la cama desnudo, sosteniéndose la enorme panza, fue hasta su jardín de margaritas, escogió con una lámpara de aceite los brotes más tiernos y sobre ellos defecó llorando, pues se dijo que había perdido su imagen de doncella lozana, pues un espejo humano que estaba en su habitación se la había robado. Pierre Menjouin se durmió sobre las margaritas, junto a sus deyecciones. A medida que el sol subía llegaban las moscas. Lo despertó el zumbido. Uno de los insectos se había posado en su nariz. En la cercanía la cabeza se veía enorme, los ojos amenazadores, la trompilla dispuesta a romperle la piel. Pierre intentó chillar como una jovencita asustada, pero sólo le salió un sonido de toses y flemas. Se tapó la boca, como si por su propio esfuerzo no pudiese sujetar aquellos carraspeos. Escuchó un llanto que venía de la casa, probablemente del lecho matrimonial. Supuso que la muchacha continuaba allí. Recordó lo que había pasado con el chorro de orine y se río a carcajadas, pero luego empezó a sentir su propio cuerpo pegajoso, pestilente, los labios y la garganta sucios, la tierra en que caminaba empapada de meados y llena de pliegues como una sábana mojada. Pierre intentó, otra vez, gritar y gemir como una muchacha, pero las toses y las flemas eran lo único que salía de su cuerpo. Corrió hacía uno de los corredores del patio interior, se sujetó a una columna, llamó a gritos a los criados. Lo vistieron y cuando se le pasó aquella sensación de que todo estaba inundado de fetidez a orines, mandó a que mataran y desollaran una cordera blanca, joven. A la piel, como es costumbre, no dejó que le echaran sal y la abrieran hacia el sol para que empezara el proceso de desecación, sino que el mismo la enrolló y la puso en un rincón de la cocina llena de moscas, donde seguramente se agusanaría pronto. Subió hasta la alcoba. El olor a orines era muy fuerte. Detrás del mosquitero de gasa vio la figura de Gea, refugiada en un rincón del lecho donde quizás los meados no calaron. Pierre Menjouin pensó que debía comer, iba a llamar a los criados para que la alimentaran, pero cerró la boca. Le gustaba estar allí, viéndola, con movimientos torpes, buscar algún lugar donde esconderse. No se atrevía a saltar fuera de la cama, hasta que por fin se hizo un ovillo, como si esto pudiera ocultarla de Menjouin. Él imaginaba la mordida del hambre en el estómago de Gea. Esa vaguedad en los pensamientos que produce el déficit de alimentos. Como si la sangre escurriera de los sesos en forma de gotas de plomo. Plas, plas, plas... Y en cada sonido se oscureciera un pensamiento. “El crepúsculo de la razón”, pensó Menjouin, y tuvo miedo de que en cualquier momento su propio cerebro no pudiera encadenar los hechos de manera coherente. Por las ventanas de arcos ojivales entraban los últimos esplendores del sol, tocaban el lecho matrimonial donde Gea había dejado de moverse. Su figura era una mancha un poco más oscura, la sensación de su presencia dejaba de tener contornos humanos. Menjouin volvió a pensar en el hambre: destruía los pensamientos, pero concentraba las emociones, las cernía, desechaba las menos importantes y sólo dejaba la esencial. Un miedo vaporoso y sin forma flotaba entre los dolores de cabeza de Gea de Armore. Un terror que le impedía recordar bien la identidad de Pierre Menjouin. Era como una forma errante en la oscuridad, babosa, grasienta, expulsora de deyecciones pestilenciales. Pierre se movió hacia la cama. En la oscuridad flotaba aquel fantasma que recién imaginado. Ahora tampoco él podía nombrarlo. Tuvo miedo de que el fantasma lo mancillara a él, de que le convirtiera la vida en un lugar donde ni siquiera los pensamientos son posibles, donde sólo brota el miedo a que ensucien algo que quieres guardar oculto a todas las miradas. Tomó el látigo y llenó a Gea de Armore de grandes verdugones que empezaron a abrirse y a soltar sangre. “¡Perra, acuéstate en el suelo!”. Y él puso su trasero sobre su espalda, descargando los intestinos mientras recordaba sus mariposas de alas blancas, las mariposas que también habían escapado de su alma y ya nunca tendría. En realidad no tenía nada adentro. Padecía la soledad que surge cuando del alma escapan las cosas puras y no hay un lugar interno a donde dirigir la mirada porque todo es asqueroso. En su mentalidad de mercader sólo flotaba una palabra: “He sido robado, he sido robado...”. Y fuera de él los espejos de plata, los pétalos blancos, las mariposas, la doncella que creía haber sido seguramente estaban sufriendo las porquerías de este mundo. Lastimadas por ese fantasma vicioso, lleno de deseos obscenos, gordo y grasiento, que vagaba en las noches y lo seguía paso a paso. ¿Dónde estaba la doncella que fue? Y lloró Menjouin con abundantes lágrimas, porque seguramente ella se estaba deseando la muerte, y empezaba a odiar todas las cosas, desde su madre, su padre, el marido. Y sobre todo, las flores y las mariposas, porque una doncella, al ser embarrada de mierda, seguramente empieza a odiar todo lo que es perfumado y bello. Al levantarse sintió la sombra del ser monstruoso siguiéndolo. No ya a un paso, no ya a un milímetro de su piel, sino encajado perfectamente en su cuerpo, cada célula de la piel del bicho empotrada en sus células, el corazón agusanado latiendo en su corazón, las uñas sucias de los pies metidas en las suyas, el cerebro estaba dentro de su cráneo, los pensamientos eran los del sapo espectral que siempre lo seguía, con la garganta atascada de arañas, mosquitos y piojos, una garganta sedienta de alcohol. Y bajó a las cavas, bebió tarro tras tarro. Despertó con la cabeza adolorida, no sabía cuánto tiempo había pasado. En los primeros minutos no recordó nada de Gea de Armore. Su mano tanteaba telarañas, una barrica había derramado todo su contenido sobre el piso. Las tablas olían a vino y sus ropas también. Empezó a subir los peldaños de madera casi en total oscuridad. La trampilla lo llevó a la cocina. Allí un olor nauseabundo apagó el del vino. Era la piel de cordero que había guardado. ¿Ayer? ¿Hacía tres días? ¿La semana pasada? No sabía. De sus pliegues caían grandes gusanos blancos. Quería ponérsela a alguien. Oír chillidos de asco. Pues tenía que vengarse. No podía soportar que la pureza que tuvo cuando era un mancebo la hubiera suplantado y succionado aquel bicho horroroso que llenaba cada una de sus células. Tenía que vengarse de la vida, no importa contra quién. Lo importante era vengarse y hacerles sentir a otros la suciedad de la cual él era víctima. Subió dando tumbos a la recamara nupcial. Tanto vino, tanta falta de comida, tanto tiempo habitado por aquella presencia extraña lo debilitaban. Abrió las cortinas del lecho, pero allí no estaba Gea de Armore. Sólo quedaba el vaho de las deyecciones del mercader. Ahora el demonio que lo habitaba se enfureció. Gritaba como sólo se puede hacer en las grutas más profundas del Averno. Y él, Pierre Menjouin, corrió de un lado a otro. Asustado como una doncella. Llevando en su mano la piel blanca y podrida del codero. Hasta que chocó con un bulto suave. Era Gea de Armore, junto a una ventana, bella y perfumada, lavada de las inmundicias, con una soga en la mano, dispuesta a fugarse. Estaba bella como nunca. Y Pierre quiso ser así. No sabía por qué Dios lo había castigado dándole el aspecto de un feo mercader y no el de una joven hermosa. O quizás así fue él, y ella se iba robándose su ser. Quería ponerle la piel a Gea. Mas, no fue tan fácil, Gea de Armore sacó de su vestido una espada curva, uno de los sables que Menjouin guardaba de sus viajes al Oriente, e hirió las manos del mercader. Las gotas de sangre creaban nuevos estampados sobre los dibujos de las alfombras persas, que en realidad son jardines que el musulmán teje mientras mira el desierto y añora las fuentes, los pájaros y las flores. El mercader hubiera podido dominar a su esposa con el látigo, como las veces anteriores, pero le insinué otra cosa. Salió de su casa enfurecido y sangrando y llegó al Tribunal de la Santa Inquisición. Desde lo profundo donde moro, percibí la gran agitación que se producía entre los oscuros muros de piedra ante la perspectiva de poder llevar otra bruja a la hoguera. Menjouin acusaba a Gea de Armore de haberle robado el alma, por lo cual no había tenido erecciones en toda una semana de casados, cosa que podrían comprobar fácilmente, pues ella seguía siendo virgen. La mesnada de los perros de dios, los domini canes, los dominicos, con sus hábitos blancos y sus capas negras, partió en busca de la presa. Hallaron la piel agusanada, rodeada de manchas de sangre. No había mejor argumento para alegar brujería, pues sabido es que se debe tomar algo santo y mancillarlo. El cordero blanco es uno de los símbolos del Señor, y aquella pecadora había dejado que se pudriera como para pudrir el rostro divino y llenarlo de alimañas. La sangre lo confirmaba todo. Eso dijeron los domini canes. Menjouin ocultó las heridas de sus brazos y manos en guantes y mangas. Una monja clarisa verificó la virginidad de Gea de Armore. Y entonces la cargaron de cadenas y la trajeron hacia acá. A pesar de toda la tierra que está sobre mí, de los sucesivos muros de templos y salones ignorados que me cubren, pude oír cómo se iba aproximando la marcha de los buitres. Alborozados con la perspectiva de lacerar aquella carne fresca. Si no la podían poseer, por lo menos sentían grandes erecciones al torturarla y destruirla. Algunas voces se escuchaban claras, otras confusas, algunas nunca las pude descifrar. Menjouin repetía sin cesar que le había robado el alma y lo había dejado impotente como varón. Los inquisidores preguntaban cómo había sido su contrato con el demonio, ya que era virgen por delante, aventuraban la hipótesis de una relación sodomita, acto del que el cerdo de los infiernos gusta más que de cualquier otro. ¿Quién le había enseñado la brujería de la piel de cordero agusanada y rociada de sangre? Ella negaba con balbuceos que no pude entender. ¿En qué lugar se encontraba con el demonio? Hija mía, confiesa de buena voluntad para que no sufras los tormentos del potro y podamos salvar tu alma quemando tu carne. Gea negaba. Quizás dijo que el autor de la piel agusanada era el propio Pierre Menjouin, pues oí sus chillidos de rabia y de protesta. Seguramente los dominicos se encolerizaron al escuchar que una mujer osaba poner en duda la palabra de un hombre, pues como habían leído en el Malleus Maleficarum, compuesto por hermanos de su propia orden, peor es convivir con una mujer que con un león, y ella es semejante a una quimera de vientre nauseabundo. La bajaron a la mazmorra más fría y profunda, donde había un potro destinado a descoyuntar los huesos. Aquel aparato, bien lo sabía Gea, zafaba las articulaciones y la gente quedaba como una masa informe, con todos los cartílagos, las venas y los nervios reventados. En la cama, llena de ganchos, grilletes, ruedas dentadas y palancas, estaban las marcas de las uñas de quienes presa del dolor habían intentado romper la madera con sus débiles dedos. Más allá había una especie de horca, pero no estaba destinada a matar. Al réprobo se le ataba un gran bloque de hierro a los pies, quizás más pesado que él mismo, y luego se dejaba caer, con la consecuencia de que separaba todas las vértebras, y el reo quedaba inválido para siempre. Toda aquella maquinaria estaba destinada a salvar las almas, a obligarlos a confesar los pecados para que pudieran recibir la absolución y luego quemar la carne pecadora. Pero si no bastaban esos artilugios, quedaba otra cosa. El cuerpo descoyuntado, tan laxo como un manto de seda era encerrado en una pequeña caja de metal que no tendría más de medio metro de altura y lo mismo de ancho. ¿Puede caber una persona ahí? No, no una persona normal, pero si el amasijo de músculos, venas, nervios y cartílagos confusos y caóticos de los endemoniados, que con frecuencia morían dentro, pues el dolor en aquella caja de Dios jamás termina ni da un segundo de reposo. Todo esto vio Gea de Armore. Bajo las sombras de la bóveda de piedra y el frío de los hilillos de agua que corroían los muros, empezó a llorar. Su cabeza le dolía. No quería morir, pero tampoco podía mentir, porque entonces aquellos tormentos temporales se prolongarían por toda la eternidad en el infierno, ya que ese es el destino de los que no dicen la verdad. Santa Gadea se dejó rebanar ambos senos antes que traicionar a Cristo. Pero ahora no eran los paganos, sino los ministros del Señor quienes se empecinaban en no creerla a ella y sí a Pierre Menjouin, tampoco podía suicidarse, el suicidio es un pecado sin perdón, el alma se queda por toda la eternidad en el estado de angustia, deseos de morir sin morir, sentir que se está muriendo y ya no poder evitarlo, del momento en que se está ejecutando tal acto. Un grito rasgó la noche. En otra mazmorra empezaban a estirar los miembros de un condenado. Era un hombre acusado de predicar la existencia de otro Dios y de otra Iglesia. Era un hombre que se decía, perfecti, iluminati, frente a la Iglesia de Satanás, que era la del Papa. Decía que en la lucha eterna entre la luz y las tinieblas la sombra estaba triunfando, pero sólo momentáneamente, y que el dios en el cual él creía acabaría lanzando al lago de fuego a sus torturadores. Se oía cómo sus coyunturas traqueaban. Luego uno de los frailes pidió que lo inflaran de agua. Con un embudo en la boca empezaron a echar balde tras balde. Después de cada dosis le preguntaban si se arrepentía de sus doctrinas heréticas. Él respondía que no, luego balbuceaba, y casi al terminar la madrugada, en esa hora que es más negra que todas, el hombre calló para siempre. Para Gea de Armore la mención de otro Dios y otra Iglesia distinta a aquella que la había apresado fue toda una revelación, una esperanza de consuelo. Si había otro Dios le pediría que la salvara y comenzó a rezar de manera confusa mientras lloraba. Fue entonces cuando empecé a mover mi cuerpo. Estaba sentado en un trono de piedra, en un salón muy profundo, en tinieblas, y hacía siglos que no emprendía ninguna acción. Tardé un poco en que mis dedos y mis brazos recobraran el vigor. Noté que sobre mi rostro, sobre todo mi cuerpo las arañas habían tejido una especie de velo, una gruesa mortaja cubierta de polvo y alimañas. La sacudí y escuché cómo salían volando cientos de murciélagos. Al levantarme del trono pensé que iba a tropezar y a caer, pero no importaban las tinieblas, durante mucho tiempo yo había andado y desandado aquellos caminos, podía oler la presencia de los muros, lo compacto de las piedras, el vacío de los huecos, el polvo ascendente de la escalera, y empecé a subir. Escuchaba cómo los restos de telaraña, adheridos a mi manto, barrían el polvo. Mis manos palpaban otra vez la escritura que cubría cada centímetro de las piedras, signos que ya nadie sabe leer, y que encierran secretos más antiguos que la Iglesia, Roma, los frailes, sus guerras teológicas contra los sabios moros y los herejes; historias que cuentan guerras más viejas que la de los cruzados contra los musulmanes y las incursiones de los césares en el norte. Aquí he seguido, viendo el mundo pasar. Hasta que Gea comenzó a llorar, y seguía llorando, pidiéndole al desconocido dios del retador difunto. Empujé con mis manos hacia arriba y moví un artilugio sólo por mí recordado. No sé qué cara pone la gente ante los milagros, supongo que Gea de Armore pensó que el otro dios empezaba a actuar, casi dejó de respirar, cuando ya mis manos estaban afuera le dije, y mi voz seguramente sonó al moho de las viejas cavernas, que se volviera contra la pared y cerrara los ojos, pues todo aquél que me mire de frente muere. Pero previendo que la muchacha fuera curiosa, salí con la cara tapada por la capucha y me puse contra una de las paredes. “¿Qué ves, Gea?”. “Nada, tengo los ojos cerrados”. “Ya puedes abrirlos”. “Ah, es muy alto. Y está muy sucio. Su capa está rasgada. ¿Por qué las uñas de las manos son tan largas? ¿Por qué la piel es tan blanca? Y su pelo, es tan rojo... ¿Cómo es su cara?”. “Ah, no la puedes ver, morirías”. “¿Eres el otro dios que decía aquel hombre?”. “Vámonos. Ya empieza a amanecer y llegarán los verdugos a romperte los huesos. Baja por esa escalera”. Ella metió su pie indecisa en el hueco. “Está muy oscuro. ¿Qué hay abajo?”, me preguntó. Los frailes llegaban a la puerta, la abrían. Gea miró el potro, el embudo de cuero que colgaba de la pared, la horca para descoyuntar, y bajó dando traspiés los viejos peldaños. Yo me volví hacia los religiosos, escruté sus rostros, estaban asombrados, se habían llevado la sorpresa más grande de sus vidas. La piel se les comenzó a agrietar, pronto tuvieron cientos de heridas de las que no brotó sangre, sino el fuego que consumía sus huesos, y se derrumbaron muertos. Bajé tras Gea de Armore. Las piedras se cerraron. Estábamos en total oscuridad. Se había detenido dos o tres peldaños más abajo. Sentía el miedo expandirse en ella. El sentimiento de la perdición. Palabra que en una educación como la de ella significaba presentir la cercanía del infierno, imaginar que se comete algún pecado, aunque no se pueda identificar, ni nombrar, pero la sombra de la sospecha contra uno mismo es peor que cualquier castigo. Gea tenía que vivir la perdición, pero una perdición más completa, un abandono de todos los caminos que había transitado, convertir su alma en un vacío tenebroso en el que sólo resonase su voz preguntando a gritos quién soy y el eco entonces responde nadie, no eres, no hay nada. Para ella, que por los gritos del hereje y el aspecto de las máquinas sí pudo imaginar lo que le pasaría, mi presencia ya no originó ninguna cosa nueva, pues si su destino era el infierno ya había entrado en él y no habría mucho que descubrir. Cayó en una lasitud donde nada le importaba y se sentó en la oscuridad. La cargué y seguí bajando. Al llegar al salón del trono la deposité sobre una gran mesa de piedra, la despojé de su ropa, y me senté. Veía su cuerpo blanco esplender como el hielo, todas las cosas frías estaban entrando a ella. Ahora, que no sabía qué estaba sucediendo, si había sido salvada por el otro dios o por un loco peor que Menjouin, ahora que estaba tan triste que no le importaba lo que le sucediera, se soltaron las formas vagas, los fantasmas prisioneros que la habitaban, y empezó a imaginar que torturaba a Menjouin de mil maneras, de formas lentas, hasta reducirlo a polvo, a ceniza, pero pretendía que aquella ceniza siguiera teniendo vida, recuerdos, sentimientos, para que su penar jamás acabara cuando el viento la dispersase y la arrastrase por los mil caminos del mundo. En cuanto a ella se sentía como una piedra en una noche llena de mil luciérnagas. Caía en un abismo y dentro del mineral que la constituía no había sentimientos, sólo una tranquilidad vaga, sin recuerdos, sin ambiciones, sin sufrimientos, sin amores, viendo solamente los insectos multicolores que inundaban la gran caverna, disfrutando la sensación física de la velocidad, con los sentidos más despiertos que nunca, percibía el girar del mundo, de las esferas cósmicas, el susurro de los ángeles que gobiernan cada planeta, ángeles buenos, y ángeles caídos, galaxias enteras dominadas por demonios de formas imposibles de visualizar, mas, presentes de alguna forma misteriosa. Al final del precipicio estaba la cama de piedra de mi salón, y sobre ella se desmadejó. Entonces comencé a prender las antorchas en los muros, y Gea de Armore vio los cuatro grandes árboles tallados en la cúpula, cuyas raíces se convertían en los cabellos de cuatro mujeres sentadas. Una en el norte, otra en el sur, una en el este, y otra en el oeste. Las ramas de los árboles se entrelazaban en el centro de la cúpula y allí estaba posado un pájaro llameante, cuya posición coincidía con una serpiente de piedra en el piso. “Me acercaré a ti”, le dije desde el trono. “Recuerda que no debes mirarme el rostro”. Y así la tomé por una mano y la llevé (era tan suave como un ángel de nieve), hasta la serpiente. Ella miraba mi manto negro, aún cubierto por telarañas, iba subiendo la vista, recorría los bordes de mi capucha, desviaba las pupilas unos milímetros, se encontraba con mi cuello blanco y terso, subía a la barbilla. “No, no... Morirás. Nadie puede ver mi rostro”. Pensó Gea de Armore que debía de ser una cara horrenda, que infundiría un pánico mortal, y lanzó su vista hasta la cúspide de mi capucha, la cual está ceñida por una corona de metal negro y brillante, desconocido en el mundo, y en el centro del triángulo más alto, el cual concuerda con la medianía de mi frente, hay un gran rubí rojo que siempre destella. “¿Eres un rey?”, me preguntó Gea. “Tal vez soy un rey”. “¿Y cómo se llama tu reino?”. “No quieras saberlo. Te debe bastar con que te he salvado”. Ella no habló más y la senté sobre la serpiente. Fui hasta el altar de los sacrificios, la mesa de piedra estaba cubierta de una gruesa capa de polvo. La sacudí con mis manos. Aparecieron los signos y las palabras, pero no había ninguna víctima. Antes, muchos siglos antes, o quizás miles de años, cuando hombres que ya son polvo en los caminos y en los cementerios, construyeron este templo, siempre hubo sacerdotisas que traían a la criatura. Pero si sacaba a Gea del eje en que la había introducido entre el Fénix y Tiamat se retrasaría mucho su iniciación. Yo buscaría a la víctima. Recorrí un largo pasillo en cuyas paredes empezaron a abundar los nichos. Toscos hoyos en las piedras donde asomaban cráneos amarillentos, mandíbulas con grandes colmillos, falanges resecas que aferraban espadas herrumbrosas o partidas. Una raza de hombres que no se enterraba con ningún atributo cristiano, porque nunca conocieron tal religión. En algunos cráneos de mujeres crecían todavía largas cabelleras rojas. Ellas sostenían entre sus manos cadavéricas dagas ensangrentadas o pequeños cráneos de niños. Las ratas jugaban entre los huesos con olor a viejo, a humedad abismal, a cadáveres de gusanos. Salían grandes y enormes, engordadas por un roer continuo, pero se apartaban con miedo ante mí. Luego el túnel empezó a ascender, había un montón de huesos que llegaba hasta el techo. Con una vieja viga de hierro los fui apartando hasta abrirme paso nuevamente. Ahora los niños tenían cruces y palabras en latín que hablaban de la vida eterna junto a Cristo. Era la parte más reciente del cementerio. Me introduje por una de las criptas y salí a una capilla subterránea donde el ataúd de un noble estaba destrozado y sus huesos esparcidos. Pero encima tenía una puerta de hierro, la abrí y el viento me golpeó la cara. Estaba rodeado de tumbas. La forma oscura de la iglesia se recortaba contra las estrellas y más allá ardían los candelabros en las ventanas del pueblo. Tomé por la calle principal. Mi manto rozaba el suelo produciendo un leve siseo. Entonces los perros empezaron a ladrar al unísono y rompieron la quietud de la noche. Dentro de las casas las mujeres se persignaban y los hombres permanecían alerta. Lechuzas y búhos volaban del bosque hacia la villa. Un lobo subió a lo alto de una colina y cuando se disponía a aullar llegué a la casa de Pierre Menjouin. Percibí sus sollozos. Lamentaba que le hubieran robado para siempre su belleza, su virginidad, su blancura, su pureza, pues aquella bruja de Gea se la había llevado al centro del infierno. Allí estarían quemando y torturando todo lo que le perteneció, y Menjouin prorrumpía en gritos y chillidos, pues imaginaba que unos demonios horrendos machacaban sus dedos gráciles en lo profundo de una gruta en llamas. Un sacerdote estaba junto a él recitando oraciones en latín para sacar los maleficios que Gea de Armore había, supuestamente, dejado en él. Dejé la calle principal y tomé por un callejón. Los perros callaron por un momento y se escuchó nítido el aullido del lobo. El pueblo entero temblaba. Nadie se atrevía a salir. Se empezaba a correr el rumor de que era el espíritu de la bruja Gea de Armore que se transmutaba en animales salvajes. Una mujer aseguraba que en forma de un puerco le había comido la pierna a un niño. Eran susurros que provenían de chozas pobres, hechas con pedazos de piedras, troncos mal cortados, puertas tapadas con pieles de animales. Los hongos, el musgo, los líquenes, las hierbas, las hiedras, crecían en las paredes semipodridas de estas chozas de techos de paja donde anidaban murciélagos y pájaros de todas clases. Las ratas cruzaban frente a mí perseguidas por gatos negros. Una gallina enloquecida cantaba como si fuera un gallo. Las casitas disminuían, los árboles aumentaban. El lobo calló por unos momentos y escuché el llanto de un niño recién nacido y los quejidos de una parturienta. Mi sombra negra se acercó a la choza. Una mujer solitaria acababa de dar a luz. No había junto a ella comadrona ni sacerdote para bautizar a la criatura. Me acerqué a la puerta y empujé. “¿Eres tú, Bernard?”, preguntó la mujer con voz débil. Con otro empujón eché abajo la puerta y entré. Una antorcha alumbraba el único recinto donde un montón de heno servía de cama a la madre. Todo era pobreza y miseria. Ella vio una sombra negra acercarse y unos brazos extenderse hacia su hijo. Desde entonces se convirtió en la loca que deambula por el pueblo día y noche preguntando por su criatura; Bernard, su marido, la ata con cadenas, pero ella saca unas fuerzas inusitadas y rompe el metal, y sale a gritar, con una voz que hiela los huesos, quita el sueño, y trae pesadillas de horror. “¡Ay, mi hijo!”. “¡Ay, mi hijito, pobre de mi hijito!”. II Gea continuaba sentada sobre la Serpiente Tiamat, debajo del Ave Fénix, cuando regresé a esa noche eterna que es mi morada. “Sobre el agua y bajo el fuego”, en eso debes meditar, le susurré. Y las llamas envolvían sus cabellos espirituales mientras el agua sin fondo sostenía sus caderas, sus muslos, sus pies. Fui hasta el altar de los sacrificios, y si ella hubiera tenido los ojos abiertos, hubiera visto la espada de mango rojizo y hoja centelleante, como un trueno, entrando en un cuerpo blando, de formas confusas. Era el llanto del que nada sabe del mundo, pero intuye el horror que jamás llegará a comprender. ¿Y acaso no es una bendición no comprender nunca? ¿Morir al nacer? Bebí su sangre en un cáliz de oro y probé su carne. Consagré el resto y lo llevé en una bandeja hasta Gea de Armore. “Recibe el fruto amargo de la tierra, recibe el dolor de la tierra, recibe a la tierra misma”. Y cuando ella hubo terminado de comer soplé mi aliento gélido en su boca. “El aire y la tierra, el fuego y el agua, ahora empezarán a revelarte sus secretos. Sin moverte viajarás a las cuatro casas de la sabiduría, a la Casa del Aire, a la casa del Fuego, a la Casa de la Tierra, a la Casa del Agua”. Me senté en el trono para vigilar su cuerpo, su alma y su vida en el largo viaje que emprendería para hablar con todos los poderes ocultos. Desde La Gran Circe yo no había iniciado personalmente a ninguna mujer en la brujería. Gea de Armore sería poderosa entre las poderosas. III Gea sentía que bajaba en un océano sin fondo y sin vida. El silencio era total. Contra un fondo azul oscuro se movían formas confusas parecidas a grandes nubes de niebla. Pero nada de ello estaba vivo. Conoció el miedo de no poder regresar jamás, pero lo dominó, o más bien lo superó, pues dejó de importarle el regreso, a dónde fuere que la condujera aquel abismo estaría bien. Seguía bajando en el agua y divisó lo que parecía la cima nevada de una montaña. ¿Cómo podía haber nieve allí? Y no era nieve, sino la cabeza enorme de un reptil, cuyo cuerpo enrollado formaba las laderas de la montaña y seguía bajando en circunferencias cada vez más amplias formando los valles y las cárcavas submarinas, las playas y las tierras roturadas, que no eran más que su sudor de millones de años. Ella era el fundamento de la tierra, ella era la Serpiente Tiamat, la Serpiente Antigua de que habla el Génesis, y el Libro de Job nombra a los hechiceros como “aquéllos que se atreven a despertar a la serpiente”. Gea tendría que despertarla para que le transmitiera los conocimientos acumulados en un tiempo más largo que el infinito. Tocó con sus manos uno de los grandes párpados coriáceos. Éste se abrió y dejó ver un ojo negro, sin expresión alguna, sin destellos, como si detrás de su superficie sólo hubiera muerte. “Enséñame tu sabiduría”, dijo Gea. Como si ocurriera un terremoto submarino, empezó a abrirse una gran grieta en las rocas. Era la boca de Tiamat. “¿Te atreverías a entrar a mi boca y a dialogar con mi alma?”, preguntó la serpiente. “Desde Merlín nadie se ha atrevido a entrar, por eso él fue un gran mago, y los otros mercachifles, pero antes de él entró el Gran Nimrod, el primer hombre que fue famoso y obtuvo poder. Los sacerdotes antiguos también venían a mí, pero ahora nadie viene, los hombres olvidaron el fundamento del agua, creen que estoy vencida, y en realidad lo sostengo todo. ¿Te atreverás a entrar, Gea de Armore? ¿Quieres el poder y la gloria?”. Y Gea se lanzó a la gran boca del ofidio, la cual permanecía en tinieblas y en silencio absolutos. Las fauces se cerraron herméticamente y durante tres días y tres noches la aprendiz estuvo dentro del monstruo dialogando con aquella alma arcaica sobre secretos acerca de la fundación del universo y de ritos que practicaron seres monstruosos anteriores a los hombres. Y Gea se hinchó de orgullo por saber todas aquellas cosas, y quiso volver al mundo para practicarlas, pero la boca de la serpiente no aparecía por ningún lado. Estaba dentro de un gran tubo hecho de rocas, tal vez su estómago, donde de cuando en cuando corrían fuertes ácidos que deshacían colinas enteras. Ella se llenó de desesperación, y después de furia, sólo sentía los deseos de destrozar, de matar, de atacar, aun a Tiamat, pues había perdido la razón, y no era más que una depredadora enjaulada. La piel le hervía, la sangre le espumeaba, y pronto se convirtió en una hoguera, las llamas se movieron como alas y atravesó la bóveda de rocas derritiéndola, subió por el océano sin apagarse, y ascendió hasta los cielos donde vio un pájaro enorme de fuego que le dijo: “Soy el Ave Fénix. Has llegado hasta mí porque ya tienes la suficiente furia para salir de Tiamat. Ahora, además del poder del agua, tienes el poder del fuego. Pero no como yo. Nunca intentes arder hasta convertirte en cenizas, pues de las cenizas sólo el Ave Fénix vuelve a nacer”. Y los ojos de Gea de Armore se nublaron, ante ella aparecieron bosques, pastizales, viñedos, trigales. Batió sus brazos y los árboles gigantescos ardieron. Lloraba cada hoja. Humeaba hasta consumirse el jugo de la vida. Y esto le provocó a la bruja una euforia tan grande que todo su ser temblaba, sentía que estaba fuera del espacio y del tiempo, que se perdía para siempre en el sufrimiento vegetal. Batió otra vez sus alas de llamas, con desesperación, pues le parecía que el fuego iba demasiado lento. Empezó a gritar, como si esto pudiera hacer que de su interior salieran más llamas. Se le incendió el corazón. Voceó más alto. Eran sonidos ininteligibles, y aunque hubiera querido decir algo no hubiera podido pues sólo sentía el deseo obnubilante, ciega la razón, de incendiarlo todo. Ardieron también los pastos, los trigales, se consumieron las viñas. La tierra apareció ante sus ojos, calcinada, humeante y destruida. Entonces sintió una paz agradable, un gran deseo de dormirse. El fuego se apagó lentamente en su cuerpo y fue arrastrada por los vientos. Continuaba durmiendo, pasó por una tormenta con lluvia y granizos, atravesó un huracán, se vio envuelta entre relámpagos que la rodearon como un velo de novia. Sentía un dulce cansancio cuando escuchó una voz con timbre de idiota, de retrasado mental. Abrió los ojos y no vio a nadie. Flotaba en el aire, tan alto que el suelo era sólo una mancha verde. Después del gran viaje en el fuego y en las tormentas, ahora despertaba a una sensación de idiotez tan vaga como la voz que había escuchado. Su escape espiritual no había conducido a ninguna alegría permanente, sino a aquella sensación de cretinismo, de que todo, al final, es insulso y ríe con la risa de los que no tienen cerebro, de esos niños que nacen acéfalos y su mirada se pierde en el sinsentido. Así, como una tonta, como el ser más estúpido del universo comenzó a caer hacia la tierra. La voz idiota y sin rostro balbuceaba. “Ja, jaaaaaa... Los misterios de la Casa del Aire”. Y siguió, hasta que sólo fue un murmullo. Gea cayó suavemente en un salón circular hecho de piedra. Había un trono oscuro, vacío, la luna brillaba arriba. Se escuchaban gritos de un niño. Vio que se acercaba una procesión de seres con caras de pescado y cuerpos de hombre o de mujer. Las hembras llevaban una alta tiara de la que colgaba un velo negro, de encaje, que les llegaba más debajo de la cintura, y los machos una mitra, como de obispos. El que encabezaba la procesión cargaba a un recién nacido humano en uno de sus brazos, y en el otro llevaba un gran báculo que terminaba en un cuerno de macho cabrío. Llegó ante el trono, puso al niño en el suelo y lo empezó a pisotear hasta matarlo. Entonces una de las sacerdotisas trajo un gran cuenco de oro, y allí recogieron la sangre que salía por las decenas de desgarraduras en la carne macerada. El niño murió al echar la última gota de sangre. Los seres con cabeza de pescado hicieron tres reverencias ante el trono, se volvieron hacia Gea y le dijeron “Bebe, esto es lo único que hay en la Casa de la Tierra. Sangre, dolor, impiedad y sacrificios para lograr el poder y la gloria. Sacrificios a aquél que todo lo da”. La bruja bebió la sangre del recién nacido y a medida que la tragaba empezó a ansiar el poder. Se veía subyugando a todos con lo que había aprendido, torturaba a Pierre Menjouin, y también alcanzaba la fama en las cortes más opulentas. Miraba sin horror la cara de los pescados bípedos. Sus bocas chorreaban sangre. Ahora deglutían al niño. Tuvo la certeza que ellos eran una raza más antigua que los humanos. Una civilización que ya sucumbía cuando los primeros hijos de Adán comenzaban a pisar la tierra. El resplandor lunar se opacó hasta desaparecer. Ya no vio más a aquellas criaturas. Poco a poco unas antorchas empezaron a prenderse. El círculo de piedras ahora tenía una bóveda con el relieve del Ave Fénix. Ella seguía sentada sobre la escultura de la Serpiente Tiamat. El trono ya no estaba vacío. Aquel monarca de manos blancas estaba en él. Tenía la cabeza agachada y únicamente se le veía la capucha. Gea le besó los pies. “Ahora eres una de las más grandes hechiceras que han vivido sobre la tierra. Mañana saldrás en la noche a probar tus fuerzas”, dijo él. La bruja asintió y se quedó dormida sobre las botas de cuero. IV Gea despertó con hambre. Yo continuaba en la misma posición, con mis manos sobre mis rodillas, la cabeza inclinada, de mi capucha negra brotaban largos mechones de pelo rojizo. Las arañas empezaban a hacer otra vez sus telares sobre éste, el polvo cubría mi gran túnica oscura. La hechicera oía mi respiración profunda, como si fuera el viento circulando en hondas grutas. Tenía deseos de ver cómo era mi rostro, pero el miedo a morir la contuvo. “El rey de las manos pálidas, mi salvador. Cuánto diera por ver el rostro de mi salvador”, escuché que murmuraba. Me bajé la capucha hasta la barbilla y levanté la cabeza para decirle. “No lo hagas, Gea, morirás. He estado mucho tiempo solo en esta cripta. No me dejes solo otra vez”. “No, mi rey, no te dejaré solo nunca”. “Me gusta que me llames el rey de las manos pálidas”. “Es que no sé su nombre, señor”. “Y nunca debes saberlo, yo tendría que abandonarte”. “Entonces no lo quiero saber nunca”, me contestó Gea y comenzó a subir por la misma escalera de piedra por la que yo la había traído hacía una semana. Pronto sobre su cabeza estuvo la trampilla. Empujó y salió a la mazmorra. Otro prisionero había ocupado su lugar. Lo tenían allí por hereje. Había predicado por toda la zona que Jesús fue una mujer y José un ángel carpintero que hacía las sillas tan sólo soplando sobre los clavos y maderos. Los apóstoles eran animales salvajes con apariencia de hombres. Cuando el hombre, Boniphas Luturium, vio que el piso se abría, pensó que El Mesías en persona venía a salvarlo. Y rápidamente preparó un discurso para decir que quería morir allí por su fe, pero al ver que se le aproximaba una loba supuso que se trataba del apóstol Pedro. Extendió la mano hacía el hocico de Gea de Armore, pero sólo tuvo tiempo para ver cómo se la destrozaba a mordidas, pues luego la bruja le saltó al cuello y le arrancó las venas, los cartílagos, rompió las vértebras, y la cabeza de Boniphas Luturium quedó colgando de su cuerpo unida sólo por un pellejo. El chorro de sangre todavía salía cuando los guardias abrieron la celda para ver qué pasaba. De atrás del hereje inane saltó la loba gris, más grande que todas las que habían visto, y huyó por la puerta abierta. Los guardias se quedaron estupefactos, sin poder tomar ningún arma, cuando aquel animal lleno de sangre, la lengua roja como fuego, el pelo hirsuto, pasó corriendo por todas las escaleras y pasillos del Tribunal de la Inquisición y salió a la calle, donde sembró el pánico entre los que vendían verduras y especies en el mercado. Dos dominicos recién llegados de España, fray Álvar Fáñez y fray Jerónimo de Sahagún, inquisidores, intentaron en vano conjurar a la bestia, pero su reacción fue tardía, pues ya Gea se internaba en las callejuelas más olvidadas e inmundas de la villa. Encontró una arboleda cerca de un grupo de chozas y allí se escondió a esperar la noche. Entretanto fray Álvar Fáñez y fray Jerónimo entraron al Tribunal de la Inquisición, revisaron el cuerpo del hereje y no dudaron que allí estaba la huella del maligno, por lo que organizaron una tropa, montaron ellos mismos a caballo, y llevando en una mano una gran cruz, y en las alforjas agua bendita, las Sagradas Escrituras, y el ritual del exorcismo, partieron al galope siguiendo el rastro de sangre. Al llegar a la arboleda empezaron a revisar choza por choza. En una había un cadáver carcomido por las ratas, en otra un leñador dormido, y en la última, la más pobre, una vieja vestida con harapos y una larga cabellera blanca cocía raíces del bosque en una olla, pues era lo único que tenía para comer. Los inquisidores vieron una señal satánica en sus manos como garfios, en sus huesos que casi rompían la piel, en los dientes podridos y filosos. No dudaron que confeccionaba alguna poción venenosa y que ya había abandonado el aspecto de loba. La amarraron y cargaron con ella a las mazmorras de la Inquisición donde sería sometida a largas torturas e interrogatorios. Gea continuaba agazapada detrás del tronco de un gran roble. Sus sentidos, aguzados al máximo, escuchaban todas las conversaciones, llantos y murmullos de la villa. Repasaba casa por casa, buscaba los sonidos de Pierre Menjouin. El comerciante estaba desnudo en la alcoba matrimonial y había embarrado todo su cuerpo de excremento para castigar al monstruo que había devorado su cuerpo de doncella. Tenía la prueba de que él fue una doncella. En los armarios continuaba toda la ropa de Gea de Armore. Pierre las acariciaba pensando en el hermoso cuerpo que le había sido arrebatado, pero más lamentaba la pérdida del alma. Ahora no recordaba nada de sus hermosos senos, ni de su piel tersa, ni de sus muslos blancos, todo lo que fue se había ido de su memoria, pensaba Pierre, y lloraba con desconsuelo, mucho más al ver el órgano horrible que le colgaba entre las piernas. Anocheció y él continuó llorando en la oscuridad mientras miles de moscas se posaban en su cuerpo apestoso. Algunas ya habían puesto sus huevos, pequeños gusanos empezaban a crecer, en algún momento querrían lacerar su carne, y él esperaba ese momento con ansias, pues el cuerpo, el cuerpo... Era el cuerpo del monstruo que había suplantado a la doncella y debía ser torturado, sobre todo en aquella parte que le colgaba entre las piernas y que él se había atravesado con alfileres para que sobre la sangre y el pus los gusanos empezaran a trabajar y la devoraran. Le había dolido, le dolía mucho, pero en el dolor experimentaba un gozo del que no podía prescindir. Lo apartaba de sus ideas de desesperanza, le quitaba los recuerdos propios del monstruo, siempre en la estéril tarea de vender, comprar y acumular dinero. El dolor le dejaba muy pocos pensamientos, sólo los necesarios para tratar de reconstruir la imagen de la doncella que él creía haber sido. Una luz diferente empezaba a crecer dentro de la habitación. Pierre alzó la cabeza y vio que provenía de más allá de la ventana. Era una mujer en llamas, que ardía y no se quemaba. Era tan bella como aquella adolescente a la que el monstruo le pegaba y la humillaba. Ella, en realidad, era el alma de Pierre, pero el monstruo siempre la odio. Regresaba a él como oportunidad única de recuperar su verdadero ser. El comerciante se lanzó por la ventana y se rompió las entrañas al caer. Mientras agonizaba, pensó que ese era su viaje a ser una hermosa mujer. Gea contempló unos segundos cómo se deshacía en tripas, sangre y excremento y luego voló sobre el pueblo envuelta en llamas y lanzando truenos y relámpagos. Un rayó cayó sobre la torre de la iglesia. La campana sonó por última vez mientras se derrumbaba envuelta en piedras y nubes de polvo. La gente salía de sus casas. Una bruja castigaba al pueblo. Quizás la misma que, según los rumores, había salido del Tribunal de la Inquisición. Tal vez aquella Gea, que desapareció misteriosamente de su celda. Los sacerdotes dejaron sus camas. Fray Álvar y fray Jerónimo vieron aquel prodigio que se alejó hacia los campos provocando granizadas. El hielo arruinó las cosechas. A la villa le esperaba una gran hambruna. El amanecer llegó entre las lágrimas de los vecinos. A esa hora fray Álvar y fray Jerónimo liberaron a la vieja sospechosa de brujería y fueron hasta la mazmorra donde la loba había destrozado al hereje y a los guardianes. Escudriñaron el suelo y vieron que un rastro de sangre seca iba desde el centro hasta la pared norte. Al parecer Boniphas Luturium, con las últimas fuerzas, intentó huir del animal. La puerta de hierro estaba cerrada. La única probabilidad era que la loba hubiera entrado por otra parte. Ya que no había ventanas, quizás había alguna trampilla en el suelo. Ambos frailes golpearon con báculos durante largo tiempo hasta descubrir un lugar donde sonaba a hueco. Como no encontraron ninguna fisura trajeron diez hombres para que cavaran allí. Entonces provoqué un derrumbe y la escalera quedó totalmente cegada por piedras. Al escuchar los ecos fray Álvar y fray Jerónimo hablaron del “Príncipe de las Tinieblas”. Los hombres se persignaron y no quisieron seguir cavando. Unos soldados los amenazaron con lanzas en el cuello, pero un gesto de los dominicos hizo que retiraran las armas. “Váyanse”, les dijeron a los excavadores, quienes huyeron. Allí quedaron tirados los picos y las palas. Fray Álvar miró el hueco que habían hecho, apartó algunas piedras y llamó a fray Jerónimo para que viera uno de los escalones. Mandaron a cerrar la celda, derramaron agua bendita en la entrada y pusieron un rosario en la puerta. Después se marcharon a sus celdas y comenzaron una meditación, oración y ayuno que duraría tres días ininterrumpidos. Buscaban la iluminación divina para actuar en este caso, pues estaban convencidos de que habían hallado una de las bocas del infierno. V Gea entró por una de las tumbas hasta donde yo estaba. Vivía la euforia del poder, pero también la fascinación por las sombras. La pertenencia a un mundo donde las cosas hace mucho tiempo que se pudrieron y sólo quedan sus fantasmas ciegos. Los maxilares rotos de las calaveras, con sus dientes amarillos y partidos, el mundo secreto de las ratas, las satisfacciones de la crueldad, el abandono del temor a la senda más fácil: la del crimen. ¿Por qué no tomar lo fácil que yo ofrezco? Mis métodos son sencillos: ambicionar, matar o ultrajar, o cometer cualquier clase de felonía, con tal de conseguir lo que uno quiere. El mundo espiritual es como un embudo, en la parte más ancha esta Aquél cuyo nombre no menciono, en la parte más estrecha estoy yo, todo humano está en el medio. Las fuerzas espirituales, al igual que el agua, fluyen de la parte ancha a la parte estrecha, por eso es tan difícil llegar a Aquél que tanto ha prometido a los hombres; sin embargo, la propia corriente arrastra a los hombres hacia mí. Es fácil, sólo hay que seguir el río de la vida, aceptar mi salvación como Gea la aceptó. El embudo es infinito y eterno, tanto hacia la parte ancha, donde está Aquél, como hacia la parte estrecha, donde estoy yo. ¿Pero acaso lo estrecho no acaba por unirse y terminar? No. Separa de los otros seres humanos y va hundiendo a la hechicera en su propio ser, que también es infinito, pero infinito en tinieblas, en inmundicias, en malos pensamientos, en placeres que sólo tienen que ver con dañar a sus semejantes. Es una mística también. Y si alguien totalmente ajeno se parara en la cima de una montaña y mirara el embudo, ¿acaso podría decir que es mejor la mística de Aquél porque lleva al ampliamiento, a que el iniciado pueda desbordarse en amor hacia los demás? Los hombres, desde una montaña ajena a esta vida, son como paja que se lleva el viento, un momento, una chispa que se enciende y apaga en medio de la eternidad. ¿Qué importa si la chispa fluye hacia el lado ancho, o hacia el estrecho, hacia sí misma, donde también podrá exultar en los placeres religiosos del mal? ¿Tienen algún significado el bien y el mal? No. Sólo está Aquél en la parte ancha y yo en la parte estrecha. Sé quién es Aquél, pero no lo diré. Aquél también sabe quién soy yo. Algunos creen que ha revelado mi esencia a los hombres, pero entre Aquél y yo hay vínculos cuyo misterio no cabe en la mente de un humano. No, no somos amigos ni nos queremos, se trata de otros asuntos. Sin embargo, hay un gran riesgo para los que viajan por la parte estrecha y fácil, impulsados por la corriente que tan fácil los lleva a mí. Ejerzo una fascinación peligrosa. ¿No contiene riesgos la fascinación que ejerce Aquél? Claro que sí, pero prefiero hablar de mí, de la terrible atracción que genero. Y lo primero que sucede a una hechicera es que después de probar sus poderes quiere saber cómo es el que se los dio. Nunca muestro mi rostro, mas ellas quieren verlo. Y Gea estaba ante mí, con su vestido desgarrado por las ventoleras del cielo, con el pelo rojo desparramado, con las uñas creciendo en forma de garras, con una fiereza exótica, producida por la marca del odio en un rostro tan joven y bello. Sus ojos buscaban develar mi faz, pero además de la capucha negra que siempre la cubre yo estaba recostado contra el trono, y no parecía más que una sombra dentro de las sombras. Mis tinieblas anuncian que hay un gran peligro en mí, y ni siquiera una hechicera puede dejar de percibir que cuando avanza se está acercando al sol, al sol subterráneo que ilumina con rayos tenebrosos, y cuyo centro puede deshacer hasta a los más grandes astros. Gea lo percibía, pero poco a poco, arrastrándose (empujada por esa sed de conocimiento que es también un ansia secreta del más grande de los crímenes, el crimen contra sí mismo, el deseo de autodestrucción), llegó hasta mi mano izquierda, pálida, de piel casi transparente, puesta sobre los brazos del trono, y la besó. Estaba congelada y seguramente fue como un hielo en sus labios. Es la pasión más fría de todas, y sin embargo, quema. Esta muchacha, esta muchacha tan bella no había dejado de ser inocente a pesar de los asesinatos que había cometido. ¿Acaso no atinaba a vislumbrar que los poderes que la habían movido por el cielo y por la tierra eran más de lo que ella veía? ¿Qué yo no era simplemente la figura seductora y oscura sentada en el trono? Como del murciélago en la noche tenebrosa sólo se oye su revoloteo, pero nada se ve de su cuerpo monstruoso y amenazante, así soy yo para Gea, y mi chillido, al igual que el de este cazador nocturno, lo lanzo yo y sólo yo lo puedo escuchar. Pero mi hechicera, la más dulce y joven de mis hechiceras, empezó a besar mis manos, y lloraba con pasión sobre ellas. “Dime tu nombre, señor, dime tu nombre, porque no puedo vivir sin saberlo, muero cada instante, y lo único que quisiera pronunciar sería tu nombre”. Algo extraño había pasado con Gea, después de pasar por la Iniciación de las Cuatro Casas había perdido toda compasión hacia los demás, no podía amar a ninguno de sus semejantes, era de hielo para ellos, pero mi gelidez derretía la de ella y la hacía arder. Nunca había pasado. Nunca una de mis hechiceras había sentido esas extrañas perturbaciones por mí. Debía alejarla, quizás se le pasaría. “Debes regresar a la villa. Busca una doncella y tráela. Aliméntame con su sangre”, le dije. “¿Pero cuál es tu nombre, señor?”, insistió. “La gente lo dice todos los días. Basta con que escuches las oraciones de algún clérigo y lo sabrás”. “Ese es el nombre que el vulgo te ha dado, quiero saber tu nombre verdadero”. “Desde el principio te dije que morirías si veías mi rostro y sabías mi nombre. No digas una sola palabra. Vuela en la noche. Tráeme a la joven que pedí”. Y Gea calló, dormía a mis pies esperando que el sol dejara de alumbrar a los hombres. Yo disfrutaba la suavidad de sus cabellos que como serpientes enamoradas se enrollaban alrededor de mis piernas. VI Gea sacudió sus cabellos y voló por galerías, criptas, catacumbas, cruzó pesadillas que fueron soñadas hace miles de años, muecas de terror dejadas por seres que nadie puede ya imaginar, agonías de envenenados, pasiones perversas, dientes apresando huesos, ataúdes cada vez más recientes, menos desvencijados, hasta que salió al cementerio, levantó la lápida, adoptó la forma de un caballo negro y cabalgó por toda la villa. Al ruido de sus cascos despertaron soldados y frailes. Fray Álvar y fray Jerónimo vieron pasar al corcel. Cargaron agua bendita, rituales de exorcismos, cruces, biblias y salieron a la noche. Daban el aviso de que la bruja recorría otra vez las calles. Los niños se orinaban sin entender las palabras de adultos. Un fuerte olor a ciénaga brotó de la tierra, el polvo se sacudió cuando cientos de dedos cadavéricos crecieron como pasto, agitados por un viento que no era de este mundo. A pesar de que cientos de personas habían salido a las calles, Gea, llena de soberbia, creída en sus poderes, sedienta de que vieran su forma sobrecogedora, no cesaba de cabalgar. En una esquina se encontró con fray Álvar y fray Jerónimo, quienes estaban acompañados por una tropilla de ballesteros. Antes de que pudiesen esgrimir las santas armas de la conjura, los pateó con los cascos delanteros, y tanto religiosos como soldados quedaron en el suelo ensangrentados. Ella siguió su cabalgata, sintiendo por primera vez el peso de un gran falo entre sus piernas. Vio una casa señorial, saltó la barda, y empezó a subir las escaleras. Suaves perfumes de áloe se esparcían por allí. La noche estaba tranquila sobre azucenas y muros. Una doncella cantaba en lo alto de una torre. Gea se sintió magnetizada por la belleza de la voz. Subió las escaleras cabalgando, y al llegar a la puerta atisbó por una grieta de la madera. La muchacha se bañaba en una tina de agua caliente, a la luz de muchos candelabros, mientras una criada frotaba su cuerpo con perfumes y aceites olorosos. Aquello que le colgaba entre las piernas traseras se erguía, tomaba la forma de un ariete de acero, casi tenía una personalidad propia, pedía a la muchacha, a la muchacha que también yo deseaba para satisfacerme con sus perfumes, con sus cabellos, con su hígado fresco, con su corazón inocente, con su sangre pura. No creí que Gea, a pesar de las apetencias del caballo en que se había transformado, osara desafiarme. Cuando derribó la puerta con sus cascos Gea se puso al lado de la tina, su piel brillaba ante la luz. La criada bajó llena de pánico. Sus gritos inundaron la calle. Fray Álvar y fray Jerónimo volvieron a encontrar la pista. Corrían hacia los alaridos de miedo. Gea debía apurarse. Pero nada de esto sucedía. Berna estaba sumida en una contemplación de la belleza del caballo negro. Este le pasó su cuello aterciopelado por los senos y la doncella se llenó de placer. ¿Osaría Gea a desafiarme, a tomar para sí una víctima que yo había pedido? ¿Y el amor que Gea sentía por mí?, pensé. Si no la detenía el miedo, ¿la detendría el amor que sentía por mí? ¿Podría albergar más amor por Berna, a la que acababa de conocer? Pero esas ideas tenían un nombre: celos. Se supone que los celos son inconcebibles en un ser de mi naturaleza. ¿Qué estaba pasando? ¿Qué turbulencia ocurría en las más secretas esferas cósmicas para que yo tuviera celos? ¿Qué cambios estaban operando los ángeles que rigen los astros para que yo sintiera celos? Era algo nuevo y totalmente imprevisto en los miles y miles de años de mi existencia. Era algo, a pesar de la furia me di cuenta de que tenía que ver con todo el destino de la humanidad. Con los caminos de la creación, las fuerzas sagradas estaban a punto de confluir. Fray Álvar había logrado prender uno de los incensarios y corría agitándolo delante de sí, ya fray Jerónimo prendía el otro. Los soldados alumbraban con antorchas. El humo del incienso se alzaba como una neblina de responsos, salmos y oraciones, envolvía el cuerpo de los dos frailes y se confundía con los amplios pliegues de sus hábitos blancos. Corrían, corrían con todas sus fuerzas rumbo a la casa de Berna. Ya tenía a la vista a la vieja que gritaba. Gea debía tomar a la muchacha y cabalgar hacia mi trono, pero no fue así. Recibía los besos de la doncella desnuda, se preparaba para poseerla. Berna acababa de descubrir que la seducían las bestias hermosas. Experimentaba unas ansias y un ardor incontrolables. Cayó sobre el lecho y el corcel se precipitó sobre ella. Los frailes subían por la escalera. Me moría de rabia y de dolor, surgieron en mí los deseos de destruir a Gea de Armore. Fray Álvar y fray Jerónimo entraron al aposento y vieron la cópula monstruosa. Eran signos del anticristo, dijeron, y comenzaron a conjurar a la bruja. Gea introducía con placer su enorme falo en Berna. Cuando termine, me dije, se irá a los montes con esa manceba y vivirán juntas en completa felicidad. Jamás se acordará de mí. Extendí mi mano y quebré por unos instantes el eterno diálogo de emanaciones divinas entre la Serpiente Tiamat y el Ave Fénix. Fray Álvar pronunció el vade retro, los incensarios humeaban más que nunca, Fray Jerónimo aplicó un crucifijo a la piel del caballo, que se desvaneció entre relinchos y coces, ante sus ojos tuvieron a una Gea desgreñada y sucia, que frotaba su vientre contra el de Berna. “¡Es la viuda del señor Menjouin!”, exclamaron los soldados. “Préndanlas por brujas, cárguenlas de grilletes, húndanlas en el más profundo calabozo. Hoy ha sido un día grande para el Señor Todopoderoso, de quienes somos sus más humildes siervos”, clamó fray Álvar y ambos religiosos cayeron al suelo en plegaria. Los guardias hicieron como les habían ordenado, y yo cerré los ojos en medio de la oscuridad. VII Gea de Armore fue descoyuntada en la misma celda donde yo la había rescatado. En vano rogó una nueva reaparición mía. No tolero las traiciones. Berna era para mí. No fue para nadie. La propia Gea la vio morir cuando le introdujeron un hierro al rojo vivo en la garganta. Álvar y Jerónimo prolongaron más la vida de mi iniciada. Sabían que el camino hacia mí ella lo había recorrido y pretendían que los guiase. ¡Qué soberbia la de estos frailes! ¡Pretendían la cruzada que ni siquiera el pescador de hombres ha emprendido! Convirtieron a Gea en una bolsa de carne llena de huesos rotos. Sentían el dolor de la bruja, lo lamentaban, hubo momentos en que quisieron huir de los calabozos, en que se sintieron asquerosos, pero pensaron que aquel dolor era como una espina más de la corona de su amo, que ellos estaban destinados a que dicha espina se les clavara en la frente, se dijeron que su salvador seguramente habría sufrido más cuando predijo la ruina de Jerusalén y no la salvó, y con estos pensamientos le dieron un descanso a Gea para mantenerla con vida y al cabo de una semana o dos continuar con las torturas. La muchacha apenas tenía algunos momentos lúcidos en medio del inmenso dolor que era su tiempo. Ya no pedía que la rescatara, pedía ver mi rostro, y dijo lo que siempre sospeché. Que me amaba. Un sentimiento completamente ajeno a mi ser. ¿Ajeno? Ajeno hasta ese momento. Mi cambio empezó cuando me compadecí de su pasión. Inmediatamente me di cuenta de que el universo entero, el tiempo y la eternidad iban a variar, pues una alteración en mi esencia supone la metamorfosis del todo. ¿También en Aquél que Es? ¿El que me mira desde la parte ancha del embudo? No lo sé, nunca lo he sabido. El caso es que estuve tentado de ascender y destruir los artilugios de dolor y muerte. Yo podía restituir el cuerpo de Gea a su primigenia belleza. Lo deseaba pero no lo hacía, pues no podía olvidar que me traicionó con Berna. Eso, entre los humanos, se llaman celos. Ser humano: ser pasional: ser débil: ¿eso era yo? No, yo no soy humano. ¿Estaba convirtiéndome en humano? ¿Había perdido mis poderes? No, la tercera parte de los poderes espirituales, los ángeles rebeldes, me obedecían como siempre. Tuve que aceptar que algo estaba cambiando en las fluctuaciones sobrenaturales, y que estaba escrito desde que en la nada se plasmó la orden de producir criaturas, pues lo que pasa en el mundo divino se definió una sola vez y para siempre. ¿Quién dio la indicación? ¿Aquél que Es? ¿El que permanece para siempre? Siempre ha dicho que es anterior a mí, que me inventó, pero yo no lo sé, pues cuando abrí los ojos el momento de la creación ya había pasado. ¿Y si hay un Tercero que nos inventó a los dos? ¿A mí, que estoy en la parte estrecha del embudo; y a Él, que está en la parte ancha? ¿El Tercero definió que en un momento de mi existencia experimentara pasiones? Parece que sí. Pues no podía soportar el dolor de Gea. Quería verla bella como al principio. Tal vez era el principio de una pérdida de mis poderes, o tal vez no. Lleno de dudas y sufrimiento me encogí en mi trono de piedra. VIII Fray Álvar y fray Jerónimo dieron la orden de reiniciar las torturas, pero ya Gea agonizaba. Ni siquiera reaccionó cuando el verdugo le clavó largas agujas en los senos. La Inquisición determinó que había suficientes pruebas para quemarla por bruja. La subieron en una carreta y la ataron a los barandales para que no cayera durante el trayecto. El pueblo entero salió a insultarla. Todos los que habían tenido alguna pérdida o alguna enfermedad se la achacaron. La bombardearon con huevos podridos y piedras. Su rostro, sanguinolento y fétido, era irreconocible. Cuando le preguntaron si se arrepentía de sus pecados no pudo responder. Tenía los tímpanos reventados. La lengua quemada por hierros al rojo vivo salía entre los dientes como una serpiente desollada. La ataron al poste y prendieron fuego a la leña, mientras fray Álvar y fray Jerónimo pronunciaban letanías y conjuros. Las llamas empezaban a crecer, el humo ocultó a Gea de Armore. Se le escuchaba toser. En el cielo se movieron las nubes. Pronto todo estuvo negro. Cayó un rayo e hizo pedazos la cúpula de la iglesia. Los dominicos y los pobladores se persignaron. La lluvia torrencial se desató. Era un aguacero como nunca antes visto. Las zonas bajas se transformaron en lagunas, y un torrente caudaloso apagó la hoguera, desprendió el poste, y junto con él arrastró a Gea de Armore rumbo a un bosque. Fray Álvar y fray Jerónimo lograron ponerse a salvo subiéndose sobre la carreta. La gente y los soldados huían diciendo que toda la furia del infierno se había precipitado contra ellos. En medio de grandes robles y hayas recibí el cuerpo maltrecho, desfigurado de Gea de Armore. Estaba cubierta de hojas secas, semidesnuda, inconsciente, con las piernas y los muslos a medio quemar, pero viva aún. La arrastré hasta una vieja tumba en medio del bosque, una cripta cuya entrada estaba cubierta por musgos, hiedras, hongos, tierra. Allí estaban los restos del terrible sacerdote que me había invocado seis milenios atrás. Su espíritu resguardaba la cueva y causaba la muerte de todos los que entraran en ella si tenían la increíble fortuna de encontrar el sepulcro. Puse a Gea sobre el ataúd y la desnudé. También yo me quedé sin ropa. La iba a fecundar. Era la única manera de que pudiera salvarse. Sólo que yo iría desapareciendo a medida que mi esperma creara otro ser dentro de ella. Porque en realidad no iba a crear otro ser, yo me iba a trasladar a sus entrañas, tomaría carne de ella y volvería a nacer al cabo de cinco siglos. Entre en su virginidad jamás profanada por el cerdo de Menjouin. Yo era el primero y sería el único. Sentí el placer, el inefable placer, y empecé a perder la conciencia, sólo aspiraba el suave perfume de la primavera que llegaba a través de las grietas de la tumba. ** Róger Vilar fernands47@hotmail.com Escritor cubano (Holguín, 1968). Reside en México. Licenciado en educación artística por el Instituto Superior Pedagógico E. J. Varona (La Habana). Tiene además un diplomado en creación literaria por la Escuela de Escritores de la Sociedad General de Escritores de México. Ha publicado los libros de cuentos Corceles en la pradera (Holguín, 1986) y Aguas de la noche (Holguín, 1987), ambos editados por el Ministerio de Cultura de Cuba, y La era del dragón (Edamex, 1998). Cuentos suyos aparecen en las antologías Los últimos serán los primeros (1993) y Anuario de narrativa 1994 (1994), ambas de la Editorial Letras Cubanas. Ha publicado material ensayístico en revistas y medios mexicanos. En 2004 fue finalista del premio internacional de cuento "Almafuerte", convocado por la editorial argentina Bellvigraf, con "Asterius", por lo que este cuento apareció en la antología Escritores hispanoamericanos en el mundo. En México ha trabajado como reportero, guionista y asesor de producción y ha ocupado cargos gerenciales en medios de comunicación. === Bitácora del viento (extractos) Norma Segades-Manias ============= (Nota del editor: la escritora y editora argentina Norma Segades-Manias publicó recientemente en Internet varios de sus poemarios bajo un sello editorial común creado por ella: Alebrijes [http://editorialalebrijes.blogspot.com]. De uno de sus libros hemos tomado los textos que presentamos a continuación para disfrute de los lectores de la Tierra de Letras). *** Palabras bautismales A orillas de la nada, durante la inquietud de los presagios, vagaron densas hordas de tinieblas desplegando una esencia inescrutable [urdida en los telares de la noche por arcángeles ciegos. De pronto, la palabra estalló en lo profundo del abismo. Desnudos silabarios encendieron los hachones flamígeros del alba y derrotaron huecos en jauría con su aliento de fuego. El cosmos fue distancia. Alzó la arquitectura del oxígeno rotundos arbotantes que erizaron [nervaduras de agrestes transparencias hasta alcanzar las altas soledades más allá de los truenos. Se reunieron las aguas en una antología de frescura que estrelló la obediencia de su espuma contra la voluntad del arrecife donde el tenaz asedio del oleaje golpeaba a contrafreno. El mundo fue ordenado según el albedrío de la magia. Geografías de arcilla contundente surgieron desde el fondo de la ausencia [ocultando en compactos corredores sus gérmenes secretos. Estatuyó la hoguera el susurro nacido de sí mismo. Los rituales quemantes de la vida escanciaron a fuerza de reflejos el mosto primitivo de los soles desde alambiques negros mientras la luna andaba su intemperie de escarcha cenicienta entre constelaciones infinitas laceradas por ráfagas de eclipses antes que naufragaran las lloviznas sobre el musgo sediento. Después reptó la escama bajo el regazo roto de las ciénagas y en el advenimiento de los saurios detonaron membranas las anteras poblando los recodos de la tarde con vestigios de helechos. Hubo un rumor de alas horadando las vastas lejanías hacia la inmensidad del horizonte que paría los signos del crepúsculo entre los muslos tensos. Derrotó la memoria el torpe cautiverio de la greda expulsando los músculos precarios, la osamenta, los coágulos fugaces, la obstinada nostalgia de un destino a espaldas del silencio. Bajo la sexta lámpara la piel nacida inauguró los pactos, esa alianza de luz acantilada donde las hierbas propagaban tréboles y el [sonoro lenguaje de los pájaros taladraba el sosiego. Crecía la esperanza entre las madrigueras vegetales. No existían fronteras, patrimonios, amarras, inventarios, apetencias. Todo era una implacable mansedumbre en la orilla del tiempo. La Tierra Prometida. En la consumación de las arenas ese extraño espejismo inalcanzable fraguado por descalzas inocencias celebraba los días del origen. Entonces... llegó el viento. *** Quetzalcoatl Canto de luz por el retorno del Gran Dios Quetzalcoatl en extraños navíos a la orilla del mar de los aztecas. Mucho más adelante de la arena sumisa que acarician que lamen las ternuras oceánicas bajo un cielo que escancia su calostro de luna las yeguas del espanto cabalgan en la angustia de ojos a contrasueño vaticinando siglos de injurias desolladas y traiciones sin tregua. Cuculkan-Quetzalcoatl la Serpiente con Plumas que gobierna