Julio Herrera y ReissigTres cartas de Julio Herrera y Reissig a Julieta de la Fuente

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A continuación parte de la correspondencia íntima entre Herrera y Reissig y su amada Julia, donde el amor es la cuestión central y la poesía —con alguna que otra excepción— es apenas mencionada. Dice Hortensia Campanella, en la presentación de una recopilación de cartas que hizo, en 1976, la Revista Biblioteca Nacional, Montevideo, Nº 13: En tono exaltado, que se va haciendo más íntimo a medida que pasa el tiempo, por parte de Julio... se da un fragmento de una historia de amor en medio de un ambiente hostil... Este último es el tema —conexo al del amor— que obsede al poeta: el rechazo a la sociedad, centralizada en la figura del padre de Julieta —que se opuso a la relación, más duramente en los primeros meses. Escogí tres cartas, en las que, como en todas las demás, hay una casi total ausencia de fechas y lugares.

CB

 

Señorita:

La llama de sus ojos devora mi espíritu. Una intensa atracción de simpatía, me avasalla. Deseo ardientemente hablar con Vd. lo más pronto posible.

Toda mi alma vive del sueño de su belleza. Desvaneceré sus dudas de la otra noche acerca de mi nombre, apenas tenga el placer de dar expansión a mi palabra.

Aguardo ansioso su respuesta. ¿Cuándo podré hablarle? ¿Por qué no esta noche? Mañana me ausento por dos días; hasta el Martes.

La llena de rosas, su admirador galante.

Julio Herrera.1

 

Divina Julieta:

Me hallo en pleno terremoto.

La inmensa alegría de verla dentro de unas horas ha enloquecido mi corazón. Bien es cierto que el exceso de dicha mata. Soñando vaporosamente con sus ojos, en una crispación de las más sublimes y en una ansiedad de las más irreales. Desperté, de pronto, convulso y desconcertado como si algún derrumbe se hubiese producido en mí. ¡Julieta! suspiré tres veces. Y comprendí que Julieta palpitaba violentamente en mi corazón.

Me hallo enfermo, pues imposibilitado de dar un paso, aunque bien sé que si la viera me curaría al instante. Usted, con sus ojos me ha hecho mal en sueños, usted con sus ojos cúreme, despierto.

No podremos vernos hoy, sino con el alma. Una infinita tristeza me embriaga de gris. Hago un esfuerzo inaudito para escribirle. Me encuentro en cama.

Le ruego que si usted pasea evoque mi fantasma bajo la melancolía de los sauces que son humanos y la comprenderán. Mañana, si Dios me deja ser dichoso, y no tenemos envidiosos entre los ángeles, espero anonadar mi espíritu ante su mirada. ¿Por qué no me escribe?

Tiene el correo a una cuadra, según creo. ¡Ah!, qué daría por una carta suya, de esas divinas cartas que son poemas encantadores, de infinita gracia.

Adiós, Julieta. Adiós —hoy no nos veremos; ¡piense qué horrible es esto! Su amor es el culpable. Ni siquiera en sueños me abandona.

Adieu, Julieta. Adieu

Julio R.
Ituzaingó 235

Tengo 130 latidos por minuto. ¡Infame corazón que la ama!

 

Julieta:

Emocionado hasta lo más hondo de mi espíritu me entero de la suya. Olvidemos todo lo mezquino y todo lo tenebroso. Dejemos que el reptil pase; ni aún le aplastemos la cabeza de horror a que el veneno salpique nuestra dignidad. Yo la amo a usted y por usted. Yo la amo a usted con cien almas y cien vidas. Todo mi ser vive de usted, para usted y por usted. Su preciosa y elocuente carta ha refrescado como un rocío milagroso y celeste mi alma sangrienta. Yo la adoro, Julieta; yo la adoro. Tiene usted un alma profundamente inmensa. Amémonos; penetremos luminosamente uno en el otro y ambos en el misterio infinito del amor eterno!!

Leeré su carta mil veces, la besaré con respeto idólatra; suspiraré sobre ella devotamente. Es usted una mujer superior y yo me inclino trémulo y conmovido ante su gracia y sus encantos únicos.

Hablaremos detenidamente a tiempo sobre todo lo ocurrido, olvidando y despreciando luego a quienes nos abominan y nos perturban con sus bajos odios.

Su carta merece mil cartas y mil poemas. Es usted adorable, divina, encantadora, genial, inmensa.

Con más calma le escribiré. Por ahora envío a usted mi más hondo sentimiento de amor y de suave afinidad. Ud. no tiene que pedir perdón. Las reinas jamás lo piden. Es usted reina de mi corazón y lo será eternamente.

Adiós, encantadora, divina, Julieta, adiós.

Julio R

 

  1. El original de esta carta, escrita en un papel adornado con tres violetas en relieve, ostenta una inscripción de Julieta que dice: “Letra de Teoloro. Julio no se animó a escribirme directamente. Julieta” (nota al pie de H.C.).