Es común recibir con cierta frecuencia, a
través del correo electrónico, invitaciones a participar en antologías que
prometen reunir lo mejor de tal género o tal otro. No tenemos nada en contra
de que las personas se ganen el sustento de cualquier manera legal, pero nos
permitimos sugerir a nuestros lectores algunas líneas al respecto.
A nuestro entender hay sólo dos tipos de antologías. En el primer tipo
incluimos aquellas antologías realizadas por investigadores de prestigio (o,
cuando menos, con una trayectoria comprobable de serios matices), auspiciadas
por instituciones dedicadas al estudio y la investigación en las áreas
humanísticas, y cuya exigente selección brinda al lector, su destinatario
final, la seguridad de que está leyendo realmente lo mejor del género.
Normalmente, en la conformación de estas antologías los escritores sólo
tienen que aportar su producción intelectual. El investigador se encarga de
definir la línea editorial que dará a su antología y de detectar, mediante
la evaluación propia y por referencias, qué autores han dado lo mejor de sí
dentro de esa línea —esto es justamente lo que hace de la antología un
trabajo honroso—, para finalmente entregar el conjunto a la imprenta, lo que
por lo general se hace bajo el cobijo financiero de una institución
humanística.
En el segundo tipo está todo lo demás, pero llamaremos la atención sobre
las colecciones de textos —bautizadas por sus promotores como antologías—
para cuya elaboración se exige un pago a los autores participantes. En
algunos casos, estas antologías se realizan sin el apoyo de una institución
ni bajo la dirección de un investigador de reconocido prestigio, y colectan
sus textos mediante convocatorias públicas que se difunden por Internet y
otras vías, en las que solamente se definen en detalle los aranceles y las
formas de pago. En otros casos, promotores más cuidadosos hacen un mínimo
trabajo de investigación: sólo el necesario para personalizar las
convocatorias y darle a los autores convocados la impresión de que realmente
sus textos han sido evaluados y merecen estar en una antología.
Las antologías de este tipo están condenadas al olvido por una razón
simple: la calidad literaria. Al ser, en su mayoría, rasas colecciones de
textos basadas en la intención de sus promotores de obtener de ellas
beneficios económicos, carecen del rigor que en la evaluación de esos textos
sí tienen las comentadas en los primeros párrafos de este editorial.
Una buena antología es aquella que ofrece, al lector del futuro, la
posibilidad de hacerse una idea del panorama literario prevaleciente en el
género y en el momento a los que se dedica la antología. Confluyen en ella
la calidad de los autores incluidos y la calidad del trabajo de evaluación
que tuvo necesariamente que hacer el antologista.
En cambio, las antologías que se construyen sobre la base del aporte
económico de los escritores incluidos están incapacitadas de ofrecer tal
panorama. La calidad de los textos que las conforman suele ser dispar y, en
ciertos casos, insuficiente para ser considerados siquiera textos publicables.
Ser incluido en una de estas antologías no tiene valor para la implacable
lupa de la historia, pues equivale simplemente a pagar por ver el propio
nombre impreso en letras de molde. Cuando un autor le paga al promotor de una
antología para que lo incluya en ella, está haciendo el mismo esfuerzo, ni
más ni menos, que si mandara a imprimir un lote de tarjetas de presentación.
Repetimos: no tenemos nada en contra de que las personas —en este caso
los promotores de esas antologías sin fortuna— se ganen la vida de la
manera lícita que se les ocurra. Pero nos creemos en la obligación de
mostrarnos solidarios con nuestros lectores, muchos de ellos escritores de
valiosa pluma: sólo el trabajo constante y dedicado les brindará la gracia
de ser considerados por verdaderos antologistas con rigor investigativo.
Una nota técnica para quienes aun después de leer estas líneas alberguen
dudas al respecto: Letralia
no publicará nunca una reseña sobre una antología que no considere
resultado de un trabajo de investigación. Así como le cerramos las puertas a
los anuncios de concursos que exigen pago de aranceles, también las hemos
cerrado definitivamente para los anuncios de antologías que exigen tales
pagos a los escritores a quienes pretenden incluir. Esperamos, igualmente, que
se abra el debate sobre este tema en el ámbito de habla hispana, y por ello
invitamos a nuestros lectores a participar en la encuesta que hemos publicado
en nuestra portada de esta edición, así como a escribirnos sus opiniones a
través del correo electrónico o en
nuestro foro
de discusión.
Post-Scriptum |
"El éxito es, en una proporción aritmética o geométrica, según la fuerza del escritor, el resultado de éxitos anteriores, a menudo invisibles a simple vista. Hay una lenta agregación de éxitos moleculares; pero generaciones espontáneas y milagrosas jamás".
Charles Baudelaire, "Consejos a los jóvenes literatos" (15 de abril de 1846). |