los vientos empuña los presagios como si fuesen fiebres sedientas de venganza como si fuesen hoces decapitando ruegos en riberas de ultraje como si fuesen puños como si fuesen picos como si fuesen crestas mientras el escarmiento ruge entre las mazorcas se deleita a hurtadillas mientras andan los miedos trepándose al instinto y un resplandor fugaz desbarata las sombras para poblar el llanto tal vez porque comprende que los dioses son crueles desde el odio a las [fauces babeantes y sangrientas. Cuculkan-Quetzalcoatl Amo de la Liturgia que obstruye inexorable las jícaras de piedra a golpes [de tributo que derrama espesuras de hebras apasionadas donde aún pulsa la vida todavía profunda todavía ligada a su lujuria roja todavía perfecta con séquito de furias viene a tensar distancias viene a alzar en el aire su azul cosmogonía: un vendaval de cruces que vulnera la carne y quebranta los huesos y profana las voces heredadas del trueno cuando el mundo era apenas el alma del rocío encendiendo las hierbas y el hombre mucho más que esta llaga doliente expiando sus infiernos mucho más que una pena perseguida entre helechos por dientes asesinos mucho más que aluviones de orfandades ardientes crepitando en las pieles y el Dador del Aliento un fantasma sin nombre un ramaje de ausencia. Cuculkan-Quetzalcoatl Protector del Ayuno Gran Señor del Silencio ha regresado en busca de la memoria larga que sustentan los fuegos en mitad [de la noche ha regresado en busca del sagrado misterio oculto en las Anáhuac ha regresado en busca de sus antiguas huellas. *** Malintzín Canto de sombra por la princesa Malintzín que traicionó a su raza a cambio de un puñado de caricias. Malintzín la traidora piel de lunas bravías degradada por hordas de besos extranjeros cabalga junto al viento desciñendo salvaje su larga cabellera de demencias prolijas mientras la noche cae sobre el agua esmeralda sobre espectros de sauces [sobre piedras hostiles. Mientras cae la noche sobre dulces nopales sobre templos sin fuego y sueña Moctezuma presintiendo los sordos pasos del exterminio y México es la madre la tierra dolorosa que teme gime llora que cobija con furia la ansiedad de los hombres temblando en sus raíces. Malintzín la traidora sucia de amores sucios establece en el tiempo su amor sin horizontes su trágico destino de repudio encrespado esboza en la distancia perfiles de patíbulos junto al lecho culpable funda los precipicios donde el odio despeña la unidad de su estirpe. Capturada en la urdimbre de jadeos exhaustos de caricias violentas de [miradas impuras permite a la serpiente penetrar sus misterios con vértigo de estambres y niega los indicios y oculta que los dioses son un fraude muriente aferrado al encono a resecas [matrices a insomnios impiadosos a miedos desbocados a oscuras pesadillas donde abordan navíos para huir de la peste de miserias [y hambrunas de gusanos feroces devorando intestinos de la amarga pobreza que olfatea sus huellas con los belfos tenaces de [tenaces mastines. Su pecado es amarlo su imprudencia es amarlo más allá del presagio que ultraja filiaciones de [pájaros silvestres su condena es seguirlo como una loba en celo sin preguntas ni treguas porque ella es una pena un gesto apasionado repetido en el viento que agosta los jazmines. Malintzín la traidora la infiel la renegada la que entregó en Tabasco su nombre y su vergüenza la que arrojó al silencio su sangre en rebeldía su dignidad hirsuta su [castidad de espino alzando silabarios de lenguas amarillas desnuda deshonrada cabalga entre los buitres. *** La ciudad en el lago De cómo fue que las pupilas españolas se enfrentaron por vez primera con la ciudad mayor de los aztecas a las orillas del lago Texcoco el 8 de noviembre de 1519. En su presencia cesa la nostalgia, el crepúsculo escancia, despacioso, una llovizna de frescura agreste como la esencia espesa del olvido, se exilia la razón, sucumbe el miedo, la espada es un silencio desnucado que entra a saco en antiguas decepciones con hordas de estupores adventicios y ya no alcanza el gesto de un vocablo para nombrar la luna hecha insolencia, el pulso imperceptible de la piedra, el ardiente desvelo de los grillos, las corolas, los míticos plumajes, leves guiños de luz, verdes mazorcas, los olores, el fuego en las terrazas, las cimeras solemnes, los hechizos. Sólo el viento conoce. El viento sabe que hay señales, hay sueños, hay presagios oteando en las estrellas una estrella que pronuncie el sangriento veredicto, el tiempo en que el Señor de las Tinieblas sale a cazar la vida, impunemente, con sus perros de noche, sus mastines de morros pestilentes, asesinos; el tiempo en que la sangre, a borbotones, obstruye cada jícara de cuarzo, cada acequia que aguarda, codiciosa, raciones de feroces sacrificios. Junto a la hondura sacra del Texcoco exhibe sus oráculos, sus templos, sus cíclicas ofrendas, sus esfinges, sus dédalos de urgentes desvaríos. Ella es Tenochtitlán, sibila insomne, ojos de sombra, garras de obsidiana, cabellera de polen desgreñado, arquitectura de águila y solsticio. El viento la contempla. El viento. El viento borracho de maguey que embiste, injusto, amarrando, mordiendo, profanando centurias de retoños encendidos; que no tiene piedad, que avanza, ciego, sobre hierbas, insectos y fulgores, sobre cortejo de ayes y sollozos en el alba, primera, del castigo. *** Guerreros Canto de luz por los poderosos guerreros que cosechan corolas palpitantes para el hambre del fuego. Estos son los guerreros los abastecedores del tributo que exige el Dios de las Mazorcas y de los Acueductos por donde salta y rueda la [pureza del agua hijos del Desollado Bebedor de la Noche amantes de conquistas de marchas polvorientas de regresos triunfales. Su honor es la batalla su vida es la batalla. Suyas son de la tierra las flores que entreabren las corolas de sombra al temblor del rocío suyos los estertores de la carne yacente suyos los tristes cantos de pájaros oscuros suyo el llanto que cae sobre el verde follaje. Su valor no se mide sino con el peligro sino con la bravura sino con los trofeos andando su destino de gloria y holocausto para cuando la noche sofoque antiguos fuegos para cuando las manos del Sumo Sacerdote restablezcan los pactos a través [de la sangre. Estos son los guerreros, hermanos de los cóndores de mirada precisa de pico taladrante de garra encarnizada hermanos de los tigres que caminan la selva con sigilo armonioso en busca de gargantas arterias sin sospecha flancos desamparados pieles [agonizantes. La dignidad estalla en las secas insignias izadas a su espalda en augustas [cimeras de arrogancia precisa domina los telares de mullidas texturas construye los colores de mantos que conservan la memoria del vuelo agitando en la brisa el plumaje encendido de encendidos quetzales. No temen al olvido ni temen al silencio. Embriagados de muerte se beben el coraje de las copas talladas en cráneos enemigos hunden sus dentelladas en las vísceras tibias cumpliendo la liturgia de saquear pulso a pulso la bravura encerrada en el [dolor salvaje. Altiva la mirada avanzan a pie firme detrás de los escudos que establecen urdimbres de [cáñamo prolijo protegidos por clavas de obsidiana temible arrojando al vacío sus golpes erizados honderos prodigiosos heraldos de la furia señores del combate. *** Tiempo Canto de luz por los hombres sagrados que entienden el idioma del tiempo y los eclipses. Junto a hierbas y orquídeas y humedades de musgo y tristezas de cantos repitiendo agonías en la orilla del ara los que saben recitan en el quiché sagrado las ciencias de la vida de las vegetaciones de los partos celestes de presagios secretos de ciclos que no cesan. Los que saben descifran antiguos calendarios donde la luna regla la edad de [las simientes examinan señales que delaten la lluvia o reclamen tributos al Dios de la [Desdicha para que encienda el fuego en los días vacíos cuando el mundo sucumbe entre hordas de tinieblas y un sol sin atenuantes se extingue en la mandíbula de espíritus siniestros que trituran los flancos a secas dentelladas. Días en que el oráculo marque el fin de los tiempos días en que se alcen emboscadas sabuesos armaduras espadas codicias que destrocen el pubis de la selva. Los que saben cincelan en la piel de los templos las hazañas las voces la memoria del hombre que habitó cada choza cada rastro en el suelo cada [raíz posible los que saben inscriben los relieves tallados los códices del viento para que nadie ignore las huellas de esta pena que desnuca los sueños saquea dinastías incinera la magia desamarra la [sangre y libera demonios las huellas de esta pena que no cabe en las pieles ni cabe en las liturgias porque vaga entre sombras con su aliento de sombra con sus manos de sombra sofocando colmenas. Los que saben registran solsticios equinoccios flagrantes homicidios como si el mismo cosmos fuera a desmoronarse sobre cada defensa como si alguna historia fuera a ser revelada por las ciegas arañas que cruzan y entrecruzan la urdimbre deslumbrante de sus viscosas hebras. Los que saben escriben quebrantando las mazas las piedras los cansancios [los filos del misterio antes que llegue el odio antes que llegue el alba donde mora la muerte y claudiquen los dioses ante oscuras palabras injusticias salvajes desgreñadas tragedias. *** Maíz Canto de luz por los altos labriegos que tributan plegarias y sudores a la antigua memoria del maíz. Memoriosos de surcos liturgias siderales estacas que roturan las secas sementeras alucinan promesas de harinas amarillas mientras crece el agobio sobre sus [soledades mientras curvan la frente hacia la esencia madre que les niega el secreto [vital de sus matrices. Los hombres de la tierra sombras desfallecientes entre hostiles guijarros allí donde la atmósfera es un puma al acecho y el águila un escorzo de [furia encarnizada trazan con manos anchas los caminos de piedra que conducen el agua hacia la sed oscura de infinitas [raíces. Los hombres de la tierra sumisión alfarera estableciendo sueños de presencia esmeralda donde sólo los vuelos alcanzan la estatura bautismal del rocío donde sólo el silencio responde a los enigmas donde sólo el crepúsculo inmola la lujuria del sol tras los pretiles desgranan su cansancio de días cenicientos estableciendo ciclos destinos calendarios lunas donde se engendra la hechura de la vida cavan hoyos de olvido en las entrañas mismas de la diosa preñada para enterrar un día los ecos de sus nombres sin llantos ni proclamas ni penachos ni efigies. Amarrados al polvo cumplen con el mandato de los dioses ocultos en el fondo del tiempo —los dioses constructores los que agitan sonajas mientras cae la lluvia hechizando los muslos de [violadas semillas propagando las claves de las germinaciones en el desnudo idioma de desnudas [urdimbres. Los hombres de la tierra huella fugaz del hambre aristas de fatiga desgarrando horizontes hebras de muerte espesa bajo heladas fisuras de cielo desvelado cuidan el rojo grano que nutre a las aldeas con ansiedad de sombra con ternura escarpada con músculos febriles. Y cuando estalla el parto en los altos recintos de hogueras sin cerrojos y [viento encabritado nace de sus sudores el Señor del Maíz Amo de las Mazorcas Guerrero Poderoso pintado con la sangre de sagradas serpientes Dador del Alimento Padre de las estirpes. *** En el nombre del padre De cómo fue que los hombres de la Iglesia debieron doblegar la voluntad de los naturales para cumplir con su misión evangelizadora y salvarles de credos y costumbres paganas. Lejos quedó el repique de los bronces, los pulcros pebeteros, las ojivas, los sillares, las gárgolas monstruosas, el idioma, los códices, las claves para encender metáforas celestes, anatemas, urgentes exorcismos, purgatorios, flagelos, misereres, solemnidad de manos celebrantes. Lejos maitines, mortificaciones, cilicios, ciegas llagas, penitencias, ascetismos rotundos, misticismos, nazarenos, basílicas, rituales. Lejos están. Aquí nace el olvido y nace la extensión del desamparo y Dios escupe su silencio enorme, su silencio magnífico, salvaje, exigiendo, tenaz, las agonías, los diezmos de castigo, las hogueras, autos de fe, bautismos, conversiones, apneas de dolor indispensable que alcen la eternidad de su Palabra en esta obscenidad donde el pecado se aferra a su herejía irreverente sin proclamas, sin truenos, sin arcángeles. En el nombre del Padre, huella a huella, una sobrepelliz de absoluciones patrocina atropellos que destruyen las delgadas compuertas de la sangre cuando estalla el desprecio o la lujuria recorre con falanges minuciosas las membranas viscosas, las abyectas regiones de la piel y su paisaje tornando imprescindible alzar su signo, instituir la verdad, el Santo Oficio, la furia de los justos, el garrote, la sedienta impiedad de los puñales. Porque el viento no puede con la sombra ni se atreve al fracaso ni consiente cayados inseguros ni cuestiona evangelios de amor inexorable... pero en el bosque duro, en las umbrías donde la luz llovizna cada ausencia solloza el alma su pulida pena lejos de las antiguas catedrales. *** Todo nace a la muerte De cómo fue sometido Atahualpa el rey de los incas a consejo de guerra, sentenciado de muerte, bautizado y estrangulado en la prisión de Cajamarca el 29 de agosto de 1533. Agosto se desnuda en Cajamarca. En la escarpada soledad andina galopan los caballos de la nieve sobre aras y verdugos y venenos. El inca. El inca. Apenas una sombra, un escozor, una fatiga larga, una esperanza frágil, confinada a la tribulación del cautiverio, entra en la longitud de la distancia para asumir un resto de horizonte que lo exima de cruces, servidumbres, rescates compulsivos, odios, miedos. El inca. El inca. Apenas una huella en los tembladerales de la duda, obstina empalizadas, patrocinios, pertinacia de asilos, manifiestos contra el rostro elocuente de la furia oculto entre solemnes contadores, frailes de poca monta, juicios, preces, asechanzas, cuchillos, evangelios. El inca. El inca. Apenas un olvido, un insomnio de lunas amarillas, solloza, a tientas, junto a las almenas, suministra las llaves del saqueo y acepta su ración de veredictos mientras, por la espesura de la noche se amartillan tragedias, delaciones, sórdidas imposturas, parlamentos, testimonios de agreste idolatría, rebeliones, amores incestuosos, potestad arbitraria, fratricidio, sospechas de cenáculos secretos. Cuando Valverde: oscuro, enajenado, bendice el agua, expulsa a los demonios y escoge, entre los nombres, el que nombra esa máscara azul que está naciendo de la cuerda, del palo, del suplicio, de agonías sin tregua, de emboscadas, de jaurías de luz catequizantes, azuzadas a edictos por el viento... en la pulcra quietud de la tristeza alza Atahualpa su perfil de abismo consintiendo en parir su propia muerte desde heladas matrices de silencio. *** Ciudadela Canto de luz por las bellas ciudades ocultas a los ojos de los conquistadores entre el altivo mar de cordilleras. Morada de las águilas. Bastión donde el crepúsculo reproduce naufragios de proas quebrantadas [contra flancos de estrellas mientras la voz del aire inscribe sus aullidos entre grietas oscuras como [fauces de noche como fauces salvajes devorando sin tregua las pisadas desnudas. Región donde los vientos tallan las soledades los rostros del sigilo los [pómulos terrestres al ritmo de sus ráfagas donde el polen esculpe la memoria fundante de doradas anteras y cincela el helecho su reptar armonioso bajo la tolerante mirada de la [luna. Refugio de jaguares. Punto donde los hombres nacidos del Aliento tatuaron la promesa de su arcilla inocente sobre el pellejo duro de los [duros peñascos tensando hacia las crestas los telares azules donde el alma entrelaza las místicas urdimbres de su esperanza pulcra. Sitio donde los dioses excavaron a pulso la tajante intemperie de los [despeñaderos establecieron ritos liturgias extendidas altares en la piedra calendarios labriegos para que el hambre calle para que calle el hambre ante follajes plenos de panojas maduras. Recinto de los soles. Ciudadela dormida en la cuna del trueno en ti el Ande salmodia solemnes alabanzas a las cumbres que expulsan la pureza del día entre los muslos diáfanos en ti el Ande custodia las gradas triangulares las sonoras acequias la [dulce agricultura de los ojos malvados de los picos sangrientos de las garras atroces detrás de las neblinas. Aquí es lejos la muerte la luz del infortunio los crueles horizontes. Aquí es lejos el odio y es lejos la desdicha la vida derramada el humo de la ausencia los filos de la injuria. Aquí sólo la selva conoce los senderos los rodeos precisos el paso en los [breñales. Sólo el musgo conoce las sílabas del pacto. Sólo el agua domina el idioma escarpado que estatuye las claves en medio de [la aurora muy cerca del silencio más allá de la lluvia. *** Apenas una lágrima Después llegó el despojo. Después el mundo tuvo nombre y dueño. Después, avergonzadas golondrinas bordaron relicarios amarillos entre los bastidores donde el viento tensaba la nostalgia. Después cubrió el sigilo migraciones de crótalos tajantes, turbas de intolerancia a contrafuria empecinadas en ceder indultos a [codicias rastreras como hierbas, a apetencias compactas. Después llegó la ausencia, esa yerma orfandad sin atenuantes que hundía los colmillos impiadosos en la [médula intacta del silencio, en la seca sustancia de la angustia, en la pulpa del alma. Y a veces el espanto derramaba ceniza en los rincones para ocultar los rastros de la [muerte que se alejaba, ahíta de estertores, embriagada de coágulos morenos, largamente saciada... Sobre el lento exterminio extendieron murallas los secretos, sofocaron gemidos moribundos con la complicidad del disimulo como si nadie nunca hubiera sido testigo de la infamia; como si nadie nunca hubiera encadenado los sollozos al tributo fatídico de un hambre que [atravesó la piel del desamparo a paso de abandonos compulsivos, a vuelta de mordaza; como si nunca nadie hubiera denunciado cicatrices entre las soledades [agraviadas por tanta cacería inexcusable, por tantos espinosos latrocinios, por tanta empalizada. Así se delinearon las duras coordenadas del olvido en esta longitud de la deshonra, en esta latitud de la desdicha donde la dinastía de la tierra obtuvo sus [hilachas; donde el reino vencido recibió su racimo de escorbuto, su cuota de sermones desdentados, su alfabeto descalzo, su infortunio, sus mendrugos de vida a la intemperie, su urgencia de cucharas. Así llegó a mi mundo este agreste cuaderno de bitácora apenas un susurro acongojado desciñendo su voz sobre los nombres, las fechas, las leyendas, los caminos, los sueños, la esperanza; apenas un susurro, un ademán de pena redentora congregando las voces espectrales que se dejan [oír en la alta noche donde espesos murciélagos de sombra despliegan su acechanza; apenas un susurro, una actitud de fraternal congoja por tantas injusticias a destajo, por tanto apasionado desencuentro, por tanta hipocresía vindicando la sangre derribada; apenas un susurro perdido en la espesura de los tiempos como en enmarañados laberintos de nocturnas cavernas palpitantes apenas un desnudo balbuceo... apenas una lágrima. ** Norma Segades-Manias segadesmanias@uolsinectis.com.ar Escritora argentina (Santa Fe, 1945). Educadora, escritora, guionista radial y codirectora de la Gaceta Literaria de Santa Fe. Ha publicado Más allá de las máscaras (1989), Mi voz a la deriva / Habitantes del Paisaje (1990/91), El vuelo inhabitado (1990), Tiempo de duendes (1991), El amor sin mordazas (1992/95/2004), Crónica de las huellas (2000/04), Un muelle en la nostalgia (2001) y A espaldas del silencio (2002). Ha recibido, entre otros, el Primer Premio Provincial Alfonsina Storni (1988), el Segundo Premio Nacional Plaza de los poetas: José Pedroni (1989), el Primer Premio Regional Edición Rosalina Fernández de Peiroten (1990), el Primer Premio Internacional Edición Villa de Martorell-Barcelona-España (1992), Diploma y Medalla Distinción Internacional Alicia Moreau de Justo por su actitud de vida (1999), y el Primer Premio Nacional a la Excelencia Humana por su meritorio aporte a la cultura (1999). === La abuela (desalmada y muerta, pero no tan triste la historia) ======== === Marianela Cabrera Pineda ============================================== Dedicado a Mardonia López M. Lourdes no dormía. Se pasaba la noche en vela, cuidando los sonidos que salían del cuarto de su madre. Un quejido, podía significar que debía voltearla hacia el lado derecho, un estertor, meterle las almohadas desde la cadera hasta la nuca. Un llanto parejo sin hipos, representaban usar el urinario portátil, y los gemidos entrecortados, eran para girarla completa sobre sí misma y quedar boca abajo durante pocos minutos, para lo cual se quejaba profundamente ahogada en sus carnes, para volver a la posición inicial. Todas esas posturas las hacía Lourdes, su hija, en el transcurso de la madrugada, y era increíble sentir las horas cumplirse insomnes y rápidas, para darle paso al alba y a los gallos cantores, y pasar el día haciendo exactamente lo mismo que la noche anterior. Aparte de írsele la vida atendiendo a su madre inválida y moribunda desde hacía 27 años, ella preparaba las camas de todos, arreglaba el cuarto de ella y su esposo, barría la sala, montaba una olla sobre la hornilla, alimentaba y aseaba a los pájaros, repartía café antes del alba, bendecía a sus dos hijos y trenzaba la crineja de su sobrina quien vivía dos casas más arriba. Sin tiempo para bañarse, entraba a la ducha y mientras esparcía detergente, el agua helada lavaba su cuerpo, y a veces, apresurada en la faena, olvidaba la pastilla de jabón de olor y su piel se resecaba con la espuma de fregar pisos. Su hija mayor le comentó un día que deseaba seguir estudiando una profesión después de que saliera del liceo. Esa primera educación la pagaba ya una beca ganada con sus excelentes notas. En vez de alegrarse, en su rostro se dibujó una mueca intraducible. De desesperanza, sin anhelo, un gesto triste y desmesurado. La chica salió y dejó a Lourdes, postrada, literalmente, en la silla del comedor. Si su hija deseaba hacer una carrera universitaria, ¿quién era ella para impedírselo? Lo único que sabía era sobre la cruel realidad de sus tragedias, y que sería ella sola quien apañaría la nueva resolución, ya que su esposo, empleado del Puerto, apenas ganaba para pagar las cuentas y beber sus pócimas, que de su propio decir, no eran alcohólicas, sino medicinales. Faltaban pocos días para el acto de graduación en el liceo. Acto al cual ninguno asistiría, ni siquiera la graduando. Retiraría su título de bachiller en ciencias, y luego se irían a Caracas a legalizar la inscripción en la Universidad Central en la carrera de medicina. En esa época no existía el examen de admisión. Una vez terminada la inscripción, debían rezar por salir en el ciclo básico de la carrera, allá por Sebucán. Ya por ese lado, Lourdes tendría que pensar en el pasaje ida y vuelta hasta Caracas, y desde el terminal, hasta el fin del mundo, en un Este pegado al cerro del Ávila, que en vez de calles eran pendientes y enrevesadas cuestas sin beneficio así subieras o bajaras de ellas. En su casa eran delgados. La abuela atesoraba su dinero en un banco del Puerto y ellos comían poco, y para vestir iban igualmente ligeros, gastando un par de zapatos cada año, más o menos, y limitando los lujos a una vez casi nunca. Los medicamentos de la anciana eran pagados por el seguro social, para lo cual Lourdes, antes con sus niños pequeños, debía hacer largas colas para cobrar la pensión y luego cambiarlos por tickets y después por las medicinas. Un promedio de tres filas interminables, durante un día o dos. El marido de Lourdes se metió a santero, en el barrio era preferible pasar por cualquier cosa que ser un hombre desquerido y abandonado en su propia cama por su mujer. Su ropa blanca, que ella lavaba hasta romperse los nudillos, se adornaba con collares de colores y un discurso recurrente sobre el celibato y los espíritus. De cualquier modo, su marido desteñía, y lo que era blanco en la mañana se convertía en marrón café por las noches. Aparte de los jeans del muchacho, la ropa de cama, los manteles, los tesoros de la abuela, incluyendo su traje de novia de principios del siglo XX, la de su hija, las batas de laboratorio, y a veces la ropa ajena de los vecinos. Las horas se consumían con una rapidez extraordinaria. En medio de los estertores de la abuela para ser cambiada de posición en la cama, curarle las escaras y darle de comer, Lourdes se inventó un nuevo oficio, que ni siquiera el hijo inútil la ayudaría a ejecutar, mucho menos salir con el invento a la calle a venderlo. Comenzó a hacer suspiros con clara de huevo, a amasar la difícil textura de la polvorosa, a conseguir el tuétano para los aliados, con el dinero de unos invertir en el papelón de otros, la manteca blanca y los frutos verdes para las conservas abrillantadas con azúcar y los leños para las hogueras, porque el gas era un lujo para gastarlo en esa dulcería criolla, la industria que ya todos veían con horror. La poca solidaridad hizo que Lourdes saliera, entre un gemido y otro, a vender los dulces en diferentes bodegas, donde dejaba las bandejas y se regresaba a veces sin contar el número. El dinero lo recolectaba a los tres días, invertía y le sobraba el pasaje y los libros de medicina, unos más caros que otros, y a veces se sentaba en la mesa y aprovechaba el descanso para amontonar las monedas en grupos de 10. El hijo inútil dio cuenta de sus ganancias más de una vez, por lo que se inventó un arca de caudales la cual escondía bajo una tabla del piso. Así como se le fueron las horas pasaron los años. Su hija, médico graduada, dejó de visitarla por muchos meses, se le veía distinta, con ropas de marca y cortes de cabello, zapatos y maletines de cuero. Cuando la empezó a frecuentar, Lourdes notaba su incomodidad. Ya no se sentía a gusto en su cuarto y jamás entraba a ver a su abuela, quien seguramente agradecería sin decirlo, otro diagnóstico a su enfermedad tan larga y viciosa. Su madre jamás rogó más de dos veces, luego insistía y a mitad del día no le decía nada más. Una noche de julio, con el calor pegajoso adhiriendo las ropas al cuerpo salado por los vapores del mar en calma, su hija médico vio a Lourdes pálida y destruida. Su espalda encorvada por el peso de la abuela, las manos ajadas como su rostro, los ojos hondos y una antigua tristeza. Le dijo entonces a su madre que descansara esa noche, y ella se ocuparía de voltear a su abuela, además de explicarle que sabía el significado de cada gemido, porque allí, oyéndola, se les había pasado la mitad de la vida. Tenía más de siete años que no entraba a esa habitación, el olor acre y dulzón le alborotó el estoicismo. Las muñecas de porcelana viejísimas, el dosel de la cama casi fúnebre, el espejo cubierto con un paño negro, le parecieron recargados, anacrónicos, igual que el enorme baúl, contentivo de reliquias jamás usadas. Y, tendida, en el centro, hundida o tragada por el raído colchón, estaba la abuela, con la nariz ganchuda y una sonrisa espectral, mientras dormía. El concierto de gemidos no se hizo esperar. Ella, con su escuela de medicina detrás, comenzó su trabajo. “¿Quieres que te voltee, abuela?”... “A ver... este es para la derecha. Listo”... “Ahá, este para el otro ladito, abuela, ¿no es así?”... De pronto, sin gemidos, sin la abuela pedirle movimiento, la tomó de los brazos y la volteó una y otra vez, con más fuerza, con furia. Una vez a un lado y la dejaba caer desde su altura. Y otra vez, y otra. Los ojos de la abuela la miraban interrogante, no le daba tiempo de sucumbir a sus estertores porque ya no salían de su garganta. Y la giró de posición en la cama, muchas veces. Agotada, por el peso, el que soportaba su madre desde hacía un siglo, se desmadejó sobre la silla. La abuela se quedó quieta y silenciosa toda la madrugada. En la mañana, entró Lourdes azorada, con el tazón de avena temblando entre sus manos. Su hija la miró y le dijo: “Mamá, la abuelita está muerta. Creo que quería verme y despedirse de mí. Anoté la hora de su fallecimiento, eran las 3:34 am... y... ¡no lo creerás!... me miró, sonrió y se quedó quieta para siempre”. ** Marianela Cabrera Pineda zcabrerap69@hotmail.com Escritora venezolana (Barquisimeto, 1965). Reside en Cagua (Aragua). Trabaja en un laboratorio de biomedicina de la Universidad de Carabobo (UC, http://www.uc.edu.ve) como asistente para un proyecto del CDCH UC, sobre células apoptóticas. Estudió letras en la Universidad Central de Venezuela (UCV, http://www.ucv.ve) y ha colaborado en diversos periódicos y revistas literarias. En 2006 recibió una mención honorífica en la Bienal de Literatura Augusto Padrón con el poemario Necrolírica para Eros despiertos. === Box day (fragmento) Marcos Arcaya Pizarro ======================== “Porque aún tenemos patria y los hombres no lloran”. Floridor Pérez, Canto a la derrota de Arturo Godoy. *** 07 los recios sudan GOLPE TRAS GOLPE y su juego carcome en el soplo de su respiración que todo lo inunda un batir de alas fibrosas engarzando el espectáculo con el tibio aire que viene en mi boca a latir *** 23 sangraron TANTO de mi cara lo aseguro SANGRARON TANTO de mi cara en el ir y venir de sus caricias a puño cerrado enguantado el amor de sus nudillos *** 14 sobre ese campo santo fueron bronce y gloria pero no y bailaron mis guapos estrellados de flashes bailaron constelaciones enteras bailaron a labio partido se movieron y en su ruda gracia me tocaron *** 05 cuerpo a cuerpo chorreado aquella noche leve pena su danza en el rito por lo bajo/nocturno de sus alas POR LA CHUCHA el alma les dolía y me dolieron mítico histórico y macho nacional ** Marcos Arcaya Pizarro linguaquiltra@yahoo.es Escritor chileno (La Ligua, 1979). Es miembro coordinador del Colectivo Lingua Quiltra. Estudia la Licenciatura en Pedagogía en Castellano en la Universidad de Santiago de Chile (Usach, http://www.usach.cl) y el Diplomado en Filosofía en la Universidad de Chile (http://www.uchile.cl), donde en 2004 obtuvo un Diplomado en Estudios de Género. Participó en el Primer Congreso de Estudiantes de Postgrado en Comunicación, llevado a cabo en la Universidad Austral de Chile (UACH, http://www.uach.cl; 2006). Obtuvo una mención honrosa en concurso de relatos de la Asociación Pro Arte, Ciencia y Cultura Latinoamericanos (Yage) de Austria (2006) y el primer lugar (mención poesía) en el concurso literario Usach 2006, organizado por la Oficina de Extensión y Cultura de la Federación de Estudiantes de la Usach (2006). Sus escritos han aparecido en distintas revistas virtuales y en papel como Rilttaura, de la Universidad Nacional de Colombia (Unal, http://www.unal.edu.co), Esperando a Godoy, de la Universidad de Buenos Aires (UBA, http://www.uba.ar) y Elefante Rosa, de Granada (España), entre otras. === Bienvenido Mr. Crusoe Jorge Serra ================================ Casi las seis de la madrugada. Un choque arrancó al multimillonario de sus dulces sueños. ¡Menudo follón! Fue lo primero que pasó por su mente atontada. Al despejarse vio que el suelo del camarote iba cuesta abajo. ¿Acaso se estaban hundiendo? Se lanzó al puente, orientado más por el tinglado que por su conocimiento del barco y echó un vistazo alrededor: la cubierta era un vaivén de tripulantes liados. La nave, por su parte, parecía estar a punto de zambullirse, con la proa casi rozando el agua. No soplaba nada de aire; un bochorno sofocante pesaba por encima de todo cual capa que asfixiara el barco y el mar, justo un momento antes de que asomaran los primeros rayos del Sol. Delante de ellos, tras casi un kilómetro de agua mansa, se perfilaban los contornos irregulares de una isla . Su barco. El yate que le había costado un dineral acababa de naufragar, ¡coño! El adinerado maldijo todo lo que se meneaba. Por cierto, alguien le debía explicaciones, enseguida. Fue a por el capitán, que se encontraba en el puente de mando, dando órdenes a diestra y siniestra. Tenía ese aire decidido que suelen ostentar los que están acostumbrados a hacer frente a situaciones graves. Adelantó la pregunta obvia con una respuesta seca. —Un banco de arena, señor Crusoe. Estamos bien encallados —siguió un instante de silencio; luego el capitán tuvo el espíritu de agregar:— Era lo último que nos esperábamos por esta zona. Y todo porque la marea alta escondía el fondo. A Crusoe le pareció haber escuchado bastante. —Por su bien, capitán, espero que usted sepa cómo sacarnos de este lío. —Pues... la buena noticia es que la quilla no parece estar dañada, no nos vamos a ir a pique. La mala es que nos hemos embarrancado en profundidad. Tendrán que remolcarnos para sacarnos de aquí; puede que pase todo el día antes de que vengan a socorrernos desde Caracas. —O sea, que puedo decir adiós a mi negocio en Brasil —concluyó Crusoe, y continuó refunfuñando:—¡Mierda! Justo lo último que me faltaba. El capitán no se tomó demasiado en serio los berrinches de su jefe y, quizás para quitárselo de en medio, pensó proponerle tomar tierra. —Ya que nos tendremos que quedar varias horas, igual vale la pena visitar la isla. A lo mejor hay algo interesante, o alguien que pueda ayudarnos, que con lo mal que vamos... —Visitar la isla... —replicó instintivamente Crusoe—. ¿Es que somos turistas? —pero al cabo de un momento la idea de explorar él solo la isla le instiló cierta curiosidad; comenzó a alimentar su ego, sintiéndose importante—. Pero bueno, si esto es lo que hay más vale echarle un vistazo a la maldita isla —un par de mozos prepararon una chalupa para la excursión—. Mientras tanto quédese usted aquí, que ya bastante ha hecho metiéndonos en esto. Encárguese de arreglarlo, si no quiere acabar con su carrera de capitán. Robert Crusoe, treinta y nueve años, cientos de millones de dólares repartidos en varios bancos de todo el mundo. Su familia, residente en Nueva York desde tiempos inmemoriales, lo había educado como el medio burgués que era. Parecía ser, aunque no se tuvieran noticias seguras, que sus antepasados eran originarios de Gran Bretaña. Se decía que uno de ellos habría conquistado enormes riquezas gracias a unos negocios no bien definidos en América del Sur. De todas formas las cosas no debieron de irle muy bien a los Crusoe, ya que en un dado momento la familia se trasladó a Nueva York para escapar de las deudas. Robert era un chico mimado cualquiera, sin embargo la pasión por el comercio, el dinero fácil y los estudios de económicas le habían convertido en un trepa sin alma. La boda con la hija de un gigante de la inmobiliaria hizo lo demás: ahora era un coloso, la octava persona más rica del mundo, según afirmaban las revistas. No era precisamente un lobo de mar, pero para sus negocios le gustaba viajar con toda calma y cómodo. Por eso se había comprado un gran yate para él solo, incluida la tripulación completa. Uno de esos yates con el puente de madera, los mármoles de Carrara y un comedor digno de una villa señorial romana; esa misma nave que ahora estaba detrás de él, hincada en la arena. Ya amanecía cuando la barca se acercó a la tierra. La isla no tenía buena pinta; al mirarla de cerca ofrecía un paisaje lunar. No había signos de vida: nada de árboles, ningún ruido de seres vivientes ni rastros de presencia humana. Una sensación extraña, casi un escalofrío, fulminó a Crusoe mientras pisaba la playa blanca. Sin saber cómo ni por qué, tuvo la impresión de tener algo que ver con aquel lugar. Sólo fue un momento y no le prestó especial atención. Eran seis y decidieron formar dos grupos: Crusoe, con dos marineros, explorarían un tramo de la costa; los tres restantes echarían un vistazo tierra adentro. La arena era de un blanco cercano al gris, tan fina que parecía polvo de cemento, casi impalpable. Una especie de mineral estéril arrancado de las entrañas de la tierra. Muertas se veían también las dunas y los relieves rocosos: a la que destacaba como la montaña más grande de la isla le faltaba una parte del flanco, aparentemente devorado por algún tipo de excavación, que como una fiera que arrancara bocados de carne de su presa, se había cebado en la piedra inanimada. El lugar en su conjunto, cuyas dominantes iban del beige al gris pardo, recordaba un paisaje primordial que todavía desconociera la vida. Lo único que llamó la atención de Crusoe fue algo parecido a un canalón, un cauce pedregoso y árido. Todo dejaba suponer que ahí, alguna vez, había habido agua. Sí, seguramente aquello era el antiguo lecho de un manantial de agua dulce; pero ésta debió de agotarse, así como toda la isla. No tardaron en volver al sitio donde habían desembarcado para juntarse con los demás, que se habían aventurado camino al interior. —Aunque usted no se lo crea, esta isla una vez estuvo habitada —dijo de entrada uno de los marineros—. Hemos encontrado las ruinas de un pueblo, a ni siquiera media milla de aquí. Pero yo creo que lo abandonaron hará cosa de un par de siglos. —¡Quiero ir a ver! —exclamó Crusoe sin más, sorprendiendo con su interés a todos los presentes. Su indiferencia hacia todo lo que no supusiera dinero, negocios o lujo era típica de su personalidad. Nadie se atrevió a llevarle la contraria. Recorrieron un breve tramo de un valle baldío hasta que llegaron al pueblo. Lo único que quedaba eran los restos de unos cincuenta edificios de ladrillos de clara realización europea. Ninguno de ellos estaba entero o reconocible, y nada más que guijarros redondeados testificaban la antigua presencia de una calle principal. Cualquier cosa hubiese ocurrido ahí se lo habían perdido. Definitivamente la isla estaba desertificada, hecha estéril por una explotación indiscriminada: se habían talado todos los árboles; una agricultura llevada a cabo de forma poco sabia había sangrado el suelo y chupado hasta la última gota de agua. —Qué asco de sitio —concluyó Crusoe. Su mirada dio con un sendero que subía por una altura. Sin pensarlo, fue a ver hasta dónde llevaba. Alcanzó un claro que limitaba, de un lado, con lo que parecía ser la entrada de una cueva obstruida por unos escombros. Sin embargo lo que le resultó más interesante fue entrever en el suelo la base de una valla. También vio algunas tablas de madera cuidadosamente recortadas y aplanadas, que tal vez antaño habían sido mesas. Debía de ser otro asentamiento, aun más antiguo que el anterior. No tuvo tiempo de continuar con sus observaciones; de nuevo le acuchilló la mente aquel presentimiento tan absurdo. Porque él, en algún recodo de su cerebro, sentía que algo le unía a esa tierra. Pero ¿por qué él? ¿Y por qué a un lugar tan inútil? No sabía nada de la isla, nunca había estado ahí antes. Pero una voz retumbaba en su cabeza, desde lejos. —¡Quédate aquí, Rob Crusoe! Esta es tu isla —la voz no le llamaba con su verdadero nombre, no le hablaba de usted. No. Esa descarada le hablaba de tú, como si le conociera de toda la vida. Y ahora parecía quedarse con su nombre—. ¡Rob Crusoe! Poor Robin Crusoe! Don’t leave! This island is yours!. —¿Que esta isla es mía? Claro, cómo no —replicó él en voz alta. Señales acústicas procedentes del mar llamaron su atención. Trepó a un montículo de piedras y pudo ver los remolcadores que trabajaban para desencallar su nave. ¡Ya era hora de que me marchara!, dijo entre sí, vagamente aliviado. Mientras se dirigía hacia la playa pensaba en qué haría con esa isla que ya tenía por suya. Pensaba en algún nuevo negocio para compensar su mediocridad. Ese podía ser un lugar ideal para llenar de hoteles de cinco estrellas, de casinos y, por supuesto, montar un gran parco de diversión. Las playas y los valles baldíos quedarían genial con palmeras y céspedes artificiales. La ciencia y el dinero hacen milagros. ¡Oh sí! Crearé un paraíso de diversión; un oasis de relax en el océano, para quienes tengan ganas de viajar y mucha pasta para gastar. Pronto se acabará con ser una mierda de sitio: este será mi reino. Y mientras hacía sus planes, se despidió de la tierra que se alejaba con una sonrisa pícara. ** Jorge Serra donjorgeserra@yahoo.es Escritor e investigador literario italiano (Sássari, 1979). Su nombre civil es Giorgio Serra. Licenciado en lenguas y literaturas extranjeras en su ciudad natal, en la actualidad es doctorando en literatura hispanoamericana y teoría de la literatura en la Universidad de Alicante (http://www.ua.es). Ha adoptado el castellano como lengua de uso y de creación. === Poemas Wilson Campanella ========================================= *** I Como pegado al cielo, un gran afiche de bordes gastados, arrugados, desprendiéndose por los bordes humedecidos y amarillentos. Sobre ese lienzo inmenso, corren senderos como venas polvorientas, con minúsculos aerosoles humeantes entre cobrizos y canosos, explotando de las gentes y de los autos que se cruzan a lo lejos. Todo parece irse hacia la tela amarillenta como momificándose a la distancia, disimulando fácilmente los halos celestes de cielo que parecen adornar los bordes de un cuadro al fondo, y de un espectáculo vivo al frente, pero que se va anestesiando, como atraído por el inmenso lienzo, hundiéndose entre los pliegues de los años en la tela. A su lado: JUNIO 2006 Sobre la mesa de trabajo y casi como llamándome, el motivo pintado en un calendario. *** II Como anoche, la Luna y su escote al oeste, dan la espalda al diminuto Júpiter. Sus halos serenos parecen tocarse, jugueteando entre las nubes, acariciando a lo lejos, la inmensa y glotona fisura del horizonte. Como desde hace varias noches, el lucero agobiado coquetea acercándose a la hermosa menguada, y al infinito se entregan en baños de soles plateados, cayendo en las fauces del occidente, casi tocándose, casi besándose, frente a un enjambre de tiritantes luciérnagas. *** III Bocanadas de angustia jadeante Acompañan tus pasos sobre la Viscosa escarcha del camino aquel. El de tu casa. Cartón y tablas. Los niños jugando, la humedad y el Frío, pegoteando papeles en El piso calmo. Que la comida no alcanza y la Ambivalente certeza, madre, De asir aun más lo imposible, con tu Vientre nuevamente besado en Estigma en flor para un nuevo invierno. Siempre has sido así vida mía y Escenario cruel de mi pobreza, Ortiga en flor que no has de dolerme sólo cuando de respirar deje. ** Wilson Campanella campanellaelectric@gmail.com Escritor y médico uruguayo (1959). Es médico psiquiatra. Su producción literaria permanece mayoritariamente inédita. === Última parada Érika Fernández ==================================== No evocará mi memoria este capítulo de mi vida más que en esta ocasión, recuerdo que quedará después enterrado en lo más profundo de la mente de esta desventurada. Las puertas del vagón se abrieron, y como cada mañana, me apresuré a buscar un asiento libre entre empujones de gente que entraba y salía. Un olor dulzón, rozando lo empalagoso, me llamó la atención al instante. Curiosamente, y lejos de molestarme, se me antojó agradable aquel aroma. Busqué su procedencia y mis ojos toparon con otros de color gris. Era un hombre, y me estaba mirando. Tranquilo, observándome mientras yo le observaba a él, sin que eso pareciese turbarle de ningún modo. Incómoda, retiré la mirada, consciente de que mis mejillas adquirirían un tono rojizo de un momento a otro. Quise adoptar una pose distraída y dirigí mi atención al libro que llevaba conmigo. Pero, curiosa, no pude evitar mirar de reojo. Y allí estaban de nuevo sus ojos, seguía mirándome, seguía sereno. Me hubiera parecido una actitud del todo maleducada por parte de ese desconocido, si no fuera porque observé que era endiabladamente guapo. Vestía un traje negro, corbata del mismo color y camisa blanca, lo que le otorgaba un aspecto brutalmente atractivo. Yo me sentía incapaz de mantener la mirada, pero el hecho de que él siguiera haciéndolo provocó que entráramos en una especie de juego, un coqueteo que se mantuvo mientras duró el viaje. Seis estaciones más tarde aquel hombre pareció llegar a su destino. Y apartando su mirada de mí, tomó posición frente a las puertas del vagón, aún cerradas. Leí el rótulo: La Laguna. Cuando éstas se abrieron, y con un gesto del todo despreocupado, tomó la mano de una anciana que estaba a su derecha. Me resultó curioso, pues no me había dado cuenta durante el trayecto de que ambos fuesen compañeros de viaje, ya que ninguno de ellos actuó como tal. Por supuesto, como cabría esperar de cualquier persona en mi situación, no dediqué más que ese instante de pensamiento a un acto que, aunque curioso, carecía de toda importancia. Y sin más salió con ella. Mis ojos le siguieron hasta que ya no pude verle. No se volvió ni una sola vez, no me regaló una mirada de despedida. Al poco, se detuvo el tren en mi parada. Entrando en casa, me di cuenta de que volvía a cobrar conciencia de mis actos. Y es que tan absorta iba en mis pensamientos sobre ese hombre, por quien —debo decirlo, y esto me abochorna— me había sentido tan atraída, que no recordaba nada del trayecto desde que le vi bajarse en La Laguna hasta que llegué a mi pequeño apartamento de Ciudad Universitaria. A la mañana siguiente el mismo aroma cargante me alertó de su inequívoca presencia en el vagón. No tardé en localizarle sentado a poco más de un metro de donde me encontraba yo. Iba acompañado de un chiquillo de unos seis o siete años, con una carita encantadora, sobre cuyo hombro reposaba él su brazo en señal de protección. Me hizo saber que también me recordaba, y le devolví la sonrisa como muestra de un saludo cómplice. De pie y sujeta a la barra tenía una perspectiva cómoda que me permitió observarle con tanto descaro como él lo había hecho un día atrás. Los ojos grises destacaban en una tez ligeramente bronceada. Y el cabello corto y oscuro pero graciosamente revuelto en su parte más alta, le atribuía una edad próxima a la mía, lo que contrastaba de modo muy interesante con cierta apariencia más madura reflejada en su semblante. Volvimos a dar inicio a un divertido intercambio de miradas, tan infantil e inocente como travieso y provocativo, que cesó en el momento en que, junto con el pequeño al que acompañaba, se bajó en Sol de Rey. ¡Qué caprichoso el destino! A lo largo de todo un mes, día tras día, fui encontrándome con ese desconocido que ya dejaba de serlo, en un lugar u otro del metro. Daba igual que vagón eligiera yo, él siempre aparecía. Y que agradable me resultaba esa coincidencia. Pero no cruzamos una sola palabra, ni absurda ni coherente, ni tímida ni osada. Como si todo sobrase tras la mirada, una mirada realmente encantadora. Y aunque esta situación hacía las delicias de mi yo romántica, por otro lado me impacientaba, pues no percibí en él la más ligera pretensión de disponer un acercamiento. Cierto día de esos en que me topé con él, sentí la tentación de ir tras sus pasos cuando vi que nuestro juego llegaba a su fin, cuando le vi ponerse en pie para alejarse de mí. No sé con qué propósito, ni sé si me hubiese atrevido, en caso de haberle seguido, a acercarme a él. Pero cuando me hube armado del valor suficiente para llevar a cabo la acción, algo, o más bien alguien, se interpuso. Observé, en un estado mezcla de sorpresa y decepción, cómo de manera cálida, pero a la vez distante, colocaba la mano alrededor de la de un hombre de pelo cano y cuerpo encorvado por la edad, para abandonar el vagón. Un hombre con el que no tuvo otro gesto que ese, y sólo ese, durante los diez minutos que transcurrieron de una estación a otra. Llegó a irritarme la situación, la fastidiosa casualidad de que nunca le encontrara solo. Y así se eternizaron mis días. Cuanto más tiempo pasaba, cuanto más le veía, más ansiaba yo conocer el sonido de su voz, más jugaba a imaginar el sabor de su boca en un beso cruel que no me daría. ¿Qué fuerza imbatible provocó que la atracción de un principio empezara a transformarse en necesidad, y esta necesidad se viera dirigida hacia ese invicto sentimiento llamado amor? Ya una tarde, que recuerdo como la más terrible de las vividas, el desconocido me brindó el presente de sus palabras y así la revelación de su identidad. ¡Aciaga tarde de dolor y espanto! Sentada entre la multitud mis ojos buscaban ansiosos la imagen de aquel que debía aparecer. En la boca una sonrisa, y en los ojos mi reflejo. Allí estaba. A su lado, una mujer muy bella. Me llamó la atención el aire feliz que sugería su rostro, el de ella. La impresión respondía seguramente a la errónea costumbre de tender a creer que quien va a morir no puede sentirse dichoso. Llevaba un pañuelo cubriendo la cabeza y bajo él podían vislumbrarse restos de lo que había sido en otro momento una cabellera sana y posiblemente bella. Mi madre había muerto de cáncer unos años atrás, y no pude remediar compadecerle al ver los estragos que la quimioterapia había provocado en una mujer tan bonita. Deslicé la vista hacia él que, como siempre, no dejaba de observarme. Sentí estremecerme ante la sonrisa pícara y la forma abrumadora en que me miraba. Recé para que el tren sufriera algún tipo de avería y quedáramos atrapados juntos. Recé para que esta vez fuese mi mano la que le acompañase a la salida. El tren no se averió, hizo la parada que tenía prevista en Puente de las Acacias. Y yo, viendo que se levantaba, y que además esta vez estaba completamente sólo, me dirigí hacia él. Sin pensarlo, me puse en pie y avancé decidida. Las rodillas me temblaban, no lo tenía previsto, no sabía qué iba a decirle, pero mis pasos nos acercaban cada vez más. Él se había quedado inmóvil frente a mí, observando cómo me acercaba, consciente sin duda de mis intenciones, esperándome. El corazón me latía con fuerza. Le miré fijamente, le sonreí tímida, y esperé. Allí, más cerca de lo que nunca habíamos estado, frente a frente, su peculiar olor se hizo irresistible, esperé. Entonces, con un gesto que me hizo flojear, se inclinó hacia mí. Lentamente y sin dejar de mirarme, fue encorvándose ligeramente y aproximando su cara a la mía. Cuando estuve a punto de cerrar los ojos para saborear el beso que estaba convencida que iba a recibir, deslizó sus labios con suavidad hacia mi mejilla, recorriéndola casi sin tocarla hasta llegar a rozarme el pelo con ellos. Y entonces me susurró estas palabras al oído: —Tesoro, delicia y tentación hasta para el alma más fría que es la mía. No vuelvas a mirarme, no cometas el error de volver a acercarte a mí. ¿O no sabes pequeña, que cometes pecado al desear a la Muerte? Un zumbido penetró en mis oídos, punzante, que me impedía escuchar los sonidos a mi alrededor. Incapaz de reaccionar, con la vista perdida al frente, dejé brotar una lágrima que él recogió con su mejilla, enjugando así la mía, y volvió a mirarme. Es bien cierto lo dicho acerca de ella: la muerte es cálida, es hermosa, es calma, y en algunos momentos, sí, la muerte es tentadora. Elegante hasta para destrozarme el corazón, se dio la vuelta y volvió junto a la bella mujer del pañuelo, que parecía esperarle para no salir sola de aquel vagón. Unieron sus manos sin mirarse y yo les observé perderse entre la gente. ** Érika Fernández nena_debod@hotmail.com Escritora española (Barcelona, 1981). Reside en Madrid. Cursó estudios hasta el Curso de Orientación Universitaria (COU) e hizo un curso de auxiliar de vuelo, área en la que trabajó durante dos años. Actualmente labora en el área administrativa. Mantiene un espacio personal en http://www.myspace.com/nena_myspace. === Lastimadura (extractos) Marijosé Pérez-Lezama ==================== *** Zalema (entredós) “...la vida es bella, aunque sea fea”. Oriana Fallaci Primero fue el agua dulce y eterna luego la certeza de tus brazos allegados al fuego mis pezones que flechan tu pecho hoy el tiempo de mi cuerpo entre tus labios (mi religión mi patria) sierpe bruna entre muerte y muerte *** Oráculo Forastero por esta desnuda sola a sol y viento que no besa i n i c i a d a en el destino de un tapir amoroso imposible hasta tu dolor que no le duele *** Malabar Loco de nubes (escondido en la tórtola oscura) de labios viejos profetas del malabar vividor de polvorosas crudas recién nacidas del aire zarandas de viaje a la más noche de tus aguas *** Redorada “Dios no perdona al hombre que abandona a una mujer...”. Zorba, el griego Si estás recordado que fuiste en un sapo y otro que ya no son y se mueren en mi garganta [insaciable del cuchillo preludiado en la carne] Lastimadura Entraño tu corazón furtivo erizado en mi cintura g o t e a n d o memorias sangrientas y me enveneno de turquesas sin retorno noche a noche boca abajo en la lumbre y el frío de tus escorpiones flemáticos en la guerra más íntima de mi refugio en el viento boca arriba por un día (agua y arena el resto) *** Eglantinas Me tientas allá y acá con almendras y ~~~~agua encendida de sombra libertina /////// quemando la más bruja de mis ganas con eglantinas verdes indiferentes a mi aire a morir ** Marijosé Pérez-Lezama mcperez@la-cadena.com Escritora venezolana (Ciudad Bolívar, 1959). Es licenciada en letras por la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab) y editora de textos y publicaciones educativas y recreativas en las áreas de educación, publicidad y arte. Ha realizado estudios de especialización en artes y museología en el Museo de Bellas Artes de Caracas (MBA) y en el Museo de Arte Contemporáneo de Caracas Sofía Ímber (Maccsi); de literatura en la Ucab, el Ateneo de Caracas y el Instituto de Mejoramiento Profesional del Magisterio; de historia política de Venezuela en la Universidad Santa María (USM) y en el Instituto Pedagógico de Caracas (IPC), y de filosofía en la Universidad Simón Bolívar (USB). Participó en el diseño del programa de la Cátedra de Lenguaje y Comunicación para las áreas del curso propedéutico, ingeniería, arquitectura y educación en la Universidad José María Vargas (UJMV), en el Colegio Universitario Monseñor Talavera y en el Instituto Universitario de Nuevas Profesiones. Es autora del libro Juegalecturas (La Cadena Tricolor, 2003). === Soledad Sandra Becerril ========================================== Antes de que la guerra comenzara, solía caminar por las tranquilas calles de mi ciudad, fumando... acostumbraba reunirme con mis amigos en el bar flotante de tía: algunas veces nos invitaba tragos azules de miel. Ahora que lo recuerdo con claridad fue precisamente en aquel ahora destruido lugar donde la conocí: entró sacudiendo su índigo melena, agitada por el viento que soplaba a aquellas madrugadoras horas. Se sentó justo frente a la banda virtual que tocaba rock clásico sobre la pantalla de plasma. La miré fijamente como troll de las montañas. Mi quijada se fue hasta el piso cuando me sonrió. Mi tía me dio un codazo impulsándome a acercarme a tal visión, porque eso era: una visión. Era probable que viniera de un planeta lejano, o al menos de otra galaxia, porque nunca en mi corta vida había visto tal belleza. Después su asiento voló hasta mi lado. Ella hizo como que no me veía, sin embargo yo sabía que de reojo me observaba. Quise hacerme el interesante haciendo bromas estúpidas a mis amigos. Ella reía como si las entendiera también. Le invité una cerveza roja con mucha espuma. Brindamos, encendí su cigarro: las manos me temblaron, no logré controlar mi pulso y la quemé. Meses después bromeábamos acerca de que aquella era la marca de mi amor. Hace algunas semanas me la arrebataron y ya me parecen siglos. No le veo caso continuar viviendo aquí, sin ella, sin nadie, en este planeta solitario, sin vida, con los bluptones persiguiéndome todo el tiempo. Estoy cansado de esconderme en estas cavernas. Siento que retrocedí en el tiempo... milenios atrás. Desde aquí puedo apreciar los restos de mi ciudad. Tengo hambre, mas no queda ningún vegetal comestible, tendría que volar hasta las ruinas... demasiado peligroso. En el bolsillo de mi pecho guardo aún la cápsula con las cenizas de ella... Cuando la abro, se materializa su holograma frente a mí: sus mejores momentos, no me canso de verlos. En algunos aparezco yo. Tal vez, si me viera en un espejo, hoy no me reconocería... Sale danzando ante mí en el lago de cristal. Un día donde los cuatro soles nos quemaban la pálida piel y opacaban a las lunas. Su falda de pieles se empapó de lluvia ácida y se deshizo... traía otra debajo y se burló de mí. Entramos a una caverna muy parecida a esta y me contó la historia de la red que servía para pescar los sueños. Mientras hablaba, se mordía las uñas... la red para cazar sueños no era invención suya, sino de un científico loco que la creó para el gobierno. Para tenernos controlados, porque sin nuestros sueños... ¿qué somos? Después de eso la besé. Me besó. Bailamos con el sonido que emergía de las ramas disecadas. Seguramente si yo hubiese muerto en su lugar, en mi cápsula también vendría el mismo día, la misma imagen. Cierro el diminuto estuche, la guardo cerca de mi corazón. La gente por aquí no creía en el amor, sin embargo yo era de los rebeldes... por los cuales estalló la guerra contra la monarquía. No admito aún la idea de que el amor no exista... Por eso me la arrebataron: aquel día cuando entraron a su casa a desollar a sus compañeros de cuarto, sé que la buscaban a ella. Huimos juntos. Los bluptones nos buscaron tanto que no conformes con destruir la única montaña real que quedaba, arrasaron también con los habitantes, que sin saber la razón encontraron por fin un pretexto para rebelarse. Yo los apoyaba y me sentía apoyado también. Me di cuenta de que algunos humanos aún creían en lo mismo que yo... Qué equivocado estaba. ¿De que sirvió todo el sacrificio? Han muerto. Si me quedé más solo que antes de conocerla. Ya no hay naves que salgan de aquí, estoy atrapado, solo, muerto en vida... Espero que algún día alguien reciba mi señal... a través del espacio. ¡Escúchenla! Abro de nuevo la cápsula, me arropo con las rocas líquidas y vuelvo a soñar... ** Sandra Becerril sbecerril@shamra.com.mx Escritora mexicana. Egresada del Centro de Excelencia Educacional, cursó también los siguientes talleres: Fotoperiodismo (Escuela Activa de Fotografía), Módulos Literarios I y II, Teoría y práctica del cuento I y II, en la Sociedad General de Escritores de México (Sogem, http://www.sogem.org.mx). Estudió un diplomado en literatura fantástica y ciencia ficción en la Universidad del Claustro de Sor Juana (http://www.ucsj.edu.mx), fue becada por el escritor Marcial Fernández; estudió creación literaria en la Sogem y actualmente estudia Novela en la Universidad Iberoamericana (http://www.uia.mx). Ha recibido menciones honoríficas en el concurso “La Identidad de mi barrio”, organizado por la delegación Tlalpan; en el primer Encuentro Estudiantil Fotozoom; Concurso “Nuevos Talentos”, organizado por Foto Regis (2002); concurso “Juana de América” por el texto “Érase una vez...”, y concurso “Espejo Roto” de relatos de terror. Además fue seleccionada por Fujifilm México (http://www.fujifilm.com.mx) para publicación como profesional de esa casa. Textos suyos han aparecido en las revistas Luz Directa, Fotozoom, Expansión, Expresión Autónoma, Época, Líneas, Crítica, Voces de la Primera Imprenta y Universo del Búho, y en las antologías Escritores hispanoamericanos en el mundo, de editorial Bellvigraff; Antes de que las letras se conviertan en arañas, Palabras sin piel y en la colección especial para el Festival de Cine Macabro 2007, próximo a editarse. Fue corresponsal y redactora de artículos especiales para deportistas para el Diario Nacional Deportivo. Ha publicado la novela La calle de las brujas (Editorial Justine) y el libro El legado de las abejas (Colección Especial de Nutrición Deportiva). Imparte diversos cursos de redacción y creación literaria desde 2004. De estos talleres ha surgido la antología Sueños de tinta, editado por Ediciones Shamra, colección de textos de diversos alumnos. Mantiene una página personal en http://www.shamra.com.mx y una bitácora en http://sandra-becerril.blogspot.com. === El canto-gemido del pájaro aurora Juan Pablo Mejía =============== y cada vez me asemejo más a un pájaro en forma de pez que nunca volará. metamorphosis *** el canto-gemido del pájaro aurora hechiza suspiro el teatro de mis brazos enamora los rostros de la noche que crecerá la humedad-vientre en mujeres de papel para encender miradas de vidrio enojadas la erecta humedad dilata tu silueta eleva honras / explota temores surge sudor del horno-madriguera gira hermosa superficie líquida que recorriendo tupidas geografías el canto-gemido del pájaro aurora inundará la noche virgen con acero. *** lo artificial estremece la emoción violeta pequeño cuerpo muestra la sonrisa de tu rígida armonía y hunde en el placer de la carne a la creatura para encender en tu inocencia la culpa de la desnudez extravíate demonio en sus muslos-pecado deslízate lengua-navaja por los caminos de la lujuria abandona pureza la niña-gusano de su angustia que la belleza de su sexo escupirá a la bestia sobre el altar de mi poesía. *** en las cortinas de la lluvia crecerán sonidos por ti las flores despiertan y consagran sus colores al amanecer de tu mirada corre locura desata los botones de mi fealdad que en tu equilibrio se refugia el asesino tejedor de mañanas expulsa tristeza la infancia del mausoleo utiliza la seducción para retener el calor de mi cuerpo juega silencioso guardián al ritmo del mar que las joyas de piedra soñarán flores y en las cortinas de la lluvia crecerán sonidos. *** pequeño cuerpo calor-primavera mujer calor-primavera sucumbe ante el sonido potencia de los cuerpos descubre tus bordes cintura de plata pálida centella ubica la rosa-deseo de mi centro recorre angustia el vacío del curvo silencio desplaza el sueño por el movimiento sonríe en tu desnudez a los ojos conjunción de espejos sangra hermosa máquina heroica esconde tu corazón de nido en el viento besa el cuerno-estrella de la orquídea que hiere el ojo divino de la tormenta vive canto-poema en los laberintos de la muerte que sólo existiré cuando regreses. *** encierra pupila-misterio el trajín de la noche encierra pupila-misterio el trajín de la noche descifra el trance refugio de mi cuerpo que en el desnudo sudor permanece el esperma marchito de la calle ahoga muchacha la embriaguez de la botella limpia el ruido de mis ojos centinelas esparce tu sombra en la obscenidad-belleza de tu boca recupera la esencia de mis diferentes rarezas y asesina al hombre-esperanza de la fatiga ajena para surgir inocencia de los (re)trazos de la palabra. *** la huida relámpago del viajero entre las aguas canta ilusión espárcete madrugada sobre las arenas de todos los desiertos anochece otoño bajo la luz de los febreros calcinados que tu boca detendrá el silencio carcelero de mis huesos huye potro amanecer incendia su adolescencia resplandece vértigo-marea en la angustia del misterio que en la metamorfosis de los rostros de tu espejo se perderá la belleza compulsiva de la culpa. *** las miradas tradicionales inundan la lluvia bajo tu sombra los versos envenenados se maquillan y el rostro de la pena huye de tu canto-sonrisa ahí donde la luz recoge sus pasos la flor de los bares denuncia la tertulia de los locos y el canto-eclipse madruga de murmullos la mañana de tus ojos entonces brota el silencio en tus vestidos la palabra se apaga y publica a colores la ternura de un delirio pero tus sueños purgan condenas publicitadas en las paredes de la ciudad mientras el viento gira en los cabellos de la risa. *** la reina salvó la cabeza del amante enjaulado sufre descuartiza pinceladas queda mucho por qué vivir el pasado volverá de los talones del profeta encerrará las viejas cartas de la muerte para que el nuevo cráneo de la princesa incendie los anillos de la lluvia ni un paso atrás estrella musical que la reina salvó la cabeza del amante enjaulado agredió a la locura y abortó el bisturí de la esperanza. ** Juan Pablo Mejía jp_mejiag@yahoo.es Escritor y periodista peruano (Lima, 1983). Egresado de la Escuela de Comunicación Social de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM, http://www.unmsm.edu.pe). Es cofundador y director de la revista de creación El Jinete de la Tortuga y del sello editorial Paracaídas. Formó parte del Comité Organizador del I Encuentro de Poetas y Editores Sanmarquinos y del Concurso Anual de Poesía “Prima Fermata Literaria 2006”. Ha publicado poemas en diversas revistas electrónicas y blogs de literatura. Mantiene las bitácoras http://jpmejia.blogspot.com y http://eljinetedelatortuga.blogspot.com. === La cena de los niños Juan Planas ================================= —Chicos, coman la cena, para crecer sanos y fuertes. —¡Está fea la comida, abuela! —No está, fea, Andrés. —¡Andrés tiene razón, abuela! ¡Esta comida está sucia, tiene pelusitas! —La comida está limpia, Rosa, no tiene pelusitas, y si no la comes, vas a ser una chica pequeñita y fea. Asomada a la ventana, abierta pese que la noche era bastante fresca, la madre escuchaba la discusión. El tranquilo vecindario suburbano se veía desierto. Del otro lado de la calle, se distinguía la sombra de un hombre en la única ventana iluminada de un bonito chalet con terraza. La madre observaba atentamente la oscura silueta del hombre, y cada tanto levantaba su vista hacia la luna llena que iluminaba el barrio. —¡No quiero esta porquería! Andrés había comenzado una furiosa rabieta. Tras alejar su plato de un empujón, chillaba y pateaba el piso, mientras la abuela procuraba apaciguarlo. —¡No voy a comer! ¡No voy a comer! El hombre desapareció de la ventana, que un momento después se oscureció. La mujer se acodó en el alféizar de la ventana y reconcentró su atención, ahora dirigida a la terraza de la casa de enfrente. Ambos niños se había unido en una rabieta mancomunada y la abuela se mostraba impotente para dominarlos. —¡No voy a comer! ¡No voy a comer! * * * El hombre había subido a la terraza. Resistió cuanto pudo, pero la irresistible llamada de la luna lo había vencido, como siempre. Otra vez triunfaba la maldición. Miró angustiado a la luna. Quiso gemir su congoja, y lo que brotó de sus labios fue un áspero gruñido. Pasó su mano por el rostro, mojado por el sudor pese a lo frío de la noche; estaba terso, recién afeitado. “Todavía soy humano”, pensó. Se apoyó en el parapeto y miró hacia abajo. La amplia ventana del comedor de la casa de enfrente estaba abierta y el hombre veía claramente a la madre asomada mientras la abuela se ocupaba de la cena de los niños, sentados a la mesa. El hombre pensó en los niños y se estremeció. ¡Carne! ¡Necesitaba carne fresca, sangrante! ¡Necesitaba sentir los ayes aterrorizados de una víctima mientras le clavaba sus agudos dientes! Miró otra vez a la casa de enfrente. Sus sentidos se habían agudizado y ahora percibió el tierno olor de los niños. Como las otras veces, la metamorfosis, lentamente anunciada por ciertos síntomas, se había consumado de golpe. El lobizón alzó la vista a la luna y emitió un prolongado y terrorífico aullido. * * * Los niños habían quedado paralizados y silenciosos al oír el aullido. Con una radiante sonrisa, la madre cerró el vidrio y los sólidos postigos de la ventana. Antes de darse vuelta, asumió un semblante severo. —A cenar, que el lobizón se lleva a los chicos que no comen. Los niños se pusieron a comer, ahora sin protestas. La madre y la abuela los miraban, sonrientes. Cuando los niños terminaron el plato, la madre dijo: —Y ahora, la fruta... El que no come la fruta se lo come el lobizón. Mientras servía la fruta, la abuela exclamó, dichosa: —¡Qué suerte tener un vecino como el señor de enfrente! Por la ventana cerrada se filtraba el pavoroso aullido del lobizón. ** Juan Planas sanalpar@yahoo.com.ar Escritor español (Barcelona, 1944) residente desde su infancia en el barrio de San Telmo, Buenos Aires (Argentina). Se dedica a tareas relacionadas con la edición de libros y revistas. Ha publicado diversos relatos en las revistas electrónicas Letralia, Proyecto Sherezade, Ficticia, Almiar, EOM (Eldigoras), y Parole Con. Su página, Galeradas (http://ar.geocities.com/sanalpar/galeradas.htm), incluye enlaces a sus escritos en la red. === Líquidas alas (extractos) Xesca Almécija ========================= *** Dentelladas Perra que en tu ausencia ladra mientras clava en las llagas el colmillo entre el gorgojeo del desprecio que me amputas los galopantes compromisos que aúllan sobre el sol. Dentelladas de rabia contra mí impotencia la mefítica herida. Enmohecido el mosaico de los sentimientos donde queda la ósmosis del oxidado coexistir. Entre el ósculo del deseo la rabia por las comisuras anaglifo del amargo brindis en los silenciosos aullidos del adiós. Controversia de las roídas palabras tarascada al moroso deseo las fauces se cierran paliadas por la agonía mordisqueando la morfología del ayer. *** Polvo de sueños Una gota se desliza por el cristal de las verdades a medias mientras tú eres el inspirador de los senderos creativos. Cantando en silencio inundando de aroma los recuerdos de la sombra llorando entre desconocida gente las horas que entre ellos vivimos. Polvo de sueño en el amanecer de lejanos días primaveras con sabor a vainilla. Recorridos que se cruzan en el viento mientras estas manos te dibujan una vez más una vez más entre dioses y bestias te pierdes en la nublada mente. No hay miedo a la nada la nada no existe sólo temo al olvido ese olvido. *** Calzado de goma Ojos que alumbran recorridos. fijos en la blanca línea del camino michelín calzado de grandes gomas radios que circundan y mueven tu paso en este andar y venir del humano. Máquina al servicio del tiempo tiempo que se hace más rápido con tus zapatos roídos en los viejos caminos andados. Vida quemada en las jóvenes auto vías bajo el brío de las piezas que te arman. Cercanías donde antaño solo llegabas con oro. Metal habitáculo con asientos y mandos luces indicadoras del movimiento en el espacio espacio que recorre la mirada tras un cristal biselado en el iris de la sentada mirada. Alvéolo del cuerpo viajero en su fachendear como lisonja para el viejo asfalto desgastado rueda y ruedan la rueda en el empaste del abarloar de la vida maroma en la prisa de lo mundano in extremis de las agujas del tiempo. al filo de la cotidiana velocidad ruedan y ruedan la rueda. Rueda en el astracán del mundo adoquinado. ** Xesca Almécija xescaalmecija@yahoo.es Poeta española (Almería, 1962). Ha publicado los poemarios Poesya... con perdón (1981) y Líquidas alas (Torremozas/Aullidos de Asfalto, 2005), y la novela Julia y viceversa (1995). Textos suyos han sido publicados en diversas revistas literarias. Hoy en día trabaja en la empresa Mester de Juglaría, de espectáculos y talleres artísticos, que ella misma junto al poeta y actor José Antonio Roche han formado. === El papalote y la bruja Odilón Moreno Rangel ====================== Junio se estaba yendo, eran sus últimos resoplidos. El viento furioso se empeñaba en acelerar su partida. El ventarrón caracoleaba ágil por todos los espacios de la ciudad. Se descolgaba con fuerza inusitada desde la cima de los cerros y no bien se había esfumado una corriente de aire cuando ya venían detrás otras. Sentía el aire y la polvareda arremeter contra la piel de su cara. Un sol a tres cuartos de su viaje diario, cerca de iluminar otros lugares, pendía del cielo. No supo por qué, pero volteó hacia arriba y los miró. No era la primera vez que los veía, pero si fue la ocasión en que se quedaron grabados en su mente por toda su vida. Una sonrisa sin menor pena floreció en su rostro, corrió hacia la barda que limitaba el terreno de su casa. La trepó ágilmente, se sentó con una calma que contrastaba con la alegría que retumbaba dentro de su cuerpo. Ni por un momento los había dejado de observar. Se le figuraba que había cientos de ellos culebreando en el cielo. Todos eran de diferentes colores, con distintas combinaciones. Danzaban ágilmente, murmuraban por unos instantes y por otros se alzaban furiosos dejando oír un ruido que atemorizaba. Era un espectáculo fascinante, un cielo multicolor que se agitaba constantemente. Luego volteó hacia abajo y los miró. La mayoría tendría la misma edad que él. Otros eran mucho mayores. Los que eran sus pares, algunos de ellos iban con sus padres. Le llamó la atención un señor rollizo de piel blanquecina que de momento se tornaba roja por la algarabía de jugar. Se divertía él más que sus hijos. La alegría y la emoción le corveteaban en los ventrículos del corazón. Sus desfallecimientos y las risas nerviosas que se le encimaban en su cuerpo, iban al compás de los movimientos de todas esas manos que abarrotaban el baldío que se extendía frente a él: un terreno vivo en polvareda rojiza, hierbas y piedras, y con unos cuantos, pero exuberantes, árboles de pirul. No sintió pasar el tiempo, el tiempo no duraba lo que debía. No era como cuando iba a la escuela y se le hacía inagotable. Quería que la maestra ya terminara de hablar porque entre tanta palabrería sin ton ni son, las horas y los segundos y todas las demás fracciones que componían los segundos se atascaban, el aire se enviciaba y sentía que ya no había el suficiente oxigeno como para respirar plácidamente y le entraba la modorra y el bostezo escandaloso por el que siempre lo regañaban. Una vez que se desvaneció por completo el sol junto con los niños y nada más quedó el murmullo de un terrenal solitario, mecido tiernamente por la noche joven, decidió meterse a su casa. Miles, millones, infinitas descargas infinitesimales de alegría hacían que su interior se coloreara como todos esos juguetes que había visto menearse altivos, sonoros, traviesos en el cielo. Con la sonrisa trémula en el rostro entró de prisa a su casa, buscó a su mamá y a la carrera que lleva la sorpresa, le contó todo lo que había visto esa tarde de fines de junio. La mujer miró a su criatura como si fuera una flor que enseñoreaba el lugar. Contempló las mejillas de su chamaco como pétalos de rosas, aterciopelados y colorados por el azote del sol y el viento. Lo miró y miró su niñez difícil endulzarse por el recuerdo de sus hermanos. Le platicó que sus tíos, los hermanos de ella, hacían unos papalotes hermosos, pero los fabricaban para vender. Le dijo que sus tíos tenían un cuarto lleno de estos juguetes. Los hacían su tío Felimón y su tía Natalia. Hasta le platicó de cuando, encorajinada. la tía Natalia le fue a romper todos los papalotes que había hecho su hermano Felimón, nada más porque él le había pegado, según por desobediente. El chamaco escuchaba atentamente, se imaginaba lo que le decía su mamá, escuchaba y tomaba la leche tibia que ella le había servido. Y ya que la escuchó por mucho tiempo, se animó a decirle que le enseñara a hacer los papalotes. Pero ella le contestó que no, que otro día porque iba a ver la televisión y no le daba tiempo. El niño le suplicó que en ese momento le enseñara. La mujer no se quitó de la negativa. El niño echó mano de sus mejores lágrimas, se tiró al piso, pataleó y gritó, pero no consiguió lo que deseaba, al contrario su progenitora le propinó dos arremetidas de manazos en sus nalgas acompañadas de un “¿No entendiste que luego?”. Se llamaba Sergio, tenía ocho años. Era moreno, de rostro anguloso, los ojos negros en forma de almendra y el cabello grueso e hirsuto. Al otro día se había encontrado en un incómodo mesabanco, evocando lo que le aconteció la tarde anterior. Estaba sentado allí por mero compromiso. En realidad él no quería estar allí, pero no había de otra que aprender en contra de su voluntad y no sabía a razón de qué. El único argumento eran las manos de su madre revoloteando en lo alto mientras le decía “es por tu bien. Si no estudias no vas a ser alguien”. Pues si él ya era alguien ¿no?; no había razón para ir a la escuela, pero la sabía elocuencia de su madre siempre terminaba por convencerlo. Esa mañana no fue tan larga como las otras, se entretuvo pensando en que su mamá le iba a enseñar a hacer papalotes. Y los que él elaborara iban a ser los más hermosos que se tuviera memoria por muchos años. Se alegró de su pensar y se sintió orgulloso de sí mismo porque estaba seguro de que nadie iba a diseñar, hacer y volar papalotes como él. Lo vendrían a ver de otros lugares para reconocerlo, le darían premios y reconocimientos a su ingenio. Todo mundo iba a admirar su arte para volar los papalotes. Nadie como él para llevarlos por el cielo. Su imaginación que volaba sin la menor restricción de pronto cayó a suelo duro cuando su maestra lo increpó y le dijo “¿ya terminaste?”. Mucho tiempo después del que hubiera considerado necesario, salió de la escuela. Caminó a prisa, no le interesaba nada, ni el juego de canicas o el juego de pelota en la polvorienta calle sin pavimentar a espaldas de la escuela, quería llegar lo más pronto posible a su casa para insistirle a su madre que le enseñara a hacer los papalotes. La emoción del deseo incontenible, de la ilusión que iluminaba la mirada, no lo dejaba quieto. Caminaba a prisa, casi corriendo. Cuando llegó a su casa encontró a su mamá platicando con la abuela. —Te digo que fue la bruja —dijo la anciana, segura de lo que hablaba. —No mamá, ¿cómo crees? Esas cosas no existen. Son puros cuentos. —¿Cuál bruja abuela? —intervino Sergio. —Yo las vi —la abuela volteó a mirar a Sergio—, estaban brincando acá atrás, en el cerro, en el San Cristóbal. Eran unas bolas de fuego... —¡Ay, hijo! —dijo la madre de Sergio mirándolo a él severamente—. Es que se murió el chamaquito, el hijo de Berta. Y dice tu abuela que fue la bruja, pero de seguro la chamaca sonsa se quedó dormida, aplastó al niño, lo ahogó y ahora dice tu abuela que fue la bruja. —No, hijo, de verdad que fue la bruja —alegó la vieja. —¡Ay! ¡Que no, mamá! Bueno, yo qué estoy discutiendo contigo. Mejor me voy a ver la televisión. Ya va a comenzar la comedia. La mujer se fue a la sala y prendió el televisor. —No, mi hijo —continuó hablando la abuela—, yo te voy a decir... esto que me pasó allá en Necaxa cuando tu abuelo me llevó para allá... porque en ese lugar se estaba haciendo una construcción, nos tocó lidiar con una bruja. Esa noche, los señores, los hombres se fueron a trabajar, nada más nos quedamos en esa casa las mujercitas con los niños. A lo lejos, en los cerros se veían muchas luces como que bailaban en el cerro. Entonces les dije a las señoras que estaban allí, las que traían a sus niños chiquitos, que eran las brujas las que brincaban en el cerro; les pedí que se enrebozaran bien con sus niños y que les pusieran sal en su cabecita y en sus piecitos y que regaran en todo su alrededor. Pero una señora que le gustaba bastante el pulque, estaba ebria y no me hizo caso... Entonces yo traía a tu tía Josefina, la tenía recién nacida, entonces, ya le puse a ella la sal en los pies y en la cabecita y la enrebocé bien... porque también se les pone la, este... que te gusta comer a ti, cómo se llama... la mostaza, se pone mostaza, el grano de la mostaza o sea semilla... y según que hasta que acaban de comer ese grano es cuando pueden atacar a los niños; tienen que estar comiendo uno por uno.... y ya en la madrugada, escuché así como aletazos, pero no podía despertar y lloraba un niño, pero yo inconscientemente tocaba a mi hija y la sentía junto a mí, pero así con trabajos pude despertar, entonces la señora que estaba borracha estaba bien dormida y el animal ya había jalado a su bebé. Lo tenía por los pies de la señora, ya lo había jalado, pero en ese momento iban llegando los señores, los trabajadores. Uno de ellos aventó su sombrero al piso, y abrió su cuerpo en cruz y el animal ya no se pudo mover. Las patas de la bruja estaban en la azotea. Otro señor las agarró e hicieron fuego, ahí las aventaron. El animal se fue arrastrando hasta donde estaban ardiendo sus patas, chilló bien feo. Pero como que ya no pudo volar porque nada más se caía; ya no podía porque el señor le echó el sombrero y se puso en cruz y eso es como sortilegio para que ya no caminen o no sigan haciendo mal. Total que la agarraron y la quemaron. Cuando entraron a ver al niño, ya lo había desangrado, ya se había muerto ese bebé, y yo tenía a mi niña bien embrazada y estaba viva, pero la señora que estaba tomada, la bruja le mató a su hijo. Así fue, hijo, por eso te digo que fue la bruja. ¿Quién si no ella? Pero ya no quiere creer tu mamá. Antes, cuando era de tu edad, creía. Ahora ya no porque es grande y como ha ido a la escuela, ya no cree. Las brujas son cosas malas, son de la noche. Hasta después de varios minutos de cuando la abuela hubo terminado de hablar, Sergio siguió pensando en el relato de la anciana. Imaginó los lúgubres aletazos del animal tronar en la oscuridad para hacer su fechoría. Un temblor gélido, doloroso, le serpenteó por la columna. Se le hizo china la piel. Sintió que se entumía y no podía moverse. Trajo a la mente un animal furioso que se acercaba amenazante a él. Quería moverse pero no podía. Sólo detuvo sus pensamientos y salió del trance cuando su madre les habló a él y a su abuela para que fueran a comer. La abuela lo tomó por los hombros y se dirigieron a la mesa. La madre encendió el televisor que estaba allí. Ninguno de los tres habló, ya no se platicó de las brujas. Mas después, cuando terminaron de comer, el muchachito le insistió a su mamá que le enseñara a hacer papalotes. Ella le contestó que sí, pero que más al rato que por ahora la dejara mirar la televisión. Sergio no quiso ponerse necio. Sabía que no le convenía. A su mamá la tenía que tratar con pincitas y ser paciente porque de otra manera la podía pasar muy mal y nada que le enseñaran lo que él quería. Mejor se fue a trepar a la barda de su casa, miró cómo el cielo se fue tupiendo de papalotes. Observó a los niños divertirse con los juguetes. Miró que dos papalotes de esos que después se enteraría que son de veinticuatro cocoles, se agitaban, se enfrentaban, se estaban disputando. Uno de ellos era rojo, con unas largas y finas barbas del mismo color, le pendían dos largas colas de trapo, una un poco más larga que la otra. El otro papalote era azul marino, y sus barbas también finas del mismo color que el lienzo principal. Al vaivén de las ráfagas parecían dos medusas que se agitaban con la corriente marina. El fulgor del sol de la tarde se fue a reflejar en la navaja de afeitar que traían al final de la cola ambos papalotes. Los dos papalotes se enfrascaban, se zarandeaban furiosos. Eran como si bailaran con delirio. Uno hacía círculos y bajaba, el otro se erguía y repetía lo que el otro hacía. Luego uno de ellos se alzó hasta el techo del cielo y luego descendió como desmadejado, como si estuviera muerto, sin fuerza. El otro se sacudió de izquierda a derecha. Sergio se deleitaba en la batalla, ¿quién iría a ganar de los dos jugadores? Los dos eran buenos. Los juguetes parecían una extensión de su cuerpo. No se podía predecir quién iba a ser el vencedor. Sergio seguía el movimiento de los jugadores, ningún detalle se le escapaba. Observaba cómo debía desplazarse y mover los brazos para que el juguete hiciera lo que el jugador deseara. Y así estuvieron los papalotes hasta que uno de ellos descendió acuitado, como lo había hecho antes, pero esta vez ya no se recuperó, ya no se irguió, se fue. Le cortó el hilo la navaja del otro papalote. El papalote perdedor se fue a enroscar allá con los cables de luz. Estaba otra vez oscuro. Casi no había papalotes en el baldío. El niño que había ganado gritaba: “¡Te vencí la coleada!”. Sergio dejó escapar un largo suspiro. La tensión del juego sin solución había desaparecido. También había dejado de apretar las manos y las mandíbulas cada vez que alguno de los jugadores estaba por ganar. Luego Sergio volteó hacia el cerro San Cristóbal y miró unas bolas rojas que aparecían en un lado y luego en otro. Pensó en lo que le había contado la abuela últimamente, se asustó, se metió corriendo a su casa. Le fue a contar lo que vio a su mamá y a su abuela. —Son las brujas, hijo —le dijo la abuela santiguándose. —No, hijo, qué van a ser las brujas, son los pobres leñadores que van bajando del cerro, vienen del otro lado, de la Estanzuela. Se vienen caminando y pues prenden una antorcha para irse alumbrando, pero qué brujas ni qué nada, esas cosas no existen, son leñadores. El chamaco miró a la vieja, la vieja a su hija y nada más chasqueó la lengua en señal de desaprobación, como pensando por más que le explicara lo de la bruja, nunca lo iba a creer porque era una necia. La madre se escabulló hacia uno de los cuartos de la casa. La abuela la miró hasta que desapareció y luego reanudó su plática. —Pues ahora, mi hijo, las señoras, las mamás, las que acaban de tener a sus criaturas, los chamaquitos que no están bautizados, tienen que ser cuidados porque corren peligro, están indefensos. —¿Cómo los cuidan, abuela? —¡Ay, hijo!, pues no te dije ayer que se ponen granos de mostaza en la azotea para que el animal se entretenga comiendo. Igual te dije que hay que poner las cruces de sal en la ventana y las tijeras abiertas en forma de cruz debajo de la almohada del niño. —¿Para qué las tijeras, abuela? —Para que se corte la baba que echa la bruja por el techo, la que se va a incrustar en la mollera del chamaquito, es como la lengua del animal, por ahí le chupa la sangre al chiquillo; entonces hay que cortársela, para eso son las tijeras. Cada vez que la anciana abordaba el tema de la bruja Sergio era toda atención. Le fascinaba que su abuela le contara esas historias. Sentía miedo y curiosidad a la vez. Siempre se sorprendía de todas las cosas que sabía la abuela. Se decía a sí mismo que la abuela no podía estar diciendo disparates como sostenía su mamá. Ella había vivido más tiempo y sabía más de la vida que cualquier otra persona incluso su mamá. Además no tenía por qué mentir y una prueba de lo que ella decía era cierto eran las bolas de fuego que volaban de un lado a otro del cerro. Sergio interrumpió a la vieja y le dijo que luego le siguiera contando más de la bruja porque iba a ver a su mamá, porque además de la bruja otra cosa que ocupaba su mente era lo del papalote. Se levantó y fue con su mamá, le rogó que ya le enseñara a hacer los papalotes. La señora le contestó que en esos momentos estaba tejiendo una carpeta de mesa chica, que se esperara. El niño se sentó junto a su madre que también estaba viendo un programa de televisión. Ya hasta que terminó el programa, le dijo que ya le iba a enseñar. También le dijo que nada más una vez lo iba a hacer, que otra vez no, así que se fijara bien porque no se iba a repetir. Ya serían como las doce de la noche cuando empezaron a trabajar. En realidad la mamá de Sergio no sabía muy bien cómo se hacían los papalotes, nada más le iba a mostrar lo que vio que hacían sus hermanos, pero eso de hacer los papalotes no era cosa suya, nunca le gustó hacerlos. El chamaco pensaba que el juguete se llamaba papalote por ser un papel muy grande, pero su madre le explicó que papalote era una palabra de origen náhuatl y significaba mariposa. Luego le dijo cómo preparar el engrudo, cómo cortar los popotes y dónde comprarlos, cómo debía cortar el papel y pegar los popotes según fuera el tamaño y forma del papalote. Esa noche hicieron varios diseños. La mamá así lo quiso para que el chamaco viera y conociera de todo lo que ella sabía. Hicieron muchas combinaciones de colores hasta que los agarró fuerte el sueño y mejor se fueron a acostar porque ya no podían más. El que más le gustó al chamaco fue el de veinticuatro cocoles, se le hacía fuerte, imponente. Sentía que él debía ser así. Durante el horario de clases de esa mañana, Sergio, con su desvelo y emoción de lo que había aprendido apenas algunas horas antes, en lugar de poner atención a lo que le enseñaban había estado pensando en la forma en que iba a hacer un papalote por sí solo. En la parte posterior de su cuaderno dibujó esbozos del papalote que deseaba. Cuando regresó de la escuela, encontró como de costumbre discutiendo a su madre a y a su abuela. —Ya se llevó a otro chamaco la bruja, te lo dije que iba a regresar. —Que no, mamá. El chamaco de la Juana de seguro ella lo aplastó. Se ha de haber quedado bien dormida y se le olvidó que ahí juntito tenía a su criatura. —No. Qué dormida ni qué nada, ese sueño es el vaho de la bruja... de seguro la jovenzuela no puso sal ni las tijeras, por eso le pasó lo que le pasó. —¡Ay, mamá! Mejor me voy a mirar la televisión porque contigo es imposible hablar —luego miró a su hijo y dijo:—. Al rato les hablo para que comamos. —Esos animales nada más salen de noche, de día no se atreven —terminó de decir la abuela. Luego de la comida el muchachito le preguntó a su madre cómo le podía hacer para elevar el papalote que habían hecho. Ella le preguntó que si no se había fijado cómo le hacían los demás niños. También le dijo que ella ya había cumplido con enseñarle a fabricarlos, de lo demás que él se encargara. Por último le dijo que fuera al tanque, al baldío, a fijarse cómo lo hacían los demás chamacos y así aprendería. El niño le contestó que estaba bien. La madre de Sergio pensó que así era mejor. No había otra manera de hacer que su hijo se hiciera independiente. Ella no siempre iba a estar con él. Desde chico tenía que hacerle entender que nadie iba a hacer las cosas por él. Él tenía que esforzarse por sí mismo. Sergio agarró al papalote de veinticuatro cocoles que había hecho en la madrugada, lo preparó como le había dicho su mamá. Le puso el tirante, la rezumbadera, la cola y al final de ésta la navaja. Quería disputar con alguien, echar coleadas. Serían las seis de la tarde cuando ya estaba Sergio en el terreno del tanque. Allí fue a hacer lo que miró que hacían los demás chamacos para elevar su papalote. Aventó hacia delante el papalote con la mano derecha, pero tomando el hilo, también sujetaba el hilo con la otra mano, pero manteniendo el brazo hacia atrás. Dejó ir el hilo, a cierto tramo detuvo el hilo con la mano izquierda y volvió a aventar la mano derecha, dejó ir más hilo. Sintió cómo se trepó el papalote en una corriente de aire, jaló el hilo con ambas manos, una después de la otra, lo que le dijeron que era cobrar hilo, y el juguete rugió soberbio. Se emocionó, se le fueron a poner de punta los pelos de los brazos. Luego otra vez echó más hilo y tironeó hacia atrás el hilo con la mano derecha y el papalote ya estaba muy cerca del sol, casi verticalmente. Sentía el hilo tenso. Agitó el brazo y el juguete hizo lo que su brazo. Hizo círculos con el papalote, medias vueltas, etc. Un chamaco del mismo barrio se le acercó y le dijo retador que si echaban coleadas. Sergio le contestó que sí. Empezó la disputa y ya se retorcían los dos juguetes por el cielo, como dos serpientes y se daban de lanzadas con las navajas que traían en la cola. Los demás niños se estaban retirando del lugar, nada más estaban quedando ellos dos. La noche estaba llegando y no había quien ganara. En una de esas que se viene el viento más violento. Los papalotes dieron de vueltas impetuosamente, los chamacos apenas los pudieron controlar. Otra vez se soltó una fuerte ráfaga de viento. Los papalotes se fueron a picada. El otro chamaco, el que había retado, se alcanzó a recobrar y se hizo para arriba; elevó el papalote en línea recta y le pasó la navaja por el hilo del papalote de Sergio. Sergio nada más miró cómo se le fue el papalote, se iba desmadejado, sin fuerzas, como si hubiera muerto la serpiente. Ya se sentó en el suelo terroso, hacía frío. El otro chamaco se reía, se burlaba de él. Le decía que le había ganado fácilmente, que lo esperaba otro día para darle la revancha, a ver si podía con él. Sergio se levantó y le dijo que sí, que se verían otro día, a ver qué pasaba. Luego caminó hacia su casa. Antes de llegar a atravesar la calle, miró al San Cristóbal. Allí venían las bolas de fuego, estaban saltando de un lado a otro a mitad de cerro. Entró a su casa. Le contó a la abuela otra vez lo de las bolas de fuego que bajaban del San Cristóbal. —Sí, hijo, es que hay mucho niño recién nacido por la colonia y no los han llevado a bautizar, pero si les pusieran su sal y las tijeras los protegerían en lo que los bautizan. —Abuela —continuó el chamaco—, qué crees, hoy jugué con el papalote, jugué las coleadas con otro niño y casi gano, nada más porque se vino un viento, pero ya lo tenía... —Sí, te vimos por la ventana —interrumpió la mamá—, pero no te preocupes ya vendrán otras oportunidades y ya ganarás. —Sí te vimos, hijo —intervino la abuela—; no te dejes, no te acostumbres a perder porque por eso la gente se amarga. Otra vez Sergio fue a la escuela, y ese día tampoco le puso atención a lo que decía la maestra. Estaba dibujando en el cuaderno, la figura que quería hacer en su papalote. La maestra lo sorprendió, lo regañó, le escribió una nota para citar a su mamá para recomendarle que reprendiera a su hijo, para que estuviera más atento en la escuela, no perdiendo el tiempo en cosas que no le servían para la vida. Terminó el día de clases. Y el chamaco se fue a su casa. En el camino arrancó la hoja en que la maestra había escrito el recado y lo tiró. Lo miró llegar la abuela. —Sí, hijo, era la bruja. Ya se chupó otro chamaquito, el de la muchacha esa que vive allá por la tortillería. Ahora el que peligra es el hijo de Justina, la que vive por la zanja. —Ya van a empezar con sus cosas, otra vez, mejor ya vénganse a comer —dijo la mamá de Sergio. El chamaco, después de la comida, se fue a mirar la papaloteada en el baldío. Todavía estaba un buen sol. Miró el astro, bien anaranjado, con sus lenguas de color rojo allá por el occidente relamiendo los cerros. Le gustó, y ya se decidió cómo iba a ser su papalote. Se metió a su casa, sacó los papeles de los colores que había elegido: negro, anaranjado y rojo. También se hizo del manojo de popotes, los que su mamá fue a comprar al mercado Barreteros, y preparó un posillo de engrudo. A la media noche terminó de hacer el papalote de veinticuatro cocoles, con un sol de color anaranjado en el centro y lenguas de color rojo, el fondo negro. Lo adornó con unas enormes barbas muy finas con los colores rojo y anaranjado entreveradas. Lo dejó secar toda la noche. Al otro día, cuando llegó de la escuela, le compuso el tirante, la rezumbadera y la cola con la navaja. Le puso también el papel para que rezumbara. La abuela y la mamá estaban platicando del cuarto niño que había fallecido en la colonia. La abuela insistió en que era la bruja, la madre en que se trataba del descuido de las inexpertas madres. Serían cerca de las nueve de la noche cuando el chamaco quiso salir a elevar el papalote, ya los niños del baldío se habían ido. La madre consintió en que saliera a jugar su artefacto, pero le recomendó que regresara no muy tarde. Sergio planeó ir a elevar el papalote donde estaba antes la asta bandera. Allí todavía se ve la base y el tubo de metal que sostenía la bandera. Se acomodó la chamarra, luego el papalote en la espalda y se fue hasta las peñas, así se le nombraba en donde estaba el asta bandera. Allí también es donde se tiene por costumbre la representación de la crucifixión de Jesucristo en Semana Santa. Hasta allá fue a llegar; nada más veía las sombras de los árboles y el viento estrellándosele en la piel. Aventó el papalote para adelante y lo comenzó a elevar, dejó que se fuera a lo lejos. No coleó, ni se miraba frágil. Lo había hecho resistente. Miró las casas que empezaban para abajo de la zanja, o sea el cinturón de seguridad que se había construido para evitar que se inundara otra vez Pachuca. Luego volteó para arriba, para el San Cristóbal. Miró parte del lomo del cerro y más arriba los puñados de estrellas reverberando en la oscuridad. Luego se dejó ver una bola de fuego echando brincos. El chamaco se sobresaltó. Quiso empezar a bajar el papalote. Pero la bola de fuego en breve dio cinco saltos y fue a llegar a las primeras casas. Se fue a parar allá encima del poste del alumbrado público, pero no quemó los cables, no hizo lumbre. Se fue a hacer un guajolote que le salía humo de las alas. Sergio no sintió miedo, le dio curiosidad. Miró al animal, al guajolote sombrío. El animal saltó en forma de bola de fuego al techo de una casa y fue a detenerse como guajolote. Allí como que inspeccionó el lugar, como que se veía que buscaba algo. Luego se fue a buscar a otro techo. El chamaco se acordó de la Justina, ni cinco días que había traído a su bebé. Miró al animal irse para el tercer techo. Ya le faltaban dos casas para llegar a la de la Justina. Se puso a pensar que si bajaba corriendo no le iba a dar tiempo para avisarle a la Justina que tuviera cuidado, que por allí andaba la bruja, que pusiera la sal y las tijeras debajo de la almohada de su chilpayate. El animal buscó en la cuarta casa, la otra casa era la de Justina y su hijo. El chamaco se acordó de que la abuela le había dicho que las tijeras eran para cortar la baba, la lengua de la bruja y pensó que tal vez la navaja del papalote serviría. Era la única manera que podía intentar para detener a la bruja. Recobró el hilo, acercó el papalote, se escuchaba el rezumbar sordo. Lo dejó descender suavemente, lo puso para atrás de donde estaba la bruja. El chamaco jaló el hilo, el papalote rugió furioso en la oscuridad del cielo. La bruja miró el papalote, percibió en la oscuridad el brillo de la luz artificial reflejado en la navaja de la cola del papalote. Brincó y se acomodó en casa de la Justina. Había fallado Sergio. El chamaco soltó hilo al papalote, el juguete quedó detrás de donde estaba la bruja. El animal se encaramó justo en el pedazo de techo que quedaba arriba de donde dormía Justina con su hijo. Soltó el vaho a la mamá, ya no la dejó despertar. La Justina escuchaba ruidos, escuchaba que su niño lloraba, pero no se podía levantar a consolarlo. El animal comenzó a soltar la baba. Sergio cobró hilo del papalote hasta que éste quedó erguido, luego lo dejó descender el papalote vertiginosamente. La bruja miró otra vez la navaja, se hizo bola de fuego y saltó, le quemó las barbas al papalote. Le iba a dar otra arremetida, pero el chamaco hizo dar una pirueta al papalote y lo elevó. Falló la bruja. La bruja se fue a acomodar otra vez sobre donde estaba la Justina y el niño. Soltó la baba una vez más. La Justina se arremolinaba en la cama por los chillidos de su hijo, pero no se podía mover. La baba de la bruja atravesó el techo, iba para la mollera del niño. Sergio dejó descender el papalote. La bruja lo miró, quiso alzarse para esta vez quemarlo por completo, pero el chamaco alzó el juguete a tiempo, agitó la mano derecha y el papalote se hizo de lado y la navaja pasó por la baba de la bruja, le cortó la lengua. El animal fue a chillar horrible, se revolcó, ya no se transformó en bola de fuego, nada más estaba revolcándose. El chamaco supo que había ganado. La Justina despertó y corrió a mirar a su hijo. Lo cargó y lo arrulló, lo contentó. Le gritó a su marido: —¡Alfonso, qué no escuchas el alboroto! Ve a ver qué hay en el techo que no deja dormir —ordenó la mujer. —Pero qué va a haber, Justina. Han de ser los gatos que se están peleando —dijo molesto el joven. —Pues que vayas a ver, que no oíste. Fue el marido de Justina al techo y se fue a encontrar a un guajolote aleteando y que le salía un chorro de sangre por el pico. Era la media noche, el chamaco bajó el papalote, se lo acomodó en la espalda y se fue a su casa. Iba feliz: le iba a decir a su abuela y a su mamá que había ganado. ** Odilón Moreno Rangel ueuetezca72@hotmail.com Escritor mexicano (Pachuca, Hidalgo). Trabaja como profesor de la Escuela Normal Rural Luis Villarreal (El Mexe, Hidalgo). Estudia la licenciatura de historia de México. Ha realizado algunas ponencias y publicado material de corte académico. === Poemas Marta Roldán ============================================== *** La memoria del espejo Guarda entre sus recuerdos de mercurio el espejo tu espalda contorneada y las redondas líneas de tus muslos junto a la cascada negra de cabellos que cae sobre cuello, hombros, brazos de mi cuerpo a gatas delante de tu sexo. Conserva entre dos gotas, el espejo, una gota de sudor que has hospedado y, por repetir la realidad a contramano, se dejó una filmación de tu álter ego. Retiene entre las partículas de vidrio su envidia hacia el calor que provocamos y no le alcanzó su extensión para encontrar a estos amantes en cada espacio de la casa. Pobre sordo, se ha perdido los jadeos. (de Gujuria). *** Amor descartable Caminaré entre las llamas habituales de mi casa: segundo estrato del averno. Llevaré en la piel hasta hundirme en el infierno el peso de los cuerpos, sus rituales. El ritual de lamer entre los pechos, el recuerdo candente de unas manos que sujetan mi cintura y otras manos resbalando por mi espalda en tantos lechos. La castidad se santigua y ruboriza al verme con un hombre a cada lado. No servirá ni un estigma en mi costado para cambiarme el futuro de ceniza. Si soy objeto de placer yo para algunos, ellos son mis juguetes fervorosos, animales, autómatas golosos, en la cama maremotos de Neptuno. Huidizos trozos de mi alma trasplantada entre las piernas de los cuerpos que he tenido. Para reunir cada pedazo ya perdido ahora es tarde, moriré sacia y desalmada. (de Gujuria). *** La receta Seguí tu huella al chocolate y, embadurnada en mermelada de frutillas, me calenté a baño maría para resbalar untable entre tus pelos. Embebiste en mi leche azucarada tu vainilla de los reyes de Savoia y cocimos lentamente en el almíbar de dos bocas, de los poros de dos cuerpos, el insaciable deseo de comernos. (de Gujuria). *** Vigilia Si se afirma despierta multiplica el ahora en un hoy infinito. El futuro implacable no la alcanzará nunca. Tampoco habrá un pasado. El momento presente será un único tiempo o mejor dejará de ser tiempo para ser permanencia. Los crepúsculos tiñen el orbe inmensurable, se suceden sin pausa y buscan, agotados, el alba subsiguiente. Ella sigue despierta ignorando la luna elimina el mañana. (de Íntimos de lectura rápida). *** Serás más feliz sin mí Me zambullo en la pelusa envenenada de tu ombligo para morir uno o dos días, será raro verme adentro del recoveco redondo de tu panza. Voy a tirarme a dormir sobre las piedras de ese río más verde que unos ojos con el vil objetivo de evitarte una noche. Si te extrañé veinte horas me arrepiento ya que no valen los dos centavos de alma gastados por pensarte. (de Íntimos de lectura rápida). ** Marta Roldán fama@friulinelweb.it Escritora argentino-italiana (Rosario, Santa Fe, 1969). Reside en Codroipo (Italia). Usa el seudónimo literario Carmiña Cándida Daverio. Enseña español en bibliotecas y asociaciones italianas. Ha participado en diversos talleres literarios como el de técnicas de escritura de la agrupación Coeli, con el profesor Carlos Italiano, el taller virtual de narrativa breve de Rocío Uchofen (ambos en 2002) y el Taller de Escritura Creativa de la Biblioteca Pública de Codroipo, a cargo del escritor Vincenzo Sarcinelli (2003). Textos suyos han sido publicados en revistas literarias como la del diario La Nación (http://www.lanacion.com.ar), la Gaceta Literaria de Santa Fe (http://gacetaliterariasantafe.blogspot.com) y La Hoja (Conservatorio Literario), entre otras. Ha publicado el poemario Amar es verter sudor y sangre (Homo Sapiens, 1993; El Taller del Poeta, 2004, reedición). Ha sido incluida en más de 25 antologías, como Letras de seda (Editorial Mis Escritos), Las siete claves de la felicidad (Editorial Publicaciones Latinas, Bahía Blanca) y Los ángeles también cantan (Perú). Textos suyos han sido publicados en las revistas Grupobúho (http://www.grupobuho.com) y La Fuente de las 7 Vírgenes (bilingüe; http://lafuentedelas7virgenes.spaces.live.com). Coordina el grupo de poesía “Crearpoesía” y modera los foros “Literatura erótica”, “Tus escritos” y “Tus poemas” en la zona literaria de Foroarte.com. Desde 2005 organiza el concurso anual e internacional de relatos eróticos “Karma sensual”, así como los encuentros de poetas “Un modo di dire” (Lignano, 2006 y 2007) y las noches temáticas de poesía, danza y video en Codroipo con Pierina Gallina (2007 y 2008). Ha coordinado las antologías Karma sensual I, II y III; Pareceres de “Crearpoesia”; Un modo di dire y La saga de los silencios, de Foroarte.com. Tiene el título provincial de conductora de talleres literarios (1990) y condujo varios talleres en vecinales locales y en el Conservatorio Literario de Rosario, donde también ofició como jurado en dos de sus concursos de poesía anual. Su libro Perfiles y roles fue finalista en el VI Concurso YoEscribo.com (http://www.yoescribo.com). Mantiene una página personal en http://www.friulinelweb.it/crearparaleer. ||||||||||||||||||||||| EL REGRESO DEL CARACOL |||||||||||||||||||||| === Los versos de Adán que Eva guardó Bettsimar Díaz ================= Poesía Rayuela Taller de Ediciones (rayuelaediciones@cantv.net) Caracas, 2006 Depósito legal: If1320068001928 ISBN: 980-6406-64-8 60 páginas El mito de Adán y Eva no deja de ser seductor e inspirador. Bettsimar Díaz (Caracas, 1965) ha retomado la historia de la pareja primigenia que observa maravillada el mundo recién creado, y que habita el Edén sin más patrimonio que su candidez hasta que ésta se convierte en la causa de su desgracia, y la ha convertido en un canto de amor y dolor. El libro se inicia con una “nota”, atribuida a un testigo imposible, en la que se explica que antes de salir del Paraíso, Eva cubrió su cuerpo y el de su amado con hojas de los árboles que pronto dejarían atrás. “En esas hojas”, cuenta el testigo, “estaban grabados los poemas con los que Adán rendía a diario la vida del jardín”. Y en la página siguiente es Eva quien da las indicaciones previas a la lectura: “En la nervadura de las hojas están las palabras, debajo de las hojas, como si fuese una sombra que se deshace lentamente, está la vieja vergüenza, pero debajo de ella, mucho más profundo e inmenso, está el corazón vivo y perfecto de sus poemas”. Poemas que presentan a un Adán intacto, virgen de todo, que por sobre todas las cosas ama a su padre, quien le ha dado el poder de nombrar: “No hubo lugar a salvo de las palabras. / Y mi Padre dijo: / —Ordena, Adán, como creas, / Y reparte a cada cual su nombre”. Es así como nace inadvertidamente la poesía: “Vi cómo río también era canto / y cómo de canto eran los grillos, / vi al trigo volverse abrazo, / y al aire, aroma beso manantial / vi en los ojos luna nueva”. El nacimiento de Eva, que le es presentada por su padre “como un buen amigo”, es recibido por Adán con un canto de amor. “Te pedí / no seas más del barro / ni del silencio / levántate y / sé de mí // Sé mi amor”. “Tu cuerpo de mi cuerpo / se levanta / y nacen versos y nacen alas”, le responderá ella; “Por ti yo me trenzo entre jazmines / y dilato la madrugada”. Apenas se entreve la tragedia cuando Eva regresa “de conocer las Serpientes”, seres tan elegantes como misteriosos de los que la mirada de la primera mujer se queda prendada. “Son tan bellas que sólo miran a sus cuerpos / lucen sus pieles / y se les va la luz dibujando lentos caminos en la arena”. El castigo del padre los sorprenderá y el dolor será insoportable: “Estoy desnudo Padre / tengo frío tengo sed”, escribe Adán, “Estoy desnudo Padre / estoy desnudo / Estoy sin ti”. El libro está bellamente ilustrado con los grabados de Doré dedicados a la pareja que protagoniza el Génesis. Con rigor recuerda, en su contraportada, el novelista Adriano González León: “Pocas palabras místicas, en la tradición venezolana, registra nuestra crónica dispersa. Pero conmueve que alguien como Bettsimar Díaz, de la nueva generación, busque con originalidad las honduras de una poesía de la duda y la esperanza”. Abogada de profesión, locutora y pianista, Díaz desarrolló estudios avanzados en religiones del mundo en New York Universiy. Publicó su primer libro, Patio interior, bajo el sello de Monte Ávila Editores, en 1998. Desde hace más de diez años trabajo como directora artística de espectáculos, conductora de imagen artística y como productora ejecutiva y musical de producciones discográficas. Actualmente conduce el programa radial La Vuelta al Mundo, a través de La Radio del Ateneo de Caracas, 100.7 FM. ||||||||||||||||||||||||||| POST SCRIPTUM ||||||||||||||||||||||||||| “No dejes de escuchar el canto oscuro que es cadencioso eco de la palabra, dilatada sombra que cobija al silencio. Porque el ‘decir de amor’ de la poesía, antes de ‘trasmutar el pensamiento en sueño’, es una música que lleva otra música dentro. Toda forma es la forma de otra forma que escapa de sí misma para serlo y acompasa su paso con el paso huidero del tiempo. Por eso el corazón, con el latido de la sangre, a tu verso le da el ritmo sonoro y luminoso de tu estremecimiento”. José Bergamín: Arte poética (1972). === Cómo publicar en Letralia, Tierra de Letras =========================== Antes de enviarnos algún texto para publicar en Letralia, le agradecemos leer nuestras condiciones de publicación. Usted puede verlas en el Web en http://www.letralia.com/tierradeletras/publicar.htm. 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