~~~~~~~~~~~~~~~ Año XIX Cagua, Venezuela Nº 300 ~~~~~~~~~~~ ======================================= ~~~~~~~~~~~ LETRALIA, Tierra de Letras ~~~~~~~~~~~ http://www.letralia.com ~~~~~~~~~~~ ======================================= ~~~~~~~~~~~ 20 de mayo de 2014 ~~~~~~~~~~~ 18º ANIVERSARIO ~~~~~~~~~~~ ~~~~~~~~~~~ LETRALIA, Tierra de Letras, es ~~~~~~~~~~~ la revista de los escritores ~~~~~~~~~~~ hispanoamericanos en Internet. ~~~~~~~~~~~ Usted puede enviarnos sus ~~~~~~~~~~~ comentarios, críticas o material ~~~~~~~~~~~ literario a info@letralia.com ~~~~~~~~~~~ ~ * ~~~~~~~~~~~ ~~~ JORGE GOMEZ JIMENEZ - Editor ~~~~~~~~~~~ ~~~~ Depósito Legal: pp199602AR26 ~~~~~~~~~~~ ~~~~~ ISSN: 1856-7983 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ === Sumario =============================================================== | Veredicto del Concurso Nacional de Cuentos “Teresa | Breves Hamel”. / Hay alguien allí, primera película venezolana | sobre el autismo. / La mirada impar, de Alejandro G. | Roemmers. / Vigilia, de Ricardo Juan Benítez. / | Exposición Europa en Venezuela. / Concierto en tributo a | Cheo Feliciano, en El Hatillo. / Curso “Escritura para | fotógrafos”, en Madrid. | | Murió a los 84 años el crítico mexicano Emmanuel | Noticias Carballo. / Reina María Rodríguez gana el Premio | Iberoamericano Pablo Neruda. / Realizan en Pekín lectura | pública de Cien años de soledad. / Policlínica | Metropolitana premió a escritores jóvenes venezolanos. / | Premio Formentor de las Letras 2014 para al español | Enrique Vila-Matas. / José Emilio Pacheco fue recordado | por los mexicanos en el Día del Libro. / Investigadores | preparan “exhaustivo” informe sobre restos de Cervantes. | / Por primera vez en 33 años es declarado desierto el | Premio José Hierro. / Organizaciones culturales | puertorriqueñas se reúnen en una asociación. / Leonardo | Padura gana el Premio de Novela Histórica “Ciudad de | Zaragoza”. / La española María Victoria Atencia gana el | Premio Reina Sofía de Poesía. / Libros que Vargas Llosa | donó a biblioteca de Arequipa ya son accesibles. / | Fallece a los 97 años la escritora española Mercedes | Salisachs. / Recuperan un poema de César Vallejo | publicado hace 75 años. / Horacio Castellanos Moya gana | el Premio Iberoamericano Manuel Rojas. / Realizarán | serie televisiva El Chivo, basada en novela de Vargas | Llosa. / Venezolano Méndez Guédez novela la realidad de | su país en Los maletines. / Más de 60 intelectuales | venezolanos participan en proyecto visual. / Letralia | celebra con un libro digital sus 18 años y su número | 300. / Celebrarán en junio el XI Festival Mundial de | Poesía de Venezuela. / Analizarán en Madrid las últimas | obras de Miguel de Cervantes. | | “Una pregunta exclusiva e inocente, una respuesta | Artículos y descarnada y reveladora”, Gustavo Rubén Giorgi. / “Cien | reportajes años de soledad: el otro modo de narrar a América”, | Gabriel Jiménez Emán. / “Diomedes Díaz: el | espantapájaros que conquistó un anaquel en la historia | de Colombia”, Enoin Humanez Blanquicett. / “El “Grand | Tour” de Albert Camus”, Carlos Fernández Pérez. / “Humor | agridulce: nota sobre el cine de Luis Estrada”, Maikel | A. Ramírez A.. / “Gustavo Adolfo Bécquer (y XII). En el | santuario (Peñalba de Villastar)”, Vicente Adelantado | Soriano. / “Perdida, de Gillian Flynn”, José Luis Muñoz. | / “Ricardo Llopesa, socio de honor de Concilyarte”, Mila | Villanueva. / “Un comentario tardío sobre Los héroes son | villanos tímidos, de José Pulido”, Julia Elena Rial. / | “Untémonos de Colombia (así es el Pacífico)”, Umberto | Amaya Luzardo. | | Jorge Edwards: “El país narrado desapareció”, entrevista | Entrevistas por Augusto Rodríguez. | | “Rosario Tijeras: subversión y trasgresión de las | Sala de ensayo fórmulas de la narcoliteratura”, Craig Klein Dexemple. / | | “Al fin, sola”, Catalina Kühne Peimbert. / “Antiguas | Letras postales del fin del mundo” (extractos), Pedro Enrique | Rodríguez. / “Él”, Blanca de la Caridad Caballero | Pacheco. / Tres poemas medievales de Guillermo Aguirre | Martínez. / “Helechos almendrados”, Miguel Alejandro | Hernández Rocha. / Cinco textos de Jesús Peñalver. / | “Cómo murieron nuestros hijos”, Juan José Colomer Grau. | / “Las espléndidas ciudades” (extractos), Sergio García | Zamora. / “Dos cuentos breves y preñados de soledad”, | Amílcar Adolfo Mendoza Luna. / Poemas de Diana María | Ivizate González. / “La hija”, Cecilia Ferreiroa. / | “Elegía”, Norah Vaamonde Olive. | | Antonio Tabucchi. | Post Scriptum | =========================================================================== Premio Unicornio 1997 como Evento Cultural del Año http://www.geocities.com/SoHo/8753 =========================================================================== Premio "La Página del Mes" de Internet de México el 3 de mayo de 1998 http://www.internet.com.mx =========================================================================== Premio "Web Destacada del Mes" de MegaSitio en diciembre de 1998 http://www.megasitio.com =========================================================================== Premio Katiuska de El Mundo Diferente de Katiuska, en enero de 1999 http://www.redchilena.cl =========================================================================== Premio Key Site Award, de Fortress Design, en mayo de 1999 http://www.fortressdesign.com =========================================================================== Premio a la Excelencia, de Exodus Ltd., en mayo de 1999 http://www.exodusltd.com =========================================================================== Premio Mejor Página de Poesía, de La Blinda Rosada, en julio de 1999 http://blindarosada.org.ar =========================================================================== Segundo lugar en los premios Lo Mejor de Punto Com, diciembre de 2004 http://www.lomejorde.com =========================================================================== Finalista en los premios Lo Mejor de Punto Com, octubre de 2005 http://www.lomejorde.com =========================================================================== Finalista en los premios Stockholm Challenge 2006, Estocolmo, Suecia http://www.stockholmchallenge.se =========================================================================== Premio Nacional del Libro de Venezuela 2007, Centro Nacional del Libro http://www.cenal.gob.ve =========================================================================== Finalista en los premios Stockholm Challenge 2008, Estocolmo, Suecia http://www.stockholmchallenge.se =========================================================================== Mención de honor en los premios Stockholm Challenge 2010, Estocolmo, Suecia http://www.stockholmchallenge.org =========================================================================== Para suscribirse a Letralia, envíe un mensaje vacío a: letralia-subscribe@gruposyahoo.com Para desuscribirse, envíe un mensaje vacío a: letralia-unsubscribe@gruposyahoo.com También puede formalizar su suscripción o su desuscripción en un formulario visible en nuestro sitio en el Web: http://www.letralia.com/herramientas/listas.htm Ediciones anteriores: http://www.letralia.com/tierradeletras/archivo.htm ||||||||||||||||||||||||||||||| BREVES |||||||||||||||||||||||||||||| *** Veredicto del Concurso Nacional de Cuentos “Teresa Hamel” El 28 de marzo fue emitido el fallo del 5º Concurso Nacional de Cuentos “Teresa Hamel”, dotado con un millón de pesos y diploma de honor, durante una reunión celebrada en la Casa del Escritor, sede de la Sociedad de Escritores de Chile (Sech), en Santiago. Los jueces Camilo Marks Alonso, Omar Saavedra Santis y Rolando Rojo Redolés, luego de leer las más de quinientas obras que participaron, dieron como ganador el cuento “El arte de la esgrima”, de Rodrigo Hernán Mena González, por considerar que el relato posee un “singular valor estilístico”, así como “economía de medios expresivos y, sobre todo, la originalidad del tema”. También se concedió menciones honrosas —dotadas con diploma de honor y cinco ejemplares del libro que reúne a las obras premiadas— a “Esencias florales”, de Miguel Vera Superbi; “Más allá de los sentidos”, de Daniel Alexis Pinchetti Gatica; “Estas cosas no pasan en Iowa”, de Luis Alberto Tamayo; “La señorita Nora”, de Diego Corvera Mallea; “Manos limpias”, de Alberto Ignacio Arellano Jordán; “Diario de mi muerte”, de Mabel Denisse Ortiz Rodríguez; “La musa del poeta”, de Juan Pablo del Río Urrutia; “Club deportivo La Decadencia”, de Claudio Fernando Silva Barandica; “Robar y robar”, de María Cristina Jiménez Quezada y “Sunset Boulevard”, de Eduardo Cobos (http://www.letralia.com/firmas/coboseduardo.htm). http://bit.ly/1jSK1db *** Hay alguien allí, primera película venezolana sobre el autismo A finales de los años 70 y principios de los 80, la doctora Lilia Negrón, pionera en Venezuela en la investigación, diagnóstico, tratamiento y atención diferenciada a las personas con autismo, filmó a sus primeros pacientes, en un impresionante esfuerzo por sensibilizar y difundir conocimiento e información sobre el autismo. En el presente, Helena es una niña con autismo de nueve años de edad cuyos preocupados padres, Gioconda y Eduardo, emprenden una conmovedora exploración al universo del autismo partiendo de las filmaciones de esta profesional. Desde 2012 se filma Hay alguien allí, la primera película sobre el tema en Venezuela, un homenaje a esta pionera y un esfuerzo por registrar audiovisualmente el universo del autismo y difundir el trabajo de quienes están involucrados actualmente con la investigación en torno a esta condición. http://www.hayalguienalli.com.ve *** La mirada impar, de Alejandro G. Roemmers La mirada impar, el nuevo poemario de Alejandro G. Roemmers —distinguido por la Cámara de Diputados de Argentina y la Legislatura de Buenos Aires como Personalidad Destacada de la Cultura—, fue presentado en el hotel Alvear junto a San Rafael del Reparo, el libro álbum del ex diplomático y hoy dedicado a la actividad agropecuaria, el ingeniero Rafael Oliveira César, en el que también colaboró el destacado periodista Martín Wullich, quien condujo la conversación entre los autores. La venta de ambos libros fue destinada a fines benéficos. Dos días después, en la Feria del Libro de Buenos Aires y por invitación de la Sociedad Argentina de Escritores, Roemmers (Buenos Aires, 1958) respondió las preguntas formuladas por el periodista Oscar González Oro sobre La mirada impar y El regreso del Joven Príncipe. En la sala Leopoldo Lugones se dieron cita numerosos escritores de la Asociación Americana de Poesía, de la que el autor es presidente honorario, y del Instituto Literario y Cultural Hispánico (ILCH), institución impulsora de los estudios críticos de su obra y que lo ha distinguido como miembro de honor y otorgado el Premio Alba de América. — Nota de María Alejandra Crespín Argañaraz, http://www.letralia.com/firmas/crespinarganarazmariaalejandra.htm. *** Vigilia, de Ricardo Juan Benítez Amanece en la ciudad de Buenos Aires otro día rutinario. Por algún motivo desconocido ni ese día ni los subsiguientes corresponderán a lo que conocemos como rutina. Incluso los sutiles límites entre lo real y lo irreal se verán trastocados, como así también no será fácil distinguir la sutil diferencia entre los sueños y la vigilia. En Vigilia, la novela del escritor argentino Ricardo Juan Benítez, una supuesta epidemia es la excusa para poner en cuarentena forzosa a todos los habitantes de un país. El dispositivo sanitario internacional deviene en aparato de represión, con fuerzas militares imponiendo el toque de queda. Un hombre y una mujer comienzan una solitaria epopeya en busca de las respuestas que, en apariencia, encierra una misteriosa planta química en Ensenada, provincia de Buenos Aires. El libro de 214 páginas y con prólogo de la ensayista argentina Julia Elena Rial (http://www.letralia.com/firmas/rialjuliaelena.htm) está disponible a un precio de 8,53 dólares. https://www.createspace.com/4621941 *** Exposición Europa en Venezuela Tras realizar el Primer Concurso Nacional de Fotografía 2014, sus organizadores, la Delegación de la Unión Europea en Venezuela, en alianza con Roberto Mata Taller de Fotografía, presentan la muestra Europa en Venezuela, integrada por los trabajos ganadores del certamen, así como los proyectos sobresalientes que se recibieron durante la convocatoria. En la categoría Individual, Jordi Contreras obtuvo el primer premio, mientras que Carlos Becerra y Wilfredo Fuentes lograron el segundo y tercer premio, respectivamente. En la categoría Serie, Omar Salas resultó ganador del primer premio por Lo que compartimos; Rodrigo Picón del segundo premio por Hábito del café italiano en Venezuela, y Vanessa Almendro del tercer premio por 24 horas con los nonnos; también en esta categoría, Andreína Blanco obtuvo mención honorífica por Raíz italiana: producto venezolano. El jurado estuvo integrado por los fotógrafos venezolanos Efraín Vivas, Charles Brewer Carías, Vasco Szinetar y Gabriel Osorio. La premiación se llevó a cabo el jueves 15 de mayo durante el acto inaugural. La muestra está abierta al público hasta el jueves 29 de mayo en el Patio de los Espejos del Trasnocho Cultural, en el Centro Comercial Paseo Las Mercedes (Caracas). http://robertomata.net *** Concierto en tributo a Cheo Feliciano, en El Hatillo La Orquesta Latinocaribeña Simón Bolívar rendirá homenaje el sábado 24 de mayo en El Hatillo (Miranda, Venezuela) al cantautor puertorriqueño Cheo Feliciano, quien falleciera trágicamente el 17 de abril en un accidente de tránsito. Alberto Vergara dirigirá a la agrupación en este concierto tributo, en el que interpretará los temas más emblemáticos del cantante y compositor nacido en Ponce en 1935, y quien durante casi 60 años fue uno de los principales exponentes de la salsa y de la música latina en todo el mundo. Cheo Feliciano llegó a editar cerca de 25 álbumes como solista y realizó innumerables giras por diversos países. La Orquesta Latinocaribeña “Simón Bolívar” fue creada en mayo de 2010 en el seno del Conservatorio de Música Simón Bolívar. El concierto se realizará el 24 de mayo a las 7 de la noche en el anfiteatro del Centro de Arte El Hatillo. Las entradas están a la venta en las taquillas del teatro y a través de Ticketmundo.com (http://www.ticketmundo.com). @hatillocultura *** Curso “Escritura para fotógrafos”, en Madrid El curso intensivo “Escritura para fotógrafos” proporciona, a través de ejercicios de escritura de diferente complejidad realizados a partir del trabajo fotográfico, las claves para que el fotógrafo aprenda a escribir con un estilo literario conjuntos de textos que complementen y enriquezcan su obra gráfica. Cada alumno desarrollará su propio trabajo textual a partir de su ensayo fotográfico, logrando así las claves para encontrar su voz narrativa y combinarla con su visión fotográfica. El curso será dictado por el escritor y periodista peruano-venezolano Doménico Chiappe (http://www.letralia.com/firmas/chiappedomenico.htm), autor del ensayo Tan real como la ficción: estrategias narrativas en periodismo (Barcelona, 2010) y de libros de ficción como la novela Tiempo de encierro (Madrid, 2013); coordinador editorial de La Fábrica desde 2007 y colaborador en medios como Letras Libres, Etiqueta Negra, Vocento o Fronterad. Se realizará en la Escuela BlankPaper de Fotografía, en Madrid, el 24 y 25 de mayo en horario de 11 a 14 horas y de 16 a 20 horas y tiene un precio de 180 euros. http://www.blankpaper.es/content/escritura-para-fotografos ¿Quiere publicar una nota en este espacio? Envíenosla por correo electrónico a breves@letralia.com. === ¿Le interesa estar informado sobre concursos? ========================= Reciba por correo electrónico los anuncios vigentes de concursos literarios y artísticos en general suscribiéndose a nuestra lista de distribución. 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La muerte del ensayista, académico e historiador, al parecer por un fallo cardíaco, fue confirmada por su cuñado, Antonio Espejo, hermano de la destacada escritora mexicana Beatriz Espejo. “Soy una figura molesta pero necesaria”, se autodefinía el crítico en su página web. “Es natural, el crítico es el aguafiestas (...), el que exige a los demás que se arriesguen mientras él mira los toros desde la barrera”, afirmó Carballo. Hijo de un gallego que emigró a México para trabajar en la industria maderera, el historiador y académico nació el 2 de julio de 1929 en la ciudad de Guadalajara. Estudió derecho en la Universidad de Guadalajara, donde luego fue profesor de literatura. Posteriormente se incorporó a la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam) como profesor de la Facultad de Filosofía y Letras. Carballo es una figura fundamental dentro de las letras mexicanas en su faceta de crítico literario. “Cada época tiene la crítica literaria que se merece”, sentenció el escritor. Entre otros cargos fue fundador y director general de Editorial Diógenes y cofundador de La Cultura en México, suplemento de la revista Siempre, y coeditor con Carlos Fuentes de la Revista Mexicana de Literatura, así como secretario de redacción de la Revista de la Universidad (1954-60). Entre sus 149 obras destacan libros de poesía, cuento, ensayo, entrevistas, antologías, como Protagonistas de la literatura hispanoamericana del siglo XX y El cuento mexicano del siglo XIX. Impulsó a varios escritores de la década de los 50, entre ellos Fuentes, Carlos Monsiváis, Juan García Ponce, Sergio Pitol y Elena Poniatowska. Entre los premios recibidos destacan el Iberoamericano, el Nacional de Ciencias y Artes, el Nacional de Periodismo Cultural “Fernando Benítez” y la Medalla Alfonso Reyes. Fuente: DPA *** Reina María Rodríguez gana el Premio Iberoamericano Pablo Neruda La poeta cubana Reina María Rodríguez fue galardonada el miércoles 23 de abril con el Premio Iberoamericano Pablo Neruda, la más alta distinción que entrega el gobierno chileno a un autor lírico de la región, y que por segundo año consecutivo sostienen manos cubanas. “Esto demuestra que la literatura cubana es una literatura fundamentalmente de poetas. La literatura no es territorial, puede estar en Cuba o puede estar en cualquier parte”, expresó Reina María Rodríguez en una conversación telefónica con la prensa. Su poesía fue condecorada por desplegar en cada verso “el milagro de lo vivo” y subrayar “el peregrinaje de la poesía entre la carencia y la diáspora” en un acto presidido por la ministra de Cultura Claudia Barattini en La Chascona, antigua residencia del poeta Pablo Neruda en la capital. Reina María Rodríguez, que se encontraba en Texas (EUA) cuando recibió la noticia del premio, fue Premio Nacional de Literatura de Cuba en 2013, y es autora de títulos como Para un cordero blanco, poemario que le valió el galardón de la Casa de las Américas en 1984, y En la arena de Padua. El jurado, encabezado por Barattini y compuesto por José Kozer (Cuba), ganador del mismo premio en 2013, Graciela Aráoz (Argentina), Pablo Brodsky (Chile), Julio Ortega (Perú) y Malú Urriola (Chile), decidió por unanimidad entregarle este galardón dotado con 60 mil dólares y el compromiso de la edición de una antología poética. “La antología no es cronológica pero sí progresiva; es decir, permite al lector que jamás ha leído una palabra de Reina entrar por un camino primero que suele ser más asequible e ir adentrándose en esta jungla; esta selva salvaje, que diría Dante, que es la poesía que nosotros hacemos”, expresó Kozer. El hijo de un sastre, José Kozer, ha pasado el testigo del galardón a la hija de una costurera y, quizá por eso, en el acta de entrega del premio se ha valorado su capacidad para “hacer del lenguaje un taller de hilandera cuyo tejido es el poema que trama la dignidad de la pobreza”. Kozer, poeta exiliado en España, destacó que “las barreras y las fronteras que separan están desapareciendo; se están disolviendo. Ya no hay un dentro y un fuera, ya no hay un aquí no entra un cubano que sea exiliado o aquí no entra un cubano que permanezca en Cuba”. La biblioteca de Reina María Rodríguez, rebosante de numerosos autores chilenos “entre ellos, por supuesto, Pablo Neruda”, demuestra su respeto y admiración por la literatura del país. “He admirado mucho la cultura chilena, o sea que me parece que es un lugar idóneo donde puede pasar lo mejor que tiene que ver con la literatura”, subrayó. El Premio Iberoamericano Pablo Neruda, que celebra su undécima edición en el Día Internacional del Libro, ha reconocido la trayectoria literaria del mexicano José Emilio Pacheco (2004), el argentino Juan Gelman (2005), la cubana Fina García-Marruz (2007) y el antipoeta chileno Nicanor Parra (2012), entre otros. Fuente: EFE *** Realizan en Pekín lectura pública de Cien años de soledad Unas 300 personas recitaron en Pekín, China, entre el sábado 26 y el domingo 27 de abril, la novela Cien años de soledad, de Gabriel García Márquez, una lectura que se realizó en voz alta y durante 24 horas seguidas en honor al fallecido escritor. Los participantes, la mayoría estudiantes pero también ancianos y niños, se fueron turnando desde las 18:30 horas del sábado hasta la misma hora del domingo para recitar —en chino— la obra de García Márquez en la librería Sanlian Taofen de Pekín. El acto, organizado por la editorial que tiene los derechos de las obras del reconocido autor en China, Thinkingdom Media Group Ltd., se hizo para conmemorar la figura de García Márquez tras su muerte y para divulgar su obra entre el público chino, según explicó el editor jefe de la editorial, Li You. “Este libro es sin duda su mejor obra, y no hay mejor forma de recordarle que leyéndolo entre todos”, destacó Li, quien aseguró que para el público chino “García Márquez es el mejor escritor del siglo XX”. Prueba de ello es que, después de su muerte, Cien años de soledad es uno de los libros más vendidos en el gigante asiático a través del portal Amazon. El pistoletazo de salida a las 24 horas de lectura ininterrumpida lo protagonizaron varios miembros de la Embajada de Colombia en China, como el ministro consejero encargado de funciones consulares de la legación, Luis Jorge Roa, o la agregada cultural, Luz Helena Echeverry, que leyeron los fragmentos en español. En cuanto a los participantes chinos en el acto, destaca el caso de Wang Fangying, una mujer de 73 años que escuchó íntegramente la obra de Márquez durante todo el día. “No le había leído nunca. Escribe con palabras mágicas y su lenguaje es increíble, es realmente fascinante e inspirador para mí”, dijo. “El mundo es muy diverso y creo que los chinos deberíamos aprender la cultura y la vida en el resto del planeta, y García Márquez es una excelente herramienta para ello”, añadió. Fuente: EFE *** Policlínica Metropolitana premió a escritores jóvenes venezolanos Tibisay Rodríguez, Rodolfo A. Rico y Juan Manuel Romero son los ganadores del VIII Premio de Cuento Policlínica Metropolitana para Jóvenes Autores, según el veredicto suscrito por un jurado compuesto por Ángel Gustavo Infante, José Pulido y Violeta Rojo, anunciado el 28 de abril. El veredicto señala como ganadores de los tres primeros lugares, de entre 125 textos participantes, a los cuentos “Blood” (bajo el seudónimo “Anthony Patch”), “Para siempre” (bajo el seudónimo “Viernes”) y “Palmadas en el hombro” (bajo el seudónimo “Rubens”), correspondientes a los tres autores citados, quienes se hacen acreedores de premios en metálico de Bs. 12.000, Bs. 6.000 y Bs. 3.000, respectivamente. Según los jueces, el cuento ganador ostenta habilidad “en el montaje de un relato de sugerente actualidad, donde los códigos juveniles armonizan con el discurso literario y conducen al lector a un cierre que le permite armar las secuencias y reinterpretar las conclusiones”. El jurado también otorgó menciones especiales a los textos “Día de gracia”, de Pedro Varguillas; “Flor”, de Isabella Saturno; “La mesa”, de Víctor Mosqueda Allegri; “La muerte elocuente”, de Yorman Alirio Vera; “La vida sexual y triste”, de Diego Alejandro Martínez; “Una escena al estilo de Steven Seagal”, de Roberto Enrique Araque, y “Ya no seré otra habitante”, de Rosanna Álvarez Barroeta. La Policlínica Metropolitana destacó la amplia participación de autores de todas las regiones de Venezuela y de autores residenciados en el exterior, e informó que anunciará oportunamente la fecha del acto de entrega de premios, el cual se llevará a cabo en la sede de la institución, en Caracas. Fuente: Ficción Breve Venezolana *** Premio Formentor de las Letras 2014 para al español Enrique Vila-Matas El escritor Enrique Vila-Matas (Barcelona, 1948), reconocido como el escritor que más lejos ha llegado en la renovación de la novela, ha sido galardonado con el Premio Formentor de las Letras 2014 en reconocimiento al conjunto de su obra literaria, según indicó la organización el lunes 28 de abril. El jurado destacó sobre el premiado su “elegancia literaria con que ha renovado los horizontes de la novela, dándole un ímpetu creativo que la ha situado de nuevo como gran crisol de las influencias, las voces e inspiraciones de nuestra cultura”. El jurado, formado por Basilio Baltasar, Cristina Fernández Cubas, Eduardo Lago, Aurelio Major e Ignacio Vidal-Folch, indica en el veredicto que Vila-Matas “ha desmentido con su prolífica obra narrativa la supuesta decadencia de un género que sigue mostrándose como el más eficaz relato de la conciencia contemporánea”. Asimismo, advirtió que “los procedimientos narrativos inventados por el autor catalán han supuesto una enérgica contribución al vigor de la literatura escrita en español y ha sido reconocida en Europa y Estados Unidos como una de las más significadas creaciones literarias de nuestro país”. Entre las obras literarias de Vila-Matas figuran La asesina ilustrada, Historia abreviada de la literatura portátil, Hijos sin hijos, Bartleby y compañía, El mal de Montano, Doctor Pasavento, Dublinesca, Aire de Dylan o su última novela Kassel no invita a la lógica. El jurado destacó del escritor “un empeño coherente que adquirió desde sus primeras creaciones en la década de los 70 una voz propia e inconfundible. Un estilo personal que ha seducido a lectores europeos y americanos, entusiasmados por una imaginación que difumina las fronteras entre realidad y ficción, autor y personaje, lectura y vida”. Así, añadió el acta que “la lectura de la originalísima obra de Vila Matas es también la lectura de una tradición felizmente entregada a la innovación que solo pueden llevar a cabo los grandes creadores”. El Premio Formentor de las Letras se convoca para reconocer el conjunto de la obra narrativa de aquellos escritores cuya trayectoria prolonga la gran tradición literaria europea, siendo su principal objetivo contribuir a consolidar y reconocer la posición de los autores que han sabido mantener su esencia. En 2011 lo recibió Carlos Fuentes, Juan Goytisolo al año siguiente y Javier Marías en 2013. Este galardón está dotado con cincuenta mil euros y cuenta con el patrocinio de los propietarios del hotel que da nombre al galardón, la familia Barceló, así como la familia Buadas. Fuente: EFE *** José Emilio Pacheco fue recordado por los mexicanos en el Día del Libro “Mi padre creía firmemente que no hay mayor libertad que la libertad de la inteligencia y el pensamiento. Sólo podemos aspirar a ello a través del libro y la lectura”, expresó emocionada Laura Emilia Pacheco, hija del escritor mexicano José Emilio Pacheco, quien fue homenajeado este 29 de abril por más de 35.000 lectores que participaron en la lectura en voz alta de Las batallas en el desierto. La lectura se realizó con motivo de la celebración del Día Mundial del Libro en la Rambla Cataluña de Guadalajara y en 58 municipios de Jalisco, 54 preparatorias, módulos y extensiones del Sistema de Educación Media Superior y otras ciudades de México, como Aguascalientes, Mérida, Naucalpan y Zamora. Organizado por la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL, http://www.fil.com.mx) en colaboración con el Ayuntamiento de Guadalajara, el maratón de lectura se llevó a cabo en la Rambla Cataluña de Guadalajara de 9:30 a 20:30 horas, y en él las voces de 462 entusiastas lectores dieron vida a esta historia que retrata el descubrimiento del amor de un niño y los primeros visos de la transformación de un país que todavía parece ser el mismo. En la inauguración estuvieron el rector general de la Universidad de Guadalajara, I. Tonatiuh Bravo Padilla; Laura Emilia Pacheco, hija del escritor; Marcelo Uribe, editor y amigo del escritor; Ramiro Hernández García, presidente municipal de Guadalajara; Myriam Vachez Plagnol, secretaria de Cultura del estado de Jalisco; Raúl Padilla López, presidente de la FIL Guadalajara y Marisol Schulz Manaut, directora general de la FIL Guadalajara. Con boleros de fondo, las letras del poeta y narrador mexicano cobraron vida en la voz de un niño de seis años, en la de un ama de casa, en la de un lobo feroz y de una pequeña Alicia. Paralelamente a la lectura se realizó una pequeña feria del libro con la participación de editoriales locales y Radio Universidad de Guadalajara realizó una transmisión especial a lo largo de la jornada. Diez veces se leyeron completas Las batallas en la Rambla de Guadalajara, miles de rosas rojas se entregaron y más de una persona descubrió que podía ser libre a través de las letras. El cierre de la jornada fue en el Museo de las Artes de la Universidad de Guadalajara, donde alrededor de 200 personas se reunieron para escuchar y compartir el un emotivo diálogo entre los escritores Benito Taibo y Xavier Velasco, “La ciudad y la memoria”. Con la presencia de Laura Emilia en la primera fila del patio del museo, los escritores recordaron con diversas y entrañables anécdotas —como la alegría que vivieron cuando se enteraron de la concesión del Premio Cervantes a Pacheco— la grandeza humana de un hombre que dedicó su vida a las letras. Fuente: FIL *** Investigadores preparan “exhaustivo” informe sobre restos de Cervantes La RAE avala el proyecto, según su secretario, Darío Villanueva, en virtud de su fundamento histórico, la tecnología empleada y la avanzada técnica forense que se está aplicando. Como producto de la exploración de la iglesia conventual de las Trinitarias, en el Barrio de las Letras de Madrid, donde se buscan los restos de Miguel de Cervantes como informáramos en nuestra edición 296 (http://www.letralia.com/296/0218cervantes.htm), los investigadores han delimitado ya los espacios donde puede estar enterrado el escritor, según se anunció el jueves 1 de mayo. Después de tres días de trabajo de campo, una decena de técnicos liderados por Luis Avial rastrearon el lugar con un georradar y un infrarrojos, y con los datos obtenidos elaboran un plano tridimensional en el que se indicarán las cavidades donde se pudieron registrar enterramientos, una tarea que se prolongará aproximadamente hasta finales de mes pero acerca de la cual los investigadores se muestran optimistas y aseguran poder entregar un informe “exhaustivo”. No obstante, ya en los primeros días de trabajo Avial dijo haber obtenido algunas certezas que por el momento no quiere desvelar: “Viendo nada más lo que me está indicando el radar, sí que tengo una estructura bien clara de dónde puede estar —y dónde no— Cervantes”. “El procesado va bien aunque es lento: en 15 o 20 días podremos entregar el informe”, dice Avial, quien asegura olvidarse del “apellido Cervantes” cuando procesa el plano, pues se emplea en su proyecto sin pensar en la trascendencia del personaje del mismo modo que lo ha hecho en “otras decenas de iglesias o catedrales”. “Es un trabajo muy arduo, monótono y casi diría que aburrido”, dice el investigador sobre su labor actual, que es rutinaria porque consiste en analizar centenares de “radagramas” —se obtienen con el georradar— y “termogramas” —indican las variaciones de temperatura captadas en la iglesia por el infrarrojo. Avial asegura que se logrará un mapa muy preciso debido a que en la iglesia de las Trinitarias —ubicada en la calle de Lope de Vega, muy cerca de la casa donde murió Cervantes— se ha trabajado con la mayor definición utilizada hasta ahora con un georradar en España y a que se ha encontrado menos humedad de la esperada. Gracias a eso, asegura, se está elaborando un modelado de la iglesia en tres dimensiones y un informe para entregarlo a finales de mayo al Ayuntamiento y al equipo de forenses que tratará de recuperar los restos del escritor casi 400 años después de su fallecimiento en 1616. “Nuestra función es indicar todas las anomalías posibles de enterramientos y conocer la estructura arquitectónica de la zona, y luego ya tienen que ser los forenses y los arqueólogos los que hagan las intervenciones quirúrgicas en los puntos que marquemos”, explica el georradarista. Lideradas por el prestigioso forense Francisco Etxeberría, esas operaciones marcarían la segunda fase del proyecto con el que Madrid busca recuperar los restos de uno de sus personajes más universales, que fue soldado, poeta, dramaturgo, novelista y creador de El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. La iglesia donde se busca a Cervantes se construyó en 1612 y fue remodelada a finales del siglo XVII: el georradar ha permitido ahora identificar la estructura primitiva del templo en la que el escritor quiso enterrarse por su devoción hacia la orden Trinitaria, que le rescató de la prisión argelina donde estuvo recluido cinco años. Si se cumplen los plazos previstos y la búsqueda evoluciona según lo deseado, en 2014, dos años antes de la celebración del Cuarto Centenario de la muerte del escritor, se despejará la incógnita de si los restos del genio universal siguen tanto tiempo después en la iglesia madrileña donde se cree que también fue enterrada su esposa, Catalina de Salazar. Para el secretario de la Real Academia Española (RAE), Darío Villanueva, la identificación de los restos de Cervantes permitiría “cerrar el círculo” y devolver al escritor “la ubicación destacada y singular” que tuvo cuando fue enterrado. “Sería muy oportuno que esto se pudiera resolver felizmente, cuando tenemos que ir pensando en que el cuarto centenario de la muerte de Cervantes, en 2016, no puede pasar con menos reconocimiento de lo que va a ser simultáneamente el de William Shakespeare”, explicó Villanueva a la prensa el 4 de mayo. El secretario de la RAE afirma que el proyecto que trata de localizar los restos del escritor en la iglesia donde se cree que fue enterrado en 1616 cuenta con el aval de la Academia por tres razones: su fundamento histórico, la existencia de una tecnología que permite excavar de manera selectiva y una técnica forense muy avanzada. “El equipo que está interviniendo empezó a hablar con nosotros más o menos en la primavera del año 2010 y, desde entonces, contribuimos en lo que podemos”, afirma el académico, quien señala que la institución ya tenía “una implicación de antiguo” en la búsqueda del genio de las letras universales. “El fundamento histórico y documental ya lo había aportado la propia RAE con el informe del que era su director, el marqués de Molins, en 1870”, dice en referencia a La sepultura de Miguel de Cervantes, obra publicada a instancias de la Academia y dedicada a documentar el enterramiento del autor de El Quijote en el convento de las Trinitarias. “Es una satisfacción ver en primer lugar que la operación comenzó y en segundo lugar que quizás ahora empieza a mostrar más interés la opinión pública española”, comenta sobre el inicio de los trabajos. Villanueva considera que la búsqueda debe intentarse, en primer lugar, para “resolver una anomalía”: “Creemos que Miguel de Cervantes sigue donde fue enterrado en 1616, pero no podemos concretar exactamente en dónde”. Y defiende la oportunidad de buscar sus restos, pese a la posibilidad de no encontrarlos. “A veces se dice que los españoles somos muy sensibles al riesgo del fracaso: lo peor es que ese sentimiento de riesgo lleve a la inactividad”, reflexiona Villanueva, para quien el intento se hace “sobre un fundamento muy sólido”. “Esto es totalmente contrario a la improvisación, a la frivolidad y a la operación de imagen”, sostiene. El reto entronca con las funciones de la Academia, institución que —explica su secretario— “tiene en sus estatutos como uno de sus cometidos velar por la pervivencia de la memoria y el recuerdo de todos los que han contribuido a la lengua y la literatura española”. “Y Cervantes es una figura fundamental, entre otras muchas, pero la primera”, afirma el también ex rector de la Universidad de Santiago de Compostela. Precisamente, los dos próximos años serán de aniversario: en 2015 se conmemora el cuarto centenario de la publicación de la segunda parte de El Quijote, y al año siguiente, en 2016, los 400 años de su muerte, cuando Villanueva espera que se haga un gran homenaje. “Nada lo impediría (llevar a cabo ese reconocimiento), si en primer lugar se concentran los esfuerzos de distintas instituciones en un magno homenaje, donde el papel del Estado es fundamental”, asevera. “El do de pecho habría que darlo en el 2016”. Es posible que para entonces Madrid haya recuperado los restos de uno de sus personajes más universales, que fue soldado, poeta, dramaturgo, novelista y autor de la que se considera como la obra cumbre de la literatura española, El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha. “Esperamos que los georradaristas encuentren las concentraciones que interesan, y, actuando sobre ellas, se rescaten unos restos óseos que los forenses estudiarán y que entre ellos se puedan identificar los reales de Cervantes”, confía el académico. Fuente: EFE *** Por primera vez en 33 años es declarado desierto el Premio José Hierro El primer premio de poesía José Hierro ha quedado desierto por primera vez en 33 años, según acordaron por unanimidad los miembros del jurado de este certamen, que por otro lado resolvieron otorgar el accésit previsto, dotado con 500 euros, al poemario La noche en que murió Charlie, de Raúl Fernández Cobos. En la modalidad de relato breve, Otros mundos, de Celia Corral Cañas, obtuvo el primer premio, dotado con 1.000 euros, mientras que Borja Díez Arce logró el accésit con la obra En busca de la vida perdida. El fallo del jurado de este certamen literario, que este año cumple su XXXIII edición y al que se han admitido 47 originales, fue publicado el viernes 2 de mayo por el concejal de Cultura del Ayuntamiento de Santander, César Torrellas, en una rueda de prensa en la que estuvo acompañado por varios miembros del jurado, entre ellos la presidenta, Lourdes Royano. Royano explicó que dada la “calidad” alcanzada en las anteriores ediciones, los miembros del jurado no han considerado “oportuno” conceder en esta ocasión el máximo galardón, ya que la calidad de este año no era “tan buena”, pese a que se han presentado “el doble” de participantes. En este sentido, y aunque admitió que el galardón ayuda a “estimular” la creación literaria de los jóvenes y su participación en certámenes, la presidenta del jurado apuntó que este premio tiene ya un bagaje y calidad “muy importante”, de modo que todos los miembros han entendido que no procede conceder el primer galardón pues la calidad no es la “requerida”. En cuanto al accésit en poesía, han considerado que La noche en que murió Charlie tenía “cierta calidad”, de ahí que Raúl Fernández Cobos haya sido “merecedor” de esta distinción. Se trata, en opinión del jurado, de la obra “más redonda” de las presentadas, y de todos los poemas que la componen han destacado el primero, el que da nombre al poemario, que es “muy bonito”. En cuanto al resto de poemarios que concurrieron al certamen, señalaron que algunos “cojeaban”, mientras que otros eran bien “muy breves” o bien “largos”. Por su parte, en relato, el jurado estuvo de acuerdo en cuáles de todas las obras presentadas eran las tres mejores, unanimidad que no es “frecuente” y que indica que hay “nivel” en las creaciones, ya que en general los relatos han sido “muy buenos”, lo que se ha sumado a la “muy alta” participación. Así, no les costó mucho escoger la obra ganadora, decisión que se acordó “casi” por unanimidad, ya que cuatro de los cinco miembros del jurado apostaron por adjudicar el primer premio a Otros mundos, de Celia Corral Cañas. Se trata de “literatura sobre el mundo literario”, ya que la obra versa sobre una cena que transcurre en un congreso literario en el que participan destacados literatos de todo el mundo y hay “buenas palabras”, pero “todo el mundo se despelleja”. Para ello, la autora alterna distintos puntos de vista, en un relato “maduro” y “arriesgado”, que lo hacen “muy merecedor” del primer premio. Fuente: Europa Press *** Organizaciones culturales puertorriqueñas se reúnen en una asociación La nueva Asociación de Centros Culturales de Puerto Rico (ACCPR) fue constituida con el propósito de apoyar al Instituto de Cultura Puertorriqueña como el principal gestor y ente gubernamental para el fomento de la cultura de la isla caribeña, según se anunció el domingo 4 de mayo. El Instituto de Cultura Puertorriqueña informó a través de un comunicado que la recién nacida asociación representa a 27 organizaciones sin fines de lucro y centros de la isla que trabajan en la defensa de la cultura autóctona. La asamblea en la que se constituyó la nueva asociación contó con la presencia del secretario de Estado, David Bernier, y la directora ejecutiva del Instituto de Cultura, Lilliana Ramos Collado. “La gestión en favor de nuestra cultura que voluntariamente realizan los centros culturales tiene un valor incalculable para nuestro país. El gobierno tiene el deber de colaborar sin afectar el carácter autónomo de sus organizaciones”, dijo Bernier. Ramos Collado señaló por su parte que los centros culturales son fundamentales y que se debe reforzar su relación con el Instituto de Cultura Puertorriqueña. “Vamos a estar como organización al lado de ellos —el gobierno— para beneficio de los centros culturales y la historia de nuestro pueblo”, dijo Héctor Valentín, presidente de la Asociación de Centros Culturales de Puerto Rico. Fuente: EFE *** Leonardo Padura gana el Premio de Novela Histórica “Ciudad de Zaragoza” La obra Herejes, del escritor cubano Leonardo Padura (La Habana, 1955), ha resultado ganadora de la décima edición del Premio Internacional de Novela Histórica “Ciudad de Zaragoza”, según se anunció el lunes 5 de mayo. El reconocimiento, dotado con 20.000 euros, se le entregará el miércoles 28 de mayo en el salón de sesiones del Ayuntamiento de la capital aragonesa. El jurado ha elegido esta obra por mayoría, y tras intensos debates, por su calidad literaria y rigor histórico. Relata la historia de una saga de judíos y combina la novela histórica con el género policiaco, de intriga. Las tres obras finalistas en esta décima edición son La casa de los dioses de alabastro, de Magdalena Lasala; París, de Edward Rutherfurd; y Ronin, de Francisco Narla. Al premio se presentaron un total de 41 obras. Premio Nacional de Literatura de Cuba en 2012, Padura trabajó como guionista, periodista y crítico hasta lograr el reconocimiento internacional con la serie de novelas policiacas protagonizadas por el detective Mario Conde: Pasado perfecto, Vientos de cuaresma, Máscaras, Paisaje de otoño, Adiós, Hemingway, La neblina del ayer y La cola de la serpiente. Su obra ha sido traducida a numerosos idiomas y ha recibido premios como el Café Gijón 1995, el Hammett 1997, 1998 y 2005, el Premio de las Islas 2000 y el Brigada 21. También ha escrito La novela de mi vida y El hombre que amaba a los perros, una trepidante reconstrucción de las vidas de Trotsky y Ramón Mercader, traducida a diez idiomas, vendidos sus derechos al cine y merecedora del Premio de la Crítica en Cuba, el Francesco Gelmi di Caporiacco 2010 y, en 2011, el Premio Carbet del Caribe, el Prix Initiales y el Prix Roger Caillois. Fuente: Europa Press *** La española María Victoria Atencia gana el Premio Reina Sofía de Poesía La poeta malagueña María Victoria Atencia obtuvo el martes 6 de mayo el XXIII Premio Reina Sofía de Poesía Iberoamericana, considerado uno de los más importantes de cuantos se conceden en este género, por una obra en la que ha sabido “dialogar con la tradición” y por su “capacidad de convertir lo cotidiano en algo trascendente”. Ese diálogo y esa capacidad fueron dos de los aspectos de la poesía de Atencia que destacaron la profesora María Ángeles Pérez López y la escritora Soledad Puértolas, miembros ambas del jurado, tras hacerse público el fallo del premio en el Palacio Real de Madrid. Atencia (Málaga, 1931) se convierte así en la primera poeta española que gana este galardón, que también han merecido otras tres mujeres: la cubana Fina García Marruz (2011), la peruana Blanca Varela (2007) y la portuguesa Sophía de Mello (2003). La escritora pertenece a la denominada Generación del 50 y es autora de obras como Las contemplaciones (1997; Premio Andalucía de la Crítica y Premio Nacional de la Crítica 1998); Las niñas (2000) y El umbral, Premio Real Academia Española 2012. En 2010 obtuvo el VII Premio Federico García Lorca, el de mayor dotación económica de los premios de poesía de habla hispana, con 50.000 euros. Desde muy joven estuvo vinculada a los poetas integrantes del grupo Caracola. Es viuda del poeta y editor malagueño Rafael León. Atencia es autora de varios poemarios, entre ellos Tierra mojada, Cuatro sonetos, Cañada de los ingleses, Los sueños, El mundo de M.V., Adviento, Trances de Nuestra Señora y La pared contigua. Concedido conjuntamente por Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca y dotado con 42.100 euros, este premio reconoce “el conjunto de la obra poética de un autor vivo que, por su valor literario, constituya una aportación relevante al patrimonio cultural compartido por la comunidad iberoamericana”. El jurado estuvo formado también por el poeta y ensayista portugués Nuno Júdice, ganador de la edición anterior; por el director de la Real Academia de la Lengua Española (RAE), José Manuel Blecua; el presidente de Patrimonio Nacional, José Rodríguez-Spiteri; la directora de la Biblioteca Nacional de España (BNE), Ana Santos, y el rector de la Universidad de Salamanca, Daniel Hernández, entre otros. En esta edición fueron presentadas cuarenta candidaturas a través de las instituciones. El premio, que conlleva también la edición de una antología de la obra del poeta, será entregado por la reina Sofía durante el último trimestre del año en una ceremonia en el Palacio Real de Madrid. En declaraciones a la prensa, Atencia mostró su “enorme satisfacción” por haber conseguido un reconocimiento “de esa categoría”, que “no esperaba”, y afirmó que está “muy contenta” por un galardón que reconoce el conjunto de su obra, galardones que, “por lo general, suelen ser poetas mayores los que los ganan”. También le “alegra” el hecho de que el ámbito del Premio Reina Sofía sea la poesía iberoamericana y portuguesa, así como el “prestigio” de los convocantes del galardón, Patrimonio Nacional y la Universidad de Salamanca, y de los miembros del jurado. La poeta malagueña admitió además que está siendo un “año muy completo” para ella, al haber sido también designada Autora del Año 2014 por el Centro Andaluz de las Letras, que con ese motivo presentó el 23 de abril una exposición didáctica y un catálogo sobre su vida y obra, así como la antología A este lado del paraíso, con una selección de textos de la propia Atencia. Visiblemente contenta, Puértolas, miembro del jurado y gran defensora de la poesía de Atencia, destacó “la manera que tiene la escritora malagueña de cristalizar el presente y de llenarlo de luz, de hacer algo compartido de cada gesto o de pequeños pensamientos que se puedan tener”. “Nos ilumina el interior y nos ilumina siempre con una especie de nostalgia de lo que hemos podido ser y hacia ese amor que a veces nos sostiene y que a veces no tanto, pero que se reivindica tal cual”, dijo Puértolas. El poeta Jaime Siles, miembro también del jurado, cree que Atencia ha añadido a la poesía española “una voz muy singularizada, que es más religiosa que mística, y que nos hace ver matices absolutamente insospechados. Nos renueva la visión de la realidad y, al mismo tiempo, dota al lenguaje de una precisión extraordinaria”. Fuente: EFE *** Libros que Vargas Llosa donó a biblioteca de Arequipa ya son accesibles Desde el jueves 8 de mayo son exhibidos en la biblioteca Mario Vargas Llosa de Arequipa (Perú) los 2.741 libros de la biblioteca personal del Premio Nobel de Literatura 2010, quien los donó recientemente al centro cultural que lleva su nombre. El director de la biblioteca regional, Rommel Arce, indicó que a través de visitas guiadas escolares, estudiantes universitarios e investigadores podrán recorrer las instalaciones de la casona colonial que alberga los libros del Nobel. El novelista Mario Vargas Llosa donó 30.000 libros a la biblioteca regional que lleva su nombre, ejemplares que serán entregados de forma paulatina hasta el fin de sus días. La primera entrega de libros llegó la segunda semana de abril, oportunidad en la que también arribó a la ciudad Mario Vargas Llosa para inaugurar la ampliación de la biblioteca que funciona en una casona colonial del centro de Arequipa. Rommel Arce afirmó que la visita guiada a la biblioteca comprende un recorrido por las instalaciones de la casona, donde los visitantes podrán conocer en qué año fue construido el inmueble y qué personajes de Arequipa la habitaron, entre otros detalles. También realizarán un recorrido por la sala donde se exhiben varios de los libros del Nobel de Literatura, muchos de los cuales tienen dedicatorias, anotaciones y reflexiones escritas por el novelista. El director de la biblioteca regional dijo que las instituciones educativas, universidades y otras entidades debidamente organizadas pueden solicitar visitar la biblioteca que alberga los libros del Premio Nobel. Arce manifestó que por considerarse los libros del novelista Mario Vargas Llosa como patrimonio bibliográfico, se ha propuesto digitalizar los ejemplares, pedido que está en evaluación por las autoridades del gobierno regional de Arequipa, entidad a la que el Nobel donó su biblioteca personal. Unas 64 alumnas del nivel secundario del colegio Padre Damián fueron las primeras en realizar la visita guiada a la biblioteca. Las instituciones educativas y universidades interesadas en visitar la biblioteca pueden solicitar información en la calle San Francisco Nº 308 Cercado. Fuente: El Comercio *** Fallece a los 97 años la escritora española Mercedes Salisachs La escritora barcelonesa Mercedes Salisachs (Barcelona, 18 de septiembre de 1916), la decana de las letras españolas, falleció en Barcelona a los 97 años el viernes 9 de mayo. La autora, que alcanzó notoriedad en 1975 al ganar el Premio Planeta con La gangrena, se había alzado en 2009 con el IX Premio de Novela Histórica “Alfonso X El Sabio” con su novela Goodbye, España. Salisachs, que en los últimos años se encontraba en delicado estado de salud, se mantuvo en activo hasta los últimos días y el pasado año publicó la novela El caudal de las noches vacías. De hecho, ha sido una de las escritoras en activo más longevas del mundo, con unos 40 libros. Además, consiguió una veintena de premios literarios a lo largo de su carrera. Hija de un rico industrial barcelonés y tía de Bibis Salisachs —que fue esposa de Juan Antonio Samaranch—, estudió peritaje mercantil en la Escuela de Comercio y trabajó en decoración, aunque su carrera se centró en la literatura. En 1955 publicó su primera obra, Primera mañana, última mañana; en 1956 ganó el premio Ciudad de Barcelona con Una mujer llega al pueblo; en 1983, el Ateneo de Sevilla con El volumen de la ausencia, y en 2004 Fernando Lara con El último laberinto. Uno de sus cinco hijos, Miguel, murió en 1958 a los 21 años en accidente automovilístico junto al pintor Ramón Rogent, y esa muerte le inspiró La gangrena, una de las obras más intensas de la autora, y ambientada en la dictadura. Esta novela es la crónica de un drama individual fruto de las humillaciones, la ambición y las experiencias amorosas del protagonista, dentro de una crónica desde la posguerra hasta los años 70. El libro narra la vida de Carlos Hondero desde su niñez en los años de la dictadura hasta el final de ésta, cuando se convierte en un hombre rico y poderoso. Fuente: 20minutos.es *** Recuperan un poema de César Vallejo publicado hace 75 años Un poema hasta ahora desconocido del poeta peruano César Vallejo (1892-1938) ha sido publicado en Lima en el libro La poesía en el periodismo cajamarquino, de los investigadores Evelio Gaitán y Carlos León. El libro presenta por primera vez el poema “Indiecita”, que fuera publicado en el diario El Cumbe, de la región norteña de Cajamarca, en 1939, un año después de la muerte del célebre autor de Trilce y España, aparta de mí este cáliz. El portal de noticias Panorama Cajamarquino señaló el martes 13 de mayo que el poema “no figura en ninguno de los libros publicados por César Vallejo y constituye uno de los hallazgos más importantes en la literatura peruana en los últimos tiempos”. Según el investigador Miguel Pachas Almeyda (http://www.letralia.com/firmas/pachasalmeydamiguel.htm), quien actualmente trabaja en una biografía de Vallejo, “este hermoso poema fue escrito, probablemente, en la segunda década del siglo pasado, contemporáneo por su estilo literario al poema ‘Soneto’, que Vallejo publicó en la revista El Minero Ilustrado de Cerro de Pasco en 1911”. El poema comienza con los versos “Indiecita que caminas / sin saber a dónde vas / por quebradas y colinas / ¿Por qué siempre triste estás? / En tus ojos hay arranques / nostalgiosos de la luna, / y en tus pies con toscos llanques (ojotas) / todo el frío de la puna”. Panorama Cajamarquino señaló que “la factura de un Vallejo juvenil es clara”, y que si bien el poema apareció en El Cumbe el 28 de julio de 1939 “debió llegar a la redacción del diario a través de uno de los amigos entrañables que tenía Vallejo en Cajamarca y que constantemente retornaban al hogar materno”. “Una de las amistades más sólidas que tuvo con un cajamarquino fue con Oscar Imaña Sánchez... cuyo apego a Vallejo se demuestra a través de la correspondencia que sostenían cuando Vallejo estuvo en prisión”, acotó. Según el medio digital, varios estudiosos de la obra de Vallejo han manifestado su interés en viajar hasta Cajamarca para estudiar el origen del poema. Nacido en Chincha, Ica, en 1962, Pachas Almeyda es reconocido por su labor de difusión de la obra de Vallejo con los galardones Piedra Negra sobre una Piedra Blanca (2007) y Laurel Trilce de Oro (2008). Es autor del libro Georgette Vallejo al fin de la batalla (2008). Fuente: EFE *** Horacio Castellanos Moya gana el Premio Iberoamericano Manuel Rojas Por tercer año consecutivo el Consejo de la Cultura y las Artes (CNCA) de Chile dio a conocer el Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas, que por decisión unánime del jurado recayó en el escritor y periodista salvadoreño Horacio Castellanos Moya. “Estimado Horacio, le quiero contar que estamos desde Valparaíso, donde ha terminado de sesionar el jurado y tengo el honor de informarle que usted es el ganador del Premio Iberoamericano Manuel Rojas”, dijo la ministra de Cultura, Claudia Barattini, al darle a conocer la noticia a través de una llamada telefónica el jueves 15 de mayo. El escritor, emocionado, agradeció profundamente la decisión del jurado. “Es un honor recibir esta noticia. Siento esto como un reconocimiento a la literatura centroamericana que es tan poco conocida y nos toca vivir en situaciones duras, que no son las mejores para construir una obra. Es una magnífica sorpresa”, dijo Castellanos Moya desde Estados Unidos. La reunión para dirimir al ganador se realizó la mañana del jueves en la biblioteca Santiago Severín de Valparaíso, y en ella participó el jurado internacional, integrado por Ana María Shua (Argentina), Santiago Roncagliolo (Perú), Edmundo Paz-Soldán (Bolivia) y las chilenas Chantal Signorio y Patricia Espinosa. También participó la ministra Barattini. El Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas, que cuenta con el patrocinio de la fundación homónima, se creó para relevar la figura del notable autor chileno, ganador en 1957 del Premio Nacional de Literatura. Se implementó por primera vez en 2012, cuando recayó en el escritor brasileño Rubem Fonseca. En 2013 lo obtuvo el argentino Ricardo Piglia. Este reconocimiento contempla un diploma, una medalla y la suma de 60 mil dólares, lo que lo sitúa, junto al Premio Iberoamericano de Poesía Pablo Neruda, como una de las distinciones literarias en lengua española más relevantes a nivel mundial. Los candidatos al premio de esta edición fueron propuestos por los miembros del jurado, quienes, según establecen las bases, eligieron al ganador de acuerdo a su destacada trayectoria, la crítica especializada de su obra y el reconocimiento internacional. Otro punto relevante es que el autor contase con creaciones narrativas que sean consideradas un aporte notable al conocimiento cultural y artístico de Iberoamérica. “El premio Manuel Rojas es un reconocimiento a la trayectoria y talento de grandes narradores iberoamericanos que Chile quiere destacar y esta nueva versión, estoy segura, no es una excepción”, señaló la ministra Barattini, quien destacó la reconocida trayectoria y la relevancia de la obra de Castellanos Moya en la escena iberoamericana, que lo hicieron merecedor de este galardón. Castellanos Moya nació en Tegucigalpa, Honduras, en 1957. Es escritor y periodista y a corta edad se trasladó a El Salvador, país de origen de su padre. Allí vivió hasta 1979, año en que abandona sus estudios de literatura en la Universidad de El Salvador. Luego comienza un periplo por Canadá, Costa Rica, México y España. Su primera novela, La diáspora, dedicada a contar las experiencias de los intelectuales salvadoreños exiliados a causa de la guerra civil en El Salvador, ganó el Premio Nacional de Novela otorgado por la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, en 1988. En 2009, la versión en lengua inglesa de su novela Insensatez (2004) mereció el XXVIII Northern California Book Award. Entre sus obras maestras se ubican también El asco (1997) y El sueño del retorno (2013). Fuente: El Mostrador *** Realizarán serie televisiva El Chivo, basada en novela de Vargas Llosa El grupo mexicano Televisa anunció el 15 de mayo el inicio de la grabación en Colombia de la serie El Chivo, basada en la novela La fiesta del Chivo, del escritor peruano Mario Vargas Llosa, sobre el dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo (1891-1961). La serie contará con las actuaciones de un elenco internacional encabezado por el actor mexicano Julio Bracho, quien interpretará a Trujillo, señaló en un comunicado Televisa, que realiza este proyecto junto con la productora de televisión colombiana RTI. El Chivo también contará con la participación de las colombianas Eileen Moreno y Diana Hoyos, así como del actor mexicano Iván Arana, quien protagoniza la serie El Mariachi al lado de Martha Higareda, apuntó. Televisa indicó que las grabaciones se realizan en diversos puntos de la costa atlántica de Colombia con el mismo equipo que desarrolló la serie La Viuda Negra, donde la mexicana Ana Serradilla dio vida a la narcotraficante colombiana Griselda Blanco. La novela sobre uno de los dictadores más crueles de América Latina (1930-1961), publicada en 2000 fue llevada al cine hace varios años por Luis Llosa. Fuente: EFE *** Venezolano Méndez Guédez novela la realidad de su país en Los maletines El escritor venezolano afincado en España Juan Carlos Méndez Guédez (http://www.letralia.com/firmas/mendezguedezjuancarlos.htm) se ha pasado a la novela negra en su última ficción, Los maletines, un thriller ubicado en la Venezuela actual que el narrador necesitaba contar desde ese tono; la realidad venezolana, dice, le ha desencadenado “la furia”. Ganador del I Premio de los Libreros en Venezuela 2013 por su novela lírica Arena negra, el escritor reconoce que, en los distintos viajes realizados a Caracas en los últimos años, percibió un deterioro de la vida cotidiana “tan tremendo” que sólo seguir con el día a día rutinario precisaba la fuerza de un héroe. Y esto, “que es un clima terrible para vivir, era una estupenda novela. Eso fue mi aliciente. Me interesa lo afectivo, lo amoroso, pero también tengo una curiosidad desmedida por la ferocidad del mundo”, de la que la Venezuela actual “tiene mucho”, aseguró Méndez Guédez. Los maletines (Editorial Siruela) cuenta la historia de dos supervivientes, dos amigos de la infancia que se reencuentran en un momento en el que sus vidas rozan el abismo; uno, porque es un esbirro del gobierno chavista para el que trafica con maletines cuyo contenido desconoce, el otro porque ese mismo gobierno le ha arrebatado todo cuanto posee. Así, sin nada que perder, Donizetti y Manuel urden una estratagema de pícaros, de “lazarillos del Caribe”, como los llama el escritor, para intentar “devolverle a la vida alguno de los puñetazos que la vida les está dando”. No es casualidad que el escritor utilice esa palabra; toda la novela está trufada de anécdotas donde el boxeo se convierte en filosofía de vida. “Un autor siempre le regala a sus personajes algunos gestos propios; Donizetti, como yo, adora la música clásica sin mucho criterio, simplemente porque le gusta; Bach, ‘La pasión según San Mateo’ (...) y el boxeo lo tenía muy arraigado desde pequeño; esas comparaciones que hace Manuel entre sucedidos en los combates y la vida me ocurrían a mí”. Además, añade, le interesaba dar otro aire al personaje, que es homosexual, y alejarlo del concepto “del típico gay de Venezuela”. “Tengo amigos gays a los que no interesa Miss Venezuela, sino el beisbol, y Manuel es así, siente una cierta fascinación por los deportes violentos, a pesar de ser un hombre noble”, agrega. Ambos son personas con “una ética relativamente laxa, que están enfrentados a poderes muy grandes, y que deciden arañar la realidad y ver qué le pueden arrancar”. Tiroteos, sicarios, secuestros, escasez, indefensión, asesinatos sin que los viandantes se paren ni a mirar; el poder judicial más corrupto del mundo (“sólo se resuelven siete de cada cien casos”, se lamenta Méndez Guédez), y a la vez ese olor a jabón y primavera que desencadena, a pesar de todo, el buen humor de los venezolanos. “Caracas se ha vuelto una ciudad muy dura, muy áspera, pero cuando escribes, el dolor se alivia”, resume el cuentista creador de Ideogramas y Hasta luego, míster Salinger. Y “no se trata de denunciar”, añade, “es que el escritor es el que ilumina lo que una sociedad no quiere mirar. Uno tiene amigos allí, la familia, que nos cuentan, y pienso hasta qué punto no hay que hablar de esto que está pasando”. “Echaba en falta en la literatura de mis paisanos su día a día, el discurso de la violencia, de la delincuencia, de las cifras: 22.000 homicidios y 16.000 secuestros al año, y son cifras extraoficiales, porque la solución que se dio al problema fue no dar cifras oficiales; esto es un país en guerra”, resume el barquisimetano, criado en Caracas. Aclara asimismo que no es una obra periodística, ni de investigación, sino “de absoluta ficción donde se enlazan sucesos que han ocurrido verdaderamente”. Méndez Guédez cuenta con que algunos lectores “van a creer que estoy exagerando, pero quien tenga curiosidad que teclee Internet, ahí están la morgue de Caracas, en primera página de un periódico que fue multado por ello; la mutilación de una niña secuestrada. Reinterpretaciones de cosas que pasaron, entretejidas como anécdota, cuando en realidad son parte del caos”. Fuente: EFE *** Más de 60 intelectuales venezolanos participan en proyecto visual La Sala Mendoza, conjuntamente con la editorial La Cámara Escrita, inauguró el domingo 18 de mayo el proyecto expositivo Manifiesto: País, en el que sesenta y seis narradores, poetas e intelectuales dan cuenta de cómo se vive en la Venezuela de hoy. Lisbeth Salas y su editorial La Cámara Escrita fueron invitadas por la sala para trabajar en este proyecto, que une las artes visuales con la literatura, la poesía, el pensamiento y la reflexión. Cada autor participante escribió un manifiesto, un testimonio sobre cómo se vive, cómo se piensa, cómo se experimenta el país en los momentos actuales. El concepto de trabajo de Lisbeth Salas nace de la idea de que la palabra es, también, un elemento visual, y que esa dupla puede ayudar en el proceso de comprensión de Venezuela. A partir de los textos de los autores, Salas, junto a los diseñadores Pedro Quintero y César Jara, dio forma a las sesenta y seis piezas que integran la exposición y que se inspiran en los medios de comunicación de masas, la publicidad y la televisión. Entre los participantes de la muestra se encuentran María Fernanda Palacios, Victoria de Stefano, Ana Teresa Torres, Rafael Cadenas, Elías Pino Iturrieta, Armando Rojas Guardia, Alberto Barrera Tyszka, Roberto Martínez Bachrich (http://www.letralia.com/firmas/martinezbachrichroberto.htm), Alejandro Castro, César Segovia, Natasha Tiniacos (http://www.letralia.com/firmas/tiniacosnatasha.htm), Enza García Arreaza (http://www.letralia.com/firmas/garciaarreazaenza.htm), Edmundo Bracho, Willy McKey, Gabriela Kizer, Milagros Socorro (http://www.letralia.com/firmas/socorromilagros.htm), Luis Enrique Pérez Oramas, Gina Saraceni, Héctor Torres (http://www.letralia.com/firmas/torreshector.htm) y Gisela Kozak. En el marco de Manifiesto: País la institución ha organizado otras exposiciones que complementan el proyecto principal. Una de ellas es El humor nuestro de cada día, muestra que estará en el espacio de La Librería y que está integrada por tres viñetas de cuatro reconocidos caricaturistas: Rayma Suprani, Eduardo EDO Sanabria, Roberto Weil y Pedro León Zapata, bajo la curaduría de Rolando Peña. Gracias a la plataforma cultural La Ventana, liderada por la artista Diana López, esta muestra se presenta en homenaje al maestro Zapata. En el Centro Documental se presenta una selección de fotografías de Horacio Siciliano, estudiante de ingeniería civil de la Universidad Metropolitana, quien ha realizado un registro sistemático de las manifestaciones estudiantiles que se registran en Venezuela desde el 12 de febrero. Siciliano forma parte del equipo del Proyecto Suma, plataforma estudiantil liderada por Andrés Nasser, cursante de Estudios Liberales de dicha universidad. También enmarcado en Manifiesto: País se estará proyectando Argumentos, serie de entrevistas realizadas a un importante grupo de escritores y artistas venezolanos, a propósito de los acontecimientos por los cuales atraviesa la sociedad venezolana. La creación, dirección y realización de este proyecto estuvo a cargo de Beatriz Bellorín y Carlos París; algunos de los entrevistados son Miguel von Dangel, Nelson Garrido, Rafael Uzcátegui, Erik del Búfalo, Javier Aizpurua y Tomás Straka. Las exposiciones estarán abiertas hasta el 31 de agosto de 2014. El público podrá visitarlas de martes a viernes de 8:30 de la mañana a 5 de la tarde, los sábados de 8:30 de la mañana a 3 de la tarde y los domingos de 11 de la mañana a 3 de la tarde. La Sala Mendoza está ubicada en la planta baja del edificio Eugenio Mendoza Goiticoa, en la Universidad Metropolitana (urbanización Terrazas del Ávila, Caracas). Fuente: Sala Mendoza *** Letralia celebra con un libro digital sus 18 años y su número 300 Doble en las rocas reúne textos de 38 autores de habla hispana en torno a la ebriedad y sus alrededores literarios. El 20 de mayo de 1996 circuló la primera edición de la revista literaria digital Letralia, Tierra de Letras. Al hito que representan sus 18 años de vida se une el hecho de la aparición de la edición Nº 300 de esta publicación venezolana que edita en Cagua (Aragua) el escritor Jorge Gómez Jiménez (http://www.letralia.com/firmas/gomezjimenezjorge.htm). Para celebrar su arribo a la mayoría de edad, Letralia ha preparado el libro conmemorativo Doble en las rocas (http://www.letralia.com/ed_let), que se encuentra disponible gratuitamente en Editorial Letralia para su lectura a través de la Web o bien en formato PDF, y en cuyas 327 páginas discurren 38 autores, en diversos géneros y desde distintas ópticas, sobre el tema de la ebriedad y sus alrededores literarios. “Hay quien asegura que sólo ebrio es posible escribir; hay quien asegura que escribir ya es estar un poco ebrio”, escribe Gómez Jiménez en la presentación del libro. “Son muchas las páginas que han sido escritas bajo efecto del alcohol —o sobre el tema del alcohol— y sería ocioso ponerse a contarlas. Pero no se puede negar la influencia que esas páginas han tenido sobre la literatura, y más, sobre la formación de nuestra cultura”. Textos narrativos, poéticos y ensayísticos conforman Doble en las rocas, en el que alcohol y literatura se encuentran para dar testimonio de una relación estrecha y no siempre complaciente. “El alcohol como combustible para el amor y para la literatura, el escritor tambaleante que vive en un permanente coctel de realidad y ficción, el ambiente confuso de las tabernas de las que ha salido la literatura universal y, cómo no, los grandes maestros de las letras y las copas”, son según Gómez Jiménez los contenidos de este libro. Entre los autores de Doble en las rocas se encuentran los argentinos Carlos Barbarito, Ricardo Juan Benítez, Marina Burana, Esteban Moore, Rolando Revagliatti e Yvette Schryer; los colombianos Alexánder Buitrago Bolívar, Luis Alberto García, John Harold Giraldo Herrera y Andrés Mauricio Muñoz; el costarricense Adriano de San Martín; los españoles Luis Amézaga, Felicidad Batista Fariña, Sergio Borao Llop, Estrella Cardona Gamio, Felipe Fernández Sánchez, Florentino Gutiérrez Gabela y Antonio Otero García-Tornel; la mexicana María Celeste Vargas Martínez; el nicaragüense Ricardo Llopesa; los peruanos Doménico Chiappe, Harol Gerzon Gastelú Palomino y César Klauer; el puertorriqueño Javier Febo Santiago y el uruguayo Jorge Etcheverry. Además, participan por Venezuela Mario Amengual, Marianela Cabrera Pineda, Wilfredo Carrizales, Mirco Ferri, Olga Fuchs, Alberto Hernández, Juan Carlos Hidalgo Antigoni, Gabriel Jiménez Emán, José Jesús Morales Maita, Maikel A. Ramírez A., Astrid Salazar, Leonora Simonovis e Iris Tocuyo Llovera. Creada en 1996 en la ciudad de Cagua, Aragua, Letralia es la primera revista cultural venezolana en Internet y la primera publicación literaria que se difundió por correo electrónico en todo el mundo de habla hispana. Su proyecto Editorial Letralia, que se inició en 1997, lleva a la Web libros digitales en español de acceso gratuito. *** Celebrarán en junio el XI Festival Mundial de Poesía de Venezuela Desde el 13 hasta el 18 de junio se celebrará en toda Venezuela la undécima edición del Festival Mundial de Poesía, que en esta edición será en homenaje a los poetas venezolanos Luis Camilo Guevara (Tucupita); Edmundo Aray (Maracay) y Luis Alberto Crespo (Carora), según informaron fuentes de la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello. Como parte de este evento, desde el 1º de abril se desarrollan en Venezuela actividades literarias y culturales orientadas a la promoción y difusión de la poesía, en conjunto con el Movimiento por la Paz y la Vida y los Gabinetes Regionales de Cultura de los estados Miranda, Vargas y el Distrito Capital. Asimismo, el 12 de mayo se anunció el veredicto del concurso “Una imagen para la poesía”, convocado para dotar al evento de una imagen gráfica distintiva, y que recayó sobre la diseñadora Mónica Piscitelli. La ganadora recibirá un premio en metálico de 15 mil bolívares. El jurado estuvo integrado por Fidel Barbarito, ministro de Cultura de Venezuela; Delcy Rodríguez, ministra de Comunicación e Información; los artistas plásticos José Luis Garrido y Daniel González, y William Osuna, presidente de la Casa Andrés Bello, quienes evaluaron 32 propuestas de diseñadores gráficos venezolanos. Fuentes: AVN • Ministerio de Cultura de Venezuela *** Analizarán en Madrid las últimas obras de Miguel de Cervantes Del 24 al 26 de septiembre se celebrará en la Sociedad Cervantina de Madrid (calle Atocha, 87) el IV Coloquio Internacional Cervantino (http://bit.ly/1h4zDzg), organizado por la mencionada institución y el sello Academia Editorial del Hispanismo, y que sobre el tema “Del Parnaso al Persiles: el último Cervantes” recibirá ponencias hasta el lunes 8 de septiembre. Investigadores, escritores, estudiantes y todos los interesados en la obra del autor del Quijote durante este período pueden participar con una ponencia enviando un resumen tan pronto como sea posible a la dirección electrónica hispanismo@academiaeditorial.com, tomando en cuenta que las ponencias definitivas deben presentarse antes del 8 de septiembre siguiendo las normas formales del coloquio (http://bit.ly/1p9uIlB). Los resúmenes, de entre 30 y 40 palabras, deben incluir el título de la ponencia, nombre completo del autor, dirección institucional o particular completa, correo electrónico y número de teléfono y cinco palabras clave. Por su parte, las ponencias tendrán una extensión máxima de 30.000 caracteres (espacios incluidos) y serán expuestas personalmente por sus autores, durante un tiempo máximo de 20 minutos. La cuota de inscripción es de 70 euros. Las ponencias seleccionadas por un comité científico internacional se publicarán en enero de 2015 en el volumen 10 de la revista impresa y digital Anuario de Estudios Cervantinos. Fuente: Academia Editorial del Hispanismo ||||||||||||||||||||||| ARTÍCULOS Y REPORTAJES |||||||||||||||||||||| === Una pregunta exclusiva e inocente, ==================================== === una respuesta descarnada y reveladora Gustavo Rubén Giorgi ======= La muerte de Gabriel García Márquez ha producido tal conmoción en nuestras letras, como no se registraba una desde 1986, cuando murió Borges. La misma sensación de vacío, tristeza y desamparo se adueñó de todos los espíritus que aman la literatura en castellano, dictándoles idéntica convicción: no habrá otro igual. Ya no gozaremos de nuevas magias, ni gastaremos vida junto al Fabulador Supremo. Debemos dar por perdida la ilusión de que, aun teniendo que sobrellevar la peripecia de nuestra existencia gris, había un brujo tramando incansablemente para nosotros hiperbólicas felicidades. Nos hemos quedado solos y es grande la cofradía de los dolientes: escritores, editores, periodistas, intelectuales y, con mejor derecho, agradecidos y desinteresados lectores de ayer y de hoy. Parece evidente que un grupo sintió como ningún otro la partida del colombiano, y son sus colegas los periodistas. Es legítimo pensar que en cada uno de ellos anida la seguridad de estar llorando al mejor de los suyos, al que llevó a la excelsitud las triquiñuelas de la profesión y que se valió de ellas para dar forma a un incomparable. Empero... Rodolfo Walsh dictaminó, con extraordinaria inspiración periodística y literaria, que de entre todos sus oficios terrestres el que más le convenía era el violento oficio de escribir: García Márquez, que compartió muchas cosas con Walsh, podría haber concordado con la salvedad de que, para él, no hubo otro quehacer que no fuera ese, y, precisando el juicio, el de escritor de libros hasta las últimas consecuencias y costara lo que costase. Lo sabemos porque se lo confesó a un periodista y también, naturalmente, escritor. *** En junio de 1967, Buenos Aires era la capital de la industria editorial en lengua española. Era natural, por tanto, que Cien años de soledad, la novela que estaba en boca de todo el mundo, se hubiera editado aquí. (Nos hemos acostumbrado tanto a las pérdidas que hoy esa primacía se nos ocurre tan lejana como ajena). Dos tapas de Primera Plana, un concurso en que fue jurado junto a Roa Bastos y Marechal y un extraordinario reportaje de Ernesto Schóo fueron el marco del hoy mítico acontecimiento de su visita a la Argentina, que debe no poco a la intuición de aquel gran periodista que fue Tomás Eloy Martínez. Cóctel en el Hotel Plaza. La excusa, entregar el premio del mentado concurso, pero la verdad es que todos quieren una palabra de la nueva celebridad. Acosado por los cronistas, García Márquez desilusiona a todos por igual con la misma explicación: no da entrevistas. Entre aquellos está Antonio Requeni, de La Prensa. No se resigna. Espera a que la ingesta de bebidas y bocadillos apacigüe los ímpetus para buscar otra oportunidad. La reunión desmaya y el fin se ve cercano; los escribas experimentan la melancolía de cada uno de esos convites, cuando la urgencia de la redacción les recuerda que su participación en el mundo de las exquisiteces, el boato y los comedimientos es ilusorio, o apenas tangencial. Ralea la concurrencia, lo que le permite vislumbrar (¡charlando con el invitado!) a Beatriz Guido, que para el mundo es escritora profesional, pero que, en realidad se desempeña como ángel tutelar de su “Babsy” y, según aseguran quienes la conocieron, de cualquier amigo en trance de afán. Antonio Requeni es uno de ellos y busca un aparte. —Betty, por favor, conseguime unos minutitos con García Márquez... —Pero, vos viste, no quiere hablar con nadie, Antonio. —Decile que es para La Prensa, que es un diario importante, el más viejo de Buenos Aires. Dale... Beatriz despliega sus alas y susurra quién sabe qué conjuro al ilustre y esquivo visitante, que accede a conceder tres minutos, no más. ¿Qué preguntarle a ese hombre retacón, morocho, que le recuerda al por aquel entonces célebre Juan Valdés, símbolo del café de Colombia? La premura y la poca paciencia no son, por cierto, las mejores condiciones para sacarle el jugo a una exclusiva. Pero no hay que dejar pasar la ocasión. Transcribo: —¿Cómo definiría su estilo? —es la primera pregunta. Seco, cortante, el novelista contesta: —Un realismo disparatado. —¿Reconoce algún antecedente? —Hasta hace poco reconocía antecedentes, pero después de analizarlo mucho, comprendí que eran los críticos quienes me habían hecho creer en esas influencias. Hoy, los únicos antecedentes que reconozco son los cuentos que me contaba mi abuela. (...) Le pregunto entonces si la transformación operada en la narrativa de los últimos años, especialmente en América Latina, tiende únicamente a renovar aspectos formales o pretende además reflejar una nueva visión de la realidad. —Los novelistas como Cortázar, Carpentier, Guimarães Rosa, Vargas Llosa y yo mismo —contesta— nos estamos dando cuenta de la verdadera realidad latinoamericana y para poder expresarla tenemos que experimentar nuevas formas, formas que tiendan a reflejar más certeramente esa realidad. Creo que escribir novelas es contar las cosas que le pasan a la gente. Antes se le daba importancia al paisaje, ahora queremos profundizar esos caracteres y en eso va incluido todo (el paisaje, las psicologías individuales, la situación política y social). Usted ve que ya no se hacen panfletos, ahora se escriben novelas. —¿Eso quiere decir que la novela es sucedáneo del libelo? —No —responde rápidamente—, la novela no es un sucedáneo, pero lo incluye. Una novela auténtica, en estos momentos, necesariamente debe constituir un testimonio social y hasta político, pero implícitamente, a través del hombre, no como se hacía antes. (...) —¿Cree que puede alcanzar trascendencia una novela que se escriba hoy en América con una estructura y una expresión tradicionales, de espaldas a la experimentación de la novelística actual? —Yo no niego nada de la novelística anterior. Los defectos de que podía adolecer no eran el tratamiento, los procedimientos estilísticos, que no eran malos. Lo que ocurre es que antes había una forma distinta de ver las cosas. El entrevistador advierte que el embrujo de Beatriz se disipa. En cualquier momento García Márquez lo dejará plantado o —lo que es peor— alguno se avivará y...¡adiós, primicia! Pregunta lo primero que se le viene a la cabeza. —¿Qué consejo daría a un joven escritor latinoamericano con vocación de novelista? La pregunta es inocente, y también un lugar común. Pero esos tiempos también eran de inocencia, una inocencia tan grande como para llamar “dictablanda” a la tiranía de turno. El país vivía por inercia de las glorias del pasado, e ignorábamos que el golpe de 1966 marcaba la cuenta regresiva que nos llevaría a la destrucción y el horror. —Que escriba mucho. El principal problema de los escritores latinoamericanos es que, en general, son escritores de domingo. No se dedican de lleno a la creación. —De acuerdo; pero tenga en cuenta que muchos escritores, aún importantes, deben trabajar en otra cosa para vivir, para sostener a una familia, dar de comer a sus hijos... El periodista se siente tocado. Él a su vez es escritor, pero es para parar la olla que está frente al comienzo de la leyenda. Aunque las amarillentas páginas de La Prensa nos desmienten, el escritor le espeta, de manera brutal: —¡Pues que los hijos se mueran de hambre! Reflexiona Requeni: La respuesta me pareció un exabrupto y no me animé a consignarla en el reportaje. Más tarde comprendería el verdadero sentido de la frase. García Márquez no dejó morir de hambre a sus hijos pero, con su esposa, hizo muchos sacrificios para poder dedicarse a escribir. ¿Cansancio? ¿Fastidio? ¿El whisky? Tal vez, un poco de cada cosa, pero también la confirmación de que ese hombre tímido, a pesar de su apariencia maciza, había tomado ya una determinación irreversible. Se había dado cuenta de que tenía algo importante que decir y lo haría, del modo que fuese y sin importarle los sacrificios o lo que hubiera que dejar por el camino. Matar a los hijos de hambre seguro que no, pero lo necesario como para dejar con la boca abierta a cualquiera, como a un azorado periodista de Buenos Aires, en el lejano invierno de 1967. Antonio Requeni nació en Buenos Aires en 1930. Es uno de los grandes poetas argentinos y un maestro de la crónica, como atestigua su Cronicón de las peñas de Buenos Aires (Ed. Corregidor, Bs. As., 1986). Ha sido laureado por la Sade con el Gran Premio, es ganador del Premio Municipal de Ensayo “Ricardo Rojas” y el del Fondo Nacional de las Artes. Integra como miembro de número la Academia Nacional de Periodismo y la Academia Argentina de Letras; es miembro correspondiente de la RAE. Algunos de sus poemarios: La soledad y el canto (1956), Manifestación de bienes (1965) Línea de sombra (1986) y El vaso de agua (1997). La recreación de su encuentro con Gabriel García Márquez se ha hecho teniendo en cuenta sus recuerdos y su propia versión del asunto, publicada en La Prensa y en su libro Temas y personajes (papeles de periodista) (Proa Amerian Editores, Buenos Aires, 2012). ** Gustavo Rubén Giorgi http://www.letralia.com/firmas/giorgigustavoruben.htm Abogado y escritor argentino (Zárate, Provincia de Buenos Aires, 1955). Trabaja como funcionario público en el cargo de jefe del Registro Civil de Zárate. Ha publicado Cuentos de la resignación (Editorial Dunken, http://www.dunken.com.ar; Buenos Aires, 1997), el libro de relatos históricos El profeta y el traidor (Ediciones Proa, Buenos Aires, 2000), los poemarios El último bien (Proa, 2001), El retorno de Hipsipila (Alloni-Proa, Buenos Aires, 2005) y Acechanza de reflejos (Proa, 2009), la colección de ensayos Aunque sean los papeles rotos de las calles (Alloni-Proa, 2005) y un volumen con el relato “El emisoriario” y el soneto “Elección” (colección “Biblioteca Mínima” del diario Opinión; Cochabamba, Bolivia, 2007). Además, textos suyos aparecen, traducidos al italiano, en la Antologia della Poesia Argentina Contemporanea (Edizioni Sentieri Meridiani, http://www.sentierimeridiani.it; traducción de Emilio Coco; Foggia, Italia, 2007). Ha dado conferencias sobre cine, historia y literatura en Buenos Aires, y en el interior y exterior de Argentina. Integra el plantel de colaboradores permanentes de la revista Proa, fundada en 1922 por Jorge Luis Borges y en la que ha publicado cuentos, poemas y ensayos desde 1998. En 2009 fue jurado, en el género Novela, para la Faja de Honor 2009 de la Sociedad Argentina de Escritores (Sade, http://sade.org.ar). === Cien años de soledad: el otro modo de narrar a América ================ === Gabriel Jiménez Emán ================================================== La literatura de índole popular se mueve a veces entre dos extremos: el de entrar al circuito del consumo masivo por un lado, y por el otro en el de crear un ámbito hermético puramente intelectual. La novela, vehículo y reflejo en pasados siglos de la sensibilidad popular, es actualmente una forma y un arte de minorías. En todo caso, las novelas que más se leen hoy no son precisamente novelas literarias, sino las novelas “producidas” por editoriales para un público cautivo, es decir, para un público del que se pretenden conocer previamente los gustos. Como escuché decir alguna vez a Salvador Garmendia: “En el siglo diecinueve los novelistas escribían para un público; en buena parte del veinte escribieron para los críticos, y ahora escriben para las editoriales”. Yo agregaría: para lo que las editoriales “creen” que es el público. La novelística latinoamericana, que estuvo un tanto aletargada después de la época romántica —cuando se leían con fruición novelones como María, de Jorge Isaacs—, tuvo algunos parangones de popularidad durante el Modernismo, con autores como Leopoldo Lugones, Rufino Blanco Fombona o Manuel Díaz Rodríguez. Pero estas obras palidecieron ante las tendencias del realismo norteamericano en narradores como William Faulkner, John Dos Passos, Ernest Hemingway o Truman Capote. En Venezuela, un novelista como Rómulo Gallegos llevaría a la cima las posibilidades de un nuevo realismo vernáculo en la novela hispanoamericana, dando paso en décadas siguientes a otras tendencias más enraizadas al barroco, la fabulación de la historia, la imaginación lírica o los juegos paródicos. Fue así como a mediados de los años sesenta del siglo XX —más precisamente en el año 1967— la obra de un periodista y cuentista inventivo de Colombia, de temperamento trashumante e imaginación calenturienta, entró, después de salvar muchos escollos editoriales, al difícil arte de la novela guiado por un enorme olfato y un golpe de suerte, al convertirse una de sus obras en el libro más leído y comentado de la literatura hispanoamericana de aquella década y, según pudo demostrarse luego, de las décadas subsiguientes. Cien años de soledad apareció en una fecha bisagra de esa década llamada prodigiosa. Los acontecimientos políticos y culturales de entonces favorecieron su recepción; ya escritores maduros de América Latina estaban siendo focos de atención: Borges, Carpentier, Cortázar, Rulfo. Había en ellos algo que traspasaba los límites del naturalismo y del verismo racionalista. Mundos metafísicos (Borges), absurdos (Onetti), fantásticos (Cortázar), maravillosos (Carpentier), o fantasmales (Rulfo) sirvieron de antesala a Cien años de soledad y en cierto modo le prepararon el terreno. La novela se publicó en una discreta edición de la editorial Suramericana de Buenos Aires, después de haber corrido poca suerte en otros sellos. El libro comenzó a venderse por encima de las expectativas, y hubo de reimprimirse varias veces. En pocos meses, ya había adquirido un nivel de ventas que sorprendió al propio autor y a los editores (primero a Carlos Barral y luego a Carmen Balcells, ambos catalanes y artífices de este boom editorial) y ya para finales de la década se había convertido en “el fenómeno” de popularidad de las letras hispanoamericanas. A ello se unió el clamor de la crítica y el carisma personal de García Márquez, que revelaba en cada entrevista una anécdota chispeante y diferente, salpicada de humor e irreverencia. La novela abandonaba así los recintos académicos y volvía al dominio de lo popular. Pese a manejar una saga de personajes bastante compleja y un lenguaje ciertamente elaborado, García Márquez logró insertar en el entramado de sus historias otras pequeñas historias o subtramas, muy bien seleccionadas del imaginario popular: cuentos de camino, crónicas apócrifas, chismes y hasta chistes. Se valió para ello de sus ardides de buen periodista, imprimiéndole fluidez al discurso narrativo. En su permanente desenfado, García Márquez se atrevió a decir que había descubierto en su novela una cantidad enorme de errores, incongruencias y gazapos, cuestión dicha con la mayor naturalidad. También declaró que se había divertido mucho leyéndola después de diez años. Con todo ello creó una mitología en torno a su figura, la cual se tornó emblemática del escritor popular (recibe el Premio Nobel de Literatura vestido de traje liquiliqui); aun cuando confesó estar cansado de la fama, se rodeó de actores y actrices de cine y presidentes progresistas, escribió guiones y fundó talleres cinematográficos, pero se negó sistemáticamente a ceder los derechos de Cien años de soledad para que ésta fuese llevada al celuloide. Cuando la novela mereció el Premio Rómulo Gallegos en Caracas, donó el jugoso monto del galardón al partido político Movimiento al Socialismo, para ratificar su vocación socialista, que ya venía avalada por su amistad con Fidel Castro. En fin, todo un banquete para la promoción en los medios. Pero sigamos con la novela. Otra virtud de esta obra es el afianzamiento en temas poco edificantes: el fracaso, la guerra, la soledad, la miseria, la muerte. Éstos conducen su escritura hacia la tradición moderna de los antihéroes y, por qué no, hacia una cierta tradición pesimista muy acorde con los tiempos. Sus personajes son plenamente verosímiles, aunque tocados siempre por las situaciones sorprendentes o afantasmadas, lo cual permite conectar estas situaciones a logros fantásticos; también a los sesgos del archiconocido “realismo mágico”, rótulo que facilitaría su inclusión dentro del controversial canon del realismo mágico (un canon que, por cierto, no agrada para nada al nuevo pope del canon literario occidental, Harold Bloom), para catapultar toda su obra bajo este rubro, cuestión que no pasó del mero clisé y de las clasificaciones académicas. De cualquier modo, hay pocos casos de imaginación tan bien administrada y razonada, como los presentes en este libro. No soy amigo de buscar influencias, pero ya se han citado ampliamente los ecos de Faulkner, del Orlando de Virginia Woolf, de Graham Greene, de Kafka o de Hemingway. Yo me atrevería a decir que en García Márquez se acrisolan influencias diversas de la literatura occidental del siglo XX. Para citar sólo algunas de las más notorias, podemos elucubrar con el asombro que le produjo La metamorfosis, de Franz Kafka, donde desde el primer párrafo un hombre se encuentra “convertido en un monstruoso insecto”; luego, un personaje hermafrodita o de sexo ambiguo como el Orlando de Virginia Woolf posee un desenfado tan grande y hace cosas inusuales o asombrosas en un marco realista; luego, mezcla todo eso con elementos de la narrativa norteamericana como los cuentos de fantasmas de William James, o de las novelas de William Faulkner, quien crea (o mejor inventa) el pueblo de Yoknapatawpha para fundar desde éste una épica personal, y que García Márquez parodia en su Macondo; finalmente, una novela como Pedro Páramo, de Juan Rulfo, le permite verificar, en un pueblo fantasma como Comala, la transfiguración de sus habitantes, quienes se mueven en un ámbito de soledad o abandono, y que a su vez contienen en sí mismos los secretos de la tierra. Esta sería sólo una de las tantas digresiones especulativas que pueden realizarse acerca de esta obra, así como la crítica de entonces se volcó a hacer relaciones de posibles influjos en nombre de aquello que el crítico estadounidense Harold Bloom llamó “la angustia de las influencias”, y que permitió al mismísimo Miguel Ángel Asturias —para entonces Premio Nobel de Literatura— acusar a García Márquez de plagiar en su novela a no sé qué obra de Balzac, asunto que causó cierto revuelo y hasta malestar. Otra cosa que se podría anotar como modus operandi en Cien años de soledad es que va de lo particular a lo general, del detalle al todo. No le interesan al escritor los magnos héroes o los grandes acontecimientos, los escenarios fastuosos ni los destinos trascendentes. Todo lo contrario: le atraen los fracasados como Aureliano Buendía, o enjutas como Úrsula Iguarán, o tocados por la fatalidad como Remedios, la bella, quienes se mueven en ese pueblo solitario de Macondo, donde el humor dramático es un elemento importante. No hay esencialismos ni tesis ideológicas a demostrar, aunque sí marcos históricos o geográficos precisos: el de la industria bananera de su pueblo de Barranquilla en el Magdalena colombiano; las luchas guerrilleras que han sacudido a su país; en fin, una serie de sucesos que permiten ubicar acciones de personajes en contextos concretos de Colombia, pero a éstos García Márquez tuvo el cuidado de no regionalizarlos o de identificarlos directamente con lugares reales; antes bien, los sometió a una suerte de tamiz, desde el cual logra ubicar a sus personajes en un ámbito mayor. Con esta novela expiran el realismo social, el psicologismo, el positivismo, el historicismo, el sociologismo y todos los esencialismos programáticos. Otro de los elementos de primer orden en la construcción del mundo garciamarquiano es el humor. Pese a las numerosas situaciones dramáticas y trágicas, siempre se mantiene una atmósfera sonriente de humor, de un humor criollo lírico, de modo que éste ilumina la condición fatalista u oscura de los sucesos o las conciencias. Finalmente, asomo un valor de base: el valor poético. En pocas novelas de Hispanoamérica hay tanta valoración de la música verbal, tal sugerencia en las imágenes e indagación en las situaciones de naturaleza misteriosa; en fin, todo el libro se cierra en una suerte de metáfora sobre la muerte y la soledad, dentro de una dimensión iluminadora y sensible. Otra cosa que admiré siempre en este libro fue la precisión de sus diálogos. Son escasos a lo largo de la novela, muy lacónicos, o están presentados en forma de monólogos que contienen siempre un ingrediente filosófico diestramente manejado, no exento de humor. Porque si de humor hablamos, García Márquez lleva a su cúspide el arte de la “mamadera de gallo”, el bochinche, el humor criollo, común a los pueblos del Caribe dotados de esa picardía tan especial, donde está siempre presente la inteligencia cotidiana para la sobrevivencia y que la sirve al mismo tiempo para suavizar nuestros dramas y nuestras tragedias. Yo creo que este humor aparece en nuestra novelística por primera vez con este rango gracias la prosa ágil de García Márquez, que ya habría venido trabajando en sus crónicas periodísticas de juventud en diarios colombianos. Finalmente, quisiera señalar en esta obra de García Márquez (pero también en El amor en los tiempos del cólera, Crónica de una muerte anunciada y El general en su laberinto, sus grandes obras) el que quizás es su logro más importante: su dimensión poética. García Márquez se formó en las lecturas de los poetas del grupo Piedra y Cielo de Bogotá (con Eduardo Carranza y otros a la cabeza) y de los poetas románticos, del Siglo de Oro español y modernistas hispanoamericanos que tanto le impresionaron, y de quienes se sabía de memoria sus poemas. En esencia, la cualidad mayor de su lenguaje reside en su capacidad lírica, en su vuelo lingüístico, en un desenfado verbal que encuentra su horma mejor en los elevados registros de su asombrosa adjetivación, de un ritmo terso y musical, desde donde siempre surgen hallazgos de metáforas inusitadas e imágenes renovadoras. No sé cuántos estudios o artículos se habrán escrito sobre este libro; probablemente es la obra de mayor influencia en la novelística hispanoamericana posterior; una influencia que pudo ser nociva si hablamos de los imitadores al uso, y no, desde luego, de la perspectiva enriquecedora que ésta abrió. De los estudios que leí hace tiempo destaco los de Ángel Rama, Álvaro Mutis, Luis Hars, Julio Ortega, Juan Gustavo Cobo Borda y Carlos Fuentes. Artículos de escritores de lenguas extranjeras que me han gustado son los de Thomas Pynchon y Ernest Jünger. A cuarenta y siete años de la primera edición de Cien años de soledad vale la pena preguntarse si ha resistido lecturas más concienzudas y menos apasionadas, y la respuesta es que sí. Me atrevería incluso a afirmar que ha crecido en el tiempo, como lo hacen los verdaderos clásicos. Abro la novela al azar y aún la leo con placer imaginándome al García Márquez de 39 años viéndola editada —y a mí, de 17, leyéndola—: Pilar Ternera murió en el mecedor de bejuco, una noche de fiesta, vigilando la entrada de su paraíso. De acuerdo con su última voluntad, la enterraron sin ataúd, sentada en el mecedor que ocho hombres bajaron con cabuyas en un hueco enorme, excavado en el centro de la pista de baile. Las mulatas vestidas de negro, pálidas de llanto, improvisaban oficios de tinieblas mientras se quitaban los aretes, los prendedores y las sortijas, y los iban echando en la fosa, antes de que la sellaran con una lápida sin nombre ni fechas y le pusieran encima un promontorio de camelias amazónicas. Después de envenenar a los animales, clausuraron puertas y ventanas con ladrillos y argamasa, y se dispersaron por el mundo con sus baúles de madera, tapizadas por dentro con estampas de santos, cromos de revistas y retratos de novios efímeros, remotos y fantásticos, que cagaban diamantes, o se comían a los caníbales, o eran coronados reyes de barajas en altamar. Conocí a García Márquez en Caracas, en el año 1974. Charlamos un rato en un café de Sabana Grande, acompañado de Salvador Garmendia y Domingo Miliani. Esta conversación fue para mí muy estimulante, pese a ser breve, pues él estaba siempre acechado por los periodistas. Tomamos café, él era conocido y amigo de Miliani y Garmendia; habló con ellos un buen rato sobre Venezuela, Colombia, sobre literatura y amigos comunes. Yo apenas oía y aprendía de ellos. Se despidió (“Mucho gusto, tocayo”, me dijo) y le vi alejarse con un ejemplar de mi primer libro, Los dientes de Raquel, en su poder. Desde ese momento me prometí emularlo. En abril de 1996 le vi de nuevo en el Primer Congreso Internacional de la Lengua Española celebrado en Zacatecas, México, y apenas pude estrecharle la mano en medio del tumulto que se agolpaba para saludarle. Acaparó más público que el mismo rey de España. También fue muy controvertido su discurso en ese congreso, ampliamente comentado en los medios de todo el mundo, donde habló de la importancia de cometer errores o de hacer caso omiso de la gramática. Por supuesto, he leído sus libros posteriores, y sobre algunos de ellos he escrito ensayos y comentarios, a veces adversos. Aunque no incurriré aquí en la inelegancia o en el lugar común de decir que sus demás libros no han superado a su famosa novela, llamada por alguien “la novela total” u otras sandeces. No hay algo que un escritor deteste más que reduzcan todo su esfuerzo literario a una sola obra, tendencia que al parecer es irreductible entre los lectores superficiales. Simplemente se trata de trabajos de índole diversa o de distinto tenor. En cualquier caso, saludo que haya surgido un escritor como él, tan lozano y maduro, azaroso y pertinaz a un tiempo, tan dotado para la ficción como para el periodismo. De hecho, García Márquez es posiblemente el mayor periodista literario de América en el siglo XX, el escritor que le devolvió a la crónica periodística su dignidad estética, asunto que se puede constatar en la lectura de sus trabajos reunidos en los volúmenes Entre cachacos y Obra costeña, preparados por el profesor Jacques Gillard. Su saga de los Buendía permanecerá como una de las creaciones más originales del continente, tan enraizada está a la inventiva popular y a la imaginación oral de esas pequeñas aldeas que se resisten a morir en el olvido, el abandono o la soledad, a lo largo de la vasta e inagotable geografía americana. Su flor amarilla, su sonrisa jovial, su entereza humana y su identificación con ese pueblo de donde extrajo sus mejores historias, le convierten en el protagonista de un hermoso cuento que pudo haber salido de su propio pulso. Que Dios te inmortalice entre nosotros, Gabo. ** Gabriel Jiménez Emán http://www.letralia.com/firmas/jimenezemangabriel.htm Escritor venezolano (Caracas, 1950). Su obra narrativa y poética ha sido traducida a varios idiomas y recogida en antologías latinoamericanas y europeas. Vivió cinco años en España y ha representado a Venezuela en eventos internacionales en Atenas, París, Nueva York, México, Sevilla, Salamanca, Buenos Aires, Santo Domingo, Ginebra y Quito. Ha publicado los libros de cuentos Los dientes de Raquel (La Draga y el Dragón, 1973), Saltos sobre la soga (Monte Ávila, http://www.monteavila.gob.ve, 1975), Los 1.001 cuentos de 1 línea (Fundarte, http://www.fundarte.gob.ve, 1980), Relatos de otro mundo (1988), Tramas imaginarias (Monte Ávila, 1990), Biografías grotescas (Memorias de Altagracia, http://edimemorias.blogspot.com, 1997), La gran jaqueca y otros cuentos crueles (Imaginaria, 2002), El hombre de los pies perdidos (Thule Ediciones, http://www.thuleediciones.com, España, 2005), La taberna de Vermeer y otras ficciones (Alfaguara, http://www.santillana.com.ve, Caracas, 2005) y Había una vez... 101 fábulas posmodernas (Alfaguara, 2009), entre otros, así como las novelas La isla del otro (Monte Ávila, 1979), Una fiesta memorable (Planeta, http://www.planetadelibros.com/editorial-editorial-planeta-8.html, 1991), Mercurial (Planeta, 1994), Sueños y guerras del Mariscal (Comala, http://www.comala.com, 2001; Ediciones B, http://www.edicionesb.com, Bruguera, 2007), Paisaje con ángel caído (Imaginaria, Yaracuy, 2004) y Averno (El Perro y la Rana, http://www.elperroylarana.gob.ve, 2007); los libros de ensayo literario Diálogos con la página (Academia Nacional de la Historia, http://www.anhvenezuela.org, Caracas, 1984), Provincias de la palabra (Planeta, Caracas, 1995), El espejo de tinta (Fondo Editorial Ambrosía, Caracas, 2008), Una luz en el camino: fundamentos de ética para adolescentes (Biblioteca Básica Temática, Caracas, 2004), Espectros del cine (Cinemateca Nacional, http://www.cinemateca.gob.ve, Caracas, 1998) y El contraescritor (El Perro y la Rana, Caracas, 2008); los poemarios Materias de sombra (Premio Monte Ávila de Poesía, 1983), Narración del doble (Fundarte, 1978), Baladas profanas (La Oruga Luminosa, 1993) y Proso estos versos (Círculo de Escritores de Cojedes, 1998), Historias de Nairamá (Fondo Editorial del Caribe, Anzoátegui, 2007), y las antologías y trabajos de investigación Relatos venezolanos del siglo XX (Biblioteca Ayacucho, http://www.bibliotecayacucho.gob.ve, 1989), El ensayo literario en Venezuela (La Casa de Bello, http://www.casabello.gob.ve, Caracas, 1988), Mares: el mar como tema en la poesía venezolana (Banco Unión-Ateneo de Caracas, Premio Anda, 1990) y Ficción mínima: muestra del cuento breve en América (Fundarte, Caracas, 1996), entre otros, así como antologías literarias con estudios sobre Víctor Valera Mora, Luis Fernando Álvarez, John Lennon y Bob Dylan, Brian Patten, Baica Dávalos, José Lezama Lima, Vicente Huidobro, Ludovico Silva, Salvador Garmendia y Adriano González León. Ha recibido diversos reconocimientos, como el Premio Municipal de Narrativa del Distrito Federal, el Premio Romero García de Narrativa del Consejo Nacional de la Cultura, el Premio Nacional de Narrativa Orlando Araujo y el Premio Solar de Ensayo de la Fundación de Cultura del Estado Mérida (Mérida, 2007) por el libro El espejo lúcido. Es traductor de poesía de lengua inglesa y editor independiente. Dirige la revista y las ediciones Imaginaria, dedicadas a lo inquietante y lo fantástico, y es coordinador general de la Fundación “Elisio Jiménez Sierra”. Ha sido coordinador de la Plataforma del Libro y la Lectura (Ministerio del Poder Popular para la Cultura, http://www.ministeriodelacultura.gob.ve), director general del Gabinete Ministerial de Cultura en el estado Yaracuy y miembro de la Junta Directiva Nacional de la Red de Escritores de Venezuela (http://rednacionaldeescritoresdevenezuela.blogspot.com). === Diomedes Díaz: el espantapájaros que conquistó un anaquel ============= === en la historia de Colombia Enoin Humanez Blanquicett ============= Los individuos de alma dionisíaca y perdularia que habitan el Caribe colombiano y sus alrededores, sin importar su género, su estrato social o nivel cultural, pasaron de duelo la navidad de 2013. El domingo 22 de diciembre, a una hora indeterminada, murió Diomedes Dionisio Díaz Maestre, sumo sacerdote de la bacanal, el goce mundano y la juerga. El señor de “la eterna parranda”, de acuerdo a los tropos con que se refirió a él Alberto Salcedo Ramos (http://bit.ly/1hVA13e). Ese título lo ganó gracias a sus extraordinarias dotes de juglar y a los matices de una voz cuyos influjos tenían el poder de convertir al público en una congregación de “feligreses que se postraba sumisa ante su Mesías”. El ascendiente que el desaparecido cantante tenía sobre el público fue documentado detalladamente por Salcedo Ramos, a quien se ha proclamado como el mejor cronista colombiano de los últimos tiempos. Según el cronista, cuando Diomedes comenzaba a cantar la gente entraba en una suerte de trance colectivo, que la llevaba a hacer cosas que no son entendibles desde la perspectiva racional. Analizando el fenómeno Diomedes, Salcedo Ramos advierte que “en los conciertos de los otros cantantes vallenatos el público quiere divertirse, básicamente. Los asistentes cantan, tocan las palmas, brincan, bailotean. Pueden pasarse la noche entera sin mirar hacia la tarima donde se encuentra el conjunto, porque para ellos lo que cuenta es su propia alegría”. En los conciertos de Diomedes Días no pasaba así. A él, en cambio, el público necesitaba “admirarlo”. Cuentan Salcedo Ramos y todos aquellos que fueron testigos de esos espectáculos, que en los bailes que animaba Diomedes, las parejas que asistían allí para bailar, cuando él comenzaba a cantar abandonaban ese deseo, porque su canto, “como si fuera un conjuro”, les arrebataba “el movimiento”. Hechizados por su voz se dedicaban “a observarlo nada más (...), maravillados, sometidos”. De ese modo lo que se iniciaba como una fiesta, que buscaba el “puro disturbio de los sentidos”, el “gozo en su estado más primitivo” terminaba convirtiéndose en un “culto pagano”, en el que los feligreses se postraban ante su pontífice. En esas ceremonias báquicas a menudo los fanáticos pasaban “de la adoración sosegada, contemplativa, a las expresiones de idolatría más delirantes”. En medio del paroxismo colectivo, una que otra mujer se arrancaba el sostén y lo lanzaba con fuerza hacia la tarima; otra se quitaba el calzón y lo hacía girar, “desafiante, en su dedo índice levantado como el asta de una bandera”; alguien levantaba un cartel con la frase: “Eres lo máximo, DIOSmedes”. De la aceptación social que alcanzó su música —y del rechazo que algunos sectores de la sociedad colombiana (particularmente bogotanos) manifestaron frente a las tropelías de ese sujeto, que llevó una vida indiscutiblemente disoluta— dejó constancia para la posteridad un editorial del centenario y cachaco diario El Espectador (http://bit.ly/1n7m3Dp), que nunca le dedicó en vida un editorial. En la nota póstuma del diario capitalino, donde raras veces se exalta con la opinión oficial de sus editores las gestas de los provincianos, se dijo que el inmensamente celebrado y nunca bien ponderado Cacique de la Junta fue “un cantante superdotado, probablemente único en su clase (por la potencia, por el timbre prodigioso de su voz), que volcó el legado del vallenato a toda la sociedad colombiana”. Resalta el editorial que hoy nadie puede negar, sin importar la clase social o el estrato, que la música de Diomedes Díaz suena “en casas y en carreteras”, en “todas las fiestas de todos los meses del año”. Sobre la popularidad de la música de Diomedes el cronista sincelejano Alfonso Hamburger (http://bit.ly/1gWukSp) afirmó que “en Colombia, en tiempos normales, cada 30 segundos suena una canción suya”, lo cual explica por qué Diomedes Díaz, como lo resaltó Liliana Martínez Polo (http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-13312237), “se convirtió en el mayor vendedor de discos en la historia de Colombia”. Sobre la cifra de discos vendidos por Diomedes (http://bit.ly/1lAY0Hh), entre los analistas del mercado musical hay quienes dicen que a lo largo de su carrera vendió 40 millones de copias. El bloguero Nelson Armesto Echavez (http://bit.ly/1jJm0W1), experto en mercadotecnia y conocedor consumado de la obra del artista, sostiene que desde el punto de vista comercial “Diomedes Díaz en Colombia no tiene punto de comparación”, pues “hasta en sus malos momentos, sin publicidad y sin respaldo de los medios”, Diomedes fue uno de los artistas más solicitados y vendedores del país. En conclusión, y haciendo nuestras las palabras de la bloguera Nani Mosquera (http://bit.ly/1mJ3bb4), Diomedes “vendió más discos que muchos artistas no tan corronchos”, que han salido más que él en la televisión y la prensa de farándula, sin tener la mitad del genio que él tuvo. Sobre la aceptación de su música a lo largo y ancho del territorio nacional, “si miramos en la cabeza de todos los colombianos —asegura Mosquera— encontraremos la letra de una de sus canciones en algún rincón”. Respecto al mismo tema el investigador César Rodríguez Garavito (http://bit.ly/1mJ3TFi) sostiene que “en un país fragmentado por regiones, sus canciones se convirtieron en la música de fondo que daba la impresión de algo coherente detrás de los fragmentos. Uno se montaba en un taxi bogotano oyendo una de sus tonadas, hacía trasbordo a un bus intermunicipal que tocaba todo su repertorio y era recibido por su voz en la terminal de Santa Marta, Villavicencio o Cali. Sus letras poéticas les hablaban, sus melodías ponían a bailar a colombianos de todo tipo”. El éxito musical de Diomedes Díaz fue tan monumental que, según un productor de Sony Music Colombia, él era “el único artista vallenato que podría pasar diez horas seguidas cantando solo éxitos, sin repetir ni una canción”. Fue tan sólido su éxito comercial, que expertos en mercadeo musical han considerado que, en Colombia, Diomedes es uno de los pocos artistas a los que la piratería no ha podido doblegar. Él mismo dejó por sentado que la copia —sin permiso— de su obra no le quitaba el sueño. En entrevista con Daniel Vivas Barandica (http://bit.ly/TiS8e9), publicada en la revista Bocas, sobre el tema dijo: la piratería “a mí no me ha afectado mucho, yo he seguido vendiendo y parece que a todos, incluyendo a Sony Music, nos ha ido bien. (...) La piratería vende más barato, llega a lo más recóndito y nos hace propaganda para llenar escenarios. Es un arma de doble filo”. El hecho de sentirse idolatrado sin contraprestaciones por un público que estaba “dispuesto” (así lo advierte Salcedo Ramos) “a perdonarle cualquier barbaridad con tal de que siguiera cantando”, fue lo que lo llevó a componer el tema “Para mi fanaticada”, un himno que enardece el corazón de sus verdaderos fieles. En esa canción, acompañado por los acordes magistrales de Colacho Mendoza, en manifiesto gesto de humildad canta con vehemencia: Toditas mis canciones siempre se refieren al amor Pero esta vez me inspiro pa’ cantarle a mi fanaticada Porque un artista solo no puede conservar su valor Y hay que reconocer que ninguno nace con fama Por eso yo con mi fanaticada Siempre vivo contento cada día Cantándoles bonitas melodías De esas que yo compongo con el alma Una muerte como en el paseo “Sueño triste” Mi primer contacto con la música de Diomedes Díaz sucedió en la escuela rural del caserío de San Francisco, cabecera urbana de la vereda donde nací. Allí, a pocos pasos de la escuela, había una cantina. Su dueño había traído de Venezuela, a donde había ido a trabajar en una matera, un tocadiscos que funcionaba con baterías y dos bocinas, que se podían escuchar a varios kilómetros de distancia. Esa festiva posesión hacía de él la única persona, en varias leguas a la redonda, capaz de animar de manera moderna las parrandas de los adultos perdularios de la comarca de mi infancia. El artefacto había convertido al tipo en un empresario próspero y apreciado por los tarambanas del villorrio. Para celebrar la vida o para ahogar las penas, los hombres de la región —pocas veces las mujeres, vale la pena aclararlo— llegaban a cualquier hora del día o de la noche y solicitaban que se hiciera sonar en la radiola, por un peso la hora, su música favorita. Entre los temas que los emparrandados hacían repetir hasta el cansancio estaba el paseo “Sueño triste”, compuesto por Calixto Ochoa. La canción encierra un mensaje agorero, que sólo Diomedes Días y Colacho Mendoza pudieron transmutar en aire alegre. A veces estábamos tratando de aprender a sumar, cuando la voz de Diomedes nos llegaba en todo su esplendor, pregonando desde la copa del mango del patio vecino, donde estaba amarrada una de las bocinas: En la revelación de un sueño yo presenciaba mi cadáver Pero esto tenía un misterio porque yo amanecí grave El día que muera este negro quedará de luto el valle Reconstruyendo los hechos que rodearon su deceso, la agencia Colprensa reportó que, después de haber oficiado como pontífice principal de una parranda celebrada en una discoteca de Barranquilla, a donde fue a lanzar su última grabación, que solo cinco días antes había salido al mercado, “El Cacique voló como el cóndor herido”, cuando hacía una siesta. Según dicho reporte, como presagiando la llegada de la hora final, en medio de su última farra le dijo a uno de sus acompañantes: “Compadre, estoy cansado, me les voy a morir en la tarima”. Al día siguiente, al llegar a su casa en Valledupar, volvió a vaticinar el presagio fatídico. “No me dejes solo porque me voy a morir”, le dijo a su mánager. Sin embargo el hombre partió y el hecho aciago se produjo. El cantante murió en la soledad de su alcoba. La conmoción social generada por la noticia se manifestó de inmediato en las redes sociales y en las ventanas de comentarios de los portales de los medios nacionales e internacionales. De ello dejó constancia el corresponsal de BBC Mundo en Colombia, Arturo Wallace. En su reportaje dio cuenta de la manera como sus seguidores lamentaron su muerte, valiéndose de todos los medios que encontraron a su alcance. El rastreo de ese dolor en el universo electrónico confirma lo que de él decían los titulares de prensa: “Diomedes como artista fue grande” y para el folclor vallenato él es una figura “irreemplazable”. En Sincelejo —afirma un testigo de excepción—, cuando se supo la noticia, las parrandas del moribundo domingo se volvieron ambiguas, porque en el Caribe colombiano, como lo canta un verso sin dueño, cuando la gente está en la parranda no se acuerda de la muerte. Siguiendo esa lógica, con el propósito de rendirle tributo y para que el duelo no dañara el espíritu de la navidad, se armó una parranda colectiva, en la que entre la música, el licor y los chistes “todos expresaban algo sobre el Cacique”. En la maraña de comentarios de los medios virtuales, la congoja que inundó el corazón de sus devotos se evidenció en frases como las de Constanza, que escribió en el espacio destinado por la BBC a sus lectores: “Oooh, Dios, qué tristeza por esta gran pérdida”. Por su parte Hugo Polanco Bohórquez sentenció para consolarse por la “irreparable pérdida” en la ventana de comentarios de El Espectador (http://bit.ly/1lBtY6f): “Se marchó Diomedes dejando muchas canciones que en nuestro corazón perdurarán. Se fue Diomedes Díaz, el mejor cantante y compositor, dejando junto a sus hijos y sus canciones un pueblo que en silencio lo llorará”. Por su lado Hollando (también comentarista de El Espectador, http://bit.ly/1n7m3Dp) sostiene que el Cacique de la Junta fue “aquel hombre que le cantó a su tierra, a sus costumbres, a sus gentes, a su familia, a sus amigos, a sus tristezas, a sus desengaños, a sus alegrías; aquel cuya música ya es casi que obligatoria desde hace casi 40 años”. Resignado frente a la fatalidad, Álex Ramírez (http://bit.ly/RNgRWH), un feligrés devoto de la religión de la parranda, escribió debajo de una de sus canciones en YouTube: “Aquí no hay más que hacer sino beber, escuchar sus canciones y despedirlo con alegría”. En realidad los parajes virtuales, más que las propias notas de prensa, resultaron ser el mejor lugar para recabar los testimonios sobre la saudade que embargó el espíritu de la fanaticada, por la muerte de ese a quien el cronista Salcedo Ramos llamó “el espantapájaros más gracioso de nuestra historia”. Fue allí donde los observadores especializados en fenómenos sociales de masa debieron haberle tomado el verdadero pulso al estado de postración emocional en que se sumergió el alma de la cofradía parrandera, que hizo de ese campesino sin abolengos su gurú, su guía espiritual. En mi caso, mi primera zambullida en ese luto colectivo sucedió en el muro de Facebook de William Fortich. De manera sucinta y emotiva, quien fuera mi profesor de filosofía de la historia en la licenciatura de Ciencias Sociales registró compungido el hecho. “Colombia entera llora a Diomedes Díaz”, escribió sin rodeos el profesor. Sus palabras encontraron de inmediato eco en el sentimiento de Roger Pereira Espinosa, uno de sus contactos, que reaccionó a su comentario en tono grandilocuente: “Diomedes de por sí era, es y será siempre un homenaje a la música, al folclor y al amor. Ya está muerto pero será siempre eterno su legado y jamás dejará de ser ese gran músico, eximio cantor y compositor. Perdemos a un gran artista. El mejor homenaje será seguir escuchándolo con alegría”. La reflexión fue complementada por Clito Self Mogollón, quien minutos más tarde agregó: “Se fue el más grande entre los vallenatos”. Los contactos del profesor siguieron su diálogo dolorido, en el que intervención tras intervención se iba dejando constancia de que la obra musical de Diomedes Dionisio Díaz Maestre, como lo sostuvo Oliden Pérez Mora, “es un legado cultural, de filosofía popular y de la expresión de los pueblos, en su diario vivir”. Ese aspecto fue reforzado por Marly Luz Nieves Díaz, quien afirmó que “sus canciones son historias de la vida real”. Para orientar la catarsis colectiva el profesor volvió sobre el tema anotando: “Las canciones de Diomedes son una fuente para conocer el alma colombiana. Diomedes Díaz fue un monumento a la cultura popular”. Sobre sus minutos finales, la BBC Mundo, que cita como fuente a su mánager, José Sequeda, informó que “el músico falleció poco después del mediodía”, cuando dormía en su casa de Valledupar. Como lo evocamos anteriormente, la manera como murió Diomedes es sin duda un guiño a los versos de “Sueño triste”. Ésta es una de las canciones que lo convirtieron en reverendo de la secta de tarambanas, que ya, rendida a sus pies, cantaba cuando sus canciones no se escuchaban más allá de los lugares, a donde llegan las ondas hercianas de las emisoras de la frecuencia AM del CARIBE colombiano: He tenido un sueño raro y triste donde la muerte me ha llamado Yo recuerdo que le dije: déjeme viví otros años Desafortunadamente en esta ocasión la muerte no aceptó ningún pacto con el cantor. Éste, al contrario de aquella ocasión, no despertó llorando como en el sueño raro y triste que narra el paseo. En secreto el misterio de la muerte se consumó. Su vuelo al más allá, en medio de los festejos de fin de año, dejó en la orfandad a una “tribu de fanáticos” que no se cansó de lamentarlo y de gritarle “al mundo” durante su funeral “lo mucho que extrañarán al artista”. Abatido por la congoja varios de sus seguidores escribieron en las colillas de comentarios de los periódicos virtuales y en las redes sociales: “¡Diomedes, te tiraste la navidad, viejo man! Por tu muerte la fiesta de fin de año será un velorio”. Sobre la coincidencia azarosa y funesta de su funeral con la fiesta de Nochebuena, Alfonso Hamburger sostuvo que de todas las bromas de Diomedes, a quien le gustaba jugarle bromas a la gente, “la última”: morirse en navidad, fue la “más dolorosa”. Por ese chasco, durante las festividades decembrinas el Valle y la música de acordeón estuvieron de luto. Su fanaticada y su morena lo lloraron de manera desconsolada mientras era sepultado el 25 de diciembre. En la radio y en las fiestas no sonaba del mismo modo “Mensaje de Navidad”, canción que en los barrios populares, los caseríos y los villorrios del Caribe colombiano es más popular que cualquier villancico centenario. Por causa de la partida inesperada del Cacique de la Junta fueron pocos los que cantaron colmados de la alegría: Unos dicen: “Qué buenas las navidades Es la época más linda de los años” Como Vadinho, el personaje central de la novela de Jorge Amado Doña Flor y sus dos maridos, Diomedes ha muerto en pleno festejo. Para despedirlo el país entero ha parado por un instante la parranda. A su sepelio han concurrido por igual —con evidente rictus compungido— los buenos y malos hijos de la patria. Sin saludarse, se han detenido en silencio un minuto delante de su féretro para encomendarle su alma a Dios. Parafraseando un párrafo de la novela de Amado podría decirse que durante el festejo, en el Cesar y la Guajira, en señal de duelo, en los edificios públicos, en los clubes de la gente bien y en los burdeles de buena y mala muerte, la bandera nacional se izó a media asta. El fusilamiento moral de Diomedes Díaz: la vida privada del artista tema de debate público en los medios En Colombia culturalmente hablando han cohabitado históricamente dos países bien definidos: el país andino y el país caribe. El país andino es un mundo apegado a los valores eurocéntricos y devoto de los principios judeocristianos y las tradiciones morales católicas. De la mano de esos elementos las élites sociales e intelectuales han construido una concepción apolínea del mundo, que se esfuerza por resaltar las virtudes y esconder los defectos. El país caribe, al contrario, se rige por una visión filosófica de la vida gobernada por una moral epicúrea, hedonista y dionisíaca, cuyos postulados podrían resumirse bien en ese verso vallenato que canta Ricardo Maestre y ameniza el acordeón de Julio Rojas: “Yo parrandeo y tomo ron y mujereo sin condición”. Sin embargo, cuando el tema se analiza en detalle, se puede constatar que los costeños no son más borrachos, ni más perezosos, ni más machistas o mujeriegos que los interioranos. Pero a diferencia de ellos están dispuestos a ventilar estos temas en público; y cuando lo hacen: para bien y para mal, se refieren a ellos mismos de manera hiperbólica y absurda, resignificando, como lo sugiere Armando Martínez Gutiérrez, “con ribetes de humor”, aquello que, por su naturaleza, debería ser solemne. En síntesis: el absurdo, la hipérbole y la banalización de lo trascendental son los elementos básicos del imaginario de la gente del Caribe colombiano, que según Gabriel García Márquez (http://bit.ly/1n7FN9M), es gente mamadora de gallo, tiene mucho humor y viven en una continua alegría. Como la cosmovisión de los pueblos sale a relucir en la mitología, en el arte, en la literatura, los dichos, los chistes y el cancionero popular, el vallenato se ha convertido en uno de los vectores que más han explotado los habitantes de la costa norte colombiana, para transmitirle al mundo la visión que tienen de la sociedad, de la vida, del amor y del disfrute. Respecto a este último aspecto, el vallenato parrandero ha sido la mejor vía que ha tomado el temperamento báquico o dionisíaco del habitante de la región Caribe, sin ser este un ser que dedica la vida entera a la bacanal, para manifestarse sin que nadie lo ponga en duda. Ese temperamento báquico emerge de manera vigorosa en el merengue “Viernes cultural”, compuesto por Julio Rojas e interpretado por Los Embajadores Vallenatos, que de manera desvergonzada canta: Te dije que ya me iba y pues ya me voy Así que deja la rabia y no friegues más Es que no te has dado cuenta que el viernes es hoy Y los viernes no los pelo Con ansia yo los espero pa’salir a vagabundear Hoy viernes salgo a parrandear Sábado yo vuelvo a beber Domingo es pa’descansar Y el lunes trabajo otra vez Y no debes preocuparte cuando yo llegue de madrugá Yo si te quiero bastante así que déjame parrandear La relación con Dios, que en el país Caribe es ambigua e informal, se resume en los versos sacrílegos de la canción “Alicia adorada”, de Juancho Polo Valencia, en la que se recita de manera irreverente: Como Dios en la tierra no tiene amigos No tiene amigos y vive en el aire Tanto le pido y le pido y siempre me manda mis males En el fondo el individuo del Caribe colombiano, si nos atenemos al cancionero popular, no está muy convencido de que exista un más allá: una vida eterna. Y —en todo caso— si ésta existe no es mejor que la que llevamos aquí en la tierra. Si no, ¿qué es lo que dice este merengue de Camilo Namen Rapalino, interpretado por los hermanos Zuleta (versión vallenata) y por Johnny Ventura (http://youtu.be/XBhciozKvZ4), en la versión de merengue dominicano?: Me dicen que el 3 de noviembre La radio una noticia dio Y así lo gritaba la gente Un parrandero bueno se murió Y San Pedro conmigo fue indiferente Y llegando a la puerta me rechazó Parece usted muy mala gente Déjeme consultar esto con Dios Me quedé esperando la respuesta Me sentía bastante preocupado Y me dijo Dios aquí no lo acepta Porque usted ha cometido mucho pecado Me mandaron derecho pa’onde el diablo Y tampoco me quiso abrir la puerta Cuando iba saliendo me dijo un diablito El diablo que se vaya pa’la tierra Que todavía usted está muy jovencito Y que siga su vida parrandera (...) Después del sustazo que me llevé Por todo lo que estuve pasando En el San Juan de Dios desperté Con ganas de beber y seguir bailando Pero yo no sé cómo van a hacer Esa gente que el diablo está esperando Que si no se corrigen van a ver El vainazo que les va mandar ese diablo Porque yo mi problema ya lo arreglé Y le juro que de la tierra más nunca salgo Esa percepción escéptica sobre la vida, la muerte y lo que viene después sale a relucir en una entrevista (http://youtu.be/o-BqWhWAIr8) concedida por el propio Diomedes Díaz a Ernesto McCausland, en la que afirma que no quiere morirse porque no está seguro de que los muertos pasen a un mundo mejor. Según Diomedes, si fuera verdad que la gente tuviera una vida mejor en el más allá, mucha gente estaría dispuesta a morirse en el momento mismo, pero como no se sabe qué hay después de la muerte, nadie quiere morirse de ninguna forma, ni siquiera de viejo. Es esa visión filosófica del mundo, la que explica por qué las celebraciones de los actos litúrgicos del santoral católico han sido —desde los tiempos coloniales — secundadas siempre por parrandas monumentales, que se organizan bajo el leitmotiv de “esta noche amanecemos / amanecemos parrandeando”. Nada raro —por eso— que una de las canciones emblemáticas en la discografía del desaparecido Diomedes Díaz haya sido un merengue, compuesto por Calixto Ochoa, que canta de manera libertina: Si la vida fuera estable todo el tiempo Yo no bebería ni malgastaría la plata Pero me doy cuenta que la vida es un sueño Y antes de morir es mejor aprovecharla Por eso la plata que caiga en mis manos La gasto en mujeres bebida y bailando En otras palabras, para los hijos del Caribe colombiano, como reza un viejo son cubano, el eslogan es: “Hay que gozar la vida / porque la vida es corta / gózala como es debido / no hagas otra cosa”. O como lo canta el Gran Combo de Puerto Rico: Vamos a seguir bailando, Vamos a seguir contentos Y sigamos vacilando Vamos a seguir en esto Porque un día de estos Que tú verás que va llegar un demonio atómico Atracatan, acanganas, y nos va limpiar Y después de muerto no se puede gozar Volviendo al tema de fondo: el debate que se desató con ocasión de la muerte de Diomedes entre algunos sectores costeños y cachacos. A través de la historia, a partir de sus respectivas visiones ontológicas, esos dos países: el país caribe y el país andino, han mantenido un debate larvado, que se agita de tiempo en tiempo. En el cruce de opiniones se ventilan los respectivos estilos de vida y concepción del mundo. Partiendo de su bagaje sociohistórico, los dos pueblos han estructurado sus relaciones e intercambios en el plano social y cultural. Sus interacciones, tomadas a la ligera —y vistas desde lo alto—, podrían considerarse como conflictivas y antagónicas. Sin embargo, cuando uno se adentra en la realidad colombiana a partir de la manera como los sectores populares y las élites viven su vida y festejan los momentos placenteros de ésta, se da cuenta de que estos dos países, si bien son antagónicos, también son complementarios. Esto fue lo que llevó a los políticos Alfonso López Michelsen y Ernesto Samper Pizano a celebrar sus ancestros vallenatos. Es eso mismo lo que ha llevado a ciertos sectores de la elite bogotana, después de la década de 1990, a peregrinar al festival vallenato y al Carnaval de Barranquilla, y a dejarse tomar fotos en sus parrandas y festejos. Es el deseo de impregnarse del desparpajo caribe lo que llevó a los herederos, los delfines, de varias de las más importantes figuras del poder político y económico interioranas a casarse con mujeres costeñas, luego del ascenso de “un boom de personalidades”, que han tenido éxito en la música, la moda y el deporte. A través de esa relación conflictiva y de complementación, es como a lo largo de la historia reciente las gentes de las dos regiones se han influido mutuamente y han participado en la construcción de la identidad cultural colombiana. Al mismo tiempo, sin querer queriendo, se han ido mezclando, mientras se mofan y ridiculizan mutuamente, como lo hicieron Tatiana Bernal, “Contra las costeñas”, y Margarita García, “Contra las cachacas”, en la revista Soho (http://www.soho.com.co/testimonio/articulo/contra-costenas/8111). La muerte de Diomedes Díaz volvió a agitar en los medios tradicionales y alternativos, además de las redes sociales, la confrontación entre esos dos países sobre sus hábitos y mores respectivos. El debate que se desató por los excesos que caracterizaron la vida de Diomedes, hace parte de un debate que remontó a la superficie en los albores del siglo XX y se profundizó a partir de la década de 1930, marcando de manera contundente la dinámica de la vida cultural colombiana. Desde entonces los dos países compiten entre sí por imponerse el uno sobre el otro y por influenciar a los colombianos residentes en las regiones periféricas y menos dinámicas del territorio nacional. Sobre la incomunicación de esos dos mundos, que vivieron de espaldas el uno del otro hasta la violenta década de 1950, los mejores testimonios los encontramos en la obra literaria y periodística de Gabriel García Márquez. Este escritor, al lado de Lucho Bermúdez, Rafael Escalona y Pambelé, de un lado, y de Daniel Samper Pizano y Alfonzo López Michelsen del otro, se encuentran entre aquellos que provocaron —consciente o inconscientemente— el acercamiento y la exploración mutua entre la gente de esos dos mundos. Retomando a García Márquez podría decirse que hasta el comienzo de la década de 1960, muchas regiones del Caribe colombiano eran zonas “que tenían una vida propia” y “sus contactos eran mucho más frecuentes con Venezuela”, con Curazao y Panamá, “que con el interior del país”. En una ocasión el propio Gabo sostuvo que a raíz de la construcción de la infraestructura carreteril y a las diferentes oleadas de violencia que lo han sacudido desde la década de 1950, llevando gente de una región a otra por la fuerza, Colombia se abrió y “se volvió esta cosa compleja que hoy es”. Mal educada en temas de cultura nacional: la historia regional y local está aún por reconstruirse, la geografía nacional aguarda por ser descubierta, catalogada y documentada, y la lectura antropológica y sociológica de la sociedad está en su fase inicial, la gente comenzó a reconocerse —y definirse— a través de los prejuicios que existían sobre el otro. Por eso para el país andino el país caribe es un país de indios, negros, zambos y mulatos perezosos, de modales inciviles, de vocación idólatra, de gusto ramplón, de instinto vicioso, de vida perdularia y espíritu parrandero, de cultura machista, de talante botarate, de alma bullosa, de ademanes descomedidos, de gusto ordinario, de costumbres indecorosas. De eso han dejado constancia los opinadores andinocentristas en todos los periódicos del país, dan testimonios los chascarrillos que se cuentan en las plazas de mercado sobre los costeños y dejan constancia los comentarios de los lectores de periódicos electrónicos y las centenas de mensajes que sobre el asunto circulan en las redes sociales. El que quiera comprobarlo —en página y media— puede leer el artículo de Tatiana Bernal “Contra las costeñas”. A la sazón, uno de los chistes (http://bit.ly/1hW66YC) que más circulan en el universo cibernético de los medios andinos cuenta que una vez apareció entre los anuncios de prensa uno que decía: “Costeño trabajador y sin vicios busca pereirana virgen para fines serios”. A continuación se cierra el chiste diciendo: “¡Ni lo uno ni lo otro existe, pues de eso no hay!”