Letralia, Tierra de Letras
Año IX • Nº 111
2 de agosto de 2004
Cagua, Venezuela

Depósito Legal:
pp199602AR26
ISSN: 1856-7983

La revista de los escritores hispanoamericanos en Internet
Letras
Poemas
Jaime Gil García

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Las palabras llueven
del recuerdo de un abrazo
en el portal sin nombre de la noche.

Las palabras llueven
del deseo de tu boca
en el principio infinito de un beso.

Las palabras llueven
del jadeo dulce de tu pecho
cuando la madrugada encuentra
nuestros fatigados brazos.

Las palabras llueven
de la noche ebria
que confunde rostros
en el pozo oscuro del olvido.

Las palabras llueven
de las espirales solitarias
que roban el silbido al viento.

Las palabras llueven
del silencio
agónico
del tiempo.

Las palabras llueven
de tu mirada
náufraga
en el océano muerto de la soledad.


Todo es olvido,
sólo verte.

En la mañana
de alba transparente,
cuando rebosan del árbol
las manzanas de bruñidas pieles,
cuando las golondrinas adornan el aire
con sus acrobacias leves,
cuando la brisa acaricia los campos
de terciopelo verde,
cuando la amapola descubre su embeleso rojo,
cuando cruzas mi espacio y lo demás desaparece,

todo es olvido,
sólo verte.


Párpados metálicos clausuran los ojos de la ciudad.
Un cierto verdor espesa el aire,
de ojos, sedientos de sed, lleno.

Tus pasos resuenan
en las húmedas losas que pisas con cautela
mientras hundes tus manos, tu barbilla, tu respiración,
en las derruidas murallas de tu fortaleza.

¿Quién detiene tus pasos?
¿Qué sobrecoge tu corazón?

El inaudible grito de tu garganta
rueda por la cloaca abierta a la noche,
siempre abierta a la noche.

Aterrado,
observas
el temblor que aprieta tu brazo,
las órbitas que miran tus ojos,
las heridas que rezuman locura,
el acero que oprime.

Ocultas
en la oscuridad cómplice que las ahoga,
las voces callan tras el umbral.

Las voces callan tras el umbral.

No intentas huir.
La voz calla y espera,
toda su vida ida,
tu respuesta.

Las voces callan tras el umbral.

Un torso eyacula en un rincón cualquiera.
Las voces callan tras el umbral.
Fluye el sudor frío del miedo.
Las voces callan tras el umbral.
Un cuerpo cae sobre la acera y queda quieto.
Las voces callan tras el umbral.

Ensortija el espacio un humo triste
que escapa de la fosa, lentamente,
hacia la luz, y la envuelve.

Las voces callan tras el umbral.

Todo es un instante de silencio y muerte.

Las voces callan tras el umbral.

Impaciente,
buscas en tus bolsillos, en tu cartera.
Esperanzado,
miras la mirada ausente.

Las voces callan tras el umbral.

Varias monedas y algún billete
son el precio de tu libertad.

Ahora es el miedo
quien aligera el paso;
quien corre hacia el miedo;
quien seca la boca, la garganta, la piel;
quien tensa el aire;
quien deja atrás
el miedo que estremece,
la locura que ausenta,
la muerte.


Sientes el disparo en la sien y quedas quieto,
aferrado al sillón de terciopelo rojo,
protegido por secas entrañas inmunes al impacto certero.

Sientes el disparo en la sien y huyes
por la alameda solitaria de transeúntes silentes,
acorazados en trincheras blancas,
esculpidos en la náusea de las emociones vanas.

Sientes el disparo en la sien y telefoneas
mecánica,
ceremoniosamente,
a la estancia elocuente de las noches ebrias.
No contestan.
Abandonas tu mano electrónica en el vacío de la espera.

Sientes el disparo en la sien y cierras los ojos,
dulcemente,
acariciando la brisa que alivia tu ensangrentado rostro.
Mientras audaces cámaras transmiten tu triste muerte,
lánguidos bostezos se hunden en sillones rojos.


Las barcas
el silencio azul
hienden.
Ensueños...,
frágiles espacios
esquivos a la memoria.

Tus brazos
sobre el horizonte azul
erguidos.
Palabras
en el vacío azul
prendidas.
Horizonte azul
donde se yergue la voz
junto a tus brazos,
junto a tu pecho
sobre el crepúsculo azul
erguido.
Palabras
en el vacío azul
prendidas.

La frágil frontera azul del recuerdo...
La misteriosa frontera azul del olvido...
Las silenciosas barcas...
La memoria...

Erguida
como tus brazos
sobre el horizonte azul,
como tu pecho
sobre el crepúsculo azul;
prendida
como palabras
en el vacío azul,
frente a mí,
azul,
crepuscular,
azul...,
me desafía
—silencio y quietud,
recuerdo y olvido—
y desaparece
ebria,
azul.

Las quietas barcas
apenas hendiendo el azul...
Como la memoria:
apenas hendiendo el olvido.


Contra la violencia

Denuncie la voz su ofensa,
suspenda el alma el silencio,
y subleve el aire libre
la voz y el alma del pueblo.

Allá donde las gargantas
ahogan sus sufrimientos,
donde las manos esconden
lágrimas de desconsuelo,

donde un corazón descubre
la barbarie de otro cuerpo,
donde el odio se recrea
sobre seres indefensos;

allá donde las ofensas
laceran los sentimientos,
donde una mirada tiembla
y enloquece ante el espejo,

donde las palabras yacen
bajo candados de fuego,
donde las frases ausentes
abren grietas en el suelo;

allá donde todo es sombra
y agonizan los almendros,
donde la amapola roja
oculta su rojo al cielo,

donde los trigales lloran
y se agita el triste viento,
donde el agua de los ríos
retrocede por el miedo;

allá donde los que nacen
inician su triste entierro,
donde las culatas sellan
las puertas del pensamiento,

donde mutilan las manos
que cantan coplas del pueblo,
donde el dedo dictador
al alba fusila versos;

allá donde los acordes
desfilan en paralelo,
donde las estrellas brillan
a costa de sangre y duelo,

donde los hierros destrozan
huesos de cuerpos maltrechos,
donde las armas se limpian
para que enmudezca el viento;

allá donde los disparos
estremecen los cimientos,
donde los escombros huelen
a pólvora, sangre y sesos,

donde se escupe y se orina
sobre el rostro de los muertos,
donde los muertos no sueñan
porque no hay que tener sueños,

denuncie la voz su ofensa,
suspenda el alma el silencio,
y subleve el aire libre
la voz y el alma del pueblo.


       

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Creada el 20 de mayo de 1996 • Próxima edición: 16 de agosto de 2004 • Circula el primer y tercer lunes de cada mes