~~~~~~~~~~~~~~~ Año XVIII Cagua, Venezuela Nº 293 ~~~~~~~~~~~ ======================================= ~~~~~~~~~~~ LETRALIA, Tierra de Letras ~~~~~~~~~~~ http://www.letralia.com ~~~~~~~~~~~ ======================================= ~~~~~~~~~~~ 20 de enero de 2014 ~~~~~~~~~~~ ~~~~~~~~~~~ LETRALIA, Tierra de Letras, es ~~~~~~~~~~~ la revista de los escritores ~~~~~~~~~~~ hispanoamericanos en Internet. ~~~~~~~~~~~ Usted puede enviarnos sus ~~~~~~~~~~~ comentarios, críticas o material ~~~~~~~~~~~ literario a info@letralia.com ~~~~~~~~~~~ ~ * ~~~~~~~~~~~ ~~~ JORGE GOMEZ JIMENEZ - Editor ~~~~~~~~~~~ ~~~~ Depósito Legal: pp199602AR26 ~~~~~~~~~~~ ~~~~~ ISSN: 1856-7983 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ === Sumario =============================================================== | El último día de mi reinado, de Manuel Gerardo Sánchez. | Breves / Narrativas, Nº 32. / Gustavo Valle recibe el premio | del XIII Concurso Transgenérico. / Las dos alas: once | escritores puertorriqueños quieren ir a La Habana. / | Presentación de De facto, de Sergio Pinto Briones, en | España. | | Alberto Hernández escribe al Japón en un libro digital. | Noticias / Vargas Llosa inaugurará ampliación de biblioteca en | Arequipa. / Carmen Amoraga gana el Nadal con la novela | La vida era eso. / Falleció el escritor español Josep | Maria Castellet. / Falleció en México el poeta argentino | Juan Gelman. / Generalitat de Cataluña comprará archivo | de la editora Esther Tusquets. / Documentos de Rubén | Darío son expuestos en Nicaragua. / Donan un Jaguar de | Camilo José Cela al Museo de Automoción de Salamanca. / | Celebrarán en Maracaibo la I Bienal de Literatura Lydda | Franco Farías. / Octavio Paz será recordado por su | centenario con un coloquio en Canadá. / Eduardo Lizalde | recibirá el premio García Lorca el 6 de febrero. / Feria | del Libro de Cuba tiene a Ecuador como país invitado de | honor. / Realizan en Bogotá seminario para docentes en | literatura y humanidades. | | “Yves Bonnefoy: el acto y el lugar de la poesía”, Manuel | Artículos y Cabesa. / “Leer libros es cambiar de comida”, Leopoldo | reportajes de Quevedo y Monroy. / “Un camino interior”, Efi Cubero. | / “El haikú, una experiencia poética”, Nesfran Antonio | González Suárez. / “Shakira (versión en tautograma)”, | Dixon Acosta. / “El poder visionario de Orwell en su | novela 1984”, Pedro García Cueto. / “Para amar hay que | tener historias que contar”, Nicasio Urbina. / “Síntesis | imposible de la imagen de un poeta”, Augusto Lázaro de | la Torre Casas. / “Recuerdos de un tiempo vivido, de | Francisco Vélez Nieto”, Pedro Luis Ibáñez Lérida. | | Manuel Lasso: “Nadie quería publicar El Carnicero de | Entrevistas Lyon”, entrevista por Manuel Gutiérrez Sousa. | | “Negritud y género. Emblema salvadoreño en Ramón | Sala de ensayo González Montalvo”, Rafael Lara-Martínez. / “Edgar Allan | Poe, Aristóteles y la filosofía de la composición”, | Diana María Ivizate González. | | “Póstumo”, Flor Marina Yánez Lezama. / Tres poemas de | Letras Pedro Sevylla de Juana. / “25 de agosto”, Mario Damián | Uribe Hernández. / Tres poemas inéditos de Gabriela | Rosas. / “Canisio meditabundo”, Marco Villarroel Bruna. | / Poemas de Vicente Picó Galache. / “Un cuento inspirado | en la historia de Raskolnikov”, Sócrates Adamantios | Tsokonas. / Poemas de Carina Sedevich. / “Psiquiátrico”, | Eva Medina Moreno. / Poemas de Álvaro Martín Peraza. / | Microrrelatos de Ricardo Martínez-Conde. / Poemas de | Leonardo Bonansco. | | Pedro Juan Gutiérrez. | Post Scriptum | =========================================================================== Premio Unicornio 1997 como Evento Cultural del Año http://www.geocities.com/SoHo/8753 =========================================================================== Premio "La Página del Mes" de Internet de México el 3 de mayo de 1998 http://www.internet.com.mx =========================================================================== Premio "Web Destacada del Mes" de MegaSitio en diciembre de 1998 http://www.megasitio.com =========================================================================== Premio Katiuska de El Mundo Diferente de Katiuska, en enero de 1999 http://www.redchilena.cl =========================================================================== Premio Key Site Award, de Fortress Design, en mayo de 1999 http://www.fortressdesign.com =========================================================================== Premio a la Excelencia, de Exodus Ltd., en mayo de 1999 http://www.exodusltd.com =========================================================================== Premio Mejor Página de Poesía, de La Blinda Rosada, en julio de 1999 http://blindarosada.org.ar =========================================================================== Segundo lugar en los premios Lo Mejor de Punto Com, diciembre de 2004 http://www.lomejorde.com =========================================================================== Finalista en los premios Lo Mejor de Punto Com, octubre de 2005 http://www.lomejorde.com =========================================================================== Finalista en los premios Stockholm Challenge 2006, Estocolmo, Suecia http://www.stockholmchallenge.se =========================================================================== Premio Nacional del Libro de Venezuela 2007, Centro Nacional del Libro http://www.cenal.gob.ve =========================================================================== Finalista en los premios Stockholm Challenge 2008, Estocolmo, Suecia http://www.stockholmchallenge.se =========================================================================== Mención de honor en los premios Stockholm Challenge 2010, Estocolmo, Suecia http://www.stockholmchallenge.org =========================================================================== Para suscribirse a Letralia, envíe un mensaje vacío a: letralia-subscribe@gruposyahoo.com Para desuscribirse, envíe un mensaje vacío a: letralia-unsubscribe@gruposyahoo.com También puede formalizar su suscripción o su desuscripción en un formulario visible en nuestro sitio en el Web: http://www.letralia.com/herramientas/listas.htm Ediciones anteriores: http://www.letralia.com/tierradeletras/archivo.htm ||||||||||||||||||||||||||||||| BREVES |||||||||||||||||||||||||||||| *** El último día de mi reinado, de Manuel Gerardo Sánchez Desde el 28 de noviembre está disponible en varias librerías de Miami, así como en Internet, el libro de cuentos El último día de mi reinado, del escritor venezolano Manuel Gerardo Sánchez, que aparece bajo el sello de Sudaquia Editores (Nueva York, EUA). En sus páginas se despliegan once relatos que dan cuenta, con un humor macabro, camp y paródico, de los goces y aversiones de unos personajes encajados en situaciones tan urbanas como ordinarias. La venganza, lo mismo que el desprecio, es el tema recurrente que entrelaza una historia con otra. Sánchez alterna su trabajo periodístico en la revista Clímax con la promoción de este libro, que será presentado en Caracas en marzo. Actualmente se puede adquirir en Books&Books de Coral Gables, Miami; en McNally Jackson Bookstore, Rizzoli Bookstore y Librería El Barco de Papel, en Nueva York, y en El Pórtico Bookstore, en Washington DC. Además, se puede adquirir en la página web de la editorial (http://www.sudaquia.net) y en Amazon (http://amzn.to/1dPnmQp). http://bit.ly/1f0FiaX *** Narrativas, Nº 32 Desde principios de este mes está disponible el número 32 de Narrativas, la revista de narrativa contemporánea en castellano, en dos formatos distintos: PDF, para posibilitar su impresión en papel, y ePub, para facilitar su lectura en la mayor parte de los dispositivos digitales. En esta edición se publican los ensayos “Del yo al nosotros: las fronteras esfuminadas del narrador en la obra de Juan Carlos Onetti”, por Fernando Aínsa; “La novela de crisis en el año 2013: En la orilla, Democracia y 2020”, por Pablo Lorente Muñoz (http://www.letralia.com/firmas/lorentemunozpablo.htm), y “Crisis de la modernidad en La virgen de los sicarios, de Fernando Vallejo”, por Soledad Mocchi. La sección central de la revista, la de relatos, incluye los textos “El Andaluz”, por Gregorio Manzur; “Motas de polvo”, por José Antonio Lozano; “Cruce de caminos”, por Lola Sanabria; “La llamada”, por Rafael Cruz-Contarini; “La sabiduría Amish”, por Rebeca García Nieto; “Virgilianos”, por Luis Miguel Rubio Domingo; “Los siete pecados capitales”, por Patricia Nasello; “Habla Gloria”, por Rolando Revagliatti (http://www.letralia.com/firmas/revagliattirolando.htm); “Dos relatos”, por Carlos Ollero; “Canto de bocamina”, por Miguel Ángel Duque Hernández; “Encajes”, por Susana Camps Perarnau; “El último misterio”, por Cristian Koch; “Pausa”, por Topogenario (http://www.letralia.com/firmas/topogenarioluisemel.htm); “La nina (cuento de navidad)”, por José Vaccaro Ruiz; “Te traeré algo de mi viaje”, por Ramón Araiza; “Descalza”, por Ana Mayela de Velázquez Farfán; “Once minutos y se acabó”, por Salvador Alario Bataller, y “Mujer infiel viajando en el tiempo”, por David Bombai. Además se incluye un fragmento de la novela T, de Antonio Báez; un dossier sobre el narrador Luisgé Martín; el estudio “Rebuscar entre las nubes (anécdotas, tormentos y manías de los grandes escritores)”, en su primera entrega, por Jesús Greus; un trabajo sobre los sesenta años de Los bravos, a cargo de Pedro M. Domene, y los textos “En la muerte de Manuel García-Viñó”, por Miguel Baquero; “Voces airadas. Un nuevo libro de Juan Cano Ballesta”, por José López Rueda, y “El boom de la novela erótica”, por Enrique García Díaz. Además de las novedades editoriales, completan este número las reseñas sobre los libros Ciudad en llamas, de José Luis Muñoz (http://www.letralia.com/firmas/munozjoseluis.htm), por José Vaccaro Ruiz; La mala luz, de Carlos Castán, por José Antonio Prades; Todos los crímenes se cometen por amor, de Luisgé Martín, por José Luis Muñoz; Los perros y los cuchillos, de Alicia Estopiñá, por José Luis Muñoz; Seguid así, seguid así, de José Antonio Tovar Argüelles, por David Carrión Morillo; Errantes, de Eva Monzón, por María Dubón; Cuando es larga la sombra, de Ramón Acín, por María Dubón; Crimen, de Irvine Welsh, por José Luis Muñoz; Arreciados por el éxodo, de María Eugenia Caseiro, por Mireya Robles; El profesor, de Frank McCourt, por María Dubón, y La herencia del olvido: ensayos en torno a la razón compasiva, de Reyes Mate, por María Dubón. http://www.revistanarrativas.com *** Gustavo Valle recibe el premio del XIII Concurso Transgenérico Este martes 21 de enero a las 7 de la noche, en la librería Lugar Común, en Caracas, se hará entrega del premio de la XIII edición del Concurso Anual Transgenérico de la Sociedad de Amigos de la Cultura Urbana, que en esta oportunidad recayó en el narrador venezolano residenciado en Argentina, Gustavo Valle, por su novela Happening. En sus anteriores ediciones han sido galardonados escritores de la talla de Jacqueline Goldberg, Gina Saraceni, Roberto Martínez Bachrich (http://www.letralia.com/firmas/martinezbachrichroberto.htm), Francisco Massiani y Diego Bautista Urbaneja, entre otros. El acto contará con la presencia del jurado, palabras del ganador y un brindis celebratorio. Para mayor información comunicarse por el teléfono (0412) 2976737 o por la dirección electrónica amigosculturaurbana@gmail.com. La librería Lugar Común está ubicada en la planta baja del edificio Humboldt, en Altamira Sur (diagonal a la plaza Altamira), en el cruce de las avenidas Ávila y Francisco de Miranda. *** Las dos alas: once escritores puertorriqueños quieren ir a La Habana Las dos alas es el nombre del esfuerzo para posibilitar la participación de once escritores puertorriqueños, invitados oficialmente por el Instituto Cubano del Libro, en el IV Encuentro de Jóvenes Escritores de América Latina y el Caribe, en el marco de la XXIII Feria Internacional del Libro de Cuba. Esto mediante una serie de estrategias de recaudación de fondos, que aún si no lograran sufragar el costo total de los pasajes, bien servirán para amortiguar gastos de viaje y hospedaje. Los autores puertorriqueños involucrados en el proyecto son Jannette Becerra, Melanie Pérez-Ortiz, Rafael Acevedo, Yara Liceaga, Guillermo Rebollo-Gil, Rubén Ramos, Xavier Valcárcel, Cindy Jiménez-Vera (http://www.letralia.com/firmas/jimenez-veracindy.htm), Nicole Cecilia Delgado, Rubén Rolando Solla y Ángel Antonio-Ruiz Laboy. También con el nombre de Las dos alas ha sido bautizado un ciclo de tres lecturas de poesía y narrativa, cubana y puertorriqueña, ideado para difundir, compartir y celebrar parte de la producción literaria contemporánea de ambas Antillas. El ciclo se inició el 9 de enero a las 7 de la noche en Santurce. La segunda lectura fue este domingo 19 de enero a las 3 de la tarde en la Librería del ICP en el Viejo San Juan y la última será el jueves 23 de enero a las 7 de la noche en la Biblioteca Nacional, Puerta de Tierra. Estos eventos son gratuitos, pero los asistentes pueden colaborar para la consecución del objetivo. La XXIII Feria Internacional del Libro de Cuba 2014 se realizará del 13 al 23 de febrero en La Habana y hasta el 9 de marzo en las demás provincias del país bajo el lema Leer es crecer. Este año, la misma estará dedicada a Ecuador, como país invitado de honor, y a los escritores cubanos Nercy Felipe y Rolando Rodríguez. Por su parte, el IV Encuentro de Jóvenes Escritores de América Latina y el Caribe tiene el propósito de promover la obra literaria de las nuevas generaciones y propiciar un espacio de debate en el que los nuevos creadores dialoguen sobre sus preocupaciones, intereses y derroteros por los que transita la literatura del siglo XXI. http://www.facebook.com/lasdosalas *** Presentación de De facto, de Sergio Pinto Briones, en España El miércoles 5 de febrero será presentado en Valencia, España, el libro De facto, del poeta y artista visual chileno Sergio Pinto Briones (http://www.letralia.com/firmas/pintobrionessergio.htm), un autor que se caracteriza por sus experimentos en torno a la plasticidad del lenguaje. Publicado por Ediciones Contrabando, el libro, que ya ha tenido dos presentaciones exitosas en Madrid —en Arrebato Libros y en la galería Espacio Valverde— y una más reciente en Valencia —el 16 de enero—, reúne dos obras ya publicadas anteriormente: Barbaridades in situ y El balcón de la planta baja. Es la resonancia de un atributo circular que tiene encendida su ironía, su crítica a través de la abreviatura extendida de la invención. Este poeta es un viajero que ha hecho de las calles el soporte para proyectar el signo insolente de un mundo confuso mediante la fuerza arrolladora de una iconografía subversiva de la letra. De facto ha tenido una excelente acogida en Radio 3 (RTVE), así como con el crítico literario Ignacio Echevarría. Sobre este autor ha escrito Bruno Montané, cofundador del infrarrealismo y amigo de andanzas de Roberto Bolaño: “Pinto Briones pone en juego el sentido último de la poesía y, sin duda, arriesga y termina triunfando”. La próxima presentación del libro en Valencia será el miércoles 5 de febrero a las 19:30 horas en el evento “La poesía chilena en Contrabando” (http://bit.ly/1jiOxGX) que tendrá lugar en el espacio cultural Ca Revolta, donde Pinto Briones alternará con otro autor chileno, Aldo Alcota, y con el editor Manuel Turégano. http://www.edicionescontrabando.com/libro.php?l=56 ¿Quiere publicar una nota en este espacio? Envíenosla por correo electrónico a breves@letralia.com. === ¿Le interesa estar informado sobre concursos? ========================= Reciba por correo electrónico los anuncios vigentes de concursos literarios y artísticos en general suscribiéndose a nuestra lista de distribución. Todo lo que tiene que hacer es enviar un mensaje vacío a letralia-concursos-subscribe@gruposyahoo.com, o visitar nuestra cartelera de concursos en http://www.letralia.com/herramientas/concursos.htm. Si desea enviarnos las bases de un concurso, escríbanos a info@letralia.com |||||||||||||||||||||||||||||| NOTICIAS ||||||||||||||||||||||||||||| *** Alberto Hernández escribe al Japón en un libro digital Editorial Letralia inaugura el año 2014 con un desgarrador poemario del escritor venezolano inspirado en el accidente nuclear de Fukushima. “El miedo se hace carne / en el rostro de un niño”, dice el venezolano Alberto Hernández (http://www.letralia.com/firmas/hernandezalberto.htm) en uno de los 36 textos que conforman Las nubes que pasan (poemas para Japón) (http://www.letralia.com/ed_let/nubes), publicado esta semana en la colección Poesía de Editorial Letralia, el espacio de difusión del libro digital de la revista de los escritores hispanoamericanos en Internet. Un intento del reconocido poeta y periodista —nacido en 1952 en Calabozo, Guárico— por expresar su angustia y su impotencia ante la catástrofe del 11 de marzo de 2011 en la central nuclear Fukushima, en la nación oriental, el libro congrega diversas referencias a la cultura y la historia del Japón y está ilustrado con reproducciones de obras del artista Katsushika Hokusai (1760-1849). “Alberto transgeneriza la poesía, el océano y los escalofríos”, dice la escritora y traductora mexicana Cristina Rascón Castro en la presentación. “En una selección de poemas que rozan el haikai, la prosa, el microrrelato y regresan al poema, nos regala la visión de las islas japonesas, el shinkansen donde Kafka y Murakami convergen en Tamura, cerezos y mujeres en flor…”. Las nubes que pasan (poemas para Japón) es el decimonoveno título de la colección Poesía de Editorial Letralia y el número 65 del fondo total, y, como todos los libros de este sello venezolano, puede ser leído directamente en la Web (http://www.letralia.com/ed_let/nubes) o bien descargarse en formato PDF (http://www.letralia.com/ed_let/nubes/pdf.htm) como un volumen de 58 páginas. Creada en 1996 en la ciudad de Cagua, Aragua, Letralia es la primera revista cultural venezolana en Internet y la primera publicación literaria que se difundió por correo electrónico en todo el mundo de habla hispana. Su proyecto Editorial Letralia, que se inició en 1997, lleva a la Web libros digitales en español de acceso gratuito. *** Vargas Llosa inaugurará ampliación de biblioteca en Arequipa El escritor peruano Mario Vargas Llosa, Premio Nobel de Literatura 2010, visitará Arequipa (Perú), su ciudad natal, el próximo abril, para inaugurar la ampliación de la biblioteca que lleva su nombre. Así lo informó el 5 de enero Rommel Arce, director de la biblioteca regional Mario Vargas Llosa, quien agregó que las nuevas instalaciones se sitúan en una casona adyacente a la sede y albergarán la donación de 30 mil libros que hizo el escritor en marzo de 2012, procedentes de su colección personal. Los libros del autor, repartidos entre Lima, Madrid y París, incluyen obras clásicas y modernas de la literatura universal con anotaciones personales que llegarán de forma paulatina a la biblioteca. Se tiene previsto que el Premio Nobel de Literatura llegue el 13 de abril a Arequipa y que al día siguiente asista a la ceremonia de ampliación de la biblioteca, que cuenta con 14 nuevos ambientes. El próximo mes de marzo, la biblioteca cumplirá tres años y se tiene previsto continuar con actividades culturales que fomenten la lectura entre la población. El año pasado 56.192 personas visitaron la institución y, en su modalidad itinerante, la biblioteca visitó trece distritos de Arequipa. Fuente: El Comercio *** Carmen Amoraga gana el Nadal con la novela La vida era eso La escritora española Carmen Amoraga ganó el 6 de enero la 70ª edición del premio Nadal con su novela La vida era eso, una obra que tiene como protagonista a una mujer que enviuda y se refugia en las redes sociales. La autora Ana María Matute anunció el fallo del premio en la tradicional cena de gala ofrecida por la editorial para su galardón más reputado, que ella misma recibió en 1959, y que en esta edición estuvo presidida por el presidente del Grupo Planeta, José Manuel Lara; el presidente de la Generalitat, Artur Mas; la presidenta del Parlament, Núria de Gispert; el conseller Ferran Mascarell y el alcalde de Barcelona, Xavier Trias, entre otros. La vida era eso, elegida entre las 231 obras recibidas, narra la historia de una mujer que enviuda con dos hijas a su cargo y encuentra refugio en el mundo de las redes sociales, y que constituye, en el fondo, una historia sobre la pérdida, el amor y la superación. Sin embargo, esta novela contemporánea rehúye de dramatismos y cuenta con notas de humor y con mucha esperanza y humanidad vitales. Amoraga (1969), nacida en Picanya, es licenciada en ciencias de la información y ha trabajado para radio y televisión, además de ser columnista del Diario de Levante, colaboradora en tertulias radiofónicas y asesora de las relaciones con los medios de comunicación del rectorado de la Universitat de València. Su primera novela, Para que nada se pierda, le valió el II Premio de Novela Ateneo Joven de Sevilla, al que siguieron La larga noche (Premio de la Crítica Valenciana), Todas las caricias, Algo tan parecido al amor (que fue finalista del Premio Nadal de Novela 2007) y El tiempo mientras tanto (finalista del Planeta 2010). La autora ha publicado también su recopilación de artículos en prensa Palabras más, palabras menos, en 2006, y Todo lo que no te contarán sobre la maternidad (2009). El Nadal tiene una dotación de 18.000 euros y el jurado estuvo integrado por Germán Gullón, Lorenzo Silva, Andrés Trapiello, Ángela Vallvey y Emili Rosales. En la misma velada literaria, que cada año supone la apertura de la temporada literaria, además del Nadal se falló el 46r Premio Josep Pla de prosa en lengua catalana, ambos convocados por Ediciones Destino, y que recayó en el escritor, articulista y arqueólogo andorrano Albert Villaró por su novela Els ambaixadors. Fuente: 20minutos *** Falleció el escritor español Josep Maria Castellet El editor, escritor y crítico literario español Josep Maria Castellet murió el jueves 9 de enero, a los 87 años, en el Hospital de Barcelona, donde permanecía ingresado desde hace unos días, informó el Grup 62. Premio Nacional de las Letras en el año 2010 en reconocimiento a su trayectoria literaria, Castellet fue una figura decisiva en la vida cultural catalana y española de la segunda mitad del siglo XX. Nacido en 1926, Castellet se licenció en filosofía y letras y en derecho por la Universitat de Barcelona y se dio a conocer como miembro destacado de la Escuela de Barcelona en la Generación de los 50. Impulsor de la legendaria antología Nueve novísimos poetas españoles, Castellet fue el primer presidente de la Associació d’Escriptors en Llengua Catalana (1978-1983), desarrollando el grueso de su trabajo editorial como director literario de Ediciones 62 y Ediciones Península, y como consejero y presidente (2002) de Grup 62. También es autor de Iniciación a la poesía de Salvador Espriu (1971); Literatura, ideología y política (1976); Maria Girona, una pintora en llibertat (1977), Josep Pla o la raó narrativa (1978), que fue premio Josep Pla, y Los escenarios de la memoria (1989). En marzo de 2001, ocho de los protagonistas del libro Nueve novísimos poetas españoles, entre ellos Pere Gimferrer y Manuel Vázquez Montalbán, le rindieron un homenaje y presentaron la reedición del libro. En 2009 publicó Sis personatges en temps adversos y Seductors, il•lustrats i visionaris, en el que evoca la experiencia vivida junto a sus amigos en los años del franquismo, y en 2012 llegó su última obra, Memòries confidencials d’un editor. Castellet se incorporó a Edicions 62 como director literario en 1964 y allí ejerció esta función durante más de tres décadas, convirtiendo la editorial en una referencia. En 1996, cuando se jubiló, pasó a ocupar el cargo de consejero de la empresa y en 2000 fue nombrado presidente del Consejo de Administración del Grup 62, responsabilidad que ha ejercido hasta su muerte. Entre 2006 y 2010 fue decano de la Institució de les Lletres Catalanes. Castellet fue el principal teórico y defensor en Cataluña del “realismo histórico”, considerándose la antología Poesia catalana del segle XX (1963), coescrita con el crítico Joaquim Molas, el “manifiesto” de dicha tendencia. A lo largo de su trayectoria obtuvo varios premios, como el Josep Pla, el Nacional de Cultura y diferentes honores, como la Creu de Sant Jordi o la Medalla de Oro de las Bellas Artes del Ministerio de Cultura. Fuente: EFE *** Falleció en México el poeta argentino Juan Gelman “Juan Gelman, poeta de alma mexicana, poeta mayor, ha muerto. Mi pésame a sus deudos”, escribió en su cuenta de Twitter el presidente del Consejo Nacional de la Cultura de México, Rafael Tovar y de Teresa, este martes 14 de enero. El escritor argentino, quien residía en la capital mexicana hace más de veinte años, había estado hospitalizado a causa de un síndrome mielodisplásico, una disfunción de la médula ósea. El autor, quien había nacido el 3 de mayo de 1930 en el barrio de Villa Crespo, una zona de Buenos Aires con una fuerte presencia de la comunidad judía, falleció pasadas las 19 horas en el Distrito Federal, donde residía desde 1988 junto a su esposa, Mara La Madrid. El secretario de Cultura de Argentina, Jorge Coscia, consideró que Juan Gelman formó parte de “la mejor tradición de la literatura argentina”, agregando que la vida del escritor fue “un poema comprometido”. Según el funcionario, la obra del poeta “demuestra una relación profunda entre capacidad creativa, poesía, literatura y compromiso”. “Estar es un trabajo desnudo. La tierra pule huesos que el tiempo roba sin retorno”, recitó Gelman hace apenas cuatros meses frente a un auditorio emocionado en la Biblioteca Nacional de Argentina, cuando presentó su último libro. “Ahí se va Juan, a alguna reunión con Rodolfo (Walsh) y otros tantos compañeros. Allá se va Juan, a contarles a los 30.000 (desaparecidos durante la dictadura) que pudo encontrar a su nieta Macarena”, señaló en un comunicado la agrupación de derechos humanos Hijos. “Se va Juan, a ese tiempo de los pasos eternos, a contarles a nuestros padres y madres que todos ellos siguen vivos en nuestras luchas”. “Pasan tantas cosas por delante de la ventana de mi vida... trabajos, redacciones, risas... porque Juan, hasta que pasó lo que pasó (su hijo y nuera desaparecidos) era un tipo con el mejor humor”, recordó el poeta Horacio Salas en declaraciones a la agencia oficial argentina Télam. “Gelman fue un grandísimo poeta, sin necesidad de decir que fue el más importante de la Generación del 60” argentina, continuó Salas, convencido de que “cambió el castellano escrito, se atrevió a lo que nadie, tomó todos los riesgos, fue casi un inventor de la poética del riesgo, tomar a San Juan de la Cruz junto a Homero Manzi... eso es tirarse en la pileta vacía”. Para Daniel Freidemberg, uno de sus discípulos, su figura es decisiva en la poesía argentina, especialmente tras la publicación de Violín y otras cuestiones (1956), que “ayudó a encontrar su propia lengua, una poética específicamente argentina (...). El único premio que le faltaba era el Nobel y nunca se anquilosó, ni acomodó, cuanto más lo premiaban más áspera y desafiante se volvía su poesía, cada vez buscaba más lejos y más hondo”, concluyó. Gelman fue “un maestro de la vida” y “nos quedará como un legado esta gran obra y este gran ejemplo de vida”, subrayó el escritor Jorge Boccanera. “Fue además un militante político que supo siempre pelear por ensanchar el espacio de la libertad”, agregó Boccanera, que acompañó al poeta en su última visita a Buenos Aires, el pasado agosto, durante la presentación de su libro Hoy. “Su obra es una especie de Guernica hablado y nos quedará como un legado esta gran obra y este gran ejemplo de vida”, apuntó. En Hoy, que reúne casi 300 textos poéticos en los que el autor reflexiona sobre la realidad argentina, Gelman incluyó sus impresiones tras conocer la condena a los represores del centro de detención clandestino donde estuvo secuestrado su hijo, Marcelo Ariel, asesinado por el aparato de la dictadura militar argentina (1976-1983). En aquella ocasión, un Gelman emocionado prefirió dejar que la poesía hablase por él y leyó varios textos sobre las cosas que fueron y dejaron de ser, las que no pudieron ser, las deudas con el pasado y las cartas que no se pudieron enviar. “Gracias por estar aquí y sobre todo por aguantarme”, dijo Gelman para despedirse del público que lo ovacionaba. Nacido en Villa Crespo, en la calle Scalabrini Ortiz, en el seno de una familia de emigrantes judíos ucranianos, se exilió entre 1975 y 1988 en Roma, Madrid, Managua y París, para terminar instalándose en México. Fue hincha de Atlanta, club de fútbol que lo honró poniéndole Gelman a su biblioteca. A los ocho años escribió su primer poema, que se publicó en la revista Rojo y Negro, que tenía una línea editorial identificada con las ideas libertarias y de izquierda. Esos precoces sentimientos por los menos favorecidos lo impulsaron a militar cuando era un adolescente que estudiaba en el Colegio Nacional Buenos Aires. Ingresó en la Federación Juvenil Comunista a los 15 años, cuando la Unión Soviética emergía triunfante tras derrotar al nazismo en la Segunda Guerra Mundial y el peronismo irrumpía en la escena política argentina. Se propuso estudiar química en la Universidad de Buenos Aires (UBA) tras recibirse de bachiller, pero al poco tiempo dejó para formar el grupo de poesía Pan Duro, una agrupación literaria integrada por jóvenes del Partido Comunista. Los textos que producían en Pan Duro, durante los años 50, combinaban la lírica con la denuncia a los explotadores, los dueños de la tierra y poseedores del capital. Hacia fines de esa década, la influencia de la Revolución cubana se hizo cada vez más fuerte en la izquierda argentina, que comenzaba a plantearse la posibilidad de la lucha armada como la única posibilidad de cambiar la realidad. La proscripción del peronismo y la represión al movimiento obrero motorizada por el Plan Conintes que se aplicó durante la presidencia de Arturo Frondizi contribuyeron a la radicalización de las ideas de Gelman, que por entonces superaba apenas los 30 años. Durante la presidencia de José María Guido —que asumió como presidente tras el derrocamiento de Frondizi—resultó encarcelado junto a un grupo de escritores por pertenecer al Partido Comunista. Ese breve paso por la cárcel, sumado a la postura ambivalente que sostenía el partido en relación a Cuba y la lucha armada, lo aceraron a los grupos disidentes de la línea oficial para acercarse a un peronismo entonces perseguido e ilegalizado. La clase trabajadora era peronista por definición, y muchos teóricos de la izquierda comenzaron a interpretar a mediados de los 60 que en el movimiento fundado por Juan Domingo Perón podía construirse una alternativa revolucionaria para esa conflictiva Argentina. Ingresó en las Fuerzas Armadas Peronistas, una organización surgida de un grupo de militantes de izquierda que pretendían dar un apoyo logístico desde Argentina a la guerrilla del Che instalada en Bolivia. Supo también, por esos agitados años, combinar su militancia con el periodismo, al trabajar en las revistas Panorama y Crisis, y en los diarios La Opinión y Noticias. En 1973, poco después de las elecciones que posibilitarían el retorno del peronismo al gobierno tras 18 años de proscripción con la victoria del candidato del Frejuli, Héctor Cámpora, las FAR se fusionan con Montoneros, la organización armada más influyente de entonces. Gelman pasó a integrar un lugar de importancia en la conducción de Montoneros, primero como un referente de superficie, y luego, cuando la organización pasó a la clandestinidad, se dedicó a denunciar los crímenes de la Triple A en el exterior. Durante siete años (1973-1980) no publicó. Alejado ya de Montoneros, salió de su silencio con un libro doble, Hechos y relaciones, en el que escribe contra las atrocidades de la dictadura, el exilio y las muertes, obviamente desde su propia historia. De allí en más su literatura y su acción política siguieron el mismo camino, el del desgarro y la reparación imposibles. El 24 de marzo de 1976 se produjo el derrocamiento de Isabel Perón y Gelman debió permanecer en un exilio que lo llevó a vivir en Roma, México, París y Managua. El 26 de agosto de 1976, la dictadura militar secuestró a sus hijos Nora Eva, de diecinueve años de edad, y Marcelo Ariel, de veinte, y a la mujer de éste, María Claudia Iruretagoyena, de diecinueve, embarazada de siete meses, quienes pasaron a engrosar la lista de los detenidos-desaparecidos. Nora Eva apareció tiempo después, a diferencia de su hermano y cuñada. Residente en la capital italiana desde principios de los 80, Gelman pasó a trabajar para la Unesco como traductor mientras comenzaba la búsqueda de sus hijos y de María Claudia, así como de su nieta, entregada a la familia de un policía en Uruguay. Gelman localizaría a su nieta Macarena en 2000, y en 2011 la Corte Interamericana de Derechos Humanos condenó al Estado uruguayo por la desaparición de María Claudia, y por la supresión de identidad de Macarena. Aunque colaboró con el diario Página/12 desde sus inicios en 1987, recién pudo volver a su país un año después, previo pago de una caución judicial, que le permitió presentarse ante la justicia para no quedar detenido. “Pagar para volver a mi Patria después de tantos años de destierro y persecución significó una infamia. Pero acá estoy, tratando de vivir una vez con utopías”, declaró a la revista Humor recién llegado a Argentina. Sin embargo, eligió radicarse en México, donde en 1989 lo encontró el indulto de Carlos Menem, una medida que incluyó a militares genocidas y a otros antiguos jefes guerrilleros. “Me canjean por los secuestradores de mis hijos, y por otros miles de muchachos y militantes que ahora son también mis hijos”, señaló en una declaración con la cual expresaba su rechazo a ese perdón. Gelman hallaría en 1990 el cuerpo de su hijo, gracias al trabajo del Equipo Argentino de Antropología Forense, que dio con sus restos en San Fernando. En 1997 se le otorgó el Premio Nacional de Poesía, la máxima distinción que otorga el Estado Argentino a los poetas. En el acto de entrega del premio dedicó unas palabras a las víctimas con vida de la dictadura, a los desaparecidos, a su hijo y nuera, así como a la hija de ambos. En 1998 descubrió que su nuera había sido trasladada a Uruguay en el marco del Plan Cóndor, el proyecto represivo que coordinaron las dictaduras del cono Sur. Reclamó una investigación a los presidentes uruguayos, Julio María Sanguinetti y Jorge Battle, para dar con la identidad de su nieta, y en 2000 pudo reunirse con ella. Tras dar cuenta de su identidad, la joven decidió cambiar el nombre de Andrea —bajo el cual fue anotada por un policía uruguayo tras nacer en una clínica de Montevideo—, y pasó a llamarse María Macarena Gelman García. En 2008, los autores del secuestro y muerte de su hijo fueron condenados en la causa que se instruyó por los crímenes cometidos en el centro clandestino de detención automotores Orletti. Gelman nunca pudo dar con el paradero de su hija Nora, que hasta el día de hoy permanece desaparecida. De su obra poética destacan Violín y otras cuestiones, En el juego en que andamos, Gotán, Los poemas de Sidney West, Fábulas, Salarios del impío, Sombra de vuelta y de ida, Incompletamente y Salarios del impío y otros poemas, entre otros. Fue galardonado, entre otros, con el Premio Nacional de Poesía en Argentina en 1997, el Juan Rulfo (2000), el Premio Iberoamericano de Poesía Ramón López Velarde (2004), el Reina Sofía de Poesía (2005), el Premio Cervantes (2007). “Me conmueve en particular el marco de esta ceremonia. Es el de la España de hoy, la que no acepta una aventura bélica que trae al mundo zozobra y muerte”, dijo en 2005 cuando recibió el Reina Sofía. Fuentes: Clarín • EFE • Milenio • Télam *** Generalitat de Cataluña comprará archivo de la editora Esther Tusquets El Departamento de Cultura de la Generalitat ha llegado a un acuerdo con los hijos de Esther Tusquets para la adquisición de su archivo, que incluye la correspondencia de la editora y escritora española a lo largo de 40 años, según informaron las autoridades el martes 14 de enero. El fondo quedará depositado en la Biblioteca de Cataluña e incluye más de un millar de documentos, fundamentalmente correspondencia entre la editora y un amplísimo número de escritores españoles y latinoamericanos. Entre los firmantes de las cartas figuran desde premios Nobel de Literatura como Camilo José Cela, Pablo Neruda o Mario Vargas