. Otro apunte, que sirve de muestra para ilustrar el mismo asunto, lo recuperamos entre los comentarios de El Espectador (http://bit.ly/1nX9I49). Allí un lector apodado SCK sostiene que “los corronchos son tan apocados y carentes de poder cognitivo que ni siquiera sirven para ser líderes de los bandidos”. Eso explica, según él, por qué “los corronchos con su pereza y valores ambivalentes han dado el mayor aporte en el atraso de esta república bananera”. Por su parte el país Caribe se esmera en presentar al país andino como un territorio habitado por un pueblo de mestizos tristes, violentos y rezanderos; una comarca poblada por gente solapada, que mientras peca, para empatar, reza. En otros términos: una sociedad gobernada por un moralismo pacato, que lleva a la gente a esconder la mugre debajo de la alfombra, aparentando que tiene la casa limpia, para así poder dar lecciones de moral a los demás, mientras practica la inmoralidad. Según los críticos de los cachacos, éstos se van a otras tierras a hacer aquello que siempre han deseado hacer en su tierra y no son capaces de hacer por el temor al qué dirán. Una buena síntesis de ese discurso se encuentra en la página y media que Margarita García escribió “Contra las cachacas”. En el plano político también hay diferencias que se advierten sin mucho esfuerzo. Mientras el país caribe se ha caracterizado por ser un pueblo de tradición liberal, el país andino se alinea más con las ideas conservadoras. Con la muerte de Diomedes Díaz, un cantor popular extraordinario, que nunca escondió su estilo de vida disipado, que muchas veces habló sin tapujos de sus vicios y defectos con los periodistas, se alborotaron los adeptos —y detractores— de cada campo, porque para bien o para mal, Diomedes condensó en él solo lo que enorgullece al país caribe y lo que escandaliza al país andino. Por un lado fue, como lo resaltó un comentarista de periódicos electrónicos apodado EGD, “un hombre con una sensibilidad poética excepcional” que “interpretó como pocos los sentimientos y la cotidianidad de todo un pueblo”. Por el otro, fue un “mujeriego, periquero, ostentoso, despilfarrador”, que cuando se le preguntaba por sus vicios decía en tono jocoso (http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-13312770): “Yo he probado de todo, he tenido fiestas que pa’qué te cuento”. Para aquellos que detestan al país caribe, como es el caso de un comentarista de El Espectador (http://bit.ly/1lCUaxt) apodado Darioiv, “este individuo como artista dejó un legado musical para las personas que gustan de esa música de prostíbulos, de cantinas, de sirvientas, de emboladores, de albañiles y de la chusma de costeños”. En fin, como acota Ali Cates (otro comentarista del mismo diario), Diomedes fue más bien un representante del “antiarte” o un “artista como sea para la corronchería y, en el interior, para los choferes de buseta”. En síntesis, y en palabras de Germanwide, Diomedes fue la expresión natural (http://bit.ly/QYczuU) de “la incultura, la ordinariez, el ídolo de la plebe y el lumpen”. Del lado de los líderes de opinión reconocidos, que hicieron pública su aversión frente a lo que encarnó Diomedes Díaz y condenaron su legado cultural, por haber vivido una vida privada poco ejemplar, se contaron Salud Hernández Mora, Cecilia Orozco Tascón (http://bit.ly/1sJfSSZ), María Elvira Bonilla (http://bit.ly/1gFBqjO) y Eduardo Escobar (http://www.eltiempo.com/opinion/Eduardo%20Escobar). Luego de la muerte de Diomedes, estos formadores de opinión pública dedicaron toda su capacidad intelectual a resaltar al “Diomedes que hay que olvidar”, abrigando la esperanza de que el país olvide del todo a Diomedes, porque los tipos como él reflejan, según Orozco Toscón, “a una nación sin cultura política y sin valores ciudadanos, apenas con unas cuantas identidades regionales”. En fin, entre los formadores de opinión no faltan aquellos que piensan como Decartonpiedra (comentarista de El Espectador), que odia a Diomedes porque fue uno de los artífices de la popularización del vallenato en todo el país y con el vallenato “Colombia se vulgarizó”. Eso es lo que, palabras más palabras menos, traduce la columna de María Elvira Bonilla cuando resalta que el despliegue que le dieron los medios a la muerte de Diomedes Díaz induce al país a la “confusión” y la “desmemoria”, porque de ese modo se olvida “el repugnante machismo que Diomedes Díaz desplegaba con vulgaridad en la tarima y por fuera de ésta, rodeado de jovencitas que envolvía con la seducción de sus canciones”. Del otro lado se encuentra un número amplio de personas que nos recuerdan que Diomedes fue, como lo destaca Liliana Martínez Polo (http://bit.ly/1hWxcyW) en un reportaje póstumo publicado en El Tiempo, “alguien cuya infancia fue dura, pero se dio las mañas” suficientes para convertirse en “el ídolo más grande que ha existido en el vallenato en toda su historia”. Esta proeza resulta más asombrosa si se tiene en cuenta que Diomedes (http://bit.ly/1nX9I49) solo fue, en palabras de Ahero93, un campesino con sensibilidad poética, pues aparte de los temas que abordó en sus canciones, en el fondo él nunca fue “un tipo culto y profundo en opiniones”. La percepción de Cecilia Orozco Toscón sobre el muerto —y de contera sobre la manifestación cultural que representaba Diomedes— concitó entre sus lectores el afloramiento de la visión que el país andino tiene del país caribe. De todos aquellos que comentaron su nota en El Espectador (http://bit.ly/1sJfSSZ), quien mejor condensó el discurso que retrata a los habitantes del Caribe colombiano como personas de modales inciviles es un lector que comenta bajo el apodo de Fantomas. Según Fantomas, “la ramplonería” es “algo inherente a la idiosincrasia propia de los pobladores de la región atlántica”. Por eso no se puede esperar “algo diferente de los pobladores de esa parte del país” sino el culto a tipos como Diomedes Díaz y Rafael Orozco, los dos cantantes más importantes del “vallejarto”. En su columna en el influyente diario El Tiempo (http://bit.ly/1qO9pdZ), Salud Hernández Mora, en el obituario que dedica al difunto, más que resaltar “al artista, el genio, que lo fue”, se centra en recordarnos “el pésimo ejemplo vital que daba”. Según ella el legado cultural de Diomedes Díaz “debería enterrarse con él”, porque representa una “idiosincrasia que sólo genera rencores, tragedias, frustraciones y lágrimas”. La reacción frente a los tropos de Hernández, que es de origen español, provino del lado del periodista samario Víctor Sánchez Rincones (http://bit.ly/1p4D6CY). Desde España, donde reside, Sánchez Rincones, le reclama a Hernández Mora por los conceptos contenidos en su columna. Según él, si bien es sabido que “Diomedes no fue un santo” pues “eso todo el mundo lo sabe”, su vida personal no debe ser usada como rasero “moral”, para ofender a la sociedad costeña. Sánchez Rincones aprovechó la controversia con Salud Hernández para recordarle al público que la vida privada de Diomedes no fue diferente a la de “Elvis Presley, John Lennon o el propio Michael Jackson, genios de la música que no vinieron a este mundo para dar cátedras de moral”. Una posición similar a la de Sánchez Rincones esboza Franchi1979, un comentarista de El Espectador que se detiene sobre la columna de Cecilia Orozco Tascón. Según este comentarista, la despedida apoteósica que los seguidores de Diomedes le hicieron fue para rendirle un homenaje póstumo “al gran genio de la música que fue”, lo cual no quiere decir que la gente haya olvidado que él había “cometido errores en su vida”. Destaca el comentarista que, “al igual que admira a grandes como Sinatra, Winehouse y Morrison, entre otros que tuvieron una vida de excesos”, la gente admira a Diomedes, porque como ellos él también fue un grande de la música. En tal sentido, cuando la gente desfiló ante su ataúd y asistió masivamente a su entierro, no lo hizo para celebrar sus pecados. Lo hizo porque “recuerda su talento”, que es lo que al final quiere honrar. La bloguera Nani Mosquera (http://bit.ly/1mJ3bb4), tratando de poner las cosas en perspectiva, llama la atención sobre un punto: Diomedes fue un “ícono, ídolo, pero no modelo a seguir”. Para ella, la vida de este artista repite “una fórmula que se repite en muchas estrellas de la canción mundial”. Sobre los motivos de fondo de la controversia, Mosquera sostiene que éstos retratan, de cuerpo entero, la idiosincrasia verdadera del colombiano, que está atravesada por la intolerancia frente a la diferencia, el clasismo o arribismo social y el regionalismo. Eso es lo que explica, según ella, por qué en los medios capitalinos una tropa de comentaristas —bastante activos— se dio —ordenadamente— a la tarea de descalificar al artista vallenato, llamándolo “corroncho, por su forma de vestir y de actuar” y a denigrarlo por su origen y por los lunares morales que marcaron su vida privada. En efecto, queremos traer a colación uno de esos comentarios, que representan el lado más pesado de la controversia: el comentario de Jaimeur, en El Espectador (http://bit.ly/1lCUaxt). Según este lector de periódicos en línea “ni el ñame es comida, ni el vallenato es música”, y la mejor forma de hacer patria es “matar costeños”. En general Nani Mosquera resalta que hay un alto grado de hipocresía detrás del discurso moralista de aquellos que tratan de descalificar la música y el legado cultural de Diomedes, resaltando su vida desordenada y el escándalo judicial en el que se vio involucrado por la muerte de una de sus amantes, sin detenerse a reparar sobre la calidad de las contribuciones que hizo este cantante en la construcción de la identidad cultural de Colombia. Sobre el particular, la bloguera destaca que Diomedes hizo parte de una oleada de personajes costeños que llevaron a los bogotanos a adoptar como iconos representativos de la colombianidad la música vallenata, el sombrero vueltiao y la mochila aruaca. Dentro del fusilamiento moral —como lo llamó Charles8110— que se desató por el cubrimiento mediático, los honores oficiales que se le tributaron a nivel local y el entierro multitudinario del que fue objeto Diomedes, una de las voces más centradas fue la de Catalina Ruiz-Navarro (http://bit.ly/1kgnTOy). En una columna en la que separaba al hombre del artista, llamó la atención sobre un hecho: “una cosa es celebrar al músico y otra defender a un hombre, por demás indefendible”, porque no es comprensible “que les hagamos exigencias éticas a nuestros ídolos” del espectáculo, porque “los artistas no tienen por qué ser líderes morales”, ya que “el objetivo del arte y el entretenimiento no es educar éticamente”. En el fondo el debate ha resultado tirante porque —en general— en Colombia las figuras públicas que están llamadas a ser referentes éticos se han devaluado. Esa devaluación ha llevado a la gente a buscar esos modelos en los individuos que no cumplen esa función, olvidando que los artistas no vienen a este mundo para ser referentes en el campo de la ética sino en el de la estética. Sobre la manera positiva como se ha evaluado la obra de Diomedes Días luego de su muerte, Sebastián Grijalba (https://www.facebook.com/sgrijalba), lector de Noticias Montreal (http://bit.ly/1sJiOiD), sugiere —con cierta frustración— que “definitivamente no hay muerto malo”. Para él, Diomedes fue un “maestro del vallenato pero un asco de ser humano”. Su juicio podría ser enteramente correcto, pero como lo sentencia Yosoyunica, una comentarista de la columna de Catalina Ruiz-Navarro, “a Diomedes se quiere como artista, no como persona”, porque como artista, Diomedes Dionisio Díaz Maestre nos brindó (de eso deja constancia Juan Mesa, otro comentarista de la nota de la misma autora) “felicidad y armonía”. El poeta Eduardo Escobar, una de las plumas más aquilatadas del país andino, afirma “nunca haber entendido que el país lo convirtiera en ídolo”. Para él, “Diomedes nunca pasó de ser más que un formidable aullador, en los escenarios, y por fuera de los escenarios un canalla, indigno de servir de modelo a las generaciones del futuro”. Sin embargo, haber llegado a ser quien fue, a pesar de haber sido, como lo advierte Frank Molano Camargo (http://prensarural.org/spip/spip.php?article12951), un niño colombiano que “tuvo una escolaridad de baja intensidad”, que “escasamente aprendió a leer y escribir”, y de haber perdido un ojo en la infancia, es lo que hace a Diomedes Dionisio Díaz Maestre uno de los diez personajes históricos más importantes del siglo XX en el Caribe colombiano. Entre sus logros se encuentra el de haber sido capaz de cultivar en el corazón de la gente una alegría genuina, una esperanza romántica y la consolación frente a la adversidad, en medio de la tragedia humanitaria en que se debatió Colombia durante la época en que él hizo carrera. Es por eso que se llora y se lamenta su muerte, a pesar de que un número considerable de personas, como Ampuloso, un comentarista de El Espectador (http://bit.ly/1jdYHrK), se lamenten “de que no se haya muerto antes”. Un espantapájaros entre los personajes de la historia nacional La vida de Diomedes Díaz no deja persona indiferente. Quienes se detengan sobre la figura del artista podrán constatar que éste “cantaba y componía con el alma, sentía lo que hacía, era auténtico”, como bien lo advirtió el abogado Abelardo de la Espriella (http://bit.ly/1gFDS9W). Quienes miren al ser humano encontrarán a un hombre que vivió una vida “desmesurada y desordenada”, como lo resaltó Alberto Salcedo Ramos. Mirada desde la óptica del puritanismo su vida privada puede ser catalogada de inmoral. Quienes la miren desde la perspectiva del éxito social descubrirán en él un individuo con talentos superlativos, que habiendo salido de la nada alcanzó el pináculo de la fama. La condición dual del personaje: esas dos caras que se pueden apreciar al mismo tiempo desde cualquier perfil, hacen que su recorrido vital no sea un tema fácil de abordar desde la perspectiva de la simple biografía. Para poder mostrar todos los matices que se esconden detrás del hombre de manera justa, aquellos que quieran ocuparse de su paso por el mundo de los mortales deben sentirse tentados a abordar sus vivencias más desde el ámbito de la crónica literaria, la novela social o el ensayo socio-filosófico. Escribir sobre Diomedes desde la biografía es correr el riesgo de amputar su historia personal de los pasajes, que nos podrían ayudar a entender por qué fue quien fue a pesar de todo. Resaltar una sola cara de la moneda puede desembocar en su demonización o en su idealización. Enfocarse en la vida controvertida y escandalosa del artista sería un acto de simple populismo moralista, que llevaría a la reducción de su legado artístico a la mínima expresión. Concentrarse en la genialidad artística que lo caracterizó y pasar por alto sus tropelías es una actitud permisiva y sobreprotectora que le impediría a las nuevas generaciones aprender de los errores de quienes las precedieron. En tal sentido, quien escriba sobre Diomedes debe tener clara una cosa: fue un hombre de su tiempo y un producto de su medio. Por eso es uno de los iconos más excelsos de la sociedad en la que nació, se reprodujo y murió. Sobre lo anterior vale retomar los conceptos de César Rodríguez Garavito (http://bit.ly/1nXLeaW), para quien Diomedes es una metáfora que resume correctamente la cultura nacional. Según Rodríguez Garavito, Diomedes sintetizó de manera correcta “la colombianidad”, que consiste en un “mezcla de gozo y violencia, de celebración y maquinación”, y —por qué no decir— de propensión al vicio y a la pacatería santurrona. Esa mezcla explosiva ha hecho de Colombia “al tiempo una de las sociedades más felices y una de las más violentas del mundo”. En ese orden de ideas Diomedes Díaz fue, paradójicamente, uno de los pocos colombianos de su tiempo que tuvieron la capacidad de “soldar esa amalgama idiosincrática, esa perplejidad sociológica” que es Colombia en un solo concepto. La letra de sus canciones y su voz le hablaban a los colombianos de todas las regiones y “sus melodías ponían a bailar a colombianos de todo tipo”. Eso lo convirtió en el tenor mayor del coro, que consolidó al “vallenato como la banda sonora nacional”. En lo que concierne a su lugar en la historia del vallenato, Diomedes fue y será por mucho tiempo, al lado de Jorge Oñate, Poncho Zuleta, Rafael Orozco y Alberto Sabaleta, una de las seis figuras iconográficas de esa música. En ese grupo comparte con Rafael Orozco Maestre el reinado de la popularidad en las preferencias del público. Cuando Diomedes llegó a la escena musical vallenata a finales de la década de 1970, Oñate, Orozco y Zuleta ya habían consolidado un nombre y un público a lo largo y ancho del mundo rural y semiurbano de la costa atlántica, así como en las ciudades secundarias de esa región colombiana. En materia de público, Rafael Orozco, “la voz más pura del vallenato” en opinión del sociólogo y cronista Alfredo Molano Bravo (http://bit.ly/1o5v50u), se convirtió a lo largo y ancho del país en el preferido de la población femenina y de la clase media urbana educada, que comenzó a declararse discretamente amante del vallenato. En cuanto a Diomedes, éste se volvió el ídolo de todos los parranderos y juerguistas, al igual que de aquellos místicos, que amaban su entrega a la hora de cantar. La popularidad de Diomedes, así lo destaca Erminio Mestra Osorio (http://bit.ly/1kgqk3w), creció gracias a que él fue de los pocos que comprendieron la verdadera forma como “debe cantarse el vallenato, como debe sentirse el vallenato”. En cuestión de estilos, mientras Orosco se consagró como el cantante que le proporcionaba a las canciones que portaban mensajes amorosos una aureola de romanticismo, que le daba credibilidad al idilio, Diomedes se consagró a su turno cantando canciones que le rendían culto a la vida perdularia, que exaltaban la altivez masculina en los momentos de crisis amorosas, que llevaban declaraciones de amor a través de discursos festivos, que siempre compuso para su esposa, o relatos que exaltaban la vida de uno que otro personaje del malevaje. Ese es el caso de la canción “Lluvia de Verano. Según el cronista Fredy González Zubiría esta canción fue compuesta (http://on.fb.me/1ncpWCs) por Armando Marín en honor de Lisímaco Antonio Peralta Pinedo, un campesino guajiro que “gracias a la marihuana” había hecho fortuna. En su discografía, de todas las canciones de esa orientación, la más celebrada y reconocida es el paseo el Gavilán Mayor, compuesto también por Armando Marín. La canción rinde homenaje a Raúl Gómez Castrillón (http://bit.ly/1n8lgSs), un hombre cuya fama se labró en medio de los negocios ilícitos, pues la marihuana lo sacó de la miseria, lo subió al trono y lo coronó como uno de los caporales del malevaje (http://bit.ly/QYigsQ) en la frontera entre Colombia y Venezuela. Proveniente de un campesinado que había usado al vallenato, desde tiempos inmemoriales, como instrumento de catarsis social, que le permitía rumear sus cuitas, burlarse del poder estatal, insultarse y decirse sus cuatro verdades sin matarse, o reclamarle a Dios por la manera desproporcionada como repartió la riqueza en el mundo, el mafioso guajiro y vallenato encontró en la música de sus ancestros el medio ideal para contarle al mundo su epopeya. En un país donde las incipientes casas disqueras estaban más interesadas en encontrar la estrella que hiciera brillar el rock y la balada nacional en el contexto iberoamericano, o el cantante de salsa que se equiparara con las figuras de Puerto Rico y Nueva York, el mafioso se convirtió en el mecenas de un género musical sin padrinos en la industria fonográfica. De ese modo, la bonanza de dinero que trajo el comercio de marihuana benefició —directa e indirectamente— a los conjuntos vallenatos que emergían. En un reportaje sobre la vida del Gavilán Mayor, El Diario del Norte deja constancia de la manera como los negocios turbios de la bonanza marimbera abrieron para los artistas vallenatos “una puerta muy grande”, que los llevo a hacer indirectamente “causa común con el comercio de la droga”. En tal sentido podría asegurarse que no es un secreto que —a través de sus parrandas— los varones del tráfico de marihuana financiaron el ascenso de muchas de las grandes glorias del vallenato pues éstos, como en el caso de Gavilán Mayor, eran amigos personales “de músicos y compositores”. La locura generada por la bonaza marimbera en el campesinado guajiro financió, como lo resalta González Zubiría, la composición de melodías que exaltaban los nombres de los nuevos ricos. Estas canciones fueron adoptadas como cantos triunfales “por toda una generación de guajiros y costeños”, pues eran los himnos “del marimbero triunfante”, representado en el “campesino que zafó a la pobreza o del urbano que había pasado de ser un varado a “tener la tula”. Igualmente ese vallenato era también el canto de los muchachos de los municipios y ciudades secundarias de la costa, que salían a terminar el bachillerato en Barranquilla, Cartagena, Medellín o Bogotá o a estudiar en la universidad. En síntesis, en la Costa Atlántica el vallenato se convertía en la música de una clase media que emergía en las ciudades terciarias a través del estudio o a través del empleo asalariado, y de una clase rica marginal que surgía a partir de un campesinado pobre que encontró en el tráfico de drogas la ruta del ascenso social. Pero, ¿por qué se convertía el vallenato en la música de los grupos sociales emergentes y por qué Diomedes subía al cenit de la fama con ellos? Al responder esa pregunta, si bien habría múltiples razones que se podrían evocar, en esta ocasión nos vamos a detener en una. Al momento de la irrupción de Diomedes en el mundo del disco, si tomamos como ciertas las consideraciones de García Márquez en su crónica “Valledupar, la parranda del siglo” (http://bit.ly/1lD2bTc), “las familias encopetadas de la región consideraban que los cantos vallenatos eran cosas de peones descalzos, y, si acaso, muy buenas para entretener borrachos, pero no para entrar con la pata en el suelo en las casas decentes”. En las ciudades con tradición industrial o portuaria: Medellín, Bogotá, Cartagena, Barranquilla, Bucaramanga, y en menor grado Buenaventura y Santa Marta, el esnobismo de los grupos de clase media, urbanos, educados o no y obrera, los llevaba a despreciar los ritmos terrígenos, como el vallenato o el mapalé, y a rendirle culto a la balada, el bolero, la salsa y el rock. De ello da bien cuenta la bloguera Marley Jaramillo, quien sostiene —sin poner en evidencia sus fuentes— que en Barranquilla, hasta antes de la construcción del Puente Pumarejo, “prácticamente no se escuchaba vallenato”. Hasta el comienzo de la década de 1970, así lo sugiere el autor del blog misdeberes (http://misdeberes.es/tarea/33129), el barranquillero se consideraba habitante de una “ciudad salsera por excelencia”, cuyos habitantes tenían “más en común culturalmente hablando con un cubano, un puertorriqueño, un panameño, que con un vallenato”. Para este bloguero, en aquellos tiempos no eran pocos los barranquilleros que consideraban que el vallenato “no pertenecía a la música costeña típica de nuestra región caribe”. Sobre el tema aún hay quienes siguen expresando en foros de Internet, como “La-salsa-y-solo-salsa” (http://bit.ly/1mLfBiF), que Barranquilla perdió su talante y tradición salsera porque “la mayoría de jóvenes barranquilleros son hijos de personas que se vinieron a nuestra ciudad de pueblos, corregimientos y veredas donde el vallenato impera por doquier y donde la única emisora que llegaba con potencia y claridad era Radio Libertad, con su cargamento de música saturada de acordeones y con locutores, en su mayoría, con orígenes, dialectos y cultura vallenata o sabanera”. La situación en Cartagena era similar a la de Barranquilla. Allí, en general hasta antes de la aparición de las cinco figuras iconográficas del canto vallenato, pero particularmente de Rafael Orozco y Diomedes Díaz, el vallenato era visto, tal como lo anota Marco Fidel Vergara Seña (p. 32), como una “música de campesinos elementales pastores analfabetos y gente de mal vivir”, un género sin clase “que animaba parrandas en el patio trasero de la casa de putas o la fonda del camino”. Hasta antes del Festival Vallenato, esta música estaba proscrita hasta en el Club Valledupar, donde la “alta sociedad lo miraba con desconfianza, como cosa de negros y de pobres”. El grupo de cantantes de la generación de Diomedes, al lado de una nueva generación de letristas, compuesta básicamente por muchachos que habían salido a estudiar a universidades de Barranquilla, Bucaramanga y Bogotá, y de acordeoneros que tomaron el puesto de la generación que dio origen al mito de Francisco el hombre, hizo del vallenato un referente nacional. Como la subraya Tatiana Acevedo (http://bit.ly/RO1wVX), esta nueva generación “conformó grupos vallenatos, los uniformó con pintas de colores y los llevó de feria en feria, de caseta en caseta hasta El Show de las Estrellas” de Jorge Varón. Sin embargo, al contrario de los hermanos Zuleta, herederos de la fama de un acordeonero y letrista reconocido y de Rafael Orozco, un mestizo blanco con perfil gracioso, que se convirtió, como lo destaca Javier Ortiz Cassiani (http://bit.ly/1ncrVXC), en el ídolo del público femenino, Diomedes no tenía, aparte de sus deseos de cantar, su habilidad para componer y su voz, algo que atrajera la atención de la gente a primera vista. En adición, la malaventura lo llevó a perder un ojo y un diente antes de llegar a la adolescencia. La pobreza material —y su deseo de ser reconocido— lo llevaron a valerse de los dones que el Cielo le deparó para ganarse la vida y ayudar a su familia, mientras la mayoría de los muchachos de su edad iban a la escuela sólo a estudiar. Como lo documentó Salcedo Ramos, en esa brega, el canto y su habilidad para versear fueron su herramienta de mercadeo, cuando “a sus once años era uno de los niños vendedores de fritos que merodeaban por el colegio del profesor Rafael Peñaloza” en Villanueva. De no ser por sus deseos de gloria y por la confianza que depositó en él un número reducido de coterráneos —y contemporáneos— suyos, Diomedes no hubiese llegado, como se dice coloquialmente —en Colombia— a ningún Pereira. Sostiene Félix Carrillo Hinojosa (http://vallenatoysuspersonajes.blogspot.ca) que al comienzo de su carrera el cantante fue descalificado tajantemente por Rafael Mejía, un alto directivo de Codiscos, una de las compañías disqueras mejor posicionadas de la época, con un juicio inapelable y demoledor: “más canta un pollo al horno”, dijo al oírlo y despidió al emisario, que le llevó un casete con la voz del aprendiz de artista. Sin embargo, el deseo de alcanzar la gloria y de entrar en la historia lo llevaron a no cejar en su empeño por hacerse a un espacio —o de un espacio— en el universo vallenato. De la vida marginal y pobre que llevó en la niñez abunda en algunas entrevistas: “Soy un campesino neto”, en mi niñez “yo hice de todo” porque “en la casa éramos muchos y la comida no alcanzaba para todos”. La ruta que lo condujo al estrellato está relatada en varias de sus canciones: “Mi muchacho” y “Mi vida musical”, entre otras. Su habilidad para usar su pasado de manera positiva, como recurso guía en la búsqueda de la meta que se propuso, hace de Diomedes Díaz un tipo con una conciencia histórica fuerte, clara y dialéctica. Como lo resalta Jorge Vázquez, si de algo dejó constancia Diomedes Díaz fue de su voluntad por superar las condiciones adversas en las que nació. De esa conciencia histórica y del deseo de superar sus orígenes da fe en una frase que lanzó de manera inconsciente en una de sus últimas entrevistas: “La verdad, sé de dónde vengo, no pienso mucho para dónde voy”. Esa idea de no saber hacia dónde va, a pesar de tener claro lo que quiere ser, fue quizás la razón que lo llevó a vivir su vida de manera “desordenada” sin pararle muchas “bolas a los cuentos callejeros”. Indiscutiblemente la vida del cantante está bien resumida en la filosofía del número “Parranda, ron y mujer”, de Rumaldo Brito, en el que el espíritu de la canción toma posesión del espíritu del artista y éste canta, sin ningún cargo de conciencia: Yo gozo mi vida y otro que la sufra Porque con lamentos no se gana nada Soy como me hizo mi mamá yo hago lo que a mí me gusta Aunque la gente critique mi vida desordenada La conmoción social que esperaba que causara en la sociedad su partida del mundo de los vivos, elemento que sale a relucir en otra de sus frases: cuando muera “ojalá me dejaran sacar la cabeza un ratico para ver el poco de gente que viene a mi entierro”, es otro guiño que nos indica el deseo fuerte que tenía Diomedes de ocupar un anaquel en la historia de su tiempo y de su nación. Ese deseo de convertirse en un personaje histórico, que ocupa un sitial al lado de los personajes más importantes de su época, adquiere una dimensión ontológica en la canción “Muchas gracias”. Allí, mientras le hace una elegía a su fanaticada, el compositor que habita el alma del cantante identifica el grupo de personalidades al lado de las que quiere situarse en el mosaico de la historia de la cultura nacional. Por eso dice sin ningún rodeo: Vivo orgulloso como todo colombiano De ser cultor de las cosas más bonitas Como Escalona, García Márquez y Obregón Y como Botero el que pinta las gorditas ¡Ay! como el Pibe, Tino Asprilla y como Higuita Y Lucho Herrera el campeón de los ciclistas La llevo del alma prendida A toda mi fanaticada Y el día que se acabe mi vida Les dejo mi canto y mi fama Los versos de esa canción precisaron, con claridad meridiana, el sitial que quería ocupar el cantante en el seno de la historia de su país cuando ya no estuviera entre los vivos y las acciones por las que quería ser recordado. Revisando la obra musical de Diomedes Díaz podría decirse que, a través de sus composiciones, aquel campesino que no alcanzó a terminar el bachillerato se esmeró, como diría el novelista Milan Kundera, por trabajar minuciosamente en la preparación de su inmortalidad. Ese deseo estuvo alimentado por la eterna preocupación que le generaba el asunto de “la insoportable levedad del ser”. El tema salió a relucir en una entrevista con Ernesto McCausland. En esa ocasión abrigó la esperanza de que cuando llegara a viejo la ciencia ya hubiese vencido la muerte, para convertirse en “inmortal”. En fin, la de Diomedes son varias historias al tiempo. Esas historias tuvieron como protagonista a un individuo que comenzó su vida laboral en plena niñez, espantando pájaros en cultivos ajenos, pastoreando chivos y cabras que no eran suyas, vendiendo fritos en las puertas de los colegios y cantando canciones propias y ajenas, para conseguir el centavo que permitiera completar cotidianamente el peso, que le permitiera a sus padres levantar decentemente una prole numerosa. Como lo destaca Jorge Vásquez, la suya es “una increíble historia de superación personal que él musicalizaba para que la comprendieran mejor”. En la Costa Atlántica, Diomedes Díaz entró —por méritos propios— en el grupo de los 10 personajes más importantes de la historia regional durante el siglo XX. Allí tiene un lugar al lado del escritor Gabriel García Márquez, el músico Lucho Bermúdez, el industrial Julio Mario Santo Domingo, el pintor Alejandro Obregón, la coreógrafa Delia Zapata Olivella, el boxeador Antonio Cervantes, la cantautora Estercita Forero, el guerrillero Jaime Bateman Callón y el sociólogo Orlando Fals Borda. El que tome la arista positiva de su historia tendrá un relato idílico, con un final feliz pero forzado. El que tome la arista negativa se encontrará, de frente, con un individuo que se complació de vivir su vida, fiel a la divisa de “parrandas/ron/drogas y mujeres”, porque —así lo dijo él mismo— dentro de la “vida artística (...) las drogas son algo normal”. El asunto leído de manera cruda y sin matices puede resultar, a todas luces, chocante. Cuando se anda a caballo sobre las dos caras de la moneda, al final, como le dijo su propio padre al cronista Alberto Salcedo Ramos (http://bit.ly/1sJp4Xv), un hecho sale a relucir: al principio Diomedes “era un buen muchacho, pero la gente me lo dañó”. ** Enoin Humanez Blanquicett http://www.letralia.com/firmas/humanezblanquicettenoin.htm Periodista colombiano (vereda La Octavia, corregimiento de Loma Verde, Córdoba). Es licenciado en ciencias sociales con énfasis en investigación. Ha cursado una maestría en historia, perfil contemporáneo, campo América Latina y el Caribe, especialidad historia de las migraciones, en la Universidad de Québec en Montreal (http://www.uqam.ca). Desde los años 80 ha estado vinculado a diferentes medios de comunicación, en los que ha trabajado como locutor de radio y reportero independiente, presentador de noticias y creativo publicitario. Desde 2004 sus análisis sobre la actualidad latinoamericana y norteamericana se han publicado en la revista Semana (http://www.semana.com). También ha publicado en El Magazín (http://blogs.elespectador.com/elmagazin) de El Espectador (http://www.elespectador.com) y en periódicos canadienses. === El “Grand Tour” de Albert Camus Carlos Fernández Pérez =========== La Belleza, que ayuda a vivir, también ayuda a morir. Albert Camus, Carnets. El 7 de noviembre se cumplió el centenario del nacimiento de Albert Camus (1913-2013), una buena ocasión para acercarse a su figura releyendo sus páginas más personales, sus diarios. En los mismos encontraremos materiales muy diversos y de muy diferente calidad, pero con frecuencia resultan apasionantes. Discrepamos de la opinión de Susan Sontag: “La impersonalidad es quizá lo que mejor define los Carnets de Camus; tan antibiográficos son... Así, los Carnets, pese a constituir una lectura absorbente, no responden a la pregunta sobre el carácter habitual de Camus ni contribuyen a un conocimiento más profundo de su persona en cuanto hombre” (1). Muy al contrario, leídos con atención, iluminan su compleja personalidad. Por ejemplo, basta echar un vistazo a esas páginas para constatar que su autor fue un hombre viajero. Y las notas referidas a esos viajes dibujan con precisión las luces y sombras de su vida al tiempo que ayudan a comprender su obra. De los países que visitó, Italia supuso para él un verdadero descubrimiento. Siguiendo el ejemplo de aquellos hijos de la nobleza europea que desde la mitad del siglo XVII hasta la época del Romanticismo se desplazaron al sur del continente para conocer las ruinas clásicas que empezaban a excavarse, Camus hizo su particular “Grand Tour”, y del mismo dejó constancia en sus Carnets. Será innecesario decir que sus razones para realizar este viaje fueron bien distintas de las de aquellos aristócratas ingleses o alemanes. Si las de éstos eran descubrir una Europa diferente, tomar contacto con otras culturas e incluso conocer a gente poderosa e influyente que los pudiese ayudar en futuras empresas, los motivos del humilde escritor argelino eran otros, estéticos y personales. En estas páginas proponemos una lectura de sus diarios bajo esta doble perspectiva, prestando especial atención a las notas que se refieren a sus estancias en Italia. El responsable de que Camus sintiese tan vivo interés por la pintura italiana del primer renacimiento y no en menor medida por la escultura griega antigua había sido Jean Grenier. Los dos grandes biógrafos del escritor coinciden en este punto, en la importancia que tuvo este profesor del Grand Lycée Bugueaud y de la hipokhagne de Argel en su formación estética. Lottman afirma que, “al igual que Gide, Grenier cantaba las virtudes del Mediterráneo, virtudes que los mediterráneos no sólo comprendían sino que aprovechaban a diario” (2). Por su parte, Todd precisa que “Grenier aconseja a su estudiante visitar Italia y Grecia...” (3). Camus no desoirá sus palabras. Sus viajes por Italia supondrán para él el descubrimiento de unos artistas en cuya senda le había puesto su profesor. Las extraordinarias obras de los maestros italianos le servirán para elaborar una poética artística e influirán poderosamente en su obra literaria. Si dejamos de lado algunas visitas esporádicas o circunstanciales, Camus realizó su “Grand Tour” en tres viajes a Italia. El primero duró apenas una semana, entre el 8 y el 15 de septiembre de 1937: parte en tren de Marsella, desciende por la costa ligur hasta Pisa, para llegar finalmente a Florencia. La experiencia quedó reflejada en los apuntes del cuaderno I de sus Carnets. El viaje fue corto pero muy importante para él. Al llegar a Pisa anota: “Pisa, al fin, viviente y austera, sus palacios verdes y amarillos, sus catedrales y, a lo largo del Arno severo, su gracia. Todo lo que hay de noble en esa negativa a entregarse. Ciudad púdica y sensible, tan cerca de mí en las calles desiertas de la noche que, paseándome solo, ceden al fin las lágrimas” (4). Descubre la austeridad y la gracia, la belleza nunca ostentosa de la ciudad toscana. Sus iglesias, plazas y fuentes le revelan algo que Camus no olvidará: “El milagro de no tener que hablar de sí” (5). En Florencia se asoma, en las capillas Peruzzi y Bardi de la iglesia de Santa Croce, al arte de Giotto. Queda deslumbrado: “Los Giotto de Santa Croce. La sonrisa interior de San Francisco, amante de la naturaleza y de la vida... Lleva tiempo percatarse de que los rostros de los primitivos florentinos son los que uno encuentra todos los días por la calle... Los primitivos no deforman, ‘realizan’... Primitivos sieneses y florentinos. Su obstinación por hacer los monumentos más pequeños que los hombres, no proviene de una ignorancia de la perspectiva, sino de la perseverancia en el crédito que otorgan al hombre y a los santos que ponen en escena. Inspirarse en ello para un decorado de teatro” (6). Camus se detiene en el “humanismo” de Giotto y en su capacidad para reflejar los sentimientos a través de los rostros y de los movimientos del cuerpo. Podemos imaginarlo fascinado ante algunas escenas de la vida de San Francisco como la Verificación de los estigmas, que “merece figurar entre las obras maestras de todos los tiempos por la novedad de sus planteamientos plásticos, su exquisita naturalidad y esa condensación espacial que, sin embargo, no aplana los bellísimos rostros que se inclinan sobre el cuerpo del santo” (7). Este primer viaje de Camus a Italia concluye en Fiésole el 15 de septiembre. Allí, en el claustro del monasterio de San Francesco, tras visitar las celdas de los monjes, escribe: “Hoy me siento libre respecto a mi pasado y a lo que he perdido. No quiero sino esta estrechez y este espacio cerrado, este fervor lúcido y paciente... Italia y un año ardiente y desordenado que termina; lo incierto del porvenir, pero la libertad absoluta respecto a mi pasado y a mí mismo” (8). Desde el recoleto y meditativo claustro de los franciscanos de Fiésole Camus atisba los negros nubarrones que se ciernen sobre Europa: Guernica acaba de ser bombardeada, Hitler inaugura la exposición de “Arte degenerado” (Entartete Kunst) y en un año se firmarán los acuerdos de Múnich. Estas palabras no sólo son un presagio sino que encierran un secreto y debemos leerlas en su contexto biográfico, pues son expresión de una doble ruptura: con su primera esposa, Simone Hié, y con el Partido Comunista. Pero junto al sentimiento de fracaso y temor que atenaza a Camus, el viaje supuso también una gozosa epifanía: el descubrimiento del arte. Y una suerte de deuda saldada con Grenier. Cuando al año siguiente publica Nupcias (1938), dedica a su profesor el último capítulo del libro, en el que relata las impresiones del mismo. En la colina que domina la ciudad Camus conquista un momento de plenitud: “Nos afanamos y luchamos por reconquistar nuestra soledad. Pero un día la tierra nos ofrece su sonrisa primitiva e ingenua. Entonces es como si luchas y vida en nosotros quedasen borradas de golpe. Millones de ojos han contemplado este paisaje, y para mí es como la primera sonrisa del mundo. Me pone fuera de mí en el sentido más profundo de la palabra” (9). Entre un pasado doloroso que concluye y un futuro lleno de malos presagios, Camus vive un momento de eternidad en la soledad de una celda de Fiésole. El segundo viaje a Italia lo hizo Camus a finales del otoño de 1954. Las circunstancias del mismo fueron en cierto modo similares a las del primero. Camus pasaba por un mal momento: la delicada salud y las violentas discusiones provocadas por la publicación de El hombre rebelde lo habían agotado literalmente. En ese mismo año el FLN argelino recurría a la lucha armada para poner fin al sistema colonial francés. Camus deseaba alejarse de París. Necesitaba recuperar las fuerzas y la confianza para superar el bloqueo que le impedía escribir. Y repensar la situación argelina, pues, además de su gravedad política, para él suponía una dolorosa fractura personal. Invitado por la Asociación Cultural Italiana aceptó dar algunas conferencias en varias ciudades: Turín, Génova, Milán y Roma. Pero como dice Lottman: “Por encima de todo, se preparaba a volver a otro país de sol que en su juventud había significado muchas cosas para él” (10). El 24 de noviembre llega a Turín, en tren de nuevo. Tras dejar Génova, el 29 pasa por Milán y visita el monasterio de Santa Maria delle Grazie y anota: “La Santa Cena-Vinci se encuentra, decididamente, en el comienzo de la decadencia italiana” (11). Al día siguiente da en Roma su última conferencia: “Por fin libre” (12). Tras dejar el hotel se instala en una pensión cuya terraza se abre a los jardines de Villa Borghese: “Me arrepiento aquí de los estúpidos y negros años que he vivido en París” (13). En los primeros días de diciembre Camus camina por calles y plazas de Roma. En la Gallería Borghese descubre los mármoles de Bernini y las telas de Corregio y Tiziano. Pero son los lienzos de Caravaggio —“soberbios, por el contraste de la violencia y la muda densidad de la luz” (14)— los que realmente le fascinan. Visita también los museos Vaticanos y frente al Entierro de Cristo escribe: “El descendimiento de la Cruz de Caravaggio. No se ve la cruz; decididamente, es un grandísimo pintor” (15). Un laconismo que es una invitación a mirar, a mantener los ojos abiertos ante un cuadro admirable por su sobria intensidad. También es una declaración estética: ese es el arte que le gusta a Camus. Tras la estancia en Roma, Camus sale en coche hacia Nápoles. Recorre la costa amalfitana y el día 9 de diciembre por la noche llega a Paestum. Las ruinas le evocan las de Tipasa y los templos lo impresionan: “Maravillado asombro incesante ante este templo de enormes columnas de esponja rosa, de corcho dorado, ante su gravidez aérea, su presencia inagotable... Me resulta difícil arrancarme a estos lugares, los primeros desde Tipasa donde he conocido un abandono de todo mi ser” (16). Por el contrario, Pompeya no lo emociona: “Interesado, naturalmente, pero nunca conmovido. Los romanos, a veces refinados, jamás civilizados. Abogados y soldados a los que confundimos, Dios sabe por qué, con los griegos. Son los primeros, los verdaderos quebrantadores del espíritu griego. Grecia vencida no los venció a ellos, por desgracia. Porque si bien tomaron de Grecia los temas y formas del gran arte, sólo llevaron a cabo unas aproximaciones frías, que más vale que no hubieran existido para que la ingenuidad y esplendor griegos llegaran hasta nosotros sin intermediarios. Junto al templo de Hera de Paestum, toda la antigüedad que alfombra Roma e Italia vuela hecha pedazos y con ella una comedia de falsa grandeza” (17). Regresa a Roma y antes de partir hacia París a mediados de diciembre visita Santa María del Popolo para contemplar los cuadros de Caravaggio en la capilla Cerasi. Si en el primer viaje Camus había descubierto los frescos de los pintores toscanos del Trecento, con sus arquitecturas geométricas pobladas de sólidas figuras, en esta segunda estancia en Italia se siente profundamente emocionado por el arte de Caravaggio. De nuevo podemos imaginarlo: conmovido por la fuerza de la luz, por los gestos mudos de los personajes, por la verdad de su pintura. Pero el viaje le permite también un primer paso hacia el arte griego. Grecia: otro viaje pendiente, otra deuda con Grenier. Los templos de Paestum serán un magnífico anticipo de la Acrópolis: en pocos meses visitará las ruinas y museos de Atenas. En el verano de 1955, poco después regresar de Grecia, emprende Albert Camus su tercer viaje a Italia. El curso del mismo, al igual que el del anterior, lo hallamos en el cuaderno VIII de sus diarios. Las regiones del Véneto, la Emilia-Romagna, las Marcas, la Umbría y la Toscana serán ahora su destino. Visita primero las ciudades de Venecia, Parma y San Leo. Después se desplaza a Urbino y Borgo San Sepolcro para contemplar los cuadros y frescos de Piero della Francesca: “En el corazón de las severas murallas, los personajes indiferentes de la ‘Flagelación’ esperan eternamente, delante de los ángeles y de la altiva madona de della Francesca. San Sepolcro. Cristo ha resucitado. Y aquí está, levantándose del sepulcro, hosco militante” (18). Este es uno de los pintores que, sin duda de la mano de Grenier, más admiró Camus. De hecho hace referencia a él en varias de sus obras. Se puede decir que el arte de Piero della Francesca nutre y modela la poética de Camus, quien supo descubrir “ese presente eterno” (19) en sus tablas y frescos, un rasgo estilístico que sintetiza la aspiración de todo arte verdaderamente grande. Las ciudades de Arezzo, Gubbio, Perusa, merecen su atención y a ellas dedica páginas llenas de una emoción serena no exenta de melancolía. El 22 de agosto concluye este intenso viaje en Siena. Camus cierra de este modo un círculo que había comenzado a recorrer veinte años antes. Un “Grand Tour” italiano que se vería enriquecido por los viajes a Grecia en 1955 y 1958. Ello le permitió conocer de primera mano el arte de los maestros del Trecento y Quattrocento. Como epítome del mismo dice en sus notas: “No olvidar Italia y el descubrimiento del arte” (20). Esto fue decisivo para él, pues la pintura de los maestros italianos que le había recomendado Grenier le permitió formular una poética basada en la sobriedad y en la mesura. Camus siempre tuvo cerca a la diosa Némesis. Esto se tradujo en una obra literaria que nos sigue atrayendo por su equilibrada belleza y por las múltiples posibilidades de lectura que ofrece. Pero, como decíamos al comienzo, este “Grand Tour” no sólo persiguió un objetivo artístico sino que tuvo también razones más personales. Ya hemos visto que el primer viaje lo realiza Camus en un momento traumático a causa de su fracaso matrimonial y su expulsión del PC argelino. Lo mismo podemos decir del segundo y tercer viaje: la mala salud, las duras críticas de Sartre, Breton y otros y el comienzo de la guerra en Argelia provocaron en él una depresión física y creativa. Por aquellos años encontramos la palabra “suicidio” en sus Carnets. Los viajes a Italia sirvieron para cicatrizar esas profundas heridas. Italia fue un paraíso que Grenier le descubrió y que Camus nunca quiso abandonar: “Cuando sea viejo, quisiera que me sea concedido volver por ese camino de Siena, sin igual en el mundo, y morir allí, en una cuneta, rodeado únicamente de la bondad de esos italianos desconocidos a los que amo” (21). Ahora se entenderá mejor nuestra discrepancia con las afirmaciones de Susan Sontag. La última obra que Camus publica en vida es El exilio y el reino (1957), dedicada a Francine Faure, su segunda esposa. En ella reúne seis relatos breves en los que los protagonistas, en lugares muy diversos, experimentan el destierro pero hallan también la felicidad. El libro puede ser leído en clave autobiográfica. La orfandad, la tuberculosis, el fracaso político habían convertido a Camus en un extranjero. París era también un duro exilio. Para escapar de allí el escritor viajó mucho en aquellos años. Tras el Nobel dirá un adiós definitivo a todo aquello, con más amargura que gratitud. En Provenza, allí donde Francia comienza a parecerse a Italia, encontrará un lugar para vivir y crear. Lourmarin será su nuevo reino: “Agradecimiento a este país, a su soledad, a su belleza” (22). Había sido Jean Grenier quien le había hablado de este pequeño pueblo provenzal (23). También en esto se fio de la palabra de su profesor, con quien había tejido una amistad perenne. Como le había ocurrido en Fiésole, Paestum y Siena, Camus volvió a vivir allí un momento de plenitud. Tal vez por eso, cuando muere en 1960 su amigo René Char escribe una breve nota: “Eternidad en Lourmarin” (24). Notas 1. SONTAG, S., Contra la interpretación, Santillana, Madrid, 1996, p. 95. 2. LOTTMAN, H. R., Albert Camus, Taurus, Madrid, 1994, p. 67. 3. TODD, O., Albert Camus. Una vida, Tusquets, Barcelona, 1997, p. 69. 4. CAMUS, A., Carnets, 1, en Obras, 1, Alianza, Madrid, 1996, p 487. Todas las citas de la obra de Camus se harán siguiendo esta edición. 5. Id, p. 488. 6. Id, pp. 488-489. 7. BRANDI, C., Giotto, Carroggio, Barcelona, 1984, p. 140. 8. CAMUS, A., Carnets, 1, pp. 492-493. 9. Id, pp. 490-491. 10. LOTTMAN, Ob. cit., p. 574. 11. CAMUS, A., Carnets, 3, Obras, 5. p. 303. 12. Id, p. 304. 13. Id, p. 305. 14. Id, p. 306. 15. Id, p. 308. 16. Id, p. 312. 17. Id, pp. 312-313. 18. Id, p. 344. 19. CAMUS, A., Nupcias, en Obras, 1, p. 100. 20. CAMUS, A., Carnets, 3, p. 343. 21. Id, p. 345. 22. CAMUS, A., Carnets, 3, p. 420. 23. TODD, O., Ob. cit., p. 739. 24. CHAR, R., La palabra en archipiélago, Hiperión (2ª), Madrid, 1996, pp. 172-74. ** Carlos Fernández Pérez http://www.letralia.com/firmas/fernandezperezcarlos.htm Docente y escritor español (Asturias, 1954). Es profesor de geografía e historia en el IES nº 1 de O Carballiño (Ourense). Textos suyos han sido publicados en revistas como Hafo, A Futura Memoria, Espéculo (http://www.ucm.es/info/especulo) y otras. === Humor agridulce: nota sobre el cine de Luis Estrada =================== === Maikel A. Ramírez A. ================================================== “la risa es satánica y por tanto profundamente humana” (Charles Baudelaire: De la esencia de la risa...) “¿Y tú qué dirías que quiere decir xingar?” (Álvaro Enrigue: Muerte súbita) Al tiempo que discurre en su rotundo ensayo El arte de la novela sobre el contenido semántico que personalmente le imprime a la palabra “cómico”, precisa Milan Kundera que los verdaderos genios de éste no son aquellos que nos hacen reír más, sino quienes, por encima de todo, provocan la risa a fin de develar una dimensión imperceptible de la realidad. La premisa apuntada por el novelista y ensayista checo, a mi parecer, nos arroja con tino a la tríada de filmes que componen el cine del director mexicano Luis Estrada hasta ahora, a saber, La ley de Herodes (1999), Un mundo maravilloso (2006) y El infierno (2010), piezas que exploran el sustrato social de la nación mexicana (acaso de toda Latinoamérica) y que se forjan sobre la base de una productiva combinatoria de humor cáustico y de varios mecanismos tanto en el nivel de la trama como de la expresión, que me propongo a revisar en esta nota. Cayendo por la conejera En semejanza con los personajes de las novelas de aprendizaje, los protagonistas de los filmes de Estrada aprenden que para sobrevivir en el mundo es menester llevar una vida deshonorable y corrompida. En los filmes del director mexicano, vemos un personaje nuclear pleno de bondad e idealismo que penetra un mundo hostil y caótico que, de seguido, modifica su conducta a cual más envilecido. Esto concluye, decididamente, con un personaje con sobrada calificación para transitar ese degenerado cosmos. En La ley de Herodes, adaptación del cuento del mordaz escritor Jorge Ibargüengoitia, transcurre la presidencia de Miguel Alemán en México, cuando el fiel militante del PRI y trabajador de basurero Juan Vargas (Damián Alcázar), a guisa de embaucamiento, es escogido por el licenciado López (Pedro Armendáriz Jr.) para que sea el presidente municipal del inubicable y rural pueblo San Pedro de los Saguaros y se convierta en el estandarte del progreso y la justicia social, ya que el antiguo presidente municipal había sido decapitado por los pobladores por motivo de su desenfrenada corrupción, evento que, por supuesto, López le oculta a Vargas. Animado por el brillante futuro en la política que cree tener ante sí, Vargas penetrará el pueblo con la convicción de transformarlo, pero al poco tiempo se va dando cabezazos con las bajezas que estructuran la forma de vida del lugar, cuyo único antípoda, con esto me refiero a los personajes centrales, es su secretario, un pueblerino trabajador y honrado. Entre otras cosas, Vargas descubrirá que no cuenta con presupuesto para llevar progreso y justicia social alguna a San Pedro de los Saguaros. En cambio, López le otorgará un revólver y las leyes de la nación que acaba de desempolvar de su biblioteca. Luego, éste le advertirá que debe aplicar la ley de Herodes ante cualquier reclamo que le hagan sus conciudadanos, esto es, “o te chingas o te jodes”. Por otra parte, muchos hombres del pueblo son asiduos visitantes del burdel de doña Lupe, una mujer mal encarada y pendenciera que intimida a Vargas. Como contrapunto de Lupe y rival político de Vargas está el doctor Morales, militante del PAN quien, como se revelará más adelante, abusa sexualmente de su criada. Por su parte, el gringo Robert Smith, socio de Vargas, es otro embaucador y oportunista, que hasta termina acostándose con la esposa de éste. Ni decir de la mencionada mujer, quien apoya las mentiras de su marido y en repetidas ocasiones lo atiza para que imponga la autoridad con mano de hierro. Para finalizar de una vez con esta enumeración de los personajes y sus vicios, reparemos en el padre del pueblo, un auténtico ejemplar de degradación moral, que mantiene negocios con doña Lupe, cobra elevadas cuotas por sus consejos de hombre de fe y es capaz de ventilar los secretos de las confesiones por dinero. Propongo detenernos en esta delirante conversación entre él y Vargas en relación con el soborno que doña Lupe debe pagar para mantener abierto su lupanar, fragmento paradigmático de tantos de los que abundan en este filme: —¿Y tú ya te arreglaste con ella? —¿Cómo? —Sí, ¿ya se pusieron de acuerdo de cómo va a ser? —¿Qué pasó, padre? Yo no soy de esos. —No te hagas. —Se lo juro, padre. —No jures en vano. ¿Crees que soy un pastor que no conoce su rebaño? Un mundo maravilloso, por su parte, nos lleva a conocer al alegre mendigo Juan Pérez (Damián Alcázar), quien debe adentrarse en una ciudad dominada por los dictámenes neoliberales, lo que terminará obligándolo a refugiarse en basureros y alcantarillas. La corrosiva transformación de este personaje se manifiesta en el segmento final, cuando vemos un plano de él junto a su esposa, su hijo y sus amigos, festejando la Nochebuena dentro de una cómoda casa de clase media, y la cámara se mueve en un travelling hacia atrás hasta mostrarnos a los verdaderos dueños de la residencia esparcidos sobre el césped, asesinados salvajemente, mientras que, como telón musical de fondo, se percibe el acompañamiento de What a Wonderful World, pieza musical popularizada por Louis Armstrong y una de las maravillas de la música de todos los tiempos. Ahora, Benjamín García (Damián Alcázar), alias “El Benny”, personaje nuclear de El infierno, se despide de su mamá y su hermano antes de partir hacia Estados Unidos en busca de su sueño americano. Esta escena es de una singular belleza por su tinte bucólico, sostenido por uno de esos acordes mínimos de guitarra propio de un filme de cowboys. A continuación vemos que unos agentes de inmigración deportan al Benny a su país de origen. A partir de allí, a manera de anticipación, el protagonista transita el viaje de regreso a casa registrando un mundo que no está en conformidad con lo que conoció (es robado por asaltantes de la carretera, la policía lo requisa). Una vez en casa, su madre lo pondrá al tanto del asesinato de su hermano, otrora transformado en “El Diablo”, un narcotraficante de alta peligrosidad que nada tiene que ver con el pequeño hermano de su pasado. El Benny encontrará trabajo en la precaria estación de gasolina que administra su padrino y se pondrá a buscar explicaciones sobre el asesinato de su hermano. Así, conocerá a su cuñada Lupe (Elizabeth Cervantes), mujer de burdel de la cual se enamorará y le permitirá conocer a su sobrino, el diablito. Igualmente, el Benny restablecerá su vieja amistad con “El Cochiloco” (Joaquín Cosío), un genuino matón sin escrúpulos, licencioso y dicharachero. Será este último quien lo socorrerá cuando su sobrino se meta en problemas con la policía, y lo presentará ante don José Reyes (Ernesto Gómez Cruz), el capo que controla la mayor parte de la zona, personaje que no por bufonesco es menos cruel, una verdadera emanación del mal puro, sólo igualado por su némesis, su hermano don Francisco. Dicho todo esto, importa resaltar en este punto que el Benny entenderá que para hacer llevadero ese mundo, plagado de violencia, drogas y corrupción de los entes estatales, menester es ser un narco, a lo que debemos añadir la elevada escala de ganancias que tal negocio le dispensa. Acumulando estos hechos, es dable recordar a Lobo, personaje central de Trabajos del reino, de Yuri Herrera, referencia insoslayable en la novelística de narcos. Crash, Boom, Bang Hasta acá he rendido cuentas de cómo los filmes de Luis Estrada tienen como eje gravitacional un personaje central que gradualmente aprende que para no sucumbir en su entorno social debe transformarse en un rufián, un crápula, un pícaro, en fin, trastoca su ser para dar paso a un degradado moral. Paso ahora a describir otro procedimiento fundamental en el arte compositivo del director mexicano, último peldaño de su escalafón agridulce: la combinatoria clímax-corte-anticlímax que se produce hacia el final de cada una de estas obras. En La ley de Herodes, enloquecido porque su mujer ha huido con Smith llevándose todo el dinero robado, Vargas asesinará a López y al asistente de éste cuando pretendan arrebatarle sus fraudulentas ganancias, para así huir porque la policía los persigue. Tras esto, el pueblo se levantará para linchar a su presidente municipal. Vargas entonces subirá a un poste eléctrico e implorará clemencia, pero justo en ese momento dos hombres descenderán de un vehículo y dispararán al aire. Seguido de un corte, la cámara recorrerá la trayectoria de una panorámica vertical y mostrará un plano de Vargas, pulcro y radiante, dirigiéndose, cual político experimentado, a sus pares de la Asamblea Nacional. Por su propia voz conoceremos que se encuentra en esa prestigiosa plaza gracias a que se tuvo que manchar las manos para detener el complot que López fraguó. Como se ve, el corte que sigue al momento cuando Vargas va a ser linchado por la horda conlleva una elipsis temporal que omite la cadena de acciones que desembocan en el reconocimiento que éste recibe. Es obvio que esto no causa tanto una sorpresa como una negación de nuestras expectativas, pues esperamos que la justicia condene a Vargas por su corrupción, por el asesinato de doña Lupe y de Filemón, por sus actos sexuales vedados para un hombre de su magisterio, entre tantos delitos en los que había incurrido. Por lo que respecta a Un mundo maravilloso, ya he anotado que Juan Pérez y sus acompañantes asesinan a la familia dueña de la casa donde se encuentran en chanza. Lo que cabe añadir es que este segmento es antecedido por un discurso del contrapunto del personaje principal, el ministro de Economía, durante su recepción del premio Nobel, en el que ventila su determinación en la eliminación de la pobreza y la cristalización final de esta meta. De manera que nuevamente el segmento posterior al corte nos deja descolocados, puesto que no esperamos que el siempre bien dispuesto Juan terminará cometiendo asesinato para poder vivir una vida decente, aunque sea por un día, como él bien lo expresa. El infierno, debe acotarse, se nutre del mismo procedimiento, pero en él opera una variación que contrasta ligeramente con los dos filmes anteriores. En esta pieza, después de que el Benny acribilla a don José y el resto de quienes le acompañan durante la celebración de la independencia mexicana, pues ya está al tanto de que fueron los reyes quienes mataron a su hermano y, además, a Lupe como retaliación porque el Diablito delató el paradero del recién asesinado hijo de don José. Al corte sigue un plano de el Diablito arrodillado frente a la tumba de su tío. Seguidamente, vemos al joven alejarse en su camioneta y, tras otro corte, observamos al muchacho entrar disparando dentro de un almacén donde otros jóvenes narcos empaquetan la droga. La variación aquí tiene que ver, ya se habrá notado, con el traspaso del personaje medular de la obra a uno periférico. Una cosa es una cosa y otra cosa es otra cosa Otros elementos compositivos de los tres filmes de este corpus, tan fundamentales como los ya referidos, son: a) la música, que, como he dejado constancia, está al servicio de la ironía cuando contrasta o potencia las imágenes (mambo durante las picardías de Vargas, What a wonderful world. Ante una brutal carnicería, una ranchera desgarrada mientras velan el cadáver del Cochiloco); b) un casting de primerísima que se repite casi íntegro en las tres piezas, lo que, al menos para mí, se concatena armoniosamente con el humor, puesto que pueden evocar sus roles anteriores. A fin de cuentas, por qué no pensar que esta reiteración va de la mano de esa visión fulminante del mundo: siempre es lo mismo en todos los lugares y en todos los tiempos, y c) unos intercambios conversacionales desternillantes hasta el delirio, y en los que se muestra una eficacia en términos de registro verbal. Estoy convencido de que estos usos del mexicanismo “chingar” y sus derivados son lo que Octavio Paz debe haber tenido en mente cuando estampaba su letra en su clásico ensayo El laberinto de la soledad. Humor agridulce Hay quienes piensan que el humor aminora la denuncia cruda o la mordaz carga semántica que conforma una obra de ficción. En lo que a mí concierne, me inclino por todo lo contrario: el humor contenido en una pieza artística puede hacer de este objeto un producto altamente inflamable, incendiario, filoso. Las coordenadas para entender este aserto las descubrió Sigmund Freud cuando, en El chiste y su relación con lo inconsciente, describe una dimensión pragmática del chiste que resulta relevante a esta disertación. Éste, nos advierte Freud, hace que una tercera parte, un oyente, se sume a nuestra causa ante la degradación a la que hemos sometido al objeto del chiste, o dicho con palabras de Julio Cortázar en sus Clases de literatura, Berkeley 1980: “La intención es casi siempre desacralizar, echar hacia abajo una cierta importancia que algo puede tener cierto prestigio, cierto pedestal”. De manera que no reímos solos ante nuestra acción hostil contra el objeto solemne, sino que otra persona nos acompaña cuando refuerza la humillación con su inevitable risa, ese gesto misterioso que, según sus estudiosos, no se relaciona tanto con la felicidad como con los actos crueles. Es en ese tipo de humor hallado por Freud en el chiste donde considero que se debe incluir el cine del director mexicano Luis Estrada. Tres obras que, a todas luces, penetran el tejido social y lo exponen desnudo en su dimensión más impúdica. El humor en el cine de Estrada, queda claro, no se complace a sí mismo, sino que, decididamente, se echa a encuadrar las asperezas de sociedades que nos remiten a los contextos históricos-sociales de México. Su humor es un dispositivo que, con mucho, transparenta la realidad mejor de lo que un tratamiento serio lo haría. Pongamos por caso que don José tratara a sus matones de “asesinos” o “sicarios” en lugar de su patético “mis muchachitos”, sería evidente que el tratamiento humorístico e irónico que acomete Estrada pone de relieve la verdadera dimensión diabólica de sus guardaespaldas. El tono agridulce del cine de Estrada provoca la sensación de arrastrarnos por una vorágine tenaz e incesante, por las razones ya expuestas en minucia a lo largo de esta nota. En fin, no importa que estas obras promuevan la risa incontrolable, y que nos dobleguen por mucha resistencia que pongamos, porque al final toparemos con esa desdichada realidad, siempre tan cruel e implacable, siempre tan repetitiva. ** Maikel A. Ramírez A. http://www.letralia.com/firmas/ramirezamaikela.htm Docente y escritor venezolano (Maracay, 1976). Es profesor de inglés, narrador, ensayista, crítico cinematográfico y magister en literatura latinoamericana. Sus trabajos han sido publicados en el diario aragüeño El Periodiquito (http://www.elperiodiquito.com). Ha sido ponente en eventos nacionales de lingüística y literatura. Dicta la materia electiva “Viaje a través del tiempo: literatura y cine de ciencia-ficción” en la Universidad Simón Bolívar (USB, http://www.usb.ve). === Gustavo Adolfo Bécquer (y XII) ======================================== === En el santuario (Peñalba de Villastar) ================================ === Vicente Adelantado Soriano ============================================ No recordaba si se podía subir con el coche hasta el pie del farallón, o había que dejarlo nada más comenzar el largo camino ascendente que lleva hasta él. Siempre cometo el mismo error: o bien no me acuerdo de llevarme la información sobre los sitios que voy a visitar, o bien se me olvida guardarla en mi breve mochila. Sea como fuere, opté por la misma y vieja solución: dejar el coche, calzarme las botas de siete leguas, ponerme el sombrero, y comenzar a caminar. No había nadie por allí. La mañana era espléndida, aunque un poco fresca. A los pocos minutos, no obstante, ya estaba comenzando a sudar. Un maravilloso silencio lo inundaba todo. Pasé buena parte de la mañana caminando. Hasta llegar al santuario, donde me demoré todo el tiempo del mundo. Me gustó cuanto vi y cuanto intuí. Valió la pena. Siempre vale la pena. Cuando horas después, oliendo a monte, me senté en el agradable bar del balneario de Manzanera, tenía los pies que me echaban fuego. La jarra de cerveza me sentó de maravilla. Don Gustavo, que había estado esperándome, tenía otra ante sí. Sonrió al verme. —Siempre que me enfrento con el mismo problema —dije tras saludarlo— me acuerdo de la solución que le da don Miguel de Cervantes. Y siempre me parece que su explicación no es, en el fondo, más que la confesión de una cierta impotencia —confesé intentando luchar contra el sonrojo. Bécquer sonrió. —Es que tal vez —murmuró— no hay otra forma humana de explicarlo. Hay cosas que, por más que se quiera, no se puede llegar a ellas. El misterio. ¿Y qué es lo que se ha encontrado usted allá arriba? ¿Se imagina usted una vida sin misterio? ¿Una vida en la que todo se supiera? ¿Qué hay en el santuario? —Es cierto, tiene usted razón —repliqué riendo—. La vida sin misterio sería muy aburrida. —Claro, no existiría el estudio, ni la investigación, ni tal vez los viajes, ni las caminatas. ¡Ah, querido amigo, y qué placer, sin embargo! Los perezosos ya tendríamos la justificación perfecta para pasarnos la vida sin hacer nada. —No estoy tan seguro de eso —dije con un dejo de terror ante la desaparición de mis excursiones—. Creo que aparecería algo nuevo, o el hombre comenzaría a pensar en algo... No, no me veo a todos sin hacer nada. Hasta los abuelitos aquí, en el balneario, leen o juegan a las cartas o al ajedrez, o recogen piedras... —Sí, ya veo. Y sin embargo, nada hay mejor que el ocio. —En eso estoy de acuerdo con usted; pero el ocio con letras. Acuérdese de lo que decía Séneca: Otium sine litteris mors est et hominis vivi sepultura (1). —¡Hombre! ¿Sabe usted latín? —No. Eso quisiera yo. Pero tampoco soy el pedante contra el que arremete don Miguel en El coloquio de los perros, ¿se acuerda?: Hay algunos romancistas que en las conversaciones disparan de cuando en cuando con algún latín breve y compendioso, dando a entender a los que no lo entienden que son grandes latinos, y apenas saben declinar un nombre ni conjugar un verbo (2). —No haga mucho caso de don Miguel: es un humorista. Y ya sabe, va negando una cosa y haciéndola al mismo tiempo. —Sí, ya lo sé; pero hay que tener gracia para hacer eso. Y como yo no la tengo, le confesaré que el soltar latinajos no es más que la confesión de mi ignorancia: como no pude estudiar latín, di en aprenderme todas las oraciones y frases que caían en mi radio de acción. —¿No esperaría usted —me preguntó asombrado— aprenderse toda la lengua latina de semejante forma? —Bueno, nunca se sabe. Cosas más difíciles han pasado. Y ánimos no me faltaban. —Me parece que también es usted un buen humorista. —Lo intento; pero muy a menudo me resulta difícil y complicado. A veces es difícil hasta sonreír. Con todo lo que está sucediendo en el país, con corruptos, políticos ineptos, bancos saqueados y millones de parados, lo mejor es taparse las narices, y pasar por él como se pasa por una letrina. Y subir a las montañas de vez en cuando. —Bien. Volvamos al principio porque yo creo que me he perdido un poco. Había dicho usted, hablando de no sé qué, que la explicación de don Miguel no le satisfacía... —Sí. Estaba pensando en cuando plantea la cuestión de si el poeta nace o se hace. —¡Ah, Dios mío! Terrible dilema. ¿Cree usted que el estudio puede favorecer a alguien en este sentido? —No lo sé. Pero, sinceramente, lo mismo me sucede con el resto de las cosas humanas. Tampoco sé si una persona es buena persona porque ha nacido así, ha vivido en un clima determinado, o por qué... El mismo don Miguel dice, en la misma novela, que, como nos viene de naturaleza, tendemos a murmurar. Como el hacer el mal viene de natural cosecha, fácilmente se aprende a hacerlo (3). —¿Usted cree? A mí todo me parece un misterio. Y demasiadas veces —añadió poniéndose serio, tal vez acordándose de una mujer— no hacemos el mal por el mal mismo, sino por ignorancia, por estupidez, por puros espejismos. —No me sirve esa explicación. Lo único que demuestran sus palabras es que usted sí que es una buena persona. Si todo son espejismos, es fácil perdonar. —Es posible que la bondad sea no tener ganas de indagar, de ir más allá, de dejar las cosas como están... —Es posible que tenga usted razón. Y también es muy posible que tenga razón Quevedo, y que sea más fácil perdonar que tomar venganza. —¡Hombre! Don Francisco, tan ingenioso como siempre. ¿Dónde lo dice? No me acuerdo... —En Doctrina moral del conocimiento propio, y del desengaño de las cosas ajenas. Dice lo siguiente: Así lo mandó Christo: “Amad a vuestros enemigos”. Rigurosa y desabrida cosa fuera y llena de peligros este mandar vengar de tu enemigo: salir a media noche, o solo, o acompañado de armas o, rodeado de amigos, a acecharle y al cabo procurar su muerte. ¡Cuánto mejor es perdonarle, cosa que puedes hacer en tu casa cenando y acostado y con todo descanso! (4). —¡Ay, don Francisco, don Francisco! Tan ingenioso como siempre. Y, sin embargo, no le falta razón. ¿No le parece? A mí todo lo que tienda al ocio me suena de perlas. Tenga usted en cuenta —añadió acariciándose la perilla— que el trabajo es un castigo divino. E ir por ahí cargado de armas y acechando... —Una contradicción más. Pues a veces vengarse de alguien exige un trabajo enorme; trabajo que, no obstante, se hace muy a gusto, aun cuando nos pasamos la vida renegando del trabajo. —Sí, hay que reconocer que los humanos somos bastante contradictorios: basta que nos manden una cosa para no hacerla; ahora si es por nuestro gusto y contento, somos capaces de subir la montaña más alta, y descender a las más profundas simas. —Sí; lo hacemos así porque algo nos impele a ello. Tal vez el afán de saber. El misterio. Y no hacemos daño a nadie. Es cierto, a veces somos capaces de escalar montañas, y otras veces nos dejamos caer al abismo... —Ya. Creo que comienzo a entenderlo. Y volvemos al principio: hay que educar a ese gusanito que llevamos dentro. Aunque el poeta no se haga. Pero sí se puede hacer al investigador, al curioso. —Eso debe usted saberlo mejor que yo. Yo no sé si el poeta nace o se hace. Pero quiero creer que la virtud se enseña. Al fin y al cabo es probable que sea más fácil ser una buena persona que un mediano poeta. Aunque visto lo que está sucediendo en el país... —Es posible que tenga razón. Pero —añadió sonriendo— esto en otra época podía costarnos algún serio disgusto con la Santa Inquisición. —Es cierto. Demasiado a menudo se dan muchas cosas por sabidas. Y, analizadas, no dejan de ser falsedades. —Sucede eso con harta frecuencia. No se lo niego. —Hace años nos lo advirtió Erasmo de Rotterdam. Y perdone, pero voy a soltar otro latinajo: monachatus non est pietas. —El señor Erasmo tiene razón: la piedad, o los buenos sentimientos, no son privativos de nadie, ni de ningún lugar. Afortunadamente. Recuerde también que don Miguel insiste, y no cambio de tema, en que tantas tonterías se pueden decir en latín como en cualquier lengua. —Sí. Y yo aquí traería a colación al bueno de Sancho, y le embutiría un refrán: dime de qué presumes y te diré de qué careces. —Antes de continuar por estos derroteros, querido amigo, quisiera hacer una aclaración. —Soy todo oídos. —Como usted sabe, nadie está libre de pereza, aunque a todos nos guste pasar por laboriosos o muy trabajadores. Esa pereza ha hecho que yo solamente sea conocido por mis Rimas y Leyendas. Y que me hayan colgado el sambenito de tradicionalista cuando no el de retrógrado. Se tacha a una persona de algo, y todos tenemos el pleno convencimiento de que ya la conocemos. ¿No es así? —Sí. Es cierto. —Dígame, ¿se definiría usted como tradicionalista por ir a visitar santuarios de dioses que nadie conoce, utilizados por personas de quienes ya no quedan ni los huesos? —No. Desde luego que no. Y, además, le contesto con sus propias palabras: No es esto [la contemplación del pasado] decir que yo desee para mí ni para nadie la vuelta de aquellos tiempos. Lo que ha sido no tiene razón de ser nuevamente, y no será. Lo único que yo desearía es un poco de respetuosa atención para aquellas edades, un poco de justicia para los que lentamente vinieron preparando el camino por donde hemos llegado hasta aquí, y cuya obra colosal quedará acaso olvidada por nuestra ineptitud e incuria (5). —Me deja usted sin palabras. Y dicho eso, y volviendo al dicho de que la piedad no reside en los conventos, sí que me gustaría añadir, sin peligro de ser malinterpretado por usted, que tanto en la Edad Media, como en el Renacimiento, y hasta en mi época, mucha gente era encerrada en conventos, o veía en ello un medio de vida. Mire, medio mundo critica al otro medio, y le achaca las faltas que no ve en sí mismo. Exigimos vocación a los demás sin querer percatarnos de que pocos de nosotros seguimos nuestras verdaderas inclinaciones. Tal vez —añadió sonriendo— porque no nos dan de comer: nadie le paga a uno porque se esté en Veruela sin hacer nada. —O por subir a lo alto de una montaña, a un santuario, y hacerse la ilusión de que se ha conocido mejor a los antepasados. Y, en consecuencia, a los contemporáneos. —Tengo que decirle que a mí me pagaban por mis artículos. —Yo no he logrado ese privilegio. Pero sí, con respecto a la montaña, tengo la impresión de conocer un poco mejor a la Humanidad. Hay allí inscripciones que, al parecer, no se sabe lo que significan. Hay hasta unos versos de la Eneida. —Eso demuestra que el santuario tuvo que ser importante. —Tuvo que serlo. Está alejado. Cuesta acceder a él. En todo el trayecto no he visto un alma. Ni he oído nada que no fuera el graznar de algún cuervo o mis propios pasos. Un maravilloso silencio. —Qué paz y qué tranquilidad, ¿verdad? —Sí; pero allá arriba, junto a las inscripciones que dejaron nuestros antepasados, había otras más recientes: la del pobre hombre que no quiere ser olvidado, y deja allí, grabado en la piedra, su nombre y el día en el que tuvo la ocurrencia de personarse donde nunca tuvo que estar. —Tal vez todos tengamos miedo a la muerte, a la desaparición física. —Es una forma estúpida de luchar contra ella... Allá arriba me he encontrado la vértebra de un bicho. Nunca había tenido un huesecillo de esos entre mis manos. Me ha encantado. Me ha parecido una obra de arte: tan simétrica, tan perfecta, parecía una mariposa con las alas abiertas. Creo que estoy empezando a perderle el miedo a la muerte. Es posible que nunca lo vea nadie, pero la muerte va a dejar al descubierto la belleza de nuestro armazón, del esqueleto. —No se me había ocurrido pensarlo. Es usted una caja de sorpresas. Pero yo quisiera volver al principio de nuestra conversación. —Creo que la pregunta inicial, si el poeta nace o se hace, la puede contestar usted mejor que yo. Yo soy incapaz de escribir dos versos seguidos. No le digo una poesía. Imposible. —Pues entonces, planteemos la cuestión desde otro punto de vista: ¿usted visita santuarios porque le gusta la investigación? ¿Ha nacido así o se ha ido haciendo? —Yo creo que todos los que visitamos estos lugares, hasta los que profanan las paredes con sus nombres y sus fechas, tenemos algo de religiosos, en el sentido etimológico de la palabra. —¿Y se ha sentido más cerca de la divinidad allá en el farallón? —Me he encontrado muy bien. —No me ha contestado. —Cerca de la divinidad, y entiendo ésta por la bondad, la amabilidad y la consideración, me encontré hace muchos años en un hospital. Acompañé a mi hijo a que le hicieran una radiografía. En tanto esperaba, bajaron una cama donde yacía una anciana. Estaba más allá que acá. Parecía un cadáver. Huesos y piel y cuatro pelos. Instintivamente me alejé de ella. Y en eso salió una médico de una de las habitaciones. Era una mujer joven y guapa. Se dirigió a la anciana, le habló, la acarició, le apretó las manos, la miró con cariño... Me quedé impresionado. Era aquello... Sí, era aquello. Hoy, antes de subir al santuario, he entrado en un bar a tomarme un café con leche. Al entrar, el dueño del bar estaba de espaldas a mí. Al girarse para atenderme, he visto un rostro que era la pura bondad. Hacía años que no veía una cara tan de buena persona como la de ese hombre. Me hubiese gustado saber dibujar como usted, y hacer su retrato... Yo no soy así. Por lo tanto, también la bondad se hace. —Y ha subido usted al santuario del dios Lug en demanda de esa bondad. —No. He subido porque me apetecía. Y porque he sido profesor, me gustan sus Cartas, y quería darle la razón. —Dígame. Soy todo oídos. —Es cierto. Tiene usted razón: lo han reducido a las Rimas y a las Leyendas. Creo que poca gente conoce el resto de su obra. Y sus Cartas deberían ser lectura obligatoria, al menos en los centros de enseñanza. —¡Por Dios! Tampoco es eso. —Déjeme que me explique, por favor. Si queremos que se respete y se ame lo nuestro, historia, lengua, paisaje y demás, deberíamos tener grabado a fuego, en los colegios, universidades e institutos, estas palabras suyas: El gobierno debería fomentar la organización periódica de algunas expediciones artísticas a nuestras provincias. Estas expediciones, compuestas de grupos de un pintor, un arquitecto y un literato, seguramente recogerían preciosos materiales para obras de grande entidad. Unos y otros se ayudarían en sus observaciones mutuamente, ganarían en esa fraternidad artística, en ese comercio de ideas tan continuamente relacionadas entre sí, y sus trabajos reunidos serían un verdadero arsenal de datos, ideas y descripciones útiles para todo género de estudios (6). Creo que se le olvidó un dato muy importante: los alumnos también deberían participar en esas excursiones. Tal vez así aprendieran a amar el paisaje, los árboles, el campo y los santuarios. —O a odiarlos, si están hechos a ir con los coches y las motos de aquí para allá. —Hay que arriesgarse. —Sin duda. Salgamos a pasear —dijo don Gustavo apurando su cerveza y levantándose—. Le gustarán los alrededores del balneario. —Los conozco. He estado aquí varias veces. Y siempre que vengo, me acuerdo de lo mismo: de Hans Castorp, el protagonista de la novela de Thomas Mann, La montaña mágica. —Una excelente obra. Algún día tenemos que hablar de ella. —Pero en este lugar. —En este lugar. Lo esperaré, con la cerveza en la mano, a que baje usted del santuario. Porque, estoy seguro, querrá volver a subir. —Sí. Lo haré por todas las veces que no subí a mis alumnos. Y porque allí se respira un aire muy puro. Y creo que me entiende. —Es una excelente forma de flagelarse —dijo Bécquer estallando en carcajadas—. Por lo demás, entiendo que allí el cielo es muy transparente. Y a lo mejor es lo más transparente que tenemos. Notas 1. SÉNECA, Epístolas morales a Lucilio, Ep. 82. 2. Miguel DE CERVANTES, El coloquio de los perros. En Novelas ejemplares III. Edición de Juan Bautista Avalle—Arece. Clásicos Castalia, Madrid, 1982, p. 267. 3. Ibídem, p. 245. 4. Francisco DE QUEVEDO, La cuna y la sepultura. Doctrina moral. Edición de Celsa Carmen García Valdés. Cátedra Letras hispánicas, Madrid, 2008, p. 187. 5. Gustavo Adolfo BÉCQUER, Desde mi celda, carta IV. 6. Gustavo Adolfo BÉCQUER, Desde mi celda, carta IV. ** Vicente Adelantado Soriano http://www.letralia.com/firmas/adelantadosorianovicente.htm Investigador y docente español. Doctor en filología española. Es profesor de secundaria en Valencia. Textos suyos han sido publicados en Liceus (http://www.liceus.com), Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes (http://www.cervantesvirtual.com) y Long Island al Día (http://www.lialdia.com). También tengo novelas y cuentos, inéditos, salvo aquellos que han sido premiados en algunos concursos. Intervino en la redacción del libro Història de la literatura de Valencia, escrito por el doctor Josep Lluís Sirera. Participó en el Simposium de Teatro Medieval de Elche (2004). === Perdida, de Gillian Flynn José Luis Muñoz ======================== Perdida Gillian Flynn Random House Mondadori 568 páginas Desconfiar por sistema de los best-sellers puede llevar al lector de buena literatura policial a perderse esta primera y brillante novela de la joven escritora norteamericana Gillian Flynn que llega a España catapultada por un éxito de ventas en su país. Perdida, título conciso que define muy bien al personaje femenino de esta historia y a su estado, es una buena historia policial y una buena novela al margen de su género y que puede enganchar hasta a los no adictos al negrocriminal. Toca con habilidad Gillian Flynn el momento crucial de un matrimonio finiquitado, cuando ya no se soportan (¿Acaso no son esos todos los matrimonios al fin y al cabo?) y narra, no sin cruel ironía, la retorcida venganza que Amy Elliot Dunne trama contra su marido Nick Dunne fingiendo su secuestro. Nick se casó conmigo cuando era una mujer joven, rica y hermosa; ahora soy una mujer pobre y desempleada que se encuentra más cerca de los cuarenta que de los treinta. He dejado de ser hermosa, ahora soy hermosa para mi edad. Es la verdad: mi valor se ha reducido. Lo noto en el modo en que me mira Nick. Perdida, pese a sus numerosas páginas —puede que le sobren unas cuantas—, es una novela que atrapa al lector porque a través de ella un buen número de parejas en crisis se verán reflejadas. Se ha mencionado a Patricia Highsmith, una de las maestras indiscutibles del género negro, como referente de la autora. Comparte Flynn con la creadora del malvado Ripley primar el dibujo psicológico de los personajes frente a la acción, y para conseguirlo tiene la autora de Perdida la brillante idea de construir su novela a dos voces, las Nick y Amy, que van alternándose en sucesivos capítulos y aportan su visión de los acontecimientos, aunque Amy, de personalidad mucho más compleja y contradictoria, gane a su marido por noqueada. La esposa de Nick Dunne es un personaje impagable, cerebral y perverso, un Ripley con faldas que pone contra las cuerdas al algo simplón Nick que se resiste a creer que su media naranja haya tejido tal tela de araña a su alrededor para atraparlo y destruirlo. Habla Gillian Flynn en su novela del poso amargo que queda cuando en una pareja el amor y el deseo fenecen para dar paso al desprecio y al odio. Actúan los dos protagonistas de la novela como la pareja Michael Douglas y Kathleen Turner en la vitriólica La guerra de los Rose, porque es una verdadera guerra a muerte la que entablan ambos cónyuges. Y es una novela que está imbuida del tiempo presente, en el que el poder de los medios de comunicación, las redes sociales y los reality pueden contribuir al linchamiento de alguien, en este caso el atribulado Nick Dunne, por una mera sospecha y su torpeza a la hora de comunicar que lo convierten en culpable de un crimen que no ha existido. —Yo gano, señor Dunne. Gano casos imposibles de ganar, y el caso al que creo que puede que se enfrente en breve es, no quiero ser condescendiente, de los duros. Problemas monetarios, matrimonio en crisis, esposa embarazada. Los medios de comunicación se han puesto en su contra, el público se ha puesto en su contra. Maneja con soltura Gillian Flynn un estilo dinámico con frases cortas en el que abundan los monólogos interiores que sirven para hacer una diagnosis precisa de sus personajes; hace servir la ironía, cuando lo cree necesario. Tienen sus diálogos una frescura indudable y contribuyen a perfilar sus personajes. Anuncio de tampones, anuncio de detergente, anuncio de compresas, anuncio de limpiacristales. Pensaría una que lo único que hacemos las mujeres es limpiar y sangrar. Y describe admirablemente a sus personajes, incluso en lo físico, como a Tanner Bolt, el abogado que contrata Nick Dunne. Tanner cruzó una pierna y mostró la fila inferior de dientes, incómodamente montados y manchados en comparación con la perfecta valla blanca de arriba. Después se agarró un momento el labio con los dientes torcidos. Pero es sobre todo la creación magistral de esos dos protagonistas impagables sobre cuyas vicisitudes hace girar la autora toda la novela, sin que el interés desfallezca, el principal valor de Perdida, una original novela que demuestra que aún se pueden decir cosas nuevas dentro del género negro huyendo de caminos trillados. Termina Gillian Flynn su narración con un diálogo demoledor, revirtiendo el final de ese combate boxístico que es la novela, en el que Nick Dunne adopta el papel de Rhet Butler en Lo que el viento se llevó mientras Amy Elliot Dunne se mete en la piel de Scarlett O’Hara, dándose cuenta, demasiado tarde, de lo enamorada que realmente está de su marido. —Caray, Nick, ¿por qué eres tan maravilloso conmigo? —Porque me das lástima. —¿Por qué? —Porque cada mañana tienes que despertarte y ser tú. ** José Luis Muñoz http://www.letralia.com/firmas/munozjoseluis.htm Escritor español (Salamanca, 1951). Uno de los más destacados en el género negro en su país, ha ganado importantes premios literarios como el Azorín, Tigre Juan, La Sonrisa Vertical, Café Gijón o Camilo José Cela, entre otros. Su último libro publicado es La Frontera Sur (Almuzara, http://www.editorialalmuzara.com; 2010), IV Premio Internacional de Novela Negra Ciudad de Carmona. === Ricardo Llopesa, socio de honor de Concilyarte Mila Villanueva === Después de la presentación, el 16 de abril de 2014, en la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE), de Azul y Antología personal, Ricardo Llopesa fue nombrado socio de honor de Concilyarte. Nacido en Masaya, Nicaragua, Ricardo lleva 49 años en España y 47 en Valencia. Su vida es propia de una novela (la realidad, como saben, supera muchas veces la ficción); creo que Ricardo es un ser protegido y tiene el azar de su parte. Es un superviviente, un personaje original, bohemio, valiente y sensible a la vez y sobre todo un ser generoso y humilde. Sería lo que en término de psicología moderna se llama un resiliente, es decir, aquella persona que a causa de circunstancias adversas se vuelve cada vez más consciente, más tolerante y más solidario. Tiene además un gran sentido del humor y cierta dosis de misterio. Vino a Europa a estudiar medicina y residió en París entre los años 66-67. Residió también en Grenoble y Lille. Quedó seducido por los parques de París y los hippies que vivían en los alrededores del Sena, que si algo tiene Ricardo además de todo lo dicho, es un punto de romanticismo. Allí conoció a poetas como Neruda, amigos de Rubén Darío, a Miguel Ángel Asturias, que, me dice, “fue el hombre que me dijo cómo escribir un cuento”, a Sartre y Julio Cortázar, según me relata, no, porque no quiso... Pero si hay un poeta que verdaderamente admira este es Jacques Prévert. Aunque lo más importante es que conoció a Luis Ibarra, cónsul e hijo del maestro de Rubén Darío, que le hizo desistir de su idea de estudiar medicina y lo encaminó hacia la literatura. Hay que decir que si algo tiene Ricardo por descontado es el arte y la gracia de relatar historias, con una gran dosis de ironía. De hecho es autor de cinco breviarios de poesía de carácter ácrata dedicados a los placeres de la vida y sus consecuencias. Y justo este año acaba de publicar en Visor un libro con textos de don Francisco de Quevedo, titulado Poesías picarescas y poesías satíricas inéditas. Y es que si alguna amante tiene Ricardo, ésta es precisamente la vida, y le gusta celebrarla. Conoce la alegría de vivir y sobrevivir. En Valencia escribió su primer cuento, que figura en la antología Narradores hispanoamericanos, publicada por el Instituto Nacional del Libro Español para conmemorar el Año Internacional del Libro. Ese mismo año publicó sus primeros poemas en la revista Poesía Hispánica, que dirigió el poeta y académico García Nieto. Funda en 1993 la Asociación y Editorial Instituto de Estudios Modernistas y la revista Ojuebuey. También sobre el año 94 inaugura las tan conocidas tertulias de la cervecería Madrid, en donde llegó a reunir a más de 80 escritores o amantes de la literatura. En 1988 publicó su primer libro, Poesías inéditas, en la editorial Visor, e inició una larga carrera de investigación que llega hasta hoy. En estos 25 años de labor ha publicado varios libros de ensayo y poesía, y varias ediciones críticas y anotadas de Rubén Darío, entre ellas, Poesías desconocidas completas; o la serie de artículos desconocidos sobre el viaje de Sarah Bernhardt en Chile, recogido en el libro Teatros. Sus libros han aparecido en la Academia Nicaragüense de la Lengua y Universidad de León, de Nicaragua; en la Universidad Complutense y la de Alcalá; en la Universidad Nacional Autónoma de México (Unam) y en la Universidad de Columbia. Ha traducido también varias obras del francés al castellano. Las obras de las que hoy vamos a tratar fueron publicadas en 2013 y son una edición crítica de Azul, con 432 notas a pie de página, publicada por la Universidad de Valparaíso; una edición anotada de Prosas profanas, editada en la colección Austral, de Espasa Calpe, y la Antología personal, una selección realizada por el propio Rubén Darío, publicada en México, por la Editorial Planeta y Joaquín Mortiz. Si no tenemos ejemplares es precisamente porque Ricardo estuvo en el mes de febrero en Nicaragua en el Festival Internacional de Poesía de Granada, adonde llegaron poetas de más de 60 países, que este año le rindieron homenaje a Rubén Darío, por lo cual están agotados. Asimismo Planeta de México acaba de encomendarle dirigir una colección de obras sobre el autor. Y aunque dicen que nadie es profeta en su tierra, Ricardo ha sido galardonado con las siguientes distinciones: Galardón de Oro concedido por la Alcaldía de su ciudad natal, Masaya; miembro de honor del Instituto Nicaragüense de Cultura Hispánica; orden “Centenario de Azul... Rubén Darío” en el grado de Gran Cruz, de Santiago de Chile; miembro correspondiente de la Academia Nicaragüense de la Lengua; diploma de honor de la Academia Nicaragüense de la Lengua en reconocimiento a la labor cultural y editorial del Instituto de Estudios Modernistas en Valencia, y diploma de reconocimiento del Gobierno Municipal de Masaya “por su labor incansable en la investigación y difusión de la obra de Rubén Darío”. ** Mila Villanueva http://www.letralia.com/firmas/villanuevamila.htm Docente y escritora española (Vigo). Egresada de la Escuela de Magisterio de Riazor (La Coruña). Preside la asociación cultural Concilyarte (http://conciliadosmila.blogspot.com). === Un comentario tardío sobre ============================================ === Los héroes son villanos tímidos, de José Pulido ======================= === Julia Elena Rial ====================================================== Luego de más de un año de publicado y de mis repetidas lecturas, deseo comentar estos relatos del escritor-periodista José Pulido. Se trata de 17 cuentos, no para ser leídos en una sobremesa, ya que cada uno de ellos amerita una profunda reflexión. En este siglo XXI recurren en el ámbito literario fenómenos de complejidad discursiva que responden a lugares devastados por la crisis de inseguridad, de caos moral y un inexplicable desastre económico, sobre todo en una nación como Venezuela, petrolera por excelencia. El nuevo discurso literario no legitima cánones. Luego del boom, del posboom y de la posmodernidad, un diferente lenguaje emerge desde el trágico sarcasmo de Fernando Vallejo, del valor y la corrupción comprometidos con la muerte en Abril rojo, de Santiago Roncagliolo, o en La Reina del Sur, de Pérez Reverte, donde una voz expresa la preocupación intelectual, como inquietud, ante la posible historia oscura de personas entre las que se vive. Escritores que relacionan el relevo literario con la desdicha de los seres humanos, cuyos lenguajes van acercando, cada día más, el centro a las periferias. Tal vez José Pulido, escritor-periodista, quiso ficcionar relatos que no tienen cabida en artículos literarios. Un poco al estilo Kapuscinski, nos hace reflexionar sobre perfiles humanos que observa en recorridos por diferentes sectores de la ciudad, y nos ofrece así esta serie de relatos de “géneros revueltos”: narración, crónica y estilo periodístico, los cuales definen, en su combinatoria, que hasta la literatura ha perdido el sentido unitario. Estas son, en parte, las razones del nuevo desplazamiento de lo cotidiano que, envuelto en mitos y supersticiones, sugiere Héctor Torres en el prólogo al libro de Pulido cuando dice: “El objeto de la literatura es precisamente entender que el mundo es un todo con sus inagotables variantes de formas visibles o metafísicas y que esa unidad caótica es su campo de acción”. Pocas pero certeras son estas palabras que se refieren a un mundo de fenómenos que parecen ilusorios, pero son reales, sobre el cual Pulido nos entrega un discurso de diferente lenguaje, que sin haberle hecho “un aseo al muerto” nos sumerge en la trampa de una oralidad verídica, aunque nace vieja, sin la frescura de la inocencia. Un lenguaje que pide prestadas las palabras, las tergiversa y le hace olvidar al lector el sentido real del texto, para disfrutar un sentido lúdico que mengua las tragedias relatadas. Leemos sobre personajes que buscan un lugar en la alteridad, sin poder encontrarlo en la trampa donde viven. No es aventurado considerar que el escritor presenta un esquema precursor del colapso actual, donde contexto, vida y sueños no tienen más posibilidades que la mediatización virtual. Pulido coincide con las palabras dichas por Michel de Certeau en El invento de lo cotidiano: “Cada individualidad es el lugar donde se mueve una pluralidad incoherente (y a menudo contradictoria) de sus determinaciones relacionales”. El habla es lo único verdadero en estos contextos; inmediata, incorregible, potencia a momentos su intensidad, crea su propia ley. Pulido prende con su discurso, legitima el espacio, les ofrece pertenencia a los personajes. La escritura se acerca tanto a la filiación de lo cotidiano que recurre al lenguaje desproporcionado, agresivo, donde esconde, a través de un narrador sarcástico, la inquietud, no fingida sino de angustia, del escritor. Cuentos que hacen reflexionar sobre el deterioro existencialista de un grupo social que vive al minuto, y sólo adquiere coherencia eliminando palabras, repitiéndolas, contradiciéndolas porque asíndeton, anáfora y oxímoron pueden ser expresiones de castración. Pulido le da vigencia a un bilingüismo local que no se manifiesta como el viejo argot, unificador de grupos de trabajo y aficiones, sino como el deseo de crear lo único que nadie les puede arrebatar, un criptolenguaje de identidad. La narrativa deja de ser en este siglo XXI un discurso estructurado y estético. En los relatos de José Pulido el narrador se incorpora, comenta, se identifica con los personajes, expresa el conflicto de incorporarse al contexto social y compartir la nueva oralidad, sin perder su capacidad de reproducir la semiosis social para que el cuerpo de cada persona coincida con sus expresiones verbales. Sin embargo ese hablar, del día a día, que revela Pulido, no pierde sus características tipográficas, son las comas, los puntos suspensivos, las interjecciones, entidades apenas distinguibles en las interlocuciones, las que expresan el imaginario del pensamiento. Sólo desde allí podemos comprender la ira, la violencia, la desesperanza de una Dayana Traviata cuando le dice al Jarry, “Mamagüevo, perro sarnoso, gonorrea, apúrate con esa jodienda, por decir, hasta sin tener mayor tema, porque Jarry ni siquiera la está escuchando”. Triste es la palabra que brota de esta lectura, y más triste porque el referente de estos cuentos no es inventado, está allí, exacerbando el lugar social, enfatizando unas diferencias irreconciliables, donde mitos, supersticiones, animismo y muerte son reales. Una confrontación de verdades ocultas sobre realidades increíbles. Pero será siempre la escritura literaria la que le dé a la palabra el sentido que ella sola no contiene, su conjunto funda en el texto de Pulido la polaridad entre la sabiduría espiritual de Swedenborg y la acción punitiva, necesaria, del ángel Amosabel. No se trata de darle valor a lo irreal, sino de romper el cortocircuito entre muerte y vida, lo bioficticio de una situación que justifica el cuento. Una manera de descubrirse como escritor al desenmascarar el juego. Lo extraordinario que sucede en Alas que nadie escuchó es que no es el hombre el que funda el mito, sino que el mito es parte constitutiva del hombre. Cuando el ser humano ingresa al mundo se integra a lo mítico que ya existe, un elemento que a nivel cultural implica códigos y lenguajes que Pulido va insertando en algunos cuentos, la gramática de un contexto social que conocemos muy poco. Y que revela un sistema de significaciones poco formalizado. Aquí radica la novedad en el discurso de José Pulido: en el ejercicio lúdico de un lenguaje marginal que le permite armar con libertad diferentes elementos de la lengua, en un goce lingüístico, que el lector también disfruta por el placer de su funcionamiento, desde el cual el escritor nos está diciendo que cada frase está envuelta en el espesor de pensamientos y sentimientos, retoños a los que aspira todo creador literario. Autores citados • DE CERTEAU, M. 2000. El invento de lo cotidiano, México. Universidad Iberoamericana. • KAPUSCINSKI, R. 2003. Lapidarium IV. Barcelona (España). Anagrama. • PULIDO, J. 2013. Los héroes son villanos tímidos. Caracas. Otero Ediciones. ** Julia Elena Rial http://www.letralia.com/firmas/rialjuliaelena.htm Escritora y docente argentina (Tandil, provincia de Buenos Aires). Reside en Maracay, Aragua (Venezuela). Profesora de castellano y literatura en el Instituto del Profesorado de Buenos Aires. Estudió filosofía en la Universidad de Buenos Aires e historia de las ideas latinoamericanas en la Universidad de Chile. Se especializó en literatura latinoamericana en la Universidad de Chile y cursó la maestría en literatura latinoamericana en la Universidad Pedagógica de Maracay. Ha publicado el cuento "La fábula rota" y los ensayos El esperpento en Tirano Banderas de Valle Inclán, La poesía social de José Martí, Las masacres: ortodoxia histórica, heterodoxia literaria (premio de ensayo Miguel Ramón Utrera 1998) y Constelaciones del petróleo (2002). En publicación Memoria e identidad en José León Tapia y el ensayo Identidad, memoria y olvido (mención de honor en el premio de ensayo Augusto Padrón 2005). Colaboradora de la revista brasileña Hispanista. Jurado del premio de ensayo Augusto Padrón 2001 y del premio de ensayo Marita King 2005. Dicta talleres sobre narrativa del petróleo y ensayo en Maracay desde 2002. === Untémonos de Colombia ================================================= === (Así es el Pacífico) Umberto Amaya Luzardo ======================= Era un sueño de tercero de primaria, cuando en la clase de geografía aprendí que el país tiene tres cordilleras y dos mares; yo era un muchachito llanero que no conocía los cerros y mucho menos el mar; pero como era un niño y los niños tienen la capacidad de soñar despiertos, mientras el profesor hablaba de los kilómetros de mar atlántico y la cantidad de costa pacífica que nos pertenecía, yo en la imaginación, como en el joropo llanero, “salí por un caño abajo, a ver si a la mar salía”. A los doce años cuando miré por primera vez la cordillera, pensé que en esos lugares los hombres eran demasiado guapos para trabajar, cuando eran capaces de hacer esos montones de tierra tan grandes que llamaban cerros; porque nosotros entre tres hermanos, turnándonos la carretilla para echar el piso de la casa, habíamos durado cargando tierra todas las vacaciones. Ahora, estábamos en Bogotá, mirando su cadena montañosa, y esperando que amaneciera para escalar el cerro que nos quedaba más cerca siguiendo el curso de la quebrada. Cosa de maravillarse, la quebrada estaba llena de piedras y, como tampoco las conocíamos, todas nos gustaban y queríamos recogerlas todas, porque en los arenales del llano sólo conocíamos dos piedras: una pequeña que tenían en la cocina para machacar los ajos y otra grande bajo la sombra de un árbol, la piedra de amolar, que traían desde Tame, a puro lomo de burro. “Viajar es necesario, vivir no tanto”, decían los que se inventaron la democracia, como si viajar fuera un acto democrático, y nosotros, bajo el régimen de mi papá, nos fuimos a conocer el mar; pero si las montañas me fascinaron, el mar no; el mar me asustó, porque pensaba que si el río Arauca, con lo pequeño que es, tiene caimanes, rayas, pirañas, remolinos y corrientes bravas en los que a cada rato se ahoga la gente, en esa inmensidad de agua tendrían que haber monstruos inmensos y furiosas tempestades; entonces me metí al agua con un recelo que me ha durado toda la vida. Conocí el mar por la parte arriba de nuestro mapa, por el Atlántico; apenas me metí en el agua, que estaba tragándome el primer sorbo para comprobar que de verdad era salada y empecé a recordar las palabras del profesor: “Al país lo bañaban dos mares”, entonces me entró la necesidad de conocer el océano Pacífico y para allá me fui, pero esta vez no con la intención de asolearme en la playa, meterme un ratico al mar y salir en pantaloneta para el hotel a comer pescado frito, sino que esta vez mi intención era embarcarme y navegarlo, y muchos años después lo logré. El Pacífico colombiano empieza en Cali con su cultura niche. Los caleños llevan el mar Pacífico y la música afrocolombiana en cada folículo piloso, y de la misma manera que en Brasil tienen estatuas de Pelé, en un centro comercial de Cali está la estatua de Celia Cruz; diez metros de alta, con un vestido fucsia y su bemba colorá. ¡Qué alegría para los ojos viajeros, mirar el buen gusto de los vallunos..! Subiendo la cordillera occidental, por la carretera que conduce de Cali al mar, cruzando apenas el último barrio: Terón Colorado, aparecen El Saladito y La Cumbre, y siente uno que está viajando por lugares hermosos. ¡Entonces llegan el fin del afán y el comienzo de las casas bellas..! Es algo así como para los bogotanos visitar La Calera, pero las casas de campo vallunas son más espaciosas y con mejor arquitectura; en otras palabras, mucho más bonitas, más espaciosas y con mejores jardines. Después de atravesar pueblos pequeños y tres horas de recorrido se llega a Buenaventura, que es algo así como la extensión de la bodega de un barco carguero; una barahúnda en su comercio, en la forma de sus calles y en su tránsito; pero en cuanto a la gente, Buenaventura no es más que un pedazo de África, negros de buena estatura y mucha fortaleza física y todas las mujeres con grandes y hermosos traseros, y las que no, con traseros estrambóticos, pero culos planos y piernas flacas no se ven en la costa pacífica; todas como dice el currulao: “caderona vení menéate, vení menéate pa’enamorate, re-meniate y remeniate, re-meniate caderona”. Y allá, en ese mundo del currulao, el chontaduro, el agua de coco y el pescado, está Buenaventura, la mayoría de sus casas paradas en zancos, y al frente el mar Pacífico con su muelle gigante, sus barcos cargueros, sus islas y manglares. Se está trabajando. Con túneles y viaductos se mejora la carretera al mar, y con dragados se profundiza el puerto, preparándolo de esta manera para esperar lo que le viene y va: todo el comercio con los países del Pacífico, y en poco tiempo veremos una ciudad que hace honor a su nombre y a su himno: “bello puerto del mar mi Buenaventura”. Desde Buenaventura hay muchas oportunidades para llegar a Guapi, la más económica es un barco que parte a las seis de la tarde, navegando primero por el mar cerca a la isla de Gorgona, lugar donde se aparean las ballenas, los tiburones y las tortugas marinas, que nadan a flor de agua carapacho sobre carapacho: encarapichadas. Para terminar el viaje se remonta el río Guapi, con casitas humildes en ambas orillas, humildes pero atractivas, todas construidas en palafitos. En la mañana se llega al pueblo que no es más que un Buenaventura pequeño. No hay carros, la gente se moviliza en triciclos y la carga la llevan en enormes carretillas de madera tiradas por tres o cuatro humanos; las calles no tienen pavimento. Sería una bonita gestión que su alcalde les propusiera a los alcaldes de las capitales importantes del país que cada uno financiara la pavimentación de una calle, con la promesa de incluirlas en su historia, por ejemplo: calle Bogotá, calle Popayán, calle Cartagena; la inversión es mínima porque las calles son cortas, y sugiero esto porque es una obligación patria solidarizarnos con el Pacífico colombiano; además, para los habitantes del municipio ver sus calles pavimentadas sería el empujón que los motivaría a arreglar el frente de sus casas, y Guapi se convertiría entonces en una opción turística para muchos. “En Nueva York, hasta los ricos son insignificantes, allá priman los rascacielos” (Henry Miller). De viajeros conozco dos clases, “los que van por el mundo y los que van por la vida”, los que van por el mundo generalmente salen en tours o excursiones y andan mirando ciudades, monumentos, museos y catedrales; entonces el pueblo de Guapi, pavimentado y con los frentes de las casas bonitos atraería a estos turistas, porque su aspecto pintoresco se siente apenas comienzas a subir los escalones del puerto. Los otros viajeros son los que van por ahí mirando las cosas, gastando vida y zapatos, maravillados con tanta agua, vegetación exuberante y abundancia de productos naturales que ofrece la costa pacífica. Para esos viajeros que van por la vida alojándose en pensiones económicas, haciendo contacto con la gente, y muchas veces conviviendo con ellos, para este tipo de gente esta región es ideal, cualquier campesino lo invita a encaramarse en su canoa, visitar su casa que queda unas cuantas horas río arriba, a conocer su familia, a comer lo que ellos comen, a cantar sus canciones y a acertar sus adivinanzas: “La mamá camina, los hijos no: la ahuyama”. A los otros viajeros, así no sepan inglés, les recomiendo como destino Nueva York, y una vez allá, que se paren debajo de un rascacielos y se tomen la foto correspondiente. Dejemos a Guapi aquí adentro, en la mente y el corazón, como un recuerdo labrado en ébano de los braseros en el puerto, de los artesanos, los tamboreros, de los niños, y de las encargadas de manipular los alimentos para que no aguanten hambre ni sus hombres, ni sus hijos, ni nosotros los peregrinos. Dejemos a Guapi atrás, y continuemos esta vez, no agua arriba, ni agua abajo, sino agua a la izquierda, agua a la derecha, agua en los rebalses, agua entre las islas y todo por caminos de agua hasta llegar a “El Charco”, un municipio en el departamento de Nariño, a orillas del río Tapaje. Entonces uno se da cuenta de que si por indolencia se llegara a acabar el agua del mundo, en la costa pacífica colombiana sería la última parte donde se acabaría, y se da uno cuenta también de que si el Guainía es “tierra de muchas aguas”, el Pacífico colombiano es “agua de muchas aguas”. Allá se ven y se prueban aguas saladas, semisaladas y dulces, y el municipio del Charco, por ser el encuentro de dos mundos, el marino y el terrestre, es una verdadera despensa de frutos agrícolas, entre ellos las palmas de coco, de chontaduro y naidí, una palmera delgada y altísima que suben los muchachos para cosechar sus racimos y su sabor similar al seje, o mil pesos. Entre los frutos del mar, frutos del manglar y los frutos del río encuentras langostinos, camarones, cangrejos, pianguas, cangrejos “pate’burros”, camarón tigre, peladas, pargo rojo, tiburón de tres tamaños, curvinas, lisas, jurel, conchimula, bagre, gualajo, raya, muchísima raya ahumada, que es como la venden en el mercado, y las jaibas, unos cangrejos que según ellos son las pirañas de los manglares y que es el plato típico, los venden en canastos hechos con fibra de palma, que por fortuna los campesinos de la región todavía no tienen el hábito de la bolsa plástica. Se ven indígenas de las etnias emberá, esperara y cipirara, que viven monte adentro y llegan al pueblo a vender sus productos agrícolas y a llevar pescado salado. “Indios” les dicen los habitantes del Charco y ellos llaman a los negros “negorros”, y los negorros del Charco todos son abiertos y cordiales, los niños te abrazan, los adolescentes te sonríen, los adultos te saludan, los ancianos te conversan y las mujeres son tan dulces y mansas que las dependientas de los almacenes siempre te saludan con un: “¿A la orden, mi amor..? Mapas de Colombia no hay, mi corazón, pero volvé, volvé por mí”. La primera vez que oyes a una morena sonriente, mostrando unos dientes grandes y blancos que contrastan con el color de su piel, uno se sorprende y siente que tiene algo pegado en el anzuelo, pero en la medida que oyes las mismas palabras en los otros establecimientos llegas a la conclusión: “Así es el Pacífico”. Se arranca del Charco y dura uno cuatro horas atravesando el parque natural de los manglares (el mejor regalo para los amantes de la naturaleza) para terminar el viaje en el último puerto colombiano: Tumaco. ¡Ahí, sí..! Hotel, pantaloneta y pescado frito en la playa del Morro, que nada tiene que envidiar a las playas del mar atlántico. Digamos pues que su única diferencia serían los precios supereconómicos de Tumaco; el mejor ejemplo es el valor del transporte urbano: quinientos pesos solamente con derecho a escuchar en la radio música de marimba, porque si en el llano se oye el arpa y en Boyacá la carranga; en el Pacífico colombiano se escucha marimba a la lata, y si alguno de los lectores de esta crónica por algún motivo viaja al Pacífico y se interesa en conocer un instrumento de magnífica factura, le pido a favor que entre a la Casa de la Cultura de Tumaco y conocerá sin arrepentirse lo que es un verdadero piano de la selva. Puedo llenar de razones válidas a los que se atreven a viajar por estas regiones habitadas por colombianos humildes, a participar con ellos aportando nuestra experiencia, nuestra alegría de vida, y recibiendo y aprendiendo de ellos y de su hospitalidad; puedo llenar de razones válidas a los que se atreven a untarse de Colombia. ** Umberto Amaya Luzardo http://www.letralia.com/firmas/amayaluzardoumberto.htm Escritor colombiano (Arauca). |||||||||||||||||||||||||||| ENTREVISTAS |||||||||||||||||||||||||||| === Jorge Edwards ========================================================= === El país narrado desapareció Augusto Rodríguez ==================== Jorge Edwards Valdés (Santiago de Chile, Chile, 29 de junio de 1931) es escritor, abogado, periodista y diplomático. Estudia en la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile y en el Instituto Pedagógico de la misma universidad. Posteriormente realiza sus estudios de posgrado en la Universidad de Princeton. Diplomático de carrera ente 1957 y 1973, ocupa diferentes puestos: primer secretario en París (1962-1967), consejero en Lima (1970), encargado de Negocios en La Habana (1970-1971) y ministro consejero en París (1971-1973).Tras el golpe de Estado en Chile, en 1973 se marcha a Barcelona, donde trabaja como director de la editorial Difusora Internacional y colabora como asesor en la editorial Seix Barral. Contribuyó a formar, con la Sociedad de Escritores de Chile, la Comisión de Defensa de la Libertad de Expresión. En 1982 ingresó como miembro de la Academia de la Lengua de Chile. Entre 1994 y 1997 es embajador ante la Unesco en París, siendo miembro del Consejo Ejecutivo de la Unesco y presidente del Comité de Convenciones y Recomendaciones (1995-1997), que se ocupa de los derechos humanos. En 2010 obtiene la ciudadanía española y también es nombrado embajador en París del gobierno chileno. Es autor de numerosas novelas, cuentos y ensayos. Destacan, entre otras obras, El peso de la noche, La mujer imaginaria, El origen del mundo, Gente de la ciudad, Las máscaras, Adiós, poeta... Algunos de sus libros han sido traducidos a diversos idiomas. Colabora en diversos diarios europeos y latinoamericanos, como Le Monde, El País, Corriere della Sera, La Nación o Clarín, de Buenos Aires. Es miembro del consejo de redacción de las revistas Vuelta y Letras Libres de México y ha dictado cursos sobre temas latinoamericanos en diversas universidades norteamericanas (Chicago, Georgetown) y europeas (Universidad Complutense de Madrid, Universidad Pompeu Fabra de Barcelona). Recibe el Premio Cervantes en 1999 y la biblioteca del Instituto Cervantes de Mánchester (http://bit.ly/1miC5p9) lleva su nombre. —Querido Jorge, ¿cuándo nace tu relación con la literatura? ¿Qué escritores son tus referentes o tus autores de cabecera? —Nace en la infancia o en mi primera adolescencia. Menciono los escritores de mi iniciación literaria: el Neruda de los Veinte poemas y de Residencia en la tierra. El T. S. Eliot de Miércoles de ceniza (leído en una traducción chilena en la revista Pro Arte, allá por 1946). Dostoievsky, Stendhal. —Tu libro Persona non grata tuvo una gran repercusión y polémica, ¿qué me puedes decir sobre este libro? —Fue una memoria de tres meses y medio de residencia en Cuba. Creo que fue un libro honesto, que irritó a medio mundo. Tuve sentimientos de exaltación y liberación al escribirlo. Al publicarlo me vi enfrentado a una verdadera jauría, pero hubo aliados y cómplices. Casi siempre discretos. Octavio Paz le pidió a Carlos Barral que nos presentara. Un jefe político de Polonia comunista pasó por Barcelona, me pidió que nos reuniéramos en un café de las Ramblas y me dijo que yo, a su juicio, me había limitado a decir que el rey andaba desnudo. —Un libro que disfruté mucho al leerlo fue El inútil de la familia, ¿cómo escribir desde el interior, desde la familia, y volverlo público y literario al mundo? —Ese “inútil” era Joaquín Edward Bello, primo hermano de mi padre, y fui yo desde que me puse a escribir. Las familias son esencialmente antiliterarias, pero son literatura. Casi todas las novelas del mundo son historias de familias: desde Marcel Proust y desde Tolstoi. —Al leer tus libros uno tiene la impresión de leer a un gran narrador de un Chile que fue, que existió, pero que ha desaparecido de la memoria chilena. Y una gran devoción a la vida de los poetas y de la poesía y por supuesto, la política. —Narro desde la memoria, haciendo ficción para llenar los vacíos de la memoria. El país narrado desapareció. Quedó en la memoria, en la ficción, en el lenguaje. País de la ausencia, escribió Gabriela Mistral. Residencia en la lengua, escribí hace poco, parodiando al poeta de Residencia en la tierra. —A estas alturas del partido, ¿qué tan importante es la postura y opinión política de un intelectual o escritor en el mundo que vivimos? —La opinión de un escritor puede importar cuando es una verdadera opinión. Si repite una consigna, como ocurre tan a menudo, aunque lo haga con trémolos y pulmones inflamados, no interesa absolutamente nada. —Alguna vez dijo: Ser escritor es una aventura. ¿Lo sigue pensando? —Si la aventura termina, el escritor también termina. Cada libro, cada cuento, cada ensayo, son aventuras que se renuevan. Hay una luz al final del recorrido, pero es una luz difusa, de colores y formas no enteramente previsibles. —En 1999 obtiene el Premio Cervantes y dijo que en parte era un reconocimiento a la gran literatura chilena como Neruda, Parra, Donoso o Teillier, ¿qué tan significante fue para ti recibir este premio? —Es verdad que fue un reconocimiento a la literatura chilena, no sólo a mí. Muchos de los grandes chilenos estaban muertos y los evoqué en mis declaraciones. Naturalmente, fue un episodio emocionante y un enorme estímulo. —¿Cómo ves la actual narrativa latinoamericana? ¿Qué autores lees? —No los leo a todos, mis lecturas me llevan a todas partes, pero hay muchos que leo con gusto. Las listas de nombres son peligrosas: siempre me olvido de alguien. —¿Qué conoces de la nueva literatura ecuatoriana? —De la nueva creo que muy poco. Me gustaría conocer más. —¿Actualmente en qué proyectos literarios estás? —Termino una novela de largo aliento, Réquiem para una justa, y es probable que ahora escriba un segundo tomo de memorias. La novela breve El descubrimiento de la pintura se desprendió del primer tomo, Los círculos morados, y no es imposible que otra novela corta se desprenda del segundo tomo. Un crítico mexicano habla de mis “casi novelas”. Yo creo que las novelas de hoy son las casi novelas de ayer. ** Augusto Rodríguez http://www.letralia.com/firmas/rodriguezaugusto.htm Escritor ecuatoriano (Guayaquil, 1979). Periodista, editor y catedrático. Ha publicado los poemarios Mientras ella mata mosquitos (2004), Animales salvajes (2005), La bestia que me habita (2005), Cantos contra un dinosaurio ebrio (Barcelona, España, 2007), Matar a la bestia (recopilación; Guadalajara, México, 2007), La gramática del deseo (recopilación; La Paz, Bolivia, 2009; Monterrey, México, 2009; Neuquén, Argentina, 2009) y Voy hacia mi cuerpo (Lima, Perú, 2010). Se dedica a la cátedra y colabora en publicaciones periódicas con artículos, reseñas, entrevistas, comentarios literarios en Ecuador y otros países. Sus textos aparecen en varias antologías locales y en países como España, Chile, México, Perú, Uruguay, Venezuela, Nicaragua y Argentina. Ha obtenido el Premio Nacional de Poesía David Ledesma Vázquez (2005), el Premio Nacional Universitario de Poesía Efraín Jara Idrovo (2005), mención de honor en el Concurso Nacional de Poesía César Dávila Andrade (2005), finalista del III Premio Internacional de Poesía Màrius Sampere (España, 2007), finalista del VII y VIII Premio Internacional de Poesía Joven Martín García Ramos (España, 2008-2009). Es uno de los fundadores del grupo cultural guayaquileño Buseta de Papel (http://grupobusetadepapel.blogspot.com). Ha participado en varios festivales poéticos, encuentros literarios, ferias de libros dentro y fuera de su país natal como “Toda la poesía al asador: Encuentro de Poesía Ecuador-Argentina” (Alianza Francesa de Quito, 2005), Encuentro Nacional de Literatura Ecuatoriana “Alfonso Carrasco Vintimilla” (2005), Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL; México, 2007), III Encuentro Latinoamericano de Poesía Actual “Poquita Fe” (Santiago de Chile, 2008), I Encuentro de Jóvenes Escritores Latinoamericanos del Alba (San Cristóbal, Venezuela, 2008), VI Festival Internacional de Poesía de Granada (Nicaragua, 2010) y III Festival de Poesía Joven Ileana Espinel Cedeño (Casa de la Cultura Ecuatoriana “Benjamín Carrión”, CCE, http://cce.org.ec; 201 Fiesta del Libro Abril Libros Mil (Ministerio de Cultura del Ecuador, http://www.ministeriodecultura.gov.ec; 2010), Encuentro Nacional de Poesía Voz a Vos (CCE, 2010), II Encuentro Internacional de Poetas en Ecuador Poesía en Paralelo Cero (2010) y Feria Internacional del Libro Cuba 2011. Parte de su obra poética está traducida al inglés, al árabe, al catalán y al francés. Poemas suyos han salido en importantes periódicos y en revistas impresas o virtuales de Ecuador, México, Argentina, España, Colombia, Estados Unidos, Chile, Cuba, Canadá, Venezuela, Nicaragua, Perú y Uruguay. Editor de la revista literaria El Quirófano y de El Quirófano Ediciones (http://elquirofano.blogspot.com). ||||||||||||||||||||||||||| SALA DE ENSAYO |||||||||||||||||||||||||| === Rosario Tijeras: subversión y trasgresión ============================= === de las fórmulas de la narcoliteratura Craig Klein Dexemple ======= El narcomundo es territorio fundamentalmente masculino. Ellas existen a su vera y algunas cuantas en puntos centrales. Las damas del narco sufren, acompañan, son lúcidas, obsequiadas, mandan o traicionan. No cabe duda de que cuando son ellas las meras apelan al asombro generalizado porque en el mundo del narco es preciso morir en la raya, matar y no doblarse en el compacto código de normas silenciosas que rigen los actos de todos los días (Lavín, 179). En un mundo de inmensas diferencias socioeconómicas, donde la debilidad y el abandono del Estado son evidentes, el narcotráfico o el empleo que ofrecen narcotraficantes se presenta como una alternativa para saltar las barreras sociales y como una esperanza tangible en un mundo desordenado que condena a sus pobladores a vivir en la miseria. La persona que toma el camino del narcotráfico es, por lo general, representada en el arte popular con el sexo masculino; muy macho, muy violento y capaz de asesinar a cualquiera que se interponga en su camino. Las novelas La noche de las luciérnagas, de José Cervantes Angulo (1980); El leopardo al sol, de Laura Restrepo (1993); Cartas cruzadas, de Darío Jaramillo Agudelo (1995); Morir con papá, de Oscar Collazos (1997) y Balas de plata, de Elmer Mendoza (2008), son algunos ejemplos donde el papel de ser valiente, audaz y violento siempre le pertenece a los hombres. Por otro lado, la representación femenina, tanto en la ficción como en el mundo del narcotráfico, tiende a enfocarse en roles pasivos, sumisos, serviciales y sometidos al deseo del hombre en el poder; la mujer es su amante o acompañante pero rara vez se le ve al frente del negocio o en la línea del fuego. En 1994 se publica La virgen de los sicarios, una novela que presenta a otro grupo subalterno: el homosexual, como el eje alrededor del cual giran la violencia y la muerte. Esta feminización del macho violento le abre las puertas a la mujer narcotraficante y cinco años más tarde se publica la novela Rosario Tijeras, de Jorge Franco. Esta novela representa un hito en este tipo de literatura ya que dentro del contexto social y político de la violencia en Colombia, se alteran las fórmulas tradicionales por la inversión que se hace en las relaciones de poder y de género. A través de su protagonista, “una mujer con ganas y con güevas” (40), se subvierte y transgrede un incipiente canon dominado por lo masculino. La trama principal de Rosario Tijeras se desarrolla en Medellín a finales de los ochenta y principios de los noventa, precisamente cuando la violencia relacionada con el narcotráfico está en su apogeo. En su artículo “Young Assassins of the Drug Trade”, Alonzo Salazar revela la siguiente estadística sobre Medellín: “In 1985, homicide had become the city’s leading cause of death, accounting for 1,684 victims, and by 1990, there were 5,500 homicides in this city of 1,700,000”. En el comienzo de la novela, Rosario Tijeras es baleada a quemarropa y llevada a un hospital. El narrador, Antonio, se sienta en la sala de espera mientras los médicos atienden a Rosario en el quirófano y, en medio de la preocupación y el cansancio, su mente empieza a deambular entre el presente y el pasado. Es por medio de este deambular mental que se conocen algunos detalles de la vida de Rosario en el oscuro mundo de Medellín. Rosario, al igual que otros jóvenes de la comuna, se dedica al sicariato y obedece a las órdenes de los duros, de los narcotraficantes. Como carece de puntería, usa la máscara de su belleza para acercarse a sus objetivos sin crear sospechas, y al tenerlos cerca, los premia (o los despide) con un beso, luego les quita la vida disparándoles a quemarropa. En una discoteca de la ciudad, Rosario conoce primero a Emilio, un joven mujeriego de la clase alta de la ciudad. Después conoce a su mejor amigo, Antonio, también de la clase adinerada. Aunque ambos ocasionalmente usan drogas, ellos no tienen una conexión directa con los carteles. Rosario y Emilio se convierten en una pareja sexualmente apasionada, pero emocionalmente distante. En Antonio, Rosario encuentra a un parcero, a un amigo sincero, con el cual también tiene relaciones sexuales. Cumpliendo con dos papeles, el de mejor amigo de Emilio y el de amante y amigo de Rosario, Antonio se convierte en el mediador y confidente de ambos. Debido a esto, Emilio llega a conocer los motivos que alimentan el comportamiento de Rosario y narra su lucha y trayectoria desde la vida en la comuna hasta su ascenso al poder. Para entender mejor el mundo donde se desarrolla la trama de Rosario Tijeras es preciso conocer algunos aspectos clave de la historia reciente de Medellín y de Colombia. Citando a Alonso Salazar, Hermann Herlinghaus, en Violence without Guilt: Ethical Narratives from Global South, describe la historia de esta manera: Towards 1985 the drug trade had already taken over the city, and the peace process with the guerrillas of the FARC, M-19 and the EPL begun by president Betancur had failed. In addition, Justice Minister, Rodrigo Lara Bonilla had been assassinated. And the so called holocaust of the Palace of Justice had taken place in which, after being taken by a group of M-19 fighters and the reaction of the military forces, dozens of people died, among them a good part of the high court judges. These occurrences were something like the breaking of a dike, giving way to a period of institutional crisis in the country and the increase in violence that brought us to more than twenty years during which death reigns. In this context an unprecedented phenomenon was produced: the organization of young men into dozens of armed bands that terrorized first their neighborhoods, then their country (107). Estos hombres armados que menciona Herlinghaus son el producto de la fusión entre el narcotráfico y la gran inequidad social del país. Ellos vienen de las mismas esferas de donde sale Rosario, de los tugurios o comunas que rodean la ciudad de Medellín. Al anochecer, estos tugurios embellecen el paisaje con las miles de lucecitas brillando en las montañas, pero al salir el sol, revelan la crisis social de la ciudad y el inmenso contraste entre dos mundos. A través de Rosario, Antonio logra conocer los tugurios que rodean su ciudad, un mundo que, hasta ese momento, desconocía por completo, tal y como lo describe Antonio: Rosario me acercó a la otra ciudad, la de las lucecitas. Fue lenta en enseñármela, pero con el tiempo levantó su dedo para mostrarme de dónde venía... —Bajar de la comuna para venir acá es como ir a Miami la primera vez —decía Rosario—. Como mucho íbamos al centro, pero el centro es otro mierdero; pero venir acá, donde ustedes, eso casi nunca, ¿para qué? ¿Para quedar antojados? Antonio continúa explicando: La parte de la ciudad que le tocó a Rosario me impresionó tanto como a ella la parte mía, con la diferencia de que yo no pude compararla con ningún Miami, ni con ningún otro sitio que conociera. —Por si no sabías, esto también es Medellín —me dijo el día en que me tocó acompañarla (40). Esta población marginada que circunda las ciudades latinoamericanas es una población que lucha día a día para sobrevivir. Darcy Ribeiro, en El dilema de América Latina, explica que las clases marginadas parecen sobrevivir por milagro pues sus tasas de mortalidad son altísimas y sus ingresos extremadamente bajos (86). Desde una muy temprana edad, las personas de las comunas se dan cuenta de sus desventajas, pero a pesar de ello no dejan de soñar e ingeniarse de alguna manera u otra el ascenso hacia una mejor vida. Todos sueñan, la mayoría lo intentan, pero muy pocos logran escapar de su realidad. Alonzo Salazar explica en su artículo “Young Assassins of the Drug Trade”, que el narcotráfico se presenta como una fantasía para salir de la pobreza, una alternativa que va de la mano con la muerte: “For the children of Medellin, drug trafficking brings the fantasy of wealth and the reality of death. First it becomes normal to witness killing and dying; then, to kill and to die”. Esta conexión entre la muerte y la realidad está muy presente en la vida de Rosario. Antonio afirma que Rosario y Muerte son dos ideas inseparables (92) y además sus besos, según Emilio y Antonio, “saben a muerto” (161). Rosario es perseguida por la muerte desde su nacimiento y ha logrado burlarla muchas veces. Emilio en su deambulación mental lo cuenta de esta manera: “Desde que Rosario conoció la vida no ha dejado de pelear con ella. Unas veces gana Rosario, otras su rival, a veces empatan, pero si uno le fuera a apostar a la contienda, con los ojos cerrados vería el final: Rosario va a perder” (19). La lucha por sobrevivir y las desventajas que acompañan a Rosario desde su nacimiento, o quizás desde mucho antes, se representan en el texto por medio de la voz de Antonio: La pelea de Rosario no es tan simple, tiene raíces muy profundas, de mucho tiempo atrás, de generaciones anteriores; a ella la vida le pesa lo que pesa este país. Sus genes arrastran con una raza de hidalgos e hijueputas que a punta de machete le abrieron camino a la vida... No sabemos lo larga que es nuestra historia pero sentimos su peso. Y Rosario lo ha soportado desde siempre, por eso el día en que nació no llegó cargando pan, sino que traía la desgracia bajo el brazo (32-33). Al enfrentar su realidad, a Rosario no le queda más opción que aprender a defenderse sola, a luchar para sobrevivir y no sólo sobrellevar el peso de su situación económica y social, sino también evadir otro tipo de opresión: la del hombre sobre la mujer. El sufrimiento y la frustración de Rosario es en parte causada por los roles pasivos y sumisos que se le adjudican y, por lo tanto, se niega a adquirir todos los rasgos que la sociedad asocia con la feminidad. El control masculino se encuentra instalado en todas las esferas de su mundo; este control pretende dominarla, vigilarla y silenciarla. Catherine Itzin, en Gender, Culture and Organizational Change, explica lo siguiente: Women are silenced by the structure of organizations, but also through interactional processes. Men dominate in meetings, interrupt and talk over women, silence women with subtle put-downs, ignore contributions made by women and even attribute them to men (109). Rosario reconoce que el sistema no está a su favor ni a favor de ninguna otra mujer. Su propia madre representa la feminidad sumisa puesto que ha sido dominada y poseída por muchos hombres, pero Rosario demuestra que está dispuesta a romper este ciclo al asumir un rol principal en su mundo. En el entorno violento de Rosario, en la narcoliteratura y en otras artes populares que tratan el tema del narcotráfico, la mujer casi siempre tiene un papel secundario y casi nunca se le ve cumpliendo con un rol principal. El hombre en cambio es el que controla, agrede y gobierna. Al referirse al narcodrama y sus roles masculinos, O. Hugo Benavides, en Drugs, Thugs and Divas, afirma lo siguiente: “In narco-drama it is the men who are constantly seen as the public, active gents, always the aggressors” (174). La mujer, en el narcomundo, en literatura y otras artes que tratan el tema, por lo general, es usada como acompañante del hombre narcotraficante o como instrumento para complacer sus deseos carnales. También es común la representación de la mujer como “mula” para llevar la carga. La película colombiana María, llena eres de gracia, representa muy bien este tipo de uso que se le da a la mujer en el mundo del tráfico de drogas. Otro ejemplo es el corrido “Las pompis de mi güera”, del grupo musical Exterminador, donde relatan cómo se usa el cuerpo de la mujer para esconder y pasar la droga hacia los Estados Unidos: Cuando cruzaba la línea nadie se lo imaginaba que las pompis de mi güera las traía bien rellenadas con polvito de la fina sin problemas se cruzaba. Otro grupo musical, Los Tigres del Norte, comúnmente narra también la historia de los hombres dejando a un lado el punto de vista femenino. Sin embargo, en su canción “También las mujeres pueden” un grupo de mujeres narcotraficantes se apodera del discurso masculino y le demuestran al hombre que ellas también son capaces de tomar las riendas del negocio peligroso. El narrador de esta historia, un hombre que observa una reunión entre mujeres armadas y peligrosas, admite abiertamente que le duele aceptar el hecho de que ellas también pueden hacer lo mismo que los hombres: También las mujeres pueden y además no andan con cosas, cuando se enojan son fieras esas caritas hermosas y con pistola en la mano se vuelven repeligrosas. Con un motor muy rugiente llegaron quemando llantas en una trocona negra pero la traían sin placas dos muchachas que venían del barrio de tierra blanca... También las mujeres pueden aunque nos duela aceptarlo lo digo aquí y donde quiera porque pude comprobarlo que como un hombre se mueren y eso no hay que dudarlo. Esta mentalidad del macho, que le duele aceptar que la mujer sea tan capaz como él, es la que agobia a Rosario; ella se siente acorralada por el mundo masculino pero jamás deja de luchar. Para salir del tugurio el hombre debe saltar la barrera de la pobreza, la mujer en cambio debe saltar la barrera de la pobreza y también la del hombre, además debe superar al hombre en su especialidad, ser mejor que él. El rechazo que Rosario siente hacia el dominio del hombre es evidente. Emilio le cuenta a Antonio que al invitar a Rosario a comer en un puesto de la calle, ella pide un perro caliente, pero especifica que lo quiere “sin salchicha” (24). Con el actual énfasis de la cultura que presiona a la mujer a cuidar su dieta y su figura, este dato podría pasar por alto. Sin embargo, a medida que se conoce a Rosario se sabe que ella sube y baja de peso constantemente y se le describe comiendo grandes cantidades de alimentos y no le avergüenza mostrarle sus estrías a los hombres. Así lo revela el narrador: “Estas rayas son estrías —nos las mostró en el abdomen y en las piernas—. Es que yo he sido gorda muchas veces” (13). Por lo tanto el rechazo de la salchicha no es más que el rechazo hacia el pene, hacia el símbolo masculino, que desde los ocho años la saca de su inocencia y la introduce en un mundo de dolor. Siendo muy niña, en su propia casa, Rosario sufre el abuso de un hombre que vive con su madre: Ella no sabía que podían herirla por ahí, por el sitio que en el colegio le pedían que cuidara y se enjabonara todos los días, pero fue precisamente por ahí, por donde más duele, que uno de los tantos que vivieron con su madre una noche le tapó la boca, se le trepó encima, le abrió las piernitas y le incrustó el primer dolor que Rosario sintió en su vida (19). Antonio también conoce muy bien su rechazo hacia el dominio masculino y recuerda muy bien la explicación que Rosario le da sobre su falta de confianza en Dios, pues ella asegura que Dios también es un hombre: —Dios y yo tenemos malas relaciones —dijo un día hablando de Dios. —¿No creés en Él? —No —dijo—. No creo mucho en los hombres (11). Rosario continúa siendo abusada por su entorno masculino hasta que ella misma decide enfrentarse a él. Una noche, al caminar hacia casa de su madre, es sorprendida por dos hombres que la golpean y la violan. Rosario no tiene más opción que dejarse maltratar, porque sus gritos de auxilio llegan a oídos sordos, nadie acude a socorrerla. Ella misma lo afirma en el recuento de Antonio: “Por allá mientras más grite uno, la gente más se asusta y más se encierra” (30). Sin embargo, esa noche Rosario carga armas invisibles: sus ojos y memoria. Rosario nunca olvida la cara de uno de sus agresores y seis meses más tarde lo vuelve a ver. En una conversación que tiene con Antonio, Rosario relata el acontecimiento donde se gana el respeto del barrio y su apodo: Me parece que no me reconoció... se puso a coquetearme... yo le seguí el jueguito de las risitas y el coqueteo... le dije que entrara que mi mamá no estaba... entonces lo entré al cuarto que era mío, le puse musiquita, me dejé dar besitos, me dejé tocar por donde antes me había maltratado, le dije que se quitara la ropita y que se acostara juicioso al lado mío, y yo lo empecé a sobar por allá abajo, y él cerraba los ojos diciendo que no lo podía creer, que qué delicia, y en una de esas saqué las tijeras... y, ¡taque!, le mandé un tijeretazo en todas las güevas (30-31). Rosario es una prisionera de su entorno, es violada en diferentes etapas de su vida y la amenaza de violación siempre está latente. La violación es una herramienta para el sometimiento de la mujer y la castración para el sometimiento del hombre. Refiriéndose al abuso de prisioneros políticos, Francois Chamous señala en Hellenistic Civilization que la principal herramienta para aterrorizar a la mujer prisionera es la violación sexual o la amenaza de violación (391). Al referirse a los testimonios de treinta y siete prisioneros zapotecos sospechosos de pertenecer al EPR en la década de los noventa en México, también describe las tácticas de tortura que comúnmente se usan en contra de los hombres. El proceso de detención y tortura, según Chamous, resalta la vulnerabilidad de la hombría. Por ejemplo: descargas eléctricas en los testículos. El proceso entero se enfoca en la desmasculinización por medio del control sexual que ejerce la policía sobre ellos (195). Rosario reconoce las tácticas masculinas para el sometimiento de la mujer y se apodera de su discurso. Por su manera de comportarse, se dice que Rosario es un hombre disfrazado de mujer pero Antonio, que la conoce mejor que nadie, afirma que “no existía nadie más mujer” (72). De esta manera consigue ganarse el respeto de todos en el barrio pero su estatus social sigue estorbando sus deseos de superación. Finalmente, Rosario es sacada de la comuna por los duros, ellos le muestran lo que el dinero puede conseguir, le dan carro, cuenta bancaria y apartamento en una mejor zona de la ciudad. La utilizan como sicario pero también como objeto sexual del cual pueden controlar y disponer a su antojo. Sin embargo, Rosario siempre busca librarse de este yugo. La misma noche en que conoce a Emilio, ella demuestra sus agallas y aunque no logra conseguir lo que quiere en ese momento, se enfrenta a los duros y les demuestra que ella no está dispuesta a ser sometida. Mientras Emilio le explica a Antonio los pormenores del encuentro pasado con Rosario, ella aparece frente a ellos y así la describe Antonio: ...sus labios gruesos y unos ojos que me tocó imaginar porque bailaba con ellos cerrados... para no ver a la docena de guaches que la creían propia... —Eso no es nada —me dijo Emilio—, cada vez que va al baño hay un tipo que la acompaña... No pudimos hacer nada, apenas mirarnos y sonreírnos, yo creo que el tipo se la pilló, porque vos no te imaginás el mierdero que se armó después, eso manoteaban y gritaban y había uno que la agarraba por el brazo pero ella no se dejaba, hasta patadas le dio al tipo, y ella me miraba de vez en cuando... —¿Y entonces? —Entonces nada. Se la llevaron a la fuerza (76-77). El enfrentamiento de Rosario con los duros no es en vano porque finalmente logra reunirse con Emilio, logra conseguir el hombre que quiere. Emilio, acostumbrado a saltar de mujer en mujer, nunca se imagina el tipo de mujer que es Rosario y, cuando menos lo espera, cae arrodillado ante sus pies. Emilio no comprende el comportamiento de Rosario, ella sale cuando se le antoja, se acuesta con otros hombres e incluso con su mejor amigo, Antonio. Este comportamiento sexual de Rosario imita al comportamiento masculino representado en el narcomundo. Por otro lado, el comportamiento de Emilio y Antonio, a medida que transcurre la novela, imita cada vez más al rol tradicional que se le atribuye a la mujer. Aunque no desean hacerlo, Emilio y Antonio terminan aceptando el comportamiento de Rosario y se resignan. Rosario juega con el hombre de la misma manera que él juega con la mujer. En una ocasión, Rosario le arruina la noche a Antonio diciéndole que su pene es más pequeño que el de su amigo Emilio (163). En cualquier otro caso, un hombre mujeriego y adinerado como Emilio, acostumbrado a tener las cosas a su manera, hubiera obligado a esta mujer de clase humilde a someterse a sus reglas, pero con Rosario, el orden de la jerarquías cambia de lugar. Sentado en el hospital sumergido en el deambular entre el presente y el pasado, Antonio admite el miedo que Emilio y él le tienen a Rosario: “...yo tuve más miedo que Emilio, porque con ella no se trataba de gusto, de amor o de suerte, con ella la cosa era de coraje. Había que tener muchas güevas para meterse con Rosario Tijeras” (16). Rosario, desde muy temprano en su relación con Emilio, demuestra ser una mujer de respeto, una mujer que no le teme a nada y no se siente obligada a darle explicaciones a ningún hombre. Emilio, frustrado con la actitud de Rosario, dice furioso: “Lo que me emberraca es que nunca me consulta nada” (44). Emilio espera explicaciones, desea que le pida permiso antes de salir, pero Rosario hace todo lo contrario. Emilio nunca logra ni se atreve a someterla. Desde el comienzo de la relación, Rosario les demuestra a ambos su capacidad para matar. Poco después de haberse conocido, los tres regresan a la discoteca donde se vieron por primera vez. Rosario se dirige al baño y allí le falta el respeto un hombre a quien ella besa y asesina. Luego se arma el alboroto, la noche termina con una balacera donde Emilio y Antonio sienten la muerte cerca por primera vez. Al salir de la discoteca, Emilio y Antonio se encuentran abrumados por la conmoción; la tranquila actitud de Rosario frente al asesinato que acababa de cometer los desespera. El miedo y el llanto los invade, mientras ella se mantiene firme y tranquila a pesar de lo ocurrido; así recuerda Antonio este momento: No lo podíamos creer, lloramos del susto y del asombro. Emilio se desesperó como si él fuera el asesino, agarró los muebles a patadas, lloriqueaba y le daba puños a las puertas. Más que afectarlo el crimen, lo que lo tenía fuera de sí era darse cuenta de que Rosario no era un sueño, sino una realidad (37). A pesar de ser hija de las comunas de Medellín y de cargar su peso cada día, Rosario no está dispuesta a regresar allí. Ella descubre que en su mundo la violencia y las drogas son las únicas armas para conseguir ser alguien en la vida. No obstante, Rosario no le cierra las puertas a otras opciones; durante su noviazgo con Emilio, intenta incorporarse a la vida de la clase alta asistiendo a las reuniones con la familia de Emilio. Sin embargo, según lo describe Antonio, la familia de Emilio es de una clase demasiado refinada y por ello nunca la ven con buenos ojos. Según Antonio: La familia de Emilio pertenece a la monarquía criolla, llena de taras y abolengos. Son de esos que en ningún lado hacen fila porque piensan que no se la merecen, tampoco le pagan a nadie porque creen que el apellido les da crédito, hablan en inglés porque creen que así tienen más clase, y quieren más a Estados Unidos que a este país (48). Antonio cuenta que a Rosario “se le encharcaban los ojos” mientras le contaba lo que le había pasado al intentar integrarse a la familia de Emilio: Cuando me vio, la señora arrugó la nariz como si yo oliera maluco... Yo que me había comprado una pinta donde la vieja compra la ropa, y me cobraron un ojo. Me mandé peinar donde arreglan a la vieja, y me dejaron lo más de bonita... parecía una reina. Me había propuesto hablar poquito para no ir a cagarla, ensayé en el espejo una risita lo más de chévere y hasta me tapé los escapularios con unas cadenas lo más de finas, mejor dicho, no me hubieras reconocido, pero apenas llegué, me sale esta hijueputa vieja mirándome como si yo fuera un pedazo de mierda (50-51). El hecho de que Rosario, ya sabiendo cómo defenderse en su mundo, intente buscar otra salida de la pobreza, indica que ella está consciente de la peligrosidad de su mundo y, aunque se desenvuelve muy bien en él, la salida sin violencia le llama más la atención. El rechazo total de la familia de Emilio representa el rechazo de la oligarquía que el pueblo enfrenta y lo difícil que es salir de la pobreza siguiendo las normas que dicta la ley. Lisa A. Serbin, en “Disadvantaged Youth More Likely to Be High-School Dropouts, Young Parents and Poor Adults”, afirma que un bajo estatus socioeconómico en los jóvenes tiene consecuencias negativas que permanecerán afectando sus vidas durante gran parte de la edad adulta. Rosario entiende muy bien el sistema y por eso decide abandonar sus ideas de escalar, a través de Emilio, “el camino decente”, y opta por el camino más peligroso pero de ascenso rápido. Aquí es donde Pablo Escobar, la figura más grande del narcotráfico que Colombia, y tal vez el mundo, ha conocido, entra a jugar un papel importante en la vida de Rosario. Aunque no se nombra explícitamente, existen algunos indicios que marcan una conexión fuerte entre el personaje de la novela “el más duro de todos” y el narcotraficante colombiano y jefe del cartel de Medellín Pablo Escobar. Escobar es abatido por la policía colombiana en 1993 (Bowden, 201). Esto indica que el capo vive en el tiempo cuando se desarrolla la trama de la novela. Antonio describe sus sentimientos al escuchar el relato de Rosario cuando cuenta el primer encuentro que tiene ella con “los duros”: Sentí rabia al saberlos mirándola con ganas, con la lujuria que reflejan sus enormes barrigas, sus risitas malévolas, y no me equivoqué, porque ella misma me contó lo que alcanzó a oír. —¿Y esa muchacha tan bonita quién es? —había dicho el más duro de todos—. Tráiganme a ese bizcochito (130). Los rumores que le llegan a Antonio y a Emilio sobre Rosario tal vez indiquen muchas cosas extrañas de las andanzas de ella, pero hay un rumor en particular que indica que ella posiblemente es la moza “del que sabemos” (72) y Rosario le explica a Antonio que sólo la mitad de esos rumores son ciertos. Emilio se atreve a preguntarle: “¿Y cuál es la mitad verdad?”