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Letralia, Tierra de Letras Edición Nº 86
7 de febrero
de 2000
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Poemas para levantar a un muerto

Javier Alvarado

    (Nota del editor: Los poemas que siguen conforman el libro Poemas para levantar a un muerto, del joven escritor panameño Javier Alvarado. Este poemario recibió en 1999 el premio Diana Morán, que se otorga a los poetas que pululan en la escuela secundaria panameña).

"el hombre si muere queda postrado,
si expira, ¿a dónde va a parar?".

Job 14, 10

"la muerte es un estado de dormir por dentro,
en otro sitio, en otro rito, en otro espacio".


I

Morir penando, marcando penas;
escuchar los pasos que se pierden en la arena
como vociferíos de multitudes.
Mudar de cuerpo cuando el mundo de transmuta;
caminar descalzos huyendo de la sombra,
sentirse alguien mientras se lloran piedras,
en un río de calma, mientras la noche duerme.


II

Estado corrosivo de llover por dentro,
ahogar la esperanza en un olvido que navega;
sumergir auroras sin observar la noche,
transmutar espacios en una piedra que ruge;
parir zancudos en los gritos de la sangre;
ahogar el llanto en un beso que copula,
aferrado al nicho de un pan que crece,
acuclillado al olvido como un guerrero sin nombre,
como un canto de luz donde convive el cuerpo,
buscando su forma para fabricar tormentos,
para iniciar la marcha triunfal
de esta vida que nos une.


III

Oír palabras desangrando venas;
sembrar raíces sin que las manos mueran;
oír la lluvia mientras el alma descansa;
en un rito fundado de claros acertijos,
en el violonchelo ígneo del corazón que alcanza.


IV

Abrir caminos siderales en las venas,
abrir el cuerpo en un rito equinoccial de noches,
deshojar la aurora en un aguacero muerto,
cubrir de desesperanzas el alma que dormita,
en un clavel, en una vida, en una sonrisa,
donde el león que ruge busca su deseo,
dond el espacio medita para encontrar su espacio.


V

Para buscarte en una calle
tengo que recorrer el mundo,
en un incendio de voces sin murmullo;
donde la poesía emerge de la luz como un riachuelo.

Tengo que buscarte rodeando al suelo,
infértil y amarilloso
como los ríos de la soledad.
Tengo que buscarte
en el sitio fecundo de la sangre,
para morir desangrado
en la nostalgia de tu cuerpo.


VI

Cuerpo transitorio,
imagen de luz petrificada,
silogismo lunar de mito y sombra
en un tiempo equinoccial de noches sin tiempo,
donde duerme el rito acuclillado de las tribus
que destierran al licor en plenilunio y muerte.
Doce de la noche, el retrato en el olvido,
recuerdo lo que soy, "pienso y luego existo"
mirando la trova del abismo cansado;
buscando el corazón de un poeta en un espacio sin retorno,
donde se conjugan los muertos en un aliento vivo,
donde vivo acongojado por mis nostalgias vivas,
muertas y mordaces cono las siluetas de Dios,
que dibujan el espacio en el ojo torvo del ser,
donde el pensamiento nutre el espejo del hombre,
que hoy se vuelve espejo, naufragio y nada.


Exhumación (VII)

Cántaro roto, corazón que cae
en la ruta del animal y la resina;
creando los dioses que luego surgieron
como altares muertos, colmados de piedra;
aprendiendo a meditar
junto al río vegetal de la muerte y de la espera,
devorando los alcatraces que reposan junto al mar,
en un paralelismo sintético de besos
que reposan, acuclillados, en un fondo subterráneo.


Réquiem para resucitar a un muerto

la vida siempre será eterna con un libro de poesía
y la poesía siempre será eterna mientras haya vida,
en un regazo, en una estrella, en un capullo nebular de hambre,
donde el hombre se aferra a la vida, allí está el mundo,
junto al caudal de la poesía, ávido e inmortal como una antorcha
que recorre, que inunda y que penetra
en los boulevares solitarios de mis lunares poéticos;
donde la madre busca el pezón para amamantar al hijo,
allí está el himno de la vida derramnando leche,
donde haya un farol con dos enamorados
allí está el amor haciendo de las suyas,
allí está el león que ruge, buscando las manos amorosas,
que reparten odios y bizcochos horneados de luna,
donde el miserable aprende a mudar de cuerpo,
como la impávida oruga que busca su capullo de cristal,
en un beso, en una vida, en un alcatraz de noches,
bajo el puerto aromático de la sombra que copula
entre las piedras sempiternas de un caracol que busca
su pobreza enterrada junto a las arenas del sueño,
en un poema vivo que canata a la muerte,
en una paradoja de la vida que nutre a las manzanas,
en este Paraíso heredado del calabozo y de la muerte,
cuando mis flores de nenúfar coagulado
buscan el aire y la musa de los años,
derramando el elíxir en un destello de cachorros apareados,
donde el queso de la luna se confunde con el mar,
en un canto miserable de esperanza,
que nace de la torre y de la nada,
torres impávidas que recorren el tiempo,
en las hondas cancerosas de un milenio
que arrastra cadenas al compás de un viejo enfermo
que busca la tarde en el arrullo de una paloma muerta,
recorriendo la ciudad en una alcachofa de sueños;
en una almendra núbil que fecunda la madre;
donde la poesía se viste de pieles
en las cavernas abismadas del olvido,
donde las islas se vuelven farallones para cantar al mundo,
donde un faro se desgalilla para buscar la aurora,
en la popa de un barco, en el corazón de un naufragio,
al compás de una madera muerta, apolillada por el tiempo
que destroza la carne inerte, el campanario vivo,
el candelabro eterno de los sueños,
con noventa minutos de retraso para esperar un deseo,
que busca su corriente en un incensario de nostalgias;
donde los párpados buscan la sal para volverla agua,
para edificar océanos en los corazones de los hombres,
con la arena irremediable del pensamiento griego,
gritando a la sombra a través de los poemas,
encontrándome conmigo mismo
en cada uno de mis versos.


Resurrección

¿Quién dijo morir?
Uno muere todos los días sin darse cuenta,
para volver a nacer en otro cuerpo.
No os preocupéis, la muerte es nada,
la muerte es un estado de dormir por dentro,
en otro sitio, en otro rito, en otro espacio.


       

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