Letralia, Tierra de Letras
Año IX • Nº 111
2 de agosto de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Letras
Poemas
Santiago Montobbio

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Cinco o parecidas tretas

Igual que las fotografías, los abrazos o recuerdos,
el sexo es poco más que un miedo, uno más
entre los tantísimos trucos
que trabajosamente acunamos, para seguir viviendo.
Un cansancio necesario, una sabida pero inconfesada treta
que nos permita sentarnos en un bar
hasta que sin quemar se consuman las colillas de la lluvia
y abrazar después en ellas aquellos anticuados fantasmas
que fueron nuestros o que, simplemente,
a nuestro vacío nombre respondieron.
Un cansancio, una azucarada daga, cinco o parecidas tretas
y total para poder decir este pecho es mío,
en sábanas así ha de palpitar el mundo,
o risibles cosas de este estilo;
para engañarnos aún y hacer ver que somos nuestros,
que somos en la desgarrada soledad de alguien,
que no me abandones, amor, que cuánto nos queremos
y si no mira cómo conservamos adolescentes trucos
con los que aún fingimos creer
estar haciendo feliz al otro.

 

Hospital de inocentes

El papel en blanco jamás es sólo el papel en blanco:
hablar de eso es hablar fácil, mas no el decir —y es cierto—
que la página en la soledad más profunda consumida
es la vida sin versos o llena de los poemas que nadie,
de los que eres tú, ha de poder escribir nunca.
Porque puede quedarme un amor, una sombra y un olvido,
y más que eso ha de quedarme un modo
de hacerme daño, hasta el fin y en la noche
un modo de afilar la puntería
para arruinarme y perseguirme
a través de la agotadora y muy extraña cacería
en que soy arma, a la vez presa.

 

Para una teología del insomnio

Minuciosamente sueño a Dios durante el día
para por la noche poder creer que me perdona.

Desde la culpa de no ser feliz, de no haberlo sido,
desencuaderno mis ojos huecos y de sobras sé
que no dormir es un rastro del infierno.

 

Ahora tu oficio van a ser los maleficios
o De las clínicas ingenuidades del poeta

Cansado, con las inútiles estrellas de la tierra sólo lleno
y cansado como únicamente puede estarlo
quien ha tenido en cada momento que soportar la vida
como si fuera de otro
busca en un joven pasado tal vez inexistente
las señas y caminos
con los que edificar desde esta noche
unos proyectos más ligeros de prisiones
y que un recobrado aire sin edad te traiga entonces
nombres, historias y retratos que juren que tuviste
y que se dispongan por fin a silbarte entre la arena:
has de ser el escritor y el cielo, esta no es tu vida,
jamás lo ha sido y como ahora
tu oficio van a ser los maleficios
has de volver a ser de nuevo el poeta extraño
que por su olvido busque las comisuras del cielo,
sobre muerte palabra y risas tú, sobre tiempo
y muerte un pájaro triste de violines magos,
miradas en clave ya tú sobre la muerte.

 

Praga

Yo nunca he estado en Praga, pero le sueño jardines,
escaparates llenos de temblorosos misterios y también
que los tranvías se alejan justo con la extraña forma
que cursi como soy siempre me ha hecho
llorar por los falsos recuerdos.
Si llega la noche populoso soy y la atravieso
o me pierdo en una fiesta y no entiendo
por qué estoy ante las ventanas
que se esconden en las anónimas piernas
preguntándome con insistencia cómo fue
que le crecieron a nuestro amor tantos nenúfares
y a la vez dándome por fin perfecta cuenta
de que la soledad siempre ha sido una flor seca
que alguien se dejó olvidada en un ojal.
Y es que aunque yo nunca he estado en Praga
le sueño —ya lo ves— jardines, tranvías,
baile y despedida y cosas parecidas;
y sueño también que con tan frágil materia
un día hago un poema, que tú lo lees
y que con cualquier motivo me traes —sorpresa—
dos billetes de tren para el sitio
que me ha dado por llamar de esta manera
y que entonces yo tengo que aunar
afecto y paciencia para decirte aquello
de no despertéis al amor con vuestros pasos,
aquello que no sé ahora quién lo ha escrito
pero sí que dice distinto según el ánimo o el día
y que quizá simplemente es —¿lo entiendes
ya, estúpida mía?— aquello mismo.

 


Vida sentimental

Demasiados modos de interpretar la lluvia
ofrecen las películas; demasiados modos, demasiados ojos
y del todo excesiva esa facilidad como de postal ridícula
con que a medias entre copa y cigarrillo
los maquillados gestos de una imagen
sopesan, trituran, absorben y administran
distancia de muchacha; excesiva y también ridícula, eso,
más o menos eso es lo que me digo
cuando repaso el manual de adioses de mi vida
y desde él comprendo que es del todo cierto aquello
de que no suicidarme es algo que siempre me dio mucho trabajo,
que no suicidarme —ausencia, clínica y demás patéticos
retratos desbocados— en verdad ha sido para mí
la diaria gran tarea
y que por causa del afónico equipaje
que ha tenido a bien irme imponiendo el tiempo
a estas alturas ya sólo podría doctorarme
con una absurda colección de vaguedades que intentara hacer ver
a qué ruinosos extremos puede llevarnos la torpeza
si desde siempre ha dominado
la expresión de los afectos.

 

Donde quizá el autor explica por qué
nunca quiere celebrar su cumpleaños

En nada hay más mentira que en los aniversarios,
que en creer que Dios o el tiempo
para el vivir trabajan
y que en las calles aún quedan
minutos para todos.

Sólo la derrota puede llegar a tener forma de plaza,
y quizá por eso no hago más que pedir prestado
el miedoso yeso de unos ojos
para romperlo mientras finjo
grabar versos ahogados
en el escondido corazón de las pizarras.


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 16 de agosto de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes