Letralia, Tierra de Letras
Año VIII • Nº 107
19 de abril de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Letras
Miel en las uñas
Daniel García Da Costa

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Con la piel de los dientes

No pretendo ser un héroe
luchando contra destinos indómitos.
No deseo la miel del triunfo
bañada en mis uñas color azucena.
Pero el amor al amor
me encerró en la peor de las cárceles
y me hizo masticar el odio
de enemigos irrenunciables.
Luché, con la bravura de un dios temido.
Comí el pan seco de la desazón.
Resucité cuantas veces la muerte
me acogió en su seno.
Perdí familia y honor.
Y al final encontré la puerta de la victoria
por la que sólo pude atravesar
salvando la piel de mis dientes.
Ahora descanso,
y gimo dolorido de placer innombrado.
Quieran las aguas de mis ríos
que la sonrisa de una hembra querida
sea remanso
que contenga mis ansias de venganza.


Amor, simplemente

En el principio fue el amor.
Y el amor estaba con Dios.
Y el amor era Dios.
Y nacieron dioses
que renegaron de la ternura.
Y engendraron el odio,
y el vuelo de la corneja.
Y pervirtieron el amor,
creando un engendro de pasión
que arrasa con la vida
cada vez que se nombra.
Y el amor se irritó,
y le nacieron alas de plomo
y pies con uñas.
Y durmió el sueño del futuro,
viéndose a sí mismo
reencarnado de sus propias cenizas
devorando la perversión
de un mundo simétricamente caotizante.
Y el amor venció a Jehová,
descuartizó a Satanás
y se comió la médula del Mal.
Nunca más renunciará a su trono
y el delirio de tiempo futuro
será un mundo de café y tabaco,
mundo impuro, pero tierno.
Mundo niño, y aun así, serio.


Despedida incierta

Abandonaste el timón de nuestra nave
un frío amanecer de noviembre
arreciando el viento sobre el velamen.
Dijeron que tu corazón descansó
en las manos cálidas de un dios atroz.
Y me dejaste, contando una a una
las amarguras de los últimos destinos que a ambos unían.
Me siento solo (no debo decir esto)
y la casa se me antoja enemigo al acecho
dispuesto a robarme tus recuerdos.
No lloro, y esta ausencia de lágrimas y dolor ajeno
me hace sentir ratón en la ratonera de la emoción.
Anoche tus manos acariciaron mi cara,
así lo creí, pero fue sólo un reflejo
de mi propio cuerpo agotado y pésimo,
como fuente sedienta reclamando
humedad y ternura.
Así es la muerte, juez del despojo
desnudando tu alma y tus ojos
en meteórica ascensión de soledades buscadas.


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 3 de mayo de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes