(Nota
del editor: diez días antes de la muerte de Celia Cruz, el
escritor venezolano José Gregorio Correa le auguraba larga vida a través
de este relato que a la vez la evoca y la imagina).
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Como
pudo consiguió un asiento en el autobús. Del lado de la ventanilla emprendía
un inusual periplo que habría de conducirlo a algún lugar, lejos de ninguna
parte. A su lado derecho el paisaje comenzaba a percibirse de modo fugaz. Como
suele ser costumbre estas unidades de transporte en Sudamérica constan de un
altisonante equipo de sonido. Los quinientos vatios de salida de las cornetas
dejaban escuchar la añeja, pero siempre nueva voz de Celia Cruz, salseando con
aires de rap uno de sus últimos éxitos. No pudo menos que asombrarse de
tal prodigio. Por instantes dudó de si escuchaba a la verdadera Celia Cruz o a
una voz virtual creada con alta tecnología.
Estuvo a punto de iniciar una conversación con el pasajero de al lado, pero
al verlo dormitando prefirió no hacer inútiles preguntas ni comentarios.
Mientras el autobús alcanzaba sus máximos setenta kilómetros por hora
procedió a pensar en lo muy poco que sabía de Celia Cruz. Cuentan que la
fulana salió de Cuba a la caída de Fulgencio Batista. En Los Reyes del
Mambo (Mambo Kings) aparece como personaje satelital. Alguna vez escuchó su
voz con la Sonora Matancera. A partir de los setenta su imagen y su voz
estuvieron asociadas a Las Estrellas de Fania, la misma empresa que le pagaba a
Héctor Lavoe con raciones de cocaína algunos de sus grandes conciertos.
Entre la finita nostalgia se acordó de Carlitos Quast, un amigo de la
infancia, quien le ofreció la dicha de poseer todos los juguetes del mundo
aunque fuesen ajenos. Con él, en un viejo tocadiscos, oyó de principio a fin
uno de los mejores inventos de la música afrocaribe: Hommy, una especie
de ópera salsa donde Celia Cruz le canta a la gracia divina. Claro, Bemba
colorá fue más difundida por radio y no hay nadie que no recuerde a Celia
Cruz sin relacionarla con ese tema. Hommy es un modo de contar y cantar
la historia del Mesías de un Caribe que sólo podría redimirse gracias a la
festiva sangre de sus habitantes, al más puro sabor y son que nace de sus
cinturas, caderas, piernas y sudores deslizándose hasta evaporarse con el calor
de sus pieles.
Llegó hasta a acordarse de la señora Dilia, una dama que le entraba al
mambo, la guaracha, a los danzones de Barbarito Diez y al chachachá, danzando
con Dimas Parra, el padre de Carlitos Quast.
Le resultaba inverosímil creer que Celia Cruz aún cantara. Uno de sus
últimos premios Grammy lo recibió en el dos mil tres, tiempo en que se vio muy
mal, pues le extirparon un seno y luego un tumor cerebral. Su esposo y manager
Pedro Knight fallecería finalizando el año. ¿Cuánto dolor para alguien como
ella?
Entreabrió un poco la ventanilla y una ráfaga de brisa casi alcalina le
impregnó el rostro de un pegajoso sudor.
En una de esas paradas tumultuarias, mientras bajan y suben pasajeros, podía
oírse Carnaval, esa que refiere que la vida es un carnaval donde cada
careta es una verdad y donde cada verdad es un modo muy fino de mentir.
Siempre quiso pensar que Celia Cruz ya no vivía, que era una especie de
cuerpo con más de trescientas pelucas, dotado de una garganta sin cuerdas
vocales de donde salían fraseos melódicos producidos en un laboratorio. Celia
Cruz debía de vivir más allá de sus límites. Celia Cruz era un software.
Ya no existía, ya no hablaba antes de cantar, no ejercitaba su voz, guardaba
silencio por más de quince días, y cantaba.
Celia Cruz, la legendaria voz del Caribe. Aquella quien fue más famosa que
un tal Fidel Castro Ruz. Aquella negra, porque fue negra, ornada con millones de
lentejuelas que brillaban tanto pero sin poder opacar el destello de su
dentadura postiza. Celia Cruz oída por más de setenta años, todavía se
dejaba escuchar con eso de... si tú sientes candela en los pies, que te
quema la flama, son los negros de la mapeyé que a la rumba te llaman...
Murieron Tito Puente, Santitos Colón, Héctor Lavoe, Tite Curet, Willie
Colón, Bobby Valentín, Ray Barreto, Adalberto Santiago, Richie Ray, Bobby
Cruz, Luigi Texidor, Ismael Quintana, Yomo Toro, Johnny Pacheco, Larry Harlow...
y Celia Cruz seguía cantando. Cuentan que llegó a grabar los cantares del rey
Salomón, que la oyeron cantar con Andy Montañés acompañados del Gran Combo
de Puerto Rico.
El colector le avisó de su destino. Al pasar por los asientos tomó un
periódico que alguien seguramente olvidó o leyó. En subtítulos podía
leerse: Elián González, nuevo presidente de Cuba. Y más abajo: Celia
Cruz invitada de honor deleitará a la multitud asistente.
La gracia divina después de sesenta y siete años volvía a La Habana. Y
todavía cantaba.
San Sebastián de los Reyes, 6 de julio de 2003