Llegar con luz
hilando fino y sin planear,
soltando amarras,
que los ardores de este cuerpo
me devoren,
allá yo,
allá voy,
allá...
Empezando a darme cuenta
de que no siento nada
al escuchar tu nombre
pasearse como un reptil
sin cola
por mi diáfana mañana.
Eres despojo
de infancias, el intermedio
arbitrario de un pasado
cauterizado con la luz
del vientre
de mi madre.
Antes de que termine la música
Soñé
que estaba viejo
y lloré...
Quemado de muerte,
me quité la piel.
La colgué
como una manta empapada
de lágrimas.
¿Dónde me escondo?
¿Dónde encuentro la música
que me da solidez?
Mi piel tendida sobre el dedo
de mi otro yo, sudado
y lloroso, tararea sí, sí, sí.
Adán en mi catre
Encontré magia
oxidándose en sus ojos,
algo que podía engrasar
y lijar levemente.
¿Le tendería una emboscada
a este corazón anónimo?
Mi sangre se afina,
y afina, sepia que no se abstiene
de los dividendos industriosos,
del enfoque lento;
la manzana mordida.
Adán arduamente trabajando,
el pedernal debajo de su bata
caliente en mi catre.
La luna no se queja,
nuestros muslos resplandecen
con sudor de la noche.