Letralia, Tierra de Letras - Edición Nº 6, del 5 de agosto de 1996

Las letras de la Tierra de Letras

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Soliloquio

Luis Alirio Bastidas

Noche de transversal silencio, de ásperos recuerdos que al brinco despejan el alma.

Mundos errantes por donde vago cancelando la infinita cuenta de dolor, y por cuotas me hacen ver el amor fallido, exhausto que cruza en la agonía insólita.

Quietud de viento, mar de seres invisibles que aspira el presente, duende silente que llevas a las aves de paseo.

Remota felicidad, flaca como mi ilusión, eso que hiere el techo del mundo. Ansiedad malsana, vapores, pasos errados.

El saco roto de la palabra, ya no se puede articular una oración milagrosa, todas rodaron con la basura.

Ignorancia sagrada, nudo gordiano de este mundo, partícula de cosmo que se lleva la mecánica insondable.

Agonía consciente del ser, donde escasos recursos pueden verter una esperanza como eco de la soledad.

Lengua vibráctil que aprisionas con tu canto todo insecto llameante, todo ser alumbrado por esta luna errante y mortecina, noche de pasos y pensamientos perdidos.

Argumentos y promesas que el viento traslada como aves a invernar, cruzando mares agónicos, estúpidos testigos de tiempos mejores, brisa negra, estertores.

Arena que abraza mis pies desnudos. Mar rojo de fuerza extraña, olas rugientes devastadoras, despedazando mi cuerpo como muñeco de trapo.

Martillo que cae como gotas de lluvia sobre un metal inocente, noble coraza de hierro donde te oculto como para protegerme de los temores.

Línea pura, razón que cabalgas por este mundo inestable de la vida, aquilatando segundos después, desperdiciando horas, sembrando en el ancho valle del olvido, los recuerdos vivos que se venderán en la tienda de tu cuerpo.

Pegados a ti como gusanos de agosto, revoloteando en zigzag, mariposas sociales, con máscaras de plomo, para ignorar tu acento y tu aire de derrota.

Látigo que el tiempo quemó, ya no está el templo aquel, arrojo de tus pulmones, grito ahogado de tu corazón, hierba fresca sobre el desayuno inconcluso.

Tal vez temores habiten. A lo lejos, el viento teje un concierto conocido, y tu estómago despeja la ecuación alimenticia de la tarde.

Si se persigue la noche
un atolondramiento de segundos tejerá la red...
mientras tú suspiras con un sonido nuevo,
yo salpico mis labios con la rancia melodía del vino.
Aún estoy allí... en esos ojos llenos de susto,
en esa mirada de ensueños,
en estas manos...
que de alguna manera acarician la Nada.


       


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Depósito Legal: pp199602AR26 • ISSN: 1856-7983