Especial • Mario Vargas Llosa al claroscuro
Mario Vargas LlosaHomosexualidad: visión vargasllosiana

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La literatura y en general el arte han enriquecido la percepción de la sexualidad humana desde los más variados ángulos, aunque a veces diera la impresión de que creyeran “descubrir”, ingenuamente —amparadas en el oropel de la palabra y el misterio de la subjetividad—, los lugares comunes de la psiquiatría.

Pero, en cambio, la sexología científica —los conocimientos alcanzados desde la segunda mitad del siglo pasado—, en particular la médica, pareciera no haber impactado en la ficción literaria. Es el caso del escritor peruano Mario Vargas Llosa, si nos atenemos a su producción literaria y a los artículos en los que explicita su pensamiento sobre la homosexualidad.

En esta ocasión vamos a analizar sus ideas al respecto tomando como material algunos de sus artículos, específicamente “Contacto visual” y “Cruzados del arco iris” (del libro Desafíos a la libertad), “El pintor en el burdel”, “El pecado nefando”, “El matrimonio gay” y “Los hombres-mujeres del Pacífico”. Anotaremos también lo que piensa un grupo gay sobre la apreciación del escritor acerca de este trastorno de la orientación sexual, a la que tilda de “pésima oferta grisácea”, y Angvik, crítico literario noruego, que juzga al escritor de “patriarcal, clasista, racista, sexista y machista”.

 

Desafíos al conocimiento

En su libro Desafíos a la libertad, 1994, es posible advertir claramente un cierto simplismo para abordar temas de por sí complicados y extremadamente polémicos, incluso para quien esté al tanto de la literatura científica. Específicamente, los vinculados con los problemas de la orientación sexual, frente a los cuales el escritor prefiere seguir las ideas frecuentes en los medios, generalmente sesgadas.

Por ejemplo, veamos lo que cuenta que observó en algunas universidades americanas por 1993, respecto a reclamos de algunos grupos gays, por lo que consideraban discriminación en contra suya:

Todo esto me parece altamente civilizado, un esfuerzo muy loable para combatir la discriminación de que son víctimas, en todas las sociedades del mundo, las mujeres y quienes no practican la ortodoxia sexual (p. 205).

Pero, decimos, ¿no cabría en un intelectual como él la responsabilidad de profundizar en qué consiste realmente la discriminación aludida y las razones de la misma? Continúa MVLl:

Como la explotación económica o la discriminación racial, el machismo es fuente de innumerables e insidiosas injusticias, una forma de abuso, legitimada por la cultura, del fuerte contra el débil... (p. 205).

¿No resulta acaso demasiado sencillo equiparar al machismo con la discriminación racial? Por lo menos esperaríamos que explique su concepto de machismo, separando las conductas sustentadas en la propia naturaleza biológica de aquellas determinadas socialmente. Continúa:

Pero como, en este caso, el origen del mal está en la urdimbre de la propia cultura, y forma parte de la naturaleza de aquel cuerpo de ideas, usos, maneras, presupuestos éticos, mitos y códigos que dicta nuestras conductas, el verdadero remedio para este problema sólo vendrá de una profunda renovación cultural (p. 206).

¿Con qué argumento el novelista cierra su análisis y unilateralmente pretende explicar la conducta sexual sobre la base sólo de las influencias culturales? No encontramos explicación.

Sigue:

Sin embargo, dudo mucho que llegue a ser una realidad tan próxima como la de la igualdad jurídica, aquella aspiración que un grupo de lesbianas, con quienes mi mujer y yo conversamos un momento, nos resumió así: “Queremos que la gente nos mire con naturalidad, sin sorprenderse”. Esa es una meta que, para cumplirse, requiere una revolución cultural y moral... (p. 238).

Lo afirma atribuyendo a factores culturales, otra vez sin más, la sorpresa de la gente común que tiene una visión intuitiva de la sexualidad normal. Desde luego el escritor no da mayores razones y su dicho carece de fundamento.

En otro lado, y realmente con visos de comicidad si no viniera de un intelectual de su calibre, mezcla la ciencia con la rebeldía social de un grupo minoritario y piensa que la mejor sexualidad sería la heterodoxa, en globo, sin matices. Leamos:

Los gays y lesbianas pueden llegar a descubrir, al final de sus esfuerzos para ser reconocidos y considerados “normales”, que desaparecido el carácter trasgresor de su elección sexual, ésta ha perdido, si no toda, buena parte de su razón de ser. Totalmente “normalizado”, el sexo deja de ser sexo (p. 240).

MVLl imagina, amparado en su teoría de la “trasgresión”, que la homosexualidad dejará de constituir un problema por el singular hecho de su aceptación social. Con una sola frase el escritor deja de lado cientos de indagaciones científicas sobre genética, bioquímica, neurofisiología, epidemiología, etc., que dan pistas para entender la identidad, orientación y conducta sexuales.

 

Picasso perverso

Semprún, Ideas, 13/4/01, diverge completamente de la percepción de MVLl respecto al significado sexual de algunas de las obras de la exposición “Picasso erótico”, a quien el escritor acusa de machismo, en su artículo “El pintor en el burdel”, El País, 2/4/01. No le parece a Semprún que esa calificación machista sea justa en base a la figura de la felación, que figura en uno de los dibujos de Picasso, señalando acertadamente:

Desde luego, la geometría del espacio erótico es variada y variable pero yo me he encontrado infinidad de veces arrodillado... Ambos de rodillas pueden encontrarse parejas hétero como homosexuales en circunstancias amorosas, sin que ni los unos ni los otros se sientan sometidos o humillados.

Agrega que MVLl en su artículo se ha limitado a observaciones sociológicas y no habla del aspecto artístico de la obra, y por eso recuerda que el peruano:

...jamás, que yo sepa, ha acusado a Sade de ser... sádico, lo cual, incluso en los marcos de los reglamentos del actual pensamiento correcto, es algo peor que ser machista.

Termina criticando el dogmatismo de Vargas Llosa, que le hace prestar atención a la posible afición que habría tenido Picasso por el “voyeurismo”:

...se burla de los dibujos en los que el artista envejecido se muestra, o finge mostrarse, como un voyeur. Sería ridículo negar que con la edad disminuyen las capacidades físicas y mentales de las personas, pero hay algo infinitamente peor que esas cotidianas miserias, y es el peligro muy real de que el envejecimiento aumente considerablemente el conformismo.

MVLl habría deducido la actitud frente a la sexualidad a partir de la expresión erótica que se podía apreciar en el trabajo de un artista, lo que legitima lo que hemos venido haciendo, es decir interpretar las ideas sexuales del escritor a través de sus obras de ficción, pero apoyándonos además en sus declaraciones, entrevistas y ensayos.

 

El pecado de la desinformación

En “El pecado nefando”, El País, 10/8/03, el escritor hace una serie de afirmaciones imprecisas y que revelan una clara desinformación.

Así, no está de acuerdo con la declaración de la Congregación para la Doctrina de la Fe —con sustento teórico y experimental—, contraria a la adopción de niños por parejas homosexuales, pero se cuida de dar las razones de su divergencia. Podría serle útil, creemos, leer la sentencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, 2005, recaída en una solicitud de adopción presentada por un ciudadano francés homosexual.

Afirma, en otra parte del artículo citado, que habría un “...alto porcentaje de seres humanos de vocación homosexual”, por lo que sospechamos que el doctor Vargas Llosa no conoce el ilustrativo debate sobre la prevalencia de la homosexualidad, accesible en un número reciente del Journal of Homosexuality. Tampoco resulta apropiado hablar de “vocación” para una condición que sobreviene y no la eligen las personas.

Igualmente juzga increíble que “después de Freud y de todo lo que la ciencia ha revelado en materia de sexualidad en el último siglo”, la Iglesia siga en su “doctrina homofóbica”. Primero, parecería ignorar que la ciencia sexual está en sus comienzos y que la magnitud de lo indocumentado supera largamente lo conocido, y lo que es peor, ni siquiera se proyecta las investigaciones que serían necesarias. Segundo, aplica erróneamente el término homofobia; ignorando que es una invención de la comunidad gay con propósitos políticos, para presionar a quienes no están de acuerdo con la pretensión de equiparar homosexualidad con heterosexualidad. Oponerse al propósito de algunos intelectuales de considerar análogas dos condiciones diferentes, hétero y homosexualidad, tiene real sustento teórico y clínico, y no tiene por qué significar rechazo o aversión emocional hacia la desviación y menos a quienes la sufren.

Una muestra más de los errores encontrados en el texto que venimos comentando tiene que ver con el fenómeno de la identidad sexual. En este punto MVLl afirma que la “identidad sexual”, sería ahora “menos rígida y unidimensional”. Lo cierto es que uno de los aportes de la sexología moderna es el haber comprobado que la conformación de la identidad sexual —diferente al rol y orientación sexuales— resulta fuertemente arraigada desde los primeros años de vida.

Lo que se desconoce es el proceso de su configuración. Sin embargo, la identidad heterosexual y la homosexual una vez definidas son uno de los fenómenos más rígidos de la estructura de la personalidad. Aquí el novelista adhiere a la tesis del construccionismo social —en que se apoyan los “gender studies” muy populares en las universidades americanas— y no distingue entre identidad y orientación sexuales, como tampoco acepta la existencia de las parafilias, de otra parte bien establecidas en la nosografía psiquiátrica.

Le extraña, sigue diciendo, no la reafirmación de la doctrina tradicional de la Iglesia Católica sobre la sexualidad, sino la “vehemencia” de la declaración de la Congregación Pontificia. Pero ¿cómo asombrarse de la rotundidad de un pronunciamiento, presente también en la proclama del propio MVLl, sobre un aspecto tan vital de la condición humana?

Rechaza luego el modelo heterosexual como núcleo en el entendimiento de la sexualidad humana. Se esperaría entonces que precise una concepción alternativa, que posiblemente tenga pero que no termina presentando. Equipara los conceptos de homosexualidad (trastorno) y homosexual (persona), pasando por alto que son distintos y por eso demandan trato diferente. La sexología médica, y aquí coinciden también varias confesiones religiosas, lo distingue claramente.

Encuentra insensato “imponer”, dice el escritor peruano, a las personas una ortodoxia sexual —entendemos que alude a una normatividad. Olvida sin embargo que las regulaciones y parámetros de normalidad son usuales en diversos tipos de conducta, incluso en aquellas de carácter parcialmente instintivo, como la sexual.

Asegura en el mismo texto que “millones de homosexuales católicos que hay en el mundo no renunciarán a su sexualidad”, añadiendo que “su preferencia sexual terminará por encontrar unos resquicios”. Esta afirmación va claramente a contrapelo con el avance del conocimiento, de un lado, y con la condición humana, del otro. En el primer caso, basta referirse a la exitosa terapia de la desviación de la orientación sexual, confirmada hace poco por el gurú de la psiquiatría americana Spitzer, 2003. En el segundo, tanto homosexuales como heterosexuales, por su propia condición humana, no están sujetos, si desean cambiar, a un fatalismo biológico, como pareciera augurar el literato.

En resumen, encontramos en este texto demasiados errores —no todos repasados en este comentario— en el complejo y denso tema de la sexualidad, ya advertidos en sus conocidas novelas eróticas Elogio de la madrastra y Los cuadernos de Don Rigoberto, sobre las que nos ocupamos en otro capítulo de este libro. Desinformación y equívocos inexcusables en una personalidad de su erudición humanista y relevancia cultural y al mismo tiempo sorprendentes si repasamos sus sensatos comentarios a la autobiografía sexual de la escritora francesa Catherine Millet en “El sexo frío”, 2005.

 

Identidad y confusión

Como si todo lo anterior fuera poco, en su artículo “Los hombres-mujeres del Pacífico”, 2002, se ocupa del “mahu” de la Polinesia, con gran atrevimiento. Al narrar la llegada del pintor Gauguin a Tahití el escritor se pierde inútilmente en identificar sexualmente al “mahu”, sujeto con un trastorno de la identidad de género.

Los conocimientos más comunes de la sexología sorprenden a MVLl y por eso declara su asombro de que el “mahu” no haya podido ser extirpado. Podemos pensar que nuestro autor cree que una condición sexual, mejor todavía una severa desviación, puede desaparecer por decisión de una sociedad.

En otro momento confunde “homosexualismo”, condición clínica bien definida, con el hecho de tener relaciones sexuales entre miembros del mismo sexo, que no implica necesariamente homosexualidad. También persiste en el error de creer que un trastorno de la identidad sexual, diferente del de la orientación, uno de los desórdenes más severos conocidos por la psiquiatría, puede ser motivo de “opción” por la persona.

El mahu puede practicar el homosexualismo o ser casto, como una muchacha que hace voto de castidad. Lo que lo define no es cómo ni con quién hace el amor, sino, habiendo nacido con los órganos sexuales del varón, haber optado por la feminidad, generalmente desde la niñez, y, ayudado en ello por su familia y la comunidad, haberse convertido en mujer, en su manera de vestir, de andar, de hablar, de cantar, de trabajar y, a menudo también, claro está, pero no necesariamente, de amar.

Ratificando su deficiencia en el conocimiento acerca de la prevalencia de las parafilias asegura:

Una de las razones por que, pese a las prohibiciones de las iglesias, el mahu sobrevivió en la sociedad maorí durante el siglo XIX, fue que contó con la disimulada complicidad de los colonos europeos.

Es evidente que el escritor no tiene idea del asunto, pero tampoco tendría por qué dedicarse a especular sobre un caso de ambigüedad sexual, asunto que la propia ciencia sexual no ha descifrado con claridad.

 

¿Matrimonio?

En “El matrimonio gay”, El País, 26/VI/2005, MVLl presenta un encendido discurso a favor del matrimonio gay, con más pasión que razón. Resulta un poco cansador enumerar los variados errores de concepto del escritor. Baste señalar que mezcla normalidad con enfermedad, no distingue las variantes en estos diferentes ámbitos, hace afirmaciones sin mayor sustento —como en el caso de la adopción de niños por personas con homosexualidad— y no se da por enterado del uso cuestionable del término “opción”.

Detengámonos en algunos párrafos emblemáticos de este breve ensayo de MVLl: “Es un extraordinario paso adelante [se refiere al matrimonio gay] en el campo de los derechos humanos y la cultura de la libertad...” y “Esta medida es un acto de justicia, que reconoce el derecho de los ciudadanos a elegir su opción sexual en ejercicio de su soberanía”. Resulta errado, en especial viniendo de un intelectual, recurrir a los derechos humanos sin distinguir las alternativas propias de la naturaleza de las cosas. Todas las necesidades o apetencias humanas no son pasibles de ser cobijadas en el ámbito de los derechos, tal es el caso de la homosexualidad. Peor todavía si se acompaña del erróneo concepto de “opción sexual”.

A continuación declara que “un prejuicio idéntico sostiene que los niños adoptados por parejas homosexuales sufrirán y tendrán una formación deficiente y anómala, ya que un niño para ser ‘normal’ necesita un padre y una madre, no dos padres o dos madres”; también que “...la homosexualidad como una manifestación perfectamente natural y legítima de la diversidad humana”. MVLl en la cumbre del reconocimiento por su talento literario discurre sin ningún conocimiento acerca de las condiciones del desarrollo sano de los niños.

El discurso de MVLl con el virtuosismo de la palabra confunde demasiado los términos, pero la ciencia —en sus diferentes vertientes— no ha descartado la anormalidad sexual como pretende el novelista. Es cierto que en el “universo del sexo” planea la diversidad, pero eso no excluye la existencia de patología, como en cualquiera área de la conducta, y la concepción del sexo asentada en la biología y la psicología de la heterosexualidad. El lenguaje de MVLl es bastante impreciso básicamente por asimilar los conceptos de variabilidad con los de patología. Tal vez se trate de un deseo de extender su percepción de la libertad política, social y económica al área de la patología sexual.

Dice en otro momento:

En verdad, la ciencia —la biología, la antropología, la psicología, la historia, sobre todo— ha puesto las cosas en su sitio ya hace tiempo y establecido que hablar de “anormalidad” en el dominio de la vocación sexual de los seres humanos es riesgoso y alienante. Salvo casos extremos, que entrañan criminalidad [a lo que aludimos líneas arriba], y que de ninguna manera se pueden identificar con una opción sexual específica...

Resulta una sorpresa su afirmación de la existencia de “casos extremos [de homosexualidad], que entrañan criminalidad...”. ¿Cuáles son esos “casos”? El peruano no nos dice nada. Igualmente, hablar de anormalidad en el “dominio de la vocación sexual”, como dice el escritor, es demasiado impreciso. Porque si bien las conductas sexuales han cambiado, aunque en márgenes muy estrechos y repitiéndose las mismas a través de la historia, en la actualidad sigue firmemente asentado el concepto de anormalidad.

Continúa:

...en el universo del sexo hay variedades, una constelación de vocaciones y predisposiciones de las que de ninguna manera da cuenta cabal la demarcación entre heterosexualidad y homosexualidad, pues se refracta y multiplica en el seno de cada una de estas grandes opciones, como ocurre en tantos otros campos de la personalidad individual: las aptitudes, las preferencias, los gustos, las incompatibilidades, las facultades físicas e intelectuales, etcétera.

Este párrafo está especialmente embrollado. Si bien hablar fácilmente de “anormalidad” es ciertamente riesgoso y podría ser alienante, el escritor pivotea con el término “opción” que debería saber que no existe en la articulación de la condición sexual básica: identidad y orientación sexuales. ¿Cabe comparar con la igualdad que establece entre aptitudes, preferencias, gustos, etc.?

También su pronóstico de que en el futuro “las familias más estables las descubran las estadísticas entre los matrimonios gay”, como afirma en el artículo que comentamos, no se corresponde con los hechos conocidos a la fecha: en los países en los que esto es posible una insignificante minoría de la población homosexual busca legalizar su unión; la duración promedio de la relación entre parejas homosexuales no pasa de los tres años; y la violencia dentro de la pareja más que duplica la que se da en el caso de heterosexuales.

El renombrado intelectual debiera considerar algunas observaciones en relación a lo que asevera. Repetimos que la expresión “el derecho de los ciudadanos a elegir su opción sexual” no es correcta. Homosexuales, bisexuales, transgéneros, transexuales, travestis, parafílicos y también desde luego los heterosexuales, no están en posibilidad de elegir u optar sobre su identidad y orientación sexuales, las que devienen sin intervención del individuo.

Asimismo, el efecto sobre la salud de los niños criados en hogares homoparentales no se puede afirmar todavía sobre bases empíricas, aunque muchos estudios y la ciencia sexual advierten que no es el mejor medio para su desarrollo psicosexual por sus dañinas consecuencias. Por otra parte, el debate sobre si la homosexualidad es una enfermedad o una variante de la conducta sexual lleva más de cien años y no está ni de lejos cerrado.

Lo “...perfectamente natural...”, como califica nuestro escritor a la homosexualidad, no es sinónimo de ausencia de patología. Más aun cuando el famoso psiquiatra americano Spitzer, que lideró el movimiento de normalización de la homosexualidad en los años 70, ha publicado ahora un estudio que demuestra la modificación exitosa de la orientación homosexual con diversas técnicas terapéuticas. Se contribuye mejor al debate si no confundimos los derechos humanos y la libertad, la autonomía del ciudadano y la defensa de las minorías, valores que todos compartimos, con las restricciones que puedan darse para una determinada conducta, en términos de salud pública.

Finalmente, recordemos que en la gran mayoría de países europeos están en proceso o han concluido las regulaciones de nuevos modelos de convivencia entre personas del mismo sexo. Cuentan para ese propósito, según el Consejo de Estado de España, con apoyo de resoluciones del Parlamento Europeo y la jurisprudencia del Tribunal Europeo de Derechos Humanos, pero así mismo recomiendan no identificar las uniones homosexuales con la institución matrimonial.

 

Vargas Llosa, machista y homófobo

Pero los mismos homosexuales, en realidad algunos, porque los más vocingleros no representan a la mayoría de ellos, ven, sorprendentemente, a MVLl, como él parece ver a otros, es decir como machista y heterosexista.

En un artículo, “Vargas Llosa o el orgullo mal entendido”, Rebelión, 5/II/06, curiosamente dan a conocer lo que piensan de las ideas de nuestro escritor.

Declaran: “No sólo demuestra su nulo conocimiento sobre las reivindicaciones del colectivo de Lesbianas, Gays, Bisexuales y Transgéneros LGTB...”. Añaden que “en su argumentario viene a decir que esta reforma supone un reforzamiento de la institución familiar, acosada por ‘divorcios’, ‘parejas de hecho’...”, además “...y usted no entiende nada si se piensa que lo que queremos es acceder a ella. El movimiento LGTB de siempre ha querido revolucionar las relaciones, romper la familia nuclear, heterosexista, católica, apostólica y romana”. Continúan: “...ni queremos ni vamos a diluirnos en su pésima oferta grisácea. Es terrible ver a estos apestosos intelectuales publicar artículos sin haberse informado...”.

Este grupo gay no está solo. Aunque desde posiciones diferentes, los acompaña Angvik, crítico literario noruego, quien en La narración como exorcismo, 2004, al comentar el libro de memorias de MVLl sitúa a éste en el espectro ideológico del conservadurismo sexual.

Declara:

Bajo las presiones de las circunstancias políticas, el discurso del novelista... se vuelve tradicional: patriarcal, clasista, racista, sexista y machista. Vargas Llosa demuestra ser hijo fiel de la herencia patriarcal que ha dado abono en el sujeto para un cultivo “natural” y “normal” del sexismo, de la misoginia y de la homofobia. En el trabajo político concreto, los hombres se unen para promover los intereses de (ciertos) hombres... (p. 262).

Más aun respecto a la crítica hecha por MVLl al enfoque de la creación literaria de Arguedas y su contenido de doctrina social, Angvik señala que el escritor sería contrario a la homosexualidad porque “El argumento de Vargas Llosa derivó, por efecto de una lógica cerrada, hacia la reducción del ‘amor físico’ a una ‘heterosexualidad obligatoria’ y le expuso a Arguedas a una exigencia que no podía obedecer y satisfacer” (p. 281).

 

Resumen

En base a unos interesantes artículos en los que MVLl se refiere específicamente a la homosexualidad, hemos repasado las ideas del escritor sobre esta condición. Sus declaraciones sobre este ámbito de la orientación sexual son tan apasionadas como desprovistas de sustento científico. Son llevadas y traídas por pasiones doctrinarias, que lo mueven a hacer afirmaciones y declaraciones por la mera espontaneidad y el deseo. Sigue el ejemplo de muchos cientistas sociales que, encajonados en su formación profesional, desarrollan un pensamiento con anteojeras cuando definen su posición frente a conductas sexuales específicas.

(del libro por publicar Vargas Llosa o la sexualidad menoscabada).

 

Bibliografía

  • Angvik, B. La narración como exorcismo. Mario Vargas Llosa, obras (1963-2003), Fondo de Cultura Económica del Perú, Lima, 2004.
  • González, F. “Vargas Llosa o el orgullo mal entendido”, Rebelión, 28 de junio de 2006. http://www.rebelion.org/noticia.php?id=17074 [Consulta: 19 de febrero de 2006].
  • Spitzer, R L. “Can Some Gay Men and Lesbians Change Their Sexual Orientation? 200 Participants Reporting a Change from Homosexual to Heterosexual Orientation”, Arch Sex Behav, 32: 5, October 2003.
  • Semprún, Maura, C. “Eros en tranvía”, Ideas, 13 de abril de 2001.
  • Vargas Llosa, M. Desafíos a la libertad, Peisa, 1994, Perú.
    —. “El sexo frío”, Piedra de Toque, Caretas, Nº 1.506, 5 de marzo de 1998.
    —. “El pintor en el burdel”, Caretas, Nº 1.664, 5 de abril de 2001.
    —. “Los hombres-mujeres del Pacífico”, El País, 4 de febrero de 2002.
    —. “El pecado nefando”, El País, 10 de agosto de 2003.
    —. “El matrimonio gay”, El País, 26 de junio de 2005.