Especial • Mario Vargas Llosa al claroscuro
Juan Gelman y Mario Vargas Llosa
Juan Gelman y Mario Vargas Llosa.
El Nobel de Literatura en tres patas: antes y después

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Dos de estas crónicas fueron escritas antes de que la Academia Sueca oficializara el nombre de su escogido para este año. Hay un antes y un después. En las primeras se deslizan algunas ideas, especulaciones en el premio mayor de la especulación literaria global. Escogí, de antemano, un ganador latinoamericano, el poeta Juan Gelman, antípoda del laureado, el peruano Mario Vargas Llosa. La historia y la vida de ambos escritores es diametralmente opuesta, a pesar que ambos son suramericanos. Políticamente son también el reverso de la moneda latinoamericana.

Vargas Llosa es optimista con el futuro de América Latina, hoy con democracia, a excepción de Cuba y Venezuela, enfatiza. Gelman acaba de cerrar la Feria de Frankfurt, diciendo que le parece que empezamos una nueva era de golpes de Estado, con Honduras y Ecuador; hay que estar en estado de vigilia permanente.

La poesía, como género, sigue en el limbo editorial y también en la premiación del Nobel, como apuntan mis observaciones. Gelman recoge este guante en Frankfurt: “El problema de la poesía y el arte en general es que está vinculado con fenómenos sociológicos más complejos. La poesía no es una isla de la realidad. Peor que el poeta que vende poco es la situación de la gente que no puede leer; no sólo por el precio del libro, sino por la situación de pobreza, que me parece más grave que lo otro. La poesía siempre estuvo arrinconada en los catálogos de las editoriales; pero la necesidad de escribir poesía siempre va a existir”.

Aquí están los textos para que el lector concluya. Vargas Llosa es un novelista de excepción, crítico agudo, y aunque la política es uno de sus oficios esenciales, leamos sus libros de ficciones y realidades convertidos en literatura.

 

Premio NobelI

Azar del Nobel sueco

Hace unos días, 18 académicos suecos decidieron quién es el Premio Nobel de Literatura 2010. En paralelo, la casa de las apuestas del Nobel, Ladbrokes, juega con los posibles ganadores. Hace 13 años, toda una cábala, no gana un poeta. ¿La taquilla manda? ¿Los poetas no venden? ¿La novela es la reina del Nobel? ¿Hasta los suecos se hacen los suecos con la poesía? El máximo galardón de la consagración literaria global en la Tierra, saca más preguntas que un N.N.

Este año he visto menos emoción y atención sobre el lauro, que es pura dinamita, por lo explosivo que suelen ser a veces sus resultados. En menos de 48 horas se acabará el misterio, pero quedan algunas horas sagradas para que se filtren los posibles candidatos que pudieran alzarse con la premiación. Los académicos sólo votarán por protocolo, de manera ordenada, porque ya tienen el ganador en cada una de sus mangas. Hubo humo blanco. El suspenso para ellos ya pasó. Cada verano sueco se reúnen con los materiales a leer y van sacando sus conclusiones. Tienen una lista probable de antemano. Esa antesala me parece la más interesante. Cómo van descartando autores y por qué. Ese es el submundo real de la literatura con visión sueca. Y cómo se atraviesa el espíritu ganador en las cabezas suecas. Detrás queda la hojarasca de los posibles nobeles, páginas y páginas, horas de lecturas, revisiones, comparaciones, alusiones, devociones, emociones, interpretaciones, discusiones, en una palabra, ser lector. ¿Premian a quien gana al lector?

Seríamos ilusos al pensar sólo en la lectura. Existen múltiples factores para que cuadre o no el círculo del Nobel: posición geográfica, política, todos los requisitos del Nobel, la época, y lo que puede significar el impacto del autor galardonado en el mundo actual. Su autor se transforma en una hazaña de múltiples coincidencias y factores. ¿Cuál es el principal ingrediente del Nobel? ¿Una sorpresa anunciada?