. “Seguramente la que te duele —contesta ella” (83). El dolor más grande para Emilio es resignarse a que existe un hombre más rico y más poderoso que él, por eso se niega a creer en los rumores. Aparte de los rumores que señalan que el amante es precisamente “el que ya sabemos”, existen también algunos rasgos físicos que apuntan a que el narcotraficante al que se refiere Rosario es Pablo Escobar. Después de estar con “los duros” por algún tiempo, Rosario regresa y le cuenta a Antonio que extraña la barriga plana y las nalgas duras de Emilio porque eso no lo consigue con los duros. Emilio lo recuerda así: “Con ellos extrañaba lo que más le gusta de Emilio, su abdomen plano, sus nalgas duras... todo lo que ellos, por más plata que tuvieran, no podían ofrecerle” (58). Pablo Escobar, en sus últimos años de vida, sube de peso. El día de su muerte es baleado encima de un tejado en la ciudad de Medellín y en la portada del libro Killing Pablo, de Mark Bowden, se observa la fotografía que la policía colombiana saca con el cuerpo obeso y ensangrentado del capo. Los indicios de que Pablo Escobar y su cartel están relacionados con la trama de la novela y con Rosario son muchos. En esos últimos años de su vida, tanto Pablo Escobar como sus enemigos detonaban bombas en todo el país, tratando de aniquilarse. En febrero del año 1993, El diario The New York Times describe que un grupo llamado Los Pepes (Perseguidos por Pablo Escobar) detona 3 bombas en Medellín como retaliación por un carro bomba que, una semana antes, causa la muerte de 21 personas en Bogotá. Esta guerra que afecta a todos en la ciudad y que tarda muchos años en extinguirse, reitera nuevamente la presencia de Pablo Escobar en el texto; este panorama, Antonio lo describe en los siguientes términos: Todos los días nos despertaba una bomba de cientos de kilos que dejaba igual número de chamuscados y a los edificios en sus esqueletos. Tratábamos de acostumbrarnos, pero el ruido de cada explosión cumplía su propósito de no dejarnos salir del miedo. Muchos se fueron, tanto de acá como de allá, unos huyéndole al terror y otros a las retaliaciones de sus hechos (65). La conexión entre Rosario y Pablo Escobar es evidente, no sólo por lo mencionado anteriormente, sino por muchos otros detalles que expone la obra. Por ejemplo, Rosario menciona un sistema llamado “la oficina” de donde “los duros” imparten órdenes. Atehortúa Cruz, en El narcotráfico en Colombia, describe a estas oficinas, creadas por Pablo Escobar, como centros de recibimiento de estupefacientes: Medellín conoció muy temprano la existencia de un sistema identificado con el nombre de “oficina”. Consistía en un centro de acopio al cual podía llegar cualquier persona con la cantidad de cocaína que quisiera. La oficina se encargaba de colocarla en las calles de las grandes ciudades de Estados Unidos por un precio que oscilaba entre 25 mil y 45 mil dólares el kilo. Alonzo Salazar, en Young Assassins of the Drug Trade, añade que Pablo Escobar también utiliza “las oficinas” como centro de reclutamiento de jóvenes sicarios a sueldo del Cartel de Medellín. Antonio reproduce las palabras de Rosario donde ella le cuenta cómo su ex novio Ferney y su hermano Johnefe logran entrar en la llamada “oficina”: —Ferney y Johnefe se pudieron colocar en la oficina —me contó—. Eso es lo que todo muchacho quiere. Ahí deja uno de ser chichipato y se puede volver duro... Es que en esa época había mucha demanda porque había un descontrol tenaz... estaban pagando un billete grande al que se bajara a un tombo (59). En la última frase, “estaban pagando un billete grande al que se bajara a un tombo”, Rosario describe la campaña de terror que se desencadena cuando Pablo Escobar anuncia que pagará por la cabeza de cada policía asesinado. Eliza Griswold, en Medellin Stories from an Urban War, describe esta situación: “Pablo Escobar had put a price of five million pesos (about $7,000 at the time) on the head of every honest cop in Medellin, and many were being hunted down and murdered”. Uno de los más claros indicios de la presencia de Pablo Escobar en la vida de Rosario es cuando se revela en el texto un contrato que su hermano y su ex novio obtienen para asesinar a un político en Bogotá, y es precisamente en ese instante en el que Rosario conoce al duro de duros. En 1989, el asesinato de uno de los grandes enemigos de Pablo Escobar y el principal candidato a la presidencia, Luis Carlos Galán Sarmiento, sacude al país. El periódico Times de Londres reporta el incidente: “Colombia’s presidential election campaign has been thrown into chaos by the assassination of the front-runner, Senator Luis Carlos Galan Sarmiento”. Poco tiempo después se conoce que el asesinato fue ordenado por Pablo Escobar. El diario The Miami Herald en el mismo año señala la enemistad entre Escobar y Galán: Luis Carlos Galan was the leading presidential hopeful for his unflinching stance in favor of extraditing drug traffickers like Pablo Escobar, head of the Medellin cartel and a congressman from Galan’s Liberal party until he was ousted from the party... Galan’s death shook the country. Following Galan’s death, suspicion fell on Escobar. La presencia de Pablo Escobar en la vida de Rosario se presenta como el obstáculo más grande en su lucha para liberarse de la pobreza y del yugo masculino. Rosario logra escapar de la pobreza de la comuna, posee dinero y bienes materiales, pero siente que nada de esto le pertenece mientras esté bajo el control de los duros. “Ellos”, los de la cúpula del narcotráfico, la mantienen económicamente pero, a su vez, la someten a sus deseos. Es en este momento de cansancio y desesperación que Rosario decide saltar esa última barrera que le falta: superar al hombre en su especialidad y ser mejor que él, superar “al más duro de todos”. El ímpetu de sus deseos es relatado por Antonio: Rosario estaba decidida a arrastrar con quien fuera. Se le había metido conseguir plata por su propia cuenta, volverse más rica que los que la sostenían, y lo que nos asustó es que ella sólo conocía una forma de conseguirlo, la manera como ellos la habían conseguido (43). Rosario, en una reunión que sostiene con Emilio y Antonio, empieza a explicarles el gran deseo de cambiar su vida, y el cansancio que siente por estar siempre bajo el control de alguien: Lo que ustedes no saben, muchachos, es lo difícil que ha sido mi vida... Estoy decidida a que todo va a cambiar... no estoy dispuesta a seguir viviendo así (150). Luego procede a explicarles cómo piensa cambiar su vida. Es aquí donde ella les revela sus planes de enviar droga a los Estados Unidos, igual como lo hacen “ellos”, anunciando que subirá el último escalón en su ascenso hacia el poder: “Es muy fácil —explicó ella—, yo ya tengo los contactos, los de aquí y los de Miami”. Rosario les propone a Emilio y Antonio que se unan al negocio, les dice que es muy fácil, que ella ya tienen la gente que se necesita, pero ambos muchachos rechazan la propuesta: “No era solamente cuestión de gente, también había que tener las ganas y las güevas de Rosario y a nosotros no nos quedaban ganas... tampoco necesitábamos plata, y las güevas hace mucho que las habíamos perdido” (43). Aquí se muestra nuevamente cómo Rosario, sin usar tijeras, ya ha castrado a los hombres a su alrededor. Antonio admite que hace tiempo los dos habían perdido “las güevas”, pero no sólo eso, Antonio finalmente decide aceptar el rol tradicional de la mujer. “Llamé a Rosario decidido a aceptarle su propuesta, pero eso sí, con algunas variantes: me iría con ella pero no participaría en su negocio, yo sería simplemente su acompañante, viviría con ella donde ella quisiera” (156). Rosario no logra el estatus deseado porque la muerte la sorprende antes de derrotar y remplazar “al más duro de todos”. Sin embargo, por su valor y “sus güevas” el pueblo ya empezaba a glorificar su nombre. Antonio relata cómo el pueblo empieza a reconocer su lucha: Las niñas querían ser como ella y hasta supimos de varias que fueron bautizadas María del Rosario, Claudia Rosario, Leidy Rosario y nuestra Rosario nos habló de una Amparo Tijeras. Su historia adquirió la misma proporción de realidad y ficción que la de sus jefes (71). El único indicio de que el pueblo ya la considera un escalón por encima “del más duro de todos” es un grafiti que Antonio lee en una pared de un barrio de las comunas: “Rosario Tijeras, presidente, Pablo Escobar, vicepresidente” (71). Rosario Tijeras es el producto de la comuna donde crece, allí vive en un infierno terrenal, sufre los abusos de su medio y aprende que la violencia es el recurso más factible para escapar de la miseria. En su entorno la hostigan la pobreza y el mundo de los hombres; desde muy joven Rosario emprende una lucha incesante para salir de la penuria y para escapar del yugo masculino que la agobia desde sus ocho años. Siendo una adolescente, castra a un hombre que la ha maltratado con las tijeras de su madre. A partir de ese momento rompe con el discurso masculino y, sin necesidad de amputaciones, empieza a “castrar” simbólicamente a los hombres que se cruzan en su camino, situándolos en el rol tradicional de la mujer mientras ella se apodera de su trono. Al ejercer el poder femenino, derrocando y superando a los hombres, Rosario asciende en la escala del poder, y arranca de sus cimientos al esquema tradicional de la mujer en el narcomundo. Obras citadas • ATEHORTÚA CRUZ, Adolfo León, and Diana Marcela ROJAS RIVERA. “El narcotráfico en Colombia. Pioneros y capos”. Historia y Espacio 31 (2008). Academic OneFile. Web. 18 Mar. 2011. • BENAVIDES, Hugo O. 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Woodland Hills, California: Fonovisa. • VALLEJO, Fernando. La virgen de los sicarios. Madrid: Alfaguara, 1994. Impreso. ** Craig Klein Dexemple http://www.letralia.com/firmas/kleindexemplecraig.htm Escritor colombiano (Cúcuta, 1980). Reside en Estados Unidos. Licenciado en Español y en Pedagogía por Iowa State University (http://www.iastate.edu). También obtuvo una maestría en literatura iberoamericana en la University of Northern Iowa (http://www.uni.edu). Trabaja como profesor de español y literatura en Iowa, estado donde escribe para periódicos locales, aparte de para diarios regionales en su país. ||||||||||||||||||||||||||||||| LETRAS |||||||||||||||||||||||||||||| *** Al fin, sola Catalina Kühne Peimbert *** Antiguas postales del fin del mundo (extractos) Pedro Enrique Rodríguez *** Él Blanca de la Caridad Caballero Pacheco *** Tres poemas medievales Guillermo Aguirre Martínez *** Helechos almendrados Miguel Alejandro Hernández Rocha *** Cinco textos Jesús Peñalver *** Cómo murieron nuestros hijos Juan José Colomer Grau *** Las espléndidas ciudades (extractos) Sergio García Zamora *** Dos cuentos breves y preñados de soledad Amílcar Adolfo Mendoza Luna *** Poemas Diana María Ivizate González *** La hija Cecilia Ferreiroa *** Elegía Norah Vaamonde Olive === Al fin, sola Catalina Kühne Peimbert ============================= Ahora que por fin estaba sola, se dio cuenta de que esa no era la idea. Su cuerpo amplificaba el sonido de la respiración como una gran caja de resonancia. Era como escuchar una fuerte corriente de aire entrar y salir por un ventanal. Adentro y afuera, constante, acompasado, eterno. Sin testigos. Todas las lágrimas que resbalaron por sus mejillas también podrían compararse con microscópicas cascadas, flujo inagotable, senderos de tristeza, pero qué más daba. Igual que el árbol que cae en el bosque sin que nadie pueda escucharlo. Aunque hasta el momento no se había visto un árbol que cayera por voluntad propia. Supuestamente. Se acostó en el piso en posición fetal abrazando fuerte sus rodillas, tal vez se comiera a sí misma. Seguramente era el siguiente paso, sólo esperaba que fuera rápido. Poco a poco el acompasado ritmo de su respiración/fuelle/corazón hizo que dejara de preocuparse, acto seguido dejó de pensar, su mente estaba en blanco como la pantalla de un cine antes de que nada se proyecte sobre ella y después total oscuridad o sueño. Despertó toda entumida debido a la incómoda postura, pero ya no estaba sola. Estaba claramente acostada al lado de Andrés. Los ronquidos eran inconfundibles. Miró por encima del bulto, eran las 3:50, todo parecía igual que siempre: la camiseta sudada, el hombre roncando, la calle ruidosa. Se levantó y se asomó a la ventana para convencerse. Sí, todo parecía normal. El alivio se transformó en desilusión y le quitó el sueño. Entró a la sala, prendió la luz y un cigarro casi al mismo tiempo y empezó a recorrerla haciendo un inventario. Sillón favorito con el brazo destrozado por los arañazos del gato; mesita de centro repleta de ceniceros de diversas partes del mundo: “la colección”; tapete de Temoaya sucio, pero percudido; pósteres de exposiciones enmarcados, haciendo alarde de mucha cultura, pero no tanto presupuesto; mancha de humedad justo en la esquina con forma de dragón chino, o perro salvaje, o... la discusión no estaba zanjada. Pero el ventanal sí estaba roto, de piso a techo, había fragmentos de vidrio en la alfombra, sirenas de ambulancia y curiosos mirando hacia arriba. Sintió el impulso de agitar la mano, como los que se van en un barco, como los que se quedan en el muelle. ¡Adiós! ¡Adiós! Pero nadie le respondía la seña. La miraban fijamente con cara de preocupación, como si estuviera loca, o como si no estuviera. ¿Y si no estaba? A lo mejor todo esto lo veía desde una nubecita a la que la habían mandado después de aventarse por el balcón. Recordaba nítidamente la carrera hacía el vacío, así como el acopio de fuerzas, igual que cuando uno toma valor para lanzarse a una alberca helada. ¡Una, dos y tres! El golpe contra el vidrio dolió un poco, pero cuando finalmente se astilló y empezó a marcarle los hombros y las piernas con rasguños, sintió un gran alivio, casi una liberación. Pero abajo no había rastro de ella. No había sangre, ni una tétrica sábana hipócrita. Tal vez ya se la habían llevado. Tal vez ahí tampoco estaba. Sino en la nube, la nubecilla de los inocentes. Cuando se preguntaba quiénes o cuáles fuerzas la habían llevado a la nube, sintió una caricia peluda en las pantorrillas. El gato. Sintió al gato restregarse contra ella, la vibración de su ronroneo en las piernas. Eso no podía pasarte si estabas en una nube. La sobresaltó el ruido de la puerta del baño. Era Andrés que salía a mear. Pelo revuelto, ojos a media asta y panza de fuera. Le gruñó como siempre. —Alicia, ¿qué haces levantada? ¿Que no entiendes que es mejor soñar dormida? Trató de contestarle, pero no pudo emitir sonido. Pequeños hilos de sangre le resbalaban por brazos y piernas. Se tocó la cabeza, también sangraba. Si Andrés no se daba cuenta de eso es que efectivamente estaba alucinando o que era un gran hijo de puta. Las dos opciones plausibles. —Vuelve a la cama, pero báñate primero que estás hecha un desastre. Mañana platicamos. O sea que sí se daba cuenta y también era un desgraciado. ¿Cómo iba a esperar hasta el día siguiente para saber lo que pasaba? ¿Por qué no corría a ayudarla? ¿A qué venían la indiferencia y el fastidio? Pero no la dejó reclamar; se volvió al cuarto sin darle una segunda mirada. Alicia decidió hacerle caso y limpiarse. Cuando se miró a través del espejo vio una cara verdosa, descompuesta con círculos azules alrededor de los ojos y los vasos sanguíneos totalmente reventados. Recordó cómo se había sentado en el excusado, había abierto con trabajos la tapa pensada para impedir ataques de niños y se había tomado una a una todas las pastillas tragándolas con el agua que salía directamente de la llave del lavabo. Casi volvió a sentir el vómito espumoso y químico luchando por salir de su boca, el sabor amargo en la lengua que se extendía a todo el cuerpo, el retortijón que derivó en convulsiones, las cremas y perfumes esparcidos por el suelo y de nuevo nada. El desorden estaba ahí, el frasco de somníferos vacío y tendido junto con los demás potingues en las baldosas de mosaico, pero de ella nada. Ni su cuerpo desguanzado, ni rastro de vómito o fluidos. Y sin embargo... Abrió la cortina de la tina/regadera y recordó el roce de la navaja en sus muñecas, el agua volviéndose roja, la mente desfalleciendo. ¿Otra vez? El sabor a metal de la pistola en el paladar. Las ruedas del metro sobre la cabeza. La soga al cuello. Adentro y afuera, constante, acompasado, eterno. Sin testigos. Otra vez la soledad y las lágrimas. Andrés asomó por la puerta. —Llevas mucho tiempo ahí. ¿Estás bien? —Mañana hablamos. ** Catalina Kühne Peimbert http://www.letralia.com/firmas/kühnepeimbertcatalina.htm Escritora mexicana (Ciudad de México, 1971). Fue ganadora en la categoría de ensayo en el certamen “Reconocimientos de Lenguaje Ciudadano”, convocado por la Secretaría de la Función Pública (http://www.funcionpublica.gob.mx) y la Red del Lenguaje Claro, A.C., y obtuvo el primer lugar con su cuento “El mismo que viste y calza” en el segundo Concurso de Cuento realizado por el Museo de Arte Popular (http://www.map.df.gob.mx) en 2008. Ese mismo cuento fue publicado por Editorial CIDCLI (http://www.cidcli.com) y seleccionado en 2012 para las bibliotecas de aula de la Secretaría de Educación Pública (http://www.sep.gob.mx). En 2013 publicó el cuento “Iguanas, ranas” también con CIDCLI y “Al pie de la letra” con Editorial Colofón (http://paraleer.com), ambos seleccionados para coedición por el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta, http://www.conaculta.gob.mx) de México. === Antiguas postales del fin del mundo (extractos) ======================= === Pedro Enrique Rodríguez =============================================== (Nota del editor: a principios de abril —como informamos en nuestra edición 298 [http://www.letralia.com/298/0407rodriguez.htm]— se hizo público el veredicto del II Premio Equinoccio de Poesía Eugenio Montejo, convocado por la editorial de la Universidad Simón Bolívar, en Caracas. El jurado, compuesto por Gabriela Kizer, Rafael Castillo Zapata y Luis Moreno Villamediana, escogió el poemario Antiguas postales del fin del mundo, del escritor y psicólogo venezolano Pedro Enrique Rodríguez, por considerarlo “un libro orgánico, maduro y sin estridencias”. Hoy, por gentileza de su autor, ofrecemos a los ojos de la Tierra de Letras un vistazo a los poemas de este libro). *** 8. Durante semanas husmeé entre los estantes. Tenía quince años, era tímido, estaba asustado, pero sabía el valor de una edición anotada. Un fantasma recorría Europa. Contaba con una alianza de enemigos. Me había tomado el trabajo de copiar sus nombres: El papa, el Zar, Metternich, Guizot, los radicales franceses, también los alemanes. Yo era ingenuo y soñador como un personaje dentro de un poema de Gerbasi, y estaba asustado y lleno de dudas. Pero también estaba decidido: Debía tener ese libro. ¿Lo vendían a menores de edad? Podía tener restricciones. Una forma de pornografía de la mente. Hice la prueba. Pregunté alguna trivialidad al librero: Un troskista lento y taciturno, con efectos extrapiramidales (efectos secundarios de la medicación antipsicótica). No dijo que sí. No dijo que no. Sólo me dijo que debía leer a Hegel. No quedaba claro si era un requisito. Tuve la duda por dos, quizá tres semanas. En ese tiempo miré caer la tarde. Caminé por calles donde Neruda había hecho estragos y la gente recogía las orejas de las monjas como trozos de duraznos confitados para la suerte. Era joven, era tímido. Algo quemaba dentro de mí. Era la vida. Una tarde me decidí y entré a esa librería espectral, a ese recóndito pasadizo al siglo XIX. Durante un rato releí, de pie, los regalos perfectos de O’Henry en una edición de relatos sentimentales hasta que me creí dueño de mi propia fuerza. (Casi me traiciono y compro, a último minuto, una novelita de Jack London por el sólo deseo de evitar inconvenientes). Salí con el libro en una bolsa de papel. Me pareció que estaba usada. Mejor así. Asunto de tabernas, pornografía en lengua romance. Cosas prohibidas. De una forma supersticiosa y mezquina me sentía un poco más hombre. De una manera vaga y turbadora, me parecía que entraba dentro de algo parecido a la historia. Afuera de la librería, la ciudad crujía, traqueteaba, se desgastaba inútilmente en una sinfonía inconclusa. Los autobuses pasaban y tenían la misma lentitud de un trolebús. La ciudad era vasta y plana, y comenzaba a incendiarse por el cielo dramático de ese miércoles 8 de noviembre. Tenía un león dormido. Una bestia viva. Era ignorante, pero creía en las palabras, creía en esa luz diáfana de finales del año, cuando las cosas tienen ese gesto angulado, esa ingenua cualidad de levedad, de brillo. La foto de Ceausescu y su esposa apareció en la primera página de los periódicos esa navidad. Dos campesinos lentos y taimados, arrasados por el brazo lento y seco de la metralla. Un decrépito señor Claus a quien, por lo visto, no terminaron por salirle muy bien las cosas. Todo el periódico del día estaba dedicado a ese fracaso. A eso, y a las imágenes edulcoradas de la navidad en la puerta de Brandenburgo. Lo leería en la mesa de madera de la casa de la playa de mis tíos. Varsovia, Ucrania, Bielorrusia serían lugares de ciencia ficción. Entraba un crudo invierno en Europa del Este, pero a mí me iluminaba un sol blando y redondo. Yo cerraba los ojos. No entendía casi nada. Pero igual hacía esfuerzos por imaginar la nieve. *** 26. La poesía también existe porque hay gente triste. Porque, de tanto en tanto, esa gente triste está feliz y tiene motivos para pensar, por ejemplo, que esas ramas allá arriba, en lo alto de la calle, dejan colar un sol hermoso y puro que ellos aman y así, por el solo hecho de mirarla, la gente hace que exista, la gente hace que la belleza se una a las palabras. La poesía también existe porque, a veces, la gente triste sigue triste, y entonces busca palabras que le sirvan para confortarles siquiera un poco, una llama lenta y cálida en el agujero negro de la noche. Los niños muertos, los amantes desolados, las masacres, las guerras, el fin del mundo, la voz barítona del último verdugo, son motivos verdaderos para que exista la poesía. Son razones de peso para que, día tras día, acurrucada en su buhardilla, una solitaria Ana Frank sueñe con el traje de una reina, para que una madre solitaria acaricie a su hijo en la cocina de baldosas verdes, de trastos sucios, en el silencio de una casa anónima. La poesía existe a despecho de esos sujetos de cabellos largos, de poco amor al trabajo, que medran sin descanso al borde de las bandejas de canapés, que saludan a los burócratas de la cultura como a un hermano perdido. Existe a despecho de esas señoras flacas y solas coleccionistas de objetos de lladró que, por maldad y codicia, organizan recitales en salas iluminadas por una película de irrealidad, donde una de sus compañeras de las tardes de té, un ser nervioso y supersticioso, como un pájaro, tendrá el valor de cantar a la nada las desconocidas razones de su miseria. La poesía está en el rayo de luz que se estrella contra el florero. Está en el silencio de esa obesa espectadora que, en silencio, cabecea en su silla mientras su mente recuerda la hermosa forma de una rama de cilantro flotando quietamente en la olla de la sopa del almuerzo. Poco importa que, en realidad, a cada día el mundo parezca desteñir a cada paso la belleza de las palabras, el resplandor silente de la frase exacta. La poesía existe porque existe ese horror, la belleza existe, también, porque cada día alguien se toma el trabajo de buscarla y si no la encuentra, entonces va y la inventa. *** 31. Manuel y yo visitábamos la marisma que se abría al fondo del hotel, más allá de la carrocería de un volkswagen escarabajo picoteado por el salitre. Se decía que allí había ocurrido una batalla en tiempos de la independencia. Nos daba igual. Un mal lugar para pelear, un mal lugar para morir, como casi cualquier sitio. Amplios lodazales en los que una fina película de agua sucia reflejaba el lento movimiento de las nubes. Los recorríamos con miedo. Buscábamos arenas movedizas. Una vez encontramos un hueso. Decidimos que era lo que quedaba de un niño muerto. En las noches, antes de dormir, nuestras madres nos contaban historias en una habitación desde donde era posible intuir la presencia fija de la ciénaga, vagamente iluminada por las luces del alumbrado público del puerto. Nos hablaban de lo que haríamos al día siguiente. Esos pequeños y modestos placeres del turismo de playa. Esas monótonas y felices formas de recorrer la vida junto al mar. Nos alegrábamos. Dormíamos con la ilusión fija en esos proyectos. Sin embargo, secretamente, apuntábamos en la memoria las nuevas cosas que descubríamos sobre el mundo. Las vacaciones no lograban hacernos olvidar que todo reposa, siempre, junto a algún ingenioso tipo de abismo. ** Pedro Enrique Rodríguez http://www.letralia.com/firmas/rodriguezpedroenrique.htm Escritor venezolano (Maracay, 1974). Psicólogo clínico egresado de la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab, http://www.ucab.edu.ve) y doctorando en psicología en la Universidad Central de Venezuela (UCV, http://www.ucv.ve). Profesor de la Escuela de Psicología de la Ucab. Autor de Oficio de lectores: textos de detectivismo literario y especulaciones narrativas (2008), ganador del Premio Transgenérico de la Fundación para la Cultura Urbana de ese mismo año. También es autor de El silencioso vuelo de los peces (2009), publicado por Editorial Equinoccio (http://www.equinoccio.cultura.usb.ve). En 2007 fue uno de los 15 finalistas (entre más de 5.000 cuentos) del concurso de cuentos de Radio France Internacional (RFI, http://www.rfi.fr). También fue ganador del Concurso de Poesía José Barroeta 2012 de la IX Bienal de Literatura Mariano Picón-Salas, con el poemario La fugaz caligrafía del resplandor. === Él Blanca de la Caridad Caballero Pacheco ======================== Nadie nunca supo cómo y por qué llegó, sencillamente se apareció en el umbral de la puerta. Todos los que estaban en la habitación levantaron sus cabezas y, con la vista, lo recorrieron indiferentemente. Se quedó allí parado sin saber qué hacer. En el local había un grupo de personas conversando. No fue hasta pasado un rato que Raúl, el poeta, se le acercó y lo miró con calma. Se puso a observarlo detenidamente, le dio la vuelta en redondo como analizándolo. Frunció un poco el ceño y se acercó a su espalda, le tomó sus alas y las desplegó en toda su extensión. Mientras Raúl estaba efectuando esta operación las otras personas comenzaron a prestarle atención. Cuando tuvo las dos alas ampliamente abiertas, se desprendió un olor exquisito que invadió la habitación. Los restantes miembros se aproximaron y comenzaron a tocar con intriga las alas. ¡Qué maravilla! ¡El olor, la suavidad al tacto y el blanco puro! Convinieron en que eran de una noble belleza. Durante ese tiempo, Raúl se mantuvo callado. Algunos pensaron que iba a decir algunos versos hermosos de acuerdo con la esplendidez del suceso; pero no fue así, salió precipitado de la habitación y regresó con un par de tijeras. Se detuvo frente a Él, lo miró fijamente y sin mediar palabras le dio la vuelta y comenzó a cortarle el plumaje de las alas; según iban cayendo las plumas, las recogía y las empujaba por un agujero dentro de un almohadón. Finalizada la tarea, devolvió las tijeras a la habitación y guardó el cojín. Mientras, Él se mantenía callado y con una expresión dulce en el rostro. Dolores, la mujer que estaba en la esquina del salón, le dirigió la palabra: —¿Cómo es posible que tengas esa sonrisa bobalicona perenne en tu cara? Debes cambiar la expresión, no es nada agradable estar mirándote. Él parecía no saber qué hacer, en su cara se notaba la confusión, se sintió algo abochornado porque el color de su cara se tornó rosado. Hasta ese momento había sido de una tesura blanca nunca antes vista. No sabía qué actitud tomar, titubeó, dio unos pasos hacia delante y cambió su expresión asumiendo un semblante serio, una expresión que no decía nada, era simplemente una cara más. Aún continuaba en el umbral de la puerta, nadie le había dicho que entrara y esto parecía angustiarlo, por lo que comenzó a mirar hacia todos los lados, buscando aprobación en el grupo de personas. Cuando movía su cabeza de un lado a otro, los reflejos dorados de su aureola alumbraban la estancia con una luz que se desplazaba caprichosamente; si miraba a la izquierda las luces iban para ese lado, y si lo hacía a la derecha lo mismo sucedía. Los rostros de la gente se veían tan bellos que sintió una bondad y un amor tan grandes que las lágrimas comenzaron a rodar lentamente por sus mejillas. Mario, el contador, cuando vio esto, se quedó en una pieza y comenzó a mascullar quedamente. Fue hacia Él pero llevaba en sus manos una pinza y se le abalanzó pretendiendo varias veces desencajarle la corona que traía; pero fue inútil, no pudo hacerlo. Ni aunque en el intento lo golpeó repetidamente hasta hacerlo sangrar. —Es imposible sacarle esa maldita corona. Él estaba exangüe con las manos caídas junto al cuerpo, pero ahora lloraba copiosamente y sus sollozos hacían estremecer la casa. Los inquilinos de la habitación se cansaron de esta escena y con la pericia que dan los años se le aproximaron y entre todos, con un gran puntapié, lo sacaron de la casa. ** Blanca de la Caridad Caballero Pacheco http://www.letralia.com/firmas/caballeropachecoblancadelacaridad.htm Docente y escritora cubana (La Habana, 1950). Estudió ciencia química en la Universidad de Oriente (http://www.uo.edu.cu). Ejerce como profesora de matemática en Estados Unidos. Fue incluida en la antología poética Las caras del amor (Versal Books, 1999). También ha publicado en las revistas digitales Poetas 2000 y La Pájara Pinta (http://www.prometeodigital.org/pajara.htm). Autora del libro de cuentos Crónicas de una sonrisa (Entre Líneas, Miami, 2012). === Tres poemas medievales Guillermo Aguirre Martínez ================ *** El primero, directo al padre Arrojaron aves sobre su frente Cruzaron volando sobre la cabeza quedándose ahí, como muertas, como estrellas pasmadas ante la ira de dios o la zarza ardiente del hijo, de sus sombras todas o sus ángeles, sopesando aún tan nefastas deshonras === Perdiste el valor y hasta el espectro de tu difunto padre te aturdió, mas no alzaste la mirada. Yo mismo lo advertí. Y si ayer ocultaste el acero en oscuro vientre olvidaste enloquecer, mas de esto nadie puede sorprenderse; menos aun tú, para quien todo calla, fantasmal, envuelto como en oscuro jeroglífico Y ahora qué, te preguntas. Sólo a ti corresponde resolver o ignorar los designios humeantes o, quizás, tú mismo te tornes en rígido acero y te adentres con fiereza, esta vez sí, como guerrero impío en vidriera de plomo y cristal === El vaticinio es inclemente: debes caer en deshonra. Esto por una parte, por la otra la dura sentencia, tu condenación sin más, la noche excluyente o la tiranía de tus horas blancas, el martirio ciego, decías, la humillación despiadada ante la cólera de un ciego animal ** Guillermo Aguirre Martínez http://www.letralia.com/firmas/aguirremartinezguillermo.htm Escritor español (Madrid, 1979). Es doctor en estudios interculturales y literarios por la Universidad Complutense de Madrid (http://www.ucm.es; 2012) con una tesis sobre el universo imaginario de José Ángel Valente. Sus investigaciones en torno a cuestiones de estética han sido presentadas en numerosos congresos nacionales e internacionales y publicadas en revistas científicas de ámbito académico. Actualmente compagina su labor investigadora con la creación poética y ensayística. Su novela lírica Rayo oscuro de luz será publicada por Ediciones Oblicuas (http://www.edicionesoblicuas.com). === Helechos almendrados Miguel Alejandro Hernández Rocha ============ Él mueve la pierna, truena sus dedos y hacen eco. Ella va caminando por un pasillo sin gente, pero donde hubo gente. Él mira por la ventana, hay niños que juegan y ríen, aunque alguna vez hubo niños que juegan y ríen. Ella va sin atención, produce ruidos, mata rabos. Hay más gente con Él; una señora cuyo rostro mostraba más dolor que el transmitido por ayes y maldiciones; el rostro senil de un infante que era más muestra de un tiempo pasado que los versos de Heródoto o de Hesíodo; un bebé que se volvió una metáfora sobre el amor y la eternidad de una pasión consumada; aunque hubiera más personas escapaban en sus garabatos o jugueteos, tal vez por escapar del aburrimiento y del enfado, pero igual se sentía aburrimiento y enfado. Ella encontró un par de ojos encamados, paró sus andanzas para mirar aquella mirada que la miraba, hablaron con un silencio de por medio. Él responde al sonido del ambiente mediante arcos y cierres. Ella termina su cruce, haciendo cruces y muriendo en bruces. Él cierra los ojos, más por disfrute que por ceguera luminaria. Sus miradas se cruzaron y el Universo estalló en el espacio que hubo (hay) entre ellos. Se formaron constelaciones y nebulosas. Se murieron constelaciones y nebulosas, por tiempo o por honor. Ella sonríe, muestra una dicha que no cabe en dicha, una felicidad que se queda corta en la novena letra. Él responde con un rostro hierático, una mirada opaca de alienación, un tanto cáustica. Al conocerse (encontrarse) se saludan, más como una forma de quitar pausas a una sola conversación infinita, palabras que llegarán a un número determinado, que abarcarán repeticiones y permutas, todas sólo igualadas por el cariño formado a base de la manifestación de sentimientos y los momentos compartidos. Empiezan a caminar juntos, más como una forma de sumar pasos a ese número concebible que es el representante de sus momentos unidos, un tiempo exclusivo de ellos como un solo ser. Ella desvía la mirada. Él busca sus ojos, pero no los encuentra. Sus brazos se cruzan, más como manifestación del deseo entre sus personas de tener un contacto íntimo, una ilusión de verdadero estrechamiento pero éste termina siendo más un consuelo de la imposibilidad de esto, que sus mentes nunca se tocarán, que nunca podrán ver el verdadero amor que sienten entre sí, sólo la expresión del mismo; sólo habrá unión de carnes, nunca de huesos. Él escucha los pasos de ella. Escucho el reloj como forma triangular. Los nombres pierden su importancia; no hay palabras que exijan ese epitafio. El cuerpo sólo manifiesta dolores y penas. Autorrealización, reflexión, acercamiento divino terminan siendo ideas (mentiras) que se cuentan entre padres y reyes. Viven aquel momento de tortuoso semilunio, como lémures o zaparrayos, nunca como humanos que cargan una infancia, etapa de única felicidad e ingenio. Ella escucha los pasos de Él. Ver cómo van vestidos e intercambiar miradas de arrancarse las ropas. Sus brazos se separan. Ella desaparece de su vista. No sufre, como no se debe sufrir. Hubo un lapso dichoso. La realidad no depende de la prevalencia de momentos, sino de haber formado parte de aquel inmenso libro al que se llama Historia de la Humanidad. Vivir dentro de la comunión de todos los hombres para hacer feliz a un solo hombre. Él al estar solo logra verme. Su mirada me asusta pues ningún personaje de mis relatos había logrado mirarme. Yo ser narrador entre tiempos. Vermequedarherido. El zafio monta los pasados. ¿Quefe pafasafa? Refeflefejofo. In Vino Veritas. El Coronel Aureliano Buendía se encontraba frente al pelotón de fusilamiento cuando recordó aquella tarde en que su padre lo llevó a conocer el hielo. Era la mejor de las décadas aunque nada sea más que una historia, llena de ruido y (espacio en blanco). Nunca se debe ver al narrador, le da un rostro al alma y a los personajes. Vuelve a éstos en mentiras y locuras de un hombre solitario. Tú lector conviertes mi locura en tuya, un tanto nuestra. Te das cuenta de que estas palabras, también llamadas farsas, no son más que un método de construcción (albañilería de ilusiones), una forma de querer expresar lo abstracto, lo imposible. De versar una pintura de Goya o un boceto de Ludwig Mies van der Rohe. De danzar un verso de Leopoldo Lugones o de pintar una película de Bergman. Cosas inconcebibles pero en su inconcepcibilidad se dibuja lo divino. Yo soy pasto y la joven es noche. Observas estas palabras, dibujando a un ser eterno en un espacio vacío que llamamos mente, para llegar al estado de solo ser; entonces tú y yo seremos juntos. Al ser logrado durante una brevedad y en base de las palabras pierde un tanto lo real. Te abandonas a la gloria de este mundo, ¿es ésta la verdadera? Armar una historia no es de glorias, no existen premios por mirar el cielo pero sí por decir que el infinito de éste colinda con sus cualidades de espejo, envolviendo a todos los hombres pero también multiplicando a todos los hombres. Todo gusto puede ser una mentira o proyección que para propósitos de este relato terminan siendo lo mismo. La acción pasada es un fragmento de una gran historia, una historia que jamás podrá ser contada. Incluso los sueños, tan absurdos como el mundo, sólo tienen un significado si no se les interpreta. Pero bueno... volvamos a la historia. A Él le ganó el ansia y a Ella la timidez. Salen de ese lugar y dejan todas sus acciones dentro de esas paredes, sin pensamientos ni momentos complejos porque no hubo, o si hubo y yo pienso que no; yo quiero que no. Se miran y logro denotar un compartir llano y ufano, algo que se ha intentado versar en exclusivo pero el espacio y el tiempo se comparten con todos los hombres, con el Universo mismo. ¿Saben qué? Ya no sé por qué les sigo contando esta historia pues mi existir es la locura de un hombre plasmada en tintares y plumazos, sólo para generar imágenes inventadas aunque en un punto pasadas y en otro futuras. Éstas estarán en su mente durante el momento de su lectura. Lograrán ou’s, momentos de despiste y de aburrición porque son palabras sin fin ni motivos, conocidas y arregladas, igual de bellas que una fórmula de integración o de las afinidades electivas. El creador de esta historia, que no soy yo o Miguel Rocha, debe estar seguro de su relevancia, de su infinita proyección hacia la nada; de sus límites imaginarios (Él - Él). Miguel Rocha no es más que un farsante, un plagiador de lo existente, más parecido a un citador que a un creador, pues la creación sólo fue una vez y lo demás es repetición. Odio a ese tipo, con sus teclazos, con su risa estúpida, sus compulsiones por las manchas o su amor irracional a Paul Thomas Anderson. El creador y su idea accidentada de iniciar y terminar en lo mismo, sus metáforas estúpidas de ritmos circadianos e infinitos, se excluye de toda responsabilidad y disfruta de la inmensa relatividad que hay en lo no existente. Este tipo consideró que su visión de los temas de amor, soledad y comunicación silenciosa sería de algún grado relevante, tal vez no era una visión sino una vivencia propia o la de un amigo, o la invención de ese amigo que la contó como suya. Estaría llena de adornos (la vida tiene más momentos Antes de la medianoche que Antes del amanecer) y falsificaciones, luego sería descubierta por el infame Miguel Rocha y éste me inventaría (utilizaría), usaría una cantidad numerosa de plumas y papeles con el motivo de recuperarla. Las historias son destruidas por las palabras, pues ninguna logrará ser fiel al hermoso momento de brisa o de dientes caídos. Pero... ¿dónde quedo en todo esto? Termino siendo menos que un puente, pues Ellos están en aquel campo de esquizofrenias y abrazos, Miguel Rocha en el de las guerras y los helechos almendrados, el creador en el de la eternidad inconcebible, y yo... yo termino siendo un agente de la no-existencia, ¿alguna vez has no existido? Es una cárcel de blancura e inactividad. No puedo leer porque no soy un agente vivo, el arte queda fuera de toda cercanía, no llegaré nunca a lo divino. No puedo sentir amor porque jamás tendré un contacto con otros narradores o con los personajes que profeso, el amor es para Miguel Rocha y la otra persona que decide amarlo de vuelta. ¿Cuál es el sentido de narrar cosas cuyo principio y fin conozco tan perfectamente? Quiero vivir, quiero ser Él o Ella. Quiero ser tú lector. Mi único deseo es sentirme vivo ante los ojos de alguien, una mirada de indicios de amor y aprecio; ser amado sin palabras; ser conocido porque quiero conocer a todos. Así mi vida perderá su sentido, podré afirmar mi existencia con una cantidad finita de pensamientos, por el dolor de alguien, por la razón de existir del otro. Este tipo de cosas me harán sentir vivo, me harán una persona, aunque terminaré muriendo como narrador; me quedaré en este poderoso limbo, entre tu mente y la palabra escrita, como una forma de entretenerte o reírte, porque me escriben para que te llores, no para que me sientas. Ahora lector te preguntas qué habrá pasado con aquella feliz pareja, la pareja que tanto anhelas ser pues no necesitaron de te amos ni un compartir de ideas para disfrutar de su amor, sólo de la presencia del otro para entender que sus silencios lograrían más unión que toda una vida juntos. Qué importa si tuvieron hijos, una casa y medio siglo unidos. Qué importa si fallecieron al siguiente día. Arma la historia que desees pues te ganaste el derecho al haber sido testigo de su momento de mayor comunión y todos los restantes sólo quedarían en intentos de emular aquél. Lo único que debes saber es que todo termina, y este desenlace llegó con: Mi nombre es (...) dijo Él. ** Miguel Alejandro Hernández Rocha http://www.letralia.com/firmas/hernandezrochamiguelalejandro.htm Escritor mexicano (1994). Estudia psicología en la Universidad Autónoma de Baja California (UABC, http://www.uabc.mx). === Cinco textos Jesús Peñalver ====================================== *** Leí sus letras Leí sus letras, sentí su corazón en mis manos, su padecer en mi conciencia sin culpa, sus desvelos iluminados por tanta gracia y sentimiento... Leí sus letras, supe que el verbo nostalgiar se conjuga pulso a pulso, tic tac de reloj, lluvia constante, viento que raudo cruza el horizonte llevándonos... Leí sus letras, sentí tan de cerca sus horas de angustias, sus anhelos de amor, la dicha contenida en el jardín de sus ojos, la tristeza pasada de todas las edades... Leí sus letras y por un instante pensé que conocía desde antes su contenido oceánico, su universo de ansias, sus recodos de melancolía y de íntimos recuerdos... Leí sus letras y en la mirada se juntaban su conciencia poética y mi voz un tanto trémula al leer tanta pasión infinita, tantos sentires conjugados, tanta vida y más! *** La rabia me rompe los gritos Ven. Juntemos cada pedazo y armemos una melodiosa sinfonía. Ven y no creas nada de mi silencio si ya todo te lo he dicho. Si he de callar algo por ti es porque te encierro en mí para que estés conmigo. Por eso ven, vamos al jardín y, en silencio, contemplemos las mariposas tejiendo el aire de la noche y despertando el conticinio. ¡Grita! Lástima de aquel que no sabe oír la noche, reconocer su silencio, y precisar cuándo se calla o se cae de sueño... Al final no dejemos que sean sólo palabras, esas que se quedan en un baíl siempre abierto a ver quién lo cierra. Valdría la pena, entonces, luego de olvidarse de todo precedente e ir hacia el sueño. ¡Cállate en mí y grita cuanto quieras! *** La vida nos aleja en los silencios... Y nos dice tanto con su muda voz que grita ¡nos necesitamos! No sólo nos besamos, también callamos para decirnos en un beso cuánto nos anhelamos cuando dejamos de hacerlo y cuánto nos queremos cuando nos reencontramos... El aquí eres tú y yo en tu allá. Nuestro dónde seguirá siendo todas partes, los ignotos lugares que hemos juntos imaginado y también por separado aquellos que hemos desconocido... ¿No te he dicho, acaso, que