Metal impuro, medallón de la suerte sin poderes ocultos, moneda acuñada en los tiempos de sufrimiento.
Estas fueron las primeras hipótesis para describir el objeto que estaba clavado por entre los dedos de
aquel incógnito ser en la angustiante mesa de necropsia.
Había sido encontrado en la cumbre de la montaña (irónicamente denominada Paraíso). Todavía no
había alcanzado la edad del lobo.
Concluidos los primeros exámenes, intentaba yo montar el rompecabezas del devorador de mi tranquilidad.
No salí de la primera pieza. Ningún indicio de su muerte, los órganos internos estaban perfectos, lo que
no era común para alguien de su edad. Una luz artificial se reflejaba en mi rostro y el Señor de las Dudas
había recorrido mi cuerpo. La moneda abandonó su momentáneo huésped hurtando mi concentración en el
análisis.
La arena se invierte en la ampolleta del tiempo. Las runas trazan diferente destino. El viento nocturno
conduce a una extraña sensación: estoy en la montaña Paraíso. Solitario. Vestigio de sanidad.
Abruptamente el escenario es invadido por otra criatura, pero ella no siente mi presencia. Se sienta en
posición de loto, como maravillada con el horizonte. En un movimiento angelical, ella saca un objeto
circular de sus entrañas. Lo mira y su semblante cambia. Grita y lanza furiosamente el objeto montaña
abajo. Él se vuelve hacia mí: una mirada vaga, algo de decepción. Llueve. La lluvia cubre su rostro en un
lamento. Una gota roja me remite a la escena inicial: [Metal impuro – forja maestra de las almas, invento
imponiendo su cadencia, edificando lo cotidiano, monarca de las ilusiones. Soy siervo bañándome en espejos
de lágrimas] Me permitieron el sol, pero hay días en los que no asoma su luz.
Episódio
Metal impuro, medalhão da sorte sem poderes ocultos, moeda cunhada nos tempos do sofrimento. Estas foram
as primeiras hipóteses para descrever o objeto que estava cravado entre os dedos daquele incógnito ser na
angustiada mesa de necropsia.
Ele fora encontrado no cume da montanha [ironicamente denominada Paraíso]. Ainda não atingira a idade
do lobo.
Concluídos os primeiros exames, tentava eu montar o quebra-cabeça do devorador de minha tranqüilidade.
Não saí da primeira peça. Nenhum indício de sua morte, os órgãos internos estavam perfeitos, o que era
incomum para alguém de sua idade. Uma luz artificial refletiu-se em meu rosto e o Senhor das Dúvidas
percorreu-me o corpo. A moeda abandonou seu hospedeiro, furtando-me a concentração nas análises.
A ampulheta é invertida. As runas traçam diferente destino. O vento noturno conduz a uma estranha
sensação; estou na montanha Paraíso. Solitário. Vestígios de sanidade. Abruptamente o cenário é
invadido por outra criatura, mas ela não sente minha presença. Senta-se em posição de lótus, parece
admirada com o horizonte. Num movimento angelical, ela retira um objeto circular de suas entranhas. Olha-o e
seu semblante transforma-se. Grita e atira furiosamente o objeto montanha abaixo. Vira-se para mim: olhar
vago, um quê de decepção. Chove. A chuva cobre seu corpo num lamento. Uma gota rubra remete-me à cena
inicial: [Metal impuro - Forja mestra de almas, invento impondo sua cadência, arquitetando o cotidiano,
monarca das ilusões. Sou servo banhando-me em espelhos de lágrimas]. Permitiram-me o sol, mas há dias
não sinto sua luz.
Traducción: Rafael Roldán
Revisión/traducción: Fabiola Teresa A. Godoy, Jane
Botti e Marcela
Collins.