En Francia, rezan las agencias de noticias,
se discute un proyecto de ley de derechos de autor tras el cual podría crearse un registro de los sitios de
Internet producidos por ciudadanos franceses. Abrumados por el desordenado crecimiento de la red, los
legisladores franceses están pensando en la posibilidad de indexarla de alguna manera.
Esto, según explica un comentarista español en artículo reciente, equipararía la creación de una
página con la publicación de un libro. Los usuarios tendrían que ir a una suerte de registro oficial en
el que escribirían sus datos y declararían el contenido de su sitio. Obviamente, esto no le ha gustado
mucho a la comunidad internáutica gala, por lo que las autoridades se han apresurado a aclarar que el
registro será procesado de dos maneras: una, voluntariamente por el creador de la página, y la otra, con
un motor informático que procederá al registro aleatorio.
Lo que le ha dado a Internet su rostro actual ha sido, justamente, la carencia de barreras para la
producción de contenidos. Con el dinero y las habilidades informáticas suficientes, cualquiera puede crear
un sitio y disponer de su propio dominio. Si no tiene dinero o no quiere pagar por un dominio y por el
subsecuente alojamiento, igual el interesado puede conformarse con cualquiera de los cientos de servidores
gratuitos que pululan por ahí. Al final, al futuro visitante de un sitio no le importa si está visitando
un dominio, un subdominio, un servidor gratuito o una variante de estas posibilidades, y en muchos casos
simplemente no tiene idea del significado de estos conceptos.
Indexar la red puede parecer un despropósito, pero los mismos legisladores franceses, en un proyecto que
ya desde hace años viene prefigurando la Biblioteca Nacional de Francia, han corrido un poco más allá la
cerca y han afirmado que pretenden conservar los datos de los sitios producidos en ese país, en un esfuerzo
por mantener a salvo el cúmulo de conocimientos que representa Internet. Tarea casi imposible si
consideramos que Francia tiene actualmente unos cien millones de sitios en la red.
La misma nota de prensa da ejemplos de iniciativas similares: "los archivos nacionales galos, por
ejemplo, almacenan las intranets (redes internas) de la administración pública gala; Australia selecciona
extractos de todos los sitios nacionales, mientras que en Suecia se trazan mapas de instantes a intervalos
regulares ‘fotografíando’ las portadas de los sitios suecos".
Sin embargo, no deja de ser fascinante la idea de que alguien emprenda la elaboración de un gran
respaldo del conocimiento desplegado en Internet. Esto podría tener hasta implicaciones morales.
¿Contendrá ese respaldo una muestra de los sitios que ofrecen crackers
(programas que eliminan las protecciones de otros programas para poder usarlos gratuitamente y sin
restricciones), o de los sitios donde se ofrece pornografía infantil? En estos casos la frontera moral
está bien delimitada, pero imaginemos el dilema del indexador cuando se encuentre con una página donde,
sin dejar de ser un conocimiento útil, haya contenidos contrarios a una religión, a una doctrina
filosófica o a una tendencia política.
Siendo como es el catálogo de la contemporaneidad, la creación de un catálogo de Internet podría
tener dificultades insospechadas. Y, además, quizás no sea tan necesario ni tan clarificador. Recordamos a
Borges cuando, en "La Biblioteca de Babel", habla del "catálogo fiel de la Biblioteca",
pero seguidamente declara la existencia de "miles y miles de catálogos falsos, la demostración de la
falacia de esos catálogos, la demostración de la falacia del catálogo verdadero...".
"Si no se puede conservar todo, esperamos poder conservar al menos lo esencial, a fin de que nuestro
tiempo sea inteligible para las generaciones futuras", dijo al respecto el presidente de la Biblioteca
Nacional de Francia, Jean Noël Jeanneney, quizás sin advertir que tales generaciones futuras podrían
considerar ininteligible la paranoia contemporánea por la catalogación.
Post-Scriptum |
"Ninguna poesía ha calmado el hambre o remediado una injusticia social, pero
su belleza puede ayudar a sobrevivir contra todas las miserias".
Jorge Teillier, La experiencia poética (1968)
|