“Spínola, el de las Lanzas y otros retratos históricos: Ana de Austria, Lisa Sigea, Rosmithal”, de la Condesa de YebesCondesa de Yebes: las bodas de Ana de Austria

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Los Reyes encomiendan al cuidado de la Infanta a la condesa de Altamira, hermana del duque de Lerma. Niña todavía, está destinada a jugar un importante papel en el complejo tablero de la política. Acaba de firmarse la paz con la vecina Francia y, para cimentar este nuevo acuerdo, los Reyes conciertan el doble enlace del príncipe don Felipe con Isabel de Borbón, y el de Ana Mauricia con el rey de Francia Luis XIII.

El duque de Pastrana es enviado a París para solicitar la mano de la princesa Isabel, y en el viaje invierte más de doscientos mil ducados, tal era el afán de deslumbrar a los franceses. A Madrid vino el duque de Mayenne, en representación del rey de Francia y para cumplir el mismo cometido respecto a doña Ana.

Una vez más, se pone a prueba la esplendidez del duque de Lerma; prepara el recibimiento del embajador francés con la mayor pompa. Más de quinientos grandes, a cuya cabeza va el duque de Alba, se apostan a las puertas de Madrid y le dan la bienvenida. Las capitulaciones matrimoniales se firman, en el palacio real, el 22 de agosto de 1612.

Las bodas reales por procuración no se efectuarán hasta el año 1615, en la catedral de Burgos; el magnífico duque de Lerma representará a Luis XIII. Después de la ceremonia sale la comitiva, integrada por cerca de mil quinientas personas, entre nobles, pajes y servidores, camino de la frontera. Al llegar a Briviesca el duque de Lerma cae enfermo de calenturas tercianas, y se ve obligado a permanecer allí sin poder continuar el viaje. Entrega la custodia de la Infanta a su hijo el duque de Uceda y, a paso lento, prosiguen de nuevo la ruta.

Al llegar a Irún, el intercambio de las dos princesas se efectúa en mitad del río Bidasoa, donde se ha elevado una caseta para esta ceremonia, pues la isla de los Faisanes, por pertenecer a España, no era territorio neutral. El acto reviste magnificencia; las dos princesas, después del intercambio de saludos, abandonan sus patrias respectivas: doña Ana será reina de Francia, y doña Isabel reina de España.

El duque de Guisa recibe de manos del séquito español a la joven Infanta. Emprenden el camino hacia Burdeos, donde aguarda la Corte francesa. A la entrada de la ciudad, Luis XIII, impaciente por ver a la que ya es su esposa, hace gallarda aparición a caballo y acompaña parte del camino la carroza. Mientras tanto, hace fastuosos preparativos para recibir dignamente a la que ha de ser soberana de Francia.

El día 25 se celebra, con gran pompa, la boda en la catedral de San Andrés. Ana aparece ataviada con manto real carmesí, recamado de flores de lis bordadas en oro y forrado de armiño. Aquella misma noche el matrimonio entre los dos niños, que cuentan cada uno catorce años, es consumado en presencia de las dos nodrizas, las cuales permanecen en la alcoba real...

(De Condesa de Yebes, Spínola, el de las Lanzas y otros retratos históricos: Ana de Austria, Lisa Sigea, Rosmithal; Buenos Aires: Espasa Calpe, 1947. Colección Austral, 727).