Letralia, Tierra de Letras - Edición Nº 11, del 21 de octubre de 1996

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Poemas de Fernando Rojas

Fernando Rojas

hoy quisiera que toda la poesía se desnudara
y, con sus pies desnudos,
caminara por las playas
a la luz de las gaviotas y sus vuelos
y del enorme beso azul-verde turquesa
y del abrazo intermitente del mar con nuestra américa;

quisiera que el domingo vagara por las calles
repartiendo historias a cada hombre;

y que, a partir del lunes,
entrara en las escuelas
distribuyendo amor en los cuadernos

para crecer los corazones nuevos,

instrumentos, constelaciones, ciervos...

quiero verla desnuda
comprando el arroz en una tienda
y haciendo fila para el colectivo
y caminando también en los polígonos
que la tierra dibuja para el cielo
con su sudor, su polvo, su sombrero,
haciendo su labor: labrando el tiempo

quiero verla acusada y feliz —poesía culpable—
culpable de los hijos
y de las manos tiernas
y culpable también de la existencia
culpable del amor, de la pregunta,
del sexo, del libro, del avión, de los molinos,

del aire, del sexteto...

culpable de tu risa y de la mía
y de tu amor y el mío
y de tus manos y de las mías
y de tu sexo y del mío
"cual son culpables los versos
de que haya noches y estrellas"
nos dijera Silvio hace unos días

culpable de la historia que escribimos
paso a paso
en silencio...

es larga la noche que vivimos:

solamente los que taladran este abismo
—esta barrera infinita—
pueden vivir la luz...

hay algunos que compran los taladros
más grandes, más modernos y potentes
con vívido cinismo

hay otros que construyen taladros más lejanos
de ramas, hojas secas y nubes
con ávido trabajo

hay también, los más, que no taladran,
que no pueden tocar las ramas ni sus hojas,
que no alcanzan las nubes ni las pueden mirar
por que algunos
les tiraron los ojos al estómago

siempre que salgo a la calle
me pongo las alas
y me armo de sueños
y camino
agrandando recuerdos
escribiendo y borrando sentimientos

purifico el aire y las conciencias
y, analizando historias,
se cruzan en mis ojos
las imágenes rotas de la gente:
caminan hacia mí y, a veces, las detengo
para ya no sentir cómo mis alas
se enredan en un lío de silencios