Llosa, hasta autores que han recibido el Premio Nacional de las Letras españolas, como Josep Maria Castellet, José Luis Sampedro, Ana María Matute, Juan Goytisolo, Félix Grande, José Manuel Caballero Bonald, o el Premio Príncipe de Asturias, como Miguel Delibes o Carmen Martín Gaite. La mayor parte del fondo está constituida por cartas escritas o mecanografiadas, pero también incluye otras piezas, como manuscritos, páginas compaginadas o galeradas, algunas corregidas a mano por sus autores. Las primeras conversaciones entre el conseller de Cultura y los herederos de Esther Tusquets comenzaron en junio de 2013 y el pasado 10 de diciembre se firmó el contrato para la adquisición del fondo, que recoge la correspondencia escrita que recibió Esther Tusquets a lo largo de 40 años y que ha sido valorado en 366.065 euros. Para el departamento de Cultura, el Fondo Tusquets constituye un conjunto de “enorme valor para conocer el día a día de Editorial Lumen, caracterizada desde sus inicios por la búsqueda de la mayor calidad literaria”. Además, destaca que el conjunto de documentos contribuirá también “al conocimiento del ambiente literario que se vivió en Barcelona a lo largo de 40 años y del papel de esta ciudad como uno de los grandes centros impulsores de la literatura en lengua catalana y en lengua castellana, tanto de autores españoles como latinoamericanos”. El fondo de Esther Tusquets está constituido por un total de 1.046 documentos, entre ellos 941 cartas, 32 postales, 1 telegrama, 35 mensajes de correo electrónico, 29 originales de obras literarias y 8 pruebas de imprenta de obras literarias. En cuanto al archivo de correspondencia comercial y privada, como es habitual, el fondo incluye los escritos dirigidos a Esther Tusquets y no los que ella envió. El cerca de millar de cartas recogidas muestra cómo la editora elegía los originales que publicaba prioritariamente por su calidad, como se constata en muchas de las cartas, con un contenido más literario que comercial, y en algunos casos, auténticas piezas literarias. El material del fondo recorre prácticamente los 40 años de actividad editorial de Esther Tusquets, desde la correspondencia más antigua, como una carta de Azorín de 1960, hasta las más recientes, de 2010, dos años antes de morir el 23 de julio de 2012 (http://www.letralia.com/271/0723tusquets.htm). La gran mayoría de cartas fueron enviadas desde España y Latinoamérica, aunque también hay del resto de Europa. Esther Tusquets (Barcelona, 1936) se licenció en filosofía y letras por la Universidad de Barcelona y trabajó un tiempo como profesora antes de ponerse al frente de la Editorial Lumen, que dirigió entre 1960 y 2000. Al hacerse cargo de la empresa, Esther Tusquets reorientó completamente el plan editorial y convirtió la editorial, creada en 1936 en Burgos por un tío suyo, en un referente de la literatura editada en Barcelona. En los primeros tiempos, Lumen emprendió la colección dirigida a los niños, “Palabra e imagen”, que combinaba textos de autores de primera línea con fotografías de artistas destacados, y la colección “Palabra en el tiempo”, que terminaría siendo la más representativa de la editorial con 150 títulos. Aparte de su actividad profesional como editora, Esther Tusquets también desarrolló su labor literaria a partir de 1975, una trayectoria que abarcó diferentes géneros, desde la novela, la autobiografía, el cuento o el ensayo. Fuente: EFE *** Documentos de Rubén Darío son expuestos en Nicaragua Una colección de cartas, documentos, archivos y fotografías del poeta nicaragüense Rubén Darío resguardados en España, son expuestos en su Nicaragua natal desde el viernes 17 de enero por la embajada española. Miles de cartas, cuadernos, tarjetas, fotografías y demás documentos escritos o recibidos por el autor forman parte de la Exposición Itinerante de Documentos y Manuscritos Personales de Rubén Darío, abierta al público hasta el viernes 31 en la ciudad de León (90 km al noroeste de Managua) durante el XII Simposio Dariano en homenaje al bardo. La actividad dio comienzo el viernes en el Centro de Arte de la Fundación Ortiz Gurdian, que organizó el homenaje en ocasión del 147º aniversario del nacimiento de Rubén Darío, el 18 de enero de 1867, y en el 125º aniversario de la publicación, en 1888, de Azul..., una de sus obras más emblemáticas del modernismo. Darío es considerado uno de los máximos exponentes de la cultura nicaragüense, también llamado el padre del Modernismo, corriente literaria con la que hizo aportes al español con la métrica, el ritmo y la musicalidad de su poesía. Los documentos —que permanecerán en la nación centroamericana hasta marzo—, donados a España en 1956 por Francisca Sánchez, quien nunca fue la esposa, pero sí la más fiel compañera del poeta, “dan cuenta de su trabajo literario, periodístico y diplomático, pero también de su amor por ella, de sus actividades domésticas, de sus problemas económicos y de la relación con sus amigos”. Sobre la historia de la procedencia de los documentos, el doctor Jorge Eduardo Arellano señaló que el 25 de octubre de 1956 fueron trasladados a Madrid dentro de un baúl desde el pueblito de Navalsaúz, de donde era originaria la mujer que los cedió al Ministerio de Educación y Ciencia, su celosa guardiana Francisca Sánchez del Pozo, la joven española analfabeta con la que el poeta convivió 15 años. “Coneja: Haciendo un gran sacrificio te mando cien francos. Llegó el director de La Nación, no sé todavía lo que resolverá de mí. Si me quedo en París o me manda otra vez a España. Ojalá me comuniques pronto que tu salud está mejor”, escribió Darío a su Francisca Sánchez el 25 de agosto de 1900. Imaginar al cantor de las musas refiriéndose a la mujer que ama como “coneja”, quizás resulte inaudito para algunos, pero es uno de sus apelativos con los que en sus cartas trató a Sánchez del Pozo, a quien también llamaba hija y tataya. Particularmente llamativos también resultan algunos de sus testamentos, en especial el que hizo el 23 de mayo de 1914 en el que declaró: “En mi sano juicio y en la religión católica, declaro que si por cualquier accidente u otra causa llegase a fallecer, todo lo que yo tengo y puedo tener lo dejo a doña Francisca Sánchez del Pozo”. Asimismo, impresionan documentos que pertenecen a su faceta como escritor prolijo relacionado con los mejores escritores y editores de su época. Sin olvidar que conservaba sus nombramientos como cónsul en Buenos Aires y París, así como el de embajador en España. En el archivo también hay recibos que detallan cuánto costaron los muebles con los que Sánchez del Pozo acondicionó su casa. También se aprecia una postal del cortejo fúnebre que León realizó al inmortal Rubén Darío. El montaje de la exposición es de primera, combina las técnicas “in vitro” tradicionales que permiten ver los documentos tras un cristal con las exhibiciones tecnológicas modernas. En algunos dispositivos electrónicos se pueden apreciar cartas de reconocidos escritores como Gabriela Mistral, Leopoldo Lugones, Manuel y Antonio Machado, Juan Ramón Jiménez, Enrique Gómez, Ramón del Valle Inclán, entre otros. Una de las piezas más interesantes de la exhibición es la última entrevista realizada a Francisca Sánchez. En el audio comprende la dimensión de su relación con el poeta, y es la historia de amor narrada por la mujer que se enamoró del bardo en 1899, cuando se conocieron en Madrid. La exposición estará abierta en la Fundación Ortiz Gurdián, Casa Delgadillo, en León, hasta el 31 de enero. Luego será llevada a Granada, del 16 al 23 de febrero, y por último estará en Managua, en el Palacio de la Cultura, a partir del 7 de marzo. Fuentes: AFP • El Nuevo Diario *** Donan un Jaguar de Camilo José Cela al Museo de Automoción de Salamanca Un vehículo Jaguar S-Type, de color verde y tapicería en cuero blanco, que fue propiedad del escritor Camilo José Cela durante los últimos años de su vida, ha pasado a formar parte de la colección permanente del Museo de Historia de la Automoción de Salamanca, según se informó este viernes 17 de enero. Esta pieza con acabados a mano, adquirida por Cela en el año 1999, ha sido donada por el que entonces era director de la Fundación Cela, Tomás Cavanna Benet, quien años después de la muerte del literato se lo compró a la familia. Tras una visita de Cavanna Benet al museo salmantino para ver otras piezas, decidió que donaría el coche para que estuviese a la vista del público y “no en un garaje privado”. El Jaguar S-Type se puede contemplar desde ahora en la primera planta del museo, en la zona dedicada a los automóviles de las últimas décadas y junto a otras piezas de “especial relevancia”. Entre ellas se encuentran algunas que fueron propiedad de otros personajes conocidos, como el Dodge Dart 3700 en el que viajó Carrero Blanco, el Fórmula Uno de Renault de Fernando Alonso, el Cadillac Fleetwood 75 que perteneció a Francisco Franco o el Mercedes Blanco que fue propiedad del pintor Zacarías González. El alcalde de Salamanca, Alfonso Fernando Mañueco, destacó durante la presentación de este coche que la donación viene a impulsar de nuevo un museo que “cada vez es más conocido” por los salmantinos y por visitantes. Prueba de ello, según el funcionario, es que el número de personas que acudió al mismo el pasado año aumentó en un 33 por ciento respecto al anterior, con cerca de 44.000 visitantes en 2013. Fuente: Europa Press *** Celebrarán en Maracaibo la I Bienal de Literatura Lydda Franco Farías Del 23 al 26 de enero de este año se celebrará en Maracaibo, estado Zulia, la I Bienal Nacional de Literatura Lydda Franco Farías, promovida por el Ministerio de Cultura de Venezuela a través del capítulo Zulia de la Red Nacional de Escritores y Escritoras Socialistas. En el marco de este evento se convocó un concurso literario de poesía libre, décima y cuentos breves, dirigido a escritores venezolanos y cuyo plazo de recepción cerró el 20 de diciembre. Los ganadores, que serán anunciados durante la feria, recibirán un incentivo económico de 7.000 bolívares otorgados por el Centro Nacional de Libro (Cenal). Además, la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello publicará una antología de los trabajos destacados en los tres primeros lugares de cada mención, que también recibirán un certificado y figura conmemorativa de reconocimiento. Lydda Franco Farías fue una poeta falconiana ganadora del Premio Regional de Poesía 1995, residenciada en Maracaibo desde 1963 hasta el 2 de agosto de 2004, fecha de su muerte. Fuente: AVN *** Octavio Paz será recordado por su centenario con un coloquio en Canadá Hasta el 25 de enero es posible enviar propuestas al comité organizador del Coloquio Internacional “Octavio Paz: Laberintos del poeta” (http://www.facebook.com/laberintos.delpoeta), que se realizará en la Universidad de Ottawa (Canadá) el viernes 28 y sábado 29 de marzo, en ocasión de celebrarse el 31 de marzo el centenario del nacimiento del Premio Nobel de Literatura 1990. La actividad es convocada por el Departamento de Español de la Universidad de Ottawa y el Comité de Estudiantes Graduados de esa casa de estudios, con la colaboración del Consulado General de México en Ottawa. Los ejes temáticos se centran en la obra de Octavio Paz como ensayista, poeta, crítico de arte e intelectual, su presencia en los medios y en la televisión cultural, así como la visión del escritor por sus contemporáneos y la escritura miscelánea sobre su vida y obra. Las propuestas (250 palabras en español, inglés o francés) podrán remitirse hasta el 25 de enero con la información del ponente a la dirección electrónica laberintosdelpoeta@gmail.com. La persona de contacto es la profesora Norma Jiménez Káiser. Fuente: Organizadores del evento *** Eduardo Lizalde recibirá el premio García Lorca el 6 de febrero El poeta mexicano Eduardo Lizalde (http://www.letralia.com/firmas/lizaldeeduardo.htm) recibirá el 6 de febrero en Granada (sur de España) el Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca, en su décima edición, en una ceremonia presidida por Felipe de Borbón, heredero a la Corona de España, y su esposa Letizia Ortiz. El premio, al que en su décima edición concurrieron 44 autores de 16 nacionalidades propuestos por 72 instituciones, nació siendo el de mayor cuantía económica en su género, al estar dotado en sus inicios con 50.000 euros (casi 68.000 dólares), aunque vio reducida recientemente su dotación a los 30.000 euros actuales (40.800 dólares). La víspera de la ceremonia también se ha programado una lectura poética en el salón de plenos del Ayuntamiento de Granada, a la que está prevista la asistencia de Lizalde, y que adelanta uno de los actos del Festival Internacional de Poesía de Granada, que solía acoger en mayo entre sus actividades la entrega del premio. El jurado de este premio, fallado el pasado 11 de octubre, resaltó “la personal y original” voz de este poeta mexicano de la Generación del 45. En ediciones anteriores, el galardón ha recaído en Pablo García Baena (2012); Fina García Marruz (2011); María Victoria Atencia (2010); José Manuel Caballero Bonald (2009); Tomás Segovia (2008); Francisco Brines (2007); Blanca Varela (2006); José Emilio Pacheco (2005) y Ángel González (2004). Fuente: EFE *** Feria del Libro de Cuba tiene a Ecuador como país invitado de honor La XXIII Feria Internacional del Libro de Cuba colocará en sus estanterías más de 700 títulos, entre ellos 32 obras de autores de Ecuador, el país invitado de honor de esta edición del evento, que se celebrará del 13 al 23 de febrero en La Habana. El vicepresidente del Instituto Cubano del Libro, Juan Rodríguez, adelantó que tienen previsto publicar poco más de 2,5 millones de ejemplares, de los que ya se ha completado un 75%, indicó un reporte de la estatal Agencia de Información Nacional. Sobre las delegaciones extranjeras participantes dijo que han confirmado su asistencia unas 160 personalidades, de ellas 120 escritores, junto a 138 expositores que ocuparán 2.622 metros cuadrados en la antigua fortaleza colonial San Carlos de la Cabaña, sede habitual del evento. Como novedades del programa de este año se incluye la celebración de un coloquio sobre antropología y arqueología, que tendrá una importante presencia de especialistas ecuatorianos, cubanos y mexicanos, según explicó Rodolfo Zamora, de la Editorial Nuevo Milenio, encargada de la organización de este foro. La feria rendirá homenajes a la escritora cubana Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814-1873) y a los centenarios de los autores cubanos Samuel Feijóo y Onelio Jorge Cardoso. Además, el directivo explicó que se imprimirán 16 textos pertenecientes a la bibliografía de Nersys Felipe y Rolando Rodríguez, premios nacionales de Literatura (2011) y de Ciencias Sociales, a quienes está dedicada la Feria de 2014, que se extenderá a otras provincias del país hasta el 4 de marzo. Fuente: EFE *** Realizan en Bogotá seminario para docentes en literatura y humanidades El escritor venezolano Jorge Gómez Jiménez, editor de Letralia, participará en una mesa redonda con los autores colombianos Piedad Bonnett, Daniel Bonilla, Federico Díaz-Granados y Valentín Ortiz. Del 13 al 15 de febrero tendrá lugar en el teatro Jorge Eliécer Gaitán, en Bogotá (Colombia), el IV Seminario de Actualización para Docentes en Literatura y Humanidades (http://www.corporacionbabilonia.com), una iniciativa de la Corporación Cultural Babilonia que busca el fortalecimiento del cuerpo docente colombiano en la educación básica secundaria y universitaria a nivel nacional. Destacados profesionales de Colombia y otros países participarán en conferencias y mesas redondas en esta actividad, que ha sido diseñada como una estructura formativa que alimentará los conocimientos y posibilidades de enseñanza del cuerpo docente que integra los numerosos planteles educativos colombianos, tanto del sector público como del privado. El seminario se iniciará el jueves 13 de febrero con cuatro conferencias que se realizarán a partir de las 4 de la tarde. La crítica, escritora, investigadora y docente Luz Mary Giraldo hablará sobre los géneros literarios, mientras que el doctor en literatura Juan Manuel Acevedo pronunciará su charla “Constelaciones del delirio en la literatura latinoamericana actual”. La jornada del jueves concluirá con el escritor Azriel Bibliowicz, fundador de la Maestría en Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia (Unal), quien hablará sobre la novela histórica y la memoria, y con Walter J. Broderick, quien dictará su conferencia “Memoria histórica, testimonio y crónica: nuevos géneros para el aula”. El viernes 14 de febrero a las 10 de la mañana tendrán lugar las conferencias “Educación-pedagogía-estética: los modelos pedagógicos como dispositivos estéticos del ser”, a cargo del investigador Francisco Pedraza Tijaro, y “El adolescente y la lectura en la sociedad contemporánea”, del escritor y docente Íos Fernández (http://www.letralia.com/firmas/fernandezios.htm). En la tarde, a partir de las 2, Beatriz Helena Robledo hablará del panorama de la literatura infantil y juvenil en la educación colombiana, y el escritor e investigador Pablo Estrada expondrá algunas propuestas para el plan curricular, desde la literatura universal contemporánea. El investigador y docente Jesús Martín Barbero pronunciará su conferencia “La comunicación, los lectores, los espectadores y los internautas”, mientras que el cineasta Lisandro Duque hablará sobre el cine como herramienta de formación. A las 6 de la tarde, Carol Contreras Suárez —coordinadora de promotores de lectura de la Biblioteca Nacional de Colombia— moderará la mesa redonda “La pasión de hacer leer”, en la que intervendrán la escritora y docente Piedad Bonnett, quien acaba de publicar la novela Lo que no tiene nombre; el periodista, investigador y docente Daniel Bonilla; el poeta Federico Díaz-Granados (http://www.letralia.com/firmas/diaz-granadosfederico.htm), director de la Agenda Cultural del Gimnasio Moderno; Valentín Ortiz, gerente de Literatura Idartes, de la Secretaría Distrital de Cultura, y el escritor venezolano Jorge Gómez Jiménez, editor de la revista literaria digital Letralia, Tierra de Letras. El sábado 15 a las 10 de la mañana, el poeta y editor Juan Gustavo Cobo Borda y el escritor, periodista y fotógrafo Roberto Rubiano Vargas presentarán sendas conferencias sobre los escritores argentinos Jorge Luis Borges y Julio Cortázar. El escritor y docente Miguel Mendoza y el guionista de cine y novela gráfica Oscar Pantoja hablarán, entre las 2 y las 4 de la tarde, sobre literatura norteamericana y narrativa gráfica. A las 4 se realizará la mesa redonda “El género negro para los lectores de hoy”, que será moderada por Luz Mary Giraldo y contará con la participación de la actriz y escritora Carolina Cuervo Navia, directora de la revista Aceitedeperro; el escritor y catedrático Mario Mendoza; el escritor Pedro Badrán, director del taller de novela Relata, y el escritor y libretista Gustavo Bolívar, autor de Sin tetas no hay paraíso. El costo de la matrícula hasta el 24 de enero será de 120.000 pesos para particulares, 80.000 para docentes y 60.000 para estudiantes de secundaria, pregrado y posgrado. Del 27 de enero en adelante estos precios aumentarán a 180.000, 100.000 y 70.000 pesos, respectivamente. Los interesados en solicitar mayor información pueden acudir a la página del evento en Facebook (https://www.facebook.com/events/614965321897337) o escribir a corporacionbabilonia@yahoo.es. Fuente: Corporación Cultural Babilonia ||||||||||||||||||||||| ARTÍCULOS Y REPORTAJES |||||||||||||||||||||| === Yves Bonnefoy: el acto y el lugar de la poesía Manuel Cabesa ===== (A la memoria de Alfredo Silva Estrada, quien en los tempranos ochenta me abrió las puertas de su casa y de la poesía francesa.) A principios de diciembre de 2013, durante la realización de la Feria Internacional del Libro, en Guadalajara (México), se le otorgó a Yves Bonnefoy el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances. Este reconocimiento convalida la importancia de una obra y una presencia ineludible dentro de la poesía occidental de nuestros tiempos y que lamentablemente es poco conocida en nuestra comarca. Una figura que considera que la poesía está “en la vida misma de las palabras, y es en esa profundidad de la palabra donde hay que encontrar la acción de la poesía y, a partir de ahí, su importancia. Comprender que la poesía es el fundamento de la vida en sociedad. Comprender que la sociedad sucumbirá si la poesía se extingue, poco a poco, en nuestra relación con el mundo”, según sus palabras en el momento de recibir el mencionado galardón. Como un pequeño homenaje, entonces, quisiera compartir la lectura de uno de sus poemarios: Temprano en la mañana, la primera nevada El ocre, el verde se refugian debajo de los árboles (...) Sólo un poco de viento escribe una palabra con la punta del pie fuera del mundo. Así comienza el último libro de poemas de Yves Bonnefoy, titulado Principio y fin de la nieve, traducido al castellano por Jesús Munárriz y publicado en 1993 por la Editorial Hiperión de poesía. Bonnefoy es sin duda uno de los poetas mayores de este siglo, uno de los que con mayor vigilancia, mayor rigor se entregan al oficio de la escritura. De 1953 data su primer trabajo poético, Del movimiento y la inmovilidad de Douve, donde la presencia de la muerte se manifiesta en un canto a la amada desaparecida: Cogeré entre mis manos tu rostro muerto. Lo reclinaré en medio de su frío. Y con mis manos compondré sobre tu cuerpo inmóvil el atavío inútil de los muertos. A este libro seguirán Desierto ayer reinante (1958), Piedra escrita (1965), En la trampa del umbral (1975) y este muy reciente Principio y fin de la nieve (1991). Todos conocidos parcialmente, clandestinamente en nuestro idioma. Principio y fin de la nieve es una suma de anotaciones, reflexiones de alguien que, paciente, es testigo del invierno: Avanzo en la nieve, y he cerrado los ojos, pero sabe la luz atravesar los párpados porosos, y percibo que en mis palabras es aún la nieve la que se arremolina, se embebe, se desgarra. La poesía contemporánea ha tenido que aprender a despojarse de ripios, artificios que son guirnaldas del lenguaje; su trabajo es nombrar lo esencial, intentar el verdadero nombre, ir en busca del lugar verdadero donde la palabra asuma la esencia de su realidad. Por eso, en un ensayo de 1959, Bonnefoy escribe: “El lugar verdadero es un fragmento de duración consumido por lo eterno; en el lugar verdadero, el tiempo se deshace en nosotros. Puedo escribir también, lo sé, que no existe, que no es más que un espejismo, sobre el horizonte temporal, de las horas de nuestra muerte —pero ¿tiene ahora todavía algún sentido la palabra realidad, y puede apartarnos del compromiso contraído con el objeto de la memoria, que es búsqueda perpetua? Pienso que nada es más verdadero y, por lo tanto, más razonable, que la errancia, pues no hay método para regresar al lugar verdadero. Se halla quizás infinitamente cerca. Está, también, infinitamente alejado... Para el que busca, incluso si sabe que ningún camino le guía, el mundo en torno será una morada de signos”. De donde se concluye que para Yves Bonnefoy la poesía debe estar en permanente vigilia a fin de encontrar a su alrededor los signos que revelen la trascendencia de lo existente: todo es presencia y, a la vez, todo es ausencia. Sólo lo escrito permanece más allá de la existencia efímera de las cosas. Por eso ante la presencia circunstancial de una nevada Bonnefoy le ha brindado la secreta permanencia del poema: Nieve que has cesado de dar, que ya no eres la que viene sino la que en silencio espera, la que trajo pero sin que haya nadie tomado aún, y no obstante, la noche entera hemos notado, en los cristales empañados, a ratos incluso chorreantes, tu resplandor sobre la mesa grande Nieve, nuestro camino inmaculado aún, para ir a recoger bajo las inclinadas y como atentas ramas, esas teas, lo que es, que han ido desapareciendo una a una, y ardiendo, y apagarse parecen como a la vista del deseo cuando accede a los bien soñados (porque a menudo es al irse a desnudar todo tal vez se borra en nosotros de sala en sala, ese reflejo del cielo, en los espejos), toca, nieve, otra vez esas teas, que llameen de nuevo en el frío del alba; y que a su ejemplo de tus copos que ya están asaltándolas con su fuego más claro, su descuido y pese a tanta fiebre en la palabra, pese a tanta nostalgia en el recuerdo, no busque ya las nuestras a las otras palabras sino que se avecinen a ellas, pasen cerca, simplemente, y si una roza a otra, y si se unen sólo será tu luz una vez más y nuestra concisión la que se disemine, la escritura esfumándose, cumplida su tarea. (Y un copo se retrasa, los ojos lo persiguen, uno quisiera contemplarlo siempre, otro se posa en la ofrecida mano. Y otro más lento y como extraviado se aleja y gira, luego vuelve. ¿No es igual a decir que una palabra, otra, aún por inventar, redimiría al mundo? ¿Pero acaso sabemos si oímos tal palabra o la soñamos?) ** Manuel Cabesa http://www.letralia.com/firmas/cabesamanuel.htm Narrador, poeta y ensayista venezolano (Caracas, 1960). Perteneció al Taller de Poesía del Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos (Celarg, http://www.celarg.org.ve) y ha colaborado con las principales páginas literarias de la región y del país. Ha publicado el poemario Vida en común (1985), la antología El acto y el lugar de la poesía. Una antología de arte poética venezolana (Maracay, 2002), el libro de cuentos Falsificciones (Villa de Cura, 2004) y la antología Un lento deseo de palabras (Monte Ávila Editores, http://www.monteavila.gob.ve; Caracas, 2010), que reúne su obra poética completa. Reside en Maracay, Aragua. === Leer libros es cambiar de comida Leopoldo de Quevedo y Monroy ==== A Marga López Díaz ¿Te has separado de los libros de Michelet, Renan, etc.? ...Lee todo eso si puedes. Cambiar de alimentos da apetito. Vincent van Gogh. Cartas a Theo. Labor. Pág. 21. Tengo en los estantes libros para apurar como para una centuria. Desde Metamorfosis y El arte de amar de Ovidio, XL odas selectas de Horacio, Los discursos y De la amistad, de Cicerón, de Roma, Las palabras y las cosas de Michel Foucault, obras de Pablo Neruda, Borges, Obra completa de Alejandra Pizarnik, Cartas a un joven poeta de Rainer Maria Rilke, Las flores del mal de Baudelaire, Poemas de amor de Nicolás Guillén, por supuesto a Cervantes, Wilde, García Lorca, algunos de Matilde Espinosa, de Meira Delmar, Mariela del Nilo, Águeda Pizarro y, alguien que ha llenado muchos de mis días: Alberto Manguel. Todos estos autores están llamándome para que les diga qué pienso de su trabajo. Son joyas dormidas en los anaqueles que esperan a un lector que les dé un beso y salgan de su encantamiento. Pero el consejo de Van Gogh a su hermano que leí ayer me dejó lelo, ahora que estoy en convalecencia. He debido cambiar de régimen y he redescubierto el placer de nuevos sabores, como el de las achiras del Huila y los espejuelos de guayaba de Cundinamarca y Boyacá. De niño quise leer El doctor Savage y mi padre me lo arrebató de las manos y del paladar. No me dejó probarlo. Apenas si sabía leer palabra por palabra, pero me llamaba la atención su forma, su portada, y sospeché que contaba misterios y aventuras. Hoy me he vuelto selectivo. Me gustan las compañías malditas, los clásicos, la literatura que se atreva a subvertirme y a permitirme ver en seco los oasis y espejismos. Odio la literatura comercial, pagada, los best-sellers y los que enseñan a portarse bien. Siempre creí que Van Gogh era un clásico expresionista. Hizo famosas, como las campiñas francesas y holandesas, a los girasoles y a sus cielos arrebatados. En un taller Aluna de esos lagos inmensos de luz de Marga López, habló de él y nos hizo fabular con las cartas del desorejado de Auvers-sur-Oise y Arlés. La sola frase “Cambiar de alimentos da apetito”, referida al hábito de leer, y volver a retomar otro autor o libro, me hizo feliz. Me hizo convulsionar. Y si hubiera estado en un prado hubiera dado botes como niño chiquito. Aunque siempre he sabido que leer nos cambia de perspectiva y que los libros son mejores maestros que la mayoría de quienes enseñamos literatura, nadie había redoblado en mis oídos esa verdad como un tambor. Haber leído a García Lorca, a Sor Juana Inés, a Teresa de Jesús, a Manrique, es como probar una torta de queso o una repolla rellena de crema chantilly y trocitos de piña en la panadería La Fina. Es una verdad palmaria. Pero cambiar como abrebocas o postre o plato fuerte a Cartas a Theo fue una feliz provocación. Cambia uno de restaurante, de paisaje y de época. Leer a Van Gogh ha sido como comer arroz preparado de la mano de mamá o como probar un sudado de carne con papa. El gran pintor nunca pensó que sus escritos serían apreciados tanto como sus cuadros. Es comida casera, de sabor sencillo, de imágenes tan vivas como las pinceladas de sus zapatos viejos en un rincón y de la ternura como el abrazo que le llegaba por carta a su generoso hermano. Se me ha abierto el apetito con este plato. Ayer mismo el almuerzo que trae mi novia desde Tip y Tapas lo confirmó. La abuela preparó un congrí tan sabroso como en cualquier paladar o restaurante de hotel en Cuba. Leer y comer platos distintos, a la hora que sea, no solo produce delicias a la lengua, sino que hace dar ganas de ir a la librería o buscar entre tantos platos el que esté más a la mano o agrade al bolsillo. ** Leopoldo de Quevedo y Monroy http://www.letralia.com/firmas/quevedoymonroyleopoldode.htm Escritor colombiano. Abogado egresado de la Universidad Libre (http://www.unilibre.edu.co) y magíster en Docencia Universitaria por la Universidad del Valle (http://www.univalle.edu.co). Ha publicado Confesiones de un cura casado (Corredor, 1999), El anteproyecto y el proyecto de investigación, los poemarios Versos sacros y profanos (Artes Gráficas del Valle; Cali, 2005) y Cotidianidad en Re-verso (Artes Gráficas del Valle; Cali, 2006) y diversos materiales en el diario El Tiempo (Cali) y la revista Plenilunio. Ha participado en eventos literarios como la “Hora de la Poesía” en la Feria del Libro en Bogotá (2005), el V Festival Internacional de Poesía en Cali, la XI Feria del Libro Pacífico y otros. === Un camino interior Efi Cubero ==================================== Todo permanece grabado en la memoria como la marca de los dedos que los peregrinos a través de los siglos hundieron en la piedra. El camino se expande en interiores igual que el barro del trazado se acumula en las suelas, mezclándose la tierra con la tierra, el agua con el agua, el aire con el aire, la llama con la llama, los pasos con los pasos. Las razones del tiempo o de la historia que fueron forjando huellas sobre las huellas quedan sobre el silencio de los antiguos códices entre los anaqueles profundos del misterio. No intento comprender, no deseo comprender, prefiero abandonarme y seguir esta ruta, este oleaje humano de milenios que sigue los relieves del secreto, los perfiles del aire pues soy base también que sustenta el motivo, soy parteluz y fuste, y acaso capitel. Un soplo que acaricia la piedra desgastada por el verdín del tiempo que cuando inclina la cabeza, y empieza su andadura personal de íntimos despojamientos, acepta de algún modo el rito ancestral, eterno, del camino. Alcanza de algún modo la luz; la transparencia... No hay prólogo mejor que empezar la andadura en Ponferrada, aquí pasamos la primera noche en el albergue donde los ronquidos de otros caminantes cansados, que han empezado el periplo mucho antes, acompañan las horas de este entreno o estreno. Yo también formo parte de esta humanidad que descansa o lo intenta. Algunos abandonarán la empresa casi recién comenzada, otros la continuarán hasta el final. Con estos últimos, en cada vuelta y revuelta nos encontraremos como en una danza o juego. Como en un laberinto. Al empezar todo es refresco y alegría pese a la noche casi en duermevela, poco a poco vendrán las ampollas, los dolores de espalda, las contracturas, la tendinitis, y hasta a veces las duchas de agua fría. Pero pese a todo los saludos y las muestras de afecto y solidaridad serán una constante, ese espíritu del camino al que muchos aluden no es aquí una abstracción sino algo concreto que se materializa en multitud de ocasiones a lo largo del mismo; no existen aquí fronteras ni barreras de culturas o idiomas. En cualquier parte una máxima es respetada por todos: “El peregrino o caminante nunca exige. Agradece”. Por la calle del reloj abandona el caminante Ponferrada. El castillo templario recorta su silueta impresionante hurtándonos sus claves. Los monjes caballeros de la Orden del Temple lo habitaron desde 1178 hasta 1312, año de su disolución. Según expertos en el tema, existen en sus piedras extrañas vinculaciones astronómicas y determinados símbolos esotéricos aún por desvelar. La luz bellísima de la mañana clara envuelve la fascinación de este recinto de tan especial criptografía. Columbrianos, Fuentes Nuevas, Camponaraya, los pueblos se suceden entre cultivadas llanuras de maizales, en el orden continuado de las vides o en la plácida armonía de sus calles donde los lugareños nos ven pasar con manifiesta simpatía deseándonos un buen camino. Al llegar al Carcavellus de Aymeric, el del Codex Calistinux, el actual Cacabelos, por los márgenes del río Cúa la realidad parece hermosamente extraña: ¿qué hago yo aquí feliz, despreocupada y desligada del mundo y de mí misma, sin radio ni televisión, teléfono o periódicos, ni libros, casi sin pensamientos, mirando como discurre el agua mansamente y el temblor del paisaje me devuelve al otro de mi infancia, tan limpio y tan agreste, del bosque clareado... Siento que llevo en la mochila del corazón el lugar de mi origen, pero también es cierto que igualmente pienso con Ovidio que “No se puede volver ni siquiera volviendo porque el exilio es irreversible...”. Más tarde, la lluvia persistente y machacona nos acompaña un largo tramo resbalando sobre los chubasqueros que a duras penas cubren las espaldas con las mochilas donde llevamos nuestras exiguas pertenencias. El barro forma una costra espesa sobre las suelas de nuestras botas mientras que el obstinado viento empuja obligándonos a bajar la cabeza. La niebla, el viento y la lluvia, sin dejarnos respiro La capucha de la capa de agua cuelga sobre la frente. Cualquiera que se cruce con nosotros frente a la niebla del camino —pensé— se santiguará de seguro. Parecemos cofrades de una Santa Compaña alucinada. Canónigos del medioevo en penitencia con el capuchón de la almucia velándonos el rostro. Mientras avanzo siento como si impregnara esta experiencia irrepetible el viento de los siglos, renovando conceptos, haciendo tambalear certezas, desvelando perfiles y ampliando perspectivas. Poco importan las razones que nos llevan a elegir determinada ruta, frente a la naturaleza, a veces hostil y a menudo acogedora, nos implicamos en nuestra propia búsqueda penetrando el interior de algo más vasto, más sutil y profundo. Más complejo. Algo que como una concentración de la voluntad nos contagia su energía poderosa y también su desolada elegía. Sigo a esta fila esforzada y anónima contemplándola de espaldas. Acaso en este envés de la trama se halle la clave de un texto-tejido que se reescribe a perpetuidad como el continuado itinerario que a todos nos agrupa. Este hilo enrevesado que cada cual desenreda o anuda a su manera, ya sea transversal o radialmente, nos lleva a revelar o a desvelarnos en nuestra propia desnudez proyectada en otro espejo. Postes, estelas, miliarios, mojones, rótulos, flechas amarillas inscritas sobre el rigor de las piedras milenarias o sobre la dúctil y rugosa corteza de los árboles que susurran beatíficas leyendas a la vez que conxuros sombríos. Ordenamientos que orientan al caminante. O al peregrino que anhela alcanzar la Luz como final-principio. Atravesando las umbrías corredoiras, los aromas de hinojo y eucalipto se han intensificado con la lluvia. También huele a estiércol. Los excrementos de las vacas que pacíficamente pasan por los caminos han dejado una pasta espesa que, mezclada con el barro, y adhiriéndose al sendero, es una mezcla desagradable y resbaladiza, peligrosa en extremo, cuando en el vértigo de las bajadas la carga de la mochila nos empuja hacia delante y hay que afianzar con fuerza las rodillas para que el peso no termine de estrellarnos contra el suelo. A lo largo de la ruta muchos “por si acaso” quedarán abandonados a su suerte por los viejos senderos de Galicia. El camino de guijarros y lodo es amparado por el verde sosegador y dulce del entorno. Y, a través del reguero de estrellas que la noche calmada nos dispensa, dormimos a cubierto, cálidamente envueltos en nuestros sacos a la espera del amanecer limpio, la luz que se renueva como en un nacimiento, como el delgado y tembloroso filo de la muerte y la vida... El verbo caminar es intransitivo puesto que expresa un acto que vale por sí mismo y esta realidad de ahora, esta experiencia, resulta de alguna forma también intransitiva... Vuelve a llover con monótona insistencia y hemos de extremar las precauciones al desplazarnos por el exiguo arcén de la N-VI; pese al mal tiempo, mil veces mejor el barrizal de las pendientes que el peligroso asfalto de la carretera. Por eso mismo, al retomar el trazado original respiramos aliviados y felices. Villafranca del Bierzo nos recibe entre nieblas. Algunas construcciones conservan la gracia de esa arquitectura popular que se resiste a ser absorbida por los modernos habitáculos. Es un entorno amable, hospitalario, con balconadas airosas de madera, abundantes de flores, que suavizan la gris dureza de sus tejados de pizarra o la escueta sobriedad de su dorada piedra amparadora. La lluvia culebrea sobre el pavimento de esta calle llamada “del Agua” para mayor coherencia con este chaparrón desaforado. Aquí existen importantísimos monumentos que casi adivinamos bajo la tozudez implacable del aguacero. Donde sí nos detenemos es en La Puerta del Perdón de la iglesia de Santiago. Sólo por contemplar tal perfección del románico lombardo, vale la pena el desplazamiento. El papa Calixto III concedió a los peregrinos enfermos que llegaban hasta aquí, la misma indulgencia que si hubiesen caminado hasta la tumba del Apóstol. Toda la fe y el esfuerzo han fijado este código brumoso de transparentes márgenes. Las marcas indelebles sellan el vínculo de esta puerta de acceso a los favores celestiales bendecida por muchos, entre ellos el Poverello de Asís, que humildemente traspasaría estos umbrales. Diríamos con Eliphas Lévi aquello de: “Formado de palabras visibles / este mundo es el sueño de Dios”, supongo que, sin pecar de irreverente, visto lo visto de guerras y barbaries, también habrá sido su pesadilla... Mientras camino trazo también mi propia línea. Dejo mi imprevisión frente al amplio horizonte con apariencia de vacío. A lo largo de esta columna vertebral formada a través de los siglos, de piedras, de raíces, de huesos o de polvo, nos percatamos de que la materia que verdaderamente engrasa y articula este armazón; la médula, como raíz motora y sensitiva portadora de sensaciones que lo sustenta, la forman y conforman los seres humanos. Los que transitan. Los que residen. Nada existiría ni compensaría sin toda esta vida que la recorre y mueve. Sin las manos que construyen, que ayudan y crean. Sin la mente que sueña y reflexiona. Nada es casual ni tampoco gratuito. Los ojos focalizan estos espacios que cobran así un especial sentido. La mirada devuelve realidad al sueño y “queda, si pasamos” y, este paso, marca también su huella prolongando en el tiempo una huella común y colectiva que a todos pertenece y es de todos: la línea de comunicación que éste y otros caminos simbolizan, con todas las tierras, todos los lugares, y todos los seres que las pueblan. Cruzando el puente en dirección al Valle de Valcárcel subimos por una cuesta empinadísima “Sólo apta para buenos caminantes” como avisa el letrero; este acceso a la Sierra del Real por donde el áspero sendero asciende, es duro en extremo. Pero mientras trepamos, la atmósfera se aclara, sale de nuevo el sol y el aire adquiere la luminosa transparencia de una ventana asomada al paisaje. La abundancia y variedad de la vegetación de estos parajes, con su increíble gama de verdes, se ilumina con esa luz filtrada entre rumores del agua que se desliza por las hojas de los helechos formando regatillos. Pájaros escondidos gorjean y al llegar a la cima nos aguarda una piedra dorada y ancha donde recostamos nuestro cansancio. Alguien anónimo ha escrito sobre ella en grandes caracteres enmendando la plana a don Antonio: “Caminante, sí hay camino, / se hace camino al andar / sólo falta un peregrino / que lo quiera caminar”. Nos espera otro largo descenso hacia el fondo del valle. Atravesamos un bosque de castaños. Son los ejemplares más hermosos que yo he visto en mi vida. Retorcidos, como los olivos de Van Gogh, buscan la luz y la luz está en ellos. Entre sus raíces y sus ramas expansivas y verdes. Abarcadoramente vivas... Aunque se halla muy cerca de Pradela, el camino no pasa por el pueblo, hemos de desviarnos para visitar este lugar que parece anclado en el medioevo. Un entorno de tiempo detenido como en una imagen de morosidad azoriniana. Sabores de leyendas, de memorias pretéritas; casas diseminadas, cobertizos oscuros, un rostro de mujer asustadizo que cierra una ventana; pasa sin inmutarse y sin hablar un labriego que avanza junto al lento silencio de unos bueyes. Una mujer sube, ágil e ignorándonos, como en una secuencia de otro tiempo, por unas escaleras de piedra y jaramago con un voluminoso fardo de berza, algunas de las hojas, supongo que destinadas al alimento de los animales, caen sobre los peldaños. Huele a espliego y a heno, a estiércol y a manzana, a madera quemada y a resina. Bebemos agua fresca del caño de un pilar plantado en plena calle. Mientras fotografío la antigua y humilde iglesia, un hombre se me acerca y me saluda: “Hay que ver”, me dice, “la importancia que le dan ustedes a las piedras. Nosotros, será que no entendemos, no le damos ninguna”... El viejo templo tiene el encanto tan característico de ese estilo de la peregrinación, como se han definido estas construcciones que vamos encontrando en el recorrido hacia Compostela. En la precariedad o sencillez elemental del existir que parecen tener estas aldeas recónditas, hay una dignidad muy por encima de otros ámbitos en apariencia más civilizados. Nadie finge. Nadie vive por encima de sus posibilidades, atentos siempre al campo y a lo que los rodea, inmersos en su trabajo duro y sacrificado, pero para ellos, que no querrían vivir en ningún otro sitio lejano de su mundo es, de alguna forma, compensatorio. Siento dolor por algo ya perdido. Una leve punzada. Hay en la memoria como un arrasamiento, acaso esta abstracción emocional de pronto me sacude y conmueve... Un olor familiar a campo abierto. Algo incontaminado me remite al origen de tiempo desdoblado en sensaciones, en percepciones, en inocencia y luminosidad. Seguimos... Trabadelo, La Portela, Ambasmestas. Y anochece cuando infinitamente cansados, mojados por el agua que ha vuelto renacida, llegamos a Vega de Valcárcel, el pueblo más grande de este “valle encarcelado” en el que pretendemos descansar antes de acometer la subida al Cebreiro. El pueblo se halla en fiestas y la cadencia sentimental de los boleros acuna dulcemente nuestros sueños. De pronto el ritmo cambia y nos despertamos sobresaltados, una música menos arrulladora nos desvela inmisericorde. Entre salsa, pasodoble, cumbia y lambada, se transforma la noche de Valcárcel en noche toledana. Al alba, cuando el pueblo por fin descansa de verbenas y el silencio se expande como íntima caricia, nosotros iniciamos el camino. La luz de las farolas a punto de apagarse acentúa mis ojeras. Voy como un murciélago asustado dándome topetazos y mochilazos con las paredes, rendida por el sueño y el cansancio. Frente a nosotros la bruma que presiente a Galicia, la región que nos aguarda después del Bierzo, en esa sutil frontera que funde las dos tierras tan hermanas de las dos comunidades. Van quedando atrás los últimos pueblos leoneses y el camino va convirtiéndose en una interminable pendiente. La niebla nos impide disfrutar del panorama que se adivina ancho y abierto antes de penetrar el húmedo y silencioso laberinto cubierto de verdor del paisaje gallego. Piedrafita de O Cebreiro nos despide entre ventanas acuarteladas, miradores que sostienen la altura de un monte de leyendas cerradas ahora a cal y canto por el viento que comienza a soplar con más fuerza de lo acostumbrado. Todo resulta en Galicia más interiorizado o más impenetrable. Una gravedad de celosías preside este paisaje de secreto sosiego, si tuviera que unirlo a una partitura elegiría, sin dudarlo, la música de Bach; una cantata o mejor una fuga. Por húmedos atajos gotean los silencios de los robles, los carvallos como aquí los llaman, buscan el cielo y se alzan majestuosos, armónicos, entrecruzando las ramas como las bóvedas de crucería de góticos recintos. Hablábamos de Bach, que en alemán significa arroyo. Esa agua fecunda el sustrato de esta tierra que nutre las raíces de estos árboles como tubos de órgano que ascienden a las alturas. Cada uno de ellos posee una calidad vibrante y dúctil que parece expandirse en un todo de armonías por la latente fuga de las corredoiras, esas vivas arterias que animales y hombres han ido formando, pisada tras pisada durante siglos, tan pacíficamente. Tan laboriosamente. Alguien coge una piedra. Un pequeño guijarro que coloca con cuidado sobre el verdín del hito. Marca humilde su paso, como marcan los pies sus huellas sobre el barro. La mano aporta el gesto, mientras que la mirada se eleva hacia lo alto buscando luz como los propios árboles, acaso buscando una señal, quizá que una respuesta... Al anochecer, indaga en la Vía Láctea, en esa nebulosa de las galaxias o las constelaciones alguna orientación, guía o vector, luces de situación que desde siempre acompañaron al viajero o al nómada, faros, estrellas que prevalecen firmes frente al oleaje de la tierra o del mar o desde el interior de cada ser humano. Pasan edades, siglos y civilizaciones sobre este mismo enclave con mucho de sagrado. Aquí lo universal y lo nutricio es presencia constante, nada turba este mundo de silencios, nada parece alterarlo o agredirlo, ascendemos por esta espiral del tiempo sobre la curvatura antigua de este monte gris niebla del Cebreiro; a mil trescientos metros de altitud se halla el poblado, uno de los primeros lugares de acogida a peregrinos de Galicia, abundante en leyendas y misterios. Por aquí pasaron reyes y plebeyos, santos y ateos, laicos y prelados. Cada uno dejó el fuego de su fe o el fatuo fuego de su vanagloria, un milagro que se repite durante siglos en la pequeña y sobria iglesia prerrománica, de ábsides rectangulares y delicada espiritualidad que ahí sigue, irradiando una paz dorada ennoblecida por el sosiego de los que se refugian de las tormentas exteriores, o quizás interiores... El exterior es una privilegiada atalaya desde la que se divisan los bosques y llanuras esponjadas de vegetación. La neblina juega con el paisaje, va y viene y se aleja entre movimientos de luz y claroscuro por donde se zambulle la mirada. Hace frío pero estamos a gusto a la intemperie mirando las pallozas, las chozas de piedra de origen céltico. La circular construcción tiene el tejado cónico, de bálago, de paja, una, convertida en museo, donde la luz es tenue, amparadora frente a la crudeza del exterior en los duros inviernos. La sequedad de la piedra contrasta con este ambiente íntimo de tránsito y reposo. Una vez descansados, por la mañana desgreñada, las líneas en zigzag de los caminos que llevan al Camino. Algunos afirman que durante el recorrido tienden a vaciarse, a desprenderse de todo, incluso de ellos mismos. Yo siento que me lleno. A cada paso me voy llenando de recuerdos muy vivos, de sensaciones únicas. El interior se colma, se multiplica de entendimiento. Absorbe, aprehende. Y, como dicen algunos que sucede cuando han estado cerca de la muerte, doy un repaso a mi vida y acierto a verla en todas sus secuencias. Mis vivos y mis muertos caminan a mi lado. Forman parte de mí como único bagaje; como el barro y las piedras del camino o la vegetación arisca y dulce. Todo me ha conformado y transformado y me ayuda a crecer. Todo recobra su esencial sentido completando este todo formado de fragmentos. Llega el Alto de San Roque, a 1.270 metros de altitud. Un gran monumento al peregrino lo corona, por las lomas del cielo se camina deprisa y el viento deja frías las palabras llenándolas de puntos suspensivos... Unas veces jarrea y otras orbaya. El vaho que desprenden los labios empaña el cristalino de los ojos que intentan retener este paisaje por si no vuelven más a contemplarlo. Liñares, Hospital, Alto do Poio. Allí, empujados por la ventisca, nos detenemos en un mesón salvador como surgido de la nada. Nunca en mi vida he saboreado un café tan reconfortante. Después llega Fonfría. Por las barandas de Viduedo me asomo a las colinas del Concello de Triacastela, esa azulada huella que delimita perfiles imposibles. Luego viene Filloval y As Pasantes que dormita a la sombra de un nudoso castaño resistente a los tiempos. Llegamos a Triacastela, ha salido un sol tímido. Respiramos frescura. Una casa de apariencia normal, donde al parecer se hallaba en tiempos remotos el antiguo Hospital de Peregrinos, guarda en su interior elementos inquietantes. La dueña, que ocupa este caserón desde hace tiempo, no tiene inconveniente en convertirse en guía improvisada para quien desee visitarlo. Se conserva parte del arco primitivo de la entrada, una dovela en perfecto estado, algunos muros increíblemente anchos, de una robusta solidez; al lado del lugar donde estaba el pequeño cementerio que piadoso acogía a los peregrinos fallecidos, está la cocina de la casa con sus utensilios domésticos y cotidianos. La señora, extrovertida y simpática y encantada de cocinar caldo gallego en tan sagrado sitio, nos enseña un cuartito anexo donde se encontraron según sus palabras “los cuerpos santos”. Ahí no pisamos nunca —me dice con respeto mientras señala el centro donde al parecer se encontraron algunos cuerpos momificados que ahora duermen en el cementerio, al lado de la iglesia. Algún peregrino debe yacer incompleto puesto que la señora nos comenta que guarda como reliquia un fémur en buen estado: —¿Quieren ustedes verlo? —nos pregunta solícita. Rehusamos tan dudoso privilegio, y la señora insiste mientras nos enseña unas monedas que se hallaron al lado de los restos. Tienen un rudimentario círculo pespunteado cuyo simbolismo se nos escapa. Toscamente perforadas estas monedas hablan de sufrimiento, ahí reside su misterioso temblor. Me emociona pensar en esos seres humanos que murieron aquí sin lograr alcanzar a venerar la Tumba del Apóstol, ese sueño por el que se pusieron en camino y murieron tan lejos de su lugar de origen sin tan siquiera el consuelo de los suyos. Emocionada, siento el latido de los siglos sobre el roce de estas monedas tanto tiempo enterradas junto a ellos. Al salir de Triacastela caminamos por la ruta primigenia de San Xil, la más directa. Por este valle solitario y hondo avanzamos a través de aldeas dormidas en el sueño oscuro y orgánico de sus bosques profundos, por el antiguo viento de sus túneles de ramas pizarrosos y húmedos, por líquenes y musgo. Un humo azul que asciende por las pétreas chimeneas, por la vaharada caliente y viva de los establos donde sólo se escucha el melancólico mugido de las vacas saludando nuestra llegada y despidiendo nuestra partida. No hay personajes visibles en un escenario ancestral que pese a los sonidos parece estar deshabitado. El rumor de la humana presencia es captado por nuestro oído en el sigilo de un postigo que se cierra, en el crujido de la madera al ser pisada por unos pies invisibles, por el olor a comida, el tufo acre del estiércol y también por un rastro de perfume a hierbas aromáticas y a rosas cultivadas con mimo en tantos lugares de la vieja Galicia, en casonas desparramadas sobre un paisaje maravilloso que se abre de pronto ante nosotros como inesperado efecto de belleza y grandiosidad. Subimos por el Alto del Río Cabo. Al coronar la cima abrazamos el tiempo. Montán, Fontearcuda, Furela... La piedra florecida, la esperanza del verde, la soledad, el gozoso cansancio. Al bajar de la altura el camino se reviste de un gris civilizado; ha perdido de pronto su enigma o extrañeza. Se recubre de asfalto. Dejamos atrás Pintín y seguimos hasta Calvor por este juego ecléctico de carretera cívica y de áspero sendero. No nos detenemos en el alberge de esta última población pese al agotamiento. Sarria se intuye cerca y deseamos llegar pronto a esta noble ciudad. Sarria ha sido desde tiempos remotos refugio y reposo de cuerpos derrotados y ánimos vacilantes. Las tendinitis, ampollas, contracturas, y otros males del cuerpo, buscan ahora por estas calles hospitalarias, betadine y alcohol de romero, las vendas, las tiritas, las cremas pertinentes, los barreños de agua tibia donde sumergir los pies deshechos y elevar la vista al cielo del alivio componiendo una imagen suprema de arrebatado éxtasis, casi una levitación... ¡Lo que puede lograr un simple recipiente de plástico, arropando unos pies lacerados! La odiosa contractura vuelve nudoso el tronco de la espalda. Se anda a cámara lenta por las calles, arrastrando los pies, ras, ras, ras... Parecemos los personajes virtuales de algún juego, ras, ras, ras... Una estampa penosa de penitentes sin cofradía que los lugareños contemplan, no sé bien si con indulgente piedad o con sorna encubierta. Acaso piensen que esto es una estrategia para que vean lo que cuesta el sacrificio de una ruta, o de una peregrinación. Nos alojamos en el Monasterio de La Magdalena ya que una parte del mismo acoge a peregrinos. En el siglo XIII este hospital monasterio ya gozaba de importancia. Puede más la curiosidad por visitarlo que el deseo de apoltronarnos. Quedan vestigios importantes del pasado esplendor, una puerta románica de transición, ornamentada con las características puntas de diamante junto a las perlas de rigor, el claustro, muy bello, del XIV, una fachada plateresca notable, aparte de otros muchos elementos arquitectónicos y artísticos de desigual importancia pertenecientes a épocas distintas. El Monasterio, como la historia del Camino, constituye una polifonía de diversos elementos donde existen los hechos objetivos pero también su interpretación, que es siempre algo más libre y más abstracto. La mañana se anima. Los abedules perfilan sobre el aire un acerado brillo. Las hojas llevan su rumor de agua. Las vacas pastan tranquilas en los prados abiertos mirando de reojo con beatífico sosiego o con infinita displicencia, las carvalleiras o robledales dan sombra a nuestro paso. Cerca está Barbadelo. Un sendero de piedras, un pedregal, se clava inmisericorde en las gastadas suelas; la turba, el liquen, el musgo y el mantillo fecundan las estelas de la memoria. La iglesia de Santiago de Barbadelo prolonga la naturaleza en la gracia de sus capiteles donde hombres, pájaros, animales y plantas, parecen entablar un vivo diálogo con el entorno. Parecen esculpidos por un artista sabio que juega a ser un niño. Por Rente, del laberinto al 30 del 30 al laberinto, los mojones danzan sin orden ni concierto. Las aldeas van desapareciendo como si fueran casillas o fotogramas. No hay servicios ni gentes que animen la mirada. Aldeas como espejos cóncavos nos proyectan reflejos deformantes. No sabemos si esto es la realidad o acaso un sueño. Hay hórreos inmensos. A la salida de Brea el hito señala el kilómetro 100, es lo que aún nos separa de Santiago de Compostela. Comienza la cuenta atrás hacia nuestro destino. Mientras los cuervos graznan seguimos los dédalos inciertos. Pena da Corvos, el pueblo pone justo nombre a los lugares, tan poéticamente; hay cantidad de estos pájaros de negro plumaje por allí. Dejamos atrás a Ferreiros y a Pena, llegan Moimento, Mercadoiro y Parrocha. Por Villachá respiramos por fin el campo abierto lejos de las revueltas alucinadas. Sobre el mapa desdoblamos recuerdos: un claro viento de encinas y de trigos sobrevuela por entre los robles, los eucaliptos, los castaños y los maizales. Un espejo niño trastoca las imágenes y las devuelve con otros matices mirados desde la perspectiva del corazón, que es sin duda alguna la más fiable y hermosa de las perspectivas posibles. Portomarín nos refleja en las aguas. Allí duermen su sueño las paredes del antiguo asentamiento de este importante lugar de paso del medioevo. Antes de ser anegado por las aguas, salvaron piedra a piedra la iglesia-fortaleza de San Nicolás del siglo XII y allí está, en el Portomarín nuevo, plantada en medio de la plaza central, reedificada allí junto a la fachada románica de la iglesia de San Pedro, y las balconadas del antiguo Ayuntamiento, a las que también salvaron. Para los que como yo sufren de vértigo, el hecho de atravesar el río por la pasarela de hierro se convierte en un suplicio. Unos estudiantes que vienen detrás saltan alegremente sobre la estructura y esta precariedad del balanceo me produce una angustia difícil de controlar. Tengo la sensación de que voy a precipitarme a las aguas del Miño y formar parte como un espectro más de las calles fantasmales del pueblo desaparecido. Al atravesar el río por fin, la tierra sostiene de nuevo el temblor de mis pies, acostumbrados a ella desde siempre. De nuevo apresuramos el paso con la intención de descansar en otro importante sitio: Melide. La carga forma parte de nosotros. Nuestra estructura ósea se ha acostumbrado a ella y por lo mismo ya no se resiente tanto. Cuando abandonamos la mochila en los periodos de descanso sentimos una especial ligereza que nos hace inclinarnos hacia adelante; trastabillar como si estuviéramos ebrios. Gonzar, Castromaior, Hospital de la Cruz, el Alto de Lingode. Subidas y bajadas. Pasando la aldeíta de Prebisa nos topamos con un frondoso roble que parece escoltar al magnífico Cruceiro de Lameiros. La vida y la muerte se entrecruzan sobre el cardinal relieve de su base. Protección y belleza frente a los misterios del Más Allá en esta tierra de supersticiones. Hay aquí robles tan corpulentos que acongojan. Por el Alto del Rosario un aroma balsámico envuelve la subida. Los viejos eucaliptos parecen encontrarse en su elemento: agua por todas partes. Una en este momento que recuerda a su tierra se reconcilia con estos árboles que allí fueron tan intrusos como depredadores, al suplantar en cierta época a las ancestrales encinas. Aún duele aquel infierno de las piras cuando arrancaron encinas centenarias para sustituirlas por estos árboles insolidarios que nada dejaban crecer al lado de su egoísta sombra. Pasamos por Avenostre, la carretera serpentea. Una línea transversal acorta el tiempo. Llegamos a Palas de Rey. Palacium Regis, como la llamó Aymeric Picaud, el clérigo francés que afirmaba ser autor del Codex Calixtinus, la guía de peregrinos medieval con la que en 1139 se presentó en Santiago. Pocos vestigios quedan ya aquí de un pasado tan importante. Pueblo próspero, moderno, emprendedor. Contrasta enormemente su movimiento y energía con esa degastada nebulosa que envuelve con encanto tantos pueblos y aldeas de Galicia a lo largo de la ruta jacobea. Detenemos la mirada en la austera sobriedad de la románica iglesia de San Tirso, y también en algunos establecimientos donde nos abastecemos puesto que el Valle del Pambre aguarda y no es plan caminar sin provisiones. Cruzando el río Porto, Lugo nos despide y A Coruña nos recibe. Pisamos los trazos familiares de una calzada romana al llegar a Leboreiro. En Leboreiro existen cabeceiros hechos con ramas de salgueiros (perdón por la improvisación) y hay un hermoso cruceiro en Leboreiro. Los cabeceiros son hórreos con forma de grandes canastos. Quedan ya muy pocos a lo largo del camino y los que quedan parecen cumplir tan sólo con una mera función puramente ornamental; en una bella placeta puede contemplarse, al lado de la fachada del Antiguo Hospital, el pórtico de la Virgen de las Nieves, es bellísimo por la pureza de sus líneas y figuras. Después de puente a puente nos dejamos llevar por la corriente y caminamos desde el medieval de Leboreiro hasta el de Furelos que algunos dicen que es gótico y otros románico y para mí de transición y ahora mismo de tránsito. El Juego de la Oca continúa... Al llegar a Melide suspiramos: ¡ya queda menos! Orillando la Ruta, la soberbia portada románica de San Pedro con un cruceiro que según se afirma es el más antiguo de Galicia. La bárbara iconografía de Santiago blandiendo la espada adorna las paredes de la iglesia parroquial. Tras acomodarnos, nos vamos a la pulpería Exequiel con justa fama de darle el punto al pulpo. El albariño empuja los tentáculos suculentos y pronto nos olvidamos de rosetones y contrafuertes, de laberintos y oquedades, de capiteles y fachadas. Un espejo para los sentidos este sosiego gastronómico sin prisas. Claro como sus ríos, luminoso como sus atardeceres, perfumado como sus bosques, los vinos de la tierra vierten y escancian la luz dorada de la ancestral Galicia sobre el blanco temblor de sus tazas de loza. Aquí estamos, escuchando su idioma dulce y pausado, disfrutando del pulpo y la empanada, de los frutos del mar, de la conversación, mirando cómo el cobre gastado del caldeiro centellea en la lumbre mediante el benéfico conxuro que aporta la pulpeira. El vino va desplegándose sobre luces de olvido desde ese guiño ámbar que desata la risa contenida, y suelta la palabra y pone brillos vivos en los ojos y hace latir las sienes quizá por la falta de costumbre... A mi lado el amor de siempre, el que me acompaña desde hace tantos años por subidas y bajadas en las cuestas de la vida, el que hace mi carga más ligera, el que se refleja, único e imprescindible, en la mirada de ahora y de siempre, en este verano-otoño de plenitud serena y colmada. Por la espesura volvemos a internarnos; hacia el Oeste la flecha o el vector inclina el sueño. La línea transversal corta los ríos y baja y sube como el propio ánimo. No hay sosiego ni tregua... Boente, Castañeda, Ribadiso da Baxo. Y Arzúa donde nos detenemos. El río muy cerca del albergue sirve de improvisado lavadero. Algunos aprovechamos entre risas para hacer la colada al aire libre, estampa antigua donde las haya, la pastilla de jabón de tiempos pretéritos pasa de mano en mano. Una mujer del pueblo se planta junto a nosotros con gesto adusto con una cesta de mimbre repleta de ropa por lavar. Marca enseguida su territorio y restriega con firmeza las prendas volteándolas, salpicándonos de espuma, de alguna forma nos hace ver que esto no es un juego para ella. Nos hace sentir que aquí somos intrusos. La destreza de sus manos al lavar me recuerda un tiempo muy lejano de mi más honda infancia cuando mujeres como ella arrancaban blancuras azuladas y aromas de limpieza a los manteles, a las sábanas, a visillos de encaje que adornaban ventanas. Intento, y lo consigo, mantener un diálogo con esta mujer, campesina gallega, que me merece un profundo respeto. Empieza con monosílabos, pero poco a poco me gano su confianza y termina contándome su vida con naturalidad. Mezcla palabras del gallego con el castellano y a mí me encanta esa frescura expresiva, ese acento galaico que va calando en mi interior mientras la escucho hablar y contar, que me devuelve a un tiempo de historias relatadas junto al fuego en noches invernales... Su vida —según me explica— resulta ahora bastante solitaria, pero, y por extraño que parezca, especialmente, yo diría “espectralmente”, acompañada. Baja el tono de voz para que sólo yo pueda oírlo. Sus palabras parecen temblar como las aguas que nos reflejan mientras me dice en un susurro: “Tengo miedo, ¿sabe..? Cuando recojo las ‘patacas’ (patatas) y marcho para casa, mi marido me habla y yo tengo que subir fuerte la radio para no escucharlo ¿sabe usted..?”. Ante mi gesto de extrañeza me cuenta que en realidad su esposo lleva ya dos años enterrado en el cementerio de Arzúa, pero que “no se ha marchado”, que al parecer sigue viviendo con ella... —Mire —me dice—, no se quiere ir. Por más misas que le encargo, por más agua bendita que esparzo por todos los rincones de la casa, él sigue allí. No se va. Si no voy al cementerio me dice que ya no voy a verlo como antes; si no como por la intranquilidad que tengo, me dice que tengo que esforzarme en comer que si no voy a reunirme con él antes de tiempo... En fin. Hablé con el párroco, pero me da a mí que no me cree. Sólo me aconseja que rece a Dios, pero yo a Dios le rezo y él no se va... Yo pienso que como no tuvimos hijos y siempre estábamos juntos, pues me sigue acompañando para que no esté sola, lo que pasa es que a mí me da muchísimo miedo. ¡Sólo de pensar que voy a verlo me muero del susto! —Ah, ¿pero no lo ve en realidad? —le pregunto cada vez más intrigada. —No, no, sólo siento el roce de sus manos, y la silla que a veces se mueve... —¿Y no ha pensado usted en cambiar de casa? —Sí que lo he pensado, sí. Incluso me fui una temporada a La Coruña con unos familiares, pero aún me encontraba más sola con tanta compañía, además no podía atender la tierra y los animales... Este es mi sitio. Todo el pueblo me conoce y me ayuda cuando lo necesito... Cuando él murió yo cerré la habitación a cal y canto al sentirlo a mi lado. Duermo al lado de la cocina, es espaciosa y tiene mucha luz y me gusta más dormir allí que en el resto de la casa. Tengo gatos y perros, y la radio... Lo peor —se estremece—, lo peor, ¿sabe usted? Lo peor sigue siendo la noche... El camino transcurre repleto de vivencias, de experiencias, de belleza, de personajes, de locuciones casi surrealistas, de escenarios insólitos, de poesía viva. Todo tan sublime y tan grotesco, tan real e irreal como la propia vida. Los helechos, las plantas, van hilando finísimos tejidos de luz y agua; la mañana olorosa y plena en armonías se esponja de rocío como si fuera una inmensa pila bautismal donde nos sumergiéramos olvidados del mundo y su inconsciencia. Algo muy limpio y puro nos envuelve. Algo sagrado o mágico que nos une con la naturaleza en libertad. Quedan muy pocos tramos para llegar a Santiago. Marchan los peregrinos a pie, en bicicleta o a caballo. Los hay de una profunda autenticidad, seres humanos excepcionales, generosos y altruistas, también hay fingimientos, gestos insolidarios, pero son menos. La mayoría que camina lo hace con su propio afán, con su interior cargado de vivencias, de experiencias y deseos, de soledad íntima. Los hay poco comunicativos, y los que en cambio charlan hasta por los codos. A lo largo de tan especial itinerario me doy perfecta cuenta de que en el fondo nadie es demasiado fuerte para llevar la carga, sobre todo si es cuesta arriba. Unos recorren este esencial camino por fe, otros por deporte, algunos por curiosidad y otros por inquietud, unos por espiritualidad y otros porque no deja de ser una forma barata de cambiar de aires. Está el aventurero de alegría contagiosa que te explica qué sorpresa puede encontrarse en un lugar determinado, o dónde se come bien por un precio módico o qué experiencia insólita o sorprendente le ocurrió; cosas por el estilo... Luego está el veterano, el que sigue esta ruta año tras año, tal vez porque aún no encuentra lo que busca o porque encontró lo que buscaba y ya no podría vivir sin lo encontrado. Está La Magdalena, que liga en el camino y lleva el jubiloso jubileo con garbo y resistencia sin parar de ligar... Están el senderista y el pícaro, el que se busca a sí mismo, el esotérico, el religioso y el descreído, el observador y el ecologista... Luego están, y son punto y aparte, los dramas íntimos, presentes en ese gesto de esfinge reservada que se aparta de todos para rezar, para llorar a solas. En un tramo del recorrido surge de pronto la íntima confidencia: me explica que tiene un hijo enfermo, de sida, que además tiene problemas difíciles de solucionar, camina para pedir un milagro al Apóstol y está segura de obtener esa gracia. Me conmueve hondamente esta fe sin fisuras. Esta firmeza de sus convicciones, este callado amor inmenso. Personas como ella justifican el fin de este Camino y de todos los caminos. Algo grande y auténtico traspasa esta mirada. Merece esta mujer ese milagro. Llegan Salceda y Santa Irene. A través de La Rúa, pequeño pueblo de evocador nombre, atravesamos Arca, o Pedrouzo. Tras pasar la aldea de Cimadevilla, el último túnel de ramas abrazadas nos sumerge en la espiral profunda de nuevas soledades. El intrincado bosque sí deja ver los árboles. Tiene un carácter embrionario esta cueva formada de líquenes y olvidos. Se adivina hacia el fondo la claridad del agua que está cerca. De pronto un gran estruendo triza el velo del pájaro, agita las copas de los árboles y nos deja en suspenso. El tremendo ruido nos pilla desprevenidos y por sorpresa. La respuesta a la incógnita la tenemos al lado, por un momento, inmersos en el mundo ancestral medievalista donde nos sumergimos durante tantos días, habíamos olvidado por completo que el progreso estaba a la vuelta de la esquina. Del medieval silencio a la pista atronadora de la civilización: el aeropuerto de Lavacolla ahí, a poquísimos pasos, tras el muro de verdor y misterio de las corredoiras. El viento del despegue de pronto nos sacude; nos arranca del sueño de los siglos. La decepción también, no por sabida menos impactante, de ese Monte do Gozo donde los peregrinos saludaban las torres desde allí divisadas, del encuentro, pone también su lacra de cemento al camino de estrellas y guijarros. No hay cánticos aquí, como nos aseguraban los antiguos códices miniados. No hay temblor de naturaleza; es tan frío y funcional este recinto, tan perfecto y aséptico, con sus modernos módulos tan pulcros y funcionales, que parece más bien destinado a borrar toda emoción de la llegada a la antesala de Compostela. Sólo desde el pequeño promontorio donde unas esculturas señalan a las torres luminosas, pervive la emoción de contemplar de lejos la ciudad, la luz que irradia el tiempo detenido. Miramos en silencio la hermosa panorámica y algo muy especial nos eriza la piel, acaso sea simplemente el frescor del anochecer que ya se acerca; los oros de Poniente que van guardando el sol, cerrando el Arca... Podría hablar de la historia y la leyenda de este enclave de siglos, me podría detener en datos que el lector encontrará fácilmente entre los bien dispuestos anaqueles, ya con las comas puestas y ajustadas y casi sin puntos suspensivos por investigadores de solvencia, o mirar en san google o santa wiqui, o donde lo desee. La historia de esta historia está documentada y ajustada... Yo bajo de la cumbre de este Monte do Gozo y me interno en las calles donde el reflejo ondulatorio de la luz en la mañana festiva les va arrancando matices de cobre o de oro viejo, por el opaco azogue de las losas se adelgaza la luz y la silueta. Calles: Casas Reales, Callejón de las Ánimas, Cervantes, Azabacherías... También soy piedra detenida ante el sueño de la Plaza del Obradoiro. Por los bosques del tiempo caminé sin descanso hasta llegar aquí. Traje en el corazón de la memoria mis vivos y mis muertos. Atravesé los campos del silencio en silencio y no sentí el vacío sino el desprendimiento. Este rastro de luz en movimiento disuelve toda sombra. Sólo hay poso, pero sin peso; un aire de milenios, tan leve como los pasos que ascienden las escaleras del misterio, que atraviesan la Gloria de este Pórtico único, cuando pongo mi mano, lo unge, y es ungida y yo desaparezco entre la multitud que ha mirado hacia arriba. Una barca de piedra describe sobre el tiempo su código de signos antiguos, renovados, siempre eternos... El corazón, esa imantada estrella, nos devuelve al inicio. Y cuando mi cabeza se inclina ante el silencio, en la pequeña cripta donde aguarda el motivo, surge la Transparencia. ** Efi Cubero http://www.letralia.com/firmas/cuberoefi.htm Escritora española (Granja de Torrehermosa, Badajoz, 1949). Estudió historia del arte, lengua y literatura en Barcelona, donde reside. Ha publicado los poemarios Fragmentos de exilio (1992), Altano (1995), Borrando márgenes (2004) y La mirada en el limo (2005). Poemas y relatos suyos han formado parte de las antologías Kylix (1992), Estrechando círculos. Antología de escritores extremeños y colombianos (1999), La narración corta en Extremadura. Siglos XIX y XX, T. III (2000), Ficciones ERE (2001), Antología de poetas extremeñas (Mérida, 2002), Compilación de relatos y Cuentos ilustrados (2004), entre otras. Es corresponsal de la revista Frontera en Barcelona y colaboradora habitual de Revistart (Revista de las Artes) y Ventana Abierta, entre otras publicaciones. Ha publicado también numerosos artículos, prólogos y extensas entrevistas (Javier Cercas, J. A. Goytisolo, Joan Brossa, Arnau Puig, José María Valverde, Rafael Moneo, Rufino Mesa y otros). Parte de su obra ha sido traducida al francés —Peut ce vent, por Alain R. Vadillo—, al braille y al inglés —sobre la obra de Doménech, Chiaroscuro y Meditations, editado por Washington Green Fine Art Publishers (Birmingham; http://www.washingtongreen.co.uk). También ha participado en varias exposiciones de arte contemporáneo con la revista objeto Lalata, con poemas visuales: Efigrafías, Strangers in the night, Pinzamientos, Ónfalos, presentes en Estampa, Arco, Euskal Erico Poesía Esperimentalaren i. Jardunaldiak, Sin.Con.Texto (Espacio Contemporáneo Arte Toledo), o ArtistaAlbacete en el Palazzo Magnani (Reggio Emilia, Italia), en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense de Madrid (UCM, http://www.ucm.es), entre otras. === El haikú, una experiencia poética ===================================== === Nesfran Antonio González Suárez ======================================= Dos sucesos ocurridos en el mes de marzo de 2011 resultaron decisivos en mi incursión en la poesía japonesa, especialmente en el terreno del haikú: el terremoto y el tsunami en Japón con el consecuente accidente nuclear en Fukushima (11 de marzo) y el florecimiento de los apamates en la ciudad de Maracay y sus alrededores. Ante el caudal de noticias producto de la catástrofe centré mi atención en ese país del lejano oriente cuyas influencias son constantes en este lado del planeta desde hace varias décadas, llámese artes marciales, manga y animé, tecnología, automotriz, alta cocina, filosofía zen, entre otras. Paralelamente interviene un espectáculo que nos regala la naturaleza entre los meses de marzo y abril como lo es el revestimiento blanco y rosa de los apamates, tal como diría el poeta Erasmo Fernández: Otra vez marzo / se repite el ciclo / trinos, lluvia, apamates florecidos. De esta manera nace el primer haikú dedicado a la naturaleza circundante: la tarde llega / apamates florecen / alfombra rosa. El haikú, como género poético, se rige por una serie de normas de forma y fondo en cierta medida estrictas que comprometen al haijin (escritor de haikús) a un estudio previo y un proceso de revisión constante de sus creaciones. El maestro y propulsor japonés Matsuo Basho (1644-1694) proporciona una voz de aliento para el que recién incursiona: Aprende las reglas, luego olvídalas, aunque desde esa época de oro han surgido diferentes formas de ver el poema, el tema lleva a la comprensión de puntos básicos para generalizar su práctica y establecer otros estilos similares que impliquen diversas temáticas. El haikú es un poema breve conformado por tres versos de 5, 7 y 5 sílabas respectivamente cuyo ámbito corresponde netamente al medio natural que nos rodea. El mismo define un momento específico en tiempo presente, “el aquí y el ahora”, y permite describir solamente “lo que el ojo puede ver”; debido a esto no es aconsejable el uso de imágenes relacionadas con los otros sentidos como el gusto, sonidos, olores, y por su carácter objetivo no tienen cabida los recursos expresivos del lenguaje como metáforas, símiles, onomatopeyas, entre otros. El español Vicente Haya lo describe en cuatro palabras: “asombro por un suceso”. El poema no lleva título y no debe rimar y debe incluir un kigo o referencia a la estación o período que involucre al clima (lluvia, sequía, cosecha, etc.) y un kirijei o referencia al día o la noche. El haijin encapsula un instante y en tres trazos mínimos desarrolla un universo en miniatura, una postal que resalta valores conservacionistas. El haikú es un poema impersonal y, de aparecer el yo, éste debe estar involucrado en el mismo, aunque por su brevedad y los condicionantes que lo atañen es poco factible que se tomen en cuenta otros temas. Para este apartado surge el senryu y el zappai, definidos también por Vicente Haya como “diversión por un suceso” y “ocurrencia sin suceso”, respectivamente. El senryu abarca las emociones humanas y sólo se rige por las reglas de forma del haikú. La ejecución de estas tres formas poéticas emplea el uso de la sinalefa y las leyes de acentuación para el conteo de las sílabas; es decir, si la última palabra del verso es aguda se le suma una sílaba, si es grave no se modifica el conteo, si es esdrújula se le resta una y sobresdrújula se le descuentan dos sílabas a la cuenta. A partir de Basho surgen otros maestros que promovieron la práctica del haikú en Japón, poetas como Buson, Issa, Santoka y Shiki, entre los más importantes, todos con su estilo particular en una nación rica en tradiciones y respeto por la naturaleza. En Latinoamérica se tiene como primera referencia los aportes de los mexicanos Juan José Tablada y luego Octavio Paz, quien trata el tema de una manera más profunda y metódica, especialmente por su traducción del libro de Basho La senda del Oku. Escritores de la talla de Jorge Luis Borges y Mario Benedetti se declararon adeptos a este tipo de poemas comprimidos y por las redes literarias en Internet es común ver grupos de personas dedicadas al estudio y promoción del haikú. El haikú suele ser acompañado por un haiga o pintura de aparente sencillez relacionada directamente con la temática del poema, aquí vuelve a aparecer Basho como su precursor. La inclusión del dibujo se ha generalizado y es común su uso hoy en día, para el cual también se han empleado como sustitutos las fotografías alusivas. Otra tendencia reciente para la elaboración de los poemas viene de la escuela inglesa, que suprimen signos de puntuación como los puntos y las comas y el uso de las mayúsculas con la finalidad de conferirle la levedad que es su característica, asemejándolo más a los pictogramas japoneses que no llevan signos de puntuación ni mayúsculas. Para escribir un haikú no se requiere el uso de palabras rimbombantes, científicas o complejas. Con esto se infiere que cualquier persona está capacitada para escribir un haikú siguiendo las instrucciones. Es por ello que en Japón, donde el analfabetismo es casi nulo, es difícil encontrar a alguien que en su vida no haya escrito uno. Por lo descrito anteriormente, el haikú posee características propias y bien definidas en su formalidad y temática. Atendiendo a este apartado Luis Andrade hace énfasis en el respeto que debe mantener la estructura como tal con el fin de perpetuarla, tomando como irresponsables aquellos autores que publican supuestos haikús sin siquiera mantener la estructura silábica de 5, 7 y 5. Aunque muchas traducciones no nos lleguen de esa manera, es deber del haijin tratar de ajustarse con fidelidad a lo establecido y, a partir de allí, rendirle tributo a la inmensidad que se concibe en un instante. Vale destacar que apenas realizamos un intento por acercarnos a la esencia misma del haikú, ya que el originario suele estar imbricado en la filosofía zen y en la concepción que manejan los orientales de la naturaleza en su esplendor. Podemos conformarnos con la adaptación de este estilo de poesía a nuestra lengua, cultura y modo de ver la vida. Un proceso que compromete al haijin a brindarle el respeto que se merece cualquier manifestación de energía viviente. Levantar la vista por unos segundos y contemplar el terruño, salir del ensimismamiento y apreciar lo bueno que nos ofrece el suelo que pisamos y el cielo que nos cubre. En base a esto nace otro haikú: las garzas vuelan / del llano a las montañas / tras el crepúsculo. Fuentes consultadas • ANDRADE S., Luis. El haikú en lengua castellana. 9 de mayo de 2010. En: TransLetralia. http://www.letralia.com/transletralia/haikus. • El Rincón del Haiku. http://www.elrincondelhaiku.org. • FLEITAS, Carlos. Cómo escribir un haikú: o el arte de bailar en un centímetro cuadrado. Mayo de 2002. http://www.escritores.org/cursos/anexos/haiku2.pdf. • Haiku. En: Wikipedia. http://es.wikipedia.org/wiki/Haiku. ** Nesfran Antonio González Suárez http://www.letralia.com/firmas/gonzalezsuareznesfranantonio.htm Escritor venezolano (San Antonio, Táchira, 1980). Es analista de control de calidad en la planta Cagua (Aragua) de la C.A. Cervecería Regional. Textos suyos fueron incluidos en la Selección Poética del grupo Senderos Literarios (2004). Con el trabajo Entre huellas y grietas obtuvo el primer premio de la Bienal Ciudad de la Juventud (La Victoria, Aragua) en mención poesía. === Shakira (versión en tautograma) Dixon Acosta ===================== Señoras, señores, sabrán sucesos sobre señorita solista serenatera, símbolo sudamericano, sentada solio soberano, situada sobre similares soneros, su seudónimo significa “sobrehumana salerosa”, su ser sideral suele sumergirse, surgiendo suites. Sinsonte sin sombra. “Sortilegio” sería su simiente, señalando su sino. Susodicha sardina solía solfear “sin sandalias”, soñando ser sensación sin sinónimo. Sería “sorda, sonsa, sin sentidos”, según su segundo sencillo, siguió sorteando sequías, soportando sinsabores, superando soledades, sacrificando sentimientos, sobrepasó saboteadores, subestimada sepultó satíricos sensacionalistas, situándose sin sonrojo sobre suelo sajón, superando spanglish, su señal suena siempre semejando Santana, Sting, Springsteen, seduciendo sexy sin silicona, sudando simpatía. Sus shows son soberbios, sobretodo su sacudida sahariana: siendo suave, siendo sísmica (Sultán sueña secuestrarla, sometiéndola su séquito), sublimando su suporte sarraceno. Seduce sitios sin suministrar salvoconducto. Su solfeo sugestiona seguidores (¡senadores, soldados, sacerdotes, subversivos, secretarias, samaritanos, sindicalistas, scouts, selenitas satelitales!), sin ser soprano, su sinfonía suave sorprende, surgen suspiros, sureña supera sajones. Su suelo sanguíneo (selvas secretas, sierra samaria, sabana santafereña, sanjuanero señorial, salinas septentrionales, Santanderes, Sumapaz, Soacha), sonríe sus satisfacciones, solloza sus sinsabores. Samper Senior suscribió sutil selección sobre susodicha semidiosa. Solemnes semanarios seleccionan sus sonatas, semejándolas sonetos shakespearianos. Semiólogos, semióticos, sociólogos sin salario, someten sesudos simposios, seminarios sobre superdotada, sacando sucinta síntesis: ser sobresaliente. Sin stress, sigue sencilla, sin sonrojos. Sony, su sello, supo sacar su “Sanitario Servicio” situándolo sonotecas; seguro su salario subió. Suegro sureño suspiraba sonriendo, semblante satisfecho suponiendo suculenta suma, su sustento se salvó. Sabiamente superó semejante situación, saliendo suertudo sobrio seleccionado Spain. Sentó seso santificando sociedad Salsa-Piqué, sumando sonrisas semillita, simiente señalado San Siro. Surgen sucedáneas secundarias, sonsas, simplicias, sin siquiera semejársele, sólo susurran (Spears, Simpson, Spice Singers). Sus seguidores son séquito sorprendente, secta sólida sigue su sombra secundándola, sintonizándole sus scherzos, sainetes, semicadencias. Serafín seductor, sopesa sensatez, sentimientos, sobrio sincretismo. Seguro superaría secesión sionista-sunnita, sentándolos sobremesa. Su sabiduría serviría: socorriendo supinos, sincronizando semáforos, suministrando seguridad. Surte sonoro salvavidas, sobrevivientes sempiterno salvajismo. Serenateó Su Santidad sentidamente sepultado. Seduce sedientos seguidores sesiones solemnes. Sobra subrayar sus suficientes señales: sesera sedosa, simpática sonrisa, silueta silfidina, suscita silbidos, silencia silbatinas. Su sendero sólo señala satisfacciones. Sencillo “Suplicio” sincronizado solista Sáenz, singular sinfonía, siguió suceso similar “Sentaderas sin sandeces”. Su soundtrack “Saludo/Salida”, superó sobradamente sentimental serie sobre senil solterón suspirante, superviviente sarampión supremo. Sudáfrica sucumbió “Sale Sol” su sonido saliente sacudió Sitio Su-toube, saturó su servicio. Seduce su solidaridad social. Shakira: sigue sumando saber sensible, sembrando semifusas, saltando suites, siguiendo sugerencias sensatas, sorteando sapos, serpientes, sabandijas. Saeta sibilina sobrepasará similares, subyugando siglo, siendo sensacional. Suerte sirena. Su servidor, Sdixon Sacosta Smedellín. ** Dixon Acosta http://www.letralia.com/firmas/moyadixon.htm Diplomático colombiano aficionado a la literatura. Fue cónsul de Colombia en Ciudad Guayana (Puerto Ordaz, Venezuela) y actualmente desempeña un cargo diplomático en Nicaragua. Ha publicado artículos en revistas de su país. === El poder visionario de Orwell en su novela 1984 ======================= === Pedro García Cueto ==================================================== Leer a Orwell sigue resultando necesario, para envolvernos en la presencia de metáforas que se convierten en realidades, tan apabullantes como las dictaduras que asolaron nuestro mundo en el siglo XX. Orwell nació en la India en 1903, cursó sus estudios en Eton y en 1922 ingresó en la Policía imperial de Birmania. Posteriormente, sus experiencias en París e Inglaterra, donde vivió pobremente, dieron lugar a su primer libro, Sin blanca en París y Londres. Luego estuvo en España en la Guerra Civil española, concretamente, con las milicias del Poum, hecho que dio lugar a un libro esencial para la historia de nuestro conflicto bélico: Homenaje a Cataluña. Durante la Segunda Guerra Mundial fue miembro de la Home Guard y colaboró en la BBC y en el periódico Tribune. Sus grandes libros aparecieron poco después, Rebelión en la granja (1945) y en 1949 una novela que sigue resultando estremecedora, objeto de mi estudio, 1984. Murió en Londres en 1950, con cuarenta y siete años. 1984 es el futuro, pensó Orwell, y en parte tenía razón, porque nunca habíamos estado tan sujetos al control policial, tecnológico, laboral, etc., como ahora. Lo cierto es que Internet suscita multitud de dudas, ¿es un medio para comunicarse plenamente por la red o fue creado para que el control del ser humano fuera mayor? ¿Nos invita a entrar sin miedos en los medios sociales o debemos ser precavidos porque la maldad del ser humano puede hacernos vulnerables y entrar de lleno en nuestra intimidad? Debemos pensar en la guerra de Irak como una de las últimas estafas a nivel mundial, donde se trató de vendernos una mentira para que tuviese visos de verdad, las armas de destrucción masiva no eran más que el dinero que los norteamericanos querían sacar de un pueblo masacrado para que los negocios de Halliburton y otras compañías pudiesen seguir enriqueciendo las panzas de los americanos capitalistas. La vida de los pobres no vale nada y Bush y Rumsfeld lo sabían muy bien. Por ello la novela de Orwell es tan actual, el caso de WikiLeaks demuestra cómo se puede vender la información para que llegue a todos, cómo se nos cuenta lo que ellos quieren, cómo somos observados por el Gran Hermano (mucho más lejos y con mucho más miedo que el estúpido programa de televisión del mismo nombre) donde todos podemos entrar en la dinámica del control, las llamadas de las compañías de móviles que nos ofrecen oportunidades sin que les hayamos dado nuestro teléfono, los bancos que nos esquilman con tarifas abusivas por mantener la cuenta, las hipotecas salvajes, a treinta años, que algunos pagamos a duras penas con sueldos bajos, otros ni siquiera pueden hacerlo y les quitan sus casas. Orwell tenía razón, no sólo la dictadura es un ejemplo de poder totalitario, también la democracia con sus mil mentiras lo es, convertida en un lugar donde los políticos manejan el lenguaje prostituido de la palabra técnica, ajustes en vez de robos, déficit en vez de despilfarro, etc. Yendo a la novela de Orwell, Winston es uno de nosotros, un ser que no puede pensar por sí mismo sin que el sistema lo vea, el Gran Hermano contemple sus actos, pueda llevarle a la cárcel, ¿no se parece al poder omnímodo de la televisión basura que se mete en los hogares de muchos analfabetos funcionales para exprimir aún más sus mentes? La voz que aparece en la casa de Winston es la de la televisión que nos inunda por doquier en nuestros tiempos, con telediarios manipulados por el poder o por sus antagonistas: Dentro del piso una voz llena leía una lista de números que tenían algo que ver con la producción de lingotes de hierro. La voz salía de una placa oblonga de metal, una especie de espejo empañado, que formaba parte de la superficie de la pared situada a la derecha (p. 8). Se trataba de la telepantalla, un instrumento que no podía ser desconectado del todo, ¿no se parece a la cotidiana imagen de muchos jóvenes absortos en sus móviles o en su música en los trenes de la ciudad? ¿No es acaso un nuevo instrumento de aislamiento y de incomunicación? Los carteles del líder se ven en todas las calles, porque el poder siempre nos mira, nos observa, nos escruta: La cara de los bigotes negros miraba desde todas las esquinas que dominaban la circulación. En la casa de enfrente había uno de esos cartelones. EL GRAN HERMANO TE VIGILA, decían las grandes letras, mientras los sombríos ojos miraban fijamente a Winston (p. 8). Los carteles, la telepantalla, todos medios de poder que Orwell ya intuyó, refiriéndose seguro al avance imparable de las dictaduras comunistas o fascistas, pero que, sin duda, están detrás de nuestras impecables democracias. Todo lo que representa la cultura debe desaparecer de ese mundo, por ello, Winston esconde con cuidado un libro y Orwell nos dice lo siguiente sobre el mismo: Era un libro excepcionalmente bello. Su papel, suave y cremoso, un poco amarillento por el paso del tiempo, por lo menos hacía cuarenta años que no se fabricaba (p. 12). Sin duda alguna nos recuerda a la imagen que Ray Bradbury dejo en su famosa novela Fahrenheit 451, donde los bomberos (metáfora del poder dictatorial) quemaban libros, y la gente los aprendía de memoria para no perder lo poco que quedaba de un mundo libre; la censura de nuestro siglo XX, el franquismo o el totalitarismo estaliniano o hitleriano, entre otros, fueron claro ejemplo de ello. En nuestra democracia los libros sí circulan, pero poco a poco van surgiendo nuevas amenazas para el libro; las descargas indiscriminadas, que han hundido casi la industria del cine o del disco, o ahora un libro cómodo, portátil, que ya no tiene la fragancia y el aroma de aquel libro que manejaba en sus manos, en un conato de clandestinidad, Winston. Los dos minutos de odio, donde participan todos los trabajadores de la oficina donde trabaja Winston, son equivalentes a la propaganda que nos invade para que repudiemos a los extranjeros, o muy habitual en otras culturas donde vemos en la televisión al líder que increpa a todo aquel que no piense como él. También el sexo es tabú en la novela de Orwell, porque Winston se encuentra a una chica de la Liga Anti-Sex, una mujer aséptica que parece que quiere demostrar que la pureza es la clave de la vida. ¿No es acaso lo que nos ha transmitido la religión durante siglos para restringir nuestro derecho a la libertad sexual, imponiendo el matrimonio heterosexual, demonizando la homosexualidad y considerando que el matrimonio tiene sentido solo para la reproducción? Otra imagen terrible de la novela son los niños. Cuando Winston visita a una vecina, la señora Parsons, si representan la inocencia, en la novela son emblemas de la maldad, son los que pueden denunciar a sus padres por pensar, son los que quieren contemplar las ejecuciones, por el morbo y el odio que producen, ¿no se parece demasiado a la tiranía que los jóvenes están imponiendo en nuestra ejemplar democracia a los adultos, a sus propios padres, a los que pueden llegar a denunciar, a los profesores, con derechos infinitos, pero sin deberes de ningún tipo? En la novela es demoledor leer estas líneas: Con aquellos niños, pensó Winston, la desgraciada mujer debía llevar una vida terrorífica. Dentro de uno o dos años sus propios hijos podían descubrir en ella algún indicio de herejía. Casi todos los niños de entonces eran horribles. Lo peor de todo era que esas organizaciones, como las de los Espías, los convertían sistemáticamente en pequeños salvajes ingobernables, y, sin embargo, este salvajismo no les impulsaba a rebelarse contra la disciplina del Partido. Por el contrario, adoraban al Partido y a todo lo que se relacionaba con él (pp. 31-32). El deseo de los niños de ver las ejecuciones de los euroasiáticos era una muestra de la crueldad reinante. ¿No es la televisión actual, con sus películas violentas, un ejemplo de crueldad para los niños, o los dibujos animados donde se exponen ya el mal gusto o las palabrotas que serán ya un aprendizaje del niño para siempre, unido, a veces, al mal lenguaje de sus propios padres? Niños que empujan a Winston, le dan con un tirachinas, le disparan con una pistola de juguete, carteles que anuncian que todo debe ser controlado, los dos minutos de odio donde los funcionarios pueden insultar a gusto a los enemigos del régimen, las mujeres con aspecto de hombres, asexuadas, para que ningún varón pueda decirles algún piropo, sin que sea detenido por ello. Todo reflejo de un mundo que se parece demasiado al nuestro. Para concluir, cabe decir que la historia va in crescendo hasta producirnos un continuo desasosiego, porque Winston conoce a una mujer que piensa por sí misma, lo cual es peligroso, y quiere salir de la madeja establecida. Dos mundos contrapuestos en dos textos que cito a continuación, la intimidad del hogar con Julia, en su huida, para volver a recuperar un mundo de calidez y de emociones y afectos que quedaron atrás y una imagen del poder, la preparación de la Semana del Odio, con su claustrofóbico mundo, donde pensar por uno mismo es un delito: El primero nos emociona, nos demuestra lo bien que escribía Orwell: Julia se levantó, se puso el mono e hizo el café. El aroma resultaba tan delicioso y fuerte que tuvieron que cerrar la ventana para no alarmar a la vecindad. Pero mejor aun que el café era la calidad que le daba el azúcar, una finura sedosa que Winston casi había olvidado después de tanto años de sacarina (p. 161). Como podemos ver, el gusto por lo verdadero, no por el sucedáneo, era necesario para recuperar los sentidos como la presencia cálida y prohibida de Julia entre los brazos de Winston. Por otro lado, la Semana del Odio y su presencia en las mentes de los ciudadanos, la ebriedad del atontamiento de la masa, para seguir manteniendo el poder, tan parecido a nuestros felices sistemas democráticos, donde nos esquilman, nos engañan y nos muestran el soma (recordando a Huxley y su novela Un mundo feliz) de la eterna y falsa felicidad, consumo, televisión, religión, etc.: La nueva canción que había de ser el tema de la Semana del Odio (se llamaba la Canción del Odio) había sido ya compuesta y era repetida incansablemente por las telepantallas. Tenía un ritmo salvaje, de ladridos, y no podía llamarse con exactitud música. Más bien era como el redoble del tambor. Centenares de voces rugían con aquellos sones que se mezclaban con el chas-chas de sus renqueantes pies. Era aterrador (p. 165). Un mundo aterrador, sin duda, donde la vida estaba controlada por el Gran Hermano y la felicidad de pensar por uno mismo era un lujo que no podía permitirse, por ello, la necesidad de crítica, de respuesta a los abusos de nuestro tiempo son tan reales como el mundo de Orwell en esta magnífica novela (como el gran Kafka supo ver en sus obras maestras como El proceso o La metamorfosis), sin nuestro esfuerzo por no dejar de pensar el mundo de la seudocultura atroz (manipulación de los medios y de los poderes fácticos de un pueblo adocenado en gran parte) que nos rodea nos ganará la partida para siempre. Con el ejemplo de la novela de Orwell y las desdichas de Winston y Julia podemos quedarnos para hacer un mundo mejor, libre y verdadero, donde el sabor del azúcar sustituya al de la sacarina. ** Pedro García Cueto http://www.letralia.com/firmas/garciacuetopedro.htm Ensayista español. Es doctor en filología. Trabaja como docente en Madrid y es crítico de cine y literario. === Para amar hay que tener historias que contar Nicasio Urbina ====== El premio Alfaguara de novela 2013, La invención del amor, de José Ovejero (Madrid, 1958), es una novela que trabaja la irracionalidad del amor, la forma casi accidental en que nos enamoramos, y la dosis de imaginación que se requiere para enamorarse. Esta es la historia de Samuel, quien recibe una llamada telefónica un día para decirle que Clara, la chica a la que supuestamente ama, ha muerto en un accidente de tránsito. A partir de ahí se empieza a dar una serie de situaciones a veces un tanto ridículas, a veces fortuitas, en las que termina enamorándose de Carina, la hermana de la chica muerta. Como casi todos los premios Alfaguara, esta viene a ser una novela un poco light, comercial, entretenida, de fácil lectura, correcta políticamente y lo suficientemente interesante para satisfacer a numerosos lectores; pero ésta es también una reflexión sobre la construcción de la realidad y de la ficción, y cómo el amor, el sentimiento más auténtico de los seres humanos, puede ser también una producción verbal y discursiva, puede ser una ficción. La novela empieza con una noche de parranda y borrachera en el departamento de Samuel. Un grupo de amigos se encuentran hablando sobre la situación de España y sobre la situación del mundo. Un grupo de personas de clase media, un poco conformistas y medio críticos de la situación mundial. Personajes más o menos buenos, más o menos mediocres, que trabajan de lunes a viernes y se reúnen los fines de semana para divertirse un rato desde la terraza de Samuel. Una terraza que permite ver Madrid: el cerro de Los Ángeles por un lado, la Sierra de Guadarrama por el otro, Vallecas hacia el este: es decir, tiene una vista panorámica de la ciudad, lo cual viene a ser significativo en la presentación de este personaje que inmediatamente después va a recibir una llamada de una persona que no conoce. Tenemos por un lado entonces una terraza, un espacio que nos permite ver toda la ciudad panorámicamente, y por el otro lado un mundo en el que Samuel se va adentrando, donde no puede ver nada, donde él no sabe nada, y donde básicamente tiene que inventar las historias que cuenta. Este es un punto muy importante en la novela: la invención de la realidad. Los ocasionales subtítulos a lo largo de la novela nos revelarán precisamente ese elemento: los personajes según tal persona, Clara, según Samuel. La relación entre realidad y ficción es un tema ampliamente estudiado y discutido. Léase por ejemplo Fictional and Historical Narratives, de Lubomir Doležel, o Mentiras verdaderas, de Sergio Ramírez. Sabemos que hay varias realidades y que las ficciones siempre se nutren de la realidad. Sabemos que hay ficciones que quieren imitar la realidad lo más fielmente posible, y sabemos que hay ficciones a las que les importan poco la realidad. Los lectores tenemos la obligación de discernir qué tipo de “suspension of disbelive”, según la famosa frase de Coleridge, para ser lectores ideales de la obra. Porque, como afirma Umberto Eco en Sulla letteratura (Milano: Bompiani, 2002), “Il mondo della letteratura è un universo nel quale è possibile fare dei test per stabilire se un lettore ha il senso della realtà o è prenda delle sue allucinazioni” (14). Esta novela sin embargo nos enfrenta a la realidad alucinada, a un universo donde errores fortuitos cambian el destino de los protagonistas, y donde éstos asumen esos cambios a conciencia. Cuando suena el teléfono Samuel está borracho y adormecido, por lo tanto su enfoque en la realidad es ambiguo, se encuentra en un mundo de irrealidad, un mundo de sueños y de confusiones. En esa llamada telefónica entonces está el principio generador de la novela. Un tal Luis que llama a Samuel y que le dice: “Lo siento, lo siento mucho, Samuel... Clara. Esta tarde. Hace un rato. Joder, no sabes cómo lo siento” (16 in passim). Y a partir de ahí entonces Samuel empieza a preguntarse quién es esta Clara, tratando de hacer memoria, tratando de recordar. Y nos dice el narrador-personaje: “Antes de irme a dormir necesitaría escuchar esa historia que no es la mía, precisamente para que también sea la mía, igual que leemos una novela para añadir historias a nuestra vida, historias que por dramáticas que sean resultan inocuas, pensamos, porque no pueden afectarnos en la realidad. Quiero saber quién es Clara, y qué ha hecho, qué relación me unía con ella y por qué voy a sentirlo” (16-17). Como si fuera un amnésico, Samuel se lanza en un descubrimiento de su pasado. La curiosidad o la intriga lo llevan a aventurarse en una empresa que como las de Don Quijote parece bastante descabellada y absurda. Samuel trabaja en una tienda de materiales de construcción, un trabajo que en realidad no le importa mucho. Es accionista minoritario de la compañía y el socio es su mejor amigo de la universidad. Hace su trabajo justo y necesario, pero tampoco se esfuerza mucho ni le entusiasma, por lo tanto tenemos a un personaje un poco aburrido de su vida. Ha tenido algunas relaciones amorosas, algunas amantes, pero tampoco ha establecido ninguna relación duradera y estable. No ha tenido ni quiere tener hijos, y prácticamente su vida es bastante vacía y abúlica, como la de un observador que está en la terraza viendo una panorámica de Madrid, sin involucrarse mucho en la vida de la ciudad ni comprometerse con ninguno de los problemas de la vida. Es en este contexto que tenemos que ver entonces la problemática de una llamada telefónica como la que ha recibido Samuel. ¿Qué podemos hacer ante una situación como esta? Lo más normal sería decir número equivocado y colgar el auricular. Se acabó el problema. Sin embargo Samuel opta por seguir la historia, por presentarse en el tanatorio donde están velando el cuerpo de Clara, y empieza a enfrentar una serie de situaciones de las que en realidad no sabe absolutamente nada. Lo primero es una bofetada del esposo de Clara que sabe que es el amante con quien su esposa ha estado manteniendo una relación en los últimos tiempos. Lo segundo es la desaprobación de todos los familiares y los amigos presentes en el funeral. Y lo tercero es la conversación que tiene con la hermana de Clara, Carina, con quien empieza a partir de ahí una amistad y una serie de conversaciones que serán el cuerpo de la novela. Carina Álvarez, la hermana de Clara, resulta ser una persona similar a Samuel. La hija mayor de la familia, todavía vive en casa de sus padres, tampoco se ha casado ni ha tenido hijos. Una persona que ha sido siempre correcta, que ha sido buena hija, que ha sido formal, es decir, otro ser mediocre y común al igual que Samuel. Personas con cierto éxito, con estabilidad, con tranquilidad, pero que no tienen nada especial en su vida. Lo más interesante de la novela es la forma en que el protagonista empieza a fantasear con la chica muerta. Clara se convierte en una presencia que está representada en la fotografía que Samuel robó en el tanatorio, y que lleva con él a todos lados. Como dice el narrador: “Me estoy acostumbrando a llevarla allí donde me encuentro, a tenerla cerca, a contemplarla una y otra vez como si quisiera constantemente adentrarme en el recuerdo de algo que nunca sucedió”. (43) Ahí está la esencia de la figuración que se lleva a cabo en la novela, “adentrarse en algo que nunca sucedió”, profundizar en la ficción, generar el discurso de un recuerdo inexistente, recordar lo que no ha sucedido, inventar el pasado al decirlo. Me parece que es ahí donde radica el mayor valor de esta novela, en la confianza que hay en el lenguaje como forma de inventar la memoria. La obra de José Ovejero se caracteriza por su simplicidad, por la elegancia de sus ideas y la forma clara y directa de decirlas, pero hay siempre una invención de la historia, un recuerdo de eventos que no sucedieron o de los que no se está muy seguro. En Escritores delincuentes (Alfaguara, 2011), por ejemplo, Ovejero narra las historia de una decena de escritores que pasaron por la cárcel y escribieron sus obras en prisión. En estos ensayos el autor profundiza en las posibles razones por las que estos delincuentes terminan convirtiéndose en escritores, y narra sus vidas con la intención de explicar cómo y por qué llegaron a delinquir y a escribir. En cierta forma cada uno de estos escritores delincuentes reinventa su biografía para justificar su crimen y narra sus hazañas para inmortalizar su vida. En Nunca pasa nada (Alfaguara, 2007) tenemos las pequeñas biografías, las vidas sin importancia de Olivia, la chica ecuatoriana que cuida a la niña de Carmela y Nico. La historia de Claudio y su crueldad, su genio, su pusilánime traición a Nico. En este nunca pasa nada, pasan cosas muy interesantes, que a veces parecen más interesantes de lo que son en realidad. En Las vidas ajenas (Espasa, 2005) tenemos también una serie de biografías que aparentemente no tienen nada en común, pero hacia el final de la novela se van revelando sus íntimas conexiones y sus inventos. Los personajes de esta trama se describen en detalle y en función de una trama detectivesca que nunca se desarrolla, porque al autor le interesa más describir a cada uno de los personajes en su complejidad, que montar la trama policiaca. Cada uno de esos personajes está inventando su vida, cambiando de identidad o escondiendo su pasado, imaginando la historia de los muertos cuyas pertenencias Claude y Daniel sacarán de sus casas y venderán en El Rastro por unos cuantos euros, o chantajeando a un magnate por los pecados en su pasado. De cualquier manera, a Ovejero le interesa mostrar la forma en que cada uno de nosotros se inventa su propia vida, su pasado y su futuro. Eso es lo que sucede en La invención del amor. El amor por Clara que nunca existió va a dar paso al amor por su hermana Carina, un amor verdadero construido en las horas que pasaron juntos hablando de Clara y del pasado inexistente. La biografía de Clara que Samuel y Carina reconstruyen contándose sus experiencias, los lleva a reescribir sus propias vidas y a cambiar radicalmente su futuro. Ahí radica la belleza y el arte de esta novela, en la demostración de que los pequeños errores en la vida son los que producen cambios más duraderos e influyentes. Cuando Samuel descubre que su vecino de la planta inferior se llama también Samuel, y que él es quien estaba involucrado con Clara, la revelación de que todo ha sido una confusión accidental parece desarmar la narración. A mitad de la novela se nos revela el error y se despeja la incógnita, pero Ovejero nos llevará de la mano durante toda la segunda parte mostrando cómo esta mentira se convierte en una realidad, aunque sea una realidad inventada. Arriesgo a decir que Carina y Samuel como pareja no tendrán un futuro muy feliz. Tarde o temprano Samuel le tendrá que contar a Carina que todo fue un equívoco y que él ha estado mintiendo desde el principio, con lo que pronostico el fin de esa relación. La otra opción es que Samuel siga ocultando la verdad y viva toda su vida con esa mentira a cuestas. Con lo que será siempre secretamente desdichado. Pero eso ya es especulación extradiegética. Lo cierto es que José Ovejero ha escrito una novela interesante, que se lee con placer, que complace a las mayorías y señala puntos importantes de la existencia humana. ** Nicasio Urbina http://www.letralia.com/firmas/urbinanicasio.htm Escritor, catedrático y crítico nicaragüense (Buenos Aires, Argentina, 1958). Su primer libro fue una colección de cuentos titulada El libro de las palabras enajenadas (1991), seguido de un libro de crítica literaria, La significación del género: estudio semiótico de las novelas y ensayos de Ernesto Sábato (1992). Ganó el Premio Nacional Rubén Darío 1995 con su libro La estructura de la novela nicaragüense: análisis narratológico (1996). Como poeta se dio a conocer con Sintaxis de un signo (1995, segunda edición 2000). Su segundo libro de cuentos se titula El ojo del cielo perdido (1999). Como editor en 2000 publicó una edición crítica de la novela de Hernán Robleto, Sangre en el trópico; en 2005, Miradas críticas sobre Rubén Darío, y en 2007 La voz sostenida; antología del pensamiento nicaragüense. Su segundo libro de poesía es Viajemas (2009). En 2011 publicó el libro de cuentos Caminar es malo para la salud, y en 2012 la antología de cuentos nicaragüenses Narradores: siglo XX (Guatemala: Letra Negra). Ha publicado más de 80 artículos críticos en revistas especializadas, ha dictado más de 100 conferencias, y constantemente publica columnas en diarios y periódicos. Desde 1990 hasta 2004 fue catedrático de la Universidad de Tulane (http://tulane.edu), Nueva Orleáns (EUA), donde fue director del Departamento de Español y Portugués. Actualmente es catedrático de literatura latinoamericana de la Universidad de Cincinnati (http://www.uc.edu) y director del Departamento de Lenguas y Literaturas Románicas. === Síntesis imposible de la imagen de un poeta =========================== === Augusto Lázaro de la Torre Casas ====================================== Renael González representa lo más autóctono y genuino de la generación de escritores que surgió en Cuba en la década de los 60: trabajador incansable y honesto, creador con excepcionales dotes que nunca sucumbió ante la mezquina vanidad del “figurao” ni cedió con la más mínima concesión al facilismo y a la “oportunidad”, ha logrado lanzar al mundo circundante una poesía limpia, con una forma expresiva precisa y, sobre todo, bella. Porque si hay un rasgo común en la poesía de Renael es ese: la belleza. Muy observador de todo cuanto lo rodea (porque todo es importante), el poeta sintetiza en apenas unos toques la esencia de la nacionalidad cubana. En su poesía se dan cita los más altos representantes de la lírica caribeña: Martí, los aborígenes, el Cucalambé, la idiosincrasia y la manera de vivir y sentir del cubano, sus luchas, sus éxitos y sus fracasos como pueblo y como nación. Guarina y el Cucalambé son nombres símbolos que definen el origen de sus décimas, importantísimo filón de su trabajo como creador. Este hombre sale a pasear por el bosque y entona sus versos con una nueva y original tonalidad, en la que danzan al conjuro de la décima (espinela en España) esos elementos naturales que dan colorido a estas rimas modernas: mariposa, vaca, pájaros, sinsonte, gallo, abeja, luna, tomeguín, pero que tienen el raro poder de embriagarnos, como si los estuviéramos descubriendo por primera vez, porque ninguno de ellos nos salta a la vista envuelto en un lugar común. Renael comienza su trabajo con un esbozo de pintor (pintor él mismo, y casi tan bueno como poeta), como si quisiera pintar toda la isla, tomando como pincel el octosílabo, y como color nuestro paisaje: Isla pequeña y estrecha —canoa, piragua, barco—, a veces te creo arco de los indios, o su flecha. En ti recojo cosecha de música, luz, color —palmas, arcoíris, flor, olas, cañas, sol, arena— y siembro en tu tierra buena mis décimas y mi amor. Los elementos naturales en su poesía no están tomados al vuelo, como simple folclor, ni mucho menos como simple ornamento: forman parte del sentido que el autor quiere dar a sus proposiciones, y los recibimos como nombres imprescindibles para refrendar esta autenticidad de “lo cubano”. En Renael no se puede encontrar el tradicionalismo costumbrista. En sus poemas hay una visión muy cubana y muy llena de frescura, que nos es dada con ribetes de arte mayor. La transformación del paisaje se desglosa en una sucesión de imágenes que pasa veloz, pero que se queda en las pupilas de nuestra memoria, porque al final de todo está el hombre, eje central de toda obra de creación, encargado de embellecer ese engranaje de elementos que cambian de cuajo nuestra vida: las máquinas, los vehículos, los motores, el tren. O sea, el trabajo. Hoy le buscan el secreto a la ciencia, los que andaban a ciegas, porque miraban con ojos de analfabeto. Rompe nuestro campo, inquieto, la vieja calma anterior, suplanta el ágil tractor la paciencia de los bueyes y el mundo va a los bateyes dentro del televisor. Y si el trabajo, el esfuerzo, el sudor, en fin, la luminosidad del día nos lanza su sol y su esplendor, la noche ejerce su papel de cómplice en las incursiones amorosas. Y en esa noche cubana, tan apegada a nosotros cuando amamos, la luna ya no es solamente la amiga nostálgica de los viejos poetas, aunque en ningún momento pierde su sutil encanto. Para Renael la luna es una “novia de los cosmonautas”, cuyos secretos parece compartir. Y cuando describe el amor, sus motivos son los mismos del hombre de hoy que entre otras cosas, ama. Y que todo lo hace con amor. La noche tiene un licor misterioso que emborracha. La noche es una muchacha buscando besos de amor. En este poeta sorprendente se encuentran, en una formidable mezcla, lo cubano, lo americano, lo universal, la poesía útil y agradable, la poesía joven, siempre joven, y como tónica optimizadora de estas cualidades anteriores, la belleza. La belleza que rechaza la “doctrina” —verdadero lastre de toda obra literaria—, el esquema, el maniqueísmo, la frase gastada por hecha. Y esto se hace más notable cuando el poeta se deja ganar —hombre de gran humanidad al fin— por el dolor de los pueblos latinoamericanos, y en sus composiciones se hace dueño de ese tronco de que hablara nuestro Héroe Nacional, donde están injertadas todas las naciones del sur del río Bravo, con melodías pequeñas que no pierden el ritmo ni truecan los acordes: Chile, déjame intentar en estos momentos grandes llevarle un verso a los Andes con música de palmar. Te lo quisiera enviar en una veloz piragua —hecha con la tibia yagua del bohío campesino— como una flor del Turquino que siembro en el Aconcagua. Pero también, quién sabe si para dar un toque pintoresco y artístico, aparecen décimas en que la gracia hace alardes de ese virtuosismo que a veces puede molestar, pero que en este caso sentimos muy adentro, porque sabemos que sólo una mano de oficio de poeta puede estar detrás de esos logros admirables: Gallo: plumero que canta. Plumero: nácar al sol. Sol, enciende tu farol. Farol, al día levanta. Levanta tu voz, garganta. Garganta, traga tu grano. Grano, desciende temprano. Temprano, mazorca henchida, ven, para que tenga vida este cuadro de Mariano. (Renael se refiere al pintor expresionista cubano Mariano Rodríguez). Y no es solamente en la décima donde Renael ha colgado su ángel: el autor se manifiesta en todas las modalidades del quehacer poético, y nos descubre otros mundos que, aunque dejan atrás los elementos de la naturaleza insular —primeros pasos de su creación que no pueden relegarse—, se adentran en los recovecos del hombre. Su problemática moderna, ahora quizás más urbana, lejos de cualquier endulzamiento, aparece entonces como un motivo principal del vivir diario. En este soneto, variedad en la que el poeta es igualmente diestro, el amor hace su entrada con la delicadeza de la sugerencia: Una muchacha escribe versos, lejos, y los echa a volar como las plumas, mariposas de luz rompen las brumas y un poeta los halla en sus espejos. Una muchacha escribe y se dibuja en el aire, morena su silueta, va tras ella el asombro del poeta y sólo halla en el viento una burbuja. Versos escribe una muchacha a solas sobre las hojas ocres del invierno y diciembre sonríe, florecido. Y muy lejos de allí, frente a las olas que escriben su poema azul, eterno, se diluye un poeta en el olvido. La fuerza de la poesía de Renael González no admite ningún límite: en sus poemas de verso libre y blanco, sin otra métrica que el ritmo y sin otra rima que la palabra exacta, está ya la plena madurez del creador que alcanza su sitial de honor en las letras cubanas, a pesar de no ser residente en la capital. En este fragmento del poema largo (no demasiado largo) “Carta desde la ausencia” está la afirmación de una voz genuina y grande, cuya poesía se defiende sola por su calidad y alto valor, sonoro y lírico, que logra instalarse para siempre en los corazones de cuantos tenemos el privilegio de leerla y disfrutarla: Ahora que ya no me abandonan tus pupilas untadas de tristeza, tu sonrisa de niña abandonada, mi niña, mi muchachita sola, adentro sola, la que envía cartas llenas de flores secas, sobres de los que escapan bandadas de gorriones, S O S de barcos que naufragan. Ahora estamos en la cumbre de un cerro junto a un estrellerío de vicarias (...) y te quejas, sollozas, te mueves igual que un gusanito martirizado por hormigas y luego de tus ojos va naciendo la aurora. Y yo diría que la aurora va naciendo de cada nuevo verso que amanece entre las manos del poeta. ** Augusto Lázaro de la Torre Casas http://www.letralia.com/firmas/delatorrecasasaugustolazaro.htm Escritor y asesor literario cubano-español (Pinar del Río, 1938). Reside desde 1995 en Madrid (España). Estudió economía e idiomas y trabajó durante 25 años como asesor literario en el Ministerio de Cultura de Cuba (http://www.min.cult.cu). Ha publicado artículos, críticas, cuentos y teatro en Cuba, México, Rusia, Alemania, Estados Unidos y España. Obtuvo el Premio Casa de las Américas en 1984 con el libro de cuentos En la viña del Señor. Mantiene el blog La envolvencia (http://laenvolvencia.blogspot.com). === Recuerdos de un tiempo vivido, de Francisco Vélez Nieto =============== === Pedro Luis Ibáñez Lérida ============================================== Recuerdos de un tiempo vivido Francisco Vélez Nieto Crónica y poesía Ediciones En Huida Colección DSK-Relato, volumen 5 2013 ISBN: 978-84-941027-0-7 196 páginas En esta obra el autor nos sitúa en la linde que separa dos mundos que, sin ser antagónicos, tampoco son complementarios. La mirada transversal del autor describe, en un recorrido emocional y afectivo, su población natal, Lora del Río. Éste es poso de experiencias y evocaciones que condensa en una obra que es, a su vez, compendio biográfico y episódico. Y si bien su localización geográfica la mantiene circunscrita a un entorno concreto, se nutre de reflexiones con vocación universal, en el acontecer humano que es común a todas las patrias. El escritor luso y Premio Nobel de Literatura José Saramago afirmaba: “Somos la memoria que tenemos y la responsabilidad que asumimos, sin memoria no existimos y sin responsabilidad quizá no merezcamos existir”. El autor de Itálica y otros poemas asevera este principio enunciador en el que condensa sus vivencias. Dota a la memoria de textura literaria, a la que hace pasar por el tamiz de la mirada poética. Con un lenguaje apreciable por su elocuencia y contenido por su sencillez expresiva, nos invita a degustar personajes, historias, sucesos que conforman una crónica contemporánea. El estilo de Francisco Vélez Nieto es fiel a la necesidad de incrementar en el lector su curiosidad e indagación. Su trayectoria y bagaje como escritor e impulsor de diferentes proyectos, acentuada por una personalidad forjada en la reivindicación de espacios de libertad, ha tenido especial observación en el fomento de la lectura. De ahí que su escritura sea equidistante del banal artificio mercadotécnico. En las páginas de Recuerdos de un tiempo vivido nos encontramos ante un tapiz en el que la crítica, el humor, la tragedia, la ternura, el conocimiento, la cultura, son puntadas que, a modo de secuencias, enhebran el paso del tiempo por el ojo del lector, creando un vínculo de complicidad desde un primer momento. En la parte final de la obra emerge la verdadera dimensión del autor. Si bien en su faceta de escritor y crítico literario nos ofrece, desde diversos medios nacionales e internacionales en formato digital y papel, una rica y exhaustiva semblanza de la literatura contemporánea, es en la de poeta donde halla su esencia. La transparencia atraviesa los versos cuyo canto se hace nostálgico y transido eco. El hombre rememora el tránsito vivido y con ello retorna, en cierta manera, a sus orígenes: “La memoria bastón donde me apoyo / el desencanto de mi andar cotidiano. / Así pasa la vida con recuerdos de antaño”. El poema se acomoda a la luz más hospitalaria que no olvida las amarguras vividas: “Maleta de madera: / prisión rectangular / de mi pueblo / emblema trágico de nuestra pobreza”. Por ello la reflexión del poeta peruano César Vallejo, que antecede a la obra, consiente en ser salutación y despedida: “(...) Una casa vive únicamente de hombres, como una tumba. De aquí esa irresistible semejanza que hay entre una casa y una tumba. Solo que la casa nutre de la vida del hombre, mientras la muerte se nutre de la muerte del hombre. Por eso la primera está de pie, mientras que la segunda está tendida”. Vida y muerte entrelazadas por el mismo augurio de grito y silencio. Mientras tanto, el verso que alivia nuestra sienes, “Verso herido, volandero como paloma de Picasso”. La edición de esta obra posee, como valor añadido, la inclusión de fotografías que ilustran la panorámica literaria que nos ofrece el autor. En este caso la aportación del fondo fotográfico de Acal —Asociación de Amigos de Lora del Río—, que es entidad colaboradora de la edición, ha sido fundamental. Especial mención en esta labor de búsqueda y selección al escritor Emilio Morales Ubago, hombre sencillo, culto y amante de su pueblo, que ha iniciado recientemente su andadura literaria con la magnífica novela La carta Bonsor, en la misma colección. En suma una obra, Recuerdos de un tiempo vivido, que habita la mirada lectora de principio a fin. ** Pedro Luis Ibáñez Lérida http://www.letralia.com/firmas/ibanezleridapedroluis.htm Escritor español (Sevilla). Ha publicado los libros de poesía Retazos (I Premio Plumier de Versos; Sevilla, 2005), Con voz propia (Sevilla, 2007) y El milagro y la herida (Sevilla, 2009). Textos suyos han sido publicados en las antologías Poetas en bicicleta, homenaje a la bicicleta a través de la poesía (2007); El aljarafe y el vino (2008); La caricia del agua (2009; edición y prólogo de Francisco Vélez Nieto, http://www.letralia.com/firmas/veleznietofrancisco.htm); Poéticos maullidos, antología felina (2009); Homenaje a la velada en honor a Juan Ramón Jiménez celebrada en el Ateneo de Sevilla en marzo de 1912 (2009); Para Miguel, centenario del poeta Miguel Hernández (2010); Antología chilango-andaluz (2011), y El vino en la poesía (2011; selección y prólogo de Francisco Vélez Nieto). Ha participado en diversos eventos culturales de rango regional, nacional e internacional y en 2010 coordinó y organizó el festival “Palabra en el Mundo”, en Sevilla. Ganador del primer premio de poesía del III Certamen Creadores por la Paz y la Libertad, por su obra Desde la raíz de hondura secreta. Articulista y colaborador habitual en diversas revistas literarias electrónicas. Es coeditor de Ediciones En Huida (http://www.edicionesenhuida.es), especializado en poesía y cuento, y codirector de la revista Espacio habitado. Edita el Cuaderno Poético Perlas de Lluvia (http://pedroluisibanezlerida.blogspot.com). |||||||||||||||||||||||||||| ENTREVISTAS |||||||||||||||||||||||||||| === Manuel Lasso ========================================================== === Nadie quería publicar El Carnicero de Lyon ============================ === Manuel Gutiérrez Sousa ================================================ De escritor a escritor: Personalmente me es de una gran alegría y un trabajo de interés hablar con el escritor y amigo Manuel Lasso, considero que la entrevista es un diálogo. Confieso mi aprecio y estima por Manuel Lasso, quien es un hombre de una exquisita sensibilidad, pluridimensional pues no sólo nos sorprende en la narrativa sino también en la poesía, la pintura y el teatro, y lo que es más sorprendente aún que viniendo del mundo de las ciencias su sensibilidad abarca otras dimensiones tan directas e inmediatas como el trato con las personas, pues es médico de profesión. En este sentido me evoca a los hombres del Renacimiento por su gran capacidad de abarcar diversas disciplinas. —Como lector de Manuel me interesaría saber algo de él, quién es, dónde nació, dónde realizó sus estudios, su formación. —Gracias, Manuel, por tus palabras. Como respuesta a tu primera pregunta te diré que nací en la ciudad de Lima, la Ciudad de los Tres Reyes, las Tres veces Coronada Villa, o como yo la llamo la Ciudad de las Mil Iglesias y las Interminables Campanadas, en la esquina de la calle del Rastro de la Huaquilla y de la calle San Bartolomé, que también se conoce como la esquina del Jr. Cangallo y el Jr. Miró Quezada, en un día de invierno, cuando la garúa humedecía incesantemente las veredas. —¿Dónde te bautizaron? —Recibí el agua del bautismo en la iglesia de Santa Ana, en los Barrios Altos, muy cerca del lugar de mi nacimiento. Mi padrino fue el capitán Julio Samaniego, quien con el tiempo sería director de la Guardia Civil y mi madrina, su señora esposa, una ciudadana natural de la república hermana del Ecuador. Existe una fotografía donde aparezco con una ropa de la época con pantalones cortos y zapatos lustrados mirando hacia la cámara con la misma mirada que hasta ahora mantengo. —Tu infancia, ¿dónde transcurrió? —En la calle San Ildefonso. Las primeras imágenes que tengo de mi infancia provienen de esa larga calle que en realidad está compuesta de dos calles juntas. La Escuela de Bellas Artes se encuentra en el extremo sur y en el extremo norte, está el puente Balta. Luego de pasar por este puente se llega a la Plaza de Acho, donde mi padre me llevaba con cierta frecuencia para ver las corridas de toros. Esos son otros de mis recuerdos de infancia. Los gritos de los lidiadores, los gemidos de esfuerzo del banderillero al saltar a un lado mientras que el toro se pasaba de largo, tal como lo dibujó Goya en una de sus tintas, los aplausos del público y los interminables ¡Oleéés! También recuerdo a los mulilleros sacando a la noble bestia arrastrada por mulas luego que el diestro toreador le había dado la estocada mortal. —¿Tienes algún recuerdo de la calle San Ildefonso? —Sí, por supuesto. Recuerdo los días nublados, los automóviles y los ómnibus que pasaban por allí a gran velocidad, corriendo hacia la esquina de Viterbo, levantando polvo, como si estuviesen en un velódromo. Entre otras cosas recuerdo la panadería de un inmigrante japonés, bastante apreciado por los vecinos de esa época, que horneaba unos panes franceses tan deliciosos que mucha gente venía de otros vecindarios para comprarlos. —Se ve que quieres mucho a esa calle. —En efecto. Para mí Lima es la calle San Ildefonso. Es la calle de mi infancia. Me trae recuerdos queridos de mis padres, hermanos, primos y otros familiares. Aunque el invierno es gris y de mucha garúa, el verano trae un sol bastante agradable. Ya de adulto me agradó mucho saber que Felipe Pinglo Alva, quién vivía a la espalda, en la calle Penitencia, venía a mi calle porque existía un club bastante conocido, el Alfonso Ugarte, donde los jugadores se reunían para hablar de los próximos partidos de balompié. Felipe Pinglo Alva trabajaba como secretario cerca de allí, en el edificio del Estado Mayor, frente a la Escuela de Bellas Artes, donde en una época había funcionado el Colegio Real de San Marcos. Recuerdo mucho mis trompeaduras de infancia con los muchachos del vecindario y los cantantes de valses antiguos a quienes les gustaba empuñar la guitarra y cantar hasta altas horas de la noche. Probablemente haya visto al último de los pregoneros, de los que cuenta Ricardo Palma. Me refiero a las tisaneras, las tamaleras y las lecheras que vendían sus mercancías por las calles de Lima a ciertas horas. En mi caso vi el último rezago de una costumbre que era una actividad cotidiana durante el virreinato y la temprana República: la Revolución Caliente. Cerca de las 8 de la noche, cuando ya estábamos en cama, escuchábamos la voz ronca del vendedor en el vecindario anunciando su mercancía, con un pregón que había sido recortado, como si estuviese desapareciendo, por el paso del tiempo, pero que todavía mostraba el esfuerzo de ponerle una rima como adorno artístico: “Revolución caliente, para rechinar el diente...”. El mariscal Cáceres tuvo su casa en esa calle, una inmensa casona donde residió durante y después de la Guerra del Pacífico. Anteriormente, en 1535, esta calle estuvo localizada en lo que era la Huerta de Pizarro. La inmensa huerta que venía desde el palacio de Pizarro y que se extendía por varias leguas hacia el Este ya estaba muy bien cultivada cuando los españoles llegaron porque había pertenecido al cacique del Rímac. Fue entonces que el marqués de los Atavillos le dijo al cacique que se fuera a vivir detrás de los cerros a un lugar llamado Huaycán y él se quedó a cargo de la bien cuidada vega. Un siglo después se levantó en esta calle la Pontificia Universidad Mayor de San Ildefonso, que fue el centro de formación para los sacerdotes jesuitas que iban a evangelizar a los habitantes del interior del país. Tenía una iglesia muy parecida a la iglesia de San Ildefonso de Alcalá de Henares, construida según el Estilo Cisneros con una fachada con tres módulos y una portada monumental donde constantemente se escuchaban las campanadas y el canto en coro de los monjes. Servía de capilla al Colegio Mayor y a la Pontificia Universidad de San Ildefonso y probablemente enterraron allí, cerca del altar, a cardenales y rectores. Siempre pienso que habría sido interesante presenciar la colocación de la primera piedra en medio de inmensos campos de cultivo. La Universidad habría tenido un Paraninfo y un patio principal hecho a base de ladrillos, otro patio de filósofos y un patio trilingüe, llamado así porque cobijaba a estudiantes de latín, griego y hebreo. He encontrado la imagen de este templo en medio de tierras cultivadas en una ilustración del siglo XVII, cuando la gente se vestía como los personajes de Shakespeare y de Félix Lope de Vega y Carpio. Luego hallé su imagen en un plano de Lima del siglo XVIII, pero ya no se la registró en planos posteriores. Se encontraba en el lado Este de la calle. Probablemente se destruyó completamente durante el terremoto de 1746 y por alguna razón ya no se la reedificó porque los jesuitas ya no eran bien vistos por la corona de España ya que inculcaban en los habitantes indios la idea de que eran ellos los hombres naturales de Condorcet y del Contrato Social de Rousseau y que por tal razón tenían que rebelarse y liberarse de España porque ya no podían seguir subyugados a ningún rey o a ningún reino, ni continuar tolerando en silencio las pateaduras y los desprecios de los peninsulares. Dos décadas después los jesuitas fueron expulsados de todos los países americanos. Inmediatamente, las otras comunidades religiosas, demostrando fidelidad al refrán que dice que “el que se va al barranco, pierde su banco”, se apoderaron de sus huertas, edificios y propiedades y se abalanzaron sobre las valiosas pinturas y las joyas de la iglesia y se las llevaron a las suyas. A fin de cuentas, con estas alhajas se seguiría sirviendo a Dios. A continuación, todos guardaron silencio y nadie más quiso hablar o mencionar a los jesuitas. Por dicha razón no se encuentra ninguna referencia posterior a esta iglesia ni a la existencia de la pontificia universidad que esta calle cobijó durante esa época. Antes de terminar de responder a esta pregunta me gustaría mencionar que César Vallejo gustaba pasar con su enamorada por esta calle de San Ildefonso, los domingos por la tarde, cuando él la llevaba al otro lado del río Rímac a comer un arroz con pato de unas vivanderas que tenían su negocio en Piedra Lisa. He mencionado esto en un artículo titulado: “Sobre el poema XLVI de Trilce”. —¿Dónde realizaste tus estudios? —Bueno, te contaré que mi padre siempre estuvo preocupado por mi educación. Durante la época del Ochenio se enteró de que el general Odría estaba construyendo una Universidad de Educación en La Cantuta donde se aplicarían unas técnicas pedagógicas que aumentarían el nivel intelectual y la creatividad de los niños. Desde ese momento mi padre hizo todo lo posible por matricularme en esa institución. Cambió su lugar de trabajo a la ciudad de Chosica y conseguimos un lugar donde vivir en Tarazona, frente a la entrada del camino que conduce a la Universidad Nacional de Educación “Enrique Guzmán y Valle”. Allí las técnicas alemanas que aplicaron sobre nosotros fueron asombrosas. Posteriormente mi padre se trasladó a la ciudad de Ica. Ahí estudié parte de la educación secundaria en la Gran Unidad Escolar San Luis Gonzaga, donde se adoraba a Abraham Valdelomar. Lo que recuerdo de ese enorme plantel es que José María Arguedas también había pasado por esas aulas. Aunque residía en Huancavelica su padre lo había enviado a estudiar allí y vivía con los internos de la escuela y esos recuerdos habrían sido el material para su famosa colección de cuentos Orovilca. —¿Dónde estudiaste literatura? —En el City College de la ciudad de Nueva York. Fui alumno de la poetisa puertorriqueña doña Diana Ramírez de Arellano. La recuerdo como una persona con mucha energía quien no sólo dedicaba su tiempo a escribir y publicar sus poemarios, sino también a organizar celebraciones literarias. Ella fundó el Ateneo Puertorriqueño de Nueva York y organizó numerosos Juegos Florales para estimular la creación literaria en los jóvenes hispanoamericanos que estudiaban allí. Era una verdadera maestra. Su formación literaria era completa. Sabía mucho acerca de la literatura española y de la iberoamericana en todos sus géneros. Cada vez que yo tenía alguna pregunta acudía a ella y ella tenía la paciencia de escucharme y de encontrar una respuesta a mis indagaciones. Fue una época muy fértil para mí porque me encaminó por la dimensión literaria hasta conseguir un nivel profesional. Aún después de graduarme la seguía llamando cuando surgía alguna pregunta. Por tal motivo me considero como un escritor que fue entrenado en el campo de la novela por una poeta. Culminé mis estudios con un último curso que llevé en la Universidad de Maryland con el célebre crítico de Borges, el doctor don Saul Sosnowski. —¿Cómo nació esta novela, qué te motivó de este personaje tan extraño y escurridizo como el Carnicero de Lyon? —Cuando vivíamos cerca de la entrada a La Cantuta teníamos un vecino, de quien se decía que era un alemán a quien le gustaba criar perros y que era un hombre muy malo. No lo veíamos ni de día ni de noche y nunca hablamos directamente con él. En ciertas ocasiones, los domingos por la tarde, escuchábamos marchas militares tocadas en un tocadiscos a todo volumen, que no eran peruanas. Ahora las reconozco como piezas militares de la época del Tercer Reich con las que los nazis hacían sus desfiles y sus celebraciones. Luego nos mudamos y no volvimos a saber de él hasta que en los años setenta los periódicos anunciaron su identificación y su presencia en Lima. —Me gustaría que me precisaras, ¿cómo fue creciendo en ti, luego de haber conocido a este personaje, la sombra de un asesino? —De esto no tengo ningún recuerdo. Escribir es una función cerebral como el dormir. Cuando se duerme se tienen sueños; pero al despertar no se pueden recordar esos sueños, salvo que se den ciertas circunstancias. Lo mismo es al escribir. Al terminar de escribir no se sabe cómo este proceso ocurrió en la mente del escritor. Por lo menos, así es en mi caso. Lo que rememoro es que de repente ya tenía una novela muy avanzada escrita en dos lenguas a la vez, en español y en inglés. En lo único que pensaba era en la manera de hacerlas publicar. —¿Por qué te has decidido publicar la novela a través del Internet, es decir en Amazon.com?, esta pregunta me lleva a plantearte otra más. —Por la sencilla razón de que nadie quería publicar esta novela. Estuvo este manuscrito en manos de una gran agencia literaria por muchos años, pero tampoco pudieron publicarla. Hasta que apareció Amazon, donde los gastos son menores si el autor lo hace todo, desde la ilustración y la edición hasta el formatting, la impresión y el mercadeo. Además el área de venta es más amplia. Todo esto no niega ni impide que esta obra pueda ser vuelta a publicar por otra editorial en el futuro. —¿Crees acaso que el Internet puede sustituir al placer de tocar el libro, olerlo, llevarlo entre las manos y subrayarlo para quedarse con algunas frases más resaltantes? —Comprendo tus sentimientos. A mí tampoco me gustaría que el Internet substituyese al libro impreso. Pero creo que, en el futuro, más y más lectores preferirán los textos publicados de manera digital. Basta ver cómo a los niños de hoy se les hace jugar con computadoras. A los estudiantes de todo el mundo se les enseña con la pantalla de una computadora. Están acostumbrados a escribir con los dedos sobre el teclado y a pasar las páginas con el ratón o haciendo resbalar un dedo. Es obvio que cuando esta generación crezca, comprará con computadoras e igualmente se enterará de las noticias o leerá un clásico con una computadora. Ningún tiempo presente es eterno. Todo cambia. Nuestras generaciones, los lectores de hoy, desaparecerán con el tiempo y con ellas nuestra costumbre de ir a una librería a revisar libros hasta decidirnos por alguno. Para las generaciones venideras, de aquí a cincuenta o cien años, será un placer acariciar una computadora mientras se enteran del texto. Durante la época de los griegos y los romanos y del Cristianismo inicial, la gente leía enrollando y desenrollando pergaminos de un lado al otro y lo hacían muy bien, encontraban la página deseada y sentían placer al hacerlo. En el Japón también se usaban los rollos manuales de pergamino lo mismo que en Israel. Durante el medioevo los lectores leían los Cuentos de Canterbury de Chaucer o la Divina Comedia en libros grandes y pesados hechos con páginas de pergamino. A ellos les gustaba acariciar, ver y oler el pergamino escrito a mano con tintas de diversos colores. Después del descubrimiento de la imprenta todos prefirieron los libros impresos en papel. En el futuro vendrá el placer de leer en las pequeñas pantallas de una computadora. Pero los libros impresos también sobrevivirán porque tienen una función. Serán menos, pero existirán. Siempre habrá lugar para lo impreso. —¿Por qué publicaste la novela primero en inglés?, siendo tú un hispanoparlante. —Es que también soy angloparlante y angloescribiente. No exagero. Simplemente estoy diciendo la verdad. En estos momentos puedo escribir un texto o una novela completamente en inglés o íntegramente en castellano, con la misma facilidad. No encuentro diferencia en hacerlo en uno u en otro idioma. Antiguamente se redactaba en griego y en latín. Algunos autores escribían hasta en más idiomas. Hay casos como Joseph Conrad o Vladimir Nabokov quienes escribieron obras notables en inglés siendo otra su lengua materna. En la actualidad, debido al Internet todos los escritores del mundo tienen colegas literarios en otros idiomas. Yo tengo un extenso lectorado en el idioma inglés. Por esa razón, la primera publicación fue en esta lengua. —Tengo entendido que ya se prepara la edición en español y en francés. —Efectivamente. El libro acaba de ser publicado en español en Amazon.com y se le puede encontrar en http://amzn.to/1brZYrw. La edición en francés aparecerá en un futuro cercano. ** Manuel Gutiérrez Sousa http://www.letralia.com/firmas/gutierrezsousamanuel.htm Filósofo, poeta y novelista peruano (Camaná, El Cardo, Arequipa). Estudió filosofía y letras en la Universidad Nacional de San Agustín (http://www.unsa.edu.pe), en Arequipa, y filosofía y sociología de las religiones en la Escuela de Estudios Superiores en Ciencias Sociales (http://www.ehess.fr) de París. Ha publicado Así me dijo Arturo (Premio Vicente Blasco Ibáñez, España), Los perros mueren en Cuba (Lima) y Los hijos del orden (Lima). Con el seudónimo “Krufú Orifús” publica poesía agrupada en el título Cantos de amor a la tierra (Lima). ||||||||||||||||||||||||||| SALA DE ENSAYO |||||||||||||||||||||||||| === Negritud y género ===================================================== === Emblema salvadoreño en Ramón González Montalvo ======================== === Rafael Lara-Martínez ================================================== El olvido quería abarcar el pasado [pues] es tan amargo el recuerdo [que] ciertas cosas pertenecen al pasado. Y entonces, ¿a qué recordarlas? Ramón González Montalvo 0. Historia y ficción No hay nada nuevo en la frontera que divide la historia de la ficción. En la época clásica, el reparto lo establece la oposición de lo “particular” y lo “general”. Se llama historia el decir “el mango está delicioso (‘qué hizo o le sucedió a Alcíbiades’)”; ficción, “el mango es delicioso (‘a qué tipo de hombres les ocurre decir o hacer tales o cuáles cosas’)” (Aristóteles, Poética). La primera disciplina establece un hecho singular y único; la segunda, un enunciado universal. En Aristóteles, la ley dual de la poética regula el pensamiento. Lo regula de manera tan implacable que la actualidad la recita sin citarla. En el siglo XXI, la distinción fronteriza la mantiene una policía de aduanas en términos dispares a los antiguos. En efecto, la discrepancia cobra un sesgo diverso e inédito, pero conserva el antagonismo dual. Se llama historia a la verdad en pintura; ficción, a su subversión pese a que el escritor sea conservador. Las temáticas que la historia censura, la ficción las recobra como asuntos propios. Uno de sus propósitos consiste en expresar el retorno de lo reprimido. La ficción reinscribe la huella que los hechos históricos borran adrede. Un ejemplo típico lo ofrece Pacunes. Estampas campestres de Cuscatlán (1973; ilustraciones anónimas), de Ramón González Montalvo (1908-2007). El libro consta de una breve introducción —ishco, acaso del náhuatl-pipil ix “ojo, semilla, brote”— y de dieciocho cuentos, dieciséis nacionales y dos chapines. Dos temáticas que ignora la historia social destacan en los relatos, a saber: el amor y la sexualidad, así como la cuestión racial. Si la raza la oculta el mito vasconceliano de un mestizaje perfecto, el deseo amoroso lo esconde el disimulo beato. En El Salvador no existe “raza e historia”; tampoco existe una “historia de la sexualidad”. Ambos tópicos son ficciones para un determinismo sociológico que niega el cuerpo humano sexuado. Si la raza aflora al revelar el emblema mismo de Cuzcatlán, el amor lo hace en la relación naturaleza-cultura y en la vida diaria. Surge en el quehacer agrícola del hombre en una tierra feminizada que perfora al sembrar. Aparece cada madrugada con la Nixtamalera. A la noción de un cuerpo humano sexuado —“más filosófica que la historia” (Aristóteles)— la ficción agrega la del mundo. No hay ficción sin una mundanidad —corporal y terrestre—, que siempre enmarca el hecho histórico. A continuación se desglosan la negritud como emblema de lo salvadoreño y la violencia sexual como premisa silenciosa de lo social. Según el epígrafe inicial, la historia en boga aboga por que su memoria olvide “ciertas cosas” que “pertenecen al pasado” (Barón Castro, La población de El Salvador, 1942/1978: “la aportación negra no fue muy abundante”). Así se lo impone una práctica científica selectiva de las fuentes primarias y de las temáticas a investigar. I. Negritud Para tres grandes escritores clásicos, la negritud se halla a flor de tierra en El Salvador. Los documentos primarios excluidos de la historia social son tan obvios como el silencio que los esconde. Se trata de Salarrué, Julio Enrique Ávila y el propio González Montalvo. No importa que el primero ingrese a la memoria histórica mundial, que el segundo invente el nombre poético del país, el Pulgarcito de América, ni que el tercero escriba “la novela campestre mejor dispuesta técnicamente” (Juan Felipe Toruño, Desarrollo literario de El Salvador, 1958). Importa que el olvido de la negritud corone la memoria para que haya un hecho histórico total. La triple referencia a lo africano la refrendan el sandinismo de Gustavo Alemán Bolaños en El oso ruso (1944) y el sindicalismo estalinista de Miguel A. Ibarra en Cafetos en flor (1947). I. I. Salarrué En primer lugar, se halla el Salarrué de 1932, cuya única novela la tacha la historia al referir los eventos ocurridos ese mismo año: Remotando el Uluán. Si la lectura habitual invoca una “alegoría esotérica o teosófica”, es porque niega la presencia de una mujer afrodescendiente en la mística del autor. La espiritualidad del hombre blanco la cimienta el cuerpo sexuado de la mujer “negra”. He aquí la represión que la ciencia de la historia le encomienda a la ficción. “Abriendo aguas vírgenes [...] tras algunas caricias y mimos irresistibles [en el] fumbultaje musical con Gnarda, perfectamente negra y perfectamente bella [quien] iba desnuda como toda mujer”, la coloqué acostada “en la glorieta del deseo”. Salarrué remota “el Uluán”; “encantador el viaje” de ingreso “a las nebrunas sensuales y a las alectaras sensitivas” de “la minería” femenina. “Se unieron nuestros labios y nos besamos [...] desde aquel día fue para mí doblemente encantador el viaje [...] habiendo llegado una mañana a [...] una abertura circular [¿la vulva?] que tenía el aspecto de laguna”. La fantasía consigna que el viaje astral del hombre lo impulsa el sexo de la mujer. El espíritu viril lo promueve el cuerpo “débil”. Lo blanco asciende en la medida en que lo negro lo sustenta. La etnia, afrodescendiente, y el género, femenino, son dos ficciones que completan la historia de 1932. Existe la mujer; existe la afrodescendiente pese a todo tachón. I. II. Ávila En segundo lugar, se halla el nombre literario del país que la historia-ficción le atribuye a la poeta chilena Gabriela Mistral sin base documental. Por una clara razón de prestigio literario, se le niega la autoría a Julio Enrique Ávila, poeta de la primera vanguardia literaria salvadoreña (Toruño, 1958, Gallegos Valdés, Panorama de la literatura salvadoreña, 1981). Su alocución poética la declama en la Radio Nacional el 15 de septiembre de 1937 en honor al “Benefactor de la Patria”: el general Maximiliano Hernández Martínez. Se publica en La República. Suplemento del Diario Oficial. El texto lo reproduce la revista Cypactly. Tribuna del Pensamiento Libre de América (1939), que defiende la matanza de 1932 en nombre del verdadero comunismo, el teosófico, y de la soberanía nacional asediada por “el oso ruso” (véase ilustración). También lo reedita Saúl Flores (Ed.) en sus Lecturas nacionales (1938, más de quince ediciones), dedicadas originalmente al general José Tomás Calderón (véase: Toruño, Poesía negra, ensayo y antología, 1953, cuyo apoyo intelectual al general Martínez denuncia Ibarra [1947] para refrendar el enlace paradójico entre martinismo y negritud literaria). No sólo el texto de Ávila reclama el símbolo del bálsamo —“el negro elíxir”— como emblemático del país. Aún más, la edición de Cypactly se acompaña de una ilustración de Ricardo Contreras. Una mujer de origen africano —por su color de piel y sus labios abultados— personifica la patria salvadoreña. Si la resina del bálsamo apenas insinúa el matiz característico del país, la figura plástica femenina lo vuelve patente. El Salvador no existe sin una negritud silenciosa que lo exprese. He ahí una nueva represión de la historia social que aflora en la ficción. De una “negra bella y desnuda” —quien le ofrece su “abertura circular” al hombre blanco vestido— a un rostro ennegrecido y pelo “murucho” trenzado, el motivo no varía. La mujer afrodescendiente concurre como figura clave de lo salvadoreño en la ficción. I. III. González Montalvo De los indicios naturales de lo negro, la descripción transita hacia la huella patente de la negritud en el cuerpo humano según la narrativa del autor. I. III. I. De los indicios naturales... En tercer lugar, este mismo atributo africano inaugura la narrativa de Pacunes (¿sapindus saponaria?, semilla tóxica). Como semilla y ojo a la vez, de su color “negro” y “áspero” brotan todas las “estampas campestres de Cuscatlán”. La negritud es el humus subterráneo que abona una identidad campesina. Es la mirada furtiva. La negritud no sólo instituye el prisma ocular (ix) que visualiza el campo salvadoreño: “el cristal con que se mira”. No sólo fija la simiente (ix) de su fertilidad. También describe a múltiples personajes que afónicos circulan en ese territorio. Desde el principio se aluden indicios a manera de síntomas somnolientos. Hay un toro cobrizo que desafía el límite de lo humano. Hay otro toro que afirma la libertad animal ante la tortura que le impone la civilización. El “yugo y la puya” le destinan la muerte en nombre del progreso y de su rentabilidad. Hay cercos de piedras negras como las semillas de pacunes. Hay caballos retintos oscuros quienes relinchan su protesta. Hay “espíritus errantes de la noche” en “augurio escalofriante” del retorno espectral de los antepasados muertos. Existe una noche lúgubre, tan oscura que jamás la ilumina la luz de la razón histórica. Existe la noche y el sueño espeluznante, luego de la fatiga bajo el sol abrasador en “la cochina carreta de la vida”. I. III. II... Al cuerpo humano Los indicios originarios de una “vida negra” los completan los personajes afrodescendientes, en su mayoría femeninos. La mujer de Toribio es “prieta”, “negra” como azabache. No se trata de un uso metafórico de la palabra. Así lo confirma “la negra que sacude a su hombre”. Es “morocha y enfadada” y su “cuerpo sandunguero” se mueve a un ritmo musical muy distinto a la cadencia de la esposa “blanca” del patrón. Al son melódico de “la negra” no se contrapone la utopía de una sociedad sin raza. En “la negra”, la identidad biológica no declara una cláusula invisible de los derechos humanos ni de su libertad. Tal dispositivo biopolítico proviene de una ciudad letrada urbana que confunde la biología con la sociología. ** Algo le sucede al materialismo histórico al idealizar la fusión étnico-racial —el mestizaje— como antesala de la liberación social (Roque Dalton, El Salvador, monografía, 1963/1965, “no existe pues en El Salvador un problema indígena” ni afrodescendiente; A. D. Marroquín, Apreciación de la independencia salvadoreña, 1974, “El Salvador [...] sin pigmentación de piel” ni “pardos” a la hora de la “emancipación”, y J. Arias Gómez, Farabundo Martí, 1996, “comunidad de sangre o raza cultural”, etc.). Algo le sucede al diluir toda problemática étnica y de género en una cuestión de clase. Un movimiento telúrico resquebraja los principios del marxismo salvadoreño clásico al entremezclar lo orgánico con lo social (“marxismo primitivo” lo llama A. García Linera, “El desencuentro de dos razones revolucionarias: indianismo y marxismo”, 2007). “La doctrina racista a la inversa” presupone que “la tara de la degeneración [...] vincula[da] al mestizaje” se revierta hacia una “una humanidad sin distinción de raza” (C. Lévi-Strauss, Raza e historia, 1952). La extinción de las razas y etnias se identifica a la extinción de las clases. Pero rara vez la “relación de causa-efecto” se aplica según el “plano biológico” que haría de toda nación una “monotonía uniforme” sin “optimum de diversidad” (Lévi-Strauss). Los argumentos liberales de la igualdad racial —¿el mestizaje absoluto/melting pot?