Letralia, Tierra de Letras
Año IX • Nº 111
2 de agosto de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Editorial
El dedo de Caballero
Jorge Gómez Jiménez

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No es frecuente, pero ocurre: a veces, un intelectual de reconocida trayectoria se aboca a hablar con franqueza de una piedra que molesta en el calzado de mucha gente. La realidad se desprende en esos casos de la hipocresía que propicia la rutina y es como esa polilla "que se para al borde de un lápiz y late como un fuego ceniciento", a la que Cortázar nos insta a palparle el corazón pequeñísimo bajo la convicción de que no todo está perdido.

Hace unos días, el pintor manchego Antonio López García (Tormelloso, 1936) levantó algún polvo al declarar a la prensa que Dalí "fue amoral y jugó un juego diletante que puede hacer mucho daño a quienes no están preparados", y criticó "su pose histriónica, con los ojos tan abiertos y los bigotes erizados" en los que el genio del surrealismo dilapida su genialidad y se convierte en "un fantoche, un payaso". Se dijo en su momento que López García se comportaba con deslealtad al decir eso, pero lo cierto es que muchos de nosotros compartimos desde siempre su opinión y de Dalí nos quedamos sólo con su obra.

Pero el caso que nos ocupa es otro, y ciertamente más relacionado con las letras. José Manuel Caballero Bonald ha dicho algo —y pocas veces como ahora la palabra algo ha significado algo— sobre los premios literarios. El escenario es Málaga, la fecha el 28 de julio de 2004. Ante una concurrencia principalmente compuesta por jóvenes interesados en la literatura, el autor de Ágata ojo de gato ha dicho que los grandes premios de novela "son más o menos amañados y previstos por la empresa editora, que sirven para que el autor gane sus buenas pesetas y para que se difunda su obra de algún modo", lo cual "confunde mucho a la gente, que piensa que cada premio es el descubrimiento de un gran autor, y eso es mentira, ya que la mayoría de los premios son mediocres".

Y es que el mercado ha hecho lo suyo en la degeneración de la sociedad, que no en todo se equivocó Marx. La época contemporánea ha visto el nacimiento de los best-sellers sin ángel, en cuyo entorno se puede construir una carrera literaria sin mayor esfuerzo, simplemente escribiendo como espera la gran editorial que dispone de las herramientas para situar en la cresta de la ola a quien se rinde a tales dictámenes, escribiendo la historia (y volvemos a Caballero Bonald) "de una forma muy expresa, lo que se llama la novela mimética, que es una habilidad propia de la cotorra". Nos hace falta, según el autor jerezano, afilar nuestra "capacidad de desobediencia" al escribir.

De haber sido proferidas por un escritor de menos andadura, podría rebatirse tales incendiarias declaraciones con el argumento de que se trata de alguien que no ha tenido mucha suerte con los premios ni con las editoriales. Pero en este caso resulta esclarecedor que aún no haya aparecido comentario alguno del sector afectado: a sus casi 80 años, Caballero Bonald ha ganado varias de las mayores preseas literarias: el Premio de la Crítica, el Biblioteca Breve, el Ateneo de Sevilla, el Plaza & Janés, el Reina Sofía...

"Con la vejez se pierden las ganas por los homenajes, por los reconocimientos", ha dicho Caballero Bonald en algún momento. Su postura abierta y frontal ante lo que el común entiende por literatura no es, de ninguna manera, inconsecuente (se recuerda aún que, a la muerte de Alberti, declaró que "como poeta y último representante de la generación del 27, Rafael Alberti dejó de existir hace años").

En entornos económicamente menos ostentosos, son otros los factores externos que inciden sobre la literatura, deformándola y corrompiéndola. No es importante en estos entornos el dinero, vender libros, ya que no hay mucho de lo uno ni de lo otro, por lo que tal amañamiento de la literatura sirve a otros fines.

Es así como en Venezuela, con su pequeña guerra política que enfrenta agriamente al gobierno contra la oposición, se puede ser también un poco suspicaz: por un lado, uno de los mayores medios de comunicación —de abierta tendencia antigubernamental— convoca a su acostumbrado concurso literario, de cierto renombre por las firmas que lo obtuvieron en el pasado, y el cuento ganador es sospechosamente tan antigubernamental como la línea del medio convocante; por el otro, el gobierno concede el Premio Nacional de Literatura a un autor que, sin entrar en consideraciones respecto a sus méritos suficientes para obtenerlo, resalta en la comunicación oficial por haber escrito en algún momento un libro acerca de uno de los héroes tutelares del chavismo (justo es decir que el autor en cuestión rechazó el honor).

La gran literatura, no la que responde a propósitos clientelares de orden económico o político, es la que finalmente trasciende. Lo demás —y algo de eso también ha dicho Caballero Bonald— queda para la anécdota, cuando no para el olvido.

Pues a eso, que el dedo que Caballero Bonald ha puesto sobre la llaga sea el de todos nosotros. A destapar ollas, a palpar el pequeñísimo corazón de las polillas. Que no todo está perdido.

 

Post-Scriptum
"La cifra propongo; y ya
casi tengo el artificio,
cuando se abre el precipicio
de la palabra vulgar.
Las sirtes del bien y el mal,
la torpe melancolía,
toda la guardarropía
de la vida personal,
aléjalas, si procuras
atrapar las formas puras (...)".
Alfonso Reyes, "Consejo poético"


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 16 de agosto de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes