Letralia, Tierra de Letras
Año VIII • Nº 106
5 de abril de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Sala de ensayo
La tierra del quetzal:
brujos y nahuales en la narrativa
de Miguel Ángel Asturias

Saúl Hurtado Heras

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Miguel Ángel AsturiasPara Ana Hurtado Pliego

Se proponen aquí dos figuras arquetípicas mediante las que se consolida el asunto de la muerte en los relatos de Miguel Ángel Asturias. Brujo y nahual no son sólo nociones abstractas y de obligada referencia. Algunas de sus historias las esbozan como figuras centrales: el Maestro Almendro en la "Leyenda de la Tatuana", en Leyendas de Guatemala; los brujos de las luciérnagas, el curandero Venado de las Siete Rozas, y Chigüichón Culebro, en Hombres de maíz; Rito Perraj, Sara Jobalda y Juana Tinieblas, en la trilogía bananera (Viento fuerte, El papa verde y Los ojos de los enterrados), y Juan Girador, en el cuento homónimo, incluido en El espejo de Lida Sal, recrean en conjunto la figura del brujo y su relación con la muerte de los hombres, individual y colectivamente.

La figura del brujo no sólo está relacionada con la muerte. También tiene mucho que ver con nociones trascendentales como la religión, el poder y la justicia. En casi la totalidad de los casos, la figura del brujo está hermanada con la causa indígena. Su función está sujeta al mandato de fuerzas sobrenaturales para impartir la justicia que los organismos civiles no son capaces de imponer.

Hablar de "brujos" y "nahuales" supone condensar en estas dos expresiones una serie de acontecimientos en los que la intervención de las fuerzas de la naturaleza habrán de imponerse a la voluntad de los hombres para alcanzar, desde el ámbito sobrenatural y por eso incontrovertible, la justicia social que el ejercicio del poder y la ambición por la riqueza entre los hombres amenaza soterrar.

Para comprender el sentido de las nociones "brujo" y "nahual" es necesario desligarse considerablemente de lo que el imaginario colectivo actual supone con estas expresiones. Hoy en día se les concibe como fenómenos vinculados a metamorfosis, espantos y aparecidos, incluso con prácticas satánicas. Sus versiones modernas como el espiritismo, la magia, la astrología, el hipnotismo, son semejantes, no idénticas, a las de la cosmovisión tradicional. Pero no son estos usos los que llaman la atención del autor. A Asturias le interesa recrear las supuestas prístinas concepciones de estos hábitos. Esto queda bien evidenciado sobre todo en los relatos de recuperación mítica e histórica. El esfuerzo de Asturias por magnificar los valores de la cultura tradicional alcanza un punto culminante con la figura del brujo.

En esta consideración, la brujería, lejos de ser un artificio para perpetuar al pueblo en su ignorancia, se constituye en una alternativa "real" para resolver diferentes necesidades vitales. Con la brujería se cumple la venganza por la ofensa infligida a Gaspar Ilom; con la brujería se contrarresta la incursión imperialista; con su poder mágico, Juan Girador busca reivindicar la justa distribución de la riqueza.

Para la impartición de la justicia, el brujo adquiere un poder sobrenatural que siempre habrá de imponerse en favor de la causa indígena o popular. Excepto en Mulata de tal, donde su figura trasciende hasta alcanzar el plano de las reflexiones metafísicas, en los casos anteriores el oficio de la brujería frecuente en varios relatos tiene como primera encomienda encontrar el equilibrio en la relación hombre-naturaleza. Cuando ese equilibrio se supone alterado, las fuerzas sobrenaturales se revierten contra los responsables activos (invasores) y pasivos (sojuzgados) de las alteraciones de este orden.

En Hombres de maíz resulta muy contundente el poder sobrenatural. Tras la muerte de Gaspar Ilom se cumple en lo absoluto la sentencia de los brujos de las luciérnagas para todos los responsables, incluso para sus descendientes, no sólo con la muerte, sino con algo igual o más doloroso: la esterilidad, que simboliza la negación de la vida.

Tras la masacre perpetrada por la policía, los brujos de las luciérnagas se reúnen y planean la venganza de Gaspar Ilom. Ordenan una serie de acontecimientos para castigar la afrenta de Ilom y su gente: la desgracia de las familias Machojón y Tecún, el incendio que acaba con varios hombres de la Policía Montada, la esterilidad de los que se salvaron de la muerte, tiene cumplimiento absoluto. Estos hechos, junto con el viento fuerte invocado por Rito Perraj [Viento] (las obras de M. A. Asturias se citan por el primer sustantivo del título, seguido de la página, si es el caso) para destruir el naciente imperio bananero a costa de la explotación de los trabajadores, son acontecimientos que se sobreponen a la voluntad humana.

Y cómo perder de vista el inmenso poder del Maestro Almendro para librar a la hermosa esclava en la "Leyenda de la Tatuana" [Leyendas]; o las misteriosas desapariciones de Cayetano Duende [Los ojos], que con frecuencia tienen que ver con un espíritu humanitario, tal como lo hizo por ayudar a Sansur.

El brujo genuino tiene un poder igualmente genuino. El infinito poder que posee le otorga una importancia especial. El ejercicio de su poder tiene sus ojos puestos en la colectividad, y por eso es muy notoria la exaltación de sus atributos. Maestro Almendro, Gaspar Ilom, Venado de las Siete Rosas, Rito Perraj y Juan Girador desempeñan una función muy específica de reivindicación de la justicia social. Su poder está fuera de toda duda.

El brujo auténtico es comparable con el sacerdote de la religión cristiana. En ese entendido, su magnificencia pone en discusión el problema de la alteridad. La práctica "pagana" fue un concepto surgido desde la visión del conquistador. Para la cultura tradicional, el brujo tiene una función comparable a la de un mesías. Infunde respeto, antes que temor. Es, en el estricto sentido de la palabra, un sacerdote, como lo es el Maestro Almendro, de la "Leyenda de la Tatuana", uno de los sacerdotes "que los hombres blancos tocaron creyéndoles de oro, tanta riqueza vestían, y sabe el secreto de las plantas que lo curan todo, el vocabulario de la obsidiana —piedra que habla— y leer los jeroglíficos de las constelaciones" [Leyendas, 37].

Los brujos que por el momento son identificados como auténticos tienen repercusión fundamentalmente en actos colectivos. "Dueños" de la vida de una comunidad, no precisamente de una persona, estos personajes son artífices de las representaciones imaginarias que tienden a hacer comprensible el hecho de la muerte en la circunstancia vital.

QuetzalcóatlEsto es lo que Asturias consideraba como el poder auténtico de la brujería, porque reivindica la dignidad humana y procura el bien común.

Esto no debe hacernos suponer que en Asturias existió una ciega fascinación por la brujería. Contrario a este supuesto, pero acorde con cuanto se ha anotado a lo largo de este ejercicio sobre las motivaciones del autor, otros indicios manifiestan muy claramente la falta de identificación plena del autor con la brujería.

Si bien el poder del brujo como mediador entre una fuerza sobrenatural y la voluntad de los hombres tiene momentos muy determinantes en figuras arquetípicas como Maestro Almendro, Ilom y Juan Girador, en otras circunstancias Asturias enfatizará la posibilidad de que los atributos sobrenaturales sólo dependen de construcciones en un imaginario colectivo, desmentido por los propios acontecimientos de la realidad literaria.

Paralelo al brujo genuino, Asturias da vida a la figura del charlatán, cuyo poder es puesto en duda entre los atributos del saber o la simple adivinación ("¡Es sabidor, no porque sepa! ¡Es sabidor porque adivina!", Teatro, 152). El brujo charlatán es representado por todos aquellos personajes que al explotar la superstición de la gente aprovechan para propalar su poder. Juana Tinieblas [Los ojos], Sara Jobalda [Papa verde y Viento fuerte], los adivinos de El señor Presidente, Soluna [Teatro], son ejemplos de esta modalidad. Juana Tinieblas [Los ojos] indaga el futuro de la gente, pero es incapaz de predecir el momento de su muerte. Sara Jobalda [Papa] es "la más famosa de las brujas de la costa", pero al mismo tiempo "más temida". Es una mujer que "no tiene más cacha que vender aguas que trastornan al seso", según el decir del médico que la atendió luego de que la mujer fue agredida [Viento, 138]. Pochote Puac, es "augur de la palabra, adivinador", sólo curandero.

El brujo inauténtico se define a partir de la simple superstición y las propiedades que el imaginario colectivo les atribuye a ciertos personajes comunes o no tan comunes. En varios casos, sus atributos parten de simples supuestos.

Es evidente que no es generalizada la creencia en el poder de los brujos. En Soluna, Mauro es escéptico al poder del hechicero, lo cual posibilita el surgimiento del debate por la magia. Soluna, dice Mauro, "es un hombre que conoce el orden en que giran los astros, las leyes naturales a que obedecen los vientos, las lluvias, el granizo...", pero nada más [Teatro, 152]. En cambio, para Porfirión es claro que "El Chamá Soluna dende que nació dio luz. Es como las piedras que alumbran en la noche" [Teatro, 152].

La afinidad de Asturias con la brujería no fue jamás de abierta aceptación. Hasta en sus escritos periodísticos de los años cincuenta, es decir, después de haber publicado Leyendas de Guatemala y Hombres de maíz, el novelista denigraba del ocultismo y denunciaba la brujería "barata" que aprovecha la superstición de la gente [América, 37].

Con lo anterior, se tienen dos consideraciones sobre la brujería. Una es auténtica, con una indiscutible función social y de reivindicación de la justicia y la dignidad humana. La otra es inauténtica y su ejercicio tiene pretensiones particulares de control del poder o de incremento de la riqueza material. También deben señalarse los casos de las falsas construcciones imaginarias del brujo, producto de meras circunstancias y desmentidas por los acontecimientos narrativos. En este último caso, el poder de la brujería es atribuido a sujetos ajenos a este poder. Su origen está en acontecimientos insólitos por caracteres especiales de los personajes (como en el caso de Benito Ramos [Hombres], por ejemplo), o por circunstancias contextuales, como en el caso de Ramona Corzantes: su vida cuasi ermitaña, sus ejercicios ocasionales de la cura tradicional y el detonante de haber matado una masacuata en el techo de su casa, son suficientes para que la gente le impute un rasgo esotérico, con el atributo de saber preparar "polvitos de araña" para enloquecer a las mujeres que huyen de su hogar.

Otra variante es la del brujo curandero, cuyo magnífico ejemplo se halla en la persona de Chigüichón Culebro [Hombres]. En realidad, se trata de un curandero tradicional con una sorprendente intuición para explotar las posibilidades de cura. Por los resultados de su empresa, su técnica es comparable con la científica ("y veces hay que saben más que los médicos recebidos", se dice de los curanderos en Mulata de tal).

Chigüichón cura de la ceguera a Goyo Yic, pero es incapaz de curar la esterilidad de Benito Ramos. La razón es simple: en el caso de Goyo Yic no existe ninguna causa sobrenatural que se sobreponga al éxito de la operación. Yic sólo es presa de un padecimiento fisiológico. Con Ramos hay una diferencia: su esterilidad es una condena impuesta por la auténtica brujería. Chigüichón Culebro carece de poder para superar la sentencia de los brujos de las luciérnagas. Si su éxito fue contundente para resolver la ceguera de Goyo Yic, nada pudo hacer para remediar la esterilidad de Benito Ramos, a cuyo castigo se hizo merecedor por haber participado en la matanza de los hombres de Ilom.

La exaltación de la charlatanería tiene en Juana Tinieblas otro de sus más claros exponentes. En sus visitas veía "qué clase de ropa interior llevaba, si de seda o de algodón, y cobrar en consecuencia" [Los ojos, 75]. Tómese en cuenta que es Juana Tinieblas la que se expresa con las siguientes palabras: "Para mí la gente humilde es lo más inútil que hay. Humildes y rezadores, que es como decir haraganes" [Los ojos, 75]. Este juicio se contrapone rotundamente al de Ramona Corzantes cuando le dice a Hilario Sacayón: "Sólo las cosas humildes crecen y perduran" [Hombres, 158]. Una diferencia muy marcada entre ambas mujeres es que mientras Juana Tinieblas ejercita su labor de agorera con plena aceptación y con el ánimo de incrementar su patrimonio, Ramona Corzantes reniega de ese atributo que la gente le ha hecho a su persona.

Los brujos inauténticos llevan a otro entendimiento. Se trata de figuras en las que la desesperación vital de los personajes encuentra efímero refugio. A veces poseen facultades extraordinarias para predecir acontecimientos o modificarlos sin llegar nunca al plano de lo sobrenatural.

Estas modalidades de la brujería permiten suponer cuán advertido estuvo Asturias de las prácticas falaces, circunstancialmente aceptadas por la colectividad. Su alusión paralela a la auténtica brujería le permitía considerarla como una posibilidad equívoca para la exaltación de los valores. Al explotar la superstición de la gente, al convertir su ejercicio en posibilidad de afirmar el poder económico y social, el brujo inauténtico, lejos de constituirse en una posibilidad real de consolidación del nacionalismo, atentaba contra él.

 

Obras citadas de Miguel Ángel Asturias

  • América, fábula de fábulas, Monte Ávila Editores [comp. y pról. de Richard Callan], Caracas, 1972, 365 pp.
  • El espejo de Lida Sal, Siglo XXI, México, 1979, 8ª ed., 146 pp.
  • El papa verde, Salvat, España, 1971, 257 pp.
  • El señor Presidente, FCE (edición crítica coordinada por Ricardo Navas-Ruiz), España, 1978, 306 pp.
  • Hombres de maíz, FCE (edición crítica coordinada por Gerald Martin), España, 1981, 474 pp; segunda edición en ALLCA XX/FCE (col. Archivos, Nº 21), España, 1996, 764 pp.
  • Leyendas de Guatemala, Biblioteca Básica Salvat, España, 1971, 168 pp.
  • Los ojos de los enterrados, Losada, Buenos Aires, 1979, 6ª ed., 492 pp.
  • Mulata de tal, Losada, Buenos Aires, 1977, 5ª ed., 300 pp.
  • Teatro, Losada, Buenos Aires, 1967, 2ª ed., 249 pp.
  • Viento fuerte, Alianza Tres/Losada, España, 1988, 216 pp.


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 19 de abril de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes