Letralia, Tierra de Letras
Año IX • Nº 111
2 de agosto de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Sala de ensayo
Algunas notas
para un teatro político

Carlos Dimeo

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"El teatro político", Erwin PiscatorTratando de iniciar el debate en el tema, debo decir primero que nada que me gustaría tocar algunas cosas que tienen que ver con el teatro político desde algunos de sus orígenes:

En un teatro político, hay algunos componentes que lo van colocando en una fuerte ascendencia con la performatividad.

  • el elemento ideológico (no el teatro como constructor de ideología)
  • el elemento discursivo (no hay discurso — hay mensaje)
  • el elemento propagandístico (no hay tema como idea — hay direccionalidad, sentido, práctica en la palabra, el lenguaje no metafórico es performativo, directo, abrupto)
  • el elemento pedagógico (no es moralizante, actúa desde el lugar del saber)
  • el elemento militante (el teatro político tiene que ser militante, activo)
  • el elemento didáctico (el teatro político tiene que ubicarse en el contexto de cómo devolver el saber — devolver el saber en estrategia por lo tanto práctica de sentido y producción de significado)
  • el teatro político es claramente normativo (y/o crítico)

El elemento pedagógico en el teatro político surge con Piscator. Piscator anuncia una diferencia sustancial entre el actor profesional y aquel que hace teatro político (es decir un actor que es proletario). Los actores del teatro burgués son profesionales, los actores del teatro proletario (como le nombra el propio Piscator) son aficionados, oficiantes. Los actores del teatro político deben tener una clara convicción política y de las implicaciones políticas que hay en aquél que hace un teatro político. Desde la mirada de Piscator este teatro tiene que construirse en actividad y no en ilusión o fantasía. El teatro proletario y del proletariado mira con acritud cualquier intención de producir el arte por el arte. El teatro político nace pues en contra de la belleza. El problema estético de un teatro así, puede sólo comenzar con una aguda crítica a todos los saberes, un duro cuestionamiento de los problemas a los que se enfrenta el hombre en una conglomerada y controversial realidad (si es tal). De esta manera, para poder hacer un teatro bajo estas condiciones, éste debe perder su condición de especular, espectacular, reverberante, devocional, misticismo, inclusive religiosidad. Puesto que este teatro político no es para nada edulcorante, no otorga ningún tipo de concesión a nadie (ni siquiera en el debate de su discurso) no se maneja con eufemismos pues de hacerlo así corre el riesgo de utilizar un lenguaje de profunda ambigüedad. Piscator atenaza las hebras de estos hilos muy finamente e introduce un elemento fundamental para el teatro político: lo pedagógico (no se confunda con lo didáctico de Brecht). Más allá de la condición política del actor, esta es una cuestión de carácter profundamente ideológico y en esencia fundamentalmente épico. Es necesario pues confrontar las ideas (a mi juicio) con tres personajes fundamentales del universo del pensamiento, a saber, Althusser, Adorno, Horkheimer; allí vamos a encontrar un vasto campo para la discusión sobre los temas de la ideología. Un objetivo del teatro político estará en determinar desde estos nombres cómo funcionan los elementos de la ideología en el teatro y cuáles son sus implicaciones.

El tema de lo épico en el teatro político de Piscator y luego en el propio Brecht nos conducirá después a vislumbrar, a dar un giro, una vuelta de tuerca a las teorías de Luckacs. Es Luckacs quien mejor define el problema de la epicidad en la novela y como la teoría es fundamental, también este concepto se hace extensible al teatro. La pregunta para América Latina y el debate me parecen esenciales, fundamentales, no es una cuestión de simple formalidad teórica. Algunos mitos aristotélicos del teatro se han derrumbado en este universo híbrido (García Canclini) que se llama América Latina. Se derrumban precisamente desde el campo de esta teoría sobre lo épico. Hay temas y problemas muy complejos que tenemos para confrontar sobre todo con aquellos que nos dicen de una gran trama que se va armando en espacio, tiempo, acción.

El teatro político no se forja sobre la intelectualización de los sentidos, sino más bien sobre una palabra que llega directo a lo hondo, no está con rodeos, por ello se hace muy cercano a la propaganda. Es político el teatro en tanto se separa del arte burgués (que lustra y lastra, que lava, que clorodiza toda acción política). Un teatro que va buscando las formas estéticas en la belleza no puede producir propaganda y por ende no se construye en lo político. En el teatro burgués no hay performatividad de la política. ¿Qué es lo fundamental en el accionar político del teatro? Si aseguramos la posibilidad (desde una fuente posmoderna en lo político del teatro) entonces es posible augurar que entre lo que Piscator llamaba propaganda y lo que llaman los posmodernos performatividad hay una cierta amistad, un cierto espacio de cercanía. Preguntando a Piscator: ¿es o imaginamos un teatro político sin un accionar político, sin un juego político? Esta idea del accionar no va sólo con una concepción de actividad. También un teatro de propaganda y por ende un teatro político, no pretenderá jamás sufrir algún intento de ser mirado como un perturbador de lo ideológico o como un propagador de lo ideológico. Hay pues algunas acotaciones necesarias a aclarar antes de hablar de lo político en el teatro. Se hace imperioso esclarecer ciertas categorías y perfilar desde qué lugar se controlan. Si ellas se producen hoy como prácticas de sentido y producción de significado. Estas nociones devienen en ideología, performance, épico, dramático, trágico, político, didáctico o pedagógico, entre otras.


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 16 de agosto de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes