Sentimientos
olvidados,
sinceros,
inmaduros...
comparto con los despreciados
estafadores de la noche
que regatean con vino
la suerte de la vida.
Miro a la luna
—como tú—
inalcanzable
y reparto entre ellos mi húmeda desdicha
bajo un carnaval de estrellas que descarado ríe
ante este sueño
imposible.
No es suyo
Usted la mira y ella le mira cada noche.
La observa detenidamente
domina sus pasos que con lentitud
parecen hervir el aire de la habitación
que espera recibir
sus encantos, únicos, indomables.
Cuenta en su pecho los latidos
rápidos, imparables,
cada vez más.
Incontables,
se multiplican,
se dividen,
se alejan de usted.
Usted lo sabe,
tiene su mirada,
tiene sus pasos contados,
pero sus latidos salvajes,
desbocados, irreverentes,
sin recortes,
esos latidos,
no son suyos,
y usted lo sabe.
Ni su pensamiento,
ni su dolor
ni su miedo.
Sólo es suyo
lo que usted puede imaginar
que es suyo.
Te quiero ahora
No te quiero con flores en las manos
ni con lágrimas a la entrada del páramo
férreamente vallado,
cuando mi alma
—perforada por extraños anélidos—
no sea tuya.
Te quiero ahora, pero llana, descalza,
con besos sin flores,
con lágrimas de aliento
a la entrada de mi casa
donde te espera impaciente mi deseo,
ahora que mi cuerpo es tuyo.