~~~~~~~~~~~~~~~ Año XIII Cagua, Venezuela Nº 208 ~~~~~~~~~~~ ======================================= ~~~~~~~~~~~ LETRALIA, Tierra de Letras ~~~~~~~~~~~ http://www.letralia.com ~~~~~~~~~~~ ======================================= ~~~~~~~~~~~ 20 de abril de 2009 ~~~~~~~~~~~ ~~~~~~~~~~~ LETRALIA, Tierra de Letras, es ~~~~~~~~~~~ la revista de los escritores ~~~~~~~~~~~ hispanoamericanos en Internet. ~~~~~~~~~~~ Usted puede enviarnos sus ~~~~~~~~~~~ comentarios, críticas o material ~~~~~~~~~~~ literario a info@letralia.com ~~~~~~~~~~~ ~ * ~~~~~~~~~~~ ~~~ JORGE GOMEZ JIMENEZ - Editor ~~~~~~~~~~~ ~~~~ Depósito Legal: pp199602AR26 ~~~~~~~~~~~ ~~~~~ ISSN: 1856-7983 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ === Sumario =============================================================== | Premios mediáticos. / Triumphant García Aguilar. / | Breves Dialogando con Brasil. / Libros visuales. / Policlínica | literaria. / La Mancha de abril. / 90 en Mieres. / Las | aventuras de Medrano. / Quijote continuo. / Maragall | desde su nieto. / Zorrilla expuesto. / Tradición y | vanguardia en la fotografía. / Mujer y literatura. / La | entrega del Ipasme. / La palabra de los sesenta. / | Ficción en texto. / Grifo abierto. / Poesía en favor de | discapacitados. | | Premio Pablo Neruda para el poeta nicaragüense Ernesto | Noticias Cardenal. / Literatura puertorriqueña es retratada en un | diccionario. / Una biblioteca infantil recorrerá | Latinoamérica. / Falleció en Gijón la escritora española | Corín Tellado. / Asociación de Internautas pide | recusación de ministra González-Sinde. / Muere en Bogotá | el poeta colombiano Mario Rivero. / Juan Gelman recibirá | premio de poesía en China. / Enrique Hernández D’Jesús | entra al jurado del Premio Rómulo Gallegos. / Encuentro | “Más allá de los cuentos” reúne artistas de cinco | países. / García de la Concha y López Morales reciben | honoris causa en Nicaragua. / Joan Manuel Serrat lanzará | disco en homenaje a Miguel Hernández. / Recuperado el | diploma del Premio Nobel de Heinrich Böll en Colonia. / | Entregado Premio CajaGranada a Darío Fo y José Saramago. | / Premios de la Crítica española para David Trueba y | Eduardo García. / Muere el escritor británico J. G. | Ballard. / El Cantar del Mío Cid pudo ser escrito por un | poeta árabe. / Con poemas clausura Álvaro Mutis el | encuentro Cosmopoética. / José María Merino ingresa a la | RAE. / Antonio Barnés recibirá premio Miguel de | Cervantes de Investigación. / Todo listo para Feria | Internacional del Libro de Buenos Aires. / Madrid | celebrará la 4ª edición de La Noche de los Libros. / | Historia antigua será analizada en jornadas en | Argentina. / Publican obra poética del desaparecido | argentino Roberto Jorge Santoro. / Realizarán en Quito | encuentro “Poesía en paralelo cero”. / Estudiantes | protagonizarán jornadas de creación literaria en | Venezuela. / Salón del Libro de Gijón se centra en la | literatura y el mar. | | “Corín Tellado y los márgenes de la literatura”, Manuel | Artículos y Cabesa. / “Del autor al lector. Riqueza y limitaciones | reportajes de la lectura”, Carlos Schulmaister. / “Bajarse al moro: | comedia entre la tradición y la modernidad”, Álvaro | Giménez García. / “Fotografía y monstruosidad. Bracea de | Malú Urriola”, Jorge Sánchez Sánchez. / “El secreto de | Ivonne Giraldo”, Naudín Gracián Petro. / “El espejo | posible”, Gabriel Mantilla Chaparro. / “Fiesta de | disfraces”, Manuel Garrido Palacios. / “Pastoral | americana, de Philip Roth”, Miguel de Loyola. / “La vida | descalzo: la historia de los recuerdos sumergidos de la | playa”, Abraham Prudencio Sánchez. / “Wong Kar-wai y el | cataclismo de la cotidianidad”, Rodolfo Lara Mendoza. | | Edilio Peña, autor de dos novelas envueltas en un | Entrevistas torbellino: La cruz más lejana del puerto y El acecho de | Dios: “La patria sigue extraviada”, entrevista por | Alberto Hernández. | | “Luisa del Valle Silva. Sin tiempo y sin espacio: | Sala de ensayo resonancias líricas de la infancia”, María Cristina | Solaeche. / “Los europeos ante una estética americana en | la invasión de América”, Josué Sánchez. / “Eisejuaz, un | santo grotesco”, Margoth Cuevas Aro. / “La eterna | materia de los mundos infinitos”, Jaír Ríos. | | Poemas de Karen Sevilla. / “Florencia”, Martha | Letras Rosenthal. / Textos de Augusto Rodríguez. / “Las cuatro | mismas personas”, Ramsés Barragán Estrada. / Poemas de | Ana Márquez. / “Seis balas en el tambor”, José-Carlos | Nazario. / “Poemas antológicos”, Raúl Henao. / “La | gotera del techo”, Yvette Schryer. / “Hojarasca” | (extractos), Ulises Varsovia. / “El cumpleaños”, Ricardo | Martínez-Mora. / “Sin llegar a lo invisible” | (extractos), Paolo Astorga. / “La orilla”, Moisés | Sandoval Calderón. / Poemas de Juanita Conejero. / “Con | tu mirada en mi alma”, Milia Gayoso Manzur. / “Sobre la | escritura”, Eva Ruiz. / “El futuro presidente”, Blanca | del Cerro. | | Pablo Antonio Cuadra. | Post Scriptum | =========================================================================== Premio Unicornio 1997 como Evento Cultural del Año http://www.geocities.com/SoHo/8753 =========================================================================== Premio "La Página del Mes" de Internet de México el 3 de mayo de 1998 http://www.internet.com.mx =========================================================================== Premio "Web Destacada del Mes" de MegaSitio en diciembre de 1998 http://www.megasitio.com =========================================================================== Premio Katiuska de El Mundo Diferente de Katiuska, en enero de 1999 http://www.redchilena.cl =========================================================================== Premio Key Site Award, de Fortress Design, en mayo de 1999 http://www.fortressdesign.com =========================================================================== Premio a la Excelencia, de Exodus Ltd., en mayo de 1999 http://www.exodusltd.com =========================================================================== Premio Mejor Página de Poesía, de La Blinda Rosada, en julio de 1999 http://blindarosada.org.ar =========================================================================== Segundo lugar en los premios Lo Mejor de Punto Com, diciembre de 2004 http://www.lomejorde.com =========================================================================== Finalista en los premios Lo Mejor de Punto Com, octubre de 2005 http://www.lomejorde.com =========================================================================== Finalista en los premios Stockholm Challenge 2006, Estocolmo, Suecia http://www.stockholmchallenge.se =========================================================================== Premio Nacional del Libro de Venezuela 2007, Centro Nacional del Libro http://www.cenal.gob.ve =========================================================================== Finalista en los premios Stockholm Challenge 2008, Estocolmo, Suecia http://www.stockholmchallenge.se =========================================================================== Para suscribirse a Letralia, envíe un mensaje vacío a: letralia-subscribe@gruposyahoo.com Para desuscribirse, envíe un mensaje vacío a: letralia-unsubscribe@gruposyahoo.com También puede formalizar su suscripción o su desuscripción en un formulario visible en nuestro sitio en el Web: http://www.letralia.com/herramientas/listas.htm Ediciones anteriores: http://www.letralia.com/tierradeletras/archivo.htm ||||||||||||||||||||||||||||||| BREVES |||||||||||||||||||||||||||||| Premios mediáticos. El pasado 17 de marzo se celebró en Madrid la entrega de los Premios SM de literatura infantil (El Barco de Vapor) y juvenil (Gran Angular), que tuvieron como lema “2009 razones para leer”. En esta edición, la 31ª de estos prestigiosos premios, Care Santos obtuvo El Barco de Vapor por su novela Se vende mamá y Antoni García-Llorca el Gran Angular por El salvaje. Además, este año se ha puesto a disposición del público el blog Reporteros 2.0, en el que se concentra toda la información sobre los premios, los libros resultantes, y los otros premios de la Fundación SM, así como las incidencias de la ceremonia de entrega, retransmitidas a través de Flickr y Youtube por tres reporteros jóvenes aficionados. http://www.flickr.com/photos/smdoscero http://www.youtube.com/smdoscero http://smdoscero.blogspot.com Triumphant García Aguilar. La novela El viaje triunfal, del escritor colombiano Eduardo García Aguilar (http://www.letralia.com/firmas/garciaaguilareduardo.htm), traducida al inglés como The Triumphant Voyage y publicada por la editorial Aliform (http://www.aliformgroup.com), fue presentada el jueves 2 de abril en la sede de Americas Society (http://as.americas-society.org) en Nueva York, con la presencia de Gregory Rabassa, Dan Shapiro, el autor y el traductor de la obra, el estadounidense Jay Miskowiec (1958), quien obtuvo la Primera Beca Nacional de Traducción Literaria 2008 convocada por el Ministerio de Cultura de Colombia (http://www.mincultura.gov.co) para traducir el libro al inglés. El jurado de la beca, compuesto por los traductores y académicos Juan Manuel Pombo y Timothy Keppel, la otorgó a Miskowiec en virtud de que El viaje triunfal “es una novela bien escrita que capta una época histórica de América Latina de las generaciones del modernismo y del vanguardismo, es una traducción bien ejecutada y es interesante que se conozca ese periodo fuera del país. La experiencia del traductor es sólida, con una buena formación académica”. García Aguilar (1953), quien reside en París, es autor además de las novelas Tierra de leones, Bulevar de los héroes y Tequila coxis, y ha publicado los poemarios Llanto de la espada y Animal sin tiempo, el libro de relatos Urbes luminosas y Celebraciones y otros fantasmas, una biografía intelectual de Álvaro Mutis. http://www.aliformgroup.com/display.php?code=triumphant Dialogando con Brasil. El Nº 6 de la revista-libro de circulación semestral Palabras escritas, que se define como un diálogo cultural entre Brasil e Hispanoamérica, acaba de ser publicada en Asunción, Paraguay, bajo el sello Servilibro. La publicación contiene material creativo (cuento, poesía, ensayos, fragmentos de novela, narraciones y teatro) de autores latinoamericanos y comentarios críticos de investigadores y académicos que se ocupan de obras y autores latinoamericanos de los más importantes centros de estudios de Occidente, como las universidades de Poitiers, Lyon, Valencia, Montreal, Madrid, Bolonia, La Sorbona de París, Rosario, Buenos Aires, Sao Paulo y Ottawa. En esta edición la catedrática de La Sorbona, Milagros Ezquerro, interviene con un minucioso estudio de la narratología de la novela Pedro Páramo, de Juan Rulfo, mientras la profesora de la Universidad de Florianópolis, Salma Ferraz, rastrea las huellas del diablo en la literatura desde su especialidad, la teopoética. Hay narraciones de Marcelo Juan Valenti, Pilar Romano, Ricardo Benítez, Susana Ballaris, Luis Hernáez, Raúl Astorga, Carolina Orlando y Carlos Morán, y poemas de Pepa Kostianovsky, Florencio Godoy Cruz y Nicanor Parra. Textos sobre comunicación mestiza por Fany Trainer, sobre violencia en Latinoamérica por Héctor Boleso, sobre poética de la melancolía en Pizarnik por Enrique Acuña, un estudio de la narrativa de Heránez, por Vicente Peiró, y sobre las poetas cubanas de la diáspora por Aimée Bolaños. Igualmente, una pequeña antología de la poética de Elvio Romero sirve para recordar y homenajear al poeta paraguayo fallecido en 2006. Obra creativa de autores latinoamericanos y crítica especializada de catedráticos europeos completan esta entrega. La revista, que puede adquirirse en Escribirte, recibe colaboraciones —que serán evaluadas por el comité de redacción— en el correo talomac@gmail.com. http://tienda.escribirte.com.ar/productos/21.htm Libros visuales. Ediciones Bonal acaba de lanzar su nuevo sello editorial Somoslibros, que a lo largo de este año publicará diversas colecciones enfocadas en libros más visuales, con contenidos frescos y alta calidad sin que ello suponga un precio elevado. Es el caso de “In Spain”, una serie de monográficos dedicados a productos españoles de la que ya se pueden adquirir los dos primeros volúmenes: In Spain Vino y Diseño e In Spain Quesos y Paisajes, ambos escritos por reconocidos profesionales de estos sectores como Enric Canut o Carlos Delgado. Además, la editorial publicó este 14 de abril, con motivo del Día del Libro, Comer Arte, una visión de la cocina de Ferran Adriá a través de las imágenes creadas durante décadas por el fotógrafo Francesc Guillamet. Otra colección interesante es “Somossexy”, una línea de libros escritos por y para mujeres que pretende ofrecer una visión fresca y audaz de los temas eróticos que interesan a las mujeres. El primer título que se lanza este año es Enredadas, de la periodista y escritora Elisabeth G. Iborra, con su particular visión de las relaciones a través de Internet. La nueva editorial está dirigida por Lola García, que da así continuidad a su anterior tarea en la promoción cultural y la comunicación. http://blogsomoslibros.com Policlínica literaria. Con “El profanador del Señor”, una ficción ambientada en el año 30 de nuestra era, el escritor venezolano Scott García (Maracaibo, Zulia) se adjudicó el primer lugar del Premio de Cuento Policlínica Metropolitana para Jóvenes Autores, según decisión emitida este 15 de abril por el jurado, compuesto por Ednodio Quintero, Krina Ber y Alberto Barrera Tyzska. El cuento es, según los jueces, “un texto original y brillante, que se impone con mucha fuerza, proponiendo una versión apócrifa de la vida de Jesús de Nazareth, que busca acentuar su naturaleza humana”. García ya había obtenido mención de honor en la edición anterior de este certamen. El segundo lugar recayó sobre el cuento “Guaracha para un gallo muerto”, de Leonardo Rodríguez, por “la belleza narrativa de ese inquietante monólogo de una mujer que se dice tres: la vieja, la niña y la loca, con una voz fresca y contemporánea, así como un gran acierto poético”. Por último, el tercer premio fue para “Mi vida con Fiori”, de María Dayana Fraile, por “su manejo narrativo de las claves del extravío generacional, encarnado en el personaje de una muchacha en su desesperado forcejeo con las reglas que rigen su mundo”. Se concedió menciones de honor a “Lima-limón”, de Williams Oswaldo Vivas; “Lucila y el resto de las cosas”, de Enza García Arreaza; “Pigmalión”, de Manuel Llorens; “Cíclope”, de Javier Eduardo Domínguez Torres, y “Di que quema”, de Eduardo Febres Muñoz. En esta su tercera edición, el premio está dotado con 6.000 bolívares para el primer lugar, 3.000 para el segundo y 1.500 para el tercero, así como la publicación de ganadores y menciones en un volumen que aparecerá próximamente. El acto de premiación tendrá lugar en mayo. http://www.policlinicametropolitana.com.ve La Mancha de abril. La revista digital La Mancha acaba de publicar su edición de abril, que incluye un artículo de Isabelle Touton sobre la novela Derrumbes, del escritor español Ricardo Menéndez Salmón, así como un homenaje a John Fante en el centenario de su nacimiento, que se cumplió el ocho de abril. El guatemalteco Eduardo Halfon y Heliodoro Herrumbre Márquez son otras de las firmas que pueden apreciarse en este número. Además, textos de Ernesto Pérez Zúñiga, Nicolás Melini, Juan Carlos Méndez Guédez y Juan Carlos Chirinos. Los lectores de La Mancha pueden ahora suscribirse a su espacio en Facebook (http://abbrr.com/xFl) y recibir así notificaciones cada vez que la página sea actualizada. http://delamanchaliteraria.blogspot.com 90 en Mieres. La Biblioteca Central de Mieres, ubicada en la Casa de Cultura Teodoro Cuesta de Mieres, Asturias (España), cumple estos días nueve décadas de existencia. Para conmemorar la efeméride el ayuntamiento local ha puesto en marcha una exposición retrospectiva que permite recordar y homenajear a los libros y las personas que durante todo este tiempo han trabajado por la cultura de la ciudad. La muestra, que fue inaugurada este 16 de abril y permanecerá abierta hasta el sábado 25, está formada por libros y mapas del fondo histórico. Además, varios paneles, colocados de forma cronológica, explican al visitante las vicisitudes y diversas ubicaciones que, a lo largo de su historia, ha tenido la biblioteca mierense, que pasa por ser una de las primeras de Asturias abiertas al público en general. El horario de visita es de 12 a 14 horas y de 17 a 21 horas. http://www.ayto-mieres.es/4/403/?idioma=esp Las aventuras de Medrano. Acaba de aparecer en República Dominicana, bajo el sello Norma, la novela infantil Héroes, villanos y una aldea, del escritor y periodista Néstor Medrano, y la misma circulará en el marco de la XII Feria Internacional del Libro Santo Domingo 2009, que inicia este 20 de abril. El libro, de 118 páginas, narra las aventuras de un niño que vive mil episodios, con riesgos y peligros, en los que son utilizados los clásicos elementos del bien y del mal, con un trasfondo literario en el cual se plantea la importancia de la niñez como elemento portador de los más sanos sentimientos. El libro es de lectura ágil, con 118 páginas, y, aunque está concebido para un público a partir de los 11 años, su lectura es propicia para adultos, jóvenes y ancianos. Medrano, quien es reportero activo del matutino Listín Diario, recibió en diciembre pasado el Premio Único de Poesía del certamen de la Sociedad Alianza Cibaeña, con el poemario Escritos con agua de lluvia, y mención especial en el concurso de relatos con el volumen Cuentos de vapor y de sombras. http://abbrr.com/XC3 Quijote continuo. El Círculo de Bellas Artes de Madrid celebrará entre el 22 y el 24 de abril la 13ª edición de la lectura continuada del Quijote, evento cuya inauguración estará a cargo del más reciente Premio Cervantes, el escritor español Juan Marsé. Participarán en la lectura personalidades del mundo de la cultura, de la política y del espectáculo, que irán intercalando sus intervenciones con las de un enorme número de ciudadanos que se acercarán a leer a diferentes horas del día y de la noche. A la cadena de lectores irán sumándose muchos otros a través de videoconferencias y conexiones telefónicas, que permitirán establecer contacto con El Cairo, Johannesburgo, México D.F., Washington D.C., Pekín, Shangai, Sofía, Bucarest y distintas ciudades de España, entre otras localidades. Durante los tres días en que se desarrolla la lectura, alumnos de la Real Escuela Superior de Arte Dramático (Resad) y del grupo de teatro del Centro Penitenciario de Aranjuez interpretarán fragmentos de Don Quijote en la Sala de Columnas. Además, el Gremio de Libreros de Madrid obsequiará a los lectores con una lámina. La lectura se retransmitirá a través de Radio Círculo 100.4 FM y de la web del CBA. http://www.circulobellasartes.com/ag_humanidades.php?ele=94 Maragall desde su nieto. Este miércoles 22 de abril a las 20 horas se realizará en el Ateneo de Madrid la conferencia “Una mirada familiar de Joan Maragall”, a cargo del nieto del poeta catalán, el escritor Pere Maragall i Mira. El conferencista será presentado por Jesús Blázquez, autor del libro Unamuno y Candamo; amistad y epistolario (1899-1936), en un acto organizado conjuntamente por el Ateneo y el Centre Cultural Blanquerna, dentro de la Semana de Cultura Catalana en Madrid con motivo del Día del Libro y la Diada de Sant Jordi. La primera parte de la conferencia explicará la línea familiar de dedicación al estudio de vida y obra de Maragall, mientras que la segunda analizará la relación del poeta con escritores e intelectuales castellanos como Francisco Giner de los Ríos y Miguel de Unamuno, a partir de su viaje a Madrid de 1900, enviado por el Diario de Barcelona. Maragall i Mira (Barcelona, 1951) es licenciado en historia por la Universidad Autónoma de Barcelona y ejerce como profesor en diversos institutos de secundaria. http://www.ateneodemadrid.com Zorrilla expuesto. La sala Narciso Alonso Cortés de la Casa de José Zorrilla de Valladolid (España) albergará este 23 de abril, con motivo del Día del Libro, una exposición y consulta pública de aproximadamente 35 títulos — monografías, revistas y recortes de periódicos— relacionados con el poeta y pertenecientes a la Biblioteca de la Casa de José Zorrilla. Entre las monografías se expondrán tres ciclos: el de las Obras completas de Zorrilla, el de los Tenorios, entre los que se encuentra una edición japonesa, y el de obras carismáticas del poeta, bien por la naturaleza de las mismas, bien por ser ediciones difíciles de consultar hoy día. Asimismo se han confeccionado carteleras relacionadas con los ejemplares expuestos, dotadas de una explicación de cada obra en cuestión, sus antecedentes, los argumentos editoriales para su publicación, el contenido o aquellas curiosidades que puedan interesar al público por lo excepcional de las mismas. Entre las publicaciones periódicas figuran los números de revistas que tratan acontecimientos puntuales relacionados con Zorrilla, su coronación o el traslado de sus restos, entre otros. La exposición estará abierta de 12 a 14 horas y de 17 a 20 horas. Tradición y vanguardia en la fotografía. Alfred Stieglitz, Gertrude Käsebier, Vasco Szinetar, Man Ray, Henry Cartier-Bresson, Eugene Smith, Robert Capa, Richard Avedon, Annie Liebowitz y Rineke Dijkstra son algunos de los autores cuya obra se revisará en “Fotografía y fotógrafos: tradición y vanguardia”, taller dictado por José Ramírez a partir del martes 28 de abril en la sede de Roberto Mata Taller de Fotografía, en Caracas. La actividad mostrará a los participantes diferentes miradas y posturas de análisis que les permitirán entender mejor la tradición y seguir explorando el camino de la creación. Sin embargo, se debe tener claro que éste no es el típico taller de crítica, tampoco se tomará fotos ni habrá ejercicios prácticos, pues la idea es cultivar la apreciación fotográfica, en el estilo en que se ha hecho en literatura, para comprender y asimilar la obra de fotógrafos que forman parte de nuestra tradición. Las clases comienzan el martes 28 a partir de las 7 de la noche. El cupo está limitado a 12 participantes. Quienes deseen información sobre inscripciones y costos, pueden llamar a los teléfonos de la escuela, 0212 2579745 y 2562587, o visitar su web. http://www.robertomata.com Mujer y literatura. Entre el 28 de abril y el 12 de mayo se realizarán en Monzón, Huesca (España) las Jornadas “Mujer y literatura” organizadas por la Concejalía de Políticas de Igualdad del ayuntamiento local en colaboración con Cruz Blanca, y en el marco del Plan de Igualdad de Oportunidades de Monzón (PIOM). Las sesiones se celebrarán de siete a nueve de la tarde, en el Centro Cívico, y tendrán un cupo máximo de 25 asistentes. La inscripción se puede formalizar hasta el 27 de abril en la mencionada concejalía o a través del teléfono 974 400 700, extensión 503. El programa lo desarrollará Chusa Garcés, coordinadora del Grupo de Lectura de la Biblioteca Municipal. http://www.monzon.es/noticias/ver_noticia.php?id=2182 La entrega del Ipasme. Este jueves 30 de abril serán entregados los premios del XVI Concurso Nacional de Literatura del Instituto de Previsión y Asistencia Social del Ministerio de Educación de Venezuela, Ipasme. La mención Novela correspondió a Cienfuego de fuegos, de Antonio José Lanza (Cumaná, Sucre); la mención Poesía a El silencio en su propio olvido, de Moisés Cárdenas (Palmira, Táchira); la mención Cuento Infantil a Maribel da Silva (Los Teques, Miranda); la mención Cuento a Historia de reflejos, de Juan Manuel Romero (Caracas); la mención Ensayo a Identidad y salvación en la obra de Enrique Mujica, de Evelixe López Alejos (Caracas), y la mención Teatro a Saldré de tu piel de cuero, de Juan Martins (Maracay, 1960; http://www.letralia.com/firmas/martinsjuan.htm). La ceremonia de entrega se realizará el jueves 30 a las 6 de la tarde en la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg, http://www.celarg.gob.ve), ubicada en la avenida Luis Roche de Altamira, en Caracas. http://fondoeditorialipasme.wordpress.com La palabra de los sesenta. En el marco de la 35ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires, que tendrá lugar del 23 de abril al 11 de mayo, la escritora y traductora argentina Luisa Futoransky (http://www.letralia.com/firmas/futoranskyluisa.htm) dictará, del 3 al 5 de mayo, el taller “El poder de la palabra. Curso sobre la generación del sesenta”, en el que se frecuentará la obra y las propuestas de una docena de autores, como Miguel Ángel Bustos, Alicia Dellepiane Rawson, Juan Gelman, Horacio Pilar, Ramón Plaza, Eduardo Romano, Gianni Siccardi, Horacio Salas, Germán Ferrari, Roberto Santoro, María del Carmen Suárez, Máximo Simpson y Alberto Szpunberg. Estarán, en calidad de invitados especiales, Ferrari y Szpunberg. Los participantes discutirán en torno a temáticas, estilos, relaciones con hechos históricos y corrientes artísticas, revistas y pequeñas editoriales, lugares de encuentro y otros temas. Futoransky reside en París, donde trabajó como periodista para la agencia France Presse (AFP) y ha sido conferencista en el Centro de Arte y Cultura Georges Pompidou. Ganadora de los premios Gules, Carmen Conde de poesía escrita por mujeres, Fondo Nacional de las Artes, Bienal Lorenzutti y XII Premio de Poesía Barcarola, entre otros, la autora ha publicado El diván de la puerta dorada, Seqüana Barrosa, Son cuentos chinos, Urracas, Lunas de miel y De donde son las palabras, entre otros títulos. El taller será dictado en la sala Domingo F. Sarmiento, el domingo 3, y en la Adolfo Bioy Casares los otros días. Las tres sesiones se iniciarán a las 4 de la tarde. La inscripción es gratuita, pero el cupo es limitado por lo que debe formalizarse previamente a través de la web de la feria. http://www.el-libro.org.ar Ficción en texto. Entre el 2 de junio y el 7 de julio se dictará en el Col•legi Oficial de Doctors i Llicenciats en Filosofia i Lletres i Ciències de Catalunya (Rambla Catalunya, 8), en Barcelona (España), el taller literario “El texto de ficción”, dirigido por el escritor Robert Juan-Cantavella, quien combinará una aproximación teórica a la literatura con una parte de trabajo práctico creativo. Mediante clases magistrales, lecturas, debates y discusiones, y ejercicios literarios por parte de los alumnos, se trazará una aproximación teórica y práctica del texto de ficción a lo largo de diez sesiones que tendrán lugar los martes y jueves de 19 a 21. El precio del taller es de 200 euros (IVA incluido) y el cupo está limitado a veinte alumnos. Las inscripciones se pueden formalizar hasta el 15 de mayo. http://abbrr.com/Iz6 Grifo abierto. Hasta finales de mayo es posible enviar textos a consideración de los editores de la revista Grifo, fundada en 2003 por alumnos de la Escuela de Literatura de la Universidad Diego Portales. Los interesados pueden enviar artículos o ensayos críticos sobre temas vinculados con la literatura o con las artes en general (tema libre, extensión de hasta 5 páginas tamaño carta); textos creativos (poemas, cuentos y afines) para las secciones “La Gotera” y “La Gotera Escolar” (ésta recibe textos de autores que actualmente estén cursando enseñanza media); trabajos visuales y plásticos (fotografía, pintura, collage, dibujo y afines), y poesía visual. Se puede enviar material ya publicado en otros medios, aunque en este caso es preciso indicar al final del texto el año, lugar y medio de publicación. Además se debe incluir una breve reseña biográfica (nombre completo, año y lugar de nacimiento, estudios, proyectos, publicaciones o lo que estime necesario). Los textos serán recibidos vía correo electrónico a contacto@revistagrifo.cl y griforevista@gmail.com para ser evaluados por el Equipo de Edición Grifo online 2009, que se comunicará debidamente con los autores a través del mismo medio. http://www.revistagrifo.cl Poesía en favor de discapacitados. Hasta el 15 de septiembre se aceptará materiales para el VIII Encuentro Nacional de Escritores y Poetas a favor de A.C.A, Asociación Campello Discapacitados Físicos, que tendrá lugar en la Casa de Cultura de El Campello, Alicante (España), el 28 de noviembre a las 19 horas. El evento es organizado por la Asociación de Nuevos Escritores de El Campello (Anuesca) y la Universidad de Alicante. Quienes aspiren a participar deben residir en España y enviar a encuentroanuesca@gmail.com un correo con dos adjuntos: en el primero debe incluirse un poema de 14 a 25 versos firmado con seudónimo, y titulado con el nombre del poema seguido del número 1 (por ejemplo, El mar1.doc); en el segundo, que servirá de plica, los datos del autor, así como su correo electrónico, su teléfono fijo y un currículum de 5 líneas, todo titulado con el nombre del poema seguido del número 2 (por ejemplo, El mar.2.doc). Al cierre del plazo de recepción se entregarán los documentos al comité de selección, formado por personas relacionadas con el mundo de las letras, no pertenecientes a Anuesca. Los poetas seleccionados, quienes cubrirán sus gastos de viaje y hospedaje, serán avisados a partir del 30 de octubre y deberán confirmar su participación en el acto. http://www.elcampello.tv/anuesca ¿Quiere publicar una nota en este espacio? Envíenosla por correo electrónico a breves@letralia.com. === ¿Le interesa estar informado sobre concursos? ========================= Reciba por correo electrónico los anuncios vigentes de concursos literarios y artísticos en general suscribiéndose a nuestra lista de distribución. Todo lo que tiene que hacer es enviar un mensaje vacío a letralia-concursos-subscribe@gruposyahoo.com, o visitar nuestra cartelera de concursos en http://www.letralia.com/herramientas/concursos.htm. Si desea enviarnos las bases de un concurso, escríbanos a info@letralia.com |||||||||||||||||||||||||||||| NOTICIAS ||||||||||||||||||||||||||||| *** Premio Pablo Neruda para el poeta nicaragüense Ernesto Cardenal Por decisión unánime del jurado, el Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2009 ha recaído sobre el poeta y sacerdote nicaragüense Ernesto Cardenal, conocido en todo el continente por sus “epigramas”, según el anuncio hecho al mediodía del 9 de abril en la Casa-Museo La Chascona, sede de la Fundación Pablo Neruda (http://www.fundacionneruda.org), patrocinadora oficial de este premio que entrega el Consejo Nacional de la Cultura y las Artes de Chile (http://www.consejodelacultura.cl), a través del Consejo Nacional del Libro y la Lectura. De acuerdo al acta de nominación, el galardón fue concedido a Cardenal en atención “al logro de remozar la tradición occidental clásica aplicándola a la actualidad contemporánea, su interés y preocupación permanente por los pueblos originarios de este continente y por su compromiso político”, entre otros puntos. Al premiarlo “se rinde homenaje a una obra plena, de muchos registros y a un país que puede enorgullecerse, como Chile, de sustentarse y perdurar gracias a la voz de sus poetas, que traspasan la historia y ofrecen un rostro nuevo a los nuevos lectores de cada día”, explica el documento. En esta ocasión el jurado estuvo integrado por los chilenos Carmen Berenguer (Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda 2008) y Oscar Hahn; por los poetas y ensayistas Jorge Boccanera, argentino, y Juan Gustavo Cobo Borda, colombiano; y Selena Millares, académica de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM, http://www.uam.es). Creado en 2004 en homenaje al centenario del nacimiento del ganador del Premio Nobel de Literatura 1971, este premio —dotado con 30.000 dólares, una medalla y un diploma— es la más alta distinción que concede el Estado de Chile a un poeta iberoamericano, cuya obra posea una dimensión universal y contribuya al diálogo cultural entre los pueblos. Ha sido obtenido en el pasado por el mexicano José Emilio Pacheco (2004), el argentino Juan Gelman (2005), el peruano Carlos Germán Belli (2006), la cubana Fina García Marruz (2007) y la chilena Carmen Berenguer (2008). Nacido en 1925 en Granada, Cardenal es uno de los más destacados religiosos de la teología de la liberación. En 1965 fue ordenado sacerdote en Managua, año en que escribió el famoso libro El Evangelio de Solentiname. El también autor de El telescopio en la noche oscura, Vuelos de la victoria y Pasajero de tránsito, fue nombrado ministro de Cultura en 1979, en el primer gobierno surgido tras la revolución sandinista. El premio será entregado al ex Ministro de Cultura nicaragüense por la propia Presidenta de la República Michelle Bachelet en julio próximo, mes en que se conmemorará el 105º aniversario del natalicio de Pablo Neruda (12 de julio de 1904). Fuentes: AFP • Fundación Pablo Neruda *** Literatura puertorriqueña es retratada en un diccionario El recién publicado Diccionario de autores puertorriqueños contemporáneos (http://abbrr.com/8bL), que acaba de aparecer bajo el sello Plaza Mayor (http://www.editorialplazamayor.com), una obra indispensable de referencia a cargo del profesor Víctor Federico Torres, muestra la vibrante trayectoria de la literatura puertorriqueña a partir de la década de 1960, llenando el vacío existente en el trabajo bibliográfico sobre el tema. El tomo provee información biográfica y bibliográfica sobre 92 escritores puertorriqueños que comienzan su producción literaria durante las últimas cuatro décadas del pasado siglo. Según Torres, la fecha de inclusión no fue completamente arbitraria, ya que retoma el trabajo bibliográfico de Josefina Rivera de Álvarez publicado bajo el título Diccionario de literatura puertorriqueña, y que aún en su edición revisada de 1970 incluye sólo la obra de escritores puertorriqueños hasta 1967. En la introducción, Torres aclara que no se trata de un catálogo o directorio de todo quien escribe en la isla, ni tampoco de una historiografía de la literatura puertorriqueña. Al hojear las entradas del Diccionario, se destaca la diversidad temática, lingüística y de género de la producción literaria puertorriqueña en las últimas décadas. Uno de los mayores logros de esta obra es haber incluido a escritores de la diáspora puertorriqueña, al igual que escritores extranjeros que escriben desde la isla y se consideran a sí mismos puertorriqueños. Están incluidas, por ejemplo, autoras como Judith Ortiz Cofer y Esmeralda Santiago, ambas nacidas en Puerto Rico pero educadas primordialmente en EUA y quienes, por lo tanto, eligen el inglés como su lengua de creación literaria. A pesar de no escribir en español, en la temática de ambas se destaca la experiencia inmigrante, en la cual se refleja el legado cultural puertorriqueño. De igual manera, se incluye la obra de los poetas nuyorican Miguel Algarín, Tato Laviera y Pedro Pietri, cuya obra se caracteriza por la oralidad, intenso contenido social y la fusión de lenguas y culturas. El libro, sin embargo, no incluye a la generación más joven de escritores, en la cual se ha destacado la obra poética de Urayoán Noel y la de escritores como Aravind Enrique Adyanthaya, Ana María Fuster y Guillermo Rebollo-Gil. Según Torres, estos escritores quedaron fuera de la presente edición por haber comenzado a publicar a fines de la década del noventa, lo cual hubiese hecho aun más difícil la tarea de recopilación bibliográfica. Afortunadamente, Torres reconoce la necesidad de actualizar el volumen en un futuro cercano para incluir a esta nueva generación. Llama la atención, sin embargo, la exclusión de Martín Espada, cuya extensa obra poética se ha identificado con la experiencia inmigrante, en particular, la de la diáspora puertorriqueña. Recientemente disponible en traducción al español, la sutil poesía política de Espada, al estilo de Corretjer, constituye una importante omisión. Evidentemente, en un texto de 398 páginas es imposible profundizar sobre los escritores y su obra, pero lo que le falta en cuanto a análisis se complementa con la información bibliográfica que acompaña las entradas. De cada escritor se incluye la obra publicada y su bibliografía secundaria, la cual no sólo incluye trabajos académicos sino también entrevistas y reseñas. Fuente: EFE *** Una biblioteca infantil recorrerá Latinoamérica Los argentinos María Martina Echeverry, maestra jardinera y profesora de inglés, y Juan Martín Mondini, profesor de literatura, partieron del Obelisco de Buenos Aires el pasado 10 de abril a bordo de una camioneta “kombi” modelo 1980, equipada con cerca de mil libros haciendo las veces de biblioteca infantil, con la que recorrerán el continente con la idea de compartir el placer por la lectura y cumplir el sueño de conocer otras formas de vida. Echeverry, quien pidió licencia sin goce de sueldo en su trabajo, y Mondini, quien debió renunciar porque no era titular, son novios, tienen treinta años y emprendieron la aventura de conocer 21 países subvencionándose con la venta de artesanías y remeras pintadas con el slogan “Amérika en Kombi”, escribiendo América con k para equipararlo con kombi. Familiares, amigos y una decena de conductores de camionetas Kombis despidieron a Echeverry y Mondini, junto con grupos de turistas que se acercaron a fotografiarse y a saludar la iniciativa de los docentes bonaerenses, quienes dieron una vuelta simbólica alrededor del Obelisco. “Este es un viaje de iniciación, un sueño propio..., pero además, de todos. Redescubrir América Latina y unir realidades a través de la literatura y la lectura, con una biblioteca infantil andante, será maravilloso. Nuestra idea es hacer talleres de lectura y escritura en cada escuelita por la que pasemos”, aseguró Mondini. “El hombre que vive y no sueña, por más que viva muchos años, es un mutilado de espíritu. Hay que realizar los sueños, acceder a su luz”, manifestó. “El proyecto ‘Amérika en kombi” surgió a partir de la necesidad de unir dos de nuestras deseadas formas de vida: viajar conociendo pueblos y sus realidades, y compartir el placer por la lectura. Alguien escribió que ‘leer y escribir es andar’, y tal vez esa sea una de las razones de nuestro punto de partida”, agregó. El objetivo es unir y redescubrir los pueblos latinoamericanos a través de talleres de lecturas en las distintas escuelitas perdidas que irán descubriendo en el recorrido, acercándoles a niños y adolescentes un poco de literatura argentina y a la vez, compartiendo experiencias de viaje. Los docentes hicieron su primera parada ese mismo día en Concepción del Uruguay, provincia de Entre Ríos. Fuente: Telam *** Falleció en Gijón la escritora española Corín Tellado La escritora española María del Socorro Tellado López, conocida como Corín Tellado, falleció la madrugada del pasado 11 de abril en Gijón a los 81 años de edad, víctima de un infarto cerebral o un ataque al corazón después de afrontar una enfermedad que llevó con valentía durante más de una década. Era la autora española más leída después de Miguel de Cervantes, y figuraba en el Libro Guinness de los Récords de 1994 como la escritora más vendida en lengua castellana. Sus restos mortales fueron incinerados el 12 de abril en el tanatorio de Cabueñes de Gijón, en una ceremonia familiar. A lo largo de su dilatada carrera literaria —56 años desde que publicó su primera novela el 12 de octubre de 1946—, Corín Tellado publicó unos 4.000 títulos, ha vendido más de 400 millones de ejemplares de sus novelas y ha sido traducida a varios idiomas. Nacida en Viavélez (Asturias), el 25 de abril de 1927, hija de ama de casa y de un maquinista naval de la marina mercante, Tellado fue la única mujer de cinco hermanos y comenzó a interesarse por la literatura en edad escolar, prosiguiendo este interés durante su etapa universitaria, ya que inició la carrera de psicología, que nunca llegó a terminar. Tras la muerte de su padre en 1945, comenzaron las dificultades económicas para su familia, que para ese entonces tenía su residencia en Cádiz. Es así como presenta su primera novela romántica, Atrevida apuesta, a Editorial Bruguera, que la publica en 1946 y le paga 3.000 pesetas. Al año siguiente la editorial la incluye en su nómina de escritores y le encarga una novela corta a la semana. En 1948 regresa a Viavélez con su madre y en 1951 se traslada a Gijón, donde viviría hasta su muerte. En 1959 se casó en Covadonga con Domingo Egusquizaga y al año siguiente nace su primera hija, Begoña, y en 1961 su hijo Domingo. No obstante en septiembre de 1962 se separó de su marido y firma un contrato en exclusiva con Bruguera por 150.000 pesetas. Dos años más tarde no renueva con Bruguera y ficha por la editorial Rollán. En julio de 1966 fallece su madre. Ese mismo año comenzaría a publicar Corín Ilustrada, colección de fotonovelas cuya primera edición logró vender 750.000 ejemplares en una semana. Algunas de sus novelas han sido también llevadas a la gran pantalla, así, en 1970 se estrena Tengo que abandonarte, película inspirada en una novela suya y dirigida por Antonio del Amo. En 1973 se vio obligada a volver a Bruguera tras un largo proceso judicial y trabaja en exclusiva para la misma hasta su hundimiento, en 1986, cuando recupera su independencia y comienza a trabajar para varias editoriales. En 1989 lleva ya escritas 2.243 novelas. En 1991 publicaría su primera novela larga y su favorita, llamada Lucha oculta. En 1998 recibe la medalla al mérito en el trabajo y en el año 2008 se adhirió a la campaña “Doi la cara pola oficialidá”, en defensa del reconocimiento del asturiano como cooficial de Asturias. Fuente: Europa Press *** Asociación de Internautas pide recusación de ministra González-Sinde La Asociación de Internautas (http://www.internautas.org) solicitó este 13 de abril la “recusación” de la nueva ministra de Cultura de España (http://www.mcu.es), Ángeles González-Sinde, a quien considera carece de “aptitud, imparcialidad y neutralidad” para desempeñar su cargo. En un comunicado difundido a través de su página web, la asociación señala que existe un “claro conflicto de intereses entre las decisiones que debe tomar” y sus “intereses privados y/o profesionales”. Por último, apunta que la ministra tiene “desde antiguo intereses personales y familiares directos con todo lo relacionado con la industria del cine y la gestión de los derechos de autor”. Tres son las empresas del sector cinematográfico que cuentan a la nueva ministra de Cultura entre sus socios administradores. Se trata de Alcalá Producciones S.L, fundada en 1988, de la que es administradora única; también figura en Qwerty Global Media S.L., constituida en febrero de 2008 para la distribución y compraventa de películas y cortos españoles y en coproducción; y consta también entre las administradoras de la productora Barcos Buques y Navíos S.L., creada en 1998. El presidente de la asociación, Víctor Domingo, dijo que la recusación de Sinde sería necesaria para defender “los derechos de los ciudadanos”. “Aquí no hablamos de intercambio de archivos, con lo que respecta a la ministra se habla de un negocio y es por esto que pedimos la recusación de la ministra”, añadió. Por su parte la ministra reiteró que quiere “poner orden en Internet” y que escuchará a todo el mundo. El comunicado de la asociación se une a miles de votos de censura de un grupo de usuarios de Internet en la red social Facebook, acumulados por la ministra por su actitud contra las descargas P2P. El grupo surgió el martes 7 de abril nada más conocerse el nombre de la nueva titular de Cultura, y se hizo bajo el eslogan de “Ángeles González-Sinde, pírate” (http://www.facebook.com/group.php?gid=76826011168). Fuente: ABC *** Muere en Bogotá el poeta colombiano Mario Rivero El poeta antioqueño Mario Rivero, nacido en Envigado y considerado el pionero de la poesía urbana de Colombia, murió este 13 de abril en Bogotá, a los 74 años, de una afección cardíaca. El autor había recibido el Premio Nacional de Poesía en 1972 y 2001 y era uno de los principales exponentes de la llamada “generación desencantada” (de los años 70). En los años 50 Rivero había sido voluntario del contingente colombiano que participó en la guerra de Corea, y recorrió durante varios años los países latinoamericanos ejerciendo oficios tan diversos como cantante de tangos, actor de teatro y circo, y crítico de arte. En 1972, con sus amigos Aurelio Arturo, Fernando Charry Lara, Giovanni Quessep y Jaime García, decidió crear Golpe de Dados, no sólo una de las publicaciones más importantes de poesía en Colombia, sino también un nombre que ha marcado a una generación de creadores. Se publica cada dos meses y antes de morir dejó los números de este año a punto de impresión. “Es una cosa delirante. Es un milagro en un país donde la poesía no le importa casi a nadie”, dijo una vez sobre esta publicación. Autor de poemas como “Tango para Irma la dulce”, publicó una extensa obra en varios volúmenes que comenzó en 1963 con Poemas urbanos y ganó por primera vez el Premio Nacional de Poesía en 1972 con Baladas sobre ciertas cosas que no se deben nombrar. También recibió el Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lemus y, en 2001, la Cruz de Boyacá. Como crítico de artes plásticas ejerció en la revista Diners (http://www.revistadiners.com.co) y en el diario El Espectador (http://www.elespectador.com). Dirigió durante años el programa radial Monitor, de Caracol (http://www.caracol.com.co), y dictó seminarios de poesía en Colombia y en España, especialmente en Sevilla. Integró la llamada “generación desencantada”, junto a poetas como María Mercedes Carranza —que se suicidó en 2003 tras la muerte en cautiverio de su hermano secuestrado por la guerrilla— y Juan Manuel Roca (http://www.letralia.com/firmas/rocajuanmanuel.htm), autor de un extenso poemario en el que siempre está presente la sombra de la guerra. “Mario era un poeta directo, urbano, realista cuya presencia fuerte y comprometida fue más que imprescindible para las letras colombianas”, dijo Fernando Rendón (http://www.letralia.com/firmas/rendonfernando.htm), director del Festival Internacional de Poesía de Medellín (http://www.festivaldepoesiademedellin.org). “Sin duda, Mario Rivero colocó a la poesía colombiana a la altura de su tiempo, pues en sus palabras se pueden reconocer los gestos de un país carente de misterio. Por eso, los jóvenes poetas de su país lo buscan como a un secreto confesor, para que revise sus primeros intentos y los aconseje”, dijo sobre el poeta uno de sus discípulos, el escritor Federico Díaz-Granados (http://www.letralia.com/firmas/diaz-granadosfederico.htm), en 2008, durante un homenaje a la revista Golpe de Dados. Fuentes: AFP • El Tiempo *** Juan Gelman recibirá premio de poesía en China El poeta argentino Juan Gelman, galardonado en 2007 con el Premio Cervantes, el mayor reconocimiento de las letras en lengua española, recibirá en agosto el primer premio literario “Antílope Tibetano de Oro” del Certamen Internacional de Poesía de Qinghai, provincia noroccidental de China. Así lo anunció la noche del martes 14 de abril Jidi Majia, vicegobernador de Qinghai y famoso poeta de la minoría étnica yi, en el Instituto Cervantes de Pekín (http://pekin.cervantes.es), durante un encuentro literario entre el poeta argentino y otras personalidades chinas de los sectores cultural y artístico como Zhao Zhenjiang, catedrático de la Universidad de Pekín (http://en.pku.edu.cn) y traductor de la obra del escritor argentino, y Xi Chuan, conocido por sus extensos poemas en prosa. Además, el funcionario chino señaló que se estaba construyendo un muro conmemorativo con motivo del certamen, en el que se grabarán los retratos de 40 poetas de gran reconocimiento internacional. “Juan Gelman se convertirá en el primero en contar con su figura en el muro”, anunció Jidi. Gelman, de 79 años y conocido por el vitalismo de su poesía y su compromiso con las causas políticas y el devenir de América del Sur durante el siglo XX, realizó entre el 10 y el 18 de abril una visita a China. El poeta argentino, exiliado durante 13 años entre la década de los 80 y los 90, tiene una larga historia con el país asiático. “Yo trabajé desde 1959 hasta 1964 para la corresponsalía de la agencia Xinhua (http://www.spanish.xinhuanet.com) acreditada en Argentina. Fue una experiencia muy interesante”, declaró durante una entrevista celebrada en Pekín. Su colaboración empezó de manera casual cuando conoció a un grupo de periodistas chinos de la agencia que acompañaban a un circo del país asiático en su gira por Argentina. A finales de 1950, Gelman ya trabajaba como reportero y los periodistas chinos le propusieron que colaborara con la agencia para cubrir la información del país sudamericano. El escritor recordó también su primera visita a China en 1960 con un grupo de periodistas venezolanos, uruguayos y de otros países latinoamericanos que les llevó durante 40 días por Pekín, Shanghai y Xi’an. “El trayecto del aeropuerto de Pekín era campo, que se cultivaba con excrementos humanos. Vi una mañana cómo pasaba un camión cargado y empujado por 15 personas delante y otras cuantas atrás porque no había gasolina para que se moviera. El transporte público tenía arriba una especie de colchón con gas, y el viaje terminaba cuando se acababa el gas”, relató. “Pero hoy he visto un progreso muy extraordinario”, destacó. “La gente se viste más elegante, y vive con más bienestar. El transporte público ha mejorado muchísimo”, agregó. Juan Gelman, fructífero artista con unos 40 libros de poesía, ha recibido diversos galardones, entre los que destacan el Premio Nacional de Poesía (Argentina, 1997), el Premio de Literatura Latinoamericana y del Caribe Juan Rulfo (2000), el Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana(2005), y el Premio Miguel de Cervantes (2007). Su obra ha sido traducida a una decena de idiomas, incluido el chino. Durante su estancia en el país asiático participación en diversas actividades de carácter cultural en Pekín y Shanghai, como una reunión con estudiosos de la lengua y literatura española e iberoamericana en la Facultad de Estudios Hispánicos y Portugueses de la Universidad de Pekín. Fuente: Xinhua *** Enrique Hernández D’Jesús entra al jurado del Premio Rómulo Gallegos Tras el fallecimiento, el pasado 24 de marzo, de la escritora venezolana Stefania Mosca, el Consejo Directivo de la Fundación Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg, http://www.celarg.gob.ve) designó al poeta, fotógrafo y editor Enrique Hernández D’Jesús como jurado de la XVI Edición del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, como se informó el pasado 14 de abril. Hernández D’Jesús tendrá la responsabilidad de seleccionar al ganador de este importante galardón literario, junto con el también venezolano Humberto Mata, la argentina Graciela Maturo, el cubano Miguel Barnet y la mexicana Elena Poniatowska, ganadora de la XV edición. Nacido en Mérida en 1947, Hernández D’Jesús ha presentado su trabajo artístico en diversas exposiciones en Venezuela, España, Italia y Puerto Rico. Ha publicado Muerto de risa (1968), Mi abuelo primaveral y sudoroso (1974), Así sea uno de aquí (1976), Los últimos fabuladores (1977), Mi sagrada familia (1978), Mi abuelo volvió del fuego (1980), El circo (1986), Retrato en familia (1988), Los poemas de Venus García (1988), Recurso del huésped (1988), Magicismos (1989), La semejanza transfigurada (94 fotografías intervenidas por Vicente Gerbasi, 1996) y La tentación de la carne (1997). Ha obtenido diversos premios de literatura, diseño y fotografía. El veredicto de la XVI Edición del Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos será dado a conocer el próximo 28 de mayo. Este galardón literario se entregará el día 2 de agosto, coincidiendo con el 125º aniversario del natalicio de Rómulo Gallegos. En esta ocasión participan novelas publicadas entre el 1 de enero de 2007 y el 31 de diciembre de 2008. El premio se concederá al autor de la mejor novela postulada, escrita y publicada en idioma castellano durante este bienio y consistirá en medalla de oro, diploma y la cantidad de 100.000 euros o su equivalente en moneda nacional. Fuente: Celarg *** Encuentro “Más allá de los cuentos” reúne artistas de cinco países Del 14 al 19 de abril se celebró en diversas comunidades rurales del estado Carabobo, en Venezuela, la primera etapa del VI Encuentro de Teatro para Niños “Más allá de los cuentos”, que organizado por Tknela Teatro (http://tknelateatro.blogspot.com) reúne a agrupaciones de Argentina, Colombia, Cuba, Perú y Venezuela, y que continúa esta semana y hasta el 26 de abril en espacios urbanos de Valencia. Cincuenta agrupaciones en total participan en el encuentro, que bajo el lema “Todos los niños tienen derecho al arte” tiene el objetivo de servir de estímulo para el desarrollo de las comunidades involucradas, según explicó Yuri Villegas, en representación del Comité Organizador. La inauguración tuvo lugar el martes 16 a las 5 de la tarde en la Plaza Bolívar de Bejuma con la presentación del Circo Teatro Ambulante de Argentina y su espectáculo “¡Teatro para Todos!”, y el mismo día, a las 7 de la noche, los Diablitos de Canoabo se presentaron en la Sede de La Cumbre de Canoabo. Mientras que las actividades de la primera etapa se desarrollaron en comunidades rurales como Palmichal, Alto de los Reyes, El Letrero, Santa Ana y otras, esta semana los escenarios estarán ubicados en la sede de La Pastora de Valencia y en parroquias como Tocuyito e Independencia, y en otros sitios como las plazas Santa Rosa y Bello Monte, el Parque Recreacional Sur y la Casa Alejo Zuloaga, entre otros. La programación incluye más de cien presentaciones a desarrollarse en 45 comunidades, escuelas, plazas, teatros, centros culturales y comerciales, así como en Barquisimeto y Caracas. Entre las actividades se encuentran noches de Té Concert para los adultos con música, títeres, danza y video, talleres de dramaturgia, de títeres de goma espuma y de dibujo libre, exposiciones de artes visuales y artesanía y la siembra de cien árboles en un esfuerzo de reforestación de las montañas de los Valles Altos como pulmón vegetal del estado Carabobo. El encuentro cuenta con el apoyo de particulares, empresas e instituciones como el Ministerio de la Cultura (http://www.ministeriodelacultura.gob.ve), las alcaldías de Bejuma (http://bejuma-carabobo.gob.ve), Libertador (http://libertador-carabobo.gov.ve), San Diego (http://sandiego-carabobo.gob.ve) y Valencia (http://www.alcaldiadevalencia.gov.ve), Fundacultura Valencia, el Centro Cultural Eladio Alemán Sucre (http://www.el-carabobeno.com/cceas), la Casa Alejo Zuloaga de San Joaquín, la Fundación Teatro Municipal de Valencia, la Galería Universitaria Braulio Salazar de la Universidad de Carabobo (http://galeria.uc.edu.ve), Fundacanal, la Universidad Simón Rodríguez Canoabo (http://www.unesr.edu.ve) y el IAEM Bejuma. Igualmente los centros comerciales La Granja (http://www.cclagranja.com), Omnicentro, Las Trinitarias (http://www.cclastrinitarias.com) en Barquisimeto, Expreso Chacaíto (http://www.expresochacaito.com) y Expreso Trinidad, ambos en Caracas, y las empresas Owens Illinois, EPA (http://www.epaenlinea.com), Coca Cola (http://www.coca-cola.com.ve), Primo Café, RV Producciones, Agencia de Festejos Angel’s y Panadería 76 El Trigal. La programación completa se puede revisar en la web de Tknela Teatro (http://tknelateatro.blogspot.com) o en el perfil de la agrupación en Facebook (http://abbrr.com/zip). Para mayor información sobre los talleres que se brindarán durante el encuentro o cualquier otra actividad se puede escribir a masalladeloscuentos@gmail.com. Fuente: Tknela Teatro *** García de la Concha y López Morales reciben honoris causa en Nicaragua Por su destacada labor académica, cultural y científica en el campo de la literatura y filosofía española, el Consejo Universitario de la Universidad Nacional Autónoma de Nicaragua (UNAN-León, http://www.unan.edu.ni) reconoció con la distinción honoris causa a los académicos Víctor García de la Concha, miembro de Número y director de la Real Academia Española (RAE, http://www.rae.es) y Humberto López Morales, secretario general de la Asociación de Academias de la Lengua Española (Asale, http://asale.org). La ceremonia se realizó este 15 de abril en el edificio central de la UNAN-León, donde los académicos recibieron la distinción de manos de la máster Maritza Vargas Paiz, rectora en función de esa casa de estudios. García de la Concha es desde 1979 catedrático de literatura española en la Universidad de Salamanca (http://www.usal.es) y fue fundador de la Cátedra de Literatura Renacentista. Su trabajo se ha centrado en dos épocas fundamentales, las letras hispánicas del renacimiento y la poesía española. Se ha interesado de manera especial por la literatura del siglo XVI. Por su parte, el filósofo y especialista lingüístico-literario Humberto López Morales, de origen cubano, durante mucho tiempo ha sido profesor visitante en España y en otros países. Entre 1987-1999 fue presidente de la Asociación de Lingüística y Filología de América Latina (http://www.mundoalfal.org). Fuente: La Prensa *** Joan Manuel Serrat lanzará disco en homenaje a Miguel Hernández El cantautor español Joan Manuel Serrat prepara un nuevo trabajo con versos del poeta Miguel Hernández, en un homenaje por el centenario de su nacimiento el próximo año, anunció en una entrevista con el diario El País (http://abbrr.com/ZAY) el pasado 15 de abril. Serrat ya le dedicó un histórico disco en 1972, gracias al cual consiguió dar a conocer al poeta a un público muy numeroso, sobre todo a partir del poema “Para la libertad”, canción que se convirtió en un himno para muchos de sus seguidores. “Pienso que es una buena manera de celebrar la obra de uno de los mejores poetas que ha tenido España en el siglo XX”, dijo Serrat. “Ahora volví a releerlo todo y lo curioso es que refleja los tiempos duros que le tocó vivir, pero tanto el lenguaje como la temática son intemporales y mantienen su vigencia”, añadió. El cantautor ofrecerá en Madrid, en mayo, un espectáculo intimista y cercano en el teatro Circo Price dentro de su gira “100-100 Serrat”. “Me tiraré a la pista y sin red”, bromeó el cantautor, quien dijo haber actuado hasta ahora “en casas de mala vida, palacios, estadios, auditorios y plazas de toros, pero nunca en un circo”. Interrogado acerca de la crisis económica, Serrat afirmó que “va más allá de lo económico, es la crisis de un modelo de sociedad”, explicó, y opinó que se debería haber escuchado a quienes ya lo advirtieron y se les tachó de hacer anuncios de mal agüero. Fuentes: EFE • El País *** Recuperado el diploma del Premio Nobel de Heinrich Böll en Colonia Una caja que contenía el diploma del Premio Nobel de Literatura recibido en 1972 por el escritor alemán Heinrich Böll, fue recuperada intacta de entre los escombros del Archivo de Colonia, seis semanas después del derrumbe del edificio ocurrido el pasado 3 de marzo, según informó este 16 de abril la directora del Archivo, Bettina Schmidt-Czaia. La mayor parte del legado que el escritor había dejado a la ciudad donde nació en 1917, ha podido ser recuperada en las labores de desescombro del edificio, cuyo hundimiento, atribuido a unas obras en la línea del metro, causó la muerte de dos personas. En total, a lo largo de estas seis semanas de trabajos se han recuperado y trasladado a un depósito colonés un total de 13 kilómetros de documentos, que se suman a los 4 que pudieron salvarse inmediatamente después de que se desplomara el edificio. El total de los fondos ascendía a unos 30 kilómetros de documentos, algunos de más de mil años de historia, y recientemente se había incorporado el legado completo de Böll, fallecido en 1985. La familia de Böll había cedido el legado del escritor al Archivo, consistente en fotos, cartas privadas, manuscritos y dibujos, así como el certificado del Nobel, por considerar que ahí estarían bien resguardadas. La “memoria” de la ciudad renana —como se conocía el edificio de la Severinstrasse— contenía 65.000 actas, la más antigua del año 922, 104.000 mapas y planos, 50.000 carteles y cerca de medio millón de fotografías. El hundimiento del edificio provocó dos víctimas mortales, inquilinos de una casa vecina que también se desplomó, ya que los empleados del Archivo habían sido evacuados poco antes de producirse el derrumbe tras escucharse extrañas vibraciones. El cuerpo de uno de los fallecidos, un estudiante de 17 años, tardó cinco días en ser recuperado de entre los escombros. El del segundo, asimismo estudiante y de 24 años, fue rescatado nueve días después, soterrado a nueve metros por debajo del nivel del suelo. Fuente: EFE *** Entregado Premio CajaGranada a Darío Fo y José Saramago Los galardonados con el XI Premio CajaGranada a la Cooperación Internacional, el italiano Darío Fo y el portugués José Saramago, decidieron destinar sus 50.000 euros a la construcción de un centro cultural en la municipio de Ribera Grande, en Cabo Verde, uno de los que el Festival 7 Soles 7 Lunas prevé edificar en una iniciativa que llevará a cabo en varios países de la costa mediterránea y atlántica. A la entrega del premio, que tuvo lugar este 16 de abril en la sede central de CajaGranada (http://www.caja-granada.es), en la ciudad española, y que estuvo presidida por la vicepresidenta del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, no pudo asistir por razones de salud el escritor portugués, que sí quiso dejar un mensaje de vídeo en agradecimiento por la concesión. “Gracias a la técnica yo puedo, estando aquí, estar a la vez allí con todos vosotros”, comenzó Saramago, presidente honorífico junto con Darío Fo del Festival 7 Soles, “que tiene larga historia y que es un encuentro cultural de las pequeñas ciudades del Mediterráneo y la parte atlántica”. El Nobel portugués expresó su deseo además de que la escultura que representa al premio, del artista granadino José Manuel Darro, y que fue recogida en su nombre por el rector de la Universidad de Granada (http://www.ugr.es), Francisco González Lodeiro, también sea colocada en el centro cultural de Ribera Grande. Saramago acabó su intervención con un “nos encontraremos un día”, pues, según dijo, “no es una despedida, sino un hasta luego”. Darío Fo, que sí asistió al acto, dedicó gran parte de su discurso al terremoto que ha sufrido recientemente Italia, en la zona de L’Aquila, que ha costado la vida a casi 300 personas, y destacó la generosidad “verdaderamente conmovedora” de la gente que, sin pertenecer a ninguna organización de socorro, ha dado su ayuda en mitad del desastre. En el punto opuesto se sitúan en su opinión los “especuladores” que han construido los edificios de la zona “con arena de mar en lugar de con arena de río” y los políticos italianos, que se quieren llevar la “gloria” que corresponde a las personas que han trabajado verdaderamente por superar las consecuencias del terremoto. El Nobel italiano, que lamentó que Saramago no pudiera acudir al acto con su “estupenda” mujer, Pilar del Río, acogió además como una idea “fantástica” que el premio se destine al centro de Cabo Verde, para que la cultura pueda llegar adonde es más difícil, en este caso a las costas africanas. La vicepresidenta destacó de los galardonados su lucha, “mantenida con la coherencia que dan los años” y que se dirige “contra el cinismo que nos aleja, contra la indiferencia que nos aísla, contra la cobardía que nos esconde, y contra la resignación que nos mata”. “Nuestros dos premiados están, en suma, empeñados en que tomemos conciencia de que debemos implicarnos en el momento histórico que nos ha tocado vivir”, señaló Fernández de la Vega, quien incidió en que éstos son tiempos “que exigen que se escuche la voz de todos”. “Voces que desde su diversidad buscan un lugar para el encuentro, porque el presente, y sobre todo el futuro, demandan el acuerdo y el trabajo en común (...). Los que no remen en esa dirección se quedarán en el camino”, señaló. También asistió a la entrega del premio, entre otras personalidades del mundo de la cultura o la política, el presidente en funciones de la Junta de Andalucía (http://www.juntadeandalucia.es), Gaspar Zarrías, quien resaltó el “compromiso cotidiano e insobornable por la dignidad humana” de los premiados, e hizo alusión a la crisis, que “no puede servir como excusa para acentuar esa dramática división entre ricos y pobres, ni para consolidar un mundo dividido entre los que todo lo tienen a costa de los que nada poseen”. Desde 1998 CajaGranada concede cada año el Premio de Cooperación Internacional para reconocer el esfuerzo y la dedicación de instituciones y personas en la consecución de una mayor justicia social. El importe del premio asciende a 50.000 euros y el ganador lo destina a la ONG o proyecto de cooperación internacional que él decida. En su primera edición, en 1998, se concedió a Emma Bonino, Comisaria Europea de Ayuda Humanitaria. Desde entonces lo han recibido la Plataforma Granada por Kosovo (1999), el sociólogo Sami Naïr (2000), Muhammad Yunnus (2001), el Defensor del Pueblo Andaluz, José Chamizo (2002), el cantante brasileño Carlinhos Brown (2003), María Nowak, principal impulsora de los microcréditos en Europa (2004), las Carmelitas Misioneras (2005), Federico Mayor Zaragoza (2006) y las Misiones de Paz de las Fuerzas Armadas Españolas (2007). El galardón está representado por una escultura original, elaborada en bronce con baño en oro, creación del artista granadino José Manuel Darro. Esta obra, denominada “Origen de Luz”, y que en cada edición recibe el premiado, representa la esperanza surgida de la solidaridad entre las personas y la cooperación entre todos los pueblos del mundo, según la definición del propio autor. Fuentes: Europa Press • Ideal *** Premios de la Crítica española para David Trueba y Eduardo García El cineasta y escritor David Trueba y el poeta Eduardo García fueron distinguidos este 18 de abril con el Premio de la Crítica en lengua castellana por sus respectivas obras Saber perder y La vida nueva. El galardón, que se falla en el Palacio de la Magdalena de Santander, en el norte de España, es concedido anualmente por la Asociación Española de Críticos Literarios y se considera uno de los más prestigiosos del país. El jurado destacó la calidad en la construcción de los personajes de la novela de Trueba y su “realismo literario”, que recuerda a La colmena, de Camilo José Cela, aseguró el presidente del jurado, Miguel García-Posada. El relato de las historias cruzadas de cuatro personajes hilvana esta que es la tercera novela de Trueba, en la que adopta la posición “fría” de narrador aunque aderezada con su habitual ironía y sentido del humor para reivindicar la “aventura de vivir”. Trueba, que también es autor de las novelas Abierto toda la noche y Cuatro amigos, agradeció el galardón, que supone vencer las reticencias sobre su faceta como director de cine. El autor ha recibido varias nominaciones a los premios Goya de la Academia de Cine (http://www.academiadecine.com) como director y guionista de Soldados de Salamina y La buena vida. El poemario de García, La vida nueva, destacó por ser “potente y vigoroso” y conciliar varias modalidades expresivas de la poesía de la experiencia. El autor propone “generar utopía” y “reivindicar la capacidad del ser humano para construirse su propio mundo”. Tras conocer el fallo del jurado, García declaró, desde Córdoba, que la distinción es “una de las cosas hermosas que me ha podido regalar la vida”. Emocionado, dijo experimentar “una sensación de vértigo ante el futuro y algo muy especial”, puesto que este reconocimiento le ha hecho recordar “al adolescente que fui y que soñaba con ser poeta”. Al referirse al poemario, dijo que se trata de “un canto” a la vida, pero también al deseo, una tradición en la que no “ha abundado mucho” la poesía española, que se ha decantado con más frecuencia, y de un modo “brillante”, por “el canto a lo perdido”, precisó. En la categoría de literatura catalana, el premio en narrativa fue para Joan F. Mira, por el El professor d'historia; y el de poesía para Teresa Pascual, por Rebel.lió de la sal. En vasco los premiados fueron el autor Kirmen Uribe, por Bilbao-New York-Bilbao, en narrativa; y Xabier Lete, por su poemario Egusentiko esku izoztuzh (Las heladas manos del amanecer). Finalmente, en gallego los galardonados fueron Marcos S. Calveiro, en narrativa, por Festina lente (Apresúrate despacio), y Chus Pato, por Hordas de escritura, en poesía. En su más de medio siglo de historia han sido galardonados con los Premios de la Crítica, en prosa, autores tan reconocidos como Camilo José Cela, Miguel Delibes, Ana María Matute, Gonzalo Torrente Ballester o Francisco Umbral, y en la nómina de poetas figuran Blas de Otero, Vicente Aleixandre, Luis Rosales o José Hierro. Fuente: EFE *** Muere el escritor británico J. G. Ballard El escritor británico J. G. Ballard, célebre por su libro El Imperio del Sol, sobre los años de su infancia pasados en un campo de detención japonés durante la Segunda Guerra Mundial, y en el que se basa la película homónima de Steven Spielberg, falleció el domingo 19 de abril a los 78 años de edad. Su agente, Margaret Hanbury, dijo que Ballard estaba enfermo desde hacía varios años. “Fue un gigante de la escena literaria mundial durante más de 50 años”, añadió. “Su observación aguda y visionaria de la vida contemporánea la destiló en numerosas novelas, potentes y brillantes, publicadas en el mundo entero, que hicieron de Ballard un autor de culto”. James Graham Ballard nació el 15 de noviembre de 1930 en la ciudad china de Shanghai, donde su padre dirigía una empresa textil. Cuando los japoneses la ocuparon, tras el ataque a la base estadounidense de Pearl Harbour, en diciembre de 1941, Ballard fue llevado junto con su familia a un campo de detención. Ballard contó esta experiencia en su novela El Imperio del Sol (1984), la historia de un niño que vive a su modo la guerra, llevada al cine en 1987 por el director estadounidense Steven Spielberg, con notable éxito. Ballard es también el autor de la novela Crash (1973), llevada al cine en 1996 por David Cronenberg, donde describe fantasmas eróticos relacionados con los accidentes de tráfico. El autor volvió en 1946 a Gran Bretaña y, tras haber hecho estudios de medicina en la Universidad de Cambridge, fue piloto en la Royal Air Force, vendedor, redactor en una agencia de publicidad y jefe de redacción adjunto de una revista científica, antes de consagrarse por completo a la escritura. Ballard comenzó escribiendo cuentos de ciencia ficción bastante convencionales, antes de experimentar un estilo innovador, que ponía el acento en la sociedad que nos rodea, antes que en los extraterrestres. Fuente: AFP *** El Cantar del Mío Cid pudo ser escrito por un poeta árabe En El Cantar del Mío Cid: génesis y autoría árabe, la filóloga y arabista española Dolores Oliver asegura que el mítico cantar fue escrito por el jurista y poeta árabe Abu al-Waqqashi y que el mismo Cid fue “un guerrero bastante arabizado”. Oliver, quien comenzó a trabajar en la posible autoría árabe del texto en 1984, ha basado su estudio en los documentos de los tiempos del Cid (entre 1043 y 1099), que retratan una época donde los señores feudales se rodeaban de poetas árabes que, como modernos asesores, montaban los discursos de propaganda política. “Ese es el género de este poema épico escrito hacia 1095”, afirma Oliver, contradiciendo la teoría defendida por Colin Smith y Ramón Menéndez Pidal según la cual el autor fue un juglar que estudió en Francia o Italia y que lo compuso hacia finales del siglo XII y comienzos del XIII. La profesora nacida en San Sebastián afirma que “existen documentos” que avalan su teoría y que al-Waqqashi, uno de los poetas más cultos de Toledo en la época del Cid, tuvo que marcharse a Valencia por razones religiosas. “Fue él quien redactó las cláusulas de rendición de la ciudad” cuando Rodrigo Díaz de Vivar entró triunfal en Valencia en junio de 1094, tras 19 meses de asedio. “Yo creo que en ese momento llegaron a un acuerdo y el poeta se ofreció para ayudarle a gobernar y crearle una corte literaria”, asegura Dolores Oliver, que ha reabierto el debate filológico entre medievalistas y arabistas. La doctora guipuzcoana asegura que en la Corte del Cid “no había una religión oficial pero sí un respeto al culto islámico”, frente al tópico de matamoros que pesa sobre el Cid. Esta imagen, basada en las teorías del filólogo Ramón Menéndez Pidal que el franquismo difundió entre el ejército y la sociedad en su cruzada nacional-simbólica, choca con la tesis de Dolores Oliver. Según explica la filóloga, “el Cid admiraba a los héroes islámicos y, de hecho, muchos de sus rasgos en las batallas se parecen a los de los beduinos. El Cid fue un demócrata porque trataba a todos por igual”. Y añade: “No es cierto que cambiara las mezquitas por iglesias”. No es la primera vez que surge una disputa de este estilo entre arabistas y medievalistas, que apoyan la teoría de que el autor de El Cantar del Mío Cid fue un castellano con influencias claras de la literatura épica francés y germánica. En esta ocasión, vuelven a aflorar las diferencias en el círculo académico. Otros estudiosos consideran “insostenible” la teoría defendida por Dolores Oliver, entre otras cosas porque en el Cantar no hay muestras que permitan suponer una traducción del árabe al castellano. El poema épico que se convertiría con el paso de los años en un icono fundamental de la derecha española —reforzado en el caso de Valencia— fue descubierto en el siglo XVIII en un monasterio de Vivar, en Burgos. Vio la luz por primera vez en una publicación del año 1779 a cargo de Tomás Antonio Sánchez. El poco interés inicial que despertó el texto entre los especialistas en filología no impidió que, a partir del siglo XIX, aumentara exponencialmente el interés por la épica del Mío Cid debido a intereses políticos y religiosos. “Fue jueves, 15 de junio, cuando el Cid tomó posesión de Valencia, después de un cerco de diecinueve meses y medio”. Así lo indica El Cantar de Mío Cid, narración épica con abundantes referencias al territorio valenciano. Según la historia, aquel 15 de junio de 1094, Rodrigo Díaz de Vivar, el Cid, conquistaba Valencia a los almorávides poniendo fin al proceso iniciado trece años antes en Burgos con su destierro decretado por el monarca. Durante cinco años, hasta su muerte en 1099, el Cid gobernó Valencia, “Valencia la clara”, cantada por poetas y descrita por geógrafos árabes. Según las fuentes históricas, su dominio se extendió por ciudades como Sagunt, Almenara, Cullera, Xàtiva y Gandia. Para la leyenda, aventada por sectores conservadores, quedó que el gobierno del Cid, señor de Valencia, reportó a la ciudad un estatuto de justicia sin parangón, la restauración del cristianismo como religión dominante, acuñó moneda y se rodeó de una corte de estilo oriental con poetas tanto árabes como cristianos. Fuente: El Mercantil Valenciano *** Con poemas clausura Álvaro Mutis el encuentro Cosmopoética Con la lectura de su poema “Una calle de Córdoba”, el poeta colombiano Álvaro Mutis clausuró oficialmente este domingo 19 la sexta edición del festival Cosmopoética (http://www.cosmopoetica.es), en el Salón de los Mosaicos del Alcázar de los Reyes Cristianos de Córdoba (España). Los aplausos no faltaron en esta despedida en la que el creador del mítico personaje Maqroll El Gaviero dictó otros cuatro poemas más: “Como un fruto tu reino”, “Lied marino”, “Lied de la noche” y “Nocturno de Compostela”. Junto a Mutis participaron en la misma mesa otros tres poetas: el cubano Lorenzo García Vega, la estadounidense Ruth Fainlight y el varias veces candidato al Premio Nobel de Literatura, el chino Bei Dao —seudónimo de Jen-Gai Zao que significa en chino “Isla del Norte”—, quien leyó en chino y castellano seis poemas: “Perfecto”, “En la sencilla habitación de mi padre”, “La mañana”, “Viejos lugares”, “Con motivo de...” y “Paisaje sobre cero”. Asimismo, Lorenzo García Vega, un exiliado cubano que reside en la actualidad en Miami (EUA), leyó cuatro poemas inéditos. Posteriormente la estadounidense Ruth Fainlight escogió seis poemas que han sido publicados —en inglés y castellano— por Cosmopoética en la presente edición: “Trees”, “Almost Full Moon”, “Blossom + Technology”, “Passions”, “Handbag” y “Author! Author!”