Diego Vallejo
Ella no sucedía estaciones ni gente.
Piel indefinible. Los lunes pálido lechoso miércoles lamparones de manteca antigua y viernes oscura toda ella hasta la remera. Día gris de la grasa. Recuerdo sus repliegues. Al costado de ojos boca y entre los huecos de la ropa piel de sus talones. Más y más los viernes que los jueves y los jueves que los martes. Recipiente de amores. Guardaba polvo aceitado o cariño y pensamiento. Algún día le hicieran falta. O lástima de desprenderse. O avaricia. Una miserable.
Pequeñísimos seres vivos le brotaban. Ella orgullosa y ellos como gigolós en soledad como prometiendo "somos proletarios de tan sabroso cuerpo y mantenidos regiamente". Como diciendo "hay a quienes importo". Sin embargo ellos (¿detergente?) serían derramados en frías duchas de letrina. La bajeza del espíritu. La enfermedad moral. ¡Eran amigos para alegrías de tus viajes! ¡Allá en el bosque de obreros que caen de tus senos lacerados! Pero el sábado acompañada por semental en placer ¡olvídate desalmada de tus niños de travesía! Puerca y ligera de ellos los lunes impía muchacha. Enojás mi alma.
Lamentable femenina. Jaque a la nada por trampa del Hacedor. Eras honorable refugio de varón.
Ahora ¡andá a justificar tristezas los lunes!
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