Especial: Gaza
Gaza: niños en una morgueNo más

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Con estas manos, privilegio que Dios me ha otorgado, con las cuales acaricio a mis seres queridos, extiendo para donar, cocino, arreglo, desbarato, remiendo, aplaudo, saludo, despido, elaboro y escribo, quiero asesinar a la guerra, estrangular su cínica sonrisa cuyo eco me perturba y retumba en mi alma compungida, hacer picadillo su voz improductiva e infértil, sacar de su cuenca sus ojos felinos de mirada victoriosa y arrojarla al vacío para que se pudra en la nada.

Guerra inútil que diariamente prepara su jornada, se arregla con sus poderosas prendas (fusiles, granadas, morteros, bombas), se viste con su túnica color púrpura (sangre, destrucción, estupor, asco, dolor, repugnancia, desolación) y se eclipsa bajo el ardiente fuego de las llamas infernales (detonaciones), que ensombrecen (silencio), con su barbarie los días y las noches que caminan sin libertad, ocultándose sigilosamente para poder subsistir.

Guerra de crímenes pasionales sin ton ni son, guerra por el poder de conquistas: tierras, guerra por ideales: religión, guerra porque me miraste mal, hablaste a destiempo, no engulliste entero, guerra del centavo, guerra del porque sí y porque no.

Guerra que encarcela el alma, tras las rejas invisibles de la locura que se anida en las mentes escabrosas y se abren soltando bandadas de pájaros metálicos, para alcanzar sus fines mortales y acabar con todo: naturaleza, seres vivos y humanos, edificaciones.

Sí, quiero asesinar a la guerra, para que ese pequeño niño con ilusiones de infante, que quería ser bombero, piloto, policía o doctor, pueda jugar y sonreír y disfrute de sus ideales, aunque cuando adulto, termine siendo un arqueólogo, arquitecto, abogado, cantante, pintor o escritor.

Sí, quiero estrangular la garganta de la guerra, para que le permita a esa madre y a ese padre, seguir diciéndole a su hijo cuánto lo necesita, lo ama y lo orgullosos que están de él.

Sí, quiero sacarle los ojos a la guerra, para que permita a los seres humanos seguir disfrutando de la belleza, de la alegría y de ese banquete que es la vida.

Sí, quiero darle muerte a la guerra, aunque por eso me tachen de asesina, me señalen, persigan y encarcelen.

Quiero, a través de mis palabras, seguir luchando para que todas las personas, pese a sus dificultades, a sus desdenes cotidianos, tengan la oportunidad de seguir con vida a pesar de las vicisitudes, del hambre, de la pobreza, de la escasez, de la injusticia social. En el camino, por muy arduo que éste sea, se compensan las cargas. “La vida es la vida, y sobre ella no manda sino Dios, y no los hombres”.

¿Qué es vivir? La rutina es huésped de todos los días, te levantas te lavas los dientes te bañas desayunas, caminas, ríes, lloras, gritas, padeces de insomnio: huésped de la noche.

La belleza de cada día es el vuelo de una palabra, la complicidad de un guiño, la música de una mirada, el sabor de un libro, la melodía de un verso, la algarabía de las horas en su chasquido de castañuelas. Sólo basta un poco de buen gusto, mirar graciosamente las cosas, recibir de ellas su hermosura o vestirlas de manera caprichosa. El día no tiene memoria, la noche sonámbula anda despistada y el reloj reclutado en la pared declina los segundos y ¡anuncia la próxima travesía!

Esto se lo digo a usted, de pensamiento light, de palabras light, de oídos light, de diálogos light. A usted que se deja devorar por la tecnología, el celular, la Internet, las frases vacías.

¡No a la guerra!

 

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