. Con estas lecturas cayó el telón del ciclo de cinco días Poetas del Mundo, que representa la Semana Grande de Cosmopoética y en la que asistieron poetas galardonados de Latinoamérica y España, así como, entre otros, el ex ministro de Finlandia Claes Andersson y la iraquí Dunya Mikhail. Las voces de estos bardos han sobrevolado durante esos días las calles de la ciudad califal así como las de pueblos colindantes donde en institutos y colegios se organizaron lecturas poéticas. Entre ellas cabe destacar la que tuvo lugar en el Centro Penitenciario de Córdoba, protagonizada por Andersson, Bei Dao y los españoles Fernando Beltrán y Pablo García Casado, y en la que también leyeron presos que participaron en el taller “Poesía de la libertad” organizado por este mismo certamen. Asimismo las artes plásticas desempeñaron un gran papel en las cinco semanas del certamen. Cabe destacar la intervención de la artista española Alicia Martín que creó “Biografías”, una escultura “site-specific” de cientos de libros abiertos que caen en forma de cascada a una de las orillas del río Guadalquivir. Por su parte la participación ciudadana, a pesar de la lluvia de abril, fue muy activa en concursos de poesía visual de fotografía y vídeo o en los talleres escolares del Puente Romano y del Jardín Botánico. Por primera vez se ha llevado a cabo “Dulces versos”, una exposición que ha reunido tartas de azúcar que recrean de manera divertida una decena de poemas. Por otro lado al igual que la música es inseparable de la poesía, los conciertos lo son de este festival. De los espectáculos programados, el público vibró con la actuación de la flamenca Carmen Linares, quien cantó la noche del sábado 18 poemas del español Juan Ramón Jiménez reunidos en su último disco, “Raíces y alas”, y estuvo acompañada en el escenario del Gran Teatro de Córdoba por el guitarrista con duende Juan Carlos Romero. Y entre los numerosos actos propuestos por el festival, cabe resaltar la difusión gratuita del libro Poesía a patadas —editado por el español Francisco Uriz—, que protagonizó un ciclo homónimo sobre la poesía de y sobre fútbol escrita por poetas hinchas de jugadores y clubes. Fuente: El Universal (México) *** José María Merino ingresa a la RAE El escritor José María Merino, considerado uno de los grandes cuentistas españoles, ingresó este domingo 19 de abril a la Real Academia Española (RAE, http://www.rae.es), con un discurso titulado “Ficción de verdad”, en el que reflexionó sobre su oficio de escritor y al que respondió Luis Mateo Díez. La candidatura de Merino (A Coruña, 1941), que ocupa en la RAE la vacante de Claudio Guillén (sillón “m”), fue presentada por el propio Mateo Díez y por Arturo Pérez-Reverte y Álvaro Pombo. Autor de una amplia obra en la que tienen presencia temas como lo fantástico, la identidad, la infancia, la memoria, el mito o el sueño, Merino ha merecido importantes premios a lo largo de su carrera. Entre ellos figuran el Nacional de la Crítica 1986 por La orilla oscura, el Nacional de Literatura Infantil y Juvenil 1993 por Los trenes del verano, el Miguel Delibes 1996 por Las visiones de Lucrecia, el Torrente Ballester 2007 por Un lugar sin culpas, y el último, el Castilla y León de las Letras, que recogerá este miércoles 22. Coruñés de nacimiento, Merino se considera leonés de adopción porque vivió su infancia y adolescencia en León. Se licenció en derecho en Madrid y trabajó como funcionario en el Ministerio de Educación de España (http://www.mec.es). El nuevo académico debutó en la narrativa con Novela de Andrés Choz (1976, Premio Novelas y Cuentos). Director del Centro de las Letras Españolas de 1986 a 1989, su última novela, La sima, acaba de llegar a las librerías y en ella reflexiona el autor sobre “la manía fratricida” y “la tendencia a la confrontación” que a su juicio tienen los españoles. En su discurso de ingreso en la RAE, Merino habló sobre cómo la literatura sirve para desentrañar la “escurridiza” realidad, hasta el punto de que “la ficción construye una forma exclusiva de verdad”. El autor destacó que se le asigna un sillón en la RAE identificado con la misma letra que es la inicial de su apellido y también la inicial de palabras como “madre y música, madurez, magia, manantial, mar, melancolía, memoria, mestizaje, metamorfosis, montaña, mito o muerte, que hacen resonar para mí un eco singular en la literatura y en la vida”. “La buena ficción siempre resulta una revelación, mediante lo simbólico, de lo que la realidad esconde”, dijo Merino ante el ministro de Educación, Ángel Gabilondo, y ante los centenares de invitados que quisieron acompañarlo en un día tan solemne para él, que cierra, “de modo inesperadamente grato”, su trayectoria personal. “La especie humana inventó la palabra y la ordenó en ficciones, un artificio hecho de sueños objetivados, nuestra primera sabiduría consciente, y somos sapiens desde entonces”, dijo el nuevo académico, quien tuvo también palabras de recuerdo para su antecesor, Claudio Guillén, fallecido en enero de 2007. Se refirió además a los pormenores del proceso de inventar ficciones, que en su caso comienza siempre “desde la intuición de lo extraño” que puede esconderse “detrás de cualquier hecho cotidiano”. En este sentido, dijo que repara siempre en “aspectos raros” de la realidad cotidiana, porque para él una de las funciones de la literatura es “profundizar en lo inusual, en lo misterioso y menos evidente de la realidad, enfocándolo muchas veces desde la perspectiva fantástica”. En esta misma línea, Merino recordó que la ficción como invención de la imaginación humana es muy anterior al mundo clásico y declaró que es “difícil” encontrar una situación humana que no haya sido “prevista o relatada por la ficción, e incluso es difícil, en algunos aspectos patológicos, poder esclarecer la realidad sin ayuda de la literatura”. Estas especulaciones, según el autor, nacen de su interés por “la cultura oral”, desarrollado por la circunstancia de haberse criado en León, “un territorio a la vez mítico e histórico, donde la narratividad de tal carácter, vehículo de innumerables ficciones, tuvo mucha importancia comunitaria hasta tiempos relativamente recientes”, explicó. Fuentes: ABC • EFE • Europa Press *** Antonio Barnés recibirá premio Miguel de Cervantes de Investigación El libro Yo he leído en Virgilio; la tradición clásica en el Quijote (http://yoheleidoenvirgilio.blogspot.com), que contiene la tesis doctoral defendida por el español Antonio Barnés Vázquez (Sevilla, 1967) el 30 de junio de 2008 en la Universidad de Granada (UGR, http://www.ugr.es), será presentado este jueves 23 en la Universidad de Castilla-La Mancha (UCLM, http://www.uclm.es), de Ciudad Real, España. Ganadora del III Premio Internacional de Investigación Científica y Crítica “Miguel de Cervantes”, con un jurado compuesto por estudiosos de la literatura española de relevancia internacional y patrocinado por la UCLM, la Cátedra Cervantes (http://www.uclm.es/CatedraCervantes), la Texas A&M University (http://www.tamu.edu), el Proyecto Cervantes (http://www.csdl.tamu.edu/cervantes/esp/index.html), el Grupo Santander (http://www.gruposantander.es) y la Editorial Academia del Hispanismo (http://academiaeditorial.com), la tesis ha sido publicada como libro por este sello. Jean Canavaggio, hispanista francés y autor de una de las más reconocidas biografías de Cervantes, afirma en el prólogo que Barnés se revela en este libro como “un fino conocedor de la tradición clásica”, y que su publicación será, “sin la menor duda, de gran utilidad para los estudios cervantinos, entre otros motivos, porque nos proporciona una metodología que podría extenderse a otros campos”. La tesis de Barnés, licenciado en filología por la UGR, demuestra que el conocimiento cervantino de la cultura griega y romana favoreció decisivamente que el Quijote se convirtiera en una de las novelas clave de la literatura universal, “porque pone en acción las críticas que los humanistas venían haciendo de los libros de caballerías y le facilitó construir unos personajes vivos y extremadamente polifacéticos, como es el caso de don Quijote”, explica el autor. Aun siendo una obra especializada, Yo he leído en Virgilio es de amena lectura, como destacó en la lectura de la tesis la catedrática de literatura española de la Universidad de Barcelona (http://www.ub.edu), Rosa Navarro, una de las más reputadas especialistas internacionales en el Lazarillo de Tormes. Cervantes es presentado en el libro como “un ingenio cultivado”, por su formación, sus más de 1.000 referencias a la literatura grecolatina, su estilo y su tono, hasta el punto de que puede afirmarse que la preceptiva clásica es motor del Quijote, novela que, además, supone un auténtico alegato contra la pedantería. Hasta cinco versiones diversas del humanismo halla Barnés en la novela cervantina. A don Quijote, “un Cicerón en la elocuencia”, es a quien, lógicamente, presta el autor más atención, pues es “un personaje poliédrico que se metamorfosea en infinitos personajes”, pero que sobre todo es “un caballero andante humanista”. Sancho, un hombre sencillo que va creciendo en sabiduría; los narradores del Quijote, que tejen magistralmente los hilos de la trama, y los diversos escenarios quijotescos, auténticos dramas variadísimos completan el cuadro de un libro que hace honor a una novela de cuya primera parte no ha mucho tiempo se celebró el cuarto centenario (2005). La presentación del libro y entrega del premio a su autor será este jueves 23 a las 19 horas en el Aula Cultural Universidad Abierta, ubicada en la calle Libertad (5-7) de Ciudad Real. Fuente: Web del libro *** Todo listo para Feria Internacional del Libro de Buenos Aires El lema “Pensar con libros” presidirá desde el jueves 23 de abril la 35ª edición de la Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (http://www.el-libro.org.ar), que con más de 1.500 actos y la presencia de varios escritores como Annie Proulx, Henning Mankell y Juan José Millás, se extenderá hasta el lunes 11 de mayo. El lema escogido, “Pensar con los libros”, destaca al libro como más eficaz e insuperable instrumento de reflexión y autoconocimiento, además de un arma pedagógica desde la infancia a la universidad, destacó la Fundación El Libro, organizadora de este evento que en su edición de 2008 recibió más de 1 millón 200 mil visitantes. La escritora argentina Angélica Gorodischer será la oradora principal en el acto inaugural del jueves, que servirá de preámbulo a las conferencias, debates, presentaciones de libros y charlas con los autores que conforman el nutrido programa, disponible en la web del evento (http://www.el-libro.org.ar). Los efectos de la crisis mundial se hicieron sentir pese al “trabajo intenso y toda la energía” puesta por la fundación y las expectativas para la 35ª edición son acordes a la situación imperante. En ese sentido, su directora, Marta Díaz, admitió que “la feria no es una isla, está en un país con problemas, como los tiene el mundo”. La crisis actual produjo la ausencia de expositores “antiguos y con buenos espacios” como México y Grecia. Ambos países adujeron “motivos financieros y económicos”, explicó Díaz, mientras que Polonia y Panamá, cuya asistencia es reciente y sin continuidad, también estarán ausentes. La directora de la fundación recordó que en 2002, durante la debacle económica y política en Argentina, “pocos apostaban a que venían expositores, sin embargo además hubo más ventas que otros años”. El predio de 45 mil metros cuadrados, distribuidos en pabellones y salas, albergará a 1.256 expositores provenientes de 42 países y dos organismos internacionales, la Organización de las Naciones Unidas (ONU, http://www.un.org/spanish) y la Organización Internacional del Trabajo (http://www.ilo.org/public/spanish). A nivel latinoamericano, tendrán su puesto Bolivia, Brasil, Chile, Cuba, El Salvador, Paraguay, Uruguay y Venezuela. Entre los más de cuarenta escritores de diversos países se destacan la estadounidense Annie Proulx, autora de Brokeback Mountain, el dominicano-norteamericano Junot Díaz, premio Pulitzer 2008 por su novela La maravillosa vida breve de Oscar Wao; el sueco Henning Mankell, dramaturgo y autor de novelas policiales, y los españoles Fernando Savater y Juan José Millás. En forma paralela, se realizarán el Congreso Iberoamericano de Libreros, el Encuentro de Narración Oral, el Congreso Internacional de Promoción del Libro y la Lectura, y el Festival de Poesía, con la asistencia de expertos argentinos, europeos, latinoamericanos y estadounidenses. Los espacios de la feria estarán abiertos de domingos a jueves entre las 2 de la tarde y las 10 de la noche; los viernes y sábados, de 2 de la tarde a 11 de la noche, y el jueves 30 de abril, la “Noche de la Feria”, podrá visitarse de 2 de la tarde a 1 de la madrugada del viernes. Las entradas tienen un costo de 10 pesos de lunes a jueves y de 13 los viernes, sábados, domingos y el feriado del 1 de mayo. Habrá entrada libre todos los días para menores de 12 años acompañados por un adulto, y de lunes a viernes (con excepción del 1 de mayo) para jubilados, pensionados, estudiantes, docentes y profesores, presentando su comprobante o carnet. Asimismo, el jueves 30 de abril la entrada será libre y gratuita a partir de las 8:30 de la noche, con motivo de La Noche de la Ciudad en la Feria. Se concederá descuentos en el valor de la entrada por compras al contado en un mismo stand por un monto superior a 120 pesos. Fuentes: Ansa • Web del evento *** Madrid celebrará la 4ª edición de La Noche de los Libros Tres escritores venezolanos participan en la actividad. Madrid celebra por cuarta vez la Noche de los Libros (http://www.madrid.org/lanochedeloslibros), evento que se desarrollará el próximo 23 de abril y que tomará por entero la ciudad congregando a cientos de autores, entre los que destacan los venezolanos Doménico Chiappe (http://www.letralia.com/firmas/chiappedomenico.htm), Juan Carlos Chirinos y Juan Carlos Méndez Guédez. En concreto, los tres narradores venezolanos participarán en el “Silencio por Mallarmé” (http://www.silenciopormallarme.org), un evento diseñado por la Escuela de Escritores (http://www.escueladeescritores.com) que reunirá en el Real Jardín Botánico (http://www.rjb.csic.es) de la capital española a los autores venezolanos, junto a escritores españoles como Ernesto Pérez Zúñiga, Javier Rioyo, Javier Sáez de Ibarra y Juan Carlos Márquez. El evento es un homenaje a otro de similares características que se realizó en 1923 y en el que Juan Ramón Jiménez, Eugenio d’Ors, Ortega y Gasset, Alfonso Reyes y José Bergamín, entre otros, guardaron cinco minutos en recuerdo del poeta francés y elaboraron textos literarios que aparecieron en La Revista de Occidente. Tradición y contemporaneidad se juntan en esta actividad a la que ahora se incorporan con mayor fuerza autores hispanoamericanos como reflejo de estos tiempos en los que Madrid se ha convertido en un punto de convergencia donde escritores de todas partes de España y Latinoamérica desarrollan su trabajo creativo, tal y como también quedará expresado en el video “Comunidad + - 40. Madrid punto de vista”, que será colgado en la red por la Comunidad de Madrid (http://www.madrid.org). El video recoge las opiniones de destacados autores que han escogido la ciudad como punto central de su desarrollo profesional, como es el caso de Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, Perú), Patricio Pron (Rosario, Argentina), Juan Carlos Méndez Guédez (Barquisimeto, Venezuela), Blanca Riestra (La Coruña, España) y Ernesto Pérez Zúñiga (Granada, España). La Consejería de Cultura, Deporte y Turismo de la Comunidad de Madrid organiza por cuarto año consecutivo esta Noche de los Libros, con un programa de actividades que combina la literatura con otras disciplinas culturales. La fiesta de la lectura se desarrollará desde las 15 horas del jueves 23 de abril hasta la 1 de la madrugada del viernes 24, aunque algunas actividades se desarrollarán desde primeras horas de la mañana. El gobierno regional celebra así el Día Internacional del Libro, invitando a los madrileños a salir a la calle y unirse a esta fiesta de la lectura. Tras el éxito de las pasadas ediciones, La Noche de los Libros vuelve a reunir este año a más de 400 escritores, músicos y artistas nacionales e internacionales, que participan en las más de 400 actividades programadas. 202 librerías de la Comunidad de Madrid —50 más que el año pasado— permanecerán abiertas hasta medianoche y serán el punto de encuentro con escritores como Manuel Vicent, Juan José Millás, Luisgé Martín, Marta Rivera de la Cruz, Manuel Hidalgo, Ángela Vallvey, Fernando Marías, José María Merino, Luis Mateo Díez y Gabriel Albiac, entre otros. Como todos los años, las librerías celebrarán durante toda la jornada del 23 de abril el Día del Libro aplicando un 10% de descuento en las compras que se realicen. La Red de Bibliotecas Públicas de la Comunidad de Madrid, así como las Bibliotecas y Centros Municipales y Bibliotecas de la Obra Social de Caja Madrid (http://www.obrasocialcajamadrid.es), organizarán durante toda la jornada un amplio programa de actividades que incluye talleres de cómic, títeres, conciertos, mesas redondas, lecturas, charlas y recitales de poesía, así como actividades infantiles. Este año serán 84 bibliotecas las que participen. Uno de los escritores más prolíficos de las letras argentinas, César Aira, autor de más de treinta obras, entre otras Cómo me hice monja y Varamo, ofrecerá a las 20:30 horas, en la Real Casa de Correos, sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid (Puerta del Sol 7), una conferencia sobre su relación con los libros y la lectura. También en la sede de la Presidencia de la Comunidad de Madrid, a las 22 horas, el autor peruano Jaime Bayly se encontrará con sus lectores. El Círculo de Bellas Artes (http://www.circulobellasartes.com) será el escenario en el que el escritor y Premio Cervantes, Juan Marsé, protagonizará asimismo un encuentro con sus lectores. Tendrá lugar en la Sala Ramón Gómez de la Serna a las 18 horas. Fuente: La Noche de los Libros *** Historia antigua será analizada en jornadas en Argentina Hasta el 30 de abril es posible enviar abstracts para participar en las III Jornadas Nacionales de Historia Antigua y II Jornadas Internacionales de Historia Antigua, que organizado por la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC, http://www.unc.edu.ar) se desarrollará en esa ciudad argentina del 27 al 29 de mayo. Estas jornadas son una propuesta dirigida a los estudiosos del mundo antiguo a fin de fortalecer los lazos entre la historia antigua de Oriente, la historia grecorromana y los estudios clásicos, reuniendo a docentes e investigadores de todas las universidades de Argentina. Entre los especialistas europeos y latinoamericanos ya confirmados se encuentran Diego Barreyra (El Colegio de México, http://www.colmex.mx), Juan Blánquez (Universidad Autónoma de Madrid, UAM, http://www.uam.es), Raúl Buono Core-Varas (Universidad de Valparaíso, http://www.uv.cl, Chile), Marcela Cubillos (Universidad de La Serena, http://www.userena.cl, Chile), Franco D’Agostino (La Sapienza Università di Roma, http://www.uniroma1.it, Italia), Moses Fischer (Universidad de Tel Aviv, http://www.tau.ac.il/spanish, Israel), Amalia Lejavitzer (Universidad Nacional Autónoma de México, Unam, http://www.unam.mx), Ana Teresa Marques Conçalves (Universidad Federal de Goiás, http://www.ufg.br, Brasil), Ianir Milevski (Israel Antiquities, http://www.antiquities.org.il), Sabine Panzram (Universidad de Hamburgo, http://www.uni-hamburg.de, Alemania) y Sebastián Celestino Pérez (Instituto de Arqueología-CSIC, http://www.iam.csic.es, España). En el acto inaugural será presentado el volumen II del libro Estudios interdisciplinarios de historia antigua, que reúne los trabajos seleccionados de las Segundas Jornadas Nacionales y Primeras Jornadas Internacionales de Historia Antigua, realizadas en mayo de 2007. En el evento se podrá participar con ponencias sobre estructura social, economía y sociedad; política, Estado y relaciones de poder; prácticas discursivas y sociedad; religión y mitología; mujer y género; filosofía y pensamiento, e identidad, representaciones y procesos culturales. Está previsto además dejar un espacio para un foro de investigaciones, que será la base para formar un banco de datos sobre los diferentes proyectos en torno a la antigüedad que se están desarrollando en Argentina y en países limítrofes, por lo que participarán investigadores de Alemania, España, Chile, Uruguay, México y Brasil. Los abstracts se presentarán en hoja tamaño A4, 200 palabras a espacio y medio en letra tipo Times New Roman a tamaño 12. El envío deberá hacerse como anexo a la dirección historia.antigua@gmail.com. En el encabezamiento del abstract deberá constar el nombre del autor o autores, el título, la universidad a la que pertenece (especificando el departamento, escuela, facultad, institución o centro de investigación o estudio), la dirección postal y el correo electrónico. Las ponencias se entregarán en su versión definitiva, corregida y siguiendo las normas de publicación con posterioridad a la finalización del evento. La fecha límite para la entrega, a fin de ser sometida a referato con vista a su publicación, será el 30 de agosto. Deberán enviarse a la misma dirección electrónica siguiendo los siguientes lineamientos: letra tipo Times New Roman en tamaño 12 a espacio y medio, margen superior de 2 cm e inferior, derecho e izquierdo de 2,50 cm, y no deberán superar las 10 páginas (con notas al pie y bibliografía). Las ponencias seleccionadas se publicarán en el volumen III de Estudios interdisciplinarios de historia antigua. Los aranceles tendrán un costo de $120 para expositores, $30 para asistentes y sin cargo para estudiantes asistentes con libreta. Se abonarán en el momento de la inscripción. Fuente: UNC *** Publican obra poética del desaparecido argentino Roberto Jorge Santoro A tres décadas y algo más de la desaparición del poeta argentino Roberto Jorge Santoro, a principios de mayo será presentada en la 35ª Feria Internacional del Libro de Buenos Aires (http://www.el-libro.org.ar) su Obra poética completa (1959-1977) (http://abbrr.com/yPp), de 650 páginas, que incluye todos los textos que el poeta editó en libros, carpetas, afiches y volantes, la mayoría de ellos inhallables. Más de 250 páginas del libro incluyen material que hasta hoy había permanecido inédito, guardado en viejas carpetas que aportaron Dolores Méndez y Paula Santoro, la esposa y la hija del poeta desaparecido en 1977 a manos de la dictadura. “Dolores Santoro nos acercó los textos, eran hojas escritas a máquina, con correcciones en lapicera o lápiz. No es absolutamente claro que fueran obras acabadas, pero decidimos publicarlas, respetando la organización que creemos que él preveía para estos poemas”, cuenta Roxana López Rodríguez, la autora del prólogo y quien trabajó en la edición del libro, que publica la editorial Razón y Revolución (http://razonyre2.razonyrevolucion.org). Los textos inéditos que recuperan estas obras completas fueron escritos por Santoro entre 1963 y 1977 y fueron organizados por los editores en tres secciones: “Series”, “Canciones” y “Otros poemas”. Del conjunto, vale rescatar la segunda sección, que incluye únicamente las letras de Lo que veo no lo creo, un disco junto al músico Jorge Cutello, que nunca pudo grabarse. Santoro nació en 1939. Trabajó como vendedor en un puesto de mercados, como empleado del Sindicato de Músicos, como pintor de brocha gorda y como preceptor. Entre los 19 y los 38 años publicó Tango y lo Demás, El último tranvía, Nacimiento en la Tierra, Pedradas con mi patria, Prontuario de mi corazón, A ras del suelo, Uno más uno humanidad, Desafío, Cuatro canciones y un vuelo, Las cosas claras, Poesía en general y No negociable. Y el conocido Literatura de la pelota, una compilación de versos de varios autores sobre fútbol que fue reeditada en 2007. También dirigió una revista y una colección de informes poéticos colectivos y fundó una editorial no convencional cuyos materiales se discutieron tanto en fábricas como en escuelas. En su literatura confluyen las tradiciones de la poesía social, el surrealismo, el costumbrismo porteño y el lunfardo. A la vez, casi como rasgo de época, la poética de Santoro recurre con frecuencia a palabras como “corazón”, “tierra”, “sangre”, “poesía”, “amor” o “pájaro”, habituales en la lírica de la Nueva Canción Latinoamericana de los años sesenta. Estas referencias conviven con alusiones al tango, a una infancia perdida que jamás va a retornar, pero que no parece haberse llevado consigo la inocencia. De la melancolía no brota cinismo, sino el sentimiento de una literatura urgente que pueda convertirse en instrumento de lucha y transformación política. Así, las calesitas, los barriletes y el bonete de las primeras obras de Santoro, y el costumbrismo porteño de las segundas, abren paso a la proclama poética, a la ridiculización del poder militar, de funcionarios estafadores y jefes intolerantes. Acaso su obra Uno más uno humanidad sea la que condensa con mayor potencia las diversas vertientes que crujen en los versos del poeta, en lo que sería casi una versión alocada e idealista del cambalache de Discépolo (“después de Nagasaki / los dictadores apuestan sus hijos en las carreras de caballos / los violinistas usan el violín para matar las moscas / y el cielo se abarrota de expedientes / como dios está atacado de cáncer / los ángeles militares preparan la gran conspiración / nadie entiende nada...”). La mayoría de los textos publicados por Santoro no fueron proyectos literarios individuales sino colectivos multidisciplinarios. Las obras del poeta convivían con el trabajo de amigos dibujantes, pintores o músicos. Con varios de ellos, fundó la revista Barrilete y un proyecto editorial autogestionado —Gente de Buenos Aires y Papeles de Buenos Aires— que aún funcionaba cuando desapareció. El 1 de junio de 1977 tres personas entraron a la Escuela Nacional de Educación Técnica 25, del barrio de Once, se identificaron como hermanos de un alumno, preguntaron por Santoro y se lo llevaron a la fuerza. Sabían que el hombre de 38 años al que buscaban, además de preceptor, era militante izquierdista, poeta, editor no convencional, y que había denunciado los secuestros de los escritores Haroldo Conti y Alberto Costa. Fuente: Clarín *** Realizarán en Quito encuentro “Poesía en paralelo cero” Organizado por Elangel Editor y la Casa de la Cultura Ecuatoriana (CCE, http://cce.org.ec), del 11 al 16 de mayo se celebrará en Quito el Primer Encuentro Internacional de Poetas en Ecuador “Poesía en paralelo cero”, en el que participarán cinco poetas hispanoamericanos y quince del país anfitrión. El encuentro tendrá como sede la ciudad de Quito, pero los actos poéticos y académicos se llevarán a cabo en diferentes ciudades del país y serán organizados por los núcleos de la CCE en Latacunga, Ambato, Cuenca y Guayaquil, también con el apoyo de las librerías Rayuela (http://www.rayuela.ec) y la Facultad de Filosofía de la Universidad Central del Ecuador (UCE, http://www.uce.edu.ec). Tras la inauguración, que se realizará el lunes 11 a las 7 de la noche en la sala “Demetrio Aguilera Malta” de la CCE, se presentará el libro Poesía en paralelo cero, que reúne poemas de los veinte participantes. Intervendrán Marco Antonio Rodríguez, presidente de la CCE, y Xavier Oquendo Troncoso (http://www.letralia.com/firmas/oquendotroncosoxavier.htm), organizador del evento y director de Elangel Editor, y la velada concluirá con una lectura de poesía. El martes 12 a las 10 de la mañana habrá una nueva lectura de poesía en la Facultad de Filosofía de la UCE. A las 6 de la tarde la Biblioteca Nacional servirá de escenario para una fiesta de la poesía y los libros y otra lectura de poesía. A las 11 de la mañana del miércoles 13, los poetas protagonizarán un recital en la Casa de la Cultura de la ciudad de Latacunga. En la tarde se trasladarán a Ambato, en cuya Casa de la Cultura realizarán otro recital. El jueves 14 a las 7 de la noche, se realizará otro recital en la Casa de la Cultura de Cuenca, y el viernes 15, también a las 7, otro en la Casa de la Cultura de Guayaquil, donde además se realizará la clausura del evento. Ya en Quito, el sábado 16 a las 5 de la tarde se realizará otra lectura de poesía, así como un conversatorio, en la Librería Rayuela. Los invitados internacionales son el mexicano Efraín Bartolomé (Ocosingo, Chiapas, 1950), ganador del International Latino Arts Award en 2001; el colombiano Federico Díaz-Granados (http://www.letralia.com/firmas/diaz-granadosfederico.htm; Bogotá, 1974), coordinador editorial de la revista Golpe de Dados; el guatemalteco Francisco Morales Santos (Ciudad Vieja, Sacatepéquez, 1940), Premio Nacional de Literatura Miguel Ángel Asturias en 1998; el venezolano Ernesto Román Orozco (http://www.letralia.com/firmas/romanorozcoernesto.htm; Cabimas, 1962), ganador de la Bienal Ramón Palomares en 2005; el español Rafael Espejo (Palma del Río, Córdoba, 1975), ganador del Premio de Poesía Emilio Prados, y el crítico uruguayo Gerardo Ciancio (http://www.letralia.com/firmas/cianciogerardo.htm; Montevideo, 1962), quien trabajará en una antología conjunta de poesía de autores ecuatorianos y uruguayos. Por Ecuador participarán los poetas Ana María Iza (Quito, 1941), Fabián Guerrero Obando (Quito, 1959), Fernando Balseca (Guayaquil, 1959), Iván Oñate (Ambato, 1948), Julio Pazos (Baños, 1944), Manuel Zabala Ruiz (Riobamba, 1928), Violeta Luna (Guayaquil, 1943), Simón Zavala Guzmán (http://www.letralia.com/firmas/zavalguzmansimon.htm; Guayaquil, 1945), Maritza Cino (Guayaquil, 1957), Sara Vanegas Coveña (http://www.letralia.com/firmas/vanegascovenasara.htm; Cuenca, 1950), Jorge Dávila Vázquez (http://www.letralia.com/firmas/davilavazquezjorge.htm; Cuenca, 1947), Sonia Manzano Vela (Guayaquil, 1947), Catalina Sojos (Cuenca, 1951), Rosa Amelia Alvarado (Guayaquil, 1944) y Fernando Cazón Vera (Quito, 1935). Fuente: Organizadores del evento *** Estudiantes protagonizarán jornadas de creación literaria en Venezuela Del 18 al 20 de mayo se celebrarán en la Cátedra Simón Bolívar de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Los Andes (ULA, http://www.ula.ve), en Mérida (Venezuela), las IV Jornadas Estudiantiles de Creación Literaria (http://jornadadecreacion.blogspot.com), evento que este año será en homenaje al poeta venezolano José Antonio Ramos Sucre por los ochenta años de la publicación de su libro Las formas del fuego, título que sirve de lema al evento. En estas jornadas podrán participar alumnos regulares de la ULA, quienes tendrán hasta el 4 de mayo para inscribirse. Los interesados podrán formalizar la inscripción, que tiene un costo de 10 bolívares, en la planta baja del edificio B de la Facultad de Humanidades y Educación, desde el 27 de abril hasta el 8 de mayo. Cada participante deberá presentar una obra en español, en narrativa (cuento, minicuento o crónica) o poesía. El estilo y tema de las obras es libre, y la extensión será de 6 páginas para ambos géneros. Los textos deberán ser enviados por correo electrónico a jornadadecreacion@gmail.com, como archivo adjunto, en formato Word 2003, en hojas tamaño carta a doble espacio, con letra Times New Roman en 12 puntos. El autor debe incluir en el correo en el que haga el envío su nombre, número de cédula de identidad, carrera que estudia, dirección, número de teléfono, dirección de correo electrónico y título de la obra. Fuente: Blog del evento *** Salón del Libro de Gijón se centra en la literatura y el mar La relación entre la literatura y el mar es el tema central de la XII edición del Salón del Libro Iberoamericano de Gijón (http://www.literastur.es), que se celebrará en el Centro de Cultura Antiguo Instituto (http://www.netcom.es/sallibro/jovellan.htm) del 20 al 25 de mayo, y que llevará algunas de sus actividades a otros lugares como la Laboral Ciudad de la Cultura (http://www.laboralciudaddelacultura.com) o la Prisión de Villabona y varios concejos asturianos. El director del certamen, el escritor chileno Luis Sepúlveda, presentó en rueda de prensa este 13 de abril el cartel anunciador de la artista franco chilena, Federica Matta. Organizado por Literastur, el Salón del Libro Iberoamericano es un evento profesional que contará con la presencia de escritores y editoriales de Argentina, Bolivia, Brasil, Chile, Cuba, España, Guatemala, México, Perú, Puerto Rico Uruguay, Venezuela y Europa. Entre los participantes de esta edición destacan nombres como Santiago Roncagliolo, Eduardo Belgrano Rawson, Elsa Osorio, Marcos Ana —el poeta que presentará su libro de memorias y sobre cuya vida Pedro Almodóvar rodará su próxima película—, Carmen Boullosa —ganadora del Premio Café Gijón de Novela— y Alberto Torres Blandina, entre otros. En colaboración con el Gremio de Editores Asturianos (http://www.editastur.es), el salón organiza las III Jornadas Edita Asturias, en las que medio centenar de representantes de colectivos editoriales españoles analizarán el futuro del sector en mitad de la crisis financiera, de las ferias del libro, o de los nuevos procesos abiertos con la aparición de la digitalización. Otro elemento destacado del programa será la gala poética que tendrá lugar en el Acuario de Gijón (http://www.acuariodeponiente.com) y en cuyo marco se fallará el VII Premio de Poesía Alonso de Ercilla, al que optan 286 poemarios escritos en español y portugués, con una extensión mínima de 600 versos y máxima de 900. El premio supone la publicación en castellano y en portugués del autor ganador en la colección de poesía de Yaganes Producciones “Elogio del Horizonte”, y la entrega de 1.500 euros como concepto de derechos de autor de la primera edición (1.500 ejemplares); la invitación, en colaboración con la Cámara Municipal de Póvoa de Varzim (http://www.cm-pvarzim.pt), Portugal, a participar en el evento cultural Correntes D’Escritas, en febrero de 2010, y presentar allí el libro ganador ya publicado en su versión portuguesa, así como la invitación a participar en el XIII Salón del Libro Iberoamericano de Gijón, que se celebrará en mayo de 2010. Por cuarto año consecutivo el salón producirá Salón TV para que las mesas redondas puedan seguirse a través de Internet. A través de la web del evento, estudiantes de ambos lados del Atlántico podrán seguir en formato de vídeo bajo demanda el evento, gracias a una programación de mesas redondas y galas poéticas, así como resúmenes de otras actividades. El pasado año se registraron más de 16.000 conexiones, lo que constituyó todo un récord, y este año se abrirá a las redes sociales con algunas iniciativas que se están perfilando. El evento tendrá su epicentro en Gijón y algunas de sus actividades llegarán a varios escenarios de Asturias. Será una ocasión única para conocer y adquirir obras de autores latinoamericanos que no estén publicadas en España, o que tardarán en llegar a las librerías españolas, lo que ha estimulado la participación de libreros europeos especializados en literaturas iberoamericanas. En la pasada edición el número de ejemplares vendidos en los 45 stands de editoriales iberoamericanas, sobre todo de Argentina, superó los 12.000 libros, con una media diaria de 2.000. Fuente: Gente ||||||||||||||||||||||| ARTÍCULOS Y REPORTAJES |||||||||||||||||||||| === Corín Tellado y los márgenes de la literatura Manuel Cabesa ====== Literatura es todo lo que se lea como tal. Guillermo Cabrera Infante. El reciente deceso de Corín Tellado nos sirve como pretexto para realizar una lectura del folletín sentimental como una forma literaria de amplio espectro popular y de las características que hicieron de nuestra autora un fenómeno de masas, al punto de que Cabrera Infante en un ensayo que le dedica en su libro O nos informa: “En 1965 supe que era una ‘española de verdad’ y que es, para asombro de muchos pero no mío, el ‘escritor español más leído de todos los tiempos’, incluyendo, por supuesto, a Miguel de Cervantes”. Según la Enciclopedia Sopena, la literatura es el género “cuyo fin es la belleza por medio de la palabra”. La definición nos obliga a pensar que “literatura” es la que se refiere a las “grandes obras”, o sea, que por su expresión y su estructura poseen un valor estético unido a una “altura intelectual general”; si alguna obra carece de los valores referidos nos vemos en la obligación de de pensar en ella como “sub-literatura”; sin embargo, la sub-literatura posee un “interés literario bastante considerable” según el fallo de Andrés Amorós. De allí que sólo un juicio de valor estético nos lleve a diferenciar la literatura de la sub-literatura, a pesar de lo que nos proponen René Wellek & Austin Warren, ese dúo dinámico de la teoría literaria: “Uno de los modos de definir la literatura es decir que es todo lo que está en letra de molde”. Al hablar de sub-literatura siempre es conveniente descartar juicios ambiguos: “esencia”, “categorías lógicas”, “experimentación de las formas”, etc., ya que la narración es simple y pura, sin ninguna ambición de experimentación ni afán esteticista. Sin embargo, la sub-literatura al igual que la literatura crea sus propios códigos, tipos y formas. En el folletín sentimental, y en el caso de Corín Tellado en particular, podemos enumerar las siguientes características: 1. Las tramas siempre son las andanzas sentimentales de un hombre y una mujer frente a una cantidad de obstáculos en busca de la felicidad a través de una relación amorosa; 2. Abunda una serie de encuentros aparentemente fortuitos cargados de un sentido erótico. Por ejemplo en Así aprendí el encuentro en una escalera donde Él la besa furtivamente tratando luego de explicar su actitud como algo accidental; 3. La narración está llena de lugares comunes presentados como descripciones apasionadas: “besos ahogantes”, “como si los dos tuvieran hambre de amor”, etc.; 4. Ellas son, mayoritariamente, jóvenes que estudian o trabajan creyendo que allí está su “superación personal”, cuando en realidad ésta se halla en el matrimonio con Él al final de la novela; 5. Son frágiles, esbeltas, aturdidoramente bellas y terriblemente femeninas, si por casualidad alguna posee algún defecto físico (situación que no es muy dada) queda opacado por su hechizadora simpatía; 6. Visten de forma sencilla, dejando entrever una necesidad de protección, que siempre es dada por Él; 7. Él suele llevarle algunos años (aunque no muchos) a Ella. También estudia o trabaja, pero no como un anhelo de superación personal, sino para poder ofrecerle a Ella una vida plenamente segura, sin tropiezos económicos; 8. A diferencia de Ella, Él ha tenido experiencias amorosas con otras, pero es siempre en Ella que encuentra una serie de encantos nunca conocidos: “Había besado a muchas mujeres, claro. Pero jamás sintió una sacudida igual como cuando la besó a ella” (de Así aprendí); 9. En algunas novelas Él es un amable seductor que considera su relación con Ella como un simple juego, pero (¡oh, avatar de avatares!) Ella logra seducirlo con sus encantos y Él termina perdidamente enamorado (el cazador cazado). En otras historias, cuando la pareja logra alcanzar desde el principio un grado de comprensión mutua siempre aparece algún malvado, tenebrosamente feo, que busca aprovecharse de la inocencia de Ella para seducirla y apartarla del amor verdadero, como “una serpiente venenosa”, para alimentar con ello sus sentimientos profanos. Lo interesante es que siempre aparece Él para poner al villano, a fuerza de golpes, en su lugar. Según Amorós esta situación crea un esquema triple: “tentación-peligro creciente-salvación”, que Cabrera Infante en un golpe de ingenio crítico define de la siguiente forma: “Recordé el diseño de una o de todas las novelas de Corín Tellado donde el dibujo forma un triángulo en que los catetos son amor posible, amor imposible y la hipotenusa es inamorposible”. Estas son, vistas a vuelo de pájaro, las características generales que poseen los folletines sentimentales de los cuales ha sido Corín Tellado su máxima exponente en lengua española. Todas ellas forman el cuadro general de una fórmula literaria con afianzamiento propio. Otro problema planteado por la sub-literatura y por el folletín sentimental en especial es el de su utilidad. Horacio nos dice que en la naturaleza de la poesía existe una relación entre dolce et utile, este axioma nos remite a una concepción del arte en función de la siguiente ecuación: “juego” más “trabajo” igual “artificio”. La definición horaciana nos ofrece una referencia aprovechable: “útil” equivale a lo que no sea malgastar el tiempo, es decir que la literatura como tal, aparte de ofrecer una función “dulce” (horas de esparcimiento) nos ofrece también una serie de datos aprovechables acerca de un conocimiento universal, son obras netamente “instructivas”. Con el folletín sentimental (y también con otros sub-géneros) sucede lo contrario, es “dulce” pero no “útil”, en estas obras la ambición de conocimiento queda descartada, según Juliette Raabe: “el objetivo siempre será el mismo: la evasión”. El lector que recurre a estas obras jamás se preocupa si la anécdota es verosímil o no, su única ambición es sentirse plenamente identificado con el personaje central. Corín Tellado explica: “Cuando escribo realmente pienso en el lector, pienso en darle aquello que le gusta, que lo entretenga. Que cojas un libro en una estación de tren, o en un aeropuerto y que recuerdes aquel momento con agrado y digas: me hubiera gustado vivir eso o lo he vivido ya, porque yo me identifico con el personaje”. Durante los años de la transición política española y con el afán de mantenerse en el tiempo, Corín Tellado terminó por condenar al ostracismo las ingenuidades que marcaban sus libros durante la época del franquismo (una línea distante frente al sexo y al erotismo) lanzándose hacia una sensualidad al principio incipiente, sutilmente disfrazada, hasta llegar en los años del “destape” a mostrarse cómicamente descarada: “Marta, te amo y te deseo y no soy capaz de conducir serenamente hasta la villa” (de Así aprendí). “Napoleón Bravo: Pedro Camacho, personaje de La tía Julia y el escribidor de Vargas Llosa, al final de la novela enloquece porque ha tenido que escribir al mismo tiempo varias radionovelas y empieza a mezclar todos los personajes, lo llevan a una clínica y luego se olvida de escribir. ¿Usted no teme a que llegue ese momento? Corín Tellado: No, porque soy muy cronometrada, muy dosificada, sé muy bien las horas que tengo que emplear. Soy una autora, una persona, una madre, una señora que se sienta a comer en el comedor con sus hijos y habla de cosas completamente ajenas a lo que ha escrito. Napoleón Bravo: Hemos intentado conocer un poco a Corín Tellado, quien en algunas cosas nos ha mentido, pero creo que eso es parte de su personalidad”. ** Manuel Cabesa manuelcabesa@gmail.com Narrador, poeta y ensayista venezolano (Caracas, 1960). Perteneció al Taller de Poesía del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg, http://www.celarg.org.ve) y ha colaborado con las principales páginas literarias de la región y del país. Ha publicado el poemario Vida en común (1985), la antología El acto y el lugar de la poesía. Una antología de arte poética venezolana (Maracay, 2002) y el libro de cuentos Falsificciones (Villa de Cura, 2004). Reside en Maracay, Aragua. === Del autor al lector =================================================== === Riqueza y limitaciones de la lectura Carlos Schulmaister ========= En el campo del pensamiento especulativo volcado a la escritura, en líneas generales, y del arte literario, poético y comunicativo en particular, los actos de lectura de una obra —incluidos los análisis críticos de especialistas— no implican traducción ni apropiación exactamente idéntica de contenidos conceptuales, representaciones, emociones, sentimientos o sensibilidad del autor, plasmadas en la urdimbre de su discurso. Todo ello aun reconociendo la notoria diversidad en cuanto a niveles de formación cultural, literaria y comunicativa que aquellos lectores suelen poseer y poner en ejercicio. Y especialmente por esto mismo. En consecuencia, dichas obras, estrictamente consideradas, brindan una variada gama de signos de los que pueden extraerse múltiples niveles de significado y de impresiones por parte de sus lectores mediante operaciones intelectuales de lectura que incluyen suboperaciones de análisis, explicación, comentario, interpretación, crítica y síntesis, utilizando múltiples códigos y patrones de significación explícitos e implícitos. Las obras de esta naturaleza tienen una fecundidad potencialmente ilimitada en cuanto a la obtención de significados e impresiones sensibles que recalarán en la integridad del ser de los lectores. Frecuentemente aparecen representaciones, explicaciones conceptuales e impresiones que suelen tener un alto grado de representatividad, o sea, altos grados de coincidencias, sin que esa posibilidad constituya una regularidad, por cierto, ni tampoco constituyen un patrón de objetividad, cualquiera sea su representatividad. Entre la obra, tal cual fue entregada a la imprenta, y los actos de lectura posteriores, existe un diálogo virtual que puede ser contemporáneo o posterior a la vida del autor. Así, aquello que los lectores medios, los especializados y los medios de comunicación de masas consideren relevante y lo divulguen e instalen en la opinión pública, terminará siendo por cierto tiempo un reflejo consentido y con sentido en determinados contextos. La opinión y la academia constituyen miradas externas movilizadas por múltiples y diversas motivaciones que pueden ser fructíferas para reorientar al autor, a sus críticos o a la posteridad a efectuar en obras posteriores aclaraciones, agregados, omisiones, confirmaciones, rechazos, abandonos, nuevos descubrimientos, o bien asociaciones o errores lamentables, para no entrar en detalles. Se trata de un juego dialéctico la mayoría de las veces superador y enriquecedor, con múltiples interacciones cruzadas entre la obra, el autor y su época, con los hombres y los contextos del presente y del futuro, permitiendo sucesivas relecturas como si se tratara de exploraciones nuevas (aun cuando este carácter pudiera no ser plenamente consciente en sus realizadores) que permitan hallar nuevos tesoros en un cofre al que ya se creía totalmente saqueado. Esos tesoros estéticos y espirituales de nuevos sentidos originados en recreaciones posteriores infunden a la creación original vitalidad y novedad antes que juventud, ya que aquellas visitaciones operarán necesariamente con palabras, estilos, representaciones y nociones de tiempos más cercanos o más lejanos, estableciéndose con ellas las correspondientes distancias simbólicas. Esa sobrevida de la obra, de sus personajes, situaciones y mensajes, y del recuerdo del autor, será posible siempre y cuando cada relectura sea fecunda, lo cual depende de numerosas variables tales como la ecuación personal de los lectores posteriores, integrada por su sensibilidad, sus obsesiones, sus sueños, sus fracasos y frustraciones, y todo ello en el marco de la dialéctica de esas mismas variables en tanto fenómenos sociales situados. A lo anterior hay que agregarle ciertas condiciones específicas combinadas de mil formas diversas en tiempos y lugares también diversos: a) que la obra sea de buena madera, o de maderas nobles, aunque fuera sencilla y “humilde”; b) que sus lectores posteriores también sean de buena madera; y c) que las peripecias de la vida colectiva, cualquiera sea la escala en que se desarrolle la posteridad de la obra en cuestión, y cualquiera sean sus consecuencias, permitan que los seres humanos continúen creyendo, produciendo, valorando y gustando la creación intelectual. Es decir, que persistan en abonar todos los suelos, los de la naturaleza, los del alma y los del espíritu, para fertilizarlos formando el imprescindible humus para nuevas siembras de subjetividad que brinden futuras cosechas de sensibilidad estética. En tan dilatados como eventuales recorridos históricos, una obra originaria en tales condiciones y ambientes como los antes mencionados, podrá eventualmente llegar a adquirir una dimensión descomunal para la condición humana. Algo que en su tiempo de creación ni siquiera pudo imaginarse. Sin embargo, siempre quedará sin poder resolverse la ecuación representada por la existencia real de la obra y la existencia virtual de su autor, por un lado, es decir, entre sus nociones, conceptos, representaciones, intenciones y mensajes conscientes e inconscientes, e incluso por la personalísima e intransferible experiencia de sensibilidad puesta en juego durante su escritura por aquél; y por el otro lado todo el sobreagregado de significados y sentidos que, incluidas holguras y flaquezas, la recubrieron posteriormente como capas sucesivas de época. A título de ejemplo, es posible que al llegar al final de la lectura de una obra, cualquiera sea su formato, los lectores pudieran intuir que en ella sobrevuelan “fantasmas que no termina de nombrar” el autor (como si éste estuviera obligado a decirlo todo con palabras en lugar de insinuar, aludir o sugerir, incluso cambiando u omitiendo palabras poéticamente). Y aun cuando este juego de presencias o ausencias de palabras pudiera ser reconocido por el autor de una pieza así considerada, hasta por haber sido deliberadamente realizado, será casi imposible o al menos muy difícil que muchos lectores puedan develar que lo más relevante e importante en la condición creativa de algún autor pudiera ser el hecho vigente y constantemente actualizado por su conciencia de que, no ya en el tema de una obra o de un título particular, sino en toda su temática, arraiga una herida que no termina de sangrar. Esa porción de subjetividad del autor se halla a mayor profundidad que el nivel de las palabras, por lo que permanecerá siempre inextricable en el ámbito más arcano de su existencia y de su creatividad, por más que ésta pueda ser conocida, compartida o apreciada por otros que no sean él mismo. He ahí, pues, un ejemplo claro, el más importante por cierto, de la existencia de singularidad, contradicciones, diversidad y limitaciones de las subjetividades humanas obrantes en el circuito del conocimiento y la experiencia estética de la obra. ** Carlos Schulmaister cschulmaister@navego.com.ar Docente y escritor argentino (Saavedra, Provincia de Buenos Aires, 1950). Reside en Villa Regina, Provincia de Río Negro. Es profesor de ciencias sociales y didáctica de las ciencias sociales en institutos de formación del profesorado. Además de diversos textos en Internet, ha publicado De la patria y los actos patrios escolares; Los intelectuales. Entre el mito y el mercado y Gestión cultural municipal. De la trastienda a la vidriera. Es columnista de opinión del diario Río Negro (http://www.rionegro.com.ar), de General Roca. === Bajarse al moro: comedia entre la tradición y la modernidad =========== === Álvaro Giménez García ================================================= Hace veinticinco años, José Luis Alonso de Santos escribe Bajarse al moro. La obra nos cuenta, en clave de comedia, los avatares de unos jóvenes del Madrid de los 80, centrándose en los preparativos de un viaje a Marruecos para adquirir mariguana con la que luego trapichear. Salvando las distancias temporales y las circunstancias en las que se mueven, entre esos personajes se pueden reconocer los prototipos que la tradición literaria presentaba como portadores del peso de la historia (1). A su vez, fijándonos en el momento histórico en el que se desarrollan los acontecimientos (la Transición española), esos personajes tipo son distorsionados por el autor para, a través de ellos, hacer una descripción de la España de ese momento tan crucial, en el que nuestro país todavía vive agitado por las convulsiones del golpe de estado del 23 de febrero y por el cambio que había supuesto la reciente victoria electoral del PSOE en las elecciones de octubre del 82. Pero no sólo eso. Mirada con la perspectiva del tiempo pasado, la obra nos ofrece, como si de un oráculo se tratase, los primeros atisbos de los seres que van a formar la sociedad democrática española, esa que abandona los estigmas del franquismo y que se lanza a la aventura de recuperar el tiempo perdido con el objetivo de convertirse en una sociedad moderna. Esa conjunción entre tradición literaria y retrato social es la que vamos a plantear en la siguiente reflexión. Jaimito y Alberto, héroe y falso héroe Ambos se intercambian estos roles a lo largo de la obra. Alberto, al principio, encarna al héroe típico. Es, según Chusa, guapo, el único que tiene un trabajo “respetable” (policía nacional) y además va a “rescatar” a Elena de la virginidad, haciendo, a la vez, un favor a Chusa. El mismo texto lo presenta con los rasgos que todos podemos atribuir a un héroe paradigmático de película: “(Se abre de pronto la puerta de la calle y entra a todo correr ALBERTO, el otro habitante del piso, vestido de policía nacional. Tiene unos veinticinco años, alto, y buena presencia. ELENA se queda blanca al verle.)” (Acto primero, escena primera). Incluso, más adelante, se le caracteriza explícitamente como héroe: “(Está ahora en plan héroe de película. Y le sale el ramalazo conquistador. (...) Se quita la gorra y la tira al aire muy chulo, en brindis torero)” (Acto primero, escena segunda). O cuando se despide de Elena, al final de la escena tercera, en el mismo acto: “ALBERTO. Luego seguimos donde lo dejamos anoche, ¿eh? (Le tira un beso.)”. Por el contrario, Jaimito es presentado como “un muchacho delgaducho de edad indefinida, haciendo sandalias de cuero” (Acto primero, escena primera). Parece cumplir más el rol de bufón que de héroe (así lo denota el diminutivo de su nombre, con claros tintes caricaturescos), más aun si se le compara con Alberto, aspirante a todas luces a acaparar toda heroicidad en la trama. Frente al policía, Jaimito fracasa estrepitosamente en la conquista de Elena, especialmente desde que ésta conoce a Alberto. Un buen ejemplo de lo que es Jaimito lo refleja su historia con una antigua novia a la que diariamente llevaba al cine: “Cogía yo a la Merche y nos íbamos al cine. Todos los días al cine. Sin faltar uno. Al cine. Estuvimos un año y pico saliendo y nos vimos todos los programas dobles de Madrid. Nos conocían hasta los acomodadores. Luego ya lo dejamos. Bueno, la verdad es que fue ella la que lo dejó. Se largó con un roquero, de los de las discotecas y chaqueta de cuero. Un fantasma de ésos. La vi después, al año o así. Una noche. Iba con el tío ese y unos cuantos más. Me dijo que estaba harta de ir al cine. A gritos, desde la otra acera de la calle: ‘¡Estoy harta de ir al cine!’. Al año y pico, fíjate” (Acto primero, escena tercera). Sin embargo, a medida que el texto dramático avanza, vemos cómo los protagonistas masculinos intercambian los papeles, sobre todo, después del clímax de la obra, el asalto de Abel y Nancho, los dos jóvenes que buscan algo de droga en casa de nuestros protagonistas. Tras él, los personajes se quitan sus máscaras y aparecen tal como son. De este modo, por una parte, Alberto comienza a poner a Elena por encima de su amistad con Jaimito y Chusa. Por otro, cuando accidentalmente dispara a Jaimito, se destapa el Alberto egoísta y cobarde, que se preocupa más por no ser descubierto como autor del disparo que por la salud de su amigo. Igualmente, al comunicar a Jaimito la detención de Chusa al volver de Marruecos, lo primero que busca es no ser relacionado con ella. La culminación de su cobardía ocurre al evitar decirle directamente a Chusa que va a comenzar una relación con Elena. Lo comprobamos en la escena segunda del segundo acto: “En escena ALBERTO, solo, recogiendo a toda prisa sus cosas y metiéndolas en maletas y cajas de cartón. Se abre la puerta y aparece JAIMITO. JAIMITO. ¿Qué pasa? ¿Qué estás haciendo? ALBERTO. (Muy incómodo de que haya vuelto antes de que le diera tiempo a recoger y marcharse.) Ya lo ves. Recogiendo mis cosas. (...). JAIMITO. ¿Que te vas? ¿Dónde te vas? ALBERTO. (Sigue recogiendo.) A casa de mis padres. JAIMITO. Alberto, no te comprendo, de verdad. Chusa está detenida, ¿no te das cuenta? (...). ALBERTO. Lo siento. JAIMITO. (...) Pues no lo sientas tanto y haz algo. ALBERTO. ¿Qué quieres que haga? No puedo meterme en ese lío, no sé cómo no te das cuenta, y menos después del tiro tuyo ese. (...) Os he dicho un montón de veces que no quería saber nada de vuestros rollos. Conmigo ya no contéis más. Se acabó. Ya está bien. (...) Hay que atenerse a las consecuencias de lo que se hace en la vida, coño, y no andar liando siempre a los demás para que saquen a uno de los jaleos”. La conversación sube hasta tal punto de tono que ambos personajes acabarán peleando e incluso Alberto levemente herido. El policía abandona el piso, su antiguo hábitat, y también su anterior rol, el de héroe, para enfundarse el traje de falso héroe, de aquel que, como dice Propp, se aprovecha para sacar beneficios. Si Alberto nos ofrece su verdadera cara, Jaimito no se queda atrás, y tras los acontecimientos que acaban por herirle en el brazo y la detención de Chusa, empezará a asumir el papel que Alberto ha dejado vacante. No va a ser un héroe típico. Ni es guapo, ni puede superar todos los obstáculos que se le ponen por delante. No tiene el empaque de Alberto. Sin embargo, es un héroe real, un héroe que se esfuerza por solucionar los problemas cotidianos, como el encarcelamiento de Chusa, y que ayuda a sus amigos, aunque éstos, luego, le den la espalda (ocurre así cuando encubre a Alberto como autor del disparo). Chusa y Elena, las princesas Como en el caso de Alberto y Jaimito, Chusa y Elena van a sufrir el mismo proceso de transformación. Al principio de la obra, es Elena la que está destinada a ocupar el puesto de princesa de la obra. Sus rasgos físicos y su extracción social así lo indican: “(Entra, y detrás Elena con una bolsa en la mano, guapa de unos veintiún años, la cabeza a pájaros y buena ropa)” (Acto primero, escena primera). Es radicalmente distinta a los demás personajes que viven en esa casa, sobre todo, cuando les dice que es virgen, haciéndola parecer una extraterrestre en aquel mundillo al que acaba de llegar. Lo demuestra el comentario que Chusa le hace al enterarse: “CHUSA. Más vergüenza tenía que darte ser virgen en mil novecientos ochenta y cinco, y tan mayor. Debes quedar tú sola, guapa”. En especial, es muy diferente a Jaimito y a Chusa, descrita, en la misma escena, de la siguiente manera: “(Se abre la puerta de la calle, y aparece la cabeza de Chusa, veinticinco años, gordita, con cara de pan y gafas de aro)” (Acto primero, escena primera). Ese rasgo de cara de pan nos anuncia a un personaje bondadoso, tanto que no duda en acoger a Elena sin conocerla de nada, tras una más de sus fugas de casa e, incluso, ofrecerle al que es su novio para que solucione su problemilla y pueda “bajar al moro” en breve: “CHUSA. Eso hay que arreglarlo enseguida. Se lo decimos esta noche a Alberto y ya está, no me hace gracia, no creas, pero qué le vamos a hacer” (Acto primero, escena primera). Sin embargo, al igual que con la pareja de protagonistas masculinos, tras el clímax de la obra, sus papeles se intercambian y ambas muestran su verdadera cara. De la Elena modosa y timorata, lectora de Umberto Eco y que renegaba de su figura materna, pasamos a una Elena enamorada de Alberto y portavoz de los ideales que defiende la generación de su madre o de Doña Antonia, madre de Alberto. Así lo demuestra cuando Chusa regresa de la comisaría y se encuentran en el piso: “ELENA. ¿Sabes lo que te digo? Que tiene razón mi madre. Así no se puede vivir. Cualquier día vas a acabar en cualquier sitio. Yo te lo digo por tu bien. Una cosa es pasarlo bien, y la libertad y todo eso, y otra cosa es como tú vives. Mi madre me ha dicho...” (Acto tercero, escena tercera). Su transformación es tal que llega a caer en la hipocresía, haciéndose eco de los deseos de su madre y de Alberto, al pedir a Chusa que le devuelva el dinero que le prestó cuando se conocieron y rogarle, además, que no se enfade porque, al fin y al cabo, son “amigas”. Como en el caso de Alberto y Jaimito, la relación acaba en una fuerte discusión: “CHUSA. (Haciéndole burla). Que me he escapado de casa porque no aguanto a mi mamaíta... ELENA. ¡Tú lo que tienes que hacer es devolverme el dinero que me debes!” (Acto tercero, escena tercera). Frente a Elena, convertida ya en falsa princesa al separar a Chusa de Alberto, Chusa se reafirma como la princesa tradicional, al ocultarle a Alberto su próxima maternidad y dejar que éste inicie su nueva vida con Elena. De este modo, Jaimito y Chusa, personajes caracterizados de forma más cómica al principio de la obra y destinados a ser meros ayudantes de la pareja Alberto y Elena, se convierten al final en los verdaderos héroe y princesa. En ellos, se encarnan los valores más honestos y son un buen ejemplo de la larga tradición de antihéroes que, desde el Quijote, llenan nuestra literatura. Por el contrario, el apuesto Alberto y la delicada Elena, resultan ser héroes con pies de barro. En cuanto el viento sopla en contra, no dudan en unirse al lado más conveniente, aunque ello les suponga convertirse en marionetas sin voz propia. El papel que les espera a los personajes en el futuro, como miembros de la sociedad democrática recién estrenada, también está claro. Alberto, junto a Elena, encarnará al español gris de clase media, que a las primeras de cambio traiciona sus principios y se lanza a una vida cómoda y exenta de riesgos. Jaimito ilustra este hecho muy bien cuando le explica a Chusa lo ocurrido tras su estancia en la cárcel: “JAIMITO: (Acabando de vestirse): Se han largado, juntos, los dos. Los dos y sus madres. Los cuatro. Bueno, y el padre. Se van a casar. Han cogido un piso en Móstoles”. El piso, la boda, la unión con los padres, el traslado del centro castizo y decadente de Madrid al moderno y anodino extrarradio de Móstoles, todo nos presenta el perfil del típico español que tiene una vida común a la de otros miles. Los padres, unidos a ellos, serán los que vigilen que ese perfil se mantenga, a pesar de que el padre de Alberto acaba de salir de la cárcel por estafador y se las da de señor honrado y reformado y Doña Antonia es una cleptómana redomada. En cambio, a Jaimito y a Chusa les queda el papel de soñadores utópicos, que poco a poco desaparecen de las sociedades modernas. Son esas personas que tienen sus principios muy claros y que no los traicionan sin más, por pura conveniencia. Este tipo de personas son las que, con la llegada de la democracia intentaron crear un país nuevo de verdad, pleno de libertad. Si bien una dictadura les había impedido expresarse, la llegada de la sociedad moderna, basada en el consumismo, también es otra forma de dictadura que les anulará y les llevará a la progresiva desaparición. Nota 1. Tomaremos como referencia la clasificación expuesta por V. Propp en Morfología del cuento, Editorial Akal, 1998, y que distingue los siguientes prototipos: • EL HÉROE (el protagonista/a). • EL REY (el que tiene la autoridad). • LA PRINCESA de quien está enamorado el héroe (la recompensa). • EL FALSO HÉROE (el que se aprovecha para sacar beneficios). • EL AGRESOR, malvado o antagonista (el malo o la mala, así, sin más). • EL DONANTE (un amigo o colaborador que ayuda al héroe). • EL AUXILIAR MÁGICO (un objeto, consejo o habilidad que tiene el héroe). ** Álvaro Giménez García pesimusa@yahoo.es Investigador español (Orihuela, 1974). Licenciado en filología hispánica por la Universidad de Murcia (http://www.um.es, España). Es docente de lengua castellana y literatura de enseñanza secundaria en el centro Gabriel Miró de Orihuela. Textos suyos han sido publicados en la revista digital El Coloquio de los Perros (http://www.elcoloquiodelosperros.net). === Fotografía y monstruosidad. Bracea de Malú Urriola ==================== === Jorge Sánchez Sánchez ================================================= “En mi rocoso corazón se golpean espumosos los recuerdos”. Malú Urriola: Bracea Toda política tiene su estética, esta frase fue pronunciada por Ana Pizarro en el marco del Congreso de Ciencias, Tecnologías y Culturas “Diálogo entre las disciplinas del conocimiento. Mirando al futuro de América Latina y el Caribe”. Dicho enunciado nos lleva a cuestionarnos sobre las tecnologías de la modernidad en el espacio latinoamericano, teniendo en cuenta que dichos procedimientos, que se presentan como meros instrumentos útiles, conforman relaciones de poder que intentan homologar las subjetividades, mas a la vez son empleados como resistencia a orígenes impuestos. El uso, por ejemplo, de Internet, nos devela cómo las minorías frente al poder usan dicha tecnología para generar narraciones otras, a la vez que la misma técnica es el gran receptáculo y medio de comunicación de la prostitución de menores. A la vez la técnica moderna irrumpe con nuevas concepciones estéticas, a través de determinar ciertas formas de control, las cámaras filmadoras, fotográficas, grabadoras, nos muestran de determinada forma, (de)velan lo real de cierta forma, así las ideas de memoria, los procesos del recordar se ven afectados, y exigen crear nuevas estrategias para romper con modelos identitarios prescriptivos. Divisando este contexto se pretende leer Bracea (2008) de Malú Urriola y las relaciones que emergen entre dicho libro y las fotografías que contiene, cuestionándonos las tensiones entre los significados que se dan a los conceptos de identidad y memoria. Si Toda política tiene su estética, nos planteamos la interrogante por los usos y significados que se han otorgado a la fotografía en Latinoamérica, específicamente cómo se ha pensado y empleado, dicha tecnología, en la literatura chilena. A nuestro parecer un sector de la crítica fotográfica en Chile ha desplazado sus intereses hacia las producciones: comerciales, íntimas, “históricas”, resaltando un uso documental o antropológico (evidenciando, eso sí, la variabilidad de dicho formato) y definiciones de la fotografía ceñidas al diccionario europeo y estadounidense, evitando ver los pliegues que resultan en Latinoamérica. Excepciones a este lineamiento son Nelly Richard, Juan Pablo Concha y Ronald Kay, quienes, especialmente Kay, resaltan la ficcionalidad fotográfica y acusan la imposición de cierta pose social que valida los cuerpos. Kay en su texto Del espacio de acá, destaca la particular llegada de la fotografía a Chile, la que a diferencia de países como Francia, EEUU o Inglaterra, no llega a reemplazar ninguna historia visual (en Europa establecida por la pintura) sino que viene a inaugurarla o a imponerla. Si bien Concha y Kay trizan ciertos supuestos de la antropología y la fotografía documental canónica, no hacen mención de los significados propuestos por la literatura, quien por un lado ha incorporado dicha tecnología mediante diversos usos y, a la vez, proponiendo definiciones e interrogantes frente a ésta, así escritor@s como Diamela Eltit, Pedro Lemebel, Claudio Bertoni, Malú Urriola, Cinthia Rimsky, Juan Luis Martínez, Enrique Lihn, entre otros, han reflexionado e “injertado” en su escritura el problema de la fotografía. Deseamos entonces, recoger los dos textos antes mencionados y evidenciar: las relaciones entre escritura / fotografía y paralelamente las nociones o significados que otorgan a lo fotográfico, intentando divisar las tradiciones que recoge (documental, artística) con respecto a las tensiones memoria / ficción, realidad / parodia, identidad / esencia. 1. Monstruosidad y fotografía “Yo recogí mi corazón del suelo, le limpié la tierra y me lo volví a meter al pecho”. Malú Urriola: Bracea “En rigor nunca se comprende nada gracias a una fotografía”. Susan Sontag: En La Caverna de Platón Bracea (2007), el último libro de Malú Urriola, nos introduce en una escritura y visualidad que tensiona lo monstruoso con lo normativo en un juego de ausencias, presencias, miradas, de dobles y de otredades. En dicho texto se narra fragmentadamente, a modo de diario íntimo o de confesión, la niñez de una sujeto que nos muestra las relaciones y caracterizaciones de los personajes que la rodean, los que van desde el “núcleo familiar” hasta personajes “vecinos” o “amigos” de la familia. Lo característico de éstos son las malformaciones físicas. Dichos cuerpos deformes frente a la noción de cuerpo funcional moderno caben dentro de lo que entenderemos en el concepto de monstruo. Dicha idea la significaremos siguiendo las reflexiones de Foucault, y su mirada desde Europa y Manuel Rojas Mix en Latinoamérica, incorporando y relacionando los significados que surgen del texto estudiado. Haremos dicha división entre Occidente (hegemónico por cierto) y Latinoamérica, ya que observamos que el concepto monstruo en países como España, Alemania, Holanda y Francia, ha sido empleado como un lente significativo para esquematizar lo diferente, lo que no tiene un marco legal o médico en el cual habitar, mas en Latinoamérica ha sido usado, preferentemente desde inicios del siglo XX (con las vanguardias), como una forma política de parodiar la episteme europea o confrontarse con ciertas significaciones impuestas por lo hegemónico. Foucault ha examinado cómo el concepto de lo monstruoso en la Europa del siglo XV al XIX, ha mantenido ciertas características que permanecen y que influyen a todas las tecnologías modernas que estudian la anormalidad en el siglo XX. El discurso normativo (judicial, médico) se quiebra ante ciertos sujetos que escapan a su diccionario: “Lo que constituye la fuerza y capacidad de inquietud del monstruo es que, a la vez, viola la ley, la deja sin voz. Pesca en la trampa a la ley que está infringiendo” (Foucault, p. 62). El orden prescrito ante todo lo “contranatura”, “mezcla”, “exceso”, “transgresión”, no va a hallar otra palabra para agruparlo que la de: monstruo, mas dicho concepto no significa nada más que su propia huida a toda otra clasificación. Lo monstruoso en Bracea se juega en un aceptar la presencia de una otredad dentro del cuerpo o la ausencia de un fragmento de éste, lo cual sólo se hace evidente como monstruo en el mirar(se) fotográfico, en el reconocer(se) en el espejo o en la sumisión a la voz patriarcal: “Jamás pensamos en separarnos hasta que mi hermana me dijo que le había escuchado a nuestro padre, entre sollozos, decir que éramos un monstruo”. Por un lado se encuentra la familia de la protagonista, “familia siamesa”, en donde tanto madre como hija son dobles, exceptuando al padre que se presenta como un uno normal y normalizador, y por otro los personajes que rodean a dicho grupo: J. P, Tres Piernas y el Padre de Tres Piernas. La protagonista aparece en dos fotografías del libro, como bebé y como niña. En ambas existe una alusión al texto que refiere al tema de lo monstruoso y su relación con lo fotográfico, ya que se sabe en la categoría de la monstruosidad en el verse en la imagen fotográfica, es allí cuando ellas verifican su estado de normalidad o anormalidad en las imágenes familiares: “...mi hermana sacó un libro que tenía escondido debajo de la cama, lo abrió y lo puso frente a nuestros ojos. —Somos un monstruo igual a nuestra madre —dijo” (Urriola, p.41). Ambas fotografías nos provocan al diálogo que se produce con la tradición organizadora que cobran los usos documentalistas, específicamente de los álbumes familiares, que ya desde el siglo XIX, más que registrar eventos cotidianos y espontáneos disponen poses oficiales y producidas, al decir de Susan Sontag sobre uno de los usos modernos de las fotografías: “En vez de limitarse a registrar la realidad, las fotografías se han vuelto norma de la apariencia que las cosas nos presentan, alterando por lo tanto nuestra misma idea de realidad y de realismo” (Sontag, p. 115). En este punto, en el texto el tema de la memoria fotográfica es aludido significando un documento que denuncia el no realizar o la realización de manera defectuosa de la pose hegemónica higiénica. Así la fotografía se define provisoriamente como documento de una huella que se ve desterritorializada en su calidad de una ficción oficial. La protagonista al decir su temor de que le saquen fotografías: “Yo soy india. Creo que el clic de la cámara me roba algo que no alcanzo a definir. Lo que siento, pienso, recuerdo, duelo, gozo, en ese momento exacto quedará plasmado en un papel. Una parte mía quedará cautiva para siempre” (Urriola, p. 55). no refiere, según nuestra lectura, sólo al tópico de un robo de su cuerpo como imagen, sino que a una acusación/marca, de no tener el cuerpo que la imagen exige: “no lo borroneará el recuerdo, ni la deformará el olvido”, enuncia luego, develando la incapacidad de exhibir las marcas de realidad que la fotografía familiar o de retrato entrega, ella no se reconoce, como menciona Aumont: “Querer sentir en ellos [dispositivo fotográfico] una presencia actual, no puede, pues, depender sino del piadoso deseo, del fantasma, o de la convención” (Aumont, p. 293). Así, las fotografías de la protagonista evidencian, tal como se puede leer en el libro, la idea de una tecnología que acusa la irregularidad corporal, el escape a la pose social, mas con un tono crítico, en donde la protagonista se resiste a la moralización de su imagen, asumiéndose como una otredad: “Yo no sé qué sueño. Sueño menos que mi hermana. / Yo no creo en las cosas que cree mi hermana. Ella se evade de / ser un monstruo. Yo no” (Urriola, p. 58). La fotografía de la madre, siamesa al igual que su hija, contrasta con la del padre, si ellas aparecen siendo monstruos siameses dentro de un estudio fotográfico, él está en el exterior, aparentemente en una plaza. Esa exterioridad pública (la plaza) hace referencia al alejamiento del hogar que está enunciado en el texto: “Lo hemos visto tomar su chaqueta, decir vida de mierda y hemos sentido el portazo en nuestros corazones” (Urriola, p. 45). Al contrario, la madre siempre está dentro y a la vez exige a sus hijas el estar dentro de “la casa rosada”: “Siempre hemos vivido en las afueras de la ciudad. No mencionamos nunca la ciudad, salvo cuando alguien pregunta dónde decimos. Entonces respondemos que vivimos a las afueras de la ciudad” (Urriola, p. 45). Se asumen (madre e hijas) ajenas a ese afuera, mas es ese exterior, representado por el cuerpo del padre ausente, quienes las taxonomizan, mediante la mirada teratológica, en lo monstruoso como una mancha que las degrada y las acusa: “De súbito los días dolieron / como un puñetazo en mitad del pecho”; “Las estrellas me recuerdan que todas las noches me despertaré, y cuando no estén brillando se burlarán de nosotras en el pueblo” (Urriola, p. 57). La diferencia de “sus mujeres” es reducida a lo monstruoso en la mirada del padre, como lo patológico y marca tautológica de lo otro inclasificable: “De tan horrible que soy. Soy la única condenada a ser única” (Urriola, p. 11), enuncia la hija frente al significado que se contrapone a la noción de diferencia que ella ve en su cotidiano: “La vida es un animal que muta todos los días. Y una piensa que los días son los mismos iguales. Pero yo veo a la vida todos los días y casi nunca un día ha sido igual a otro” (Urriola, p. 15). La lucha por la validez epistémica de las miradas, la protagonista que ve la diferencia y asume su otredad en tensión con la acusación del padre que la ve monstruosa. Este mirar masculino se identifica con el uso de vigilancia que posee la fotografía en el campo policial y el médico: “A necessidade de controle por parte da sociedade dos movimientos socias e das ações políticas dos indivíduos faz com que a fotografía assuma um carácter de registro criminal, a través da prodeção de retratos para documentos de identifição” (Bandeira de Mello, p. 32). Como vemos, la mirada oficial del padre se ve representada por el discurso fotográfico moderno (lectura guiada por la relación de las fotografías de la madre y el padre) al igual que la lectura que se puede otorgar a las fotografías de la protagonista, en donde la imagen acusa su deformidad. Ahora bien, dicha fuerza inculpatoria se ve trizada por las fotografías de J. P. Junior, Tres Piernas y el Padre de Tres Piernas. Estos tres personajes se presentan deformes ante el canon corporal, y viven la discriminación del pueblo y la angustia de hallarse al margen de los cuerpos solicitados por lo oficial: “...J. P. era incapaz de maltratar a nadie que no fuese su perro o a sí mismo. Cuando se acababa la última copa del destilado que él mismo preparaba, se iba hasta el baño y frente al espejo, golpeaba con su puño trizando en sangre su imagen” (Urriola, p. 65). y además de su propia negación de su imagen estaba la de sus cercanos, como la negativa de la hermana de la protagonista ante Tres Piernas: “Un día me llené de valor y le dije todo lo que me estaba / haciendo correr. / Entonces me odió. / Se burló de mí como todos. / Y sus palabras me dieron en el medio del pecho, como / una certera pedrada” (Urriola, p. 75). Sus fotografías se presentan como una parodia bajtiniana a las imágenes de monstruos, tan habituales en Latinoamérica en donde se exhibe lo imaginado de los sujetos otros basados en diccionarios propios, Peter Burke, refiriéndose a la idea de mirada de Lacan, enuncia respecto a dichas imágenes monstruosas del otro: “...expresa una actitud mental de la que el espectador puede no ser consciente, tanto si sobre el otro se proyectan odios, como temores o deseos” (Burke, p. 62). Rojas Mix, en su texto América imaginada (1992), rescata un conjunto de imágenes del europeo sobre los latinoamericanos. Las que pertenecen al periodo de conquista reflejan por un lado el ansia de verdad y clasificación, mas al ver las imágenes nos percatamos de su “ficcionalidad”, de su “arreglo” mediante el uso de códigos y tópicos de la teratología medieval: “El descubrimiento significó un enorme trasvase del imaginario europeo. Los mitos, las leyendas, el mundo teratológico, las quimeras, todo va a adquirir carta de ciudadanía en América, y será buscado allí con ahínco por los rastreadores de fortuna y lo cazadores de sueños” (Mix, p. 62). De igual forma, las imágenes de los colonos en Chile, en el siglo XIX, quienes también anhelaban rescatar lo cotidiano del nuevo espacio, en fotografías, caen en la paradoja de que para lograr dicho objetivo emplean una de las técnicas propias de la tecnología fotográfica que es denominada escena técnica (Alvarado, p. 29), en la que, por ejemplo: “Hombre y mujer parecen conversar y compartir en un huerto, donde el fotógrafo, supuestamente, los ha sorprendido para fijarlo en una imagen” (Alvarado, p. 29), por lo tanto construyen una imagen desde un ojo otro, a modo de colonización significativa desde un tipo de mirada, que se asume verdadera por sobre otro tipo de narraciones. Las fotografías de Bracea, mediante la exageración, ponen en crisis las representaciones fotográficas de lo otro como documento de lo real. Las imágenes de los personajes mencionados son evidentemente trucadas, no relacionándose de manera explícita con lo dicho, sino exigiendo una lectura de éstas. Aludiendo a recursos propios de lo fotográfico como la escena técnica o las llamadas máscaras de carácter (cuya función “está associada á capacidade da fotografía de propiciar alterações na aparência social” [Bandeira de Mello, p. 38]), rompen con su uso original y más que desear construir una posición privilegiada se develan como deformes, explicitando el “truco”. El uso estético de las imágenes politiza, o más bien pone en conflicto, una de las tecnologías más canonizadas de lo real, y por lo tanto la más autodeclarada inocente en sus prácticas. Hemos intentado develar los usos de la tecnología fotográfica que Malú Urriola ha realizado en su texto Bracea, mediante la descripción de los personajes se ve la tensión entre el temor a la pose impuesta por la fotografía, que denuncia sus cuerpos, y por otro la parodia que se realiza del mecanismo fotográfico documental. Dichas fuerzas se pueden nominalizar en la tensión escritura íntima / evidencia fotográfica. En el próximo apartado, cruzaremos al libro Bracea el texto Paseo Ahumada, de Enrique Lihn, para evidenciar la oposición antes nombrada. 2. Testimonios: escapes modernos “Se quiera o no, todos los gritos acaban subiendo al cielo o cayendo al vacío, que es casi lo mismo”. Malú Urriola: Bracea “La imagen última de la memoria sobrevive al tiempo merced a su carácter inolvidable; la fotografía, que no la denota ni capta, debe estar esencialmente subordinada al momento de su origen”. Siegrfied Kracauer: La fotografía La escritura referencial tiene larga tradición y diversidad de formas: cartas, diarios íntimos, de viaje, biografías, autobiografías. La lectura canónica prescribía leer dichos testimonios como la declaración de un yo único que describe fielmente su entorno y su intimidad, englobando estas escrituras en el género referencial. Nuestra lectura se une a críticas y críticos como Patricia Violi, Darcie Doll y Leonor Arfuch que ven en dicha tipología un espacio en donde el (la) sujeto de la enunciación (voz que emite lo narrado) coincide con el autor(a) (sujeto empírico). Ambos conceptos surgen desde lo biográfico y construyen en la escritura a un(a) sujeto del enunciado que se configura como un(a) personaje que recogiendo los aspectos biográficos genera una ficción del “yo”. Dicha crítica destruye lo que Arfuch llama el mito del yo: “Lo que está en juego entonces no es una política de la sospecha sobre la veracidad o la autenticidad de esa voz, sino más bien la aceptación del descentramiento constitutivo del sujeto enunciador, aun bajo la marca de ‘testigo’ del yo, su anclaje siempre provisorio, su cualidad de ser hablado y hablar, a su vez, en otras voces...” (Arfuch, p. 99). Tomando en cuenta el párrafo anterior, vemos cómo el género referencial surge en una instancia de “confesión” hacia otro(s), en donde el “yo” generado se extravía del o de la sujeto autoral. En este sentido el “personaje” que surge en dichos textos no es el autor pero tampoco está totalmente desligado de él, ya que toma la realidad histórica del sujeto enunciador(a) aun cuando se “mueva” dentro de la ficción de la sujeto del enunciado. Por otro lado, el concepto de referencialidad también se quiebra, al aceptar que existe un “yo” biográfico construido, la situación, la historia contada cae en: “la desarticulación de las cronologías, la mezcla de voces narrativas, el desplazamiento del yo a la tercera persona, la deconstrucción del ‘efecto de realidad’ ” (Arfuch, p. 105). Esta estructura es tomada por escritores(as), resaltando el tema de la memoria íntima versus una memoria oficial(ista), rescatando lo estético. Ya desde los años setenta se ve un corpus de textos que se adhieren a una escritura testimonial: las Décimas: Autobiografía en versos chilenos, de Violeta Parra, Una especie de memoria (1983) de Fernando Alegría, entre otros, recogen la estructura referencial y re-crean lo vivido. Narraciones con mayor experimentalidad, las hallamos en Padre nuestro y El infarto del alma, de Diamela Eltit, o en Estación de los desamparados, de Enrique Lihn. En estos casos se lleva al extremo la distensión semiótica: el o la sujeto del enunciado se revela mediante una escritura íntima, con un lenguaje propio, dejando espacios, uniéndose con los géneros referenciales ya que: “Dejan al descubierto un entramado de contradicciones que el lector deberá discernir al deconstruir los supuestos ideológicos que codifican cada discurso” (Epple, p. 157). Bracea, a nuestro parecer, se halla dentro de este grupo de escrituras. Caracterizándose por incorporar dentro del relato íntimo de la protagonista (a modo de diario de vida) otras voces: la madre, J. P. Junior, Tres Piernas. Dichas enunciaciones también se escriben dentro de la idea de una escritura íntima. Tal como enunciábamos al finalizar nuestro primer capítulo, en el texto estudiado se puede generar una lectura en donde se evidencia la tensión entre lo que denominaremos la escritura íntima en contraste con la evidencia fotográfica. La escritura íntima se muestra como el relatarse dentro de un contexto que hace continuos gestos por impedir dicho contarse. El volcarse en sujeto, en Bracea, se realiza en un monólogo que asemeja un diario íntimo, una construcción premoderna, en el sentido que sienta bases para la intimidad mediática (Arfuch, p. 110), no acata la modernización mas es lo que se hibridizará con lo tecnológico moderno: “[refiriéndose a los diarios íntimos] De los géneros biográficos acuñados en la modernidad, quizá sea este el precursor de la intimidad mediática, el que profundizó la brecha para el asalto de la cámara, el que aportó en mayor medida a una inversión argumental: antes lo íntimo podía decirse, no mostrarse, ahora se muestra más de lo que se dice” (Arfuch, p. 110). Las palabras de Arfuch en el libro estudiado se ponen en conflicto, ya que aquí se lucha por decir y decirse, lo mostrado sólo funciona como acusación o parodia de la técnica fotográfica moderna. Tres Piernas incorpora su palabra dolida ante el repudio, no sólo de sus pares sino de su amada, tal vez en uno de las partes mejor logradas del libro: “No sé si caen lágrimas del cielo o llueve. / No sé si llueve o caen miles de lágrimas del cielo. / La vida llora cuando ella llora. Eso sí lo sé. / No sé si la ventana da a una noche real, / o sueño una noche que se proyecta desde el fondo / de este cuerpo malformado. / Soy un sueño aberrante / Y por cargar este deforme destino he aprendido a desprenderme / de las gentes como se desprenden las plumas de los pájaros, las palabras de las palabras y las hojas del viento” (Urriola, p. 78). Si Arfuch mantiene, no sin razón, que antes lo íntimo podía decirse, no mostrarse, ahora se muestra más de lo que se dice; en el libro lo mostrado dice menos de lo que se puede decir. El alegato de sentirse marginado de los cuerpos oficiales se enuncia, mas no se muestra. Lo mostrado es el intento de taxonomizar lo monstruoso, mas lo exhibido es únicamente la pose de lo monstruoso. Si bien la escritura íntima se halla cercana al álbum de fotografías, “el otro arte biográfico por excelencia” (Arfuch, p. 111), hemos visto que es develada como una función de control, que vuelve en objeto de exhibición lo captado. El álbum familiar público no funciona al sujeto monstruoso, o mejor dicho, no coincide con la escritura íntima en la que éste expresa su subjetividad. La escritura, entonces, se escapa a la pose, como ya dijimos lo hace mediante la angustia por el rechazo ante su otredad, desafiando mediante la aceptación su estado otro: “Yo no creo en las cosas que cree mi hermana. Ella se evade de ser monstruo. Yo no” (Urriola, p. 58), pero además la escritura desafía el tópico fotográfico de encontrar belleza en todo lo captado. Sontag sostiene que desde sus inicios la práctica fotográfica amplia o incorpora un nuevo sentido a lo bello: “Lo bello pasó a ser simplemente lo que el ojo no ve o no puede ver: la visión fracturada, desconcertante, que sólo ofrece una cámara” (Sontag, p. 133), así vemos cómo se han construido grandes compendios fotográficos de la pobreza, la esclavitud, la violencia, mas siempre con una vocación turística de hallar belleza: “La fotografía ideada como documento social fue un instrumento de esa actitud propia de la clase media, a la vez celosa y meramente tolerante, curiosa e indiferente, llamada humanismo, para la cual los barrios bajos eran el decorado más seductor” (Sontag, p. 86). El testimonio, ante esto, realiza un pliegue, desplazándose del relato fotográfico familiar. Se ubica en un espacio de enunciación otro, mirándose sin la preconcepción de situarse en lo bello, en el objeto curioso de muestra. Su narración es de denuncia y deseo. Bhabha sostiene que existen dos narraciones sobre la identidad que se hallan en tensión, por un lado una pedagógica que esencializa a los y las sujetos mediante una escritura que defiende un origen: “el poder del ojo para naturalizar la retórica de la afiliación nacional y sus formas de expresión colectiva” (Bhabha, p. 179). Mas existen narraciones que confrontan dichos discursos; Bhabha los denomina preformativos: “Lo preformativo interviene en la soberanía de la autogeneración de la nación, proyectando una sombra entre el pueblo como ‘imagen’ y su significación como signo diferenciador del yo distinto del otro del afuera” (Bhabha, p. 184). Los personajes vistos desde las imágenes se aprecian como lo turístico, la “foto entretenida”, su palabra en cambio por un lado se expresa contraria a la unificación significativa del monstruo y por otro, en su función de “cita” frente a la imagen, desplaza el significado fotográfico a la parodia o crítica: “Mi hermana dice que se pasa por la raja la vida, pero yo sé que es porque le tiene miedo. Cuando cae una estrella no pide un deseo, porque dice que es una estrella muerta y los muertos no tienen poder alguno para cumplir ningún sueño de los vivos. Y así, diciendo esas cosas nunca hace nada” (Urriola, p. 36). En síntesis, en este apartado, vemos cómo en Bracea se recogen ciertos registros de la escritura testimonial íntima, cómo se contrasta con la tradición fotográfica del álbum familiar y los tópicos de la pose y la belleza de lo feo o pobre. La lectura nos guía a una deconstrucción del poder discursivo que se ha otorgado tradicionalmente a las fotografías. Fotografía y literatura “[refiriéndose a poesía y literatura] ambos implican una discontinuidad, formas desarticuladas y unidad compensatoria: arrancar a las cosas del contexto (para verlas de una nueva manera), enlazar las cosas elípticamente de acuerdo con las imperiosas aunque a menudo arbitrarias exigencias de la subjetividad”. Susan Sontag: El heroísmo de la visión. Iniciamos esta breve escritura enunciando que toda política tiene su estética, develamos así cómo en Bracea se trizan ciertos supuestos de la tecnología fotográfica, tales como su supuesta capacidad de evidenciar lo real y de clasificación de lo otro. Dichos axiomas fotográficos se mostraron despojados de su inocencia mediante la parodia y crítica, que se lee al relacionar las fotografías injertadas en el texto con lo escrito en éste. Dicha relación nos lleva al diálogo con tradiciones de la memoria, y como ésta es narrada mediante diversos formatos, que se conectan con diversos discursos de poder. Malú Urriola así hace un uso de la fotografía que triza la hegemónica estética histórica de ésta en Latinoamérica, la fotografía se despoja de su inocencia y se exhibe paródicamente en su ineficacia de mostrar subjetividades y de su eficacia normalizadora. Este nuevo uso, el literario/fotográfico, de muy escasa crítica en Chile, responde, a nuestro parecer, a la incorporación en la escritura de las tecnologías visuales, con el fin de desterritorializar miradas oficiales. Así el tema de las miradas, y su rol epistémico dentro de la construcción de alteridades, identidades y diferencias, no sólo se ve en Urriola, sino que en un conjunto de textos que plasman además de significantes “letra” significantes fotográficos, los que nos obligan a pensar en las historias de dichas tecnologías y cómo son adoptadas por las escrituras chilenas y latinoamericanas. Para terminar recalcamos que a falta de poéticas o “evangelios fotográficos” chilenos, tenemos una gran gama de novelas, poemarios y crónicas que a través de una escritura “literaria” proponen (re)situar los valores de la fotografía chilena, la historia de dichas imágenes sin cita mas sí con textos literarios; esa es, a nuestro parecer, la tarea pendiente. Bibliografía • URRIOLA, Malú: Bracea. LOM Ediciones. 2007, Santiago. • AUMMONT, Jacques: La imagen. Barcelona, España, Paidós, 1992. • ARFUCH, Leonor: El espacio biográfico. Buenos Aires, Prometeo Libros, 2005. • BURKE, Peter: Visto y no visto: el uso de la imagen como documento histórico. Barcelona, Crítica, 2001. • BANDEIRA DE MELLO, Maria Teresa: Arte e fotografia: o movimento pictorialista no Brasil. Sao Paulo, Funarte, 1998. • BHABHA, Homi: El lugar de la cultura. Buenos Aires, Manantial, c2002. • DELEUZE, Guattari: Rizoma: introducción. Valencia, España, Pre-Textos, 1977. • EPPLE, Armando Juan: “Poéticas de la memoria. Acercamiento a la escritura memorialística en Chile”. En: Acta Literaria Nº 17. Concepción, 1992. • FOUCAULT, Michel: Los anormales. Madrid, Akal, 2001. • KRACAUER, Siegfried: Estética sin territorio. Murcia, Colección de Arquitectura, 2006. • MIX ROJAS, Miguel: América imaginaria. Barcelona, Lumen. 1992. • SONTAG, Susan: Sobre la fotografía. New York, icador, Farrar, Straus and Giroux, 1990. ** Jorge Sánchez Sánchez jlsanchez@live.com Docente chileno (1981). Profesor de lenguaje y comunicación de la Universidad de Santiago de Chile (http://www.usach.cl). Estudiante de magíster en literatura latinoamericana y chilena en la misma universidad. === El secreto de Ivonne Giraldo Naudín Gracián Petro ================ Ellas no condenan realmente ninguna debilidad, sino que más bien procuran humillar o desarmar nuestras fuerzas. Por eso, la mujer es la recompensa, no del guerrero, sino del criminal. Generalmente se detiene a los criminales en el lecho de alguna mujer. Albert Camus, La caída. ¿Existe una literatura puntualmente machista? ¿O sea que se haya escrito con el deliberado y premeditado propósito de demostrar que el hombre (macho, no ser humano) sí vale, o que vale más que la mujer? Parece que no, pero es debido a que el hombre-macho no ha tenido la necesidad histórico-social de defenderse (el ataque es una muy efectiva y recurrida forma de defensa), de mostrar su valía, como sí lo ha tenido que hacer la mujer. Como todo el mundo sabe, el aporte de la mujer, no sólo socialmente (como formadora de los hijos u organizadora de la vida de los hombres, lo cual es más importante de lo que comúnmente se reconoce) sino en los campos que se han considerado eminentemente de los hombres como el guerrero, el científico, el deportivo, etc., ha sido crucial en el desarrollo de la historia, incluso en épocas en que se tiene la idea de que las mujeres no tocaban esos campos (recordamos a Juana de Arco, Flora Tristán, Marie Curie, Virginia Woolf, por nombrar algunas). Sin embargo, esos aportes de la mujer han sido en muchos casos minimizados y hasta olvidados, por lo cual ha existido la necesidad de que personas y movimientos se hayan dedicado deliberadamente a hacer que se reconozcan, cosa que no es necesaria para los aportes de los hombres como género. Existe incluso una teoría según la cual muchas de las obras intelectuales y guerreras que se conocen como realizadas por hombres en realidad fueron realizadas por mujeres disfrazadas (o que usaron pseudónimo) o fueron robadas a sus autoras originales para ser endilgadas a hombres debido a las condiciones sociales que no permitían que las mujeres descollaran en esos temas o campos. Aunque esas condiciones se han minimizado tanto que incluso pareciera que hoy no existieran, todavía la relevancia del aporte femenino al mundo actual tiende a ser considerado menor y tenido en menos aprecio a la hora de reconocer y resaltar la labor humana. Por eso no se deben dejar pasar por alto, ni considerar innecesarias las iniciativas para subrayar el papel femenino, sobre todo en el campo intelectual. En ese orden de ideas, existe en Medellín una reciente iniciativa para mostrar la actual obra literaria femenina, que no sólo es creada por mujeres, sino en la cual lo femenino, el punto de vista femenino, la caracteriza. Se trata de la colección Madremonte, de la cual aquí le echaremos una mirada a la novela El cuarto secreto, de la escritora Claudia Ivonne Giraldo, obra ganadora de la Beca de Creación en Novela, Medellín 2007. Dos novelas, una novela El recurso de contar historias paralelas no es nada nuevo. En algunos casos este recurso tiene gran éxito en el sentido de que aporta estéticamente a la obra, como en el caso de La guerra del fin del mundo, de Vargas Llosa, y en otros no se logra consolidar, malogra la obra en su totalidad porque las distintas historias no logran trenzarse bien, como en el caso de El cielo en la otra esquina, del mismo autor. Primera novela: la historia de la mujer en el bosque: Esta historia recuerda a En las lindes del monte, de Mario Escobar (incluso contiene esa frase en alguna parte), por lo contemplativa de la selva, y a Alicia en el País de las Maravillas, por la mirada maravillosa y maravillada ante la naturaleza. Es esta una novela totalmente irreal, y Consuelo Posada, quien presenta la obra, lo puntualiza cuando dice en la contraportada que “En un plano irreal, la mujer del bosque teje sueños...”. La autora es consciente de ello al presentarla como una invención, cuando dice que es un puntito azul en la página que “si se le acerca bien a los ojos, se verá que se trata de una mujer”; e incluso en otro episodio la califica de “extraña novela” que lee la protagonista de la otra novela, la real, la de Irene. Esta novela del bosque, aunque no contiene elementos maravillosos, parece un cuento de hadas en el cual la naturaleza sólo es maravillosa, apacible, serena, reconfortante, propiciadora. Es la visión de una mujer citadina que ha idealizado el vivir en la selva y por lo tanto no aparecen en ella los zancudos y numerosos y muy molestos bichos que en la realidad torturan en el monte a las personas provenientes de la ciudad, ni las serpientes tan peligrosas y asustadoras en la realidad y en la psiquis de quien no está acostumbrado al monte; ni el barro, ni los caminos escabrosos e intransitables en épocas de lluvia (la casa del bosque es nueva pero no se describe el duro proceso de domeñar un camino); no hay fieras reales, ni sustos, ni el tremendo ruido de los animales y del silencio en los amaneceres, atardeceres y noches de la selva; no existe ni la más remota mención ni temor a grupos delincuenciales, un ingrediente obligatorio en la situación actual (y desde hace mucho tiempo) de nuestros campos; los campesinos son idílicos, trabajadores, colaboradores, sin afugias; no se pelean, no se emborrachan, no tienen vicios que los perturben; las mujeres caminan solas y sin lumbre en la apretada oscuridad de la noche selvática, sin el más mínimo temor a animales, hombres ni espinas; la protagonista recién instalada, sin un huerto que tendría que haber sido formado durante meses de dedicación, vive casi del aire, no tiene que trabajar para vivir, casi no tiene que ir a la ciudad en busca de víveres sin los cuales hoy los campesinos no viven. Incluso aparecen de la nada en la casa alejada de otras viviendas y en el medio del bosque, una gallina y un pavo real, como si fueran animales que brotan de nuestra naturaleza. De todas maneras, si la aceptamos de entrada como una historia irreal, esta novela de la mujer en el bosque aporta frescura en el alma y nostalgia de la sencillez que hemos perdido por el fragor de las ciudades. Segunda novela: Irene: Es la propia novela de la obra porque está anclada en la realidad, se nota que es el mundo que conoce perfectamente la autora, impone el ritmo, hace engarruñar el corazón, está escrita con alma, carne, huesos, pelos y pellejos. Se trata de una historia desgarradora, hasta cierto punto compasiva, combativa y denunciante de la situación de la mujer en la sociedad actual. Aborda los neurálgicos temas de las madres que deben descuidar a sus hijos por el trabajo, los hijos que se crían y malcrían casi solos, abandonados por sus padres trabajadores; las mujeres menospreciadas en su valía como trabajadoras por el macho-jefe; los hombres perdidos de su posible felicidad, víctimas de su condición de machos conquistadores; la infidelidad masculina y femenina que destruye los hogares; la anorexia tan propia de nuestra época; el maltrato intrafamiliar, el desarraigo, la falta de identificación y claridad con un objetivo de vida verdaderamente humano. Es esta una novela dura, escrita con pulso firme, con los sentidos atentos y un punto de vista muy femenino pero sin titubeos. Posiciona a la mujer como un ser que es más que su condición sexual, condicionada pero no mutilada debido a su sexualidad, sino digna de lograr su realización como ser humano. En ese sentido es más convincente que Retrato de una dama, de Henry James, pues mientras en la novela del inglés la mujer se realiza casi que exclusivamente a través del amor, de manera que va de un amante a otro y se considera realizada sólo cuando logra el amor verdadero que la rondó muchos años sin que ella lo notara aunque andaba buscándolo por todos lados (los deseos de esta mujer de conocer mundo, de emanciparse de su obligación social de atarse a un hombre, terminan siendo una especie de locura juvenil que luego no lucha por conseguir ni incide en su felicidad o infelicidad); en cambio en Irene la maternidad, el trabajo, el sexo, la intelectualidad, la familia, son todos ingredientes importantes, pero todos juntos, para la realización de la vida del ser mujer. En esta novela el amor (“no se puede vivir sin amar”, es una frase recurrente de la protagonista) encierra todo eso porque amar es amar la vida, tener el gusto por vivirla. En el caso de esta obra, las dos historias no se entrecruzan ni son interdependientes. Podríamos decir que la de la mujer en el bosque sobra ya que no logra redondez y la de Irene no necesita de ella para su unidad. Sin embargo, le aporta mucho ambiente, es fundamental en el ritmo y se constituye en la propuesta simbólica de la lucha que debe asumir la mujer (según parece decir la autora) por la independencia, por la construcción y defensa de su mundo femenino (natural), en medio del fragor caníbal de esta civilización machista (artificial). Sin embargo, debo decir que por momentos me da la impresión de que la historia del bosque se alarga demasiado, que es innecesariamente minuciosa y por ello en alguna página recordé una curiosa frase de Julio César Londoño, acérrimo defensor del cuento: “El novelista es un parlanchín que sigue hablando después de que el lector se ha ido”. Los hombres En El cuarto secreto lo central y leitmotiv es el mundo femenino y, como tal, los hombres existen en esta novela pero como ingredientes que determinan asuntos, no como seres interesantes en sí mismos. El mundo femenino está tocado, a veces circundado e incluso atacado por los hombres, pero son casi sombras, viven en un mundo aparte, comunicado con el mundo femenino, pero independiente y no determinante en la novela. Es un mundo que casi no comprenden las protagonistas ni la narradora (no hablo de la autora), pero que tampoco tienen mucho interés en comprender más allá de lo que las afecta. Si bien en esta novela los hombres son presentados casi siempre como una fuerza negativa, también hay cierto dejo como de lástima hacia esos seres perdidos e inauténticos, inauténticos no porque sean seres humanos sino porque son hombres. Aunque en algún episodio la cópula con el macho tiene algo de mágico que contribuye a arreglar la situación familiar de la protagonista y su visión del mundo (no obstante se da en su infidelidad), luego no hay ningún dolor en la pérdida de esa posibilidad de cópula, como si se perdiera un juguete poco amado. En la historia de la mujer del bosque no hay ni siquiera la conciencia de que la cópula existe y en una ocasión en que parece darse, es psicológica, mágica, en la cual el hombre es un ser casi irreal, prescindible. Esto parece ser marcadamente femenino, pero producto de una feminidad algo castrada por la religión y la sociedad machista, la cual consideraba que la mujer debía asumir el placer sexual (o genital, según dicen ahora) como algo poco fundamental en su vida. Es como si se pretendiera decir: “Las mujeres somos tan valiosas que, contrario al hombre, podemos realizarnos plenamente sin sexo” (desnaturalizadas). Entonces esta novela muy femenina no es feminista en el sentido de que no se sienta a dictar cátedra contra los hombres, sino que se dedica a escudriñar el universo femenino. Una mujer me había dicho: “Es una novela muy hermosa”. Y sí, creo que debería ser leída por muchas mujeres que se identificarán con su dolor, visión, ternura, esperanza y universo femenino. Y también por muchos hombres que valorarán su calidad literaria y la fuerza de su prosa. Y, por qué no, para que seamos más conscientes de lo mucho que no comprendemos a las mujeres. ** Naudín Gracián Petro ngracian@hotmail.com Docente colombiano (Montelíbano, Córdoba, 1967). Es licenciado en educación inglés español de la Universidad de Antioquia (http://www.udea.edu.co), y especialista en pedagogía de la lengua escrita de la Universidad Santo Tomás (http://www.usta.edu.co). Sus textos han aparecido en numerosos periódicos y revistas como El Colombiano (http://www.elcolombiano.com), El Universal (http://www.eluniversal.com.co), El Meridiano (http://www.elmeridianodecordoba.com.co), Universidad Cooperativa de Colombia (http://www.ucc.edu.co), El Túnel (http://www.grupoculturaleltunel.com/html/revista_el_tunel.html), Lingüística y Literatura (http://abbrr.com/g6) de la Universidad de Antioquia, Noventaynueve (http://www.revistanoventaynueve.org) y otros, así como en múltiples páginas de la Web. Ha publicado Los muertos valen lo que pesan sus recuerdos (cuentos, 1991), Con los cuerpos enredados (cuentos, 1992), La realidad de cada día (relatos, 1994), Agar e Ismael (novela, 3 ediciones), Las cosas del profesor Tirado (didáctico, 5 ediciones), Un amor para el olvido (novela, 3 ediciones), La propiedad (novela, 2003), Las razones de Teresa (novela a 10 manos, 2 ediciones) y Cuentos para tener en cuenta (3 ediciones). Ha obtenido, entre otros, el primer lugar en el Concurso de Cuento Fernando González (Medellín), en el Concurso de Cuento Tiempos Nuevos (Sincelejo) y en el Concurso de Obras Literarias Concejo de Medellín. === El espejo posible Gabriel Mantilla Chaparro ====================== Si las obras de los artistas no resplandecen en los ojos de quien las mira, son estimadas, al menos, en el espíritu de quienes saben cómo se fraguaron; en toda obra auténtica debe haber trabajo, constancia, diálogo intenso regido por la imaginación, la inquietud y el regocijo; hablar de arte resulta a veces —casi siempre— un descoser heridas interiores y muy íntimas de algunos creadores, pero el arte, como el hombre, es una larga impaciencia, y por ello la obra debe mostrarse con toda su fuerza, equilibrada o no. Una obra buena tiene derecho al sobresalto, a la pérdida del equilibrio que tradicionalmente imponen los que pertenecen a la tribu de críticos estereotipados, el artista sólo obedece a leyes propias, depende de la abundancia y de la esencia de sus emociones y las encauzan hacia ese río que es el arte. El artista no puede desfallecer en el camino hacia la creación, debe insistir en socavar la mina de su alma. Para un artista tiene tanto valor la luz como la sombra. Vive su noche a su manera, inventa sus propias estrellas, ve los ríos, las montañas, los pájaros, los cuerpos y la sed entre tantas cosas que observa como filtrados, a través de su visión respiran otras formas, el artista no desaprovecha nada, todo el universo es su elemento plástico, todo se le acumula entre las fronteras de la locura y la razón, el instinto tiene a sus ojos el mismo valor de la sensatez, puede mover sus manos como una cobra, leve, ágil y con precisión, como hacerlo ebrio de instituciones en desorden, apasionado, melancólicamente, abstraído o tenso. A veces lo hace como la paciente araña, va tejiendo su juego de armonías, su tierra entre trazos y colores, pinta con afán y quiere sorprender en cada pincelada la canción que parte desde su espíritu. El artista debe fertilizarse en la discusión con otros creadores, intercambiar conceptos, no hacer gambetas sociales que no le dejan utilidad alguna, evitar el anecdotismo, hablar con penetración sobre lo que constituye el centro de su pasión: el arte de esa fertilización tomará el vino necesario para nutrir su búsqueda. Muchos artistas pierden su vida buscándose como creadores entre mundos ajenos al arte, se desesperan por razones absurdas, tales como: sed de reconocimiento, deseo de superar al vecino más inmediato, sed de premios, o de ser centro de atención de salones y jurados. Estas motivaciones no dejan de tener alguna validez pero sólo son complementarias a la vida del artista. Lo único que puede develar a un artista es la imaginación, extraer el zumo de sus emociones, comprender a otros artistas, estudiarlos a los pasados y a los que son contemporáneos suyos. Un artista debe buscar el arte en todas sus facetas, debe obsesionarse por él, jugarse la vida, como decía León de Greiff: “Juego mi vida, cambio mi vida, de todos modos la llevo perdida”. El artista debe ir hacia el fondo de cada obra suya, sumergirse allí, buscar la clave de sus logros e imperfecciones, escrutar, interrogar y si ésta corresponde a lo que es un deseo terminar aceptándola con amorosa definición, debe el artista aprender a nadar en su piélago sin perder autenticidad; cuando él juzga de tal manera lo que ha creado, no debe importarle si el mundo admira o detesta su obra. El artista sólo es quien sabe dónde saciar su sed existencial, su hambre de motivos e interpretaciones, él es el mejor cómplice de las emociones que brotan de la obra y debe tener la fuerza para fundir sus carnes en ella. No hay torres de marfil que lo oculten, si carece de furor artístico él mismo no podrá hablar apasionadamente de algo que sabe que ha salido de sí con bestial frivolidad, no podrá asumir gestos para asombrar porque serían detectadas sus bufonadas. Todo lo que debe asombrar está en la obra, después vendrá el asombro por el artista, así ocurrió y ocurre con Cézanne, Van Gogh, Gauguin, Renoir, Monet, Munch, Picasso, Dalí y tantos otros. Primero la obra, después el artista. A partir de una obra hecha es cuando se capta la edad madura del hombre que la realizó, se percibe la fe, la dimensión de sus tormentos, las líneas de su plenitud, el resumen de sus ansias. Allí, en la tela, queda toda la llama interior, la locura, la lucidez, la adversidad, la satisfacción, la humanidad, la amargura íntima y la fortaleza del espíritu humano. Ahí se devela arte del misterio del hombre, de la porción inaccesible. Es lo que asombra al espectador. No hay nada vivo y potente en el artista que quede sin brotar en una obra auténtica; lo que no llega, lo que no se muestra es porque sencillamente no existe o no ha encontrado su expresión ni su momento. Sagrada es la selva imaginaria donde el artista se pierde para relevarse luego, sagrada su caravana de emociones, sus inconformidades, sagrado su hondo rencor contra lo mediocre y lo impenetrable aún y cristalina la esperanza que se ampara en el circulo de su tenacidad. La ansiedad es el perfume del artista, el artista está signado a deshojarse cada vez que crea y a ofrendar parte de su espíritu y de su carne en cada obra suya que él juzgue digna. El crítico no puede acariciar resplandores efímeros ni egos tempranamente anquilosados, debe atisbar en aquellos que no encuentran reposo, que no pueden escapar de la fuerza de sí mismos y se arrollan interiormente, y atisbar con verdadera curiosidad, ser objetivo y preciso. Un artista y un crítico se unen a través de la obra, cuando en su presencia la viven, vibran con ella, la padecen, como decía Lorca a sus creaciones, a sus sueños: “Pero yo te sufrí, rasgué mis venas”. ** Gabriel Mantilla Chaparro gabrinadja@yahoo.com Escritor colombiano (Cali, 1954). Reside en Venezuela, país del que se nacionalizó. Licenciado en letras y magíster en literatura latinoamericana por la Pontificia Universidad Javeriana (http://www.javeriana.edu.co). Es profesor asociado y jefe del Departamento de Literatura Hispanoamericana de la Universidad de Los Andes (ULA, http://www.ula.ve), en Mérida. Dicta las cátedras de Taller de Poesía y Cuento y de Literatura Contemporánea. Es autor de los libros de ensayo Hernando Track, el superior de las lámparas (1992), Vivir a pulso (1995), Ser filosófico y ser poético en la obra de Álvaro Mutis (2001), Los hijos de Acteón (2002) y Viaje al poema (2003), y de los poemarios Último bosque (1985), Canción para Mervarid (1985), El velo de Maya (1998-2000), Una tumba en el bosque (2000) y Larga es la noche (2001). === Fiesta de disfraces Manuel Garrido Palacios ====================== “Parece que fue ayer”, dice Alexis Díaz Pimienta (La Habana, 1966) en el primer verso de su libro Fiesta de disfraces, Premio Internacional de Poesía Los Odres, de la Fundación López Rejas. Publicado en Calambur, el editor anota en la solapa que la obra es “una reflexión sentimental sobre la identidad, las caretas, el fingimiento”, con su pátina de “melancolía encubierta” dentro de un “festín poético de lenguajes y metros”. Y el poeta confiesa —por cierto, ¿con quién se confiesan los poetas?—: “Yo tengo un rostro aquí y otro mañana; / tú tienes otra máscara debajo”. Es así que el rostro es la máscara que nos ponemos cada amanecer como foso a veces insalvable en la relación humana, algo que “nos protege de los otros y de nosotros mismos”, a sabiendas de que “cada hombre es él, y su continuación / y la continuación de otro”. “A todos, todo, nos parece que fue ayer”. Y al decir “ayer” vemos que la palabra se diluye como azúcar en el café que reposa en el velador, en ocasiones, cabal confesionario. Nos atamos al ayer porque no hay otro amarre. A lo demás lo llamamos esperanza, pero la estela no está en la proa del camino, sino en la huella del paso, en el ayer, en el pasado. Hablamos del presente y el presente no existe. Lo que se dice ya no es presente. Hablamos del pasado y el pasado no existe. Lo dicho ya no se recupera. Hablamos del futuro y el futuro no existe. Nadie sabe si podrá decir algo mañana. Sólo tenemos sensaciones de lo vivido y las llamamos pasado; de lo que soñamos vivir y las llamamos futuro; de lo que se nos escurre entre los dedos y las llamamos presente. Al final la vida es “eso” que pasa sin que percibamos que pasa. Y removiendo ese primer café que nos despierta nos sorprendemos al descubrir que sólo somos ese pasado más un sueño. Machado pone en la voz de Juan de Mairena que “hoy es siempre todavía” y otros, como Arcensio, hacen de este pensamiento copla para que se cante: “Vamos viviendo, / que tiempo habrá de sobra / para ir muriendo”. Para Alexis Díaz Pimienta, “ayer es la categoría más exacta del tiempo”, porque “hoy es un sitio abstracto” y “mañana es conjetura”, un hablar por hablar, un a ver qué pasa. “Ayer es el sitio en el que todo / parece haber sido”. Ese ayer tiene sus recodos, matiz que él versifica diciendo que “hay una curva del destino / en la que se bifurcan los recuerdos / nadie sabe hacia dónde / en la que es necesario atarse al mástil”. Alexis Díaz Pimienta acudió a una lectura de poemas que le había pedido Uberto Stabile sobre el libro premiado. Uno de ellos dice: “Después de tantos años / diciendo que mis días favoritos son los jueves / que me gustan la lluvia, las palomas / los rones vespertinos, los boleros, / después de tanto tiempo confiando en el azul / y en las ventanas transparentes / resulta que amanezco con fotos rotas / en un charco de lágrimas / con las córneas llenas de colillas y cactus / con palomas muertas sobre los aleros / como si fuera viernes o domingo”. Llueven lágrimas en todo tiempo a poco que se remuevan las nubes del alma, y le surge la pregunta: “las ganas de llorar cómo se quitan. / No el llanto, sino las ganas de llorar incontrolables, / cuando la soledad se llena de rostros ausentes, / de seres queridos que en algún sitio de otra ciudad / preguntan también cómo se quitan las ganas de llorar”. Ausencias; trozos de un pasado que talló al ser humano: hoy es lo que era, pero más crecido el cuerpo, igual de tamaño el alma: “De niños nos preguntábamos / dónde empezaban las líneas del tren, / siempre inabarcables con la vista. / Nos aburríamos de nuestros trenes de juguete / que daban vueltas y más vueltas / en el suelo del cuarto; / soñábamos con escaparnos algún día / en un tren verdadero, / hacia la nada. / Ahora sabemos que todo tren / parte de un pañuelito húmedo / que alguien agita en su memoria”. Alexis Díaz Pimienta ha sacado a la luz otros libros de verso y prosa, como En Almería casi nunca llueve, Pasajero de tránsito, La sexta cara del dado, Los actuales habitantes de Cipango, Yo también pude ser Jacques Daguerre, Confesiones de una mano zurda, Prisionero del agua, Maldita danza o Salvador Golomón, que le han valido, aparte del Premio Los Odres, otros internacionales, como los de novela Luis Berenguer y Alba/Prensa Canaria, o los de poesía Emilio Prados o el Ciudad de Las Palmas de Gran Canaria. “Todo parece que fue ayer”, o que por pasar tan rápido, es como si no hubiera sido. En palabras del poeta: “pero si a todos, todo, nos parece que fue ayer, / entonces habrá sido ayer, / y punto”. ** Manuel Garrido Palacios elclan@inicia.es Escritor y realizador español (Huelva, 1945). Miembro de la Academia Norteamericana de la Lengua Española de Nueva York. A partir de una sólida formación en dirección cinematográfica ha dedicado su actividad como guionista y director de televisión (NKD de Japón, WDR de Alemania, TVE España). Ha sido miembro del jurado del Festival Internacional de Cine de Glaway, y del Festival de Cine Iberoamericano de Huelva. Ha dirigido series televisivas como Raíces, Todos los juegos y La Primavera en Doñana, entre otras, y ha recibido premios dentro y fuera de España por ellas. Entre otras obras, ha publicado, en ensayo, Aún existen pueblos: etnografía de lugares dispersos (Salamanca: Centro de Cultura Tradicional, 1994), Voces de la Sierra (Fuenteheridos: Libros de la Huebra, 2000), Cartaya (Barcelona: Lunwerg, 2003) y Una mirada a Huelva (Huelva: Fundación Caja Rural del Sur , 2004); en narrativa, los libros de relatos Viaje al país de las leyendas (Valladolid: Castilla, 1997) y Noche de perros (AR.Abelardo Rodríguez Ediciones, 1999), así como la novela El abandonario (Palma de Mallorca: Calima, 2001); y en poesía, Brocal (1964 Col. Litoral, 1) y Soneto (Málaga: Corona del Sur, 2001), entre otros. Además aparece en las antologías Quince líneas: relatos hiperbreves (Barcelona: Tusquets, 1996) y Relato español actual (Unam, México 2002 - FCE, España 2003). Ha publicado textos y reseñas críticas en EOM: El Otro Mensual (http://www.eldigoras.com/eom/umbral.htm). Ha recibido diversos premios, como el "Querido Borges" de narrativa (Los Ángeles, California, EUA), el "Rodríguez de la Fuente" y el Premio Nacional de Periodismo "Ciudad de Cádiz", entre otros. === Pastoral americana, de Philip Roth Miguel de Loyola ============== Quizá sea Pastoral americana la mejor novela de Philip Roth, donde su pluma recrea un segmento de la sociedad norteamericana que puede ser ilustrativo para entender y juzgar sus tópicos más emblemáticos. A partir de la caracterización detallada y minuciosa de uno de sus personajes, prototipo del joven norteamericano exitoso de post guerra, el talentoso escritor de origen judío se da maña para recrear y plantear las preguntas y denuncias que embargan su espíritu artístico. La penetración sicológica y social del mundo descrito es a tal extremo acabada, que bien podría traducirse como un examen radiológico del alma norteamericana. A partir del clásico narrador en primera persona, focalizado en el alter ego de Roth con el nombre de Skip Zuckerman, comienza la introspección de la personalidad del joven Seymour Levov, apodado el Sueco por sus compañeros de generación, quien goza de una reputación incuestionable en su medio social. El propio Zuckerman lo admira como a un hermano mayor, ya como deportista, hijo ejemplar, empresario responsable y próspero, pero sobre todo por el recuerdo que guarda de él cuando pasaba por ser la estrella deportiva del colegio y del pueblo. Veinte años más tarde, cuando ya toda esa generación que diera vida al condado de Nueva Jersey y particularmente a la localidad de Newark, se encuentra lejos de sus barrios porque se han acabado las fábricas levantadas a puño por sus padres, una invitación inesperada a cenar por parte del famoso Sueco Levov motivará al escritor Skip Zuckerman a indagar en la vida y en el alma de aquel prototipo ideal de muchacho norteamericano, transformado ahora en un hombre grande lleno de problemas sin solución, y muerto repentinamente de cáncer, acaso como consecuencia de la profundidad de las heridas del corazón. La narración poco a poco irá cercando la realidad, mostrando sus múltiples aristas, poniendo de relieve también otra de las grandes problemáticas de la sociedad norteamericana, como la diferencia entre judíos y cristianos al interior de esa nueva sociedad (otro de los ineludibles tópicos de la literatura de Roth), partiendo del Sueco y sus orígenes, tan diferentes a los de su mujer de ascendencia católica, y aunque ninguno de los dos deja entrever conflictos de orden propiamente religiosos, las costumbres que arrastran constituyen también un problema para una mejor convivencia de pareja. Así, el padre del sueco Levov, en desacuerdo desde un comienzo con el matrimonio de su hijo con una mujer de familia católica, no vacilará en culpar a la diferencia de orígenes religiosos el triste desenlace en que deviene la situación. La novela también aborda el problema de la estigmatización de la mujer, como consecuencia de esos típicos concursos de belleza norteamericano. La mujer del sueco Levov, Mary Dawn Dwyer, fue miss New Jersey en su juventud, y ese estrellato lo cargará toda su vida, sin poder dejar de ser nunca miss New Jersey para su entorno y para quienes la conocen por primera vez. Acaso por eso esta mujer se margina socialmente en su estancia y dedica sus días a criar animales, como una forma de liberarse de la presión social, como una puerta de escape para esa carga que a medida que transcurren los años resulta cada vez más difícil de cargar. Sin embargo, este aislamiento enfermizo tendrá también consecuencias nefastas para la familia, focalizándose en la persona de su hija, quien viene a representar el resultado de esta nueva sociedad que llegó en un momento a tenerlo todo. Matrimonios estables, empleo, dinero suficiente, libertad de acción, alegría de vivir... La vida del hermano del Sueco constituye también otro centro importante de atención, en tanto representa la antítesis de su hermano. Jerry se ha enriquecido como médico cirujano, se ha casado cuatro o cinco veces, contradiciendo todas las normas impuestas por sus padres. El dinero y sobre todo el éxito (exitismo de la vida norteamericana) lo ha llevado a vivir una vida muy distinta a la de su hermano, quien parece sobrellevar sobre sus hombros con total dignidad el peso de la carga ancestral, con todas sus reglas y formalidades. El hecho de secundar a su padre en la fábrica de guantes, que aunque inmensamente próspera en su momento, privó al Sueco de hacer su propia vida. Pudo haber sido un deportista exitoso, o bien un ilustre militar, o un hombre libre de la tutela de los padres. Aun así, todo parece perfecto en su vida, y sigue siendo la envidia de muchos, hasta que un día su hija pone una bomba en la oficina del tranquilo pueblo en donde habitan, matando a una persona. Esa bomba estallará también al interior del Sueco y su vida comenzará poco a poco a desmoronarse, a recorrer el periplo que lleva al hombre hacia el interior de sí mismo buscando respuestas incontestables. ¿En qué fallé?, ¿cuál fue mi error?, ¿por qué mi hija? La lectura de Pastoral americana no dejará a ningún lector incólume. Es sin duda uno de esos grandes libros que agrega un nuevo lente a nuestra sesgada percepción de la realidad. La novela es una denuncia a puertas abiertas de los grandes vicios de la sociedad norteamericana de post guerra, inmensamente próspera en lo material, pero pobre en lo espiritual. El exceso de riqueza de una sociedad conlleva a la destrucción de la misma, o, las grandes libertades engendran hijos endemoniados. Ambas proposiciones han sido sutilmente esbozadas y tal vez sea deber del lector desarrollar. ** Miguel de Loyola deloyola@hotmail.com Escritor chileno (San Javier, región del Maule). Realizó estudios universitarios en la Pontificia Universidad Católica de Chile, donde se tituló de profesor de estado con mención en castellano en 1981, y obtuvo en 1994 el grado de magister en letras con mención en literatura. En esa misma casa de estudios obtuvo sus primeros premios literarios entre 1978 y 1981. Participó en el Taller Literario de Roque Esteban Scarpa y Alfonso Calderón, y más adelante en el de José Donoso. En 1981 obtuvo un primer lugar compartido en el concurso literario de la revista La Bicicleta. Ha publicado el libro de cuentos Bienvenido sea el día (edición del autor) y la novela Despedida de soltero (Lom Ediciones). Es secretario de redacción de la revista literaria Proa y miembro del Círculo de Críticos de Arte de Chile. También es editor de Ensayo y Crítica Literaria de Letrasdechile.cl. === La vida descalzo: ===================================================== === la historia de los recuerdos sumergidos de la playa =================== === Abraham Prudencio Sánchez ============================================= Alan Pauls (Buenos Aires, 1959) es un joven escritor argentino que poco a poco va insertándose dentro del panorama de la literatura latinoamericana. Este ovacionado reconocimiento empieza con la publicación de El pasado (Editorial Anagrama, Buenos Aires, 2003), que inmediatamente gana el prestigioso premio Herralde logrando de esa manera el acceso a un público más amplio y diverso. Ha publicado obras tales como El pudor del pornógrafo (1984), El coloquio (1990), Wasabi (1994), El caso Malarma (2005) y El factor Borges (1996), entre otras obras. La vida descalzo (Sudamericana, 2006) es un texto híbrido donde el ensayo, la escritura íntima, la fotografía y el recuerdo están presentes, en ese sentido este texto se basa en la reflexión de un lugar privado y público a la vez como es la playa. Es un texto íntimo donde la autobiografía se da como un hecho latente y natural, por ello es el reconocimiento implícito del delgado filamento que separa la vida personal del autor de la literatura en sí. De ese modo se va construyendo todo ese proyecto de vida que empieza desde la infancia. Mediante el recuerdo nos traslada a un lugar conocido pero pocas veces reflexionado, ese lugar es la playa, es el escenario por donde transcurrió su infancia junto a sus seres queridos, pero ahora ese lugar ya no existe, se ha perdido en los laberintos de la memoria. La playa constituye un lugar independiente, inmune frente a todas las propuestas comerciales o mercantiles, está al margen de la modernidad tan cambiante y fugaz, la playa simplemente rechaza todo aquello que se opone a su esencialidad, este espacio no permite “imágenes” pues ellas romperían con la idea de pasividad y tranquilidad que se tiene del lugar, se contrapone por tanto a la modernidad que tiene a las imágenes como método publicitario para sus fines. Las imágenes publicitarias están fuera de lugar, es un mundo aparte que no está al ritmo del mundo veloz y cambiante, la playa es serenidad pero la modernidad representada en las imágenes es todo lo contrario. Tanto la playa como el desierto y la isla representan una forma de vida donde el ser humano se encuentra consigo mismo. Otro de los recuerdos capitales que lo hacen regresar al pasado y al recuerdo de sus familiares más directos es el autocine, la proyección de las películas es casi todo un acontecimiento para su incesante ímpetu que necesita de nuevas experiencias; sin embargo, el lugar muchas veces no es el apropiado porque se da en la playa y ello también va contra las reglas impuestas tácitamente para este evento. En la playa uno puede ser muy feliz pero para ello se debe también cumplir ciertos criterios de homogeneidad, de lo contrario ello no haría otra cosa que cambiar el momento, se puede estar allí pero sería como estar en cualquier lugar menos en la playa, este lugar rechaza todo tipo de intromisiones. El autocine por lo general ha sido eminentemente privado, su difusión giraba en un entorno estrictamente casi familiar, y al pasar de un espacio privado a otro público, pierde, en el tránsito, su esencialidad. De todo ello debe comprenderse que las características de dicho lugar simplemente no son las adecuadas para la proyección de películas que exigen su propio espacio. Todo aquello se desenvuelve en un clima de familiaridad y compenetración. El libro se relaciona directamente con su familia, relata que su padre al verse separado de su esposa quería hacer de todo para ganarse su cariño, cuando se daban esos hechos corría el año de 1967. Su padre alemán con el tiempo llegó a conocer la Argentina tan bien o mejor que cualquier otra persona nacida en ese país. La playa es el encuentro con la persona misma, es un momento de descanso y felicidad; este escenario, tal como se le encuentra, proporciona al visitante esos momentos de tranquilidad, el problema se da cuando se intenta añadir a ella ciertas cosas, puede ser escenario de reuniones pero de allí a que se quiera agregar cosas propias de la modernidad hacen de este hecho un acontecimiento incongruente, por esa razón cuando la pantalla sólo está en blanco en ese lugar todo estará de maravilla. Afirma que en los años 60, dados algunos cambios, los hippies querían reivindicar los lugares supuestamente olvidados, se resistían fieramente a integrarse a los avances de la tecnología, pero paradójicamente tiempo después ellos mismos fueron los que poblaron aquellos lugares “soñados”, echando a perder toda una concepción distinta y valedera al mismo tiempo. La playa siempre será un lugar que se renueva con elementos propios de su naturaleza y no importa cuánto lo haya “gastado” el hombre, siempre será un lugar donde el capitalismo no podrá ingresar de manera fácil porque es un lugar de origen exótico y atemporal, la playa va más allá de ser un escenario porque como lo dice el propio autor fundamentalmente es un “concepto”, de ese modo la playa se convierte en neutra y absorbente. En el rigor del ensayo el autor se sirve de la ciencia para fundamentar ciertas hipótesis, es así como nos enteramos de la “edad” que podrían tener las arenas en Miami y de su falsa pureza; la playa de Villa Gesell es la más susceptible y arbitraria, estos lugares reúnen todas las características de una era primitiva, esta idea de lugar se emparenta con la idea de desnudez. Vemos que en este punto las afirmaciones no sólo son subjetivas sino tienen también su asidero en la ciencia y la investigación. Es en estos lugares donde se pasa por el proceso de reconocimiento de la misma condición de ser humano, aquí sólo se tiene opción a dos cosas, se es héroe o víctima, un día en que estaba jugando con sus amigos ven que la pelota se adentra en el mar, la corriente se la lleva cada vez al fondo, la pierden sin poder hacer nada, el que se diera este acontecimiento delante de sus amigos es todo un tormento. La playa es el único lugar donde la desnudez no es una infracción, el hombre se desnuda en la playa y nadie se sorprende, aquí está el famoso bikini que Jaques Heim y Louis Réard inventaron en 1946 tomado de los tiempos de la bomba atómica, en realidad deriva del nombre de una playa del pacífico sur: Bikini Atoll. Si nos basamos en los mitos, éstos refieren que el agua era fría y hubiera seguido así si Venus no se hubiera encaprichado en ver nadar a Cupido, este hecho hizo que la playa fuera un goce y para los bañistas sea todo un placer. La playa no sólo ha servido como lugar donde las personas pueden moldear y broncear sus músculos sino también ha servido como escenario de conflictos armados aprovechando la poca vigilancia y su fácil accesibilidad. El deseo sexual no tiene nada que ver con la naturaleza, es difícil hacer el amor en la playa, lo primero es la gran incomodidad, la aspereza, la probable presencia indiscreta de ciertos bañistas que llegan en el momento menos esperado, con todos esos detalles desalentadores se llega a la conclusión de que la playa no es erógena, en el día a día de una persona normal ello no escapa de una mera curiosidad; sin embargo, la playa como escenario de películas eróticas ha sido siempre un punto central, el cine ha creado un espacio sensual cercano al paraíso que no siempre se acerca a la verdad, es una ficción, uno de esos grandes acontecimientos es el recuerdo del agente 007, todos los materiales están acondicionados para la mejor y mayor explotación del lugar, que en estas circunstancias es tomado como un lugar de ensoñación. Hay películas que al narrador personaje lo han marcado profundamente, tanto por sus escenas impactantes como por el escenario donde se rueda la película. Pero la playa no sólo ha jugado el papel de lugar de diversión donde tanto el placer como el relajo pueden llegar a su punto máximo, también ha servido como punto central de encuentros o enfrentamiento entre conquistados y conquistadores, es un lugar que ha servido muchas veces como definición de ciertos conflictos, por este flanco se es más susceptible a una invasión, es un lugar por donde fácilmente se puede entrar a dominar un país. Es un territorio de evocación. La playa es un lugar de templanza, alturas y guerreros, también se la toma desde el punto de vista histórico, es un lugar de relajo pero también de escenario de guerra como ocurrió en 1944, el desembarco de Normandía, el día “D”, la playa trae libertad, tolerancia, sensibilidad, va de lo interno a lo histórico, siente que esos momentos son de gran intensidad y fervor. La playa es también el punto de convergencia con gente muy distinta que tiene la intención de pasarla bien en ese momento, el hecho mismo de estar desnudos es toda una liberación de la rutina. Esta convivencia fugaz uniformiza a todos los presentes, es alegría y diversión a la vez. Es en este lugar donde los cuerpos se renuevan, es el culto al cuerpo, a la beldad y hermosura, aquí la gente se puede divertir como mejor le plazca, aparte que puede darse el gusto de apreciar la multitud de cuerpos, siempre unos mejores que los otros, pero igual ese momento es de un deleite pocas veces experimentado en el que casi no se llega a la prohibición. Este lugar condiciona eficazmente el recuerdo de momentos felices junto a su padre cuando él podía hacer lo que quería porque se sentía protegido. Dentro de los centros de diversión si la naturaleza no nos ha facilitado tener la dicha del lugar propicio con arena, sol y chicas al gusto del cliente, la gente entonces para no quedarse atrás se ha creado su propia playa “artificial” como la de Porte de Sèvres de París, donde se ha cuidado los mínimos detalles para que parezca una hermosa playa con la diferencia de que el bañista tiene garantizado el 100% del disfrute total, todo ello es controlado desde una computadora, desde este punto se monitorea todo, es la tecnología al servicio de los gustos más exigentes. Uno de los temas más resaltantes es el intelectual y la playa, según Alan Pauls este sería el lugar menos indicado para este tipo de personas, pues se ha creado del intelectual la imagen de una persona aburrida, de lentes gruesos y siempre pegado al libro, prefiere leer una y otra vez una frase antes que ver los cuerpos de las esculturales chicas o darse un chapuzón en la playa, en ese sentido el intelectual estaría saliendo fuera de su hábitat, es inimaginable ver a uno de ellos en un lugar abierto y bullicioso cuando su naturaleza es la de ser personas irremediablemente tímidas, nada agraciados y siempre ensimismados en lo suyo: la lectura, el análisis, la reflexión y que muchas veces van a un lugar tan concurrido como la playa para no sentirse solos, lo cual ocurre muy raras veces, pueden estar horas de horas debajo del sol y frente a las olas pero su cabeza siempre estará en un libro nuevo publicado o en un clásico literario; sin embargo, no siempre es así. La playa en un momento dado se torna como el punto central para dar inicio a sus mejores momentos pasados, se rememora la vida pasada con nostalgia por todos los buenos momentos vividos, el amor, la soledad, la sensación de placer de estar en un lugar como este, la juventud es vivida plena e intensamente, es el recuerdo de las etapas transcurridas donde el ser humano, él o ella, pasan por distintas peripecias porque cada persona tiene su historia y muchas veces las cosas no son exactamente como uno las planea pero las cosas se dan así y sólo queda el recuerdo de todo lo vivido. Como para finalizar el libro, Alan Pauls nos cuenta la historia de un niño de diez años que al igual que todo el mundo gusta de la playa y de esa manera intensa con que se vive allí, pero lamentablemente este niño ha caído enfermo y como si fuera poco el día se muestra fenomenal y lo peor es la conciencia de saber que el resto de sus amigos la están pasando de maravilla mientras que él debe quedarse en casa, solo y abandonado, perdiéndose de todos los juegos, pero luego descubre el hechizo de la soledad y de la lectura, en ese momento descubre que no había otro placer más agradable que enviciarse hasta morir de la lectura, y para él la lectura sería ese proceso lento pero eterno como una estrategia para eludir a la muerte, por ello siente que en los libros se detiene el tiempo y empieza a vivir la vida tal como él quiere y desea que sea. Vemos a lo largo del texto que Alan Pauls reflexiona sobre la playa, es hacia este punto donde las personas acuden para el reencuentro con la vitalidad, la energía y la reconciliación; pero así como brinda placer también exige ciertas condiciones, es un lugar de tránsito donde se puede disfrutar a plenitud todo lo que ella ofrece, no hay necesidad de otros accesorios, con lo que hay en la playa es suficiente; sin embargo, exige ciertas condiciones, es el lugar que invita al recuerdo de momentos felices, los amigos, los primeros juegos, la presencia de los padres, el intento de querer olvidarse de ese mundo caótico y ruidoso de la ciudad, es así como se configura este espacio donde la gente acude para tratar de liberarse de la rutina. A lo largo del libro Pauls trata de analizar al ser humano y su relación con la playa, este intento le da pie a ensayar ciertas afirmaciones constituyéndose de esa forma la playa como un lugar de anonimato donde la gente se da cita sin conocerse para pasar un momento placentero; dentro de esa circunstancia vemos un gran sentimiento por aquel mundo que quedó atrás, recuerda a su padre, los instantes de su niñez, intenta comprender el acelerado paso del tiempo, no puede separar su infancia de la playa, ambos hechos están umbilicalmente unidos, es esa extrañeza que lo fuerza a comprender que todo aquello que vivió ya no se volverá a repetir, a ello se agregan las fotografías que se muestran en cada capítulo en las que se puede ver que toda la infancia feliz va más allá del límite de espacio y tiempo, por ello el recuerdo como tal juega un papel importante porque no sólo es el hecho de darse cuenta del mundo perdido sino que mediante el recuerdo el personaje siente que nuevamente vuelve a vivir y si hay algo de perecedero, infinito y maravilloso en este mundo eso se debe sólo a una cosa: el saberse vivo. ** Abraham Prudencio Sánchez alan1411@hotmail.com Escritor peruano (Ancash, 1979). Es licenciado en literatura peruana y latinoamericana por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos (UNMSM, http://www.unmsm.edu.pe). Ha publicado el libro de relatos La vida no vale nada (2005), la novela El día de mi suerte (2006) y el ensayo El Inca Atahualpa o historia de un héroe que nunca muere (2007) (texto premiado por el Consejo Superior de Investigación de la UNMSM). Ha traducido y prologado La bonne Chanson, del poeta francés Paul Verlaine. Actualmente sigue estudios de maestría en Lettres Modernes en la Université París 3 Sorbonne Nouvelle (http://www.univ-paris3.fr). === Wong Kar-wai y el cataclismo de la cotidianidad ======================= === Rodolfo Lara Mendoza ================================================== Así termina el mundo, no con una explosión sino con un sollozo. T. S. Eliot. A veces el amor se disfraza de despecho; a ratos se coloca una máscara de casualidad. Puede que sea el hilo que entrelaza a dos personas, o simplemente la urgencia de esconder con palabras el temblor de una mano que ha rozado a otra. A veces es el centro de una escena imprecisa donde una mujer sonríe dentro de un vestido verde, o el número sobre la puerta de una habitación de sábanas manchadas. Al menos así es en la mayoría de las películas de Wong Kar-wai, en las que el amor, como protagonista principal, asume muchas máscaras, hasta dar con aquélla que tristemente acaba asumiendo como rostro definitivo, no como disfraz: la del desamor. Enfermedad de casi todos sus personajes, el amor —en las películas de este director y guionista chino (Shanghai, 1958)— se presiente condenado desde las primeras escenas a morir poco antes del final, dejando a los personajes, o al menos al que sobrevive, cargando con todo el peso del abandono, con todo el peso de la soledad. Desde su ópera prima, Cuando caen las lágrimas (1988), en la que un hombre se ve obligado a decidir entre el honor pisoteado en la persona de un hermano menor y el amor de una prima que lo espera en otra ciudad, Wong Kar-wai ha venido delineando, con pinceladas cada vez más sutiles, el desastroso panorama sentimental del hombre contemporáneo; sus bruscas y casi siempre contradictorias decisiones. En medio del ambiente hacinado y hostil de la China de los años ochenta se va desarrollando esta historia en la cual el amor, pese a redimir al protagonista de sus culpas, no alcanza a impedir la caída que se da como consecuencia de su modo de vivir. La tragedia allí es inevitable, como es inevitable para las lágrimas quedar sometidas al régimen terrible de la gravedad una vez han salido del cuenco de los ojos. Pérdida y redención que se equilibran a costa del desconsuelo de la solitaria redentora. En Felices juntos (1997), se ahonda en los pormenores de una relación homosexual, señalando el drama cotidiano del amor contrapuesto al deseo de vivir en libertad. Los protagonistas viajan desde China hasta Argentina buscando evadir el cerco de la monotonía. La ilusión de visitar las cataratas del Iguazú pone la nota trascendental a ese viaje en el que la ciudad de Buenos Aires parece hallarse inmersa en una noche eterna. Y es que rara vez se muestra el sol en las películas de Wong Kar-wai, rara vez se muestra el cielo o un pedazo de horizonte, siendo casi siempre gracias al amor que los espacios adquieren en sus historias un poco de transitoria claridad. De allí que sus personajes, obligados casi siempre a mirar hacia abajo, insistan en buscarse en medio de las cosas y luchen silenciosamente por salvar ese amor, a pesar de la enfermedad, el desarraigo voluntario o el rechazo social. En Deseando amar (2000) se narra la historia de un doloroso intercambio de parejas visto desde la óptica de los engañados; de los que, en su interés por saber cómo empezó la relación entre sus respectivos cónyuges, acaban por enamorarse también: Él: Pensé que no seríamos como ellos. Pero me equivoqué. Usted no va a dejar a su marido. Así que prefiero irme. Ella: No pensé que usted se enamoraría de mí. Él: Yo tampoco. Sólo quería saber cómo empezó. Ahora lo sé. Los sentimientos surgen sin que uno se percate. Pensaba que los controlaba. Pero odio la idea de que su marido vuelva. Ojalá no volviera. Es la historia de quienes apagan un fuego que apenas comenzaba a encenderse, y al término lloran con los ojos vueltos hacia las cenizas. La historia de quien al final del ensueño se descubre susurrando secretos en el agujero de un muro. La historia de quienes lastiman sus ojos con las esquirlas del pasado. Precisamente así lo confiesa el protagonista de 2046 (2004): “Todos los recuerdos son surcos de lágrimas”, y el estrago del desengaño anterior se extiende y perpetúa, como una peste, sobre los corazones que el destino va colocando en el camino del desengañado; sobre todo lo que éste alcanza a tocar. Magistral continuación de Deseando amar, 2046 es una exquisita metáfora del amor que se descubre tras la pérdida, cuando ya no sirven para nada las palabras y sólo resta entregarse a la rutina como otra manera de contar los segundos que nos separan de la muerte. En el cortometraje La mano (2004), que forma parte de una trilogía erótica completada por las historias de otros dos afamados realizadores, un joven sastre queda marcado para siempre tras su primer encuentro con la que será su clienta especial: una acomodada mujer que, usando apenas una de sus manos, ha violado la intimidad del joven e inaugurado, en palabras de ella, la sensualidad necesaria para el buen desempeño en su oficio de sastre. Tras esa primera experiencia y movido por la esperanza de consumar ese amor, el joven confecciona, a pesar del rechazo posterior de la mujer y el conocimiento que tiene de las aventuras de ella, uno tras otro los más bellos vestidos. Así hasta el desmoronamiento económico de ella, tras lo cual le pide al sastre que le tome las medidas para un último traje. A lo que el sastre responde que no hace falta porque conoce bien su figura, así que únicamente se valdrá de sus manos. Es la historia de quien tarde se vuelve a mirar cuánto ha crecido ese amor al que siempre dio la espalda. Amor y nobleza prestos a sufrir, ya sobre el final, la más dura prueba. Y si bien se ha dicho que toda buena literatura descansa sobre alguna de las cuatro líneas básicas argumentales —la de metáfora de la búsqueda o el regreso, la de la ciudad condenada a caer, la del descenso al infierno, o la del dios sacrificado—, detrás de todas ellas se encuentra un motor común y esencial: el amor. Así, el fin del mundo, el cataclismo de la cotidianidad es también producto del amor o de su ausencia. El fin del mundo, al igual que su renacer, es cosa de todos los días, de cada vez que se sujeta o se suelta una mano, de cada vez que dos caminan juntos sin reconocerse. Cuando el amor se va —parece decirnos Kar-wai— lo que se sigue es el final. De allí que volvamos cada día a creer en el amor, aunque a veces se disfrace de despecho, aunque ahora mismo sea el recuerdo que alguien lleva por las calles como una enfermedad. ** Rodolfo Lara Mendoza laorillaequivocada@hotmail.com Escritor colombiano (Cartagena, 1973). Es delineante de arquitectura e ingenierías. Estudia filosofía en la Universidad de Cartagena (http://www.unicartagena.edu.co). Tiene publicado el poemario Esquina de días contados. Textos suyos aparecen en la antología Al pie del agua, del Premio Nacional de Poesía Gustavo Ibarra Merlano de la Universidad Tecnológica de Bolívar (http://www.unitecnologica.edu.co), así como en las revistas Noventaynueve (http://www.revistanoventaynueve.org), Susurros (http://www.geocities.com/Heartland/Ranch/7263), Poesía Viva, Común Presencia (http://comunpresencia.blogspot.com) y en el suplemento dominical del diario El Universal (http://www.eluniversal.com.co) de Cartagena. |||||||||||||||||||||||||||| ENTREVISTAS |||||||||||||||||||||||||||| === Edilio Peña, autor de dos novelas ===================================== === envueltas en un torbellino: =========================================== === La cruz más lejana del puerto y El acecho de Dios ===================== === “La patria sigue extraviada” Alberto Hernández =================== La pobreza es el capital político que usan los mesías de nuestro territorio material y espiritual. El teatro nacional está en estado crítico, como el país. Un país que prefiere excluir a sus artistas, hoy presentes en los escenarios fuera de Venezuela, “donde son apreciados”. Los últimos años de la vida de Edilio Peña han estado concentrados en múltiples actividades, pero la que más lo ha sacudido en su interior es la novela La cruz más lejana del puerto, publicada con el sello de Monte Ávila Editores. El mismo título fue entregado al público a través de la editorial Alfa, en 2008. —Pero también tengo en imprenta una pieza teatral titulada La noche de la bestia, trabajo inédito que está en manos de Juan Martins y que me ha dicho saldrá publicada en México por la editorial Presagios. —¿Qué está pasando con Edilio Peña, dónde se le localiza? —Estoy refugiado en Mérida, construyendo mi obra. Allá escribo cómodo, allá estoy aposentado. Mérida es una ciudad cálida, humana, por eso vivo en su paisaje. Y así como te dije de la novela y de la pieza teatral, también vivo entre viajes, porque mi obra es más trabajada fuera del país que en él. La noche de la bestia fue estrenada en Miami. Miguel Ferro y la actriz María Fernanda Ferro fueron los responsables de la puesta. Y así mismo, tengo un libro de ensayos dramatúrgicos, La sombra del personaje. —¿Y esos viajes están relacionados sólo con el teatro, con funciones? —Sí. Se trata de varios montajes fuera del país. En Málaga, España; Argentina, República Dominicana, Nueva York. —El desarrollo teatral está estrechamente relacionado con lo que le acontece a un país. En estos momentos tan críticos, ¿cómo siente Edilio Peña el teatro venezolano? —Crítico. Crítico por la imposibilidad de producción. La producción está ocurriendo, porque los dramaturgos siguen escribiendo, pero... He leído trabajos notables, pero no hay manera de montarlos, ni siquiera a través de la gestión privada. Existen varias conjugantes políticas que escapan a la propia dirección del autor frente a la realidad. Por ejemplo, Néstor Caballero y yo somos montados fuera de Venezuela. Otros compañeros se preocupan por esta situación terrible del país, quienes no tienen la fortuna de contar con espacios fuera de nuestro mapa. Es realmente desolador. —¿Y el Estado no lo ha convocado..? —Hace años el Estado venezolano no me llama. Pero fíjate, sí me llama la Alcaldía de Nueva York. Me llaman de Argentina, de otros países. Es realmente desolador. No existe una concepción entre el gobierno y la cultura. No me refiero a mi caso en particular porque tengo resonancia en otra parte. Pero la gente que se está iniciando padece los espectros de ese desierto. Pareciera ser una constante de nuestra cultura política, que no comienza ni termina en este gobierno. Padecemos de una falta de cultura política. El político no termina de entender la cultura como cultura política, sino como expresión contingente inmediata. El político, una vez que se convierte en estadista, tiene que entender que el discurso político del artista tiene permanencia. Lo que sucede es que esto no se tiene claro por analfabetismo político. Esas son taras de la historia política venezolana. —Sabemos que el cine también vive estos mismos problemas, ¿cómo lo encara la gente que labora en ese sector? —En el cine la situación es más delicada. En mi caso, tengo tres trabajos terminados. Dos ya filmados y otro en proceso. Se trata de Florentino y el Diablo y Los pájaros se van con la muerte, que ya están listos, y Los amantes de Sara, aún en proceso. No ha habido manera de que el Estado venezolano nos llame para que estas películas sean proyectadas en escuelas, universidades, salas de cine. Nada. Cada película tiene un costo de un millón de dólares, aproximadamente. —Venezuela, a decir del Conac, vive un proceso de cambio. ¿Cómo ve ese proceso Edilio Peña desde su perspectiva de cineasta, de hombre de cine? —Cuando se quiere realmente cambiar un país en todos los órdenes debes apoyarte en la potenciación de la cultura. Por ejemplo, en la fase feliz de la revolución cubana eso se hizo. No quiero hablar de la otra fase, de la infeliz. Hicieron buen cine para darle un rostro distinto a Cuba. Todo eso se perdió. Todos queremos un cambio, sobre todo en el mundo cultural, pero hay que invertir en cultura. Aquí la gente está escribiendo, pintando, dibujando, danzando, haciendo cine, teatro, pero al parecer la intención del gobierno no va más allá de hablar. El Ministerio de Cultura no ha convocado a nadie para desarrollar un trabajo que implique un verdadero cambio en el sector cultura. Existe una pobreza crítica en cultura, un rancho cultural. Por supuesto, cuando hablo lo hago desde la sugerencia y la crítica saludable, sin el ánimo de inmiscuirme en el mundo de la política militante. —¿Qué propuestas asomaría para que el teatro venezolano confirme su vigencia? —A través de la Ruta Nacional de la Dramaturgia. La formación de nuevos talentos mediante talleres, clínicas, foros, conferencias. Mira, Nueva York invita a Edilio Peña porque Venezuela no me utiliza para formar gente. Así como yo, todos los dramaturgos del país. De La Sorbona me llaman, ¿por qué no lo hacen de San Fernando de Apure? Yo no me niego, no se pasean por considerar como ente protagónico para los cambios a la cultura. Desestiman el discurso sustancial de la cultura, porque nuestros dirigentes son analfabetas. El problema está, entonces, en la sustancialidad política de un país, en su cultura. —¿Cómo definiría el país? —Un país no sólo es discurso contingente. Un país también es un discurso espiritual, en todos los órdenes. Un país debe ser una expresión holística, así comprendo yo el concepto de patria. En ese sentido, fraguar la educación sentimental. —¿Y por dónde va la patria? —Aparece y sigue extraviada. Patria es pluralidad de visiones, de perspectivas, de opciones. Nosotros hemos vivido con la pluralidad, ahora nos toca aprender de nuevo a hacerlo. Volver a la patria, porque —en mi caso— no estoy ganado para el odio ni el resentimiento. —¿A qué apuesta? —Apuesto al hombre, esa es mi patria. La expresión emblemática concentrada en esa figura de la naturaleza que es el hombre. No puedo estrechar mi concepto de patria. —Al parecer la patria se ha convertido en una consigna. —Bueno, sí. La exclusión es un crimen, nos aleja del concepto de patria. Hay que explicarse por qué se ha generado el odio. Eso tiene motivaciones profundas. Eso es viejo, ha venido creciendo. Es como una relación de pareja. Ambos se culpan. No se trata de buscar culpas o culpables. Hay que buscar las motivaciones para democráticamente solucionar lo humano. Somos un país que no tiene traumas en el orden colectivo. No somos guerreros. —¿Somos una obra de teatro? —Sí, pero no estamos cerca de la tragedia. Estamos cerca del drama. En la tragedia está la fatalidad. En los dramas son los propios hombres los que determinan esas causas. No hemos llegado a la tragedia. Estamos en un drama en el que paradójicamente tenemos los elementos para solucionarlo. Contamos con recursos económicos, y en nuestra naturaleza, el humano. Nos falta la riqueza educativa: la humanística, la holística que entiende que ser ciudadano de una nación es ser la expresión múltiple de una singularidad, con la que vivir acordando. No podemos movernos en la diatriba de la exclusión. —¿No nos repetimos en el tiempo, no somos parte de un ciclo? —Estamos repitiendo leitmotivs que conducen a la inamovilidad. La tolerancia no anula la crítica, fortalece la enseñanza. Los paradigmas que le dieron cuerpo a la modernidad siguen vigentes, lo que nos obliga a cambiarlos. En ciencia, cultura, historia, política. Cabe la pregunta, ¿es el político o el paradigma político moderno el que está en crisis? Mira, la ciencia nos garantizó la certidumbre y lo cientifizó todo: las letras, la historia, pero los hallazgos de la física cuántica han puesto al desnudo la soberbia del cientificismo. La línea de continuidad. El tiempo no es continuo, ni el espacio. Eso, por supuesto, tiene un reflejo en todas las artes y en la misma ciencia, en los procesos sociales. —Pero seguimos viendo el mundo a través de los reflejos del pasado. ¿Estamos en el siglo XIX? —No podemos seguir anclados en el siglo XIX. Ese hombre está agotado. Eso exige crear nuevas estructuras. Es decir, todos los gobiernos llegan sin guión. Él prefigura lo que será la película, el gobierno. Apostamos como lactantes políticos a la insurrección y no al ejercicio del guión para el ejercicio del poder. Padecemos de un error cognitivo. Es decir, en la relación que debe existir entre el afuera y el adentro. Una especie de disfunción. —Pero siempre hemos sido así, alocados, tropicales, desordenados. —Somos gente de arrebatos. Compulsivos. Allí está el germen de nuestra muy mala educación sentimental. Gandhi decía: “Que tus palabras se conviertan en imágenes, para que tus hechos, si son buenos, se conviertan en hábitos”. Por eso, con la mirada en lo dicho anteriormente sobre la ciencia, fue un horror darle carácter científico a la historia. Marx y Lenin fueron culpables de esto. Se trató de una perversión que hoy aún sufrimos. —¿Cuál es el reto actual de los artistas? —Ser desafiados siempre por la creación para la comprensión de nuevas exigencias de la cultura. —¿Y del venezolano en la actual coyuntura? —Salir de la ofuscación de los dos lados, pero primero debemos tener en mente que el capital político de los mesías es la pobreza. Por eso debemos fundar una democracia, no de élites, sino donde prevalezca la justicia social y oportunidades para todos, donde la ley y la cultura satisfagan el cuerpo y eleven el espíritu. Coda: Al filo de estos días, cuando el país continúa anclado en el mismo puerto de la incertidumbre, Edilio Peña entrega otro título: El acecho de Dios, novela con la que concursaba en el Premio Internacional de Novela Rómulo Gallegos, la que ha retirado de la justa porque “el miembro del jurado cubano representa un país donde anida una dictadura que no permite el desarrollo de la propia novela como género literario”. Peña critica las políticas culturales de ese país, hoy muy cercano a las nuestras: “Las novelas más felices que se produjeron en estos años de la Revolución Cubana las capitanearon Cabrera Infante y Reinaldo Arenas, en su imagen más emblemática”. Acerca del país, Peña ha dicho que durante estos meses se ha producido “un recrudecimiento impúdico, arbitrario y censor de la creación en Venezuela... ya eso asoma la punta de un iceberg que nos da mucho qué pensar sobre este proceso de recrudecimiento y que pone también en la picota a la cultura”. Para terminar, el autor de Los pájaros se van con la muerte precisó que el perfil político de cada uno del jurado del Rómulo Gallegos le revela una postura ideológicamente intencionada. “Sacrificaron este premio que catapultó a Vargas Llosa, García Márquez y Roberto Bolaño”. ** Alberto Hernández redaccion@elperiodiquito.com Poeta, narrador, periodista y pedagogo venezolano (Calabozo, 1952). Tiene un postgrado en literatura latinoamericana en la Universidad Simón Bolívar y fue fundador de la revista Umbra. Ha publicado los poemarios La mofa del musgo (1980), Amazonia (1981), Última instancia (1989), Párpado de insolación (1989), Ojos de afuera (1989), Bestias de superficie (1993), Nortes (1994) e Intentos y el exilio (1996). Además ha publicado el ensayo Nueva crítica de teatro venezolano (1981), el libro de cuentos Fragmentos de la misma memoria (1994) y el libro de crónicas Valles de Aragua, la comarca visible (1999). Reside en Maracay, estado Aragua, Venezuela, donde dirige el suplemento cultural Contenido, que circula en el diario El Periodiquito. ||||||||||||||||||||||||||| SALA DE ENSAYO |||||||||||||||||||||||||| === Luisa del Valle Silva ================================================= === Sin tiempo y sin espacio: resonancias líricas de la infancia ========== === María Cristina Solaeche =============================================== “Te llegan desde el margen Voces que alguna vez creíste familiares Y ahora se te rompen contra el pecho Estos oleajes conteniendo el regreso” Alfredo Silva Estrada Durante la primera generación literaria venezolana del siglo XX, las mujeres insurgieron en el dominio de la literatura, hegemonía del hombre hasta esa época. Las lecciones de Teresa de la Parra (1889-1936) y Enriqueta Arvelo Larriva (1886-1968), quienes con sus obras narrativa y poética respectivamente, encomiendan a la memoria el fin de ese universo vivencial, en que el devenir sociohistórico de Venezuela con su fuerte estructura androcéntrica había mantenido a la mujer arrinconada, olvidada y discriminada; fueron seguidas por singulares poetisas venezolanas, entre ellas, Luisa del Valle Silva (1896-1962), en un tiempo en que nada impulsaba a una mujer venezolana a realizarse como escritora, salvo las inquietudes de su espíritu. Nótese cómo don Mariano Picón Salas reconoce la existencia de una literatura femenina en Venezuela para esa época: “Del estímulo y la pasión de Teresa nacerá en Venezuela toda una literatura femenina, un poco liberada ya de la sensiblería dulzona o el erotismo trivial, tan frecuentes en la prosa y los versos de las mujeres de América” (1). Rafael Arráiz Lucca nos dice: “Enriqueta Arvelo Larriva le da voz a la intimidad femenina de su tiempo, en sus órbitas afectivas y solitarias, y funda una tradición” (2). Luisa del Valle Silva nació en Barcelona, capital del estado Anzoátegui, Venezuela, el 8 de enero de 1896, en el seno de una familia de clase acomodada, su padre don Pedro Vicente Silva Morandi y su madre doña Luisa Fígallo Giordano. Cuando apenas tenía diez años, la familia se trasladó a Carúpano, segunda ciudad del estado Sucre, al norte, entre las penínsulas de Paria y Araya; allí transcurre el final de su niñez, su adolescencia y toda su juventud; jugando, estudiando, escribiendo versos y educando como maestra de la Escuela Federal “Alejandro Ibarra” de esa ciudad-puerto, donde enseñaba a leer a sus alumnos en libros de poemas, practicando las mismas enseñanzas que recibió de sus tías europeas, quienes se esmeraron en revelarle los románticos franceses y españoles. Será en esas tierras donde recibirá el título honorífico de “Hija adoptiva de Carúpano”. “Y Carúpano, un brazo alargado como su calle, / con la fe cristalina de su Luisa del Valle”, declama el poeta cumanés Andrés Eloy Blanco. “El eco, la presencia de aquel puerto y de aquel mar que la bautizó, no dejarán de resonar a lo largo de casi toda su poesía” (3), escribe el poeta Alfredo Silva Estrada. En 1926 se traslada a Caracas, donde el 3 de septiembre de 1927, el poeta Rodolfo Moleiro, uno de los más conspicuos representantes de la llamada “Generación poética del 18”, la presenta en el Teatro Municipal de Caracas, enalteciendo a la poetisa de “poemas tornasolados y caprichosos, como las conchas de madréporas” y, a la maestra que alista “innumerables huestes para la victoria silenciosa”. Cuán acertado estuvo el poeta Moleiro en sus dos expresiones, será una poetisa que trascenderá en las letras venezolanas, y será una activista gremial en febril diligencia por las reivindicaciones sociales y los derechos laborales, civiles y políticos de la mujer. Algunos de los poemas que leyó ese día en el Teatro Municipal forman parte de su primer poemario, Ventanas de ensueño (1917-1925), que publicará en Caracas, con la Editorial Élite, en 1930. Luisa del Valle Silva nace en los momentos del romanticismo tardío, última etapa de aquel llegado desde los puertos de España, aquel que contempló el “yo” como vía de acceso al Universo a través de las fuerzas de la inconsciencia y la subconsciencia, del sueño y el presentimiento, la magia y los enigmas del alma humana. Atraviesa en su vida encrucijadas de movimientos, propuestas, manifiestos, proclamas, grupos, revistas y testimonios literarios que surgen uno tras otro en Venezuela. Desde la formación romántica de su niñez y juventud, a través de la versificación con propiedad, delicadeza y corrección del parnasianismo de raigambre europea; las formas del modernismo americano signadas por el culto preciosista original y aristocrático la primera, y la prevalencia del sentido genuino de los pueblos de América la segunda; el criollismo en una vuelta a lo propio frente al cosmopolitismo modernista; el efímero e ingenuo grupo Alborada en 1909, aspirando a sustituir la noche por la aurora en los nuevos destinos gomecistas del país; los fundamentos éticos y estéticos de la llamada “Generación del 18” en tránsito hacia la vanguardia que se impone en 1928 con la publicación de la revista Válvula, reaccionando contra el sátrapa Juan Vicente Gómez y expresando las corrientes artísticas más importantes que surgieron en Europa en la primera década del siglo XX, apegados a los principios expresados por los futuristas, con tendencias iconoclastas y una finalidad global, la de “sugerir”. Entre la inclinación universalista e irreverente del colectivo literario Viernes en 1936, que un año después de la muerte del dictador Gómez abre las puertas a la poesía venezolana de las obras de los románticos alemanes, los lakistas ingleses, los poetas contemporáneos españoles, los surrealistas y los creacionistas, da a conocer en el país quiénes eran Blake, Hölderlin, Novalis, Rilke, Rimbaud, Valery, Lautréamont, Wordsworth, Coleridge, Breton, Eliot, Reverdy, torna familiares los nombres de Gerardo Diego, Vicente Aleixandre, Jorge Guillén, Pedro Salinas, Pablo Neruda y Vicente Huidobro, y se discute sobre los grupos Mandrágora y Caballo de Fuego, de Chile, Piedra y Cielo, de Colombia, y Taller, de México. Con el surgimiento de Contrapunto en 1946 y 1949, difundiendo una literatura fundamentada en la filosofía contemporánea; a través de un grupo de poetisas venezolanas, las “españolistas” que ocupan un lugar privilegiado en las décadas de 1940 y 1950; Cantaclaro en 1950, preconizando el arte como la traducción del hombre y su drama humano, con un único número recogido por los gendarmes del régimen castrense; los “niños terribles” del grupo Sardio en 1958, trasgrediendo concepciones estético literarias por considerarlas fraudes a los requerimientos de la época que se vivía; el grupo de estudio Presente cuyos integrantes en su mayoría pasarán a formar parte de Suma en una postura antiviernista que regresa al rescate de las formas poéticas hispanas; y El Techo de la Ballena en 1961, proveniente de un desprendimiento del grupo Sardio, desafiando convencionalismos y herencias culturales, influido por el Dadaísmo y el Surrealismo. Atravesando todos los grupos anteriores, en medio de todos esos movimientos, proclamas, revistas, etc., que se dan en la extensión de la vida de la poetisa, y en medio de esta vorágine literaria, sin lazos grupales, alejada de los conglomerados y altares literarios, encontramos a Luisa del Valle Silva, con su voz solitaria, su estilo personal y su ritmo propio. Con una poesía cuyo verso se aleja sesgamente de las formas usuales que se preconizaban en el proceloso remolino de los diferentes caños de la marisma literaria venezolana de esos tiempos. Suele explicarse su poética, enmarcada dentro de la “Generación del 18”, en la que algunos autores suelen situarla razonando sobre cierta afinidad en su tratamiento literario del paisaje. La poetisa era consciente de la cultura patriarcal que imperaba en la literatura, de la hostilidad del medio que la rodeaba como escritora y sabedora de cómo vivían las mujeres en Venezuela, quienes, salvo en escasísimas singularidades, escribieron en esos tiempos, siempre al margen de los movimientos literarios que se sucedían vertiginosamente unos a otros. “No escriben circunstancialmente o como parte del cultivo de las ‘bellas letras’ o con fines didácticos. Podríamos decir que escriben porque quieren” (4). Para esos años urgía en el país la necesidad de disponer de un centro para la cultura, el arte y la ciencia, sólo debía enfrentarse con decisión, y eso fue lo que hizo un grupo de mujeres liderizadas por la compositora María Luisa Escobar y conformado por Luisa del Valle Silva, Eva Mondolfi, Cachi Decorado, Ana Cristina Medina y Emma Silveira, quienes decidieron trasformar sus tertulias vespertinas en un trabajo público abierto a la colectividad, el Ateneo de Caracas, cuya creación tuvo gran significación durante los años de la dictadura gomecista, y en cuyas actividades fue relevante el protagonismo desempeñado por la poetisa. El 8 de agosto de 1931, a las 6 de la tarde, con Pedro Ríos Reyna y su agrupación musical ofreciendo un concierto, se inaugura el Ateneo de Caracas, y con palabras de Luisa del Valle Silva nace esta primera iniciativa privada de crear un centro cultural que albergará las distintas actividades artísticas. Este grupo de mujeres, y entre ellas Luisa del Valle Silva, fundó esta institución y la dirigió hasta 1950, cuando pasa a manos de Ana Julia Rojas. Esta iniciativa se multiplicó en todo el país y Luisa del Valle Silva integró la primera directiva del Ateneo de Caracas, como Secretaria de Correspondencia; en el lapso 1932-33 fue su secretaria de Actas; en 1933-34 es la segunda vicepresidenta; en 1934-35 secretaria y, en 1939-40, conforma la Comisión de Literatura. Fue cofundadora, en 1936, de la Asociación de Escritores Venezolanos, donde fungió de secretaria durante largo tiempo; miembro de la Federación de Maestros y una de las mujeres inspiradoras que dirigieron, al lado de Olga Luzardo, la Asociación Cultural Femenina en 1936, en la que sostuvo la columna Conversación en la página Cultura de la mujer, promoviendo también la creación de la Casa Obrera y las escuelas para obreras. Juan Vicente Gómez muere en diciembre de 1935. A su muerte, un grupo de mujeres dirigió el 30 de diciembre de 1935 una carta al presidente Eleazar López Contreras, en la que solicitaban protección para las madres y mejores condiciones de vida y trabajo para la mujer. La Asociación Venezolana de Mujeres, junto a la Agrupación Cultural Femenina, convocó en 1937 el Primer Congreso de Mujeres, que exigía la igualdad de salarios, la reforma del Código Civil y el derecho al divorcio; Luisa del Valle Silva asiste a ese Congreso, cuando se realiza por primera vez en 1940. Fue también firmante del acta constitutiva de la Asociación Cultural Interamericana. El fin del gomecismo con la muerte del dictador marca nuevos escenarios para la mujer. Las escritoras que aparecen en este período son las primeras en iniciar la lucha por conseguir un espacio público, tanto en lo referente a los derechos de la mujer como en el campo literario. Luisa del Valle Silva, al lado de otras mujeres vinculadas al medio intelectual, despertará la conciencia del aislamiento que vive y padece la mujer escritora, e intentará producir estrategias de “supervivencia literaria”. Mercedes Fermín, en 1936, como signo de los nuevos tiempos afirma: “Desde la colonia hasta hoy, se nos ha llevado forzosamente al rincón del hogar, se nos ha engrillado con la melosidad del elogio estrafalario, se nos ha privado de la función laboriosa, que constituye la acción social. Así, pasando de mano en mano el cáustico grillete y de conciencia en conciencia, el arrugado concepto de que sólo nacimos para criar niños y amerimelizar la vida, se nos ha olvidado. Y la mujer ha llegado a constituirse en un ente pálido, desvalido y sordo sobre el cual caen los códigos, legislaciones y prejuicios” (5). El 5 de agosto de 1936 encontramos a Luisa del Valle Silva entre el grupo de mujeres que se dirigió a Rómulo Gallegos en nombre de la mujer venezolana “que sabe hacer suyos los dolores de la tiranía multiplicando en su corazón el dolor del hermano preso, el hijo preso, del padre preso, en nombre de la mujer venezolana del pueblo, de la obrera de manos callosas, de la campesina que no sabe leer”, testimoniándole admiración y respeto al ilustre escritor y educador venezolano con motivo de su renuncia al Ministerio de Educación del país. Durante los veintisiete años que duró la dictadura de Juan Vicente Gómez (1908-1935), un sector de mujeres combatió en la clandestinidad y otro sirvió de apoyo: “Si algún refugio tuvo la mujer en aquella época oscura”, nos dice el escritor guayanés Jesús Sanoja Hernández, “fue la literatura, la que casi siempre ejercía bajo pudorosos seudónimos. Pocas guerreaban a campo abierto” (6). El 8 de marzo de 1944, en un gran mitin en el Teatro Nacional con motivo del Día Internacional de la Mujer, Luisa del Valle Silva, recordando a la escritora española Faustina Sáez de Melgar, toma la primera frase de la alocución que ésta pronunció en 1871, “La mujer, mitad de la humanidad” y así, con esa expresión tan categórica, titula su discurso. “¿Sabremos leer hoy, desde nuestro tiempo incrédulo, la densidad de ese largo proceso de emancipación (...)?” (7). En 1941, once años después de la publicación de su primer poemario, Ventanas de ensueño, el poeta malagueño Manuel Altoaguirre, de la generación española del 27, le edita en su imprenta La Verónica, en la ciudad de La Habana, Cuba, tres poemarios: Humo (1926-1929); Amor (1929-1930) y Luz (1930-1940). Y, después de publicar cuatro poemarios, la poetisa parece ceder, acosada quién sabe por qué angustias en su interior, sumiéndose en un total silencio; mas se trataba de un silencio gestador en su interior de miles de voces y gritos que volcará en su próximo poemario, En silencio, publicado en 1961 por la revista de gran significación en el mundo intelectual y de gran difusión en el mundo de las letras, Lírica Hispánica, fundada por la poetisa Jean Aristigueta. Entre 1965 y 1966 escribe Sin tiempo y sin espacio, poemario que nos ocupa en este ensayo, es el último que escribió, y fue publicado póstumamente en 1963. Su temple poético es el de la efusión lírica, el de la expresión llanamente subjetivizada, personalmente justificada y directamente volcada en el papel. El “yo” se desdobla entre la infancia vivida y la evocada; es una apelación a la memoria del recuerdo de esos años, y la aceptación de su desafío frente al tiempo del olvido con la fuerza del sentimiento personalizado de la voz, serenamente concentrada y reposada en sus movimientos en la lozana recreación del espacio de aquellos años: “Nos quedamos a solas con la infancia” (8). “una niñez en éxtasis podía leer el vuelo de las mariposas; la sombra del parral sobre los lirios y grabar para siempre las canciones de los cañaverales en la brisa” (8). Todo fluye en claros, sencillos y sensitivos vocablos, sosegados, con duración y ritmo propicios a las visiones y sentimientos de la poetisa, cultivando una lírica vigorosa y discreta, con fuerte tendencia a la exaltación de la naturaleza que la rodeó, a las rememoraciones de los lugares, la casa, el mar, el río... “Los románticos me invadían sin darme cuenta. Mi generación fue romántica. No hay cuestión”, afirma la poetisa. “Poesía romántica en su esencia, y en el más noble sentido de la palabra”, afirmó el poeta de la “Generación del 18” y crítico de la poesía venezolana, Fernando Paz Castillo. “Asimismo, frente a estas circunstancias, una suave nota infantil, sin sentido elegíaco, más bien aprovechando el misterio de su honda significación, aflora en los líricos más representativos del grupo de poetas de transición” (9). Desde los primeros versos hasta los últimos de este poemario vislumbramos su naturaleza apacible y añorante de recuerdos, en tiempos de dictaduras, de ruidos y silencios ensordecedores que agobian la vida política que atraviesa Venezuela; Luisa del Valle Silva escribe refrescando la ternura de la voz infantil, eligiendo la serenidad de la emoción, manejando delicadamente la construcción estética del entorno, hilando evocaciones, y todo llega al mismo lugar: su niñez. La niñez es una Arcadia, un país imaginario, un reino mágico que tiene su historia, una historia que atraviesa los meridianos de los sueños y los paralelos de las ilusiones revestidos de la ingenuidad de una cronología sin tiempo, mientras los mitos de la infancia, los más poderosos, permanecen, surgiendo en las ocasiones necesarias con sus valores y los ejemplos recogidos en los espacios de la candidez; para los niños “la edad aquella en que vivir es soñar” como la describe el filósofo y escritor español Miguel de Unamuno: “El tiempo se salía de sí mismo desintegrado en espiral de tiempos. Cada minuto era una vida, otros soles regían nuestro cielo”. Toda la sensibilidad de su lírica de simientes y raíces románticas atiende de modo especial a la recreación de ese tiempo y ese espacio de la infancia, constantes poéticas en este poemario, Sin tiempo y sin espacio, revelando una identidad simbiótica entre ella y el paisaje, con un lenguaje limpio, evocativo y de cuño clásico. Cuando su palabra toca el paisaje, éste se torna en el paraíso recobrado de su infancia. Cada momento vivido en esos años lo convierte en versos de la más fina cuerda estética: “¿Esas voces aún flotan en el aire, o vienen a nosotros desde adentro? Es el fugaz misterio del instante entre ilusión y realidad suspenso. Pero en el corazón inicia un salto el latido feliz de los regresos” (8). El paraíso de su infancia, en el que el tiempo no existió, queda claramente situado en un espacio que ya no es, en una casa situada en la hacienda de caña en las afueras de Carúpano, un lugar llamado El Mangle, apurando verso tras verso, en un anhelo de evocar desde la nostalgia el goce de aquella casa: “Aquella casa de los dulces días arraiga y se levanta sobre el polvo de sus cimientos desaparecidos. bajo su alero tutelar retornan pasos, ecos de voces ya dormidas; se llena el aire de sus corredores con las enredaderas de las risas” (8). Escritos con ese verso de extensión intermedia, el endecasílabo, ni tan cantado como los octosílabos y heptasílabos del romance español, ni tan aletargado como el alejandrino. Con sus once sílabas como la extensión justa al oído latino para sacar a luz, en un movimiento único, el ritmo de cadencia serena y el calado en la palabra. Sin el galope del verso corto ni la pausa del verso largo. Un endecasílabo equilibrado, fluido, de dentro hacia fuera, donde el sudor constructivo de la poesía queda mágicamente oculto tras la pendiente torneada del idioma, desde la intuición interior del espíritu hasta la undécima sílaba, sin el apremio de la construcción abstracta. Endecasílabos que acuñan una nostalgia cuya serenidad contrasta con el anhelo amoroso del recuerdo: “A solas nos quedamos frente al tiempo de la niñez, frente a la azul comarca desprendida, borrada de la tierra, cuyos contornos mágicos renacen con perpetuo frescor en ese adentro de nosotros, sin tiempo y sin espacio, donde todo aparece resurgiendo de un mar que nos devuelve sus naufragios” (8). Rizomática y arbórea, una poesía conmovedora que desde sus propios arcanos dice mucho y calla más, invoca, se expande y abrevia; crece animada por su propios motivos emocionales, por sus afanes internos que discurren capaces de aligerar el lenguaje y cifrarlo como convencimiento revelado. Sus poemas son alforzas del alma en el cuerpo simbólico del lenguaje, dejando ver el intimismo de su poesía, que no es aislamiento ni evasión, al contrario, es un tramo de vida remontado el hilo dorado de la memoria, y sus huellas se deslizan mientras culmina. Las palabras despejan claros en el bosque de aquellos años infantiles. El poema es la breve y fugaz ceremonia de una conmoción irrepetible: “Entre las piedras de moler, la infancia echó los granos de su fantasía. Ahora sobre piedras de añoranza va el recuerdo moliendo aquellos días” (8). Esta poesía no está hecha para gratificarnos, tampoco para aleccionarnos; lo suyo es una certeza única que acontece en el espacio y el tiempo de la infancia que existieron, con gestos de zozobra y con la fuerza encantada de esas primeras vivencias: “Y así fue, ramazón y esbelto tallo, a nuestro lado el flamboyán creciendo, hasta mirar su florecer en llamas arder encima de nuestras cabezas. Florecido quedó frente a la casa en la mañana inicio de la ausencia” (8). La íntima vocación de sus versos es toda una ofrenda al recuerdo. El ser que mora en sus poemas es el que escucha vigilante las voces de las evocaciones y sus encantos, pero la que escucha esas voces es, en esencia, la niña y la adolescente que juega con ellas, así es como la contemplación del mundo real y el imaginado irradia desde la mirada de la infancia en la poetisa: “Perderse en el cañaveral de tarde cuando están entreabriendo los jazmines. Entre ese mar de cepas enlazadas hundirse, caminando sin caminos. Crecen allí escondidos los salvajes jazmineros de tarde florecidos, sus colores saliéndonos al paso blancos, rojos, morados, amarillos” (8). La vida de Luisa del Valle Silva fue arquetípica en varios sentidos. En un país dominado por el hombre hasta sus más profundas venas espirituales, en una sociedad que condicionaba a la mujer a la rutina, atrapada en un mundo diseñado para la mujer por el hombre, se hizo reconocer y respetar por su intelecto y su esfuerzo personal, sin arredrarse ante las causas justas y revolucionarias en las que se comprometía sin temor, y hasta el final siguió creyendo en una justicia de igualdad de género y en su propio valor como mujer y poetisa. “un tímido revuelo de sonrisa por entre los recuerdos aleteando y una venda de sol sobre la herida, así fortalecidos regresamos del remoto país donde subsiste nuestra niñez sin tiempo y sin espacio” (8). Hasta aquí, la lectura de un poemario henchido de evocaciones de la infancia de la autora, signado por el retorno de esos recuerdos, rememorando un espacio y un tiempo, la poetisa es quien se escucha a sí misma y es a la vez el personaje en los poemas de Sin tiempo y sin espacio, poemario de hondas resonancias líricas del recuerdo de la infancia. Luisa del Valle Silva fallece repentinamente, la madrugada del 26 de julio de 1962, en la ciudad capital, Caracas. Acojamos las palabras de Enriqueta Arvelo Larriva: “Pido que ella, tan tierna y enraizada, no sea maltratada (ay, como tantos de nuestros poetas) con un pronto y férreo olvido” (3). Obra poética de Luisa del Valle Silva • Ventanas de ensueño. Editorial Élite. 1930. • Humo: poemas, 1926-1929; Imp. La Verónica. La Habana. Cuba, 1941. • Amor: poemas, 1929-1940. Imp. La Verónica. La Habana. Cuba, 1941. • Luz: poemas, 1930-1940. Imp. La Verónica. La Habana. Cuba, 1941. • En Silencio. En: Lírica Hispánica. Caracas, 1961. • Poesía. Serie: Cuadernos Literarios de la Asociación de Escritores Venezolanos. Editorial Arte. Caracas, 1962. • Sin tiempo y sin espacio. Arte. Caracas, 1963. • Amanecer. Publicaciones del Instituto Nacional de Cultura y Bellas Artes, Inciba. Colección Puente Dorado. Caracas, 1968. • Antología poética. Publicación en Cuadernos Literarios de la Asociación de Escritores Venezolanos. Caracas, 1980. Referencias bibliográficas 1. Compilación de Otto D’Sola. Prólogo de Mariano Picón Salas. Antología de la moderna poesía venezolana. Caracas, 1984. 2. Rafael Arráiz Lucca. El coro de las voces solitarias: Una historia de la poesía venezolana. Fondo Editorial Sentido. Caracas, 2002. 3. Luisa del Valle Silva. Antología poética. Monte Ávila Editores Latinoamericana. Caracas, 2004. 4. Yolanda Pantin, Ana Teresa Torres. El hilo de la voz: antología crítica de escritoras venezolanas del siglo XX. Fundación Polar. Angria Ediciones. Caracas, 2003. 5. Semanario El Popular, Caracas, 25 de mayo de 1936. 6. Jesús Sanoja Hernández. “Las mujeres bajo el gomecismo. Del silencio al estallido”, diario El Nacional, Caracas, 8 de marzo de 1978. 7. Márgara Russotto. “La perspectiva del género en la escritura de la modernización venezolana”. Folios, revista de Monte Ávila, Nº 31-32, febrero-abril. Caracas, 1998. 8. Luisa del Valle Silva. Sin tiempo y sin espacio. Caracas: Arte. 1963. 9. Pedro Díaz Seijas. Historia y antología de la literatura venezolana. Capítulo “Poetas en transición”. Editorial Armitano. 1981. ** María Cristina Solaeche gsmldcm@yahoo.es Docente venezolana (Maracaibo, Zulia, 1948). Licenciada en educación mención Matemática, Magíster en Educación y Magíster en Matemática Pura, en la Universidad del Zulia (LUZ, http://www.luz.edu.ve), donde es profesora titular. Fundadora y miembro de la Biblioteca “Teresa de la Parra” en la extensión Cabimas de LUZ. Miembro de la Sociedad Venezolana de Matemáticas, la Asociación de Escritores del Estado Zulia, la Casa de la Poesía y la Peña Literaria César David Rincón y otras organizaciones. Textos suyos han aparecido en diversas publicaciones científicas y literarias, además de webs literarias como Légamos, PoeSite (http://www.arrakis.es/~joldan/poesite.htm) y Texto Sentido (http://www.textosentido.org). Ha recibido, entre otros reconocimientos, el premio “Vicente López y Planes” (Buenos Aires, 2004). === Los europeos ante una estética americana en la invasión de América ==== === Josué Sánchez ========================================================= La primera impresión americana de los europeos en la invasión de América, a pesar de lo que los cronistas hayan escrito de sí mismos, no fue del todo halagadora. Después de rehacerse de la primera impresión abstracta causada por el rumor y el temor de los seres poderosos que se acercaban, los americanos ansiaban contemplar por primera vez a esos seres misteriosos que se aproximaban a sus dominios y que ya algunos habían visto. ¿Cómo eran? ¿Serían igual que ellos o diferentes? ¿Vivirían entre ellos como algunos de ellos esperaban según sus leyendas? ¿Serían placenteros a la vista? La interrogativa estética americana sobre los invasores tuvo que haber sido amplia y general ante estos seres desconocidos. En vista de que cada civilización o agrupación humana desarrolla una estética definida de sí, conviene considerar lo que opinaban los americanos de aquellas desconcertantes imágenes blancas envueltas en ropaje cabalgando sobre monstruos cabelludos con el poder del trueno entre sus manos. Poco se ha hecho para contestar estas preguntas en vista de que un desigual énfasis se ha puesto al servicio de los vencedores, y poco interesa la visión de los vencidos. Los últimos cincuenta años, sin embargo, se ha producido una convincente microhistoria determinada a pasar juicio a la historia oficial. A pesar de lo que escribieron Sepúlveda, Oviedo, Benavente y muchos más que denigraron a los americanos, entre las líneas de la historia oficial y los escritos americanos que no quemaron los europeos surge una estética americana que busca su lugar en la historiografía americana contemporánea presentando una visión diferente a la de la historia oficial sobre los primeros europeos en la invasión americana. Carpenter nota correctamente que a los occidentales “nos halaga pensar que los oriundos dondequiera nos ven con toda la maravilla de ojo abierto de un niño, deslumbrados por nuestra tecnología y asombrados por nuestra inteligencia” porque “nos deleita oír relatos de cómo nuestras máquinas fueron tomadas por animales y los seres tomados por dioses”, pero luego agrega que “la verdad es menos halagadora” (1). En vista de que la historia oficial buscaba asentar sus logros, fue el impacto halagador de los vencedores el que se registró hasta el cansancio. Aunque es verdad que los americanos, en la mayoría de los casos, no podían expresar su visión estética por estar bajo el yugo de los que los destruían, palpita en las crónicas americanas una clara apreciación de los invasores que sistemáticamente los subyugaron y asesinaron. Para el propósito de este ensayo, se buscará la visión americana de lo que ellos aceptaban y rechazaban para formular una visión americana sobre una belleza o fealdad antropológica de los que los destruían. Aunque indudablemente la belleza o fealdad humana se puede categorizar en diferentes estratos, aquí se seguirán tres factores comunes que eventualmente caracterizaron a los invasores en el primer choque de culturas: el color blanco, el cabello y el olor. El color blanco Probablemente la primera impresión estética americana de los invasores fue la que cada uno de ellos se imaginó al escuchar de la llegada de estos seres extraños que se aproximaban a sus dominios. Al grado que se les fue conociendo se corrió el rumor de que eran “caras pálidas”. El color blanco, de este modo, pasó a ser probablemente el primer barómetro estético en América que iba a diferenciar a los extranjeros de ellos. Si bien es cierto que en el principio el color blanco atrajo la atención de los americanos por la novedad de la presencia apocalíptica de los recién llegados, desde su perspectiva cultural americana el color blanco a primera vista no parece haber favorecido a los extranjeros entre muchos de ellos. Tal como el europeo veía al color oscuro como algo diferente a él, los indoamericanos también iban a ver a los blancos con cierta curiosidad valorativa como los otros, los no similares a ellos. Esta perspectiva en sí ya apuntaba hacia una valoración negativa como una contraposición a lo aceptable que eran ellos. Sin embargo, antes de que funcionara una apreciación sobre la belleza o fealdad de los invasores, primero se registra el asombro del choque del primer impacto al verlos por primera vez. Al notar tanta diferencia entre ellos y los recién llegados los americanos se asombraron en extremo, ya que no podían acomodarlos dentro de la estética americana en la que ellos estaban. Aterrorizados, por ejemplo, los cakchiqueles entre los mayas en el Memorial de Sololá registran este choque al contemplarlos: ¡Oh hijos míos! En verdad infundían miedo cuando llegaron. Sus caras eran extrañas. Los Señores los tomaron por dioses. Nosotros mismos, vuestro padre, fuimos a verlos cuando entraron a Yximcheé (2). No hay tiempo o razón para una evaluación físico-estética de estos seres extraterrestres porque el temor ha tomado precedencia, y una apreciación estética sólo se puede hacer bajo la tranquilidad que permite el gozo sensorial sin amenazas. Los extraños infundían miedo, no eran como ellos. Se les atribuían por lo tanto todo tipo de males. Notamos este notable choque con los blancos en Nueva Guinea con similar espanto a estos seres raros: Vino, este hombre, y nosotros lo vimos. Su piel era roja, y sólo vimos su cara y manos; el resto de su cuerpo estaba escondido, todo cubierto con ropas... Todos lo miraron. No habían visto nada parecido antes. Y un hombre les dijo: “tomen hojas de migufa, frótenlas en su ropa, luego coman las hojas... Pueden morirse al ver cosas nuevas, si no hacen esto” (3). Es esta extraña novedad fuera de su realidad, y el temor a lo desconocido que se presenta en sus tierras lo que de repente asombró a los indoamericanos antes de evaluarlos estéticamente. Sircello indica que “la exótica cara de un extranjero nos ‘brinca’ de entre la multitud al continuar adelante en nuestro camino en nuestro acostumbrado aturdimiento” (4). En el caso de los indoamericanos estas imágenes repentinamente brincaron a sus vidas sin encontrar acomodo inmediato. Eran un tipo de espinas que los sacaban de su rutina cultural incomodándolos al contemplarlos. El asombro en sí tuvo que haber influido en cómo los veían y posteriormente en lo que pensaban de ellos estéticamente al evaluarlos con más detalle. En el primer choque visual con los aztecas, éstos también se asombraron ante tan singulares seres que: “por todas partes vienen envueltos sus cuerpos, solamente aparecen sus caras”. En vista de que los americanos exponían a la vista la mayoría de su cuerpo, probablemente la primera interrogativa sobre los extranjeros fue ¿por qué encubrían sus cuerpos? ¿Qué escondían? Sólo lo vergonzoso se escondía, lo feo, lo no agradable a los ojos. Aparte del rostro raro, su habla extraña, y su color, los raros personajes que se aproximaban se escondían entre sus ropas cubriendo sus cuerpos avergonzados. Notando el color que parecían esconder estas imágenes surrealistas en sus partes descubiertas, notaron que “son blancos, son como si fueran de cal...” (5). La cal era un tipo de “pintura blanca” artificial que ellos procesaban para pintar sus casas y la relación con ésta connotaba una absoluta irrealidad, algo fuera de lo común, de lo aceptable. Aunque la visión no era de inmediato negativa al formular imágenes del rumor informativo de los extranjeros que llegaban, la primera visión se nutrió de misterio con una conglomeración de imágenes que sólo iba sembrando asombro y pánico entre los indoamericanos por no saber con qué tipo de seres se enfrentaban. En realidad ya el rumor en sí comenzaba a distorsionar con la imaginación la visión del europeo entre los americanos antes de verlos. Una vez que se efectúa el choque de culturas y los ven por primera vez empiezan a evaluarlos físicamente. En Norteamérica generalmente la impresión, después de la curiosidad por mirarlos por primera vez, fue negativa. Black Elk, en el norte, por ejemplo, decía que cuando tenía diez años al ver al primer “Wasichu” (hombre blanco) pensó “que todos se miraban enfermizos” (6). En este caso el color blanco se asoció con lo débil, lo no placentero. Era indeseable ser blanco a primera vista en Norteamérica en general. En otros lugares también se asoció el color blanco con estos caras pálidas enfermizos como a seres de ultratumba. En las islas Salomón, por ejemplo, cuando los oriundos vieron a los europeos llegar a sus playas “pensaron que tenían que ser espíritus, y corrieron a los arbustos”. Llamaban nguanguao a la embarcación europea “y decían que estaba tripulada por espíritus y llevaba enfermedades” (7). Esta evaluación, naturalmente, se fue desarrollando también en América después del contacto y efecto de las enfermedades que trajeron los europeos a América también. En este caso, los invasores caras pálidas eran los malos espíritus que no sólo proyectaban espanto con su color descolorido, sino que traían sus encantos maléficos para dañarlos. Por lo tanto aun ya después de verlos y el contacto con ellos buscaban evadirlos y “cuando la gente veía que se acercaba una embarcación decían a sus mujeres e hijos que se escondieran, y los hombres oraban a los espíritus, pidiéndoles que alejaran el barco nguanguao” porque era “portador de enfermedades” (8). El color blanco aquí ya se expandía más allá de su apariencia física a las acciones de los blancos. Probablemente fueron estas mismas acciones de los blancos que llegaron matando, robando y violando mujeres lo que hace que los Shawnees de Ohio y Pensilvania designen a los caras pálidas como a inferiores en su color por designio divino. Según ellos: El Creador de la vida, quien era a sí mismo un indio, creó a los shawnees antes que ninguna raza humana; brotaron de su cerebro... Después hizo al francés y al inglés de su pecho, al holandés de sus pies... A todas estas razas inferiores de los hombres los hizo blancos, y los puso más allá del Lago Mal Oliente, que ahora se llama el Océano Atlántico” (9). En este caso el color indicaba una inferioridad asignada por dios desde su creación. Esta opinión general, sin embargo, no se limitaba a los Shawnees. Más al norte, dice Jaenen que también allí “los amerindios... consideraban al francés inferior a ellos mismos” y que “se consideraban a sí mismos estéticamente superiores”. Pierre d’Avity escribió que “aunque les faltaba política, poder, letras, acciones, riquezas y otras cosas, menosprecian a otras naciones y se estiman a sí mismos altamente” (10). Es con este sentido de superioridad estética-visual al tiempo del encuentro que los indoamericanos del norte contemplaron a estos caras pálidas que los invadían siendo el color blanco un factor determinante en su apreciación de ellos. La fama de su crueldad que los precede, probablemente también contribuyó a afearlos antes de verlos. En el área de la Florida, por ejemplo, los Tsalagis ya “habían estado oyendo rumores de ‘blancos feos’ por algún tiempo” antes de apreciarlos físicamente (11). Probablemente ya habían oído de las acciones reprobables de estos seres pálidos. En el Brasil la persecución de los blancos se asociaba con una visión general más allá de la piel por lo que los Tupinambás opinaban que “los portugueses pertenecían a un rango inferior” porque “no conocían la lengua...”, y “necesitaban interpretes que los auxiliaran”, y “era motivo de risa para los nativos”. Para ellos “el blanco era frágil, miedoso, cobarde” (12). Más tarde entre los incas aun después de la invasión llamaban a los blancos “pukakunka, el uso temprano de redneck” (13). En este caso, y después de ver la destrucción de su pueblo y la gran matanza que hicieron los Pizarros, el color blanco los define como ignorantes salvajes que no supieron apreciar la cultura americana. La percepción negativa era aquí, nuevamente, un desplace de lo físico visible de la piel a lo abstracto de sus acciones o proyección general. Por otro lado, cuando se les asoció con las tradiciones americanas del dios blanco de sus leyendas, se les vio positivamente. En una tribu de Norte América, por ejemplo, “cuando las embarcaciones se acercaron a la playa”, notaron que “desembarcaron hombres con piel clara”. No sólo eso, “la mayoría de ellos tenía cabello en sus caras” y “al acercarse los extranjeros a los indios, éstos pensaron que el líder era un gran manito (espíritu), con sus compañeros” (14). Similarmente entre los aztecas, después de que llegan los espías de ver a los caras pálidas se les purifica ceremonialmente por considerarlos sagrados: “Y allí delante de los mensajeros mataron los captivos y rociaron a los mensajeros con sangre de los captivos”. Dice el Códice Florentino que hicieron “esta ceremonia porque habían visto grandes cosas, y habían visto a los dioses y hablado con ellos” (15). Sin embargo, aunque impresionados ante la primera impresión, este asombro en sí apuntaba hacia una forzada valoración estética posterior diferenciándose con los recién llegados. El desborde de una estética visual se desplaza sobre una estética moral que ahora los evaluaba según sus acciones. De este modo, los americanos agregaron otro nivel de significado negativo al del hombre blanco raro y misterioso que llegaba y se les imponía por la fuerza. Los extranjeros ya no sólo eran visualmente inaceptables por ser diferentes a ellos, sino que también eran malos. El color blanco, de este modo, fue un factor valorativo que después del asombro evaluó al extranjero negativamente en más de un nivel de significado. El color blanco se desbordó negativamente por asociación sobre la moral de los recién llegados por medio de sus acciones proyectándolos negativamente. Estética cabelluda Después del color blanco, probablemente el cabello fue el próximo factor que determinó la visión estética hacia los raros caras pálidas que los invadían. Los cabellos sobre el color blanco de la piel sólo remarcaban un negativo sobre otro llamando la atención a dos aspectos visuales no aceptados por los americanos. Es ese doble aspecto negativo que los aztecas notaron de inmediato al observarlos por primera vez observando que son “de carnes muy blancas... y tienen barba larga y el cabello hasta la oreja les da...” (16). En otra observación diferente se concluye que eran básicamente iguales a ellos en forma, pero que los europeos “eran diferentes en que tienen un color claro y cabello” (17). Hay que notar, por supuesto, el enfático enfoque de los americanos en lo que para ellos es anormal, las partes cabelludas en las partes inapropiadas del cuerpo: notan que “larga su barba es, también amarilla; el bigote también tienen amarillo. Son de pelo crespo y fino, un poco encarrujado” (18). La rareza de estas imágenes pálidas de la piel y cabelludas hace que los indoamericanos los vean con curiosidad repulsiva de asombro en todo el continente (19). Estos americanos señalaban a los recién llegados por lo que ellos no eran, lo no aceptable, el color blanco y el cabello. Una ligera lectura a las diferentes crónicas de América apuntan claramente a una estética de repulsión al cabello en ciertas partes del cuerpo a través del continente americano. La estética americana en contraste con la de los extranjeros apuntaba a la fealdad cabelluda del enemigo. El cabello no era aceptable en la buena presentación visual de una persona. En el Brasil, por ejemplo, Léry notó que tal era la aversión americana al cabello en ciertas partes del cuerpo que “en cuanto les empieza a crecer cabello” “aun barbas o cejas o pestañas” se los sacaban con las uñas (20). Se hacía lo necesario para evitar proyectarse como feos ante la sociedad conscientes siempre de que el cabello no obstruyera sus caras. Mucho más al sur, dice Medina que entre los araucanos de Chile y Perú existía también “la práctica común... de arrancarse los pelos de la cara con unas tenacitas”. Aprovechan sus ratos de ocio “y en buena conversación están arrancando los pelos”. Luego aclara que “esta costumbre de arrancarse los pelos de la cara” estaba fundada en “sus ideas de estética y hasta de decencia, considerando que faltaban a ella los que traían sus cejas muy pobladas”, ya que el “tipo de hermosura araucana es que la ceja aparezca apenas diseñada por una línea” (21). Aquí claramente se delineaba una visión americana sobre una belleza que se contraponía con la de los invasores llenos todos de cabellos. No era asunto visual, sino aun moral el presentarse limpios de la cara a la sociedad. Ya al final del siglo XIX aún se insistía en la continuación de esta estética y hay casos donde aun las mujeres “arrancaban el vello a su cuerpo, que tanto creen llevar las jóvenes araucanas el aseo que siempre apetecen i que merecen con justicia” (22). Sus tradiciones y visiones antiguas continuaban demandando no tener cabello en todas partes de su cuerpo. En otra área entre los Mapuches “también rapan la patilla i el bigote i llevan la cabellera mui corta a fin de que sus enemigos no puedan tirarles por ella” (23). El cabello en la cara era, entonces, no sólo una falta a la ética social y a la decencia pública, sino un factor físico visual que al obstruir la visión facial de una persona proyectaba una clara imagen de repulsión. Es decir, si el cabello en la cara faltaba a la “decencia visual” y en su visión estética aceptada se tomaban el tiempo para quitarse el cabello del rostro, era porque claramente entendían que era una característica de ser “feo”. En México, donde ocurrió el primer gran choque de culturas, encontramos entre los michoacanos la misma imagen de repulsión ante un ser cabelludo. En el tiempo de Nezahualcóyotl (1470?), entre otros presagios ven a “un monstruo venir”. “Tenía dos manos como persona, y la cara ni más ni menos; era feísimo”. Una de las razones por las que era feo fue que “sus cabellos el cuerpo cubrían...” (24). En esta cultura, una persona hermosa tampoco podía tener cabello en las partes inapropiadas. Aunque asignado este caso a un tiempo anterior a la invasión, más parece ser una leyenda inventada para informar a los invasores que los destruían que eran estéticamente no aceptables. Haciendo una síntesis general de esta postura, en Norteamérica entre los apaches, Kaywaykla fuertemente enfatiza que “No puedo expresar la repulsión con la que veíamos a personas con cabello en sus caras. Para nosotros era repulsivo, cosa de animales” (25). Sin embargo, lo mismo se puede decir de todo el continente americano en su choque con los invasores. Como notara Pero Vaz de Caminha (1500) con los portugueses en el Brasil, entre los indoamericanos “todos tenían los pelos afeitados hasta las orejas, y también las cejas y las pestañas” (26) por lo que aplicadas estas normas estéticas y sociales a los extranjeros cabelludos que llegaban, su opinión sobre los que los destruían no pudo haber sido muy favorable en el principio. El rechazo a los cabelludos, sin embargo, fue a nivel personal, de persona a persona. En Norteamérica, por ejemplo, notamos este rechazo estético cuando un pequeño Diné vio (1860) “a un hombre que venía con grandes barbas blancas en toda su cara”, y se asustó grandemente por ver escasa piel en su rostro, ya que “la piel que se veía estaba alrededor de sus ojos” solamente. En vista que “nunca había visto a un hombre blanco”, corrió asustado a casa y notificó a los demás que “había visto algo allá afuera caminando hacia los borregos”. Tal era el desconcierto ante este ser pálido cabelludo que no alcanzó a darle nombre y sólo informa que “se miraba como un hombre”. Al indicar que se “miraba como hombre” decía en realidad que no lo era, ya que “tiene lana por toda su cara”. El pequeño Diné justificó su desconcierto al indicar que “pensaba que las barbas eran lana” y por lo tanto “no estaba seguro de que era un hombre...”