sólo envidio a mi pensamiento porque puede volar lejos de aquí? La vida nos aleja en los silencios, las letras lo rompen para acercarnos... ¿Así? Lo has dicho tú, lo has preguntado, y yo concuerdo. Por eso te he pedido letra para este poema, sin saber si estoy en lo cierto ni imaginar tampoco que puedas acercarte a mí como lo desea este silencio así... *** Soneto contigo... Contigo allí, a corazón remoto, y allí contigo con mi pensamiento... ...te dirá el viento lo que ahora siento, mi diáfano cariño, nada ignoto! Y si acaso ves que en mi amor denoto, y adviertes todo lo que hoy presiento, es el céfiro todo un sentimiento, cantando que de ti soy un devoto... En esta hora cuando el verso alcanzo, pensando en ti, mi amor, en tu remanso pienso y sueño en lo que en ti imagino... valdría la pena darse por entero, a añorar, sentir lo que ahora quiero, mi pensamiento sea en tu destino. *** Serpiente Esta serpiente de dulce veneno, esta serpiente que a morir me invita, ¡qué mal habré hecho yo para tal cita! mejor quedarse quieto en su terreno. Prefiero a las angustias poner freno y esperar si el amor nos resucita, si renace en su fulgor la flor marchita, ¡tomadla entre tus manos e id sereno! Caminar el sendero de los sabios, superar cualquier duda imaginada, libar sólo el veneno de sus labios... de aquel licor mortal que da en sus besos, que sólo así me salvarán sus rezos, cánticos de su boca almibarada. ** Jesús Peñalver http://www.letralia.com/firmas/penalverjesus.htm Escritor venezolano (Barcelona, Anzoátegui, 1964). Abogado de la Universidad Santa María (USM, http://www.usm.edu.ve; 1988) y especialista en derecho administrativo (USM, 1988). Profesor en la Universidad José María Vargas (UJMV, http://www.ujmv.edu). Tallerista del Consejo Nacional de la Cultura (Conac) en materia de legislación cultural y descentralización del sector cultura. Asesor de la Comisión de Ambiente de la Cámara de Diputados del Congreso de Venezuela. Asesor de la Comisión de Cultura del Colegio de Abogados del Distrito Federal. Consultor jurídico adjunto y adjunto al director general de la Fundación Teresa Carreño. Asesor jurídico de Clada-Danzahoy, Fundación Artistas por la Vida y de Fundavisual Latina. Abogado de varias empresas e instituciones privadas. Agente de la propiedad intelectual. Consultor jurídico de la Fundación Cinemateca Nacional y de la Fundación de la Diversidad Cultural. Actualmente columnista de varios diarios en Venezuela, Miami y Suramérica, así como en páginas de Internet. === Cómo murieron nuestros hijos Juan José Colomer Grau ============== “El ser es y el no ser no es” Parménides Prólogo La mano no alcanza a la cucaracha, que, veloz, se escurre por detrás de la nevera. Después de maldecirla le advierte de que le espera la congelación antes de que pueda disfrutar de la lechuga, si es que acaso consigue entrar y no se electrocuta antes. Pero la olvida justo cuando se ofrece otra para el desquite, indefensa en el fregadero. Como tiene asco de aplastarla con la mano desnuda, coge papel de cocina y la envuelve con él. Una vez los cuerpos distanciados, la aplasta, palpando el crujido del exoesqueleto. No obstante, desiste por hastío cuando ve pasar al lado de su pie izquierdo una tercera apresurada ante la inminente cita con la cuarta que sube por los bordes del horno y en cuya cima le espera un aceitoso pantano en los fogones. No intenta pisarla al estar descalzo, aunque intenta chutarla, como modo de minimizar el acercamiento, aunque sin éxito y un resbalón que desata el cabreo. En el salón la oscuridad queda rota por la parpadeante pantalla de la televisión. No puede dormir. Un resto de anfetamina, esnifado hace horas, detenido en las mucosidades, ha logrado al fin tocar la pituitaria. Mira la televisión sin prestar atención, abarcado por esa desesperación contenida, hueca, formada de ideas para actuar frustradas por la nerviosa inmovilidad del cuerpo, como un conato de nada que se expresa en el rechinar de los dientes. Si hubiera alguien con quien hablar le hablaría de su marca de cerveza favorita, de que prefiere la col y el brócoli a la coliflor, de que cuando estuvo en Filipinas de vacaciones se lo hizo con dos muchachitas de rostro inocentón y picante, de que él siempre va de frente y sin mentiras. Pero, debido a la ausencia, se tiene que conformar con la arrogancia de una investigadora del departamento de homicidios que en este capítulo persigue al jefe de una banda de raperos encocados. Cambia de canal cuando toca relaciones amorosas de la detective como trama paralela a la caza y captura; y se detiene siempre en un canal en el que jovencitas asiáticas se dejan caer sobre las arenas blancas de una playa hawaiana. Algunas veces se levanta sin razón, permanece unos segundos en pie y vuelve a sentarse, hasta que finalmente se decide ir a la mesita en busca de otra raya. La gota que se cuela por las fosas nasales hasta la garganta, amarga y sintética, seca la campanilla, haciendo costoso tragar saliva. Una cerveza fría es lo que más le apetece, mientras la dopamina atrapa su cerebro en una espiral habladora que no tiene quien le escuche. Pero cree que salir para tomar una copa es mala idea si se tiene en cuenta que tiene tres latas en la nevera. Si hubiera alguien haría chistes sobre negros, chinos, mujeres, leperos, maricones y borrachos. Todo un recital atraviesa con velocidad su pensamiento, haciéndole reír mientras abre la puerta de la nevera. Al principio cree que el cosquilleo que siente por la tibia es un efecto de la euforia, pero éste sube con velocidad por la rodilla y la pantorrilla hasta llegar a los huevos. Cuando mete la mano y aprieta se estremece al comprobar que el crujido lleva consigo la emergencia líquida. Sin perder los nervios y armado de valor, saca la mano y se encuentra con el cadáver de una cucaracha. Con gesto de asco la tira y se lava las manos. Luego se acerca nervioso y abre de nuevo la nevera y sin mirar alcanza una lata y sale corriendo al comedor. No le gusta la idea, pero, tras unos tragos que le dan valor, decide salir a comprar matacucarachas a uno de esos supermercados abiertos las veinticuatro horas. ... Al salir a la calle todas las ganas de hablar con alguien mutan en la necesidad de rehuir miradas y palabras. Camina con la cabeza gacha y agradece que sea noche cerrada, por lo que apenas hay coches circulando y mucho menos peatones. Mira al suelo cuando apenas observa una sombra que se dirige en dirección contraria. No desea que sea alguien conocido. El momento del cruce se resuelve sin más y ambos aceleran el paso. Ya avizora las cristaleras del supermercado, que ofertan un luminoso interior de estanterías preñadas por las nítidas líneas de los artículos en venta. Latas, tetra briks, poliuretano, packs, frascos, botellones, cajas, cajitas y bandejas cerradas con película transparente. Cada empaquetado tiene su marca y su destino, por lo que, cuando entra, va directamente a la sección de insecticidas, donde advierte varias cajitas grafiadas con cucarachas, algunas exageradas y humanizadas mediante trazos que acaban en un chichón tras un martillazo. Le llama la atención una caja que promete convertirle en el Hitler de los insectos. Se decanta cuando lee la palabra feromona junto con la evidencia oracional de que se han testado científicamente. Movido por un arreón nervioso tras sorber los mocos, se provee de cinco ejemplares. ... El impulso charlatán retorna una vez prepara otra línea sobre la mesita. Si hubiera alguien le preguntaría qué rincones son los mejores para esparcir las trampas y si es la cocina la zona que demanda mayor atención. Tras unos sorbos de cerveza decide colocar una trampa cerca de la nevera, otra en el apartado del cubo de basura y una tercera en la esquina donde apilaba la cebolla y los ajos. De las dos que quedan una la reserva para el dormitorio y otra para la parte trasera del mueble que sostiene el televisor. Con la necesidad de otra lata de cerveza y tras pensar que la videorreconstrucción del crimen, en la que un dócil padre de familia explotó y mató a su mujer y sus tres hijos con un mazo para ablandar la carne y una vez en la calle lo intentó contra todo el que se le acercara, era perfecta, tal y como la había leído en el periódico; descubre con pavor que la trampa cercana a la nevera está saturada de cadáveres. Otro tanto ocurre con la de la basura y la de las cebollas. Vacía las trampas y las vuelve a colocar, con intención de volver una vez compruebe las de la habitación y el televisor. Movido por el empuje de otro tirito y vocación de registro, pasa un tiempo yendo de trampa en trampa para vaciarlas. Al final logra realizar rondas de cinco minutos, llenando en poco tiempo una bolsa de basura de treinta y cinco litros. La montonera de cadáveres evidencia la insuficiencia de las trampas, por lo que decide ir a comprar más. Con veinte trampas llena en apenas treinta minutos otras dos bolsas de basura, lo cual le obliga a buscar una solución, la cual cree que alcanzará una vez otra rayita otorgue un plus de excitación. La boca chirría mientras busca inspiración en un documental sobre el trato adecuado que se le debe dispensar a un caballo, presentado por un educador animal que se vanagloria de haber domado a los caballos más salvajes y violentos con tan sólo unas palmadas en los cuartos traseros. Cierto que puede tirar las bolsas en el contenedor, pero el carácter infinito que parecen tener las cucarachas puede disparar el gasto. También puede vaciarlas y rellenarlas, pero la expectativa de que alguien pueda verle le produce temor, aunque no dudaría en preguntarle qué haría si estuviera en su situación. De pronto una idea enlaza su pensamiento. Puede quemar los cadáveres. El horno toma ventaja como solución. Decide realizar una prueba, no sin antes desatascar por enésima vez las trampas, y se da cuenta de que las dos bandejas no dan abasto. Al terminar la cerveza, y tras prestar atención a un documental sobre los barrios más peligrosos del mundo, decide probar con la barbacoa gourmet que aún no ha conseguido estrenar por falta de invitados. La casa apesta a cucaracha quemada mientras ya prepara una segunda hornada con la conciencia de que esto no tiene fin. No obstante, especula con el ideal de un exterminio total antes de que se inicie la fase de reproducción; ideal que no atenúa la creciente desesperación al darse cuenta de que el gramo de anfetamina se ha terminado. Imagina el interior de las paredes atestadas de nidos, imagina una gran fábrica dedicada a la perpetuación de la especie y que él convierte en residuos tras pasarlos por la barbacoa. De pronto se le ocurre esparcir las cenizas como advertencia. Se le ocurre que ello puede provocar la migración de la colonia ante la expectativa de la incineración, aunque se pregunta si las cucarachas tienen sentido del horror. De lo que no duda es de que debe comprar más trampas, aunque no ahora, pues el cuerpo empieza a bajar. Sabe que una vez eliminada la anfetamina acaecerá un golpe de cansancio, por lo que piensa que es mejor que le dé en la cama, no sin antes colocar siete trampas en la puerta para alimentar la ilusión de seguridad. Antes de que los ojos se cierren, cinco minutos de pensamientos le recuerdan que una vez escuchó que la cucaracha era el único animal que sobreviviría a una hecatombe nuclear debido a su mayor resistencia a la radiación. Epílogo Primero fue el destello, pasando la noche a ser un día de sol lechoso, apenas tres segundos, el día más corto, el día que, con el trasfondo del inabarcable hongo, lo cambió todo. Después llegó un viento que atravesó ventanas y pulmones, latas y cartones, el agua del río y la del cagadero. Pronto empezó a caer el cabello. Pronto empezaron las manchas rosas y turquesas. Primero en la ingle, después en los pies y las más traumáticas en el rostro. Los dientes tardaron más en caer y el síntoma de que los huesos se han vuelto frágiles se revela cuando se rompe el dedo meñique mientras se lleva un vaso de agua a la boca. Dolorido se sienta en el sofá. Afiebrado piensa que debe salir a por unas cuantas latas de conserva. Tan sólo le consuela el que las cucarachas han desaparecido, aunque puede ver moscas con cinco alas, arañas de fresa ácida, mosquitos que han duplicado su tamaño. Por las noches, en los agujeros de la pared, percibe miradas fosforescentes, de las que no sabe si son reales o efectos cerebrales del accidente, aunque no se acerca a comprobarlo, pues teme que puedan asaltarle. Mejor la duda que la certeza, aunque a veces se pregunta por qué se empeña en seguir vivo. La calle se ha vuelto ocre y vacía. Los parques han tomado la imagen de bosques quemados y el cielo presenta una desconsoladora ausencia de aves y de nubes. Hileras de coches que se oxidan forman los fósiles de lo que fue la vida anterior. En el supermercado donde compraba la cerveza, ahora entra a sus anchas para proveerse de latas de conserva. Siempre llena dos carritos, en los que deja un hueco para darse un capricho en forma de whisky o ginebra, aunque sin abusar, pues es consciente de que debe mantener los sentidos alerta, pues aún no sabe de otros que hayan podido sobrevivir y si representan amenaza. Teme encontrar a alguien en el supermercado, armado y con la moral del superviviente. También ha visto perros flacos, con tumores en las orejas y el hocico, cojos, ciegos de cataratas; aunque ninguno con fuerzas para atacarle sino más bien para rehuirle. Cuando sale con los carritos, le preocupa que al bajar la rampa la rodilla le falle, a lo que hay que añadir el persistente dolor del meñique cuando empieza a empujarlos. Al caer la noche se siente afortunado de que el suministro de luz no se ha cortado, aunque es reticente a encender la luz del salón y se conforma con la blanquecina luz de la pantalla, que sólo ofrece los chispeantes puntos negros, blancos y grises. Resulta curioso que el único canal que funciona es la imagen estática de una bola de cristal y la promesa de conocer el futuro de forma inmediata, siempre y cuando llame al número de teléfono que hay debajo de la pantalla. Ha intentado llamar a ese número y a muchos otros, pero ni siquiera escucha el pitido entrecortado de la ausencia de línea es la canción, junto con el áspero y rasgado ruido de la radio, donde busca frecuencias en las que se informe a la población sobre los lugares a los que debe acudir para recibir tratamiento y atención sanitaria. Normalmente se va quedando dormido mientras con la punta de la lengua busca dientes aflojados. Cuando encuentra uno se calma balanceándolo, pero con el cuidado de que no se desprenda. Con ello calibra de una noche a otra si se ha aflojado más o si sigue aferrado. No le resulta dificultoso alcanzar el sueño, pues el cansancio le domina desde que despierta hasta que se estira en el sofá, en donde cree que la luz del televisor le protege de esas miradas fosforescentes, que siente que le acechan, esperando el momento oportuno para lanzarse sobre él. Cuando despierta algunas veces cree ver algo que parece un balón de rugby que se escurre por la cocina al sentirse descubierto. El meñique palpita, caliente y doloroso. Suda. Cuando intenta incorporase suena un crac en la muñeca. Grita. Rabia. La mano cuelga mientras se forma un bulto. Está a punto de perder el sentido, pero lentamente se repone, al tiempo que el dolor se vuelve estable y soportable. Afiebrado piensa que debe ponerse hielo. Siente alivio mientras vuelve al sofá. Le preocupa la evidente descalcificación de los huesos. Mira el bulto. Le desasosiega pensar que se ha convertido en una cosa que no puede defenderse. Le horroriza caer y no volver a levantarse, viendo pasar los días hambriento, sediento y sin más perspectiva que la fina capa que aún forman las cenizas de las cucarachas. Le horroriza pensar que cuando llegue ese momento los ojos fosforescentes tomarán cuerpo, bocas, dientes, y que primero le olfatearán, como carroñeros que se aseguran de que la comida ya está inerte. ** Juan José Colomer Grau http://www.letralia.com/firmas/colomergraujuanjose.htm Escritor español (Muro del Alcoy, Alicante, 1977). Licenciado en filosofía. Actualmente reside en Zúrich, Suiza. Ha publicado artículos de opinión en las revistas digitales Rebelión (http://www.rebelion.org) y Kaos en la Red (http://www.kaosenlared.ne). Mantiene un blog literario en http://tiemposdenadie.wordpress.com. === Las espléndidas ciudades (extractos) Sergio García Zamora ======== Las espléndidas ciudades Sergio García Zamora Premio Eliseo Diego de Poesía 2012 Ediciones Ávila Ciego de Ávila, 2013 *** Ojos que miran venir la ola Ojos que miran venir la ola hasta ensombrecer bajo la ola porque ya es todo cuanto se les concede. Idea que se aviene con las costas del Japón, las costas de Fukushima —ahora mismo—, las aciclonadas costas de La Habana. Ola de turbación fue el Mariel cuando la patria se despedía de la patria y todo resultaba evidente. Desde entonces esa agua no tiene paz. En Matanzas —nombre devenido premonición— he visto, junto a estibadores, una trifulca: palabra que no se ajusta a la pelea entre un mulato y otro, pero que logra disimular el cuchillo y el horror, bajo las sílabas. Hace poco he leído que el Mar de la Tranquilidad se encuentra en la Luna, lo cual no me asombra en absoluto. *** Otro (el mismo) camino de Santiago ¡Oh Cuba! ¡Oh curva de suspiro y barro! Federico García Lorca Mi padre prometió que iríamos a Santiago para ver el rostro de la Virgen. Sobre un agua demasiado revuelta viajó ebrio nuestro espíritu. Ir a Santiago, Dios mío, en un coche de agua negra, como siempre dijo Federico. Ir a Santiago: sobrevivir a la penuria, recobrar la fe de los días luminosos con el manto de Nuestra Señora. Ir a Santiago, ¡Oh Cuba!, mi padre prometió que iríamos a Santiago. Pero en esta ciudad solo he visto cómo la gente se curva, cómo el aliento no es aliento, sino suspiro y cómo nos volvemos animales de silencio en el barro. *** Isla, dragón Esta isla es un dragón con los ojos comidos por la sal; un dragón ciego cuyas escamas no esplenden aunque cien vírgenes las pulan durante toda la noche. San Jorge llega a caballo sobre una barca de espinos y rodea al monstruo: busca un sitio blando para dar su lanzada. Pero el caballero ve lo mismo que Vasco de Gama: excelentes puertos y ensenadas. Es una isla, concluye, y se marcha San Jorge, matador de dragones, en el trópico burlado. Esta isla es un dragón que vela por el tesoro de otra isla. A veces los ciclones le tientan las alas sin saber que es bestia marina. Bañarse en su sangre concede la vida eterna. Yo, que me he sumergido en sus cauces, he probado morirme de nostalgia, de hambre, de hastío, pero nada me queda claro. Si partieras ahora hacia una espléndida ciudad del mundo, no te culparía. Es tan difícil vivir sobre el lomo de un dragón... ** Sergio García Zamora http://www.letralia.com/firmas/garciazamorasergio.htm Poeta y editor cubano (Esperanza, 1986). Licenciado en letras por la Universidad Central de Las Villas (http://www.uclv.edu.cu). Ha publicado Autorretrato sin abejas (Ediciones Sed de Belleza, 2003), Tiempo de siega (Premio Poesía de Primavera 2009; Ediciones Ávila, 2010), El afilador de tijeras (Sed de Belleza, 2010), Poda (Premio Calendario 2010; Casa Editorial Abril, http://www.editoraabril.cu; 2011), Día mambí (Premio Digdora Alonso 2011; Ediciones Vigía, 2012) y El Valle de Acor (Premio Fundación de la Ciudad de Santa Clara 2011; Editorial Capiro, 2012). Ha obtenido los premios Fernandina de Jagua, Manuel Navarro Luna y José Jacinto Milanés. Textos suyos aparecen en publicaciones de Honduras, Puerto Rico y México. Mereció en 2012 el Premio de Poesía Emilio Ballagas con La sobrevida. === Dos cuentos breves y preñados de soledad ============================== === Amílcar Adolfo Mendoza Luna =========================================== *** La gran traición Hace calor, aquí, en Frigia. Mi bello Antínoo no regresa. Me pregunto dónde estará meciendo su cabellera color del fuego, digna de Apolo. Cierro los ojos y lo siento yaciendo conmigo en el lecho, quemándome la espalda con su cuerpo hecho un solo miembro. Incinerándome en lo más profundo. Estoy solo en nuestra cama y añoro su doloroso calor. Ahora entiendo a Sócrates y los celos de Platón. Y los compadezco. Ellos sólo tienen las palabras, su Logos. La luz de su caverna. No conocen la noche ni han disfrutado la sabiduría que obtuve embriagado por la pasión. El mismo Baco envidia el tamaño de mis placeres bacanales. Nada se iguala a ese instante en que montando otra piel asciendes al Olimpo con más presteza que Belerofonte sobre Pegaso y caes con mayor placer que Ícaro en un sopor que ni la mayor borrachera puede regalar. Sócrates siempre intentó hacerme uno de su redil seduciéndome con sus preguntas trucadas, pero nunca su logos fue tan apremiante como el eros, jamás el amor a la sabiduría pudo suplantar a los designios de Eros. Hago el amor a los otros y el daño también. Tomo lo bueno y renuncio a lo malo de la vida. ¿Qué sentido tiene preferir sufrir un mal antes que imponerlo a los demás? Al verlo voltear los ojos de esa gran cabeza, por un breve instante sentí que Moria, la diosa de la Locura, convencía al gran filósofo, amante de la sabiduría, de mis certezas. Una eternidad fugaz, eso fue todo. Si todavía tuviera una batalla que perder no dudaría en dar a mi Antínoo mis naves y mi ejército. Pero es mala idea. Ya lo hice con otro de mis amantes y, como consecuencia, ya no tengo ni siquiera patria ni aliados. Sólo enemigos, como el sátrapa Farnabazo, de quien sospecho demasiado. Soy el proscrito Alcibíades, el amo de las traiciones. Traicioné a Atenas, luego a Esparta y después a ambas cuando me fugué al Asia. Y me hundí en el país del Loto. Así soy yo. No puedo quedarme en un solo lugar. Ni puedo ser leal. La lealtad es para los débiles y la pasión es para los fuertes. Yo soy fuerte. Ni siquiera Sócrates lo pudo negar cuando disfrutaba de mi vigor en el lecho. Las palabras no van conmigo, sólo la acción. Mejor dicho, las intrigas son lo mío. Mis mentiras son mi verdad y mis traiciones la única lealtad que acepto. Pero envejezco y siento que cedo al amor como no lo hacía antes. Antínoo goza de mí, cosas que nunca hubiera dado a nadie. Mucho menos a Sócrates. A veces la pasión me inclina a pensar que podría ser más bello que yo a su edad. Felizmente que sólo en eso me aventaja. No creo que sea calor lo que siento en Frigia. Siento la sofocación del humo. Son los hombres de Farnabazo. Estaba perdido y gentilmente me encontraron. Mi bello Antínoo señala la casa alzando su torneado brazo. Parece que no sé evaluar bien a los bellos. La casa se quema. Me piden que salga. Por última vez voy a traicionar sus expectativas. Moriré peleando. Hasta los traidores como yo pueden morir con honor. Será la última traición que haga. *** Eurídice Hay tantas cosas que dejaron de tener sentido en estos días. Quisiera rebelarme y me doy cuenta que no tengo el valor para desairar este guion no escrito y que nos obligan a escribir y actuar. ¿También te traiciono? Ya ni eso tengo claro. Me gustaría que no fuese así, pero tengo mis dudas. Te siguen llamando héroe, esos mismos generales que te mandaron a morir en una guerra hecha al caballazo. No les basta con tomar tu vida, también quieren apropiarse de tu imagen para limpiar sus conciencias. La sangre lava más bonito dicen. Son caníbales. Eso son. Peor que esa señora que todas las noches se lavaba los crímenes del día, quejándose de que sólo la sangre lava la sangre. Te llevaron tan lejos, Orfeo. ¡Pero qué lindo te veías con uniforme! Me asaltó una mezcla de ternura y calentura en ese momento. Mi pecho latía, pero sentía mis latidos más abajo. No me siento culpable de despedirte con eso que tanto me pediste. Lástima que el apuro y el nerviosismo no te ayudaron. Fue tan rápido que casi no me acuerdo de lo que sentí, o quisiera pensar que tuve tiempo de sentir, sería más lindo. Pero no recuerdo. No nos dieron tiempo de fabricar nuestros recuerdos. Sólo te veo de espaldas medio vestido y peleando con tus botas. Me gustaría tener un mejor recuerdo que un beso antes de partir a la guerra de ellos y la promesa que lanzaste mientras te ibas. Hasta el amor cuesta. Para el matrimonio hay que sacar plata y para ir a la selva a matar te dan plata. Sólo hay que sobrevivir, y cumplirías tu promesa. Tú querías cumplir, pero parece que ellos no. Ya es malo que mueras, pero es peor que hayas muerto abandonado por tus jefes, malherido e inerme. Me da náuseas recordar que te capturaron y te torturaron. Siento cómo se revuelven mis tripas con la ira. No quiero volver a una morgue nunca más. El olor a detergente y muerto rancio no me hacen bien. Sigo con más náuseas. Unos de tus jefes se acerca para darme el pésame, fue el primero en decir “héroe”. Si ellos no te hubieran abandonado a tu suerte, no serías héroe pero estarías conmigo, ¡vivo! Quisiera mandarlos a la mierda cuando los veo alabarte y sentirse tan cómodos cuando nos pasan dinero. No quiero traicionarte como ellos. Sigo de luto y lucho por recordar cada minuto contigo, aunque no hayamos tenido mucha historia. Pero la tendremos, querido Orfeo. No has muerto, Orfeo. Lo nuestro todavía continúa. Te tengo en mi vientre. Me has rescatado de mi desesperación. Ya no siento ira ni frustración. Me regalaste tu amor y me quedo con lo mejor de ti. Eres mi héroe y me rescataste del Infierno. Ya no importa que esos bastardos hablen de ti. No has muerto. Me lo dicen estas náuseas que anuncian tu regreso. ** Amílcar Adolfo Mendoza Luna http://www.letralia.com/firmas/mendozalunaamilcaradolfo.htm Escritor peruano (1970). Abogado egresado de la Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP, http://www.pucp.edu.pe; 1999). Magister con mención en derecho civil por la PUCP (2002). Viajó a Roma (Italia) becado por la Unión Europea (http://europa.eu/index_es.htm) y la PUCP y cursó estudios de maestría en la Università degli Studi di Roma Tor Vergata (http://www.uniroma2.it), donde obtuvo el grado de máster (2006). Desde 2001 es docente universitario. Publica regularmente artículos jurídicos en revistas especializadas. === Poemas Diana María Ivizate González ============================== *** Muros La Escuela de la Contención tiene muros muy altos y un jardín donde se miran extasiados los contenidos. Pero una tarde escapa por encima del muro una palabra y miran asustados la magia del idioma y acuerdan defenderse de todos los mensajes, hasta que el muro cede y desguarece. Entonces esos seres, temerosos, acarician el Verbo. *** Espinas Penélope y Calipso esperan a Odiseo en el Monte de Espinas. Ramas de olivo, plumas de pavo entre sus dedos. Yacen hasta que llega, y Penélope exige una estrofa cantada, y Calipso una queja. Le despojan de todos sus temores, las espinas ya son manto de seda. Pide... alguna historia en versos que no sabe. Cuentan... las dos, al tiempo que se agitan. Una enjuga su frente y él se deja. *** Dolor Perdida contra el límite empujo y retrocedo. Le he seducido ya noches enteras sin que se mueva un ápice. Le he ofrecido mi alma en sacrificio, pero ni el aire pasa, ni el aire se percibe. La noche anuncia lluvia contra el cemento, contra el cristal y el miedo, y el límite no cede. La tempestad cerrada me sorprende abrazada a su espalda, pidiéndole un deseo... Relámpagos tenaces iluminan mi cuerpo entre su marco estrecho. Soy esa criatura que tiembla socorrida por un trueno. *** Conciencias Escila ha sentado las cabezas. Ya no se come a nadie, sólo reza por que alguien coma de su mano. Seis bocas, seis razonamientos, seis conciencias... no fueron suficientes para cazar amor. Y el monstruo sobresale ahora del abismo que da pena, recita poesías mientras chocan las olas con sus sextos sentidos. *** Declarar(se) [...] la sed de lo perdido. Eliseo Diego ¿Con qué mirada helada me miran, desde cuánta distancia los poetas ausentes, que fingen no saber? ¿Y cómo declararse en la barca de Dante, con Virgilio a la espalda calculando las artes amatorias? Culpable o inocente no son las únicas declaraciones que hacer a la deriva... Y los poetas zarpan, minutos antes de escuchar. Dejan versos sin réplica que acariciamos lentos en el agua, con sed de lo perdido. ** Diana María Ivizate González http://www.letralia.com/firmas/ivizategonzalezdianamaria.htm Filóloga y docente cubana. Reside en Valencia, España. Es licenciada en filología inglesa por la Universidad de La Habana (http://www.uh.cu; Cuba, 1995; título homologado por el Ministerio de Educación y Cultura de España, http://www.mcu.es, 2001) y doctora por la Universidad Politécnica de Valencia (UPV, http://www.upv.es), Departamento de Comunicación Audiovisual, Documentación e Historia del Arte (2009). Se ha desempeñado como profesora en la UPV y en Youngstown State University (http://www.ysu.edu; Ohio, EUA; 2008). Ha publicado, entre otros libros, Álbum de los amigos de José Lezama Lima (edición facsimilar, inéditos; coedición con Iván González Cruz; Valencia, 1999); La esencia de Eva o el universo de lo femenino (catálogo y comisariado; Valencia, 2000); Ocultas fragancias que golpean (Valencia, 2002); Albur, revista cultural cubana (Órbita) (edición crítica; selección y prólogo junto con Iván González Cruz; Valencia, 2002); Hallar el sitio (Miami, Florida, 2008); Paisajes de mujer (Womanlands) (edición bilingüe; Madrid, 2010); La generación Albur: el desafío a la Revolución (Valencia, 2011), y Virginia Woolf: la experiencia como cuerpo, lenguaje y conciencia (Valencia, 2013). === La hija Cecilia Ferreiroa ======================================== En el asiento de al lado se sentó una mujer. Me preguntó si estaba ocupado y después se dejó caer pesadamente. Casi se tiró. Me había hecho a la idea de viajar sola y tener alguien sentado al lado me molestó. Tenía la sensación de que su presencia interferiría en mis pensamientos. La mujer me sonrió y me dijo que nos esperaba un viaje largo. Me di cuenta de que buscaba entablar una conversación y le dije que no era tan largo, que siempre pasa más rápido de lo que uno piensa. Buscaba disuadirla pero eso produjo el efecto contrario. Me contó que tenía dos hijos. Un hijo y una hija. Su hija tenía mucho carácter, mucha personalidad. Por su tono de voz parecía tener la parte mala de la personalidad, el mal humor pero no la sonrisa, el empacamiento pero no el reconocimiento. Dijo que era muy testaruda, que buscaba obtener siempre lo que quería. Su hijo, en cambio, era una dulzura. No traía tantos problemas. Hacía unos días la hija le había dicho que había perdido la remera del colegio. Pero ella sabía que no era verdad. Movió la cabeza para los lados y se quedó moviéndola un rato. Después, bajando la voz, me dijo: yo sé que lo hizo a propósito, la perdió a propósito. No me imaginaba cómo alguien podía perder algo a propósito. El problema era que la remera era bastante suelta. Pero no era suelta, me aclaró, era su talle, lo que pasaba es que su hija quería usarla muy ajustada al cuerpo. Y mi hija tiene..., dijo, y puso las manos delante de sus pechos. No pude evitar mirarla a ella y a sus pechos enormes. La hija tenía a quién salir. En seguida me contó que todas las compañeritas de la escuela iban igual, mostrando el cuerpo, con ropas dos talles más chica. Por lo visto era una cuestión generacional. La nena estaba desesperada por que la madre le comprara la remera para ir a la escuela, pero ella se resistía a comprarle el talle que la hija le pedía. En un momento sacó de su cartera un papelito y me lo dio. Lo leí: Mamá acordate de la remera, la necesito URGENTE! Talle 12 (doce), color azul marino. Te amo Cuando terminé de leer me dijo: para esas cosas me ama. Y sonrió. Me quedé pensando en el cuidado con el que la chica había puesto el número del talle, como si su madre fuera tarada. Le devolví el papel. Se veía que su hija cuando quería algo luchaba hasta conseguirlo. El problema es que es muy parecida a mí. Yo soy igual. En cambio, Líam no se parece en nada a mí, por suerte tampoco se parece a su padre. Largó una carcajada suave. Me pareció que algo de razón tenía. A veces el parecido era un problema en las relaciones. Algo así me había pasado una vez. Tenía una amiga que era muy parecida a mí. El problema es que nos enojaban las mismas cosas, nos empacábamos de la misma manera. Y por momentos parecía no haber salida a los embrollos estúpidos en los que caíamos. Éramos como un eco de la otra. Cuando discutíamos parecíamos esos muñequitos que caminan y que cuando se topan con un obstáculo se echan para atrás y vuelven a ir hacia adelante para chocar otra vez, y otra. Terminamos cansándonos una de la otra. Lo espantoso era cómo me hacía verme a mí misma, con todas mis imposibilidades, que eran también las de ella. Este último tiempo está terrible conmigo, continuó, me está dando un trabajo enorme. El otro día dijo que se iba a ir de la casa y que no nos iba a decir adónde, que solamente recibiría comida. Líam, que le tiene mucha paciencia, le dijo tranquilamente que iba a tener que decirnos dónde estaba si quería que le mandásemos comida. Por suerte Líam no la toma en serio. Pero ella es el doble de grande que él y es muy fuerte. Cuando se pelean ella lo destroza. Además pelea con una furia que él no tiene. Líam es muy pequeño al lado de ella, a pesar de que es dos años mayor. Todo el mundo piensa que es el hermano menor y eso es terrible para él. Le da mucha vergüenza. En cambio, para su hija era un triunfo. La veía disfrutar cuando alguien caía en esa confusión; sonreía, se burlaba de él. A veces pienso que ella aprovecha su superioridad física para atormentarlo y para obtener cosas de él. Después de decir eso se quedó en silencio. Su silencio no era ameno. Era más que una simple pausa en el hilo de la conversación, más que una interrupción para recordar o pensar algo. Estaba en silencio como ante un árbol que sale volando. Como alguien que vio más de lo recomendable. Quise decir algo para sacarle gravedad al asunto, pero no se me ocurrió nada. La actitud de su hija le parecía especialmente dolorosa. Parecía que veía ahí algo irreversible en relación con lo que era y lo que sería en la vida. Ella no se había permitido tanto con su madre, no le llevaba tanto la contra, ni le hacía escenas horribles. Su hija le gritaba como una loca, con una furia insaciable. No entendía por qué, si su hija se parecía tanto a ella, no se comportaba como ella se había comportado con su madre. En ese punto le molestaba que el reflejo distorsionara su imagen. Lo que más la asombraba de su hija era la transformación que se producía en ella, en su cara, cuando se enojaba. Se ponía toda colorada, la cara se le hinchaba o parecía hinchársele. Esa furia monstruosa, pensaba, estaba en ella en todo momento, contenida. En su cuerpo relajado, en su sonrisa, siempre estaba esa transformación como una posibilidad. Y ella no podía dejar de verla. Su hija no era mala en el fondo, me dijo con voz triste, era una buena chica pero tenía un carácter terrible. No sé de dónde le viene tanta furia, dijo con una sonrisa tensa. Líam no era así en ningún momento, incluso cuando se enojaba lo hacía dulcemente. En él nada de esa furia era posible. Giré mi cabeza hacia la ventanilla. Me puse a mirar el paisaje. Por un rato la mujer se calló. El paisaje era monótono pero tenía algo suave. Se extendía francamente en todas direcciones mostrando el horizonte. Eso contrastaba con lo enrevesado de los árboles. Las ramas crecían tortuosas, como si ese suelo tan llano y simple contuviera algo terrible. La mujer volvió a hablarme. Tenía que hacer un viaje al extranjero por unos días y la hija iba a quedarse con una amiga. Estaba segura de que se portaría bien, de que no le haría las escenas que le hacía a ella. Me dio curiosidad saber dónde quedaría su hijo, pero preferí no preguntar. Estábamos por llegar. Me di cuenta de que estaba impaciente. Tenía muchas cosas que hacer y quería ponerme a hacerlas. De pronto, quería sumergirme de lleno en las obligaciones, en los trámites. Líam no iba a ir con su amiga, se iba a quedar solo en la casa. Ya tenía 15 años y era suficientemente responsable. Además una vecina iba a estar atenta esos días que ella no estuviera. Se encargaría de despertarlo. Él no podía despertarse a la mañana. Dormía con absoluta entrega. Quizás eso también le parecía un rasgo adorable de su hijo. Él le había preguntado por qué lo dejaba quedarse en la casa y a su hermana no. Ella le dijo que sabía que su hermana no iba a hacerle caso, que se pelearían y que sería ingobernable. También le dijo que confiaba en él. Líam estaba muy orgulloso por eso. En un momento le dijo: gracias, mamá, por confiar en mí. La noche anterior no había dormido bien. Durante la cena la hija había estado fatal. Lo que había desencadenado su furia era que no podría ir a una fiesta. La fiesta era el viernes y ella iba a viajar el jueves a la noche. El viernes ya no estaría acá y no quería que su amiga se ocupara de eso. La hija estaba desesperada. Había estado tratando de convencerla toda la semana de que la dejara ir, pero ella había permanecido firme. No podía ir a esa fiesta. Esa noche se lo dijo bien clarito. La hija había empezado a gritar, a decir que se iría de la casa, que no quería verla nunca más. Estaba toda colorada y al hablar escupía saliva. Tenía los ojos inyectados en sangre. Se había levantado con furia de su asiento y le dijo que no quería vivir con ella, que se iba a vivir con su papá, que no quería ser su hija, que su papá sí la quería. Le dijo a los gritos que la odiaba, que la odiaba con toda su alma. La mujer se quedó en silencio otra vez. Después me dijo: yo sentí mucha rabia y sentí muchas ganas de poder decirle lo mismo, que yo también la odiaba. Las casas empezaban a aparecer. La ciudad comenzaba. Me levanté de mi asiento abruptamente y le dije que tenía que bajarme. Se levantó para dejarme pasar. Nos saludamos amablemente y le deseé suerte. Ella me respondió con una sonrisa ausente. (Este cuento fue seleccionado en el concurso Cuento Digital Itaú 2012 y publicado en la antología correspondiente). ** Cecilia Ferreiroa http://www.letralia.com/firmas/ferreiroacecilia.htm Escritora argentina (La Plata). Ha vivido en Venezuela y México. Estudió letras en la Universidad de Buenos Aires (UBA, http://www.uba.ar) y es profesora de lengua. Ha publicado algunos cuentos en diferentes revistas y suplementos culturales en formato digital. === Elegía Norah Vaamonde Olive ====================================== I mourn’d, and yet shall mourn with ever-returning spring. Walt Whitman “había todos los colores de rosas, claveles, también en todos los colores, margaritas, yerberas, lilas, según Mayte, una que parece una espiga y es de color rojo intenso, aves del paraíso, orquídeas, lirios en todos los colores, girasoles, gladiolas en varios colores también (yo sólo las recordaba blancas y anaranjadas), esas que les ponen a los bouquet de novias que huelen rico, no sé cómo se llaman, varios tipos de crisantemos (unos llamados pompones, según Gisela) y las dalias que tú decías, en fin, todo un jardín para papá y un festín para el colibrí. Saludos y un abrazo”. Correo de mi hermana Evelyn describiendo los arreglos florales en el funeral de papá... 1/8/2009 *** Preludio A la víspera partías, una cascada vacía onda en la distancia mi hermana decía: “Padre ha muerto” yo no lo entendía pero salía al acto. Agua en las ventanas aunque no llovía, y un silencio blanco ¿a qué hora morías? ¿Y en casa, que dicen? Ya a nadie oía. Tomé el primer avión tan pronto salía Y creí que tardaba pero no, ya venía. Y mi hija lloraba, su dolor dolía, y madre no estaba, porque ya dormía. No creí encontrarte, pero aún te oía Y vinieron todos, tantos conocías. ¿Cómo? ¿Por qué? ¿Cuándo?, nadie lo creía. Coronas florales, apenas cabían a ellas “aire en el aire”, el pájaro, que el poeta decía Y “aire en el aire”, el viento que en la piel sentía vértigo del momento, súbita caída, víspera de penas, y sin despedidas... *** “Aire en el aire” Pablo Neruda, “Oda al colibrí” El colibrí navega el aire y traza una estela audible. Iridiscentes sus alas se esconden de la lenta mirada y así es aire en el aire cuando, irreverente, entra al jardín que te han hecho tus dolientes. No sabe que estamos de penas, Por eso trae alegremente la vida sin vértigos, plena... *** Despedida Ya no pude describir las vibraciones de marzo, ni el agua marina en el viento, ya no pude. Las escenas con tantas voces quise reproducirlas, ya no pude. Se oyeron, se vieron, saltaron con todos los ruidos, palabras del último encuentro. Estabas triste al verme partir y te dije que volvería, pero no pude. Tengo esta pena, como si te hubiera mentido, es que no llevé provisiones para el camino de regreso. *** La noticia “Approach strong Deliveress!”. Walt Whitman Antes llegó la llamada, cascada vacía por caer, corrí a la vía para llegar. Mañana de marzo, la luz comienza a cambiar y el aire se impregna de ese olor a raíces, como de cebollas. Poco a poco se funde el hielo en los recodos, el sol calienta las ventanas cerradas. Marzo. La calidez, con letargo, regresa. Ya se oyen algunos pájaros exploradores: el tordo, el petirrojo, las tortolitas. Al anochecer, aún los búhos anuncian sombras. Esta mañana, a la luz nueva del mes, el cielo está frío, claro y limpio, pero, como si lloviera, se nublan de vapores las ventanas... Recuerdo que siempre te oí decir que nadie muere la víspera sino cuando le toca, pero te has ido el día anterior, tan pronto, nunca debió tocarte. Esa víspera se llenó de pasajes inciertos Y ya no supe qué hacía Y si aquí yo perdí el punto de encuentro, allá mi hermano sintió que le robaban abril, y a todos... El futuro tomado a la fuerza, un destino sin provisiones. Y ahora, ¿qué haremos cuando abril llegue sin la brisa, cuando el olor a raíces nuevas se quede otra vez enredado en el jarrón de tus cenizas, sujetas aún a los puños de la vida? Sólo una tarde para alcanzar el sur. Una tarde apenas en que la que sólo tengo silencio para el dolor de mi hija. Ya no estás en la habitación que ocupabas mientras se te iba la vida. La vida, movimiento que ya no tenías porque el vértigo se apoderó de ti bajando el ritmo de tu corazón, distrayendo tus alegrías, apenas un hilo luminoso en tus ojos. Ya no hay nadie en los espacios que eran tuyos cuando saliste, y me dejaste sintiendo que te fuiste a la víspera, cayendo. *** Esperanzas Noche de sosiego no habría sido la noche previa, Pero ya habrás recuperado la energía que perdiste Y en otro espacio estarás sin el agobio de tu corazón abatido. Ya estarás más tranquilo donde el corazón no es necesario Y creo que siempre te veré, en el círculo de las noches de insomnio, cuando haga falta el optimismo perenne, que no heredé. No vendrás, lo sé, pero estarás, Y si la muerte libera, como creía Whitman, ahora, quizás, estés ocupado en alguna conversación alegre, sin el dolor de un corazón desanimado, por lo insípido que se puso el mundo cuando no podías moverte. *** Brisas y penas El fresco del trópico entra, lo traen las altas brisas marinas. Este salón casi al aire libre se abre a los presagios de lluvia. Tus hijos somos ahora rosas en tu pecho serás padre central siempre. Pero, ¿quién nos ayudará con las memorias cuando aparezcan los niños que fuimos? ¿y qué haremos con los que vienen a despedirte buscándote en nuestro abrazo, viéndote en nuestros ojos? Ahora, madre te llora en el jardín que te han hecho tus dolientes con las rosas multicolores, y las lilas sin fin para el colibrí indiferente. ¿Quién lanza este dardo viviente al centro de la vida como negando la muerte? Allí están todos, míralos llegar, tus amigos, tantos, se agolpan como voces, personajes detrás de tus historias. Tu capilla ardiente parece la reunión de siempre. Todos hemos vuelto, para verte. *** Caídas Van a llevarte ahora y no quiero sólo quiero que la cascada se llene con tu conversación alegre Y que caiga como el viento de marzo con el olor a raíces nuevas y con las quejas de las tortolitas y el llamado del primer tordo. Quiero que la cascada se llene con el agua que empaña las ventanas que caiga y condense el aire en el aire para ver las alas y las gotas y que al fin mi voz se quiebre y que hable este dolor que duele... que se llene, con los susurros de tus hijos solos sorprendidos a la víspera y para siempre que se llene con el agua clara de tu conversación alegre y que caiga sobre el jardín inmenso que te han hecho tus dolientes. ** Norah Vaamonde Olive http://www.letralia.com/firmas/noraho@usanetnorahvaamondeolive.htm Católica Andrés Bello (Ucab, http://www.ucab.edu.ve; 1980), con postgrado en Lenguas Extranjeras y Literatura en Southern Illinois University (SIU, http://www.siu.edu; Carbondale, Illinois, EUA; 1996). Ha sido cursante de talleres de poesía con Rafael Cadenas (Centro de Estudios Latinoamericanos Rómulo Gallegos, Celarg, http://www.celarg.org.ve; 1983) y con Maria McLeod (Carbondale Public Library, http://www.carbondale.lib.il.us; Carbondale, Illinois; 2000), así como de diversos cursos de idiomas. En Venezuela trabajó en la docencia, entre 1981 y 1988, a nivel de bachillerato y superior. En EUA se ha desempeñado como profesora bilingüe en el Distrito 17 de Cobden, Illinois (1998-2001) y en la Cátedra de Español de SIU (2001-05). Poemas suyos han aparecido en diversas publicaciones, como el diario El Nacional (http://www.el-nacional.com), la revista de la SIU y la revista Lunium Wunders. Además ha publicado el poemario Un pájaro que emigra (PEN Club de Venezuela, http://www.pendevenezuela.org; 1989) y mantiene inédito Dormir sosegado (2006). ||||||||||||||||||||||||||| POST SCRIPTUM ||||||||||||||||||||||||||| ...en literatura todo está relacionado con todo. Mire, querido mío, es como una tela de araña, ¿se imagina una telaraña?, pues bien, piense en todas esas complicadas tramas tejidas por la araña, todas esas vías conducen al centro, mirándolas desde su periferia no lo parece, pero todas conducen al centro. Antonio Tabucchi, La cabeza perdida de Damasceno Monteiro (1997). === Cómo publicar en Letralia, Tierra de Letras =========================== Antes de enviarnos algún texto para publicar en Letralia, le agradecemos leer nuestras condiciones de publicación. Usted puede verlas en el Web en http://www.letralia.com/tierradeletras/publicar.htm. 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