Letralia, Tierra de Letras
Año VIII • Nº 108
17 de mayo de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Artículos y reportajes
Dos artículos
sobre la manipulación

José Repiso Moyano

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Manipulación políticaManipulación de los medios de comunicación

Los medios de comunicación extensamente informan de lo que ocurre en diez o veinte países y no de los casi doscientos que existen en el mundo; informan rápidamente de la muerte de alguien que les conviene y no de los miles que mueren de parecido modo, o "muriendo".

Algunos medios de comunicación piden cuentas a la oposición de los problemas de su país, cuando es el gobierno quien debe rendir cuentas —por ejemplo, en un pueblo no es la oposición política la que debe responder ante los problemas que surjan, sino su gobierno local—; algunos solapan la crítica sublimando "el todo va bien" o invitando a los obedientes al sistema; algunos difunden principios que atentan contra los derechos humanos como la pena de muerte o un juicio arbitrario; algunos subestiman la libertad de expresión o las manifestaciones sociales y, por el contrario, dan hasta el más mínimo detalle de la vida de un famoso; algunos alternan la violencia con los mensajes hipócritas de su moralidad de turno —doble moral—; algunos justifican la censura en aras de un modelo que no existe o al que ni siquiera siguen; algunos sólo meten cizaña para que sólo importe el dinero o el dominio financiero; algunos hacen juicios paralelos sobre quien se sospecha que ha cometido un delito —porque es muy feo o parece violento para lincharlo—; algunos ven la protesta como diabólica —también la posición política— y ajena a la cultura; algunos siguen o subliman líneas culturales en una sociedad multicultural —para provocar guetos o incluso la violencia—; algunos se saltan a la torera el derecho que tiene cualquiera a la imagen o el derecho que tiene un escritor a los derechos de autor; algunos utilizan personajes "desgraciados" o con pocas cualidades simplemente para la mofa o para conseguir más audiencia; algunos idean a la mujer como un objeto sexual o como aún no representativa de la sociedad; algunos no se enteran de que la homosexualidad existió hace miles de años para no meterla debajo de la alfombra y, si es una enfermedad, lo será inherente al ser humano como el comer —pero no se enteran.

En fin, los medios de comunicación incultan indudablemente el espectáculo a la confusión y menosprecian —unos más y otros menos— ser mediadores de lo social, hacia la perspicacia del "todo vale"; pero, ¿es esto lo que debe aprender un niño? ¿Vale acaso matar?

Pero la censura a la razón —en su amplio sentido— siempre será realizada por ellos; pues, no interesa, ya que la mayoría de los privilegios están sustentados en injusticias —¿qué haría el gran negocio armamentístico si no existieran las guerras?, por ejemplo. Artículos como este siempre los desean ocultos, e inventarán todo tipo de defectos y maldiciones a quien lo escribe —aunque no puedan atacarle a su coherencia, que no les importa. Por eso, a Jesucristo lo crucificaría mil veces rezando al mismo tiempo para, luego, negociar con su religión... o con su nombre.

 

Manipulación de los intelectuales

Ya sabemos que los medios de comunicación son dueños de la palabra difundida, y a través de ella no sólo comunican hasta el último detalle de sus culturas, del orgullo de sus políticas o de sus protagonismos heroicos —habitualmente sin más reglas que sus conveniencias—, sino que difunden todos sus problemas por muy nimios al mundo. Los comunican para ser resueltos, con el gran poder de sus medios de comunicación, una y otra vez: para ser resueltos... pronto. Por ejemplo, el quitarse arruguitas de la cara. Por eso, los medios de comunicación de los países ricos —donde los hay en mayor cantidad y mejores— ya tienen el mejor negocio de toda la Historia: el de tener garantizada la difusión y la celeridad en la resolución de sus problemas —porque pasan a ser los que cuentan, porque consiguen la dictadura de los que cuentan. También, dentro de uno de estos países, que el hijo de un famoso o del señor ministro —de hacer el tonto— tenga un problema no es lo mismo que lo tenga un pobre o un mendigo, de eso se encargan periódicos de derechas finas corriendo o de los que quieren líneas afines. Así, la responsabilidad se concentra —digamos— en esta paranoia ante la realidad, porque sencillamente los intelectuales de estos países ven el mundo desde puntos de vista —de locuras— y no desde un examen global o imparcial, desde una consideración o respeto o vergüenza a todo lo que huela a ser humano. Así, llenan los programas televisivos y las revistas de espectáculos gratuitos o vacíos y de intelectuales analizando vacilantemente esos espectáculos vacíos, algo que a Berlusconi le provoca dar saltos de alegría y a Antonio Machado por ejemplo le hubiera partido el alma. Pero la gente no puede elegir, es lo lamentable, porque es lo que han impuesto los que tienen dinero para derrochar en esos programas y para editarles a sus adeptos intelectuales sus obras completas en poco tiempo, ya con la campaña publicitaria adecuada que les hará triunfar siempre —el dinero aquí todo lo puede. Recuerden, resumiendo, que el problemita del rico —o del manipulador que los defiende— es el que está rápido en todos los medios de comunicación: por ser el conocido —por repetición— para ser resuelto tras tanta presión patriótica o divulgativa, para exponer una realidad "derechota" y manipulada, para un buen bienestar de tráfico de privilegios. También. Recuérdese, que los gobernantes difundiendo la necesidad de una mayor seguridad, gastarán millones de euros o de dólares en armas, porque los medios de comunicación los quieren más que al que diga lo contrario, eso demuestran por lo menos. Ahora comprenderéis algo más que personas como yo no interesan o no deben tratarse como a personas, ya que molestan siempre: son demasiado honestas.

Pero, el negocio es el negocio.


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 24 de mayo de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes