A veces me alucinan pensamientos raros.
Un indicio sutil.
Me imagino el deseo brutal
de convertirme en daga.
Ahondar
con el filo de la hoja
el ecuador
feroz
de mi garganta
y arrojar
el hemisferio de mi mente
a las órbitas lejanas del vacío.
A veces me obsesiona el dolor particular
de no hacer nada
esa inercia mortal
irreverente
que se desliza por la sombra de mis hombros
y me anuda
los extremos
de las alas.
A veces...
Sólo a veces...
A la luna menos cinco
mi corazón se va de vuelo.
Ante el inquieto resplandor de indicios
que delata
las urgencias
de mi pecho.
La luna
en punto
repicará angustiada
y en un descuido
de su perfecta
redondez
detrás de corazón
se irá
mi cuerpo.
Me acerco a la tela del espejo
y con el pincel de mi mirada
paisajeo
mis arrugas
memoriosas.
Amo esas arrugas.
Las de las manos
parecen pentagramas
donde bailaran
primorosas
las caricias.
Las de la frente
son universos detenidos
donde se abarrotan
los mundos
de mis sueños.
En ellas
otras manos
dejaron impresas
las huellas
de su travesía.
Arrasaron mis ojos
y formaron valles
por los que corrieron ríos
que llenaron
de grietas
mis llanuras.
Arrastraron a su paso
alguno que otro beso distraído
y en enormes remolinos
lo arrojaron
al estuario
de mi boca...
pero mi boca
ama esas arrugas
que paisajea el pincel de tu mirada
cada vez que me acerco
a la tela
del espejo
de tus ojos.
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