Letralia, Tierra de Letras
Año VIII • Nº 108
17 de mayo de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Sala de ensayo
Heridos por las palabras
Rafael Pérez Ortolá

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Heridos por las palabrasPor formar parte del lenguaje más añejo, la palabra representa la expresión más señera de todas aquellas pulsiones originadas en el meollo de la mente humana. En sus dos versiones, centrípeta al transmitirnos significados desde la urdimbre social, o centrífuga al intentar pronunciarnos sobre algún acontecimiento o sensibilidad. Está ubicada en el núcleo de esa transmisión de conocimientos que representa la comunicación.

De tan manida y utilizada, pasa a ser uno de los conceptos más elusivos en las sociedades actuales. No obstante, al no disponer de sustitutos adecuados, resulta imposible orillarla. Hemos de utilizarla sin remisión. Al expresarnos con las palabras estaremos definiendo nuestra calidad humana, ineludible retrato de lo que llevemos dentro y del uso elegido para nuestras cualidades.

A su vez, las expresiones emitidas en su vertiente centrípeta podrán impulsar o bloquear nuestra capacidad de respuesta. Si tienden a anularnos, irán disminuyendo nuestras características propiamente humanas. De ahí la crucial necesidad de percibir con qué clase de palabras nos estamos enfrentando en nuestros ambientes.

En esta tesitura identificadora nos encontramos con una tetralogía esclarecedora. La utilización del lenguaje y de la palabra tiende a marcarnos por una de esas cuatro significaciones. De cómo las identifiquemos y de cuál sea nuestra opción dependerá la realidad social que vayamos forjando.

 

1. Jerga altisonante

Va a resultar fácil convencernos de que se trata de la forma más habitual de expresión en nuestros medios de comunicación y en las relaciones interpersonales.

La capacidad para precisar las expresiones siempre ha tenido sus dificultades. ¿Qué es la verdad? ¿Cómo captamos las expresiones de los demás? Quizá por eso, la crítica a cualquier pretensión de conocimiento aboca con suma rapidez a una deconstrucción del sentido.

El reconocimiento de esa incapacidad para expresar las esencias pudiera ser un buen estímulo para perseguir nuevos formatos. Limpiar el campo de las inconveniencias vertidas y así evitarnos confusiones o malentendidos nefastos. Bien está esa ansia de aseo lingüístico. Entre otras cosas deseables, evitaría la imposición de significados y criterios por los pretendidos oráculos que no escasean en cada grupúsculo humano.

Esa exagerada honradez de reconocer nuestras dificultades para el conocimiento, su puesta en práctica, nos ha llevado a dejar vacíos todos los campos semánticos. Ya nada es signo de nada. Y esa anarquía tampoco es una entidad contrastada. Nos hemos quedado huérfanos de significantes y por ello no tenemos dónde agarrarnos. Sufrimos un parloteo generalizado del que es imposible succionar nada útil.

Las televisiones, tertulianos habituales, los medios escritos e incluso demasiados vínculos educativos ejercen bien a las claras de representantes orgullosos de esa deconstrucción masiva.

Por otro lado, como faltan los asideros, tampoco brotan las respuestas entre los individuos y los grupos sociales. Pudo ser la buena respuesta, eliminando los falsos profetas, abriría las puertas expresivas a todas las personas. Encomiable horizonte que no llegó a desplegarse. Habrá heridos, pero por mil diferentes agresores que no van a estar en las palabras vacías al uso.

Una vez más nos comportamos como el péndulo, de un extremo a otro. Mientras tanto hay universitarios que no saben interpretar un texto, ejecutivos que no utilizan textos y pobres hombres que no sabemos a quién dirigirnos en busca de orientación.

¡Esa es la jerga que sufrimos a diario!

 

2. Términos científicos

Aquí puede establecerse un buen reducto para definir la estructura del conocimiento. Los paradigmas establecidos constituyen un punto de partida inigualable, abiertos a la contrastación con otras afirmaciones y en el caso necesario, abiertos a los cambios de paradigma. Investigaciones, paradigmas y cambios en una rueda inagotable.

Detrás de estos comportamientos planea la gran limitación. Los más insignes científicos hacen referencia a los abismos insondables, a un cosmos inabarcable. Como en tantos órdenes de la vida, sabemos muchas cosas, pero desconocemos muchas más. Ese es un destino duro de roer, hemos de decidir sin un pleno conocimiento.

Ante ese vacío conceptual, desde Platón giramos en torno de las intuiciones emanadas de la gran caverna simbólica. Creemos ver, nos ilusionamos, nos engañan y nos engañamos. ¿De qué certezas disponemos?

No valen subterfugios democráticos, ni tampoco voluntaristas. En esto todos somos náufragos orteguianos. Las brazadas para sobrevivir hemos de darlas cada uno de nosotros. Y de forma lamentable en esa situación no disponemos de asertos científicos.

