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Siete poemas de Ludovic Janvier

miércoles 15 de febrero de 2017
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Ludovic Janvier
Ludovic Janvier (París, 1934-2016).

Nota introductoria

Hacia mediados de los años setenta el nombre de Ludovic Janvier (París, 1934) llegaba a los lectores de habla hispana gracias a la traducción de su ensayo de 1964, Una palabra exigente. El “nouveau roman”, publicado en España por Barral Editores. Mientras que en su idioma original existían dos libros sobre Samuel Beckett siempre citados en los diversos estudios sobre el autor de Esperando a Godot que se publicaban entonces: Pour Samuel Beckett (1966) y Samuel Beckett par lui-meme (1969), lo que lo convertía en el principal lector y propulsor de la vanguardia literaria francesa de mediados del novecientos.

Las versiones que propongo a continuación tienen que ver más con el deseo de decir que con la sintaxis de lo expresado.

Después de muchos años de no ver su nombre registrado en ninguna parte, llega a mis manos un ejemplar de Poesía (Universidad de Carabobo: Nº 148, abril-junio 2008) dedicado enteramente a compilar parte de su obra poética, en una edición bilingüe bajo la coordinación de la profesora Judith Alvarado-Migeot.

Durante mucho tiempo he estado releyendo los poemas y los ensayos que integran la selección publicada por la benemérita revista, y una y otra vez he sentido una honda fascinación: aquel deslumbramiento que produce el sentir que ese poema pudo haber sido escrito por nosotros, que allí están nuestras palabras vertidas a una lengua extraña, que esas imágenes también nos convocan.

Sin embargo, aun reconociendo que el trabajo de la profesora Alvarado es inestimable, no pude evitar la tentación (luego de confrontar los textos leídos en castellano con los originales) de tomar un puñado de poemas y recrearlos siguiendo cierto misterioso ritmo que nacía en mí a cada lectura; así que, contando con la indulgencia de los eventuales lectores, debo decir que las versiones que propongo a continuación tienen que ver más con el deseo de decir que con la sintaxis de lo expresado; están más cerca de la intuición que de la gramática.

Tal como lo expresara José Emilio Pacheco en su momento: estos son “textos que pueden ser leídos y juzgados como poemas en castellano, reflejos y aun comentarios en torno de sus intactos, inmejorables originales. A menudo se trata de imitaciones que sólo comparten el tema con la página que les dio nacimiento”.

 

Poemas de Ludovic Janvier

1

Uno siempre abandonará la mar reculando
es siempre el mismo pesar
es la misma lentitud en los pasos
que desgarra del país
cada adiós te retorna infinitamente
cada paso que uno pone fuera del agua
quiere sondear en el agua de nuevo

 

2

Mujeres que pasan no significa
que ellas pasan a mi lado
sino que pasan a través de mí
con sus miradas presencias y perfumes
dejándome múltiples indicios
de pronto envanecidas como un plumaje
que tarda en recogerse

 

3

Nada como el gusto de habitar desnudos
en la casa ligera del olor

nada como dos locuras en secreto
haciendo gritar la dulzura del injerto

nada como ese gusto a sal en las bocas
dos carnes golpeadas por un solo fragor del corazón

nada como morderse uno al otro
llenos del instante que baja hasta los pies

nada como beber uno en el otro
la sombra en el interior mientras cierran los ojos

respirar nada como respirar
viajando en la quietud del lecho

 

4

Un verde como de prado
recomenzando después de la tormenta
un verde ligero como un recuerdo de menta
y que la ciudad aguijonea en el talle
larga bandera gris y verde ondeando
bajo la mirada asombrada
frescura que respiras en profundidad
cuando el silencio asciende la sangre

 

5

Desnuda te encuentras
en la luz matinal que comienza
cuando la sombra al ojo que busca
le da de beber la frescura

esta es la hora donde te veo clara
apareciendo en suspenso
de pie sobre el umbral del día
clara en ti toda sonrisa

 

6

Yo te encontré esa noche
atravesando un país claro
dentro de mi sueño soleado y fresco
con el gusto del comienzo

tu enamorado tenía el brazo roto
mientras tú murmurabas que con el tiempo
sería a mí a quien escogerías
yo te creí y aún te espero

te espero aunque he despertado
tu sonrisa se quedó en el aire
con un indicio de pena ligera
que levemente me oprime el corazón

 

7

Supongamos que los pájaros callan
siempre habrá una rama crujiendo al borde de quien escucha

supongamos que la madera no se estire más
siempre podrá adivinarse un rumor de viento

supongamos que no oímos más el mínimo aliento
siempre en la quietud habrá un ruido que se prepara

supongamos que lo inminente se demore imperceptible
siempre habrá ese sonido de voz que hace el pensamiento

supongamos que el pensamiento también renuncie
siempre quedará ese murmullo en mí que te espero

supongamos que un día renuncie a esperarte
siempre el silencio escuchará venir el fin de la espera

Manuel Cabesa
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