El 7 de octubre es el gran día. Habrá sólo un ganador. Nadie más será recibido por el rey de Suecia. Sólo él o ella, en la fiesta de la palabra universal. Uno para grandes titulares, la mayoría quedará en posibilidades. En la antesala de la espera, se desespera el más atildado, sereno, indiferente, resignado escritor. Habrá un gran discurso. ¿Se nos contará cómo se inició en la literatura? ¿Se referirá al caótico planeta donde escribe, piensa, vive, hace sus necesidades?

Tomas Tranströmer, poeta sueco, es uno de los favoritos que encabezan la lista de los probables con el también bardo africano, Ngugi wa Thiong, quien saltó al tope de la lista de los “más probables”. El surcoreano Ko Un, y el libanés nacido en Siria Adonis, ambos poetas, también son considerados para esta vuelta. Pero, diría, no olvides a los prosistas que tienen carrera dentro del Nobel, años de estar enlistados.

Por cábala no vamos a incluir más nombres. Los dejaremos al azar sueco, a la magnífica arbitrariedad de los académicos escandinavos, fríos, seguros, conocedores de su oficio. A su ojo inapelable.

 

Juan GelmanII

La hora de Gelman

Si, en el azar de los azares, el Premio Nobel se lo concedieran a Juan Gelman, poeta argentino, se haría justicia con Argentina, una nación que ha dado grandes escritores, como Borges, Cortázar, Arlt, Sábato, poetas, artistas singulares, creadores de la plástica, música. La historia nos habla de una Argentina rica, vasta, cosmopolita, multicultural, abierta, espléndida para los inmigrantes de cualquier parte del mundo. También se premiaría a América Latina, subcontinente de poetas, ya que el último reconocimiento recayó en el mexicano Octavio Paz, hace dos décadas. Hace 13 años los académicos suecos no premian a la poesía como género. No es noticia que Borges se perdió en su propio laberinto cuando visitó y se auto homenajeó con Pinochet, lamentablemente. Era un Premio Nobel absoluto.

Hoy, Borges y Cortázar son figuras primerísimas en Frankfurt, la Feria del Libro alemana para editores, donde Argentina es el país invitado. Su presentación se basa en sus iconos, Borges, Cortázar, el Che, Gelman y otras figuras míticas de la literatura y arte de la nación trasandina. La memoria, sin embargo, es el protagonista de esta Feria. Un país donde la Triple A cazaba a los escritores como conejos y los convertía en trofeos de la muerte, el olvido, la desaparición. La memoria les rescata del olvido y pone en su lugar la palabra.

Juan Gelman, quien vive exiliado en México, representa la diáspora latinoamericana y es un protagonista de esta historia convulsionada de América Latina, que refleja la lucha cotidiana por la propia sobrevivencia. La vida de un poeta es la de la propia poesía, aunque Gelman ha sido consagrado con el premio Cervantes, antesala al Nobel.

En unas cuantas horas sabremos si el nuevo Premio Nobel de Literatura año 2010 es africano, asiático, estadounidense, latinoamericano, europeo o sueco, como algunos no cesan de repetir. En esta lotería Gelman ocupa el octavo lugar. Son datos. Nada más. Pequeñas pulsaciones. Juego de dados. Apuestas.

En el largo listado, que encabeza el narrador norteamericano Cormac McCarthy, figuran Ernesto Cardenal, Carlos Fuentes, Eduardo Galeano, Mario Vargas Llosa y Néstor Amarilla, todos latinoamericanos con la excepción del hispanolatino VLL.

He ilustrado esta nota dispar, de última hora, desde el Sótano de mi escritura y lecturas, con una portada antigua de un libro de colección de Gelman, editado en 1970, época brava en el Cono Sur, por la Editorial Quetzal de Argentina, y comprado en Santiago de Chile en 1971.

La edición, advierte su contratapa, reúne en un tomo sus cuatro primeros libros: Violín y otras cuestiones, El juego en que andamos, Velorio del solo y Gotán. Títulos prácticamente inhallables hoy.

En Violín y otras cuestiones, editado en 1956, el poemario arranca con un epígrafe que dice:

Quién pudiera agarrarte por la cola
magiafantasmanieblapoesía
Acostarse contigo una vez sola
y después enterrar esta manía.
¡Quién pudiera agarrarte por la cola!

Una confesión propia de un poeta, pedir todo a la poesía y después abandonarla. La poesía seguirá siendo lo inefable, como la Musa que se viste de silencio o se entrega como una colegiala frente a la página en blanco, como sábanas revueltas. Cero explicación.

En Gotán, Gelman nos dice, quizás palabras premonitorias, tal vez palabras. Sólo las próximas horas nos lo dirán:

Condecoraron al señor general
condecoraron al señor almirante
al brigadier, a mi vecino
al sargento de policía
y alguna vez condecorarán al poeta
por usar palabras como fuego
como sol
como esperanza
entre tanta miseria humana
tanto dolor
sin ir más lejos.

La poesía de Gelman se cruza con su vida, como debe ser en un verdadero poeta. Quien ha leído a Gelman conoce su historia, que forma parte de la negra historia del Cono Sur, porque la tragedia no fue privilegio de unos pocos. El poeta tuvo la generosidad de seguir viviendo y escribiendo, aun desde las ruinas del poema. La historia puede salir por la puerta trasera, pero siempre alguien la encuentra.

Gelman caminó, vagó, por el espinazo de sus desgracias y ausencia de la propia Argentina, su falta de lengua para su escritura en Italia. Nunca perdió la memoria, se ató a ella y emprendió un largo viaje hacia su propio dolor. Nada ni nadie pudo detener al padre y al abuelo, al poeta, que buscaba los restos de su hijo y nuera, y a su nieta. La realidad superaba la poesía y cualquier ficción, al mismo horror. Gelman supo mantenerse en pie. Finalmente se reencontró con su pasado, siempre en presente, actuó, y no dejó que el delito y la injusticia borraran la memoria como una gran sombra insuperable. Todo quedó atrás y nada se olvidó. La poesía carga la intensidad de su propio lenguaje.

Gelman es un cronista de su tiempo, audaz, incisivo, informado, documentado. No me refiero a su poesía, en esta oportunidad, sino a su periodismo. Lo ejerce como una denuncia a su época. Es un aspecto insoslayable de su vida intelectual.

Esta es la lista de las apuestas. No oficial.

Cormac McCarthy 5/2
Ngugi wa Thiong’o 7/2
Haruki Murakami 6/1
Gerald Murnane 12/1
Ko Un 12/1
Adonis 13/1
Tomas Tranströmer 13/1
Juan Gelman 15/1
Les Murray 15/1
Joyce Carol Oates 16/1
Peter Nadas 15/1
Alice Munro 16/1
E. L. Doctorow 22/1
Thomas Pynchon 22/1
Amos Oz 25/1
Claudio Magris 25/1
John Ashbery 25/1
Mario Vargas Llosa 25/1
Ulrich Holbein 25/1
Adam Zagajewski 33/1
Assia Djebar 33/1
Carlos Fuentes 33/1
Maya Angelou 33/1
Philip Roth 33/1
Vaclav Havel 35/1
Arnot Lustig 40/1
Don DeLillo 40/1
Javier Marías 40/1
Yves Bonnefoy 40/1
Chinua Achebe 45/1
Juan Marsé 45/1
Margaret Atwood 45/1
Peter Handke 45/1
Shlomo Kalo 45/1
A. B. Yehoshua 50/1
Antonio Tabucchi 50/1
David Malouf 50/1
Milan Kundera 50/1
Anne Carson 55/1
António Lobo Antunes 55/1
Cees Nooteboom 55/1
Eeva Kilpi 55/1
Elias Khoury 55/1
Ian McEwan 55/1
Bella Akhmadulina 66/1
Eduardo Galeano 66/1
Ernesto Cardenal 66/1
Gitta Sereny 66/1
Ismail Kadare 66/1
Jonathan Littell 66/1
Luis Goytisolo 66/1
Michael Ondaatje 66/1
Patrick Modiano 66/1
Salman Rushdie 66/1
A. S. Byatt 75/1
Atiq Rahimi 75/1
Bei Dao 75/1
Harry Mulisch 75/1
Jon Fosse 75/1
Michel Tournier 75/1
Paul Auster 75/1
Per Petterson 75/1
Bob Dylan 100/1
F. Sionil Jose 100/1
John le Carré 100/1
Julian Barnes 100/1
Mahasweta Devi 100/1
Marge Piercy 100/1
Mary Gordon 100/1
Umberto Eco 100/1
William Trevor 100/1
John Banville 125/1
Kjell Askildsen 125/1
Peter Carey 125/1
Vassilis Aleksaskis 125/1
Wiliam H. Gass 125/1
Néstor Amarilla 150/1
Yevgeny Yevtushenko 150/1

 

Mario Vargas LlosaIII

Vargas Llosa sobrevive al Premio Nobel: “Yo soy el Perú”

Todos los premios, el premio

Hace más de medio siglo que se viene afirmando que la novela está muerta, el tiempo que Mario Vargas Llosa escribe novela. A pesar de estos pronósticos pesimistas, los escritores siguen escribiendo novela y no se ha encontrado una mejor manera para ficcionar la realidad o reinventarla, contar historias paralelas, hacer vivir un mundo de aventuras al lector, aun en el siglo digital, mediático, endiosado por la imagen y el espectáculo. La Academia Sueca, con su innegable poder fáctico del premio global y su extraordinario manejo del suspenso, nos ha dicho una vez más que la novela existe y esta vez es latinoamericana, se escribe en español y sus personajes viven en un subcontinente apedreado por la historia y con una imaginación a prueba del mejor de los sueños posibles.

Mario Vargas Llosa, un discípulo de esta realidad, notable narrador, hombre conservador, del establecimiento, que a sus 74 años había recibido todos los premios posibles como los doctorados honoris causa existentes, obtuvo hoy, 7 de octubre de 2010, el Premio Nobel de Literatura. La Academia Sueca se las arregló este año para ser lo suficientemente críptica con el contenido de su decisión, porque concedió el premio a la obra del peruano “por su cartografía de las estructuras del poder y sus mordaces imágenes de la resistencia individual, la revuelta y la derrota”. Un diseñador de mapas, mundos literarios, que además se refiere a las revueltas, quizás revoluciones y la derrota, porque toda literatura puede llegar a ser una victoria pírrica en la conciencia humana.

Vargas Llosa y la Academia Sueca nos han sorprendido, cada uno a su manera, con el anuncio del Nobel y la primera entrevista del flamante ganador, autor de Conversación en La Catedral, La ciudad y los perros, Los cachorros, Los jefes, La casa verde, La fiesta del chivo y una serie de notables ensayos sobre Flaubert, Gabriel García Márquez, Juan Carlos Onetti, José María Arguedas. Dijo, en su primera y extensa entrevista en Nueva York, donde reside y trabaja como profesor invitado en Princeton, Nueva Jersey, que ya se había olvidado del lauro, él que estuvo, agregamos, por mucho más de una década en el congelador de la antesala, el más gélido de los lugares para un escritor de su talla, ambicioso y sin límites, en el justo nivel de las palabras. La tenacidad del futuro Hijo Ilustre de Arequipa, la Ciudad Blanca, donde nació y se piensa levantar una estatua en vida, Vargas Llosa, es proverbial, basta con ver su vasta obra y su vocación frente a la página en blanco que comienza a las 5 de la mañana de cada día, como si estuviera escribiendo la última palabra de su vida. Por ello, no hace recomendaciones explícitas a un principiante de escritor, como le preguntaron en la conferencia de Nueva York, sino que le dice que asuma la condición de este oficio ancho y generoso. Vargas Llosa es un ejemplo de un arquitecto que ha trazado, diseñado, su propio destino como editor, tal y como elabora sus novelas.

Arequipa se apresta para una gran fiesta, ciudad histórica, legendaria, vieja capital y que además fue bendita por Miguel de Cervantes Saavedra en su famosa obra La Galatea, con esta frase: “En Arequipa, eterna primavera”.

Estaba irreconocible Vargas Llosa, exultante ha dicho la prensa internacional, yo diría humilde, receptivo, abierto, perdonando inclusive a la Academia por sus faltas y olvidos, con Borges principalmente, aunque la lista es más larga. “Pensé que era una broma cuando me llamaron a las 5 de la madrugada y contestó mi mujer, Patricia”, comentó a los periodistas de la Gran Manzana, que en ningún momento hablaron de su literatura, pero sí se refirieron al oficio de escritor, apuntaron también a sus diferencias con García Márquez, al conflicto o las negociaciones del Medio Oriente, a su relación con el Perú, a su estado emocional, qué iba a hacer después del Nobel y al futuro del libro, entre otros temas.

Vargas Llosa es un autor indispensable del siglo XX en la narrativa latinoamericana, como Borges, Cortázar, Onetti, Carpentier, Rulfo, García Márquez, Roa Bastos, Fuentes, Donoso y Bolaño, entre otros, que reflejan el rico, complejo, variado, ancho panorama y mundo de la prosa de la América de habla española.

En la Babel, a ratos en español, otras veces en inglés, en el Instituto Cervantes, Vargas Llosa se sentía como en casa y ante una atmósfera que tenía mucho que ver con la política y la época en que vivimos, dejó en claro que quería ser recordado como escritor. Advirtió que no dejará de escribir. Ser escritor, subrayó, requiere de trabajo, disciplina, esfuerzo. Sin embargo, su conciencia acusó recibo cuando dijo, espero la Academia no me haya premiado por mi posición política. Casi una confesión, pero de eso se le acusa a los suecos izquierdistas de ayer y conservadores hoy. Vargas Llosa es el más político quizás de los escritores relevantes en la actualidad, sólo comparable con el portugués José Saramago, de reciente desaparición física.

“La casa verde”, de Mario Vargas LlosaEs cierto que las personas cada día leen menos, sobre todo las extensas, complejas novelas, la llamada literatura dura, y prefieren los best-sellers o textos más livianos, superficiales y hasta banales, al tiempo que privilegian otro tipo de entretención desde el celular a las más sofisticadas consolas de los videojuegos. Frente a la evolución del libro, los cambios tecnológicos, que de una y otra manera le están afectando al papel, Vargas Llosa sostuvo que tenía la esperanza que la nueva tecnología no haga más trivial el contenido de la literatura. Es cierto, precisó, existe la posibilidad de que las nuevas tecnologías empobrezcan el libro, pero está en nuestras manos que la literatura no destruya lo que hemos construido a lo largo de la civilización. Hay que promover la literatura, insistió el Premio Nobel 2010, porque no es sólo conocimiento, ideas, sino placer, y su goce es incomparable. La literatura es sinónimo de libertad y la libertad despierta un espíritu crítico. Una sociedad sin literatura tiene menos libertad, enfatizó.

Más allá de sus declaraciones en favor de la libertad, democracia, libre mercado, liberalismoper se, Vargas Llosa reiteró su adhesión a Israel, aunque dijo que los palestinos tenían derecho a un Estado independiente y que se mostraba decididamente no partidario de la construcción de viviendas en la Franja de Gaza por parte de los judíos, ya que eso ponía obstáculos a las negociaciones.