El impresionante alcance de la ciencia nos encumbra, pero así mismo nos permite apreciar cuán grande es la sima del desconocimiento ante la que deambulamos. Las expresiones de la ciencia dicen mucho, pero sólo dicen eso.

Sin duda deseamos saber más. Encomiable. Pero la respuesta no es y probablemente no será científica.

 

3. Palabra humilde transparente

Tendrá que evitar los encumbramientos esferolíticos, de ser así sus significados van a quedar demasiado escondidos. La palabra sencilla representa el mejor punto de partida, las aportaciones emergen desde la realidad cotidiana. También los razonamientos profundos debieran partir de aquellos elementos a los que todos tengamos acceso. De lo contrario circularemos por ámbitos presuntuosos distanciados de las personas.

Las pasiones y conductas humanas se muestran reiteradamente, desde la antigüedad, con estereotipos representativos. A ellos llegaremos cuando se expresen a través de esas pequeñas palabras cercanas al acontecer entre caracteres personales variadísimos. Gracias a ese lenguaje sencillo vamos llenando la alacena de un muestrario enorme donde se reflejan celos, odios, ira, piedad, benevolencia o perversidades inclementes.

Shakespeare, Borges o Groucho Marx, como tantos otros artistas de la palabra nos definieron gran cantidad de estos ejemplos. Recientemente ha lanzado la Editorial Anthropos un número en homenaje a uno de los especialistas en buscar estos recovecos de las palabras, en los pueblos, en los perdedores, en los desvalidos. José Jiménez Lozano es un gran buscador de sentidas palabras. Nos hace apreciar esos mil detalles que caracterizan la vida dentro de cada individuo. Quizá por su sencillez se transforman en una gran manifestación.

Debido a ese enorme valor adquirido por las expresiones de la gente común, se hacen valer los matices, las peculiaridades más señeras. Cómo va uno a pretender una globalización opresora, cuando la riqueza asienta en tanta diversidad.

Constituyen un verdadero resumen de las actitudes humanas. Como tal, está a nuestra disposición. A pesar de su destreza expositora, el uso que desarrollemos con esas percepciones ya dependerá exclusivamente de nosotros. Hay que ejercer a diario con esas actitudes, la convivencia únicamente será factible teniendo en cuenta esos valores personales, frente a la masificación uniformante y manipuladora.

 

4. Presencias con significado

George Steiner insiste en esa capacidad re-creativa, podemos volver a plasmar, sacar a relucir esas esencias. Si no somos capaces de sacarlas de nuestros entornos, menos alcanzaremos los abismos cósmicos. Al hacerlas visibles desde la penumbra, no sólo las volveremos a crear, nos recreamos en su percepción, percibimos ese estallido de las esencias.

Aunque estemos en plena sombra dentro de la caverna, nos pueden alcanzar esas reverberaciones mágicas. Dejan entrever las maravillas de nuestro mundo, estéticas o instintivas, razonamientos o sensaciones. Sus campos expresivos no presentan una limitación, más bien apuntan a profundidades sin fin.

Como utilizando los antiguos berbiquís, uno puede echar mano a cualquier instrumento en esa persecución anhelante de presencias que merezcan la pena, de auténticas sensaciones. Podemos valernos de la palabra con la condición ineludible de no escaparnos de sus significados.

En esa labor recuperadora de la palabra no debemos mirar con demasiada intensidad al universo entero, nos perderíamos en su enormidad. Precisamos de una aproximación a la fuente donde se ponen de manifiesto estas verdades elementales. Es urgente liberarnos de la hojarasca.

Vistas así las cosas se pueden releer los versos de José Jiménez Lozano. El precio pagado por la vida, la muerte, puede valer la pena si de verdad se viven las maravillas de la vida.

Cuando quedemos malheridos por las palabras, sintiendo los múltiples avatares cotidianos, hemos de reaccionar quijotescamente lanzados a la búsqueda de esa palabra artística capaz de liberarnos del marasmo esterilizador.

Como una simple búsqueda, paso a lanzar un grito de llamada para esas palabras:

Palabras anheladas

Desmenuzar las palabras es tanto
como una disidencia del sentido,
vacuo detalle del verbo emitido,
farfullando con vocinglero espanto.

Detrás de las gentes hay un encanto
sin remilgos ni aspavientos emitido,
gran catalizador extrovertido,
con un brillo fundador del mejor canto.

La desidia es cruel, nunca lenitiva
mientras no recuperemos el habla,
voz vacía y catatonia expresiva.

Su rugido perentorio, nos nubla
la exacta palabra resolutiva,
capaz de dar sentido a la gran tabla.


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 24 de mayo de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes