Especial
Víctor Montoya
Cuentos violentos

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Cuentos violentos
Víctor Montoya
Narrativa
Ediciones Luciérnaga
Estocolmo, 2006
ISBN: 91-631-9103-2
100 páginas

Una doble reflexión me asalta al leer el volumen Cuentos violentos (Estocolmo, Suecia: Ediciones Luciérnaga, 2006). La primera es la más sencilla de expresar: resulta que entre los latinoamericanos, aún persiste ese gran desconocimiento de lo que actualmente se escribe en nuestros respectivos países. De no ser porque Montoya visitó Maracay el 25 de abril pasado, a esta altura no supiéramos quién es, y su obra sería totalmente desconocida entre nosotros. Mientras hablábamos con un grupo de amigos, nos dimos cuenta de que es Montoya el primer autor boliviano realmente contemporáneo del que tenemos noticia; el otro de quien he oído hablar es de Augusto Céspedes, quien es autor de mediados de siglo pasado, autor de una novela reconocida en su tiempo llamada El metal del diablo.

La noticia que ahora manejamos de Montoya es que nació en La Paz en 1958, y que por causas políticas tuvo que exilarse en Suecia desde 1977, luego de pagar cárcel y torturas a manos del régimen dictatorial de Hugo Banzer. Ya en Europa realiza estudios de pedagogía y comienza a desarrollar su obra literaria, que hoy día cuenta con títulos como Días y noches de angustia (1982), El laberinto del pecado (1993), El niño en el cuento boliviano (1999), Cuentos de la mina (2000), Literatura infantil: lenguaje y fantasía (2003), por sólo mencionar algunos de los más destacados, además de estos Cuentos violentos cuya primera edición vio luz en 1991.

La segunda reflexión es más ingrata. ¿Cómo expresar el cúmulo de sentimientos contradictorios que siente el que se acerca a este delgado volumen? La violencia ha acompañado cada capítulo de la historia latinoamericana. Una violencia que se impone para que el mundo permanezca tal y como está, donde unos pocos gozan de privilegios que la mayoría nunca llegarán a disfrutar. Lo interesante de estas historias que nos trae Montoya es que, aunque están tamizadas por una escritura sobria y bien cuidada, su basamento es real, y muchas veces autobiográfico.

Impacta por ejemplo “La letra con sangre entra”,que recrea los amargos días de un niño que debe sufrir, a manos de su maestra, todo tipo de maltratos y vejámenes para que comprenda la importancia de la educación. Frida A. Oswald, prologuista del libro, nos comenta: “ ‘La letra con sangre entra’ es una historia real, donde el talento estilístico del autor logra metaforizar la imagen de la Madre en una tríada simbólica de la dictadura: la Madre biológica, a quien se ama y se obedece; la segunda madre, profesora que disciplina con violencia, control y poder; y la tercera Madre, quien tiene el poder total de acción sobre todo individuo. Las dos primeras Madres convergen hacia una figura permanente y segura de una tercera Madre, la Madre Patria, donde las tres representan, casi asociadas, una forma unitaria de autoritarismo, poder y violencia”.

Este relato y “El tablero de la muerte” que abre el volumen y recrea la muerte de Atahualpa a manos de los conquistadores, son los únicos que se refieren a un mundo ficcional más personal, el autobiográfico en el primero y la recreación histórica en el segundo. Los demás, pienso, funcionan más como testimonios de una realidad muy concreta: la brutal represión contra campesinos, obreros y activistas políticos a manos de policías, militares y cualquier otro que por algo de dinero ponga en práctica las formas más sádicas de la violencia.

Las descripciones que hace Montoya de la tortura que sufren varios personajes es simplemente escalofriante: “Los torturadores la tiraron contra el piso sanguinolento. La volvieron a levantar por los brazos. La sujetaron contra la silla y la golpearon delante de su hija, una niña de unos cinco años, quien, aterrada por la bestialidad humana, fue obligada a mirar cómo un torturador tiraba con pinzas de los pezones de su madre, mientras otro le introducía el cañón del fusil por entre las piernas. La niña lloraba a gritos, a medida que su madre era insultada y agredida con objetos contundentes”.

Podríamos pensar que estos relatos se refieren a una época muy concreta: esa larga noche de dictaduras que ensombreció a casi toda Suramérica, y de la cual hay relatos y novelas muy contundentes escritas por autores de la importancia de un Fernando Alegría, Mario Benedetti, Eduardo Galeano, Manuel Scorza, entre otros. Y sin embargo, quién dice que mantener vivas estas lecturas no es importante para evitar que esos grandes pecados de la historia se repitan nuevamente.