Francés
Olympe de GougesOlympe de Gouges
Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana

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Olympe de Gouges nació el 7 de mayo de 1748 en Montauban, Languedoc, hija de Pierre Gouze —cuya paternidad siempre quedó en entredicho—, carnicero, y de una criada Anne-Olympe Mouisset.

Tuvo una hermana mayor, Jeanne, y ella fue bautizada con el nombre de Marie. O sea, que su verdadero nombre era el de Marie Gouze.

Su infancia fue pobre y por tanto falta de enseñanza y cultura; tal vez por ello, la pobreza, aceptó por marido a Louis Yves Aubray, figonero de profesión, cuando tenía 17 años siendo él mucho mayor que ella.

Con semejantes premisas, es de suponer que el matrimonio no fuese muy feliz. Tuvieron un hijo, Pierre, y la joven quedó viuda a los 19 años.

Este fallecimiento provocó su primer acto de rebeldía pública al negarse a adoptar el apelativo de “viuda Aubray”, cambiando, además, su nombre por el de Olympe de Gouges, renunciando al apellido paterno y ennobleciéndose ella misma con el “de” y la historia de que su padre verdadero era el marqués Jean-Jacques Le Franc de Pompignan. Paternidad que tampoco ha podido ser aclarada nunca, pero que le sirvió para que, posteriormente, la considerasen en sociedad y fuese admitida como escritora ya que el marqués era hombre de letras. Una treta o astucia que se excusa a sí misma si tenemos en cuenta la época, época en la cual la mujer no era considerada nadie si no tenía un padre, un marido o un amante que la protegiera, o sea que ella no hizo más que procurarse lo que necesitaba.

(Que el marqués de Pompignan negara el ser su progenitor no significa que eso la desacreditara, ya que en su tiempo, como en el nuestro, negar paternidades era bastante frecuente).

Olympe, que nunca más volvió a casarse (no obstante mantuvo una relación sentimental hasta el final de sus días con Jacques Bietrix de Roziere, rico propietario de la Compañía Real de transportes militares), marchó a París acto seguido en donde se dedicó al teatro como escritora y actriz, autora de unas cincuenta piezas teatrales, siendo una de estas La esclavitud de los negros.

(Sus detractores más tarde la acusarían de haberse dedicado a la vida galante, cosa que jamás fue cierta ya que iba en contra de sus principios en pro de la libertad y dignidad femeninas).

Al parecer, y debido a su instrucción deficitaria, no escribía demasiado bien, es decir, ni literaria ni gramaticalmente, pero de lo que no cabe ninguna duda, es del sincero apasionamiento que ponía en sus palabras, su entusiasmo y su convicción.

Olympe de Gouges, como muchas otras mujeres de la época revolucionaria que les tocó vivir, participó activamente, de palabra y con escritos —llegando incluso a enviar una respetuosa carta, decididamente feminista, a María Antonieta—, en el cambio político de su país, pero en cuanto la Revolución triunfó, sus compañeros a los que tanto habían ayudado, se olvidaron de ellas, negándoles hasta el derecho de ser “ciudadanas”, privilegio sólo exclusivo de los hombres, o sea que, la Revolución únicamente solucionaba los problemas de una parte del pueblo y esa no era la femenina.

De ideas jacobinas moderadas, Olympe de Gouges fue acusada por sus propios correligionarios de pro monárquica y de favorecer a los girondinos, ya que no les gustaba el ímpetu de su iniciativa y su indiscutible activismo a favor de las mujeres, siempre en clara inferioridad respecto a los derechos sociales que les correspondían, y porque, también, no era una fiera sedienta de sangre.

Olympe dirigió un periódico titulado L’impacient y fundó la Sociedad Popular de las Mujeres, pero lo que firmó realmente su sentencia de muerte fue la Declaración de los derechos de la mujer y de la ciudadana, publicada en agosto de 1789, y que lamentablemente en la actualidad sigue teniendo vigencia en la mayoría de los países.

Habiéndose ganado ya la enemistad de Robespierre, con todo lo que antecede, bastó que, para mayor inri, le dedicara la ya célebre carta burlesca Pronostic de Monsieur Robespierre pour un animal amphibie. Después de esto, acabó en prisión y el 4 de noviembre de 1793 fue guillotinada, convirtiendo en una realidad premonitoria su frase: “Si una mujer puede subir al cadalso, también puede subir a una tribuna”.

El nombre de Olympe de Gouges ha sido por mucho tiempo injustamente relegado a un segundo término en la historia de las damas de la Revolución Francesa, ya que siempre se habla de Teresa Cabarrús, de Madame Roland, de Carlota Corday, e incluso de Josefina Beauharnais, y pocos recuerdan el papel importantísimo que Olympe de Gouges tuvo en su época, y que sigue teniendo aún en esta nuestra, en la que, finalmente, a dos siglos y pico de su muerte, se le empieza a otorgar la consideración que merece.