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Diez textos de La casa que me habita, de Wilfredo Carrizales, traducidos al francés

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Poesía y prosa en La casa que me habita, de Wilfredo Carrizales

Wilfredo Carrizales
Wilfredo Carrizales. Autorretrato.

En este principio de siglo, en el que las poéticas experimentales se multiplican, en el que las urbes son el escenario dominante de la ensoñación, la poesía de Wilfredo Carrizales se inscribe en la línea del poema en prosa y del espacio íntimo de la casa. Con un poemario compuesto de cuarenta fragmentos, en un lenguaje trepidante, con una sintaxis compleja, en una constante metamorfosis de las imágenes, La casa que me habita suma desde su aparición en 2006 traducciones al chino, al inglés, al polaco y al italiano, y ahora a la lengua de Henri Michaux.

Si bien los poemas se dejan leer de manera independiente, cada fragmento se encadena en una historia obsesiva que progresa al hilo de las estaciones. El poemario hace parte de un género híbrido. Y este es uno de los puntos esenciales de la poética de Carrizales. En los límites del poema se introduce la historia, la trama, la tentación narrativa. Este desplazamiento viene además acompañado por un contrapunto: la primera edición de La casa que me habita cuenta con un puñado de ilustraciones que no son anecdóticas. Zhou Qiong agrega al libro una serie de acuarelas y dibujos en los que se mezclan el verde tórrido de los helechos y las máscaras chinas. La presencia del arte de Zhou Qiong obedece a una tendencia en la obra de Carrizales, pues el poeta insiste desde hace años en el diálogo entre literatura y artes plásticas. Su obra, siempre en movimiento, es una búsqueda por transgredir los géneros y acercar el lenguaje de la literatura a otras formas expresivas como la pintura y la fotografía.

El gran personaje de este libro es la casa: desde su simiente fundadora, es lugar, instante y tiempo. Su retórica es múltiple, ya sea metáfora del origen o metonimia del encuentro amoroso. La casa, con sus múltiples atributos realistas y oníricos, es el emblema de la experiencia poética. El otro es el erotismo. La casa se convierte en el testigo de la pasión, sus muros son de carne, ella es la “poesía seminal y esplendente”, palabras que cierran el poemario. Hay un temblor en el lenguaje de Carrizales dado por el estrépito del encuentro entre Ayarí, nombre de ascendencia indígena, y el poeta, ese encuentro que estremece la casa y el libro. La poesía de Carrizales intenta resonar en esas aguas de tumultos y de placidez.