. La estética del pequeño segregaba al extranjero como algo “no aceptado”, fuera de la norma de su región. Al indicar que “las barbas eran lana” estaba asociando a este europeo con los animales inferiorizando al extranjero. Aun cuando el forastero europeo se presentó ante el grupo de adultos, “las mujeres no querían darle de comer” (27). No era tan sólo asombro y espanto ante algo diferente, era la activación de su estética regional reaccionando específicamente ante lo inaceptable, el cabello en el rostro. En este caso, es mayor el rechazo inmediato por lo inadmisible de esta fea imagen cabelluda, que la curiosidad de mirarlo por la novedad de su rareza. Sin embargo, no es solamente el rechazo general de los americanos en Norteamérica lo que tildaba a los extranjeros como feos, era esa estrecha relación que veían entre los extranjeros y los animales del bosque por razón de su cabello en todo el cuerpo. Los chinooks, por ejemplo, al ver a un europeo salir de una “cosa extraña” [barco] en lugar de persona ven cómo “un oso salió de la cosa extraña y se paró allí”. Al notar su apariencia humana indicaron que “se parecía como un oso, pero la cara era como la cara de un ser humano” (28). El americano primero vio la imagen de un animal salvaje, después se intentó asociarlo con los humanos por razón de su forma. En otra ocasión dos mujeres sioux de la “negrura” de la selva “vieron una criatura extraña saliendo”. No es un ser humano como ellos, es “una criatura extraña”, no normal. Todas estas características no eran parte de su estética regional y no podían colocarlo ni dentro de los humanos ni fuera de ellos por la obvia apariencia humana y animal a la vez. Pero era su objeción al cabello lo que las hacía verlo como un algo “feo” al intentar relacionarlo con seres humanos como ellas porque: “Le crecía cabello bajo su nariz cayéndole sobre sus labios; su mentón estaba cubierto de cabello; tenía cabello por todas partes”. Se siente ese alarmante énfasis por señalar esa rechazada diferencia con ellos por razón del cabello del ser extraño, señalando las partes donde tenía cabello y no debería tenerlo, según su apreciación regional. Es decir, para ellas era “feo”. Además, al notar que hablaba lo quisieron aceptar como humano, pero “cuando habló”, y “no pareció como el habla humana” insisten con la imagen de un salvaje ya que no era normal como ellas y además “nadie lo podía entender” (29). En otro caso al ver por primera vez a un blanco se ordena que “no lo mate ninguno de ustedes, es un tipo diferente de hombre, analicémoslo por completo”. El blanco era el raro, el fuera de lo normal y por lo tanto debía ser analizado por los “normales”. El hombre “era alto y su cabello le colgaba hasta los hombros”. Además, “con excepción de su frente, ojos, y nariz, su cara estaba cubierta con una barba tupida”. Y “su pecho, sus brazos hasta el fin de sus manos, y sus piernas estaban cubiertas con un crecimiento cabelludo”. Todo el cuerpo estaba cubierto de cabello tal como los animales salvajes que ellos conocían. Asombró además porque “nada parecido se había visto en la tribu”, ya que “sólo los animales eran de esta manera...”. Como un objeto de curiosidad sobresaliente “se lo llevaron con ellos, acamparon inmediatamente, y prepararon algo de comer” para el ser cabelludo. Al darle la comida vieron cómo la “devoró como un animal hambriento” (30). No se trataba tan sólo de un alguien diferente, sino de un ser anormal con características no humanas, ya que no se le “entendía cuando hablaba”, tenía la “apariencia de un oso” y “devoraba la comida como un animal”. El abundante cabello en sus cuerpos animalizaba a los europeos ante los americanos a primera impresión. Ya mucho después cuando los rusos llegan a Alaska (1886) también se les ve como a animales y “nadie va a recibirlos” porque ambos se “tenían miedo”. Pero el asombro era mayor para los americanos y por lo tanto no se atrevieron ni siquiera a verlos directamente, sino por medio de un alga o algún tipo de hoja, que los protegiera de ellos “como un lente de espía” porque “pensaban que los rusos eran nutrias disfrazados de humanos”. Claramente no querían asociarlos con su género humano por no ser placenteros a la vista, pero el relacionarlos con los animales por razón del cabello les era más que natural. Cuando un anciano se atrevió a ir al barco de los rusos y regresó, “lo olían para asegurarse en que no se había convertido en una nutria humana de la tierra, y se rehusaron a comer la comida que trajo” de los hombres raros (31). Era un claro rechazo de los invasores caras pálidas que repentinamente aparecían en sus dominios. Todo esto, a pesar de que los primeros encuentros masivos ya habían ocurrido en otro lugar y tiempo en 1521 con la llegada de Cortés a México. Es decir, a través de los siglos consistentemente de les vio como a animales en Norteamérica, nada atractivos por su cuerpo cabelludo. Y es que, como apunta Axtell, “las barbas de los europeos y pechos cabelludos sostenían una fea fascinación ante los pieles tersas indoamericanos”, que aunque tenían gran curiosidad por contemplarlos por su rareza, no aceptaban su apariencia estética. Por eso es que se corrió el rumor de los blancos que llegaban de que, los Potawatomis y Menominees alrededor de Green Bay creían que los franceses eran de una especie de hombre diferente a los demás, no porque su piel tenía uno o dos tonos más claros, sino porque ‘estaban cubiertos de cabello’ ” (32). La estética general del cabello apuntaba a una fealdad de los extranjeros por estar cubiertos de cabellos. La barba fue otro problema en la estética facial que afeaba a los extranjeros (33). Un barbudo simplemente era un hombre feo. Dice López de Gómara que los mayas en Yucatán “tanto se maravillaron de las barbas y color de los nuestros, que llegaban a tentarlos” (34) para asegurarse de que en realidad veían seres “barbudos”. Notamos el desagrado visual cuando Landa registra que en esa área “los indios se espantaban de ver a los españoles y les tocaban las barbas y personas” (35). No era sólo la rareza de estos seres apocalípticos que se aproximaban lo que los sorprendía, sino la confrontación con una realidad ilógica, imposible para ellos, de tener cabellos en la cara y otras partes inapropiadas del cuerpo, y por lo tanto había que tocarlos para cerciorarse de lo anormal de estos seres raros ante sus ojos. Más al norte, el padre Sagard decía que los Hurones en el área de Canadá (1623) “tienen tal horror de la barba, que en ocasiones cuando quieren ofendernos nos llaman Sascoinronte, es decir Barbudo. Además, piensan que hace a las personas más feas y debilita su inteligencia” (36). Colin G. Calloway agrega que en Nova Escocia también “hay evidencia para sugerir que muchos indios tradicionalmente ven las barbas y la cabellera como un signo de inteligencia limitada” (37). De este modo, la barba y el cabello los limitaba en inteligencia además de hacerlos feos. Aquí nuevamente tenemos una trascendencia de la estética visual hacia una epistemológica que inferiorizaba al barbudo por asociación de su cabello. Más aun, los Hurones abiertamente se burlaban de la fealdad de los barbudos. Dice el padre Sagard que “ ‘uno de los salvajes más feos del distrito’ se rió de los franceses con barbas y se preguntaba cómo podían ser tan feos y cómo cualquier mujer podía verlos favorablemente” (38). Se entendía que no sólo en la estética masculina, sino también en la femenina, el cabello en el hombre en todas partes determinaba la estética de un ser humano. Y es que después de convivir con los extranjeros por algún tiempo, los Hurones en el Norte, pragmáticamente concluyeron que los franceses eran “físicamente más débiles que ellos mismos, como feos, especialmente por estar excesivamente llenos de cabellos, y por estar sujetos a estar deformes y a enfermedades” (39). La barba era un factor completamente inaceptable entre los americanos (40). La evaluación americana disminuía a los caras pálidas aquí también por la simple razón del cabello y el color. La visión americana del cabelludo europeo sin mucha inteligencia o belleza humana, hasta cierto punto era natural. Después de todo, los americanos simplemente estaban relacionando a estos seres cabelludos con los animales del bosque que ellos cazaban y conocían bien. Por lo tanto, se “entendía” que su inteligencia fuera limitada como la de un animal salvaje. Además, al notar la facilidad con la que los asesinaban sin ningún motivo, tuvo que causarles terror, ya no sólo la barba sino el barbudo que los destruía inhumanamente sin motivo como lo hacían las fieras. Una fealdad moral derivada del cabello, como se ha notado, parecía acompañar a estos inaceptables seres cabelludos. Estética olfativa Si bien el cabello y la piel blanca fue lo primero que notaron al contemplarlos de lejos, al acercarse más a ellos descubrieron en los caras pálidas un olor particular que notaron de inmediato. El olor de este modo pasaba a ser el tercer factor que iba a medir estéticamente a los invasores. Los mecanismos de una estética olfativa valorativa pronto empezaron a operar entre las dos culturas obligadas al roce inmediato a principios de la invasión de América. Una vez que se acercaron y los vieron y olieron percibieron ciertos olores desconocidos que sólo amplificaban el misterio de los recién llegados. Al acercarse a los caballos descubrieron que ahora “habían nuevos sonidos en las sombras... los extraños olores de su sudor y su estiércol” (41). Los invasores con sus animales olían diferente. El olfato pasó a ser otro medio de diferenciación en esta estética olfativa que anunciaba a estos recién llegados a sus tierras. En el continuo proceso de una evaluación estética, fue indudablemente el olor corporal de los extranjeros lo que llamó la atención de los indoamericanos al acercarse a ellos después del asombro del primer encuentro físico visual. Dice Guy Sircello en A New Theory of Beauty que aunque el siglo veinte no acepta del todo la “belleza gustativa, olfativa y táctil... tales variedades de belleza ciertamente existen” (42). Es decir, podemos evaluar estéticamente a alguien por medio del olfato. En el caso de los indoamericanos el olfato cobró valor importante en su evaluación estética ya que tuvieron que tenerlos cerca sin poder ordenarles que se alejaran de ellos por razón de su mal olor, si ese fuere el caso. Al mismo tiempo, este era un choque más entre dos culturas dispares que se contraponían forzadamente. La evaluación de una estética olfativa para los americanos fue problemática en el mejor de los casos. Después de todo, los americanos tuvieron que soportar en silencio sin quejarse ante los que los destruían. Un buen ejemplo sería un clérigo de la Compañía de Jesús que llegó a México y “no trajo otro vestido de remuda más del que traía vestido y para conservar su pobre sotana, la vistió al revés porque la brea de la nao no estorbase al servicio de ella en México” y “sirvió así más de un año...” (43). El olor de este clérigo, por más santo que fuera, tuvo que haber afectado negativamente a más de un posible creyente, que si bien lo acercaba a Dios metafísicamente con su confuso mensaje, también lo alejaba físicamente del religioso por razón del olor. De este modo, en muchos casos el olor vino a ser un factor de distancia entre las dos culturas en el choque de la invasión. Por otro lado, la belleza olfativa, especialmente de la naturaleza, iban de la mano con la estética de la mayoría de los indoamericanos enfáticamente ilustrado en los poemas incas, aztecas, navajos, etc. unidos eternamente en las flores o naturaleza y su perfume natural. El americano amaba la naturaleza y el baño diario donde había agua (44). Para el europeo la situación parecía ser un tanto diferente. El baño diario, como parte de la costumbre americana de querer bañarse constantemente en su esfuerzo por oler bien, asombró y molestó a algunos europeos. Los indoamericanos del sur de México, dice Landa, “se bañaban mucho” y “eran amigos de buenos olores y que por eso usaban ramilletes de flores y yerbas olorosas...” (45). Agregó también que: untaban cierto ladrillo como de jabón que tenían labrado de galanas labores y con aquel se untaban los pechos y brazos y espaldas y quedaban galanas y olorosas según les parecía; durábales mucho tiempo sin quitarse según era bueno el ungento (46). Se deja ver una preocupación americana por oler bien, por ser placenteros al olfato ante los demás al contar con los medios del agua. No eran solamente las mujeres las que se preocupaban por la higiene personal. Landa notó también, asombrado, que los indoamericanos “se lavan las manos y la boca después de comer” (47). Mucho más al sur en Nueva Granada, el área de Colombia, otro cronista también se sorprende grandemente ante “la costumbre tan original, según él, que tenía de ‘limpiarse los dientes después que acababa de comer’ ” (48). El asombro de los extranjeros parece indicar que ellos no acostumbraban a bañarse con frecuencia o a lavarse la boca después de comer. Sin embargo, no era sólo el baño en sí lo que resaltaba en este caso, sino el buscar oler bien ante los demás con sus perfumes naturales, al mismo tiempo que evitaban el mal olor lavándose la boca después de comer y limpiándose las manos del roce de la comida que tuvieron que tocar al no tener utensilios para comer. Se nota esa concienciación de percibirse aceptables a la vista y el olfato en su roce social con los demás al mismo tiempo que buscaban sentirse limpios. Aunque esta belleza no presenta del todo una estética imagen gráfica, sí presenta una imagen visual que es también placentera al olfato y que indudablemente influían en determinar si alguien era bello o feo, tal como seguramente lo hacemos hoy día al aproximarnos a una persona y evaluarlo olfáticamente. Naturalmente esta costumbre de bañarse continuamente no se restringía a los mayas de Yucatán; Sahagún notó lo mismo entre los mexicanos y los culpa por bañarse demasiado aun cuando estaban enfermos con la viruela europea aumentando su mortandad. Francisco de Gómara también registra, hablando de las mujeres, que “lávanse mucho, y entran en baños fríos en saliendo de baños calientes, que parece dañoso” (49). Los consistentes comentarios sobre la limpieza de los americanos donde había agua da fe a esta estética olfativa en el continente. En el norte, por ejemplo, uno de los hombres de De Soto dijo de los cherokees que “la gente era muy limpia y cortés...” (50). En el Brasil, el otro extremo sur de América, Vaz de Caminha también notó a unas jóvenes “muy hermosas, con cabellos muy negros, caídos por la espalda abajo; sus vergüenzas eran... y tan limpio tenían el pelo que no nos daba vergüenza mirarlas fijamente” y que “esos hombres parecían muy sanos y limpios” y que por ello eran “como las aves y los animales del monte, que tienen mejores plumas y pelos que los animales domésticos” (51). La comparación que hacía era indudablemente una de contraste entre los indoamericanos y los europeos, proyectando a éstos como “los animales domésticos”. Seguramente, la razón de este comentario fue el notar el continuo baño que se daban los americanos cuando disponían de agua. Léry confirmó la misma costumbre del baño en este área en su registro diciendo que: ...lo que más nos maravillaba de estas brasileñas es el hecho que... nunca pudimos conseguir que se vistieran... Aun los hombres, de vez en cuando se vestían pero ellas no querían nada... De hecho, para justificar su desnudez, alegaban que no podían prescindir de los baños y que les resultaba complicado tener que desnudarse tan a menudo, que se metían en el agua en la primera fuente o el primer río que encontraban, se mojaban la cabeza y zambullían el cuerpo como cañas, con frecuencia más de doce veces al día. Sus motivos eran razonables, y cualquiera esfuerzo para convencerlas de lo contrario fue totalmente inútil (52). Léry estaba tan preocupado y “maravillado” porque no toleraban la imposición de la vestimenta europea, que no alcanzó a ver la importancia del baño para los indoamericanos y por lo tanto lamenta condescendientemente que “era tan fuerte su costumbre” de andar desnudos. La marcada observación de estos europeos sobre el baño de los americanos parece indicar un contraste de costumbres. El americano parecía preocuparse más por bañarse y oler bien con más insistencia. En este caso las premisas estéticas parecían contraponerse: para Léry y otros europeos mencionados, la ética europea parecía ser de cubrirse, aunque olieran mal; para los indoamericanos era estar limpios y oler bien aunque desnudos. Aun aperos críticos de los americanos como Vespucio más a sur, resaltaron su desnudez y limpieza diciendo que “no tienen nada defectuoso en sus cuerpos, hermosos y limpios...” (53). Se notó su limpieza como algo diferente a la costumbre de los asombrados caras pálidas que lo registraban. En Chile Núñez de Pineda registró lo mismo en su Cautiverio feliz. En el caso de Pineda, los indoamericanos lo invitaron al baño diario por la mañana y éste rechazó “la repugnante costumbre americana” al principio. Pineda también indica que ésta no es costumbre europea al registrarla como “repugnante costumbre americana”. Luego Pineda agrega su conversión a esta tradición: Aunque a los principios llegué a sentir el imitarles en aquella acción y costumbre, después me hice tanto al baño de por la mañana, que era el primero que acudía a él sin repugnancia, porque real y verdaderamente conocí y experimenté ser saludable medicina para la salud (54). Aunque Núñez de Pineda tampoco pareció notar la importancia que el indoamericano daba al baño diario, perdió al menos la “repugnancia” a la costumbre indoamericana de estar limpio adaptándola finalmente. Para los americanos la consistente pulcritud, cuando había agua, parecía ser una norma de vida poco notada entre ellos. Por otro lado, la versión de los extranjeros sobre la higiene personal era un poco más difícil de defender. No puede ignorarse el hecho de que los extranjeros después de tanto viajar, matar gente, quemar pueblos, etc., no desarrollaron costumbre de estar limpios y bien olorosos como lo hacían los indoamericanos estando en casa, ni de lavarse las manos y la boca. Después de todo la mayoría no venía a impresionar a nadie ni eran cortesanos tampoco, sino gente ordinaria y muchas veces peor aun que buscaban aprovecharse de lo ajeno matando si fuera necesario. El olor no parecía ser un factor importante para los europeos cuando consideramos que en su papel de invasores eran ellos los que imponían las reglas. En términos generales, de este modo, eran los indoamericanos los que parecían preocuparse más por la higiene personal que los civilizados invasores europeos que los destruían. Comparando costumbres entre las dos culturas, Lippy nota que en el noreste de los Estados Unidos los indoamericanos disfrutaban de una buena salud hasta que llegaron los europeos. Y la razón, según Lippy, era que “el higiene personal de los amerindios era superior a la de los franceses, quienes consideraban el baño como inmodesto y no saludable” (55). De allí que cuando los misioneros sin una higiene personal acudían a los moribundos para bautizarlos antes de morir, “la muerte con frecuencia llegaba y los aterrados habitantes de la población sentían que el rito del bautismo, la visita del sacerdote, o aun la agua bendita o las oraciones en latín eran ritos mágicos que mataban”. Choquette agrega por eso que “las inestables misiones católicas participaron en el genocidio cultural, igual que los mercaderes y exploradores” porque “eran todos portadores de infecciones europeas” (56). El hecho era que los invasores europeos no se bañaban con frecuencia y buscaron implantar esa cultura en América con considerable éxito. El problema con este cambio cultural era que muchos indoamericanos tuvieron que abandonar el baño diario donde había lagos y ríos “en un intento de mimesis a sus nuevos amos, o por disposición real” de la misma Reina Isabel quien ordenaba que los indoamericanos: “No deberán bañarse con tanta frecuencia como hasta aquí lo han hecho porque, según nuestros informes, les causa mucho daño” (57). Esta declaración real en sí apunta hacia dos tradiciones sobre el baño; los que lo hacían a diario y los que no lo hacían a diario. Claro está que, como agrega Colombres, al obedecer la ley real de no bañarse los indoamericanos “luego eran acusados de sucios” (58). Así las cosas, era el dominado el que percibía las diferencias olfativas y sufría las consecuencias buscando entender a sus invasores para clasificarlos y darles características definitivas. Después de todo, los extranjeros eran la novedad de la tierra y había que entenderlos para poder convivir con ellos, para reaccionar a ellos de cerca a nivel del olfato. En todo caso, era la interpretación de diferentes aspectos culturales lo que iba definiendo la relación entre ambas culturas en ambos lados y el olor formó parte en este proceso. Probablemente uno de los mejores ejemplos del choque olfativo entre los caras pálidas que invadían y los americanos sea el bien conocido encuentro entre Cortés y Moctezuma. Una vez que se encuentran al inicio de la invasión a los aztecas, dice Bernal Díaz que Cortés “le iba [a] abrazar, y aquellos grandes señores que iban con Moctezuma le tuvieron el brazo a Cortés por que no le abrazase, porque lo tenían por menosprecio” (59). Por supuesto, no sabemos si no dejaron que lo abrazara por la tradición indoamericana, como afirma Bernal, o si fue simplemente por el mal olor que debieron despedir los cuerpos sudados y sucios de Cortés y su gente que ya tenían varios días de caminar por el monte antes de llegar a Tenochtitlan. Por otro lado, cuando los europeos llegaron a esta ciudad notaron de inmediato el contraste entre ellos y la corte de Moctezuma quien pasaba su tiempo en “confort personal y limpieza” (60). Vieron también cómo el emperador según Bernal Díaz “era muy pulido y limpio” y “bañábase cada día” (61); y Cortés mismo después escribió que, “a principio y fin de la comida y cena siempre le daban agua a manos” vistiéndose “todos los días cuatro maneras de vestiduras” (62). Se siente a un Cortés asombrado ante la limpieza de la corte indoamericana, algo fuera de lo que él parecía tener como costumbre. Sin embargo, Moctezuma simplemente seguía la rutina de lavarse las manos antes y después de comer según su costumbre. Para los invasores éstos pasaron a ser detalles que los diferenciaban dignos de ser narrados según las crónicas de Cortés y Bernal Díaz del Castillo. Pero era éste un relato que claramente demarcaba las diferencias higiénicas de ambas culturas. Por otra parte los indoamericanos, con tanto detalle a la limpieza, no iban a permitir que alguien sucio o mal oliente se le acercara al emperador que respetaban tanto y acostumbrado a tanta limpieza. En este primer encuentro ambos partidos perciben el gran contraste entre estos dos líderes y sus culturas. Después de todo, ya Moctezuma estaba informado con todo detalle sobre los extranjeros que se aproximaban por medio de los embajadores y espías, y el olor de los extranjeros no se les pudo haber escapado a los espías que entrevistaron a Cortés y a su gente muy de cerca antes que llegaran a la corte de Moctezuma. Las medidas preventivas buscando perfumarlos serían entonces lógicas. Bernal calla en cuanto a esto, igual que los demás cronistas. Aun los códices indoamericanos no pudieron registrar esta perspectiva abiertamente, puesto que de algún modo todo lo escrito tenía que pasar por los ojos de los sacerdotes u otros europeos que los habían destruido y controlaban la escritura. Si es que se registró algo al respecto, seguramente se quemó en la gran fogata de la destrucción de la biblioteca de Moctezuma ordenada por Cortés y Zumarraga más adelante (63). Sin embargo, otras fuentes indoamericanas parecen iluminar ciertos detalles al respecto. El Códice Florentino en la versión indoamericana, por ejemplo, registra cierta preparación por parte de la comitiva de Moctezuma con el aparente intento de asegurarse de que los extranjeros olieran bien antes de acercarse al monarca americano. Dice que: Tomaron muchas flores hermosas y olorosas, hechas en sarteles y en guirnaldas y compuestas para las manos, y pusiéronlas en platos muy pintados y muy grandes, hechos de calabazas... Llegando Motecuzuma a los españoles... luego allí mismo Motecuzuma puso un collar de oro y de piedras al capitán don Hernando Cortés, y dio flores y guirnaldas a todos los demás capitanes...” (64). Nótese que se escogieron “flores olorosas” y se colocaron “flores y guirnaldas a todos los demás capitanes” que se iban a acercar a Moctezuma. Cuando pensamos en la corte “limpia” de la que habla Cortés y todos los cuidados para que todo estuviera limpio en su corte, no podemos evitar concluir que buscaban “perfumarlos” para contrarrestar su mal olor en la limpia corte de Moctezuma. En otra versión más explícita se nota la intensión de perfumar a los forasteros en cuanto se les acercaron y antes de darles los regalos de bienvenida. Dice el texto que: “En grandes bateas han colocado flores de las finas: la flor del escudo, la del corazón; en medio se yergue la flor de buen aroma, y la amarilla fragante la valiosa. Son guirnaldas, con travesaños para el pecho”. Una vez preparado el perfume, el mismo emperador procedió a perfumarlos como seguramente hacían con él sus siervos. Motecuhzuma... los regala con dones, les pone flores en el cuello, les da collares de flores y sartales de flores para cruzarse el pecho, les pone en la cabeza guirnaldas de flores. Pone en seguida delante los collares de oro, todo género de dones, de obsequios de bienvenida (65). El que el texto indique que se escogió “la flor de buena aroma” y la “amarilla fragante” y que son decorados con éstas “el capitán, al que rige la gente, y a los que vienen a guerrear”, indica una clara intención de “florear olfáticamente” a un grupo determinado de personas con la aparente intención de contrarrestar el mal olor de los “dioses” que llegaban sudados y malolientes y que iban a estar cerca del emperador y su corte amante de la pulcritud. Las flores olorosas parecían ser la loción o perfume indoamericano en este caso. Nótese que antes de proceder a los demás asuntos, incluyendo el de ofrecerles “collares de oro”, primero los perfumaron para evitar el mal olor y poder acercarse a ellos placenteramente. Además, Landa parece confirmar el uso de flores para perfumar a alguien cuando dice que los mayas “se bañaban mucho” y que “eran amigos de buenos olores y que por eso usaban ramilletes de flores y yerbas olorosas...” (66). El uso de las flores parece ser entonces un intento por perfumar a una persona. Después de todo las mayas, conscientes de su estética olfativa, también se untaban “un poco de itz-tahté” que es “una resina muy olorosa que las hace agradables y atractivas” (67). El buen olor era importante y estos americanos parecían estar preparados para contrarrestar el mal olor del cuerpo; y para ellos era más que natural aplicarlo a quien lo necesitara, especialmente si iba a estar cerca de sus líderes a quien ellos reverenciaban muy solemnemente. Lo que para los cronistas pareció tradición, bien pudo ser un esfuerzo por “perfumar” al extranjero sin ofenderlo, después de todo aún se creía que eran deidades sobrenaturales y venían acompañados de sus tradicionales enemigos, los tlaxcaltecas. No era el tiempo apropiado para atacarlos verbalmente. Algo más que confirma que los extranjeros olían mal es el hecho de que los mismos extranjeros se extrañaban sobremanera al ver que los indoamericanos se bañan diariamente y eran muy limpios en todo como si esta costumbre indoamericana no fuera parte de ellos, y en forma contraria fuera defecto cultural. Landa llegó al extremo de postular que los indoamericanos eran morenos “por el sol y el continuo bañarse” (68). El baño en sí parecía ser una mala tradición para los recién llegados europeos. Por otro lado, los Shawnees en el norte después de convivir con los recién llegados, daban ya por hecho el mal olor de los europeos anglosajones y usaban esta característica del mal olor del extranjero para considerarlo inferior aun desde la creación por decisión divina del creador. Hablando de los ingleses, franceses y holandeses, decían que “a todas estas razas inferiores de los hombres los hizo blancos, y los puso más allá del Lago Mal Oliente, que ahora se llama el Océano Atlántico” (69). Como todos los extranjeros europeos que venían de ese rumbo olían mal, suponían que su lugar de origen también olía mal por naturaleza. El cielo, el gran emperador, el gran papa, todos moraban allá, en la tierra de los malolientes. Parece indicar que era natural que olieran mal en vista de que venían “del lago de los mal olientes”. Ya sea que los vieran como a seres superiores, dioses, o simplemente como a invasores, esta caracterización fue un rechazo del europeo que los indoamericanos registraron en su estética olfativa y que ayudó a evaluar negativamente la presencia física de éstos en el principio. Tal vez el rechazo estético físico del indoamericano, hacia el europeo nada agradable a la vista, se pueda ilustrar gráficamente en el caso de la Coya Inca al ser pedida por Gonzalo Pizarro. Al no quedar otra alternativa el Inca acepta y la da a Pizarro. Ella sale “bien aderezada y tan hermosa” mientras que Pizarro sin percatarse de su apariencia, de ética o tradiciones de la corte “ansí, delante de todos, sin más mirar a cosa, se fué para ella a la besar y abrazar como si fuera su mujer legítima”. Yupanqui dice que de esto “se rió mucho mi padre”, pero para “los demás puso en admiración” este aparente salvajismo que chocaba con la ética real de la corte del Inca. En cuanto a la princesa dice que “la Inguill” quedó “en espanto y pavor” y cuando la abrazó “gente que no conocía” la princesa empezó a dar “gritos como una loca, diciendo que no quería arrostrar a semejante gente, más antes se huía y ni por pensamiento los quería ver” (70). Bien puede ser que el mal olor de Pizarro contribuyera a los gritos de la princesa indoamericana que se encontraba limpia y sin que ningún mal oliente se le acercara en su corte. Tal vez ese gritar de “espanto y pavor” no era por “gente que no conocía” como dice Yupanqui, sino porque al acercársele y abrazarla pudo percibir enfáticamente el mal olor de Pizarro quien no parecía estar acostumbrado a tanta delicadeza higiénica. Es muy posible que, entre otras cosas, estuvo gritando por el mal olor que la ofendía grandemente, pero que al no haber quien tradujera a los españoles lo que decía en su lengua, nunca se registró su razón para no ofender a los invasores como sucedió con Cortés en Tenochtitlan. De este modo, el olor pudo haber sido un aspecto importante entre el choque de las dos culturas que descuidaron los europeos y que afectó su relación con los indoamericanos. Debe notarse, sin embargo, que aunque en algunos casos la limpieza americana parece ser parte de la nobleza indoamericana, como en el caso de la exagerada limpieza de la corte de Moctezuma, donde como dice Las Casas, “Lavábase al principio y al fin del comer y del cenar el rey, y creo, otros señores en las otras salas, cada uno según sus grado y estado. La tovalla o pañuezuelo que una vez se le daba, nunca más lo había él de ver” (71); así como en el caso en la Española en su primer encuentro donde descubren a una doncella americana que por “su comer, en la honestidad, gravedad y limpieza, mostraba bien ser de linaje” (72), en otros casos de gente más ordinaria como en los que relata Diego de Landa, Gómara, Caminha, Léry, Vespucio, Núñez de Pineda, Sahagún y otros ese no es el caso. De esto, sin embargo, ya estos cronistas, y muchos más, lo han registrado en la historia oficial. De este modo, aunque los europeos se proyectaron en sus crónicas como bellos, limpios y civilizados al contrastarse con los americanos, la microhistoria parece apuntar a otro lado. La percepción indoamericana, haciendo uso de una estética olfativa valorativa, parece evaluar negativamente a los extraños seres cabelludos que invadían sus territorios diferenciándolos, entre otras cosas, por medio del olfato. Es así que, por lo menos en el primer impacto, los europeos no parecen haber atraído a los indoamericanos por medio de la “belleza olfativa” de la que habla Sircello, y no parecen ser del todo apetecibles a los indoamericanos en este primer choque de culturas a través del olfato. Fue de este modo el olfato un tercer factor que evaluara la estética antropológica de los invasores, además del cabello y el color blanco en el primer impacto, formulando una estética tripartita de rechazo hacia los recién llegados. Podemos concluir entonces que aunque la cultura dominante se impuso en la escritura determinando su estética general, la microhistoria entre las líneas de la historia oficial parece pintar una visión un tanto negativa de los que los invadían. La evaluación americana que surge a lo largo del continente es una de rechazo al color blanco de la piel de los invasores, al abundante cabello en sus cuerpos, y al olor que despedían los invasores en el choque cultural de aquella época, clasificándolos como feos. Después de todo, como indicara Dykstra y Westerhoff, “el significado de la belleza ciertamente se determinará por la cultura de uno mismo y por diferenciar individuos en una cultura” (73), y sólo se tenían a sí mismos para determinar quién era placentero a la vista y quién no al compararlos con su propia visión estética. De este modo, después del asombro del primer encuentro, los americanos evaluaron a los europeos como a seres estéticamente inaceptables en el primer choque de culturas en la invasión de América. Notas 1. Edmund Carpenter, “Forward” Julia Blackburn, The White Man: The first response of aboriginal people to the White Man, London, Orbis, 1979, p. 8. Todas las cursivas agregadas para enfatizar un concepto son mías. 2. Memorial de Sololá: Anales de los Cakchiqueles, ed., Adrián Recinos, México, Fondo de Cultura Económica, 1980, 126, Nº 148. 3. Julia Blackburn. The White Man: The first response of aboriginal people to the White Man, London: Orbis, 1979, p. 40. 4. Guy Sircello, A New Theory of Beauty, Princeton, Princeton UP, 1975, pp. 61 19. 5. Miguel León-Portilla, Visión de los vencidos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1989, p. 31. 6. Jack D. Forbes, ed., The Indian in America’s Past, N.J., Prentice-Hall, 1964, p. 65. 7. Julia Blackburn, The White Man: The first response of aboriginal people to the White Man, p. 46 8. Julia Blackburn, The White Man: The first response of aboriginal people to the White Man, p. 46. 9. Julia Blackburn, The White Man: The first response of aboriginal people to the White Man, pp. 99-101. 10. Cornelius J. Jaenen, Friend and Foe: Aspects of French-Amerindian Cultural Contact in the Sixteenth and Seventeenth Centuries, New York, Columbia UP, 1976, p. 24. 11. Ronald Wright, Stolen Continents: The Americans through Indian Eyes since 1492, New York, Houghton Mifflin, 1992, p. 88. 12. Valeria Rodrigues de Costa, “Entre lo diferente y lo semejante: Un viaje antropológico”. Revista de Crítica Literaria Latinoamericana, p. 129. 13. Ronald Wright, 197. No se encontró una palabra adecuada para “redneck” pero es un adjetivo denigrante que significa vulgar, mal educado o ignorante. 14. Peter Nabokov, ed., Native American Testimony. An Anthology of Indian and White Relations: first Encounter to Dispossession, New York, Harper and Row, 1978, p. 43. 15. Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, Josefina García Quintana y Alfredo López Austin, eds., segunda edición, México, Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y Editorial Patria, 1989, p. 825. 16. Visión de los vencidos: Relaciones indígenas de la Conquista, Universidad Nacional Autónoma de México, 1989, p. 12. 17. Peter Nabokov, ed., Native American Testimony. An Anthology of Indian and White Relations: first Encounter to Dispossession, New York, Harper and Row, 1978, p. 28. 18. Miguel León-Portilla, Visión de los vencidos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1989, p. 31. 19. En Norteamérica, por ejemplo, en el área de los Grandes Lagos los oriundos “devoraban [a los primeros europeos] con sus ojos”, en 1660 in Green Bay los Potawatomis no “se atrevían a mirar [a Nicolar Perrot] en la cara, y las mujeres y los niños lo veían a distancia”; mientras que el Padre Caude Allouez se quejaba de que “con frecuencia nos visitaban estas gentes... que no habían visto a un europeo antes, que nos arrollaban” y después “tropas de niños venían a ver al extranjero”. En el área de Misisipí el padre Marquette se quejaba de que “toda esta gente no cesa de vernos. Se recuestan en el pasto sobre el camino; nos preceden, y luego retractan sus pasos para venir y vernos otra vez”. James Axtell, Natives and Newcomers: The Cultural Origins of North America, New York, Oxford University Press, 2001, pp. 24-25. 20. Jean de Léry, History of a Voyage to the Land of Brazil, otherwise called America, Berkeley, California UP, 1990, p. 57. 21. José Toribio de Medina, Los aborígenes de Chile, Santiago de Chile, Imprenta Universitaria, 1952, p. 173. 22. José Bengoa, Historia de los antiguos mapuches del sur: desde antes de la llegada de los españoles hasta las paces de Quilín, Santiago de Chile, Andros Impresores, 2003 p. 48. 23. José Bengoa, Historia de los antiguos mapuches del sur: desde antes de la llegada de los españoles hasta las paces de Quilín, p. 364. 24. Ángel María Garibay, ed. Épica náhuatl, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1993, p. 66. 25. Eve Ball, In the Days of Victorio: Recollections of a Warm Springs Apache, Arizona, The University of Arizona Press, 1992, p. 43. 26. Pero Vaz de Caminha, “Los salvajes al natural”, Noticias secretas y públicas de América, ed., Emir Rodríguez Monegal, Barcelona, Tusquets, 1984, p. 47. 27. Peter Nabokov, ed., Native American Testimony: An Anthology of Indian and White Relations: First Encounter to Dispossession, p. 35. 28. Richard Erdoes and Alfonso Ortiz, eds. American Indian Myths and Legends, New York, Pantheon, 1984, p. 229. Evento reportado en 1894, aunque seguramente sucedió mucho antes. 29. Richard Erdoes and Alfonso Ortiz, eds., American Indian Myths and Legends, p. 496. 30. Peter Nabokov, ed., Native American Testimony: An Anthology of Indian and White Relations: First Encounter to Dispossession, pp. 30-31. 31. Julia Blackburn, The White Man: The first response of aboriginal people to the White Man, pp. 32-33. Al parecer, este encuentro en realidad fue con los franceses, no con los rusos. 32. James Axtell, Natives and Newcomers: The Cultural Origins of North America, New York, Oxford University Press, 2001, p. 32. 33. Para una visión indoamericana más amplia sobre la barba véase a Josué Sánchez, “El cabello como un problema estético en la invasión de América”, Cuadernos del Minotauro, 4, 2006. Véanse pp. 22-27. 34. Francisco López de Gómara, Historia de la Conquista de México, México, Porrúa, 1988, p. 21. 35. Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán, ed., Miguel Rivera, Madrid, Información y Revistas, 1985, p. 44. 36. Gabriel Sagard, Sagard’s Long Journey to the Country of the Hurons, p. 137. 37. Colin G. Calloway, ed., Dawnland Encounters, New England, UP New England, 1991, p. 50. 38. Cornelius J. Jaenen, Friend and Foe: Aspects of French-Amerindian Cultural Contact in the Sixteenth and Seventeenth Centuries, New York, Columbia UP, 1976, p. 24. 39. Cornelius J. Jaenen, Friend and Foe: Aspects of French-Amerindian Cultural Contact in the Sixteenth and Seventeenth Centuries, p. 24. 40. Una notable excepción al respecto que debe notarse, es que en el área de la presente Argentina, según sus cronistas, se encontró un grupo de “barbados americanos”. Dice González del Prado que con Mendoza en el área de Tucumán “fuimos a la provincia de los comechingones, que es la gente barbada y muy belicosa” (Raúl Mandrini, Argentina indígena: los aborígenes a la llegada de los españoles, Buenos Aires: Centro Editorial de América Latina, 1983, 58). Cieza de León reporta también que en el mismo área conocieron a un grupo con gente “de poco lustre, barbados” muy prósperos (61). Alonso de Barzana en el área de Tucumán y Paraguay dice que bautizaron a muchos indoamericanos y que “todos estos indios es gente barba[da?], como los españoles” (81) [énfasis agregado]. Sin embargo, este grupo de “barbudos” parece ser la excepción y no la regla, y parece que sólo se encontraron es este lugar. 41. John Upton Terrell, Apache Chronicle, New York, World, 1972, p. 31. 42. Guy Sircello, A New Theory of Beauty, p. 61. 43. Crónicas de la Compañía de Jesús en la Nueva España, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1995, p. 100. 44. En general, los indoamericanos se bañaban donde tenían esa facilidad por medio de los ríos o los lagos. Donde éste no era el caso se reporta lo contrario, como lo indica, por ejemplo, el padre Sagard en su Long Journey to the Country of the Hurons y Miguel del Barco en su Historia natural de Antigua California, Madrid, Hermanos García Neblejas, 1989. 45. Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán, p. 74. 46. Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán, p. 98. 47. Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán, p. 74. 48. Josefina Oliva de Coll, La resistencia indígena ante la conquista, México, Siglo Veintiuno Editores, 1980, p. 184. 49. Francisco López de Gómara, Historia de la Conquista de México, p. 307. 50. Ronald Wright, Stolen Continents: The Americans through Indian Eyes since, p. 87. 51. Pero Vaz de Caminha, “Los salvajes al natural”, Noticias secretas y públicas de América, pp. 46-47. 52. Jean de Léry, “Visiones de la Francia Antártica”, Noticias secretas y públicas de América, ed. Emir Rodríguez Monegal, Barcelona, Tusquets, 1984, p. 164. 53. Amerigo Vespucci “El Nuevo Mundo”, Noticias secretas y públicas de América, ed. Emir Rodríguez Monegal, Barcelona, Tusquets, 1984, p. 54. 54. Francisco Núñez de Pineda, El cautiverio feliz, ed., Ángel Custodio González, Santiago, Chile, Zig-Zag, 1948, p. 214. 55. Robert Choquette, “French Catholicism Comes to the Americas” in Christianity Comes to the Americas 1492-1776, New York, Paragon House, 1992, p. 178. 56. Robert Choquette, “French Catholicism Comes to the Americas”, p. 179. 57. Adolfo Colombres, La colonización cultural de la América indígena, Buenos Aires, Ediciones del Sol, 1987, p. 39. 58. Adolfo Colombres, La colonización cultural de la América indígena, p. 39. 59. Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, duodécima edición, México, Porrúa, 1980, p. 161. 60. William H. Prescott, History of the Conquest of Mexico and History of the Conquest of Peru, New York Random, no da fecha, p. 321. 61. Bernal Díaz del Castillo, Historia verdadera de la conquista de Nueva España, p. 166. 62. Hernán Cortés, Cartas de Relación, México, Porrúa, 1979, p. 68. 63. Algunos justificadores de la historia oficial han tratado de disminuir esta destrucción, pero otros no: “La pérdida de tantos preciosos monumentos de su antigüedad fue amargamente deplorada por los indios, y aun los mismos autores del incendio se arrepintieron cuando echaron de ver el desacierto que habían cometido; pero procuraron remediar el daño, ora informándose verbalmente de los mismos habitantes, ora buscando las pinturas que se habían escapado de las primeras investigaciones...”. Joaquín Gracía Icazbalceta, Opúsculos varios tomo II, México, Imprenta de Agüeros, 1896, 21. Cita a Clavijero en su Historia antigua de México. 64. Bernardino de Sahagún, Historia general de las cosas de Nueva España, Josefina García Quintana y Alfredo López Austin, eds., segunda edición, México, Dirección General de Publicaciones del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes y Editorial Patria, 1989, p. 834. 65. Miguel León-Portilla, Visión de los vencidos, México, Universidad Nacional Autónoma de México, 1989, pp. 66-67. 66. Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán, p. 74. 67. Demetrio Sodi M., Los mayas, México, Panorama, 1996, p. 19. 68. Diego de Landa, Relación de las cosas de Yucatán, p. 25. 69. Julia Blackburn, The White Man: The first response of aboriginal people to the White Man, pp. 99-101. 70. Titu Cusi Yupanqui, Relación de la Conquista del Perú, Lima, Ediciones de la Biblioteca Universitaria, 1973, p. 67. 71. Bartolomé de las Casas, Los indios de México y Nueva España, México, Porrúa, 1993, p. 126. 72. Josefina Oliva de Coll, La resistencia indígena ante la conquista, p. 20. Cita a W. Irving en Vida y viajes de Cristóbal Colón. 73. John Dykstra Eusden y John H. Westerhoff III, Sensing Beauty: Aesthetics, the Human Spirit, and the Church, Cleveland, U Church P, 1998, p. 21. ** Josué Sánchez josuesanchez@westminster.net Profesor investigador mexicano (1949). Reside en Estados Unidos. Investigador colonialista del choque de culturas en la invasión de América. Tiene una maestría de la Universidad de Texas en Austin (http://www.utexas.edu), y un doctorado de la Universidad de Nuevo México (http://www.unm.edu). Docente en varias universidades, actualmente enseña en una escuela privada. Ha traducido y publicado la antología de artículos El libro de Mormón ante la crítica (1992), y traducido y preparado otro libro analítico sobre la misma temática: Hacia una dialéctica del Mormonismo. Ha presentado ponencias sobre el tema en diferentes países y publicado en varias revistas críticas impresas y electrónicas. Actualmente preside el Club de Poetas de Atlanta (http://www.elquintosol.org). === Eisejuaz, un santo grotesco Margoth Cuevas Aro =================== Eisejuaz es una novela de la escritora argentina Sara Gallardo (1931-1988). El protagonista de Eisejuaz es Lisandro Vega, un indio mataco que renuncia a un destino de jefe en su comunidad para consagrarse a Dios, por lo que elige vivir entre los blancos y cuidar de un ser abyecto, Paqui, por creerlo un “mandado” del Señor. Se trata de un personaje que integra dos mundos, el cotidiano, en el que se desenvuelve como una persona marginal, pobre, despreciada, y un mundo espiritual constituido por las voces que escucha y que interpreta como pertenecientes a la divinidad. La obra desarrolla este proceso en que Eisejuaz abre las puertas de su transcurrir diario a un mundo suprarreal que le exige un comportamiento de sumisión a un ser degradado. Haremos un primer acercamiento al texto reconstruyendo la historia del héroe en forma secuencial, estableciendo subestructuras narrativas, denominadas “tramos” por el narrador. Luego realizaremos la lectura pensándolo desde la noción de producto literario como una construcción, un sistema dinámico estructurado en torno de un “factor constructivo” dominante en la construcción del mundo ficcional (Tinianov, 1923), que es la puerta de comunicación del mundo narrado con el afuera del texto. A primera vista, estamos en presencia de una especie de relato hagiográfico pero, a poco que se fuerce la mirada, encontramos fisuras, quiebres e inversiones que lo alejan de ese horizonte de expectativas y autorizan, en cambio, un asedio al texto desde otro lugar, concretamente, planteando la hipótesis de que el procedimiento de construcción básico es el grotesco, lo que conlleva un planteo de inversión paródica del relato hagiográfico canónico. Wolfgang Kayser (1964) y Mijaíl Bajtín (1987) serán los dos teóricos que tendremos como principales referentes en la conceptualización de los conceptos de grotesco e inversión paródica. Del primero tomaremos la idea del grotesco como un procedimiento de distanciamiento del mundo familiar, de desarticulación y disolución causados por la intromisión de fuerzas abismales, con motivos y recursos reconocibles y rastreables en un texto dado, y de Bajtín su concepto de realismo grotesco nutrido en la inversión carnavalesca, cuyo sustento es la degradación de lo elevado por medio de su transferencia al mundo corporal y material. El relato Lisandro Vega, Eisejuaz, es un aborigen del norte argentino, un mataco, cuya vida es de muy difícil reconstrucción por la asincronía y la fragmentación del discurso. El relato comienza casi al final de la historia, cuando Eisejuaz recorre el último tramo de su camino. A partir de allí, los retrocesos y avances continuos, la información dada por retazos, hacen un llamado de atención constante sobre el propio relato, en desmedro de la historia de santidad, que debería ser el foco en el relato hagiográfico. Sí responde al itinerario de un santo la división del camino de vida en cinco “tramos”, fases de un camino de santidad, lo que implica linealidad y sucesión. Sin embargo, esa linealidad es conseguida por el lector luego de un lento proceso de reconstrucción. Así, el libro es una suerte de hipertexto que ordena en el relato una lectura no secuencial, por diversos fragmentos narrativos que sólo cobran orden cronológico desde ciertos anclajes o recapitulaciones que los vinculan. La historia, dividida en tramos Desde su nacimiento en un hogar de indios matacos que residían en el monte, hasta los quince años, ya sin familia, viviendo en una misión religiosa noruega, se extiende el primer tramo del camino de Lisandro. A esa edad se casó. Ya en este período tuvo dos encuentros con mensajeros sobrenaturales, aunque uno de ellos sólo es enunciado en el relato, no adquiere verdadera entidad narrativa. A los 16 años, comienza el segundo tramo de su camino, el que transcurre casi todo en la misión. Este segundo hito en su sendero es fundamental porque en su transcurso se produce el encuentro con el Señor. Luego, aparecen los sueños y con ellos el don de la profecía, y, también, se pone en escena la figura del mentor, el guía que le ayuda a avanzar en su itinerario de santidad, Ayó Vicente Aparicio. El tercer tramo es de silencio y de dolor. Muerta su mujer, echado de la misión, Lisandro se quedó sin voces. Momentos de confusión, de duda, de maldiciones, de enfermedad, de muerte, del alejamiento del llamado divino. Es un estadio que se desarrolla en diferentes espacios, todos transitorios, casi todos públicos: debajo de un quebracho, en una casa, en el bar, en la cárcel, en la plaza. El quebracho lo cobija dos veces, en el desamparo físico y en el espiritual. La primera, casi muerto después de salir de la misión, es encontrado por un estudiante de magisterio, un mataco joven, que le brinda ayuda, alojándolo en su casa, el único espacio privado que lo contiene en este período. La segunda vez, en total desamparo, clama al Señor sin obtener respuesta: “(...) ‘Qué te hice yo. ¿Para eso me compraste?’ (...) Pero nadie no me contestó” (p. 32). En el tiempo en que Eisejuaz decidió cambiar el rumbo y partió hacia Orán a pedirle ayuda a su maestro, caminando para que fuera mayor el sacrificio, podemos ubicar el cuarto tramo de su vida. El espacio preponderante es el camino hacia Orán, lugar de residencia de Aparicio. También el bar es un lugar de visita frecuente y, como sitio nuevo, el río Bermejo, como el espacio de purificación, y la casa que se construyó detrás del aserradero, como el espacio de la espera. Es una etapa de oscilación entre la exaltación de su fe, la indiferencia o resignación y la caída. Los mensajeros van y vienen, él cree y descree, hasta que, finalmente, acepta o descubre que tiene una misión, entregar sus manos a un enviado del Señor, por lo que abandona su trabajo en el aserradero, construye una casa de paja colorada atrás de las vías y allí se queda, esperando. Cuando se dio cuenta de que Paqui era el enviado del Señor, comenzó el quinto y último tramo de su camino. Espacios determinantes en la trama son el zanjón donde deja y recoge a Paqui, el prostíbulo donde trabaja y el monte. Éste es un espacio indefinido que se estructura como el no pueblo. Allí va con Mauricia, su cuñada a la que rapta. Allí va con Paqui, cuando lo lleva, enfermo, porque así se lo indicaron en un sueño. Allí tiene su lucha cuerpo a cuerpo con El Malo. Allí concurre a pedirle consejo a Vicente Aparicio, poco antes de morir. Su relación con Paqui era ambivalente. Lo cuidaba, lo abandonaba y nuevamente lo rescataba. Poco a poco se fue dando cuenta de que se trataba de un ser despreciable, que lo humillaba constantemente. Sin embargo, Eisejuaz se mantuvo siempre firme en su convicción de que había nacido para cumplir las cosas del Señor, pese a las tentaciones que amenazaban con apartarlo de su camino: “Cinco veces habló una voz para descorazonarme”. (p. 83). Finalmente, Paqui y él terminaron juntos, enterrados en el mismo pozo. El grotesco como procedimiento de construcción Siguiendo a Kayser (1957), el concepto “grotesco” integra una triple dimensión; hace referencia a un peculiar proceso de creación, a ciertas estructuras presentes en las obras de arte y, también, a una determinada percepción de las mismas. Estas tres dimensiones no aparecen aisladas: el efecto y la percepción grotescos son provocados por motivos y procedimientos que se patentizan en una determinada estructura. Como estrategias de composición, la más relevante es la presentación del mundo narrado como fragmentado, con quiebres. Por las grietas de la realidad asoma un vacío inesperado que suele manifestarse en la falta de cohesión del relato en el plano de la causalidad, o, también, se muestra lo monstruoso, que es atraído a la realidad asumiendo una identidad, por lo que dos realidades discontinuas coinciden. La construcción del efecto grotesco en la representación artística se sustenta en un distanciamiento de lo próximo, en la puesta en escena de un sinsentido que provoca un descentramiento y, sin embargo, no está exento de humor. Dice el autor: El mundo grotesco es nuestro mundo ...y no lo es. El estremecimiento mezclado con la sonrisa tiene su base justamente en la experiencia de que nuestro mundo familiar —que aparentemente descansa en un orden fijo— se está distanciando por la irrupción de poderes abismales y se desarticula renunciando a sus formas, mientras se van disolviendo sus ordenaciones (Íd. p. 40). Varios son los motivos que reconocemos como característicos de la obra grotesca: El motivo más notorio es la aparición de lo “monstruoso”, lo extraordinario, lo contrario a lo considerado natural. Se trata de la presencia de animales fabulosos, pero también de animales reales, como víboras, reptiles, búhos, murciélagos, arañas, en general, sabandijas, animales nocturnos, de sangre fría, impuros, indignos de ser ofrecidos en sacrificio y, principalmente, de la alteración de las proporciones y confusión de los órdenes y dominios considerados naturales, ya sea mezcla de animal y humano, de animal y vegetal, de metal y orgánico, de animado e inanimado, etc. No sólo los animales y la confusión de límites son motivos del grotesco, también lo es la vegetación exuberante, espesa, desconocida, en la que el hombre puede perderse o que es sentida como pronta a transformarse en lo otro, lo animal que es capaz de devorar. Se relaciona con el tratamiento del espacio: abierto, en el que el personaje pierde puntos de referencia, o cerrado, en el que se asfixia, se ahoga. Son también motivos del verosímil grotesco, instrumentos o utensilios que pueden causar dolor o muerte como objetos con punta, cuchillos, tijeras, sierras; lo inerte o mecánico que cobra movimiento propio, que se independiza de la voluntad humana o la parte que se separa del todo, el juego de la máscara y el rostro, la presencia del más allá en el entorno cotidiano, la puesta en cuestión de los límites. En cuanto a la percepción del grotesco, el enfrentamiento con fuerzas ominosas genera un sacudimiento que es emocional e intelectual. El choque con lo “otro” provoca un retorno, un rebote hacia la mismidad y la pone en cuestión, ampliando las fronteras del pensamiento. Por otra parte, el trato con fuerzas oscuras, a la par del sentimiento de vulnerabilidad, funciona como un conjuro y deviene en un sentimiento de liberación. Kaiser lo expresa así: (...) Pese a toda la desorientación y todo el estremecimiento producidos por los poderes oscuros que están en acecho dentro de nuestro mundo y detrás de él y que son capaces de producirnos el distanciamiento de este mundo, la representación verdaderamente artística nos trae, a la vez, una secreta liberación. Se ha divisado lo oscuro, descubierto lo macabro y pedido explicaciones a lo incomprensible. De estos hechos se desprende nuestra última definición: la configuración de lo grotesco constituye la tentativa de proscribir y conjurar lo demoníaco en el mundo (Íd. p. 228). Por su parte, Mijail Bajtín (1987), en su estudio de la cultura popular cómica como contexto de la obra de Rabelais, plantea diversas formas de manifestación de la misma. Dice al respecto: Las múltiples manifestaciones de esta cultura pueden subdividirse en tres grandes categorías: 1. Formas y rituales del espectáculo (festejos carnavalescos, obras cómicas representadas en las plazas públicas, etc.); 2. Obras cómicas verbales (incluso las parodias) de diversa naturaleza: orales y escritas, en latín o en lengua vulgar; 3. Diversas formas y tipos del vocabulario familiar y grosero (insultos, juramentos, lemas populares, etc.) (Ib. p. 10). El espectáculo popular por excelencia era el carnaval, un espacio en el que el hombre medieval ponía en juego una percepción y una existencia duales, la oficial y otra, deliberadamente no oficial, cómica y liberadora, regida por el principio de la risa y en aras de los ideales superiores de la existencia humana. El pueblo lo vivía como una segunda vida, un espacio de liberación en el que los imperativos sociales y culturales eran dejados de lado, por lo que se generaba una comunicación peculiar que requería el uso de un lenguaje también peculiar, propio del carnaval. Este lenguaje carnavalesco da cuenta de una cosmovisión compleja, impregnada de una percepción relativizadora de las relaciones y verdades naturales y culturales, dinámica, característica del mundo al revés, de lo que resulta un humor festivo, popular y universal y una risa ambivalente que “niega y afirma, amortaja y resucita a la vez. (...) expresa una opinión sobre un mundo en plena evolución en la que están incluidos los que ríen” (Ib. p. 17). Bajtín sostiene que la cultura del carnaval, entendido como espacio liberador de la ideología dominante, coadyuvó en sentar las bases del Renacimiento, en cuanto posibilitaba una mirada crítica sobre la cultura medieval imperante: “(...) una mirada desprovista de piedad, perfectamente crítica, pero al mismo tiempo positiva y no nihilista (...). Ese era el poderoso apoyo que permitía enfrentarse al siglo gótico y sentar los fundamentos de una nueva concepción del mundo (...)” (Ib. p. 246). En lo referente a la segunda categoría, las obras cómicas verbales, se trata de una literatura para recrearse en la época de libertad de las fiestas. La parodia sacra, en latín, fue una de las más fructíferas, aunque lo sagrado también fue fecundo objeto de comicidad en lengua vulgar. Había parodias de las liturgias, de las oraciones y letanías, de los salmos, de los concilios, de pasajes bíblicos, en general, del discurso de la Iglesia. Todas compartían la inclusión de la risa ambivalente y estaban enmarcadas en un sentido trascendente del tiempo —la sucesión de las estaciones, los ciclos de la agricultura— y del plano material y corporal —la integración de opuestos aparentes como vida/muerte; superior/inferior, desde una concepción de regeneración perpetua, de un cuerpo en proceso, dinámico, inacabado. Se debe tener presente que la parodia medieval no busca la denuncia de aspectos negativos de un sector social dado, sino que muestra el costado cómico del universo: “Es el aspecto festivo del mundo en todos los niveles, una especie de revelación a través del juego y de la risa” (Ib. p. 81). La risa festiva era disparada casi siempre por la transposición de lo “elevado” al lenguaje de lo “inferior” del cuerpo y la materia. Por su parte, el lenguaje familiar también recogía esa risa ambivalente. La profusión de imágenes del cuerpo, de sus fluidos y desechos y relativas a la comida, pueblan el lenguaje familiar y el que Bajtín denomina “vocabulario de la plaza pública”, es ingresado en la literatura festiva. Este lenguaje debe ubicarse en el contexto de la fiesta popular para no interpretarlo como una mera vulgaridad, y debe relacionarse, en cambio, con los procesos de renovación de la naturaleza, de fecundidad y bienestar del cuerpo, pero no el cuerpo como una entidad individual, separada y acabada, sino considerado como un cuerpo genérico, colectivo: “El cuerpo grotesco es un cuerpo en movimiento. No está nunca listo ni acabado: está siempre en estado de construcción, de creación y el mismo construye otro cuerpo; además, este cuerpo absorbe el mundo y es absorbido por éste” (Ib. p. 285). Groserías, blasfemias, obscenidades, imprecaciones, juramentos, pregones, menciones escatológicas, voces onomatopéyicas, constituyen el vocabulario grotesco por excelencia. La conjunción de elogios e injurias no es poco usual, incluso en el lenguaje familiar actual es frecuente que palabras injuriosas tengan un fin elogioso. La fusión de lo aparentemente contrario como el epíteto laudatorio y el injurioso responde a la idea de un mundo en proceso “que nace y muere al mismo tiempo, es decir un mundo bicorporal. La imagen dual que reúne a la vez elogios e injurias, trata de captar el instante preciso en que se produce el cambio, la transición de lo antiguo a lo nuevo, y de la muerte al nacimiento” (Ib. p. 158). En las tres formas planteadas, la vida material constituye un eje sostenedor y disparador de la risa festiva. Para el autor tratado, este sostén material y corporal es consustancial a la cultura cómica popular y responde a su particular concepción estética, la del realismo grotesco. A este propósito sostiene el autor: En el realismo grotesco (es decir, en el sistema de imágenes de la cultura cómica popular) el principio material y corporal aparece bajo la forma universal de fiesta utópica. Lo cósmico, lo social y lo corporal están ligados indisolublemente en una totalidad viviente e indivisible. Es un conjunto alegre y bienhechor” (Ib. p. 23). Una de las características más relevantes del realismo grotesco es la degradación de lo considerado elevado o sublime. Esta degradación opera transfiriendo el mundo espiritual y abstracto al mundo de la materia, sobre todo en relación con la satisfacción de las necesidades corporales básicas. Para ello, se parte de una topografía rigurosa, en la cual los significados de “alto” y “bajo” responden a valores absolutos: en la medida del cosmos, son el cielo y la tierra respectivamente y en la medida del hombre, lo alto corresponde a su rostro o cabeza y lo bajo al vientre, trasero o genitales. Dado que degradar es rebajar, la degradación implica mancomunar lo alto con lo bajo, el mundo de las ideas con el del cuerpo en sus fluidos y desechos, pero también con el cuerpo fecundo, regenerador de la vida. Es una forma de conocimiento, que parte de renovar la percepción del objeto. Bajtín asevera: El mundo no podía convertirse en un objeto del conocimiento libre, fundado sobre la experiencia y el materialismo, mientras se encontrara separado del hombre por el miedo y la piedad, mientras estuviera impregnado por el principio jerárquico. La conquista familiar del mundo destruía y abolía todas las distancias y prohibiciones creadas por el temor y la piedad, aproximando el mundo al hombre y a su cuerpo, permitiéndole tocar cualquier cosa, palparla en todas partes, penetrarla en sus profundidades, volverla al revés, confrontarla con cualquier otro fenómeno, por elevado y sagrado que fuese, analizarlo, estimarlo, medirlo y precisarlo, todo ello en el plano único de la experiencia sensible y material (Ib. p. 344). La vida de Lisandro Vega: un camino de santidad grotesco Ya desde niño, Eisejuaz se muestra como un niño peculiar, visitado por los mensajeros del Señor en dos ocasiones, aunque, como ya dijimos, sólo una de ellas tiene entidad narrativa, la otra se queda en la mera enunciación. La primera visita ocurrió antes de su llegada a la misión, cuando vivían en el monte. Mientras se procuraban comida, su madre le pronosticó un destino de líder de su comunidad: “Mi madre me dijo: ‘Sos grande, pronto cazarás con los hombres sin tener la edad. Algún día serás jefe’ ” (p. 19). Las palabras de su progenitora provocaron los celos y la reacción violenta de otra mujer, madre de varones, iniciándose entonces una pelea, en la que la agresora perdió cuatro dientes y a la que luego el jefe, como no lo escuchaban, cuando va a separarlas le quebró un brazo. No obstante, no se atrevió a hacer lo mismo con la madre del protagonista. Levantó el garrote, pero la sorprendente inmovilidad de ella, su postura hierática, lo detuvieron. Es evidente que la madre no es una mujer como las otras, muestra signos de superioridad. También el padre cumple un papel relevante, de sanador: “Mi padre también curaba (...) era hombre bueno y curó a muchos; y no curó más, bautizado en el campamento. Cantó cuando murió” (p. 37). Vemos que desde antes de nacer Eisejuaz tiene un entorno familiar peculiar que lo singulariza. Ese mismo día, en medio de las consecuencias de la violencia vivida, aparece en escena el primer mensajero del Señor. Se trataba de una lagartija. “Entonces un mensajero del Señor pasó para hablarme. Era una lagartija. Pero con su color igual que el sol. Yo la seguí, la corrí. Llegué a un claro. En ese claro no la encontré. La busqué y no la encontré” (p. 20). Recordará al mensajero a la noche, en el momento en que estaban comiendo lagartijas y otros insectos que cocinaban en las brasas. Corrió al monte y allí encontró una lagartija. Ninguno de los dos se movió, sin embargo, comenzó el pacto que signará la vida de Eisejuaz. Así lo explica el narrador: Nada dije, ni me moví tampoco. Esa lagartija tampoco. “Te va a comprar el Señor —me dijo— le vas a dar las manos”. Nada dije. “El Señor es único, solo, nunca nació, no muere nunca”. Yo la oía. Brillaba. Dijo: “Ahora hablá”. Yo le dije: “Bueno” (p. 20). Luego, todos estaban buscando a Lisandro, tenían miedo porque era de noche y un jaguar rondaba el campamento, pero él estuvo siempre a salvo. Al otro día lo llevaron a mirar el lugar donde había estado. Le mostraron sus huellas y las huellas del jaguar: A la mañana me llevaron a mirar las huellas. Fuimos hasta el cevil y vi las huellas de mis pies. Y las huellas del jaguar daban cuatro vueltas alrededor de mis huellas y después las seguían cuando caminé y cuando corrí. Yo no lo había visto. Él no me había tocado. Desde ese día no me preguntaron nada (p. 20). Esto que puede verse como un camino de santidad o de locura ofrece varias muestras para tenerlo, en cambio, como inversión paródica del camino típico del santo. En primer lugar, es hiperbólica la concentración exagerada de señales de santidad en un mismo hecho: madre y padres rodeados de un aura singular, aparición del mensajero, poder único sobre las fieras. En segundo lugar, causa estupor la materialización del mensajero nada menos que en una lagartija, una especie de reptil que se alimenta de insectos y habita en los huecos de las paredes y en el medio de los escombros. Recordemos que Kaiser plantea como motivos del grotesco la aparición de sabandijas, reptiles y, en general, animales considerados repugnantes, y que Bajtín, en su teoría del realismo grotesco, sostiene que la materialización o degradación de lo alto es su rasgo sobresaliente. Por otra parte, siendo el reptil un mensajero, no le da ningún mensaje, ya que no le habla, simplemente pasa. Además, pronto lo olvida y lo recordará recién cuando está comiendo, precisamente lagartijas e insectos. En tercer término, en el fragmento transcripto más arriba, es fácil notar la contradicción flagrante entre la declarada inmovilidad del mensajero y Lisandro y, de inmediato, el declarado diálogo entre ambos. No menos llamativo es lo que se dicen, sobre todo la respuesta del niño, quien, a la hora de responder a un enviado del Señor contesta con un pedestre “Bueno”. Este niño de sólo doce años es tan especial que tiene la capacidad de guiar a su familia desde el monte hacia la misión. Lo cuenta Lisandro: Allí mi padre, ese hombre bueno, allí mi madre, esa mujer animosa con el hijo de encargue, allí tantos kilómetros saliendo del Pilcomayo a pies hicimos por la palabra del misionero. Allí mis dos hermanos. Allí yo, Eisejuaz, Éste También, el más fuerte de todos. Veo y digo: “Aquí se descansamos, aquí paramos” (p. 15). Y también: Doce años cuando se vinimos. Dije a mis padres: “Se tenemos que ir”. Lo dije por la palabra del misionero. Y ellos: “Bueno; ya en el monte no se puede vivir”. Tantos días a pies, saliendo del Pilcomayo, caminando. Pero todos vinieron a morir con la peste del blanco (p. 87). Eisejuaz tiene una influencia muy grande en su entorno familiar. Es él quien toma la determinación de iniciar un cambio radical de vida y sus padres y sus hermanos se limitan a seguirlo. También él indica cómo ha de realizarse el trayecto, dónde han de detenerse, dónde descansar. Sin embargo, ese liderazgo precoz que podría ser señal de santidad, sólo sirvió para llevar a su familia a la muerte, que no es cualquier muerte, sino la producida por “la peste del blanco”: El segundo tramo de su camino es de importancia capital, porque se produce el encuentro con el Señor. Desde el año anterior, estaba casado con Lucía Suárez y trabajaba en el hotel de doña Eulalia, como lavacopas, junto a Gómez, quien luego será el dueño de la cantina del pueblo y del prostíbulo. En ese hotel, lavando las copas, oyó la palabra del Señor, directamente, sin intermediarios: Yo le entregué mis manos al Señor, porque me habló una vez. Me habló otras veces antes, pero usando sus mensajeros en el Pilcomayo, cuando fui chico y anduve con las mujeres juntando los bichos del monte. Me habló con sus mensajeros en la misión, y el misionero me puso siete días en penitencia. Pero lavando las copas en el hotel me habló Él mismo (...) El agua salía por el desagüe con su remolino. Y el Señor de pronto, en ese remolino. “Lisandro, Eisejuaz, tus manos son mías, dámelas”. Yo dejé las copas. “Señor, ¿qué puedo hacer”. “Antes del último tramo te las pediré”. “Ya te las doy, Señor. Son tuyas. Te las doy ya”. El Señor se fue. Quedó el remolino con la espuma del jabón brillando (p. 18). La experiencia lo mantuvo cuatro días sin hablar; finalmente, al quinto día, le dijo a su mujer que el Señor le había hablado: “—Y ahora —dijo mi mujer—, ¿qué vamos a hacer? —‘¿Qué vamos a hacer?’ es lo que dijo” (p. 19). Acaso la imagen más grotesca del texto la hallemos en este encuentro de Eisejuaz con el Señor, es el momento en que lo más alto se integra con lo más bajo. Mientras el joven Lisandro lavaba las copas, el Señor mismo aparece en el agua del desagüe, en el remolino de agua sucia, casi a punto de irse por el caño a reunirse con el resto de los residuos. La divinidad en la cloaca, el ideal corporizado en el desecho, sólo puede entenderse en el marco de la inversión paródica y es un elemento que claramente desautoriza la visión de Eisejuaz como el de un camino de santidad a secas. Una vez finalizado su servicio militar (fue soldado en Tartagal), el reverendo lo designó como capataz de la misión. Por esos días un persistente sueño comenzó a acosarlo: “Un sueño me vino en ese entonces. Por cuatro años, el sueño aquél. Cada tres noches, por cuatro años. Hasta cansar el sueño aquél. Siempre corriendo, Eisejuaz, éste también, buscando, viajando” (p. 47). En el sueño, veía su casa vacía. Se veía a sí mismo corriendo, buscando, viajando por sitios nuevos, en tren, en bicicleta, en ómnibus. Alguien le hablaba. Preocupado por esas imágenes oníricas recurrentes, se decidió a buscar consejo en un hombre sabio que había sido amigo de su padre. Ese será su mentor, Ayó Vicente Aparicio, un trabajador de YPF que vivía en Orán. Aparicio, dueño de una inspiración sobrenatural, le pronosticó que el sueño se cumpliría antes de los diez años: “Pero me cansé. Busqué al hombre conocedor, amigo de mi padre, que vive en Orán. Busqué a Ayó, Vicente Aparicio. Fui adonde trabajaba, en la YPF” (Ib. p. 47). La mención del lugar de trabajo de su maestro —Aparicio trabajaba en YPF— es de un rotundo efecto paródico. Allí donde se espera un ser de vida ascética, aparece un trabajador común de una empresa argentina archiconocida. Más adelante vuelve a darse este efecto con Aparicio, quien es, paradójicamente, el único que comparte con el protagonista una visión superior que le permite ejercer el don de la profecía. El episodio es el siguiente: En la bruta calor, llegamos a un lugar donde hay algunos árboles, y nos sentamos para esperar la noche. Cuando vino la noche busqué en mi pantalón unas semillas de cevil y se las di. Él se quitó un zapato y las puso adentro. Buscamos una piedra, un fierro y encontramos un pedazo de la calle rota, un cacho de piedra. Y molió las semillas de cevil. Mezcló ese polvo con el tabaco. Y armó un cigarrillo. Y me miró, pero yo ya no tenía mi yesquero. Entonces encendió el cigarrillo. Su alma salió de recorrida. Cantó. (...) Paró un auto y ha gritado: —¡Flor de borrachera! ¡Dejen dormir! Entonces quedamos callados. Ayó me agarró la mano. Sopló dentro de mi boca. Puso su saliva sobre mi lengua. Caminamos después volviendo para su casa, y pasamos por las calles abiertas de esa ciudad, sin obreros, porque era de noche (Ib. pp. 54 y 55). Si analizamos el fragmento, como una muestra de los muchos que aparecen en el texto, encontramos que el aspirante a santo comparte con su mentor no el pan, sino la semilla de cevil, la cual es molida nada menos que en un zapato, el cobijo de los pies, la parte más baja del cuerpo y la que está en contacto con la tierra. Para molerla, usan “un pedazo de la calle rota, un cacho de piedra”, el desecho, lo inservible. Por otra parte, cuando Ayó lo mira esperando fuego para el cigarrillo, Eisejuaz trae a colación que ya no tenía su yesquero, es decir, relaciona un hecho vulgar con uno de desprendimiento supremo, cuando decide quedar desnudo para avanzar en su camino y entrega ese regalo de su padre que era lo último que le había quedado, ya que hasta de la camisa se había desprendido. Además, el canto errante del alma de su mentor, un canto que presuponemos etéreo, es rebajado a lo corporal, hasta tal punto que los que escuchan lo atribuyen a la borrachera y desde un auto le gritan que deje dormir. También la ceremonia de comunión es una inversión, sobre su lengua pone no la representación del cuerpo divino, sino su fluido, su saliva. Por último, la mención de los obreros en la ciudad nocturna queda como una digresión inexplicable en el cuadro. Continuando con el relato, el trabajo de capataz le demandaba a Eisejuaz un gran esfuerzo: “Guerra es ser capataz de la misión. Puro enojarse, puro gritar, puro pelear, puro ordenar, puro sufrir la envidia de cada uno” (p. 47). Simultáneamente, trabajaba como motorista en el aserradero de don Pedro López Segura. Cuando se cumplió el tiempo pronosticado por el guía, tuvo otro sueño: vio dos vacas, la más grande lastimaba cruelmente a la más chica. Ese mismo día, siete mujeres (la vaca más grande) comandadas por aquella que había peleado con su madre en el monte, hacía muchos años, entraron a la casa y golpearon a su mujer (la vaca más chica). Después volvieron a golpearla en la canilla del agua. Desde ese lugar las llevaron a todas presas. Eisejuaz lo relata: Ya nunca se sanó. No sanó mi compañera Quiyiye, Lucía Suárez, ya no sanó. Su hombre a los quince de mi edad. Mi mujer a los trece. No miró a otros. No tuvo hijos y lloró escondida. Tuvo conocimiento de las cosas, supo de la vida humana, dijo: “¿Qué vamos a hacer?”, cuando me habló el Señor en el hotel, lavando las copas. No sanó. Fue hija de tobas y matacos, mi compañera. Linda fue (p. 48). El patrón mandó a Lucía a Salta para que la curaran y allí Lisandro vio el lugar de su sueño y los hechos soñados se cumplieron: “Vi mi casa vacía. Me vi corriendo, Eisejuaz, Éste también, buscando. Viajando. (...). Salta era aquel pueblo, esas calles, aquel sitio. Y aquel hombre que me habló en el sueño salió del hospital y me habló. Buscando a mi mujer, corriendo, trabajando en el aserradero” (p. 48). Lucía volvió a su hogar a morir: “En el suelo dormimos, sobre papel. Rompí mi ropa para secar aquello que corría, aquel mal olor (...)” (Ib. p. 49). Si bien, por un lado, se confirma el don de los sueños proféticos de Lisandro, por contraste, se intensifica el grotesco con la imagen de la joven muriendo en el suelo, entre papeles, descomponiéndose ya. Poco tiempo después, el reverendo lo sorprendió invocando a los mensajeros del Señor, por lo que le dijo que abandonase la misión. Eisejuaz fue dándose cuenta de que los mensajeros lo abandonaban. Pensó en sus bienes materiales y le pidió al reverendo que le dé sus cosas a su cuñada, Mauricia Suárez y al marido. Antes de irse, maldijo a quien lo echaba: Reverendo. Un día me verás llegar y la lengua que quiera llamarme quedará pegada en tu paladar. La muerte vendrá para vos con golpes y con fierros. Antes de morir pensarás en mí. Como el suri cazado ve correr a su cría, muy demasiado chica para vivir, verás disparar a tus hijos y estarás muriendo. Eisejuaz no podrá impedirlo, nadie no podrá (p. 32). Esta profecía se cumplirá más adelante, cuando Lisandro recorra el quinto tramo en su sendero, ya que el reverendo morirá en un accidente de auto, frente a sus hijos y luego de zaherir a Eisejuaz: Allí sonó aquel ruido. Allí las plantas de la barranca removieron el verde, se doblaron, se rompen. (...) Muerto el reverendo. El seso afuera. El caracú saliendo del espinazo. (...) Alto, gritó el fuego. Abrió su boca para gritar. Como leche, hirvió el seso del reverendo, hirvió el caracú en su hueso. Mostró los dientes en el calor. Subí la barranca. Los hijos corrían y gritaban y se caían; gritaban, se levantaban y corrían y llegaron al pueblo (Ib. p. 112). La chocante descripción del hecho, la morosidad en los detalles macabros en el marco del verde roto, de los gritos y carreras de los niños y del distanciamiento del narrador autorizan una percepción del texto como grotesco o la visión, al menos, de un camino de santidad extraño. Luego de que fue separado de la misión, Lisandro se quedó triste, sin su mujer, perdido, sin voces. Es el tercer tramo de su camino. Clamó a Dios, enfermo, abandonado debajo de un quebracho. En ese estado, casi muerto, lo encontró un paisano vestido de blanco, un mataco que quería ser maestro. El joven, mientras iba a la escuela, lo dejó al cuidado de una vieja y de un viejo, rengo a causa de una flecha que le habían clavado cuando era niño. Por la tarde, pasó a buscarlo y lo llevó a su casa, donde vivía con su mujer y tres hijos. Esa noche, la vieja contó la muerte de su hermano. A éste lo había picado una víbora en el monte y luego lo atacó un jaguar. Cuando trajeron al joven “las tripas le colgaban hasta el suelo. Muerto como estaba, la cara del terror le había quedado” (Ib. p. 35). La acumulación de motivos para la muerte, primero la víbora y luego el tigre, sumado a la mención de las tripas colgando, constituyen imágenes grotescas evidentes. El viejo no quería a Eisejuaz e instaba a no darle cobijo, razón por la cual Vega lo maldice: “El corazón tenés torcido como las patas; no pasarán treinta días sin que el Señor te castigue” (p. 33). Este hecho será gravitante en el resto de la historia, porque este viejo, junto con la vieja chahuanca que aparece luego, serán factores propiciatorios de la posterior muerte del protagonista. Sin embargo, poco a poco Lisandro fue reponiéndose. Una mañana salió a hacer carbón. Los tres niños le ayudaron a llevar las herramientas y se volvieron a su casa. Solo quedó Eisejuaz, sin fuerzas, ni siquiera podía levantar el hacha. Clamó, otra vez, al Señor: —¿Qué has hecho de Eisejuaz? ¿Qué queda de Éste También? ¡El hombre no puede vivir así! Pero nadie contestó. (...) Pero nadie no contestó (p. 36). En ese momento apareció una vieja, curandera de la raza chahuanca, que vivía en la misión de San Francisco. Le ofreció ayuda pero Vega la rechazó porque era una mala mujer, “amiga del diablo” (p. 37). Ella tocó el hacha tres veces y en el camino, uno de los hijos del hombre joven murió. Notemos que los poderes sobrenaturales no son privativos del bien. También el mal se manifiesta, en este caso, personificado en esta mujer anciana que tiene tratos con la muerte. Dejó la muerte en esa casa y se fue al pueblo, donde se encontró con su amigo Yadí, Pocho Zabalía: se fueron juntos a tomar burritos (alcohol rebajado con agua). En el bar peleó con un político, un demagogo que venía de Salta, y como resultado, a ellos los llevaron presos: Ha llegado la policía. Me golpearon de atrás. Golpearon a Yadí, Pocho Zavalía. Nos llevaron. En esa comisaría se oye también la voz que dice: “Vayan al cine, compren zapatos”. Dice ahora: “Eisejuaz, Eisejuaz, Lisandro Vega”. Yo: “¿Qué, Señor?”. Nadie me contestó. Dice otra vez: “Vayan al cine”. Y la fuerza se me retiró de nuevo (Ib. p. 41). Entre las voces que asediaban a Eisejuaz, hay una en particular que le quita solemnidad, sustento sagrado a todas las otras y es una clara manifestación del particular humor que Sara Gallardo pone en escena en este libro. Se trata de la voz de la publicidad. El discurso publicitario tiene cabida en varios episodios, es una voz omnipresente que hace su ingreso entremezclándose con las voces del llamado del Señor. Algunas otras muestras: “He quedado solo en el calabozo. Y la voz que dice: ‘Vayan al cine, compren perfumes en la farmacia’ sonaba siempre hasta medianoche” (Ib. p. 43). “Muy bajo estaba el cielo en esos días y esos meses, como una nube por encima del pueblo y del monte. Mis orejas no oían la voz que dice: ‘Vayan al cine’, ni la voz de nadie (...)” (Ib. p. 57). “Allí la fiesta patria en la plaza del pueblo, con la música grande del soldado, del que dice: ‘Vayan al cine’ y tantos para aplaudir, tantos de las escuelas con delantales blancos” (Ib. p. 86). Cuando estuvo encerrado en la prisión su mujer le mandó un sueño. Al día siguiente, ya liberado, sentado en el banco de una plaza decidió partir otra vez a Orán a pedirle consejos a su mentor Ayó Vicente Aparicio. Lisandro lo expresa así: Hice uaj, y cayó un gusano de mi nariz y empezó a caminar por el banco. Yo lo miré. Hice uaj otra vez y cayó un gusano de mi nariz y caminó por el suelo. Pensé: “¿Qué es esto?” y dije: “Ha entrado ya el gusano en el hijo menor del hombre joven, el que llevó el botijo, el que murió por causa mía” y lloré. Dije: “A pies iré para Orán. No en tren, no en ómnibus. A pies. Y a lo mejor vuelven los mensajeros a mi alma” (p. 44). El sonido onomatopéyico, el “uaj” tan sugestivo, es el preanuncio del gusano que sorprendentemente sale del propio cuerpo de Eisejuaz. Bajtín plantea que los orificios del cuerpo son puestos de relieve en la inversión carnavalesca, claro que generalmente se trata de intercambio de alimentos, fluidos y desechos corporales, no del alumbramiento de un cuerpo extraño como lo es un gusano. El hecho de que Lisandro lo tome como una señal del estado del cuerpo del niño muerto contribuye al efecto grotesco, ya que no esperamos que una señal divina se materialice de tal forma. Vega viaja a Orán. Yendo por el monte, conoció a una mujer vieja, que andaba desnuda, la cual había perdido un hijo aplastado por un quebracho. Con ella dialogó Lisandro, le contó fragmentos de su vida y le regaló su camisa. Aunque a su regreso pasó por el mismo lugar para encontrarla, no vuelve a verla. Las mujeres viejas no pasan simplemente por el costado del camino. Cumplen roles fuertes, significantes para el protagonista. Así, la mujer del viejo que rengueaba, que, de alguna forma, predice el mal que se avecinaba en la casa del maestro. La mujer chahuanca, que provoca el mal, incluso la muerte de Paqui y de Eisejuaz, y ésta, que le facilita la reconstrucción de su vida y es el disparador que pone en relieve el inicio del desprendimiento, entregándole su única camisa. Como si la más mínima posesión fuera un lastre que es necesario arrojar para avanzar, le entregó la única posesión que le quedaba a un camionero, regalándole un yesquero que había pertenecido a su padre, hecho que ya mencionáramos. Se quedó sin nada, sin camisa, despojado, desnudo: “(...) Y no tuve camisa ni yesquero. Ya no tuve nada. Ni mujer, ni casa. Ni nada” (p. 51). Antes de llegar conoció a un franciscano, un hombre bueno que le sirvió, pese a que su situación era difícil, ya que estaba a punto de ser desalojado de las tierras que ocupaba: Así conversaron: —He visto un camino que sale de tu corazón. ¿Qué es? Me dijo: —Nos echan de aquí. Necesitan la tierra para plantar caña. Pero es mejor así. Le dije: —He visto un pozo de agua que sale de tu corazón. ¿Qué es? Dijo: —El día que tengamos un motor para sacar agua de aquel terreno al que vamos, entonces podremos irnos, los chicos, las escuelas, las casas, las mujeres, los hombres y los viejos. Llegaron mujeres a la iglesia. Dije a aquel hombre de los franciscanos: —Sigo mi camino. ¿Qué podrías decirme? Ha dicho: —Hijo, un animal demasiado solitario se come a sí mismo (p. 53). El episodio es hilarante. Las preguntas de Vega empujan a una interpretación metafórica y las respuestas del franciscano apuntan a su realidad concreta. El camino del corazón es visto por el religioso como el del camino real por el que deberán irse y la mención del pozo del agua que sale de su corazón le hace hablar del motor que necesitará para sacar el agua del pozo. Por último, la sentencia que da al final, por más que da que pensar, no tiene ninguna relación con lo que se venía hablando, resulta grotesca en su distanciamiento. El encuentro posterior con Aparicio fue agradable. Lo recibió sin sorprenderse del bastón que sostenía a Vega ni de su desnudez. Fumaron juntos y sus almas cantaron: “Hijo, Eisejuaz, cuando entregues las manos ya será otra cosa. El Señor no te ve bien así de solo; vas a perder la sed cuando entregues las manos” (p. 55). Ya hemos hablado de ese canto. Este encuentro lo reconfortó y pronto los mensajeros de los bichos volvieron a su corazón y con ellos, mientras regresaba, le volvió la fuerza. Es el comienzo del cuarto tramo de su camino. Pese a ello, aún le faltaba caer más a Eisejuaz: “Me aburrí de ser bueno. Me cansé de preguntar al Señor” (p. 57). En la canilla del agua, donde habían golpeado a su mujer, esperó a Mauricia, su cuñada. Aunque ella estaba casada con el capataz de la misión comenzaron a encontrarse todos los días. También se emborrachaba en el almacén de Gómez. Trabajaba a desgano, nada le pedía al Señor. Un día apareció el viejo que rengueaba, el que había conocido cuando encontró cobijo en la casa del joven que quería ser maestro. El viejo le pidió que levantara la maldición que Vega le había hecho y curara a su hija, de ocho años, que estaba enferma, en el hospital. Eisejuaz lo acompañó, pero más le interesó una botella de alcohol que hurtó. Como se tomó el alcohol puro, estuvo a punto de morir, no podía respirar, el aire —el primer mensajero— lo abandonaba. “Y fui a un lugar que conozco y allí me eché a tomar ese alcohol. Y ha venido la noche. ”Ha venido la noche con tanta oscuridad allí. Tanta negrura que bajaba y se estiraba, y también crecía. Tanta oscuridad en ese calor. Se me cortó el aire del pecho. No entraban salía. Quise gritar y no tuve voz. Ya el primer mensajero se había retirado, se cortó. Me he puesto de pie y no entró, ni salió. Agarré mi cogote y el aire no salió ni vino (...). El aire, comido. Ya cortado. La lengua colgando afuera. Pegada en la tierra del suelo, esa lengua. Esa nariz, sin aire. Ya se termina Eisejuaz, Éste también. ”Y el primer mensajero miró de nuevo. Dijo: veremos (...) Gritó él también, ese primer mensajero, despegó cada tripa pegada a otra tripa, ventiló ese corazón, todo su viento ha soplado, ha crecido y ha sanado” (p. 61). No obstante, el mensajero no lo abandonó, aunque estuvo a punto de perderlo, pero no por un problema de fe, sino por simple y vulgar exceso de alcohol. Ya repuesto, fue a ver a la hija del viejo y ésta se había curado. Esa cura no buscada fue su propia cura. Volvió a trabajar, don Pedro estaba contento con él. El espíritu que lo habitaba se le apareció una mañana, Agua que Corre. Entonces comprendió que tenía una misión que cumplir: “Vendrá uno que me mande el Señor. Y a ése entregaré mis manos. Yo seré cumplido de ese modo. Y él será cumplido aceptándolas. Bueno. He dicho que bueno. Ya lo sé. Digo que bueno” (p. 65). Ya no quiso seguir su relación con Mauricia. Ella le pide que vuelva a ser el capataz de la misión, que allí lo necesitan, pero él se niega. Tiene un camino que recorrer. Se aleja y en un acto de purificación cubre su cuerpo de barro y luego se baña en el río Bermejo. Trabajó un año más en el aserradero, al cabo del cual renunció: “Y pasé dos años preparándome, hablando con el Señor, esperando el día escrito por él, la llegada de aquél que me anunciaron, ése a quien debía entregar las manos. Y comiendo, durmiendo, pasé cada día, así como la raza de los hombres los pasa en esta tierra, que es esperando” (p. 67). Luego hallaremos a Eisejuaz viviendo “bien atrás de las vías del tren”. Allí se fue a vivir, a esperar: “Pero llegó un día en que no fui a ninguna parte: ni a Orán, ni a Tartagal, ni a Salta, ni tampoco trabajé más en el aserradero. Hice la casa de paja colorada pasando las vías del tren, y esperé el momento que el Señor me anunció. Esperé al que me iban a mandar” (p. 15). Se dirigía hacia allí en medio del barro —había llovido mucho— cuando encontró, casi muerto, mugriento, a Paqui. Como lo juzgó como el enviado por el Señor, le prometió ir a buscarlo a la tarde y le dijo que procurara no morirse. Ante esto, como preanunciando la calidad moral de Paqui, un camionero intercede diciendo que yerba mala nunca muere. Lisandro tiene dudas. Ya en su casa le pregunta al Señor si ése, el enfermo del camino, era el enviado: “Tres, diez, veinte veces pedí: ‘Si éste es, que yo lo sepa’. Y nada no pasó” (p. 13). No obtuvo respuestas. Tal lo prometido, a la tarde fue a buscarlo y lo llevó en andas. Pasó por el almacén de Gómez donde los camioneros le gritaron que ya había encontrado su tesoro y a Paqui, que iba en carroza. En la casa le habló al Señor pero éste no le contestó, mientras tanto, Paqui lo insultaba, lo zahería. Dice Vega: “¿Hasta cuándo tanta mala sangre? ¿Hasta cuándo? Lo decía por los paisanos, tanta miseria, y por mí, tanto dolor” (p. 14). Cuando se dio cuenta de que Paqui era el enviado del Señor, comenzó el quinto y último tramo de su camino: “En ese tiempo comenzaba el segundo tramo de mi camino, señora. Hoy empezó el último” (p. 16). Lloró amargamente esos días porque Dios no le contestaba. Cansado, dejó cerca del zanjón a Paqui, lo trajo, lo volvió a tirar y nuevamente lo rescató. Tanto Mauricia como su amigo Benigno Pérez le recriminaron su relación con Paqui y el consecuente abandono de la comunidad a la que pertenecía. No tenía una ocupación fija, deambulaba, y el Señor seguía sin hablarle ni mandarle mensajeros. Por ese entonces doña Eulalia le ofreció un trabajo en el gallinero del hotel. Al llegar a su casa, recibe los insultos y el constante desprecio de Paqui. Eisejuaz va conociéndolo mejor, descubriendo de a poco quién es, cómo es. Se entera, por sus propios recuerdos y atando cabos, de que su huésped le cortaba el pelo a las aborígenes para venderlo. También, por boca del propio Paqui, de la violencia que había ejercido junto con otros sobre una prostituta: Dice Paqui: En el puerto de Rosario, este que ves subió a un barco para divertirse con los oficiales. Allí subieron mujeres; nunca te imaginarás. Allí atamos a una, dejame que me ría, la sujetamos entre todos, nunca te imaginarás. Con una vela encendida, dejame que me ría, dejame que me muera de la risa, no pudo trabajar por meses. Ay, que me enfermo. A veces me enfermo de la risa (p. 74). El fragmento evidencia la maestría de la autora en el uso del lenguaje. Son poquísimas líneas, sin embargo, consigue dar cuenta de una morosidad de la mirada en la cruel escena, que es apenas delineada, simultáneamente velada y puesta en relieve. Aunque la voz narradora es masculina, la de Paqui, la voz femenina asoma en el mismo silencio que se le impone, en el contraste entre su sufrimiento y la risa masculina, como una carencia firmemente marcada que el lector se ve constreñido a cubrir. Como si con eso no bastara, más tarde, Paqui lo engañó con Mauricia. Fue demasiado para Vega, por lo que optó por abandonarlo. Esperó a Mauricia, y la llevó, obligada, con él al monte. Casi había olvidado a Paqui, pero un amanecer escuchó una voz que le preguntaba qué había hecho con aquél que le había dado. Volvió a buscar a Paqui que estaba casi muerto y le hizo la promesa al Señor de que cumpliría. Sin embargo, el cumplimiento de su promesa no fue fácil, cinco escollos aparecieron en su camino dificultando su trayecto de santidad: “Cinco veces habló una voz para descorazonarme” (p. 83). Eisejuaz se mantuvo siempre firme en su convicción de que había nacido para cumplir las cosas del Señor. La primera tentación provino de los hombres del campamento, los aborígenes de la misión. Ellos le pidieron que recapacitara y volviera a dirigirlos como capataz, que recordara que tenía un deber con quienes lo consideraban líder. “El mejor de nosotros no puede vivir de esta forma, para servicio de una carroña de los blancos” (p. 83). Eisejuaz les explica la situación de los matacos con una parábola: ¿Adónde irán los piojos del hombre que muere? Ya su cabeza se enfría. Ya huyen turbados y perdidos, sin saber adónde van. Ciegos corren por el polvo, ajeno, enemigo, que no los recibe. Angustiados, no saben adónde los guía su corazón. Buscan nuevo calor, allí se meterán, sin elegir (...) (Ib. p. 84). La comunicación del santo con sus congéneres por medio de parábolas es común en la literatura sacra. Lo que no es habitual y constituye una inversión del género, es que se recurra a seres considerados viles como los piojos para retratar a los escuchas. La segunda tentación la trajo su amigo Yadí, Pocho Zabalía. Le regaló un pedazo de carne y le planteó la inquietud de sus compañeros, la necesidad que tenían de un representante, de alguien que hablara por ellos. Dijo Eisejuaz: “He nacido para cumplir las cosas del Señor. Hemos hablado en esta forma con mi amigo Yadí, Pocho Zabalía. Y cuando se fue tomé su regalo y comí la mitad, y di la mitad a Paqui. Y lloré también, en secreto, delante del Señor” (p. 86). La Muerte Vengadora también lo tentó. Una de sus hermanas en el monte le recordó un episodio de venganza en el que su familia y él mismo habían participado. Lisandro recordó el horror y se alejó corriendo, no quiso que el deseo de venganza emborrachara su corazón. La mujer realiza un relato en el que resalta el amontonamiento de hechos de tortura, uno detrás del otro, con un dinamismo que paradojalmente crea un efecto contrario, de detención de la percepción ya en la primera escena, de modo que cada hecho va cubriendo el anterior y deviene en uno solo, inmenso, chocante, grotesco. En primer lugar, cuenta la muerte del joven mataco Guanslá, en manos de “gente churupís”: (...) Siete hombres han ido y el primero Guanslá. Allí lo esperaban, matan a cinco, uno pudo escapar. El séptimo lo llevan, lo van golpeando y es Guanslá. Grito me viene ahora, gana de matar. Lo achicharran, lo pinchan, ella se ríe sin parar: con machete pequeño corta la boca de Guanslá. De puro diente queda, sin risa de verdad... esa que baila y que escupe la hombría le va a cortar. Lo pinchan con las flechas, le ponen brasas, no dejan de cantar; la tierra que levantan sobre la sangre se va a pegar. Ya abre su boca rota, ya se muere el alegre Guanslá. Le ha atravesado un ojo (...). (Ib. p. 87). Luego la venganza que realizan los matacos: A la mujer y al hombre trajeron vivos, quien no los vio. Ya le queman los pechos, mi madre la cuereó; tumadre con tizones su embraje le quemó. Como tigra gritaba, le arrancamos la piel. Le cortamos las manos, los dedos de los pies. Los perros lo tragaban, con bramidos gritó. Al fuego la tiramos, un humo espeso hedió. Al hombre le sacaron todo el pelo y la piel. Vi su cabeza cruda, le colgaba la piel. La sangre que escurría la quería beber (Ib. p. 88). El propio Paqui fue la cuarta tentación en el camino de Eisejuaz. Finalmente, logró su propósito y consiguió que Vega lo llevara al hotel de la viuda flaca, es decir, lo convenció de olvidarse de la misión de entregar sus manos al enviado, por encima de todo. Pide ayuda a los mensajeros, conminándolos a hablar y a presentarse, con escasez de palabras, repitiendo porfiadamente la misma interjección. Sin respuesta me vi. Molí semilla de cevil y la fumé para buscar contestación. Como pajas en el viento, como flechas, como pájaros en el mundo, vi los buenos mensajeros, los malos mensajeros del que es solo, nunca nació, no muere nunca. He cantado allí: —Eh, eh, eh. Digan. Eh, eh, eh. Bailé. Vengan. Eh, eh, eh. Vengan. Eh, eh, eh (Ib. p. 89). La quinta tentación para desviarse del sendero fue la que le ofreció una jovencita, la hija del viejo que rengueaba, a la que había curado sin pedirlo. Ella lo tentó ofreciéndose como su mujer. La chica le avisó que Paqui se estaba muriendo en el lugar donde lo había dejado. Eisejuaz corrió a buscarlo, igual que la primera vez. Aceptó sus burlas, lo cuidó, sin quejas. Las voces de un sueño le indicaron que lleve a Paqui al monte, es la etapa del desierto, del alejamiento del mundo. Allí se alimentaban con tierra, bichos del monte, pescado y zapallo. Como Paqui lloraba, Lisandro le trajo un loro para que lo acompañara. Como Paqui tenía miedo, luego comenzó a construir un cerco que lo hiciera sentir protegido. También, más tarde, consiguió un perro que había pertenecido a unos paisanos a los que ayudó. En ese entonces se le apareció El Malo. Eisejuaz tuvo miedo. Sin embargo, el miedo es conjurado por el lector en la propia imagen hiperbólica que lo expresa, al aseverar que transpiró tanto que en el suelo se formó barro: “El miedo alzó mis pelos. Mi lengua no pudo decir: ‘Señor’. El primer mensajero no entró ni salió del pulmón. Mi sudor formó barro en el suelo” (Ib. p. 98). Varias noches lucharon entre gritos. Pese a ello, la vida iba mejorando poco a poco. Tenían carne ahumada, cueros... Entonces la presencia de El Malo en una noche de tormenta fue diferente. Por causa del miedo, Eisejuaz no pudo invocar al Señor, perdiendo su protección. Así fue que un rayo cayó sobre un árbol y éste lo hizo sobre la casa, hundiendo el techo y apagando el fuego. Vega quedó malherido, con una pierna quebrada. No obstante, poco a poco se repuso, reconstruyendo lo caído y reencontrando el fuego perdido. Un día presintió que algo pasaría. Igualmente salió con el perro a cazar un tatú. En el camino, encontró a un cazador a quien le había picado una víbora. Lo curó y lo dejó en su casa, junto a Paqui. Volvió a salir tras el rastro del quirquincho. Cuando se disponía a pasar la noche en el monte, escuchó tiros. Volvió caminando con el perro a cuestas, los pies ensangrentados. Vio a los cazadores rodeando a Paqui que les aseguraba que había sido raptado por un indio loco y les pedía que lo llevaran a la civilización. Débilmente, el cazador al que había curado lo defendía y quería pagarle. Vio estaqueado el cuero del tigre que rondaba la casa. Le preguntaron a Paqui cómo se llamaba el secuestrador y, mientras disparaban al aire gritaron fuerte su nombre. Su nombre gritado fue un dispositivo de descentramiento, de ruptura para Lisandro Vega. La misma naturaleza sufrió el choque provocado por el sacrilegio: —¡Eisejuaz! ¡Eisejuaz! Los pájaros del monte se alborotaron, y golpearon las hojas y las ramas, y dejaron sus nidos, y en su temor y apuro se cayeron sus huevos y se aplastaron en el suelo, unos con el jugo amarillo saliendo por el roto, otros con el pichón de ojo abultado ya muerto del golpe, asomado, sin movimiento. Igual, del mismo modo, Éste También, Eisejuaz, se rompió por adentro, se alborotó, se abrió cuando su nombre fue dicho así en el aire, en el viento. El nombre, que no debe decirse de esa forma, el secreto del hombre. El corazón vio negro, perdió el sentido” (p. 107). Como Paqui afirmó que los enseres le pertenecían a él, se llevaron todas las pertenencias de Vega. También quedaron muertos el loro y el perro. Sin embargo, al ver la casa vacía Lisandro se sintió alegre y el lugar se llamó Aquello Que Es. Entonces, un avión que surcaba el cielo le recordó su misión: El avión apareció. Con su curiosidad, para ver el claro. Con su ruido, y cada pájaro se fue para siempre. Con su brillo, y saludó, pero no me moví. Con su vuelo, y dijo: “A aquel blanco, ¿lo vas a abandonar?”. Habló el avión con su brillo, su vuelo, su ruido diciendo: “¿Y ese que te encargaron?”. Y se fue. —Ya comprendo. Ahora iré. Cumpliré” (p. 108). Vemos que las voces que escucha Lisandro pueden provenir, incluso, de un avión, del brillo que emite el material que lo constituye, del ruido que hace al funcionar o del mismo vuelo que realiza. La autora tensiona las imágenes hasta darles vuelta el sentido y así, el lector se siente autorizado a arrinconar la comunicación de Eisejuaz con el Señor al tranquilizante sitio de la locura. Vega se dirigió al pueblo, donde se encontró con el reverendo. Éste quiso que Eisejuaz se arrodillara y pidiera perdón, pero éste se negó. Dando cumplimiento al sueño profético que había tenido el mataco, ya mencionado, unos metros más adelante, al doblar la curva, el auto se accidentó y luego se incendió, por lo cual el reverendo perdió la vida. Nadie quería tener contacto con Lisandro. Sólo la madre de Pocho Zabalía le habló. Su casa, el sitio que fue llamado Lo Que Se Ve, estaba ocupado por unos blancos pobres: “Nadie me dio trabajo. Nadie me quiso hablar. Como perro enfermo para los míos, como perro enfermo para los blancos” (Ib. p. 114). Sólo en el prostíbulo consiguió trabajo, limpiando, barriendo, llevando baldes, regando, todo por la comida, nada más. Allí vio concentradas diversas miserias. Un narrador en tercera persona le da voz al relato: Eisejuaz en la casa de las mujeres llevó el agua, barrió. Jefe en su corazón, no habló. Trajo la leña, cargó la ropa sucia. Limpió la casilla del fondo con el olor de tanta suciedad. Conocedor del mal entre los suyos, vio una tristeza nueva. No dijo nada. Oyó pelear, vio llanto, vio risa, vio miseria. Vio el hijo sin nacer lleno de moscas en el fondo del pozo. Atrás de la pared, en tierra de ninguno, se hizo un rincón para dormir (Ib. p. 115). Si bien el narrador en tercera persona ya se había dado en el relato, su uso se restringía a “Dice Eisejuaz” como fórmula de introducción a la palabra de Lisandro o a la expresión del desdoblamiento de éste que habla de sí mismo en primera persona o en tercera, alternativamente: “Yo soy Eisejuaz, Éste también”. Diferente es este caso, en que la tercera persona pertenece a un narrador externo, ¿femenino?, distanciado, que habla de una “tristeza nueva” en la mugre, la miseria, la prostitución, el aborto. Una noche, en una pelea, murió un soldado, acuchillado por un mataco. La muerte se describe como las entrañas desbordando el cuerpo “una tripa con grasa amarilla saliendo de la panza (...), la tripa oscurecida en la ceniza” (Ib. p. 117). En el prostíbulo, Lisandro descubrió una noche a la hija del hombre rengo, ejerciendo la prostitución. Ella había ido a buscar a Lisandro. Se sintió desamparado cuando vio a la joven. En cierto momento clama al Señor y con humor, revierte el sentido simbólico del epíteto del Señor que pasa a ser aquel que todo lo ve y todo lo permite, y el de la toponimia, cuando proviene de un hombre superior. Como interroga repetidamente a la divinidad diciendo “¿Cómo es esto?”, el lugar donde estaba se llamó así: “(...) digo: ¿Cómo es esto? ¿Cómo es? ¿Cómo es? Desde entonces se llamó aquel sitio: ¿Cómo Es Esto?” (Ib. p. 122). Con un dinero que le había dejado el cazador al que había salvado en el monte, quiso salvarla a ella y le compró un boleto para Orán, para que fuera a la casa de Aparicio, su consejero. Eso lo hizo feliz. Tiempo después se enteró de que Paqui había montado un espectáculo de sanación. Fue al pueblo y descubrió que una multitud, atropellándose, le hacía donaciones esperando un milagro. Eisejuaz sabía que era un engaño. El suceso lo conminó a dejar el trabajo en el prostíbulo. Pensando en su compañera, Quiyiye, Lucía Suárez, sacó bananas de un jardín de las que se alimentó por nueve días, hablando con el Señor. Encima de una barranca, se construyó su casa con latas y palos. Tiempo después el río Bermejo creció y entró en el monte. El frío causó la muerte de hombres y animales, pero Vega estaba bien, tuvo trabajo y pudo comprarse un hacha. La alegría volvió a su corazón cuando apareció “aquella muchacha”, la hija del hombre rengo, la que se había ido a Orán. Vino con un niño que se llamaba Félix Monte, por decisión de la mujer del maestro, el joven que había ayudado a Vega tiempo atrás. Los padres de Félix no podían criarlo, tampoco el maestro, por eso la joven se hizo cargo. Mientras esperaba al que le habían encargado, Vega pensó en hacerles una casa. Pero entonces, Paqui reapareció. Cierta mañana, Eisejuaz sintió la necesidad de convocar a su mentor en la soledad del monte para pedirle consejo, preguntándole qué debía hacer con Paqui, cómo debía actuar. Le contestó Ayó Vicente Aparicio: “Volvé a tu casa. No te entretengas. No pierdas tiempo. Cada ángel mensajero ya salió a buscarlos, el de cada uno, los de los dos. Cada cual tendrá su corona, de un color, de un olor, allí (...). Hijo feliz”. Bajé de lo negro y de lo alto. Bajé a la rueda, el barro, la hoja podrida, el animal muerto, y caminé, apurado, para volver (Ib. p. 144). Observemos la visión implícita que implica el último párrafo del fragmento anterior. Lo negro, la oscuridad, el no saber, están topográficamente ubicados en lo alto, mientras que la luz, la sabiduría están abajo, en la rueda, el barro, la hoja podrida, el animal muerto. Están aquí presentes los elementos de la cosmovisión carnavalesca postulada por Bajtín: un tiempo cósmico que es el de la muerte y la resurrección de la naturaleza en coincidencia con el tiempo biológico e histórico del hombre, la tierra como madre nutricia y regeneradora, la degradación de lo alto mediante su encarnación material y corpórea, las permutaciones del arriba y del abajo en el símbolo de la rueda. Bajtín lo dice así: (...) Todas las formas y símbolos de la lengua carnavalesca están impregnados por la lógica original de las cosas “al revés” y “contradictorias”, de las permutaciones constantes de lo alto y lo bajo (la “rueda) del frente y del revés, y por las diversas formas de parodia, inversiones, degradaciones, profanaciones, coronamientos y derrocamientos bufonescos (Ib. p. 36). Y también: La degradación cava la tumba corporal para dar lugar a un nuevo nacimiento. (...) No es sólo disolución en la nada y en la destrucción absoluta, sino también inmersión en lo inferior productivo, donde se efectúa precisamente la concepción y el renacimiento, donde todo crece profusamente. Lo “inferior” para el realismo grotesco es la tierra que da vida y el seno carnal. Lo inferior es siempre un comienzo (Ib. pp. 25-26). Al llegar a su casa, su compañera le dio dos batatas y una galleta. Eisejuaz comió. Félix Monte le trajo una pala, regalo de la mujer rubia que era prostituta. Fue entonces que gritó Paqui, gritó que se moría. El polisíndeton acelera la acción, le confiere un fuerte dinamismo, truncado por el final inapelable. Se despidieron: —Che amigo, che, sosteneme, che, no veo, che, adiós. —Paqui. Adiós. Te busca tu ángel, che. Adiós, amigo. Adiós. Cayó allí. Se revolcó. Murió” (p. 145). Entonces el niño llegó corriendo trayendo en sus manos huevos de sapo rococó, terriblemente venenosos. Era el regalo que el padre de la muchacha había traído para Lisandro, dado por la vieja del chahuanco. La joven comprendió que ese veneno que había matado a Paqui, mataría a su compañero: “No te mueras, no te mueras, no te mueras, no te mueras, quedate aquí. Era un regalo; no te vas a morir” (p. 146). Eisejuaz estaba tranquilo. Se preocupó por la suerte de un joven que estaba en la cárcel, al que había conocido trabajando en el prostíbulo y por su compañera y el niño. Les dijo que hicieran un pozo para enterrar a Paqui y les pidió que a él lo enterraran a su lado. Ese lugar se llamaría Lo que Está y Es. Les prometió que el espíritu que lo habitaba, Agua Que Corre, los seguiría siempre. Dice el narrador: Y vino una negrura alta a taparme los ojos. Grité: —¡Háblame, muchacha! —Mi hombre, mi marido, mi señor. Dije: —Por vos el mundo no se ha roto, y no se romperá (p. 147). Hemos visto que en nueve capítulos, se va refiriendo la experiencia mística de Eisejuaz, en paralelo con su vida “real”, marcada por la degradación que incluye recoger la basura y hacer los peores menesteres en un prostíbulo. Cuanto más grande es su caída, más grande es su religiosidad, más alto se eleva desde el punto de vista espiritual. Se trata de un hombre solo, un individuo, que asume para sí la responsabilidad de obedecer el mandato divino. En efecto, el texto da claros indicios para entenderlo como una hagiografía. Desde la estructura, son conducentes los nombres de los nueve capítulos, que aluden a situaciones típicas de un camino de santidad: El encuentro, Los trabajos, La peregrinación, Agua Que Corre, Paqui, Las tentaciones, El desierto, La vuelta, Las coronas. La propia constitución de la historia, que desarrolla una vida dividida en hitos sucesivos de aprendizaje, en “tramos”, cuyos límites están dados por hechos dinamizadores que activan y propulsan el avance hacia el fin de santificación, abona esta hipótesis. Lo hace, también, la selección de los motivos: voces, llamadas que el elegido escucha, pruebas y tentaciones que debe superar, señales que debe interpretar, visión individual del Señor y de sus mensajeros, espíritus benéficos y malévolos que se hacen presente, deseos y temores que se materializan, premoniciones o profecías que se cumplen, actos de purificación, milagros que se realizan, la figura de un mentor y un fuerte ascendiente del personaje protagónico en su entorno. Sin embargo, también hemos visto que ese mundo narrado que a primera vista se clausura como la vida de un santo, ante una segunda mirada se muestra desconcertante, en equilibrio inestable y al filo del abismo. La adscripción unívoca al género hagiográfico se muestra insuficiente ya que otro orden sumergido —otra realidad convocada— es traído a la superficie e integrado al orden “natural”. Eisejuaz no es un hombre santo que, por encima de los hombres, participa de una realidad superior que lo eleva y lo acerca a lo sagrado, que luego reactualiza en el mundo para santificar la tierra. Es el hombre que subvierte ese sentido ideal invirtiendo la topografía típica, degradando lo alto mediante la introducción de motivos grotescos y trasladando a la materia y al cuerpo el mundo abstracto e ideal de lo sagrado clásico. Siguiendo a Bajtín en su estudio del soneto (1975), dado que hablamos de inversión paródica, en rigor con Eisejuaz no estamos en presencia de una hagiografía como género, sino de una hagiografía como objeto de representación: es la imagen de una hagiografía, lograda por el uso de los procedimientos grotescos ya estudiados. El foco estructural está puesto en el género, el cual es distanciado por el efecto paródico, no en la vida de un santo. No sé si Sara Gallardo con este bello texto ha logrado conjurar lo demoníaco en el mundo, pero sí tengo claro que ha instaurado una nueva forma de conocimiento, no sólo acercando lo sagrado a la experiencia sensible mediante su resemantización en el plano corporal y material, sino llevando la existencia corporal y material de un pobre aborigen argentino al centro de la historia, con voz propia, mostrando, no “un estado de grito” —como diría Mallea— sino “un estado de inteligencia”. Bibliografía Básica • GALLARDO, Sara (2000), Eisejuaz, Barcelona, AGEA, S.A. • BAJTÍN, Mijaíl (1987), La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de Francois Rabelais, trad. Julio Forcat y César Conroy, Madrid, Alianza Editorial. • KAISER, Wolfgang (1964), Lo grotesco. Su configuración en pintura y literatura, Buenos Aires, Nova. 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Trabaja como docente de lengua y literatura y de ciencias del lenguaje en una escuela secundaria y en un instituto terciario. === La eterna materia de los mundos infinitos Jaír Ríos ============== La eternidad de la materia Siguiendo la exposición de Lucrecio en el D.R.N. y como consecuencia inmediata del axioma anterior: “Nada puede provenir de nada” (1) se sigue: “Nada puede ser convertido a nada”, es decir, dado que nada puede surgir de la nada, que siempre debe tener una raíz o una simiente, “semine”, también es conveniente pensar que ningún objeto del mundo pueda reducirse a nada, pues siempre ha de quedar el germen, el cuerpo primo, “corpora prima”, que vuelva a combinarse con los elementos propicios y en el tiempo justo para producirse un nuevo ente; de modo que “si vemos cosas que nacen de “algo”: no surgen al azar. Entonces, “existe” algo en que las cosas “desaparecen” (2) y luego Epicuro argumenta, para concretar la idea: “Y si aquello en que desaparecen se ha reducido a nada todas las cosas se hubiesen extinguido ya, puesto que todo habría perecido en el no-ser” (3), esto último presupone el concepto ontológico del vacío en contraposición con la materia (4), que la concibe como eterna, pero en su último estado, en su mínima expresión, puesto que concibe los cuerpos de dos clases: los compuestos y los no-compuestos, los primeros responden a la agrupación de los nocompuestos, los cuales son indivisibles e inmutables, “at?µ??” de modo que éstos han de ser limitados (5) y de carácter eterno, por ello Epicuro expresa: “Y estos cuerpos son indivisibles e inmutables, si todas las cosas no han de ser destruidas en el no-ser, sino que han de perdurar a salvo en la disolución de los compuestos; son compactas por naturaleza y no pueden ser divididas en lugar alguno ni en alguna manera. De ahí que los primeros principios hayan de ser cuerpos indivisibles” (6). De modo que, si los elementos no-compuestos son indivisibles y conforman la mínima expresión de la materia, los compuestos han de ser los agregados a ésta, aquellos que en sus innumerables combinaciones, constituyen los objetos del mundo y son éstos los que predominan en nuestros sentidos y por los cuales juzgamos los acontecimientos enmarcados en el tiempo y el movimiento, y es a través de la observación plus-ultra de estos mismos que podremos llegar a la última expresión “at?µ??” de las cosas o elementos surgidos de la equitativa combinación de los compuestos a partir de la materia originaria “corpora prima” o “principium”; así pues, recuérdese que Epicuro parte siempre de lo sensible, de lo empírico, para luego observar la Naturaleza con la mirada inquisitiva de un sabio que pregunta por sus principios, así como los fenómenos que afronta y escudriña, pues los eventos también nos dicen mucho acerca de la verdad que encierra el mundo, y observando su comportamiento develamos sus arcanos y en esa medida lograremos apartarnos de los temores infundamentados que acarrea la ignorancia, de no preguntarle al mundo su porqué, y adjudicar a los dioses aquello que ignoramos. Por lo tanto, según esto, a partir de la simple observación de los eventos de la vida como son: el nacimiento y la muerte, el crecimiento y la decadencia, en fin, la ecuación: nacimiento-crecimiento-muerte, se puede llegar a suponer la permanencia de unos cuerpos diminutos que constituyen la materia y que se presentan como inmutables, completamente sólidos, carentes de vacío y por ende impenetrables, imperturbables, eternos. Ciertamente, en Lucrecio, el nacimiento, el crecimiento y la muerte están íntimamente relacionados por los distintos tipos de átomos: así el nacimiento no significa que algo salga de la nada sino que un átomo de una cierta especie empieza a agregarse con otros del mismo tipo para ser una determinada cosa y su crecimiento es la absorción de materia mientras que la muerte es simplemente su disgregación. Y es que, en todo caso, la física epicúrea así como la refundición de estas ideas en la obra de Lucrecio, le dan al átomo una posición cartesiana ante todos los fenómenos de la vida y ciertamente a la vida misma, así como acota M.R. Donís: “La física atomista tiene todas las características de la metafísica, esto es, pretende tener validez no sólo como explicación del ser. El todo es atómico. De ahí que la individuación no sea más que una variación cuantitativa de esa misma totalidad” (7). Luego apuntala Donís la concepción platónico-aristotélica donde existe el sintagma forma-idea y que Epicuro lo reduce solamente a la materia, pues para Epicuro la conformación del átomo atañe: tanto a la forma, pues todos los objetos del mundo y el universo mismo están constituido por átomos y son éstos los que se las proporciona; como a la idea, la cual siendo el átomo indivisible, inmutable y eterno, es pues la sustancia pre-existente que suple al “?????” platónico y se enquista con el principio “????” que Aristóteles otorgaba a la Naturaleza (8). Así resulta que: “la esencia del epicureísmo consiste en sostener que todo es cuerpo o relaciones entre cuerpos: “non est tertia natura” (9) pero además el pensamiento que se esgrime entre líneas alude a que cada cosa, cada realidad de cualquier tipo tiene una finita potestas y un alte terminus haerens (10), es decir, se encuentra equiparado con una especie de fatum siempre renovado. Sin embargo, hay que aclarar que el terminus haerens no lleva implícito la idea de un desarrollo que ve a un fin último, sino un punto final que constituye un nuevo principio para otro tipo de agregado (de allí la eternidad de la materia) o, con otras palabras, que los cuerpos no son un verdadero todo estrictamente, sino un agregado de partes cuya única unidad es el movimiento. Todo esto Lucrecio lo expresa diciendo. “Quod quoniam ratio reclamat vera negatque credere posse animum, victus fateare necessest esse ea quae nullis iam praedita partibus extent et minima constent natura. Quae quoniam sunt, illa quoque esse tibi solida atque aeterna fatendum. Denique si minimas in partis cuncta resolivi cogere consuesset rerum natura creatrix, iam nil ex illis eadem reparare valeret propterea quia, quae debet genitales habere materies, varios conexus pondera plagas concursus motus, per quae res quaeque geruntur” (11). De esto último se podría llegar a la suposición de que Epicuro (12) señala que la expresión de la más mínima parte puede llegar, por medio de su sucesiva descomposición, a reducirse a la nada, es decir, tendería a desaparecer o, en última instancia, a presentarse como la nulidad de lo que contendría como unidad atómica, como germen o cuerpo primordial “corpora prima” ; así como en una escala numérica descendente, cada número representa una expresión valorativa, potencial y gradual, de mayor a menor, que culminaría en su mínima expresión, el cual correspondería legítimamente al uno, pues el cero representaría la disolución numérica en cuanto a su expresión potencial y valorativa, es pues la nulidad. De ser así, cabe preguntarse si tal nulidad es equiparable al vacío, puesto que es el lado negativo de la materia. Sin embargo, esto ofrece, a las claras, una contradicción con todo lo que hasta el momento nos ha venido enseñando la doctrina epicúrea, puesto que, ésta señala todo lo contrario, que no es otra cosa que la indivisibilidad de los cuerpos puros, es decir, la indivisibilidad del átomo, o mejor aun, su indestructibilidad, puesto que no se niega la subdivisión atómica, sino su disolución, pues el germen ha de ser eterno, aun en su mínima expresión, así como también consideraba eterna la materia en el Universo, y esto se podría equiparar con la concepción renacentista donde todos los fenómenos acaecidos tenían repercusión en un plano bipolar, es decir, el macrocosmo y el microcosmo. “corporis illius quod nostri cernere sensus iam nequeunt: id nimirum sine partibus extat et minima constat natura nec fuit umquam per se secretum neque posthac esse valebit, alterius quoniamst ipsum pars, primaque et una inde aliae atque aliae similes ex ordine partes agmine condenso naturam corporis explent, quae quoniam per se nequeunt constare, necessest haerere unde queant nulla ratione revelli” (13). Sin embargo, es necesario señalar que a pesar de que no negaba que los cuerpos primos precisaran de división, puesto que, “los cuerpos más pequeños cualesquiera que sean constarán de infinitas partes, puesto que la mitad de la mitad tendrá siempre una mitad y cosa ninguna no será definida” (14); sí consideraba en ellos un minimum, es decir un límite, ya que, de otro modo, no podría concebirse nada de ellos, de modo que por muy disgregada que se encontrara la materia, y aun los cuerpos primos, por su constante movimiento y el desgaste de sus choques, siempre han de quedar cuerpos primitivos que no se hayan sometido a ninguna fuerza que modifique su sólida constitución. La conformación de los mundos Por otro lado tenemos la causa de la formación de la materia, que como ya se planteó resulta de los agregados al átomo, pero esto sólo en cuanto a su conformación en sí misma, pero en cuanto a la conformación de los mundos, los cuales considera infinitos, los comprende erigidos a partir del proceso existente entre los átomos, el vacío y el movimiento, en esa misma sucesión se origina dicho proceso, puesto que, gracias a que los cuerpos primordiales (átomos) penetran en el vacío, enlazándose mutuamente; y a los movimientos que efectúan los átomos, se producen colisiones, encuentros, precipitaciones, en fin, gracias a la pluralidad de movimientos que realizan en constante agitación, de manera improvisada y vertiginosa, se juntan estrechamente entre sí, resultando luego, de estas alianzas, las diferentes materias que se encuentran en los diversos mundos que se originan en el espacio infinito. “Nam certe neque consilio primordia rerum ordine se suo quaeque sagaci mente locarunt nec quos quaeque darent motus pepigere profecto, sed quia multa modis multis mutata per omne ex infinito vexantur percita plagis, omne genus motus et coetus experiundo tandem deveniunt in talis disposituras, qualibus haec rerum consistit summa creata” (15). Así pues, en la medida en que la materia se va disgregando, o lo que es lo mismo, en la medida en que vemos que los cuerpos se desgastan y se vejan por el uso y el tiempo, asimismo, según Lucrecio, se va efectuando el desprendimiento de los agregados a la materia primordial, hasta que la transforma o la reduce, incluso, hasta su desaparición, pero ésta sólo se muestra superficialmente a nuestros sentidos que no pueden observar las “cosas invisibles”, o sea, las acciones que presenta la materia en su mínima expresión, en el universo de los átomos; ya que allí, por medio de los incesantes movimientos y choques ocurren, veladamente, desprendimientos de la materia, como dijimos, pero también absorciones y/o adherimientos de las partículas de un cuerpo a otro; dando por consiguiente la renovación y la perpetuidad de la materia. Lucrecio en su poema expone este principio con una metáfora muy representativa de su época: “Sic rerum summa novatur semper, et inter se mortales mutua vivunt. Augescunt aliae gentes, aliae minuuntur, inque brevi spatio mutantur saecla animantum et quasi cursores vital lampada tradunt” (16). Las cualidades de la materia Otro asunto tocante a la materia es el de sus cualidades, que quizás no interfiera con su condición eterna, pero a partir de ellas se puede inferir algunos cuestionamientos ontológicos, ya que las propiedades, como ya dijimos, son eventos circunscritos a la realidad latente o genuina del átomo, y siendo este último el que realmente existe, se hace evidente que aquellos elementos eventuales son de naturaleza efímera y en esencia carecen de existencia, empero, es necesario resaltar o hacer la advertencia de que estos elementos eventuales confluyen con el átomo, conformando la materia, y si el átomo es quien los soporta como agregados y les da sentido, los elementos compuestos son quienes conforman y dan sentido a la materia, de modo que hay una interrelación y dependencia entre ellos, totalmente complementaria (17) y este equilibrio que siempre está regido por la necesidad (18), comprende la multiplicidad de los objetos del mundo, que regidos por su principio intrínseco se proyectan al universo infinito. La infinitud del universo (19) Siguiendo la disposición consecuencial de los axiomas anteriores, ahora se pretende examinar si existe algún límite a la materia, pues ya que ésta es eterna, por medio de un continuum aeternus de la disgregación y la agregación de sus atributos, ha de perpetuarse infinitamente en el vacío que la circunda y delimita. De modo que es necesario también la infinitud del universo, con el fin de alojar la suma de sus agregados. Lucrecio lo expone en los siguientes versos: “Sed quoniam docui solidissima materiai corpora perpetuo volitare invicta per aevom, nunc age, sumía quedam sit finis forumn necne sit, evolvamus; item quod inane repertumst seu locus ac spatium, res in quo quaeque gerantur, pervideamus utrum finitum funditus omne constet an immensum pateat vasteque profundum” (20). De esto se sigue que la concepción lucreciana del universo parte de los átomos, que, como dijimos, componen la realidad positiva o genuinamente existente e invariable, moviéndose en el espacio y en el tiempo de tal forma que, según su disposición y sus movimientos, generan los fenómenos de nuestro mundo sensible. Ahora bien, la última parte del libro primero, que trata, en mayor medida, de la física, Lucrecio se la dedica al principio dual del átomo y el vacío, pero en su relación con el universo, y el vocablo que utiliza para designarlo es “omne”, el cual connota la totalidad cuantitativa de lo existente; siempre considerando el principio binario que sostiene la doctrina, de modo que este término, en contraposición, con “mundus” no debe confundirse, puesto que este otro es más bien cualitativo, así, si bien designa el universo, en una de sus múltiples acepciones, no comprende un sentido sumario, cuantitativo, comprendido como absoluto, sino, más bien, comporta un sentido abstracto, generalizante, que comprende cantidad, pero de los objetos de la cotidianidad, es pues, el universo que rodea el entorno del hombre, de las cosas tangibles, mas no el de la totalidad. La infinitud del Universo ya había sido testimoniada por una larga tradición de cosmologías, de modo que no se debe a Epicuro el hecho de haber penetrado en el cerco de la bóveda celeste, pero quizá, sí se pueda considerar como el primero que liberó al ser humano frente al infinito, es decir, le hizo abrir los ojos de la realidad minúscula de su existencia en relación con aquél, concientizándolo, de este modo, de su destino; pero, por otro lado, el rol que el hombre debe desempeñar en la naturaleza infinita enaltece la propia finitud mortal, absorbiéndose en la infinitud. Por esto, la doctrina acerca al hombre a la contemplación de sí mismo respecto al universo concebido como un todo, y en este todo le hace comprender su integración o nulidad ante la inmensidad, de modo que el infinito viene a asumir un valor y una función moral como condición y medio de liberación espiritual; un camino para comprenderse a sí mismo retratado en su entorno, comprendiendo, por medio de su intelecto, su posición ante la infinitud, y sumergido en ella se le asimila en su contenido analéptico, como estado del átomo que también le forma; en fin, su comprensión de analogía con el universo, quizá, en un plano menor en la escala infinita de su inmensidad, o mejor aun, pasa a juzgarse otro pequeño eslabón, otra pieza de su estructura, que se renueva con él en la eternidad, claro está, en su mínima expresión, en su forma primordial, que no es otra que el átomo. La cosmología epicúrea Ahora bien, la cosmología epicúrea percibe el infinito desde diversos puntos de vista y se podrían enumerar por lo menos tres, que resultan los de carácter más estentóreo; el primero contempla un valor cuantitativo, indicando su carácter absoluto así tenemos que: el universo es infinito cuando se contempla en su totalidad; así se sigue que el universo no tenga límites, puesto que en cualquier punto que nos coloquemos frente el universo no lo podríamos concebir mentalmente y por ende: contemplar su totalidad, nos pone en evidencia hacia lo insondable que resulta para nosotros la infinitud, pues se pierde de nuestros horizontes sensoriales y aun rebasándose los sentidos nunca le concebiríamos un tope, un lindero, o una extremidad “extremum” como le ha llamado Lucrecio, palabra que lo compromete al sentido de la corporeidad. Los versos son los siguientes: “Omne quod est igitur nulla regione viarum fintumst; namque extremum debebat habere. Extremum porro nullius posse videtur esse, nisi ultra sit quod finiat; ut videatur quo non longius haec sensus natura sequatur” (21). Ciertamente, la noción del universo es incompatible con la de extremidad, asimismo, la perpetuidad del vacío, que también resulta ser el espacio, no podría separarse de la idea infinita del universo puesto que la reflexión anterior se basa en la idea de que el extremo de una cosa solamente puede ser delimitado por otro que confine con ésta. De modo que, considerándose el vacío como un ente más, es decir, como otro ser, aunque opuesto a la materia, resultaría contradictorio llegar a la conclusión de que más allá del universo sólo existe el vacío. Esta argumentación no sólo puede ser aplicada al espacio, sino a toda la realidad universal “omne quod est”. El universo no puede ser finito en ninguna dirección, porque de ningún ser real puede darse otra extremidad que la que resulta de él en relación con otro; por ello se sigue que no podamos concebir el infinito, pues se pierde en nuestro minúsculo horizonte, así donde quiera que pongamos nuestra mirada nos hallaremos rodeados por el infinito, siempre de la misma manera y en toda dirección. Lucrecio, para explicar este particular recurre a la metáfora del dardo lanzado desde el borde de un precipicio hacia el vacío, pues, hay que recordar que siempre se parte de lo sensitivo, de la observación inquisitiva a la naturaleza, de lo empírico, para determinar la verdad que subyace en ella; de modo que es una metáfora pero sostenida en un hecho que muy bien puede ser fáctico que de ser llevado a la práctica resultaría ser un experimento: “praeterea si iam finitum constituatur omne quod est spatium, siquid procurrat ad oras ultimus extremas iaciatque volatile telum, id validis utrum contortum viribus ire quo fuerit missum mavis longeque volare, an prohibere aliquid censes obstareque posse?” (22). Ya que son opuestos los lados de la balanza que suponen el vacío y la materia, y que a la vez comprenden una unidad, es comprensible que se considere uno extremo del otro y plantearse que en la sucesión de un elemento a otro, de un extremo a otro, no existiendo más que estas dos condiciones, ha de tenerse esta misma sucesión como el infinito; de ahí que las dos posibilidades que pueda arrojar el “experimento” de Lucrecio; conlleven ambas a la demostración de la infinitud del espacio puesto que: “nam sive est aliquit quod probeat officiatque quominu’ quo missum est veniat finique locet se, sive foras fertur, non est a fine profectum” (23) y así, la posibilidad de la salida del dardo irá siempre dilatando la fuga en una proyección sin límite. El segundo argumento sobre la infinitud, declara: cada uno de los elementos del universo es infinito igualmente; puesto que se sigue de que el universo es infinito, también resultan serlo los átomos debido a que un átomo encontrará a otro eternamente, haciendo eterna la creación del mundo. Por lo tanto, cada uno de los compuestos, a menos que el otro no lo limite, es infinito por sí mismo: los átomos en número, el vacío en extensión “infinita opus est vis undique materiai” (24). Aunado a esto parece haber una cierta correspondencia con aquella ingenua apreciación del peso de los átomos, ya que no poseyendo éstos cualidad alguna de las figuras aparentes, aparte del peso y el tamaño, habría sido imposible la formación del universo, ya que en un hipotético espacio finito, el peso habría llevado a todos los átomos a yacer amontonados inertes en el fondo, sin haber podido dar lugar a ningún proceso de nacimiento y formación de la materia; mas siendo esto falso, es otra prueba fehaciente de la infinitud del universo, pues la materia se prolonga eternamente por medio del insondable espacio vacío que lo contiene. “Preterea spatium sumía totius omne undique si inclusum certis consisteret oris finitumque foret, iam copia materiai undique ponderibus solidis confluxet ad imum nec res ulla geri sub caeli tegmine posset nec foret omnino caelum neque lumina solis, quippe ubi materias ovnis cumulada iaceret ex infinito iam tempore subsidendo” (25). Por lo tanto, los movimientos de los átomos siempre están enmarcados como elementos preponderantes en la física epicúrea y lucreciana, ya que dependiendo de éstos, de sus choques, encuentros, conexiones varias... etc., se generan las cosas del universo mundo y en tanto que exista el vacío donde pueda generarse dichos movimientos, así se ensamblará la estructura del universo, siempre renovada desde su germen y siendo infinitos, aquello donde éstos pululan también ha de serlo. Un tercer postulado acerca de la infinitud, se sugiere en la proposición de que en este universo infinito existe un número infinito de mundos; sin embargo, esta afirmación, al contrario de las anteriores, no se presenta como algo que haya que ser demostrado, sino que se infiere como concluyente de las otras dos, en el sentido de que comporta ambas ideas, suscitando, por mera lógica, esta tercera consecuencia, pues resulta muy claro que si el universo no está delimitado por ningún lugar y que por ende es infinito, también es necesario que toda la materia alojada en él sea igualmente infinita, ya que ésta se genera indeterminadamente en el espacio vacío y más allá de la sucesión del tiempo, y ya que este mismo fenómeno acaece en toda la extensión del infinito, es menester, pues, que haya infinitos mundos en dicha extensión. Conclusiones Las posturas filosóficas en torno al vacío y la materia perfiladas ya por los presocráticos, sobre todo con Leucipo y Demócrito, dieron pauta a lo que luego vendría a componer todo el tratado doctrinal de los atomistas posteriores: Epicuro y Lucrecio, quienes tocaron las puertas del mundo científico en la antigüedad, gracias a la determinación de darle a la actitud filosófica un carácter de ciencia, lo cual constituye, si se quiere, el inicio de la orientación de lo científico que, aunque carente de método, ya esbozaba el principio de la ciencia, que no es otro que: la comprensión de los fenómenos a partir de la aguda observación de la naturaleza. Asimismo, del resultante del debate filosófico que sostuvieron los antiguos de la comprensión de los fenómenos físicos, se ha sacado extraordinario provecho, ya que han servido de trampolín a los avances de la ciencia moderna. Y en relación con el tema de la extensión del espacio y de posibles mundos allende nuestro sistema; en el primer caso, es algo aún muy discutido por eruditos y científicos de la actualidad; una de las tesis de más interés es aquella que propone la expansión del universo gradualmente con el tiempo prolongando su infinitud a manera de una banda elástica que alguna vez regresará a su estado original, esta teoría es expuesta por Hopkins; en cuanto a la segunda, aún se discute y la ciencia sigue tratando de resolver el enigma. De modo que, el estudio de los antiguos, en este respecto, no podría considerarse extemporáneo, sino más bien, un referente necesario a la hora de ahondar en el tema de la vacuidad, que hasta nuestros días sigue siendo un libro abierto. Bibliografía • ARISTÓTELES. Física y metafísica, Obras completas. Traducido por Tomás CALVO MARTÍNEZ. Editorial Gredos, Madrid, 2000. • CAPPELLETTI, Ángel J. Lucrecio: la filosofía como liberación. Monte Ávila Editores; Caracas, Venezuela, 1987. • LAERCIO, Diógenes. Vida de los más ilustres filósofos. Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1990. • LONG, Anthony A. “La filosofía helenística”, Revista de Occidente. General Mola, Madrid, 1975. • LUCRECIO CARO, Tito. La naturaleza de las cosas. Traducción por Lisandro ALVARADO. Editorial de la Universidad Simón Bolívar, Caracas, 1980. —. La Natura. Traducción por Olimpo CESCATTI. Garzanti Editore, 1975, Milano, 1982. • MOREL, Pierre-Marie. Atome et Necessité. Démocrite, Épicure, Lucrèce. Presses Universitaires de France, París, 2000. • RODRÍGUEZ DONÍS, Marcelino. El materialismo de Epicuro y Lucrecio. Publicaciones de la Universidad de Sevilla, 1989. Notas 1. “De nilo neque quod genitum est ad nil revocari esse inmortali primordia corpora debent”. D.R.N. Lib. I, v. 545. 2. A. A. LONG, “La filosofía helenística”, p. 40. 3. Ep ad Hdt. 4. Hay, en este particular, una discordancia, que es precisamente el hilo suelto que desata Aristóteles de la urdimbre epicúrea. 5. La Tabla Periódica cuenta hasta la fecha con 116 elementos aprox. 6. Ep ad Hdt., 39-41. 7. Marcelino RODRÍGUEZ DONÍS. El materialismo de Epicuro y Lucrecio, p. 107. 8. “Naturaleza, principalmente y en el sentido fundamental de la palabra, es la entidad de aquellas cosas que poseen el principio del movimiento, en sí mismas, por sí mismas”. ARIST., Metafísica, I., V c. 4. 1015ª. 9. ARIST. Phys. ? 2. 209 b5-15. 10. D.R.N., vv. 595-596. 11. “Y pues sobre esto reclama la recta razón y niega que pueda creerlo el espíritu, necesario es convencerse y confesar que hay cuerpos que quedan ya desprovistos de partes y constan de una naturaleza mínima. Y pues existen, debes asimismo confesar que son sólidos y eternos. En fin, si la naturaleza creadora de las cosas acostumbrara apurarlo todo hasta descomponerlo en mínimas partes, ya no podría restaurar con éstas nada, a causa de que cuanto no es acrecido por partes ningunas no puede tener lo que debe la materia generatriz, y por lo cual las cosas se efectúan, a saber, conexiones varias, peso, choques, encuentros, movimientos”. D.R.N. I, vv. 623-34. Sin embargo, este pasaje, en la traducción de Lisandro Alvarado, presenta una nota al pie señalando que es de sentido oscuro. No obstante, parece más coherente la interpretación que hace Cappelletti, Cf. A. CAPPELLETTI, Lucrecio, la filosofía como liberación, p. 102, al considerarlo más bien como una corrección, por parte de Epicuro, a Anaxágoras y a cuantos tienen dicha idea, pues en los versos sucesivos, se presenta, precisamente, la refutación a aquellos filósofos que sostenían que de un solo elemento se constituía la materia. 12. Tomando en cuenta que Lucrecio refunde sus ideas. 13. “En aquel cuerpecillo que ya no pueden percibir nuestros sentidos: ése coexiste a no dudar sin partes y consta de una naturaleza mínima; y ni nunca existió de por si separado, ni podrá estarlo después, porque él mismo es parte de otro, y así una parte única y primera, y luego otra parte y otras semejantes sucesivamente en conjunto cerrado forman la naturaleza del cuerpecillo: y como ellas no pueden valer por sí, preciso es que se adhieran, sin que por ningún respecto sea posible disgregarlas”. D.R.N. Lib. I, vv. 600-08. 14. D.R.N. Lib. I, vv. 615-18. 15. “Porque cierto, no se pusieron los diversos elementos de las cosas en orden, ni por consejo alguno, ni por una mente sagaz, convinieron ciertamente en los movimientos que cada cual ejecutaría, sino que cambiados muchos de muchas maneras en el universo mundo, se agitan impulsados por choques desde lo infinito, sufriendo todo género de agrupaciones y movimientos, y llegan al cabo a tales disposiciones, cuales son las que en este mundo está creado”. D.R.N. Lib. I, vv. 1021-28. 16. “Así se renueva siempre el conjunto de las cosas y los mortales se trasmiten unos a otros la vida. Aumentan ciertos pueblos, otros disminuyen, y en un breve espacio cambian las generaciones de seres vivientes y como corredores se entregan las lámparas de la vida”. D.R.N. Lib. II, vv. 75-79. 17. “El hecho de que las propiedades no tengan existencia autónoma, es decir, fuera del conjunto, no implica que no existan en absoluto (oúte hólôs hos ouk eisín) o que hayan de ser consideradas como entidades incorpóreas o como partes del objeto (mória toútou). Las propiedades primarias y secundarias, que son reales en tanto que pertenecen a un conjunto, aunque no son eternas todas ellas ni, en rigor, reales, ya que el tamaño o la forma y el peso no se dan sin el cuerpo elemental (átomo), pero tampoco éste sin aquéllas”. M. R. DONÍS, op. cit., p. 174. 18. Cf. Pierre MOREL, Atome et Nécessité, París, 2000, p. 149. 19. “Omne quod est igitur nulla regione viarum finitumst” [Ahora bien, el universo mundo que existe por ninguna dirección que se tome está limitado]. D.R.N. Lib., I, v. 958. 20. “Ahora, ya que he enseñado que los solodísimos cuerpos de la materia voletean perpetuamente indestructibles en lo eterno, investiguemos en adelante si hay límite en la suma dellos o no lo hay, y también consideremos si lo que se ha hallado ser vacío, o sea el lugar y espacio en que cada hecho se efectúa, está todo en absoluto limitado o se exhibe inmesurablemente y anchamente insondable”. D.R.N. I, 951-957. 21. “Ahora bien, el universo mundo que existe por ninguna dirección que se tome está limitado; porque había de tener una extremidad. Se ve a su vez que no puede haber extremidad en nada si no hay más allá algo que lo confine, de modo que se vea donde esta sensación no prosigue”. D.R.N. Lib. I, vv. 958-961 Cf., EPIC., Epistula ad Herodotum: D.L.X, 41. 22. “Además desto, dado que todo el espacio que exista se constituya finito, si alguno se adelanta al borde extremo y lanza postrero un volátil dardo, ¿prefieres que así arrojado se dirija con poderosa fuerza hacia donde fue enviado y vuele a la larga, o supones que algo puede obstar y detenerlo?”. D.R.N. Lib. I, vv. 968-973. 23. “Tanto si hay algo que resista y se oponga a que el proyectil alcance y se clave en el blanco propuesto, como si sale fuera, el punto del que partió no era el último”. D.R.N. Lib. I, vv. 977-979. 24. D.R.N. Lib. I, v. 1051. 25. “Fuera desto, si todo el espacio del universo reposara incluído en determinados confines por todas partes y no podría cosa alguna efectuarse bajo la techumbre del cielo, ni existiría absolutamente el cielo y la lumbra del sol, puesto que toda la materia yacería acumulada, depositándose ya desde infinitos tiempos”. D.R.N. Lib. I, vv. 988-995. ** Jaír Ríos ars_symbolica@hotmail.com Pintor, escritor y poeta colombiano (Barranquilla, 1975). Nacionalizado y residenciado en Venezuela. Ha cursado estudios de dibujo y pintura en la Escuela de Artes Visuales Rafael Monasterios (Maracay) y en el taller del maestro Marco Ranfagni; es director y miembro fundador de la asociación de artistas plásticos Ars Symbolica. Actualmente, opta por el título de licenciado en lenguas y literaturas clásicas en la Universidad de los Andes (http://www.ula.ve; Mérida, Venezuela). Eventualmente se ha desempeñado como profesor de francés y castellano en institutos de educación media, algunos de sus escritos y poemas se han publicado en revistas regionales tales como Cínaro y Casa Grande, tiene un libro de poemas inédito (Poemas de amor y muerte) y otro de crítica literaria, sobre temas mitológicos griegos, en preparación. ||||||||||||||||||||||||||||||| LETRAS |||||||||||||||||||||||||||||| *** Poemas Karen Sevilla *** Florencia Martha Rosenthal *** Textos Augusto Rodríguez *** Las cuatro mismas personas Ramsés Barragán Estrada *** Poemas Ana Márquez *** Seis balas en el tambor José-Carlos Nazario *** Poemas antológicos Raúl Henao *** La gotera del techo Yvette Schryer *** Hojarasca (extractos) Ulises Varsovia *** El cumpleaños Ricardo Martínez-Mora *** Sin llegar a lo invisible (extractos) Paolo Astorga *** La orilla Moisés Sandoval Calderón *** Poemas Juanita Conejero *** Con tu mirada en mi alma Milia Gayoso Manzur *** Sobre la escritura Eva Ruiz *** El futuro presidente Blanca del Cerro === Poemas Karen Sevilla ============================================= *** Hasta estas ganas de llegar a un fin Hasta estas ganas de llegar a un fin temerosamente inconcluso hemos llegado. En este páramo verde mira los frutos en el suelo. No te pedí que navegaras aguas blancas pero odias el azul. Sólo quise que arrancaras el hielo que te alejaba de tu forma. Desistes distante al calor de los amparos y sigues como niño abrazado a tus orillas. Puede ser que un agua calma estrepitosa arrastre días verdes cuando estés de vuelta, aunque sea tarde para tu mirada gris. No advertí tu paso por mis temporadas, ni quise hacerte estatua de cal pues aún espero por tus manos que te hicieron escultor lóbrego de mis ruinas. Quizás cuando subas hasta el fondo del desvelo y ya no reconozcas el frío en tu piel, menos recuerdes la carne ni la tierra mojada que te aguarda desde este otro lado de orilla. *** Retrato de la levedad de una alcoba Dame más de ese extraño hábito que reconozco entre tus órbitas. Regálame ausencia, quiero conocer los límites que encajan en los oídos y condensar en todo aquello que llama en los rincones vacíos de la cama sin nombrar mis días. Soy todo aquello que me huye, por ende, vasta. Sé cuán liviano es el aliento prefiero pensarme verso y no callar. Conversar con espejismos cuando la voz es reducida a susurro rebotando entre paredes única compañía en noche puede ser que las sábanas se inunden de extrañeza, que sean inmunes al peso de un solo cuerpo. No llevarme a otro lugar para ver que no está mi huella en el colchón es creer que no pertenezco a lo leve y menos aun que no conozco al aire. *** Calibraciones Disimulando espíritu viajero; ese de norte y colinas se reconoce que las millas son de mente y de aquel sin parar terrible que ata noches. Querer retroceder la temporada fría; la metrópolis suicida, los calibres, los abrigos y los amaneceres neoyorquinos electrocutados en las vías subterráneas. Cuando era joven no veía que los árboles y los faroles brillaban igual bajo toda luz, que toda ciudad era una misma. Charcos de concreto donde cualquiera se vuelve vagabundo y hace inmune al existir. Yo sentada en los tirones de un tranvía esperando la estación que ya había pasado bajo una avenida de nombre que no puedo recordar. Planeando volver a oscuras a una casa confundida entre caras desnudas en la ciudad. Pasado poco tiempo, he visto que fui cómplice de las vísperas de espera y me debo las noches. Se es joven cuando el cuerpo aguanta esa seducción al vértigo. Adónde se han ido las calles si los días mismos escapan como trompos de sus ejes. Un algo me persigue y toca resfriando los huesos; enterrándome donde aquellos duermen el peso pesado. Los autos vuelan a la luz roja, los hombros de piedra chocan y los policías ciegos rozan las calles latentes. He perdido el pasaporte a los accidentes felices. Soy la ciudad que me habita. *** Estrellas y boulevards Después del minuto 30 de cada hora desfilan tras las córneas docenas de ventanas de un tren vacío como un ayer naufragando la ciudad anónima. Sé que no salí intacta del paso por las calles más que un color y una visión me lo recalcan. Es la mugrienta estación lejos del rosa trillado, pintada de un gris contemporáneo — aceras, hojas, caras, calles. Falta llegar a esa palabra-escalón que envejezca disparada cuando el presente teja ecos en lo dejado atrás y muestre que he pasado por aquí mil veces. Pero todo pareció cobrar sentido al momento del despegue con el batir de las alas metálicas alejando el suelo ficticio, estrellas y boulevards desvanecidos opacos entre tantas cuadras y paradas subterráneas. Allá arriba llegaba el sonido del agua; se abría el libro de las tapas férreas. Y es, simplemente, la despedida minutos después de la llegada como burla al esfuerzo bruto de despegue, de llamar a lo nuevo sin ninguna novedad. Al fin se regresa con maletas vacías y la cabeza recargada resignada a no recobrar lo dejado en una esquina repleta de gente al saber que te mataron las calles, las memorias, los objetos. De todos modos, cementerio de edificios gracias por los orgasmos. ** Karen Sevilla kevillas@yahoo.com Editora, narradora y poeta puertorriqueña (1983). Su creación literaria comienza desde muy pequeña con la narrativa. Es egresada de la Universidad de Puerto Rico (UPR, http://www.uprrp.edu) de Río Piedras. En 2006 obtuvo un primer lugar en el certamen nacional de cuento del periódico El Nuevo Día (http://www.elnuevodia.com). Ha asistido a innumerables lecturas de poesía tanto en su país natal como en la ciudad de Nueva York. Sus publicaciones recientes se encuentran en la antología Los otros cuerpos (Editorial Tiempo Nuevo) así como en La Revista de El Nuevo Día (http://www.elnuevodia.com/seccion-revistas-revistas), en Tonguas (http://humanidades.uprrp.edu/ingles/pubs/tonguas.htm; del Departamento de Inglés de la UPR de Río Piedras), así como en El sótano 00931 (http://elsotano00931.blogspot.com; año V, vol. 1). Participó del conversatorio “La narrativa puertorriqueña del nuevo siglo: los narradores hablan”, ofrecido por el Departamento de Español de la UPR en Ponce. En el 2006 produjo su plaquette de poesía Tercera parte. === Florencia Martha Rosenthal ======================================= Aunque iba con premura, nada lo ponía de manifiesto. Tal vez sólo se movía un poco más de prisa que lo acostumbrado, había que observarla detenidamente para reparar en sus manos. Las llevaba apretadas. Muy apretadas. Caminaba exhibiendo la cara de fiereza y disgusto de siempre. Su faz no desnudaba ningún conflicto ni apremio, —Apúrate, Florencia, que algo le pasó a “El Chiqui”. Por ese apodo era conocido en el barrio su hijo mayor. Comenzó a parir a los catorce, su última hija ya tiene nueve y la mayor treinta y seis. Ella, abuela ya y con los cincuenta encima, sólo sabe gallinear, expresión que adopta para describir la tarea de ocuparse de sus hijos. —¿Qué haces, Florencia? —Gallineo. Tal vez se encontraba simplemente lavando la pila de ropa, pero esto era parte del atender a los muchachos. La mujer y su accionar representan la antípoda de la flojera. Así fue como, casi sin querer, introdujo una nueva palabra en el vocabulario del grupo que pueblan las humildes casuchas construidas en el cauce de la quebrada. Esa que ya no trae más agua. Bautizó con nombres estrafalarios a sus siete hijas creyendo así otorgarles cierto estatus social. Yuleicy, Nirmelia y Orlina son las mayores. Eso motiva que padezcan las burlas crueles de la niñez en el colegio al que asistieron. Florencia desconoce totalmente este hecho, pues nunca pasó por su cabeza que ya el nombre las ponía en evidencia. Nadie se lo hizo saber cuando decidió bautizarlas así. Y fue a causa de esta fortuita candidez que, si bien las niñas leen y escriben con cierta dificultad, casi todas decidieran apartarse de la escuela antes de tiempo. Se inclinaron por seguir la huella de la madre antes que continuar sometiéndose al escarnio juvenil, porque Florencia, ni lee ni escribe, su más sólido saber consiste en gallinear por excelencia. Todos sus vástagos portan apodos, nacidos como sin querer. A ninguno se le conoce por su nombre propio. Son “El Chiqui” y “El Peque” dos varones que sirven de estandarte al humilde hogar de Florencia. También a las hembras se las llama por sobrenombres. A unas se la llama acorde a su peso, “la flaca”, a la otra le dicen “la che” citando que trabaja en una cocina, la tercera es “la Chela”, sólo la pequeña exige ser llamada por su nombre: Alondra. Según comentan, de las mujeres, sólo una “tuvo suerte”, y logró salir del barrio. Es “la che” y ahora vive en “Niu Llor” con un portugués que conoció en la playa, y ya tiene dos hijos. Ella alteró por completo el ejemplo que recibió de su madre, no quiere ni una cuadrilla de hijos ni vivir en el cauce de la quebrada. Tampoco tiene marío; ahora tiene un esposo que dirige una pizzería, allá en el Bronx, bien lejos del barrio donde se crió. Florencia tiene una capacidad creativa que ninguno de los vástagos consiguió jamás emular. Ella hacía hijos, inventaba las comidas que llenaron las barrigas de nueve críos que demandaban cosas diferentes, poseía un talento único para hacerse de los recursos necesarios para mantener la tropa. Y qué decir de la ropa de la familia, ¡oh! la ropa: siempre radiantemente limpia, sin un roto, las camisas con todos los botones en su sitio. Toda le llegaba de segunda mano, pero eso nadie lo sabía. La quebrada en cuyo lateral vive persigue la sombra de un grupo de samanes que se inclinan buscando la húmeda brisa que se registra en sus orillas. Allí tiene su vivienda. Allí en la orilla lava, en el otro espacio cría alguna gallina. Una de las tareas que se agenció Florencia para la subsistencia, consiste en llevar el desayuno diario, a los obreros de la construcción a la vuelta de su casa. Aseadísima, bienoliente de la cabeza a los pies, es un placer verla cuando sale con su canasta repleta de empanadas, café recién cola’o y agua ‘e papelón con limón. Se desprende de todo con prontitud pues los trabajadores le compran con avidez, y luego, sin pausa, corre a cumplir con sus otras tareas. A gallinear. Se desempeña hace tiempo como doméstica en la casa de un anciano viudo, quien entre afectos, la considera más como a una hija que como servidumbre. Casi se diría que ella es la señora de esa casa. Y esto es tan sólo una parte de su ajetreada cotidianeidad... Florencia tuvo dos maríos, con el primero parió ocho muchachos, y para evitar el aumento de la prole, un salomónico y eficaz arreglo fue mudarse de habitación. Pero ese hombre, el primero para ella, se le murió repentinamente de un infarto. Cuando vinieron a avisarle, tan sólo pudo escuchar: —¡Apúrate, Florencia, que algo le pasó a Jacinto! Por eso, cuando hoy le hablan de apurarse, y ella hace nudos con sus dedos, nadie alcanza a darse cuenta de la tormenta interior que la haría correr, si no fuese por ese férreo control que mantiene sobre sus emociones. De lo contrario, ¿cómo escapar al desgarrón que un día la vida le infligió, cuando nació su primer hijo? ...porque en realidad, nació muerto. Pero eso nadie lo sabe. Ahora, cuando la madre alcanza el final de la quebrada, la imagen que agrede sus ojos le quitó la respiración: “El Chiqui”, tirado en el piso, humedecía la tierra seca con ese líquido viscoso que llaman sangre. Esa vida truncada sólo fluía desde un lado, de resto, “El Chiqui” parecía casi limpio. Tanto como cuando salió de su casa, con la misma ropa impecable con la que se vistió pues había sido falsamente invitado a una fiesta, resultando una trampa entre las tribus del barrio. Impecable y contento, iba a tomar unas cervezas con su pandilla. ¡Mas la emboscada fue, por demás, efectiva! Y a cámara lenta, los recuerdos volvieron una vez más. Todos habían ido muriendo —uno a uno— en cada parto. Los hacía pero no los sostenía. Al poco tiempo comenzaba a engañarlos a todos colocando trapos y más trapos que la hicieran hacer ver con algo de panza. Cuando ésta alcanzaba un tamaño adecuado, dejaba de crecer y ella esperaba que el tiempo pasara hasta tener que ir a la maternidad pública. En su interior, algo exigía descargar todo el amor de su corazón, y entonces, ahí se quedaba, sentada en un banco, quieta, esperando que anunciaran que alguna de las otras parturientas había fallecido. Y tan pronto ocurría, ella, rauda, ocupaba su lugar, ofrecía la ropita de la criatura, reclamaba el hijo y partía hacia el rancho, dejando en un basurero un atado con cuanto trapo le había servido de engañador. ¡Y cuando llegaba..! Las vecinas la recibían a los gritos, tanto habían estado pendientes de lo que había dentro de aquella piñata que tenía por barriga... —¡Florencia tuvo otra niña..! La misma algarabía que formaban las vecinas la entusiasmaba. Sabía que la esperaban para celebrarle. Sin embargo nada era verdad. Sí, había perdido la panza, y con ella al hijo, pero en sus brazos, traía otro. El que recibió de aquella mujer que se quedó en la maternidad con el suyo. Así sano la herida que al fin logró restañar. Pero un hijo no le bastaba, hizo lo mismo muchas veces, para dedicarse a gallinear, criando los hijos de nueve desconocidas. Ninguno lo había parido ella. Ahora, ya grandes, pareciera que “El Chiqui” iba a reencontrarse con su madre biológica. ¿Sería que ella no lo había hecho bien del todo? ** Martha Rosenthal martha_diosas@cantv.net Escritora venezolana. Especialista en paranormalidad. Autora de varios libros en esa especialidad. Recibió en 1987 el doctorado honoris causa de la Academia Mundial de las Ciencias Ocultas y la Cultura Esotérica (Barcelona, España). En abril de 2001 es nombrada directora para Venezuela de Voluntarios de la Organización de las Naciones Unidas (ONU, http://www.un.org/spanish) y presidenta de VCIFA para su país. En 2002 la institución española Galileo Einstein creó la Biblioteca Martha Rosenthal. === Textos Augusto Rodríguez ========================================= *** La espada de la enfermedad Nada tiene que ver el dolor con el dolor nada tiene que ver la desesperación con la desesperación Las palabras que usamos para designar esas cosas están viciadas Enrique Lihn Nada tiene que ver el dolor con el dolor. Ni la desesperación con la desesperación. Ni la propia locura con la verdadera locura. Son simples artificios que inventamos para lo indefinible, para intentar dar significados a lo que no podemos nombrar de este lado de la orilla. Yo menciono la palabra sufrir, pero no estoy sufriendo como los que realmente sufren. Para los que sufren las palabras no existen, están viciadas, usadas como camiseta de abuelo o de padre canceroso, en un día borroso, sin fecha, ni recuerdo. El lenguaje es un gran mar donde nos hundimos pero no entendemos sus símbolos. Las palabras son banales instrumentos de sonido que no nos llevan al final del mar. Para conquistar el mar debemos luchar con la espada de la enfermedad y del vacío. *** Esta lengua que no me pertenece La tierra prometida no existe. El paraíso no existe. Nada somos en esta tierra que no sea enfermedad que palpita a cada instante y en cada hueso. En este espacio entre tierra y ojo, que no sea dolor de arterias y sílabas. Entre esta lengua que no me pertenece y la que me dieron como gracia divina. Todo es silencio y bullicio entre la sien y mis manos. Sé que es temprano para irse muriendo entre el corazón y el pulmón derecho. Pero ya no hay hígado que nos aguante ni dolor que levemente soportemos, sin dejar de respirar y de exhalar, sin que seamos pura carne y latido por este cuerpo lleno de vocales y cenizas. *** Desnudos en la intemperie La palabra debe ser la llave que abra las conciencias. Abrir las puertas que nos separan desafiar el pensamiento y estremecer nuestra mirada horizontal. Debe arrancar nuestros ojos y regalarlos a los viajeros de otros mundos. La palabra debe enterrarse en nuestra memoria y dejar que nos descifre desde adentro. Incendiémonos el cerebro y quedémonos desnudos en la intemperie. *** Los envenenados La serpiente de la palabra es una enfermedad agónica en nuestra lengua. Es mi debilidad mi dolor que no es un simple dolor un túnel indescifrable. Me entrego a este vuelo luminoso que no es una simple trayectoria lineal de ave o rayo, es algo más desenfrenado. La serpiente de la palabra no es simplemente un reptil que se divida en símbolos significados y significantes al oído de los mortales que vivimos espiando sus huellas. Tengamos precaución de no morir envenenados que todavía hay luz y no todo es noche. *** Un río invisible nos divide La música no se logra con arte de magia. La palabra nace porque tiene un rayo interior y necesario a nuestros ojos. Es un rayo que estremece hasta al más ciego del mundo. No todo es silencio y bullicio en las calles donde murmuramos. Ni desenfreno y fiesta entre tus manos y mis manos. Hay un río invisible que nos une y nos hace enemigos. Somos domadores de serpientes y de bestias. Falta mucho para cruzar el puente de la luz que nos lleve a la tierra de las sílabas. Por desgracia, no nacimos hace siglos ni tenemos el sacrificio suficiente para alcanzar la orilla de este río invisible que nos divide. *** No hay música ni hay manos Yo canto contra las espaldas. Así los brazos no me acompañen. Bailo sin ritmo hecho un trompo y un timbal. Mis huesos giran en su eje y se mueven al ritmo de las hojas de tu cuerpo. Mis piernas son dos cuerdas de guitarra que nadie toca porque no hay música ni hay manos. Mis dedos te acarician el pulmón y penetro en tu pasado. Mis párpados son pequeños mapas que me llevan a conquistar tu reino de miseria y abandono. Mis uñas son helicópteros que giran en tu sien. Danzo al pie de tu boca y así no desees tu risa es una sandía mordida. *** La sombra del asesino que desconozco Somos elementos de dudosa elevación. Trayectorias con direcciones inexactas. Un poema que no tiene columna vertebral pero que penetra en las distintas imágenes de la muerte. Una mentira callada entre tus labios y mis párpados. Una mano difusa que se sacude los animales dormidos. Un tatuaje de amor y de dulces oraciones. Una alucinación de té. Una noche con diecinueve cabezas de vacas arrojadas del fin del mundo. Una lámpara que se clava en los ojos de los ciegos. Un árbol que palpita su hueso húmedo. Una lengua de cera que se vuelve transparente para las abejas. Una víbora que se moviliza con el humo. Unos brazos de vidrio que tienen una joroba en los dedos. Una música al ritmo de una página en blanco. Un oído que añora fábulas de niños y de ancianos. Un pez que vuela en la sombra del asesino que desconozco. *** Las criaturas de la noche Las criaturas de la noche son elementos blancos de espacios no definidos. Argollas de un dedo cojo que salta en un jardín. Banales discursos de hombres engañados por sus ojos. Labios que besan el abecedario de Rimbaud. La poesía no sabe otra cosa que desquiciar el cerebro agotado de la abeja mayor. La palabra es una bala que entra y sale y se divierte en las muelas de los ociosos. El reloj es una nave espacial que no entiende para qué los minutos pasan de una esfera a otra. Las uñas de las aves se ríen de los hocicos de los chanchos inmemoriales. Hay enfermos por todas partes. Ellos están cruzando el muro de mis sueños para saltar para siempre a la catarata de la luz. La oreja escucha la llegada de trenes a selvas habitadas por dinosaurios furiosos y muy solitarios de cariño. Un pie salta de alegría por la llegada de los ángeles. ** Augusto Rodríguez elfrancotirador79@hotmail.com Escritor ecuatoriano (Guayaquil, 1979). Ha publicado los poemarios Ausencia (Santiago de Chile, 1999), Mientras ella mata mosquitos (2004), Animales salvajes (2005) y La bestia que me habita (2005). Sus textos aparecen en varias antologías locales y del extranjero. Ha obtenido el Premio Nacional de Poesía David Ledesma Vásquez (2005), el Premio Nacional Universitario de Poesía Efraín Jara Idrovo (2005) y Mención de Honor en el Concurso Nacional de Poesía César Dávila Andrade (2005). Es el fundador del grupo cultural guayaquileño Buseta de papel. === Las cuatro mismas personas Ramsés Barragán Estrada =============== Es probable que en realidad aquella mujer fuese siempre una ilusión, una quimera que sólo quisiese malgastar mi espíritu y mis pensamientos. Eso fue lo que pensó la primera persona, la que siempre albergaba los miedos más profundos dentro de sí, la que no era capaz de crear, sólo de temer. —Pero si la estás viendo. Casi puedes oler su perfume a Chanel, que en este momento te parece la fragancia más exquisita del mundo —musitó la segunda persona con cierto tono de reproche y enojo—. Yo de ti, me acercaría y le ofrecería ayudarle con sus bártulos. Así, trastornado por la encrucijada, seguí donde estaba: en la esquina de la calle, a las afueras de la “tiendita” de Goyo, un viejo amigo y vecino. La segunda persona tenía razón en algo: la estaba viendo. Era sencillamente una emperatriz, la más bella y encantadora que haya descubierto jamás. Y estaba a unos pasos de mí, sin verme, claro está, pero deleitando mi ser con esa beldad también tentadora. No vestía nada lujoso, mas no le era necesario. Llevaba un vestido corto de color ámbar con holanes y detalles bordados a lo largo de su ilustre figura; tacones del mismo tono y cierta refulgente bisutería. Sin embargo, y en honor a la verdad, su atuendo era lo de menos y su cuerpo era lo de más. Y es que cómo no notarlo y perderse en el maravilloso paisaje que encarnaba la mujer frente a las cuatro mismas personas. Como había dicho, su vestido era corto, muy por arriba de sus rodillas. Como había dicho, su vestido era corto, muy por debajo de sus hombros. —¡Bendito día caluroso!— exclamó para sus adentros la segunda persona. Yo no pude estar más de acuerdo con él al esbozar una sonrisa. Ahora el día podía irse por el caño, lo cual, por cierto, ya era casi una rutina conmigo. Ahora esa gloriosa mujer había puesto una sonrisa en mi ser, ¡cosa única! Porque es una verdad irrefutable que sólo las mujeres tienen ese don, ese gran poder de embellecer y hacer soportables las horas de nuestra existencia humana. En fin, que ahí estaba toda la razón de mi inútil vida; riñendo con un bolso, un portafolio, un estuche de Dios sabe qué, una carpeta negra de cuero y las llaves de su camioneta. Recién había aparcado ahí y parecía tener una extraña prisa por bajar y salir disparada del lugar, pero no por una cita atrasada, sino porque quizás iba persiguiéndola el mismo diablo. Como si lo anterior fuese cierto, un viento tormentoso acaparó todo el lugar y provocó dos efectos en mi alada mujer. El primero fue que el polvo y tierra que comenzaron a jugar por el aire, inundaron sus dos bellos ojos, obligándola a cerrarlos y quedar en su oscuridad particular. El otro fue más un destello de magia hacia un servidor, pues el lene viento hizo revolotear su cabello ofreciendo un espectáculo que sólo el hombre más potroso podía presenciar hasta el hartazgo. Su carpeta cayó. Su bolso cayó y se ensució en la mezquina tierra. Sus llaves cayeron, se ensuciaron y se perdieron entre el terregal, y las cuatro mismas personas seguían ahí, sin atreverse a dar un paso en su dirección, para auxiliarla en lo que necesitara. La segunda persona se habría acercado, sin duda; pero los otros tres no se lo permitían. Tenían que estar de acuerdo todos, y eso, en mis cuarenta y dos años de vida, seguía sin suceder. El viento acrecentó su poderío notablemente y no lo disminuyó. Aquello era bastante inusual y único, tanto como si la corriente del Atlántico decidiera cambiar su curso o la muerte interrumpiera su trabajo por un día, como se suscita en la obra de José Saramago. Ni siquiera el pronóstico meteorológico había dado parte al respecto, lo que ya de por sí era extraño. Goyo cerró su negocio. La papelería en la otra esquina, también. El puesto de periódicos y revistas, donde yo siempre me abastecía de la información diaria, comenzó a guardar todo, mientras una pequeña recogía los ejemplares que habían salido volando. De pronto, un común día de trabajo y actividades, se estaba perdiendo misteriosamente. Hombres y mujeres sujetaban sus cosas y se aferraban a ellas. Corrían a refugiarse en distintos establecimientos o en sus propios carros, y todo esto pasó en menos de cinco minutos. Luego pensé en que se aproximaba un tornado, pero si eso era, ¿cómo es que nadie había estado al tanto? ¿Cómo no había habido una alerta para prevenir a la población? Dejé de pensar cuando la rama de un árbol cayó a centímetros míos, logrando arañarme el rostro como si de una gata feral se tratara. Acto seguido entorné mi mirada hacia la dama, que ya sustituía su prisa de llegar por la de permanecer... permanecer viva. Y es que buscaba entre los cuadros de tierra sus llaves, seguramente para refugiarse en la calidez de su camioneta equipada. —¡Corre a taparte! ¡Te va a caer algo encima! ¿Me oyes? ¡Cúbrete! —apareció la misma tercera persona, la que únicamente actuaba por instinto, como si de un animal se tratase. Era la que más odiaba, una verdadera lata y un engorro para mí; sobre todo siendo yo alguien tan serio, tan íntegro, tan uniforme y lineal. Mis padres también lo habían despreciado cuando niño, que era cuando esta misma persona había tenido su mejor momento. A mis padres les había costado muchos gritos, sangre y dolor, acallarlo casi por completo. Y no obstante, debía reconocer que él me había salvado siempre de situaciones como esta y otras parecidas. —¡Entonces hazme caso y lárgate ya!— me ordenó, pero nuevamente debía esperar a que los demás acordaran aquello. Un frondoso árbol se ladeó y causó un tremendo chisporroteo en los cables de alta tensión, ocasionando fuego en sus hojas y convirtiéndose en incendio al propagarse a las casas. Las cuatro mismas personas acordaron entonces buscar un refugio y protección. Mientras tanto, aquella musa de los arcángeles seguía sin hallar sus llaves y parecía estar entrando en pánico. Yo, que ya las había descubierto, me aproximé rápidamente sujetándome las solapas de la gabardina. Las tomé con destreza (recordemos que ahora actuaba la misma persona de los instintos e impulsos primarios), las agité ante su rostro y abrí la camioneta. La insté a entrar primero, y sin avisarle ni solicitar permiso alguno, entré junto, tal y como haría un furtivo ladrón. Así, y sólo así, había logrado un encuentro con ella. Pasó un buen rato para que iniciáramos una conversación, aunque fuera frugal, y que tuvo que comenzar ella. Su belleza me impactaba. Era aún superior a esa distancia, profana, irresistible. Era demasiado para mí, y pese a que fuera se desataba el caos, yo sólo pensaba en admirarla. Pude ver que el miedo se apoderó de su ser y fue por eso que tardó tanto en dirigirme una mirada y las sucesivas palabras. Estaba enfrascada en los sucesos de ese momento, en los árboles cediendo al viento, las ramas saliendo disparadas como flechas del más grande arco, las ventanas de las casas explotando o los techos sucumbiendo a la presión. Hasta la camioneta se movía incesantemente, pero aún no se volteaba, como ya estaba ocurriendo con muchos carros dispuestos a lo largo de la acera. Uno golpeó el costado trasero de la camioneta y otro dio vueltas imparables como un bebé haciendo maromas. Prácticamente sólo nosotros nos manteníamos de una manera que no puedo comprender ni explicar. Minutos después, cuando el escenario no podía mostrarse peor, mi ya enamorada me dejó conocer su meliflua voz: —¿Qué pasa? ¿Tú lo sabes? Parece como si el mundo se estuviera viniendo abajo. No pude reconocer su acento por más que lo intenté. Era la cosa más rara del mundo, pues era una mezcla entre regia y sureña, pero también sonaba extranjera, aunque de un país que jamás habría podido adivinar. Luego entró la segunda misma persona, la atrevida, para verle las piernas en vez de responderle siquiera algo. También la desprecié, pero la justifiqué. ¡Qué bellas piernas! ¡Qué soberbia figura! Pero... ¡maldita sea! ¿Por qué no podía hacer nada? ¿Por qué gente como yo no podía ser congruente con sus dichos y actos? ¿Por qué tenía que permanecer en la incertidumbre siempre: dudando, temiendo, evitando? Sin duda, culpaba a las mismas cuatro personas, que se debatían una con otra y terminaban por no hacer nada, por dejar pasar las oportunidades y no arriesgar en el momento adecuado; como ahora, como a lo largo de toda mi vida. Sólo espero que si este relato sirve de algo, sea para enseñarles eso, y que con el final que a mí me ocurrió, puedan ustedes reflexionar si quieren eso para sus vidas. —Yo... no sé —intenté decir hecho ya un manojo de nervios, pero lo repito, no por la revuelca de la Naturaleza contra nosotros, sino por ella, siempre por ella. De repente, algo más salió disparado hacia nosotros y golpeó de lleno el parabrisas. Era el cuerpo de un hombre que se restregó contra el vidrio como si de una mosca se tratara. Ambos gritamos. El parabrisas se estrelló, y luego el hombre cayó por el capó para perderse nuevamente de vista. Ya estaba seguro. Lo supe en cuanto ese hombre muerto se deslizó por el frente de la camioneta. Era el último día de la existencia humana, que llegaba así, sin aviso, para tomar entre sus manos a todos los que éramos pecadores y hacernos pagar con dolor y sufrimiento, todos aquellos actos que hubiesen quebrantado los mandatos divinos. No obstante, también comprendía otra cosa: a mí, muy especialmente, me estaban obsequiando el más grande los regalos... no el de sobrevivir, sino el de vivir el último día por medio del Amor. Ahora sólo bastaba hacer entrar en razón a las cuatro mismas personas. Yo, que era el cuarto, el de la razón, el consciente, el que daba la cara al mundo todos y cada uno de los días que se me había dejado abrir los ojos, quería que los otros tres descubrieran el error que habíamos cometido durante años, el de no reconocer que éramos todos la misma persona. Había que poner en cinta al impulsivo, pero también dejarle hacer cuando se pudiera. Que supiera que no podía estar ahí en todo momento, porque lo único que lograría sería alejar a la gente con sus actos, y que entendiera que los otros eran parte de su existencia. Al de los sueños, permitirle soñar cuanto quisiera y hasta compartirlos con nosotros tres siempre, pero que no fuera un estorbo para su realización. Que aprendiera a creer en ellos, por más lejanos e imaginarios que pudieran ser. Que no los echara a perder, sino que confiara en ellos para volverlos metas, propósitos y objetivos. Al atrevido, servirle más. Que sea éste quien funja como líder, pero recabando las opiniones de las tres mismas personas, sopesando razones, dejando fluir sentimientos, balanceando las emociones con los pensamientos. Sólo así funcionaría, en el instante mismo que cayeran en la cuenta de que eran uno mismo, que necesitaban coexistir y entonces, empezar a vivir. Debo decir que así pasó, y gracias a esto pude disfrutar a plenitud el último día de mi vida. Después de que aquel hombre azotara en el parabrisas de la camioneta y con ello pudiera espabilar mi espíritu, mi actitud cambió y las cuatro mismas personas se hicieron una. Afuera, el mundo se desmoronaba como una galleta en manos de un niño. La tierra se abrió, los cielos escupieron fuego y los abismos más profundos se dieron cita en cada resquicio de nuestro planeta. Sin embargo, la camioneta aguantó la tempestad, seguramente protegida por algún ser divino. Yo por fin hablé con mi bella mujer, la doté de seguridad y hasta la cobijé entre mis brazos. Permanecimos ahí sentados, abrazados. Descubrí su verdadero olor cuando cerramos ambos los ojos, en espera de la calma. Le susurré palabras de alivio y consuelo como jamás había musitado. Luego le besé la frente y acaricié su sedoso cabello. Ella me correspondió apretándome con mayor fuerza, segura de que a mi lado no le pasaría nada. Mantuvimos una charla casual en la que logré alejar de mí prejuicios y vanos pesimismos. Todo fluyó naturalmente, embelesándome con cada uno de los enunciados que surgían de sus labios, con cada frase, palabra, letra y morfema. La amaba completamente y sin tapujos. ¡Debieron verlo! Ahí acurrucados en el resguardo de la camioneta, con todo su ser sobre de mí. Acaricié su alma y mis sentidos jamás experimentaron mayores sensaciones. El mundo siguió extinguiéndose a nuestro alrededor. Pronto seríamos Adán y Eva y no quedaría nada vivo, salvo nosotros dos y nuestro amor. Como he mencionado antes, era una mujer sencilla, justo como yo. No era algo especial, más que para mí. No descifraba de dónde había venido ni su nombre real. Pero aquello no importaba en lo más mínimo. Era la mujer que amaba, con su corto vestido y sus piernas al descubierto, su fragancia gloriosa y su camioneta equipada. Simplemente era así: la mujer que me había tocado amar durante el último día de nuestras vidas. Conforme todo desapareció, hasta el tiempo; las cuatro mismas personas siguieron juntas y aferradas a ella. Ya no había sol y tampoco luna. Menos día y noche, calor o frío. Únicamente quedamos ella y yo platicando hasta que la voz también se nos perdió. Entonces, la hice sonreír, hasta que eso ya tampoco se pudo hacer. Luego la miré y ella me miró, al menos hasta que la oscuridad nos invadió soberana. Seguí abrazándola, tanto como ella lo hacía conmigo. Ya no podía ver sus piernas, pero sí sentirlas firmes y entregadas a mí. Y así fui perdiendo todas las formas humanas que había de amarla. Y recuerdo que lo último que hice fue acercarme a ella lentamente, seguro y convencido, para manifestarle mi mayor y más grande expresión de Amor. La besé y ella me besó, y entonces ambos nos desvanecimos, inmersos en el mundo de ese maravilloso y sobresaliente sentimiento. ** Ramsés Barragán Estrada cienciaypsicologia07@hotmail.com Escritor mexicano (México, D.F., 1984). Estudiante de psicología en la Universidad de Londres (http://www.udlondres.com) en la Colonia Roma de Ciudad de México. Ha publicado Cuentos retóricos (2007) y la novela La sonrisa de una mujer afectada (2007), ambos con Innovación Editorial Lagares (http://www.lagares.com.mx). === Poemas Ana Márquez =============================================== *** La lluvia Dejaré los sueños en su mundo de plumas para enfilar mi proa hacia este amanecer líquido que me florece en los cristales. Al alba el mundo reinterpreta la alzada primera del telón, en el día inaugural, cuando los astros parieron con dolor la luz bostezante y arrugada, cuando la canción de la piedra latía con el brío de los comienzos y los volcanes. De mi pecho brotan, inéditos, los almendros sometidos a la alegría radical del agua. La lluvia tiene el don de licuar las gemas y los espacios, de suavizar la verticalidad de los aguijones, de entonar la orden exacta que espera la semilla. Llueve, al fin. Hoy la paz abandonó las banderas y los púlpitos para filtrarse desde la matriz de las nubes y el viento no puede —aunque lo intente— despeinarme el corazón. *** A una caracola ...Y la creación del mundo se suspende hasta que ya en el mar sólo queda una ola, sólo cabe una ola que al llegar a la playa queda en vilo, sabiendo que no puede romper sino acabándose. Luis Rosales Sólo el mar sabe latir sin estar presente. Desnuda, la piel rugosa y estriada es otro lenguaje de signos, perennes, calcáreos, como el idioma universal y manso de la espuma, que gira en resonancias de algas y navíos sin edad. El tiempo no le importa más que a un roble o a una almena, ella conoce todas las astucias para atrapar lo eterno a una vuelta de rosca, en una espiral quieta y constante. Como una catedral blanca que cabe en el silencio de dos manos, ella acurruca el destino de los siglos, en el sancta sanctorum de su hueco, en el arca de la alianza donde se firmó el pacto inicial del agua con la arena. Pero todo se prepara para ser nada. Tú y yo nos iremos, arrastrando nuestra carne y nuestra historia. Se agotarán las entradas para el gran espectáculo de la consumación de los tiempos, habitará el olvido en este esqueleto de planeta... Y, aun así, ella seguirá ahí, con su acento de salitre, con su perdurabilidad indiferente, con su reminiscencia de coral primitivo con su quietud y su espiral tozuda, recordando eternamente a las sombras que sólo el mar —sólo el mar— sabe latir sin estar presente. *** El silencio de los pájaros (eclipse) Este sucedáneo de noche me busca salidas por los ojos. La esfera solar mordida detiene el vuelo de los relojes y de los pájaros. Algo así, tal vez, será lo último: el estertor final del mundo. Quizás... Pero la vida que, mojada en el eclipse, se desnuda de sus ruidos cotidianos no queda del todo inerme. A la luz le sobran arrestos y a la vida le sobra luz para burlar la trampa cíclica de los astros. Cuatro minutos: el día va saliendo de su cárcel... Un pájaro canta tímidamente la libertad recuperada por el sol y picotea —como migajas— los trozos que van cayendo de este sucedáneo de noche. ** Ana Márquez orual16@hotmail.com Artista plástica y escritora española (Olvera, Cádiz, 1968). Autora de poemas, artículos y relatos, ha desarrollado su labor literaria en radio, prensa e Internet. Ha publicado los poemarios Canción para la espera (2002), Quedan los pájaros (2006) y Obituario de horas (2008). Ha obtenido galardones como el Segundo Premio del Concurso de Relato Hiperbreve “Todos somos diferentes” (Fundación de Derechos Civiles, Madrid, http://www.civilia.es; 2006) y finalista en el Certamen Internacional de Relato Breve de Peñíscola (2006). Ha presentado su trabajo artístico en diversas exposiciones. === Seis balas en el tambor José-Carlos Nazario ====================== ...un puño frágil apretando más de lo debido. Venas brotadas en el antebrazo. El rostro pálido con la mueca del temor tendida en el ceño, tiñendo la mirada amenazante. Las manos le temblaban. Los labios acompañaban las manos, vibraban con la misma gravidez de temores, contagiados de una nerviosa flexión. Ella, esa mezcla de rímel negro, sal de lágrima, cocaína y nervios, se plantaba aquella tarde moribunda. Levantó el revólver queriendo evitar el tembleque. Tensando las mandíbulas con la mordida, a punto de romperse las muelas. Empujó de pronto una retahíla de palabras que supieron a veneno al propio paladar. Entonces, sin darse tiempo a sí misma para pensar soltó los seis fuetazos con simultaneidad asombrosa. Las lágrimas salían de la comisura de los párpados para recorrer la montaña rusa de sus mejillas y caer sincrónicas buscando el centro. Su rostro mantuvo el rictus. La precisión de los disparos cegó en poco tiempo la vida de Joaquín mientras la noche ya buscaba espacio sobre el lago, mojándolo con su blanco de luna. *** Aquel fue el primer día de su nueva vida desgraciada. La noche se tendía sobre el lago, igual que hoy. No había luna ni estrellas. Nadie pudo ver aquel espectáculo. Discutieron y la escalera fue cómplice y testigo de aquel crimen. Joaquín la tomó por las greñas alegando que aquel engendro no era fruto de su cariño. Él quería una hembra. La sonografía recién declaraba que su nombre sería Joaquín, como su padre. Como aquel esposo amoroso que hasta entonces había compartido una luna de miel de dos años. Él decidió poner fin al embarazo en un gesto diabólico que nadie nunca logró comprender. Ella manchaba el piso de aquella casa logrando caminar unos metros por el muelle antes de tenderse desmayada. Joaquincito había muerto antes de nacer. Aquella negra noche él firmó, con la sangre de su vástago nonato, su propia sentencia de muerte. *** El día había sido largo. Le embargaba desde temprano una sensación extrañísima, aumentada, ahora, por la inminencia resolutoria de los hechos. La tarde completa fue un calvario de pensares y pesares, dándose fuerzas. Aquel hecho no era un caso fortuito, fue resultado de cuarenta y ocho horas de planeación y espera alevosa, acompañaba todo un año de congoja. Pactaba con su miedo y con el lentísimo discurrir de las horas. Había arreglado todo para vengar la muerte de su hijo. “Ay, mi Joaquincito”. Había destrozado su existencia los doce meses que siguieron la pérdida. Ahogada entre abogados, tribunales, viajes para cambiar de ambiente, lecturas y visitas al psiquiatra, no pudo más. Se dio por vencida. Se entregó entonces al placer mundano que producen las rayas de polvo. A juntar con barridas de arrastre y golpes secos. A inhalar. La coca no le devolvería a su hijo pero sí contenía la fuerza embriagadora que requería para olvidar, al menos durante el pase, la razón de su pena. Impuesta era aquella nueva rutina de drogas y tormentos. Impuesta, también, la vida que llevaba hacia adelante. Ella ya no se pertenecía a sí misma; la locura había tomado su cuerpo y su alma, su vida, y la había trocado dejando al olvido las mañanas ejecutivas en el Banco Santander. Estaba hecha añicos. Estacionada en un eterno trance. *** Aquel atardecer se resolvió, y nada ni nadie detendría su determinación. Se vistió y maquilló con una precisión relegada hasta entonces. Cedió algunos ápices a la banal conjetura y preparó su plan. Había quedado con Joaquín para las siete y media. Pero la coartada incluía agarrarlo en su casa del lago, antes de salir. Luego esperaría en el lugar acordado como si no supiera de su paradero. Sería la excusa perfecta para cualquier implicación. “Estuve sentada esperándolo desde las siete en el café. Me dejó plantada”, diría. Se desmontó del Mercedes blanco a las seis de la tarde. Hervía en el ambiente un aire húmedo, que apastaba las carnes. Miró hacia el lago antes de adentrarse en el pasaje hacia la casa. Allí lanzaría el cuerpo del delito. El muelle se tendía desde el parqueo, cediendo unos cuantos metros de estructura a la masa líquida. Donde terminaban los tablones de madera se avistaba la silueta de un pescador. Temiendo ser descubierta, ella esperó que se hiciera a la barca. El hombre recogió sus cordeles y se asió a la calma de aquel brazo de mar. Ella continuó su camino hasta la casa y, al llegar, probó por la entrada trasera. Con cuidadoso sigilo golpeó la ventanilla para ubicar el cerrojo y lo abrió. Se cubrió la mano con un pañuelo para no dejar su huella. El crack convocó a Joaquín que se dispuso a bajar la escalera. Se encontraron en la cocina. Tomó el revólver con pulso convulso. *** Seis balas en el tambor. Un puño frágil apretando más de lo debido... “Seis balas en el tambor” obtuvo mención en el Concurso de Cuento “Profesor Juan Bosch” de los Premios Fundación Global Democracia y Desarrollo (Funglode, http://www.funglode.org) en República Dominicana. ** José-Carlos Nazario jnazariobaez@gmail.com Escritor dominicano (Santo Domingo, 1985). Ha cursado estudios de derecho y política y ha participado en diversas agrupaciones sociales, estudiantiles y culturales. Redacta la columna “Dimensión Ética” del diario Clave Digital (http://www.clavedigital.com), donde difunde ideas reflejando su compromiso crítico con una nueva visión de ciudadanía. Ganador del premio Estrella de la Juventud Dominicana. Obtuvo el Primer Lugar en el Concurso de Ensayo Histórico sobre la Constitución Dominicana, organizado por la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (http://www.pucmm.edu.do; 2003). Ha publicado de manera alternativa Morada de locos, una selección de microrrelatos. === Poemas antológicos Raúl Henao ==================================== *** El tiempo Uno de tus días (Dios se apiade de ti) hallarás de todos modos a ese viejo de aspecto estúpido que no se ha sacudido el polvo de encima en muchos años Gritando y blasfemando como en una taberna. Sentado ante una mesa con tablero de chaquete y dados. Que, como no tardas en advertirlo, juega con su mano izquierda contra su mano derecha y te asegura que —por todos los demonios— siempre pierde Y apostando tres veces a su mano izquierda gana tres veces la derecha hasta que no dudas más de su palabra y te sientas a su mesa de juego con la certeza de que jamás perderás frente a semejante adversario. Olvidando que cada mano a su turno ganará para él lo que la otra ha perdido. (de Combate del Carnaval y la Cuaresma) *** Espejos “Nos acecha el cristal” (J. L. Borges) Los espejos mienten para volver a mirarse En nuestros ojos. En realidad, somos su prole multiplicada Otros espejos vacíos como una sala Puertas abiertas a puertas adivinadas. Corredores de tiempo sin fondo Donde nos precipitamos cada mañana A pesar de la medida y el hábito. Mirajes del agua quieta Bajo la que acecha la informe blancura. Espectáculo de nuestros rostros simulados Tableros del azar y el destino Al que queremos implacable y ajeno. (de La parte del león) *** Visión invernal La niebla era un enjambre De abejas rumorosas En el panal de la tarde. A trechos, en el abandonado Camino de la montaña Se escuchaba el chirrido De una puerta invisible Al abrirse o cerrarse Tras el caminante. Unos hombres en zancos Arrastrados por el viento Desaparecían bajo el negro Ropaje invernal. La soledad era una vieja Conocida, encorvada y diminuta. Pájaro saltando entre algodoneros. (de El dado virgen) *** Amanita muscaria En el bosque de pinos Un cielo alado Revoloteaba en torno Al caminante Sobre el piso de rojiza Viruta invernal Bebía un vino oscuro Y resplandeciente Pócima paradisíaca O infernal Guarda el velado Secreto de la identidad. ¿Soy yo ese que vuelve de entre los muertos? Apenas el borroso recuerdo De otras vidas Tan ciertas como la presente. Ah, el peso insoportable Del cuerpo, frío quemante. Afuera amanece. (de El dado virgen) *** La embriaguez Embriaguez mía, seto de violetas. Bandada de pájaros Anidando la arboladura De mis cabellos. Al filo de una cuba de hielo Me acechas con mil promesas Lengua de la imaginación. Locura mía: copa de oscuridad. Bautízame en el vino Hadas de las cristalerías. Desata esas bebidas ardientes En un volcán de sabores. Pendón de claridad, lucero en el bosque. (de Sol negro) *** El desencuentro El pasado deshila tu rostro En hebras de soledad y olvido En el remanso del tiempo, Persigue mi memoria Tu figura inasible, La huella de tu aliento En ese cristal Que llaman desamor. Y ayer te persigo mañana Lebrel y libre a la vez. En cada desencuentro Encuentro ese rostro tuyo Que es la vida, la única vida. (de El partido del diablo) *** El instante Mañana gris, horas inexpresables Retrato hablado de Dios. Desapego que merodeas A mi alrededor Como hojas secas Arremolinadas al viento. Payaso dormido al fondo De la escalera. León enjaulado Ante el que se desvaneciera En éxtasis Ramakrishna. Arrullo de palomas de Ibn Arabi Fruto dulcísimo del instante Santidad del instante Tesoro incólume, grano de arena Frente al que se bate En retirada el tiempo. (de El partido del diablo) *** El silencio ¡Aire sonámbulo, blancura de las rosas! ¿Quién menciona la abeja en el avinagrado corazón de la noche? El sueño no es más alado Que esta vigilia Acertijo y pabilo Ceguera y deslumbramiento. A mis palabras el silencio pone alas. (de Sol negro) ** Raúl Henao mediumnimico@yahoo.com Poeta y ensayista colombiano. Reside en Medellín desde 1951. Ha vivido en Venezuela, México y Estados Unidos y representado a Colombia en numerosos congresos y festivales internacionales, entre ellos en el Segundo Congreso de Escritores de Lengua Española (Caracas, 1981), el Festival Internacional “Noptile De Poezie” de la Curtea de Arges (Rumania, 2001), el Primer Festival Internacional de Poesía de San Salvador (El Salvador, 2002), el Primer Festival Mundial de Poesía de Venezuela (Caracas, 2004), el Congreso de Tenerife (España, 2006), el IV Festival Internacional de Poesía de Granada (http://www.festivalpoesianicaragua.org.ni; Nicaragua, 2008) y en cuatro ediciones del Festival Internacional de Poesía de Medellín (I, IV, VI y XII; http://www.festivaldepoesiademedellin.org). Ha publicado Combate del Carnaval y la Cuaresma (Editorial Gamma, Medellín, 1973), La parte del león (Monte Ávila, http://www.monteavila.gob.ve, Venezuela, 1978), El bebedor nocturno (Instituto de Cultura y Bellas Artes, Cúcuta, Colombia, 1978), El dado virgen (Fundarte, http://www.fundarte.gob.ve; Caracas, Venezuela, 1980), Sol negro (Unicornio, Medellín, 1985; reeditado por la http://www.unal.edu.co Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, 2006), El partido del diablo / Poesía y crítica (Lealón, Medellín, 1989), El Virrey de los Espejos (El Oso Hormiguero, Medellín, 1996), La vida a la carta / Life a la Carte (Festival Internacional de Poesía de Medellín, 1998), La belleza del diablo (Madrid, España, 1999). Su obra poética está traducida parcialmente al inglés, alemán, portugués, francés, italiano y rumano. === La gotera del techo Yvette Schryer =============================== Había pasado los cincuenta y la consideraban una solterona sin remedio. En efecto, Hilda era soltera de alma y a pesar de que su aspecto era el de una mujer agradable y atractiva, de sus gestos, a lo mejor de su mirada emanaba algo que establecía distancias y pocos se le acercaron con intenciones algo más que amistosas. Era una mujer inteligente y lo confirmaba su cargo de dirigente en una compañía de exportación. Vivía sola y cuando frecuentaba las reuniones familiares lo hacía con cierta frialdad, no dando ni a sus hermanas la posibilidad de formularle preguntas sobre su vida privada. En realidad, Hilda no tenía vida privada. No había nada que tuviera que ser mantenido en secreto o al reparo de indiscreciones. Vivía en el séptimo piso de un lujoso edificio. Desde hacía poco una pareja se había mudado al octavo, que había estado desocupado durante tres años. Las voces de los trabajadores, el zumbar molesto de los taladros y los ajetreos le permitían a Hilda imaginar que se estaba haciendo una reforma completa del piso. Aunque volvía por la noche cuando los obreros ya no estaban, aún percibía rumores aquí y allá pero no se quejaba. Calculaba que en poco tiempo los ruidos desaparecerían y retornaría la calma anterior. Cuando después de un mes los trabajos cesaron, Hilda comenzó a poner atención a los rumores pequeños, que le permitían seguir mentalmente los pasos de sus vecinos. Sabía cuando estaban en la cocina, cuando escuchaban música, cuando dejaban caer los zapatos junto a la cama, oía el subir y bajar de las persianas del dormitorio y hasta percibía cuando orinaban en medio de la noche y dejaba correr el agua. Recién entonces Hilda pensó que debía haber algún defecto en la construcción, ya que los sonidos más sutiles se propagaban con nitidez. Eso de sentir vida sobre su cabeza era una verdadera novedad para ella. Cierto día advirtió humedad en el techo del baño, subió con agilidad el tramo de escaleras para avisarles a los vecinos. La joven esposa estaba sola. La escuchó preocupada. Ella misma se lamentó del trabajo de los obreros, no era la primera vez que dejaban un trabajo mal hecho. Fueron al baño de la habitación principal. Allí, en el piso reluciente, no se veía nada, pero Hilda llevó a su vez a la joven a su departamento para mostrarle el daño. Al ver el dormitorio de Hilda, la mujer, que era una joven encantadora, dijo que también ella había ubicado la cama en ese sentido. Hilda ya se había dado cuenta al ver los objetos en las mesitas de luz de su vecina. Al día siguiente, muy temprano, escuchó insistentes martillazos y salió para la oficina contenta por tener vecinos tan considerados. La filtración fue reparada. Una noche, al volver del trabajo, tomó el ascensor junto a un hombre maduro, alto, buen mozo, tez bronceada, manos fuertes. Hilda reparé en ellas cuando marcó los botones. Poco antes de llegar a su piso él dijo: “Siento lo de la gotera en su techo, efectivamente, había un caño mal ensamblado, por suerte usted lo vio a tiempo”. Hilda le aseguró que ya estaba todo bien y el hombre la saludó con una resplandeciente sonrisa. Entró a su casa, como si alguien la persiguiera. El ascensor paró en el octavo, al mismo tiempo se abrió una puerta y sonó la voz cantarina de la mujer que exclamaba ¡Berto! ¿Berto?, probablemente Roberto, Hilda pensó que Berto no le quedaba bien al hombre. Ella lo llamaría Roberto, con todas sus recias sílabas. Luego consideró que la diferencia de edad entre los dos debía ser considerable. Ella no tendría más de treinta años y él... ¿cuántos? ¿Cincuenta, cincuenta y cinco? Se encontró ocupada en calcularle la edad y pensando que aunque formaban una buena pareja, él era sin duda más fino y educado que ella. Lo hizo ingeniero, por la rapidez con la que había subsanado el desperfecto de la cañería y a la esposa la supuso maestra de gimnasia, dado que tenía un cuerpo de sirena. Después de conocer a los dos, Hilda se sintió más ligada a los movimientos de sus vecinos y cuando en medio de la noche escuchaba en el silencio general un recio fluir de orina, pensaba en Roberto. Algunas noches sucedía que a la hora de la cena el taconear de ella de un lado a otro y el mover de muebles denotaba un ajetreo inusual. Voces, las patas de las sillas raspaban el piso. Tenían invitados. La soltera esperaba cada rumor e imaginaba cada movimiento. Hilda había sido siempre de buen dormir, pero en el último tiempo, se despertaba al más leve sonido y aguardaba la fuentecilla de las tres de la mañana y sus fantasías cada vez se centraban más en un específico lugar del cuerpo del vecino. Cierta noche la despertó algo nuevo: ronquidos. Rítmicos, sofocados... Hilda retomaba el sueño, acunada por los arrullos del acompasado ronroneo. Su descanso se vio así doblemente alterado, porque tenía sueños tan eróticos que se despertaba asustaba por de la crudeza de las imágenes. Ciertas noches escuchaba un rítmico pujar. Imaginó a Roberto echado sobre su propio cuerpo. Desde entonces empezó a tener dolores de cabeza, no conseguía conciliar el sueño y poco a poco empezó a odiar a la joven esposa. Sus sueños, las raras veces que dormía, eran pesadillas en las que se veía destrozando objetos y destripando colchones... A pesar del disgusto, esperaba con rabia y ansia el rítmico chax chex... chax chex... sabiendo que pronto el compás aceleraría y sobrevendría un perfecto silencio. Si por la mañana encontraba al vecino en el ascensor, se turbaba y enrojecía. El único tema en común que tenían era la filtración del techo, pero una mañana él le dijo: Dentro de pocos días no la vamos a molestar más con el chirrido de nuestro lavaplatos. La semana próxima nos entregan el nuevo. ** Yvette Schryer ivets@netvision.net.il Escritora argentina (1932). Reside en Israel desde 1970. Estudió filosofía y letras en Buenos Aires. Publicó en 2003 el libro de cuentos Un ramo de prosas en la editorial Índigo, de París. Madre de 2 y abuela de 6. Habla italiano, francés y hebreo. Imparte en Israel lecciones de castellano y dirige un taller de escritura creativa en castellano. === Hojarasca (extractos) Ulises Varsovia ============================ *** Amnesia Espesa, profusa bocanada de una substancia color amnesia, desplegando su masa impalpable a través de la mañana abierta. Seres de contorno indefinible, seres de fantasmales siluetas atrapados en la telaraña, debatiéndose en la humareda. ¿Quiénes sois, que llamáis y os escucho, quiénes sois, que me estáis tan cerca como si de mi propia carne, como si con mis mismos fonemas? ¿Y por qué mi rostro sin rasgos borrándose hacia la inconsciencia, y mi vida atrapada en las redes de una masa de color amnesia? *** Crepitar Níveo tu pie de sal en la floresta, sonando al pisar en el crepitar de las hojas secas. Toda tú llena de alegre danzar, en la extraña fiesta de las hojas muertas de sueño intemporal. Ellas errar al azar en la brisa traviesa, jugando a dispersar con su soplo otoñal a las enfermas. Por la floresta, tu pie níveo danzar la alegre fiesta de las hojas secas en su crepitar. *** Telaraña Por entre la espesura de la niebla con todas mis personas reunidas, en busca de aquél cuyos pasos, cuya figura inconfundible, cuyo perfil en brumas vagando por un tiempo ya no tiempo ni olvido, ya no retención ni sonambulismo al interior de las hojas muertas. Extraño internarme en la masa de gas atmosférico urdido de diminutos estambres húmedos, y no llegar nunca a destino, columbrando formas fugaces que de prisa por entre los años con una parte de mí, huyendo, extraviándose en la humareda. Yo, seguramente, el que, de pronto, detenido en medio de la mañana, o de la tarde, o de los sueños, sin saber, ni oír, ni recordar, con un vago presentimiento de que alguien por aquí, merodeando, e inútil llamarme en la combustión de las hojas inmolándose por mí, llevándome consigo al humo. Por entre la espesura, entonces, de una masa de gas cerebral, con todas mis personas reunidas, en busca de aquél que muy cerca y muy lejos, desenredándose y enredándose nuevamente en la telaraña de los destinos, mientras alrededor las hojas secas. ** Ulises Varsovia rommel.krieger@unisg.ch Escritor chileno (Valparaíso, 1949). Es docente de español en la Universidad de St. Gallen (Suiza). Ha publicado más de veinte títulos de poesía desde 1974, en forma artesanal, y sus poemas han aparecido en más de sesenta revistas literarias de Latinoamérica y Europa, en español y en otros idiomas. Textos suyos pueden leerse en su página personal, http://varsovia.tripod.cl. === El cumpleaños Ricardo Martínez-Mora ============================== Cuando llegaba a casa, durante esas maduras horas de la noche, en la misma acera me di cuenta de que el gato color mostaza que merodeaba todas las noches por el vecindario se encontraba en la esquina contigua y miraba hacia mí, pero con la penetración visual de quien no está observando nada puntual sino dejando vagar la mirada hacia la eternidad. Me pareció curioso lo que estaba sucediendo, ya que un animal como ese, a esas horas de la madrugada y con ese nivel de luminosidad que la calle mantenía, hubiese ante mi presencia corrido hasta el máximo que sus cuatro patas hubiesen resistido, o al menos se hubiese arqueado y emitido ese ruido característico que todo felino profiere cuando se siente amenazado. El hecho de que mis amigos me hayan llamado “Felo” desde muy temprana edad (por alguna razón hasta ahora inexplicable, ya que mi nombre de pila no es Rafael ni nada que se le parezca, sino Antonio José), no dejó de asomarse en mi mente mientras ocurría ese evento con aquel gato, que cabe destacar, no era la primera vez que lo había visto por el vecindario a esas horas nocturnas y que haciendo memoria, no recuerdo que me haya visto ni una sola vez, hasta esta oportunidad, y que realmente no podría decir que me estaba viendo del todo. Fue curioso, porque tan clara había sido su reacción o mejor sería decir, su falta de reacción ante la presencia de un extraño, que incluso me arrodillé y levanté los brazos en actitud amenazante, y a pesar de estar observando hacia la dirección donde me encontraba, con aquellos impresionantes ojos color aceituna y pupilas rayadas, no hizo ningún tipo de movimiento espasmódico de huida ni nada por el estilo. Tan indudable fue mi movimiento de inminente agresión, que un carro que pasaba por el área, conducido por un alma nocturna como la mía, me gritó: “¡Deja al pobre gato, maldito!”. “De manera que sí, fue un movimiento agresivo”, pensé, respondiendo a la duda de que mi bélico gesto no le hubiese parecido agresivo al heredero del león y sin embargo, el pequeño cuadrúpedo de patas como resortes no lo captó para nada. “Definitivamente, es ciego y como buena criatura de Dios, su gran sentido del olfato y del oído le ha permitido bandearse por la vida, mimetizándose entre los verdaderos seres visuales que hay en el mundo”, fue lo que pensé, más por auto consuelo que por saciar mi intriga con una explicación factible. La situación no dejó de alterarme un poco, aunque quizá lo que ubicaba mis pensamientos en ese momento logró disipar de mi mente, aunque fuese de manera transitoria, la extraña y significativa reacción del aquel gato que me miraba sin observarme. Ese evento no fue sino el primero de unos tantos que me hicieron reflexionar con respecto a mi vida, y por extraño que suene, venían a mi recuerdo situaciones similares y no del todo agradables e inocuas. Hacía un tiempo atrás que todo mi entorno familiar, incluyendo a mi suegra (que vivía con nosotros a pesar de mi expresa negación por años), mostraban actitudes un poco extrañas, al menos para con un jefe de familia como yo, amoroso, trabajador, y con cierta dignidad. No era raro pasar por el lado de alguno de los miembros de mi familia y percibir esa extraña sensación de que no se está siendo percibido del todo, ese sentir misterioso sin explicación aparente, que te dice que no eres captado, en el verdadero sentido de la palabra. Efectivamente, al poco rato corroboraba esa sensación cuando hacía alguna referencia al momento en que había pasado por el lado de la persona a quien le preguntaba en esa oportunidad (bien sea, mi hija, mi esposa o incluso mi suegra) y la respuesta era siempre la misma: “¿Cuándo me pasaste por un lado?”, incluso, a cinco minutos del hecho. Al principio, no dejaba de molestarme pero sin ninguna trascendencia, ya que fácilmente podía haber sido un descuido de atención o una necesidad de sobre atención de mi parte. Sin embargo, a medida que pasaba el tiempo y las situaciones se hacían más dramáticas e imposibles tanto de ocultar como de justificar, me empecé a cuestionar ciertas cosas. La indiferencia de la cual había sido blanco desde cierto tiempo no era sino una situación que poco a poco me alejaba de lo que más me importaba: la atención. Yo siempre había sido un excéntrico con respecto a la atención, a pesar de haberlo ocultado inconscientemente, o valdría decir ingenuamente, ya que desde mi tierna infancia me percaté del agradable sabor que da el ser centro de atención o el más importante de algo, si es que eso existe en realidad. Poco a poco, desde mi tierna adolescencia, me fui encantando con el hechizo de la atención, quizá porque mis padres no me brindaban la cantidad que los libros dicen es la sana. Lo cierto es que me sumergí en el embriagante placer que produce el ser consentido con la mirada, con los comentarios, tener la vida de testigo como si fueses un semi dios en busca de aventura y sin ningún tipo de responsabilidades ni deudas con nadie. Esa situación es ciertamente peligrosa, ya que la vida siempre se encarga de ubicarte y no de la mejor manera. Al menos eso pasó conmigo justo cuando entré a primero de secundaria y me di cuenta de que el universo no giraba en torno a mí. Dura realidad para un niño de once años y muy mal acostumbrado. Recuerdo claramente mis años de niño en casa de mi abuela. Como todos sus nietos, nos criamos entre gatos. Ese felino mal llamado doméstico, siempre fue un animal muy querido en mi entorno familiar, aunque yo no comulgaba con ese sentimiento. Mis amores y sus manifestaciones siempre fueron dirigidos, por alguna misteriosa razón, a los canes. Y digo misteriosa razón porque nunca un perro adornó mi crianza, contrario al inmenso mar felino que llegaba a las costas de mi familia por generaciones. El dato importante es que nunca me involucré con perros, a pesar de que en mi adolescencia mi apego fue a ese tipo de cuadrúpedos. En una oportunidad, Togo, el más memorable de los gatos de mi abuela, se comió a un pájaro que nos había regalado una vecina. Fue todo un acontecimiento. Pero más impactante para mí fue la celebración general, como a un niño se le celebra su mal quehacer, del asesinato y posterior desmembramiento de la victima producido por las garras de aquel felino negro y blanco, que más que gato parecía una vaca mal hecha y para más colmo en miniatura, y que nunca gozó de mi afecto. No lo pude entender nunca, cómo nadie reparó en el pájaro, yaciendo desmembrado en un charco de plumas desordenadas y partes aisladas de su cuerpo por doquier, adobando el espectáculo, la sangre, que aunque no era mucha, era lo suficiente para impresionar a un niño, mientras toda mi familia en ese momento celebraba casi a gritos la travesura del querido Togo. Corrí a mi cuarto totalmente consternado y al cabo de un rato, mientras se apagaban las risotadas de mis primos, tíos y demás familiares presentes en esa especie de aquelarre animal, empecé a llorar desconsolado. Aun en estos días, mis padres nunca entendieron el porqué de mi llanto, a pesar de habérselos explicado entre sollozos en aquella oportunidad y entre sollozos muchos años después. Desde ese momento, mi aversión por los felinos pasó a otro nivel, sólo comparado a lo que sentí años después por los asesinos o pedófilos que pululaban en las imágenes de las noticias vespertinas y que junto a mi propia familia nuclear, tenía la desdicha de ver cada noche, gracias a aquella maligna manía de mantener el televisor encendido mientras se cenaba. Toda esa madeja de recuerdos se había sumado en aquella oportunidad que aquel gato color mostaza me miraba sin mirarme. Reflexioné y asimilé algo que nunca antes había hecho por alguna razón: de sopetón, mientras veía al gato que no me observaba, me di cuenta de la enorme cantidad de similitudes que nos adornaban a ambas especies. Me refiero específicamente a la necesidad de soledad, la noción de independencia, la agilidad ante los obstáculos de la vida y, de alguna manera, las siete vidas que dicen tienen los primos lejanos del tigre. El siguiente día laboral después de mi experiencia nocturna con el errante gato color mostaza resultó ser lunes, y de alguna manera había revertido el proceso de depresión que estaba tomando fuerzas el día anterior. Aunque en el desayuno mi suegra se encargó de empezar el proceso de nuevo, como siempre lo hacía. —Yerno, no es por nada, pero ¿no crees que deberíamos pensar en mudarnos? —articuló la bruja, mientras me disponía a untar con jalea el pan tostado que mi mujer había hecho con tanta destreza y que el placer de su consumición se veía eclipsado por tamaño dardo enchumbado de cicuta verbal, sólo por molestar. —Fíjese que no, suegra —repliqué sin tomarme la molestia de verle a los ojos, a sabiendas de la dirección por donde venía el dardo. La situación se tensó como cualquier cable de un teleférico trasandino. Hubo un silencio sepulcral durante unos segundos y continuó la perorata entre todos como si nada hubiese pasado. Algunos minutos transcurrieron bajo una calma tensa, y cuando creí que se había olvidado el evento, hablé: —Este fin de semana es la fiesta de la empresa y estamos invitados. Creo que va a estar divertida. Van a ir todos los ejecutivos con sus familias y unos cuantos empleados de segunda jerarquía. Creo que deberíamos ir, aunque sea por cumplir —dije sin ningún ápice de convencimiento. Noté que la perorata no sólo no amainó en intensidad ni un solo instante mientras hacía el informal anuncio, sino que misteriosamente, al terminar la conversación, todos se levantaron de la mesa dejándome tan solo como un náufrago en una isla desierta. No entendí, quizá no me oyeron o hicieron caso omiso a la invitación, o quizá me desaparecí. A decir verdad, esto último es lo que más se acerca a lo que experimenté en esa oportunidad. La seguidilla de eventos no dejó de acompañarme a lo largo de esos meses, que cada vez se perfilaban más insoportables, no tanto por la suegra y el solo hecho de su existencia, los convenientes dolores de cabeza que mi mujer enarbolaba cada vez que intentaba refrescarla con un poco de brío juvenil, de ese que inspira a las parejas recién casadas; incluso la desmejora en el rendimiento de mi hija en la escuela no era lo que más me preocupaba, sino los episodios de extraña apatía en el diario y trivial vivir que mi familia me propinaba con una alarmante y creciente frecuencia. Al rato, me iba acostumbrando; al rato, me desesperaba sin el auxilio de ser escuchado; salvo las putas, mis putas queridas que nunca he olvidado y que siempre se mostraron prestas a la comprensión, aunque fuese falsa, y a la atenta escucha, aunque fuese falsa también. Por supuesto, todo por un módico precio, aunque hay que entender que no debe ser fácil para nadie tener a un hombre encima moviéndose con el peor de los balances y llorando sus depresiones a moco tendido. Aquella noche me sentí un tanto distraído. La frescura inusual de esa temporada me hacía reflexionar en experiencias pasadas, mayormente agradables, en momentos de alegría que hasta ese instante me parecía haber olvidado, hasta que el helado aire que jugueteaba entre los relieves de mi cuerpo lograba resucitar de algún sitio indómito esos recuerdos que inconscientemente hacía enterrados en profundas capas de tierra muy marrón, olorosa y sólida. La distracción permitió que no me percatara de la absoluta indiferencia en la cual había caído mi familia con respecto a mí. Incluso en el trabajo había empezado a notar cómo se permeaba esa situación. Quizá había empezado hacía mucho tiempo y no me había dado cuenta, como una epidemia, habiendo atravesado el portón de mi casa, las calles, las montañas, las planicies, todo el largo trayecto de mi casa al trabajo, y lo había hecho como un humo blanco, difuso, fantasmal, llevando el virus de la indiferencia casi absoluta el cual estaba padeciendo en casa, hasta los predios de mi oficina y en general a toda la empresa y mis compañeros de trabajo, sin contar con la infección a todo lo que contactaba en el camino y que, presiento, era la ciudad entera. La situación se había convertido en algo insostenible. Las reacciones iban más allá de la simple falta de atención. Llegó a tal punto que ciertamente me sentía totalmente transparente. Tenía que hacer esfuerzos casi sobrehumanos para hacerme oír, así fuese para exponer la más banal de las trivialidades. Incluso, mi mujer no sólo había dejado de tocarme, sino que yo mismo no la tocaba desde hacía mucho rato, quizá por vergüenza o quizá por miedo a que no sintiera nada. Lo cierto es que, paradójicamente, mi mujer dormía con una sonrisa incipiente y una calma traslúcida que no sólo me indicaba que no le molestaba mucho mi ausencia sexual, sino que daba la impresión de estar satisfecha con ese hecho. Cabe destacar cómo me asaltaba la sospecha típica de una situación como esa y que aparte de herir la masculinidad de cualquier hombre, en mi caso específico, me atormentaba de manera particular dada mi nueva circunstancia de marido “traslúcido”. Esa noche decidí que definiría todo lo que estaba pasando y de alguna manera hacerle frente a esa situación que aparte de absurda e inverosímil, simplemente era insufrible. Recuerdo que me senté en la mesa, en el lugar de siempre. Todos comían como autónomos, parecían robots programados para comer, musitar sonidos ininteligibles e ignorarme. Al cabo de un rato, después de acumular fuerzas y presencia de ánimo para destapar lo que había que destapar, me decidí y articulé unas palabras rozando el murmullo: —Quiero decirles algo esta noche. Ciertamente he estado sintiendo algo que me cuesta un poco definir, pero lo voy a intentar, ya que se ha convertido en una situación que se me ha salido de las manos —aparentemente nadie escuchaba, como siempre pasaba en los últimos meses. Sin embargo, no desmayé y seguí mi monólogo con un notable pero aún moderado incremento de decibeles:—. Me gustaría que ustedes, mi familia, me prestaran un poco de atención. Al menos en este momento, que siento... Me sumergí en un discurso que, aunque algo torpe y un poco fuera de lugar, podría decir que planteaba más o menos con detalles lo que había estado sintiendo y las consecuencias que me estaba trayendo tal sensación. La mesa parecía un festival de colores. Platos diversos se mezclaban tanto en colores como en sabores dulzones, salados y picantes. Los olores variados que danzaban a ráfagas no eran ajenos al festín. A viva voz se veía que era una celebración de algún tipo. Todos metían las cucharas en los platos que bailaban al ritmo de los comensales y se compartían entre ellos los típicos sonidos metálicos de los cubiertos al rozar con sus superficies. Yo mismo mientras hablaba compartía, al menos un poco, de ese festival de manos sobre la mesa. Las copas de vino abundaban, quizá más que la cantidad de personas que rodeaban la mesa y que, definitivamente, estaba vestida para una fiesta de algún tipo. Repentinamente, la bruja de mi suegra se levantó de la mesa y fue a la cocina. Al cabo de unos segundos, la vi cruzar de nuevo la puerta dirigiéndose hacia nosotros con algo en la mano, más específicamente un gran pastel de cumpleaños, detalle que inferí por las velas encendidas. Fue en ese momento que vi a mi hija, bella y radiante como siempre, levantarse de la mesa y situarse erguida frente al pastel. La luz de las velas la hacía ver a ratos relucida, a ratos tenebrosa, obedeciendo a los irregulares destellos de las llamas, todo eso sin siquiera haber apagado la luz principal. Una vez que recogió un poco de aire sonoramente, se dirigió a su madre, que estaba sentada a mi lado y dijo: —Mamá, ¿por qué mi papá me hace esto? Mi mujer contestó, ante mi más absoluto asombro. —Hija, empecemos sin él. Seguro se atrasó en el camino, ya sabes cómo es. ** Ricardo Martínez-Mora rjmartinez@prodigy.net Músico y escritor venezolano (Valencia, 1969). Reside en Miami, Florida (EUA). Inició su carrera como músico profesional a mediados de los 80 desempeñándose como instrumentista, arreglista, productor y compositor. Ha recibido 3 nominaciones y 2 galardones por parte de la Recording Academy (Grammy, http://www.grammy.com) en EUA. Participó en el taller literario “Entrelineas” dictado por el escritor peruano Jorge Eduardo Benavides (http://www.jorgeeduardobenavides.com). Es autor de las novelas La tercera cara de la moneda y La nueva agencia, así como del libro de cuentos Historias de un mundo redondo. Todas sus obras literarias aún se mantienen sin publicar. === Sin llegar a lo invisible (extractos) Paolo Astorga ============== *** Una mujer marrón al atardecer Qué desastre más grande andar con las piernas abiertas y sangrarlo todo mientras el sol atraviesa mis ojos y devela a los muertos rubios que me lamen con violencia y soy presa de los semáforos y las angostas calles que me han arruinado el maquillaje. La calle está dura y me he salido aprisa de los bares cogida de los brazos y de espaldas como una sombra que no existe. Qué desastre, nunca fui la niña de cabellos dorados y bonitas faldas recorriendo un parque tardío. Oscuros batracios menean sus cuerpos como fingiendo tener sed y me miran lo absurdo, lo extraño, la escena muriente de casas plateadas y dolorosas cenicientas vomitando sus terribles esqueletos mientras pasan riendo después de haberse mirado en el espejo. Abro los ojos, abro las manos, qué inútil soy, mi boca grita, mis huellas gritan, mis pechos gritan, una turba violenta se acerca a mí, me arrancan los ojos, las manos, los pechos, está prohibido estar triste, mientras pasas por aquí y no te incendias y no te incendias jamás como yo. *** Desmoronamientos Un elefante camina por la calle. Una mujer escultural es devorada por el elefante. El elefante mira el horizonte y camina muy despacio. Si sólo pudiéramos hablar si sólo pudiéramos coger nuestros cadáveres y arrancarnos la ceniza que ha memorizado los días, no seríamos aquellos hombres como ahora aplaudiendo con fuertes vivas la victoria del elefante alejándose en medio de la multitud que vomita sus grilletes. *** Km 33 El caballo era unicornio pero la mañana nos detiene y uno de nosotros tiene que morir y tú lees mis poemas y la vieja ventana del autobús que te llama a cerrar los ojos y cebarte este último suspiro enterrarte bajo la carretera de cisnes el asiento enlutado de recuerdos mientras un hombre trata de protegerse de la humedad de un par de labios llenos de policías y ambulancias rojas El caballo era unicornio mientras cuidábamos el cuerpo como si mañana ya no existiera el mañana, pero uno tiene que morir, la nada en las pupilas intentando gritar nuestra risa desinflada el frío pasamanos oxidado donde vomitamos la alucinada realidad de nuestras voces y quizás una caricia indiferente bajo tu vestido blanco para dejar este poema entre los rieles del tren que se aleja dejando un corazón atropellado entre las chacras. *** La terquedad de las veredas Ya llega el día, mi pierna partida, dolor de búhos esqueleto maloliente, fuga, incontenible furor de semáforos latiendo, oigo tu voz y me descuelgo del cielo áspero y sigo esperando y me petrifico entre cristales marrones, infinitos ceniceros secando mi piel purificada por los cuervos, botellas vacías que degradan el limbo, mi muerte ya no tiene palabras gestos dispares, una caricia tras el charco amniótico de tu sueño, no hay más sangre que desnude la arbitraria muerte de hombres que pasan raudos como lluvia que ya no respiran las paredes atolondrado corazón estrangulado, frío, danzante, esta mañana yo asistiré a tu intento de suicidio jugaré a juntar música y miel dulcísima debajo de los puentes no me valdrá de nada alucinar una mujer desnuda a media tarde a un perro flaco y ojeroso rasgando las distancias, para llamarte, para latir, para hacerme un gris amanecer, o sólo odiar mis cicatrices y despegar un grito inhallable, para tomarte, para estrellarte, para absorberte entre mis manos y me haga falta más que un día, una voz que me enreda a los abismos, el preludio, la misma realidad regada de orillas y de máscaras y el fantasma eterno y deformado y el ósculo trágico y el silencio en la piel que ya no quiero y acaricio, que aún nos guiña el ojo y se sube la falda para que nadie vuelva a la inocencia sin incendiarse primero con la verdad de una amarilla memoria que acaso aún camina bajo la terrible lluvia donde alguna vez perdí mis alas y mi voz. *** La mujer del puente (6:02 pm) Bajo el puente de Chosica el río se embalsa y es de sangre, pero la sangre no me es creída. José Watanabe Ella se vio las manos garabateadas de aves, rosas tatuadas en sus ovarios calientes, transita la figura enjuta de un perro que expectora las siluetas acribilladas bajo un poste embarrado de saliva. Cierras tus ojos; el sonido de una piedra ha estallado en el agua. Abres las piernas al viento de la infancia, abres tu cintura a las tristes bestias que no han podido ver el escondite de las tórtolas. Úteros sangran la ciudad, niños deformes corren tras los trenes antes de recordar el rostro de sus estériles madres muertas por el canto del flautista en busca de las ratas que piden piedad y oscurecen. Ella se mira en el agua mansa, suda nostalgia de flores secas y camina por la tenue luz que se ha olvidado de existir bajo el pecho extraño de las sombras. Sobre la tarde los dos miramos con incertidumbre el mismo vacío furibundo del tiempo que nos unge en su enardecido pecho iluminado. *** Campo azul Una roca desmiembra al día, al incólume pasado De una sombra que vagaba esta ciudad empozada de presagios Y cuerpos tan blancos como una huella puesta sobre los tejados. Yo también fui un amanecer de espinas subterráneas, manos incapaces De retornar a la criatura, ojos que nunca sanan heridas, Me dirás loco, maldito, tétrico acoso de los labios, Pero sabes bien que yo no soy el suicida detrás de la ventana No soy el asesino que ha trasmutado su sombra en tu pecho sudoroso A medianoche bajo el agua oscura del río. Una roca desmiembra un corazón Ahora sí, me dices, ahora sí, la mandrágora alucinando un farol entre la niebla Dictará las horas y ya no me verás con aquel rostro sucio Que dejé frustrado mientras te deseaba aquella noche tan preciada Donde aún algo parecía hablarme, desnudando sus alas, Desnudando sus alas, desnudando el revólver que nos ha de crecer Junto a la memoria de los buitres Otra vez sintiendo una voz infame a través de la mañana. *** Amanecer en Puente Los Ángeles La niebla es un cuerpo detrás del infierno puedes ser tú volver al interior de las cosas quedarte en silencio morir más tarde y saber inútilmente la Verdad: Hace frío y la luz es un ojo que sangra a lo lejos. *** Yo quise ser el mundo Otra vez el charco incólume, la patria durmiente, otra vez noche de asfalto y frontera, escribo y el desierto hace hombres sin espaldas, estómagos andantes bajo la frágil garúa que no te ha nombrado, que no te ha dado la Verdad instalando al ser y la nada, el designio que oscurece un par de ojos vagos y el tránsito pariendo lascivas estrellas y un muchacho quiso ser el mundo y se tiró de un puente o salió del cine inflando sus pulmones a contemplar forzosamente la ciudad y sus cuerpos interiores, la máscara enjuta de un cielo reventado por las masas qué sería de mí, sin mis dioses, sin maletines y corbatas, sin los postes que han predicho en tus ojos un fuego extraño que ni el sol podrá ver. Es el fin, chocan dos autos, aprieto el acelerador, Lima ha vuelto a ser la extraña humedad de un beso, apariencia infinita de un abrazo, mirada extraviada soportando una memoria; ya no hay segunda muerte después del otoño ni otra muchacha con un sexo sin angustia. Yo quise ser el mundo detrás de las paredes y los postes sin insomnio me hablaron de poesía y de mujeres de borrachos y muñequitas de goma, pero ahora ya no soy la luz, ahora ya no soy el mundo ni la sangre derramada que escupo, ni el triste rencor de los que jamás [regresan a la soledad que todos juzgan, violan, tiran al río y olvidan al perderse la luna detrás de las ventanas y las eternas velas que aún no terminan de encenderse tras la noche. ** Paolo Astorga das_adler@hotmail.com Poeta peruano (Lima, 1987). Es técnico en diseño web. Ha publicado el poemario Anatomía de un vacío (Lulu.com, 2006). Fue finalista del II Premio Internacional de Poesía “Desiderio Macías Silva” 2006 con su poemario Rehenes del silencio. Textos suyos han sido publicados en Encontrarte (http://encontrarte.aporrea.org), Ser Poeta (http://www.serpoeta.com), Tu Breve Espacio (http://www.tubreveespacio.com), Oxigen (http://www.revistaoxigen.com) y Liceus (http://www.liceus.com), así como en la antología Reflejos del alma. Mantiene en Internet la revista digital de creación y opinión literaria Remolinos (http://www.remolinos.ar.gs). Es creador de la primera antología digital de poesía La voz del mundo (http://www.lavozdelmundo.pe.kz), la cual reúne a más de 24 poetas de diferentes países de Latinoamérica y el resto del mundo. === La orilla Moisés Sandoval Calderón =============================== —Aquí es donde empieza la orilla —dijo la mujer de rostro curtido, el pelo blanco y largo enredado en una trenza, a la muchacha parada a su lado. Las dos vestidas de negro, con sendas pañoletas oscuras ceñidas a la cabeza confiriéndoles el hálito del luto, soportaban la resolana. La muchacha, apretando en su mano izquierda, en un atadillo, un ramito de flores amarillas ya marchitas envuelto en papel de estraza, junto con una vela doblada y escurrida a causa del calor del mediodía. La vieja señalaba con el índice hacia el otro lado de la calle, a la fachada de la taberna. Donde, en ese instante, seis sujetos con el sombrero ajustado de lado traspasaban el umbral esquivando un enorme mostrador de madera tosca, que parapetado en la entrada, exponía vanamente una arpilla de cebollas moradas a medio pudrir y una docena de naranjas marchitadas. —De ese tugurio para allá, no hay decoro, recato, ni decencia —volvió a decir la vieja con el gesto áspero—. Ahí es donde mataron al Crisanto, tu marido —concluyó con un suspiro hondo. La muchacha se enjugó el sudor del contorno de los ojos jalando una punta de la pañoleta. —¿Y quién fue por fin? —preguntó. —Nadie. ¿No te acuerdas que nos dijeron los del gobierno que todo fue un pleito de cantina? —¿Nomás ansina? —Ansina nomás... Imagínate, ponerme a hacer una lista de sus enemigos como quería el licenciadillo ese. Ahí tuviéramos todavía atoradas. Y ora déjate de afanes inútiles. Lo importante ahorita es buscar el descanso de su ánima, lo demás es perder el tiempo. Le prendemos su vela, le dejamos sus flores y nos pegamos la vuelta, que los arrieros no nos esperarán. Y en un descuido estos calores me van a hacer que me suban a la sierra igual que al desdichado de mi hijo, a lomo de mula, envuelta en una cobija. Cruzaron la calle abruptamente, como quienes en un río desconocido, desde un peñasco se lanzarán al agua sin conocer el fondo; a la carrera, tomadas de la mano como madre e hija. Y se detuvieron bajo la sombra del zaguán situado a un lado del pórtico de la taberna con el propósito de guarecerse del sol que a esa hora caía a plomo, en la espera de encontrar el ánimo para franquear la puerta. Esa puerta situada más allá de la frontera imaginaria que demarcara la vieja como la nefasta orilla. —Ave María Purísima. En qué bregas nos trae este ingrato hijo mío, todavía después de muerto. El sudor les escurría goteando por los pliegues de la piel mezclado con el polvo, dejando las huellas del hollín como surcos en sus caras de piedra, salándoles los párpados. La tolvanera levantada por el aire caliente del verano mantenía a la veterana con un rancio paño en la boca casi permanentemente. La previsión era debido a que no era la primera vez que visitaba el polvoriento pueblo. Cosa que no ocurría con su nuera Micaela, quien jamás había salido del frescor y el aire límpido del caserío enclavado en lo más recóndito de la sierra. Aunque ello no impidió que las dos por igual se la pasaran triturando constantemente entre los dientes los minúsculos guijarros levantados por el polvo. Habían salido de su pueblo en la madrugada del día anterior, oscuro todavía. A prisa, sin más bultos que su amargura. Obligadas por el sello con el águila y la serpiente impreso en el citatorio del ministerio público que trajo el emisario encargado de hacerles llegar el cuerpo. A Crisanto lo sepultaron sin velarlo pues llegó como un desconocido, hinchado y fétido. Y sin esperar siquiera a terminar el novenario se montaron las dos, en el lomo y a la grupa de una de las bestias de carga de la cuerda que salía a la ciudad a surtir la tienda. Con el propósito de atender lo solicitud del gobierno, y más que todo, de poner una vela en el lugar en que había caído muerto, buscando el descanso de su alma. Cuando entraron al local fue como si se zambulleran de lleno en otro elemento. De golpe les aturdió la penumbra y la brusca mixtura de los olores a tabaco y alcohol mezclado con el tufillo a cloro del sexo y del perfume barato de las meretrices. Todos estos componentes envueltos en la cadencia de la música de Agustín Lara que en ese instante tocaba la sinfonola. El galerón, largo y estrecho, estaba casi vacío a esa hora temprana, con más de la mitad de las mesas con las sillas acomodadas encima con las patas volteadas hacia arriba. Y en el fondo, una barra enorme de cedro labrado era lo primero que llamaba la atención de quien ingresaba, luego, una estantería en la parte trasera sosteniendo diversas botellas de marcas famosas de licores, cumpliendo más bien la función de ornato, y en el piso, junto a la barra, acomodadas dos enormes damajuanas envueltas en mecate de ixtle. A los lados de todo el galerón, adheridos a lo largo de las descascaradas paredes, unos sillones maltratados, forrados de tela que en un tiempo pudo haber sido roja, quedaban a la espera de las que en ese momento dormían en sus cuartos reponiendo fuerzas. Velozmente salió a su encuentro uno de los meseros que, artificioso y amanerado, haciendo grandes aspavientos trataba de atajarles el paso. —¡No! ¡No! Está prohibida la entrada —exclamó— ¿Que no saben leer? Prohibido el paso a mujeres y uniformados. —Llévanos con tu patrón y déjate de pendejadas —refutó la vieja—. Si no vinimos a quedarnos, hubiéramos venido en denantes cuando el local estuviera mas solo pero tuvimos que hacer unas vueltas. Nada más queremos ofrendar una vela por mi difunto hijo. —¡Ah, vaya! Son parientes del muertito. El patrón allá está —señaló con el índice hacia el fondo del lugar—, es aquel que está recargado detrás de la barra. A Micaelita se le fue cambiando el nombre de a poco. Casi sin que se diera cuenta. La transformación inició desde el momento mismo en que deslumbrada traspasó el umbral de la cantina. Se había casado con Crisanto sin conocer siquiera el significado de la palabra amor. Por no quedarse sola, y porque no había con quien más en ese pueblo suyo en el que se mataba por una mala mirada. De él, sólo le quedaba en un rincón de la memoria el recuerdo de su trato brusco; la presencia difusa de alguien acostumbrado a hablarle sólo de caballos, la labranza y de que si ya parió o no la yegua. Aunque de él todo lo hubiera soportado, no tuvo tiempo para quererlo. El amor concluyó antes de nacer a causa de lo único que no se perdona: morir antes de tiempo. Cuando se aproximaron al dueño de la taberna, éste, instintivamente, desnudó con la mirada a la muchacha, adivinando en su perfil las formas duras. —¿Qué se les ofrece? —preguntó bruscamente. —Somos parientes de Crisanto —contestó la vieja—, el muertito del pleito que tuvieron aquí. Y po’s, queremos poner una vela en el lugar de su partida como es costumbre en mi tierra, es todo. —Sí, claro, pero primeramente permítanme aclararles que nosotros ya colaboramos con las autoridades y no somos responsables en nada de ese trance, y disculpen la pregunta: ¿qué parentesco tenían ustedes con el difunto? —Era m’ijo. Y ella su esposa. Nosotras no vinimos buscando responsables. ¿Sabe? Lo único que nos consolaría ora es el descanso de su ánima, para que no ande por ahí vagando. —Ah sí, cómo no. Para servirle. ¿Y cuántos años tienes, muchacha? —Veinte. —Pobrecilla, tan jovencita y tan bonita con esos ojitos de cielo, y ya viuda. Pero pasen por favor. Y lo que se les ofrezca. En lo que las pueda ayudar, sobre todo a esta muchachita, tan preciosa, que me siento un poco responsable de lo sucedido. Yo voy a andar por ahí. Y no lo dudes, mijita, lo que se te ofrezca. Sin que lo tomes a chanza o a falta de respeto, esta es mi casa y es la tuya si en algún momento en la necesidad ocupas acomodo —ya se retiraba, pero se volvió, como si de pronto recordara algo importante—. Sí que armó un alboroto el desdichado de su hijo. Después de la encerrona con una de las muchachas, quería a fuerzas cerrar el antro pa’él solo. Andaba como enyerbado. Figúrese, empezó a querer a echar a todo mundo pa’fuera. El caso es que se envainó con quien no debía, el pobre. Y se alejó de ellas, secándose el sudor de la nuca con una toalla percudida. Después de prender la vela y acomodar el ramito de flores en un rincón en que no hiciera estorbo. Ya cumplido el encargo. —Aquí me quedo —dijo la muchacha. Como si sólo se tratara de ir a dar una vuelta. De nada valió el llanto de la pobre vieja que cambió al instante su rostro endurecido por la abierta súplica. Ni el exhorto de que con qué cuentas le voy a salir a tu suegro. Quien finalmente, junto a ella, eran las dos únicas personas que en este mundo le quedaban de familia. Pues los de su estirpe, uno a uno habían ido quedando en el camino. Se acomodó con las muchachas desde el primer día. A ellas les cayó en gracia su candidez y la simplicidad con que se miraba la vida desde su perspectiva. Sin más complicaciones que extrañar de vez en cuando las cumbres borrascosas de su sierra. Empezó haciendo de sirvienta y terminó de puta. Al principio trabajaba de día, orbitaba por las orillas sin atreverse a acercar a las mesas. Temprano limpiaba los patios regándolos antes con petróleo para aglutinar la tierra y evitar el polvo; acomodaba los muebles y desempolvaba los cuartos, ponía papel de rollo en las mesillas, silenciosamente, mientras las demás dormitaban. Y de vez en cuando, en las noches de mucho trajín, se acomedía por ahí, ayudándolas a vestirse después de cada fajina. Y se paraba en la puerta de la cuartería anotando en una pizarra las entradas y las salidas para cambiar las sábanas manchadas de secreciones después de cada cinco encuentros contados, y cambiaba las fundas de las almohadas y las cubría de polvo de talco para ahuyentar los parásitos y los malos olores. Hasta que una noche se descubrió a sí misma sentada en uno de los sillones rojos, con el alegre nombre de Celeste. Y a veces se encontraba con algún cliente cortés, todavía en sus cabales. Y sentía algo muy parecido, si no al amor, sí a la felicidad, cuando le decían al oído, cosita celeste. ** Moisés Sandoval Calderón sandovalsoto@prodigy.net.mx Escritor mexicano (San Ignacio, Sinaloa, 1965). Reside en Culiacán (Sinaloa). Es servidor público y cursa la carrera de derecho en la Universidad Autónoma de Sinaloa (UAS, http://www.uasnet.mx). === Poemas Juanita Conejero ========================================== *** Bajo el reino de unos ojos El tiempo ha corrido velozmente sin avergonzarse. Soy como una simple hoja que vuela y cae masacrada en el lodo ultraje de todos los inviernos. Fui árbol frondoso casi imbatible sin temor a rocas ni serpientes. Pude cavar hacia lo hondo la raíz más profunda convencer multitudes enormes bostezos solitarios y percibir los latidos de sedientas corolas. Fui aquello y esto y mucho más furia inmersa en concha desafiante transgresora y en este minuto corrido el tiempo la espina ponzoñosa duele. Todo es memoria leyenda mito prendido a mis honduras y esta ceiba que contemplo disipada a mis lados gime cuando de polvo se hacen los almendros. Y me pregunto. Si fui árbol ¿por qué una hoja masacrada en el lodo? Si cavé en lo profundo ¿por qué tan fácil la raíz salta a sólo un puño? No es posible. Mis ojos me anuncian otros ojos mis manos se retuercen ante un adiós detenido. Hay que seguir cavando hondo hay que agrandar de ardores las cosechas morder el trigo azul para que sane encontrar un nuevo Sol y un día sin destierro. Es necesario armar de luces este rompecabezas de lunas. *** Soneto al Che Me llegaba el silencio la agonía de los pueblos sedientos de ternura cuando tu voz de fuego y valentía desplegó al pedregal la mano pura y la extiendes la entregas de caricia y en tu cuerpo de roble bien amado se levanta la suerte de una brisa que alienta de fragancia tu llamado. Che de la Sierra y de los Andes hijo conviertes el altar del crucifijo en tu propia colina legendaria y por mi amor sembrado en cada verso te presiento en la estrofa luminaria del poema crucial del Universo. *** Homenaje A Javier Heraud (poeta-héroe) Tú eres mi río. Vienes de tu limeña quebrada de tus fértiles campos y de la lluvia espesa que te golpea el rostro. Te abrí los brazos te ofrecí cascadas interminables trozos de bondad y tú me amaste con tus lagos apacibles tus melodías tu cielo inmensamente azul y tus caudalosos versos que unen vertientes y cañadas. Tú eres mi río tu soledad y esperanza como relámpago el cauce como herida clamor de luces en tus riberas esclarecido poeta que entregaste el cuerpo joven a la humildad del llanto hora de dolor para volver de nuevo entre pájaros y árboles olvidada la muerte (ciclo virginal del tiempo) a esperar el otoño Javier ahora que te han salido los dos geranios en los ojos y dos rosas blancas en la frente callado en esta madrugada cuando desembocas en el mar de mis sueños. Las mariposas y sus pétalos siempre sabrán cuánto nos hemos amado nunca olvidarán que aún se mecen tus aguas en mis manos y que tu música crece cada vez más en la hondura febril de mis entrañas. ¡Tú eres mi río! No temas Ya casi despiertan las madreselvas. ** Juanita Conejero jconejero@cubarte.cult.cu Escritora cubana (La Habana, 1934). Doctora en filosofía y letras de la Universidad de La Habana (http://www.uh.cu). Profesora de literatura cubana e hispanoamericana y española. Actualmente jubilada, después de más de 50 años trabajando en la educación y la cultura, donde llegó a ocupar importantes responsabilidades. Es poeta, narradora, conferencista y promotora cultural. Guionista, desde hace más de diez años, de Radio Cadena Habana (http://www.cadenahabana.cu). Es colaboradora de la página Cubarte (http://www.cubarte.cult.cu). Dirige en La Habana la tertulia de arte y literatura “Sol Adentro” en homenaje a Alfonso Reyes. Ha publicado los poemarios Más allá del tiempo (La Tinta del Alcatraz; Toluca, México, 2000) y Persistencia de la memoria (Extramuros, La Habana, 2008). Poemas suyos han sido publicados en varias antologías de poesía cubana y mexicana, así como en el suplemento cultural La Abeja Dorada de Campus, órgano informativo-cultural de la Universidad Autónoma de México (http://www.uaemex.mx) y en la revista Alma Mater (http://www.almamater.cu) en Cuba. Ha obtenido diversos premios literarios, como el Guardia de Honor de Rubén Darío (Managua, Nicaragua), el Tercer Premio Concurso Nacional de Poesía “Delia Carreras” (Matanzas, 1998), el Primer Premio “Una flor para Celia” (80º aniversario de la heroína cubana Celia Sánchez Manduley) y Primer Premio del Concurso Nacional de Poesía “Rafaela Chacón Nardi” (Biblioteca Nacional de Cuba y la Asociación “Amigos del Libro”, 2005), entre otros, así como el Premio “Coral del Aire” (2007) otorgado por la Dirección de Cultura del Municipio Playa (La Habana) en reconocimiento a su trayectoria cultural y el premio “La Gitana Tropical” (2008), otorgado por la Dirección de Cultura de La Habana. Ha participado en varias ediciones del Festival Internacional de Poesía de La Habana (http://www.festivalpoesia.cult.cu) y en diversos eventos internacionales, como el encuentro “Mujeres Poetas en el País de las Nubes” (http://mujeres-poetas.blogspot.com; México, 2005), el Festival Latinoamericano “Ser al fin una palabra” (http://seralfinunapalabra.blogspot.com; México, 2006) y el Encuentro Internacional de Poesía Floricanto (México, 2008). === Con tu mirada en mi alma Milia Gayoso Manzur ===================== Como todos los días, estaba esperando el colectivo, en la misma esquina, hasta creo que en la misma baldosa, como desde hacía tres años. Sólo pensaba en Hernán. Hernán en el colectivo, Hernán en el colegio, Hernán en la plaza, los domingos, Hernán en mi corazón, por siempre. Recordarlo dolía más que dejar de hacerlo. Creo que era finales de julio, porque todavía hacía frío. Sí, hacía frío, lo sé porque recuerdo tu pulóver azul francia y tu camisa celeste. Cuando, por supuesto, estaba pensando en Hernán, pasaste caminando a mi lado y mis ojos se fueron detrás de los tuyos, porque me miraste como distraídamente. Moreno, ojos achinados, sonrisa gentil, dientes separados de conejo, con pasos rápidos y fuertes. ¡Ahhh!, suspiré tan fuerte que las personas que también esperaban el colectivo, me miraron divertidas. Por alguien así ya te olvido, dije, pensando en Hernán. Pasaron los días. Volví a verte media docena de veces, pero pasabas sin mirarme, o en auto. Pantalones grises o azules, camisas claras y el pulóver azul que te quedaba divino. Transcurrieron varios días sin volver a verte, hasta que una tarde cualquiera, cuando tocaba el picaporte de la oficina para salir, me encontré con tus ojos. No lo podía creer. Allí estabas, tratando de sonar indiferente, solicitando unos datos que en ese momento no podía darte, entonces prometiste regresar por ellos otro día. Volví al baño a mirar mi rostro ardiente, en el espejo, a perfumarme, a volverme a poner brillo en los labios. Salí. Y allí estabas, recostado en la baranda, esperándome. ¿Sí?, pregunto con apenas un hilo de voz. Te mentí, dijiste. No precisaba nada más que verte y hablar contigo. Llevabas puesto tu pulóver azul. Me acompañaste a la parada donde hablamos casi durante tres horas y yo comencé a sentir frío. Me fui a casa con tu pulóver, tu perfume y tu mirada metida en el fondo de mi alma. Me internaron esa madrugada. Un mes sin saber de ti, un mes pensando que fue un sueño. Estaba enferma, débil, sola... Extrañaba a Hernán, quería verlo. En todo el tiempo en que estuve internada, se fue una sola vez a visitarme, con su madre. Me moría porque me diera un solo beso o pudiéramos conversar a solas, pero no fue posible. Al retirarse me dijo una frase cariñosa y me acarició los dedos del pie, debajo de la sábana. Su antiguo sentimiento hacia mí se redujo a una caricia a mi dedo gordo. Creo que también fue el final de mi largo e intenso amor por él. Ya era agosto cuando volví a mi trabajo de secretaria, con varios kilos menos y muchas ganas de volverte a ver y comprobar que no fue un sueño. Mis compañeras de trabajo me contaron que un misterioso admirador no dejó de llamar ni un solo día, para preguntar por mi salud. Salí a las 12 para ir a comer a casa y volver para las 3, al trabajo. Allí estabas, en la parada, con un ramo de flores en la mano. (de Dicen que tengo que amarte, un libro con textos para adolescentes) ** Milia Gayoso Manzur miliagm@yahoo.com Periodista y escritora paraguaya (Villa Hayes, 1962). Es editora del área de arte y espectáculo del diario La Nación (http://www.lanacion.com.py). Ha publicado los libros de narrativa breve Ronda en las olas, Un sueño en la ventana, Cuentos para tres mariposas, Microcuentos para soñar en colores, Para cuando despiertes, Antología de abril, Las alas son para volar y Dicen que tengo que amarte. === Sobre la escritura Eva Ruiz ====================================== *** Ensayo del ¿para qué? Si no para qué andar buscando la blancura profunda de las cosas, que siempre se aleja al despertarnos y sólo nos deja ese murmullo del lápiz contra la muerte. Si no para qué estos ojos que miran desde quién sabe qué hendidura hasta subir dulce como un amor que se desmaya en el eterno tiempo de la sangre. Sino para qué arrancarle a la soledad la hondura de la sombra, con el hilo de Ariadna trenzado al punzante canto de la sirena. Para qué, si no es para ofrecerlo como un agua cóncava y transparente sutil y genuina que la sed reconoce en el ansia veloz de la existencia. *** Generación ondulando Tengo que fingir una displicente seguridad. Me miras desde el último caballo de calesita demodé que nos identifica a los dos, generación por medio, o por peso. Siento una descomunal esperanza de las palabras que sacrifico, y el espejo me soborna con indescifrable código... Si supieras que crucificas mi fotografía en la pared en inservible referencia. No es por miedo que me quedo en tus ojos ondulando como una bandera blanca.... es que, a veces, ser señal es una necesidad que reclama la generación siguiente en inútil sacrificio. *** Mundo hélice Después de visitar los rinconcitos de tu frente, bajo en el tobogán hacia el tamborcito que tartamudea penas cuando te veo injusticia. La lluvia de una voz chiquitita como el agua desgrana fulgorcitos, sapitos que croan hambre rota, como la dignidad bajo la hélice, que respira vidrios en el corazón. ** Eva Ruiz evaisabelruiz@speedy.com.ar Poeta y cuentista argentina (Buenos Aires). Textos suyos han sido publicados en diarios y revistas como Caracol Rosarino, Artes y Letras, Ronda Literaria y diario El Cóndor, entre otros, así como en diversas antologías. Obtuvo la mención de honor en cuento de Ronda Literaria (1996-1997), el Premio Nacional de Literatura organizado por la Sociedad Argentina de Escritores (http://www.lasea.org.ar) y el Departamento de Cultura de la Municipalidad de Tres de Febrero (http://www.tresdefebrero.gov.ar; 2003, 2004 y 2006) y otras distinciones. Ha sido jurado en los Juegos Florales de Tres de Febrero y es colaboradora de la revista Las Letras. Mantiene una página personal (http://evaruizbarrios.com.ar). === El futuro presidente Blanca del Cerro ============================ Mesa de caoba larga y majestuosa, sillas muy cómodas recién tapizadas en tonos verdes para el descanso de la vista, una grandiosa alfombra persa en el suelo, dos espejos venecianos, cuadros de cotizados pintores en todas las paredes del gran Salón de Juntas, lujo y señorío pululando alrededor de los cuerpos, y en el aire un perfume indefinido a flores, jazmines, tal vez rosas, o quizás una mezcla de ambos. Ante cada uno de los componentes del Gran Consejo de la Nación, una copa de cristal de Bohemia con un exquisito vino de cosecha casi exclusiva y varias fuentes repletas de canapés de salmón noruego y caviar Beluga. Algo muy tenue, como un bisbiseo de sombras oscuras, se colaba por los resquicios de las ventanas cerradas. —Creo que ya tengo a nuestro candidato —exclamó repentinamente Don Ginés Navalbuena, Vicepresidente del actual Partido en el Gobierno de aquel pequeño país rodeado de montañas. Todos volvieron la cabeza y lo miraron expectantes. Don Ginés era un hombre triste, de ojos oscuros y pequeños y mirada algo estrábica. Al igual que sucedía con todos los asistentes a la reunión, llevaba desde tiempos inmemoriales militando en el Partido, el PAPYLLA, Partido del Pueblo y la Llaneza, establecido en el poder, evidentemente mediante elecciones democráticas, desde hacía treinta y dos años. Don Ginés se sentía agotado tras tanto tiempo de entrega absoluta a su nación pues, como él decía con harta frecuencia: “El poder no corrompe, solamente cansa”. A ellos, los allí presentes —los componentes de la cúpula del Partido, exceptuando al Presidente—, casi todos en las mismas circunstancias que Don Ginés, se les había presentado un pequeño problema, pequeño pero importante: carecían de candidato para las próximas elecciones. Lo cierto es que no carecían de candidato propiamente dicho, ya que había dónde escoger, sino de un candidato manejable. —¿Podemos saber quién es? —preguntó Doña Bonifacia Salmida, a quien todos llamaban cariñosamente Boni. Doña Bonifacia Salmida, el pelo rubio teñido y la mirada clara, estaba al frente de uno de los tres nuevos ministerios creados por el anterior Presidente del Gobierno, el MAMI, Ministerio de Asuntos de Máxima Importancia que, al igual que sucedía con el MUSLITO, Ministerio de Urgencias y Servicios de Libertad y Tolerancia, y el MEMO, Ministerio de Enseñanza de Memorias Olvidadas, desempeñaba un papel fundamental en el bienestar de los ciudadanos. Don Ginés observó a sus compañeros con los ojos entornados. La idea del candidato había surgido realmente de su hijo menor, un chaval de diez años, rubio y alegre, aunque no demasiado inteligente a causa de una meningitis mal curada, pero al que mimaba y adoraba. Fue él quien, en el transcurso de un paseo por el parque zoológico, le inspiró dicha idea con una serie de, a su modo de ver, acertados comentarios sobre lo que iba observando. Y Don Ginés pensó: “¿Por qué no?”, mientras que, a lo largo del fin de semana, maduraba aquella posibilidad incrustada en su cerebro, llegando a la conclusión de que ocurrencias tan brillantes sólo podían albergarse en una mente como la suya. Al fin y al cabo, llevaba más de treinta años liderando el país en la sombra y casi todas las grandes ideas habían surgido de su privilegiada cabeza. No importaba que no tuviera estudios, ya que ni siquiera había terminado su carrera de Empresariales, una nimiedad que carecía de interés. Él era la encarnación del poder y lo demostraría. —Creo que nuestro mejor candidato podría ser... La frase quedó temblando en el aire arropada por los ojos de los presentes. Aquellos hombres y mujeres eran su propia obra, estaban de su parte y aceptarían todo lo que sugiriese. Lo sabía y se enorgullecía de ello. El electorado, los votantes, los afiliados a su partido, no representarían ningún problema. Él los manejaría, como había hecho desde los tiempos en que, escalando paso a paso los peldaños de la jerarquía, se había instaurado en lo más alto: el poder en la sombra, lo cual significaba el verdadero poder ya que, en caso de problemas, las culpas siempre recaerían sobre el Presidente. Don Ginés se sentía rebosante de orgullo. El único elemento un tanto problemático de los allí presentes tal vez fuera el Secretario del Ayuntamiento, Don Horacio San Silvestre, pequeño y regordete, demasiado honrado y cabal para desempeñar el puesto que se le había encomendado. Pero no le cabía ninguna duda de que él, Don Ginés, se las ingeniaría para solventar cualquier dificultad, como siempre había hecho a lo largo de tantos y tantos años de impecables servicios. La tibieza de la tarde acariciaba los cuerpos tiñéndolos con un manto malva de suavidad y dulzura. —Creo que nuestro mejor candidato podría ser —continuó bajo la atenta mirada de todos— podría ser... Eleuterio. Al escuchar aquel nombre, en los rostros de casi todos los presentes se dibujó una sonrisa, sin duda de aceptación o complicidad. Algunos, los menos, permanecieron expectantes, como si no creyeran las palabras que habían escuchado, ausentes de gestos o de reacciones. Parpadearon asombrados y la posible duda que pudiera recorrer sus entrañas no duró más que un segundo. Entre ellos, tan sólo una persona, Don Horacio San Silvestre, abrió mucho los ojos y la boca, se aferró fuertemente a los reposabrazos del sillón hasta sentir dolor en las manos, y permaneció mudo, anonadado, obnubilado, pensando que no era cierto lo que había oído de labios del Vicepresidente. Una sombra oscura, en forma de diablo retorcido, acarició la piel de los participantes en la reunión, desapareciendo poco después tal y como había llegado. Transcurrieron varios minutos de silencio absoluto. Unas cuantas gotas de quietud cayeron lentamente sobre los hombres y mujeres reunidos en la gran Sala de Juntas del edificio de la Presidencia, y un suave aroma a jazmines y rosas impregnó sus cuerpos cansados, agotados por el insigne trabajo que desempeñaban. Fue Doña Bonifacia Salmida, Ministra del MAMI, quien interrumpió la catarata de pensamientos: —¿Te refieres a..? —preguntó con un hilillo de voz—. ¿Te refieres a... Eleuterio? ¿Nuestro Eleuterio? —Por supuesto. ¿A quién iba a referirme? —respondió Don Ginés muy orgulloso. —¿Hablas de... Eleuterio, nuestra mascota? —¡Pues claro que sí! ¿Tenemos algún otro Eleuterio? Por los rostros de casi todos los presentes se esparció una sonrisa callada y socarrona. Los pensamientos, hasta ese instante desbaratados, se unieron y reunieron, como siempre, y empezaron a formar una masa compacta de acuerdo, aceptación y servilismo. También como siempre. Entre ellos no podía existir la posibilidad del pensamiento individual ya que supondría una verdadera catástrofe. Nadie imaginaba a nadie pensando por sí mismo. Una vez tejidas y aunadas, las ideas incrustadas en sus cabezas formaban un tapiz uniforme imposible de descomponer. Fue una vez más Don Horacio San Silvestre, con su voz aflautada y su cuerpo rechoncho, quien dio la nota discordante. —¡¿Pero cómo es posible?! —exclamó levantándose furioso del sillón y dando un golpe con ambas manos sobre la mesa. Todos le miraron con los ojos cargados de pena, o quizás de compasión. Siempre él. Siempre se oponía al consenso de los demás. Siempre protestaba. Siempre estaba allí para contrariarlos. No era la primera vez, pero tal vez sí la última, pensó Don Ginés, porque estaba un poco harto de aquella molesta oposición. ¿Por qué no se marchaba del Partido si tan en contra se mostraba? ¿Por qué permanecía con ellos? ¿Por qué no se limitaba a pensar como todos? Sería tan sencillo... —¿Cuál es el problema, Horacio? —preguntó el Vicepresidente impregnando su voz de matices solapados de cadencias. —¿Cómo que cuál es el problema? —Explícate, por favor, porque ya estamos un poco cansados y me gustaría ir a comer. —¿Pretendes decir que vamos a presentar a Eleuterio, nuestra mascota? —No pretendo decirlo. Lo he dicho. —No... no lo puedo creer. —Pues créelo. —¿¡A un chimpancé!? ¿Un chimpancé como candidato a la Presidencia del Gobierno? —Claro. —Pero... ¿cómo que claro? —¿No te parece una idea absolutamente genial? El rostro de Don Horacio San Silvestre se había tornado rojo como las amapolas. No podía dar crédito a lo que estaba sucediendo. Tal vez aquellos hombres y mujeres que le rodeaban se habían vuelto locos de repente, habían sido acorralados por una alucinación mental transitoria o un ataque de demencia general. —Pero... pero... ¿Cómo es posible que pienses así? ¿Y los afiliados? ¿Qué dirán nuestros afiliados? Don Ginés Navalbuena, Vicepresidente del PAPYLLA y del país, respondió sin abandonar la sonrisa: —Nuestros afiliados dirán lo que nosotros queramos que digan. —Pero... pero... —la incredulidad y la indignación atascaban las palabras en la garganta de Don Horacio. —Siempre ha sido así y siempre lo será —continuó tranquilamente Don Ginés—. ¿Acaso alguien lo ha dudado un momento? Bueno, parece que sí, parece que tú, Horacio, siempre estás dudando de nuestras grandes ideas y de nuestras correctas decisiones. Parece que tú, Horacio, te apartas del consenso general. Y esto, te recuerdo, es una democracia completa y absoluta, y tú debes pensar como la mayoría. —¿Qué tiene que ver la democracia con lo que acabas de exponer? La democracia es algo mucho más serio que... —La democracia tiene que ver con todo lo que hacemos y la labor que desempeñamos. —Ginés, una cosa es pensar como la mayoría y otra... —¿Qué ocurre, Horacio? ¿Otra vez en contra? —Pero, Ginés... ¡un chimpancé! ¿Qué pensarán más allá de nuestras fronteras? ¿Y la oposición? ¿Y el mundo? ¿Y el resto de los países? Sin perder nunca la sonrisa, y encogiéndose de hombros, el Vicepresidente respondió: —Eso, en realidad, carece de importancia. Don Horacio San Silvestre llegó instantáneamente a la conclusión de que resultaría inútil cualquier intento de insuflar una gota de cordura en aquellos seres. Con la ira y la indignación reptando por sus venas, plegó los labios, apretó los puños, recogió sus papeles, echó atrás el sillón en el que había estado sentado y empezó a caminar hacia la salida a pequeñas zancadas, pues siendo piernicorto no podía darlas más grandes, mientras murmuraba bajito: “¡Dios mío! Un chimpancé... un chimpancé...”. Todos los allí presentes le siguieron con ojos turbios, pensando colectivamente que aquel hombre era y sería una cruz que deberían soportar hasta el mes de octubre en que tendrían lugar las próximas elecciones momento en el cual, sin lugar a dudas, sería destituido por disidente. Una vez cerró la puerta, con la poca furia que podía desplegar un ser tan insignificante como Don Horacio, Don Ginés esperó a que el eco de aquella presencia fuera desapareciendo en la lejanía, se acercó suavemente a Doña Bonifacia y le susurró al oído: —Recuérdame, Boni, que mañana nos deshagamos de ese individuo. El sonido ya imperceptible de los pasos quedó quebrado en el aire entre un suave aroma de jazmines y rosas. Don Ginés se llevó un canapé de caviar a la boca, apuró su copa de vino y mirando detenidamente a todos los que conformaban el Gran Consejo de la Nación, preguntó despacio. —¿Alguna otra objeción a la propuesta? El silencio se adueñó de los cuerpos y de las almas de aquellos seres tristes, mientras un temblor seco atravesaba el espacio. —Está bien —dijo Don Ginés tras esperar unos segundos—. Queda acordado por unanimidad que el próximo candidato a la Presidencia del Gobierno será Eleuterio. Se detuvo unos instantes escudriñando el entorno, pero continuó de inmediato para que nadie pudiera interrumpirle con ningún tipo de comentario. —Es evidente que hay que trabajar de firme pues tenemos mucho que hacer al respecto. En primer lugar, necesitamos un apellido para Eleuterio, ya que no podría presentarse sólo con su nombre. ¿Estamos de acuerdo? Todos asintieron. El aire, suave y etéreo hasta el momento, se iba cargando de miseria y humo. —Yo había pensado —siguió el Vicepresidente— en un apellido sonoro y majestuoso. Algo así como... Rovirosa de los Madrigales, Rodrigal de las Altas Torres, o similar, y algún que otro añadido, que suene bien y tenga fuerza. —Me gusta —apuntó Don Diego Colentes, Ministro del MUSLITO, quien no había abierto la boca durante toda la reunión—. Me gusta Rovirosa de los Madrigales y algo más. —A mí también —corroboró Doña Juana Delado, adjunta y mano derecha de Doña Bonifacia, quien hacía las veces de Secretaria de la Junta. —¿Estamos de acuerdo entonces? Todos asintieron. A partir del momento en que fue decidido por unanimidad el próximo candidato a la Presidencia del Gobierno, el Consejo de la Nación en pleno se lanzó a estudiar los detalles relacionados con la presentación de Eleuterio, así como a trabajar en las múltiples facetas, cuestiones, asuntos y elementos que tan grandiosa labor conllevaba. Durante semanas, e incluso meses, los insignes miembros del Consejo de la Nación, en un perfecto e inalterable consenso jamás cuestionado ni puesto en tela de juicio, fueron perfilando todos y cada uno de los cientos de aspectos que conllevaba el delicado trabajo destinado a preparar, aleccionar, entrenar y enseñar a Eleuterio. Y Eleuterio, simpático y nervioso, fue sometido a múltiples pruebas entre las cuales se incluían protocolo, vestuario, maquillaje, peluquería, recepciones, saludos, besamanos, y un largo etcétera imposible de enumerar al completo. Eleuterio, un simio despierto e inteligente, aprendió a comer en una mesa, a utilizar perfectamente los cubiertos, a comportarse con rectitud, a permanecer quieto y en silencio, a obedecer las órdenes que se le impartían, a saludar moviendo la cabeza, a dar la mano, a simular que escuchaba y entendía las palabras pronunciadas por otros, en resumen, Eleuterio fue cuidadosamente aleccionado para comportarse con total rectitud. El Vicepresidente se sentía realmente orgulloso de los progresos realizados. El único problema existente era que, pese a la inteligencia del chimpancé y pese a cualquier esfuerzo humano, Eleuterio, por muchas lecciones que recibiera, desafortunadamente no podía hablar, siendo ésta una cuestión a la postre poco problemática ya que, según la idea de Don Ginés y sus allegados, siempre habría alguien que lo haría por él. A medida que transcurrían las semanas y el candidato aprendía diligentemente en manos de sus entrenadores, la euforia de Don Ginés crecía a pasos agigantados. Una vez solventada la cuestión del aprendizaje de Eleuterio, otro asunto a tener en cuenta —aunque sin ser de máxima importancia— era el electorado. Tanto Don Ginés como sus secuaces estaban absolutamente convencidos de la inexistencia de problemas con sus afiliados. Los afiliados del PAPYLLA, la práctica mayoría del país, estaban unidos por un pensamiento colectivo que, evidentemente, era el del Partido. Y ellos pensarían siempre lo que el Partido deseara. Ocurriera lo que ocurriera —y mucho había sucedido durante aquellos años— estarían a su lado. En las épocas de crisis —no por culpa del Gobierno, evidentemente, sino de factores externos—, en las épocas de bonanza —en este caso gracias a la gestión del Partido—, en las épocas intermedias, en las épocas claras, en las épocas oscuras, cuando habían surgido problemas, ellos, sus afiliados, se habían mantenido firmes, incólumes, fieles, leales hasta la saciedad y, fuera cual fuera el comportamiento del PAPYLLA, se mostraron conformes y a su favor. Nadie concebiría que ocurriese de otra manera. El arrullo de la primavera empezó a dar paso al calor pegajoso de un incipiente verano que amenazaba con desgajar los cuerpos, como siempre sucedía en aquel pequeño país rodeado de montañas. Transcurrieron los días y las semanas rebosantes de trabajo. Se acercaba el día de la presentación del candidato. Don Ginés y su camarilla, un poco nerviosos, un poco desbordados, se sentían pletóricos de emociones. Y las horas ingratas, excesivamente veloces, tragaron con ansias la vida, hasta que llegó el gran momento. Aquella tarde de flores suaves y luces silenciosas cayendo lentamente desde la cima de los montes cercanos, el Partido había convocado una concentración de sus afiliados y simpatizantes en el Parque Nacional José María Himerosa, así llamado en honor a uno de los mejores alcaldes habidos en la Capital. Desde primeras horas de la mañana, miles de personas empezaron a ocupar los bancos, sillas, parterres y senderos del parque. Cientos de autocares, llegados desde los más recónditos rincones del país, y fletados expresamente para la ocasión —evidentemente, con coste a las arcas del Estado— atestaban las calles circundantes. A las tres de la tarde, pese a que ya no cabía un alfiler en el recinto, seguía aflorando gente, debido a lo cual fue necesario habilitar los alrededores de la zona, más allá de las altas verjas que rodeaban el parque, para que todo el mundo pudiese participar en el gran evento. La multitud se apiñaba ansiosa. Fueron repartidos bocadillos y bebidas —evidentemente, con coste a las arcas del Estado—, además de banderas, enseñas, panfletos y octavillas. La tensión y la emoción, guardadas en el fondo de las almas a lo largo de meses, se palpaban en el ambiente. A las siete de la tarde, momento en el cual tendría lugar la presentación del candidato del PAPYLLA, el parque y sus alrededores se asemejaban a una marea informe de cuerpos y almas desbaratados. Hombres, mujeres y niños de todas las edades, estados y condiciones, se apretaban unos junto a otros a la espera de una ilusión excesivamente bien guardada. Una orquesta formada por quince o veinte músicos —evidentemente, con coste a las arcas del Estado— deleitaba a los participantes interpretando alegres melodías que nadie escuchaba. Los corazones de todos latían rápidos, especialmente los de Don Ginés Navalbuena y sus secuaces a quienes los nervios empezaban a traicionar con tantos y tantos elementos bajo su atenta revisión. El candidato a la Presidencia del Gobierno, siempre de la mano de alguno de sus entrenadores, fue elegantemente vestido con un traje gris marengo, una camisa blanca y una corbata a azul, todo ello a juego con el fin de causar la mejor impresión a las almas que allí esperaban. Nubes de colores paseaban indolentes por el cielo. Miles y miles de personas esperaban ansiosas la aparición del candidato, que se había mantenido hasta entonces en riguroso secreto. Eleuterio fue cuidadosamente peinado, perfumado y aleccionado. Había llegado el momento. Un temblor sereno y casi palpable recorría los cuerpos de todos y cada uno de los presentes en el acto, como un trallazo compuesto de soledades compactas. El grupo de músicos interpretó el himno nacional, lo que hizo que la multitud apiñada redujera el sonido de sus voces. Don Ginés Navalbuena, correctamente vestido con traje azul oscuro, camisa clara y corbata roja, apareció en el escenario, subió a la tarima dispuesta para los oradores, colocó sus papeles sobre el atril y se dirigió a los ciudadanos. —Compañeros y compañeras —comenzó diciendo tras comprobar sonriente que su poder de convocatoria no había quedado mermado en absoluto, sino al contrario, que su fuerza seguía firme, que ellos, sus súbditos, estaban donde él quería que estuviesen. No había más que extender la vista y comprobarlo. Los ojos de la multitud gritaban adoración. —Apreciados compañeros y apreciadas, compañeras, queridos amigos y queridas amigas —continuó diciendo—, estimados afiliados y estimadas afiliadas de nuestro gran Partido —el silencio empezó a aposentarse entre la masa—. Nos hemos reunido aquí, por fin, después de tanto misterio y de tanto secreto —no por culpa nuestra, evidentemente, sino de las circunstancias—, para daros a conocer a nuestro próximo candidato a la Presidencia del Gobierno. Los miles y miles de personas allí presentes comenzaron a beber las palabras de Don Ginés. —Como podéis comprender, y no os quepa ninguna duda de ello, hemos procurado elegir lo mejor y lo más adecuado para el pueblo, para vosotros, que sois los que realmente formáis la verdadera realidad del país, los que trabajáis firmemente por su bienestar y los que hacéis que todos juntos estemos a la cabeza del mundo. La multitud estalló enfervorizada en millones de aplausos y vítores mientras que en la mente Don Ginés, sin perder nunca la sonrisa, reposaba un pensamiento: “Ya están en mis manos. Siempre ha sido sencillo lograrlo”. —Sois vosotros, y únicamente vosotros, los que ocupáis nuestras vidas y nuestros corazones, los que nos hacéis luchar por ser los mejores y avanzar firmemente hasta la cima, los que movéis la vida de este gran país, los que insufláis en nuestras almas el deseo de seguir adelante —se detuvo unos instantes para dar un mayor énfasis a sus palabras—. Porque, sin vosotros ¿qué seríamos nosotros? El Vicepresidente se vio en ese instante interrumpido por muchos más aplausos que la vez anterior, ahora acompañados de gritos y vivas. Las gargantas rugían. —Por eso, por vosotros y pensando exclusivamente en vosotros, es por lo que hemos elegido al candidato que vamos a presentaros a continuación. Por vosotros, por vuestro bien general y particular, por el bien de vuestros hijos y de vuestros nietos, por el bien de vuestras familias, por el bien de vuestra economía, por vuestro bienestar que es y será siempre el nuestro. “¡Viva Don Ginés!”, “¡Viva el pueblo!”, “¡Viva el Gobierno!”, ¡Viva el Partido!”. Millones de voces reventaban en el aire. Los brazos levantados, los cuerpos rebosantes de orgullo, las manos buscando otras manos, los ojos brillantes de emociones sublimes. Don Ginés Navalbuena, siempre con la sonrisa en los labios, contemplaba aquello que consideraba su obra y sentía el corazón desbordado. Tenía sus almas en el bolsillo. Había llegado el gran momento. —¡Compañeros y compañeras, amigos y amigas, afiliados y afiliadas! ¡Os presento a nuestro futuro Presidente del Gobierno, Don Eleuterio Rovirosa de los Madrigales y Valsantos! Por el fondo del escenario apareció el simio perfectamente trajeado, de la mano de dos de sus entrenadores, instante en el cual la orquesta empezó a interpretar un simulacro del Himno de la Alegría, mientras hacia el cielo se elevaban millones de globos de colores a la vez que cientos de palomas de la paz, y el aire de todo el recinto se plagaba de confetis y serpentinas. La multitud rugía y chillaba. Don Eleuterio caminó despacio, tal vez un poco asustado por la presencia de tantas y tantas personas observando sus movimientos, aunque firme y decidido entre sus dos entrenadores. Era lo que se esperaba de él y no iba a defraudar a nadie. Una vez instalado junto al Vicepresidente, sobre una tarima especial de madera para aumentar su corta estatura, Don Eleuterio, tal y como había aprendido a lo largo de muchos meses de entrenamiento, levantó ambos brazos y saludó a la masa informe que le coreaba, emitiendo al mismo tiempo una serie de sonidos guturales. Los aullidos de la multitud rompían el aire. Don Ginés observó lo que estaba ocurriendo y suspiró aliviado sin abandonar su siniestra sonrisa. Con el fin de evitar la más pequeña posibilidad de que cualquier dudoso pensamiento cruzase repentinamente por los cerebros de aquellos, sus leales allegados, Don Ginés no esperó a que se instaurase un silencio que, ante cualquier auditorio normal, hubiese producido la presencia de un chimpancé, sino que continuó con su arenga, como si toda aquella farsa fuese un acto perfectamente natural. —¡Ciudadanos y ciudadanas! ¡Compañeros y compañeras! ¡Amigos y amigas! ¡Os presento a Don Eleuterio, el futuro Presidente del Gobierno de nuestra gloriosa nación! ¡El mejor, el único, el insigne, Don Eleuterio! Él será el más honrado y veraz de los mandatarios, el que nos llevará por los caminos de la gloria, el que velará con seguridad por los intereses del país, los vuestros y los nuestros, el que continuará con la paz que tanto deseamos y que tanto nos ha costado conseguir, el que nos conducirá implacablemente y sin la menor vacilación a la cima del mundo. No dudéis jamás que él es el mejor y el único, no lo dudéis. La multitud se desgañitaba profiriendo gritos ininteligibles. —¡Él nos dará la gloria! ¡Él conseguirá lo que nadie ha conseguido! ¡Con él derrotaremos a la malvada oposición que tanto daño hace a nuestro glorioso país y seguiremos avanzando! Miles, millones de gargantas chillaban sin cesar “¡Viva Don Eleuterio!”, “¡Viva Don Ginés!”, “¡Viva el Partido!”. —¡Con Don Eleuterio lograremos la verdad y la felicidad! ¡Con Don Eleuterio continuaremos en la cumbre! ¡Con Don Eleuterio lucharemos juntos contra todo y contra todos! La multitud deliraba. —¡Yo os insto a votar a Don Eleuterio en las próximas elecciones de octubre! ¡Vuestro voto decisivo nos dará la victoria! ¡Vuestro voto es y será de máxima importancia! ¡No dudéis en las urnas! ¡No dudéis ni un instante, pues un instante puede significar el todo o la nada! ¡Sed siempre fieles a vuestro Partido! Porque yo sé que, con vuestra libertad y vuestra preclara inteligencia, estaréis siempre a nuestro lado y a nuestro favor, que es el favor del pueblo. Don Ginés extendió la mirada sobre aquellos seres vociferantes que lo adoraban. Su orgullo, su vanidad, su ego, alcanzaron en ese momento cotas máximas de felicidad. —¡Sois maravillosos! —terminó diciendo verdaderamente emocionado—. ¡Muchas gracias, de verdad, muchas gracias por vuestra presencia! Los gritos, los cánticos, los vítores, las aclamaciones, rodearon durante largo tiempo a la totalidad de la cúpula del PAPYLLA, que salió a saludar al escenario, cogidos por la cintura, formando una cadena humana de solidaridad con su pueblo y con su futuro Presidente del Gobierno. Don Ginés se sentía exultante de orgullo. Todo había salido conforme a sus intenciones y a sus deseos. Los afiliados se habían comportado como era de esperar. Nada había fallado. Una gran sonrisa se extendía por sus labios y por su corazón. ¿Qué importaba lo que hubiera sucedido en el pasado? ¿Qué importaban las penas, los dolores, las crisis, los momentos terribles, los sufrimientos? ¿Qué importaba cualquier otro tipo de nimiedades? Don Ginés sabía que había triunfado. La fiesta en el parque se prolongó hasta altas horas de la madrugada y todos los allí presentes se sintieron realmente felices. La luna y las estrellas, con un brillo especial en sus miradas huecas, fueron testigos de la alegría de un pueblo. Unos meses más tarde, a mediados de un mes de octubre tibio y envuelto en los colores ocres de un otoño resplandeciente, tuvieron lugar las elecciones generales en las que Don Eleuterio Rovirosa de los Madrigales y Valsantos, fue elegido por mayoría absoluta Presidente del Gobierno de aquel pequeño país rodeado de montañas. ** Blanca del Cerro blacer11@gmail.com Escritora española (Madrid, 1951). Licenciada en traducción, interpretación y filología francesa por la de Madrid, dependiente de la Sorbona de París (http://www.sorbonne.fr). Ha dedicado gran parte de su vida a la traducción, especialmente técnica, por lo que ha traducido multitud de artículos, folletos y especificaciones, además de 32 libros. Ha obtenido el Primer Premio de Relatos de la revista Genial y tanto el Primer y Tercer Premios de Relatos Cortos como el Primer Premio de Poesía de la Revista de Finanzauto. Ha publicado el libro Luna Blanca (Editorial Nuevos Escritores, http://www.nuevosescritores.es), y textos suyos han sido publicados en la Revista de Transportes de Barcelona, en la revista digital Almiar (http://margencero.com), en la revista digital Narrativas (http://www.revistanarrativas.com) y en el Taller de Escritura Pluma y Tintero (http://tallerdeescrituraplumaytintero.blogspot.com). Su libro, aún inédito, Mi nombre es Aurora, fue finalista del I Certamen de Novela Zayas (2008). Colabora en Radio Latina —para cuya página web escribe— y Radio Merlín (Madrid). ||||||||||||||||||||||||||| POST SCRIPTUM ||||||||||||||||||||||||||| “El poeta siempre llega donde nadie lo recibe y así vive hasta que llega a la muerte; sólo entonces, cuando la muerte tampoco lo recibe, es cuando todos reciben su canto”. Pablo Antonio Cuadra, “Epitafio de un poeta”, en: Canciones de pájaro y señora (1964) === Cómo publicar en Letralia, Tierra de Letras =========================== Antes de enviarnos algún texto para publicar en Letralia, le agradecemos leer nuestras condiciones de publicación. Usted puede verlas en el Web en http://www.letralia.com/tierradeletras/publicar.htm. 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