Siguiendo su trayectoria política en las últimas dos décadas, su tránsito de la izquierda al neoliberalismo, leyendo sus artículos a través de la prensa, surge el político, el hombre del establecimiento conservador, inclaudicable en sus principios, y lo vemos con su ojo polifémico, único, derribar los muros de un solo lado. Pareciera que no existen otros factores de contradicción, conflicto, en el mundo, y que no se viviera una recesión del capitalismo salvaje debido a las salvajadas de sus reglas vulneradas por sus propios mentores. Que las guerras en Irak y Afganistán, fueran pa(i)sajes de un mundo mejor. Surge un gran vacío, como un océano que arrastra las palabras en un solo sentido. Es apenas recoger parte de una atmósfera enrarecida por muchos otros factores y donde las corrientes del sur son meras observadoras de un mundo que aprieta un botón a distancia hacia algún lugar remoto indeseable, un agujero negro, y no todos viajamos en un mismo vagón o hacia un lugar común. Un mundo verdaderamente excluyente a pesar de estar globalizado, porque sólo compartimos las ruinas de los Señores de la Guerra.

La mayoría de los participantes de la conferencia eran periodistas norteamericanos, que lanzaban sus primeras preguntas al flamante Premio Nobel y querían saber qué pensaba de los hispanos en Estados Unidos, que en verdad son en su mayoría mexicanos y latinoamericanos. Vargas Llosa es hispanoperuano, por su nacionalización, y respondió: “Los hispánicos deben estar orgullosos de su cultura, historia, de la imaginación de sus escritores”, y citó algunos: Cervantes, Quevedo, Góngora, Octavio Paz y García Márquez.

Se sintió deudor del Perú, porque la infancia, la adolescencia y juventud son claves en la experiencia de un escritor. “Yo soy el Perú, el Perú es mi vida”, reafirmó. El autor de Los jefes elogió la literatura brasileña, habló de sus deudas y nombró a Guimarães, entre otros. Reconoció sus deudas también con España, desde el punto de vista de la difusión literaria. Todos sabemos y conocemos de su devoción declarada por Flaubert. No olvidemos que su maestro, Flaubert, ya lo dijo: “Madame Bovary soy yo”.

Después de su primera y extensa entrevista como Premio Nobel, con una mesa llena de micrófonos, CNN le hizo una entrevista más corta y reductiva, esencialmente política. Vinieron entonces los temas claves de su universo político: Cuba y Venezuela. Si tuviera la oportunidad de hablar con Fidel Castro y Hugo Chávez, qué les diría, sacó de la manga la periodista colombiana. Que se vayan, respondió casi sin pensar, son un estorbo. Ahí nos encontramos nuevamente con el viejo candidato neoliberal, afincado en las ideas de los chicago boys, el político que “golpea con la derecha democrática y en una sola dirección: hacia la derecha”. Muchos siguen comentando en las redes sociales que su derechización le mantenía alejado de toda chance al Nobel, como a Borges. El autor de Ficciones jugó su suerte con una frase kamikaze: “Prefiero la clara espada a la furtiva dinamita”, aludiendo a Pinochet y Alfred Nobel. La Academia no se pudo hacer la sueca ante el borgeano personaje. El premio premia la condición humana, el humanismo reflejado en la obra del autor, su preocupación y tratamiento de los temas esenciales del hombre y sus relaciones.

Los tiempos cambian de dirección. Suecia y sus académicos también. No es un punto a ignorar. La literatura es un negocio lleno de matices y los premios también. Sin duda, la obra literaria de Vargas Llosa supera al político, afortunadamente para él y sus lectores. Él mismo advirtió que la ideología no entraba en su escritura literaria, porque de lo contrario sería propaganda. “Escribo artículos para hablar de política”, refirma el propio Vargas Llosa.

Después de todo, ha dicho de alguna manera que escribir es su manera de vivir. Su literatura seguirá siendo potente y su política, casi borgeana.