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Edición Nº 52 3 de agosto de 1998 |
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Edición Nº 52 3 de agosto de 1998 |
Nadie con sentido común puede restar gravedad al vertido de 7 millones de toneladas de lodos tóxicos, proveniente de la rotura de la balsa de las instalaciones mineras de Boliden-Apirsa del grupo sueco Trelleborg, tal como ha sido reconocido, sin excepción, por los medios de comunicación más influyentes del mundo.
Somos conscientes de que el Nunca más —poema que compusimos el 26 de abril de 1998, el día siguiente de la tragedia— sólo será posible cuando todos los hombres amen y cuiden, como a una parte de sí mismos, la naturaleza en la que viven. Esta transformación, que ha de iniciarse desde los más elementales procesos educativos y formar parte crucial de la vida democrática de cada comunidad, posibilitará que se valore, en toda su importancia, la conservación del medio natural, obligando a un compromiso serio y responsable a los programas de gobierno, desde las instituciones internacionales a las más inmediatas y locales. De esta forma, los "accidentes" y los desastres que degraden espacios privilegiados para el hombre tendrán una respuesta muy diferente a la que se ha dado en esta ocasión.
No serán dignos gobernantes quienes no sepan defender hasta las últimas consecuencias el patrimonio natural, social y cultural, como parte intrínseca del desarrollo humano; no tendrán cabida, ni en pueblos ni ciudades, las iniciativas privadas o públicas que pongan en riesgo la conservación de los recursos; porque la mejor garantía de calidad de vida es una naturaleza armoniosamente conservada, creadora de recursos. La excusa de subvenciones para la promoción de puestos de trabajo por las empresas sucias e irresponsables toca a su fin, es una falacia con corto futuro: pan escaso para hoy y hambre cierta para mañana. Entendemos la naturaleza como un todo del que nosotros formamos parte. Esta convicción nos impulsa a denunciar la caduca idea de que el hombre es el centro del universo y todo gira a su alrededor; nos conduce a un nuevo análisis global, donde la vida surge de un rico y delicado equilibrio, porque todos sus componentes son fundamentales; nos compromete, en suma, a trabajar por el desarrollo de la cultura solidaria del ser humano consigo mismo, con los demás y con su medio natural.
Desde nuestro sentir por Doñana, nuestra tierra, abogamos para que los gobernantes asuman sus responsabilidades en lo sucedido y que la dimisión de los gestores públicos implicados devuelva la credibilidad al ejercicio de gobierno, y se abra así una nueva etapa.
Desde nuestra deuda con Doñana —el patrimonio natural y universal heredado de nuestros mayores— pedimos que se retiren con prontitud los residuos tóxicos y contaminantes antes de que la lluvia del otoño agrave una situación ya extremadamente peligrosa; que se restablezca la normalidad de la vida en el Guadiamar y en las tierras marismeñas afectadas. Exigimos que se reconozca la deuda real contraída con los pueblos del entorno que, aunque no afectados de modo directo e inmediato, ven su porvenir amenazado e incierto. Al mismo tiempo demandamos que todo este proceso sea comunicado y explicado con absoluta transparencia y claridad a la opinión pública.
Desde nuestra solidaridad con Doñana pedimos que se devuelva a los ciudadanos afectados lo que la acción de la negligencia gubernamental y empresarial le han arrebatado: un medio de vida digno, con garantías de progreso y de futuro.
Declaramos, por último, nuestro deseo de trabajar con las herramientas que tenemos —la reflexión y la palabra— en favor de la vida. Instamos a las instituciones públicas y entidades políticas y culturales, públicas y privadas a que asuman un plan de formación que desarrolle en todos nosotros, y especialmente en nuestros niños y jóvenes, el amor sin retóricas por la naturaleza y el compromiso con su uso racional.
Doñana, veintiuno de Junio de mil novecientos noventa y ocho.
Suministrado a Letralia por José Luis Gozálvez, miembro del Grupo de Escritores del Entorno de Doñana.