Letralia, Tierra de Letras - Edición Nº 17, del 3 de febrero de 1997

Artículos y reportajes

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Los desiertos del Ángel

Ganadores del concurso de cuentos breves de la Secretaría de Cultura del estado Aragua

El 4 de diciembre de 1996 se dio a conocer el veredicto del segundo concurso nacional de mini-cuentos "Los desiertos del Ángel", anunciado en Letralia. "Porcelana", de Giselle Marie Montiel —quien firmó como "Boterito"— recibió esta apreciación del jurado: "...Hemos decidido, por unanimidad, otorgar el Primer Premio al texto 'Porcelana' (...) por el encanto intimista forjado por una escritura bien lograda y una caracterización donde el elemento sorpresa juega papel importante".

De "Balasombra", cuento que recibió el segundo premio y fue escrito por Eloy Yagüe Jarque, el jurado dictaminó: "El segundo premio recayó en el cuento 'Balasombra', firmado con el lema 'Mirror', en el que la brevedad es sujeto de insólita reflexión".

Antes de ofrecer a nuestros lectores los cuentos ganadores, Letralia hace justo reconocimiento también a los escritores Wladimir Márquez, Nohellia Fernández y Pedro Querales, ganadores de las menciones especiales.


Porcelana

Giselle María Montiel

La crema de belleza prometía, bajo su composición de ácido glicólico y liposomas, eliminar las "líneas de expresión", dejando una piel de porcelana.

Ella puso toda su ilusión y sus ahorros en el pequeño envase y esa noche, frente al espejo, comenzó a aplicarse el ungüento milagroso. De pronto escuchó un leve ruido y al ver el lavamanos notó algo extraño, como un cabello, que se deslizaba por el desagüe. Era una arruga. Una a una fueron cayendo todas las líneas de expresión, que huían presurosas aguas abajo. Ella, con sorpresa, se miró al espejo nuevamente y encontró complacida que era cierto, tenía ahora una piel de porcelana: blanca, lisa y tersa. Quiso sonreír pero la porcelana no se movió.

Desde entonces, en la calle la llaman muñeca. Ella no sonríe ante esos elogios y debe cuidarse de cualquier golpecito que pueda hacerle añicos el rostro.


Balasombra

Eloy Yagüe Jarque

Disparé primero, sin pensar. La figura que me amenazaba con un arma se derrumbó, al fondo. Di gracias a Dios por mi buena puntería, que me había salvado la vida una vez más. Como no conocía la casa adonde había entrado persiguiendo al sospechoso, avancé lentamente, pegado a las paredes por si aún hubiera peligro. Veía una ventana al final de un pasillo debidamente iluminado. Allí debía haber caído mi atacante. Me acerqué con gran cautela. Cuando llegué sólo había en el piso los restos de un espejo roto. Desconcertado me detuve en medio de la pieza, sintiendo un extraño malestar. Me llevé la mano izquierda al corazón. La retiré sangrante. Un trozo de espejo reflejó la sorpresa en mi rostro, y la herida mortal causada por mi propia bala.


       


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Depósito Legal: pp199602AR26 • ISSN: 1856-7983