— no contagian el ritmo de “la negra”. La negación de la diferencia étnica tampoco se vuelve un ideal de libertad para los afrodescendientes. La biopolítica de la homogeneidad racial le resulta ajena a su concepto de justicia social. A una nación (de nacer), casi nunca le corresponde una cultura, una lengua, una religión, una raza, etc. *** En González Montalvo, “la negra” mantiene su cadencia y su sueño campesino en “junio”, “como en enero” agregaría el poeta. Ella no anhela tinte blanco alguno que le destiña la piel. Tampoco desea alisarse el pelo crespo ni acentuar su color claro. Tales atributos corporales los exhibe la “esposa del patrón”. “Rubia. Blanca. Primorosa. Toda ella delicada, frágil, como esas flores traídas de países extraños”, a los ojos de los campesinos que se remuerden al observar su cuerpo “lujuriante”. Pero a “la negra” ese semblante físico la tiene sin cuidado. El verdadero sueño campesino imagina el derecho a una parcela. “La potranca, la novilla que se hará vaca y más tarde, el de la yunta de toretes para labrar la tierra”. La cuestión esencial la determina el derecho inalienable a la tierra y a su cultivo. De la presencia acallada en el 32 —de cuyo liderazgo sindical-estalinista testimonia Ibarra— a la insignia plástica del Pulgarcito de América, la negritud culmina en lo cotidiano. La vida diaria campesina transcurre por el cauce de una simiente afrodescendiente imperceptible para la historia. Sólo la ficción se atreve a reportarla. La escritura poética transcribe su afonía rítmica y sus voces silenciadas. II. Violencia sexual El ideal del amor lo expresaría “la negra que sacude a su hombre” guiada por la utopía suprema de arraigarse en una parcela de tierra cultivada. Empero, este modelo no siempre se realiza en los relatos. La relación amorosa implica a veces que el olvido intervenga como mediador de la pareja. El epígrafe inicial —la amnesia histórica— guía la reconciliación del hombre con su esposa al efectuar una tabula rasa de su pasado bochornoso. Sin esta tachadura, la pareja no cumple su cometido en el presente ni se proyecta hacia el futuro. El recuerdo es el primer escollo del amor; el olvido, su triunfo. Si esa violencia contra el pasado resulta peligrosa —pero necesaria— la pasión se agrava al exigir que el hombre se jacte de su masculinidad. “Los hombres nus curan”, declara una mujer “prieta” y “negra” quien desafía a su marido a cambiar de vestido ante su cobardía. “Te vua pasar las naguas y me das los calzones”. El travestismo refiere a un hombre débil quien no desempeña su quehacer de “luchar a brazo partido” por una mujer. La razón femenina reclama que el hombre pelee por poseerla y guardarla a su lado. “Corvo en mano”, Toribio defiende su bien más preciado: la mujer. Exacerbada por la opresión social, la violencia viril entre iguales acrecienta el desamparo campesino. “Necesito tu sangre”, le grita a su contrincante, mientras su esposa confirma que “ese era su hombre”: “macho cimarrón, vengativo y potente”. La masculinidad campesina sella la violencia entre iguales, así como su entrañable amistad. A la lucha frontal por “acaparar las chicas del valle” y sus “cuerpos morenos” —“la crueldad con que la vida nos ata” al machete vengador— le prosigue la camaradería al percatarse del engaño seductor femenino. El desquite que trama Felipe contra El Cuico concluye en un cariño entrañable entre los antiguos enemigos. Los reúne el desengaño amoroso ante una mujer que “coqueteaba con todo el que le hacía el velorio”. Otro caso sintomático de amistad masculina —metafórico quizás— liga a dos trabajadores en un vínculo de “padre e hijo” al “hacer temblar la montaña”. “Pencón” y cachimbón”, el hijo adoptivo aprende el oficio viril de talar la selva, de igual manera que se conquistan mujeres. No en vano, “dar fuego a estos” terrenos designa a la letra el sistema tradicional de roza que quema la vegetación antes de la siembra. En sentido figurado, nombra el “enamorar mujeres”. “Naguas que me encabritaban nuestaba a gusto hasta que las levantaba”, el campesino hace alarde de su virilidad juvenil hoy en el recuerdo. Presume de la violación sexual y del rapto. Hay que jactarse de las “heridas” y de las “cicatrices” impresas en el cuerpo varonil para obtener un reconocimiento social entre los hombres. No se es hombre por predestinación biológica. La cultura imprime su huella indeleble en el pergamino de la piel. En el cuerpo vivo de cada habitante se descifra un libro de historia que la historia llama ficción. “Burrunches de heridas, cada una me arrecuerda un amor distinto”. En un país con un alto grado de feminicidio, el abuso sexual constituye un rubro esencial de la masculinidad. A la mujer seductora le corresponde la muerte; al hombre violador, “los tostones del patrón”. Como lo remata el último cuento, en el mundo trágico de Centroamérica, Eros y Tánatos se sueldan en unidad indisoluble. En un mundo dual, el día y la noche, el goce y el martirio, el amor y la muerte, etc., se reúnen en una conjunción de los opuestos que estipula su choque violento y su transformación. La historia del amor —escrita en el cuerpo— la historia la olvida. La vida es un cuento; su representación científica, la única verdad. Una historia del cuerpo humano sin tapujos parece ser un quehacer de la ficción... III. Coda Hay un olvido múltiple; un olvido objetivo. Lo peor, hay que olvidar que se olvida para que el simulacro de las ciencias sociales sea infalible. Olvido del mundo. Olvido del cuerpo humano. Olvido de la diversidad racial y étnica, ni indianismo ni negritud, etc. Olvido de todo deseo. Olvido del amor. Olvido de la mujer. Olvido en la denegación que olvida. Tales sin varios preceptos que la historia le lega a la ficción. ** Rafael Lara-Martínez http://www.letralia.com/firmas/lara-martinezrafael.htm Investigador salvadoreño. Estudió antropología lingüística y literatura latinoamericana en México, Francia y EUA. Ha publicado artículos sobre lenguas indígenas y literatura en Australia, Costa Rica, EUA, El Salvador, Italia, México y otros países. Entre sus obras destacan Estudios lingüísticos sobre el kanjobal (maya) (1994); En la humedad del secreto, antología poética de Roque Dalton (1994); El Salvador: poesía escogida (editor, 1998); Otros Roques: la poética múltiple de Roque Dalton (coeditor, 1999); La tormenta entre las manos: ensayos polémicos de literatura salvadoreña (2000); Ensayos sobre antropología y literatura, entre ciencia y ficción (2004); Poesía completa de Roque Dalton (coautor, 2005); Recordado 1932 (coautor con Héctor Lindo-Fuentes y Erik Ching, 2007/2010); Del dictado: Miguel Mármol, Roque Dalton y 1932, del cuaderno (1966) a la “novela-verdad” (1972) (2007); Poesía completa de Pedro Geoffroy Rivas (2008); Balsamera bajo la guerra fría (2009); Mitos en la lengua materna de los pipiles de Izalco en El Salvador de Leonhard Schultze-Jena (traducción-interpretación, 2011); Política de la cultura del martinato (2011), El Bicentenario: versión alternativa (2011), y El legado náhuatl-pipil de María de Baratta (2012). Premio Nacional de Cultura de El Salvador (2011). Se desempeña como profesor de estudios hispanos en el Instituto de Minería y Tecnología de Nuevo México (http://www.nmt.edu). === Edgar Allan Poe, Aristóteles y la filosofía de la composición ========= === Diana María Ivizate González ========================================== En el imaginario creador de Poe destaca, junto al narrador y el poeta, el ensayista. Entre sus múltiples trabajos teóricos su Filosofía de la composición sobresale por la singularidad de su objetivo: mostrar el proceso de creación de una obra. Aquí, tomando como referencia la escritura de su poema El cuervo, ofrece un conjunto de ideas que trascienden el ámbito de este texto, el cual, tras un análisis minucioso de su contenido, nos ha revelado su profunda relación con la Poética de Aristóteles. El narrador pasional (1) convive en Poe con el observador racionalista. Esta dualidad se pone de manifiesto en el desarrollo de sus pensamientos sobre el arte y la literatura, donde aflora una vocación preceptista que entrelaza el ímpetu de la pasión creadora con la razón del pensador que pretende distanciarse de todo acto de vehemencia irracional. De ahí que exprese en Marginalia: “tan completa es mi fe en el poder de las palabras, que he creído a veces posible encarnar las vaporosas fantasías que me esfuerzo por describir”. La observación externa de la realidad le guía en el desciframiento de los secretos internos de la creación artística: Si se me pidiera una definición sumamente breve del término “Arte”, diría que es la “reproducción de lo que perciben los sentidos en la naturaleza a través del velo del alma”. Desde esta perspectiva hemos de entender las claves para la creación contenidas en la Filosofía de la composición, no exenta de esa maldición de la inteligencia de hacer visible lo invisible (2). Poe cumple en la Filosofía de la composición la sentencia aristotélica de que “en orden a la poesía es preferible lo imposible convincente a lo posible increíble” (3). Y del mismo modo que la Poética indaga sobre el efecto del arte, se propondrá partir de este hecho al esclarecer, en el nacimiento de la inspiración, la importancia de percibir, en el primer impulso creador, los elementos que puedan anticipar un impacto sobre el espectador: Por mi parte, prefiero comenzar con el análisis de un efecto... Luego de escoger un efecto que, en primer término, sea novedoso y además penetrante, me pregunto si podré lograrlo mediante los incidentes o por el tono general —ya sean incidentes ordinarios y tono peculiar o viceversa, o bien por una doble peculiaridad de los incidentes y del tono—; entonces miro en torno (o más bien dentro) de mí, en procura de la combinación de sucesos o de tono que mejor me ayuden en la producción del efecto (4). La impronta de lo teatral es evidente en estas palabras de Poe al buscar un efecto dramático que mantenga el interés del público hacia el tema y la exposición de la trama. Aristóteles, en la Retórica, había esbozado la necesidad de emocionar a través del discurso: Además, atraer la atención es algo que afecta a todas las partes del discurso, cuando hace falta. Pues en cualquier punto de su desarrollo la relajan más que en el comienzo, razón por la cual es ridículo poner una llamada de atención en el comienzo, cuando todos atienden con mayor interés (5). La extensión de la obra se convierte en uno de los pilares desde los que se asentará el logro de ese efecto, cuya finalidad compromete la estructura misma del argumento. Poe no duda en señalar que “si una obra literaria es demasiado larga para ser leída de una sola vez, preciso es resignarse a perder el importantísimo efecto que se deriva de la unidad de impresión” (6). Aristóteles había justificado este principio teniendo en cuenta las enseñanzas del mundo natural, “de suerte que, así como los cuerpos y los animales es preciso que tengan magnitud” ésta “debe ser fácilmente visible en conjunto”, concluyendo de esta manera que también “las fábulas han de tener extensión, pero que pueda recordarse fácilmente”. El justo medio aristotélico está presente en la visión de Poe de que el poema no debe ser ni excesivamente extenso ni breve si se quiere alcanzar la conmoción del lector: “No hay necesidad de demostrar que un poema sólo es tal en la medida en que excita intensamente el alma al elevarla, y una razón psicológica hace que toda excitación intensa sea breve”. En torno a este razonamiento se alude a la unidad de lugar, otra de las referencias implícitas que evoca a la Poética sin citarla. Semejante al Estagirita que en ningún momento condicionó la representación escénica al dogma de un único espacio (7), Poe advierte que el poder psicológico de la acotación espacial no ha de confundirse “con la mera unidad de lugar”. Su finalidad va más allá de cualquier límite expresivo. Y pasa inmediatamente a desvelar su forma de disponer los acontecimientos en la estructura. Aristóteles creía que la estructuración de los hechos era el elemento principal en la construcción de la historia, y había sugerido el procedimiento a seguir en la distribución de sus partes constituyentes: Es preciso estructurar las fábulas y perfeccionarlas con la elocución poniéndolas ante los propios ojos lo más vivamente posible; pues así, viéndolas con la mayor claridad, como si presenciara directamente los hechos, el poeta podrá hallar lo apropiado, y de ningún modo dejará de advertir las contradicciones. Poe suscribe esta recomendación aristotélica de conocer el principio y el final de la historia antes de sentarse a escribirla: ...Resulta clarísimo que todo plan o argumento merecedor de ese nombre debe ser desarrollado hasta su desenlace antes de comenzar a escribir en detalle. Sólo con el dénouement a la vista podremos dar al argumento su indispensable atmósfera de consecuencia, de causalidad, haciendo que los incidentes y, sobre todo el tono general, tiendan a vigorizar la intención (8). En lo adelante, las sentencias de Poe parecerán suscitadas por un diálogo fecundo con Aristóteles. La visualización previa del punto culminante de la obra es en Poe una necesidad que antecede a la escritura. Al hallar el principio en el final, donde según él “deberían principiar todas las obras de arte”, plantea la ventaja de este método para obtener “la máxima cantidad concebible de angustia y desesperación”. Este afán del escritor estadounidense coincide con el sentido de espectáculo del filósofo griego, que invita a organizar el contenido de modo que quien escuche el “desarrollo de los hechos se horrorice y se compadezca por lo que acontece” (9). Cada acto debe ser incorporado en una progresión que asegure el crescendo dramático. Los pasos y propósitos son semejantes en Poe y Aristóteles. En la Filosofía de la composición, definido el punto culminante, se emprende una nueva fase: ...fijar definitivamente el ritmo, el metro, la longitud y disposición general de la estrofa, y graduar las estrofas que deberían preceder a la ya escrita, de manera que ninguna de ellas la sobrepasara en su efecto rítmico... a fin de que no interfirieran con el aumento progresivo del efecto. En la Retórica Aristóteles señaló igualmente que “la expresión debe ser rítmica y no carente de ritmo”, afirmación que se entrelaza con el consejo de la Poética de organizar “los acontecimientos en sucesión verosímil” que propicie la catarsis del espectador. Poe no deja margen a la casualidad: ...Es mi intención mostrar que ningún detalle de su composición puede asignarse a un azar o una intuición, sino que la obra se desenvolvió paso a paso hasta quedar completa, con la precisión y el rigor lógico de un problema matemático. También Aristóteles declara que no se comience “por cualquier punto” ni se termine “en otro cualquiera” con miras a que “los acontecimientos se ordenen de tal suerte que, si se traspone o suprime una parte, se altere y disloque el todo”. El fin empuja a Poe a la búsqueda de la perfección, y Aristóteles estima que “el fin es lo principal en todo”. La unidad estructural se promueve con la certeza de las multiformes combinaciones de las cosas. Cuidar los detalles significa en Poe garantizar la unidad de efecto. Esa unidad se fundamenta en la Poética al proponer una acción única que debe originarse de la propia estructura de la historia. Cada signo, palabra, ha de contribuir a preservar la unión entre las partes y el todo. El arte de versificar se identifica en Poe con la originalidad. Al ocuparse Aristóteles de la elocución había investigado las causas de la pérdida de excelencia en la versificación, reconociendo, en la metáfora, la prueba de un talento original. El uso de un lenguaje adecuado será tan decisivo en él como en Poe para la consolidación de la armonía entre la forma y el contenido. En Marginalia Poe insistirá en su relevancia: Todos están de acuerdo en que la puntuación es importante. ¡Cuán pocos, empero, comprenden la magnitud de esa importancia! El escritor que la descuida o la aplica erradamente se presta a ser mal entendido... No siempre parece saberse que, aun cuando el sentido sea perfectamente claro, una frase puede perder la mitad de su fuerza, de su espíritu, de su agudeza por una puntuación inapropiada (10). Aristóteles había corroborado en el Órganon esta circunstancia al estudiar en las refutaciones sofísticas la división y composición de las frases, subrayando cómo en función de donde se pongan las comas una idea puede resultar absurda (11). Este proceder impide conquistar lo bello, que en Poe y el Estagirita se fundamenta en una simetría trascendente. Si la Poética valora que “lo bello, tanto un animal como cualquier cosa compuesta de partes, no sólo debe tener orden en éstas, sino también una magnitud que no puede ser cualquiera; pues la belleza consiste en magnitud y orden”, en la Filosofía de la composición se matizará que “no se trata de la mera apreciación de la Belleza que nos rodea, sino de un anhelante esfuerzo por alcanzar la Belleza que nos trasciende”. La creación rítmica de belleza que Poe atribuye a la poesía, en la Retórica se evoca en la disertación sobre la especificidad de la prosa y el verso (12). Así como en Poe y Aristóteles lo imitado es un punto de partida para la libertad de expresión (13), ninguno de los dos asume lo feo o grotesco desvinculado del conocimiento. El carácter ilimitado de la imaginación permite extraer de la Belleza y la Fealdad un aprendizaje superior en beneficio de la obra de arte. “La pura imaginación sólo elige, tanto de la Belleza como de la Fealdad, las cosas más combinables y que no han sido combinadas hasta el momento”, dice Poe. Aristóteles al revalorizar la imitación como algo connatural al hombre, defendió que aunque “hay seres cuyo aspecto real nos molesta”, esto no contradice el que guste “ver su imagen ejecutada con la mayor fidelidad posible”, sean figuras repugnantes o cadáveres (14). El contraste de lo bello y lo repelente, el terror y la compasión, son factores imprescindibles en la conjunción de lo fantástico y maravilloso en el arte. Lo fantástico en la Filosofía de la composición se vuelve una finalidad dramática semejante a la aparición de lo maravilloso en Aristóteles. Poe intenta llamar la atención a través de su confrontación con lo ridículo: Hacia la mitad del poema, además, me valí de la fuerza del contraste, a fin de hacer más profunda la impresión final. Por ejemplo, di a la entrada del cuervo un aire fantástico, que se aproxima en la medida de lo posible a lo ridículo. El pájaro entra “con toda clase de aleteos y revoloteos”. El control de los recursos que utiliza posibilita intensificar el curso del relato. Lo ridículo surge en la concordancia del equilibrio estructural en los términos de la sensatez dramatúrgica que pide Aristóteles para no caer en un efectismo artificioso: ...la mesura es necesaria en todas las partes de la elocución; en efecto, quien use metáforas, palabras extrañas y demás figuras sin venir a cuento, conseguirá lo mismo que si buscase adrede un efecto ridículo (15). Poe persigue crear una sensación tragicómica que invoca la metamorfosis de lo trágico a lo cómico dentro del espíritu de transición del infortunio a la dicha o de la dicha al infortunio de la Poética: Preparado así el efecto del desenlace, abandoné inmediatamente el tono fantástico por la más profunda seriedad; ese tono comienza en la estrofa siguiente a la última citada... Desde este momento, el enamorado ya no bromea, y en la actitud del cuervo no ve nada de fantástico (16). El ritmo, la melodía del verso, potencia la catarsis en el avance de la historia hacia el clímax. Poe consideraba que “el pathos pertenece a ese elevado orden que la idealidad purifica en gran medida” (17). En su ensayo El principio poético se explicita el papel de la música en la consecución de la catarsis. Aristóteles en el libro octavo de la Política había deliberado acerca de la funcionalidad catártica de la música debido a su eficacia en la gestación de lo emocional. Poe coincide en esta opinión en la órbita de un influjo pitagórico: “Quizá sea en la Música donde el alma alcanza de más cerca el alto fin por el cual lucha cuando el Sentimiento Poético la inspira: la creación de Belleza celestial”. La música articula la estructuración del significado total del poema dotándolo de una belleza inmanente y trascendental: ...Contentándome con la certidumbre de que la Música —en sus diversos aspectos: metro, ritmo y rima— tiene tanta importancia en la Poesía, que no sería sensato rechazarla, y que su ayuda es tan vitalmente importante que sólo un tonto la declinaría, no me detendré a afirmar su absoluta esencialidad (18). Finalmente, Poe confiesa el querer otorgar a su obra un sentido moral. Ese anhelo invoca la fusión de la belleza y lo moral de la Gran ética aristotélica (19). Poe reinventaba así una nueva ética más allá del bien y el mal, la del creador, salvado para siempre por la virtud de la creación de la obra de arte. Notas 1. El contraste pasión-razón está presente en la obra de Poe. En Filosofía de la composición esta dualidad se plegará a lo razonable, mientras que en otros escritos como Marginalia se impone a veces lo que él mismo llamaba el “brillante abandono del genio”: “Todo lo que el hombre de genio demanda para exaltarse es materia espiritual en movimiento. No le interesa hacia dónde tiende el movimiento —sea a su favor o en contra—, y la materia en sí carece por completo de importancia”. En: Edgar Allan Poe: Ensayos y críticas. Traducción, introducción y notas de Julio Cortázar. Madrid, Alianza Editorial, 1987, pp. 258-259. 2. Poe reconocería que la “maldición de cierto tipo de inteligencia reside en que jamás está satisfecha con la conciencia de su aptitud para hacer alguna cosa. Ni siquiera se contenta con hacerla. Tiene que saber y mostrar a la vez cómo fue hecha”. En: Edgar Allan Poe: Ensayos y críticas, ed. cit., pp. 252, 271 y 281. 3. Véase Poética, ed. cit., p. 233. 4. En: Edgar Allan Poe: Ensayos y críticas, ed. cit., p. 66. 5. En: Retórica, ed. cit., pp. 296 y 298. 6. Poe propugnó que “en toda obra literaria se impone un límite preciso en lo que concierne a su extensión”. En: Edgar Allan Poe: Ensayos y críticas, ed. cit., pp. 67-68. 7. Se ha querido inferir erróneamente de la siguiente frase que Aristóteles defendió la unidad de lugar en la realización de la acción escénica: “...Pero la epopeya tiene, en cuanto al aumento de su extensión, una peculiaridad importante, porque en la tragedia no es posible imitar varias partes de la acción como desarrollándose al mismo tiempo, sino tan sólo la parte que los actores representan en la escena..”.. En: Poética, ed. cit., p. 219. 8. En: Edgar Allan Poe: Ensayos y críticas, ed. cit., p. 65. 9. Consúltese en Edgar Allan Poe: Ensayos y críticas, ed. cit., p. 73; y la Poética, ed. cit., p. 173. 10. En: Edgar Allan Poe: Ensayos y críticas, ed. cit., p. 245. 11. Consúltese en Tratados de Lógica (Órganon), de Aristóteles. Introducción, traducción y notas de Miguel Candel Sanmartín. Madrid, editorial Gredos, 2010, pp. 357-359. 12. Aristóteles distinguió que “la forma de la composición en prosa no debe ser en verso pero tampoco carente de ritmo, ya que lo primero no resulta convincente (pues parece artificial), además de que distrae la atención, pues hace que se esté pendiente de cuándo volverá a aparecer el elemento recurrente”, de ahí que concluya que “el discurso debe tener ritmo, pero no metro, pues sería un poema”. En: Retórica, de Aristóteles. Introducción, traducción y notas de Alberto Bernabé. Madrid, Alianza Editorial, 2005, pp. 262-263. 13. En Marginalia Poe profundizará en esta temática: “La mera imitación, por ajustada que sea, de lo que hay en la naturaleza, no confiere a nadie el nombre sagrado de ‘artista’ “. En: Edgar Allan Poe: Ensayos y críticas, ed. cit., p. 271. 14. Véase Poética, ed. cit., p. 136. 15. En Poética, ed. cit., p. 211. 16. Véase Edgar Allan Poe: Ensayos y críticas, ed. cit., pp. 75-77. 17. Consúltese Marginalia en Edgar Allan Poe: Ensayos y críticas, ed. cit., p. 305. 18. Esto se enmarca en la concepción ideal que Poe tenía de la música: “...Sé que lo indefinido es un elemento de la verdadera música —quiero decir, de la verdadera expresión musical. Désele cualquier precisión indebida, cualquier tono excesivamente determinado, e instantáneamente se la habrá privado de su carácter etéreo, ideal, intrínseco y esencial”. En Edgar Allan Poe: Ensayos y críticas, ed. cit., p. 307. 19. Acerca de la belleza y lo moral en Aristóteles consúltese: Moral a Nicómaco, de Aristóteles. Prólogo de Luis Castro Nogueira. Madrid, Espasa-Calpe, 1987, p. 141; y la Gran ética, de Aristóteles. Traducción de Juan Carlos García Borrón. Madrid, Sarpe, 1984, p. 77. ** Diana María Ivizate González http://www.letralia.com/firmas/ivizategonzalezdianamaria.htm Filóloga y docente cubana. Reside en Valencia, España. Es licenciada en filología inglesa por la Universidad de La Habana (http://www.uh.cu; Cuba, 1995; título homologado por el Ministerio de Educación y Cultura de España, http://www.mcu.es, 2001) y doctora por la Universidad Politécnica de Valencia (UPV, http://www.upv.es), Departamento de Comunicación Audiovisual, Documentación e Historia del Arte (2009). Se ha desempeñado como profesora en la UPV y en Youngstown State University (http://www.ysu.edu; Ohio, EUA; 2008). Ha publicado, entre otros libros, Álbum de los amigos de José Lezama Lima (edición facsimilar, inéditos; coedición con Iván González Cruz; Valencia, 1999); La esencia de Eva o el universo de lo femenino (catálogo y comisariado; Valencia, 2000); Ocultas fragancias que golpean (Valencia, 2002); Albur, revista cultural cubana (Órbita) (edición crítica; selección y prólogo junto con Iván González Cruz; Valencia, 2002); Hallar el sitio (Miami, Florida, 2008); Paisajes de mujer (Womanlands) (edición bilingüe; Madrid, 2010); La generación Albur: el desafío a la Revolución (Valencia, 2011), y Virginia Woolf: la experiencia como cuerpo, lenguaje y conciencia (Valencia, 2013). ||||||||||||||||||||||||||||||| LETRAS |||||||||||||||||||||||||||||| *** Póstumo Flor Marina Yánez Lezama *** Tres poemas Pedro Sevylla de Juana *** 25 de agosto Mario Damián Uribe Hernández *** Tres poemas inéditos Gabriela Rosas *** Canisio meditabundo Marco Villarroel Bruna *** Poemas Vicente Picó Galache *** Un cuento inspirado en la historia de Raskolnikov Sócrates Adamantios Tsokonas *** Poemas Carina Sedevich *** Psiquiátrico Eva Medina Moreno *** Poemas Álvaro Martín Peraza *** Microrrelatos Ricardo Martínez-Conde *** Poemas Leonardo Bonansco === Póstumo Flor Marina Yánez Lezama ================================= Cuando cumplí diez años mamá me habló por vez primera de la muerte de mi padre. Hasta entonces había evadido con gracia el tema cada vez que yo intentaba indagar sobre los hechos. Aquella noche después de la piñata me llevó hasta el porche y me lo dijo. Yo sabía que era moreno. —Tienes su color —solía repetir, pasando sus dedos pálidos por mi rostro. También conocía su nombre: Rómulo Aguirre. Ese día de cumpleaños mi madre me relató, emocionada, las hazañas de Rómulo en la guerrilla y su dramática muerte en una emboscada. Me explicó que era un héroe y que no había sido reconocido como tal porque fue un hombre extraordinariamente humilde. La abuela le reclamó a mamá su dureza al relatarme la emboscada, cuyos detalles no viene al caso referir ahora. Ella no prestó atención a sus reproches. Había cumplido la promesa hecha a un difunto. Yo era un hijo póstumo, así se llama aquel que nace luego de la muerte de un progenitor. Póstumo —comenzaron a decirme con sorna los muchachos en la escuela, cuando descubrieron el término. Me acostumbré al sobrenombre y hasta llegó a gustarme. No todos podían presumir de haber sido procreados por un héroe, el líder en la lucha contra un régimen que nos quitó nuestras tierras, junto con aquellos días felices y rurales cuya memoria más de uno pretende hoy enterrar. Ser póstumo se transformó, con el correr de las historias del recreo, en objeto de envidia solapada y expresa. Sin haberlo conocido, mi padre ejerció una influencia decisiva en mi desarrollo. Me interesé en la política. Para cuando terminé la escuela estaba decidido a ser abogado. Me recibí con honores de la licenciatura y en menos de dos años ya ocupaba un cargo en el gobierno local. La figura de mi padre creció conmigo. De guerrillero pasó a estratega y filósofo. Toda la gesta previa a la instauración de nuestro actual sistema de libertades sociales fue concebida por él, aunque en los libros se ignorase su nombre. Me di a la tarea de mostrar al mundo su legado. Cuando el tercer libro sobre la obra del prócer contemporáneo Rómulo Aguirre acababa de publicarse y mi campaña para la gobernación estaba en su apogeo llegó la amenaza, en la figura de un hombrecito enclenque que me abordó a la salida del despacho, una tarde cualquiera. Todo en él hablaba de mediocridad: la piel grasienta, el cabello con brillantina, el bigote sin recortar, la franela gastada bajo el ajado paltó a cuadros, los pantalones “brincapozos”, los zapatos de patente, el olor a jabón azul. Una voz tartamudeante balbuceó mi nombre y acto seguido, armó un relato con fechas, sitios y eventos entre los que apenas logré rescatar la alusión a mi madre, la irresponsabilidad de la juventud, el nombre de mi padre —Soy Rómulo— pronunciado así, en primera persona, con la violencia de la usurpación del cuerpo ajeno. Pese a la náusea que me generaba la situación, hice un esfuerzo por seguir el hilo de la narración. Ella tenía quince años y él era mayor de veinticinco. No tenía trabajo, cómo nos habría mantenido, mira qué bien te ves, fue mejor así. Ya había olvidado todo aquello (se había casado, tenía otros hijos) cuando la campaña levantó interés en el municipio vecino, donde se había radicado hacía más de treinta años. No tenía intención de molestar, para qué perjudicar una carrera tan prometedora por un malentendido, pero ya se sabe, la vida es dura para todos. Me mantuve sereno. Había esperado que una cosa así ocurriese en el momento menos pensado. He visto a más de un arribista queriendo subirse a la ola destrozando la reputación de un funcionario decente. Llamé a mi madre, la cité en el despacho con el pretexto de darle una sorpresa. Le ofrecí al desconocido un “güisquicito”. A la media hora sentí los pasos suaves y el pulso aún firme sobre el picaporte. Una sola mirada a los ojos maternos bastó para confirmar lo terrible de la nueva realidad. Ese flacuchento mal vestido con ínfulas de chantajista había secuestrado a mi padre, osaba quitarme mi título de hijo póstumo, el que me abría las puertas de la trascendencia histórica. Al morir Rómulo Aguirre, el vientre de mi madre se hinchó para parir un héroe que lo relevara. Cuando dejé de ser póstumo mi mundo quedó indefenso, preso en las manos ásperas de un ignorante. Con suavidad pedí a mamá que saliera de la habitación. Sonreí al extraño, le invité otro trago y le dejé saber que comprendía la gravedad de sus problemas. Cuando yo fuese gobernador no habría nadie desempleado en nuestro estado, mas las circunstancias eran por ahora desfavorables. Ciertamente todos debíamos hacer sacrificios, los de algunos serían mayores que los de otros, pero el futuro de igualdad y prosperidad bien valía la pena cualquier esfuerzo. Él sería, sin duda, uno de los muchos héroes anónimos que abrirían el camino a la sociedad venidera. Al final apenas se agitó, sólo unos pocos gemidos, luego un largo suspiro y esa mirada vacía de significados. Cuando dejó de respirar sentí de nuevo el abrazo vital de mi padre, agradecido por su rescate. Lo más difícil fue la rueda de prensa. No todos los días ocurre un infarto en medio de una audiencia. Por supuesto, pagué los gastos del entierro. El año que viene iremos por la reelección. ** Flor Marina Yánez Lezama http://www.letralia.com/firmas/yanezlezamaflormarina.htm Escritora, urbanista y músico venezolana (Ciudad Bolívar). Integrante de la Schola Cantorum de Venezuela (http://www.fundacionscholacantorum.org.ve) y coordinadora de Proyectos de la Fundación Aequalis (http://aequalisaurea.blogspot.com), institución sin fines de lucro dedicada a la divulgación e investigación de la música como instrumento de desarrollo humano. Ha cursado talleres literarios bajo la guía de Humberto Mata (narrativa; Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, Celarg, http://www.celarg.gob.ve; 2005), Oscar Marcano (narrativa urbana; Escribas, 2006) y Edda Armas (Mirar Poético, 2011).Ganadora del concurso internacional Latin Heritage Foundation (http://www.latinhf.com) de cuento breve (2011), del primer premio de relato hiperbreve de La Librería Mediática (http://lalibreriamediatica.wordpress.com; Venezuela, 2009), finalista del concurso Scream, A Cielo Abierto, de relato corto (España, 2009) y del IV Certamen de Literatura Hiperbreve Pompas de Papel (España, 2007). Ha publicado textos en revistas universitarias y en medios digitales. Uno de sus relatos figura en la antología Los ojos de la virgen de cuentos cortos publicada por Latin Heritage Foundation (2011). Gestiona el blog literario Literatofagia en http://literatofagia.wordpress.com. === Tres poemas Pedro Sevylla de Juana =============================== *** Casi al principio, fue el Jazz El despertador que vive sobre la mesita de noche y lanza rayos láser hacia el techo para decirme la hora en color rojo, a veces escribe frases y cuenta historias mías que yo ignoro. Hay una muy antigua: nada menos que del Cámbrico, allá en la era Paleozoica, cuando se dio la gigantesca explosión de vida. Éramos simples Cordados los Humanos por aquel entonces tan remoto, pero ya nos reuníamos los afines para compartir el avance de las afinidades. Existía Ilha Vitória, aún sin nombre, y el continente americano, macho posesivo, trataba de acercarse a hurtadillas nocturnas. Se deslizaba el atardecer de una solemne primavera en sosiego indescriptible roto apenas por el ritmo armonioso del incremento de especies. En lo más alto de un florido promontorio que alguno de nosotros denominó Penedo, estábamos cuatro líricos épicos sentados en círculo cordados entusiastas del equilibrio y la armonía: cuatro poetas intentando interpretar una música sabia que acordamos nombrar JAZZ. Joaquim Machado, ángulo recto su rostro, cerrado por la semicircunferencia del pelo, tenía facilidad de palabra, le interesaba todo, admiraba la belleza, venía de abajo y sabía. Cecília Meireles apoyaba la espalda en un tronco de sapucaia, guiaba a las hormigas pequeñas hacia el hormiguero y observaba con cariño maternal el incesante crecimiento de la hierba. Castro Alves, soñador enamorado de la libertad, recitaba poemas sociales a Cecilia en el pabellón hospitalario de la oreja izquierda sin resultados amorosos visibles. Sobre la cima vegetal en el aún no Penedo de la aún no Vitória, ya Isla acogedora, sin embargo, en el atardecer sereno de una solemne primavera, nos fuimos pasando la trompeta de mi amigo Satchmo los cuatro épicos líricos que compartíamos la irreprimible pasión. Nada más nacer la palabra, allá en el Cámbrico, fue la poesía; y en cuanto la poesía fue, fue el Jazz y fuimos los más apasionados. *** Una larga noche en el Sertão ¿Qué hacía farto do lirismo comedido Bandeira, en el Sertão? Me pregunto, ¿qué hacía aquella noche, farto do lirismo bem comportado, deseando ser un poeta salvaje pez de aguas profundas fiera en las interioridades selváticas; qué hacía esa noche en el Sertão, sonrisa insatisfecha en falsa actitud latifundista? El sueño era mío y él lo poblaba. ¡Abaixo os puristas! ¡Abaixo o lirismo namorador! ¡Abaixo o lirismo que capitula! Siento aún el eco de sus palabras en el pabellón de mi oído izquierdo —el derecho oye distorsionado— y me sumo a su protesta, calle arriba, cenáculo literario abajo: no quero mais saber do lirismo que não é libertação. El sueño de libertad y de justicia distributiva, era mi sueño aquella noche en el Sertão. Discutíamos Ester Abreu y yo sobre algunos aspectos confusos de Don Juan, bajando a los infiernos para surgir de nuevo: femenino, triunfante, celestial. Se desarrollaba el sueño en un Sertão imaginario que era la suma de los Sertões de Jô: arideces existenciales, aleph, horizonte detrás del horizonte, utopía. En mis sueños elijo a los invitados a la espera de que los invitados me acepten a mí. ¡Bien, sea, Manuel Bandeira, quédate!; al fin y al cabo mi admiración por tu obra crece y crece. —No meio da noite despertei. Profundamente. Onde estão todos eles? Onde está a estrela da manhã? Meu verso es sangue. Cai, gota a gota do coração: grita, ríe, vive!, Manuel y coincidimos en la función liberadora detersoria de la poesía. Quédate en el sueño sertanejo, quantos bancos de corais! illas que a tormenta arrasa, en este Sertão de Sertões vozes do árido, semiárido e veredas, imaginando con Ester y conmigo el triunfo último de don Juan convertido en mujer. *** Globalization Usa, China, Japón, Alemania Pude ser tu cómplice en la cuadratura del círculo y del triángulo isós celes. Pude serlo cuando rabia y osadía, se enfrentaron con tus únicas fuerzas al brutal atropello dominante. Palestina, Sierra Leona, Burundi Pude ser tu cómplice en defensa de la cosa pública puesta entre paréntesis por la rapiña privada. En una parte lo común y, enfrente, el individuo aislado nutriendo su egoísmo. Belleza acorralada de las flores, de la ternura, de la solidaridad fraterna, bajo un cielo atormentado sobre una canción protesta. Tayikistán, Swazilandia, Mozambique Pude ser tu cómplice pero no supe aprovechar la rara ira de la mano izquierda bañada en el óleo inconformista, rebelde, de tu sangre de fragua, la que templa el acero de la espada. Honduras, Surinam, Guatemala Ahora es tarde, me dices, languidece la queja entregada a la obediencia sumisa. El Papa tararea mi canción. Y la tiranía sigue aquí y allá, sana, salva y próspera. Somalia, Etiopía, Bangladesh Pude ser tu cómplice contra quienes juntan riquezas, genuinos agujeros negros de todo cuanto existe; servidos por legisladores a sueldo, sacerdotes del dios dinero, mercenarios de la inteligencia estéril y de la justicia sorda. Haití, Liberia, Moldavia Pude, y me duele el recuerdo de no haberlo sido. Pude ser tu cómplice contra aquellos que borran cualquier risa, cualquier goce, verdugos sin conciencia ni piedad, que día tras día desangran corderos humanos. Chad, Zimbabue, Zambia Pude ser tu cómplice, y me duele saber que para vestir a un rico hace falta desnudar a mil, dos mil, diez mil pobres. *** Globalization (Traducido por el autor al portugués de Brasil) Usa, China, Japão, Alemanha Pude ser teu cúmplice na quadratura do círculo e do triângulo isós cele. Pude sê-lo quando raiva e ousadia se enfrentaram com tuas únicas forças ao brutal atropelo dominante. Palestina, Serra Leoa, Burundi Pude ser teu cúmplice em defensão da coisa pública posta entre parênteses pela rapina privada. Numa parte o comum e, em frente, o indivíduo isolado nutrindo seu egoísmo. Beleza encurralada das flores, da ternura, da solidariedade fraterna, sob um céu atormentado sobre uma canção protesta. Tajiquistão, Suazilândia, Moçambique Pude ser teu cúmplice mas não soube aproveitar a rara ira da mão esquerda banhada no óleo inconformista, rebelde, de teu sangue de frágua, o que tempera o aço da espada. Honduras, Suriname, Guatemala Agora é tarde, me dizes, elanguesce a queixa entregue à obediência submissa. O Papa cantarola minha canção. E a tirania segue aqui e lá, sã, salva e próspera. Somália, Etiópia, Bangladesh Pude ser teu cúmplice contra os que juntam riquezas, genuínos buracos negros de todo quanto existe; servidos por legisladores a salário, sacerdotes do deus dinheiro, mercenários da inteligência estéril e da justiça surda. Haiti, Libéria, Moldávia, Eu pude, e dói-me a lembrança de não ter sido. Pude ser teu cúmplice contra aqueles que apagam qualquer riso, qualquer gozo, verdugos sem consciência nem piedade, que dia depois de dia dessangram cordeiros humanos. Chade, Zimbábue, Zâmbia Pude ser teu cúmplice, e dói-me saber que para vestir um rico faz falta despir mil, dois mil, dez mil pobres. ** Pedro Sevylla de Juana http://www.letralia.com/firmas/sevylladejuanapedro.htm Escritor español (Valdepero, Palencia; 1946). Se hizo publicitario en la Escuela Oficial de Publicidad de Madrid, diplomándose en marketing, psicología, fotografía y diseño gráfico. Ha vivido en Palencia, Valladolid, Barcelona y Madrid; pasando temporadas en Ginebra, Estoril, Tánger, París y Ámsterdam. Publicitario, conferenciante, traductor, articulista, poeta, ensayista y narrador; ha publicado dieciocho libros y colabora con diversas revistas de Europa y América, tanto en lengua española como portuguesa. Reside en El Escorial (Madrid). Mantiene una página personal en http://www.sevylla.com. === 25 de agosto Mario Damián Uribe Hernández ======================== Era el 25 de agosto del 2013. Había llovido como siempre suele ocurrir en agosto. De hecho es agosto mi mes preferido justamente por eso, porque llueve. Y es que es cuando llueve cuando más deseos tengo de salir e ir al Centro. Me gusta caminar despacio, despacio, esa es la palabra. Luego de un rato me introduzco a un café o dirijo mis pasos hacia El Moro para beber un chocolate. Después salgo con el estómago caliente ya por la bebida disfrutada y camino un rato más hasta que pienso que es la hora de regresar. Fue precisamente a mi regreso cuando me encontré con el hombre. Era un tipo de unos setenta años o quizá tenía algunos más pero por algún motivo no aparentaba su edad verdadera como pude saberlo más adelante. Estaba esperando en el andén el siguiente convoy cuando el hombre se aproximó y se detuvo a mi izquierda para esperar también el tren. A esa hora había poca gente en la estación, así que supuse que encontraría un asiento en donde no tuviera acompañantes alrededor y todo iría bien para mí el resto del viaje. Finalmente el tren llegó y como de costumbre la gente se aproximó a las puertas para abordar con rapidez y conseguir los mejores asientos. Visualicé a través de los cristales el último asiento y una vez que abordé me dirigí hacia él y me coloqué justo en la ventana. Tenía al fin lo que deseaba, un asiento para mí solo para todo el viaje. Había perdido de vista al hombre de unos momentos antes y ciertamente lo había olvidado enseguida, y hubiera seguido haciéndolo de no ser porque lo vi dirigirse hacia donde yo estaba después de haber fracasado en sus intentos de tener un lugar cercano a la puerta. Caminaba con paso torpe y parecía que todo su cuerpo le estorbaba a pesar de que por su apariencia no mostraba ser muy mayor y no era obeso, ni mucho menos aparentaba estar enfermo, era simplemente que parecía torpe y sólo eso. En todo caso se dirigía hacia mi lugar con toda su decisión y no había ningún otro asiento disponible, así que mi dicha por haber conseguido un lugar que parecía reservado para mí comenzó a esfumarse. Pude ver que el hombre portaba un folder atiborrado de papeles con las orillas quebradizas y amarillas. Cuando por fin llegó al asiento se desplomó en él como si estuviera tremendamente cansado y cada uno de sus movimientos resultara más difícil de realizar que el anterior. Parecía venir de muy lejos. Luego me miró y me dio un saludo de buenas tardes el cual correspondí. Agregó sin motivo alguno que venía de hacer una visita desde el sur y que atravesar la ciudad era un suplicio pero que no tenía otra opción si es que quería ver a sus amigos. Yo le respondí a todo que sí para no faltar a la cortesía, pero también fui lo suficientemente claro como para dejarle ver que no estaba dispuesto a entablar una conversación con él más allá de esas palabras cruzadas. El tren comenzó a moverse. Miré hacia la ventanilla. La estación poco a poco fue quedándose atrás. El ambiente estaba húmedo y los techos escurrían agua lentamente. Las nubes oscurecían todo y la gente comenzó a encender las luces de los negocios por los que pasábamos. Así pasaron unos cinco minutos. El hombre permanecía callado en su asiento y de pronto abrió el folder, como ya había visto estaba lleno de papeles viejos que asomaban por las orillas. No pude evitar mirar de reojo lo que contenían esos papeles, recuerdos de viejo, pensé, y pude comprobar que estaba en lo cierto, pero lo que llamó mi atención fue la manera en que el hombre sostenía esos papeles, fragilizados ya por el paso del tiempo. Casi podría decir que sus manos temblaban debido a los sollozos que hacían estremecer su cuerpo, pero el hombre no lloraba, solo miraba los papeles con las manos temblorosas, y así se quedó mirándolos, leyendo y releyendo lo que estaba escrito en ellos. Más que leer más bien parecía contemplar una fotografía. Lo que había en ellos eran los nombres de los integrantes del equipo de béisbol Los Cuervos que habían resultado ganadores del torneo del año 1959 a nivel estatal. El cuerpo del documento se componía de las felicitaciones a los ganadores así como de las firmas de las autoridades que acreditaban dicha competencia. También había un diploma con el que supuse que sería su nombre y algunas fotografías en blanco y negro del equipo recibiendo el trofeo. El hombre tardaba varios minutos en mover sus manos y cambiar las hojas. Cuando llegó a las hojas correspondientes al año 1960 pude ver que ese año no habían tenido tan buenos resultados y debieron conformarse con un sexto lugar en la competencia. De ese año tenía la foto pero sin trofeo. No hubo felicitaciones ni diplomas, sólo la tabla de posiciones con el primer lugar de la competencia ocupado por Los Osos y la lista de los equipos que se quedaron en el camino. En 1961 las cosas les fueron mejor y consiguieron un tercer lugar. Para 1962 la caída fue mayor que el año antepasado y sólo obtuvieron el octavo puesto de diez posibles. No sé la razón, pero no hubo un año 1963 para ellos. El hombre regresó al principio, a 1959, y se quedó observando las palabras ahí escritas por varios minutos. Luego sacó una fotografía que no había visto y resultó ser una copia de la original de 1959, pero con la diferencia que en esta, algunos de esos hombres tenían una cruz negra sobre sus cabezas. Habían muerto ya. De dieciséis integrantes más el entrenador y tres personas más, sólo quedaban vivos siete de ellos. Supuse entonces que el hombre venía de alguna reunión con sus antiguos compañeros de juego, los campeones de 1959. Las manos del hombre temblaban y regresó a la primera hoja en donde se asentaba que ellos habían sido los ganadores del torneo de esa temporada, cosa que quizá nunca más pudieron repetir, e imaginé que en su reunión unieron sus recuerdos de la gloria pasada. Ya no pude seguir observando porque el hombre se había percatado de que yo estaba husmeando en sus papeles y adiviné sus deseos de comenzar a platicarme sobre ellos, pero la suerte estuvo de mi lado y justo en ese momento el tren llegó a una estación intermedia a mi destino y con prisa le pedí permiso para salir del asiento, así que bajé del tren para que el hombre siguiera aferrado a sus recuerdos, a sus glorias pasadas, a sus copas vacías que Los Cuervos no volvieron a llenar desde aquel torneo de 1959. ** Mario Damián Uribe Hernández http://www.letralia.com/firmas/uribehernandezmariodamian.htm Escritor mexicano (Distrito Federal, 1978). Está incluido en la antología de cuentos Voces de los arcanos (Ediciones Minimalia, México, 2003). === Tres poemas inéditos Gabriela Rosas ============================== *** Blue dancing ¿Quieres que mienta? que diga que puedo defenderme salir victoriosa de tanta palabra tuya de la torsión que significa habitar también tu cuerpo o que tú habites el mío como si no tuviese fondo claro que me apena la falta de cintura entre otras cosas que no quiero que veas pero tú las ves porque para eso vives tan curioso me observas como si toda la lluvia se contuviese para caer sobre nosotros dices: tranquila amor no pasa nada Y pasa la ternura de tu verbo pasa que me recitas al oído sobre tu cama sobre la nueva sábana de hilos que has comprado chocamos un segundo nuestros dientes para cumplir el requisito de equivocarnos sin agotar nunca todas nuestras destrezas la próxima palabra es el siguiente baile afuera en el mundo no hay mayores secretos que en nuestro interior y pasas la mano por mi cabello junto a la caricia que lo aparta de mis ojos como si tal vez por un segundo la poesía no doliera pero duele duele ser el poema en una cama como cierto dolor me es placentero me dejo doler hasta que pase. *** Poro (a Piolo) “Siempre es más tarde de lo que uno imaginaba” Delerm Te digo que te quiero con todas mis manos me importa que después de tanto escombro tanta caída sepas decir y digas junto a mi cuerpo Me importa lo temprano de tus sueños que llegues limpio a tiempo tú que me conoces sabes que no temo no pongo el corazón en cualquier parte. *** Quebrantos I. Prologar un cuerpo su llegada accionar el espacio que lo nombra decir hambre. *** II. Las lágrimas son la demora del dolor lloré sobre tu pecho y me conjugaste. *** III. No escribas para decir que vas a marcharte no hables de la belleza si eres incapaz de sostenerla. *** IV Apoyo mi cabeza contra el pecho de alguien que amé un día o varios que igual es mucho tiempo amé escucho el mar al fondo me sorprende que siga estando allí y que ahora pueda oírlo con claridad ahora que el mundo cierra todos los bordes de lo que pudo ser fallido como al final es toda alegría recuerdo un verso de Gonzalo Rojas “De un modo casi humano te he sentido”. ** Gabriela Rosas http://www.letralia.com/firmas/rosasgabriela.htm Poeta venezolana. Cursó estudios de educación integral en la Universidad Pedagógica Experimental Libertador (Upel, http://www.upel.edu.ve). Ganadora del Primer Premio Nacional de Poesía para Jóvenes Liceístas (1995), otorgado por la Casa de la Poesía Juan Antonio Pérez Bonalde. Ha publicado los poemarios La mudanza (Eclepsidra, http://www.facebook.com/editorial.eclepsidra, 1999) y Agosto interminable (Eclepsidra, 2008). Ha realizado talleres de poesía y narrativa con Santos López, Carmen Verde y Fedosy Santaella, http://www.letralia.com/firmas/santaellakrukfedosy.htm, entre otros. Poemas suyos han sido incluidos en las antologías Las voces de la hidra (Miguel Marcotrigiano, Mucuglifo, Mérida, 2002) y El coro de las voces solitarias (Rafael Arráiz Lucca, Eclepsidra, 2003), y en reconocidos medios de Venezuela y otros países, y han sido traducidos al catalán y al italiano. Participó en varias ediciones de la Semana Internacional de la Poesía de Venezuela, en el III Salón Pirelli de Jóvenes Artistas y en la Feria Internacional del Libro de Lima (2011), entre otros eventos. @magarosas. === Canisio meditabundo Marco Villarroel Bruna ======================= Jergo trenzó los dedos en la malla de segrí que cubría el mirador y trató de imaginarse el infierno en la Tierra. Sudaba. Entró en el cuarto limpiándose venas de clorofila que tenía en la piel, las babazas; parecía cuero de árbol viejo. Buscó el espíritu y se untó las ronchas. Siempre terminaban por meterse los patas largas, uno, dos, tres, cuatro. Fue hacia el teléfono que mecía el talle y gritó: —¡Jergo! Cuando el sol se refractaba en el horizonte, grande y rojo, Jergo salía al mirador. Al principio fueron las ganas de fumar, de beber en pipa, pero después se pasaba mañana y tarde a cachetazos con los zancudos aventando en las llamas del crepúsculo la necesidad de vivir ahí, de querer vivir ahí. Hizo que colgasen una hamaca, y de hecho, desde un tiempo acá, vivía entre bambúes y luciérnagas bajo un cielo de segrí. Vivía mirando las palmas, el mar en la distancia, las hordas juguetonas de cercopitecos, el desgarbo indeciso de las jirafas que aparecían tras los arbustos en el bosque, a los hindúes misteriosos que arrastraban carretas de bueyes por la Vía de la Sublevación, el canto pícaro de los ropavejeros, a los inválidos que pedían monedas en las puertas del Instituto de la Reforma Agraria, los flamencos en los jardines del palacio de gobierno, la modorra de la guardia —unos negros gigantes que llevaban carabinas. Le tocó ver un entierro en la aldea: la chamarasca se devoró el cadáver con trapos y vendajes en cuestión de media hora; después le tocó sufrir un linchamiento público, el de González Rizzo, jefe de la seguridad y de sus tres alguaciles (el viejo Abramonte aún estaba vivo), allá abajo, en la Plaza de los Bananos. Así, mirando entre fiestas y adoratorios, había venido a descubrir, por un azar, a la mulata Teresa que jugaba a menudo con su hermanito en los patios de la administración. La mulata Teresa tenía unas piernas largas, finas, y cuando cabriteaba alborotando las aves por el césped se le hacía a Jergo que la gracia de su movimiento le abultaba adrede su trasero exuberante. La primera vez que se topó con ella quiso cautivarla con una barra de chocolate pero le fue imposible llegar a un acuerdo por culpa de su hermano Raúl, un burro antojadizo y molesto. No obstante, días después, gracias al mismo Raúl, trajo Jergo a la muchacha a su habitación —Raúl se había quedado en el patio con una bolsa de caramelos— y ella le dijo que no, que no, que no la tocase, que podía gritar. Jergo supuso que tendría dieciséis y calculó mal: trece. La mulata estuvo allí unos dos minutos, sorprendida, pero en esos dos minutos consiguió meter la nariz entre los libros y descubrir un montón de embelecos interesantes. Jergo quería que fuera así. Todo aquello había sucedido en agosto del año pasado. Una semana más tarde habló con Erasmo Zacarini del asunto. Zacarini ofreció echarle una mano y se portó como se debe. El escollo que podían ser Araya, Bustamante o los sapos de Canisio, no era escollo. Zacarini dio órdenes de que se la llevasen al abrir el día: sacaron a la mulata durmiendo, ni siquiera alcanzó a patalear. Cuando Jergo la desvistió en la cama, sintió que las lágrimas se le agolpaban en los ojos: era la edad, la triste edad en que la belleza de la juventud provoca dolor. A medio año de haber estado viviendo en franco concubinato con la mulata, como atributo de buena costumbre, Jergo consideró una obligación muy suya insinuarle a Zacarini la importancia que tenía para ella que le removiesen la preñez a tiempo —él no entendía ni jota de manipuleos quirúrgicos ni bebedizos—, tampoco entendía Zacarini de quién se trataba —oyó que Jergo reconocía que él era un hombre como cualquier otro hombre, un poco más tonto, más viejo—, en la cabeza de Zacarini saltó la figura del ideólogo pegado a la melcocha de su propia libídine, su aspecto fatigoso —Zacarini dejó escurrir una sonrisa liberaloide y prometió resolverle el problema lo antes posible. Estaba claro que él no podía hacerse responsable. La mulata tuvo un golpe de leche en las venas y Jergo creyó que iría a morirse. Debieron de amarrarle los pechos a un corpiño de esparto —se infló, desvariando, por muchos días— hasta que se le fue la calentura. —¡Jergo! El negro toronjo de la caseta le decía que la mujer de Roque necesitaba conversar con él. —¿Está abajo? No. Le habían avisado de la Dirección. —Entonces yo la llamo. Los trazos del amanecer eran magníficos. Boca arriba, en el mirador de bambú, Jergo podría resistir una tromba de fuego. Respiraba a sus anchas. La mulata Teresa llegóse con un apagoncito en las pupilas —Jergo preguntó cómo le iban los estudios—, le traía un plato con queso de cabra y moños de perejil. —¿Cómo te sientes? Le tendió un sobre. —Me obligaron —dijo. Jergo abrió la carta: un exabrupto de Azul, la mujer de Roque, una carta extensa, prolija, rica en postillas y perlas técnicas. Censuraba a Combate el Analfabetismo, la tendencia anglosajona de los portavoces de la cultura indígena, la actitud claudicante frente a los problemas del agro —seguía abajo una lista de errores— y revestía sus reflexiones con citas, números de páginas, sentencias, nombres de libros. Jergo no dudó un segundo en ayuntar las reflexiones de Azul a la serie agónica de la jarandina trotskista. “Hijos del contubernio” —pensó, se dio vuelta para leer la expresión de la chiquilla, adusto, siguió hasta el escritorio y archivó la nota. Y ahí seguía la nota. Doliéndole. Algunas palabras le quemaban por dentro. Otras, simplemente no las entendía. Intuir era peor que la angustia de no saber. En más de una oportunidad había metido la pata por causa del idioma, aquel engranaje fértil, arisco. No bastaban los cursillos ambiciosos de Princeton, las prácticas en California, su competencia en cuestiones de África o América Latina. Con su hija Adriana debía alimentar un carteo en inglés —los mensajes llegaban por Francia—; con Adela, en cambio, prefería atenerse a la jerigonza de su castellano hipotético. (Por las fotos no había ningún nieto que se pareciera a él.) —¿Qué respondo? —preguntó la mulata. —¡Que te dejen de joder! ¡Diles eso! Jergo posó la vista en las bandas de tortolitos y falcinelos que se iban. Por la noche acudió Erasmo: había fábricas totalmente paradas —la mano de Roque era una realidad—, sin materias primas, sin víveres, exigían que Canisio bajara a limpiar y a suprimir los consejos de abastecimiento público y el burocratismo, exigían la independencia de los sindicatos en cuestiones locales —policlínicos, escuelas, etc.— y una nueva política tributaria contra la especulación y el mercado negro. Erasmo no podía esperar: tuvo que poner al hierro a cuatro guardias de Roque, a pan y agua, con el consabido pretexto del soborno. Roque entendía, pero lo amenazaron con un ramillete de petardos, por teléfono, y todo, entre bastidores, sin ninguna transigencia. Canisio, en tanto, seguía allá, sordo, con los tobillos en los pantanos, sin querer darle tregua a Fermín Elgueta, metiendo plomo. El islote de Santico era una prueba fehaciente: oscuras mantas de buitres se peleaban a picotazos la carne de los ejecutados. —Canisio es duro, pero se pondrá mejor —precisó Jergo. Desde hacía un mes que se estaban saliendo los animales de la selva. Erasmo Zacarini no pestañeó. Ya conocía la reacción de Jergo: una romana de ideas, oído, práctica. Cuántas veces se había preguntado con qué objeto debían de gravitar los encargos de la vitualla y equipos militares alrededor de los organismos políticos. (Zacarini pertenecía a los cuerpos de clase que se sublevaron en los verdegales de la frontera para cubrir a Canisio de los golpes que estaba sufriendo en la retaguardia. Tuvo que jugarse el pellejo. Por una parte la favoreció la garra de los combatientes, la habilidad de asir el minuto histórico con intrepidez, la bulla, el desconcierto, pero por otra, casi se le fue la vida en aquella acrobacia. Lo salvaron; lo salvaron el nimbo cultural de la familia, los santos en la corte, moros, cristianos, la sorpresa que reinaba entre los que ayer habían sido sus propios compañeros de armas, la incertidumbre. El hecho vino a prodigarle más mercedes que penas: en las filas del combate fue recibido como un niño bonito —Roque le tendió la mano con prudencia asiática—; de enviado a Italia estuvo dos noches con Elsi, un viejo cariño, y quería volver allí, de agregado militar, algún día, algún día, después de la guerra. Amaba el arte, la música, la historia, pero por sobretodo amaba Zacarini a las mujeres —era lugarteniente del bellaco gracias al dedo de una mujer. Cuando sobrevino el descalabro de la burguesía y el esparajismo pagano que levantara el indio Canisio, Zacarini pensó en el corazón de las mujeres, en la fama, incluso en los momentos más difíciles de su vida le habían desfilado mujeres por los ojos: prisionero, herido, vio pasar a una joven hindú con el sayo de la Cruz Roja a los pies del patíbulo —tenía un palo seco en la garganta y le pidió agua—; era una dueña grácil, linda, igual que una mariposa de humo; lloró, lloró, lloró, se hizo caca en los pantalones —lo iban a ejecutar—, pero no lloró porque le tuviese julepe a la muerte, sino porque amaba demasiado al mundo, a las señoras bonitas. Lo rescataron las líneas de Canisio: sin bigotes, pilucho, amarrado a un cepo —y no podían reconocerlo—: del aire aristocrático le quedaba el puro modo de hablar. El indio le dijo: “Tú me puedes servir de algo, señor mío”, pero el indio le peló la cola a otros que también podían haber servido de algo.) Erasmo Zacarini escarbó en la biblioteca. Había oído la leyenda: una semana después del golpe de Estado, en Chile, los facinerosos se llevaron a Jergo al puerto de San Antonio para interrogarlo en las bodegas de un barco. Ahí estuvo varios días, entre un tira y afloja, y no lo tocaban. Cuando despertó de su trasposición —en una clínica—, iba en alta mar. El barco era de una compañía inglesa. Se equivocaron. El capitán Sir Walter Miles exigió los torpedos que debía entregar a la escuadra chilena a cambio del hombre y sus petacas. El Ministerio de Relaciones Exteriores lamentaba lo sucedido. Entre sus petacas venía la biblioteca. ¿Cuántos cayeron por su culpa? ¿Con qué pasaporte abandonó el país? Erasmo Zacarini nunca quiso preguntarle de dónde venía, cómo se llamaba, cuáles eran realmente sus títulos: hubiera sido feo. Todos sabían: Jergo era un internacionalista. Un antiguo funcionario del Komintern. Podía ser belga, yanqui o checo. Daba igual. Su gratitud con el gobierno de Allende lo ataba de pies y manos, pero su avalúo del allendismo venía a constituir el último grito de la inteligencia revolucionaria por estos lares: dejaba caer su arbitrio como una condena, sin titubeos, montado sobre el aliño pedantesco del whisky, la pipa, los anteojos, su barbilla Kalinin, disminuyendo el espíritu del derrumbe popular con frases hechas: “Fue una especie de secretaría de la revolución”, “Una experiencia valiosa...”. Zacarini guardaba la leyenda del barco inglés como una carta insume del futuro. Fue después de un almuerzo opíparo en las oficinas de la revista militar cuando Zacarini lo llamó: —Hoy día revienta el viejo. La mulata tenía la cara llena de chocolate. Ándate, ándate, le dijo Jergo. Dejó capullos y polen sobre la cama. Jergo no quería ir. Trabó los dedos en la malla de segrí. Su pieza era un horno. —Anoche decidieron. En la calle, cerca de una bicicleta, yacía un hipopótamo. —A las seis. Al viejo Abramonte lo habían puesto en tierra viva, maniatado con cien guascas —parecía un fauno loco—; una cadena de puntas le rajaba la boca de izquierda a derecha: era un caldo, un montón de caldo, y llegaban a revolvérsele los ojos cuando la gente venía a escupirlo. Se juntaron en las orillas del río. La sola idea de asistir a un espectáculo desagradable le encogía a Jergo el estómago. Divisó a Canisio entre unos lanceros —una ola de cabezas—, su frente soberbia, figurillas. El ritual de la muerte se le antojaba inútil —por la mañana estarían prendiendo velas los señoritos de la aristocracia en todas las iglesias de Europa—, una costumbre sádica, un tormento aborigen del alma que era necesario abolir, encauzar de alguna manera, pero hacer algo pronto, algo, algo. El llanterío histérico del bongo y las zampoñas llegaron a sacarle jugo de las tripas. Quiso sentarse y no halló dónde. “Son los años” —se dijo. Alguien gritó: “¡A los cocodrilos les gusta la carne de perros!”. Estaba dispuesto a consentir el paredón como una fórmula higiénica, obligada, pero nunca la fiesta de aquellos rostros. Fue un chapaleteo rápido: la víctima saltó en el aire, y del río revuelto quedó el silencio, la sangre del cebo y el ululato síquico de una multitud que atravesó toda la selva. Por la noche debieron hacer acto de presencia en los albergues del hechicero. El padre de Canisio invitaba con vino y mostaza. Jergo no podía olvidar al abuelo de Canisio, en su cuculla de serpiente, flaco, igual que un pollo artrítico, indicando al hombre maligno de la comitiva con una masa de granos en el dedo: a él. No podía olvidar las risotadas de Canisio, la leve presión de Zacarini en su espalda. Los negros dejaron de cimbrar el torso, las hembras subían y bajaban las tetas alrededor del fuego, llorando, saltó un demonio joven al centro de la bailía y asperjó la hoguera con la sangre de un pajarraco destripado entre conjuros mudos. Jergo se metió en las llamas de su cuarto —la mulata Teresa le dijo que había encontrado una tortuga enorme en el patio de su casa—, salió al mirador sin decir palabra y dirigió la vista a las mulas que se escapaban de los cobertizos, nerviosas. Hasta el alba oyó los quejidos de las hienas. No supo si venían de la Plaza de los Bananos, de las caballerizas o del obelisco. —No tengo nada que ofrecerte —le espetó la mujer de Roque. El negro toronjo de la caseta, que estaba detrás, se quedó sorprendido. Ella se quitó la blusa de un solo tirón. —Usted me humilla, camarada. —Más de una vez perdimos por inmorales. Jergo agarró la carpeta de la mesa y quiso botarla al suelo. A la compañera Azul le ardía la inteligencia en los ojos. Se había conocido con Roque en Salta, Argentina, en los comités de solidaridad que se organizaron en apoyo del pueblo chileno. Roque venía huyendo de la represión del 73. Llegó con un grupo de San Miguel y tres arrieros. Frisaba los sesenta y siete. Sus notas biográficas eran fruto amargo del copioso extrañamiento español: Asturias, un padre acribillado el 34, la guerra, el moro que bajó en Brunete, la sed de tragar libros por la causa, los campos de detención, el exilio: se fue a la Argentina, se casó, le nacieron dos hijas, el 58 falleció su mujer de cáncer a los huesos, emigró a Australia, en Australia se puso las botas de oro trabajando como granjero, pensó que iría a hacerse rico. Su vida eran los campos, el estudio. Se empapaba de ideas leyendo. Ya no tenía solamente una torreja húmeda que llevarse a la boca, tenía demasiado; aquello no era la fatiga de subsistir, era una abundancia impúdica: le pesaban los bolsillos, la caja Fénix de su dormitorio parecía descerrarse con los atadijos de su buena estrella: trigos, metálicos, fecundación. Pero no era feliz, le faltaba algo. El año setenta decidió romper el hechizo: vendió su hacienda, atiborró las maletas y se fue a turistear por el mundo. Las hijas lo siguieron. Parado en la Plaza Roja, en Moscú, sintió una grave nostalgia: por ahí había visto marchar a la vieja guardia de los bolcheviques, un pedazo entero de su vida. Cuando llegó a Londres no sabía adónde seguir. Alguien le propuso que se fuera a Chile. Roque no lo pensó dos veces. Se vino a Chile. En Chile se compró una quinta, plantó unos manzanos para los nietos —se le había casado la hija mayor—, repartió el oro que le quedaba y abrazó las fuerzas de izquierda en su minuto más difícil: antes del golpe. —Que Control y Cuadros se encargue del asunto. Jergo buscó la aprobación de Zacarini. Roque era como todos los españoles: anarquista, testarudo, destructivo. —Hable con Saúl Bustamante. Era igual que decir pégate un tiro. La mujer de Roque tuvo deseos de arrojarle un escupo en la cara, bajó la cabeza, pero antes de salir, dijo: —Haces mucho mal, camarada Jergo, con el poco castellano que sabes. Jergo fue hacia el mirador. La mulata Teresa jugaba con las alas de una polilla. Siempre habría de asociar Jergo, a las cigüeñas, con la llegada de Canisio. Canisio se apareció una tarde de santos en que partían las cigüeñas, con siete mil andrajosos muertos de hambre y fuego —las víboras de las cunetas se enroscaban en las patas de los caballos—; ovejas, tigres, zorros, salían espavoridos de la selva —la vereda era una ola de hombres y animales. Entraron por los llanos secos al término de la ofensiva norte —arrogantes, con moñajos de sol y mugre en las cabezas, polvorientos, las carabinas silenciosas— arrastrando a la mulatería detrás, hindúes y negros, con 133 heridos, 44 mercenarios, siete putas inglesas, varios sacos con relojes suizos y joyas para el Ministerio de Finanzas, material de guerra, piojos y bulla. (Carlos Martínez se ahorcó esa misma noche.) Fue una fiesta. Las milicias de Bustamante le rindieron pleitesía en la Plaza de los Bananos. Las falanges de Zacarini tocaron corneta en su honor. Sin embargo, Canisio no levantó tienda en el pueblo sino que siguió hasta el corazón de la selva en busca de los antiguos alcaides, las cuadrillas dispersas de los Escamiones y los adeptos de Fermín que estaban bajo el ala de la hechicería. Lo que vino más tarde fue una escandalosa polémica a nivel de los regionales: el abuelo de Canisio, en su cucullo de serpiente, el abuelo aquel que se plantara un jueves lejano con una pica delante de la metralla del viejo Abramonte en los límites de la selva con veinte legiones de arqueros apostados entre unos sotos de almendros a gallear por unas manchas de petróleo que habían encontrado en las dehesas y sobre las aguas del río: “¡Me están jodiendo la selva!”, “¡Me quieren estropear los árboles, cabrones!”, aquel mismo abuelo de entonces esperaba ahora a Canisio para hacerle un lío en la razón. —Un problema muy delicado —sostuvo Jergo. Al comienzo Canisio no lo oía. No oía a nadie. Oía su propia voz, la voz de su obra. Eso también era verdad. La primera noche en vela se acercó a un primo de Fermín que aún tenía plomo en la jeta y los párpados abiertos y le dijo: “¡Fanático infeliz!”, a sabiendas de que éste no podía escucharlo. Tampoco quiso oír a la mujer de Roque. —¿Y para qué hicimos tanta guerra, Canisio, para que un parásito nos chupe la sangre? Sentía lástima por ella. Estaba cansado. —Quítate esa mierda —le ordenó el abuelo. Canisio se puso a reír. —Te has vuelto viejo, abuelo. —Soy el padre de tu padre. El abuelo se refería al uniforme. A la semana siguiente le alcanzó a Canisio el mensaje de que sus tropas estaban yendo a comer a los emporios de Bustamante. El abuelo le enseñó la figura de un leopardo en la distancia. —Ese leopardo es más listo que nosotros. Canisio desdoblegó una esquela secreta que le traía un operario de las fábricas del cemento: “Jergo ha vivido a costa de los trabajadores del mundo, con fondos de los sindicatos, toda su vida. En hoteles. París. Varsovia. Pekín. California. Con estadías y viajes subvencionados por los trabajadores del mundo. Jamás ha hecho nada. Ni una vasija. Ni una greda. Ningún trabajo publicitario. Lo único que puede ofrecernos es la fealdad de su espíritu, la impotencia de su imaginación, el fiasco de su línea corrompida. Escrito: Roque”. Leída la nota, el correo la quemó, y se fue sin esperar respuesta. La noche en que a Canisio lo raparon, estaba la compañera Azul con él. Ella quería ayudarle. “La pequeña burguesía está aprovechando de meterle pan en la boca a los batallones de vanguardia”. Canisio no despegaba la vista de un puerco salvaje. Varias veces le tocó Azul por el hombro para que advirtiese sus palabras: “Con los Escamiones se marchó el poeta de nuestra lucha. Él era demasiado frágil, era demasiado pobre y limpio, como para tener nexos con el Pentágono. Fue una artimaña de Jergo”. Canisio le cerró los labios con sus dedos de piedra. “Eres una buena mujer, pero ándate. Llévate a Roque a España. Vamos a morir”. Lo dejaron desnudo a la luz de la luna, amarillo, espolvoreado con estigmas de croco y púrpura; la piel llena de arabescos y aceite de oliva. Ya no se le volvió a ver de otro modo, sino que meditabundo, con una oreja en el suelo, escuchando atentamente la fuga de los animales en la selva, en posición de tótem, con varios cientos de negros fieles a su alrededor que también oían pasos sobre la tierra, igual que una imagen, con una estatuilla de hueso en el pecho, un cinturón de lagarto, la cara entera de moscas verdes, salido del orbe, echado sobre las dunas —en la playa— no lejos de los chacales y de los leones, absorto en la danza de la muerte que gemía al fin de la aurora ya siete auroras completas. —¡Qué vergüenza! —exclamó Jergo. Era el primer cachiporrazo al movimiento huelguístico. Zacarini lo había llamado la semana pasada. Se iba de viaje. Partió con una columna escogida de guerreros y con el buen subterfugio de la revisión de fronteras. En el fondo iba a parlamentar con el indio Pedro González, a cargo de unir las tropas de Canisio que aún vagaban por la selva cazando monos para poder sobrevivir. Parado en la calle del obelisco, Jergo contó seis camiones de estibadores. En la puerta de su hotel oyó que unas viejas afilaban la lengua contra la mulata. —¡Ramera! —¡Putilla! Halló a la mulata hecha un paño de lágrimas. El negro toronjo de la caseta se había ido. Llegó a su chiribitil a duras penas. Respiraba mal. Era la pesadez de la atmósfera. Nadie conocía con exactitud la política de Bustamante. Un tipo asaz habilidoso. Jergo quiso llamar a la caseta de turno, pero el teléfono estaba sin línea. —¿Cómo? —preguntó—, ¿por qué? Los piquetes rompehuelgas habían chocado con la contumacia de Roque. Algunos milicianos no querían responder al fuego y simplemente se pasaban a las filas de los trabajadores. Eran los de Canisio. Jergo pensó que sería una buena táctica entablar un diálogo con Roque. Los atropellos de Bustamante ponían en peligro muchas batallas ganadas. Entrelazó con sus dedos la malla de segrí. Los gigantones del palacio de gobierno yacían sobre el césped —las armas lejos— con una oreja puesta en la tierra. Todo el mundo meditaba: la mulata Teresa, el teléfono, la radio, las cosas, los animales. La luna llena parecía reírse de él. (Era el bochorno) Alguien se puso a dar voces en los patios de la administración de que el mar no estaba en su sitio. La mulata dormía con las piernas abiertas sobre la cama sin haberse sacado las zapatillas. Hubo un crujido desagradable, como si le estuvieran quebrando la cintura al obelisco caldeo, y los vidrios se remecieron. Jergo se ajustó los lentes. Un segundo más tarde le hirió la pavorosa visión de que el mar andaba paseando en la Plaza de los Bananos. Vio una ola en el cielo. Era una masa bíblica de agua en el cielo. El firmamento se empequeñeció y la luna risueña se vino a pique dentro del agua: por su pieza se metió un tren abarrotado con fango, rocas y animales. Jergo quedó ensordecido, sintió que se le rompían los huesos, un chicotazo, y aún pudo divisar a la luna blanca bajo el agua tibia, la luna difusa, mientras se ahogaba. Hubiese querido preguntar qué sucedía. ** Marco Villarroel Bruna http://www.letralia.com/firmas/villarroelbrunamarco.htm Escritor chileno (Quillota, 1945). Reside en Suecia desde 1973. Titulado en matemáticas, es también lingüista y programador. Ha publicado Bosquejo de otoño (1978), Cuentos en el exilio (1980), La olla del tiempo (1989), El círculo de Venus (2010) y Una vaga complicidad (2012). Trabajó en la Universidad de Uppsala (http://www.uu.se). Actualmente está jubilado. === Poemas Vicente Picó Galache ====================================== *** Promesa Cuando todo termine seguiré viviendo por ti, bajo el último pétalo caído, en las ruinas de la ciudad. Seguiré el reguero de tu sangre hasta el final de mi incendio. Besaré lo que quede de tu cuerpo, guardaré el halo final de tu vida como tesoro rescatado del saqueo y llenaré mi corazón de palabras, para leerlo siempre y cerciorarme al fin de que aunque lejos, muy lejos de mí, permaneces cerca y viva. *** Lo que un día fue nieve Podría amar eternamente sin malgastar un solo beso y sentirme lágrima en el pozo de una noche deseada, o sangre inadvertida que sortea la sombra en su reflejo, y ya muy ciego acompañarla en su fiel cometido de líquido y agitar el deseo hasta mi fiebre, ser alimento que la multiplique hacia el milagro de una dicha cierta. Podría incluso morir para nacer de nuevo, en un vientre distinto, ser niño con el silencio a cuestas, caminar muy despacio con los ojos como firme metal incrustado en una pared muy fría. Podría dejar mi alma en silencio, como un desfile militar, como un cuerpo deshabitado junto al inerme juguete, y desandar el sueño equivocado, borrar el tiempo de un soplo. Y aunque esto sucediera no quedará más báculo que el llanto, la vida se repite como el tañer de campanas, amanece el mismo cielo porque el amor no rectifica y siempre lloramos a destiempo. *** Las voces del pasado Queda el árbol solitario anclado en las raíces del tiempo, temblando por la ausencia de lluvia bajo un cielo olvidado de pájaros; nada queda en esta tierra salvo huellas que al viento ignoran. Muy cerca, el pasado resuena como trueno de múltiples ecos, extiende sus alas ocultas, no se agota, resucita aves de fuego lento que picotean las nubes de la memoria, campana sin voz, brocal de la locura, que permanece ciega e impasible al soplo repetido del presente. *** Las dudas llegan al corazón Duermo bajo el gran árbol cerrando mis pupilas al mundo. Cuerpo de corazón doliente, absorto por el vértigo de las luces, por la belleza que no alcanza, duda, se balancea ante el miedo, reza y reza hasta el arrepentimiento, no por el dolor causado sino por la oración misma vomitada a un dios de barro escondido en su infinita siesta. Cuerpo de corazón valiente, que deja la piel como ofrenda de su irredento amor, guardián de violetas tristes en paraísos de inocentes sueños, que sangra y riega la tierra, cae y se levanta cae y se levanta arañando segundos a la muerte. *** La huella del deseo Dime qué es la vida sino incógnita constante, un puente larguísimo escoltado por gárgolas ciegas que yo fui construyendo para atraer tu mirada, para que retrocedas hasta la llama de mi voz, o mucho más lejos, hasta el inicio del deseo. *** La herida de tu cuerpo Otra vez tú y tu cuerpo. Lo llamaré flor o delirio, lo llamaré como tú quieras, nombre de mujer o fresa. Cercano como el aliento, trémulo y al fin desnudo besa la raíz de mi herida, sortea la avalancha de mi boca. Tu cuerpo y mi emboscada, y la definitiva huida. como botín: mi deseo. ** Vicente Picó Galache http://www.letralia.com/firmas/picogalachevicente.htm Escritor español (Valencia, 1957). Textos suyos aparecieron en la selección Cuadernos Béticos (1978) de la Alianza Literaria Andaluza. Ganador del segundo premio del certamen de poesía Villa de Iniesta 2013. Asiste a diversas tertulias literarias de Valencia. Trabaja como asesor fiscal. === Un cuento inspirado en la historia de Raskolnikov ===================== === Sócrates Adamantios Tsokonas ========================================== De la soledad es primogénito y, según dicen quienes lo han visto alguna vez, entre todos sus hermanos, es el más parecido a ella. Hoy anduvo por calles ocultas como olvidado de sí mismo, con las ropas que primero aparecieron a su vista cuando, después de abominable sueño, decidió salir de su habitación para así encontrar aire más fresco, pues el que había dentro todavía estaba impregnado del mismo terror que lo había sacado de la cama. Una vez que salió de la pensión, y tomando por una vereda que nadie conocía, se adentró por entre los matorrales con presta determinación. Quienquiera que lo hubiese visto nunca habría pensado en dirigirle una sola palabra; si acaso se conformaría en seguirle con la mirada y por muy cerca que de él se encontrase hubiese sido incapaz, por respeto o por temor, de interrumpirle en medio de sus pensamientos mostrándole algún tipo de cortesía. Su rostro expelía un aire abigarrado de emociones y los ojos infundían desconfianza. Sus movimientos estaban llenos de sigilo, pero no por ello dejaban de ser rápidos, más bien tenían algo de urgencia inescrutable, de un ahora o nunca. Por los alrededores de la pensión todos lo conocen únicamente por el despertar general de la curiosidad, pues como nadie sabe qué es lo que le ocupa ni cuál es su oficio surgen en las casas contiguas conversaciones en las que se sugiere que el hombre trabaja lejos de la ciudad; ya que después que sale con paso ligero, a la misma hora y con puntualidad extrema, alguno lo ve llegar hasta la primera esquina y luego desaparece sin que sea advertido su posterior regreso. Nadie lo ve sino hasta el día siguiente a la hora acostumbrada. Nunca nadie lo veía regresar a la pensión, en la que vivía desde que su tía había muerto. Y no teniendo ésta otra familia le dejó todas sus pertenencias materiales que, por cierto, no constituían gran patrimonio. Después del penoso incidente, quedándose él sin nadie a su lado, pensó que lo mejor sería abandonar el pueblo en el que vivió largos años con la tía, mujer ya mayor aunque siempre afable, para así poder desligarse del todo de los recuerdos que le agobiaban. Entonces fue cuando llegó a la pensión, cuya dueña lo único que hacía por él, y muy responsablemente, era ir hasta su habitación y recoger el pago que debía entregar todos los meses. Sin embargo, el conocimiento que tenía acerca de su inquilino apenas sobrepasaba por poco el que obtenían los vecinos por medio de la especulación. Una noche todos se enterarían del oficio de este hombre. En la mañana de ese mismo día, aparecieron debajo de la puerta de una mujer un sobre negro sin ninguna identificación excepto por dos números que aparecían en el centro y, junto a él, un papel en el que había dibujados lugares cercanos al sitio donde se hallaba la pensión. La mujer, muy angustiada, tomó con sus propias manos la extraña correspondencia y la colocó despreocupadamente encima de una mesa puesto que era otra la cuestión que en aquel momento le interesaba y sin saber cuál era su contenido alzó el teléfono. Haciendo algunas llamadas se dio cuenta de que su intranquilidad era bien fundada. Habiéndose despertado temprano aquella mañana, la mujer notó que su hija no había dormido en casa y, después de llamar a algunas de las jóvenes amigas de su hija, no recibiendo noticia suya, su intranquilidad se tornó súbitamente en histeria. De todas maneras, la hija de aquella mujer ya estaba muerta. Era la única hija de la dueña de la pensión; una muchacha de unos dieciséis años. La joven, habiendo sostenido secreto amorío con un hombre mucho mayor, no quiso poner a su madre en conocimiento de aquel romance sabiendo que no iba a serle grato. Sin embargo, queriendo poner fin a la furtiva relación, optó por ver a su enamorado quien le sugirió un lugar que sólo éste conocía y en el que, por ser un tanto apartado, se podría conversar con apacible regocijo. Así, pues, se encontraron en la noche en una pequeña plaza que ambos frecuentaban y de allí se dirigieron hasta el sitio. Después que el hombre se enterara de la intención de la joven, todo cambió imprevisiblemente. La agarró con gran impetuosidad por el tierno cuello y después de abalanzarla una y otra vez contra un enorme árbol y sacudirla vehementemente de un lado a otro se dispuso a hacerle sonar la cabeza por última vez contra una loza de piedra que descansaba sobre la larga vereda. Al hombre nadie le vio regresar nunca a la pensión, como era costumbre. Desapareció al llegar hasta la esquina, como siempre lo hacía, pero esta vez para nunca volver. Antes de dejar la ciudad, enterró el lastimado cuerpo de la joven como al de un perro, sin solemnidad alguna, después de haberle dejado a su madre por escrito el motivo por el que su hija no volvería más a casa y el lugar donde yacía sepultada desde la víspera, además del dinero correspondiente al último mes de renta que, por ser ésta la última vez, quiso llevarlo él mismo junto con todo lo demás para ahorrarle a la casera una nueva pena. ** Sócrates Adamantios Tsokonas http://www.letralia.com/firmas/tsokonassocratesadamantios.htm Ensayista grecovenezolano (Caracas, 1979). Egresado de la Escuela de Letras de la Universidad Central de Venezuela (UCV, http://www.ucv.ve, 2007). Se dedica a investigar y redactar ensayos con miras a su publicación como libros, en diarios, o revistas. === Poemas Carina Sedevich =========================================== *** De Incombustible Del verano de dios 1 El amor es redondo, tiene forma de aro: por eso los novios se regalan anillos. Y ponerse el anillo es penetrarse un poco. Cuando a los 18 años me casé la mañana de un viernes 25 de enero embarazada de seis meses yo llevaba un anillo y él también. * Eran anillos de oro. Mi mamá fundió mi pulsera de bautismo para hacerlos. Lloré toda la mañana y fue eso. Con la pulsera de oro fundió mi tiempo de nena. Le puso una lápida a mi candidez, me entregó. Para ella ya no era su chiquita. La pulsera de oro que me dio mi madrina hecha agua de lava lavó mi pecado. * Mi primer marido y padre de mi hijo perdió su anillo de oro esa semana en una pelea callejera. Era un huérfano de apenas veinte años muerto de miedo que no sabía mentir. 2 El amor es redondo, tiene forma de útero. Por eso los hombres nos regalan anillos. El anillo se puede erigir en una prenda del sexo por amor y desamor. La madrugada del martes 25 de enero del verano de dios del año dos mil once encontré un anillo igual al mío en aquel puestito de artesanos. Era enorme y le quedaba exacto en el dedo anular de la siniestra a mi segundo marido y casi padre de los dos hijos que perdimos. En su mano de gringo se veía bonito. Le pregunté si lo usaría y asintió. Lo mirábamos y estábamos seguros: de ese año lo nuestro no pasaba. Los sauces que caían sobre el río. Los insectos. Los chicos que corrían. ¿Las estrellas? ¿El viento? No lo sé. De todas formas yo le tomé la mano y lo besé. Caminamos por la tierra hasta la casa. 3 El amor es redondo, tiene forma de ojo. Las mujeres nos ponemos anillos para vernos. O para dejarnos ver por dentro. Mi tercer marido suele apresurarse. Me abrazó bajo los pinos de la casa vieja en vísperas del pasado 25 de enero. Dice creer en la inocencia de los signos pero en verdad cree en los golpes secos. Quiso tirar al río nuestro anillo. Dice que no lo honro de verdad. Que no creo en él ni en sus diamantes. Pero el amor es redondo. * Ponerse un anillo es penetrarse un poco. El anillo se puede erigir en una prenda del sexo por amor y desamor. Las mujeres nos ponemos anillos para vernos. O para dejarnos ver por dentro. * Crujían las agujas de los pinos. El pasto crecía. Los gatos esperaban. ¿El sol caía? ¿El calor insoportable? No lo sé. Es que el amor es un aro, es un útero y un ojo. === Cuando yo tenía doce años no comía. Mi mamá me decía que me iba a morir. Pero yo acariciaba mis pómulos, mis costillas, los huesos de mi pelvis. No hay nada, mamá, como el sabor de la muerte. === Escribir es mi única osadía: bien vale dorar una cebolla, un pedacito de cebolla morada, desteñirlo en la manteca para olerlo. La soledad es mi única osadía: bien vale estirar el mantel sobre la mesa preparar el plato azul y los cubiertos y masticar mirando la ventana. Incombustible fue editado en 2013 por Alción Editora de Córdoba, Argentina, y reeditado en Buenos Aires y en España, con traducción parcial al mallorquí. *** De Escribió Dickinson La naranja de hoy estaba seca. La turgencia no garantiza nada. Ni el color rabioso, ni el botón saliente que acaricié en la góndola del súper. La naranja de ayer no era perfecta pero sus gajos estallaban. Eran bastante buenas las naranjas que me tocaron durante la semana. Hoy el recuerdo de otro jugo no me alcanza. Y el amor que tuve no me moja la boca. === Aquel verano, cerca de Navidad, te di la mano una noche, en la casita. El universo se reconstruyó, como Pessoa diría —sin esperanza, por instinto divino— y mi corazón giró como una bola de esas transparentes que se vuelcan para que caiga nieve sobre otra casita donde la Navidad es en invierno. === Hoy disolví un amor. Algunos signos se vieron desplazados. Algunos otros quedaron en el aire. Podría pensarse que es un día distinto. Lo único cierto es que empezó el invierno. === Esas castañas se llaman anacardos. Y los árboles que estaban junto al mar no eran castaños. Merecían un nombre más bonito. Nuestras fotos de turistas se parecen a todas las fotos de turistas. Nuestros destinos de turistas se parecen a los destinos de todos los turistas. Y la vida que pasa después de nosotros se parece a la vida que alguna vez tuvimos. Es injusto. Esas castañas se llaman anacardos porque parecen corazones. El libro inédito Escribió Dickinson aparecerá en abril de 2014 en la Colección Fénix de Poesía, dirigida por Pablo Anadón (Editorial Brujas, Córdoba, Argentina). ** Carina Sedevich http://www.letralia.com/firmas/sedevichcarina.htm Poeta argentina (Santa Fe, 1972). Reside en Villa María, Córdoba. Ha publicado la plaqueta Una nube decapitada y grave (Córdoba, 1998) y los libros de poesía La violencia de los nombres (Santa Fe, 1998); Nosotros no (Santa Fe, 2000); Cosas dentro de otra cosa (Santa Fe, 2000); Como segando un cariño oscuro (Córdoba, 2012), e Incombustible (Córdoba, 2013). Parte de su obra ha sido incluida en antologías y blogs de diversos países. Es docente universitaria en comunicación y semiótica. === Psiquiátrico Eva Medina Moreno =================================== Abrí los ojos. Todo blanco. El blanco se extendía del techo a las paredes y llegaba hasta la cama a través de las sábanas. Noté un picor en uno de los brazos. La vía, que trataba de ocultarse tras los esparadrapos. Cerré los ojos; quería encontrar las imágenes, pero sólo había negrura. La puerta de la habitación se abrió. Una enfermera, me traía pastillas. Me preguntó qué tal estaba y le contesté con un “estupendamente” raro. “Es-tu-pen-da-men-te”. El ritmo, la aceleración de las sílabas, que se repitieron decelerándose con un tono de burla. “Es-tu-pen-da-men-te”. Luego resonaba en mi cabeza en un modo interrogativo que producía risa y el acento cambiaba de una a otra sílaba y con cada cambio el significado variaba. Y yo frente a la palabra dicha, como si la hubiera pronunciado otra persona, sacada de una conversación de la calle o de una escena de alguna película en blanco y negro. Necesitaba ir al baño. ¡Qué coñazo! Con el suero a cuestas. Era un castigo, ese trozo de plástico que se agarraba al brazo. Parecía succionarme; quitar en vez de dar. Me levanté de la cama. Los músculos como si hubieran sido apaleados; me costaba moverlos sin que doliesen. Con la mano derecha agarré el suero por la barra de metal que lo sujetaba y fui arrastrando los pies hasta llegar al baño. Me bajé los pantalones con lentitud. Una imagen me vino a la mente. Una mujer se acercaba, parecía decirme algo al oído. Debía de ser gracioso porque no paraba de reírme. Sentí dolor, bajé los ojos y vi su mano enroscada en mi pene. Me echaba hacia atrás, dolía pero me reía; me hacía tanta gracia. Yo, contra la pared, sin calzoncillos, los pantalones en el suelo. De la mujer solo recordaba su pelo negro alborotado y unos labios carnosos de un rojo fuerte que se extendía por toda la cara. Seguía en el váter. Antes de subirme los pantalones del pijama, me fijé en el pene; estaba morado. Tiré de la cadena y cogí el suero. Al pasar por el espejo, el reflejo de mi cara me inmovilizó. Unos ojos saturados, como si lo visto se fuera derramando por los bordes y ya no pudieran o no quisieran ver más. Las cuencas de los ojos muy hundidas, las ojeras casi negras y unos pómulos hacia dentro, que resaltaban la mandíbula. Me alejé, arrastrando unos pies que parecían ir sobre raíles en una vía de tren abandonada. Fui hacia el otro lado de la cama. Dejé el suero a la derecha y me senté en el sillón negro. Miré el líquido incoloro. Me asaltó la imagen de una lavadora y mi cuerpo, diminuto, acurrucado, dentro. Y la lavadora daba vueltas y vueltas, y yo repetía los mismos movimientos, veía la misma ropa y un exterior tan irreal, tan alejado. En esta imagen alargaba la mano, como si quisiera tocar algo de ese exterior. ¿Saldré de aquí?, me preguntaba. Y una voz me contestaba que no, pero otra me decía, cuando te recuperes. Cerré los ojos apretando los párpados con fuerza; intentaba acallar las voces. Las voces se fueron alejando, pero ese “¿saldré?” zumbaba en mi mente. Llevaba un rato en el comedor. Miraba la comida. Trozos de carne grisácea, con grasa, y unas patatas fritas que parecían de cera; rígidas como cadáveres. Me fijé en los demás; tampoco comían. Las caras, nunca olvidaría esas caras. Los ojos, como si los hubiesen vaciado, recubriéndolos con una capa de cemento transparente; ya estaban seguros, allí nada podían temer. Y esas muecas histriónicas que simulaban sonrisas. Esas muecas me producían ganas de vomitar, como si en la pared de enfrente hubiera un espejo y constatase que yo también participaba en ese juego diabólico. Un toque en mi hombro derecho me recordó que estaba allí para comer. Contesté con un movimiento de cabeza y el tenedor se introdujo en la carne escarchada de una patata. Me vi trepando una pared. Después, mi cuerpo en el suelo. Encima del tejado un gato. Me daba rabia no acordarme bien de lo ocurrido, tener huecos. El plato de carne y patatas seguía allí, como si se burlara de mi suerte. Tengo que irme, me dije, pero ¿adónde? Salí al pasillo. Lo recorrí de arriba abajo. Luego entré en una sala pequeña, al lado de los servicios. Había un hombre con barba sentado al borde de una silla, balanceándose como si acunase a un bebé. No hablaba. Ya me había fijado en él. Todas las tardes, a la misma hora en la misma silla. Si alguien se había sentado allí, pataleaba hasta que le dejasen su sitio. Me acordé de la mujer del mango de paraguas y el marco sin foto. Los llevaba siempre. En el comedor trataban en vano de guardárselos; comía con ellos sobre la falda. Me fui de la sala. Pasé al lado de la escalera y un grupo de hombres y mujeres me pidieron tabaco. “Un cigarrillo, un cigarrillo”. Manos, muchas manos. Grandes, pequeñas, oscuras, más claras. Ese agarrar y soltar. Las marcas del pasado. Lo que estaba escrito en esas manos. Me apoyé en la pared, cerré los ojos. Cuánta necesidad había allí de que les diesen; que les dieran y, cuanto más, mejor. ¿Soy yo así? Preferí no contestar y seguir caminando como si nada hubiese ocurrido. Me alejé, yendo hacia el otro extremo del pasillo. Al volver, algunos de ellos se apoyaban en las paredes con desesperación. Los veía como si fueran bolos esperando la inercia de una esfera que les hiciera caer; que la caída de uno provocase la del otro, y, aunque supieran lo que iba a ocurrirles, esperasen con indiferencia ese final. Fui a mi cuarto, cerré la puerta y me senté en el sillón. Mi cabeza giraba. Las ideas iban y venían. Las imágenes, diapositivas de un viaje diabólico; un viaje en el que nunca pensé que participaría. “¡Dios mío, qué hago aquí!”, dije mientras me cogía la cabeza entre las manos, apretando para que todo aquello muriera. Pero ahora los dementes daban vueltas alrededor, como perros sabuesos en busca de su presa. Unos ojos vacíos me miraban. Un hombre gritaba, “mi silla, mi silla”. Manos, muchas manos intentando agarrarme. Y yo, apretaba con fuerza para que esas imágenes desaparecieran. Fuerte, cada vez más fuerte. ** Eva Medina Moreno http://www.letralia.com/firmas/medinamorenoeva.htm Escritora española (Madrid, 1971). Licenciada en filología inglesa y diplomada en profesorado de Educación General Básica, por la Universidad Complutense de Madrid (UCM, http://www.ucm.es). Tiene también el título del Ciclo Superior en Inglés de la Escuela Oficial de Idiomas de Madrid (http://www.eoidiomas.com), y el Certificate of Proficiency in English por la Universidad de Cambridge (http://www.cam.ac.uk). Ha realizado talleres de relato y novela. Ha asistido a seminarios y cursos de literatura, y a cursos sobre la obra de escritores como Luis Mateo Díez y Laura Restrepo, que los propios autores impartieron. Premiada en el I Certamen Literario Ciudad Galdós por su relato “Tan frágil como una hormiga seca” (Editorial Iniciativa Bilenio, 2010). Seleccionada en el V Premio Orola, en cuya antología se incluyó su relato “Mi bodega” (Ediciones Orola, 2011). === Poemas Álvaro Martín Peraza ====================================== *** Cascada o kengai A la hora en que el sol se eleva como un salmo. Roberto Méndez De las manos del jardinero hacia el vacío caen las ramas que sacuden la plenitud del equilibrio. Tiesto de barro que al aire lanza sus respiraciones últimas contra las turbulencias que en los tallos hasta el descenso asoman. A veces en la luz hay minúsculos retoños que amanecen para sorber enebros en saltos de agua del Tequendama: fecundados por la mansedumbre desde la belleza de la caída. El alma es fértil para sembrar la mínima clorofila que algún sueño inhala. Tiemblan las frondas a ruego de tijeras bajo la música táctil de los dedos: miniatura del soplo que el horizonte cansa para imitar la fuga. Quien pudo hacer de la calma una corteza liliputiense sabrá que todo lo que se muestra enano por dentro es grande / y devuelve la réplica de lo que le es más ilimitado a los ojos. Antes que el nogal suceda en su acrobacia selecciona el jardinero de las pulsaciones el tiempo dado en prodigio a la esperanza que cultiva, por los vástagos ofrece el universo a la contemplación doméstica de lo que pudo ser más hondo. En su oficio de coagularse en las venas del árbol la amaestrada soledad que crece le deshoja los brotes al sosiego. *** El peregrino Me alimento el vacío con un trozo de dios abandonado. Ileana Álvarez Por latir el sosiego la manía de abrazarnos el rostro en fértil yesca. El camino que aviento no obedezca al quicio que planea sobre el día. Horizontales horas subo al alba, en secuencias del torso que la muerde. Sacude el abandono al sol si pierde la memoria del hombre que lo salva. Doméstico en su fiebre, bajo fondo el margen que nos crece, reverencio contra el límite manso, vid que escondo. En vigilias del aire me sentencio la soledad que sana en donde hondo el peregrino esculpe otro silencio. *** Dársena de los amanecidos El desamparo posa para aquel que doma la tardanza de las noches. Amanezca el que ayuna los derroches del día que se entrega a otro cincel. Haz que sea la sombra el manantial sobre el deseo antiguo de dormirse; adentro el equilibrio ha de escurrirse como la mudez que arde en espiral. /Onírica esperanza contra el leño/, brújulas cuelga el aire hacia los ojos que viven los acróbatas del sueño. —Oh parsimonia—, en sitios de la fuga con los nervios del sol baja el enjambre de la piedad del cuerpo que madruga. ** Álvaro Martín Peraza http://www.letralia.com/firmas/martinperazaalvaro.htm Locutor, poeta, investigador y artista plástico cubano (Santa Clarita, Chambas, 1989). Reside en Florencia. Coordinador del proyecto de radio comunitaria Ecos de la Montaña. Es especialista en comunicación cultural de la Dirección Municipal de Cultura de Florencia. Textos suyos han sido publicados en el blog Cubaladécima (http://peglez.blogspot.com) y en las revistas Carta Lírica y Videncia. === Microrrelatos Ricardo Martínez-Conde ============================= *** Olor a naranja Su expresión era de dignidad y tristeza. Iba vestida con estricta humildad. Al pasar a mi lado me llegó, perceptible, el olor a naranja que se iba comiendo. Luego se inclinó a recoger las dos bolsas donde transportaba todas sus pertenencias. Yo reparé en la bolsa de basura en la que ella había hurgado para recoger la naranja. *** Viaje al cielo Al pasar junto al crematorio, he visto salir un hilo de humo que hacía como un requiebro en el aire; parecía un juego de seducción. Seguro que era mi abuela. Se murió ayer y todos sabemos que siempre fue muy presumida. *** Feliz viaje Consiguió, por fin, ir al lugar de sus sueños, y allí conoció la felicidad. Luego se despertó. *** Murió Valoraba su vida en algo más que una anécdota pasajera. Y quería ser un hombre de su tiempo, así que, sobre su tumba, bajo su nombre, se lee: Ya no vive Consulta el pendrive En un ángulo de la lápida, de mármol negro, hay practicado un hueco perfectamente labrado donde se ubica el citado aparatejo. Está protegido de las inclemencias de Tiempo (esas que han afectado al titular) mediante una tapa practicable. Se extrae, se siguen las instrucciones de uso, y se reintegra a su paz. “Que mis amigos, deudos, allegados e incluso curiosos sepan de mí por mí”, se había dicho en vida. Contiene una autobiografía comentada, con ilustraciones ad-hoc. Hoy nieva, pero él continúa fiel a la Causa. ** Ricardo Martínez-Conde http://www.letralia.com/firmas/martinez-condericardo.htm Escritor español (Sanxenxo, 1949). Cursó los estudios de filosofía y letras y el doctorado en la Universidad Complutense de Madrid (http://www.ucm.es). Textos suyos han aparecido en la Revista de Occidente, el Boletín Galego de Literatura y las revistas Clarín, Claves y Extramundi. Además ha sido colaborador en diversos periódicos. Ha publicado los poemarios en gallego Lento esvaece o tempo (Milladoiro, 1990), Orballo nas camelias (Sotelo Blanco, 1993), O silencio das árbores (Espiral Maior, 1995), A núa lentitude (Follas Novas, 2001) y Compostela, vella memoria (3C3, 2003); y, en castellano, Los argumentos de la tarde (A.G., 1991), Sombras del agua (Endymión, 1993), Evoë (Calambur, 1997) y Los días sin nombre (Calima, 2000, premio Benasque de Poesía). En prosa ha publicado, en gallego, Os simbolos de Galicia (Cª Cultura, 1993) y Debullar (Galaxia, 1998) y, en castellano, Cuentas del tiempo (Pre-textos, 1994), La figura del Rey según Quevedo (Una lectura de la "Política de Dios") Ed. Endymión-Mº Cultura, Madrid, 1996, Alusión al paisaje (Calima, 2002). Ha recibido diploma de honor en el Concurso Internacional de Relatos Breves "Jorge Luis Borges" (California, 1992) y el premio Reimóndez Portela de Xornalismo (A Estrada, 1997). === Poemas Leonardo Bonansco ========================================= *** A la poesía Tengo tanta poesía que no quiere salir de mis pupilas. Que egoístamente Se quiere morir allí y apenas a veces sale rodando, cual lágrima, por entre las manos delgadas y finas que así quedaron, que tan sólo escriben una décima de lo que podrían escribir, que tan sólo se inspiran cuando las arrugas (Heridas. Verdaderos tajos de tiempo) del rostro de los padres van floreciendo a nuestra vista y paciencia. Un segundo de día Una eternidad de noche Por favor. Es lo único que tenemos. *** Nosotros, los dueños de la luna Sola, enorme, perdida, transformada Venenosa, desdichada, solitaria, Ni muy cerca, ni muy lejos. Nosotros los dueños de la luna caminamos hacia ella, como si fuera nuestro único norte. Nosotros, los dueños de la luna, la observamos desde nuestros ventanales y sentados en nuestras duras sillas de roble, escribimos su reflejo. Nosotros, los dueños de la luna, que ya ciegos estamos, la seguimos describiendo, mientras que su portentosa mirada engañosa nos señala versos de parajes nocturnos. Nosotros, los dueños de la luna, aún nos alegramos de su decidor silencio. Nosotros, los dueños de la luna, que vemos cómo su soplo quema al cristal que nos baña enfurece a la costa y borra las huellas, nos ahogamos, quizás, en el soplo y la espuma de las noches que no nos pertenecen. Nosotros, los dueños de la luna, un día ya no cantaremos y nuestro eco ya no bajará desde el portento de tu ciclo y cuando esa noche llegue y sólo silencio y respiro se escuche, la desnudez de tu imagen se limpiará de palabras. *** Gracias a la noche Gracias a la noche Silenciosa Ya no tengo ni el crepúsculo Gracias a su infinito Reflejo Sin murallas, las pupilas Se me ahondan. Las estaciones se extraviaron. De las visiones, sólo queda un puñado de luces un puñado de sombras más oscuras que el propio silencio. De noche De oscura noche De profunda luna Se ahogan las costas El granito de arena se humedece Y el estruendo quejumbroso De las olas galopantes Grita roncamente Por las hendiduras de las rocas. Las piedras, solas en su quietud vibran y resuenan como campanas contra la espuma. Se oponen Persisten, solas en su quietud Perduran, infranqueables Por los límites marinos. Gracias a la noche Silenciosa Vivo en el desvío Gracias a su infinito Reflejo Los versos caen en el papel Sin destino, ni ordenanza. ** Leonardo Bonansco http://www.letralia.com/firmas/bonanscoleonardo.htm Escritor chileno (1990). ||||||||||||||||||||||||||| POST SCRIPTUM ||||||||||||||||||||||||||| “En tiempos tan desgarradores no se puede escribir suavemente. Sin delicadezas a nuestro alrededor, imposible fabricar textos exquisitos. Escribo para pinchar un poco y obligar a otros a oler la mierda. Hay que bajar el hocico al piso y oler la mierda. Así aterrorizo a los cobardes y jodo a los que gustan amordazar a quienes podemos hablar”. Pedro Juan Gutiérrez, Trilogía sucia de La Habana (1998). === Cómo publicar en Letralia, Tierra de Letras =========================== Antes de enviarnos algún texto para publicar en Letralia, le agradecemos leer nuestras condiciones de publicación. Usted puede verlas en el Web en http://www.letralia.com/tierradeletras/publicar.htm. 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