Publica tu libro con Letralia y FBLibros Saltar al contenido

Quevedo contra las costumbres de los castellanos

martes 10 de julio de 2018
¡Comparte esto en tus redes sociales!

Francisco de Quevedo

Epístola Satírica y Censoria contra las costumbres presentes de los castellanos escrita al Conde-Duque de Olivares por Francisco de Quevedo (1580-1645)
Texto de la selección de don Marcelino Menéndez y Pelayo para las Cien mejores poesías de la lengua española

No he de callar, por más que con el dedo,
ya tocando la boca o ya la frente,
silencio avises o amenaces miedo.

¿No ha de haber un espíritu valiente?
¿Siempre se ha de sentir lo que se dice?
¿Nunca se ha de decir lo que se siente?

Hoy, sin miedo que, libre, escandalice,
puede hablar el ingenio, asegurado
de que mayor poder le atemorice.

En otros siglos pudo ser pecado
severo estudio y la verdad desnuda,
y romper el silencio el bien hablado.

Pues sepa quien lo niega y quien lo duda
que es lengua la verdad de Dios severo,
y la lengua de Dios nunca fue muda.

Son la verdad y Dios, Dios verdadero,
ni eternidad divina los separa
ni de los dos alguno fue primero.

Si Dios a la verdad se adelantara,
siendo verdad, implicación hubiera
en ser, y en que verdad de ser dejara.

La justicia de Dios es verdadera
y la misericordia, y todo cuanto
es Dios, todo ha de ser verdad entera.

Señor Excelentísimo, mi llanto
ya no consiente márgenes ni orillas;
inundación será la de mi canto.

Ya sumergirse miro mis mejillas,
la vista por dos urnas derramada
sobre las aras de las dos Castillas.

Yace aquella virtud desaliñada,
que fue, si rica menos, más temida,
en vanidad y en sueño sepultada,

y aquella libertad esclarecida
que en donde supo hallar honrada muerte
nunca quiso tener más larga vida.

Y pródiga de l’alma, nación fuerte,
contaba, por afrentas de los años
envejecer en brazos de la suerte.

Del tiempo el ocio torpe, y los engaños
del paso de las horas y del día,
reputaban los nuestros por extraños.

Nadie contaba cuánta edad vivía,
sino de qué manera: ni aun un’hora
lograba sin afán su valentía.

La robusta virtud era señora,
y sola dominaba al pueblo rudo,
edad, si mal hablada, vencedora.

El temor de la mano daba escudo
al corazón, que en ella confiado,
todas las armas despreció desnudo.

Multiplicó en escuadras un soldado
su honor precioso, su ánimo valiente,
de sola honesta obligación armado.

Y debajo del cielo, aquella gente,
si no a más descansado, a más honroso
sueño entregó los ojos, no la mente.

Hilaba la mujer para su esposo
la mortaja primero que el vestido;
menos le vio galán que peligroso.

Acompañaba el lado del marido
más veces en la hueste que en la cama;
sano le aventuró, vengóle herido.

Todas matronas, y ninguna dama:
que nombres del halago cortesano
no admitió lo severo de su fama.

Derramado y sonoro el Oceano
era divorcio de las rubias minas
que usurparon la paz del pecho humano.

Ni los trujo costumbres peregrinas
el áspero dinero, ni el Oriente
compró la honestidad con piedras finas.

Joya fue la virtud pura y ardiente,
gala el merecimiento y alabanza;
sólo se cudiciaba lo decente.

No de la pluma dependió la lanza,
ni el cántabro con cajas y tinteros
hizo el campo heredad, sino matanza.

Y España, con legítimos dineros,
no mendigando el crédito a Liguria,
más quiso los turbantes que los ceros.

Menos fuera la pérdida y la injuria,
si se volvieran Muzas los asientos;
que esta usura es peor que aquella furia.

Caducaban las aves en los vientos,
y expiraba decrépito el venado:
grande vejez duró en los elementos,

que el vientre entonces bien diciplinado
buscó satisfación y no hartura,
y estaba la garganta sin pecado.

Del mayor infanzón de aquella pura
república de grandes hombres, era
una vaca sustento y armadura.

No había venido al gusto lisonjera
la pimienta arrugada, ni del clavo
la adulación fragrante forastera.

Carnero y vaca fue principio y cabo,
y con rojos pimientos y ajos duros,
tan bien como el señor comió el esclavo.

Bebió la sed los arroyuelos puros;
después mostraron del carquesio a Baco
el camino los brindis mal seguros.

El rostro macilento, el cuerpo flaco
eran recuerdo del trabajo honroso,
y honra y provecho andaban en un saco.

Pudo sin miedo un español velloso
llamar a los tudescos bacanales,
y al holandés, hereje y alevoso;

pudo acusar los celos desiguales
a la Italia; pero hoy de muchos modos,
somos copias, si son originales.

Las descendencias gastan muchos godos;
todos blasonan, nadie los imita,
y no son sucesores, sino apodos.

Vino el betún precioso que vomita
la ballena, o la espuma de las olas,
que el vicio, no el olor, nos acredita,

y quedaron las huestes españolas
bien perfumadas pero mal regidas,
y alhajas las que fueron pieles solas.

Estaban las hazañas mal vestidas
y aún no se hartaba de buriel y lana
la vanidad de fembras presumidas;

a la seda pomposa siciliana
que manchó ardiente múrice, el romano
y el oro hicieron áspera y tirana.

Nunca al duro español supo el gusano
persuadir que vistiese su mortaja,
intercediendo el Can por el verano.

Hoy desprecia el honor al que trabaja
y entonces fue el trabajo ejecutoria
y el vicio graduó la gente baja.

Pretende el alentado joven gloria
por dejar la vacada sin marido,
y de Ceres ofende la memoria.

Un animal a la labor nacido
y símbolo celoso a los mortales,
que a Jove fue disfraz y fue vestido;

que un tiempo endureció manos reales,
y detrás de él los cónsules gimieron,
y rumia luz en campos celestiales,

¿por cuál enemistad se persuadieron
a que su apocamiento fuese hazaña,
y a las mieses tan grande ofensa hicieron?

¡Qué cosa es ver un infanzón de España
abreviado en la silla a la jineta
y gastar un caballo en una caña!

Que la niñez al gallo le acometa
con semejante munición, apruebo,
mas no la edad madura y la perfeta.

Ejercite sus fuerzas el mancebo
en frentes de escuadrones, no en la frente
del útil bruto l’asta del acebo.

El trompeta le llame diligente
dando fuerza de ley el viento vano,
y al son esté el ejército obediente.

¡Con cuánta majestad llena la mano
la pica y el mosquete carga el hombro
del que se atreve a ser buen castellano!

Con asco, entre las otras gentes, nombro
al que de su persona, sin decoro,
más quiere nota dar que dar asombro.

Jineta y cañas son contagio moro;
restitúyanse justas y torneos
y hagan paces las capas con el toro.

Pasadnos vos de juegos a trofeos,
que solo grande rey y buen privado
pueden ejecutar estos deseos.

Vos, que hacéis repetir siglo pasado
con desembarazarnos las personas
y sacar a los miembros de cuidado;

vos distes libertad con las valonas
para que sean corteses las cabezas
desnudando el enfado a las coronas.

Y pues vos enmendastes las cortezas,
dad a la mejor parte medicina:
vuélvanse los tablados fortalezas.

Que la cortés estrella, que os inclina
a privar sin intento y sin venganza,
milagro que a la invidia desatina,

tiene por sola bienaventuranza
el reconocimiento temeroso,
no presumida y ciega confianza.

Y si os dio el ascendiente generoso
escudos, de armas y blasones llenos,
y por timbre el martirio glorioso,

mejores sean por vos los que eran buenos
Guzmanes, y la cumbre desdeñosa
os muestre, a su pesar, campos serenos.

Lograd, señor, edad tan venturosa,
y cuando nuestras fuerzas examina
persecución unida y belicosa,

la militar valiente disciplina
tenga más platicantes que la plaza:
descansen tela falsa y tela fina.

Suceda a la marlota la coraza,
y si el Corpus con danzas no los pide,
velillos y oropel no hagan baza.

El que en treinta lacayos los divide,
hace suerte en el toro, y con un dedo
la hace en él la vara que los mide.

Mandadlo ansí, que aseguraros puedo
que habéis de restaurar más que Pelayo
pues valdrá por ejércitos el miedo
y os verá el cielo administrar su rayo.

 


 

Versión en portugués de Pedro Sevylla de Juana

Francisco de Quevedo

Não calarei, por mais que com o dedo,
já tocando a boca ou já a frente,
silêncio avises ou ameaces medo.

¿Não existirá um espírito valente?
¿Sempre se sentirá o que se disse?
¿Nunca se dirá o que se sente?

Hoje, sem medo que, livre, escandalize,
pode falar o talento, assegurado
de que maior poder lhe atemorize.

Em outros séculos pôde ser pecado
severo estudo e a verdade nua,
e romper o silêncio o bem falado.

Pois saiba quem o nega e quem o duvida
que é língua a verdade de Deus severo,
e a língua de Deus nunca foi muda.

São a verdade e Deus, Deus verdadeiro,
nem eternidade divina vos separa
nem dos dois algum foi primeiro.

Se Deus à verdade se adiantara,1
sendo verdade, envoltura tivera
em ser, e em que verdade de ser deixara.

A justiça de Deus é verdadeira
e a misericordia, e todo quanto
é Deus, todo deve ser verdade inteira.

Senhor Excelentísimo, meu pranto
já não consente margens nem orilhas;2
inundação será a de meu canto.

Já mergulharse miro as bochechas minhas,
a vista por duas urnas derramada
sobre as aras de ambas Castillas.

Jaz aquela virtude emaranhada,
que foi, se rica menos, mais temida,
em vaidade e em sono sepultada,

e aquela liberdade esclarecida
que onde soube achar honrada morte
nunca quis ter mais longa a vida.

E pródiga d’alma, nação forte,
contava, por afrentas dos anos
envelhecer em braços da sorte.

Do tempo o ócio torpe, e os enganos
do passo das horas e do dia,
reputavam os nossos por estranhos.

Ninguém contava quanta vida vivia,
senão de que maneira: nem uma hora
conseguia sem afán sua valentia.

A robusta virtude era senhora,
e sozinha dominava ao povo rudo,
idade, se mau falada, vencedora.

O temor da mão dava escudo
ao coração, que nela confiado,
todas as armas desprezou desnudo.

Multiplicou em escuadras um soldado
sua preciosa honra, seu ânimo valente,
de sozinha honesta obrigação armado.

E embaixo do céu, aquela gente,
se não a mais descansado, a mais honroso
sono entregou os olhos, não a mente.

Fiava a mulher para seu esposo
a mortalha primeiro que o vestido;
menos lhe viu galã que perigoso.

Acompanhava o lado do marido
mais vezes na hoste que na cama;
são lhe aventurou, lhe vingou ferido.

Todas matronas, e nenhuma dama:
que nomes do encômio cortesano
não admitiu o severo da sua fama.

Derramado e sonoro o Oceano
era divórcio das douradas minas
que usurparam a paz do peito humano.

Nem os trouxe costumes peregrinas
o áspero dinheiro, nem o Oriente
comprou a honestidade em pedras finas.

Jóia foi a virtude mais pura e mais ardente,
louvor e merecimento a melhor gala;
só se cobiçava o decente.

Não da pluma dependeu a lança,
nem o cántabro com caixas e tinteiros
fez o campo herdade, senão matança.

E Espanha, com legítimos dinheiros,
não mendigando o crédito a Liguria,
mais quis os turbantes que os zeros.

Menos fosse a perda e a injúria,
se voltassem-se Muzas os assentos;
que esta usura é pior que aquela fúria.

Caducavam as aves nos ventos,
e expirava decrépito o veado:
grande velhice durou nos elementos,

que o ventre então bem disciplinado
procurou satisfação e não fartura,
e estava a garganta sem pecado.

Do maior fidalgo daquela pura
república de grandes homens, era
uma vaca sustento e armadura.

Não tinha vindo ao gosto lisonjeira
a pimenta enrugada, nem do cravo
a adulação fragrante forasteira.

Carneiro e vaca foi princípio e cabo,
e com vermelhos pimentos e alhos duros,
tão bem como o senhor comeu o escravo.

Bebeu a sede os arroios puros;
depois mostraram da retama a Baco
o caminho os brindis mau seguros.

O rosto macilento, o corpo magro
eram lembrança do trabalho honroso,
e honra e proveito andavam num saco.

Pôde sem medo um espanhol viloso
chamar aos tudescos bacanais,
e ao holandês, herege e aleivoso;

pôde acusar os zelos desiguais
à Itália; mas hoje de muitos modos,
somos cópias, se são originais.

As descendências gastam muitos godos;
todos blasonan, ninguém os imita,
e não são sucessores, senão apodos.

Veio o betume precioso que vomita
a baleia, ou a escuma das ondas,
que o vício, não o odor, nos acredita,

e ficaram as hostes espanholas
bem perfumadas mas mau regidas,
e joias as que sozinhas peles foram.

Estavam as façanhas mau vestidas
e ainda, de roxo e lã, não se fartava
a vaidade de fémeas presumidas;

à seda pomposa siciliana
que manchou ardente múrice, o romano
e o ouro fizeram áspera e tirana.

Nunca ao duro espanhol soube o gusano
persuadir que vestisse sua mortalha,
intercedendo o Can pelo verão.

Hoje despreza a honra ao que trabalha
e então foi o trabalho executória
e o vício graduou a gente baixa.

Pretende o alentado jovem glória
por deixar a vacada sem marido,
e de Ceres ofende a memória.

Um animal ao labor nascido
e símbolo zeloso aos mortais,
que a Jove foi disfarce e foi vestido;

que um tempo endureceu mãos reais,
e por trás dele os cônsules gemeram,
e rumia luz em campos celestiais,

por qual inimizade se convenceram
a que seu desânimo fosse façanha,
e às searas grande ofensa fizeram?

Que coisa é ver um fidalgo da Espanha
abreviado na sela à gineta
e gastar um cavalo numa cana!

Que a infãncia ao galo lhe acometa
com semelhante munição, aprovo,
mas não a idade madura e a perfeita.

Ejercite suas forças o moço
em frentes de esquadrões, não na frente
do útil bruto a pica do espinhoso.

O trombeta lhe chame diligente
dando força de lei o vento vão,
e ao som esteja o exército obediente.

¡Com quanta majestade enche a mão
a pica e o mosquete carrega o ombro
do que se atreve a ser bom castelhano!

Com asco, entre as outras gentes, menciono
ao que de sua pessoa, sem decoro,
mais quer nota dar que dar assombro.

Gineta e canas são contágio mouro;
se restituam justas e torneios
e façam pazes as capas com o touro.

Passem-nos vocês de jogo a prémio,
que só grande rei e bom privado
podem executar estes desejos.

Vos, que fazeis repetir século passado
com nos desembaraçar as pessoas
e sacar aos membros de cuidado;

vos destes liberdade com as valonas
para que sejam corteses as cabeças
despindo o enfado às coroas.

E pois vos emendaste as emendas,3
dai à melhor parte medicina:
se voltem os tablados fortalezas.

Que a cortês estrela, que vos inclina
a privar sem tentativa e sem vingança,
milagre que à inveja desatina,

tem por sozinha bem-aventurança
o reconhecimento temeroso,
não presumida e cega confiança.

E se vos deu o ascendente generoso
escudos, de armas e blasones cheios,
e por timbre o martírio glorioso,

melhores sejam por vos os que eram menos4
Guzmanes, e a cume desdenhosa
vos mostre, a seu pesar, campos serenos.

Logre, senhor, idade venturosa,
e quando nossas forças examina
perseguição unida e belicosa,

a militar valente disciplina
tenha mais falantes que a praça:
descansem teia falsa e teia fina.

Suceda à marlota a coraza,5
e se o Corpus com danças não os pede,
véus e ouropel não façam vaza.

Quem em trinta lacayos os cede,6
faz sorte no touro, e com um dedo
a faz nele a vara que os mede.

O mande assim, que vos assegurar devo
que tendes de restaurar mais que Pelayo
pois valerá por exércitos o medo
e vos verá o céu administrar seu raio.

Pedro Sevylla de Juana
Últimas entradas de Pedro Sevylla de Juana (ver todo)

Notas

  1. Se cambia en los tres versos la palabra final. En aras de la forma, se utiliza en vez del pretérito imperfecto de subjuntivo, el pretérito pluscuamperfecto de indicativo.
  2. Se utiliza orilhas, en aras de la forma, en vez de beiras que ya estaría contenida en margens.
  3. Se cambia la palabra para mantener la rima manteniendo el sentido.
  4. Se cambia la palabra a favor de la rima conservando el sentido.
  5. Se mantiene marlota, especie de saya morisca.
  6. Se cambia la palabra a favor de la rima sin cambiar el sentido.
¡Comparte esto en tus redes sociales!
correcciondetextos.org: el mejor servicio de corrección de textos y corrección de estilo al mejor precio